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Steven Stark
I. Visión General: Usted No Puede Escribir Sus Hechos Hasta que No Sabe Sus
Argumentos
Una buena historia hace que cualquier argumento cobre vida. En su libro Briefing and
Arguing Federal Appeals, Frederick Wiener citó el escrito del demandante en lo que pudo
ser un caso árido acerca de la interacción entre una ley de pastoreo federal y una ley
estadual que regulaba el abandono de caballos. Sin embargo, este escrito en Hatahley v.
United States, 351 U.S. 173 (1956) hace a la lectura atrapante a través de los hechos (las
citaciones están omitidas y los nombres han sido cambiados):
Como fue expresado en el capítulo anterior, escribir los hechos tanto en la litigación del
juicio como en la apelación debe ser como contar una historia. Dado que la narrativa de
la litigación está basada en expedientes y enfocada en aspectos legales específicos, sin
embargo, un escritor la construye diferentemente de una historia usual. A menudo
escucho a los abogados decir: “Voy a escribir los hechos para sacármelos de encima y
después veré qué decir en los argumentos”. Esta es la manera incorrecta de construir una
historia jurídica. Los abogados no pueden escribir los hechos a menos que ya sepan sus
argumentos, porque sin los argumentos, no saben qué historia contar.
Por lo tanto, la primera tarea que los abogados litigantes tienen que cumplir para contar
sus historias bien es darse cuenta específicamente cuáles serán sus argumentaciones
jurídicas y qué hay en los expedientes. Usted no necesita hacer un borrador de la sección
de los argumentos primero, pero sí debería escribir sus puntos principales en una página
o dos. Luego estudie el expediente así sabe qué hechos usted puede usar. Recuerde lo que
dije en el Capítulo 4: como un periodista de investigación, los buenos litigantes ya tendrán
Capítulo 6 del libro de Steven Stark; “Writing to win”. Traducción libre con fines académicos.
metido en el expediente, a través de medidas de prueba prejudiciales o de otros medios,
los hechos y detalles que quizá necesiten para construir una narrativa imponente.
Una vez que usted ha absorbido el contenido del expediente, usted debe dejarlo a un lado
y hacerse a usted mismo tres preguntas:
Junto con las sugerencias que siguen, recuerde todos los puntos que establecimos en el
capítulo anterior: use detalles, enfóquese en las personas (sin de hecho describirlas
demasiado), y ocasionalmente use imágenes.
Aquí, entonces, hay quince reglas (cortas, no se preocupe) para tener en cuenta al escribir
los hechos en la litigación (muchas también aplican a la escritura abogadil en general).
A menudo veo escritos en los que los abogados escriben: “Aceptamos la visión de los
hechos de la contraparte”. A menudo me pregunto por qué no aceptan la visión del
derecho de la contraparte, también, y así todo el mundo se puede ir temprano a sus casas.
Incluso en el inusual caso en el que ambas partes acuerden en un conjunto estipulado de
los hechos, usted siempre debe darle al juzgado su versión, siquiera porque al juez puede
surgirle alguna pregunta acerca de los hechos mientras lea su escrito. Usted no quiere que
el juez mire la presentación de la contraparte cuando debería estar mirando la suya.
Yo aconsejo en contra de combinar estas dos secciones en la mayoría de los casos, incluso
si las reglas locales le permiten hacerlo. La enunciación de los hechos es usualmente la
parte más importante de su escrito, y si usted comienza con una tediosa recitación
procedimental, la atención del lector se perderá. Al poner a cada una de ellas en su
respectiva sección (o subsección), usted le permite al lector saber qué mirar, y asimismo
sus hechos significativos comienzan con mayor presencia.
Un párrafo de resumen es casi siempre esencial, en tanto provee el contexto de los hechos
que vendrán. Jacob Stein y sus asociados hicieron esto bien en un caso por ante la Corte
Suprema, Richardson-Merrell, Inc. v. Koller, 472 U.S. 424 (1985) (algunos nombres
están cambiados):
Esta es la demanda de una niña pequeña y sus padres, los Koller, contra
la demandante, Richardson-Merrell, Inc., alegando que la niña nació sin
brazos ni piernas porque la Sra. Koller ingirió durante su embarazo los
productos de la demandante, la droga Bendectin. En febrero de 1983, unos
tres años después de que la demanda fue presentada, y poco antes de que
el juicio estuviera por empezar, la demandante presentó una acción para
inhabilitar a la defensa principal de los Koller, los señores Philips y
Simpson, alegando dos actos separados de inconducta. El juicio fue
pospuesto indefinidamente, y por los siguientes once meses el caso pasó
de ser una investigación acerca del daño causado por la demandante a
una masiva investigación acerca de la conducta de Phillip y Simpson.
