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La irresponsabilidad organizada: la función simbólica del Derecho Ambiental a


partir de la revocación de una medida cautelar

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Mauricio Pinto
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Voces: DERECHO AMBIENTAL ~ MEDIO AMBIENTE ~ CONTAMINACION AMBIENTAL ~ DAÑO
AMBIENTAL ~ PREVENCION DEL DAÑO ~ LEY GENERAL DEL AMBIENTE ~ CONSTITUCION
NACIONAL ~ DERECHOS CONSTITUCIONALES ~ EVALUACION DE IMPACTO AMBIENTAL ~
IMPACTO AMBIENTAL ~ CONSTRUCCION ~ INTERPRETACION JUDICIAL
Título: La irresponsabilidad organizada: la función simbólica del Derecho Ambiental a partir de la revocación
de una medida cautelar
Autor: Pinto, Mauricio
Publicado en: LLC2013 (noviembre), 1076
Fallo comentado: Tribunal Superior de Justicia de la Provincia de Córdoba, sala laboral ~ 2013-04-23 ~ Club de Derecho (Fundación
Club de Derecho Argentina) y otros - Quispe, Eduardo - Quispe, Diego Raúl- Quispe, Ester Margarita- Molina, Celina Laura - Barboza
Vaca, Vanina de los Angeles - Oliva, Da c. Municipalidad de Malvinas Argentinas s/ amparo (ley 4915)
Cita Online: AR/DOC/3859/2013
Sumario: 1. Introducción. — 2. El fallo que se anota y sus antecedentes. — 3. La tensión entre el derecho
clásico y los modernos principios ambientales. — 4. El paradigma ambiental y el rol de los operadores
judiciales del Derecho. — 5. El arbitrario desglose de la plataforma fáctica frente al paradigma
preventivo. — 6. La descontextualización del fallo frente al paradigma ambiental de precaución. — 7. La
temible política de los hechos consumados. — 8. Conclusiones.
1. Introducción
Wolf Paul acudía a la idea de la función simbólica del Derecho Ambiental para expresar su desazón frente a
un sistema jurídico que no alcanzaba un grado real de eficacia, limitándose a preceptos que resultaban -en su
expresión- un arma sin municiones, un tigre de papel, que lejos de tener un carácter instrumental sólo
alcanzaban un rol simbólico, sin causar riesgo alguno a quienes los transgredían (1).
De alguna forma, el pensamiento de ese autor vino a nuestra mente cuando efectuamos la lectura del fallo
que anotamos, ceñido a razonamientos formales que pierden de vista los contenidos sustanciales del moderno
Derecho Ambiental, diluyéndose a partir del mismo cualquier aspiración de efectividad para producir, frente a
conductas potencialmente degradatorias, una tutela efectiva del derecho al ambiente como acervo colectivo
reconocido en la Constitución. Una verdadera situación de irresponsabilidad organizada, tal como Paul
denominaba.
Mientras el máximo Tribunal nacional y otras Cortes provinciales han evolucionado hacia lo que Cafferatta
denomina el tiempo de las Cortes verdes (2), en el orden cordobés el rumbo parece ser otro, al menos en razón
de este pronunciamiento.
Lejos estamos en el caso de marras de la percepción estratégica que la Corte nacional expuso en Salas (3),
donde en base a un actuar meramente cautelar buscó asegurar la eficacia de los derechos en juego frente al
impacto de un conjunto de actividades, asegurando la evaluación acumulativa de las mismas. Tan lejos estamos
que el pronunciamiento que nos convoca marcha en el sentido contrario, al convalidar el análisis del impacto de
un proyecto atomizando sus etapas, excusando toda consideración sobre el inicio de las actividades
constructivas como si no estuvieran vinculadas, en definitiva, a la operación futura de estas instalaciones que
estaba siendo objeto de evaluación.
También estamos lejos de la aplicación de la precaución y prevención como principios rectores del orden
ambiental reconocidos legislativamente y aplicados judicialmente en numerosos precedentes. En el caso
anotado, no hay percepción alguna en el juzgador de una vocación anticipatoria que procure intervenir sobre las
causas y las fuentes de manera integrada, evitando usar la falta de certeza como razón para evitar el posible
daño.
