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C Ricardo Alcñ ntara.

1991

C Ed. Cast.: Edebé. 1991


Paseo San Juan Bosco, 62
08017 Barcelona

Diseño de la colecciân: DNIB @


//ustrociones interiores y cut' . Para una niña a quien no conozco,
ISBN 84-236-2559-1 aunque sé que se llama Montserrat.
DepositoLeqa.B. 108-99

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Editorial Don Bo¥oo
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ancheta era una bruja normal y
corriente. Sin ser demasiado lista,
tampoco era tonta.
Al igual que muchos niñ os, vivia
con sus padres. Y al igual que otros,
no tenia hermanos.
•;Qué lata!•, pensaba Pancheta, pues
muchas veces no tenia con quien jugar.
—Cuando vayas a la escuela,
tendr6s muchos amigos —la
tranquilizaba su madre.
—¿Y cuñ ndo podré ir? —pregunta-
ba ella, impaciente.
—Cuando tengas seis añ os.
Durante e1 invierno cumplifi los sets
Y antes de que fuera demasiado tar- gos preferidos, rñ pidamente se
de, echaron todos a correr. dispuso a buscarlos.
Cuando Pancheta puso un pie en tie- Y como en estos asuntos era bastan-
rra, por alli no se veia a nadie. te hñ bil, no le costo mucho esfuerzo
ejEst6n jugando al escondite!•, pen-
dar con unos y otros.
sñ la bruja, y los ojos le brillaron de Pero, cada vez que pillaba a uno, el
alegria. niñ o huia espantado.
Puesto que aquél era uno de sus ]ue- —No se juega asi —les indico la bm-
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ja, aunque ellos parecian no escucharla. Entonces, Pancheta empezs a darse


Y asi continuaron, hasta que la cuenta de que hacer nuevos amigos no
maestra les hizo entrar en la clase. serta tarea lñ cil.
Los niñ os se mostraban inquietos. Y Pero eso no le importñ demasiado.
la maestra, también, para qué negarlo. Confiaba en que, tarde o temprano, lo
Habia sido idea del director aceptar conseguiria.
a una bruja en la escuela. También sabia que debia eslorzarse
—No teman. No les hard dañ o — si queria ganarse su simpatia.
dijo la maestra, pero la voz le Y la ocasion de mostrarse amable
temblaba. no tards en presentarse.
Por eso, nadie quiso sentarse cerca La maestra habia explicado cuñ nto
de Pancheta. es uno mas uno. Pero nadie Ie habia
Pero, al parecer, a Pancheta no le prestado atencisn. Todos estaban
importaba y no paraba de sonreir. pendientes de Pancheta.
Ouerfa mostrarse amigable y simpñ tica. Entonces, la maestra pregunts:
—Señ orita, se burla de nosotros —se —lsabel, ¿cuñ nto es uno mas uno?
quejfi una niñ a. —Yo... —dudñ la niñ a.
—Deja ya de hacer muecas —la re- Pancheta sonris feliz. jHabia llegado
gañ o la maestra.
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Sin poder evitarlo, todos se echaron Por fin, llegfi la hora del recreo.
a rem. Como era de esperar, en el patio
Eso puso a Isabel mas luriosa. Miro todos huyeron de su lado.
a Pancheta y le dijo muy seria: Acostumbrada a jugar sola, Panche-
—Lo has hecho a propñ sito. Eres ta echfi mano de sus canicas. De
una bruja mala. rodillas, en el suelo, se puso a jugar.
Pancheta se quedñ pñ lida. CerrS un ojo para hacer punteria.
;Qué lio habia armado! Aquello iba Golpeo con fuerza la canica y... zas!
de mal en peor. Quizñ a causa de los nervios, errfi e1
Sus compañ eros la observaban con tiro. La canica salio disparada.
cara de pocos amigos. Y ella no se Fue a parar bajo el pie de un niñ o
atrevia ni siquiera a sonreir. que corñ a a lo loco. Y el niñ o acabo con
Tampoco se sentia con ñ nimos de , la nariz contra el suelo.
sequir ayud6ndolos si no sabian la —;Aaahh! —chil1o, con todas sus
respuesta. fuerzas y empezo a llorar sin consuelo.
Asi pues, permanecio quieta en su —¿Qué ha pasado? —quiso saber la
asiento, mientras luchaba contra el de- " maestra, cuando fue en su ayuda.
sanimo. —;Pancheta lo both! —dijo uno.
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—Si, ha sido ella —apoys otro—. El resto de la clase fue un auféntico