O tome la declaración de los apelantes en Schieber v. City of Philadelphia, 320 F.3d 409
(3d Cir. 2003), de autoría principal de Jane Istvan, quien escribió en coautoría con Sarah
Ricks un artículo sobre escritos jurídicos, “Effective Brief Writing Despite High Volume
Practice”, que todo abogado debería leer. De acuerdo a Ricks e Istvan: “El tema del escrito
era que la víctima no tenía ningún derecho a ser rescatada de la violencia infligida por el
criminal, un actor privado, porque ningún agente estatal había personalmente puesto en
peligro o impedido que la víctima sea rescatada por agentes privados” (se omitieron las
notas al pie).
Siguiendo nuestra regla, el escrito inicia con un hecho clave que sustenta su teoría del
caso: que una persona privada, no un agente del gobierno, cometió el crimen:
Como los jueces, casi todos los abogados litigantes relatan sus hechos cronológicamente,
comenzando por el evento que sucedió primero en una secuencia histórica y procediendo
hacia adelante hasta el presente.
Este es probablemente el peor error que la mayoría de los litigantes cometen en sus
escritos. Las novelas modernas, las historias cortas y las películas rara vez comienzan con
lo que sucedió primero. En vez, empiezan con un evento importante que deja una
impresión fuerte. Luego la narrativa procede, con el autor completándola con los hechos
anteriores en tanto el contexto y la trama van continuando.
Los únicos dos grupos que quedan que cuentan las historias cronológicamente -al menos
en la cultura estadounidense- son los abogados y los niños de seis años. Cuando mi hijo
mayor estaba en preescolar, venía a casa y yo le preguntaba qué había pasado durante el
día. “Bueno, primero fui a mi casillero y vi a la Sra. Jones y ella dijo ‘Hola’ y yo dije
‘Hola, Sra. Jones’ y entonces colgué mi abrigo y entré al aula”, y él continuaba
contándonos sobre su día entero, en orden cronológico (y a menudo en tiempo real).
Pero para cuando él tenía más o menos ocho años, le preguntábamos la misma pregunta
y él decía: “Hoy hice compras”, incluso si eso no era lo primero que había sucedido. En
otras palabras, él ya había aprendido que en nuestra cultura ya no contamos las historias
“en orden” sino que, al estilo ESPN, vamos hacia el hilo llamativo primero, hablamos
acerca de eso, y luego en cierto punto comenzamos un recuento con cierta forma de orden
(quizá cronológico, quizá no) para relatar el resto del día.
Sí, las historias alguna vez se contaron cronológicamente y algunas biografías todavía lo
hacen. Pero la introducción de las películas en el comienzo del siglo veinte hizo añicos
nuestra noción del tiempo cronológico. Gracias a las técnicas de edición, nos
acostumbramos a la noción de que las historias pueden ser contadas en una variedad de
formas y que si alguien entra a una habitación y un segundo después sale con barba, el
tiempo ha pasado (antes, cuando el tiempo pasaba, las páginas de un calendario eran
arrancadas, como en Casablanca).
Hay una razón por la cual los novelistas experimentales como Virginia Woolf y James
Joyce jugaron con nuestras nociones del tiempo en la primera parte del siglo veinte. Todos
ellos fueron expuestos a las películas (y también a las nociones de la relatividad de Albert
Einstein) y entonces fueron de los primeros en comprender que el contar historias había
cambiado irrevocablemente. Hoy, por supuesto, damos estas nociones por sentadas. A
menos, claro está, que uno sea abogado (o un niño de seis años).
Sin dudas los jueces todavía eligen contar sus historias desde el principio, porque ellos
están intentando contar una historia “objetiva”. Sin embargo, la objetividad de esa clase
es una meta ilusoria en otras formas de contar historias, porque la narrativa está siempre
filtrada a través de la mente del autor.