El decisorio en análisis, en cambio, presenta un razonamiento meramente formal e incompleto, que
desconoce tanto la plataforma fáctica como la integralidad del derecho vigente a la luz del art. 41 CN y las
normas que lo desarrollan, las que integran un nuevo paradigma con trascendentes efectos desestructurantes de
las viejas fórmulas jurídicas.
El nuevo rol que la justicia ambiental demanda en la judicatura importa internalizar valores que llevan al
juzgador a investirse sustancialmente del interés público en juego, no siendo suficiente acudir a estratagemas de
mera lógica formal para una adecuada administración de justicia (4) que, en lo sustancial, desconoce el
paradigma vigente.
La indagación jurídica, en definitiva, no es más que una forma política de ejercicio del poder con la aptitud
de autentificar y transmitir verdades (5). Y si tal procedimiento es descontextualizado en relación al paradigma
ambiental, las verdades que la autoridad judicial declara resultan verdaderamente falaces, degradándose la
seguridad que se requiere como presupuesto de la justicia ambiental (6).
2. El fallo que se anota y sus antecedentes
En el pronunciamiento que anotamos, el 24 de abril de 2013 el Tribunal Superior de Córdoba -Sala
Electoral, de Competencia Originaria y Asuntos Institucionales- hizo lugar a un recurso directo, dejando sin

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efecto la sentencia de la Cámara en cuanto ordenaba como medida precautoria la suspensión de las obras civiles
correspondientes a una Planta Secadora de Granos que había sido autorizada por la Municipalidad de Malvinas
Argentinas sobre la Ruta A188.
Para adoptar tal decisorio, el Tribunal entendió, principalmente, que en el caso no se presentaban los
requisitos necesarios para que prospere la medida precautoria en discusión, tanto en lo que hace a la
verosimilitud del derecho invocado -ya que los accionantes no habían sustentado su posición en la existencia de
un derecho concreto en riesgo efectivo, sino en una incierta afectación futura- y al peligro en la demora
-atendiendo que la autorización municipal se limitaba a la obra civil de construcción del establecimiento, pero
no a la operación del mismo-.
3. La tensión entre el derecho clásico y los modernos principios ambientales
El término "principio" refiere a una proposición de contenido inconcreto que funciona como criterio
fundamental o punto de partida de un sistema; más precisamente, es una proposición de extensión general y
abstracta, que constituye la base de un sistema de proposiciones, sea porque funciona como primera premisa del
sistema, o porque actúa como una regla de conocimiento con sujeción a la cual el sistema puede ser elaborado o
fundamentado (7).
Los principios del derecho son fundamentos evidentes del derecho, las bases inconmovibles del
razonamiento jurídico; aquellos hitos que no pueden pasarse por alto al razonar jurídicamente, y presentan una
triple función: actúan como fundamento del ordenamiento jurídico (fuente de las fuentes); como orientadores de
la interpretación (como criterio interpretativo de las leyes); y como fuente en caso de insuficiencia del
ordenamiento positivo (como elementos de integración del derecho) (8).
Por ello, se afirma que los principios jurídicos ambientales tienen un efecto jurídico reestructurante del
sistema normativo (9): a la vez que son fuentes de las nuevas normas ambientales que mutan el contenido del
sistema jurídico, permiten además reinterpretar e integrar las normas preexistentes al nuevo paradigma
ambiental.
Vergara Blanco entiende que los ámbitos jurídicos donde mejor se justifica la aplicación de principios
jurídicos son aquellos que se caracterizan por carecer de una sistemática codificadora (10). Y justamente, el
Derecho Ambiental argentino que esquematiza el art. 41 CN -conformado con una inevitable pluralidad de
fuentes de origen nacional (presupuestos mínimos de protección) y provincial (normas complementarias)-
excluye la posibilidad de una metodología codificadora, siendo entonces eficaz la identificación legal de los
principios jurídicos de la especialidad a efectos de facilitar un marco general de hermenéutica que encamine la
función orientadora y de integración que a los mismos corresponde en el actual paradigma jurídico (11).
En este sentido, el artículo 4 de la Ley 25.675 establece que la interpretación y aplicación de las normas de
desarrollo de la política ambiental estarán sujetas al cumplimiento de los principios de congruencia (12),
prevención (13), precautorio (14), equidad intergeneracional (15), progresividad (16), responsabilidad (17),
subsidiariedad (18), sustentabilidad (19), solidaridad (20) y cooperación (21), y define cada uno de ellos tal como
citamos.
