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El hom bre anum érico www.librosm arav illosos.

com John Allen Paulos

Colaboración de Sergio Barros 1 Preparado por Pat ricio Barros


El hom bre anum érico www.librosm arav illosos.com John Allen Paulos

A Sheila, Leah y Daniel,


por innum er ables m ot ivos.

I n t rodu cción

«Las m at es siem pr e fuer on m i asignat ura


m ás floj a».
«Un m illón de dólar es, m il m illones o un
billón. No im por t a cuánto siem pr e y
cuando hagam os algo por r esolver el
pr oblem a».
«Jer r y y yo no ir em os a Eur opa, con
t ant os t er r or istas…».

El anum er ism o, o incapacidad de m anej ar cóm odam ent e los concept os


fundam ent ales de núm er o y azar , at or m ent a a dem asiados ciudadanos que, por lo
dem ás, pueden ser per fect am ent e inst r uidos. Las m ism as per sonas que se encogen
de m iedo cuando se confunden t ér m inos t ales com o «im plicar » e «infer ir »,
r eaccionan sin el m enor asom o de t urbación ant e el m ás egr egio de los solecism os
num ér icos. Me viene a la m em or ia un caso que viví en cier t a ocasión, en una
r eunión, donde alguien est aba solt ando una per or ata m onót ona sobr e la difer encia
ent re const ant em ent e y cont inuam ent e. Más tarde, durant e la m ism a velada,
est ábam os viendo las not icias en TV, y el hom br e del t iem po dij o que la
pr obabilidad de que llovier a el sábado er a del 50 por cient o y t am bién er a del 50
por cient o la de que llovier a el dom ingo, de donde concluyó que la pr obabilidad de
que llovier a dur ant e el fin de sem ana era del 100 por cient o. Nuest r o supuest o
gr am át ico no se inm ut ó lo m ás m ínim o ant e t al obser vación y adem ás, cuando le
hube explicado dónde est aba el error , no se indignó t ant o, ni m ucho m enos, com o si
el hom br e del t iem po se hubier a dej ado un par t icipio. De hecho, a m enudo se
pr esum e del analfabet ism o m at em át ico, cont r ar iam ent e a lo que se hace con otr os
defect os, que se ocult an: «A dur as penas soy capaz de cuadrar m i t alonar io de

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cheques». «Soy una per sona corr ient e, no una per sona de núm er os». O t am bién:
«Las m at es siem pr e m e sent ar on m al».
Est e t r avieso enor gullecer se de la propia ignor ancia m at em át ica se debe, en par t e,
a que sus consecuencias no suelen ser t an evident es com o las de ot r as
incapacidades. Por ello, y por que est oy conv encido de que la gent e r esponde m ej or
a los ej em plos ilust r at iv os que a las ex posiciones gener ales, en est e libr o
ex am inar em os m uchos casos de anum er ism o que se dan en la v ida r eal: t im os
bur sát iles, elección de par ej a, las r ev ist as de par apsicología, declar aciones de
m edicina y diet ét ica, el r iesgo de at ent ados t er r or ist as, la ast r ología, los r écords
deport ivos, las elecciones, la discrim inación sexist a, los OVNI , los seguros, el
psicoanálisis, las lot er ías y la det ección del consum o de dr ogas, ent r e otr os.
He pr ocur ado no pont ificar dem asiado ni hacer dem asiadas gener alizaciones
espect acular es acerca de la cult ur a popular o sobr e el sist em a educat iv o de los
Est ados Unidos, pero m e he per m it ido hacer unas cuant as obser v aciones gener ales
que esper o sean suficient em ent e apoy adas por los ej em plos que apor t o. En m i
opinión, algunos de los bloqueos par a el m anej o de los núm er os y las pr obabilidades
con cier t a desenvolt ur a se deben a una r espuest a psicológica m uy nat ur al ant e la
incer t idum br e y las coincidencias, o al m odo en que se ha plant eado el pr oblem a.
Ot r os bloqueos son atr ibuibles a la ansiedad, o a m alent endidos r om ánt icos acer ca
de la nat ur aleza y la im por t ancia de las m atem át icas.
Una consecuencia del anum er ism o, de la que rar am ent e se habla, es su conex ión
con la cr eencia en la pseudociencia. Aquí est udiar em os la int er r elación ent r e am bas.
En una sociedad en la que la ingenier ía genét ica, la t ecnología láser y los cir cuit os
en m icrochip increm ent an a diario nuest ra com prensión del m undo, result a
especialm ent e lam ent able que una par t e im por t ant e de la población adult a cr ea aún
en las car t as del Tar ot, en la com unicación m ediúm nica y en los poder es del Cr ist al.
Peor aún es el gr an vacío que separ a las valor aciones que hacen los cient íficos sobr e
det er m inados r iesgos y la inquiet ud que est os despier t an en la m ay or ía de la gent e,
v acío que a la lar ga nos puede producir bien una ansiedad par alizant e e infundada,
bien unas dem andas de segur idad absolut a económ icam ent e inv iables. Los polít icos
r ara v ez sir v en de ay uda en est e aspect o, por cuant o tr afican con la opinión pública

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y est án poco dispuest os a aclarar los probables riesgos y concesiones que conlleva
cualquier polít ica.
Com o el libr o se ocupa pr incipalm ent e de v ar ias insuficiencias, la falt a de
per spect iv a num ér ica, la apr eciación ex ager ada de coincidencias que no t ienen ot r o
significado, la aceptación cr édula de la pseudociencia, la incapacidad de r econocer
los convenios sociales, et c., en gr an m edida t iene un t ono m ás bien dem oledor. No
obst ant e, esper o haber sabido ev it ar el est ilo ex cesivam ent e ser io y el t ono de
repr im enda com ún a m uchas t ent at ivas sem ej ant es.
De pr incipio a fin, el enfoque es liger am ent e m at em át ico, y se echa m ano de
concept os de la t eor ía de la pr obabilidad y la est adíst ica que, a pesar de t ener un
significado pr ofundo, se pueden capt ar con sólo una pizca de sent ido com ún y un
poco de ar it m ét ica. Es rar o encontr ar discusiones sobr e m uchas de las ideas que se
pr esent an aquí en un lenguaj e accesible par a un público am plio, y per t enecen al
t ipo de cuest iones a las que m is est udiant es suelen cont est ar con la pregunt a:
«Bueno, per o ¿va par a ex am en?». Com o no habr á ex am en, el lect or podr á disfr ut ar
de ellas grat is, y salt ar se im punem ent e aquellos pár rafos que de v ez en cuando le
par ezcan dem asiado difíciles.
Una de las asev er aciones en la que se insist e en el libr o es que las per sonas
anum ér icas t ienen una m ar cada t endencia a personalizar : su im agen de la r ealidad
est á deform ada por sus pr opias ex per iencias, o por la at ención que los m edios de
com unicación de m asas pr est an a los indiv iduos y a las sit uaciones dr am át icas. De
ello no se despr ende que los m atem át icos hayan de ser necesar iam ent e
im per sonales o form ales. No lo soy yo, ni t am poco lo es el libr o. Al escr ibir lo, m i
obj et iv o ha sido int er esar a las per sonas que, aunque cult as, son anum ér icas, o por
lo m enos a aquellas que, sint iendo t em or ant e las m at em át icas, no experim ent en
un pánico par alizant e. El esfuer zo de escr ibir el libr o habr á valido la pena si sir v e
para em pezar a aclar ar cuánt o anum er ism o im pr egna nuestr as v idas, t ant o en su
aspect o pr iv ado com o en el público.

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Ca pít u lo 1
Ej e m plos y pr in cipios

Con t en ido:
1. Núm er os grandes y pr obabilidades pequeñas
2. Sangr e, m ont añas y ham burguesas
3. Los núm eros colosales y los 400 de For bes
4. Arquím edes y los núm eros práct icam ent e infinit os
5. La r egla del pr oducto y los valses de Mozar t
6. Los helados de t res sabores y el t ruco de Von Neum ann
7. Julio César y t ú

Dos ar ist ócr atas salen a cabalgar y uno desafía al ot r o a decir un núm er o m ás alt o
que él. El segundo acepta la apuesta, se concent r a y al cabo de unos m inut os dice,
sat isfecho: «Tr es». El pr im er o m edit a m edia hor a, se encoge de hom br os y se
r inde.
Un ver aneant e ent r a en una fer r et er ía de Maine y com pra una gr an cant idad de
ar t ículos car os. El dueño, un tant o r et icent e y escépt ico, calla m ient r as va sum ando
la cuent a en la caj a r egist rador a. Cuando t er m ina, señala el t ot al y obser v a cóm o el
hom bre cuent a 1.528,47 dólar es. Luego cuent a y r ecuent a el dinero t res veces.
Hasta que el client e acaba por pr egunt ar si le ha dado la cant idad cor r ecta, a lo que
el de Maine cont est a de m ala gana: «Más o m enos».
Una vez, el m at em át ico G. H. Har dy visit ó en el hospit al a su pr ot égé, el
m at em át ico hindú Ram anuj an. Sólo por dar le conv er sación, señaló que 1729, el
núm er o del t axi que le había llev ado, er a bast ant e soso, a lo que Ram anuj an r eplicó
inm ediat am ent e: « ¡No, Hardy! ¡No! Se t rat a de un núm ero m uy int eresant e. Es el
m enor que se puede ex pr esar com o sum a de dos cubos de dos m aner as dist int as».

1 . N ú m e ros gran de s y proba bilida de s pe qu eñ a s


La facilidad con que la gent e se desenv uelv e con los núm er os va de la del
ar ist ócrat a a la de Ram anuj an, per o la t r ist e r ealidad es que la m ay or ía est á m ás
pr óxim a al ar ist ócrat a. Siem pr e m e sorpr ende y m e depr im e encont rar est udiant es

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que no t ienen la m enor idea de cuál es la población de los Est ados Unidos, de la
dist ancia apr oxim ada ent r e las cost as Est e y Oest e, ni de qué por cent aj e
aproxim ado de la hum anidad r epr esent an los chinos. A v eces les pongo com o
ej er cicio que calculen a qué v elocidad cr ece el cabello hum ano en kilóm et r os por
hor a, cuánt as per sonas m uer en apr oxim adam ent e cada día en t odo el m undo, o
cuánt os cigar r illos se fum an anualm ent e en el país. Y a pesar de que al pr incipio
m uest r an ciert a desgana ( un est udiant e respondió, sim plem ent e, que el cabello no
crece en kilóm et ros por hora) , en m uchos casos su int uición num érica acaba
m ej or ando espectacular m ent e.
Si uno no t iene ciert a com pr ensión de los grandes núm er os com unes, no r eacciona
con el escept icism o per t inent e a infor m es at er rador es, com o que cada año son
r aptados m ás de un m illón de niños nor t eam er icanos, ni con la ser enidad adecuada
ant e una cabeza nuclear de un m egatón, la pot encia ex plosiv a de un m illón de
t oneladas de TNT.
Y si uno no posee cier t a com pr ensión de las pr obabilidades, los accident es
aut om ovilíst icos le pueden par ecer un pr oblem a r elat iv am ent e m enor de la
cir culación local, y al m ism o t iem po pensar que m or ir a m anos de los t er r or ist as es
un r iesgo im por tant e en los viaj es a ult r am ar . Sin em bar go, com o se ha dicho
m enudo, las 45.000 per sonas que m uer en anualm ent e en las car r et er as
nor t eam er icanas son una cifr a pr óxim a a la de los nor t eam er icanos m uer t os en la
guer ra del Viet nam . En cam bio, los 17 nor t eam er icanos m uer t os por t er r or ist as en
1985 r epr esent an una pequeñísim a par te de los 28 m illones que salier on al
ex t r anj er o ese año: una posibilidad de ser v íct im a en 1,6 m illones, par a ser
pr ecisos. Com pár ese est a cifr a con las siguient es t asas anuales cor r espondient es a
los Est ados Unidos: una posibilidad ent r e 68.000 de m or ir asfix iado; una entr e
75.000 de m or ir en accident e de biciclet a; una entr e 20.000 de m or ir ahogado y
una ent r e sólo 5.300 de m or ir en accident e de aut om óvil.
Enfr ent ada a est os grandes núm er os y a las cor r espondient es pequeñas
pr obabilidades, la per sona anum ér ica r esponderá con el inev it able non sequit ur :
«Sí, pero ¿y si t e t oca a t i?», y a cont inuación asent irá con la cabeza ast ut am ent e,
com o si hubier a hecho polv o nuest r os ar gum ent os con su pr ofunda per spicacia. Est a
t endencia a la per sonalización es, com o ver em os, una car act er íst ica de m uchas

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per sonas que padecen de anum er ism o. Tam bién es t ípica de est a gent e la t endencia
de sent ir com o iguales el r iesgo de padecer cualquier enfer m edad exót ica r ar a y la
pr obabilidad de t ener una enfer m edad cir culat or ia o cardíaca, de las que m uer en
sem analm ent e 12.000 nort eam ericanos.
Hay un chist e que en cier t o m odo v iene al caso. Una par ej a de ancianos, que
andar á por los novent a años, visit a a un abogado para que le t r am it e el div or cio. El
ahogado t rat a de conv encer les de que sigan j unt os. « ¿Por qué se v an a div or ciar
ahora, después de set ent a años de m atr im onio? ¿Por qué no siguen com o hast a
ahora? ¿Por qué ahor a pr ecisam ent e?». Por fin, la ancianit a r esponde con v oz
t em blor osa: «Es que quer íam os esper ar a que m ur ier an los chicos».
Para captar el chist e hace falt a t ener una idea de qué cant idades o qué lapsos de
t iem po son adecuados a cada cont ext o. Por el m ism o m ot ivo, un pat inazo ent re
m illones y m iles de m illones, o ent r e m iles de m illones y billones deber ía hacer nos
r eír t am bién, y en cam bio no es así, pues dem asiado a m enudo car ecem os de una
idea int uit iva de t ales núm er os. La com pr ensión que m uchas personas cult as t ienen
de ellos es m ínim a, ni siquier a son conscient es de que un m illón es 1.000.000, que
m il m illones es 1.000. 000.000 y que un billón es 1.000.000. 000.000.
En un est udio r ecient e, los doct or es Kr onlund y Phillips, de la Univ er sidad de
Washingt on, dem ostr aban que la m ayor ía de apr eciaciones de los m édicos acer ca
de los r iesgos de dist int as oper aciones, t r at am ient os y m ediciones er an
com plet am ent e er r óneas ( incluso en sus pr opias especialidades) , y a m enudo el
er r or er a de var ios ór denes de m agnit ud. En cier t a ocasión tuve una conv er sación
con un m édico que, en un int ervalo de unos veint e m inut os, llegó a afirm ar que
cier t o t r at am ient o que est aba considerando:
a. pr esent aba un r iesgo de uno en un m illón;
b. er a segur o al 99 por cient o; y
c. nor m alm ent e salía a la per fección.

Dado que hay t ant os m édicos que piensan que por lo m enos ha de haber once
per sonas en la sala de esper a par a que ellos no est én m ano sobr e m ano, est a
nueva m uest r a de su anum er ism o no m e sorpr ende lo m ás m ínim o.

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Para t ratar con núm eros m uy grandes o m uy pequeños, la not ación cient ífica suele
r esult ar a m enudo m ás fácil y clar a que la nor m al, y por t ant o echar é m ano de ella
algunas v eces. La cosa no encier r a gran dificult ad. 10 N r epr esent a un 1 seguido de
N cer os, así 10 4 es 10.000 y 10 9 son m il m illones. 10 −N quier e decir 1 div idido por
10 N, así por ej em plo, 10 −4 es 1 div idido ent re 10.000 ó 0,000 1 y 10 −2 es una
cent ésim a. 4 × 10 6 es 4 × 1.000. 000 ó 4.000.000; 5,3 × 10 8 significa 5,3 ×
100.000. 000 ó 530.000.000; 2 × 10 −3 es 2 × 1/ 1.000 ó 0,002; 3,4 × 10 −7 significa
3,4 × 1/ 10.000.000 ó 0,00000034.
¿Por qué las r evist as o los diarios no ut ilizan en sus relat os est a not ación cient ífica?
No es ni con m ucho t an m ist er iosa com o m uchos de los t em as de que t rat an esas
publicaciones y r esult a bastant e m ás út il que el fr acasado cam bio al sist em a
decim al sobr e el que se han escr it o t ant os ar t ículos pesados. La ex pr esión 7,39842
× 10 10 es m ás legible y m ás fácilm ent e com pr ensible que set ent a y t r es m il
novecient os ochent a y cuat ro m illones doscient os m il.
En not ación cient ífica, las r espuest as a las pr egunt as que plant eé al pr incipio son las
siguient es: el cabello hum ano cr ece aproxim adam ent e a r azón de 1,6 × 10 −8
k ilóm et r os por hora; cada día m uer en en la t ier r a unas 2,5 × 10 5 per sonas y cada
año se fum an apr oxim adam ent e 5 × 10 1 1 cigar r illos en los Est ados Unidos. Las
expresiones de est os núm eros en not ación com ún son: 0,000000016 kilóm et ros por
hor a, 250.000 personas y 500.000.000. 000 cigarr illos.

2 . Sa n gr e, m on ta ña s y h a m bu r gue sa s
En una colum na sobr e anum er ism o en Scient ific Am erican, el infor m át ico Douglas
Hofst adt er cit a el caso de la I deal Toy Com pany, que en el envolt or io del cubo de
Rubik afir m aba que el cubo adm it ía m ás de t r es m il m illones de configur aciones
dist int as. Si uno lo calcula, obt iene que las configur aciones posibles son m ás de 4 ×
10 19 , un 4 seguido de 19 cer os. La fr ase del envolt or io es cier t a, las configur aciones
posibles son, en efect o, m ás de t r es m il m illones. La subest im ación que supone esa
cifra es, sin em bargo, un sínt om a de un om nipresent e anum er ism o que encaj a m uy
m al en una sociedad t ecnológicam ent e av anzada. Es com o si en la ent r ada del
Lincoln Túnel hubiera un rót ulo anunciando: Nueva Yor k, m ás de 6 habit ant es; o
com o si McDonald se v anaglor iara de haber v endido m ás de 120 ham burguesas.

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El núm er o de 4 × 10 19 no es lo que se dice fr ecuent e, per o sí lo son cifras com o diez


m il, un m illón o un billón. Par a poder est ablecer com paraciones r ápidam ent e,
deber íam os disponer de ej em plos de conj unt os que const ar án de un m illón de
elem ent os, de m il m illones, et c. Por ej em plo, saber que un m illón de segundos sólo
dur an apr oxim adam ent e once días y m edio, m ient r as que para que pasen m il
m illones de segundos hay que esperar casi 32 años, nos per m it e for m ar nos una
idea m ás clara de la m agnit ud r elat iv a de dichos núm er os. ¿Y los billones? La edad
del hom o sapiens m oder no es pr obablem ent e m enor que 10 billones de segundos, y
la t ot al desapar ición de la v ar iant e Neander t al del pr im it ivo hom o sapiens ocur r ió
hace sólo un billón de segundos. La agr icult ur a apar eció hace unos 300 m il m illones
de segundos ( diez m il años) , la escr it ur a hace unos 150 m il m illones de segundos, y
t enem os m úsica r ock desde hace t an sólo unos m il m illones de segundos.
Ot r as fuent es m ás com unes de núm er os gr andes son el billón de dólar es del
pr esupuest o feder al y nuest r a cr ecient e r eser v a de arm am ent o. Dado que los
Est ados Unidos t ienen unos 250 m illones de habit ant es, cada m il m illones de
dólar es del pr esupuest o feder al r epr esent a una car ga de 4 dólar es por cada
nor t eam er icano. Por t ant o, un pr esupuest o anual de defensa de casi un t er cio de
billón de dólar es significa apr oxim adam ent e 5.000 dólar es anuales por cada fam ilia
de cuat r o personas. ¿En qué se ha invert ido est e d ineral ( nuest ro y suyo) al cabo de
los años? El equivalent e de TNT de t odas las arm as nucleares del m undo es de unos
25.000 m egat ones, 25 billones de kilos, que significan unos 5.000 kilos por cada
per sona hum ana del planet a. ( A pr opósit o, m edio kilo bast a par a destr uir un coche
y m at ar a todos sus ocupant es) . Las arm as nuclear es que puede llev ar un solo
subm arino Tr ident t ienen un poder explosiv o ocho veces m ayor que el em pleado en
t oda la segunda guerr a m undial.
Pasem os ahor a a cit ar ej em plos m ás alegres de núm eros pequeños. El m odelo que
suelo t om ar para el hum ilde m illar es una sección del Vet er ans St adium de
Filadelfia, que sé que t iene 1.008 asient os, y que uno puede r epr esent ar se
fácilm ent e. La par ed nor t e de un garaj e que hay cer ca de m i casa t iene casi
ex act am ent e diez m il ladr illos. Par a cien m il, suelo pensar en el núm er o de palabr as
de una nov ela un poco gr uesa.

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Para hacer se una idea de la m agnit ud de los núm er os gr andes es útil pr oponer una
o dos colecciones com o las ant er ior es para cada pot encia de diez, hast a la
decim ot er cer a o la decim ocuar ta. Y cuant o m ás per sonales sean, m ej or . Tam bién es
bueno pract icar haciendo est im aciones de cualquier cant idad que pueda picar nos la
cur iosidad: ¿Cuánt as pizzas se consum en anualm ent e en los Est ados Unidos?
¿Cuánt as palabras llev a uno dichas a lo lar go de su v ida? ¿Cuánt os nom br es de
per sona dist int os salen cada año en el New Yor k Tim es? ¿Cuánt as sandías cabr ían
en el Capit olio?
Calculad apr oxim adam ent e cuánt os coit os se pr act ican diar iam ent e en el m undo.
¿Varía m ucho est e núm ero de un día a ot ro? Est im ad el núm ero de seres hum anos
en pot encia, a par t ir de t odos los óv ulos y esper m atozoides que han ex ist ido, y
encont raréis que los que han convert ido est a pot encia en act o son, cont ra t oda
pr obabilidad, incr eíblem ent e afor t unados.
En general est os cálculos son m uy fáciles y a m enudo result an sugerent es. Por
ej em plo: ¿cuál es el volum en t ot al de la sangr e hum ana exist ent e en el m undo? El
m acho adult o m edio t iene unos cinco lit ros de sangre, la hem bra adult a un poco
m enos, y los niños bast ant e m enos. Así, si calculam os que en pr om edio cada uno de
los 5 m il m illones de habit ant es de la t ier r a t iene unos cuat r o lit r os de sangr e,
llegam os a que hay unos 20 m il m illones ( 2 × 10 10 ) de lit r os de sangr e hum ana.
Com o en cada m et r o cúbico caben 1.000 lit r os, hay apr oxim adam ent e 2 × 10 7
m et r os cúbicos de sangr e. La raíz cúbica de 2 × 10 7 es 270. Por t ant o, ¡t oda la
sangr e del m undo cabr ía en un cubo de unos 270 m et r os de lar go, un poco m ás de
un dieciseisavo de kilóm et r o cúbico!
El ár ea del Cent r al Par k de Nueva Yor k es de 334 hect ár eas, est o es unos 3,34
k ilóm et r os cuadr ados. Si lo r odeár am os con una par ed, t oda la sangr e del m undo
sólo alcanzar ía para llenar lo hast a una alt ur a de unos seis m etr os. El Mar Muer t o,
sit uado en la fr ont er a ent r e I sr ael y Jor dania, t iene una super ficie de unos 1.000
k ilóm et r os cuadrados. Si v er t iér am os t oda la sangr e del m undo en el Mar Muer t o,
sus aguas sólo subir ían dos cent ím et r os. Estas cifr as r esult an del t odo
sor prendent es, incluso fuera de su cont exto: ¡no hay tant a sangre en el m undo! Si
com param os su v olum en con el de t oda la hier ba, t odas las hoj as o t odas las algas

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del m undo, queda clar ísim a la posición m arginal del hom br e ent r e las dem ás form as
de vida, por lo m enos en lo que a volum en se r efiere.
Cam biem os por un m om ent o de dim ensiones y consider em os la r elación ent r e la
v elocidad super sónica del Concor de, que v a a unos 3.000 kilóm et r os por hora, y la
del car acol, que se desplaza a unos 7,5 m et r os por hora, es decir , a 0,0075
k ilóm et r os por hora. La v elocidad del Concor de es unas 400.000 v eces m ay or que la
del car acol. Más im pr esionant e aún es la r elación ent r e la v elocidad con que un
or denador m edio sum a diez dígit os y la de un calculador hum ano. El or denador lo
hace m ás de un m illón de v eces m ás rápido que nosot r os, que, con nuest ras
lim it aciones, nos par ecem os un poco al car acol. Par a los super or denador es la
r elación es de m il m illones.
Y para t er m inar dar em os ot r o ej em plo de cálculo t er r enal que suele usar un asesor
cient ífico del MI T par a elim inar aspir antes en las ent r ev ist as de selección de
per sonal: pr egunta cuánt o se tardar ía en hacer desapar ecer una m ont aña aislada,
com o el Fuj iy am a j aponés, por ej em plo, t ranspor t ándola con cam iones. Supóngase
que, durant e t odo el día, llega un cam ión cada 15 m inut os, es car gado
inst ant áneam ent e de t ier r a y piedr as, y se v a sin int er r um pir al siguient e cam ión.
Dar em os la r espuest a m ás adelant e, anticipando que el r esult ado es un t ant o
sor prendent e.

3 . Los n ú m e ros colosa le s y los 4 0 0 de For be s


El t em a de los cam bios de escala ha sido uno de los pilar es de la lit er at ur a m undial,
desde la Biblia hast a los liliput ienses de Sw ift , y desde Paul Buny an hast a el colosal
Gargant úa de Rabelais. Siem pr e m e ha chocado, sin em bar go, la inconsist encia que
han m ost rado los dist int os aut or es en su em pleo de los núm eros grandes.
Se dice que el niño Gar gant úa se t om aba la leche de 17.913 vacas. De j oven fue a
est udiar a Par ís m ont ado en una y egua que abult aba com o seis elefant es y llev aba
colgadas del cuello las cam panas de Nôt r e Dam e a m odo de cascabeles. En el
cam ino de v uelt a a casa, fue atacado a cañonazos desde un castillo y se sacó las
bom bas del pelo con un rast r illo de 300 m et r os de longit ud. Para hacer se una
ensalada cor taba lechugas del t am año de un nogal y dev oraba m edia docena de

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per egr inos que se habían r efugiado en la ar boleda. ¿Pueden apr eciar las
inconsist encias int ernas de est e cuent o?
El Génesis dice que dur ant e el Diluv io «quedar on cubier t os t odos los m ont es sobr e
la faz de la t ier r a». Si se t om a est o lit er alm ent e, r esult a que la capa de agua sobr e
la t ier r a t endr ía ent r e 5.000 ó 6.000 m et ros de gr osor , lo que equiv ale a m ás de
2.500 m illones de k ilóm et r os cúbicos de agua. Com o según el r elat o bíblico del
Diluvio dur ó 40 días con sus noches, es decir , sólo 960 hor as, la tasa de caída de la
lluv ia ha de haber sido por lo m enos de cinco m et r os por hor a, suficient e par a echar
a pique un avión y con m ayor m ot ivo un ar ca car gada con m iles de anim ales a
bordo.
Darse cuent a de inconsist encias int ernas com o esas es uno de los placeres m enores
de t ener cier t a cult ura num érica. Lo im port ant e, sin em bar go, no es que uno est é
analizando per m anent em ent e la consist encia y la plausibilidad de los núm eros, sino
que, cuando haga falt a, pueda r ecoger infor m ación de los pur os dat os num ér icos, y
que pueda r efut ar afir m aciones, basándose sólo en las cifr as que las acom pañan. Si
la gent e est uv ier a m ás capacit ada par a hacer est im aciones y cálculos sencillos, se
sacarían ( o no) m uchas conclusiones obvias, y no se t endrían en consideración
t ant as opiniones r idículas.
Ant es de v olv er a Rabelais, consider ar em os dos alam br es colgant es con la m ism a
sección tr ansv er sal. ( Seguro que es la pr im er a v ez que se im pr im e est a fr ase) . Las
fuer zas que act úan sobr e los alam br es son pr opor cionales a sus m asas y est as son
pr opor cionales a sus r espect iv as longit udes. Com o las ár eas de las secciones
t r ansver sales de los alam br es son iguales, la t ensión de cada uno, la fuer za div idida
por el ár ea de la sección tr ansv er sal, v ar ía en pr opor ción dir ect a a la longit ud del
alam br e. Un alam br e diez veces m ás largo que ot r o sopor tará una t ensión diez
v eces m ayor . Con un r azonam ient o análogo se dem uest r a que de dos puent es
geom ét r icam ent e sem ej ant es, hechos del m ism o m at er ial, el m ás débil es
necesar iam ent e el m ay or .
Por la m ism a r azón, no se puede aum ent ar de escala un hom br e desde unos dos
m et ros hast a diez. Al m ult iplicar por cinco la alt ura, su peso aum ent ará en un fact or
5 3 , m ient r as que su capacidad par a sost ener peso dada por el ár ea de la sección
t r ansver sal de sus huesos aum ent ar á sólo en un fact or 5 2 . Los elefant es son

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gr andes, a cost a de t ener unas pat as m uy gr uesas, m ient r as que las ballenas son
r elat iv am ent e inm unes a est e efect o por est ar sum er gidas en el agua.
Aunque en la m ay or ía de sit uaciones los aum ent os y dism inuciones de escala dan
pr im er as apr oxim aciones r azonablem ent e buenas, a m enudo dan m alos r esult ados,
com o lo pr ueban m uchos ej em plos m undanos. Que el precio del pan suba un 6% no
significa que los yat es vayan a subir t am bién un 6 por cient o. Si una em pr esa cr ece
hast a un t am año veint e v eces m ayor que el que t enía al em pezar, las pr oporciones
r elat iv as a sus dist int os depar t am ent os no tienen por qué seguir siendo las m ism as.
Si la ingest ión de m il gr am os de cier t a sust ancia hace que una de cada cien r at as
cont r aiga cáncer , no podem os concluir inm ediat am ent e que la ingest ión de sólo cien
gr am os har á que lo cont r aiga una de cada m il r at as.
En cier t a ocasión escr ibí a una m inor ía im por t ant e de los 400 de For bes, una list a de
los cuat r ocient os nor t eam er icanos m ás r icos, pidiéndoles 25.000 dólar es com o
subvención a un proyect o en el que est aba t rabaj ando en aquel t iem po. La fort una
m edia de las personas con las que m e puse en cont act o er a apr oxim adam ent e de
unos 400 m illones de dólar es ( 4 × 10 8 , un núm er o de dólar es v er daderam ent e
colosal) y y o sólo pedía 1/ 16.000 de est a cant idad. Tenía la esper anza de que la
pr opor cionalidad lineal v aldr ía t am bién en est e caso, y m e anim aba pensando que si
algún ex t r año m e escr ibier a pidiendo una ay uda par a un pr oyect o int er esant e y m e
solicit ar a 25 dólar es, m ucho m ás de 1/ 16.000 de m i pr opia for t una, probablem ent e
le cont est ar ía afir m at iv am ent e. Per o ¡ay! , aunque r ecibí bast ant es r espuest as
am ables, no conseguí ni cinco.

4 . Ar qu ím e de s y los n úm e ros prá ct ica m e n t e in fin itos


La arquim edianidad es una pr opiedad fundam ent al de los núm er os ( llam ada así por
el m at em át ico gr iego Arquím edes) , según la cual se puede r ebasar cualquier
núm er o, por grande que sea, agr egando repet idas veces cualquier núm er o m enor ,
por pequeño que est e sea. Aunque est a pr opiedad sea en pr incipio ev ident e, a
veces la gent e se resiste a acept ar sus consecuencias, com o ese alum no m ío que
sost enía que el cabello hum ano no cr ece a r azón de k ilóm et r os por hora.
Desgr aciadam ent e, la agr egación de los nanosegundos em pleados en una oper ación
sim ple de or denador pr ovoca largos em botellam ient os en los pr oblem as int r atables,

Colaboración de Sergio Barros 13 Preparado por Pat ricio Barros


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m uchos de los cuales t ardarían m ilenios en ser resuelt os. No es sencillo


acost um brar se al hecho de que los t iem pos y dist ancias m inúsculos de la
m icr ofísica, y t am bién la inm ensidad de los fenóm enos ast r onóm icos, com par t en las
dim ensiones de nuest ro m undo a escala hum ana.
Est á clar o, pues, cóm o la pr opiedad anter ior llev ó a Ar quím edes a su fam osa
afir m ación de que si le dier an un punto de apoyo, una palanca lo bast ant e lar ga y
un lugar donde sit uar se, podr ía, él solo, lev ant ar la t ier r a. La inconsciencia de la
adit iv idad de las pequeñas cant idades es otr o defect o de los anum ér icos, que por lo
v ist o no se acaban de cr eer que sus pequeños aer osoles de laca par a el cabello
puedan at acar en lo m ás m ínim o la capa de ozono de la at m ósfer a, o que su
aut om óvil par t icular contr ibuya al problem a de la lluv ia ácida.
Por im pr esionant es que r esult en las pir ám ides, se const r uyeron piedra a piedr a en
un t iem po m ucho m enor que los cinco m il o diez m il años que har ían falt a para
t r anspor t ar con cam iones el Fuj iy am a con sus 4.000 m et r os de alt ura. Se atr ibuye a
Ar quím edes un cálculo par ecido, aunque m ás clásico. Calculó el núm er o de gr anos
de ar ena necesar ios par a llenar la t ier r a y los cielos. Aunque no disponía de la
not ación exponencial, invent ó algo sim ilar , y sus cálculos fueron en esencia
equivalent es a lo que sigue.
I nt er pr et ando «la t ier ra y los cielos» com o una esfera cent rada en la t ier r a,
em pezam os por obser v ar que el núm er o de gr anos de ar ena que har ían falt a par a
llenar la depende t ant o del r adio de la esfer a com o del gr osor de la ar ena.
Suponiendo que quepan quince gr anos por pulgada lineal, cabrán 15 × 15 granos
por pulgada cuadrada y 15 3 gr anos por pulgada cúbica. Com o un pie son 12
pulgadas, hay 12 3 pulgadas en cada pie cúbico y por t ant o habrá 15 3 × 12 3 gr anos
en cada pie cúbico. Del m ism o m odo, habr á 15 3 × 12 3 × 5. 280 3 gr anos por m illa
cúbica. Teniendo ahora en cuenta la fór m ula del v olum en de la esfer a: 4/ 3 × p × el
r adio al cubo, ver em os que el núm er o de gr anos de ar ena necesar ios par a llenar
una esfer a de un billón de m illas de r adio ( m ás o m enos la est im ación hecha por
Arquím edes) es 4/ 3 × p × 1000.000. 000 3 × 15 3 × 12 3 × 5. 280 3 , que da
aproxim adam ent e 10 54 gr anos de ar ena.
Esos cálculos llev an apar ej ada una sensación de poder que r esult a difícil de ex plicar
y que im plica, en cier t o m odo, abar car m ent alm ent e el m undo. Una v er sión m ás

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m oder na del pr oblem a es el cálculo del núm er o apr oxim ado de bit s subat óm icos
necesar ios para llenar el univ er so. Est e núm er o j uega el papel del «infinit o pr áct ico»
de los pr oblem as de or denador que se pueden r esolv er sólo t eór icam ent e.
El univer so es, siendo un poco gener osos, una esfer a de unos 40 m il m illones de
años luz de diám et r o. A fin de sim plificar el cálculo, ser em os aún m ás gener osos y
supondr em os que es un cubo de 40 m il m illones de años luz de ar ist a. El diám et r o
de los prot ones y neut rones es de unos 10 −12 cent ím et ros. La pregunt a
ar quim ediana que plant ea el infor m át ico Donald Knut h es: ¿Cuántos cubit os de
10 −13 cent ím et r os de diám et r o ( una décim a par t e del diám et r o de est os nucleones)
cabr ían en el univ er so? Un cálculo sencillo da que el r esult ado es m enor que 10 125 .
Así pues, un or denador del t am año del univ er so cuyas com ponent es elem ent ales
fueran m enores que los nucleones const ar ía de m enos de 10 125 com ponent es. Los
cálculos de problem as que pr ecisaran de un núm er o m ay or de com ponent es ser ían
im posibles. Aunque pueda par ecer sorpr endent e, hay m uchos de tales problem as,
algunos de ellos son com unes y, adem ás, t ienen int erés pr áct ico.
Una unidad de t iem po com parablem ent e pequeña es el t iem po em pleado por la luz,
que v a a 300.000 kilóm et r os por segundo, en r ecor r er los 10 −13 cent ím et ros de
ar ist a de uno de esos cubit os. Suponiendo que la edad del univ er so sea de 15 m il
m illones de años, t enem os que han pasado m enos de 10 42 de t ales unidades desde
el pr incipio de los t iem pos. Así pues, cualquier cálculo de or denador que r equier a
m ás de 10 42 pasos ( y segur o que cada uno de ellos t ardar á m ás que una de esas
pequeñas unidades de t iem po) ocupar á en r ealizar se un t iem po m ayor que la edad
act ual de est e univ er so. Com o ant es, hay m uchos pr oblem as así.
Suponiendo que un ser hum ano t enga form a esférica y m ás o m enos un m et ro de
diám et r o ( piénsese en una per sona en cuclillas) , acabar em os con unas cuantas
com paraciones biológicam ent e r ev eladoras que son m ás fáciles de im aginar. El
t am año de una célula es al de una per sona com o el de est a al de Rhode I sland. Del
m ism o m odo, un vir us es a una per sona com o una per sona a la t ier ra; un át om o es
a una per sona com o esta a la ór bit a de la tier r a alr ededor del sol, y un pr ot ón es a
una per sona com o una persona a la dist ancia a Alfa Cent aur o.