Escribir para la litigación es similar, por lo que los abogados deberían comenzar con los
hechos que mejor se relacionan con el asunto en discusión. Quién es usted determina qué
considera usted importante. Imagínese que los Tres Osos van a demandar a Ricitos de
Oro por intrusión en propiedad privada, y usted está escribiendo los hechos en un escrito
para cada lado. Comience haciéndose a usted mismo tres preguntas, cada una de las cuales
requiere una respuesta de una oración:
Si usted representa a los osos, usted querrá centrarse en la violación de su hogar. Eso
quiere decir que el mejor lugar para empezar es probablemente el momento en que los
osos llegan a su hogar. Quizá usted empiece describiendo con exquisito detallismo cómo
el mobiliario estaba roto, cómo se habían comido el alimento costoso, y así con todos los
daños en la casa.
Si usted representa a Ricitos de Oro, deberá contar la historia de una manera diferente.
Usted querrá concentrarse en qué se siente ser una pequeña niña perdida en el bosque.
Usted quizá comience su historia con Ricitos en ese bosque, y sólo después de grabar esa
escena en nuestras memorias pasará a ubicarla a ella en la casa.
Si usted está del otro lado y su argumento es que ella fue tratada de ese modo no por su
edad sino porque ella estaba actuando erráticamente, usted querrá centrarse en los detalles
de eso; por ejemplo, cómo insistía en atender el teléfono hablando en griego antiguo y
cosas del estilo.
Sí, tal y como con nuestro ejemplo de Ricitos de Oro, estas dos versiones de la misma
historia empiezan en lugares distintos. Sin embargo, eso no debería confundir a un juez,
porque todos nos hemos acostumbrado a la idea de que una historia puede comenzar casi
en cualquier lugar, dependiendo de la perspectiva del autor. Un juez tampoco debería
estar afligido por el hecho de que ninguna de las historias empieza “en el principio”, dado
que la mayoría de las narraciones no lo hacen. He escuchado a algunos jueces decir que
prefieren que se les proporcionen los hechos cronológicamente, porque les facilita a ellos
escribir sus opiniones. Su tarea, sin embargo, no es ayudarles a los jueces a escribir sus
opiniones sino ganar sus casos (excepto en las jurisdicciones en las que las reglas locales
requieren que usted desarrolle los hechos en orden cronológico).
Nótese, sin embargo, que al escribir reclamos o al listar hechos con otro propósito (para
expresar algunos que no están en discusión, por ejemplo, en una acción de juicio sumario),
usar un relato cronológico está bien.
De otro modo, inicie con sus mejores hechos, sin importar cuándo ocurrieron en el curso
de una controversia. He aquí cómo comenzó un efectivo escrito de apelación en un caso
penal (los nombres han sido cambiados):
No, no hay mucha trama aquí, sin embargo esta apertura hace un gran trabajo en cuanto
a establecer la escena en un modo favorable a los intereses del apelante. Para cuando
usted ha terminado estos dos párrafos iniciales, ya sabe que la industria incluye muchos
negocios pequeños y también que estos abogados saben de lo que hablan. Hay peores
modos de proceder.
Otro grupo de demandantes que establecieron bien sus hechos en el comienzo fue un
grupo de organizaciones ambientales que demandaron al gobierno en los años ’80 para
frenar una iniciativa de vender tierras públicas para reducir el déficit federal. Estos
demandantes empezaron sus hechos en un escrito oponiéndose a una moción de rechazo
tratando de contar una historia de cómo el gobierno dispone de la tierra (las citaciones y
las notas al pie están omitidas):
Sin embargo, otro excelente ejemplo de la técnica llegó en el año 2007, en un escrito de
apelación por ante el Tribunal de Apelaciones de los Estados Unidos del Quinto Circuito,
remitido en nombre del acusado Jeffrey Skilling por el ex Procurador General Walter
Dellinger y otros abogados:
Hay una vieja historia acerca de una pareja que se acerca a un hombre que está sobre sus
manos y sus rodillas bajo una luz de la calle. “¿Qué está haciendo?”, le preguntan.
La pareja comienza a buscar, y gradualmente unas seis u ocho personas se unen a ellos.
Todos buscan durante quince minutos sin tener éxito.