Yo la he visto. tormento. dñlo respiro alivlada cuando
Incluso aquellos que no sabian lo que ono decir a la maestra:
habia pasado fambié n la acusaron. —Ya pueden salir. Hasta mañana.
—;Es mug mala! —dijeron todos a ' Quieta en su asiento, aguardo a que
coro.
Pancheta estuvo a punto de coger su
escoba para no volver mas.
—Entra a la sala —le dijo la maestra
en tono severo.
Ella obedecis sin rechistar.
Se queds sola en la clase, hasta que
e1 recreo llegs a su tin.
Los niiios entraron mug serios.
Rodeaban al herido y observaban a
Panchefa con gesto de enfado.
Pancheta jamñ s habia imaginado que
era posible sentirse tan mal.
todos se marcharan. Luego, con paso Profundamente ofendida, Pancheta
lento, ella también salio. les sack la lenqua. Y les hizo una
Para su sorpresa, sus compañ eros la mueca, con la ayuda de las manos.
esperaban en la puerta. —Cuidado, ;estâ tratando de
Al verla aparecer, comenzaron a encantarnos! —advirtio uno, y todos
grltar: ' huyeron asustados.
—Bm)a mala, no te queremos aquf. En cuestldn de sequndos, no se veia
;Vete! ni rastro de ellos.
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Pancheta subifi a su escoba y se fue «Quizñ Pancheta ya no quiera volver


a casa. a la escuela•, pehso, bastante inquieta.
Su madre la esperaba impaciente. ;Qué va! Al dia siguiente, se marchs
—4Cfimo te fue? —le preguntñ . tan contenta.
—;Psse...! —respondio Pancheta. Sabia que, solo st insistia, consequi-
Sin mas explicaciones, se encerro en ria tener amigos.
su habitacion. Y mientras volaba por encima de
Alh se estuvo rato y rato. Ni siquiera las casas, no dejaba de pensar: •Puede
tenia ganas de comer. que hoy ya no estén tan asustados.»
Ya era de noche cuando fue a ver a Pero se equivocaba de medio a me-
su madre. Y sin mas, le preguntñ : dio. Las cosas no se habian arreglado,
—¿Todas las brujas son malas? sino que habian empeorado. Y la pe-
—Claro que no. queñ a bruja no tardñ en descubrirlo.
—Gracias —dijo Pancheta, y regre- Junto a la puerta del coleqio se ha-
ss a su habitacion. bran reunido unos cuantos padres.
Su madre pronto se dio cuenta de Hablaban entre ellos y parecian
lo
eno- jados. Bastaba con mirarlos para
que habia sucedido. Entonces temio lo
no- tarlo.
peor.
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No entendfan por qué e1 director ha-