5 . La re gla de l pr odu ct o y los v a lse s de M oz a r t

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Est e es quizás un buen m om ent o para insist ir en lo que dij e al pr incipio, que el
lect or anum ér ico puede salt arse t r anquilam ent e los t r ozos m ás difíciles que v aya
encont rando de vez en cuando. En las siguient es secciones puede que haya
algunos. Del m ism o m odo, el lect or anum ér ico puede salt ar se t r anquilam ent e los
t r ozos t r iv iales con que se encuent r e. ( Clar o que cualquier a puede salt ar se
t r anquilam ent e cualquier par t e del libr o, per o pr efer ir ía que est o sólo ocur r ier a con
párr afos aislados).
La llam ada r egla del pr oduct o es engañosam ent e sim ple y m uy im por t ant e. Según
est e pr incipio, si una elección t ien e M alt er nat ivas posibles y ot r a elección dist int a
t iene N, ent onces la r ealización de am bas elecciones, una t ras otr a, adm it e M × N
alt er nat iv as dist int as. Así, si una m uj er tiene cinco blusas y t r es faldas, puede
v est ir se de 5 × 3 = 15 m aner as dist int as, pues puede llev ar cualquier de sus cinco
blusas ( B1, B2, B3, B4, B5) con cualquier a de sus t r es faldas ( F1, F2, F3) , par a
obt ener una de las quince com binaciones siguient es:

B1, F1 B1, F2 B1, F3


B2, F1 B2, F2 B2, F3
B3, F1 B3, F2 B3, F3
B4, F1 B4, F2 B4, F3
B5, F1 B5, F2 B5, F3

A part ir de un m enú de cuatro ent rant es, siet e segundos plat os y t r es post res, un
com ensal puede elegir 4 × 7 × 3 = 84 com idas dist int as, siem pr e que pida los t r es
plat os.
Análogam ent e, el núm er o de r esult ados posibles al lanzar dos dados es 6 × 6 = 36;
cualquier a de los seis núm er os del pr im er dado se puede com binar con cualquier a
de los seis del segundo. El núm er o de r esult ados posibles con la condición de que el
segundo dado no m arque lo m ism o que el pr im er o es 6 × 5 = 30; cualquier a de los
seis núm er os del pr im er dado se puede com binar con cualquier a de los cinco
núm er os r estant es del segundo. El núm ero de r esult ados posibles al t ir ar t r es dados
es 6 × 6 × 6 = 216. Y el núm er o de r esult ados posibles, con la condición de que los
t res dados señalen un núm er o diferent e, es 6 × 5 × 4 = 120.

Colaboración de Sergio Barros 16 Preparado por Pat ricio Barros


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Est e pr incipio es sum am ent e út il par a el cálculo de gr andes núm er os, com o el
núm er o t ot al de t eléfonos con que se puede com unicar sin necesidad de m ar car
pr efij o, apr oxim adam ent e 8 × 10 6 . En pr im er lugar se puede m ar car cualquier a de
los ocho dígit os dist int os de 0 ó 1 ( que r ar a vez se usan en pr im er a posición) , en
segundo lugar se puede elegir un dígit o cualquier a ent r e los diez posibles, y así
sucesivam ent e hast a m arcar siet e dígit os. ( En realidad habría que t ener en cuent a
ot r as r est r icciones sobr e los núm er os y los lugar es que pueden ocupar , y est o
r ebaj ar ía el r esult ado a algo m enos de los 8 m illones) . Del m ism o m odo, el núm er o
de m atr ículas de aut om óvil de una pr ovincia que se pueden for m ar com binando dos
let r as seguidas de cuatr o cifr as es 26 2 × 10 4 . Si se descar tan las r epet iciones,
ent onces el núm ero posible de m at r ículas es 26 × 25 × 10 × 9 × 8 × 7.
Cuando los m áx im os dir igent es de ocho países occident ales celebr an una r eunión en
la cum br e y posan j unt os para una fot o, pueden alinear se, de

8 × 7 × 6 × 5 × 4 × 3 × 2 × 1 = 40.320

m aneras dist int as. ¿Por qué? ¿En cuánt as de est as 40.320 fot os posibles apar ecerán
j unt os el pr esident e Reagan y la pr im er a m inist r a Margar et That cher ? Par a
cont est ar a esta pr egunt a, supóngase que Reagan y That cher están m et idos en un
gr an saco de arpiller a. Los siet e obj et os de que disponem os ( los seis dir igent es
r est ant es y el saco) se pueden alinear de

7 × 6 × 5 × 4 × 3 × 2 × 1 = 5. 040 m aneras

( hem os vuelt o a usar la r egla del pr oduct o) . Est e núm er o hay que m ult iplicar lo
luego por dos, pues cuando saquem os a Reagan y a That cher del saco les podr em os
or denar de dos m aner as dist int as. Hay pues 10.080 posibles fot os dist int as en las
que Reagan y That cher salen j unt os. Por t ant o, si los ocho dir igent es se alinean al
azar, la pr obabilidad de que est os dos salgan el uno j unt o a la ot ra es
10.080/ 40.320 = 1/ 4.
En cier t a ocasión Mozar t com puso un v als en el que especificaba once posibilidades
dist int as par a cat or ce de los dieciséis com pases y dos posibilidades par a uno de los

Colaboración de Sergio Barros 17 Preparado por Pat ricio Barros


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dos r est ant es. De est e m odo el vals adm it ía 2 × 11 14 variaciones, de las cuales sólo
se ha int er pr et ado una ínfim a par t e. En una t esit ur a par ecida, el poet a fr ancés
Raym ond Queneau escr ibió un libr o t it ulado Cent m ille m illiards de poèm es que
t enía diez páginas, con un sonet o en cada una. Las páginas del libr o est aban
cor t adas de m odo que se pudier a t om ar un v er so de cada sonet o. Así, una v ez
escogido el pr im er v er so, se podía elegir independient em ent e el segundo ver so,
luego el t er cer o, et c. Queneau decía que absolut am ent e t odos los 10 1 4 sonet os
r esult ant es t enían sent ido, aunque lo m ás probable es que nadie se haya
ent r et enido en com pr obar lo.
En gener al la gent e no se hace idea del t am año que pueden llegar a t ener est as
colecciones t an apar ent em ent e or denadas. En cier t a ocasión un infor m ador
depor t iv o sugir ió en un ar t ículo a un ent r enador de béisbol que pr obara cada una de
las posibles com binaciones de los veint icinco j ugador es que for m aban su equipo
hast a dar con el 9 ideal. La suger encia adm it e m uchas int er pr et aciones, per o en
cualquier caso el núm er o de par t idos que habr ía que j ugar es t an grande que los
j ugadores habr ían m uert o m ucho ant es de que se hubieran j ugado t odos.

6 . Los he la dos de t re s sa bor e s y e l t r u co de V on N e um a nn


Las helader ías Baskin- Robbins anuncian helados de tr eint a y un sabor es dist int os. El
núm er o de helados posibles de t r es sabor es dist int os es por t ant o

31 × 30 × 29 = 26. 970;

cualquier a de los t r eint a y un sabor es puede est ar encim a, cualquier a de los t r eint a
r est ant es puede est ar en el cent r o y cualquier a de los veint inuev e r est ant es debaj o.
Si no nos im por t a el orden en que est án los sabor es del helado, sino que sólo nos
int er esa saber cuánt os posibles helados de t r es sabor es hay, div idir em os 26.970
ent re 6, con los que obt endr em os 4. 495 helados dist int os. El m ot ivo de est a división
es que hay 6 = 3 × 2 × 1 m aner as dist int as de or denar los t r es sabor es en un
helado de, por ej em plo, fr esa, vainilla y chocolat e:

FVC, FCV, VFC, VCF, CVF y CFV.

Colaboración de Sergio Barros 18 Preparado por Pat ricio Barros


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Com o la m ism a ley vale para t odos los helados de tr es sabor es, el núm er o de est os
es:

Un ej em plo m enos engor dant e lo t enem os en las m uchas lot er ías del t ipo lot o en las
que par a ganar hay que acer tar una posible com binación de seis núm er os elegidos
ent r e cuar ent a. Si el or den en que se eligen los núm er os es im por t ant e, hay

( 40 × 39 × 38 × 37 × 36 × 35) = 2.763. 633.600

m aneras dist int as de escoger los. Por el cont r ar io, si sólo nos int er esa la colección de
seis núm er os y no el orden en que se han escogido ( com o ocurr e en esas lot er ías) ,
ent onces hem os de div idir 2.763.633.600 por 720 para det er m inar el núm er o de
apuest as dist int as, y obt enem os 3.838.380. Es necesar io div idir , pues hay

720 = 6 × 5 × 4 × 3 × 2 × 1

m aneras de ordenar los seis núm er os que for m an cada apuest a.


Ot r o ej em plo, de im por t ancia considerable para los j ugador es de car tas, lo t enem os
en el núm ero de posibles m anos de póker a cinco cart as. Si el orden de las car t as es
im por t ant e, hay

52 × 51 × 50 × 49 × 48

posibles m aner as de t ener cinco car tas. Com o en el j uego no im por ta el or den,
dividir em os el pr oducto por ( 5 × 4 × 3 × 2 × 1) y obt enem os que hay 2.598.960
m anos posibles. Conociendo est e núm er o podem os calcular var ias pr obabilidades
int er esant es. La de t ener cuatr o ases, por ej em plo, es 48/ 2.598.960

Colaboración de Sergio Barros 19 Preparado por Pat ricio Barros


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( apr oxim adam ent e 1 ent r e 50.000) pues hay 48 m anos dist int as con cuatr o ases,
debido a que la quint a car t a puede ser cualquier a de las 48 r est ant es en el m azo.
Obsérvese que los núm eros obt enidos en los t r es ej em plos t ienen la m ism a for m a:

helados dist int os de t r es sabor es,

m aneras difer ent es de escoger seis núm er os de ent r e cuar ent a, y

m anos de póker dist int as. Las cant idades obt enidas de est e m odo se llam an
núm er os com binat or ios. Salen siem pr e que quer em os calcular el núm er o de
posibles colecciones de R elem ent os escogidos de ent r e N dados, sin im port ar el
or den en que hagam os la selección.
En el cálculo de pr obabilidades se puede em plear una v ar iant e de la r egla del
pr oduct o. Si dos acont ecim ient os son independient es, en el sent ido de que el
r esult ado de uno de ellos no influy e en el del ot r o, la pr obabilidad de que ocur r an
am bos a la v ez se calcula m ult iplicando las pr obabilidades de que ocur r a cada uno
de ellos por separ ado.
Por ej em plo, la pr obabilidad de que salgan dos car as al lanzar dos veces una
m oneda es

Colaboración de Sergio Barros 20 Preparado por Pat ricio Barros


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pues de los cuat r o r esult ados igualm ent e pr obables: ( cr uz, cr uz) , (cr uz, car a) ,
( cara, cr uz) y ( car a, cara) , uno de ellos es «dos car as». Por la m ism a r egla, la
pr obabilidad de que al lanzar cinco veces una m oneda salgan sólo caras es

pues uno de los t r eint a y dos r esult ados posibles e igualm ent e pr obables es que
salgan cinco caras consecut ivas.
Com o la probabilidad de que una r ulet a se par e en r oj o es 18/ 38, y com o las
dist int as t ir adas de una r ulet a son independient es, la probabilidad de que salga r ojo
cinco veces seguidas es ( 18/ 38) 5 ( est o es, 0,024 ó 2,4 % ) . Del m ism o m odo, dado
que la pr obabilidad de que alguien escogido al azar no haya nacido en j ulio es
11/ 12, y que los cum pleaños de las per sonas son independient es, la pr obabilidad de
que de ent r e doce per sonas elegidas al azar ninguna haya nacido en j ulio es
( 11/ 12) 12 ( es decir 0,352 ó 35,2% ) . El concept o de independencia de los
acont ecim ient os j uega un papel m uy im por t ant e en la t eor ía de la pr obabilidad, y
cuando se da, la r egla del pr oduct o sim plifica consider ablem ent e los cálculos.
El j ugador Ant oine De Gam baud, Chevalier de Mèr e, plant eó al filósofo y
m at em át ico francés Pascal uno de los pr oblem as m ás ant iguos de la t eor ía de la
pr obabilidad. De Gam baud quer ía saber cuál de los dos casos siguient es es m ás
pr obable: sacar por lo m enos un 6 al t ir ar cuat r o v eces un solo dado, o sacar un 12
en veint icuat r o t ir adas con dos dados. La r egla del product o aplicada a las
pr obabilidades bast a par a hallar el r esult ado si se t iene en cuent a t am bién la
pr obabilidad de que no se dé un caso es igual a 1 m enos la pr obabilidad de que sí
ocur ra ( si el r iesgo de lluvia es de un 20% , la pr obabilidad de que no lluev a es del
80% ) .
Com o la pr obabilidad de que no salga ningún 6 en una t ir ada del dado es 5/ 6, la
pr obabilidad de que no salga en ninguna de las cuat r o tir adas es ( 5/ 6) 4 . Restando
est e núm er o de 1 t endr em os la pr obabilidad de que est e caso ( ningún 6) no ocur r a,
es decir , de que salga por lo m enos un 6:

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Análogam ent e, la pr obabilidad de que por lo m enos salga un 12 en veint icuat r o


t ir adas de un par de dados r esult a ser

Un ej em plo m ás cont em por áneo del m ism o t ipo de cálculo lo t enem os en la


pr obabilidad de contr aer el SI DA por v ía het er osex ual. Se est im a que el r iesgo de
cont r aer est a enferm edad en un solo contact o het erosexual sin prot ección con un
com pañer o afect ado del SI DA es apr oxim adam ent e de uno ent r e quinient os ( est a es
la m edia de los r esult ados de cier t o núm er o de est udios) . Por t ant o, la pr obabilidad
de no cont raer lo en un solo cont act o es 499/ 500. Si, com o m uchos suponen, los
r iesgos son independient es, ent onces la pr obabilidad de no ser v íct im a al cabo de
dos cont act os es ( 499/ 500) 2 , y después de N encuent r os es ( 499/ 500) N. Com o
( 499/ 500) 34 6 es 1/ 2, el r iesgo de cont raer el SI DA llega a ser apr oxim adam ent e del
50% al cabo de un año de coit os het er osexuales diar ios sin pr ot ección, con un
por t ador de la enfer m edad.
Si se usa condón, el r iesgo de ser cont agiado en un coit o het er osexual con un
por t ador r econocido de la enfer m edad dism inuy e a uno sobr e cinco m il, y una
r elación sex ual diar ia durant e diez años con esa per sona enfer m a ( suponiendo que
est e sobr ev iv a dur ant e t odo est e t iem po) com por t ar ía un r iesgo del 50% de
cont agio. Si no se conoce el est ado de salud del com pañer o ( o com pañera) , per o se
sabe que no est á en ningún gr upo de r iesgo conocido, la pr obabilidad de cont agio
en un solo coit o es de uno sobr e cinco m illones sin usar pr eser vat ivo, y de uno
sobr e cincuent a m illones en caso cont r ar io. Es m ayor el r iesgo de m or ir en
accident e de aut om óvil al v olv er a casa después de la cit a.

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A m enudo dos par t es contr ar ias deciden un r esult ado lanzando una m oneda al air e.
Cualquier a de las dos par t es, o am bas, podr ían sospechar que la m oneda est á
car gada. Aplicando la r egla del pr oduct o, el m at em át ico John von Neum ann ideó un
t ruco que perm it e que los cont endient es usen una m oneda cargada y sin em bargo
se obt engan r esult ados lim pios.
Se t ir a dos veces la m oneda. Si salen dos car as o dos cr uces, se v uelv e a t ir ar ot ras
dos veces. Si sale car a- cr uz, gana la pr im er a par t e, y si sale cr uz- car a, gana la
segunda. La pr obabilidad de am bos r esult ados es la m ism a, aun si la m oneda est á
car gada. Por ej em plo, si sale car a el 60 por cient o de las veces y cr uz el 40 por
cient o r est ant e, la secuencia cr uz- car a t iene una pr obabilidad de salir de

0,4 × 0,6 = 0,24

y la secuencia car a- cr uz, una pr obabilidad de

0,6 × 0,4 = 0,24

Así pues, am bas par t es pueden est ar segur as de la lim pieza del r esult ado, a pesar
de que la m oneda sea defect uosa ( a no ser que se hagan otr o t ipo de t r am pas) .
Un inst r um ent o im por tant e, ínt im am ent e r elacionado con la r egla del pr oduct o y los
núm er os com binat or ios, es la dist r ibución binom ial de probabilidad. Apar ece
siem pr e que consider am os una pr ueba o procedim ient o que adm it e dos r esult ados,
llam ém osles «posit iv o» y «negat iv o», y pr et endem os conocer la pr obabilidad de que
al cabo de una ser ie de N int ent os se obt enga «posit ivo» en R de ellos. Si el 20 por
cient o de t odos los r efr escos ser v idos por una m áquina ex pendedor a se derr am an
del v aso, ¿cuál es la pr obabilidad de que en las pr óxim as diez vent as se der r am en
ex act am ent e tr es? ¿Y t r es com o m áxim o? ¿Cuál es la pr obabilidad de que en una
fam ilia de cinco hij os ex act am ent e t r es sean chicas? Si una décim a par t e de las
per sonas t ienen cier t o gr upo sanguíneo, ¿cuál es la pr obabilidad de que ent r e cien
per sonas escogidas al azar ex act am ent e ocho de ellas per t enezcan a est e gr upo
sanguíneo? ¿Y ocho com o m áxim o?

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Pasem os a r esolv er el pr oblem a de la m áquina ex pendedor a de r efr escos que


der ram a líquido en el 20 por cient o de los vasos que sir v e. La pr obabilidad de que el
vaso se desborde en los t res prim eros refrescos y no en los siet e rest ant es es,
aplicando la r egla del pr oduct o par a la pr obabilidad:

( 0,2) 3 × ( 0,8) 7

Per o hay m uchas m aneras de que sean exact am ent e tr es los vasos der ram ados en
diez vent as, y la pr obabilidad de cada una de ellas es pr ecisam ent e

( 0,2) 3 × ( 0,8) 7

Podr ía ser que sólo se ver t ier an los t r es últ im os, o sólo el cuar t o, el quint o y el
noveno, et c. Por t ant o, com o hay

m aneras dist int as de elegir t r es vasos de ent r e diez ( núm er o com binat or io) , la
pr obabilidad de que algún conj unt o de t r es v asos se vier t a es 120 × ( 0,3) 3 × ( 0,8) 7 .
Para det er m inar la pr obabilidad de que se der r am en t r es vasos com o m áxim o, se
calcula pr im er o la probabilidad de que se der r am en ex act am ent e tr es, cosa que y a
hem os hecho, y se le sum an las probabilidades de que se der ram en dos, uno y cero,
r espect iv am ent e. Est as pr obabilidades se det er m inan por el m ism o pr ocedim ient o.
Afor t unadam ent e disponem os de tablas y de buenas aproxim aciones que nos sir v en
para acor t ar est e t ipo de cálculos.

7 . Ju lio Cé sa r y t ú
Para t erm inar , dar em os ot ras dos aplicaciones de la r egla del pr oduct o, la pr im er a
un tant o depr im ent e y la segunda, esperanzadora. La pr im era es la pr obabilidad de
no sufr ir ninguna enfer m edad, accident e u ot ra desgracia de cier t a list a que
enum eraré. No m or ir en un accident e de aut om óvil es segur o en un 99 por cient o,

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m ient ras que un 98 por cient o de nosot ros se salvar á de m or ir en un accident e


dom ést ico. Tenem os una probabilidad del 95 por cient o de librar nos de una
enfer m edad pulm onar ; un 90 por cient o de la locur a; un 80 por cient o del cáncer , y
un 75 por cient o de una enferm edad del cor azón. He tom ado sólo est as cifras a
m odo de ej em plo, per o se pueden hacer estim aciones m uy pr ecisas par a una am plia
gam a de posibles calam idades. Y aunque la pr obabilidad de libr ar se de cada una de
est as enfer m edades o accident es por separ ado es alent adora, la de salv ar se de
t odas no lo es. Si suponem os que, en general, est as desgracias son independient es,
y m ult iplicam os t odas las pr obabilidades cit adas, el pr oduct o se hace en seguida
inquiet ant em ent e pequeño: la pr obabilidad de no padecer ninguna desgr acia de
est a cort a list a que he cit ado es m enor del 50 por cient o. Result a pues preocupant e
que algo tan inofensiv o com o la r egla del pr oduct o pueda int ensificar en t al m edida
nuest r a m or t alidad.
El segundo ej em plo, m ás esper anzador , t r ata de una especie de per sist encia
inm or t al. Pr im ero, apr eciado lect or , inspira profundam ent e. Supongam os que el
r elat o de Shakespear e es ex act o y que César dij o «Tú t am bién, Br ut o» ant es de
ex pir ar . ¿Cuál es la pr obabilidad de que hay as inhalado por lo m enos una de las
m oléculas que ex haló César en su últ im o suspir o? La r espuest a es
sor pr endent em ent e alt a: m ás del 99 por cient o.
Por si no m e cr ees, he supuest o que al cabo de m ás de dos m il años esas m oléculas
se han r epar t ido uniform em ent e por el m undo y que la m ay or ía aún est án libr es en
la at m ósfera. Una v ez acept adas est as hipót esis t an r azonables, el cálculo de la
pr obabilidad que nos int er esa es inm ediat o. Si hay N m oléculas de air e en la
at m ósfera, de las cuales A fuer on ex haladas por César , la probabilidad de que hayas
inhalado una de est as últ im as m olécula es A/ N. Por el cont rar io, la pr obabilidad de
que cualquier m olécula que hayas inhalado no proceda de César es 1 − A/ N. Por la
r egla del pr oduct o, si inhalas t r es m oléculas, la pr obabilidad de que ninguna de ellas
v enga de César es

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Análogam ent e, si inhalas B m oléculas, la pr obabilidad de que ninguna pr oceda de


César es apr oxim adam ent e

Por t ant o, la probabilidad del caso com plem ent ar io, que hayas inhalado al m enos
una de las m oléculas que se exhaló, es

A, B ( valen 1/ 30- ésim o de lit r o, o sea 2, 2 × 10 22 m oléculas) y N ( apr oxim adam ent e
10 44 m oléculas) t ienen valor es que hacen que est a pr obabilidad sea m ay or que
0,99. Es fascinant e que a la lar ga hayam os de ser los unos par t e de los ot r os, al
m enos en el sent ido m ínim o de est e ej em plo.

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Ca pít u lo 2
Pr oba bilida d y coin cide n cia

No es ningún m ilagr o que, en el lar go


t r anscur r ir del tiem po, m ient r as For t una
sigue su curso acá y acullá, hayan de
ocur rir espont áneam ent e num erosas
coincidencias.
Plut ar co
«Tú t am bién eres Capricornio. ¡Qué
em oción! ».

Con t en ido:
1. Algunos cum pleaños y un cum pleaños det erm inado
2. Encuent ros fort uit os
3. Un t im o bursát il
4. Valor es esperados: de los análisis de sangr e al j uego del chuck- a- luck
5. Eligiendo cónyuge
6. Las coincidencias y la ley
7. Monedas no tr ucadas y ganador es o per dedor es en el j uego de la vida
8. La racha de suer t e y el m anitas

Un hom br e que v iaj aba m ucho est aba pr eocupado por la posibilidad de que hubier a
una bom ba en su avión. Calculó la pr obabilidad de que fuer a así y , aunque est a era
baj a, no lo er a lo suficient e par a dej ar lo tr anquilo. Desde ent onces llev a siem pr e
una bom ba en la m alet a. Según él, la pr obabilidad de que haya dos bom bas a bor do
es inf init esim al.

1 . Algun os cu m ple a ñ os y un cum ple a ñ os de t er m in a do


Sigm und Freud señaló en ciert a ocasión que las coincidencias no exist en. Carl Jung
habló de los m ist er ios de la sincr onización. Y en gener al la gent e habla de ir onías

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por aquí e ir onías por allá. Tant o si las llam am os coincidencias, sincr onizaciones o
ironías, result a que son m ucho m ás frecuent es que lo que la gent e cree.
He aquí algunos ej em plos r epr esent at iv os: «¡Oh! Pues m i cuñado fue t am bién a esa
escuela, el hij o de m i am igo le cuida el césped al dir ect or , y adem ás la hij a de m i
v ecino conoce a una chica que había sido j efa de anim adoras del equipo de la
escuela». « La idea de pez ha salido en cinco ocasiones desde que ella m e ha
confesado est a m añana que le asustaba pescar en m edio del lago. Pescado para
com er , el m otivo de los peces del vest ido de Car olina, el…». Crist óbal Colón
descubr ió el Nuevo Mundo en 1492 y su com pat r iot a Enr ico Fer m i descubr ió el
nuev o m undo del át om o en 1942. «Pr im ero dij ist e que quer ías seguir le la cor r ient e
a él, per o luego dij ist e que quer ías seguir le la cor r ient e a ella. Est á clar ísim o lo que
t e pasa». La razón ent r e las alt ur as de los edificios Sear s de Chicago y Woolw or t h
de Nuev a Yor k coincide en lo que r espect a a las cuatr o pr im er as cifr as ( 1,816 fr ent e
a 1.816) con la r azón ent r e las m asas del pr ot ón y el elect r ón. Reagan y Gor bachov
fir m ar on el t r atado I NF el 8 de diciem br e de 1987, ex act am ent e siet e años después
de que John Lennon fuera asesinado.
Una de las pr incipales caract er íst icas de las per sonas anum ér icas es la t endencia a
sobr est im ar la fr ecuencia de las coincidencias. Gener alm ent e dan m ucha
im por t ancia a t odo t ipo de cor r espondencias, y, en cam bio, dan m uy poca a
evidencias est adíst icas m enos relum brant es, pero absolut am ent e concluyent es. Si
adivinan el pensam ient o de ot ra persona, o t ienen un sueño que parece que ha
ocur r ido, o leen que, pongam os por caso, la secr et ar ia del pr esident e Kennedy se
llam aba Lincoln y que la del pr esident e Lincoln se llam aba Kennedy , lo consider an
una pr ueba de cier t a ar m onía m arav illosa y m ist er iosa que rige de algún m odo su
univ er so per sonal. Pocas ex per iencias m e descorazonan m ás que encont rarm e con
alguien que parece int eligent e y abiert o, que de pront o m e pregunt a por m i signo
del zodíaco y que luego em pieza a encont r ar car act er íst icas de m i per sonalidad que
encaj an en ese signo ( independient em ent e de qué signo le haya dicho yo) .
El siguient e r esult ado, bien conocido en pr obabilidad, es una buena ilust r ación de la
sor pr endent e pr obabilidad de las coincidencias. Com o el año t iene 366 días
( incluim os el 29 de febr er o) , t endr íam os que r eunir 367 per sonas par a est ar

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segur os de que por lo m enos dos per sonas del gr upo han nacido el m ism o día. ¿Por
qué?
Ahora bien, ¿qué pasa si nos cont ent am os con t ener una cert eza de sólo el 50% ?
¿Cuánt as per sonas habr á de t ener el gr upo par a que la probabilidad de que por lo
m enos dos de ellas hay an nacido el m ism o día sea una m it ad? A pr im er a v ist a uno
dir ía que 183, la m it ad de 366. La r espuest a sor pr endent e es que sólo hacen falt a
v eint it r és. En otr as palabr as, ex act am ent e la m it ad de las veces que se r eúnen
v eint it r és per sonas elegidas al azar , dos o m ás de ellas han nacido el m ism o día.
Para aquellos lect or es que no se acaban de cr eer el r esult ado, he aquí una br ev e
deducción. Según la r egla del pr oduct o, cinco fechas dist int as se pueden elegir de
( 365 × 365 × 365 × 365 × 365) m aneras dist int as ( si se perm it en las r epet iciones) .
De est os 365 5 casos, en sólo 365 × 364 × 363 × 362 × 361 ocurr e que no hay dos
fechas r epet idas; se puede escoger en prim er lugar cualquier a de los 365 días,
cualquier a de los 364 r est ant es en segundo, y así sucesiv am ent e. Así pues,
dividiendo est e últ im o product o ( 365 × 364 × 363 × 362 × 361) ent r e 365 5 ,
t endr em os la pr obabilidad de que cinco per sonas escogidas al azar no celebr en el
cum pleaños el m ism o día. Y si r est am os est a probabilidad de 1 ( o del 100% si
t r abaj am os con por cent aj es) , t endr em os la pr obabilidad com plem ent ar ia de que al
m enos dos de las cinco per sonas hayan nacido el m ism o día. Un cálculo análogo,
t om ando 23 en vez de 5, da 1/ 2, el 50% par a la pr obabilidad de que por lo m enos
dos per sonas de ent r e 23 celebr en el cum pleaños el m ism o día.
Hace un par de años alguien t r ataba de ex plicar est o en el pr ogram a de Johnny
Car son. Est e no lo cr eyó y, com o ent r e el público del est udio había unas 120
per sonas, pr eguntó cuánt as de ellas habían nacido el m ism o día, pongam os el 19 de
m ar zo. Nadie se lev ant ó y el invit ado, que no er a m at em át ico, aduj o algo
incom pr ensible en su defensa. Lo que t endr ía que haber dicho es que hacen falt a
v eint it r és per sonas para t ener una cer t eza del 50% de que un par de ellas
com par t en algún cum pleaños, no uno concret o com o el 19 de m ar zo. Se necesit a un
gr upo m ayor , 253 personas par a ser exactos, par a t ener una segur idad del 50% de
que una de ellas celebr e su cum pleaños el 19 de m ar zo.
Vam os a deducir est o últ im o en unas pocas líneas. Com o la probabilidad de que uno
no haya nacido el 19 de m ar zo es 364/ 365, y com o los cum pleaños son

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independient es, la pr obabilidad de que dos per sonas no hay an nacido el 19 de


m ar zo es 364/ 365 × 364/ 365. Y la pr obabilidad de que N per sonas no celebr en el
cum pleaños en est e día es ( 364/ 365) N, lo que para N = 253 da apr oxim adam ent e
1/ 2. Por tant o, la pr obabilidad com plem ent ar ia de que por lo m enos una de est as
253 per sonas haya nacido el 19 de m ar zo es t am bién 1/ 2, o el 50% .
La m oralej a v uelv e a ser que m ient r as es pr obable que ocurr a algún hecho
im pr obable, lo es m ucho m enos que se dé un caso concr et o. El div ulgador
m at em át ico Mart in Gardner ilust ra la dist inción ent re acont ecim ient os genéricos y
acont ecim ient os concr et os por m edio de una r ulet a con las v eint iséis let r as del
alfabet o. Si se la hace gir ar cien v eces y se apunt a la let r a que sale cada vez, la
pr obabilidad de que salga la palabra GATO o FRÍ O es m uy baj a, per o la pr obabilidad
de que salga alguna palabra es cier t am ente alt a. Com o ya he sacado a colación el
t em a de la astr ología, el ej em plo de Gardner aplicado a las iniciales de los m eses
del año y de los planet as v iene par t icular m ent e a cuent o. Los m eses
EFMAMJJASOND nos dan JASON, y con los planet as MVTMJSUNP t enem os SUN.
¿Tiene est o alguna t rascendencia? En absolut o.
La conclusión paradój ica es que ser ía m uy im probable que los casos im pr obables no
ocur r ier an. Si no se concr et a con pr ecisión cuál es el acont ecim ient o a pr edecir ,
puede ocur r ir un suceso de tipo genér ico de m uchísim as m aneras dist int as.
En el pr óxim o capít ulo hablar em os de los cur ander os y de los t elev angelist as, per o
ahora viene a cuent o observar que sus predicciones suelen ser lo suficient em ent e
v agas com o para que la pr obabilidad de que se pr oduzca un hecho del t ipo pr edicho
sea m uy alt a. Son las pr edicciones concr et as las que r ar am ent e se hacen r ealidad.
Que un polít ico de fam a nacional v aya a som et er se a una operación de cam bio de
sex o, com o pr edecía r ecient em ent e una r ev ist a de ast r ología y par apsicología, es
consider ablem ent e m ás pr obable que el hecho de que est e polít ico sea
pr ecisam ent e Koch, el alcalde de Nuev a Yor k . Que algún t elespect ador sane de su
dolor de est óm ago por que un pr edicador t elev isivo at r aiga los sínt om as es
consider ablem ent e m ás pr obable que el hecho de que est o le ocur r a a un
espect ador det er m inado. Análogam ent e, las polít icas de segur os de am plia
cober t ura, que com pensan cualquier accident e, suelen ser a la lar ga m ás bar atas
que los segur os par a una enfer m edad o un accident e concr et os.

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2 . Encu en t r os for t uit os


Dos ex t r años, pr ocedent es de punt os opuest os de los Est ados Unidos, se sient an
j unt os en un viaj e de negocios a Milw aukee y descubr en que la m uj er de uno de
ellos est uv o en un cam po de t enis que dir igía un conocido del ot r o. Est a clase de
coincidencias es sor prendent em ent e corrient e. Si suponem os que cada uno de los
aproxim adam ent e 200 m illones de adult os que viv en en los Est ados Unidos conoce
a unas 1.500 per sonas, las cuales est án r azonablem ent e disper sas por t odo el país,
ent onces la pr obabilidad de que cada dos tengan un conocido en com ún es del uno
por cient o, y la de que est én unidos por una cadena con dos int er m ediar ios es
m ayor que el novent a y nuev e por cient o.
Podem os ent onces est ar práct icam ent e seguros, si acept am os est as suposiciones,
de que dos per sonas escogidas al azar , com o los ex t r años del v iaj e de negocios,
est ar án unidos por una cadena de dos int erm ediar ios com o m ucho. Que dur ant e su
conv er sación pasen list a de las 1.500 per sonas que conoce cada uno ( así com o de
los conocidos de estas) , y así sean conscient es de la r elación y de los dos
int er m ediar ios, es ya un asunt o m ás dudoso.
Las suposiciones en que basam os la deducción ant er ior se pueden r elaj ar un tant o.
Quizás el adult o m edio conozca m enos de 1.500 per sonas o, lo que es m ás
pr obable, la m ay or ía de la gent e que conoce viv e cer ca y no est á disper sa por t odo
el país. I ncluso en est e caso, m enos fav or able, es inesper adam ent e alt a la
pr obabilidad de que dos per sonas escogidas al azar est én unidas por una cadena de
com o m ucho dos int erm ediarios.
El psicólogo St anley Milgr im em pr endió un enfoque m ás em pír ico del problem a de
los encuent r os for t uit os. Tom ó un gr upo de per sonas escogidas al azar, dio un
docum ent o a cada m iem br o del gr upo y le asignó un «indiv iduo dest inat ar io» al que
t enía que t ransm it ir el docum ent o. Las inst rucciones eran que cada persona t enía
que m andar el docum ent o a aquel de sus conocidos que m ás pr obablem ent e
conocier a al dest inat ar io, inst r uy éndole par a que hicier a lo m ism o, hasta que el
docum ent o llegar a a su dest ino. Milgr im encont r ó que el núm er o de int er m ediar ios
iba de dos a diez, siendo cinco el núm er o m ás fr ecuent e. Aunque m enos
espect acular que el ar gum ent o probabilíst ico ant er ior , el r esult ado de Milgr im es

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m ás im pr esionant e. Apor ta bast ant e a la ex plicación de cóm o las infor m aciones


confidenciales, los r um or es y los chist es cor ren t an rápidam ent e ent re ciert a
población.
Si el dest inat ar io es un per sonaj e conocido, el núm er o de int er m ediar ios es aún
m enor , sobr e t odo si uno est á r elacionado con uno o dos per sonaj es célebr es.
¿Cuánt os int er m ediar ios hay ent r e tú y el pr esident e Reagan? Pongam os que sean
N. Ent onces el núm er o de int er m ediar ios ent r e t ú y el secr et ar io gener al Gorbachov
es m enor o igual que ( N + 1) , pues Reagan y Gorbachov se conocen. ¿Cuánt os
int er m ediar ios hay ent r e t ú y Elv is Pr esley ? Aquí t am poco pueden ser m ás de ( N +
2) , pues Reagan conoce a Nixon y est e conoció a Pr esley. La m ayor ía de las
per sonas se sorpr enden al dar se cuent a de lo cor t a que es la cadena que les une a
cualquier per sonaj e célebr e.
Cuando era est udiant e de pr im er año de univ er sidad escr ibí una car t a al filósofo y
m at em át ico inglés Ber t rand Russell, en la que le cont aba que había sido uno de m is
ídolos desde el bachiller at o y le pr eguntaba sobr e algo que él había escr it o r efer ent e
a la t eor ía de la lógica del filósofo alem án Hegel. Adem ás de cont est ar m e, incluyó la
respuest a en su aut obiografía, ent re car t as a Nehru, Jr uschov, T. S. Eliot , D. H.
Lawr ence, Ludw ig Wit t genst ein y ot r as lum br eras. Me gusta decir que el núm er o de
int er m ediar ios que m e r elaciona con esas figur as hist ór icas es una: Russell.
Ot r o pr oblem a de probabilidad sir v e par a ilust r ar lo cor r ient es que pueden llegar a
ser las coincidencias en ot ro cont ex t o. El pr oblem a se for m ula a m enudo com o
sigue: un núm er o grande de hom br es dej an sus som br er os en el guar darr opa de un
r est aurant e y el encar gado bar aj a inm ediat am ent e los núm er os de orden de los
som br er os. ¿Cuál es la pr obabilidad de que, a la salida, por lo m enos uno de los
hom br es r ecuper e su propio som br er o? Lo nat ur al es pensar que, al t rat arse de un
núm er o gr ande de hom br es, la pr obabilidad ha de ser m uy pequeña.
Sor pr endent em ent e, el 63 por cient o de las veces por lo m enos uno de los client es
r ecuper ar á su som br er o.
Plant eém oslo de ot r o m odo: si baraj am os m il sobr es con las dir ecciones escr it as en
ellos y m il car t as con las m ism as dir ecciones t am bién, y luego m et em os cada car t a
en un sobr e, la pr obabilidad de que por lo m enos una car t a vaya en el sobr e que le
cor r esponde es t am bién del 63 por cient o. O bien t óm ense dos m azos de car t as

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com plet am ent e bar aj adas y puest as boca abaj o. Si v am os dest apando las car t as de
dos en dos, una de cada m azo, ¿cuál es la pr obabilidad de que el par de car t as
coincida por lo m enos una v ez? El 63 por cient o t am bién. ( Pregunt a al m argen: ¿Por
qué sólo hace falt a bar aj ar com plet am ent e uno de los m azos?) .
El ej em plo del car t er o que ha de dist r ibuir v eint iuna car t as ent r e v eint e buzones nos
per m it ir á ilust r ar un pr incipio num ér ico que a v eces sir v e par a ex plicar la cer t eza de
un det er m inado t ipo de coincidencias. Com o 21 es m ay or que 20, puede est ar
segur o, sin necesidad de m irar pr ev iam ent e las dir ecciones, que por lo m enos uno
de los buzones t endrá m ás de una car ta. Est e pr incipio de sent ido com ún, que se
conoce a veces com o pr incipio del casiller o o de los caj ones de Dir ichlet , puede
ser v ir a v eces para llegar a conclusiones que no son t an obvias.
Ya lo hem os em pleado m ás ar r iba al afir m ar que si t enem os 367 per sonas j unt as
podem os est ar segur os de que por lo m enos dos de ellas han nacido en el m ism o
día del año. Más int er esant e es el hecho de que, de ent r e los habit ant es de
Filadelfia, hay por lo m enos dos con el m ism o núm ero de cabellos. Consider em os
t odos los núm eros hast a 500.000, cant idad que se t om a generalm ent e com o cot a
super ior del núm er o de cabellos de una per sona, e im aginem os que num er am os
m edio m illón de buzones con dichos núm eros. I m aginem os t am bién que cada uno
de los 2,2 m illones de habit ant es de Filadelfia es una car t a que hay que deposit ar
en el buzón num er ado con el núm er o de cabellos de esa per sona. Así, si el alcalde
Wilson Goode t iene 223.569 cabellos, ser á deposit ado en el buzón corr espondient e
a dicho núm er o.
Com o 2. 200.000 es considerablem ent e m ayor que 500.000, podem os estar seguros
de que por lo m enos dos per sonas t ienen el m ism o núm er o de cabellos; est o es,
que alguno de los buzones r ecibir á por lo m enos dos habit ant es de Filadelfia. ( De
hecho, podem os estar segur os de que por lo m enos cinco habit ant es de Filadelfia
t ienen el m ism o núm er o de cabellos. ¿Por qué?) .

