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¿Por qué una de las más difundidas perturbaciones lleva el nombre de una flor? El narciso
es de pétalos blancos o amarillos. Su nombre deriva del verbo griego narkao, que significa
narcotizar: así fue llamado porque su esencia tiene el mismo olor de un narcótico, además
de tener esa misma propiedad. Ser un poco narcisista no hace mal, apreciarnos y
querernos bien es una condición indispensable para sentirnos seguros y a gusto en la
vida. Pero bien distinto es quien posee una excesiva estima en sí mismo y se cree el
mejor: para estas personas, los demás sólo existen en tanto pueden transformarse en sus
exclusivos adoradores.
Mucho de todo
▪ La psicoanalista Adriana Guraieb nos brinda algunas pautas para reconocer a un
individuo narcisista:
▪ Poseen un sentimiento exagerado de “autoimagen”, lo que implica destacar muchísimo
sus logros y capacidades (pero ante el error, por supuesto, la culpa es de los demás).
▪ Oscilan entre la grandeza y la depresión. Por momentos, tienen una gran convicción
acerca de sus aptitudes, pero en otros, se dan cuenta de que no tienen con qué
sostener estas expectativas tan grandes.
▪ Se creen especiales y consideran que serán entendidos y valorados solamente por gente
como ellos, o mejor dicho, especialmente importante social y/o económicamente.
▪ Tienen un cierto menosprecio por su pareja de turno, sobre todo si esta les exige
compromiso o cumplir con algo prometido.
▪ Se aprovechan de los demás y creen que merecen atenciones, sin tener que responder
ni agradecer.
▪ Suelen ser arrogantes y soberbios, y pueden mostrarse envidiosos frente a personas
que poseen atributos de los que ellos carecen.
NOTA DE OPINIÓN
Escuelas de diversos países, entre los cuales se encuentra la Argentina, se adecuan a los
nuevos tiempos y, por nuevos tiempos entiéndase, en muchos casos, la adopción de
nuevas tecnologías en la educación. Las computadoras y los programas aparecen como
alternativas innovadoras a los ya tradicionales pizarrones negros y libros impresos.
Notebooks, tablets, pizarras electrónicas, asociados a videos, juegos interactivos y
podcasts seducen a gestores, educadores y estudiantes. En la educación a distancia, los
nuevos recursos parecen aún más promisorios. La "educación del futuro" toca la puerta de
las escuelas y, con ella, las indagaciones sobre el futuro de la educación.
Como en todo debate, hay pros y contras en escena. Entre los beneficios es posible
destacar, por ejemplo, la economía de los cursos online. Exigen menos mano de obra
(especialmente a mediano y largo plazo), prescinden de locomoción y varios otros
procedimientos logísticos, disponen de recursos audiovisuales más sofisticados, amplían
opciones de costos de construcción y manutención de un edificio y se tiene una idea de la
economía que representan las clases virtuales.
Esta creciente educación a distancia también parece ser la alternativa natural para
millones de alumnos potenciales que no disponen de tiempo, de recursos financieros ni de
preparación suficiente para disputar una vacante en las instituciones de enseñanza
superior. Pero esos otros beneficios no bastan para aplacar la desconfianza en relación a
posibles riesgos de la formación virtual, así sea total o parcialmente presencial. Se han
ocupado de este tema educadores de todo el mundo, educadores que todavía tienen
dudas sobre la eficiencia de las máquinas para educar personas.
Las dudas siguen. Entre los diversos estudios sobre el tema hay uno recientemente
difundido por el Centro Nacional de Política Educativa, de la Universidad de Colorado, en
Estados Unidos, según el cual el 27% de las escuelas virtuales estadounidenses obtuvo
"progreso anual adecuado", el patrón federal que mide los avances educativos en el país.
Casi el 52% de las escuelas privadas tradicionales alcanzó ese patrón, porcentaje
comparable al de todas las escuelas públicas norteamericanas.
Por otro lado, resulta evidente la atracción que ejercen en niños y en jóvenes los recursos
tecnológicos. En ese aspecto, no se puede negar la relevancia de esos recursos. Para
algunos profesores, la ampliación de opciones de material pedagógico también es
bienvenida. El desafío está en identificar los límites posibles para la utilización de la alta
tecnología en la educación y el contenido más apropiado para la formación escolar en ese
contexto. ¿Hasta qué punto las computadoras pueden reemplazar a los profesores? ¿A
quién y a qué deben abastecer esas nuevas "máquinas educativas"?
La respuesta a preguntas como esa no está sólo en la economía. Está en la educación,
antes que nada. La tecnología puede ser una aliada poderosa de la educación siempre y
cuando promueva la transmisión de contenido de elevada calidad y no substituya por
completo la interacción humana.
¿De qué sirven sofisticados gadgets conectados a una red mundial inundada de
información si no hay personas que, antes y después, seleccionen hábilmente qué puede
ser útil para una formación de alto nivel y promuevan el debate sobre todo lo que se ve, se
oye o se lee?
© La Nación.
TRABAJO PRÁCTICO