De este modo, tales principios integran parte del modelo decisorio en el que "la interpretación y aplicación
de [...] toda otra norma a través de la cual se ejecute la política ambiental" está sujeta al cumplimiento de los
mismos, y consiguientemente participan en la formulación del paradigma vigente que condiciona las decisiones
en la materia.
4. El paradigma ambiental y el rol de los operadores judiciales del Derecho
A partir del desarrollo normativo de los referidos principios ambientales, la noción de prevención y
precaución -al igual que los restantes principios- aparecen como una pauta obligada en la interpretación jurídica,
imponiéndose así un modelo de solución a los problemas cotidianos, lo que permite sostener la vigencia de un
paradigma ambiental (22) que ha reestructurado el sistema jurídico de forma condicionante para todo operador
del Derecho.
El enfoque paradigmático importa que en la labor de los intérpretes el contexto que brindan las reglas
generales adquiere preeminencia por sobre la norma particular, siendo el procedimiento habitual subsumir un
término legal en un contexto que le da sentido en razón del modelo de decisión adoptado (23), en este tema a
partir de los principios ambientales dispuestos en la Ley 25.675.
Esta apreciación es acorde al pensamiento de Quiroga Lavié, cuando entiende que a partir de 1994 el art. 41
CN ha significado constituir a nuestro país como un Estado ecológico de derecho (24), lo que implica el
necesario apego a la ley, incluso aquella que desde la misma Constitución y sus normas de desarrollo estatuyen
la obligación de preservar un ambiente sano, equilibrado y apto para un desarrollo humano sustentable.
Las autoridades públicas -y entre ellas las judiciales- están especialmente vinculadas al cumplimiento de tal
máxima, no sólo porque la función pública no las exime de la obligación general de tutela ambiental que
impone a todo habitante el texto constitucional vigente (art. 41 CN), sino porque además ese mismo precepto
refuerza esa obligación con una carga funcional de proveer al derecho al ambiente definido en la Carta Magna y

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a la preservación del patrimonio ambiental.
En ese contexto -como acertadamente resaltan Sáux y Müller- la tarea del juez es más ardua, pues debe
acudir a una estructura jurídica que prima facie se antepone a los sistemas tradicionales del derecho y al propio
derecho positivo local, siendo necesario para la real vigencia de las derechos ambientales que los magistrados
ejerzan dinámicamente todos los resortes que las leyes les confieren, dejando de lado concepciones obsoletas
(25).
Recordemos en este sentido que -como explica Bobbio- la norma jurídica ha de estudiarse teniendo en
cuenta un "todo más vasto que la comprende", entendiendo por ese todo al conjunto de normas en cuanto
exclusivos elementos integrantes del ordenamiento jurídico, encuadre en el que sólo puede hablarse de Derecho
cuando hay un sistema de normas que forman un ordenamiento, aunque sea necesario corregir sus antinomias
mediante la interpretación del conjunto (26). Y consiguientemente, el régimen vigente no puede analizarse sino
en un contexto sistémico que involucre el conjunto normativo, imponiéndose una consideración simultánea de
los preceptos procesales aplicables, incluso los principios y preceptos específicos del Derecho Ambiental.
De este modo, la realidad paradigmática que a partir del régimen vigente condiciona a los operadores del
Derecho, tanto en la esfera administrativa como judicial, es un prius interpretativo que limita su
discrecionalidad, la que arbitrariamente no puede interpretar descontextualizadamente el alcance normativo de
los preceptos que aplica, como si nos encontráramos aún en un contexto decimonónico, signado por una
individualidad carente de toda valoración colectiva.
La ruptura entre el tejido paradigmático y la interpretación y aplicación jurídica lleva a razonamientos que
-ajenos a su contexto- se enajenan de lo jurídico, y a pesar de que en lo formal puedan responder parcial o
aparentemente a la norma procesal vigente, resultan construcciones falaces: los principios del Derecho
Ambiental han reescrito el alcance de los preceptos procesales y sustanciales tradicionales, los que hoy no
pueden ser aplicados como si el Estado ecológico de derecho no hubiera irrumpido en nuestro sistema
constitucional.