3 . Un t im o bu r sá t il
Los asesor es de bolsa están en t odas par tes y es m uy pr obable encont r ar alguno
que diga cualquier cosa que uno est é dispuest o a oír . Nor m alm ent e son enér gicos,
par ecen m uy ex per t os y hablan una ext raña j er ga de opciones de com pra y de

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vent a, cupones de cer o y cosas por el est ilo. A la luz de m i hum ilde exper iencia, la
m ay or ía no t iene m ucha idea de lo que est á hablando, per o cabe esper ar que
algunos sí.
Si dur ant e seis sem anas seguidas r ecibier as por cor r eo las pr edicciones de un
asesor de bolsa acer ca de cier t o índice del m er cado de valor es y las seis fuer an
acer t adas, ¿est ar ías dispuest o a pagar por r ecibir la sépt im a pr edicción? Supón que
est ás r ealm ent e int er esado en hacer una inv er sión y t am bién que t e han plant eado
la pr egunt a ant es de la cr isis del 19 de oct ubr e de 1987. Si est uvier as dispuest o a
pagar por esa pr edicción ( y si no, t am bién) , piensa en el siguient e t im o.
Uno que se hace pasar por asesor financier o im pr im e un logot ipo en papel de luj o y
envía 32.000 car tas a otr os tant os inver sor es pot enciales en un cier t o v alor de la
bolsa. Las car tas hablan del elabor ado sistem a infor m át ico de su com pañía, de su
ex per iencia financier a y de sus cont act os. En 16.000 de las car t as pr edice que las
acciones subir án y, en las ot r as 16.000, que baj arán. Tant o si suben las acciones
com o si baj an, envía una segunda car t a per o sólo a las 16.000 per sonas que
r ecibier on la «pr edicción» corr ect a. En 8.000 de ellas, se pr edice un alza par a la
sem ana siguient e, y en las 8.000 r estant es, una caída. Ocur ra lo que ocurr a, 8.000
per sonas habr án r ecibido y a dos pr edicciones acer t adas. Manda una t er cer a tanda
de car t as, ahor a sólo a est as 8.000 per sonas, con una nuev a pr edicción de la
ev olución del v alor para la sem ana siguient e: 4.000 pr edicen un alza y 4.000 una
caída. Pase lo que pase, 4.000 personas habr án r ecibido t r es pr edicciones acer t adas
seguidas.
Sigue así unas cuant as veces m ás, hast a que 500 per sonas han r ecibido seis
«pr edicciones» cor r ect as seguidas. En la siguient e car t a se les r ecuer da est o y se
les dice que par a seguir r ecibiendo una infor m ación tan valiosa por sépt im a v ez
habrán de apor t ar 500 dólar es. Si t odos pagan, nuest r o asesor les saca 250.000
dólar es. Si se hace est o a sabiendas y con int ención de defr audar , es un t im o ilegal.
Y sin em bar go, se acept a si lo hacen involunt ar iam ent e unos edit or es ser ios per o
ignor ant es de bolet ines infor m at iv os sobr e la bolsa, los curander os o los
t elev angelist as. El pur o azar siem pr e dej a lugar a una cant idad suficient e de
acier t os que per m it en j ust ificar casi cualquier cosa a alguien pr edispuest o a cr eer.

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Un problem a t ot alm ent e dist int o es el que t iene com o ej em plo los pronóst icos
bur sát iles y las ex plicaciones fant ást icas del éx it o en la bolsa. Com o sus form at os
son m uy var iados y a m enudo result an incom par ables y m uy num erosos, la gent e
no puede seguir los t odos. Gener alm ent e, aquellas per sonas que pr ueban suer t e y
no les sale bien no air ean su ex per iencia. Per o siem pr e hay algunas per sonas a las
que les v a m uy bien. Est as har án una sonor a propaganda de la eficacia del sist em a
que han seguido, sea cual fuer e est e. Ot r os harán pr ont o lo m ism o y nacer á una
m oda pasaj er a que m edr ar á durant e una t em por ada a pesar de car ecer de
fundam ent o.
Hay una t endencia gener al m uy fuer t e a olv idar los fracasos y concent r ar se en los
éx it os y los acier t os. Los casinos abonan est a t endencia haciendo que cada vez que
alguien gana un cuar t o de dólar en una m áquina tr agaper ras, par padeen las
lucecit as y la m oneda t int inee en la bandej a de m et al. Con t ant a lucecit a y t ant o
t int ineo, no es difícil llegar a cr eer que t odo el m undo est á ganando. Las pérdidas y
los fr acasos son silenciosos. Lo m ism o vale par a los t an cacar eados éxit os
financier os fr ent e a los que se ar r uinan de m anera r elat iv am ent e silenciosa j ugando
a la bolsa, y t am bién par a el cur ander o que gana fam a con cualquier m ej or ía
for t uit a, per o niega cualquier r esponsabilidad si, por ej em plo, at iende a un ciego y
est e se queda coj o.
Est e fenóm eno de filt r ado est á m uy ex t endido y se m anifiest a de m uchas m aner as
dist int as. Par a casi cualquier m agnit ud que uno elij a, el v alor m edio de una gran
colección de m edidas es apr oxim adam ente el m ism o que el v alor m edio de un
pequeño conj unt o, y en cam bio el valor ext rem o de un conj unt o gr ande es
consider ablem ent e m ás ext r em o que el de una colección pequeña. Por ej em plo, el
niv el m edio de agua de cier t o r ío t om ado sobr e un per íodo de veint icinco años es,
aproxim adam ent e, el m ism o que el nivel m edio en un per íodo de un año, pero
segur o que la peor r iada habida en el int er v alo de v eint icinco años ser á m ás int ensa
que la que haya habido en el per íodo de un año. El cient ífico m edio de la pequeña
Bélgica ser á com par able al cient ífico m edio de los Est ados Unidos, aún cuando el
m ej or cient ífico nor t eam er icano será, en gener al, m ej or que el belga ( aquí no
hem os t enido en cuent a fact or es que evident em ent e com plican el problem a, com o
t am poco cuest iones de definición) .

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¿Y qué? Com o la gent e sólo suele pr est ar at ención a los v encedor es y a los casos
ex t r em os, y a sea en depor t es, ar t es o ciencias, siem pr e hay una t endencia a
denigr ar a las figuras de hoy en día, tant o depor t iv as com o ar t íst icas o cient íficas,
com parándolas con los casos ex t raordinar ios. Una consecuencia de ello es que las
not icias int er nacionales acost um bran a ser peor es que las nacionales, que a su v ez
son peor es que las est at ales, las cuales son, por la m ism a r egla, peor es que las
locales, que en últ im a inst ancia son peor es que las del ent or no par t icular de cada
uno. Los super v iv ient es locales de la t r agedia acaban invar iablem ent e diciendo en
t elev isión algo así com o: «No puedo ent ender lo. Nunca había ocurr ido nada
par ecido por aquí».
Y una opinión par a acabar. Ant es de la r adio, la t elev isión y el cine, los m úsicos, los
at let as, et cét er a, podían hacer se un público local de leales, pues er an lo m ej or que
la m ay or ía de esas per sonas iba a v er en su vida. Los públicos de ahora nunca
quedan sat isfechos de las figur as locales, ni siquier a en las zonas r urales, y ex igen
t alent os de pr im er a línea. Se puede decir en est e sent ido que, con los grandes
m edios de com unicación, los públicos han salido ganando, y los ar t ist as per diendo.

4 . Va lor e s e sper a dos: de los an á lisis de sa n gre a l j ue go de l ch u ck - a - lu ck


Aunque lo m ás llam at ivo sean los valor es ext r em os y las coincidencias, lo que suele
pr opor cionar m ás infor m ación son los v alores m edios o los valor es «esperados». El
v alor esperado de una cant idad es la m edia de los valor es que t om a, pesados según
sus pr obabilidades r espect iv as. Por ej em plo, si 1/ 4 de las veces la cant idad v ale 2,
1/ 3 vale 6, ot r o 1/ 3 de las veces vale 15 y el 1/ 12 r est ant e vale 54, el valor
esper ado de dicha m agnit ud es 12. En efect o,

Consider em os a m odo de ilust r ación el caso de una com pañía de segur os


dom ést icos. Supongam os que t iene m ot iv os par a pensar que, en pr om edio, cada
año una de cada 10.000 pólizas t er m inar á en una r eclam ación de 200.000 dólar es;
una de cada m il, en una r eclam ación de 50.000 dólar es; una de cada cincuent a, en

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una r eclam ación de 2.000 dólar es, y que el r est o no dar á lugar a r eclam ación, est o
es, 0 dólar es. A la com pañía de segur os le int er esar ía saber cuál es el gast o m edio
por cada póliza suscr it a. La r espuest a nos la da el v alor esperado, que en est e caso
es

El pr em io esper ado de una m áquina t r agaper ras se calcula de m odo análogo. Se


m ult iplica cada pr em io por la probabilidad de que salga y se sum an t odos los
pr oduct os par a obt ener el valor m edio o pr em io esper ado. Por ej em plo, si sacar
cer ezas en los t r es m ar cador es se paga a 80 dólar es y la pr obabilidad de que est o
ocurra es de ( 1/ 20) 3 ( supongam os que hay v eint e figur as dist int as en cada
m ar cador y que sólo una de ellas es una cer eza) , m ult iplicar em os los 80 dólar es por
( 1/ 20) 3 y sum ar em os el r esult ado a los pr oduct os análogos obt enidos con los ot r os
pr em ios y sus r espect iv as pr obabilidades (consider ar em os que una pér dida es un
pr em io negat iv o) .
Y un ej em plo que no es n i m ucho m enos t an baladí. Consider em os una clínica que
analiza sangr e en busca de una enfer m edad que se sabe afect a a una per sona de
cada cien. Los pacient es acuden a la clínica en gr upos de cincuent a y el dir ect or se
pr egunt a si en vez de analizar la sangr e de cada uno por separ ado no le saldr ía m ás
a cuent a m ezclar las cincuent a m uest ras y analizar el conj unt o. Si la m uest r a t ot al
da negat iv o, podr ía declarar sanos a los cincuent a, y en caso cont r ar io habr ía de
analizar la sangr e de cada m iem br o del gr upo por separ ado. ¿Cuál es el núm er o
esper ado de análisis que habr ía que r ealizar en caso que se decidier a adopt ar est e
pr ocedim ient o?
El dir ect or habrá de r ealizar o bien un análisis ( si la m uest ra m ezcla da negat iv o) o
cincuent a y uno ( si da posit iv o) . La pr obabilidad de que una per sona est é sana es
99/ 100, y por t ant o la pr obabilidad de que lo est én las cincuent a que com ponen el
gr upo es ( 99/ 100) 50 . Así pues, la pr obabilidad de que haya de r ealizar un solo
análisis es ( 99/ 100) 50 . Por ot r a par t e, la pr obabilidad de que por lo m enos una

Colaboración de Sergio Barros 37 Preparado por Pat ricio Barros


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per sona padezca la enferm edad es la pr obabilidad com plem ent ar ia [1 −


( 99/ 100) 50 ] , y est a es t am bién la pr obabilidad de que haya que r ealizar cincuent a y
un análisis. Por t ant o, el núm er o esperado de análisis necesar ios es ( 1 análisis ×
( 99/ 100) 50 ) + ( 51 análisis × [ 1−( 99/ 100) 50 ] ) = apr oxim adam ent e 21 análisis.
Si el núm er o de per sonas que ha de pasar el análisis de sangr e es gr ande, ser á una
sabia decisión por par t e del dir ect or t om ar una par t e de cada m uest r a, m ezclar la y
analizar pr im er o la m uest ra m ezcla. Y si hace falt a, analizar á luego por separ ado los
r est os de las cincuent a m uest r as. En prom edio, est e pr ocedim ient o har á que bast en
v eint iún análisis por cada cincuent a per sonas.
Ent ender bien el significado del v alor esperado es út il en el análisis de la m ay or ía de
j uegos de casino, así com o del no t an conocido j uego del chuck- a- luck , que se j uega
en los car nav ales del Medio Oest e e I nglat er r a.
La ex plicación del chuck- a- luck que se da par a at raer a la gent e puede ser m uy
per suasiv a. El que apuest a elige un núm er o de 1 a 6 y el encar gado lanza tr es
dados. Si el núm er o elegido sale en los t r es dados, el j ugador cobr a 3 dólar es; si
sale en dos de los dados, cobra 2 dólar es y si sale en uno de los t r es dados, sólo
cobra 1 dólar. Únicam ent e en el caso de que el núm er o escogido no salga en
ninguno de los dados t endrá que pagar el j ugador, y sólo 1 dólar . Con t r es dados
dist int os, el apost ador t iene t r es posibilidades a su fav or ; adem ás, a v eces gana
m ás de 1 dólar, que es lo m áxim o que puede perder cada vez.
Com o dir ía Joan Riv er s: «¿Podem os calcular lo?». ( Si no t ienes m uchas ganas de
calcular , sált at e lo que queda hast a el final de la sección) . Est á clar o que la
pr obabilidad de ganar es independient e del núm er o escogido. Así pues, para
concr et ar, supongam os que el j ugador elige siem pr e el núm er o 4. Com o los dados
son independient es, la pr obabilidad de que salga 4 en los t r es dados es 1/ 6 × 1/ 6 ×
1/ 6 = 1/ 216. Por tant o, apr oxim adam ent e 1/ 216 de las veces el j ugador ganar á 3
dólar es.
La pr obabilidad de que salga 4 en dos de los dados es un poco m ás difícil de
calcular , a no ser que se use la dist r ibución binom ial de probabilidad de la que
hablam os en el Capít ulo 1, y que volver é a deducir en el cont exto que nos ocupa.
Que salga un 4 en dos de los t r es dados puede ocur r ir de tr es m aneras dist int as y
m ut uam ent e excluyent es: X44, 4X4 ó 44X, donde la X significa «no 4». La

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pr obabilidad del pr im er o es 5/ 6 × 1/ 6 × 1/ 6 = 5/ 216. El m ism o r esult ado vale par a


los ot r os dos m odos r est ant es. La sum a, 15/ 216, nos da la pr obabilidad de que
salga 4 en dos de los t r es dados, la cual nos da a su vez la probabilidad de que el
apostador gane 2 dólar es.
La probabilidad de sacar un 4 ent r e los t r es dados se calcula de m odo análogo,
descom poniendo el suceso en los t res m odos m ut uam ent e excluyent es en los que
est e puede ocurr ir . La pr obabilidad de que salga 4XX es 1/ 6 × 5/ 6 × 5/ 6 = 25/ 216,
y est a es t am bién la pr obabilidad de que salga X4X ó XX4. Sum ándolas nos da
75/ 216 com o pr obabilidad de sacar ex act am ent e un 4 ent r e los t r es dados, est o es,
la pr obabilidad de ganar 1 dólar. Para hallar la pr obabilidad de que al t ir ar los dados
no salga ningún cuat r o, buscam os cuánta pr obabilidad queda. Es decir , r est am os
( 1/ 216 + 15/ 216 + 75/ 216) de 1 ( ó 100% ) , y obt enem os 125/ 216. Por tant o, de
cada 216 j ugadas al chuck- a- luck, el j ugador pier de 1 dólar en 125 de ellas.
El v alor esper ado de las ganancias es pues

con lo que, en pr om edio, el j ugador pierde ocho cent av os en cada j ugada de ese
j uego t an pr om et edor .

5 . Eligien do cón y u ge
Hay dos m aneras de enfocar el am or : con el cor azón y con la cabeza. Por separ ado,
ninguno de los dos da buenos result ados, pero j unt os… t am poco funcionan
dem asiado bien. Sin em bar go, si se em plean am bos a la v ez, quizá las
pr obabilidades de éx it o sean m ayor es. Es m uy posible que, al r ecor dar am or es
pasados, alguien que enfoque sus r om ances con el cor azón se lam ent e de las
opor t unidades perdidas y que piense que nunca j am ás volv er á a am ar así. Ot ra
per sona m ás pr áct ica, que se decida por un enfoque m ás r ealist a, seguram ent e
est ar á int er esada por el siguient e r esult ado pr obabilíst ico.

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Nuest r o m odelo supone que nuest r a pr otagonist a —a la que llam ar em os Mar ía—
t iene buenas r azones para pensar que se encont r ará con N pot enciales cónyuges
m ient r as est é en edad núbil. Par a algunas m uj er es N pueden ser dos, y par a ot ras,
doscient os. La pr egunt a que se plant ea Mar ía es: ¿Cuándo habr ía de aceptar al
señor X y r enunciar a los ot r os pr et endient es que vinier an después, aunque alguno
de est os quizá fuer a «m ej or» que él? Supondr em os que los va conociendo de uno
en uno, valor a la conveniencia r elat iva de cada uno de ellos y que, una vez que ha
r echazado a uno, lo pier de para siem pr e.
Para concr et ar m ás, supongam os que Mar ía ha conocido y a a seis hom br es y que
los ha clasificado así: 3 5 1 6 2 4. Es decir , de los seis hom br es, el pr im er o que
conoció ocupa el t er cer lugar en el orden de pr efer encia, el segundo en aparecer
ocupa el quint o lugar, pr efier e el t er cer o a t odos los dem ás, et c. Si ahor a r esult a
que el sépt im o de los hom br es que conoce es m ej or que t odos los dem ás ex cept o
su fav or it o, m odificará así la clasificación: 4 6 1 7 3 5 2. Después de cada hom br e,
Mar ía r eor dena la clasificación r elat iv a de sus pr et endient es y se pr egunt a qué r egla
habr ía de seguir para m axim izar la pr obabilidad de escoger al m ej or de los N
pr et endient es que esper a t ener .
En la obt ención del m ej or sist em a se em plea la idea de pr obabilidad condicional
( que pr esent ar em os en el pr óxim o capít ulo) y t am bién hay que calcular un poco. El
sist em a en sí, no obst ant e, se describe m uy fácilm ent e. Direm os que un
pr et endient e es un novio si es m ej or que todos los candidat os ant er ior es. Mar ía
deber ía r echazar aproxim adam ent e el pr im er 37% de los candidat os que
pr obablem ent e vay a a conocer y luego acept ar al pr im er nov io que le salga de ent r e
los pr et endient es post er ior es ( si es que le sale alguno, clar o) .
Supongam os, por ej em plo, que Mar ía no es dem asiado atr act iv a y que
pr obablem ent e sólo espera encontr ar se con cuatr o pr et endient es. Supongam os
adem ás que est os pueden llegar en cualquier a de las veint icuat r o or denaciones
posibles ( 24 = 4 × 3 × 2 × 1) .
Com o el 37 por cient o est á ent r e el 25 por cient o y el 50 por cient o, en est e caso el
sist em a es un t ant o am biguo, pero las dos m ej or es est rat egias son las siguient es:
A) dej ar pasar al pr im er candidat o ( el 25 por cient o de N = 4) y acept ar al pr im er
nov io que llegue después; y B) dej ar pasar a los dos pr im er os candidat os ( el 50 por

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cient o de N = 4) y acept ar al pr im er novio que venga luego. Si sigue el sist em a A,


Mar ía elegir á al m ej or pr et endient e en once de los veint icuat r o casos, m ient r as que
si sigue la est r at egia B, acer t ar á en diez de los veint icuat r o casos.
A cont inuación m ost ram os una list a de los veint icuat r o, casos posibles de est e
ej em plo. En cada secuencia el núm er o 1 r epr esent a el pr et endient e que Mar ía
pr efer ir ía, el núm er o 2 el que elegir ía en segundo lugar , et c. De m odo que la
or denación 3 2 1 4 indica que pr im er o se encuent r a el t er cer o en or den de
pr efer encia, luego el segundo, después su pr efer ido y finalm ent e el que m enos le
gust a de t odos. Cada or denación est á indicada con una A o una B par a dist inguir
aquellos casos en los que est as est r at egias t endr ían éx it o y la llev ar ían a elegir a su
pr efer ido.

1234 — 1243 — 13 24 — 1342 — 1 423 — 1 432 — 2134 ( A) — 2143 ( A) — 2314 ( A,


B) — 2341 ( A, B) — 2413 ( A, B) — 2431 ( A, B) — 3124 ( A) — 3142( A) — 3214 ( B)
— 3241 ( B) — 3412 ( A, B) — 3421 — 4123 ( A) — 4132 ( A) — 4213 ( B) — 4231 ( B)
— 4312 ( B) — 4321

Si Mar ía es m uy atr act iv a y puede pensar que t endrá v eint icinco pr et endient es, su
m ej or est rat egia ser ía t am bién r echazar a los nuev e pr im er os ( el 37 por cient o de
25) y quedar se con el pr im er nov io que conozca después. Podr íam os com pr obar lo
t am bién dir ect am ent e, t abulando com o antes t odos los casos posibles, per o la t abla
r esult ant e ser ía inm anej able y m ás vale acept ar la dem ostración gener al. ( Huelga
decir que vale el m ism o análisis si la per sona que busca cónyuge es un Juan en vez
de una Mar ía) .
Para gr andes v alor es de N, la pr obabilidad de que aplicando est a r egla del 37 por
cient o Mar ía encuent r e a su hom br e ideal, es t am bién aproxim adam ent e del 37 por
cient o. Luego viene lo m ás difícil: v iv ir con el hom br e ideal. Hay ot r as v ar iant es de
est e m ism o m odelo que incluy en ot r os condicionant es, r azonables desde el punt o de
vist a rom ánt ico.

6 . La s coin cide n cia s y la ley

Colaboración de Sergio Barros 41 Preparado por Pat ricio Barros


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En 1964 una m uj er r ubia peinada con una cola de caballo r obó el bolso a otr a m uj er
en Los Ángeles. La ladr ona huy ó a pie, per o post er iorm ent e alguien la r econoció
cuando m ont aba en un coche am ar illo conducido por un negr o con bar ba y bigot e.
Las invest igaciones de la policía acabar on por encont rar a una m uj er r ubia con cola
de caballo que r egular m ent e fr ecuent aba la com pañía de un negr o de bar ba y
bigot e que t enía un coche am arillo. No había ninguna pr ueba fehacient e que
r elacionar a a la par ej a con el delit o, ni t est igos que pudier an ident ificar a ninguno
de los dos. Se est aba de acuerdo, no obst ant e, en los hechos cit ados.
El fiscal basó sus conclusiones en que, com o la pr obabilidad de que t al par ej a
ex ist ier a er a t an baj a, la invest igación de la policía t enía que haber dado con los
v er dader os culpables. Asignó las siguient es pr obabilidades a las caract er íst icas en
cuest ión: coche am ar illo: 1/ 10; hom br e con bigot e: 1/ 4; m uj er con cola de caballo:
1/ 10; m uj er r ubia: 1/ 3; hom br e negr o con bar ba: 1/ 10; par ej a int er r acial en un
coche: 1/ 1.000. El fiscal ar guyó que com o est as car act er íst icas er an
independient es, la pr obabilidad de que t odas ellas concur r ier an en una par ej a
elegida al azar había de ser: 1/ 10 × 1/ 4 × 1/ 10 × 1/ 3 × 1/ 10 × 1/ 1. 000 =
1/ 12.000.000, un núm er o t an pequeño que la par ej a había de ser culpable. El
j urado les condenó.
Los condenados r ecurr ier on ant e el Tr ibunal Supr em o de Califor nia, que anuló la
sent encia sobr e la base de ot ro razonam ient o pr obabilíst ico. El abogado defensor de
la par ej a arguyó que 1/ 12.000.000 no er a la pr obabilidad que había que considerar .
En una ciudad de las dim ensiones de Los Ángeles, con unos 2.000.000 de par ej as,
no er a tan im probable, sost enía, que hubier a m ás de una que r eunier a t odas las
caract er íst icas m encionadas, dado que y a había por lo m enos una par ej a: la
condenada. Basándose en la dist r ibución binom ial de pr obabilidad y en el
1/ 12.000.000, se puede calcular dicha probabilidad, que r esult a ser de
aproxim adam ent e el 8 por cient o, que, aunque pequeña, per m it e un m argen de
duda r azonable. El Tr ibunal Supr em o de Califor nia acept ó la ar gum ent ación del
abogado y r ev ocó la sent encia ant er ior .
I ndependient em ent e de las dudas que uno pueda t ener con r espect o a cóm o se
obt uvo la cifr a de 12.000.000, la r ar eza por sí m ism a no pr ueba nada. Cuando le
dan a uno una m ano de br idge de tr ece car t as, la pr obabilidad de que le den

Colaboración de Sergio Barros 42 Preparado por Pat ricio Barros


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pr ecisam ent e esa m ano concret a es m enor que una seiscient os m il m illonésim a. Y a
pesar de ello, ser á absurdo que, después de r ecoger las t r ece car t as, esa per sona
las ex am ine det enidam ent e, calcule que la pr obabilidad de t ener pr ecisam ent e esas
t rece cart as es m enor que una seiscient os m il m illonésim a y concluya que no puede
ser que le hayan dado pr ecisam ent e esa m ano porque es m uy im probable que est o
ocur ra.
En det er m inados cont ex t os, la im probabilidad es algo que no sor pr ende. Cada m ano
de br idge es m uy im pr obable. Tam bién lo son las m anos de póker y los billet es de
lot er ía. En el caso de la par ej a califor niana, la im pr obabilidad es m ás significat iv a.
Sin em bar go, el r azonam ient o corr ect o es el de su abogado defensor.
Y a propósit o, si las 3.838.380 m aner as de escoger seis núm er os de ent r e cuar ent a
son t odas igualm ent e probables ¿cóm o es que la m ay or ía de la gent e pr efier e un
billet e de lot er ía con la com binación 2 13 17 20 29 36 a ot r o con la com binación 1 2
3 4 5 6? Est a es, m e parece, una pregunt a bast ant e int eresant e.
La siguient e anom alía depor t iv a t iene t am bién im plicaciones legales. Consider em os
dos j ugador es de béisbol, Babe Rut h y Lou Gehr ig, pongam os por caso. Dur ant e la
pr im er a m it ad de la t em por ada, Babe Rut h t iene en el bat eo una m edia de acier t os
m ay or que Lou Gehr ig. Y en la segunda m it ad de la t em porada v uelv e a ocurr ir lo
m ism o. Per o consider ando la t em porada ent er a, ocurr e que el pr om edio de acier t os
de Lou Gehr ig es m ej or que el de Babe Rut h. ¿Puede ser cier t o? A pr im er a v ist a
par ece com o si t al sit uación fuer a t ot alm ent e im posible, aunque el m er o hecho de
haber plant eado la pr egunt a pueda de por sí desper t ar algunas dudas.
Lo que podr ía haber ocur r ido es que dur ante la pr im er a m it ad de la t em por ada Babe
Rut h t uv ier a una m edia de acier t os de 0,300 y Lou Gehr ig de sólo 0,290, per o que
Rut h hubiera bat eado doscient as veces y Gehrig sólo cien. Mient ras que en la
segunda m it ad de la t em por ada las m edias de acier t os fuer an 0,400 par a Rut h y
sólo 0,390 par a Gehr ig, pero que Rut h hubier a salido a bat ear sólo cien veces y
Gehr ig, doscient as. El r esult ado global par a t oda la t em por ada ser ía un pr om edio de
acier t os de 0,357 de Gehr ig fr ent e a 0,333 de Rut h. La m or alej a es que no se
pueden sacar pr om edios de pr om edios.
Hace ya unos años hubo un caso int eresantísim o de discrim inación en California que
pr esent aba la m ism a est r uct ur a for m al que est e pr oblem a de los pr om edios de

Colaboración de Sergio Barros 43 Preparado por Pat ricio Barros


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bat eo. En vist a de la propor ción de m uj er es en el t er cer ciclo de una gr an


univ er sidad, algunas plant ear on un lit igio r eclam ando que habían r ecibido un t r ato
discr im inat or io por par t e de la univ er sidad. Cuando los adm inist r ador es int ent ar on
det er m inar qué depar tam ent os er an los m ás culpables, encont r ar on que en t odos
ellos el por cent aj e de adm it idas ent r e las aspir ant es fem eninas era m ayor que el de
adm it idos ent r e los aspir ant es m asculinos. Sin em bar go, las m uj er es se
pr esent aban en cant idades despr opor cionadam ent e gr andes a depar tam ent os com o
lit er at ur a y psicología, que sólo adm it ían un r educido por cent aj e de los candidat os,
m ient r as que los hom br es se pr esent aban en gr an núm er o a depar t am ent os com o
m at em át icas e ingenier ía, que adm it ían un por cent aj e de candidat os m ucho m ay or.
El pat r ón de adm isión de los hom br es er a sem ej ante al pat r ón de bat eo de Gehr ig
que salió a bat ear m ás a m enudo en la segunda m it ad de la t em por ada, en la que
acer t ar r esult ó m ás fácil.
Ot ro problem a en el que la int uición nos engaña, y en el que t am bién int ervienen
pr obabilidades apar ent em ent e despr opor cionadas, es el de un hom br e de Nuev a
Yor k que t iene una novia en el Bronx y ot ra en Brooklyn. Sient e el m ism o cariño por
am bas y por t ant o le da lo m ism o t om ar el m et r o hacia el Br onx que en sent ido
cont r ar io, hacia Br ookly n. Com o dur ant e t odo el día pasan t r enes en am bas
dir ecciones, esper a que el m et r o decida a cuál de las dos v isit ar á, y t om a siem pr e el
pr im er t r en que pasa. Per o al cabo de un t iem po, la novia de Br ookly n, que est á
enam orada de él, em pieza a quej arse de que sólo ha acudido a una cuar t a par t e de
las cit as, m ient r as que la nov ia del Br onx , que se ha em pezado a har t ar de él,
em pieza a quej ar se de que se ha pr esentado en t r es cuar tas par t es de sus cit as.
Apar t e de ser novat o, ¿cuál es el pr oblem a de est e hom br e?
La respuest a es sencilla y viene a cont inuación, de m odo que si quieres pensar un
poco no sigas leyendo. El hecho de que los viaj es al Br onx sean m ás fr ecuent es se
debe a la for m a par t icular del hor ar io de t r enes. Aunque pasen tr enes cada v eint e
m inut os en am bas dir ecciones, el hor ar io podr ía ser m ás o m enos com o sigue: t r en
al Br onx, 7: 00; t r en a Br ooklyn, 7: 05; t r en al Br onx, 7: 20; t r en a Br ooklyn, 7: 25;
et c. El int er valo ent r e cada tr en de Br ooklyn y el siguient e t r en del Br onx es de
quince m inut os, t r es veces m ás largo que el int ervalo de cinco m inut os ent re cada

Colaboración de Sergio Barros 44 Preparado por Pat ricio Barros


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t r en del Br onx y el siguient e a Br ookly n. Est o ex plica por qué se pr esent a a t r es


cuar t as par t es de las cit as del Br onx y sólo a una cuar t a par t e de las de Br ookly n.
Hay un sinfín de ot ras rar ezas sem ej antes que se der iv an de nuest ros m odos
conv encionales de m edir , ex pr esar y com parar cant idades per iódicas, t ant o si se
t r at a del cash flow de un gobier no com o de las fluct uaciones diar ias de la
t em per at ur a cor por al.

7 . M on e da s no t ru ca da s y gan a dor e s o pe r de dore s e n e l j ue go de la v ida


I m aginem os que t ir am os una m oneda al air e v ar ias veces seguidas y obt enem os
una sucesión de caras ( C) y cruces ( c) , por ej em plo:

CCcCccCCcCcccCccCCCcCccCCcCCccCcCCccCCcCcCCCCcCCCcc

Si la m oneda no est á t r ucada, en esas sucesiones ocur r e una ser ie de cosas


v er dader am ent e r aras. Por ej em plo, si se est á al tanto de la propor ción de las veces
en que el núm er o de caras es m ay or que el de cr uces, se obser v a con sor pr esa que
r aras veces es cer cana a la m it ad.
I m aginem os a dos j ugador es, Pedr o y Pablo, que j uegan a cara o cr uz, t ir ando una
m oneda al air e una v ez por día. En un m om ent o dado, dir em os que Pedro v a
ganando si hast a aquel m om ent o han salido m ás car as que cr uces, y en caso
cont r ar io es Pablo quien va ganando. En cualquier m om ent o, t ant o Pedr o com o
Pablo t ienen la m ism a pr obabilidad de ir ganando, per o sea quien sea el que v aya
ganando, est e es el que t iene m ayor pr obabilidad de haber est ado ganando m ás
r at o. Si han t ir ado la m oneda cien veces y acaba ganando Pedro ¡es
consider ablem ent e m ay or la pr obabilidad de que est e hay a est ado por delant e m ás
del 90 por cient o del t iem po, pongam os, que la de que lo haya est ado ent r e el 45 y
el 55 por cient o! Y análogam ent e, si acaba ganando Pablo, la pr obabilidad de que
est e haya est ado ganando m ás del 96 por cient o del t iem po es m ucho m enor que la
de que lo haya est ado ent r e el 48 y el 52 por cient o.
Quizás est e r esult ado sea tan contr ar io a la int uición por que la m ay or ía de la gent e
suele pensar com o si las desviaciones de la m edia est uvier an at adas a una banda
elást ica, de m odo que, cuant o m ay or fuer a la desviación, m ay or ser ía la fuer za

Colaboración de Sergio Barros 45 Preparado por Pat ricio Barros


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r ecuper adora que t endiese a r estaurar la m edia. La cr eencia er r ónea de que el


hecho de que hay an salido var ias caras seguidas hace m ás pr obable que la próxim a
v ez salga cr uz se conoce com o «sofism a del j ugador» ( las m ism as ideas valen par a
la r ulet a y los dados) .
La m oneda no sabe nada, no obst ant e, de m edias ni de bandas elást icas, y si ha
salido car a 519 veces y cr uz 481, es t an pr obable que la difer encia ent r e car as y
cr uces aum ent e com o que dism inuy a. Y est o es cier t o a pesar de que la pr opor ción
de car as t ienda a 1/ 2 a m edida que aum ent a el núm er o de t ir adas. ( No hay que
confundir el sofism a del j ugador con ot r o fenóm eno, la r egr esión a la m edia, que sí
se cum ple. Si t ir am os la m oneda ot r as m il v eces es m ás pr obable que el núm er o de
caras de la segunda t anda de m il t ir adas sea m enor de 519 que lo cont r ar io) .
En t érm inos relat ivos, las m onedas se com por t an bien: el cocient e ent re el núm er o
de caras y el de cr uces de una sucesión de t ir adas t iende a 1 a m edida que aum enta
el núm er o de est as. En cam bio, se com por t an m al en t ér m inos de cant idades
absolut as: la difer encia ent r e el núm er o de caras y el de cr uces t iende a aum ent ar
cuant as m ás v eces t ir am os la m oneda al air e, y los cam bios en el lider at o, de caras
a cruces o viceversa, t ienden a hacerse cada vez m ás rar os.
Si hast a las m onedas no trucadas se port an t an m al en t érm inos absolut os, no es,
ni por asom o, sorpr endent e que algunas per sonas acaben ganándose fam a de
«perdedor es» m ient r as que otr as se la ganen de «ganador es», a pesar de que entr e
ellos no haya m ás difer encia r eal que la buena o m ala suer t e. Desgraciadam ent e
quizá la gent e es m ás sensible a las difer encias absolut as ent r e per sonas que a las
igualdades aproxim adas. Si Pedro y Pablo han ganado 519 y 481 v eces,
r espect iv am ent e, es m uy pr obable que se et iquet e a Pedro de ganador y a Pablo de
per dedor . En m i opinión, los ganador es ( y los per dedor es) sólo son, a m enudo,
per sonas que se han quedado at ascados en el lado bueno ( o m alo) del t ant eador .
En el caso de las m onedas puede pasar m ucho t iem po ant es de que la suer t e
cam bie, y a m enudo m ucho m ás que una v ida m edianam ent e lar ga.
La cant idad sorpr endent e de v eces que salen ser ies de car as o cr uces consecut iv as
de dist int as longit udes es la causa de m ás ideas cont r ar ias a la int uición. Si t odos
los días Pedr o y Pablo apuestan la com ida tir ando al air e una m oneda no tr ucada, y
consider am os un int er v alo de t iem po de unas nuev e sem anas, es m ás pr obable que

Colaboración de Sergio Barros 46 Preparado por Pat ricio Barros


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t ant o Pedr o com o Pablo hay an ganado una ser ie de cinco com idas seguidas que lo
cont r ar io. Y si consider am os un per íodo de ent r e cinco y seis años, es pr obable que
t ant o uno com o ot r o hayan ganado diez com idas seguidas.
La m ay or ía de la gent e no se da cuent a de que los sucesos aleat or ios pueden
pr esent ar una apar iencia com plet am ent e or denada. He aquí una sucesión aleat or ia
de Xs y Os, obt enida m ediant e ordenador , en la que cada let r a t iene pr obabilidad
1/ 2.

