Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
¿Qué es la filosofía? Uno puede abordar esta pregunta desde múltiples lados. Uno de
ellos es el etimológico, buscar la raíz de la palabra: así, filosofía sería una palabra griega
que vendría a traducirse como amor a la sabiduría, o, amistad con la sabiduría. Si nos
remontamos a la Antigua Grecia, allá por el siglo V a.C., vamos a poder encontrarnos
con la figura de Sócrates, una figura que en muchos aspectos, sigue vigente como
modelo de filósofo hoy en día.
Y entonces podemos volver al origen etimológico de la palabra, ahora con un poco más
de sentido. La filosofía va a ser amor por la sabiduría, amistad con ella: no posesión. El
filósofo va a diferenciarse del sabio, y va a criticar especialmente a aquellos que quieren
usurpar el lugar del sabio, hacerse poseedores de la sabiduría: a los sofistas, en fin. Hoy
día podemos cuestionarnos la imagen que la tradición nos legó de los sofistas, pero en
sí, tenemos que atender a que la imagen (verdadera o falsa) que se nos transmite del
sofista es el de un farsante, un usurpador que se quiere hacer pasar por sabio y no sabe
de lo que habla. Pero hay otros que no son sofistas y que también viven vidas
irreflexivas, y a ellos también los cuestionaba Sócrates. Al hombre de negocio,
preocupado solo por el trabajo y la acumulación; al que detenta una técnica o una
ciencia particular y no se pregunta por el todo, y al político que procura ejercer la
función pública y no sabe lo que es lo justo, el bien.
Pero la ignorancia, el deseo, el apetito son todas características que podríamos llamar
“negativas”. Parten de, al menos en principio, de una carencia. Pero hay otro inicio, uno
en el que va coincidir tanto Platón como Aristóteles y que va a resignificar a los
anteriores: el asombro. Es el asombro: la constatación de que existe el mundo, de que
nos motiva, nos interesa, nos llama la atención, nos parece admirable. Un filósofo del
siglo XVIII, Leibniz, hizo una famosa pregunta: ¿por qué hay algo, y no más bien nada?
O la mística proposición de Wittgenstein en el Tractatus logico-philosophicus “No
cómo sea el mundo es lo místico, sino que sea”. Este asombro, dice Aristóteles, es el
que nos lleva a preguntarnos sobre el mundo, el que nos obliga a reconocernos como
ignorantes. A su vez, es el que impulsa nuestro amor-deseo, pero no desde la pura
carencia de la sabiduría, sino de su apreciación real. No desde el mero hambre y apetito
que puede ser saciado con cualquier comida, sino como el aprecio a un verdadero
banquete. Tomás de Aquino, comentando la Metafísica de Aristóteles, dijo que en eso
se parecen el filósofo y el poeta (nosotros podríamos decir, el filósofo y el artista): en
que los dos se tienen que enfrentar con lo asombroso, lo maravilloso.