5. El arbitrario desglose de la plataforma fáctica frente al paradigma preventivo
La base del razonamiento en el que se escuda el Tribunal, parte de admitir la posibilidad de fraccionar el
análisis del impacto de un proyecto de Planta Secadora de Granos, de modo de excluir la etapa constructiva del
establecimiento de los efectos ambientales de la operación del mismo. Esta maniobra de razonamiento le
permitirá sostener que no hay derecho afectado ni peligro en la demora que justifique un actuar cautelar, ya que
los efectos se darían recién cuando el establecimiento esté operativo.
Este ardid lógico es tan inadecuado, como si luego se pretendiera excluir en la evaluación de la operación de
la planta todo lo que haga a la etapa de disposición de residuos, ya que mientras no se dispongan los mismos la
operación no genera ese tipo de impacto. O si se excluyera el análisis de las actividades de cierre de la planta,
una vez que concluya la operación de la misma, bajo la excusa de que tal situación es algo que tampoco integra
la operación.
La Ley 25.675 en su artículo 4 establece como regla de interpretación y aplicación jurídica que las causas y
las fuentes de los problemas ambientales se atenderán en forma prioritaria e integrada, tratando de prevenir los
efectos negativos que sobre el ambiente se pueden producir.
Esta exigencia de prevención, entonces, expresamente fija la necesidad de atender de manera integrada las
causas del impacto de un proyecto, con lo que mal puede analizarse la aplicación normativa al proyecto objeto
de litigio mediante la desintegración de las causas de los impactos que genere en sus etapas constructiva y
operativa.
Pero además, la legislación local aplicable también da lugar al análisis integrado que sostenemos. La Ley
9855, invocada parcialmente por el Tribunal para considerar que no puede tener por acreditada la verosimilitud
del derecho, considera expresamente en sus preceptos que para habilitar un nuevo establecimiento se debe
presentar un Aviso de Proyecto según lo establecido en el Decreto Provincial 2131/00, reglamentario de la Ley
7343 (27).
El contenido del Aviso de Proyecto, conforme el Anexo III de tal norma reglamentaria, debe contemplar la
propuestas de obras a realizar para mitigar los efectos negativos de la actividad evaluada (punto 2.b), lo que
conlleva al necesario análisis integrado de la operación y las obras de infraestructura objeto de la medida
cautelar. Además, ese mismo régimen dispone que el Aviso de Proyecto debe contemplar la superficie cubierta
y proyectada (punto 8) y la necesidad de infraestructura que genera directa o indirectamente el proyecto (punto
21), lo que consolida el necesario análisis integrado al momento de la previa evaluación ambiental tanto de la
etapa constructiva de la infraestructura como de la etapa operativa de esa infraestructura.
Pero además, si quisiéramos situarnos por un momento, a modo de hipótesis, en la postulación que ha
justificado el decisorio que anotamos, el resultado no cambiaría en cuanto a la necesidad de que la etapa
constructiva del proyecto sea evaluada previamente a su realización: el referido Decreto reglamentario considera
que deben ser analizadas a través del Aviso de Proyecto las Plantas de acopio de cereales, entendiendo como

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tales las que realicen almacenamiento, clasificación, limpieza y/o secado de granos (Anexo II punto 2.E), e
incluso directamente mediante el Estudio de Impacto Ambiental la localización de complejos industriales y sus
obras de infraestructura (Anexo I punto 22).
En nuestra consideración, si existe un proyecto de actividad a desarrollar por un establecimiento industrial,
el mismo debe ser evaluado integralmente, atendiendo los efectos de todas y cada una de las etapas que lo
componen, y la vinculación entre las mismas y sus impactos ¿O acaso las exigencias de mitigación de la futura
operación no condicionan los desarrollos de la etapa constructiva? Pero incluso si quisiéramos aceptar el posible
divorcio entre la etapa operativa y constructiva del complejo donde funcionará la industria, esto no habilita a
que esta última no sea objeto del debido análisis ambiental previo a su realización.
Entendemos que el abordaje de la plataforma fáctica realizado por el Tribunal es caprichoso y contradice
indebidamente la aplicación del principio preventivo impuesto por ley, desconociendo la integralidad del
emprendimiento que debe ser evaluado ambientalmente de manera previa a su desarrollo.