OXXXOOOXXXOXXXOXXXXOOXXOXX
OXOOXOXOOOOXOXXOOOXXXOXOXX
XXXXXXXOXXXOXOXXXXOXOOXXXO
OOXXXXXOOXXOOOXXOOOOOXXOOX
XXXXXOXXXXOOXXXXOOXXOXXOOX
XOXOXOOXXXOXXOXXXXOXXOXXXX
XXXXXOXXXXXOOOOOXOOXXXOOXX
XXOOXOOXOXXXOXXXXOOOOXOXOX
XOXXXOOXXOOOOXXXXXOOOOXXXX
OXXOOXXXXXXOXXOOOOOOOXOXXX
XXOOOXXOXXXOOOOXOXOXOOXXXX
OXOXXXOXXOOXXOXOOXOOXXXOXX

Obsér v ese la cant idad de ser ies y el m odo en que apar ent em ent e se form an gr upos
y paut as. Si nos v iér am os obligados a ex plicar los habr íam os de r ecur r ir a
r azonam ient os que ser ían necesar iam ent e falsos. De hecho se han r ealizado
est udios en los que se han dado a analizar fenóm enos aleat or ios com o el ant er ior a
ex per t os en el cam po corr espondient e, y est os han logr ado encontr ar
«ex plicaciones» conv incent es de las paut as.
Teniendo est o pr esent e, piénsese en algunas de las declar aciones de los analist as
de la bolsa. Es cier t o que las alzas y las caídas de un cier t o v alor , o de la bolsa en
gener al, no son absolut am ent e aleat or ias, per o no es descabellado pensar que el
azar j uega un papel m uy im por tant e en ellas. Sin em bargo, uno nunca llegar ía a
pensar est o a par t ir de los pulcr os análisis a post er ior i, que siguen al cier r e de cada

Colaboración de Sergio Barros 47 Preparado por Pat ricio Barros


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sesión. Los com ent ar ist as t ienen siem pr e un r epar t o habit ual de per sonaj es a los
que r ecurr ir para explicar cualquier r ecuper ación o cualquier descenso. Siem pr e
t ienen a m ano la r ealización de las plusv alías, el déficit feder al, o cualquier ot r a
cosa par a ex plicar los giros a la baj a, y el aum ent o de los beneficios de las
sociedades, el aum ent o de los t ipos de inter és o lo que sea para explicar los gir os
alcist as. Un com ent ar ist a casi nunca dice que la act iv idad de la bolsa de ese día o
de tal sem ana ha obedecido, por lo gener al, a fluct uaciones aleat or ias.

8 . La r a ch a de sue r t e y el m a nit a s
Los gr upos, ser ies y pautas que pr esent an las sucesiones aleat or ias son hast a cier t o
punt o pr edecibles. Las sucesiones de car as y cr uces de una longit ud dada,
pongam os veint e t ir adas, t ienen gener alm ent e cier t o núm er o de ser ies de caras
consecut iv as. Dir em os que una sucesión de v eint e t ir adas de una m oneda que dier a
diez car as seguidas y diez cr uces

( CCCCCCCCCCcccccccccc)

t iene sólo una ser ie de car as, m ient r as que una sucesión de v eint e t ir adas que dier a
alt er nat iv am ent e car a y cr uz

( CcCcCcCcCcCcCcCcCcCc)

t iene diez ser ies de car as. Es m uy im pr obable que esas dos sucesiones hay an sido
gener adas al azar. Es m ás pr obable, sin em bargo, que en una sucesión aleat or ia de
v eint e t ir adas se obt engan seis ser ies de car as ( por ej em plo,

CCcCCcCccCCCccCCccCc)

Cr it er ios par ecidos nos pueden ser v ir par a det er m inar si cier t a sucesión de caras y
cr uces, o de acier t os y fallos, es debida al azar. De hecho, los psicólogos Am os
Tver sky y Daniel Kahnem an han analizado las sucesiones de acier t os y fallos de
j ugador es profesionales de baloncest o que t enían un por cent aj e de r ealización del

Colaboración de Sergio Barros 48 Preparado por Pat ricio Barros


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50 por cient o y r esult ó que par ecían ser com plet am ent e aleat or ias; par ece que en
baloncest o no hay rachas de suer t e. Las r achas que había eran, con toda
pr obabilidad, debidas al azar . Si un j ugador int ent a v eint e t ir os por par t ido, por
ej em plo, t iene una pr obabilidad de casi el 50 por cient o de m et er por lo m enos
cuat r o cest as seguidas en algún m om ent o del par t ido. Tiene una pr obabilidad de
ent r e el 20 y el 25 por cient o de conseguir una ser ie de cinco o m ás canast as
seguidas, m ient r as que la pr obabilidad de que la ser ie sea de seis o m ás canast as
es apr oxim adam ent e del 10 por cient o.
Se puede pulir m ás el r azonam ient o para t rat ar el caso de que la m edia de acier t os
del j ugador sea dist int a del 50 por cient o, y par ece que v alen r esult ados par ecidos.
Un j ugador que m ar ca el 65 por cient o de sus t ir os, pongam os, m ar ca t ant os del
m ism o m odo que «m ar ca» car as en una m oneda t r ucada que cae cara en el 65 por
cient o de las veces que la t ir am os; es decir , cada t ir o es independient e del ant er ior .
Siem pr e he t enido la sospecha de que cosas com o «r achas de suer t e» o «m anit as»
o un «equipo que siem pr e r em onta» no er an m ás que ex ager aciones de los
per iodist as depor t iv os, sin ot ra int ención que tener algo de que hablar .
Segur am ent e tales ex pr esiones signifiquen algo, per o dem asiado a m enudo sólo son
frut o de un int ent o m ent al por descubr ir un significado donde no hay m ás que
pr obabilidad.
En béisbol, una r acha m uy larga de acier t os const it uy e una especie de r écor d
especialm ent e ex t r aor dinar io, t an im probable que par ece práct icam ent e inasequible
y casi inm une a la pr edicción pr obabilíst ica. Hace unos cuant os años, Pet e Rose
est ableció un r écor d en la Nat ional League con t iros cert eros en cuarent a y cuat ro
par t idos seguidos. Si par a sim plificar suponem os que bat eó al 0,300 ( est o es, que
acer t ó el 30 por cient o de las veces y falló el 70 por cient o r est ant e) , y que salió a
bat ear cuat r o v eces por par t ido, su pr obabilidad de no acer t ar ninguna vez en un
par t ido dado, suponiendo la independencia, er a de ( 0,7) 4 = 0,24. ( Recor dem os que
independencia significa que acier t a del m ism o m odo en que sale cara cuando
t ir am os una m oneda t r ucada que da caras el 30% de las veces) . Así pues, la
pr obabilidad de que acer t ar a por lo m enos una v ez en cualquier par t ido er a de 1 −
0,24 = 0,76. Y por t ant o, la pr obabilidad de que acer t ar a por lo m enos una vez en

Colaboración de Sergio Barros 49 Preparado por Pat ricio Barros


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t odos los par t idos de una ser ie de cuar enta y cuat r o era de ( 0,76) 44 = 0, 0000057.
Muy pequeña, efect ivam ent e.
La pr obabilidad de que hubier a acer t ado en una ser ie consecut iv a de ex act am ent e
cuar ent a y cuat ro par t idos de ent r e los 162 que com ponen la t em porada es m ay or :
0,000041, que se calcula sum ando t odas las posibles m aneras en que podr ía haber
conseguido t al serie de exact am ent e cuarent a y cuatro par t idos, sin t ener en cuent a
el caso en que hubier a conseguido m ás de una de tales ser ies, cuy a pr obabilidad es
despr eciable. La pr obabilidad de que hay a m ar cado acier t os en cuar ent a y cuat r o
par t idos o m ás es unas cuatr o veces m ay or . Si m ult iplicam os est a últ im a cant idad
por el núm er o de j ugador es de las Maj or Leagues ( r edondeando bast ant e a la baja
para t ener en cuent a que hay j ugador es con pr om edios de bat eo infer ior es) y
m ult iplicam os por el núm er o apr oxim ado de años en que se ha j ugado al béisbol
( haciendo los aj ust es convenient es par a r eflej ar que el núm er o de j ugador es var ía
de una t em porada a ot ra) , vem os que en r ealidad no es t an im pr obable que en
algún m om ent o un j ugador de las Maj or Leagues haya acer t ado siem pr e en
cuar ent a y cuatr o par t idos seguidos o m ás.
Una últ im a obser vación: he considerado la ser ie de cuar ent a y cuat r o par t idos de
Rose en vez de la ser ie apar ent em ent e m ás im pr esionant e aún de DiMaggio, de
cincuent a y seis par t idos, porque, dada la difer encia ent r e sus r espect iv os
pr om edios de bat eo, la ser ie de Rose fue una hazaña liger am ent e m ás im probable
( incluso t eniendo en cuent a que las t em poradas de Rose er an m ás largas, con 162
par t idos) .
Los acont ecim ient os r ar os, com o las ser ies de bat eos, que son fr ut o del azar , no se
pueden pr edecir indiv idualm ent e. Lo que sí se puede descr ibir en t ér m inos de
pr obabilidad es la est r uct ur a de su apar ición. Consider em os un t ipo de hechos m ás
pr osaico. Durant e un per íodo de diez años, se hace un seguim ient o de m il
m at r im onios que desean t ener t r es hij os. Supongam os que 800 de las par ej as lo
consiguen en dicho per íodo. La pr obabilidad de que cualquier a de las par ej as t enga
t r es hij as es 1/ 2 × 1/ 2 × 1/ 2 = 1/ 8; por tant o, apr oxim adam ent e cien de las 800
par ej as t endr án tr es hij as cada una. Por sim et r ía, apr oxim adam ent e cien de las
par ej as t endrán t r es chicos. Hay t r es sucesiones dist int as en las que cada fam ilia
puede t ener dos hem br as y un varón —HHV, HVH o VHH, donde el or den de las

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let ras indica el orden de nacim ient o— y cada una de est as sucesiones t iene una
pr obabilidad de 1/ 8 o ( 1/ 2) 3 . Por tant o, la pr obabilidad de t ener dos chicas y un
chico es 3/ 8, con lo que apr ox im adam ent e 300 de las 800 par ej as t endr án est e t ipo
de descendencia. Y t am bién por sim et r ía, unas 300 par ej as t endrán dos chicos y
una chica.
Est e últ im o caso que acabam os de consider ar no t iene nada de sorpr endent e, per o
el m ism o tipo de descr ipción probabilíst ica ( em pleando unas m at em át icas
liger am ent e m ás difíciles que la dist r ibución binom ial) se puede aplicar a los
acont ecim ient os m uy rar os. El núm ero de accident es anuales en un cruce concret o,
el núm er o de aguacer os anuales que caen en un desier t o det er m inado, el núm er o
de casos de leucem ia en una com ar ca dada, el núm er o de m uer t es anuales por coz
de caballo en cier t os r egim ient os de caballer ía del ej ér cit o pr usiano, et cét er a, t odos
est os casos han sido descr it os con gran pr ecisión usando la dist r ibución de
pr obabilidad de Poisson. Pr im ero hay que conocer apr oxim adam ent e la
im pr obabilidad del hecho y, una v ez conocida, se puede usar est a infor m ación j unt o
con la fór m ula de Poisson para t ener una idea bast ant e apr oxim ada de, por
ej em plo, cuánt os años pasar án sin que hay a m uer t os por coz de caballo, en qué
por cent aj e de los años venider os habrá una de t ales m uer t es, en qué por cent aj e
habrá dos, et c. De m odo análogo, se puede pr edecir el por cent aj e de los años en los
que no habr á pr ecipit aciones de lluvia en un desier t o, una pr ecipit ación, dos,
et cét er a.
En est e sent ido, podem os decir que hasta los sucesos r ar os son com plet am ent e
pr edecibles.

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Ca pít u lo 3
La pse u docie n cia

Cuando le pregunt an por qué no cree en


la ast r ología, el lógico Raym ond Sm ullyan
cont est a que es Gém inis y los Gém inis no
cr een en la ast r ología.
Muest r a de los t it ulares de una cart elera
de super m ercado: Una cam ionet a de
r epar t o m ilagr osa cura enfer m os. Bigfoot
at aca una aldea. Una niña de siet e años
da a luz gem elos en una j uguet er ía. Un
sw am i se m ant iene sobr e una sola pier na
desde 1969.
Exam inad fr agm ent os de pseudociencia y
encont raréis un m anto de prot ección, un
pulgar que chupar , unas faldas a las que
agar rar se. ¿Y qué ofr ecem os nosotr os a
cam bio? ¡I ncer t idum br e! ¡I nsegur idad!
I saac Asim ov
en The Sk ept ical I nquir er
Guiar se por pr ecedent es absur dos y
cer r ar los oj os es m ás fácil que pensar .
William Cow per

Con t en ido:
1. El anum erism o, Fr eud y la pseudociencia
2. La parapsicología
3. Los sueños profét icos
4. Nosot r os y las est r ellas
5. Vida ext r at err est r e, sí; visit ant es en OVNI , no
6. Trat am ient os m édicos fraudulent os

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7. La pr obabilidad condicionada, el blackjack y la det ección del consum o de


dr ogas
8. Num er ología
9. Lógica y pseudociencia

1 . El a nu m e r ism o, Fre u d y la pseu docien cia


El anum er ism o y la pseudociencia suelen ir de la m ano, debido en par t e a lo fácil
que es invocar la cer t idum br e m at em át ica para obligar al anum ér ico a asent ir
est úpidam ent e ant e cualquier afir m ación. Es cier t o que la m at em át ica pur a t r ata
con cer t idum br es, pero la calidad de sus aplicaciones no es m ej or que la de las
suposiciones em pír icas, las sim plificaciones y las est im aciones que im plícit am ent e
llev an apar ej adas.
I ncluso ver dades m at em át icas t an fundam ent ales com o «los iguales pueden ser
sust it uidos por iguales», o «1 y 1 son 2», pueden ser m al aplicadas: una taza de
agua m ás una taza de palom it as de m aíz no es igual a dos t azas de palom it as
em papadas; ni el «niño m édico Duvalier » es lo m ism o que «Baby Doc». De m odo
análogo, puede que el pr esident e Reagan cr ea que Copenhague est á en Nor uega,
per o aunque Copenhague sea la capit al de Dinam ar ca, ello no im plica que Reagan
crea que la capit al de Dinam arca est á en Noruega. En cont ext os int encionales com o
el ant er ior , la r egla de sust it ución no siem pr e es válida.
Si se pueden m alint er pr et ar pr incipios básicos com o est os, no deber ía
sor pr ender nos que ocur ra lo m ism o con m at em át icas m ás com plej as. Si el m odelo o
los dat os que uno t iene no son buenos, t am poco lo serán las conclusiones que se
despr endan de ellos. De hecho, nor m alm ent e es m ás difícil aplicar la v iej a
m at em át ica que descubr ir ot ra nuev a. Cualquier super cher ía es suscept ible de ser
t r at ada por or denador —la ast rología, los bior r it m os, el I Ching—, per o no por ello
dej an de ser super cher ías. Las pr oyecciones est adíst icas lineales, por cit ar un
m odelo del que se abusa con fr ecuencia, se invocan a m enudo t an a la liger a, que
no ser ía de ex t r añar que algún día alguien dij er a que el plazo de esper a pr oyect ado
para un abor t o es de un año.

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Est e t ipo de r azonam ient o poco r igur oso no est á lim it ado a las per sonas incult as.
Uno de los am igos m ás pr óxim os de Fr eud, el m édico Wilhelm Fliess, invent ó los
análisis bior r ít im icos, pr áct icas que se basan en la idea de que hay var ios aspect os
de la v ida de la persona que siguen unos ciclos per iódicos r ígidos, que em piezan en
el nacim ient o. Fliess indicó a Fr eud que los núm er os 23 y 28, que er an
respect ivam ent e los períodos de ciert os pr incipios m etafísicos m asculino y
fem enino, t enían la especial pr opiedad de que sum ando o r est ando m últ iples de
ellos form ados convenient em ent e, se puede obt ener cualquier ot ro núm ero. En
ot r as palabras: cualquier núm ero se puede ex pr esar en la form a 23X + 28Y siem pr e
que X e Y se elij an convenient em ent e. Por ej em plo, 6 = ( 23 × 10) + ( 28 × −8) .
Fr eud quedó t an im pr esionado que dur ant e años fue un ar dient e defensor de la
t eor ía de los bior r it m os y cr ey ó que m or ir ía a los cincuent a y un años de edad, la
sum a de 23 y 28. Result a, sin em bargo, que no sólo el 23 y el 28 t ienen la
pr opiedad de que cualquier ot r o núm er o se pueda expr esar en función de ellos, sino
que la com par t en con t odos los par es de núm er os pr im os ent r e sí, es decir , de
núm er os que no t engan div isor es com unes. O sea, que hast a Fr eud padecía de
anum er ism o.
La t eor ía fr eudiana padece t am bién de un pr oblem a m ás ser io. Consider em os la
afir m ación: «Lo que Dios quier e que sea, es». Puede que est o sir v a de consuelo a
m ucha gent e, per o est á clar o que esta afir m ación no es falsable, y por t ant o, si
hacem os caso al filósofo inglés Kar l Popper , no es cient ífica. «Los accident es de
av iación siem pr e ocurr en de t r es en tr es». Est o t am bién se dice siem pr e y ,
nat ur alm ent e, si uno espera lo suficient e, cualquier cosa ocurre de t res en t res.
Popper ha cr it icado el fr eudism o por hacer pr edicciones y afir m aciones que, si bien
son en un m odo u ot r o sugerent es y reconfor t ant es, son generalm ent e no falsables,
com o las afirm aciones ant er ior es. Por ej em plo, supongam os que un psicoanalist a
or t odoxo pr edice cier t o tipo de com por tam ient o neur ót ico. Si el pacient e no
reacciona según su predicción, sino de un m odo com plet am ent e dist int o, el analist a
puede atr ibuir est e com por t am ient o cont r ario a lo pr onost icado a que el pacient e ha
desarr ollado una r esist encia al análisis. Análogam ent e, si un m ar x ist a pr edice que la
«clase dom inant e» act uará de un m odo ex plot ador y r esult a que ocur r e t odo lo
cont r ar io, puede at r ibuir lo sucedido a un int ent o de la clase dom inant e de ganarse

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a la «clase obr era». Par ece que siem pr e hay cláusulas de escapat or ia que per m it en
ex plicar cualquier cosa.
Est e no es el lugar idóneo par a discut ir si debem os consider ar el m ar x ism o y el
fr eudism o com o pseudociencias, per o hay una t endencia a confundir enunciados
obj et iv os con for m ulaciones lógicas v acías que conduce a un m odo de pensar nada
sist em át ico. Por ej em plo, las frases «Los OVNI llev an v isit ant es ex t r at er r est r es» y
«Los OVNI son obj et os volant es no ident ificados», son dos afir m aciones
com plet am ent e dist int as. En ciert a ocasión di una charla y uno de los asist ent es
cr ey ó que y o suscr ibía la cr eencia en la ex ist encia de v isit ant es ex t r at er r est r es,
cuando lo único que había dicho er a que no cabía la m enor duda de que había
m uchos casos de OVNI . Molièr e sat ir iza una confusión par ecida cuando su pom poso
doct or anuncia que su poción para dorm ir es eficaz gr acias a su poder som nífer o.
Com o la m at em át ica es el m odo por ex celencia de disfr azar de ser iedad
afirm aciones carent es de cont enido obj et ivo ( «Los cient íficos descubren que en
Plut ón cien cent ím et ros son un m et ro») , no ha de sorprendernos encont rarla com o
com ponent e de ciert o núm er o de pseudociencias. Cálculos abst r usos, form as
geom ét r icas, t ér m inos algebr aicos, cor r elaciones poco com unes… cualquier cosa
sir v e par a ador nar las insensat eces m ás absur das.

2 . La pa ra psicología
El int er és por la par apsicología v iene de ant iguo, per o lo único que hay de cier t o es
que no ha habido est udios r eproducibles que hay an dem ostrado su validez, a pesar
de Ur i Geller y ot r os char lat anes. La ESP ( per cepción ex t r asensor ial) , en par t icular ,
nunca se ha pr obado en un ex per im ent o cont r olado y las pocas dem ost r aciones que
han salido «bien» cor r esponden a est udios fat alm ent e car ent es de r igor . En vez de
r efundir los, m e gust ar ía hacer unas cuantas obser v aciones gener ales.
La prim era result a abr um ador am ent e obvia y es que la ESP est á en conflict o con un
pr incipio lógico fundam ent al según el cual los sent idos norm ales t ienen que t ener
algún t ipo de par t icipación para que haya com unicación. Cuando se filt r a
infor m ación confidencial de una or ganización, la gent e sospecha que hay un espía y
no alguien con poderes psíquicos. Por t ant o, la ciencia y el sent ido com ún nos hacen

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pr esuponer que los fenóm enos de ESP no ex ist en, con lo que la t ar ea de dem ostrar
su exist encia cor responde a quienes cr een en ellos.
Est o plant ea consideraciones probabilíst icas. Dado el m odo en que se define la ESP,
com unicación sin la int ervención de los m ecanism os sensor iales norm ales, no hay
m anera de dist inguir ent re un fenóm eno de ESP y un aciert o casual. Present an
ex act am ent e el m ism o aspect o, del m ism o m odo que una sola r espuest a cor r ect a a
una pr egunt a de un t est de «v er dadero o falso» no nos per m it e dist inguir si quien
pasa la pr ueba es un est udiant e ex celent e o alguien que cont est a cada pr egunta al
azar. Dado que no podem os pedir que los suj et os de los ex per im ent os de ESP
j ust ifiquen sus respuest as, com o en el caso de alguien que pasa un t est de
«v er dader o o falso», y dado que por definición no hay ningún m ecanism o sensor ial
a cuyo funcionam ient o podam os r ecurr ir , el único cam ino que nos queda par a
dem ostrar la ex ist encia de la ESP es el m ét odo est adíst ico: r ealizar un núm er o
suficient e de ensay os y v er si el núm er o de respuest as cor r ect as es lo bast ant e
gr ande par a descar tar el azar com o ex plicación. Si el azar queda descar t ado y no
hay ot r as ex plicaciones, ent onces la ESP habr á quedado dem ost rada.
Hay nat uralm ent e una tr em enda v olunt ad de cr eer que ex plica por qué hay t ant os
experim ent os sesgados ( com o los de J. B. Rhine) y t antos em bust es declarados
( com o los de S. G. Soal) , que par ecen ser algo car act er íst ico del cam po de lo
paranorm al. Ot r o factor a t ener en cuent a es el que se conoce com o «efect o Jeane
Dix on» ( por el nom br e de est a m uj er , que se aut opr esent aba com o dotada de
poder es psíquicos) , según el cual las r elat iv am ent e pocas pr edicciones cor r ect as son
pr oclam adas a los cuat r o v ient os, y por t ant o r ecor dadas por m ucha gent e,
m ient r as que las pr edicciones fallidas, m ucho m ás num er osas, son
convenient em ent e olvidadas y borradas. Los follet ines de quiosco nunca dan una
list a anual de las pr edicciones fallidas de quienes pr et enden t ener poder es
psíquicos, ni t am poco las dan las r ev ist as de m ay or t ir ada de la New Age que, a
pesar del bar niz de sofist icación, son igualm ent e fat uas.
La gent e suele t om ar la abundancia y la prom inencia de los r elat os sobr e per sonas
con poder es psíquicos y sobr e t em as parapsicológicos com o una especie de
ev idencia de su v alidez. Donde hay tant o hum o, r azonan, a la fuer za t iene que
haber fuego. La chifladura de la fr enología en el siglo diecinuev e —cont inuando con

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una obsesión em br iagador a un t ant o dist int a— pone de m anifiest o lo baladí de est e
m odo de pensar . Ent onces igual que ahora, las convicciones pseudocient íficas no
er an ex clusiv as de la gent e incult a, y se había gener alizado la cr eencia de que,
ex am inando las pr ot uber ancias y el cont or no de la cabeza de una per sona, er a
posible det er m inar algunas de sus cualidades m ent ales y psicológicas. Muchas
com pañías ex igían a sus fut ur os em pleados que se som et ier an a ex ám enes
fr enológicos com o condición pr ev ia para acceder a un em pleo, y m uchas par ej as
que decidían casar se acudían a pedir consej os a los fr enólogos. Salier on r ev ist as
especializadas en el t em a y la lit er at ur a popular est aba llena de r efer encias a sus
doct r inas. El r enom brado educador Horace Mann consider aba la fr enología com o
«guía de la filosofía y sir v ient e de la cr ist iandad»; Horace Gr eely , fam oso por Go
West , young m an ( «Joven, ve al Oest e») , era par t idar io de que t odos los
m aquinist as fer r oviar ios pasaran t est es fr enológicos.
Baj ando a t em as m ás pedestr es, pensem os en la cer em onia de los que andan
descalzos sobr e brasas de m adera ar diendo. Esta pr áct ica se ha pr esent ado a
m enudo com o un ej em plo del «poder de la m ent e sobr e la m at er ia», y no hace falt a
ser anum ér ico para quedar de ent r ada im pr esionado ant e t am aña pr oeza. Lo que
hace que el fenóm eno sea m enos not able es el hecho r elat ivam ent e poco conocido
de que la m ader a deshidr atada t iene una capacidad calor ífica y una conduct iv idad
t ér m ica m uy baj as. Y del m ism o m odo que uno puede m et er la m ano en un hor no
calient e sin quem ar se m ient ras no t oque los est ant es m et álicos, t am bién puede una
per sona andar apr isa sobr e br asas de m ader a ardient es sin dañar se ser iam ent e los
pies. La j ust ificación sem ir r eligiosa que basa el fenóm eno en el cont r ol m ent al es
m ás at ract iv a que una ex plicación basada en la capacidad calor ífica y la
conduct iv idad t ér m ica, por supuest o. Esto, unido a que est as cer em onias se
celebr an por la noche, par a subray ar m ás aún el cont rast e ent r e el fr ío air e
noct ur no y la oscur idad, y el calor de las brasas candent es, ex plica el im pr esionant e
efect o del espect áculo.
Muchos otr os ej em plos de pseudociencia ( las aur as, el poder de la bola de cr ist al,
las pir ám ides, el t r iangulo de las Ber m udas, et c.) son desenm ascaradas en The
Skept ical I nquir er , una encant adora revist a t rim est ral del CSI COP ( Com m it t ee for

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t he Scient ific I nv est igat ion of Claim s of t he Par anor m al) publicada por el filosofo
Paul Kur t z, de Buffalo, Nueva Yor k.

3 . Los su eñ os pr ofét icos


El sueño pr ofét ico es ot r o supuest o t ipo de per cepción ex t r asensor ial. Todo el
m undo t iene una t ía Mat ilde que soñó con un violent o accident e de aut om óvil
pr ecisam ent e el día ant es de que t ío Miguel em pot r ar a el coche cont r a una far ola.
Yo soy m i pr opia t ía Mat ilde: cuando er a chico soñé en cier t a ocasión que daba un
bat azo que m e per m it ía conseguir una carrer a en el gr an slam y dos días después
logr é t r es bases seguidas. ( Ni los defensores m ás r ecalcit r ant es de las ex per iencias
pr e cognit iv as esperan que la cor r espondencia sea ex act a). Cuando uno sueña algo
así y el suceso pr edicho ocur r e, se hace difícil no cr eer en la pr ecognición. Per o,
com o dem ostr ar em os a cont inuación, la coincidencia per m it e dar una explicación
m ás racional de t ales ex per iencias.
Supongam os que la pr obabilidad de que un sueño coincida en unos cuant os det alles
clar os con una secuencia de hechos de la v ida r eal sea de 1 sobr e 10.000.
Querem os decir con ello que est e es un hecho bast ant e poco fr ecuent e, y que la
pr obabilidad de que no se t rat e de un sueño profét ico es abr um ador a, 9.999 sobr e
10.000. Supongam os tam bién que el hecho de que un sueño coincida o no con la
r ealidad un día, es independient e de que est o ocur ra con ot ro sueño ot r o día. Así,
aplicando la r egla del pr oduct o a las probabilidades, la pr obabilidad de t ener dos
sueños fallidos sucesivos es el product o de 9.999/ 10.000 por 9.999/ 10.000. Del
m ism o m odo, la pr obabilidad de t ener sueños que no se cum plen a lo lar go de N
noches seguidas es ( 9.999/ 10.000) N. Y par a t odo un año de sueños fallidos o no
pr ofét icos, la probabilidad es de ( 9.999/ 10.000) 36 5 .
Com o ( 9. 999/ 10.000) 365 da apr oxim adam ent e 0,964, t endr em os que, en un per iodo
de un año, el 96,4 por cient o de la gent e que sueña t odas las noches sólo t endr á
sueños fallidos. Per o t am bién obser v ar em os que apr oxim adam ent e el 3,6 por cient o
de la gent e que sueña t odas las noches tendrá por lo m enos un sueño profét ico
dur ant e est e m ism o per íodo. Y el 3,6 por cient o no es una cant idad tan pequeña: si
la t raducim os a un núm ero de personas se conviert e en m illones de sueños
apar ent em ent e pr ofét icos cada año. E incluso cam biando la pr obabilidad de t ener un

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sueño pr ofét ico a una m illonésim a, obt enem os un núm er o enorm e de t ales sueños
por puro azar en un país de las dim ensiones de los Estados Unidos. No hace falt a
r ecur r ir a ningún t ipo de capacidades par apsicológicas; la fr ecuencia con que se dan
los sueños aparent em ent e pr ofét icos no necesit a explicación. En cam bio, sí que
habr ía que buscar una explicación en el caso de que no ocur r ier an.
Se podr ía decir lo m ism o de una gr an v ar iedad de ot r os acont ecim ient os y
coincidencias igualm ent e im pr obables. De v ez en cuando, por ej em plo, se habla de
una ser ie de coincidencias incr eíbles que r elacionan a dos per sonas, fenóm eno par a
el que se calcula una pr obabilidad de, pongam os, una billonésim a ( 1 div idido ent r e
10 12 , ó 10 −12 ) . ¿Es ello im pr esionant e? No necesar iam ent e.
Com o por la r egla del pr oduct o en los Est ados Unidos hay ( 2,5 × 10 8 × 2,5 × 10 8 ) ,
est o es, 6,25 × 10 16 par es de per sonas, y la pr obabilidad de que se dé t al conj unt o
de coincidencias hem os supuest o que er a apr oxim adam ent e 10 −12 , el núm er o m edio
de r elaciones «incr eíbles» que podem os esper ar es 6,25 × 10 16 veces 10 −1 2 , es
decir , unas 60.000. No ha de sorpr ender nos pues que, de v ez en cuando, una de
esas ex t r añas conex iones salga a la luz.
Una ser ie de coincidencias dem asiado im pr obables par a ser descar tadas por est e
pr ocedim ient o la t enem os en el caso pr ov er bial del m ono que m ecanogr afía el
Ham let de Shakespear e. La pr obabilidad de que est o ocur r ier a ser ía de ( 1/ 35) N,
donde N es el núm er o de sím bolos del Ham let , unos 200. 000 m ás o m enos, y 35 es
el núm er o de t eclas de una m áquina de escr ibir , ent r e let r as, signos de punt uación
y espacios en blanco. A efect os pr áct icos, el valor es infinit esim al- cer o. Aunque
algunos han t om ado el v alor pequeñísim o de est a pr obabilidad com o un ar gum ent o
en favor del creacionism o, lo único que dem uest ra claram ent e es que los m onos
r ara v ez son capaces de escr ibir grandes obras lit er ar ias. Y si quier en hacer lo, les
sale m ás a cuent a evolucionar hast a un est adio en el que t engan m ás
pr obabilidades de escr ibir Ham let que int ent ar que les salga por casualidad. A
pr opósit o, ¿por qué nunca se plant ea la pr egunta inver sa, es decir , cuál es la
pr obabilidad de que Shakespear e, flex ionando sus m úsculos al azar , se encont rara
por casualidad colum piándose ent r e los ár boles com o un m ono?

4 . N osotr os y la s e st re lla s

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La ast rología es una pseudociencia par t icular m ent e difundida. Los est ant es de las
libr er ías est án at est ados de libr os sobr e est e tem a y casi t odos los per iódicos
publican diar iam ent e un horóscopo. Según una encuest a Gallup de 1986, el 52 por
cient o de los adolescent es nort eam ericanos cree en la ast rología, y una inquiet ant e
cant idad de gent e de t odas las edades par ece aceptar algunas de sus ant iguas
pr et ensiones. Y digo «inquiet ant e» porque, si la gent e cr ee en los ast r ólogos y la
ast r ología, da m iedo pensar en quién o en qué m ás puede llegar a cr eer . Y es
part icularm ent e inquiet ant e cuando, com o el president e Reagan, t iene un inm enso
poder para act uar sobr e la base de est as creencias.
La astr ología sost iene que la at r acción gr av it at or ia de los planet as en el inst ant e del
nacim ient o ej er ce cier t o efect o sobr e la per sonalidad. Est o r esult a m uy difícil de
t r agar, por dos r azones: a) no se indica, ni m ucho m enos se explica, por m edio de
qué m ecanism o, físico o neur ofisiológico, act úa est a at racción grav it at or ia ( o de la
clase que sea) ; y b) la atr acción gr avitat or ia del t ocólogo que asist e al par t o
sobr epasa con m ucho la de los planet as corr espondient es. Recuér dese que la fuer za
gr av it at or ia que ej er ce un obj et o sobr e un cuer po, un r ecién nacido por ej em plo, es
pr opor cional a la m asa del obj et o e inver sam ent e pr opor cional al cuadr ado de la
dist ancia ent re obj et o y cuerpo… en est e caso el niño. ¿Significa est o que los n iños
nacidos de par t os asist idos por t ocólogos gor dos t ienen r asgos de per sonalidad
clar am ent e dist int os de los nacidos en par tos asist idos por t ocólogos delgados?
Las per sonas anum ér icas son m enos sensibles a est as deficiencias de la t eor ía
ast r ológica, pues seguram ent e no se ent ret endrán en pregunt arse por sus
m ecanism os y rar am ent e se pr eocuparán de com parar m agnit udes. Per o, aunque
no t uv ier a una base t eór ica com pr ensible, la ast r ología ser ía digna de r espet o si
funcionar a, si sus pr et ensiones t uv ier an alguna base em pír ica. Per o, ¡ay! , no hay
ninguna correlación ent re la fecha del nacim ient o y la punt uación en un t est de
per sonalidad est ándar .
Se han llevado a cabo experim ent os ( r ecient em ent e lo ha hecho Shawn Carlson, de
la Univ er sidad de Califor nia) en los que unos astr ólogos r ecibían t r es per files de
per sonalidad anónim os, uno de los cuales cor r espondía al client e. Est e les daba
t odos los dat os astr ológicos significat iv os r elacionados con su v ida ( por m edio de un
cuest ionar io, y no cara a cara) , y se pedía al ast r ólogo que det erm inara el per fil de

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per sonalidad del client e. Había 116 client es y fuer on pr esent ados a t r eint a
ast r ólogos de pr im era línea ( según la opinión de sus colegas) europeos y
nor t eam er icanos. El r esult ado fue que los ast r ólogos escogier on el per fil de
per sonalidad cor r ect o de los client es en uno de cada t r es casos, es decir , el m ism o
que dar ía el pur o azar .
John McGer v ey , físico de la Case West er n Reser v e Univ er sit y, ex am inó las fechas de
nacim ient o de una list a de 16.000 cient íficos de Am er ican Men of Science y las de
una list a de 6.000 polít icos de Who’s Who in Am er ican Politics y encont ró que la
dist r ibución de sus signos er a aleat or ia, con las fechas de nacim ient o dist r ibuidas
unifor m em ent e a lo lar go de t odo el año. Ber nar d Silv er m an, de la Michigan St at e
Univ er sit y, t r abaj ó sobr e una list a de 3.000 par ej as casadas de Michigan y no
encont r ó ninguna corr elación ent r e sus signos y las pr edicciones de los ast r ólogos
sobr e com pat ibilidad de signos.
¿Por qué, ent onces, t anta gent e cr ee en la ast r ología? Una r azón obv ia es que las
pr edicciones de los ast rólogos son gener alm ent e t an v agas que per m it en que la
gent e int er pr et e en ellas lo que quier a, ot or gándoles así una v er acidad no inher ent e
a las pr opias pr edicciones. Es m ás pr obable que r ecuer den las «pr edicciones»
v er dader as, que sobr ev alor en las coincidencias y que se olv iden de t odo lo dem ás.
Ot r as r azones son su ant igüedad ( clar o que el hom icidio r it ual y los sacr ificios
hum anos son igualm ent e ant iguos) , la sencillez de sus pr incipios y la consolador a
com plej idad de su pr áct ica, adem ás de su lisonj er a insist encia en la r elación ent r e la
inm ensidad est r ellada de los cielos y el hecho de que uno vaya a enam or arse o no
est e m es.
Supongo que adem ás, dur ant e las sesiones indiv iduales, las ex pr esiones faciales de
los client es, sus gest os, su lenguaj e cor por al, et c., per m it en al ast r ólogo captar
dat os sobr e su per sonalidad. Recor dem os el fam oso caso de Clev er Hans, el caballo
que apar ent em ent e sabía contar . Su dom ador lanzaba un dado y le pr eguntaba qué
núm er o había salido. Par a sorpr esa de los pr esent es, Hans piafaba lent am ent e
t ant as veces com o punt os m ar caba el dado. Lo que no se notaba t ant o, sin
em bargo, er a que el dom ador se est aba quiet o com o una est at ua hasta que Hans
no había piafado el núm er o de v eces cor r ect o, y que en est e pr eciso inst ant e,
conscient e o inconscient em ent e, se m ovía ligeram ent e, con lo que Hans paraba de

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piafar . El caballo no er a la fuent e de la r espuest a, sino un sim ple r eflej o del


conocim ient o de la m ism a por el dom ador . I nconscient em ent e, la gent e que
consult a a un astr ólogo j uega a m enudo el papel del dom ador, y aquel, com o Hans,
reflej a las necesidades de sus client es.
El m ej or ant ídot o cont r a la ast r ología en par t icular y cont ra la pseudociencia en
gener al es, com o ha dicho Car l Sagan, la v er dader a ciencia, cuy as m ar av illas son
igualm ent e asom br osas y t ienen la v ir t ud adicional de que pr obablem ent e sean
r eales. Al fin y al cabo, no es lo est r afalario de las conclusiones lo que hace que una
det er m inada doctr ina sea pseudociencia: las conj et uras afor t unadas, los
descubr im ient os for t uit os, las hipót esis at r ev idas e incluso cier t a cr edulidad inicial,
t am bién t ienen su papel en la ciencia. El fallo de las pseudociencias est r iba en que
no som et en sus conclusiones a n inguna prueba, en que no las r elacionan de m odo
coher ent e con otr os enunciados que han pasado el exam en. Se m e hace difícil
im aginar a Shir ley MacLaine, por ej em plo, negando la r ealidad de un suceso
apar ent em ent e par anor m al, la com unicación a t rav és de un m édium , digam os,
porque no hay pr uebas suficient es del m ism o, o por que hay una ex plicación
alt er nat iv a m ej or .