“Esto es extraño”, dice la mujer finalmente. “Hemos buscado por todos lados. ¿En
dónde se le cayó el lente?”
El hombre señala detrás de su hombro. “Se me cayó en ese callejón oscuro de allí
atrás”.
Él señala hacia arriba. “Porque aquí es donde está la luz”, responde. Los jueces solamente
pueden mirar hacia donde usted les arroje luz. Asegúrese inicialmente que esa luz esté
sobre los hechos que usted quiere que más recuerden. Esta es la táctica que los abogados
en Mayer Brown usaron en un caso de responsabilidad por producto defectuoso en el cual
representaron a la compañía contra un cuadripléjico; claramente, un demandante que
genera agrado, si alguno hay. Aquí está lo que escribieron cerca del comienzo (las
citaciones están omitidas y los nombres cambiados):
Mejor que el tribunal escuche las malas noticias por usted antes que por su adversario. Es
aún peor si los jueces descubren las noticias por su propia cuenta y piensan que usted
estaba intentando ocultárselas. El encubrimiento es casi siempre peor que el crimen.
En su libro, Wiener ilustra qué puede pasar cuando un abogado no señala los hechos
negativos. Este extracto fue tomado de un escrito del demandado (los nombres han sido
cambiados y las citaciones han sido omitidas):
El 11 de marzo de 1989, el demandante Devin McBride, un mecánico
vehicular de la Armada cumpliendo deberes en Fort Carson, Colorado,
acompañó a algunos amigos de la Armada a conducir un vehículo
todoterreno de tres ruedas (“ATV”) en una montaña cerca de Pike’s Peak.
El vehículo específico que McBride condujo ese día, un ATC 200 de 1982,
fue diseñado por la demandada Honda Motor Co. Fue vendido por la
demanda Honda Motor Co. A un vendedor en Colorado, quien en 1982 se
lo vendió a su primer dueño. El ATV finalmente pasó por siete dueños,
llegando al punto de estar en tal estado de deterioro que se lo vendió por
sólo veinticinco dólares. Para el momento en que llegó a su séptimo duelo,
Melanie Major, amigo de McBride, el ATV ya no tenía el manual de uso y
permanecía en un severo estado de deterioro. Entre otras cosas, la
palanca del freno izquierdo estaba rota, transformando al freno de
adelante en inoperable; los frenos traseros estaban malamente
desajustados y, como resultado, apenas si funcionaban; y, por una u otra
razón, el vehículo se desviaba notablemente de la dirección deseada,
haciendo que el conductor tuviera que hacer ajustes para compensar esto.
¿Qué deben hacer los litigadores con la información desfavorable? No inicie con un hecho
negativo, a menos que sea el hecho clave en el caso y los jueces no podrán pensar en
mucho más hasta que usted les haya hablado del hecho. En vez, haga algunas de las cosas
que yo lo he instado a no hacer al escribir bien. Por ejemplo, tome el hecho negativo y
colóquelo en una frase en medio de una oración larga o incluso de un párrafo, en donde
el lector es más propenso a desatenderlo. Esto es lo que Jane Istvan y los otros abogados
apelantes hicieron en el escrito de Schieber v. City of Philadelphia del que hablamos
antes. De acuerdo a Istvan y a Sarah Ricks: “la Exposición de los Hechos… atenta contra
neutralizar un hecho favorable –que otro vecino no pensó que el testigo que llamó al 911
se había equivocado acerca de la fuente del ruido… al [colocar esto en]… medio de un
párrafo, escondido en el medio de dos hechos favorables”:
Otra opción para quitar énfasis a un hecho es usar la voz pasiva para quitarle énfasis a la
acción. Sherman no abrió la puerta: “La puerta fue abierta”. Esto deja implícito que
Sherman tuvo poco que ver con la apertura.
Otro modo de tratar con hechos desfavorables es colocarlos sobre el final de su sección
de los hechos. En nuestro ejemplo de Ricitos de Oro, luego de que los abogados de Los
Tres Osos han descripto todo el daño que encontraron, deberían mencionar que Ricitos
de Oro estaba perdida en el bosque antes. Al hacer eso en el final, le quitan énfasis al
hecho, o al menos lo ponen en algún tipo de contexto. De igual manera, luego de que los
abogados de Ricitos de Oro nos han contado todo acerca de cómo ella se perdió en el
bosque, pueden pasar a contar el daño que ella causó en un párrafo o dos.