6. La descontextualización del fallo frente al paradigma ambiental de precaución
Sin perjuicio de la falencia en la estructura de razonamiento que sigue la sentencia mediante el arbitrario
desglose del proyecto en etapas, y la omisión de incluir una de esas etapas en la evaluación ambiental, el
análisis jurídico efectuado resulta además descontextualizado frente al régimen ambiental que impone el
paradigma precautorio propio del Estado ecológico de derecho que hemos referido.
En particular, en la valoración de la verosimilitud del derecho en juego y el peligro en la demora que realiza
en Tribunal se ha omitido considerar el principio precautorio impuesto por la Ley 25.675.
De acuerdo a tal máxima jurídica, ante riesgos de alteraciones ambientales relevantes, la ausencia de
información o certeza científica no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces,
en función de los costos, para impedir la degradación del medio ambiente.
Entendemos en este sentido que cuando el Tribunal razona que "los accionantes no han sustentado su
posición en la existencia de un derecho concreto en riesgo efectivo, sino en la aparente verosimilitud de una
incierta afección futura {...} construida o apoyada más sobre un imaginario colectivo de una hipotética amenaza
que sobre indicios concretos que permitan colegir dicho riesgo en forma actual o inminente", pierde de vista el
contexto propio del paradigma ambiental y su impacto sobre los principios propios del régimen cautelar.
En tal paradigma, donde el principio precautorio impone la adopción de medidas incluso en situaciones de
incertidumbre, la verosimilitud del derecho en riesgo no puede tenerse por desacreditada por la falta de
demostración plena del daño ambiental futuro.
Es justamente el paradigma ambiental, basado en la prevención del daño mediante el estudio previo a través
del procedimiento de EIA que impone la Ley 25.675 en todo el ámbito nacional, el que redirecciona los
principios rectores del actuar cautelar que menciona el fallo, imponiendo el actuar precautorio si no se ha
cumplido la evaluación ambiental del proyecto en discusión (28).
Como explica Antonio Benjamín, la precaución distingue al Derecho Ambiental de otras disciplinas
tradicionales, que en el pasado sirvieron para lidiar con la degradación del medio ambiente -como el Derecho
Civil-, porque éstas tienen como prerrequisitos fundamentales certeza y previsibilidad, exactamente dos
obstáculos que la norma ambiental y la precaución procuran apartar, de modo que el deber genérico y abstracto
de no degradar el ambiente ha invertido el régimen jurídico de ilicitud de ciertas actividades, las se presumen
ilícitas hasta que no se muestre lo contrario (29).
Y justamente, en el caso en análisis la EIA del proyecto no sólo no se había cumplimentado, sino que
además las acciones constructivas autorizadas por el municipio habían sido omitidas de tal instancia de
evaluación preventiva, lo que no permite tener por lícita la obra en marcha, consolidándose la verosimilitud
requerida al accionante.
Es cierto que -como sostiene la sentencia- en los casos en que el interés público se encuentra comprometido
debe existir una especial prudencia en el juzgador al momento de disponer medidas suspensivas de los actos
regulares de otros poderes. Pero tal máxima no habilita a desconocer -so excusa de la presunción de legitimidad
de los actos públicos- el interés público que sustenta la regulación ambiental y el orden público que a la misma
corresponde (art. 3 Ley 25.675).
De tal modo, que no sólo ante la ausencia de EIA el principio precautorio condiciona la valoración de la
verosimilitud y peligro sobre el derecho al ambiente que reconoce la Constitución a todo habitante, sino que
además el orden público ambiental impide desconocer la inexistencia de los procedimientos preventivos
esenciales -como la EIA- al momento de disponerse una autorización administrativa para construir un
establecimiento productivo.
Resaltamos en este sentido que el hecho de que la actividad en discusión esté regida en forma especial por la
Ley 9885, no excluye la obligatoriedad de toda obra y/o actividad de someterse a EIA, tal cual regulan las
normas de presupuestos mínimos y complementarias vigentes, tal como analizamos supra.

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La falta de tal evaluación, cuyo objeto es que el proponente del proyecto acredite el impacto del mismo para
valorar su viabilidad, activa de especial manera la verosimilitud y peligro del derecho al ambiente en juego, ya
que tal omisión genera una incertidumbre que desacredita la inocuidad de la futura actividad (30).