5 . Vida e x t ra t e r re st r e, sí; visit an t e s e n OVN I , no


Adem ás de la ast rología, las per sonas anum ér icas est án considerablem ent e m ás
pr edispuest as que el r est o de la gent e a creer en visit ant es pr ocedent es del espacio
ext erior. Que haya habido o no ese t ipo de visit as es una cuest ión com plet am ent e
dist int a a si hay o no vida conscient e en ot ros lugar es del universo. Pr esent aré unos
cálculos m uy aproxim ados en apoyo de por qué, aunque es m uy pr obable que hay a
ot r as for m as de v ida en nuest r a pr opia galax ia, lo m ás pr obable es que no nos
hayan hecho ninguna v isit a de cor t esía ( a pesar de las declar aciones de libr os com o
The I nt ruders [ «Los int r usos»] , de Budd Hopkins, y Com m union [ «Com unión»] de
Whit ley St r ieber ) . Las est im aciones nos dan un buen ej em plo de cóm o sir ve el
sent ido com ún num ér ico par a m ant ener a ray a los desvar íos pseudocient íficos.
Si la int eligencia se ha desar r ollado de m odo nat ural en la t ier r a, es difícil pensar
que el m ism o pr oceso no haya podido producir se en otr os lugar es. Lo que hace falt a
es un sist em a de elem ent os físicos que adm it an m uchas com binaciones dist int as,

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así com o una fuent e de energía que alim ent e dicho sist em a. El fluj o de energía hace
que el sist em a «ex plor e» v ar ias com binaciones de posibilidades, hast a que se
pr oduce un pequeño conj unt o de m oléculas est ables y com plej as, capaces de
alm acenar ener gía. Estas m oléculas ev olucionan luego quím icam ent e hacia
com puest os m ás com plej os, com o algunos am inoácidos, a par t ir de los cuales se
for m an las prot eínas. Luego apar ecen las for m as de v ida pr im it iv a y así hast a llegar
a las galer ías com er ciales.
Se est im a que en nuest r a galax ia hay aproxim adam ent e 100 m il m illones de
est rellas ( 10 1 1 ) , de las que, pongam os, una décim a par t e t iene un planet a. De est os
10 m il m illones de est r ellas, apr oxim adam ent e una de cada cien, quizá, t iene un
planet a en la zona v iv a de la est r ella, ni t an cer ca com o para que hier v a el
disolvent e, agua, m et ano, o lo que sea, ni t an lej os com o par a que solidifique. Nos
quedan, pues, apr oxim adam ent e 100 m illones de est r ellas ( 10 8 ) de la galax ia que
podr ían t ener v ida en su sist em a planet ar io. Com o la m ay or ía son bast ant e m enor es
que nuest r o sol, sólo habr ía que consider ar una décim a par t e de ellas com o
candidatas ser ias a t ener planet as con v ida. Est o nos dej a aún con 10 m illones ( 10 7 )
de est r ellas, sólo en nuest ra galax ia, suscept ibles de t ener v ida, y quizás en una
décim a par t e de ellas se haya pr oducido y a. Supongam os que en nuest ra pr opia
galax ia haya efect iv am ent e 10 6 —un m illón— de est rellas con planet as que t ienen
v ida. ¿Por qué no nos llega ninguna ev idencia de ello?
En pr im er lugar, porque nuest r a galax ia es un lugar m uy grande, con un volum en
de unos 10 1 4 años luz cúbicos. Recuérdese que un año luz es la dist ancia que la luz
r ecor r e en un año a la v elocidad de 300.000 kilóm et r os por segundo, es decir ,
aproxim adam ent e 10 billones de k ilóm et r os. Por t anto, cada una de est e m illón de
est r ellas t iene en pr om edio un volum en de 10 1 4 div idido por 10 6 años luz cúbicos
para ella sola; est o da unos 10 8 años luz cúbicos para cada est r ella de las que se
supone que t ienen vida. La r aíz cúbica de 10 8 es aproxim adam ent e 500, con lo que
la dist ancia m edia ent r e una est r ella con v ida y su vecina m ás pr óxim a es de unos
500 años luz: ¡unos diez m il m illones de v eces la dist ancia de la t ier r a a la luna! La
dist ancia ent r e los «vecinos» inm ediat os, aun en el caso de ser m uy infer ior a est a
m edia, par ece lo bastant e grande com o para excluir la posibilidad de que las visit as
de cor t esía sean fr ecuent es.

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La segunda razón por la que es del t odo im pr obable que nos encontr em os con algún
«m ar cianit o», es que las civ ilizaciones que puedan haber ex ist ido habr án est ado
disper sas en el t iem po, naciendo en una época y desapar eciendo después. De
hecho, podr ía m uy bien ocur r ir que la v ida, después de haber alcanzado cier t o
est adio de com plej idad, sea inher ent em ent e inest able y se aut odest r uya al cabo de
unos cuant os m ilenios. I ncluso suponiendo que la duración m edia de t ales form as
de vida av anzada sea de 100 m illones de años ( el t iem po t r anscurr ido desde los
m am íferos prim it ivos hast a un posible holocaust o nuclear en el siglo veint e) , si
dist ribuim os uniform em ent e est os int ervalos de t iem po en la hist or ia de nuest ra
galax ia, de unos 12- 15 m il m illones de años, encont rar em os que la v ida av anzada
se da sim ult áneam ent e en m enos de 10.000 est r ellas de nuest r a galax ia. En est a
sit uación, la dist ancia m edia ent r e v ecinos pasa a ser m ay or de 2.000 años luz.
La t er cera r azón por la que no han v enido t ur ist as es que aunque se haya
desarr ollado v ida en cier t o núm er o de planet as de la galax ia, es poco pr obable que
les hayam os int er esado lo suficient e. Esas for m as de vida podr ían consist ir en
gr andes nubes de gas m et ano, en cam pos m agnét icos aut o or ient ados, grandes
pr ader as con ser es en for m a de pat ata, grandes ent es planet ar ios que se pasan la
v ida cant ando sinfonías com plej as o, m ás pr obablem ent e, una especie de espum a
planet ar ia que se adhier e a las r ocas ilum inadas por su sol. No tenem os m ot iv os
para suponer que ninguna de las form as de v ida cit adas v aya a t ener nuest ras
m ism as aspir aciones ni nuest r a m ism a psicología e int ent e llegar hast a nosotr os.
En r esum en, aunque pr obablem ent e hay v ida en ot r os planet as de nuest r a pr opia
galax ia, las obser v aciones de OVNI , casi con absolut a cer t eza, no son m ás que eso:
obser v aciones de obj et os volador es no ident ificados. No ident ificados, per o no
inident ificables ni ex t r at er r est r es.

6 . Tra t am ie n t os m é dicos fr a u du le n t os
La m edicina es un t er r eno fér t il par a las pr et ensiones pseudocient íficas por una
r azón m uy sencilla. La m ayor ía de enfer m edades y est ados físicos, a) m ej oran por
sí solos, b) rem it en espont áneam ent e, o c) aun siendo fat ales, rara v ez siguen
est rict am ent e una espiral descendent e. En t odo caso, cualquier t ipo de int ervención,
por inút il que sea, puede par ecer sum am ent e eficaz.

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Est o r esult a m ás clar o si uno se pone en el lugar de alguien que pr act ica a
sabiendas una for m a de falsa m edicina. Par a apr ovechar los alt ibaj os nat urales de
cualquier enfer m edad ( así com o de cualquier efect o placebo) , lo m ej or es em pezar
el t rat am ient o inút il cuando el pacient e est á em peorando. Así, cualquier cosa que
ocur ra se podrá atr ibuir m ás fácilm ent e a la int er v ención, m arav illosa y
segur am ent e m uy car a. Si el pacient e m ej or a, uno at r ibuye todo el m ér it o a su
t rat am ient o, y si perm anece est acionario, el t rat am ient o ha det enido su cur so
descendent e. Si por el cont rar io el pacient e em peora, es por que la dosis o la
int ensidad del t rat am ient o no fueron suficient em ent e fuert es, y si m uere, es porque
t ar dar on dem asiado en r ecurr ir a uno.
De t odos m odos, los pocos casos en que la int ervención t iene éxit o probablem ent e
ser án r ecor dados ( y no serán t an pocos, si la enfer m edad en cuest ión es de
r em isión espont ánea) , m ient r as que la inm ensa m ay or ía de fracasos serán
olv idados y ent er r ados. El azar nos da una v ar iación m ás que suficient e par a
ex plicar los pocos éx it os que se conseguir án casi con cualquier t r atam ient o. Y ser ía
efect iv am ent e un m ilagr o que no hubier a «cur as m ilagr osas».
Buena par t e de t odo lo ant er ior se aplica t am bién a quienes cur an por la fe, los
psicom édicos y una sur t ida v ar iedad de otr os pract icant es que v a de los m édicos
hom eópat as a los t elevangelist as. Su prom inencia const it uye una razón poder osa
para int r oducir en nuest r as escuelas una buena r ación de saludable escept icism o.
Est e es un est ado m ent al generalm ent e incom pat ible con el anum erism o. ( Con est a
act it ud de r echazo hacia est os char latanes, no obst ant e, no pr et endo pr opugnar
ningún t ipo de cient ificism o rígido y dogm át ico, ni ningún t ipo de at eísm o ingenuo.
Com o dice un ver so de How ar d Nem er ov, hay un largo tr echo de «Adonai» a «Yo no
sé» y a «Yo niego» 1 , y m ucho lugar en m edio para que las per sonas r azonables
puedan sent irse a gust o) .
A m enudo es difícil, incluso en los casos m ás est rafalarios, refut ar
concluyent em ent e un pr ocedim ient o o una cur ación propuest a. I m aginad el caso de
un falso diet ét ico que aconsej e a sus pacient es que se t om en dos pizzas ent er as,
cuat r o cer v ezas y dos t r ozos de tar t a de queso en cada com ida: desayuno,
alm uer zo y cena, adem ás de una caja de higos secos y un lit r o de leche com o

1
En inglés, j uego de palabras ent re ex presiones de sim ilar pronunciación. ( N. del T.) .

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t ent em pié par a ir a la cam a, basándose en que ot r as per sonas que han pr obado
est e r égim en han per dido t r es kilos por sem ana. Var ios pacient es siguen el
t rat am ient o durant e t res sem anas y al cabo de est e lapso se encuent ran con que
han ganado cuatr o kilos cada uno. ¿Refut a est e r esult ado las afir m aciones del
doct or ? No necesar iam ent e, pues siem pr e puede aducir que no se han r espet ado
una ser ie de condiciones com plem ent ar ias. Siem pr e podr á decir que las pizzas
t enían dem asiada salsa, que los pacient es dur m ier on dieciséis hor as al día, o que la
cer v eza no era de la m ar ca adecuada. El caso es que uno siem pr e puede encont rar
escapat or ias que le per m it an sost ener su teor ía pr efer ida, por m uy fant asiosa que
est a sea.
El filósofo Willar d van Orm an Quine v a m ás lej os y afir m a que la ex per iencia nunca
puede obligar a r echazar ninguna cr eencia concr et a. Consider a que la ciencia es un
t ej ido int egr ado de hipót esis, pr ocedim ient os y for m alism os int er conect ados, y
sost iene que cualquier im pact o del m undo sobr e est e t ej ido se puede dist r ibuir de
m uchos m odos dist int os. Si est am os dispuest os a int roducir cam bios lo
suficient em ent e dr ást icos en el r est o del t ej ido de nuest r as cr eencias, r azona,
podem os m ant ener nuest ra cr eencia en la eficacia de la diet a ant er ior o incluso en
la v alidez de cualquier pseudociencia.
Menos cont r over t ida es la asev eración de que no hay una separación clar a ni
algor it m os fáciles que nos per m it an dist inguir la ciencia de la pseudociencia. La
fr ont er a ent r e am bas es dem asiado bor rosa. Los t em as que est am os t rat ando, el
núm er o y la pr obabilidad, nos dan, no obstant e, la base de la est adíst ica, que j unt o
con la lógica const it uy e uno de los pilar es del m ét odo cient ífico, que a la lar ga
ser v ir á para separar la ciencia v er dader a de la falsa, si es que hay algún m ét odo
que pueda hacer lo. Sin em bargo, al igual que la exist encia del r osa no socav a la
dist inción ent re el blanco y el roj o, y al igual que el alba no significa que día y noche
sean en r ealidad la m ism a cosa, est a fr anj a pr oblem át ica tam poco anula, a pesar de
los ar gum ent os de Quine, las difer encias fundam entales ent r e la ciencia y sus
falsificaciones.

7 . La proba bilida d con dicion a da, e l black j a ck y la de t e cción de l con sum o de


dr oga s

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No hace falt a ser un seguidor de ninguna de las pseudociencias cor r ient es par a
hacer falsas afir m aciones o deducciones incor r ect as. Muchos de los er r or es
habit uales en el m ét odo de r azonam ient o se deben a una m ala com pr ensión del
concept o de probabilidad condicional. A m enos que A y B sean dos hechos
independient es, la pr obabilidad de que ocurr a A es dist int a de la pr obabilidad de que
ocur ra A sabiendo que ha ocur r ido B. ¿Qué significa est o?
Por poner un ej em plo sencillo, la probabilidad de que una per sona elegida al azar en
la guía t elefónica pese m ás de cient o veint e quilos es m uy pequeña. Sin em bargo, si
sabem os y a, de un m odo u otr o, que m ide m ás de dos m et ros, la pr obabilidad
condicional de que pese m ás de cient o v eint e kilos es m ucho m ay or. La probabilidad
de que al t ir ar dos dados la sum a sea 12 es 1/ 36. La pr obabilidad de que hay a
salido 12 si se sabe que ha salido por lo m enos 11 es 1/ 3. ( Los r esult ados sólo
pueden haber sido 6, 6; 6, 5; 5, 6, y hay por t ant o una posibilidad de t r es de que la
sum a sea 12, ya que por lo m enos es 11) .
Tam bién es m uy fr ecuent e cier t a confusión ent r e la pr obabilidad de A condicionada
a B y la pr obabilidad de B condicionada a A. Un ej em plo sencillo: la pr obabilidad de
escoger un r ey condicionada a que la car ta escogida sea una figur a —r ey , r eina o
v alet — es 1/ 3. Sin em bargo, la pr obabilidad de que la car t a escogida sea una figur a
condicionada a que sea un r ey es 1, o sea, el 100 por cient o. La pr obabilidad
condicionada de que alguien sea ciudadano nor t eam er icano sabiendo que habla
inglés es, pongam os, 1/ 5. La pr obabilidad condicionada de que alguien hable inglés
sabiendo que es ciudadano nor t eam er icano es, quizá, 19/ 20, ó 0,95.
Consider em os ahora una fam ilia de cuatr o m iem br os escogida al azar, de la que
sabem os que t iene por lo m enos una hij a. Pongam os que se llam a Mar ía. Con est os
dat os ¿cuál es la pr obabilidad condicional de que el her m ano de Mar ía sea v ar ón? Y
si sabem os que Mar ía t iene un her m ano m enor , ¿cuál es la pr obabilidad condicional
de que sea v ar ón? Las r espuest as son 2/ 3 y 1/ 2, r espect iv am ent e.
En gener al, hay cuat r o com binaciones posibles y equipr obables en una fam ilia con
dos hij os VV, VH, HV y HH, donde el or den de las let r as V ( var ón) y H ( hem bra)
indica el or den de nacim ient o. En el pr im er o de los casos, la posibilidad VV queda
descar tada, por hipót esis, y en dos de las t r es com binaciones r est ant es hay un
chico, el her m ano de Mar ía. En el segundo caso, hay que descar t ar las

Colaboración de Sergio Barros 67 Preparado por Pat ricio Barros


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com binaciones VV y VH, pues Mar ía es una chica y es la m ayor , y en una de las dos
posibilidades rest ant es hay un chico. En el segundo caso t enem os m ás inform ación,
y est o ex plica que las pr obabilidades condicionales sean dist int as.
Ant es de pasar a una aplicación m ás ser ia, m e gustar ía hablar de ot ro t im o que
funciona gracias a la confusión que llev a asociada la pr obabilidad condicional.
I m aginad un hom br e que t iene t r es car t as. Una de ellas es negra por am bas car as,
ot r a r oj a por am bas car as, y la t er cer a t iene una cara roj a y la otr a negr a. Met e las
car t as en un som br ero y t e pide que saques una, per o sólo t e dej a v er una de las
caras. Supongam os que es r oj a. El hom br e obser v a que com o la car ta escogida
t iene una car a r oj a, no puede ser la que t iene las dos car as negras, con lo que ha
de ser una de las ot r as dos, la r oja- r oj a o la r oj a- negra. Y a cont inuación t e ofr ece
apostar cier t a sum a de diner o cont r a la m ism a cant idad por su par t e, apostando él
a favor de la car t a r oja- r oj a. ¿Es una apuest a lim pia?
Así par ece a pr im er a v ist a. Sólo pueden ser dos car tas, y él apuest a por una y t ú
por la ot ra. Per o el tr uco est á en que m ient r as hay dos m odos que le fav or ecen a él,
solo uno j uega a t u favor . La cara v isible de la car t a escogida podr ía ser la cara r oj a
de la car t a r oj a- negr a, en cuyo caso ganas, podr ía ser una car a roj a de la car t a
r oj a- r oja, en cuyo caso gana él, o la ot r a car a r oja de dicha car t a, en cuyo caso
v uelv e a ganar él. Su pr obabilidad de ganar es 2/ 3. La pr obabilidad condicional de
que la car ta sea la r oja- r oj a sabiendo que no es la negr a- negra es 1/ 2, per o est e no
es el caso que nos ocupa. Sabem os algo m ás que est o. Sabem os que nos pr esent a
una cara r oj a.
La pr obabilidad condicional ex plica t am bién por qué el blackj ack es el único j uego
de azar en el que t iene sent ido r ecor dar lo que ha salido ant es. En la r ulet a, los
r esult ados pr ev ios no t ienen influencia alguna sobr e las t ir adas post er ior es. La
pr obabilidad de que salga r oj o en la t ir ada siguient e es 18/ 38, la m ism a que la
pr obabilidad condicional de que salga roj o sabiendo que y a han salido cinco roj os
consecut iv os. Y lo m ism o vale par a los dados, la probabilidad de que salga un 7 al
lanzar un par de dados es 1/ 6, igual que la pr obabilidad condicional de que salga 7
sabiendo que en las t r es últ im as t ir adas ant er ior es ha salido 7. Cada t ir ada es
independient e de las ant er ior es.

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Una par t ida de blackj ack, por el cont r ar io, depende de lo que ha pasado ant es. La
pr obabilidad de sacar dos ases seguidos de un m azo de car t as no es ( 4/ 52 × 4/ 52)
sino ( 4/ 52 × 3/ 51) , siendo el segundo fact or la probabilidad condicional de que
salga ot r o as sabiendo que la pr im er a car t a lo er a t am bién. Asim ism o, la
pr obabilidad condicional de que una car ta sea una figur a, sabiendo que se han
sacado ya t r eint a car tas y sólo dos er an figur as, no es 12/ 52, sino m ucho m ay or ,
10/ 22. Est e hecho —que las probabilidades ( condicionales) cam bian según la
com posición de lo que queda del m azo— es la base de var ias est rat egias de contado
en el blackj ack, que consist en en r ecor dar cuánt as car tas han salido de cada t ipo y
aum ent ar la apuesta cuando (de v ez en cuando y liger am ent e) se t iene la
pr obabilidad a fav or.
Yo m ism o he ganado diner o en At lant ic Cit y em pleando una de dichas est r at egias, y
hast a pensé en hacer m e con un anillo diseñado especialm ent e par a facilit ar el
t r abaj o de cont ar. Per o lo dej é corr er , pues, a m enos que uno t enga un buen faj o de
billet es, el rit m o al que se va ganando dinero es dem asiado lent o para el t iem po y la
concent ración necesar ios.
Una elabor ación int er esant e a par t ir del concept o de pr obabilidad condicional es el
conocido t eor em a de Bay es, que fue dem ostr ado por pr im er a v ez por Thom as Bayes
en el siglo dieciocho, y const it uye la base del siguient e result ado, un t ant o
sor pr endent e, con im por tant es consecuencias para los análisis de SI DA o la
det ección del consum o de dr ogas.
Supongam os que haya un análisis par a detect ar el cáncer con una fiabilidad del 98
por cient o; es decir , si uno t iene cáncer el análisis dará posit ivo el 98 por cient o de
las veces, y si no lo t iene, dar á negat iv o el 98 por cient o de las veces. Supongam os
adem ás que el 0,5 por cient o de la población, una de cada doscient as per sonas,
padece v erdader am ent e cáncer. I m aginem os que uno se ha som et ido al análisis y
que su m édico le infor m a con t ono pesim ist a que ha dado posit iv o. ¿Hasta qué
punt o ha de depr im ir se esa per sona? Lo sorpr endent e del caso es que dicho
pacient e ha de m ant ener se pr udent em ent e opt im ist a. El por qué de est e opt im ism o
lo encont r ar em os al det er m inar la pr obabilidad condicional de que uno t enga un
cáncer sabiendo que el análisis ha dado posit iv o.

Colaboración de Sergio Barros 69 Preparado por Pat ricio Barros


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Supongam os que se hacen 10.000 pr uebas de cáncer . ¿Cuánt as de ellas darán


posit ivo? En prom edio, 50 de est as 10.000 personas ( el 0,5 por cient o de 10. 000)
t endr án cáncer, y com o el 98 por cient o de ellas dar án posit iv o, t endr em os 49
análisis posit iv os. Por ot r a par t e, el 2 por cient o de las 9.950 per sonas r est ant es,
que no padecen cáncer, t am bién dar án posit iv o, con un t ot al de 199 análisis
posit ivos ( 0, 02 × 9. 950 = 199) . Así, del t ot al de 248 posit ivos ( 199 + 49 = 248) , la
m ay or ía ( 199) son falsos posit iv os, y la pr obabilidad condicional de padecer el
cáncer sabiendo que se ha dado posit iv o es sólo 49/ 248, ¡aproxim adam ent e el 20
por cient o! ( Hay que com par ar est e por cent aj e r elat iv am ent e baj o con la
pr obabilidad condicional de dar posit iv o en el supuest o de que se t enga
efect ivam ent e el cáncer que, por hipót esis, es del 98 por cient o) .
Est e r esult ado inesper ado en un t est con una fiabilidad del 98 por cient o deber ía dar
que pensar a los legislador es cuando se plant ean inst it uir análisis obligat or ios o
gener alizados para detect ar el consum o de dr ogas, el SI DA o lo que sea. Muchos
t est es son m enos f iables: según un ar t ículo recient e de The Wall St r eet Jour nal, por
ej em plo, el conocido t est de Pap par a la detección del cáncer de cuello de út er o sólo
es fiable al 75 por cient o. Los det ect or es de m ent ir as son not ablem ent e im pr ecisos
y con cálculos par ecidos al ant er ior se dem uest r a por qué el núm er o de per sonas
v er aces que no super an la pr ueba del det ect or de m ent ir as es nor m alm ent e m ay or
que el de los r ealm ent e m ent ir osos. Som et er a las per sonas que dan posit iv o a un
est igm a, y en especial cuando puede que la m ay or ía sean falsos posit iv os, es
cont r aproducent e y dañino.

8 . N u m e rología
Menos inquiet ant e que los análisis poco fiables es la num er ología, últ im a de las
pseudociencias que com entar é y m i favor it a. Se tr ata de una pr áct ica m uy v iej a,
com ún a una ser ie de sociedades ant iguas y m ediev ales, que j uega con la
asignación de v alor es num ér icos a las let r as y la consiguient e int er pr et ación de la
igualdad num ér ica ent r e dist int as palabr as y fr ases.
Los valor es num ér icos de las let r as de la palabr a hebr ea que significa «am or »
( ahavah) sum an 13, igual que las let r as de «uno» ( ehad) . Com o «uno» es la
abr ev iación de «un Dios», m uchos han pensado que la igualdad de am bas palabr as

Colaboración de Sergio Barros 70 Preparado por Pat ricio Barros


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er a significat iv a, así com o el hecho de que su sum a, 26, iguale al equiv alent e
num ér ico de Yahveh, el nom br e divino de Dios.
El núm er o 26 fue im por t ant e por otr as r azones: en el ver sículo 26 del Génesis, Dios
dice: «Hagam os al hom br e a nuestr a im agen»; Adán y Moisés est aban separados
por 26 generaciones, y la difer encia ent r e los equiv alent es num ér icos de Adán ( 45)
y de Eva ( 19) es 26.
Los r abinos y los cabalist as que se dedicar on a la num er ología ( Gem atr iah) seguían
adem ás t oda una v ar iedad de sist em as, despr eciando a veces las pot encias de 10,
t om ando 1 en vez de 10, 2 en vez de 20, et c. Así, com o la pr im er a let r a de Yahveh
t enía asignado el v alor 10, se le podía asignar t am bién el v alor 1 si la ocasión lo
r equer ía, y ent onces el v alor num ér ico de Yahveh er a 17, igual al equiv alent e
num érico de «bueno» ( t ov) . Otr as veces se ut ilizaban los cuadr ados de los valor es
num éricos de las let ras, en cuyo caso Yahveh daba 186, igual que la palabr a que
significa «lugar » ( Maqqom ) , que er a ot r o m odo de r efer ir se a Dios.
Los gr iegos se dedicaron t am bién a la pr áct ica num er ológica ( isopsefia) t ant o en la
ant igüedad, con el m ist icism o num ér ico de Pit ágor as y su escuela, com o m ás
adelant e, con la int r oducción del cr ist ianism o. En su sist em a, la palabra gr iega que
significa Dios ( Theos) t enía un valor num ér ico de 284, al igual que las palabr as que
significaban «sant o» y «bueno». El v alor num ér ico de las let r as alfa y om ega, el
pr incipio y el fin, er a 801, igual que el de per ist er a, que significa «palom a», cosa
que se t om aba com o una cor r oboración m íst ica del m ist er io cr ist iano de la Tr inidad.
Los gnóst icos gr iegos obser var on que la palabra gr iega que significa «r ío Nilo» t enía
un v alor num ér ico de 365, y lo t om aban com o una indicación de la per iodicidad
anual de sus inundaciones.
Los m íst icos cr ist ianos invirt ieron m uchas energías en descifrar el núm ero 666, que
según san Juan Evangelist a designaba el nom br e de la Best ia del Apocalipsis, o
Ant icr ist o. Sin em bar go, com o no especificaba el m ét odo seguido para asignar
núm er os a las let r as, no est aba del t odo clar o a quién se r efer ía dicho núm er o.
«César Ner ón», nom br e del pr im er em per ador r om ano que per siguió a los
cr ist ianos, valía 666 según el m ét odo hebr eo, y lo m ism o v alía la palabr a que
significaba «lat inos» según el sist em a gr iego. Est e m ism o núm er o se ha em pleado
m uchas v eces al ser vicio de la ideología: en el siglo dieciséis, un aut or cat ólico

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escr ibió un libr o que en esencia v enía a decir que Mar t ín Lut er o era el Ant icr ist o,
pues el v alor de su nom br e según el m ét odo lat ino er a 666. Casi enseguida, algún
par t idar io de Lut ero r eplicó que las palabr as que figur aban en la t iara papal,
«Vicar io del Hij o de Dios», daban tam bién 666 si se sum aban los núm er os r om anos
cor r espondient es a las let r as de la fr ase. Más r ecient em ent e, la ext r em a der echa
fundam ent alist a ha obser vado que cada palabr a del nom br e Ronald Wilson Reagan
t iene seis let r as.
Se pueden dar ej em plos par ecidos de las práct icas num er ológicas de los
m usulm anes. Tales int er pr et aciones num éricas ( la j udía, la gr iega, la cr ist iana y la
m usulm ana) no sólo se usar on com o vía de confir m ación m íst ica de las r espect iv as
doct r inas r eligiosas, sino tam bién en la adiv inación, la int er pr et ación de los sueños,
la adiv inación por núm er os, et c. A m enudo se encontr ar on con la oposición del
cler o, per o gozar on de gran popular idad ent r e los laicos.
Algunas de est as super st iciones num er ológicas siguen viv as hoy en día. En cier t a
ocasión escr ibí una r eseña par a The New Yor k Tim es acer ca de Fr om One t o Zer o
( «De uno a cer o») , de George I fr ah ( del que he t om ado la m ay or par t e de los
ej em plos de las líneas pr ecedent es) , y m e r efer í en un t ono com plet am ent e neut r o
al caso del núm ero 666, Mar t ín Lut er o y la t iar a papal. Com o r espuesta r ecibí una
m edia docena de car t as despr opor cionadas y ant isem ít icas, en algunas de las cuales
m e llam aban incluso Ant icr ist o. Hace algunos años, Pr oct er y Gam ble tuvier on
pr oblem as par ecidos, aunque m ás graves, debido a la nat ur aleza num ér ico-
sim bólica de su logot ipo.
La num erología es en m uchos sent idos una pseudociencia, en especial por su facet a
adiv inat or ia. Hace pr edicciones y afir m aciones que pr áct icam ent e no adm it en
falsación, pues siem pr e es fácil invent ar una for m ulación alt ernat iva consist ent e con
lo que haya ocur r ido. Basada en el núm er o, t iene una com plej idad ilim it ada que
at r ae la ingenuidad y la cr eat iv idad de sus seguidor es, sin las m olest ias de t ener
que som et er se a v alidaciones ni pr uebas. Las igualdades que se obt ienen sir v en
gener alm ent e para corr obor ar alguna doct r ina ya ex ist ent e, y poco esfuer zo se
hace, si es que se hace alguno, por encont r ar cont raej em plos. Es casi segur o que
«Dios» es num ér icam ent e equiv alent e a fr ases que niegan la fe, y a palabras
sacr ílegas, o sim plem ent e cóm icas. ( Renunciar é a dar m is ej em plos) . Com o m uchas

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ot r as pseudociencias, la num erología es ant igua, y adquier e cier t a r espet abilidad


por sus connotaciones religiosas.
Sin em bar go, si se pr escinde de t odos los elem ent os super st iciosos, lo poco que
queda t iene algo de at r act iv o. Su pur eza ( sólo núm er os y let r as) y su cualidad de
t abula r asa ( com o un t est de Ror schach) le per m it en t ener una esfer a de acción
m uy am plia, para v er todo lo que uno quier a v er y r elacionar t odo lo que uno quier a
r elacionar , pr opor cionando por lo m enos una fuent e ilim it ada de r ecur sos
m nem ot écnicos.

9 . Lógica y pseu docien cia


Com o los núm eros y la lógica est án ent r elazados de m odo inex t r icable, t ant o en la
t eor ía com o en la opinión del v ulgo, quizá no sea ir se por las r am as decir que la
lógica defect uosa es una for m a de anum er ism o. De hecho, est a idea ha est ado
im plícit a en buena par t e de est e capít ulo. Par a acabar , pues, pr esent ar é un par m ás
de falsas deducciones que ev ocan adem ás el papel del anum er ism o —aquí baj o la
for m a de lógica falaz— en la pseudociencia.
Es un er ror m uy ext endido confundir una proposición condicional —si A, ent onces
B— con su recíproca, si B, ent onces A. Tenem os una var iant e poco habit ual del
m ism o cuando la gent e r azona: si X cura Y, ent onces la falt a de X pr oduce Y. Si la
dopam ina, por ej em plo, pr oduce una dism inución de los t em blor es del m al de
Par k inson, ent onces la falt a de dopam ina pr oduce t em blor es. Si algún ot r o
m edicam ent o m it iga los sínt om as de la esquizofr enia, ent onces la ausencia del
m ism o ha de causar la esquizofr enia. No es pr obable que uno com et a est e t ipo de
er r or cuando se enfr ent a a una sit uación m ás conocida. No hay dem asiada gent e
que piense que com o la aspir ina cura el dolor de cabeza, la falt a de aspir ina en la
sangr e pr oduce dolor de cabeza.
De un bot e de pulgas que t iene ant e sí, el célebr e experim ent alist a Van Dulm holt z
t om a una cuidadosam ent e, le arr anca suavem ent e las patas tr aseras y le m anda en
voz alt a que salt e. Obser va que la pulga no se m ueve y lo vuelve a int ent ar con
ot r a. Cuando se han acabado las pulgas del bot e, hace su est adíst ica y concluye
sat isfecho que las pulgas t ienen el oído en las patas t r aser as. Aunque pueda par ecer
absurdo, ot r as var iant es de est a explicación aplicadas en cont ex t os m enos

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t r anspar ent es pueden r esult ar m uy conv incent es par a per sonas que par t an de
pr econcept os suficient em ent e ar r aigados. ¿Es est a explicación m ás absur da que la
que aceptan quienes cr een a una m uj er que sost iene que es el canal por el que se
ex pr esa un hom br e de 35.000 años? ¿Es m ás for zado que la pr et ensión de que el
escept icism o de los espect ador es im pide sist em át icam ent e que se pr oduzcan cier t os
fenóm enos paranor m ales?
¿Qué falla en la siguient e lógica no del t odo im pecable? Sabem os que 36 pulgadas
= 1 yar da. Por tant o, 9 pulgadas = 1/ 4 de y ar da. Com o 3 es la raíz cuadr ada de 9 y
1/ 2 es la r aíz cuadr ada de 1/ 4, t enem os que 3 pulgadas = 1/ 2 y arda.
Refut ar la afir m ación de que algo ex ist e es a m enudo m uy difícil. Y t am bién a
m enudo se t om a est a dificult ad com o pr ueba de que la afir m ación es cier t a. Pat
Rober t son, el t elevangelist a que se present ó com o candidat o a las elecciones
pr esidenciales, sost enía r ecient em ent e que no podía dem ostr ar que no hubier a
bases de m isiles sov iét icos en Cuba, con lo cual podr ía haber las. Tiene r azón,
nat ur alm ent e, per o t am poco puedo yo probar que Big Foot no t enga un t errenit o en
las afuer as de La Habana. Los seguidores de New Age hacen t oda clase de
afir m aciones sobr e la ex ist encia de est o y aquello: que ex ist e la ESP, que se han
dado casos de doblam ient o de cuchar as, que abundan los espír it us, que hay
ext rat err est res ent re nosotros, et c. Cuando, com o suele ocurr irm e regularm ent e,
m e pr esent an afir m aciones fantást icas com o est as y otr as por el est ilo, no puedo
dej ar de sent ir m e un poco com o un abst em io en una or gía de borr achos, insist iendo
en que el hecho de que y o no sea capaz de r efut ar de m odo concluyent e dichas
afir m aciones no es ninguna pr ueba de que est as sean cier t as.
Se podr ían cit ar m uchas m ás hist or iet as com o ej em plo de est e y ot r os er r or es
lógicos, per o el caso par ece ya bast ant e clar o: t ant o el anum er ism o com o la falsa
lógica abonan un suelo fér t il para el cr ecim ient o de la pseudociencia. En el pr óxim o
capít ulo t r at ar é de las r azones por las que am bas están t an ex t endidas.

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Ca pít u lo 4
¿A qu é se de be el an um e rism o?

Con t en ido:
1. Evocación de anum erism os pasados
2. La educación secundar ia y la universit ar ia
3. El anum erism o y la t endencia a per sonalizar
4. La ubicuidad del filt rado y las coincidencias
5. Tom a de decisiones y plant eo de pr oblem as
6. La angust ia m at em át ica
7. El r om ant icism o m al ent endido
8. Digr esión: un índice de segur idad logarít m ico

Exper iencia per sonal r ecient e en una cafeter ía suburbana: pido una ham burguesa,
pat atas fr it as y una Coca Cola. La cuent a sube a 2,01 dólar es y la caj er a, que lleva
v ar ios m eses t r abaj ando allí, m anej a t orpem ent e una t abla donde, j unt o al pr ecio
m ar cado por la r egist rador a, figura el im puest o que hay que añadir , el 6 por cient o,
hast a encont rar la línea que dice 2,01 dólar es 0,12 dólar es. En at ención al
anum er ism o de sus em pleados, las grandes concesionar ias t ienen ya caj as
r egist r adoras con t eclas que llev an dibuj ados los ar t ículos y que añaden el
im puest o.
Según un est udio recient e, que un depart am ent o exij a o no ciert o nivel en
m at em át ica o est adíst ica es det erm inant e cuando una m uj er elij e donde
m at r icularse en el t ercer ciclo de ciencias polít icas.

