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Centro Regional de Estudios

Apostólicos

CREA
Curso Propédeutico
EA4 Formato de Entrega de evidencias

Grupo CREA

Luis Carlos Ahumada Acosta

Tijuana, Baja California a 23 Mayo 2022


Nuestra Historia

Es bien sabido que el movimiento pentecostal moderno tuvo como centro principal
de diseminación la famosa Misión Apostólica de la calle de Azuza en Los Ángeles,
California. Aunque las cuestiones de la unidad de Dios y el bautismo en agua no
fueron al principio objeto de controversias teológicas tan serias como lo fueron
posteriormente, y que en distintos grados prevalecen hasta ahora, es un hecho
que el citado movimiento pentecostal se escindió desde el principio en dos grupos
principales: los que se bautizaban en el nombre de Jesucristo y los que bautizaban
en el nombre de la Trinidad. También es un hecho que ya para el año de 1909
había en la zona de Los Ángeles, California, grupos que fueron la base del
movimiento apostólico actual, principalmente entre los mexicanos y otras personas
de habla española que, entre otras cosas, bautizaban como lo hicieron los
apóstoles.

De una de esas iglesias salió una mujer mexicana llamada Romana Carbajal de
Valenzuela, ama de casa sin pretensiones de predicadora, pero llena de fe y
perseverancia que, habiendo sido bautizada en el nombre de Jesucristo y
habiendo recibido el bautismo del Espíritu Santo, quiso que sus familiares en
México también recibieran esta bendición. Con permiso de su esposo llegó a su
tierra natal, Villa Aldama, Chihuahua, y comenzó a dar testimonio del evangelio a
sus familiares. Al principio ella y el mensaje fueron rechazados, pero el rechazo se
transformó en fe y sed de Dios, y así fue como el 1 de noviembre de 1914 doce
familiares de la citada hermana fueron llenos del Espíritu Santo y hablaron en
lenguas, como Dios les daba que hablasen.

El hermano Rubén Ortega sólo estuvo un poco tiempo al frente de la congregación


en Villa Aldama y ésta prácticamente no creció, quizá porque Dios tenía otros
planes. Del grupo original de los doce surgió un ministro llamado Miguel García,
quien se trasladó a la región llamada La Laguna y formó las primeras iglesias
apostólicas en Gómez Palacio, Durango, y Torreón, Coahuila. Fueron tiempos de
muchas pobrezas, dificultades y persecución. Simultáneamente se comenzaban a
formar iglesias apostólicas en Baja California, Sinaloa, y otros lugares. La obra de
La Laguna sufrió divisiones, pero los creyentes originales de toda la región de La
Laguna, con excepción de algunos pocos, siguieron bajo el liderato del Obispo
Felipe Rivas Hernández, y posteriormente las iglesias que estaban establecidas
en otras partes del país, y que reconocían la autoridad del Obispo Antonio Nava
Castañeda en los Estados Unidos, quedaron bajo la dirección del Obispo Rivas y
el resto de la primera Mesa Directiva, que se organizó en 1932, y que incluía a los
reverendos José Ortega Aguilar, como Secretario General, y Manuel Tapia, como
Tesorero General.

Es a partir de 1932 que la IAFCJ empieza a recibir el impulso que hasta ahora la
distingue y que le permite colocarse en la posición en que todavía está, la cual ha
sido de constante superación. Gradualmente la iglesia se va extendiendo por todo
el país, y actualmente cuenta con iglesias en toda la República Mexicana. En
1949, bajo el impulso de Maclovio Gaxiola López, la iglesia admite que el mandato
de ir por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura también es para ella,
y así se constituye en una de las pocas iglesias evangélicas mexicanas que tienen
un programa misionero en el extranjero. Comenzó entonces a enviar misioneros
que han establecido iglesias pujantes en Guatemala, El Salvador y Nicaragua.
Recientemente se estableció obra también en Canadá, Estados Unidos, Belice,
Colombia, Sudamérica y España. La iglesia hermana en Estados Unidos, también
acudió al auxilio de sus semejantes de habla castellana, y así se logró que en todo
Centro América, en Argentina, Uruguay, Chile, España, Italia y Paquistán se
cuente con iglesias como las nuestras. Todo lo demás es historia llena de hechos
concretos que dan a la IAFCJ un lugar muy especial en el mundo evangélico. Esta
prosperidad se origina, indudablemente, en la bondad de Dios, en el poder del
Espíritu Santo, en las promesas de la Biblia, pero también parte del esfuerzo, la
lealtad a la Biblia, el deseo de progresar y la devoción al orden y la disciplina que
son parte de la herencia apostólica.

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