Estas técnicas funcionan porque los mejores argumentos son aquellos que nos convencen
sin que seamos conscientes de que nos están persuadiendo. Ningún juez mira un escrito
y dice: “¡Usted usó la voz pasiva; está tratando de ocultarme algo!”. Sin embargo es
precisamente por eso que estas técnicas son exitosas. No es su trabajo desarrollar los
hechos desfavorables en un modo que llame la atención. (Ese es el trabajo de su abogado).
En tanto los hechos desfavorables estén en la sección de los hechos y sean acertados,
usted ha cumplido con su responsabilidad profesional.
Una última manera de tratar con hechos negativos es confrontarlos frontalmente. Esto es
lo que hizo un abogado de Washington en un caso por ante el Tribunal de Apelaciones de
los Estados Unidos del Circuito Federal, Meehan v. United States Postal Service, 718
F.2d 1069 (Fed. Cir. 1983). En su exposición de los hechos, este abogado, que estaba
defendiendo a la apelante, escribió (las citaciones están omitidas y los nombres
cambiados):
Puede notarse, sin embargo, que tan obsceno como es, es lenguaje
vulgar para una (no necesariamente despreciada) persona masculina. El
término es definido variadamente como una “exclamación de enojo”,
“insulto; nombre despectivo; bastardo” y un “nombre posiblemente
complementario para un amigo” (E. E. Landy, The Underground
Dictionary, 135, Simon & Schuster, N. Y., 1971); como “cualquier
persona o cosa despreciable”, “una persona o cosa magnífica” y “un
amigo o compinche varón” y como “un término utilizado entre varones”
(The English Language Institute of America, A Dictionary of
Contemporary and Colloquial Usage, cc-20, 1972); “cualquier varón; la
connotación no es necesariamente negativa” (C. Major, Dictionary of
Afro-American Slang, 82, International Publishers, 1970).
Los argumentos son para la sección de argumentos; su sección de los hechos sirve para
tratar los hechos. La manera más obvia en la que los litigantes violan esta regla es
mintiendo o exagerando. No sólo esto es falto de ética, es estúpido, dado que los jueces
que obtengan la impresión de que usted está haciéndose el distraído con los hechos no le
creerán nada de lo que usted diga. Como ha advertido David Ogilvy, diga la verdad, pero
asegúrese de hacer a la verdad interesante.
Como señalamos antes, usted puede usar sus primeras oraciones para desplegar su tesis
de la historia con una inclinación: “Este es un caso acerca de un grupo de compañías
petroleras que se dispusieron a taladrar el Atlántico Norte sin tener los permisos
requeridos”. En ese punto, sin embargo, usted ya no debe calificar sus hechos, sino
simplemente relatarlos.
Más allá de la exageración y de la mentira descarada, hay formas más sutiles en las cuales
los litigantes violan esta regla, a menudo inadvertidamente. Mantenga en mente los
siguientes puntos:
Afirmaciones como “El otro auto tuvo la última clara oportunidad de evitar el accidente”
o hasta “Operaban la máquina en forma negligente” no son hechos. Esas son sus
conclusiones legales, que hacen al argumento. En la sección de los hechos, usted puede
describir en gran detalle qué es lo que el otro auto estaba haciendo que le daba la última
chance, pero usted no debería hacer la conclusión legal en sí misma hasta la sección
argumentativa.
Los adjetivos son opiniones sobre los hechos y por ello generalmente no corresponden a
la sección de los hechos. Cuando usted escribe: “Fue un viaje duro”, duro no es un hecho.
Si alguien declaró que fue “duro”, usted puede citar los dichos de esa persona. Más allá
de eso, sin embargo, su trabajo es describir los hechos observables que pueden llevar a
un observador a concluir que el viaje fue duro: “Los ocupantes saltaban de sus asientos
cada treinta segundos” o “Un pozo fue tan duro que un cinturón de seguridad se rompió”.
Esos son hechos y además son una mejor manera de describir lo que pasó.