Cuando oí al sabio astr ónom o, cuyas


lecciones desper t aban tant a adm iración
en el aula / Qué inexplicablem ent e pront o
em pecé a sent ir m e cansado y hast iado.
Walt Whit m an

1 . Evoca ción de a nu m e r ism os pa sa dos

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¿Por qué el anum er ism o est á t an ex t endido ent r e per sonas que, por otr a par t e, son
inst ruidas? Siendo un t ant o sim plist as, direm os que las r azones son una educación
insuficient e, cier t o bloqueo psicológico y falsas ideas r om ánt icas acer ca de la
nat ur aleza de las m at em át icas. Mi pr opio caso es la ex cepción que confir m a la
r egla. El r ecuer do m ás antiguo que t engo de haber quer ido ser m at em át ico
cor r esponde a m is diez años de edad, cuando calculaba que det er m inado lanzador
suplent e de los Milw aukee Br av es de aquella época t enía una m edia de car r er as
ganadas (MCG) de 135. ( Par a los aficionados al béisbol: dej aba que le m ar car an
cinco car r er as y sólo elim inaba a un bateador ). I m pr esionado con un MCG t an
ex t r aordinar iam ent e m alo, se lo ex pliqué t ím idam ent e a m i m aest r o, que m e pidió
que lo explicar a en clase. Com o yo er a m uy t ím ido, lo hice con una vocecit a
t em blor osa y r ojo com o un t om at e. Cuando hube ter m inado, dij o que yo est aba
com plet am ent e equiv ocado y que m e sentar a. Los MCG, dij o con aut or idad, nunca
pueden ser super ior es a 27.
Al acabar la t em por ada, The Milwaukee Journal publicó las m edias de t odos los
j ugador es de las Maj or Leagues y, com o aquel lanzador no había vuelt o a j ugar, su
MCG era 135, el m ism o que y o había calculado. Recuer do que t uv e la sensación de
que las m at em át icas er an un prot ect or om nipot ent e. Con ellas uno podía dem ostr ar
cosas a ot ras per sonas y est as le habían de cr eer , t ant o si les gust aba com o si no.
Así que, picado aún por la hum illación que había sent ido, llev é el per iódico a la
escuela par a enseñár selo al m aest r o. Me echó una m ir ada horr ible y m e volv ió a
or denar que m e sent ar a. Al par ecer , la idea que t enía él de im par t ir una buena
educación consist ía en asegur ar se de que t odo el m undo perm anecier a sent ado.
Aunque no est é dom inada por ordenancist as com o m i m aest ro, la enseñanza
elem ent al de las m at em át icas es generalm ent e pobr e. Las escuelas pr im ar ias
consiguen, por lo general, enseñar las oper aciones elem ent ales de sum ar, r est ar,
m ult iplicar y div idir , y t am bién los m ét odos para m anej ar fr acciones, decim ales y
por cent aj es. Por desgr acia, no son t an eficaces a la hor a de enseñar cuándo hay
que sum ar o r estar , cuándo m ult iplicar o div idir , o cóm o conver t ir fr acciones en
decim ales o porcent aj es. Rara v ez se tr abaj an los pr oblem as ar it m ét icos: cuánt o, a
qué dist ancia, cuánt os años t iene, cuánt os. En part e, el t em or que sient en los
est udiant es m ayor es ant e cier t os pr oblem as de enunciado se debe a que, cuando

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est aban en los niv eles elem ent ales, no les pidier on que encont r aran la r espuesta a
pr egunt as cuant it at ivas com o est as.
Muy pocos est udiant es apr ueban la enseñanza básica sin saber las cuatr o r eglas de
la ar it m ét ica, pero m uchos pasan sin ent ender que si uno va a 50 km / h durant e
cuat r o horas, recorrerá 200 kilóm et ros en t ot al; que si los cacahuet es cuest an 40
cent avos la onza y una bolsa cuest a 2,20 dólares, ent onces la bolsa cont iene 5,5
onzas de cacahuet es; que si 1/ 4 de la población m undial son chinos y 1/ 5 del r est o
son indios, ent onces 3/ 20 o el 15 por cient o de los habit ant es del m undo son indios.
Est a clase de com pr ensión no es, nat uralm ent e, t an sim ple com o saber que 35 × 4
= 140, que ( 2,2) / ( 0,4) = 5,5, o que ( 1/ 5) × ( 1 − 1/ 4) = 3/ 20 = 0, 15 = 15 por
cient o. Y com o m uchos est udiant es de los niveles elem ent ales no llegan a ello de un
m odo nat ur al, hay que insist ir plant eándoles m uchos pr oblem as, algunos práct icos y
ot r os im aginar ios.
En gener al, apar t e de unas pocas lecciones sobr e r edondeo de núm er os, t am poco
se enseña a hacer cálculos. Y r ar am ent e se enseña que el r edondeo y las
est im aciones r azonables t engan algo que v er con la v ida r eal. No se pide a los
est udiant es de la escuela pr im ar ia que hagan un cálculo de cuánt os ladr illos hay en
una par ed de la escuela, de la v elocidad a que es capaz de corr er el m ás r ápido, del
por cent aj e de est udiant es cuyos padres son calvos, del cocient e ent re la
cir cunfer encia de la cabeza de alguien y su est at ur a, de cuánt as m onedas de cinco
cent av os hacen falt a para hacer una t orr e de la alt ur a del Em pir e St at e Building, o
si dichas m onedas cabr ían en el aula de est udio.
Casi nunca se enseña a razonar induct ivam ent e, ni se est udian los fenóm enos
m at em át icos con v ist as a capt ar las r eglas y pr opiedades m ás r elev ant es. Las
discusiones de lógica inform al son t an frecuent es en los cursos de m at em át ica
elem ent al com o las discusiones sobr e las sagas de I slandia. No se com ent an
enigm as, j uegos ni adivinanzas… y est oy convencido de que en m uchos casos se
debe a que los alum nos br illant es podr ían super ar m uy fácilm ent e a sus m aest r os.
En sus encantador es libr os de div ulgación m at em át ica y en sus colum nas de
Scient ific Am erican, Mar t in Gardner ha ex plor ado de un m odo sum am ent e at r act iv o
la ínt im a r elación que hay ent r e esos j uegos y las m at em át icas. Dichos libr os, lo
m ism o que How t o Solve I t ( «Cóm o r esolv er lo») o Mat hem atics and Plausible

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Readings ( «Mat em át icas y lect ur a posible» ) , del m at em át ico Geor ge Poly a, ser ían
una lect ur a r ecom endada m uy est im ulante para los est udiant es de bachiller at o o
para los pr im er os cur sos de univ er sidad ( bast ar ía que se los r ecom endar an) . Un
libr o encant ador con un sabor bastant e par ecido al de los ant er ior es, pero en un
nivel m ás elem ent al, es I Hat e Mat hem atics ( «Odio las m at em át icas») , de Mar ily n
Bur ns. Est á lleno de lo que no suele haber en los libr os de t ext o de m at es
elem ent ales: indicaciones heur íst icas par a la r esolución de pr oblem as e
im aginación.
En cam bio, dem asiados libr os de t ex t o se dedican aún a pr esent ar list as de nom br es
y palabr as, y las ilust r aciones, cuando las hay, son pocas. Señalan, por ej em plo,
que la sum a t iene la pr opiedad asociat iv a pues ( a + b) + c = a + ( b + c) . Per o
r aram ent e se cit a alguna operación que no lo sea, con lo que, en el m ej or de los
casos, la definición par ece innecesar ia. Y en cualquier caso, ¿qué se puede hacer
con est e fragm ent o de inform ación? Par ece t am bién com o si ot ros t érm inos se
int roduj eran con la única razón fundam ent al de que, im presos en negrit a y
enm ar cados en un r ecuadr o en m edio de la página, quedan bonit os. Sat isfacen la
idea que m ucha gent e t iene del conocim ient o, com o una especie de botánica
gener al en la que hay un lugar para cada cosa y cada cosa t iene su lugar. La
m at em át ica com o herram ient a út il, com o m odo de pensar o com o fuent e de placer
es algo com plet am ent e aj eno a la m ay or ía de pr ogr am as de la educación elem ent al
( incluso de aquellos que usan libr os de t ex t o adecuados).
Puede pensar se que a est as alt ur as y a t endr íam os que disponer de m at er ial
infor m át ico que facilit ar a la enseñanza de los fundam ent os de la ar it m ét ica y sus
aplicaciones ( pr oblem as de enunciado, est im aciones, et c.) . Por desgr acia, los
pr ogr am as que t enem os en la act ualidad son, dem asiado a m enudo, sim ples
t r anscr ipciones, a m onit or de t elev isión, de list as poco im aginat iv as
cor r espondient es a ej er cicios r ut inar ios sacadas de los libr os de t ex t o. No sé de
ningún pr oblem a que ofr ezca un enfoque efect iv o, coher ent e e int egr ado de la
ar it m ét ica y sus aplicaciones en la r esolución de pr oblem as.
Par t e de la culpa de la pobr e inst r ucción que se r ecibe en la escuela pr im ar ia r ecae
en los m aest r os poco com pet ent es y que en el fondo sient en poco apr ecio y t ienen
poco int er és en las m at em át icas. Y, a su v ez, la culpa de que est o ocur r a la t ienen

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las escuelas de m agist er io que en sus cur sos de for m ación de pr ofesor ado insist en
poco en la im por tancia de las m at em át icas, si es que lo hacen. Según m i pr opia
ex per iencia, los est udiant es que se pr epar an para enseñar m at es en la escuela
secundar ia ( cont rar iam ent e a lo que ocurr e con los est udiant es de la licenciat ur a de
m at em át icas) son gener alm ent e los peores que asist en a m is clases. El bagaj e
m at em át ico de los fut ur os m aest r os de escuela pr im ar ia es peor aún y, en m uchos
casos, inexist ent e.
Una solución par cial podr ía consist ir en cont r at ar uno o dos m at em át icos par a cada
escuela pr im ar ia, que fuer an pasando por las dist int as clases y r efor zar an ( o se
hicier an car go de) la enseñanza de las m atem át icas. A v eces pienso que podr ía ser
una buena idea que los pr ofesor es de m ates y los m aestr os de pr im ar ia cam biar an
sus puest os dur ant e unas sem anas al año. Est ar en m anos de m aest ros de pr im ar ia
no supondr ía ningún per j uicio par a los fut ur os licenciados y doct or es en
m at em át icas ( de hecho, aquellos podr ían apr ender algo de est os) y en cam bio, para
los alum nos de los ciclos m edio y super ior de la pr im ar ia ser ía pr ovechoso apr ender
acer t ij os y j uegos m at em át icos present ados por gent e com pet ent e.
Y ahor a una pequeña digr esión. Esta conex ión ent r e los acer t ij os y las m at em át icas
se m ant iene incluso en el niv el univer sit ar io, t anto en la docencia com o en la
invest igación, y lo m ism o cabr ía decir del hum or . En m i libr o Mat hem at ics and
Hum or ( «Mat em át icas y hum or ») int ent é dem ost rar que am bas act iv idades son
for m as de j uego int elect ual que a m enudo confluyen en r om pecabezas, acer t ij os,
j uegos y par adojas.
Tant o la m at em át ica com o el hum or son com binat or ios, uniendo y separando ideas
por m er a div er sión: y ux t aponiendo, gener alizando, it er ando o invir t iendo
( AI XELSI D) . ¿Qué pasa si se r elaj a est a condición y aquella se hace m ás r est r ict iv a?
¿Qué t iene en com ún est a idea —los tr enzados, por ej em plo— con aquella, que
apar ent em ent e per t enece a un cam po m uy dispar , las sim et r ías de cier t a figur a
geom ét r ica, por ej em plo? Nat uralm ent e, est a facet a de la m at em át ica no es m uy
conocida, ni siquier a par a quienes t ienen cier t a cult ur a num ér ica, pues para poder
j ugar con los concept os m at em át icos hace falt a t ener los pr ev iam ent e m uy clar os.
Son m uy im por t ant es t am bién, t ant o para la m at em át ica com o para el hum or , la

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ingenuidad, cier t o sent ido de la econom ía en la ex pr esión y capacidad par a det ect ar
lo absur do.
Los m at em át icos t ienen, com o se puede apreciar , un sent ido del hum or
caract er íst ico, que podr ía ser fr ut o de su preparación. Suelen t om ar las ex pr esiones
al pie de la let r a, y est e sent ido lit er al es a m enudo incongr uent e con el cor r ient e, y
de ahí su com icidad. Encuent ran placer en la r educción al absur do, la pr áct ica lógica
de llev ar una pr em isa a sus últ im as consecuencias, y en div er sas clases de j uegos
de com binación de palabr as.
Si la for m ación m at em át ica com unicar a est a facet a lúdica del t em a, y a sea
for m alm ent e a los niveles de enseñanza, pr im ar io, m edio o univer sit ar io, o
infor m alm ent e en libr os de div ulgación, no cr eo que el anum er ism o est uvier a t an
ex t endido com o est á.

2 . La e du ca ción se cun da ria y la un ive r sit a r ia


Cuando los est udiant es llegan al bachiller at o, el pr oblem a de la capacidad del
pr ofesor es y a m ás cr ít ico. La indust r ia de los ordenador es, la banca u otr os cam pos
de la m ism a nat ur aleza absor ben una par t e t an im por tant e de los pocos
m at em át icos bien pr eparados, que pienso que sólo se podrá evit ar que em peor e la
sit uación en nuest ros inst it ut os con incent ivos salar iales sust anciosos para los
pr ofesor es de m at em át icas bien cualificados. Com o en est e niv el no es t an
im por t ant e haber r ecibido un gr an núm er o de cur sos pedagógicos com o cier t a
m aest r ía en las m at em át icas esenciales, podr ía ser provechoso dej ar la enseñanza
de las m at em át icas en m anos de ingenier os r et ir ados y ot r os profesionales
cient íficos. En la sit uación act ual, en m uchos casos no se consigue que los
est udiant es adquieran los elem ent os básicos de la cult ura m at em át ica. En 1579
Viet a em pezó a usar las var iables algebraicas —X, Y, Z, et c. — para sim bolizar
cant idades desconocidas. La idea es sim ple, y sin em bar go m uchos est udiant es de
bachiller at o de hoy son incapaces de seguir est e m ét odo de r azonam ient o que y a ha
cum plido los cuat r ocient os años: siendo X una incógnit a, encont rar la ecuación que
ha de sat isfacer X y despej ar la par a det er m inar el v alor que buscam os.
I ncluso cuando las incógnit as est án represent adas convenient em ent e y se puede
plant ear la ecuación, con dem asiada fr ecuencia las m anipulaciones necesar ias par a

Colaboración de Sergio Barros 80 Preparado por Pat ricio Barros


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su r esolución sólo se com pr enden vagam ent e. Oj alá m e dier an cinco dólar es por
cada est udiant e que, t eniendo apr obado el álgebr a del bachiller at o, escr ibe en una
pr ueba de acceso a la univ er sidad que

( X + Y) 2 = X 2 + Y2 .

Apr oxim adam ent e cincuent a años después de que Viet a int r oduj er a el uso de las
v ar iables algebr aicas, Descar t es ideó un m odo de asociar a cada punt o del plano un
par or denado de núm eros r eales y, de est e m odo, r elacionar las ecuaciones
algebr aicas con las cur v as geom ét r icas. El cam po de la m at em át ica que r esult ó de
esa idea t an fundam ent al es la geom et ría analít ica, esencial par a ent ender el
cálculo; sin em bargo, nuest ros est udiant es salen de los inst itut os sin saber
r epr esent ar gráficam ent e r ect as ni par ábolas.
En la escuela secundar ia ni t an sólo se enseña eficazm ent e la idea gr iega ( que y a
t iene 2.500 años) de la geom et r ía ax iom át ica: par t iendo de unos pocos ax iom as
ev ident es que se dan por sentados, deducir los t eor em as, con la única ay uda de la
lógica. ¡Uno de los libr os m ás usados en las clases de geom et r ía de la escuela
secundar ia em plea m ás de cien axiom as para dem ostr ar un núm ero sim ilar de
t eor em as! Con t antos axiom as, los t eor em as son super ficiales, car ecen de
pr ofundidad, y bastan t r es o cuatr o pasos par a dem ostr ar los.
Adem ás de alcanzar cier t o niv el de com pr ensión del álgebra, la geom et r ía y la
geom et r ía analít ica, los est udiant es de bachiller at o deber ían oír hablar de las ideas
pr incipales de lo que se conoce com o m at em át ica finit a. La com binat or ia ( que
est udia los div er sos m odos de cont ar las perm ut aciones y com binaciones de
obj et os) , la t eor ía de grafos ( que est udia r edes de líneas y vér t ices, así com o los
fenóm enos que se pueden m odelizar con est as t écnicas) , la t eor ía de j uegos ( t eor ía
m at em át ica de los j uegos de t oda clase) , y en especial la probabilidad, son cada v ez
m ás im por tant es. De hecho, la r eform a consist ent e en enseñar cálculo en algunos
inst it ut os m e par ece per v er sam ent e equivocada si significa que los t em as de
m at em át ica finit a que he cit ado hayan de elim inar se. ( Est oy r efir iéndom e ahora a
un pr ogr am a de est udios ideal par a inst it ut o. Según el últ im o «Mat hem at ics Repor t
Car d» del Educational Test ing Ser vice, la m ay or ía de los est udiant es

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nor t eam er icanos de bachiller at o apenas sí saben r esolv er los pr oblem as elem ent ales
de que hablaba unas páginas at rás) .
El inst it ut o es el lugar idóneo par a llegar a los est udiant es. Cuando han accedido a
la univ er sidad y a es dem asiado t ar de para m uchos de ellos, pues car ecen de la base
adecuada en álgebra y geom et r ía analít ica. Y aun los est udiant es con una base
m at em át ica razonable no son siem pr e conscient es de hast a qué punt o ot ros cam pos
del conocim ient o se est án « m at em at izando», con lo que t am bién ellos eligen un
m ínim o de m at em át icas en la univ er sidad.
Las m uj er es, en par t icular, pueden ir a par ar a cam pos poco pr ovechosos por que
hacen t odo lo posible por ahorr ar se un curso de quím ica o de econom ía en los que
se pida un niv el pr ev io de m at em át icas o est adíst ica. He vist o a dem asiadas
m uj er es br illant es que iban a parar a sociología y a dem asiados hom br es m ediocr es
que iban a económ icas, y la única difer encia er a que los hom br es habían logr ado
aprobar por los pelos un par de asignat ur as de m at em át icas en la univ er sidad.
Los est udiant es de la licenciat ur a de m at em át icas, que r eciben los cur sos de
fundam ent os de ecuaciones difer enciales, cálculo super ior , álgebr a abstr acta,
álgebr a lineal, t opología, lógica, pr obabilidad y est adíst ica, análisis r eal y com plej o,
et c., t ienen m uchas opciones, adem ás de m at em át icas e inform át ica, en una
v ar iedad cr ecient e de cam pos que em plean las m at em át icas. I ncluso en la
pr ospect iv a par a em pleos en cam pos que no t ienen nada que v er con las
m at em át icas, m uchas com pañías piden licenciados en m at em át icas, pues saben que
la capacidad analít ica ser á út il a cualquier a, en cualquier t r abajo.
Los licenciados en m at em át icas que cont inúan y r ealizan su t er cer ciclo encont rar án
que, cont rar iam ent e a lo que ocur r e en los niveles infer ior es, los est udios de
posgrado en m at em át icas son de los m ej ores del m undo. Lam ent ablem ent e, ya es
dem asiado t arde par a la m ay or ía y est a ex celencia no se filt r a a los niv eles
infer ior es, debido en buena par t e a que los m at em át icos nor t eam er icanos no han
sido capaces de llegar a un público m ás am plio que el r educido núm er o de
especialist as que leen sus ar t ículos de invest igación.
Descont ando algunos aut or es de libr os de tex t o, no pasan de un puñado los aut or es
m at em át icos que t ienen un público no ex per t o super ior al m illar de lect or es. Dada
est a t r ist e r ealidad, no es sor pr endent e que pocas per sonas cult as se at r ev an a

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adm it ir que no t ienen la m enor idea de quiénes fuer on Shakespear e, Dant e o


Goet he, y en cam bio la m ay or ía confiese abier t am ent e su ignor ancia sobr e Gauss,
Euler o Laplace, que en ciert o sent ido son sus equivalent es m at em át icos. ( Newt on
no cuent a, pues es m ucho m ás fam oso por su cont ribución a la física que por haber
invent ado el cálculo) .
I ncluso en los est udios de posgr ado y en la inv est igación se dan signos de m al
agüer o. Hay tant os est udiant es ex t r anj er os que cur san el doct or ado en los Est ados
Unidos y tan pocos est udiant es nor t eam er icanos que siguen la licenciat ur a en
m at em át icas, que en m uchos depar tam ent os los licenciados nor t eam er icanos son
m inor ía. De hecho, de los 739 doct or ados en m at em át icas acabados en las
universidades nort eam ericanas en el curso 1986- 1987, sólo un poco m enos de la
m it ad, 362, cor r espondier on a ciudadanos de los Est ados Unidos.
Si las m at em át icas son im por t ant es ( y lo son) , lo ha de ser t am bién la for m ación
m at em át ica. Los m at em át icos que no se dignan com unicar sus conocim ientos a un
público m ás am plio son un poco com o los m illonar ios que no dedican nada a
car idad. Teniendo en cuent a los salar ios r elat iv am ent e baj os de m uchos
m at em át icos, se podr ían arr eglar am bos desaj ust es si los m ult im illonar ios
financiar an a m at em át icos que escr ibiesen obras de div ulgación. ( Sólo es una idea) .
Uno de los ar gum ent os que aducen los m atem át icos par a no escr ibir par a un público
m ás am plio es la nat uraleza esot ér ica de su t r abaj o. Algo de est o hay, pero Mar t in
Gardner , Douglas Hofst adt er y Raym ond Sm ully an son t r es clar os cont raej em plos.
De hecho, algunas de las ideas que se discut en en est e libr o son bast ant e
sofist icadas, pero los conocim ient os m atem át icos pr ev ios par a com pr ender las son
v er dader am ent e m ínim os: un poco de solt ur a con la ar it m ét ica y ent ender los
quebrados, los decim ales y los por cent aj es. Casi siem pr e es posible hacer una
pr esent ación at ract iva e int elect ualm ent e honest a de cualquier cam po, con un
m ínim o de apar at o técnico. Est o se hace r ar am ent e, sin em bar go, porque la
m ay or ía de sacer docios ( los m at em át icos incluidos) t ienden a ocult ar se tr as un
m ur o de m ist er io, perm it iendo sólo la com unicación ent r e m iem br os.
Resum iendo, hay una r elación ev ident e ent r e el anum er ism o y la pobr e for m ación
m at em át ica r ecibida por t ant ísim a gent e. De ahí est a j er em iada. Sin em bargo, la
cuest ión no se acaba aquí, pues hay m uchas per sonas per fect am ent e num ér icas

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que han r ecibido poca for m ación académ ica. Los fact or es psicológicos son m ás
debilit ador es, en lo que se r efier e a las m atem át icas, que una educación insuficient e
o ineficaz.

3 . El a nu m e r ism o y la t e n de n cia a per son aliza r


Un fact or im por tant e de est e t ipo es el car áct er im personal de las m at em át icas.
Algunas per sonas per sonalizan ex cesiv am ent e los hechos, r esist iéndose a m ir ar los
desde una per spect iv a ex t er ior , y com o los núm er os est án ínt im am ent e ligados con
una concepción im per sonal del m undo, esta r esist encia les llev a a un anum er ism o
pr áct icam ent e deliber ado.
Cuando uno va m ás allá de sí m ism o, su fam ilia y sus am igos, las pr egunt as de t ipo
cuasi m at em át ico se plant ean de un m odo nat ur al. ¿Cuánt os? ¿Cuánto hace? ¿A qué
dist ancia? ¿A qué v elocidad? ¿Qué r elaciona est o con aquello? ¿Qué es m ás
pr obable? ¿Cóm o int egr a uno sus pr oyect os en el panoram a local, nacional e
int er nacional? ¿O con las escalas t em por ales hist ór ica, biológica, geológica y
ast r onóm ica?
Las per sonas dem asiado ar raigadas en el cent r o de sus propias v idas encuent r an
que t ales pr egunt as son desagradables, en el m ej or de los casos, o r epugnant es, en
el peor . Los núm er os y la «ciencia» sólo les int er esan si t ienen que ver con ellas
per sonalm ent e. Se sient en at r aídas a m enudo por las cr eencias de la New Age com o
las car t as del Tarot , el I Ching, la ast r ología y los bior r it m os, porque les dan
r espuest as hechas a su m edida per sonal. Conseguir que est as per sonas se int er esen
por un hecho num ér ico o cient ífico por el hecho en sí, sólo por que sea cur ioso,
int r igant e o bello, es casi im posible.
Aunque pueda par ecer que el anum er ism o cae m uy lej os de los pr oblem as y
pr eocupaciones r eales de est as per sonas —el diner o, el sex o, la fam ilia, los am igos,
et c.—, les afect a dir ect am ent e y de m uchas m aneras ( com o t am bién a t odos
nosot r os). Si uno se pasea por la calle pr incipal de una ciudad populosa en una
noche de v er ano cualquier a, por ej em plo, y v e per sonas felices, cogidas de la m ano,
t om ando helados, r iendo, et c., fácilm ent e puede em pezar a pensar que la ot ra
gent e es m ás feliz, m ás car iñosa y m ás product iva que uno m ism o, con lo que se
puede depr im ir innecesar iam ent e.

Colaboración de Sergio Barros 84 Preparado por Pat ricio Barros


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Per o es precisam ent e en esas ocasiones cuando la gent e exhibe sus buenas
cualidades, m ient r as que cuando est á depr im ida t iende a hacer se «invisible».
Deber íam os r ecor dar que nuest ras im pr esiones de los dem ás pasan por est e filt r o,
con lo que nuest r a m uestr a de la gent e y sus est ados de ánim o no es aleat or ia.
Result a beneficioso pr egunt arse de v ez en cuando cuál es el por cent aj e, ent r e las
personas que uno encuent ra, que padece una enferm edad cualquiera, o t iene
alguna incapacidad.
A m enudo se confunde un grupo de individuos con un individuo ideal com puest o a
part ir de t odos ellos. Tant os t alent os, t ant os at r act ivos dist int os, t ant o dinero,
elegancia y belleza com o se ve, per o— y es una t r iv ialidad— est a m ult it ud de
desider at a est á r epar t ida inev it ablem ent e ent r e un gr upo am plio de per sonas.
Cualquier indiv iduo, por m uy br illant e, r ico o at r act iv o que sea, t endr á defect os
im por t ant es. Si uno se pr eocupa dem asiado de sí m ism o, difícilm ent e se dar á
cuent a de est o, cosa que le llev ar á a la depresión y al anum er ism o.
En m i opinión, dem asiada gent e t iene una act it ud de « ¿Por qué a m í?» ant e sus
infor t unios. No hay que ser m at em át ico par a dar se cuent a de que algo falla
est adíst icam ent e si la m ayor ía de la gent e r eacciona así. Es com o el dir ect or de
inst it ut o, anum érico él, que se quej a de que la m ayoría de sus est udiant es sacan
una punt uación infer ior a la punt uación m edia de su cent r o. Las cosas
desagr adables ocur r en de v ez en cuando y le han de suceder a alguien. ¿Por qué no
a t i?

4 . La u bicu ida d del filtr a do y la s coincide n cia s


En sent ido am plio, el est udio del filt r ado no es ni m ás ni m enos que el est udio de la
psicología. Qué im pr esiones dej am os que se filt r en y cuáles nos r eser v am os
det er m inan en buena m edida nuest r a psicología. Ent endido en un sent ido m ás
est rict o, com o el fenóm eno por el cual los sucesos vividos y personalizados se
r ecuer dan m ás, con lo que se sobr evalor a su incidencia, o lo que se conoce com o
efect o Jeane Dix on, a m enudo par ece apoyar las pr et ensiones de los cur ander os, la
falsa diet ét ica, el j uego, los poder es psíquicos y la pseudociencia. A m enos que uno
est é viscer alm ent e al t ant o de est a pr opensión psicológica al anum er ism o, est e
t ender á a sesgar nuest ras opiniones.

Colaboración de Sergio Barros 85 Preparado por Pat ricio Barros


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Com o ya hem os señalado, una buena defensa cont ra est a t endencia consist e en
echar una m ir ada a los pur os núm er os, para form arse una idea. Recordem os que la
r ar eza, por sí m ism a, conllev a publicidad y est o hace que sucesos r ar os par ezcan
cor r ient es. Los secuest r os por t err or ist as y los envenenam ient os por cianur o r eciben
una cober t ur a ex cepcional, ador nada con per files de las fam ilias conm ocionadas,
et c., y sin em bar go el núm er o de m uer tos por el t abaco equiv ale apr oxim adam ent e
a t r es av iones Jum bo est r ellándose cada día, m ás de 300.000 nor t eam er icanos al
año. El SI DA, por m uy t r ágico que sea, palidece si lo com param os con la m ás
pr osaica m alar ia, u ot r as enfer m edades por el est ilo. El alcoholism o, que en los
Est ados Unidos es la causa dir ect a de 80.000 a 100.000 m uer t es al año e
indir ect am ent e pr ovoca otr as 100.000, es, por una ser ie de r azones,
consider ablem ent e m ás cost oso que la drogadicción. No es difícil pensar en ot r os
ej em plos ( ham br unas o incluso genocidios de los que escandalosam ent e se habla
poco o nada) , per o es necesar io que per iódicam ent e los vay am os r ecordando, para
poder m ant ener la cabeza por encim a de la niev e de las avalanchas de los m edios
de infor m ación.
Si uno descar t a los sucesos t r iv iales e im per sonales, la m ayor par t e de lo que queda
son unas aber raciones y coincidencias incr eíbles, y la m ent e de uno em pieza a
par ecer un follet o de super m er cado.
Hasta las per sonas que t ienen filt r os m enos r est r ict iv os y cier t o sent ido num ér ico
obser v ar án un núm er o cada v ez m ayor de coincidencias. Ello se debe en buena
m edida a la cant idad y la com plej idad de las convenciones hum anas. Cuando el
hom br e pr im it iv o se per cat ó de las r elat ivam ent e pocas coincidencias nat ur ales que
se pr oducían a su alr ededor , fue elabor ando lent am ent e los sim ples dat os de la
obser v ación, a par t ir de los cuales se desar r olló la ciencia. Sin em bar go, el m undo
nat ur al no nos da una evidencia inm ediata de m uchas de t ales coincidencias ( no
t iene calendar ios, ni m apas, ni dir ect or ios, ni t am poco nom br es) . Per o en los
últ im os años la plét or a de nom br es, fechas, dir ecciones y or ganizaciones de un
m undo com plej o par ece haber dispar ado la t endencia innat a de m ucha gent e a
descubr ir coincidencias e im pr obabilidades, llev ándola a post ular conex iones,
r elaciones y fuer zas donde sólo hay coincidencias.

Colaboración de Sergio Barros 86 Preparado por Pat ricio Barros


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Nuest r o deseo innat o de encont r ar significado y form a nos puede inducir a er r or si


no nos esfor zam os en t ener pr esent e la ubicuidad de la coincidencia, fr ut o de
nuest r a t endencia a olv idar lo vulgar e im per sonal, de la com plej idad cr ecient e de
nuest ro m undo y, com o dem ost ram os con m uchos de los ej em plos ant eriores, de la
inesper ada fr ecuencia de las coincidencias de m uchos t ipos. La cr eencia en que las
coincidencias son necesarias o probablem ent e significat ivas es una rem iniscencia
psicológica de un pasado m ás sim ple. Y es una clase de ilusión psicológica a la que
las per sonas anum ér icas son m uy pr opensas.
La t endencia a atr ibuir un significado a fenóm enos que est án r egidos por el azar ,
sencillam ent e, es om nipr esent e. Tenem os un buen ej em plo de ello en la r egr esión a
la m edia, la t endencia a que un v alor ex t r em o de una cant idad aleat or ia cuy os
v alor es se agolpan alr ededor de un valor m edio sea seguido por ot r o valor m ás
pr óxim o a la m edia. Es de esper ar que los hij os de las per sonas m uy int eligent es
sean t am bién int eligent es, per o no t ant o com o sus padr es. Una t endencia sim ilar a
la m edia vale t am bién para los hij os de padr es m uy cor t os, que pr obablem ent e
ser án cor t os, per o m enos que sus padr es. Si lanzo veint e dar dos cont ra un blanco y
hago dieciocho dianas, probablem ent e la pr óxim a vez que v uelv a a lanzar v eint e
dardos no m e saldrá t an bien.
Est e fenóm eno conduce a un absur do cuando la gent e at r ibuye est a r egr esión a la
m edia a una especie de ley cient ífica, y no al com por t am ient o nat ural de cualquier
cant idad aleat or ia. Si un pilot o pr incipiant e consigue un at er r izaj e per fect o,
pr obablem ent e la próxim a v ez no le saldr á tan im pr esionant em ent e bien. Y
análogam ent e, si at er r iza con m uchas sacudidas, la próxim a v ez, y por r azón del
m er o azar , le saldr á m ej or. Los psicólogos Am os Tv er sky y Daniel Kahnem an
est udiar on una sit uación de esas en las que, después de un buen at er r izaj e, se
elogiaba a los pilot os, m ient r as que, después de uno m alo, se les r egañaba. Los
inst r uct or es de v uelo at r ibuían er r óneam ent e el em peor am ient o de los pilot os al
hecho de haber les elogiado, así com o sus m ej or as al de haber les r egañado; sin
em bargo, en am bos casos no había m ás que sim ples r egr esiones a la calidad m edia,
que er a la m ás pr obable. Com o est a dinám ica es de lo m ás gener al, Tver sky y
Kahnem an concluyen, «lo m ás pr obable es que un cast igo vay a seguido de una
m ej or a del com por tam ient o y que una r ecom pensa v aya seguida de un

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em peor am ient o. En consecuencia, la condición hum ana es t al que… m uy a m enudo


uno es r ecom pensado por cast igar a ot r os y cast igado por haber les r ecom pensado».
Yo esper o que no se deba necesar iam ent e a la condición hum ana, sino a un
anum er ism o r em ediable, que produce est a desdichada t endencia.
La segunda par t e de una gran película no suele ser t an buena com o la pr im er a. Y
pr obablem ent e la r azón no sea la codicia de la indust r ia cinem at ográfica al int ent ar
r ent abilizar la popular idad de la película or iginal, sino sim plem ent e ot r o ej em plo de
la r egr esión a la m edia. Una gran t em porada de un j ugador de béisbol en su m ej or
for m a probablem ent e ser á seguida por otr a t em porada m enos im pr esionant e. Lo
m ism o puede decir se de la nov ela después del best seller , del álbum que sigue al
disco de or o o del pr ov erbial pat inazo del est udiant e de segundo año. La r egr esión a
la m edia es un fenóm eno m uy gener al, del que se pueden encont rar ej em plos allí
donde se busquen. Sin em bar go, com o ya dij e en el capít ulo 2, hay que dist inguir lo
clar am ent e de la falacia del j ugador, con la que guarda un par ecido super ficial.
Aunque las fluct uaciones est adíst icas j uegan un papel m uy im por t ant e en el pr ecio
de un v alor det er m inado, o incluso de la bolsa en gener al, especialm ent e a cor to
plazo, la evolución del pr ecio de un valor no es com plet am ent e aleat or io, con una
pr obabilidad constant e ( P) de aum ent ar y una pr obabilidad com plem ent ar ia ( 1 − P)
de dism inuir , independient em ent e de lo que hay a ocur r ido en el pasado. Hay algo
de cier t o en lo que se llam a análisis fundam ent al, que est udia los fact or es
económ icos suby acent es al v alor de cier t as acciones. Dado que hay una est im ación
económ ica apr oxim ada de dicho v alor , la r egr esión a la m edia se puede usar a
v eces com o j ust ificación de cier t o t ipo de est r at egia contr ar ia. I nvier t e en aquellos
v alor es que en los dos últ im os años se hayan cot izado por debaj o de su pr ecio
est im ado por m edios económ icos, pues es m ás pr obable que aum ent en de pr ecio,
por r egr esión a la m edia, que aquellas acciones que últ im am ent e se hay an cot izado
por encim a de su pr ecio est im ado y que, por r egr esión a la m edia tam bién, es
pr obable que baj en de pr ecio. Hay una ser ie de est udios que sust ent an est a
est r at egia esquem át ica.

5 . Tom a de de cision e s y plan t e o de proble m a s

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Judy t iene t reint a y t r es años y es una persona bastant e enérgica. Est udió ciencias
polít icas y acabó ent r e los pr im er os de su pr om oción. Cuando er a est udiant e m ilit ó
m uy act ivam ent e en los m ovim ient os sociales del cam pus, especialm ent e en la
lucha ant inuclear y cont r a la discr im inación. ¿Cuál de las dos cosas siguient es es
m ás pr obable?
a) Judy t rabaj a de caj era en un banco.
b) Judy t rabaj a de caj era en un banco y es una act iva m ilit ant e fem in ist a.
Por sorpr endent e que par ezca a algunos, la r espuest a es que a es m ás pr obable que
b, pues una afir m ación sola siem pr e es m ás pr obable que la conj unción de dos
afir m aciones. Sacar car a al lanzar una m oneda es m ás pr obable que sacar car a al
lanzar esa m oneda y sacar un 6 al t irar un dado. A m enos que t engam os una
ev idencia dir ect a o un fundam ent o t eór ico acer ca de un r elat o det er m inado, nos
encont r am os con que los det alles y las concr eciones var ían de m odo inver sam ent e
pr opor cional a la pr obabilidad; cuant os m ás det alles concr et os tengam os sobr e
cier t o r elat o, m enos probable es que ese r elat o sea cier t o.
Volv iendo a Judy y su em pleo en el banco, puede ocurr ir que desde un punt o de
v ist a psicológico, el pr eám bulo a la pr egunt a induzca al oyent e a confundir la
conj unción de afirm aciones b ( «Es caj era y es fem inist a») con la afir m ación
condicional ( «Dado que es caj era, pr obablem ent e sea t am bién fem inist a») , que
par ece m ás pr obable que la alt er nat iv a a, per o que, nat ur alm ent e, no es lo que dice
b.
Los psicólogos Tver sky y Kahnem an at ribuyen el at r act ivo de la r espuest a b al m odo
en que la gent e abor da los j uicios pr obabilíst icos en sit uaciones m undanas. En vez
de int ent ar descom poner cada hecho en t odos los r esult ados posibles y contar luego
los r esult ados fav orables, se hacen un m odelo m ent al r epr esent at iv o de la sit uación,
en est e caso de alguien com o Judy, y sacan sus conclusiones por com paración con
dicho m odelo. De est e m odo, para m ucha gent e, la r espuest a b par ece m ás
r epr esent at iv a de alguien con los ant ecedent es de Judy que la r espuest a a.
Muchos de los resultados sorprendent es cit ados en est e libro son trucos psicológicos
sem ej antes al ant er ior , que pueden ar r ast rar a un anum er ism o t ransit or io incluso a
la per sona m ás num ér ica. En su fascinant e obr a Judgem ent under Uncert aint y
( «Discer nim ient o en la incer t idum br e») , Tver sky y Kahnem an pr esent an una am plia

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v ar iedad de casos par ecidos de est e anum er ism o ir r acional, car act er íst ico de
m uchas de nuest ras decisiones m ás cr ít icas. Plant ean a una ser ie de per sonas la
pr egunt a siguient e: I m agínese que es un gener al r odeado por una fuer za enem iga
abr um adora que aniquilar á su ej ércit o de 600 hom br es a m enos que se decida por
t om ar una de las dos posibles vías de escape. Sus espías le dicen que si t om a la
pr im er a salida salv ará a 200 soldados, m ient r as que si se decide por la segunda hay
una pr obabilidad de un t er cio de que los 600 consigan salv ar se y una probabilidad
de 2/ 3 de que no lo consiga ninguno. ¿Qué cam ino elige ust ed?
La m ay or ía de la gent e ( t r es de cada cuatr o pr egunt ados) elige el pr im er cam ino,
pues de est e m odo es segur o que se salv en 200 v idas, m ient r as que por el segundo
cam ino hay una pr obabilidad de 2/ 3 de que hay a m ás m uer t os.
De m om ent o no hay nada que obj etar . Pero ¿y est e ot r o pr oblem a? Usted v uelv e a
ser el gener al que ha de decidir ent r e dos rut as de escape. Y le dicen que si elige la
pr im er a segur o que perderá 400 soldados, m ient r as que si t om a la segunda hay una
pr obabilidad de 1/ 3 de que ninguno m uera y una pr obabilidad de 2/ 3 de que caigan
t odos. ¿Qué r ut a elige ust ed?
La m ay or ía de la gent e ( cuat r o de cada cinco pr egunt ados) opt a por la segunda
r ut a, j ust ificando su elección en que la pr im er a de ellas llev a a 400 m uer t es
segur as, m ient r as que por la segunda hay una pr obabilidad de 1/ 3 de que t odos se
salven.
Las dos pr egunt as son idént icas, por supuest o, y el hecho de que las r espuest as
sean dist int as depende del m odo en que han sido plant eadas: en t ér m inos de v idas
salv adas o de vidas perdidas.
Y un ej em plo m ás de Tver sky y Kahnem an: Elij a ent r e una ganancia segura de
30.000 dólar es y una probabilidad del 80 por cien de ganar 40.000 y un 20 por
cient o de no ganar nada. La m ay or ía de la gent e escoger á los 30.000 dólar es,
aunque la ganancia m edia esper ada en la segunda alt er nat iv a es de 32.000 dólar es
( 40.000 × 0,8) . Per o ¿qué pasa cuando la elección se plant ea ent r e una pér dida
segur a de 30.000 dólar es y una pr obabilidad del 80 por cient o de per der 40.000 y
un 20 por cient o de no per der nada? Aquí la m ay or ía de la gent e se decant ar á por el
r iesgo de per der 40.000 dólar es, par a r eser v ar se la posibilidad ( 20 por cient o) de
no tener pér didas, aunque la pér dida m edia esper ada sea en est e segundo caso de

Colaboración de Sergio Barros 90 Preparado por Pat ricio Barros


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32.000 dólar es ( 40. 000 × 0,8) . Tver sky y Kahnem an concluyen que, ant e la
posibilidad de ganancias, las per sonas t ienden a ev it ar los r iesgos, m ient r as que
pr efier en cor r er r iesgos par a evit ar pérdidas.
Nat ur alm ent e, no hace falt a r ecur r ir a ej em plos t an finos par a subr ayar que la
for m a en que se pr esent a una pr egunta o una afirm ación tiene un papel decisiv o en
la r espuest a obt enida. Si se pr egunt a a un cont r ibuyent e qué pensar ía de un
aum ent o del 6 por cient o en los ser v icios públicos, pr obablem ent e lo encont r ar ía
acept able. Per o su r eacción ser ía pr obablem ent e m uy dist int a si se le plant ear a una
subida global de 91 m illones en los ser v icios públicos. Causa m ás im pr esión decir
que uno est á clasificado en el t er cio cent r al de su clase que decir que lo est á en el
t r igésim o sépt im o per cent il ( est o es, que es m ej or que el 37 por cient o de sus
com pañeros) .

