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Teniendo esto en mente podemos adelantar un poco lo que él habla de seguir una regla.
Para nuestro filósofo, una regla no es tanto algo que debe seguirse, o algo que sea
imposible contravenir, sino más bien, algo que puede seguirse –y que, por lo mismo,
puede no seguirse. Y cuyo único criterio de conocimiento es la aplicación de la regla
por parte del usuario. De nuevo tenemos un criterio práctico como límite: si alguien
conoce la regla, la puede ejecutar, y la práctica de la regla es la misma regla.
Esto sugiere otra pregunta ¿hasta qué punto mis sensaciones son privadas? Según
Wittgenstein, la proposición “sólo yo puedo saber si realmente tengo dolor; el otro solo
puede presumirlo” es en cierto modo falsa, y en otro, un sinsentido (PU I, 246).
“Privadas” referido a las sensaciones se debe interpretar de dos modos: 1) como
incomunicable, es decir, con respecto al conocimiento de la sensación, dividido a su vez
en: a) “sólo yo puedo saber si tengo un dolor” y b) “el otro sólo puede presumirlo”); 2)
como inalienable, es decir, solo yo la tengo. Las respuestas son, para 1) no; y para 2)
‘no de una manera peculiar a las sensaciones’.
Con respecto a la incomunicabilidad de las sensaciones, debe decirse que de hecho, si
usamos la palabra ‘saber’ como se usa normalmente (y Wittgenstein es reacio a usar las
palabras de otro modo que su uso habitual en sus juegos de lenguaje), los otros saben
generalmente cuando tengo dolor, y que de mí mismo, no se puede decir en absoluto
que yo sepa que tenga dolor –excepto, tal vez en broma- porque yo no sé que tengo
dolor, yo simplemente lo tengo (PU I, 246).
La gramática propia del verbo saber implica que podamos equivocarnos: así, el otro
puede dudar de si tengo dolor, o puede juzgar que lo tengo cuando lo finjo, o puede no
darse cuenta de que siento dolor. Con respecto a mí mismo, decir que “solo yo sé que
tengo dolor” puede simplemente querer significar que la duda está lógicamente excluida
(PU I, 247), y que por lo tanto, estamos ante un uso diferente de la palabra ‘saber’,
donde no funciona dentro de una proposición empírica sino más bien gramatical (PU I,
251), por tanto, no habitual y de la que no caben esperarse muchas consecuencias (o tal
vez, ninguna).
Ahora ya estamos listos para entrar al problema de los lenguajes privados. Wittgenstein
introduce este problema en las Investigaciones proponiendo un lenguaje por el cual un
individuo nombra para uso propio sus vivencias internas, de tal manera que el lenguaje
resultante es conocido sólo por él.
Wittgenstein los rechazó como un juego de lenguaje de definición ostensiva por el cual
un individuo se propone llamar S a una determinada sensación que sólo él tiene. Esto no
podía lograrse porque, al no tener un uso establecido, no hay una instancia de corrección
para saber si el signo fue usado legítimamente. Queda ver, luego, qué pasa si
encontramos una función para tal lenguaje privado.
Wittgenstein nos invita a imaginar lo siguiente: supongamos que cada vez que el
usuario anota S, un manómetro le muestra que su presión sanguínea crece. El usuario,
mediante la práctica, consigue así identificar la subida de la presión sanguínea sin ayuda
de ningún aparato. Se le ha dado un uso genuino a S, pero ahora resulta completamente
superflua la idea de la sensación privada, porque es indiferente si identifico la sensación
correcta o no, porque, lo que el uso de S muestra es la subida de presión sanguínea en el
manómetro, la cual no es parte de ningún lenguaje privado sino un fenómeno público
para el cual ya hay un lenguaje establecido.
Ya les expliqué bastante de lo que dice Wittgenstein. Pero, ¿qué es toda esta discusión
sobre lenguajes privados, sensaciones, etcétera? Un lector incauto de las
Investigaciones se puede sorprender de lo largo y tendido que Wittgenstein se dedica a
hablar de esto y preguntarse ¿pero quien es ese filósofo que habla de lenguajes privados
y con el que Wittgenstein está discutiendo? Que yo sepa, no hay ninguno. Toda esta
discusión, la idea de lenguaje privado, es una idea que el mismo Wittgenstein levanta
para tirar ¿y por qué? Porque en el fondo, detrás, se esconde una interpretación muy
popular y extendida de la conciencia, de los procesos mentales, y otros problemas
psicológicos y de filosofía de la mente. La consecuencia a la que nos va llevando la
refutación de los lenguajes privados, es a la vacuidad conceptual de ideas como
“vivencias privadas” o “procesos internos”, las cuales se supondrían como esenciales
para fenómenos como ver, oír, pensar, sentir o querer. Como si para saber lo que es
rojo, uno tuviera que inspeccionar su vivencia privada de rojo y compararla con el
objeto rojo extra-mental para ver si se identifican, o si uno supiera lo que es el dolor
sólo por su propio dolor. “Si se construye la gramática de la expresión sensación según
el modelo de ‘objeto y designación’; entonces el objeto cae fuera de consideración por
irrelevante” (PU I, 293), como vimos en el caso de S como la sensación que acompaña
al aumento de la presión sanguínea resultó ser totalmente superflua.
Esto se relaciona con lo que venimos discutiendo hace rato: el problema del puente. Hay
ideas dentro de nosotros, de objetos fuera de nosotros ¿cómo sabemos que coinciden?
La respuesta Wittgensteiniana es que las ideas dentro de nosotros es un esquema falso
para pensar la relación entre nuestros conceptos y las cosas. Nuestros conceptos forman
parte de un uso común. De nuevo, no se trata de que para saber si esto es rojo, yo hago
introspección, reviso mi idea privada de rojo, la comparo con esta cosa y entiendo que
es roja. No. La palabra “rojo” es un adjetivo que aprendo a usar en el contexto de una
forma de vida, con la que me desenvuelvo y con la cual, hasta personas daltónicas
pueden aprender a manejarlas.
Y esto tiene su interés en cuanto, la filosofía veces se pierde en ella misma. Por
ejemplo, una vez que aceptamos que el lenguaje es algo que surge de una forma de vida
común entre seres humanos, y que está inserto en ese medio ambiente y que no depende
directamente de fenómenos mentales privados, todo el experimento cartesiano de la
duda metódica tiene mucha menos fuerza que antes, porque al fin y al cabo, si
aceptamos que el mundo exterior podría no existir o que todo es un sueño de un único
individuo ¿cómo aprendió a hablar?