Es difícil aceptar que el derecho del accionante carece de ese humo de buen derecho que implica la
verosimilitud, cuando el orden jurídico positivo exige la realización de una incumplida EIA en forma previa a
las obras en ejecución, y por ello puede sostenerse que el Tribunal se ha escudado en razonamiento sofista,
meramente formal y carente de sustancia, desconociendo el paradigma ambiental vigente y sus manifestaciones
normativas a través del orden público ambiental, el principio precautorio y la evaluación de impacto ambiental
para toda actividad que pueda causar perjuicios al entorno.
7. La temible política de los hechos consumados
La estrategia de aplicación y valoración jurídica que inicia la propia Administración en torno a la Planta
Secadora de Granos en cuestión, y que luego consolida el fallo que se anota, no es más que la realización
burocrática de la política de los hechos consumados, donde con avances parciales en la realidad se desarrollan
las bases fundamentales de proyectos que no han sido merituados y aprobados ambientalmente, condicionando
luego los resultados de las futura evaluación de impacto ambiental en base a una plataforma fáctica ya
constituida hacia el desarrollo del proyecto.
En diversas ocasiones, la previa consumación administrativa de hechos ha sido la base para que
judicialmente se sostenga que el principio de proporcionalidad impide recomponer la situación al estado inicial,
limitándose entonces el tema a la mera mitigación de los daños o alteraciones subsistentes, aunque su previa
evaluación hubiera podido evitarlos plenamente (31).
La materialización de la eficaz estrategia preventiva y precautoria que imponen los institutos del Derecho
Ambiental es un aspecto de indispensable cumplimiento. Una vez producida la alteración ambiental, el hecho ya
consumado desnaturaliza toda idea de prevención en el caso concreto.
Como expresa Viana Ferreira, los hechos consumados, como contracara del principio de prevención,
resultan un antiprincipio del Derecho Ambiental (32), y una vez producidos llevan a la clara crítica que realiza
Néstor Cafferata: en ocasiones el Derecho Ambiental padece de raquitismo de eficiencia (33).
8. Conclusiones
Entendemos que el fallo que anotamos no responde al deber de proveer al derecho al ambiente y proteger el
patrimonio ambiental que la Constitución impone a las autoridades, incluso a las judiciales. Y tal falencia se
genera en un manifiesto desconocimiento de los principios ambientales que el paradigma propio del Estado
ecológico de derecho impone a la interpretación y aplicación de las restantes normativas, incluso las procesales.
El esquema de razonamiento adoptado conlleva validar la política de consolidación de hechos consumados,
contraria al ideario preventivo que caracteriza al Derecho Ambiental. Tanto la Administración como las
autoridades judiciales diluyen la eficacia de la evaluación ambiental previa como mecanismo preventivo al
adoptar interpretaciones que permiten el desarrollo de la infraestructura del futuro establecimiento de manera
anticipatoria a la decisión de las acciones correctivas y de mitigación que debería asumir el proyecto,
condicionando la evaluación de las opciones de operación futura a las características de lo ya construido.
A la luz de la noción de precaución, la verosimilitud del derecho al ambiente potencialmente afectado y el
peligro que tal afectación ocurra no pueden ser descartados si no se acredita que la actividad potencialmente
dañina ha sido debidamente estudiada en forma previa a su autorización, tal cual exige la ley. Y es un ardid
argumental sostener que en la cadena de actos o momentos que integran un proceso productivo, el eslabón que
contiene el desarrollo de la infraestructura es algo ajeno y excluible del análisis ambiental de la operación de esa
misma infraestructura. Especialmente cuando el principio de prevención y las normas reglamentarias de la EIA
imponen el análisis integral de lo constructivo y operativo.
En el estadio actual de regulación positiva, instituciones expresamente desarrolladas en la legislación
ambiental -como los principios de prevención y precaución o la EIA- no pueden ser omitidas por el juzgador al
momento de valorar y aplicar el sistema jurídico en su plenitud, desvinculando el análisis del contexto del
paradigma ambiental vigente. De lo contrario, tales regulaciones tuitivas del entorno se transforman en ese
"tigre de papel" que denunciaba Paul, tornándose en una expresión meramente simbólica, pero sin existencia
real, que en definitiva organiza un sistema de irresponsabilidad frente a la inconducta ambiental.
(1) PAUL, Wolf , "¿La irresponsabilidad organizada? Comentarios sobre la función simbólica del derecho
ecológico", El Derecho, N° 136, 1990, p. 821.