6 . La a n gu st ia m a t em á t ica
Una causa de anum er ism o m ás com ún que las ilusiones psicológicas es lo que
Sheila Tobias llam a angust ia m at em át ica. En Overcom ing Mat h Anxiet y
( «Super ando la angust ia m at em át ica») descr ibe el bloqueo que t ienen m uchas
per sonas ( especialm ent e las m uj er es) ant e las m at em át icas de cualquier t ipo,
incluso la ar it m ét ica. Las m ism as per sonas que pueden ent ender los m at ices
em ocionales m ás sut iles de una conv er sación, las t ram as m ás enr ev esadas en
lit er at ur a y los aspect os m ás int r incados de un asunt o legal, par ecen incapaces de
capt ar los elem ent os básicos de una dem ostr ación m at em át ica.
No parecen t ener ningún m arco de referencia m at em át ico ni unos conocim ient os
fundam ent ales sobre los que const ruir. Tienen m iedo. Un m iedo que les han m et ido
m aest r os autor it ar ios y a v eces sex ist as, y ot r as per sonas que probablem ent e
padecen tam bién a su vez de angust ia m at em át ica. Los infam es pr oblem as de
t érm inos les at err orizan, y est án convencidos de que son est úpidos. Tienen la
sensación de que hay unas m ent es bien dot adas par a las m at em át icas y otr as que
no lo est án, y que, m ient r as las pr im eras siem pr e llegan enseguida a la r espuest a
cor r ect a, las ot ras son ir r em ediablem ent e im pot ent es.
No ha de sorprendernos pues que est os sent im ient os const it uyan un obst áculo
for m idable par a el num er ism o. Sin em bar go, algo se puede hacer por aquellos que

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los padecen. Una t écnica m uy sim ple y que da unos r esult ados sorpr endent es
consist e en explicar clar am ent e el pr oblem a a una t er cer a per sona. Si el supuest o
alum no escucha est a explicación, puede pensar sobr e el pr oblem a un r at o
suficient em ent e lar go para dar se cuent a de que, pensando un poquit o m ás,
acabar ía llegando a algunos r esult ados. Otr as posibles t écnicas son: usar núm er os
m ás pequeños, est udiar pr oblem as m ás sencillos r elacionados con el que nos
ocupa; r ecoger infor m ación r elacionada con el pr oblem a; r ecorr er el cam ino inver so
a par t ir de la solución; hacer dibujos y pint ar diagram as; com parar el pr oblem a o
par t es del m ism o con problem as que y a se com pr enden bien y, sobr e t odo, est udiar
el m ay or núm er o posible de pr oblem as y ej em plos. El t ópico de que se apr ende a
leer ley endo y a escr ibir escr ibiendo vale tam bién par a apr ender a r esolv er
pr oblem as m at em át icos (y hasta para apr ender a hacer dem ostr aciones
m at em át icas) .
Al escr ibir est e libr o he llegado a ent ender un m odo en el que y o, y pr obablem ent e
los m atem át icos en gener al, podem os est ar cont r ibuyendo sin quer er al
anum er ism o. Me r esult a difícil escr ibir lar gas par rafadas sobr e cualquier cosa. Ya
sea por m i for m ación m at em át ica o por m i t em per am ent o innat o, t iendo a dest ilar
los punt os cr uciales y a no ent r et ener m e ( quisier a decir «perder el t iem po») en
t em as o cont ex t os colat er ales, ni en los det alles biogr áficos. El r esult ado de ello es,
m e par ece, una exposición nít ida, que sin em bar go puede ser int im idat or ia para
aquellas per sonas que pr efer ir ían un enfoque m ás pausado. La solución ser ía que
per sonas con form ación m uy var iada escr ibier an sobr e m at em át icas. Com o se ha
dicho ya, las m at em át icas son dem asiado im por tant es par a dej árselas a los
m at em át icos.
Ot r o fenóm eno, dist int o de la angust ia m at em át ica y m ucho m ás difícil de t r at ar, es
el let ar go int elect ual ex t r em ado que afect a a un núm ero pequeño, aunque cada v ez
m ay or, de est udiant es, que par ecen t an falt os de disciplina m ent al o de m ot iv ación
que no les ent ra nada. Los caract eres obsesivo- com pulsivos son suscept ibles de
desent um ecer se y las per sonas que padecen de angust ia m at em át ica pueden
apr ender m odos de aquiet ar sus m iedos, per o ¿qué se puede hacer con los
est udiant es que no se esfuerzan en concent rar ni una pizca de sus energías en
cuest iones int elect uales? A veces les reconvienes: «La respuest a no es X sino Y. Te

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has olv idado de t ener en cuent a est o o aquello». Y la única r espuest a es una m ir ada
v aga o un «Ah, sí» sin ningún int er és. Sus pr oblem as son de un or den m ás ser io
que la angust ia m at em át ica.

7 . El r om an t icism o m a l e n t e n dido
Me r efier o a un r om ant icism o m al ent endido acer ca de la nat uraleza de las
m at em át icas, alim ent ado por un ent or no int elect ual que acept a, e incluso est im ula,
una m ala for m ación m at em át ica y una av er sión psicológica por el t em a, y que
const it uy e la base de buena par t e del anum er ism o r einant e. El despr ecio que
Rousseau sent ía por los ingleses, a los que t ildaba de «nación de t ender os»,
per sist e hoy baj o la for m a de cr eencia de que el int er és por los núm eros y los
det alles nos im pedir án pr eocupar nos por los gr andes t em as, la gr andiosidad de la
nat ur aleza. A m enudo se piensa que la m atem át ica es algo m ecánico, el trabaj o de
unos t écnicos de baj a cat egor ía que no nos va a enseñar nada que no podam os
saber por ot r a v ía. O tam bién, ot r as v eces se dot a a las m at em át icas de un poder
coact ivo capaz, en ciert o m odo, de det erm inar nuestro fut uro. Act it udes com o est as
pr edisponen cier t am ent e al anum er ism o. Exam inem os algunas de ellas.
Se cr ee que la m at em át ica es fr ía por que t r at a de cosas abstr actas, que no son de
car ne y hueso. Y en cier t o m odo es verdad, nat ur alm ent e. Hast a Ber tr and Russell
calificó de «fr ía y aust er a» la belleza de la m at em át ica pura, y es pr ecisam ent e est a
belleza fr ía y aust er a el at r act iv o pr incipal que el t em a t iene inicialm ent e par a los
m at em át icos, pues la m ayor ía de ellos son esencialm ent e plat ónicos y cr een que los
obj et os m at em át icos ex ist en en det er m inado plano abst r act o e ideal.
Sin em bar go, la m at em át ica pura sólo es una par t e de las m at em át icas. Casi t an
im por t ant e com o ella es la int er acción ent r e esas for m as plat ónicas ideales ( o lo que
sea) y sus posibles int er pr et aciones en el m undo r eal. Y t om ada en est e sent ido
am plio, la m at em át ica no es nada fr ía. Recor dem os que una v er dad m at em át ica t an
sim ple com o «1 + 1 = 2» puede ser m al aplicada si se hace sin pensar . Si añadim os
una t aza de palom it as de m aíz a una t aza de agua, el r esult ado no es dos t azas de
palom it as de m aíz r em oj adas. Tant o en los casos t r iviales com o en los m ás difíciles,
la aplicación de las m at em át icas puede ser un asunt o delicado, que pr ecisa de t ant o
ent usiasm o y m at izaciones com o cualquier ot r a em pr esa.

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Hasta en sus dom inios m ás pur os y fr íos, la act iv idad m at em át ica es a m enudo m uy
apasionada. Com o los dem ás cient íficos, los m at em át icos est án m ot iv ados por un
com plej o de em ociones ent r e las que hay dosis saludables de envidia, ar r ogancia y
com pet it iv idad. Los m at em át icos que invest igan abordan sus pr oblem as con una
int ensidad y una disciplina que par ecen t ener m ucho que v er con la pur eza de su
invest igación. La m at em át ica est á t raspasada por una int ensa v ena r om ánt ica que
se m anifiest a m uy claram ent e en sus dom inios m ás fundam ent ales, la t eor ía de los
núm er os y la lógica. Est e rom ant icism o se r em ont a por lo m enos hast a Pit ágor as,
que cr eía que el secr et o de la com pr ensión del m undo radicaba en la com pr ensión
del núm er o; encont r ó luego su ex pr esión en la num er ología y la cábala de la Edad
Media, y per sist e ( ahor a ya libr e de super st ición) en el plat onism o del lógico
m oderno Kurt Gödel y ot ros. La exist encia de est a t endencia r om ánt ica const it uye
por lo m enos una pequeña por ción del car áct er em ocional de la m ay or ía de
m at em át icos, y quizá r esult e sor pr endent e par a aquellos que piensan que los
m at em át icos son fríos racionalistas.
Ot r a im pr esión er r ónea bastant e com ún es que los núm er os desper sonalizan o que,
de un m odo u otr o, dism inuy en la individualidad. Natur alm ent e, hay algo de
legít im o en esa pr eocupación por lo que pueda im plicar la r educción de fenóm enos
com plej os a sim ples escalas num ér icas o a la est adíst ica. Ni los t ér m inos
m at em át icos v ist osos, ni las gr andes cant idades de corr elaciones est adíst icas, ni los
lar gos list ados de ordenador bast an por sí solos par a ent ender una sit uación, a
pesar de lo que pr et endan los sociólogos. Reducir la com plej idad de la int eligencia o
la econom ía a una escala num ér ica, ya sea est a el CI o el PNB, es una m iopía, en el
m ej or de los casos, y m uchas veces, sim plem ent e ridículo.
Una vez aclar ado est o, la obj eción a que, en det er m inadas sit uaciones ( segur idad
social, t ar j et as de cr édit o, et c.) , le ident ifiquen a uno con un sim ple núm er o par ece
una t ont ería. En tales cont ext os un núm ero r efuerza la individualidad; no hay dos
per sonas con el m ism o núm ero en la tar j eta de cr édit o, por ej em plo, m ient r as que
m uchas tienen nom br es iguales, rasgos de per sonalidad par ecidos o per files
socioeconóm icos sem ej ant es. ( Yo m ism o uso m i segundo nom bre —John Allen
Paulos— par a que la gent e no m e confunda con el Papa) .

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Siem pr e m e han r esult ado div er t idos los anuncios de bancos que pr egonan su
ser v icio per sonalizado, el cual se r educe a un caj er o m al pr epar ado, y peor pagado,
que saluda con un am able «Buenos días» y a r englón seguido se arm a un lío con la
t r ansacción que uno quier e hacer . Pr efier o ir a una m áquina que m e r econoce por
un núm er o secr et o y que funciona gr acias a unos pr ogr am as elabor ados por un
equipo de infor m át icos que ha t rabaj ado labor iosam ent e durant e v ar ios m eses.
Un inconvenient e que en m i opinión t ienen los núm er os de ident ificación es su
longit ud ex cesiva. Si aplicam os la r egla del pr oduct o podem os ver que un núm er o
de nuev e dígit os o una secuencia de seis let r as es m ás que suficient e par a dist inguir
a cada per sona del país ( 10 9 son m il m illones, m ient r as que 26 6 es m ás de 300
m illones) . ¿Por qué los grandes alm acenes o las com pañías subur banas de
sum inist r o de agua asignan núm er os de cuent a con v eint e sím bolos o m ás?
Al escr ibir sobr e los núm er os y la indiv idualidad m e v ienen a la m em or ia esas
com pañías que ponen t u nom br e a una est r ella a cam bio de una cuota de 35
dólar es. Para env olv er se en una especie de m ant o de oficialidad, los nom br es
quedan escr it os en libr os que se r egist r an en la Bibliot eca del Congr eso. Esas
com pañías suelen anunciar se gener alm ent e cuando se av ecina el día de San
Valent ín y , a j uzgar por su longev idad, el negocio ha de ser bastant e bueno. Se m e
ocur rió una idea sim ilar , e igualm ent e t onta, consist ent e en asociar « oficialm ent e»
un núm er o a t odo aquel que pagara una cuot a de 35 dólar es. Los suscr ipt or es
r ecibir ían un cer t ificado, y se r egist r ar ía un libr o en la Bibliot eca del Congr eso con
sus nom br es y los cor r espondient es núm er os cósm icos. Podr ía incluso haber una
escala m óvil, donde los núm er os per fect os t endr ían m ucha dem anda, y los núm er os
pr im os ir ían m ás buscados que los núm eros com puest os no- per fect os, et c. Podr ía
hacer m e r ico vendiendo núm er os.
Ot r a idea err ónea que la gent e se for m a de la m at em át ica es que im plica una
r est r icción a la liber t ad hum ana, y que en cier t o m odo se opone a ella. Si acept an
cier t as pr em isas y se dem uest ra que de ellas se despr enden cier t as conclusiones
desagr adables, asocian lo desagr adable de est as con el v ehículo de su ex pr esión.
En est e sent ido t an am plio, la m at em át ica es en efecto r est r ict iv a, al igual que lo es
la r ealidad m ism a, pero no t iene una fuer za coact iv a independient e. Si uno acept a
las pr em isas y las definiciones, ha de acept ar lo que se despr enda de ellas, per o a

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m enudo se pueden desechar algunas pr em isas, afinar m ej or las definiciones o elegir


un enfoque m at em át ico dist int o. En est e ot r o aspect o, la m at em át ica es t odo lo
cont r ar io de r est r ict iv a; aum enta la liber t ad y est á al ser v icio de cualquier a que
t enga ganas de usar la.
Considérese el siguient e ej em plo, que ilust r a el m odo en que usam os la m at em át ica
sin que est a nos lim it e. Dos hom br es apuest an sobr e una ser ie de t ir adas de una
m oneda. Acuer dan que el pr im er o que acier t e seis r esult ados ganar á 100 dólar es.
Sin em bar go, después de ocho t ir adas han de int er r um pir el j uego, cuando el
pr im er o de los hom br es va ganando 5 a 3. La pr egunta es: ¿cóm o habr ían de
r epar t ir el pr em io? Una r espuest a posible es que el pr im er hom br e deber ía llev ar se
los 100 dólar es, pues la apuest a era a t odo o nada y él iba ganando en el m om ent o
de int er r um pir la par t ida. Per o se podr ía r azonar tam bién que el pr im er hom br e
habr ía de llev ar se 5/ 8 del pr em io y el segundo los 3/ 8 r est ant es, pues el m ar cador
est aba 5 a 3. Por ot ra par t e, se podr ía razonar que com o la probabilidad de que
ganar a el pr im er hom br e es 7/ 8 ( el único m odo en que el segundo hom br e puede
acabar ganando es acer tando t r es veces seguidas, y la pr obabilidad de t al pr oeza es
1/ 8 = 1/ 2 × 1/ 2 × 1/ 2) , el pr im er hom bre habr ía de cobrar 7/ 8 del pr em io y el
segundo, 1/ 8. ( Est a fue, a propósit o, la solución de Pascal a est e pr oblem a, uno de
los pr im er os en la t eor ía de la pr obabilidad) . Hay t am bién ot r os m odos de r epar t ir el
diner o con una base lógica sim ilar .
El hecho im por t ant e es que los cr it er ios para decidir se por una u otr a de esas
alt er nat iv as son no- m at em át icos. Las m at em át icas nos pueden ay udar a det er m inar
las consecuencias de nuest ras suposiciones y principios, pero el origen de estos
som os nosotr os, y no una div inidad m at em át ica desconocida.
No obst ant e, a m enudo se consider a la m at em át ica com o un asunt o car ent e de
im aginación, de ánim o. Muchos cr een que det er m inar la v erdad o falsedad de un
enunciado m at em át ico es sólo cuest ión de poner m ecánicam ent e en m ar cha
det erm inado algor it m o o ciert a recet a, que event ualm ent e ha de dar un sí o un no
com o r espuest a, y que si se par t e de una colección r azonable de ax iom as
fundam ent ales, se puede dem ostrar la v erdad o la falsedad de cualquier t eor em a
m at em át ico. Según est a concepción, la m atem át ica es algo pr epar ado de ant em ano

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y no r equier e ot r a dest r eza que la de dom inar el m anej o de los algor it m os


necesar ios y una paciencia sin lím it e.
El lógico aust ro- nor t eam ericano Kur t Gödel refut ó brillant em ent e est a concepción
t an super ficial dem ostrando que cualquier sist em a m at em át ico, independient em ent e
de su gr ado de elabor ación, cont endr á necesar iam ent e enunciados que no puedan
ser dem ostr ados ni r efut ados dent r o del m ism o sist em a. Est e r esult ado y ot r os
relacionados con él, obt enidos por los lógicos Alonzo Church, Alan Turing y ot ros,
han hecho que nuest ra com pr ensión de la m at em át ica y sus lim it aciones fuera m ás
pr ofunda. Per o, par a lo que nos ocupa aquí, bastará con r em ar car que, ni t an
siquier a en un aspect o t eór ico, la m at em át ica es algo m ecánico o com plet o.
Aunque en el fondo est é r elacionada con est as consideraciones abst r act as, la
cr eencia er r ónea en el car áct er m ecánico de la m at em át ica se pr esent a
gener alm ent e baj o for m as m ás pr osaicas. A m enudo se consider a que la
m at em át ica es un t em a r eservado para los t écnicos, y se confunde el t alent o
m at em át ico con la per icia par a ej ecutar oper aciones r utinar ias, la habilidad en
pr ogr am ación elem ent al o la v elocidad de cálculo. Es cur ioso, per o m ucha gent e
ensalza y denuest a al m ism o t iem po a los m at em át icos y a los cient íficos por su
act iv idad constant e per o poco pr áct ica. En consecuencia, se da fr ecuent em ent e el
caso de que la indust r ia cor t ej a con fer v or a m at em át icos, ingenier os y cient íficos
con ex per iencia par a luego poner los a las ór denes de MBA de nuev o cuño y de
cont ables.
Ot r o pr ej uicio de la gent e hacia la m at em át ica es que su est udio ent or pece la
capacidad par a apr eciar la nat uraleza y los «grandes» t em as. Esta post ur a es
ex pr esada con bastant e fr ecuencia ( por ej em plo, en la cit a de Whit m an del pr incipio
del capít ulo) , per o r ar am ent e se dan ar gum ent os en su fav or , por lo que r esult a
difícil de refut ar . Tiene t ant o sent ido com o creer que, por t ener conocim ient os
t écnicos sobr e biología m olecular , una per sona ser á m enos capaz de apr eciar los
m ist er ios y com plej idades de la v ida. Dem asiado a m enudo, est e int er és por la
concepción global sólo es oscurant ism o, y sus proponentes son personas que
pr efier en la v aguedad y el m ist er io a las r espuest as ( par ciales) . La vaguedad es a
v eces necesar ia, y m ist er ios t am poco nos falt an, per o no cr eo t am poco que hay a
que v ener ar los. La ciencia aut ént ica y la pr ecisión m at em át ica son m ás fascinant es

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que los «hechos ver ídicos» que publican los follet ines de quiosco o que el
anum er ism o rom ánt ico que fom ent a la cr edulidad, atr ofia el escept icism o y
enm ascar a los ver dader os im ponder ables.

8 . D igr e sión: u n ín dice de se gu r ida d loga r ít m ico


Hace v ar ios años, los super m er cados em pezar on a unificar el m odo de poner los
pr ecios ( peset as por kilogr am o, por lit r o de líquido, et c.) par a que los consum idor es
pudier an disponer de una r efer encia unifor m e con la que m edir el v alor . Si la
com ida par a perr os y las tar tas pr ecocinadas pueden ser racionalizadas por est e
m ét odo, ¿por qué no habr ía de poder invent ar se una especie de «índice de
segur idad» apr oxim ado que nos perm it ier a hacer nos una idea de los peligr os que
ent r añan det erm inadas act iv idades, pr ocedim ient os y enfer m edades? Lo que
pr et endo suger ir es una especie de escala Richt er que podr ía ser v ir a los m edios
infor m at iv os par a r efer ir se abr ev iadam ent e a dist int os gr ados de r iesgo.
Al igual que la escala Richt er , el índice que pr opongo ser ía de t ipo logar ít m ico, y por
ello, en at ención a los lect ores anum éricos, nos ent ret endr em os un poco en repasar
esos hor r ibles m onst r uos del álgebra del inst it ut o: los logar it m os. El logar it m o de un
núm er o es sim plem ent e la pot encia a la que hay que elev ar el núm er o 10 par a
obt ener el núm er o en cuest ión. El logar it m o de 100 es 2 por que 10 2 = 100; el
logarit m o de 1. 000 es 3 porque 10 3 = 1.000; y el de 10.000 es 4, pues 10 4 =
10.000. El logarit m o de un núm ero com prendido ent re dos pot encias de 10 t iene un
v alor com pr endido ent r e la pot encia inm ediat am ent e ant er ior y la inm ediatam ent e
post er ior . Así por ej em plo, el logar it m o de 700 est á com pr endido ent r e 2, que es el
logarit m o de 100, y 3, que es el de 1.000; y result a ser apr oxim adam ent e 2,8.
El índice de segur idad funcionar ía del m odo siguient e. Consider em os una act iv idad
det er m inada en la que se pr oduce un cier t o núm er o de m uer tos al año, conducir un
aut om óvil, por ej em plo. Cada año m uer e un nor t eam er icano de cada 5.300 en
accident e de aut om óvil. El índice de segur idad corr espondient e a v iaj ar en
aut om óvil ser ía, pues, un r elat ivam ent e baj o 3,7, est o es, el logar it m o de 5.300. Y
en gener al, si com o r esult ado de cier t a act iv idad m uer e al año una per sona de cada
X, el índice de segur idad de esa act iv idad ser á sim plem ent e el logar it m o de X. Así
pues, a m ay or índice de segur idad, m ás segur a será la act iv idad en cuest ión.

Colaboración de Sergio Barros 98 Preparado por Pat ricio Barros


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( Com o la gent e y los m edios infor m at iv os est án m ás pr eocupados por el peligr o que
por la segur idad, una posibilidad alt er nat iva podr ía consist ir en definir un índice de
peligr osidad igual a 10 m enos el índice de segur idad. Un índice de peligr osidad 10
equiv aldr ía a un índice de segur idad 0, la m uer t e segur a, y un índice de peligr osidad
baj o, por ej em plo 3, equiv aldr ía a un índice de segur idad alt o, 7 en est e caso, es
decir , una posibilidad ent r e 10 7 de m or ir ) .
Según est im aciones de los Cent r os de Cont r ol de Enfer m edad, en los Est ados
Unidos se producen unas 300.000 m uer t es pr em at ur as por fum ar , lo que equiv ale a
que un nor t eam er icano de cada 800 m uer e del cor azón, los pulm ones u ot ras
enfer m edades pr oducidas por el t abaco. El logar it m o de 800 es 2,9, con lo que el
índice de segur idad de fum ar es m enor aún que el de conducir . Un m odo m ás
gr áfico de ilust r ar el núm er o de t ales m uer t es ev it ables es subr ay ar que el núm er o
de m uer t es causadas por el t abaco cada año es siet e veces m ayor que el núm er o de
m uer t os en t oda la guer ra de Viet nam .
Los índices de segur idad de conducir un aut om óvil y de fum ar son 3,7 y 2,9,
r espect iv am ent e. Com pár ense est os valor es baj os con el índice de segur idad de ser
secuest r ado. Se est im a que, cada año, m enos de 50 niños nor t eam er icanos son
secuest rados por desconocidos, con lo que la incidencia de los secuest ros es
aproxim adam ent e de uno ent r e 5 m illones, de donde r esult a un índice de segur idad
de 6,7. Recuér dese que a m ay or índice m enor r iesgo, y que por cada unidad que
aum ent a el índice de segur idad el r iesgo dism inuy e en un fact or 10.
La v ir t ud de t al índice de segur idad apr ox im ado est á en que nos pr opor ciona, y
sobr e t odo a los m edios infor m at iv os, un cálculo del or den de m agnit ud de los
r iesgos que com por tan dist int as act iv idades, enfer m edades y pr ocedim ient os. Tiene,
sin em bargo, un posible inconvenient e debido a que el índice no dist ingue
clar am ent e ent r e la incidencia y la pr obabilidad. Si una act iv idad es m uy peligr osa
per o r ar a, producirá pocas m uer t es y t endrá, por t ant o, un índice de segur idad alt o.
Por ej em plo, el núm er o de m uer t es por pract icar el funam bulism o ent r e rascacielos
es pequeño, y en cam bio se t r ata de una act iv idad nada segur a.
Hay que int roducir, por t ant o, un pequeño refinam ient o en la definición del índice,
consider ando sólo aquellas per sonas que pr obablem ent e em pr ender án la act iv idad
en cuest ión. Si m uer e una de cada X de esas per sonas por r ealizar la act iv idad, el

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índice de segur idad de la m ism a ser á el logar it m o de X. Según est o, el índice de


segur idad del funam bulism o ent r e rascacielos podr ía ser sólo 2 ( est im ando que sólo
uno de cada 100 de los osados acr óbat as que lo int ent an se queda en el cam ino) .
Análogam ent e, el índice de segur idad de la r ulet a r usa ( con un r ev ólv er que t enga
car gada sólo una de las seis r ecám aras) es m enos de 1, apr oxim adam ent e 0,8.
Las act iv idades o enfer m edades con índices de segur idad m ay or es que 6 habr ían de
ser consider adas bast ant e seguras, cor r espondiendo la cit ada cifr a a m enos de una
posibilidad de m uer t e ent r e un m illón al año. Algo con un índice de segur idad
infer ior a 4 habr ía de t om ar se con pr ecaución, pues tal índice significa m ás de una
posibilidad de m uer t e ent r e 10.000 al año. La publicidad, nat uralm ent e, t iende a
esconder est os núm er os, per o, igual que el av iso de la Dir ección Gener al de Sanidad
en las caj et illas de cigar r illos, esas cifr as acabar ían por filt r ar se en la conciencia del
público. Los r epor taj es sobr e desgracias ocur r idas a per sonas t endr ían un im pacto
m enos engañoso si se r ecor dar a clar am ent e al público el índice de segur idad. Las
sit uaciones dr am át icas per o aisladas, en las que hay poca gent e im plicada, no
deber ían ocult ar nos la exist encia de m ult it ud de act iv idades pr osaicas que im plican
un gr ado de r iesgo m uy super ior .
Veam os unos cuant os ej em plos m ás. Los 12.000 nort eam ericanos que
sem analm ent e m uer en por enfer m edades car díacas o cir culat or ias se t raducen en
una t asa anual de un m uer t o de cada 380, lo que da un índice de segur idad de 2,6.
( Si uno no es fum ador , el índice de segur idad cor r espondient e a las enferm edades
car díacas y cir culat or ias es considerablem ent e m ay or , pero aquí sólo nos
ocupar em os de aproxim aciones grosso m odo) . El índice de segur idad
cor r espondient e al cáncer es liger am ent e m ej or , 2,7. Una act iv idad de t ipo m ar ginal
es m ont ar en biciclet a. Cada año m uer e un nor t eam er icano de cada 96.000 en
accident e de biciclet a, lo que se t raduce en un índice de segur idad de 5
aproxim adam ent e ( en r ealidad, es algo infer ior , pues la gent e que m ont a en
biciclet a es r elat iv am ent e poca) . En la cat egor ía de lo r ar o t ener nos que, cada año,
un nor t eam er icano de cada 2.000.000 m uer e porque lo alcanza un ray o, lo que da
un índice de segur idad de 6,3; m ient r as que uno de cada 6.000.000 m uer e de
picadura de abej a, con lo que el índice de segur idad es de 6,8.

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El índice de segur idad v ar ía con el t iem po. En el per íodo que v a de 1900 a 1980, la
m uer t e por gr ipe o pulm onía ha pasado de un índice de segur idad de
aproxim adam ent e 2,7 a 3,7. Dur ant e el m ism o per íodo, el índice par a la m uer t e por
t uber culosis pasó de ser 2,7 a aproxim adam ent e 5,8. Es de esperar tam bién que
v ar íe de un país a otr o. Por ej em plo, el índice de segur idad para los hom icidios es
aproxim adam ent e 4 en los Est ados Unidos, m ient r as que en Gr an Br etaña es ent r e
6 y 7. O t am bién, el índice par a la m alar ia en la m ayor par t e del m undo es var ios
ór denes de m agnit ud m enor que en los Est ados Unidos. Se t iene un ahorr o de
ex pr esión sem ej ante si se com par an el alt o índice de segur idad corr espondient e a la
ener gía nuclear con el r elat iv am ent e baj o índice de segur idad de quem ar car bón.
Adem ás de la perspect iv a r ápida que nos da sobr e el r iesgo r elat iv o, el índice de
segur idad subray a la r ealidad ev ident e de que cualquier act iv idad com por ta cier t o
r iesgo. Y adem ás nos da una r espuest a aproxim ada a la pr egunta cr ucial: ¿cuánto?
Apar t e de los m ér it os de est e índice de segur idad, pienso que un paso im por t ant e y
efect iv o par a com bat ir el anum er ism o en los m edios infor m at iv os ser ía que cada
cadena de t elev isión, cada r evist a y cada uno de los pr incipales diar ios t uvier a un
om budsm an estadíst ico. La tar ea de est e consist ir ía en r ev isar los r epor taj es y las
not icias, est udiar cualquier dato est adíst ico que se cit ara, com pr obar que por lo
m enos fueran int ernam ent e coherent es e invest igar a fondo y con det enim ient o las
afir m aciones que a pr ior i par ecier an inver osím iles. Quizá se podr ía dedicar una
cr ónica r egular , com o la colum na de William Shafir e en el New Yor k Tim es sobr e el
lenguaj e, a com entar los anum er ism os m ás dest acados de la sem ana o del m es.
Adem ás, habr ía de estar escr it a en un t ono bast ant e am eno, pues, aunque
felizm ent e hay un pequeño ej ér cit o de lect or es int er esados en la pr ecisión v er bal,
son r elat iv am ent e pocos los que se int er esan por m at ices num ér icos sim ilar es, que
a veces son m ás im port ant es.
Est os t em as no son m eram ent e académ icos, y esta pr edilección de los m edios de
com unicación de m asas por los r epor taj es espect acular m ent e dr am át icos fav or ece,
de un m odo dir ect o, a los ext r em ism os polít icos e incluso a la pseudociencia. Com o
los polít icos y cient íficos m ar ginales son gener alm ent e m ás fascinant es que los de la
línea pr incipal, at r aen una por ción despr opor cionada de la publicidad, con lo que
par ecen m ás im por tant es y r epr esent at iv os de lo que son en r ealidad. Adem ás,

Colaboración de Sergio Barros 101 Preparado por Pat ricio Barros


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com o las per cepciones t ienden a conv er t ir se en r ealidades, la t endencia nat ur al de


los m edios de com unicación a r esalt ar lo que es anóm alo, unida al gust o por esos
ex t r em os de una sociedad anum ér ica, podr ía t ener consecuencias calam it osas.

Colaboración de Sergio Barros 102 Preparado por Pat ricio Barros


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Ca pít u lo 5
Est a díst ica , com prom iso y socie da d

Con t en ido:
1. Pr ior idades: individuales ver sus sociales
2. El laissez faire: Adam Sm it h o Thom as Hobbes
3. Cum pleaños, defunciones y ESP
4. Er r or es del Tipo I y er r or es del Tipo I I : de la polít ica a la apuest a de Pascal
5. Haciendo encuest as fiables
6. Obt eniendo infor m ación per sonal
7. Dos result ados t eóricos
8. Cor r elación y causalidad
9. Cáncer de m am a, t im os y salarios: errores est adíst icos sim ples
10. Pr obabilidades y adenda

Hubo una vez un legislador del est ado de Wisconsin que se oponía a que se
est ablecier a el adelant o de la hor a para ahor rar luz, a pesar de las buenas r azones
que dicha m edida t enía en su fav or . Sost enía sabiam ent e que la adopción de
cualquier polít ica im plica siem pr e un com pr om iso, y que si se inst it u ía el adelant o
de la hor a, las cor t inas y ot ras t elas se dest eñir ían m ás apr isa.
El sesent a y seis por cient o de los m édicos consult ados pr efir ier on X a Y. ( No
pudim os convencer a Jones) .
Se est im a que, debido al cr ecim ient o ex ponencial de la población m undial,
act ualm ent e est án vivos ent re el 10 y el 20 por cient o de t odos los seres hum anos
que han vivido en algún m om ent o. Siendo así, ¿significa est o que no hay suficient e
ev idencia est adíst ica par a r echazar concluyent em ent e la hipót esis de la
inm or t alidad?