bia admitido a una bruja en la escuela. Al verlos, Pancheta rapidamente
month en su escoba. Tras un vuelo
—;Esa niña es un peligro para
veloz, aterrizñ en el patio. No queria lle-
nuestros hijos! —exclamaban, sin
importar-les un comino que Pancheta gar tarde.
;Qué sorpresa se llevaron sus
los pudie-ra oir.
Y Pancheta los oys. compañ eros al verla aparecer!
Se asustfi tanto, que no se atrevio a Tampoco la maestra pudo
acercarse. Se ocults en la torre del disimular su disgusto.
campanario y desde all( los espiñ . •;Qué horror!•, penso, y las mejillas
En vista de que la bruja no se le cambiaron de color.
presentaba, unos y otros lueron —;Buenos dras! —saludo Pancheta,
y se sentñ en su sitio.
recuperando la calma. Estaban seguros Alli se estuvo, muy quieta y muy
de que ya no volverfa. seria, hasta la hora de salir a recreo.
—jQué bien! Nos hemos salido con Tampoco aquel dia sus compañ eros
la nuestra se decian victoriosos. quisieron jugar con ella.
Felices con el triunfo, regresaron a Desde un rincfin, Pancheta obser-
sus casas. V los niños entraron en la vaba csmo los demñ s se divertian.
sala.
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jHubiera dado cualquier cosa por ser


uno de ellos!
Pero ellos continuaban enfrascados
en sus jueqos. Nadie le hacia caso.
Entonces dos niñ os empezaron una
fuerte discusion.
—Si no te gusta, vete —dijo la niñ a
con gesto de rabia.
—;Vete tu, mandona! —protests el
chiquillo y Ie dio un empujsn,
La niiia, humillada y a grandes
pasos, se separo del qrupo. Sin dejar
de refunfuñ ar, se acercs a Pancheta y se
sentñ a su lado.
Pancheta sintis que el corazsn le
daba un vuelco a causa de la aleqria.
;Pensaba que aquella niiia queria ser su
amiqa!
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—Miguel es un bravucñ n. MNO volveré


a jugar con él! —Ie dijo muy eriojada. Y sin mls, se marcho con su enfado
Pancheta no sabia qué responder.Te- a otra parte.
ma ganas de preguntarle st queria jugar —Vaya... —dijo Pancheta a media
con ella, pero no se atreviñ . voz, y se cruzs de brazos.
Mientras pensaba, la otra se le acer- Comenzaba a perder las esperanzas.
Para colmo de males, en aquel
cS mas. En un tono confidencial, le momento un señ or pass por la calle de
pidié. la escuela. Era el padre de uno de
Ve. ¿por qUe no lo conviertesen aquellos niñ os.
un sapo viejo y feo? ;Se lo mereCe!
Se detuvo y, con aspecto de espia,
—YO..., O... —tartamudedPancheta. observo el patio. Pronto descubri6 que
—Si lo haces, seré tu amiga. Pancheta estaba alli.
—Pero..., es que no sé csmo hacer- El creia que la bruja no habia vuelto
lo —IN respondiñ UI pequeñ a bruja, y a clases. Pero... icon espanto comprobs
decta la verdad. que se habia equivocado!
—No quieres ayudarme —protestñ Se queds muy pñ lido y el corazsn le
la niña—. Eres peor que Miguel. ;Eres
latio con fuerza. Decidio que era
uy mala! necesario hacer algo cuanto antes.
Rñ pido como el viento, se encamino
a casa de otros padres. Con gritos y Minuto a minuto, lle9aban mas y
mls personas. Y todos expresaban su
pro- des- contento con grandes gritos.
testas, alborotñ a todo el vecindario.
Por su culpa, aquel dia se organizo ;Vaya espect6cut !
una manifestacion. Todos pedian que Fue tal el jaleo que armaron, que tu-

echaran a Pancheta de la escuela. vieron que suspender las clases.
Detrâ s de los cristales, los niñ os of
jos! —qritaban, reunidos ante la puerta. servaban boqutabiertos aquel terffble
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revuelo. Y no era para menos, ;metian