(2) CAFFERATTA, Néstor A., "El tiempo de las 'Cortes Verdes'", La Ley, 2007-B, 423.
(3) Corte Suprema de Justicia de la Nación in re Salas, Dino y ots. C. Provincia de Salta y Estado Nacional,
26 de marzo de 2009, con nota de DI PAOLA, María Eugenia y ESAÍN, José, "La Corte suspende el ecocidio
en el bosque salteño", La Ley, Tº 2009-C, p. 471.

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(4) SCHOPENHAUER, Arthur, El arte de tener razón: expuesto en 38 estratagemas, Quadrata, Buenos
Aires, 2005, ps. 27 a 37, explica que la dialéctica erística constituye un arte para tener razón, sea de manera
correcta o incorrecta, resaltando que la verdad objetiva de una tesitura y su aprobación por los oyentes son dos
cosas distintas, y recuerda luego que las proposiciones y los silogismos son pura forma, radicando el contenido
en los conceptos . Y sobre tal base afirmará que hay que distinguir claramente la búsqueda de la verdad objetiva
del arte de hacer que lo que se ha enunciado pase por verdadero, siendo la tarea principal de la dialéctica
científica la de formular y analizar las estratagemas desleales utilizadas con el fin de que en los debates
verdaderos se las reconozca de inmediato y se las destruya.
(5) FOUCAULT, Michel, La verdad y las formas jurídicas, Geidisa, Barcelona, 2007, p. 92.
(6) PINTO, Mauricio y TORCHIA, Noelia, "Seguridad y Justicia Ambiental. Apuntes sobre algunos casos
en la Provincia de Mendoza", Revista de Derecho Ambiental, nº 10, abril/junio 2010, Lexis Nexis, p. 239 y ss.
(7) Smith, Juan Carlos, "Carácter, función y relatividad de los principios generales del derecho", La Ley, Tº
1981-D, p. 1203.
(8) GAMBINO, Stella M. y LÓPEZ MESA, Marcelo, "Someras reflexiones en torno a los principios
generales del derecho, su alcance y aplicación", La Ley Patagonia, Tº 2004, p. 430.
(9) LORENZETTI, Ricardo L., "La nueva ley ambiental argentina", La Ley, 2003-C, 1332.
(10) VERGARA BLANCO, Alejandro, El Derecho Administrativo como sistema autónomo. El mito del
Código Civil como "Derecho Común", Abeledo Perrot, Santiago de Chile, 2010, p. 18
(11) En este sentido, explica LORENZETTI, Ricardo, Teoría del Derecho Ambiental, La Ley, Buenos
Aires, 2008, p. 63, que uno de los problemas más complejos en el derecho actual es el relacionado con el
pluralismo de fuentes, el que se agudiza en materia ambiental haciendo que la coherencia del sistema no se
establezca "a priori" -como ocurría con los Códigos decimonónicos- sino "a posteriori" mediante la
interpretación normativa que realiza la judicatura, siendo para ello fundamental determinar los criterios
generales que establezca el legislador.
(12) "La legislación provincial y municipal referida a lo ambiental deberá ser adecuada a los principios y
normas fijadas en la presente ley; en caso de que así no fuere, éste prevalecerá sobre toda otra norma que se le
oponga".
(13) "Las causas y las fuentes de los problemas ambientales se atenderán en forma prioritaria e integrada,
tratando de prevenir los efectos negativos que sobre el ambiente se pueden producir".
(14) "Cuando haya peligro de daño grave o irreversible la ausencia de información o certeza científica no
deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces, en función de los costos, para
impedir la degradación del medio ambiente".
(15) "Los responsables de la protección ambiental deberán velar por el uso y goce apropiado del ambiente
por parte de las generaciones presentes y futuras".
(16) "Los objetivos ambientales deberán ser logrados en forma gradual, a través de metas interinas y
finales, proyectadas en un cronograma temporal que facilite la adecuación correspondiente a las actividades
relacionadas con esos objetivos".
(17) "El generador de efectos degradantes del ambiente, actuales o futuros, es responsable de los costos de
las acciones preventivas y correctivas de recomposición, sin perjuicio de la vigencia de los sistemas de
responsabilidad ambiental que correspondan".