“Ella se sintió mal por el accidente”, escribe el litigante inexperto. ¿Cómo puede alguien
saber eso? Si la mujer dijo que se sintió mal, usted puede citar sus dichos. Como cualquier
estudiante de Freud entiende, no obstante, la gente frecuentemente no dice la verdad
acerca de cómo se sienten, y muchas veces ni siquiera lo saben. Usted puede escribir:
“Ella tenía lágrimas recorriéndole el rostro”, porque ese es un hecho que podemos
observar. “Ella se sintió triste” no es capaz de ser observado. La ironía, por supuesto, es
que si usted escribe acerca de lágrimas cayendo por su rostro, los lectores concluirán por
su propia cuenta que ella está triste, así que usted no necesita decirlo.
7. Muestre, no diga.
En su libro Writing Persuasive Briefs, Girvan Peck provee un excelente ejemplo de cómo
basar incluso hechos conceptuales en especificidades. Este fragmento proviene de un
escrito del gobierno en el caso de legislación antimonopólica United States v. United
States Gypsum Company, 438 U.S. 422 (1978) (las citaciones están omitidas y los
nombres cambiados):
En 1962 Stephen Michaels, Presidente de la Junta de la United States
Gypsum (USG), autorizó por escrito que un grupo selecto de oficiales de
precio participara en la discusión e intercambio de precios y términos y
condiciones de venta con los competidores de USG. Él permitió que la
consulta abarcara a toda la “situación competitiva en un mercado”.
Michaels reconoce que esos intercambios hubieran sido recíprocos
(ibid.):
Hay muchas cosas que como abogados litigantes no podemos hacer. No podemos
inventarnos las cosas. No podemos casi nunca, o nunca, ser graciosos. Tenemos que
permanecer enfocados en los asuntos en debate. Pero una cosa que sí podemos hacer,
porque estamos rodeados de ellas, es citar frases. Sin embargo, es inusual el escrito o
argumento que lo hace.
Ese es un gran error. Los escritores de narrativa usan citaciones frecuentemente, tanto
porque revelan el carácter como porque las escuchamos; activan nuestros sentidos. Tal y
como en nuestra historia del New York Times, las citaciones pueden ser efectivas, porque
hacen que los personajes cobren vida. Escuchamos las peticiones de testigos y partes.
Al comienzo del juicio, el peticionante informó al juez del juicio que él “no
estaba listo” porque “no tengo abogado”. El peticionante expresamente
requirió que el abogado le sea asignado para asistirlo en el juicio, pero
esa petición le fue denegada por el tribunal de juicio. El coloquio es como
se expresa:
“El Acusado: Su Señoría, he dicho: Requiero que este Tribunal me
asigne abogado para representarme en este juicio.
“El Acusado: La Corte Suprema de los Estados Unidos dice que tengo
derecho a ser representado por un abogado.
“El Tribunal (dirigiéndose al taquígrafo): Que conste en los registros
que el Acusado le ha pedido al Tribunal que le asigne un abogado que lo
represente en este juicio y que el Tribunal denegó esa petición, y le
informó al Acusado que la única situación en la cual el Tribunal puede
designarle abogado para representar a un acusado es cuando al Acusado
se le imputa una ofensa que tiene pena de muerte. El Acusado dijo al
Tribunal que la Corte Suprema de los Estados Unidos dijo que él tenía
derecho al abogado”.
Agregando unas pocas citaciones, Fortas tomó lo que parecía ser un asunto legal más bien
mundano y le otorgó el drama que merecía.
“El diálogo le da vida a una novela. Es posible hacer ficción sin diálogo, tal como
Georges Perec pudo escribir un libro entero sin usar la vocal ‘e’, pero más vale que uno
sea un genio para incurrir en esas formas de composición”, escribió una vez el novelista
Frederic Raphael.
Los lectores que leen por primera vez una historia no saben qué es y qué no es importante,
así que le dan a todo igual importancia. Si usted empieza a inyectar en su exposición de
los hechos una cantidad de detalles que no están muy relacionados con su premisa básica,
usted confunde a los lectores y puede que los pierda. A menudo le pregunto a los
litigadores por qué han colocado ciertos detalles en los hechos, y me contestan: “Es para
que surta efecto”. Nunca consideran la siguiente pregunta: “¿Por qué ese efecto?”. El
hecho que usted incluya debe ser relevante para sus contiendas legales.
Anton Chekhov, el gran escritor ruso, una vez dijo que si hay una pistola en el escenario
en el primer acto, más vale que para cuando empiece otro acto, ya haya sido disparada.