Luego, entre varios escribieron: NO
mñ s sido que ellos a la hora del recreo!
También Pancheta los miraba, cla- QUEREMOS A PANCHETA EN ESTA
ESCUEL.A.
ro estñ . Pero ella estaba asustada. No
Y decidieron colqar el cartel entre
podia comprender la causa de todo
los ñrboles.
eso. Temerosos de que sus protestas
El dueno de la sñbana trepfi a uno
no iueran otdas, los padres echaron
mug alto. Le costs bastante, pues no
mano de un megñ fono. Entonces los
qritos se era precisamente delqado. Finalmente,
oyeron por toda la ctudad. consiguio encaramarse en lo alto.
Los de abajo, inquietos, le decian:
, —Ten cuidado.
—Sujétate con fuerza.
Mientras tanto, algunos se fueron a
—Mira donde colocas e1 pie.
sus casas para pintar pancartas.
Al hombre que habia organizado Y é1, en lugar de mirar donde colo-
caba el pie, miro hacia abajo. Grave
todo aquel revuelo se le ocurrio hacer
equivocacion, porque entonces resbals.
una bien grande.
Sin pensarlo dos veces, fue en busca —;Ah! —9ritaron todos y se llevaron
las manos a la cabeza.
de una sñ bana, un tarro de pintura y una
brocha. Y regreso a la escuela.
—;Ah! —gritfi él también mientras
cara, y râpidamente cerro los ojos.
No querla mirar lo que estaba a pun-
to de sucederle.
Por fortuna para dl, un pie se ie
enganchfi entre dos ramas. Eso freno
su terrible caida.
Quedd colgado cabeza abajo,
mientras agitaba los brazos como st
intentara alzar el vuelo.
De momento habfa conseguido
salvar el pellejo. Pero. 4cuñnto
tiempo resistirian las ramas?
—No mucho... —murmuraron los
otros espantados.
No sablan qué hacer. Hasta que uno
dijo:
—Hay que llamar a la policla.
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—No, a los bomberos —exclams


—Agñrrese de la escoba, rñpido.
otro.
—¿No sera uno de tus truCOS*— t2
—Al ejército —propuso un tercero. quntñ él, desconiiado.
Pero tanto unos como otros tardañ an
Ya harta de tantas tonterias, Pan-
mucho en llegar hasta alli. Y las ramas
cheta le replicñ :
comenzaban a ceder de forma alar-
—S: pretiere usted quedarsecolqado
mante.
Al igual que una fruta madura, el t2omo uFla ropa al sol, por mi..
Y se dispuso a rnarcharse.
hombre estaba a punto de caer. , —;Espera! —Ie grito el hombre en
A pesar de ello, a nadie se le ocurria ! tono suplicante, y se aterro con ambas
subir en su auxilio. Mejor dicho, solo manos a la escoba.
Pancheta lo pensñ . Ante el asombro general, Pancheta
En vista de que el tiempo apremia- lo llevo snno y salvo hasta el patio. Y alli
ba, salio de la sala, con paso decidido.
lo dejo.
Al llegar al patio, month en su es- A través de los cristales, los niñ os la
coba de un salto. Y en un santiamén se obsewaban con ojos de asombro.
acerco al hombre. Jamñs habian visto nada igual, ni st-
Se colocñ a su lado y le dijo: . qtliera en la television.
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—Pancheta, ¿podrfas enseñ arnos a


volar en tu escoba?
—Pues... —duds ella.
—;Di que s1! —pidieron a coro unos U 50002223
cuantos. 863 ALCANTARA.
A347h Ricardo
—Pero..., st los ven montados en la c. 1 ;Huy que miedo!
CARRERA:
escoba, sus papñ s pensarñ n que son COL/
brujos —coments Pancheta con picar- ESTE LIBRO DEBE SER DEVUELTO
dia. ed La uLTiMA FECHA INDICADA

—;Qué importa! —exclamaron to-


dos a una.
En verdad, a ellos ya no les impor-
taba que fuera una bruja.
Al oirlos, Pancheta sonrio llena de i
alegña. Sabia que, a partir de entonces,
se divertiria en grande en la escuela
con sus nuevos amigos.

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