(18) "El Estado nacional, a través de las distintas instancias de la administración pública, tiene la obligación
de colaborar y, de ser necesario, participar en forma complementaria en el accionar de los particulares en la
preservación y protección ambientales".
(19) "El desarrollo económico y social y el aprovechamiento de los recursos naturales deberán realizarse a
través de una gestión apropiada del ambiente, de manera tal, que no comprometa las posibilidades de las
generaciones presentes y futuras".
(20) "La Nación y los Estados provinciales serán responsables de la prevención y mitigación de los efectos
ambientales transfronterizos adversos de su propio accionar, así como de la minimización de los riesgos
ambientales sobre los sistemas ecológicos compartidos".
(21) "Los recursos naturales y los sistemas ecológicos compartidos serán utilizados en forma equitativa y

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racional, El tratamiento y mitigación de las emergencias ambientales de efectos transfronterizos serán
desarrollados en forma conjunta".
(22) KUHN, Thomas Samuel, La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica,
México, 2002, p. 13, observa que los paradigmas o matrices disciplinares resultan realizaciones científicas
universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una
comunidad científica. Entendemos que la regulación legal de los principios ambientales en la Ley 25.675 ha
impuesto un reconocimiento universal de los mismos como modelo de problemas y soluciones, consolidándose
el paradigma ambiental en el Derecho Argentino.
(23) LORENZETTI, Ricardo, Teoría del Derecho Ambiental, ob. Cit., ps. 6 y ss.
(24) QUIROGA LAVIÉ, Humberto, "El Estado ecológico de derecho en la Constitución Nacional", La Ley,
16/04/1996, p. 1
(25) SÁUX, Edgardo Ignacio y MÜLLER, Enrique Carlos, "El Rol del Juez en materia ambiental", en
Tutela Jurídica del Medio Ambiente, Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, Córdoba,
2008, p. 342.
(26) BOBBIO, N., Teoría General del Derecho, traducción de Eduardo Rozo Acuña, Debate, Madrid, 1991,
pp. 25, 154, 173 y 181.
(27) El referido Decreto 2131/00 considera condicionalmente sujetos a Estudio de Impacto Ambiental a los
emprendimientos a los que refieren los Avisos de Proyecto exigidos, debiendo decidirse mediante
pronunciamiento fundado, por vía resolutiva, cuál de ellos tendrá que ser desarrollado con mayor profundidad
por el proponente mediante un Estudio de Impacto Ambiental.
(28) En este sentido, ESAÍN, José Alberto, "Evaluación de Impacto Ambiental y medida autosatisfactiva.
Dos vectores de la tutela ambiental preventiva", en Jiménez, Eduardo Pablo, Derecho Ambiental (su actualidad
de cara al tercer milenio), Ediar, Buenos Aires, 2004, p. 222, observa la ausencia de aprobación del trámite de
EIA lleva como consecuencia la posibilidad de solicitar judicialmente la suspensión de la actividad con base
normativa constitucional (art. 41 CN) y regulación específica en los arts. 11 y 30 de la Ley 25.675.
(29) BENJAMÍN, Antonio, "¿Derechos de la naturaleza?", en Ameal, Oscar J. (Dir.)- Tanzi, Silvia Y.
(Coord.), Obligaciones y contratos en los albores del siglo XXI, Abeledo Perrot, 2001, p. 31 y ss.
(30) Como observa LOPERENA ROTA, Demetrio, Los principios del Derecho Ambiental, Civitas, Madrid,
1998, p. 93, la carga de acreditar la inocuidad de una actividad corresponde al titular de la misma y no a los
afectados.
(31) En este sentido, Suprema Corte de Justicia de Mendoza in re Calderón, Horacio Placido del Valle y ot.
c. Municipalidad de Guaymallén y ots., 20/12/2006, publicada en Revista de Derecho Ambiental, Lexis Nexis,
nº 11, julio/setiembre 2007, p. 145.
(32) VIANA FERREIRA, Ricardo A., "Un antiprincipio en el Derecho Ambiental: la política de hechos
consumados", Revista de Derecho Ambiental, nº 13, Lexis Nexis, enero-marzo 2008, ps. 291 y ss.
(33) CAFFERATTA, Néstor, "El tiempo y las cautelares en el derecho ambiental", La Ley, 2007-B, 1341.

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