De otro modo, la audiencia le está prestando atención a un asunto que en definitiva la
distrae. Este principio es incluso más cierto en la escritura de litigación que en la escritura
creativa. Usted debe poder repasar cada detalle en sus hechos y justificar cómo cada uno
se relaciona con un argumento jurídico más amplio que usted está intentando establecer.
Si no, usted debe cuestionarse fuertemente por qué ha puesto eso en la historia. “La
estupidez no va a vender un producto, pero tampoco lo hará una brillantez irrelevante”,
dijo una vez Bill Bernbach, el gurú de la publicidad. Unos pocos detalles clave bien
enfocados crean una impresión mucho más fuerte que una ola de descripciones
irrelevantes, no importa cuán coloridas sean. De hecho, cuanto más coloridas son, más
memorables son, lo cual es una desventaja si los hechos no son relevantes.
10. Trate a sus mejores hechos sólo una vez en la enunciación de los hechos.
Los litigantes inexpertos creen que la mejor manera de llevar adelante sus argumentos
más convincentes es repetirlos varias veces. Eso es incorrecto. Si usted describe una
situación de manera convincente una vez en los hechos, repetirlos en esta sección sólo
disminuye su impacto.
Irving Younger, ya mayor, un maravilloso académico y litigador, solía contar una historia
que ilustraba este punto. Concierne a un famoso caso de New York que involucra al
incendio de la Triangle Shirtwaist Company de 1911, el peor incendio de fábricas de la
historia de New York, que mató a 146 trabajadores. (Los dueños fueron enjuiciados por
homicidio culposo y fueron absueltos cuando el jurado no pudo establecer si habían
ordenado que las puertas se traben o no. Una demanda legal iniciada más tarde por
veintitrés víctimas derivó en pagos de setenta y cinco dólares para cada una de las
familias). Temprano en el juicio, una mujer que había sobrevivido al incendio declaró.
Quebrando en llanto varias veces, le relató a una silenciosa sala del juzgado cómo había
sido ver a sus amigos y compañeros de trabajo ser vencidos por el humo e intentar escapar
a través de las puertas y las ventanas.
Algo similar sucedió en el infame primer caso de Rodney King en California, en los
primeros años de la década de 1990. Aproximadamente la primera docena de veces que
la gente vio la filmación de King siendo golpeado por la policía, fue horripilante. Una vez
que la cinta había sido reproducida repetidamente, ya no podía tener el mismo efecto
chocante en su audiencia.
Si algo, sus oponentes querrán repetir sus hechos clave en sus secciones de los hechos
para disminuirlos. No haga eso usted. Si los jueces han escuchado la historia cinco mil
veces, son menos propensos a prestarle atención la vez número cinco mil uno. Recuerde:
lo familiar genera apatía.
11. Usted puede ocasionalmente escribir sobre cosas que no constan en el expediente,
mientras lo aclare.
Los abogados tienen tantas intenciones de escribir acerca de lo que pasó que se olvidan
de que lo que no pasó (pero pudo haber pasado) en ocasiones puede ser revelador.
Digamos que un caso de un accidente automovilístico tiene un informe policial muy
detallado que se extiende por páginas, describiendo todo, desde el pavimento hasta las
hojas de los árboles a la vera de la ruta. A pesar de esa especificidad, sin embargo, no hay
mención a las marcas de frenada. Un abogado puede ciertamente hacer notar en la sección
de los hechos que a pesar de que el informe es tan detallado, no aparece ninguna mención
a las marcas de frenada, y luego desarrollar las implicancias de este punto en su sección
de los argumentos.
Sherlock Holmes usó la misma técnica en la famosa historia “Silver Blaze” (“Estrella de
Plata”), escrita por Arthur Conan Doyle:
“¿Hay algún punto hacia el cual usted quiera que yo dirija mi atención?”,
preguntó el Inspector.
El perro debería haber ladrado a un intruso. Lo que no sucedió -pero debería haber
sucedido- le dijo a Holmes la verdad.
12. En una historia sin mucha trama, no tema usar titulares para los temas.
Esto sucede frecuentemente. Suponga que usted tiene un contrato o un caso basado en el
Código de Comercio Uniforme (UCC) al cual le falta una narrativa bien definida. En esos
casos, usted debería dividir los hechos en secciones para resaltar lo esencial que un juez
debe recordar. Si usted quiere poner el lenguaje del contrato en una sección, la garantía
en otra y, digamos, una lista de reclamos sobre el automóvil en otra, al menos usted ha
presentado los hechos clave en una manera clara que un juez es propenso a recordar. Esto
es lo que hicieron Laurence Tribe y su co-abogado en el caso por ante la Corte Suprema
Hawaii Housing Authority v. Midkiff, 467 U.S. 229 (1984), cuando dividieron los hechos
en secciones.
Otro grupo de escritores que trataron con hechos técnicos es el compuesto por el profesor
de Derecho de la University of Texas Charles Alan Wright y otros que escribieron el
escrito de los apelantes en San Antonio Independent School District v. Rodríguez, 411
U.S. 1 (1973). En este caso, los apelantes estaban discutiendo una sentencia de un tribunal
de anterior instancia que había dictaminado que una ley de Texas para financiar la
educación era inconstitucional. Luego de explicar brevemente las dinámicas del caso en
un párrafo, los apelantes escribieron (las citaciones y las notas al pie están omitidas):
Este no es el más fascinante de los temas, pero el escrito toma un marco legislativo
excesivamente complejo y en tres párrafos lo hace comprensible para el lector de un modo
que otros abogados deberían emular.
13. Dele a los jueces sólo esos hechos que necesitan para decidir los asuntos del
escrito o presentación que usted está remitiendo actualmente y divídalos como sea
necesario.
Esta es una forma concentrada de escritura. A comienzo, como hemos señalado, usted
quiere resumir en una o dos oraciones los hechos rodeando toda la controversia.
Luego de eso, no obstante, dele a los jueces sólo los hechos que son pertinentes para la
moción o asunto que se esté tratando, siguiendo nuestra “Regla Chekhov” una vez más.
Si usted está discutiendo que se produzca un tipo especial de prueba sobre un documento,
después de la oración inicial de resumen, escriba sólo sobre los hechos que se relacionan
con ese asunto.
14. Si usted está en una jurisdicción en la que debe enumerar sus hechos, escriba la
narrativa primero, luego haga la enumeración.
En algunos lugares, como en Canadá, a los litigadores se les requiere que enumeren sus
hechos. De acuerdo, pero si usted hace eso mientras escribe, encontrará excesivamente
dificultoso crear una buena historia. Usted escribirá la narrativa más bien como una lista,
y será mucho más fácil para usted caer en la trampa de contar su historia
cronológicamente, a menudo comenzando cada oración con una fecha.
En estos casos, intente en vez escribir la historia como lo hemos explicado y poner la
enumeración al final. Esto debería mantenerlo a usted en el camino correcto. Note, no
obstante, que en localidades en las que usted debe enumerar los hechos que no están en
discusión para un pedido de juicio sumario, usted está mucho menos concentrado en
contar una historia. En esos casos (y con las quejas, como veremos luego), no se preocupe
si usa la cronología o la enumeración mientras escribe.
15. Evite colocar nuevos hechos en su sección argumentativa.
Es repetitivo afirmar varios hechos dos veces, primero en la sección de los hechos y
después en la de los argumentos. Es necesario, sin embargo, porque un juez no tomará
por ciertas aseveraciones fácticas si están hechas por primera vez en la sección de los
argumentos. Intente colocar todos sus hechos necesarios en la sección de los hechos para
establecer su veracidad. Luego vuelva a mencionar en la sección de los argumentos a los
pocos que usted necesita usar.
Escribir los hechos requiere más creatividad de la que los abogados litigantes
comúnmente imaginan. Siempre recuerde, sin embargo, que el ganador en la litigación
no es el abogado que cuenta la mejor historia; es el abogado que cuenta la mejor historia
que está sustentada por un argumento jurídico. Si una viuda está demandado al gobierno
federal por la muerte de su marido en ejercicio militar, sus hechos pueden verse
terriblemente elocuentes. Por contraste, si la defensa del gobierno es la inmunidad de
soberanía, sus hechos se verán bastante aburridos; su historia es simplemente que el
soldado trabajaba para el gobierno. No obstante, si esa es una defensa legal fuerte, el
gobierno ha contado la historia correcta.