1 . Pr ior ida de s: individu a le s ve r sus socia le s


Est e capít ulo se concent rará en los efect os sociales nocivos del anum erism o, y se
enfat izar á especialm ent e el conflict o entr e sociedad e indiv iduo. La m ayor ía de los
ej em plos consider an alguna for m a de com pr om iso o equilibr io de los int er eses en

Colaboración de Sergio Barros 103 Preparado por Pat ricio Barros


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conflict o, y m ost rar em os cóm o el anum er ism o cont r ibuye a hacer que tales
com prom isos sean r elat ivam ent e im per cept ibles, o a veces, com o en el caso del
legislador de Wisconsin, a verlos donde no los hay.
Exam inem os par a em pezar una im por t ant e singular idad pr obabilíst ica, que fue
descubier t a por el est adíst ico Bradley Efr on. I m aginem os cuat r o dados, A, B, C y D,
con las caras num eradas así: A t iene un 4 en cuat ro caras y un 0 en las ot ras dos; B
t iene un 3 en las seis car as; C t iene un 2 en cuat r o caras y un 6 en las dos
rest ant es, y D t iene un 5 en t res caras y un 1 en las ot ras t res.
Si j uegan A contr a B, el dado A ganará —sacando un núm er o m ay or — dos t er ceras
par t es de las veces; análogam ent e, si j uegan el dado B contr a el C, B ganará dos
t er cer as par t es de las veces; si se hace j ugar el dado C cont ra el D, aquel ganar á
dos ter cer as par t es de las veces; sin em bargo, y ahí v iene lo m ás im pr esionant e, si
hacem os j ugar D cont r a A, t am bién D ganar á dos t er cer as par t es de las veces. A
gana a B, que gana a C, que gana a D, que gana a A, y en los cuat r o casos, dos
t er cer as par t es de las veces. Hast a podr íam os aprovechar est o para desafiar a
cualquier a a elegir el dado que pr efir ier a y ent onces t om ar el dado que le gana dos
t er cios de las veces. Si esa per sona escoge B, ent onces tom am os A; si elige A,
t om am os D, et c.
Quizás hay a que ex plicar un poco el hecho de que el dado C gane al D. La m it ad de
las veces saldr á un 1 en el dado D, y ent onces segur o que C gana. La ot ra m it ad de
las veces, el dado D sacar á un 5, con lo que C ganará un t er cio de las veces. Así
pues, com o C puede ganar de est os dos m odos dist int os, gana a D ex act am ent e 1/ 2
+ ( 1/ 2 × 1/ 3) = 2/ 3 de las veces. Análogam ent e, se dem uest r a que el dado D gana
al A dos t er cios de las veces. Esta clase de v iolación de la t r ansit iv idad ( donde X
gana a Y, Y gana a Z, Z gana a W, y sin em bargo W gana a X) es la base de la
m ay or ía de paradoj as de v ot ación, desde las del m ar qués de Condor cet en el siglo
dieciocho a las de Kennet h Arr ow en el vein t e.
La siguient e v ar iant e del ej em plo or iginal de Condor cet nos sugier e la posibilidad de
cier t a ir r acionalidad social basada, sin em bar go, en la r acionalidad indiv idual.
Consider em os tr es candidatos que se pr esent an par a un cargo público, a los que
llam ar é Dukak is, Gor e y Jackson en conm em oración de las elecciones pr im ar ias de
los dem ócrat as en 1988. Supongam os que la pr efer encia de un t er cio de los

Colaboración de Sergio Barros 104 Preparado por Pat ricio Barros


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elect or es or dena los candidat os así: Dukak is, Gor e, Jackson; que ot r o t er cio los
or dena: Gor e, Jackson, Dukak is, y que el t er cio r est ant e los pr efier e en el or den
Jackson, Duk akis, Gor e. Hast a aquí, nada que decir .
Per o si ex am inam os los posibles em par ej am ient os de los candidat os, nos
encont r ar em os con una par adoja. Dukak is se j act ar á de que dos t er cios del
elect or ado le pr efier en a Gor e, a lo que Jackson cont est ar á que dos ter cios del
elect or ado le pr efier en a Duk akis. Finalm ent e, Gor e podrá decir que dos ter cios del
elect or ado le pr efier en a Jackson. Si las pr efer encias sociales se det er m inan por
v ot ación, «la sociedad» pr efier e Dukak is a Gor e, Gor e a Jackson, y Jackson a
Dukakis. Así pues, aun en el caso de que las prefer encias de t odos los vot ant es sean
consist ent es ( es decir , t r ansit iv as: cualquier elect or que pr efier a X a Y e Y a Z,
pr efier e t am bién X a Z) , no se infier e necesar iam ent e que las pr efer encias sociales,
det er m inadas por la r egla de la m ay or ía, hay an de ser t am bién t r ansit iv as.
En la v ida r eal, nat ur alm ent e, las cosas pueden ser m uchísim o m ás com plej as. Mor t
Sahl decía acer ca de las elecciones pr esidenciales de 1980, por ej em plo, que la
gent e no v ot aba t ant o a fav or de Reagan com o cont ra Car t er y que, si Reagan se
hubier a pr esent ado solo, habr ía perdido. (No se m e ocur r e cóm o hacer un m odelo
de est a sit uación) .
No quisier a que se quedar an con la im pr esión equiv ocada de que la par adoj a de
Condorcet es t an inverosím il com o el chist e de Sahl. El econom ist a Kennet h Arrow
ha dem ostr ado una gener alización m uy potent e según la cual t odos los sist em as de
v ot ación se car act er izan por pr esent ar alguna sit uación par ecida a la ant er ior . En
concr et o, dem ostr ó que no hay ningún m odo de der iv ar las pr efer encias colect iv as a
par t ir de las indiv iduales que gar ant ice plenam ent e las cuat r o condiciones m ínim as
siguient es: las pr efer encias colect iv as han de ser t r ansit iv as; las pr efer encias
indiv iduales y sociales se han de lim it ar a alt er nat iv as asequibles; si t odos los
indiv iduos pr efier en X a Y, ent onces la colect iv idad t am bién ha de pr efer ir X a Y, y
las pr efer encias colect iv as no son det er m inadas aut om át icam ent e por las
pr efer encias de un solo indiv iduo.

2 . El laisse z fa ire: Ada m Sm it h o Th om as H obbe s

Colaboración de Sergio Barros 105 Preparado por Pat ricio Barros


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Ot r a clase dist int a de conflict o ent r e indiv iduo y sociedad es el plant eado en un
dilem a invent ado por el lógico Rober t Wolf, y que guar da r elación con el m ás
conocido dilem a del pr eso, sobr e el que v olv er em os en br ev e. Am bos pr ueban que
m over se sólo en función de los propios int er eses no siem pr e es la m ej or m anera de
salir ganando.
I m agine que est á con otr as veint e per sonas, a las que sólo conoce super ficialm ent e,
en una habit ación en la que les ha reunido un filánt ropo excént rico. Suponga que no
pueden hablar ent r e ust edes y que se les da la posibilidad de elegir ent r e apr et ar un
bot oncit o que hay fr ent e a cada uno de ust edes o no hacerlo.
Si ninguno de los pr esent es apr iet a su bot ón, el filánt r opo dará 10.000 dólar es a
cada uno. Per o si algunos lo apr iet an, quienes lo hayan hecho r ecibir án 3.000
dólar es cada uno, y quienes no lo hayan apr et ado se ir án con las m anos vacías. La
pr egunt a es: ¿apr iet a ust ed el bot ón par a asegurar se los 3.000 dólar es o se
abst iene, con la esper anza de que t odos hagan lo m ism o, para así poder ganar
10.000 dólar es cada uno?
Sea cual fuer e la decisión que hubier a t om ado en el caso ant er ior , se puede v ar iar
la cuant ía de los pr em ios o el núm er o de par t icipant es para hacer que su decisión
sea dist int a. Así, si decidió apr et ar el bot ón, pr obablem ent e habr ía decidido lo
cont r ar io si los pr em ios hubier an sido 100.000 dólar es cont r a 3.000. Y si decidió no
hacer lo, pr obablem ent e no se hubier a abst enido si los pr em ios hubier an sido 10.000
cont r a 9. 500.
Hay otr as m aneras de aum ent ar los pr em ios. Cam biem os el filánt r opo por un sádico
m uy poder oso. Si nadie del gr upo apr iet a su bot ón, les dej a m ar char a t odos sanos
y salv os. Per o si alguien lo apr iet a, aquellos que lo hay an hecho ser án obligados a
j ugar a la r ulet a r usa con una pr obabilidad de sobr ev iv ir del 95 por cient o, m ient r as
que los que no lo hayan hecho serán m at ados en el act o. ¿Apr iet a el bot ón, con lo
que t iene un 95 por cient o de pr obabilidades de salv ar se y car ga con la
r esponsabilidad de ser la causa indir ect a de la m uer t e de ot r os, o r esist e sus
t em or es y no lo apr iet a, con la esper anza de que nadie se dej e ar r ast rar por el
m iedo?
El dilem a de Wolf se da a m enudo en sit uaciones en las que, si uno no m ir a por sí
m ism o, cor r e el peligr o de que le dej en plant ado.

Colaboración de Sergio Barros 106 Preparado por Pat ricio Barros


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Consider em os ahor a el caso de dos m uj er es que han de hacer una t ransacción


br ev e y apr esurada ( supongam os que son dos tr aficant es de dr oga) . La oper ación
t iene lugar en una esquina, y se int er cam bian dos bolsas de papel oscur o llenas,
separándose inm ediat am ent e después, sin t iem po par a com pr obar el cont enido de
la bolsa r ecogida. Ant es del encuent r o, cada una t iene la m ism a opción: m et er en la
bolsa el obj et o de v alor que la ot r a esper a encont r ar en ella ( est a es la opción
cooperat iv a) o llenar la con papeles de per iódico ( la opción indiv idualist a) . Si am bas
cooperan, cada una r ecibirá lo que quer ía por un pr ecio j ust o. Si A llena su bolsa
con papeles de per iódico y B no, A obt endr á grat is lo que quer ía y B habr á sido
t im ada. Finalm ent e, si las dos llenan sus r espect iv as bolsas con papeles de
per iódico, ninguna habrá conseguido lo que quer ía, pero t am poco habr á sido
t im ada.
El m ej or r esult ado para am bas m uj er es, consider adas colect iv am ent e, es el que se
obt iene de cooperar . Sin em bargo, A puede r azonar del m odo siguient e: si B decide
cooperar , puedo obt ener grat is lo que quiero eligiendo la opción indiv idualist a. Y si,
por el cont r ar io, B se decide por la opción indiv idualist a, por lo m enos no m e t im ar á
si yo hago lo m ism o. Así pues, independient em ent e de lo que haga B, m e sale m ás
a cuent a t om ar la alt er nat iv a indiv idualist a y dej ar le una bolsa llena de papeles de
per iódico. Nat ur alm ent e, B puede r azonar del m ism o m odo, y lo m ás pr obable es
que acaben por int er cam biarse dos bolsas llenas de t ir as de papel de per iódico.
Sit uaciones sem ej ant es pueden dar se en negocios per fect am ent e legales, o en
cualquier t ipo de int er cam bio.
El dilem a del pr eso debe su nom br e a una t r am a, for m alm ent e idént ica a la
ant er ior , en la que dos hom br es, sospechosos de haber com et ido un delit o
im por t ant e, son det enidos en el m om ent o de com et er una falt a m enor. Les
int er r ogan por separ ado, y se da a cada uno la posibilidad de confesar el delit o
m ay or im plicando a su socio, o per m anecer callado. Si am bos per m anecen callados,
sólo les caer á un año de pr isión. Pero si uno confiesa y el ot r o no, el pr im er o saldrá
libr e, m ient r as que al segundo le caer á una condena de cinco años. Si confiesan los
dos, pueden esper ar que les caiga t r es años de cár cel a cada uno. La opción
cooperat iv a es per m anecer callado y la indiv idualist a, confesar .

Colaboración de Sergio Barros 107 Preparado por Pat ricio Barros


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El dilem a es, com o ant es, que la m ej or opción par a am bos com o colect ivo, o sea,
per m anecer callados y pasar un año en la cár cel, dej a a cada uno a m er ced de la
peor de las posibilidades, a quedar com o un t ont o y a pasar cinco años en la cár cel.
En consecuencia, lo m ás pr obable es que am bos confiesen y les caiga una condena
de t r es años de cár cel.
¿Y qué? Lo int eresant e del dilem a no t iene nada que ver, por supuest o, con ninguna
clase de int er és que podam os t ener por las t r aficant es de droga ni por el sist em a
penal, sino m ás bien en que nos da un esquem a de m uchas sit uaciones a las que
nos enfrent am os en la vida cot idiana. Ya seam os ej ecut ivos en un m ercado
com pet it ivo, esposas en un m at r im onio, o superpot encias en una carrera
ar m am ent ist a, nuest r as opciones pueden for m ular se a m enudo en for m a par ecida al
dilem a del pr eso. No siem pr e hay una r espuest a buena, per o las par t es im plicadas
saldr án ganando siem pr e com o colect iv o si cada una r esist e la t ent ación de
t r aicionar a la ot r a y coopera con ella o le per m anece leal. Si cada par t e per sigue
ex clusiv am ent e su pr opio beneficio, el r esult ado es peor que si am bas cooperan. En
t ales ocasiones, la m ano invisible de Adam Sm it h, com o gar ant e de que la
búsqueda del pr ovecho indiv idual pr oduce el bienest ar de la sociedad en su
conj unt o, est á t otalm ent e paralizada.
Una sit uación un poco dist int a la t enernos en el caso de dos aut ores que han de
hacer una r eseña pública del libr o de ot r o. Si am bos libr os van dir igidos al m ism o
público lim it ado, se saca alguna v ent aj a de dej ar m al el libr o del ot r o m ient r as el
pr opio r ecibe elogios, y esta v ent aj a indiv idual es m ay or que la que se obt iene si
am bos libr os r eciben una buena cr ít ica, que a su vez es m ayor que en el caso de
que am bas crít icas sean m alas. Así pues, volvem os a encont rarnos con una elección
ent r e dos opciones, elogiar o dej ar m al, que se par ece en algo al dilem a del pr eso.
( Digo «en algo» por que habr ía que t ener en cuent a ot r as r azones de m ás peso,
com o el m érit o real de los libros en cuest ión) .
Hay una ex t ensa lit er at ura sobr e el t em a de los dilem as del pr eso. El dilem a del
pr eso con dos par t es se puede gener alizar a sit uaciones en las que haya m uchas
per sonas im plicadas, donde cada una t iene la opción de apor tar una cont r ibución
m inúscula al bien com ún u obt ener unos beneficios pr ivados exor bit ant es. Est e
dilem a del pr eso con m uchas par t es im plicadas puede ser v ir para m odelar

Colaboración de Sergio Barros 108 Preparado por Pat ricio Barros


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sit uaciones en las que est án en j uego el valor económ ico de «int angibles» t ales
com o el agua lim pia, el air e pur o y el espacio.
En ot r a var iant e, el especialist a en ciencias polít icas Rober t Ax elr od ha est udiado la
sit uación del dilem a del pr eso it er ado, en la que nuest r as dos nar cot r aficant es ( o
nuest ros ej ecut ivos, nuest ras esposas, nuest ras superpot encias, o quienes sean) se
encuent r an r epet idas veces par a llev ar a cabo su t r ansacción. En est e caso hay
r azones poder osas par a cooperar y no engañar al oponent e, pues es probable que
haya de t ener negocios con él o ella m ás de una vez.
Com o en general casi t odas las transacciones sociales t ienen algún elem ent o en
com ún con el dilem a del pr eso, el caráct er de una sociedad queda r eflej ado en qué
t r ansacciones llev an a la cooper ación ent r e las par t es im plicadas y cuáles no. Si los
m iem br os de una «sociedad» nunca se com por tan cooperat iv am ent e, es m uy
pr obable que sus vidas sean, en palabr as de Thom as Hobbes, «solit ar ias, pobr es,
r udas, br ut as y cor t as».

3 . Cum ple a ñ os, de fun cion e s y ESP


La t eor ía de la probabilidad em pezó en el siglo diecisiet e con problem as de apuest as
y j uego, y conser v a aún hoy algo del sabor y del at r act iv o del j uego de azar . La
est adíst ica em pezó t am bién en el m ism o siglo con la r ecopilación de t ablas
m or t uor ias y conser v a tam bién algo de sus or ígenes. La estadíst ica descr ipt iv a, que
es la par t e m ás ant igua del t em a y la que la gent e conoce m ás, es a veces ( aunque
no siem pr e) una disciplina abur r ida, que nos habla m onót ona e incesant em ent e de
per cent iles, m edias y desviaciones t ípicas. El cam po m ás int er esant e de la
infer encia est adíst ica se sir v e de la teor ía de la probabilidad para hacer
pr edicciones, est im ar caract er íst icas im port ant es de una población y cont rast ar la
validez de las hipót esis.
El últ im o concept o —el cont rast e est adíst ico de hipót esis— no es m ás que un
pr incipio. Se form ula una suposición ( que a m enudo, un poco severam ent e, se
llam a hipót esis nula) , se diseña un exper im ent o y se r ealiza, y luego se calcula si
los result ados del experim ent o son suficient em ent e probables, en el supuest o de
que la hipót esis sea cier t a. Si no lo son se desecha la hipót esis, a veces acept ando
pr ovisionalm ent e una hipót esis alt er nat iv a. En est e aspect o, la estadíst ica es a la

Colaboración de Sergio Barros 109 Preparado por Pat ricio Barros


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pr obabilidad lo que la ingenier ía a la física: una ciencia aplicada que se basa en una
disciplina fundam ent al m ás est im ulant e desde el punt o de vist a int elect ual.
Consider em os el siguient e ej em plo, en el que el result ado inesper ado de un sim ple
t est est adíst ico es una j ust ificación suficient e para rechazar una hipót esis com ún y
apar ent em ent e obv ia: que el cum pleaños de las per sonas no guar da ninguna
r elación con el día de su m uer t e. Concr et ando, par ece nat ur al suponer que
aproxim adam ent e el 25 por cient o de las m uer t es que se pr oducen en una
com unidad det er m inada t ienen lugar en el t r im est r e siguient e al cum pleaños del
difunt o ( y el ot ro 75 por cient o en los t res t r im est res r est ant es) .
Sor pr endent em ent e, sin em bar go, una m uest r a al azar de 747 r eseñas necr ológicas
apar ecidas en los per iódicos de Salt Lak e Cit y, Ut ah, en 1977 indicaba que el 46 por
cient o de las defunciones consideradas se produj eron en los t res m eses siguient es al
cum pleaños. Dada la hipót esis nula en cuest ión, que apr oxim adam ent e el 25 por
cient o de las m uer t es se habr ían pr oducido en el int er v alo de t r es m eses siguient es
al cum pleaños del difunt o, la probabilidad de que el 46 por cient o o m ás hayan
m uer t o dent r o de est e int er v alo de t r es m eses es t an baj a que se puede consider ar
cer o. (Hem os de considerar la hipót esis alter nat iv a de que hay an m uer t o el 46 por
cient o o m ás, y no la de que hayan m uer t o exact am ent e el 46 por cient o. ¿Por
qué?) .
Así pues, podem os r echazar la hipót esis nula y acept ar pr ovisionalm ent e que, por el
m ot iv o que sea, par ece que las per sonas esper an a cum plir años para m or ir se.
Tant o si est o se debe al deseo de alcanzar ot r o hit o o al t r aum a de cum plir años
( «¡Oh, Dios m ío, ya t engo nov ent a y dos! ») , par ece clar o que el est ado psíquico de
una persona es un fact or det erm inant e del m om ent o de su m uer t e. Sería
int eresant e ver qué result ados dar ía un est udio sim ilar en ot ra ciudad. I nt uyo que el
fenóm eno es m ás m ar cado ent r e gent e m uy m ay or , para la que un últ im o
cum pleaños podr ía ser el único t ipo de m et a im por tant e a su alcance.
Com o ilust r ación del im por tant ísim o m odelo de pr obabilidad binom ial, y com o
ej em plo num érico de t est estadíst ico, im aginem os el siguient e t est en m iniat ur a
para la ESP. ( Est e es uno de los pár rafos que dij e que podían salt ar se sin dem asiada
pr eocupación) . Supongam os que se elige al azar un sím bolo de ent r e t r es posibles,
se t apa con una cart ulina y se pr egunta al suj et o del experim ent o que lo ident ifique.

Colaboración de Sergio Barros 110 Preparado por Pat ricio Barros


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Al cabo de v eint icinco r ealizaciones del ex per im ent o, el suj et o ha acer t ado el
sím bolo ocult o diez v eces. ¿Da est o ev idencia suficient e par a r echazar
j ust ificadam ent e la hipót esis de que el suj et o no t iene ESP?
La r espuest a la t enem os det er m inando la pr obabilidad de que el r esult ado se deba
sim plem ent e a la suer t e. La pr obabilidad de acer tar por chir ipa exactam ent e diez
veces es ( 1/ 3) 10 ( que es la pr obabilidad de cont est ar corr ectam ent e a las diez
pr im er as pr egunt as) × ( 2/ 3) 15 ( la pr obabilidad de cont est ar equiv ocadam ent e a las
quince rest ant es) × el núm er o de conj unt os de diez pregunt as que se puedan
form ar con las veint icinco pr egunt as que const it uyen el t est . Est e últ im o fact or es
necesar io por que nos int er esa saber la probabilidad de que haya diez r espuest as
acer t adas, y no de que est as sean pr ecisam ent e las diez pr im er as. Nos vale
cualquier conj unt o de diez r espuest as corr ect as y quince equiv ocadas, y t odos ellos
t ienen la m ism a pr obabilidad, ( 1/ 3) 10 × ( 2/ 3) 15 .
Com o el núm er o de m odos en que podem os escoger diez pr egunt as de ent r e
veint icinco es 3.628. 800

la pr obabilidad de acer tar diez pr egunt as de las veint icinco que com ponen el t est es
3.628. 800 × ( 1/ 3) 10 × ( 2/ 3) 15 . Se pueden hacer cálculos sim ilar es para la
pr obabilidad de acer t ar once, doce, t r ece, y así hast a veint icinco. Si sum am os t odas
est as pr obabilidades obt endr em os la pr obabilidad de acer t ar por chir ipa diez
pr egunt as o m ás de las que com ponen el t est , apr oxim adam ent e un 30 por cient o.
Est a pr obabilidad no es, ni m uchísim o m enos, lo suficient em ent e baj a, para
j ust ificar el rechazo de nuest ra hipót esis de que el suj et o no t iene ESP. ( Algunas
v eces es m ás difícil desechar r esult ados ex per im ent ales basándose en razones
pr obabilíst icas, per o en t ales casos siem pr e se han encont rado defect os en el diseño
ex per im ent al que daban pist as al suj et o) .

4 . Er r ore s de l Tipo I y e r ror e s del Tipo I I : de la polít ica a la a pue st a de


Pa sca l

Colaboración de Sergio Barros 111 Preparado por Pat ricio Barros


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Veam os ahora ot r o ej em plo m ás de t est est adíst ico. Supongam os que for m ulo la
hipót esis de que por lo m enos el 15 por cient o de los coches de det er m inada r egión
son Cor v et t e, y que después de obser v ar el paso de m il coches por unos cuant os
cruces repr esent at ivos de dicha r egión sólo he vist o ochent a Cor vet t e. Ut ilizando la
t eor ía de la pr obabilidad, calculo que, en el supuest o de que m i hipót esis sea cier t a,
la pr obabilidad de est e r esult ado es bastant e infer ior al 5 por cient o, cifr a que
com únm ent e se usa com o «niv el de significat iv idad». Así pues, r echazo m i hipót esis
de que el 15 por cient o de los coches de la r egión son Corv et t e.
Hay dos t ipos de er r or es que se pueden com et er al aplicar est e t est est adíst ico u
ot r o cualquier a y se llam an, en un derr oche de im aginación, er r or es del Tipo I y
er r or es del Tipo I I . Se pr oduce un er r or del Tipo I cuando se acept a una hipót esis
falsa, y uno del Tipo I I , cuando se r echaza una hipót esis ver dadera. Así, si una gr an
cant idad de Cor vet t e pr ocedent es de una ex posición aut om ovilíst ica at r avesar a la
r egión y est o nos llev ar a a acept ar la hipót esis falsa de que al m enos el 15 por
cient o de los coches de la r egión son Cor v et t e, est ar íam os com et iendo un er r or del
Tipo I . Por el cont r ar io, si no nos hubiér am os percat ado de que la m ay or ía de los
Cor v et t e de la r egión no est aban en cir culación, sino guar dados en sus gar aj es, al
r echazar la hipót esis ver dadera est ar íam os com et iendo un er r or del Tipo I I .
Est a dist inción adm it e t am bién una present ación m enos form al. Cuando se
dist r ibuye diner o, el liber al t ípico pr ocura ev it ar com o sea los er ror es del Tipo I I
( que el que ha hecho m ér it os no r eciba su par t e) , m ient r as que el conser v ador
t ípico se pr eocupa m ás por ev it ar los er r or es del Tipo I ( que el que no lo m er ece
r eciba m ás de lo que le t oca) . Cuando se r epar t en cast igos, el conser v ador t ípico se
int er esa m ás por ev it ar los er r or es del Tipo I I ( que el culpable no r eciba el cast igo
que le t oca) , m ient r as que el liber al t ípico se pr eocupa m ás de ev it ar los err or es del
Tipo I ( que el inocent e r eciba un cast igo inm er ecido) .
Nat ur alm ent e, siem pr e hay gent e que se quej ar á del ex ceso de r igor de la Feder al
Dr ug Adm inist r at ion al r et ar dar la puest a en cir culación del fár m aco X que ahor rar ía
t ant o sufr im ient o, y que se quej ará t am bién si el fár m aco Y se pone en cir culación
pr em at ur am ent e y com o consecuencia de ello se der iv an grav es com plicaciones. Al
igual que la FDA, que ha de ev aluar las pr obabilidades r elat iv as de com et er un err or
del Tipo I ( dando el vist o bueno a un m al m edicam ent o) o un er r or del Tipo I I

Colaboración de Sergio Barros 112 Preparado por Pat ricio Barros


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( negando la aut or ización a un buen fár m aco) , hem os de ev aluar pr obabilidades


sim ilar es para sit uaciones que nos afect an a nosotr os dir ect am ent e. ¿Hay que
v ender las acciones que est án en alza y cor r er el r iesgo de no beneficiar nos de que
puedan subir m ás, o conser var las y cor rer el r iesgo de que v uelv an a baj ar y
per dam os lo que ya t enem os seguro? ¿Hem os de som et er nos a una oper ación o
int ent ar ar r eglar nos con m edicam ent os? ¿Deber ía Henr y pedir le a Myr t le que salier a
con él ar r iesgándose a que le dij er a que no, o no pedír selo y conser var su
t r anquilidad de ánim o, per o no ent erar se de que ella le habr ía dicho que sí?
Consider aciones par ecidas valen para los pr ocesos de fabr icación. Debido a que
algún m ecanism o fundam ent al se est r opea por el fallo de alguno de sus
com ponent es, o por que sale a la luz pública una anom alía de una ser ie de ar t ículos
que usualm ent e son de fiar ( pet ar dos, lat as de sopa, chips infor m át icos, condones),
a m enudo se lev ant an v oces r eclam ando unos cont r oles m ás sev er os que gar ant icen
que no se v an a pr oducir m ás fallos. Par ece r azonable, per o en la m ay or ía de los
casos es sencillam ent e im posible o, lo que es equiv alent e, pr ohibit ivam ent e car o. En
los cont r oles de calidad se analiza una m uest r a de cada lot e de pr oduct os
fabr icados, par a asegur arse de que la m uest r a no cont iene ar t ículos defect uosos o
cont iene m uy pocos, pero no se analizan todos los ar t ículos del lot e ( a veces est os
ni t an siquier a son analizables) .
Casi siem pr e hay un com pr om iso ent r e la calidad y el pr ecio, ent r e los err or es del
Tipo I ( acept ar una m uest r a con dem asiados ar tículos defect uosos) y los de Tipo I I
( rechazar una m uest ra con m uy pocos elem ent os defect uosos) . Adem ás, si no se
r econoce explícit am ent e est e com pr om iso, se t iende a negar o a encubr ir los
ar t ículos defect uosos, que son inev it ables, con lo que la t ar ea del cont r ol de calidad
se hace m ucho m ás difícil. A pr opósit o de est o t enem os la I niciat iva de Defensa
Est r at égica, cuy os pr ogram as de or denador , sat élit es, espej os, et c. ser ían t an
t rem endam ent e com plej os que hay que ser un poco anum éricam ent e ingenuo para
cr eer que funcionar á sin llev ar el t esor o a la bancar r ota.
La I niciat iva de Defensa Estr at égica t r ae apar ej ada una m edit ación sobr e la
dest r ucción y la salv ación, per o incluso aquí los com prom isos pueden j ugar un papel
im por t ant e. La apuest a de Pascal acer ca de la exist encia de Dios, por ej em plo,
puede pr esent ar se com o una elección ent r e las pr obabilidades r elat iv as de los

Colaboración de Sergio Barros 113 Preparado por Pat ricio Barros


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er r or es de Tipo I y I I , y sus posibles consecuencias. Deber íam os aceptar la


ex ist encia de Dios y act uar en consecuencia, ar r iesgándonos a com et er un er ror del
Tipo I ( que Dios no ex ist a) , o deber íam os negar su ex ist encia y act uar tam bién en
consecuencia, cor r iendo el r iesgo de com et er un er r or del Tipo I I ( que ex ist a) .
Nat uralm ent e, las fr ases ant eriores se apoyan en un buen núm er o de suposiciones
sobr eent endidas, y car ecen de v alor o de significado si no se aclar an estas pr im er o.
Per o lo que quier o señalar es que t odas las decisiones se pueden pr esent ar en est os
t ér m inos y, de hecho, ex igen una ev aluación infor m al de las pr obabilidades. En
ninguna par t e dan dur os por cuat r o peset as, y si los dier an, nadie nos asegura que
no fuer an falsos.

5 . H a cien do e n cu e sta s fia ble s


Est im ar las caract er íst icas de una población, com o el t ant o por cient o que pr efier e a
cier t o candidato o a una m ar ca concr eta de com ida par a perr os, es en pr incipio
sim ple, igual que el cont r ast e de hipót esis. Se selecciona una m uest r a al azar ( est o
es m ás fácil decir lo que hacer lo) y luego se det er m ina qué porcent aj e de la m uest r a
pr efier e al candidat o ( pongam os, el 45 por cient o) o la m ar ca de com ida par a per r os
( pongam os, el 28 por cient o) , per o ¿qué por cent aj es hem os de t om ar com o
est im ación de la opinión de la población t ot al?
Sólo he t rabaj ado efect ivam ent e en una encuest a en una ocasión. Se t rat aba de una
encuest a infor m al que pr et endía r esolv er la cuest ión candent e: ¿qué pr opor ción,
ent r e las m uj er es univ er sit ar ias, se lo pasa bien viendo ser ies con Los tr es St ooge?
Descar tando aquellas que no conocían esa pay asada tan poco cult a de los St ooge,
encont ré que un sorprendent e 8 por cient o de m i m uest r a confesaba t al
sat isfacción.
No se puso dem asiado cuidado en la selección de la m uest r a, per o al m enos el
r esult ado, el 8 por cient o, t enía cier t os v isos de cr edibilidad. Un pr oblem a ev ident e
de afirm aciones t ales com o «el 67 por cient o ( o el 75 por cient o) de los encuest ados
pr efir ier on la past illa X» es que fácilm ent e podr ían est ar basadas en m uest r as
pequeñas de t r es o cuat r o indiv iduos. Más descarado aún es el caso en que una
celebr idad avala una diet a, un m edicam ento, o lo que sea, en tal caso t enem os una
m uest r a de uno, que gener alm ent e, adem ás, ha cobr ado por ello.

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Así pues, m ás difícil que hacer cálculos estadíst icos es decidir qué fiabilidad nos
m er ecen los m ism os. Si la m uest ra es grande, podem os confiar m ás en que sus
caract er íst icas se apr oxim en a las de la población tot al. Si la dist r ibución de la
población no es dem asiado disper sa ni v ariada, podem os t am bién confiar m ás en
que las car act er íst icas de la m uest r a sean repr esent at iv as.
Con ayuda de unos pocos t eor em as de t eor ía de la pr obabilidad y est adíst ica,
podem os suger ir lo que se conoce com o int er v alos de confianza para est im ar la
pr obabilidad de que una m uest r a caract er ística sea r epr esent at iv a del conj unt o de la
población. Así, podr íam os decir que un int er v alo de confianza del 95 por cient o par a
el por cent aj e de elect or es que v ot ar án a fav or del candidat o X es el 45 por cient o
m ás o m enos el 6 por cient o. Es decir , que t enem os una segur idad del 95 por cient o
de que el por cent aj e de la población se desviar á com o m ucho un 6 por cient o con
r espect o a la est im ación r ealizada en la m uest r a; en est e caso, ent r e un 39 y un 51
por cient o de la población v ot ar á por el candidat o X. Análogam ent e, podr íam os decir
que el int er v alo de confianza del 99 por cient o par a la propor ción de consum idor es
que pr efier en la m ar ca Y de com ida par a per r o es del 28 por cient o m ás o m enos el
11 por cient o; o sea que t enem os una segur idad del 99 por cient o de que la
pr opor ción de la población se desvía com o m ucho un 11 por cient o r espect o de la
m uest r a; en est e caso, ent r e el 17 y el 39 por cient o de los consum idor es pr efier en
la m ar ca Y.
Com o en el caso del cont rast e de hipót esis, sin em bargo, en ninguna par t e dan
dur os por cuat ro peset as. Par a m uest ras de un t am año dado, cuant o m ás est r echo
es el int er v alo de confianza —es decir , cuant o m ás pr ecisa es la est im ación—,
m enos fiable es. Y a la inv er sa, cuant o m ás ancho es el int er valo de confianza —
est o es, cuant o m enos precisa es la est im ación—, m ás fiable es. Nat uralm ent e, si
aum ent am os el t am año de la m uest ra podem os afinar , al m ism o t iem po, el
int ervalo de confianza y aum ent ar nuest ra seguridad de que est e cont iene el
por cent aj e de la población ( o cualquier par ám et r o o caract er íst ica de la m ism a) ,
per o t om ar m uestr as m ay or es es m ás car o.
Los r esult ados de sondeos o de encuest as que no llevan los int ervalos de confianza
o m ár genes de er ror son a m enudo engañosos. Lo m ás fr ecuent e es que los
sondeos sí llev en t ales int er v alos de confianza, per o que est os no apar ezcan en los

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r epor taj es de pr ensa. Las afir m aciones que no se com pr om et en dem asiado y la
incer t idum br e r ar a v ez son not icia per iodíst ica.
Si un t it ular dice que el desem pleo ha dism inuido del 7,1 al 6,8 por cient o, pero no
dice que el int er v alo de confianza es de m ás o m enos 1 por cient o, uno puede
llev ar se la im pr esión equiv ocada de que algo bueno ha ocur r ido. Sin em bargo, dado
el er r or del m uest r eo, esa «dism inución» podr ía ser inex ist ent e o, peor aún, podr ía
haber habido un aum ent o. Si no se dan los m ár genes de er r or , una buena r egla
em pír ica es que una m uest r a aleat or ia de m il o m ás indiv iduos da un m ar gen
suficient em ent e est recho par a la m ayoría de fines, m ient ras que una m uest ra
aleat or ia de cien o m enos da un m argen dem asiado ancho.
Mucha gent e se sor pr ende de que el núm er o de indiv iduos que los encuest ador es
ent r ev ist an par a llegar a sus r esult ados sea t an pequeño. ( La anchur a del int er v alo
de confianza es inver sam ent e pr opor cional a la r aíz cuadrada del t am año de la
m uest r a) . En r ealidad, el núm er o de encuest ados gener alm ent e es m ayor que el
que ser ía necesar io en t eor ía. Lo hacen así para com pensar pr oblem as r elacionados
con la dificult ad de escoger una m uest r a aleat or ia. Si la m uest r a aleat or ia
seleccionada const a de m il indiv iduos, el int er v alo de confianza t eór ico del 95 por
cient o par a la est im ación de los vot ant es del candidat o X o de quienes pr efier en la
com ida para perr o de m ar ca Y es apr oxim adam ent e de m ás o m enos el 3 por
cient o. Los encuest adores t om an a m enudo m ás o m enos el 4 por cient o en est a
m uest r a, par a cor r egir el efect o de los que no cont est an y ot r os pr oblem as.
Pensem os en los problem as que conlleva una encuest a t elefónica. ¿Afect ará al
r esult ado el hecho de haber descar t ado de ent r ada las casas que no t ienen
t eléfono? ¿Qué por cent aj e de per sonas se negar á a cont est ar o colgar á sin m ás
cuando se ent ere de que se t r at a de una encuest a? Com o los núm er os se
seleccionan al azar , ¿qué pasa si el t eléfono al que se llam a es una oficina? ¿Qué
pasa si no hay nadie en casa o si cont est a un niño? ¿Cóm o influye en las r espuest as
el sex o ( la v oz o los m odales) del ent r ev ist ador t elefónico? Cuando r egist r a las
r espuest as, ¿el ent r ev ist ador es siem pr e cuidadoso? ¿Es siem pr e honest o? ¿Es
aleat or io el m ét odo para escoger núm er os y cent r ales t elefónicas? ¿Sugier en las
pr egunt as alguna de las posibles r espuest as? ¿Son com pr ensibles? ¿Qué r espuest a
cuent a si hay m ás de un adult o en casa? ¿Qué m ét odo se sigue par a ponder ar los

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r esult ados? Si la encuest a se r efier e a un t em a r espect o al cual las opiniones var ían
r ápidam ent e, ¿cóm o afect a a los r esult ados el hecho de que la r ealización de la
encuest a haya dur ado cier t o t iem po?
Las encuest as basadas en ent r ev ist as personales pr esent an t am bién dificult ades
par ecidas. Entr e los defect os m ás com unes de las encuest as basadas en ent r ev ist as
individuales t enem os el em pleo de un t ono insinuant e o la influencia del t ipo de
pr egunt as sobr e el encuest ado. Por otr a par t e, una de las pr eocupaciones m ás
im por t ant es en las encuest as por cor r eo es ev it ar que la m uest r a se aut oseleccione,
al ser m ás pr obable que cont est en los indiv iduos m ás com pr om et idos y
est im ulados, o los per t enecient es a cualquier ot r o gr upo at ípico. ( Tales m uest r as
aut oseleccionadas r eciben a v eces el nom br e m ás sincer o de «gr upo de pr esión») .
La fam osa encuest a de 1936 del Lit er ar y Digest que pr edij o que Alf Landon ganar ía
a Franklin Roosev elt por un m ar gen de tr es a dos est aba m al hecha, porque sólo el
23 por cient o de los que r ecibier on cuest ionar ios los cont est ar on, y est as per sonas
er an gener alm ent e de las clases m ás alt as. Un er r or par ecido sesgó la encuest a de
1948 que pr edij o que Thom as Dew ey ganar ía a Harr y Tr um an.
Es escandalosa la inclinación de los diar ios y r ev ist as a publicar r esult ados sesgados
basados en r espuest as a cuest ionar ios que v ienen en el m ism o per iódico. Est as
encuest as infor m ales r ar a vez van acom pañadas de los int er v alos de confianza u
ot r os det alles de los m ét odos seguidos, con lo que el pr oblem a de las m uest r as
aut oseleccionadas no siem pr e est á clar o. Cuando aut oras fem inist as com o Sher e
Hit e o la colum nist a Ann Landers inform an que la proporción de sus encuest adas
que t ienen avent ur as am or osas o que pr efer ir ían no haber t enido hij os es
sor prendent em ent e alt a, t endríam os que pregunt ar nos aut om át icam ent e quién va a
cont est ar m ás pr obablem ent e a t ales cuest ionar ios: una m uj er que t enga una
av ent ur a o una que est é r azonablem ent e sat isfecha, una m uj er desesperada por sus
niños o una que est é cont ent a con ellos.
Las m uest ras aut oseleccionadas no nos dan m ucha m ás infor m ación que una list a
de pr edicciones corr ect as hechas por alguien que supuest am ent e t iene poder es
psíquicos. A m enos que se t enga una list a com plet a de las pr edicciones, o un
subconj unt o escogido al azar, las pr edicciones cor r ect as no significan nada. Es
segur o que algunas de ellas son cier t as por casualidad. Del m ism o m odo, a m enos

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que la m uest r a encuest ada sea escogida al azar , y no aut oseleccionada, los
r esult ados de la encuest a no significar án gran cosa.
Adem ás de ser conscient e del pr oblem a de las m uest r as aut oseleccionadas, el
consum idor con cult ur a num ér ica deber ía com pr ender tam bién el problem a afín de
los est udios aut oseleccionados. Si una com pañía Y encarga ocho est udios
com parat iv os de las vent aj as r elat iv as de su pr oduct o y el de la com pet encia, y
siet e de los ocho señalan que el de la com pet encia es m ej or , no hay que ser m uy
list o par a adiv inar cuál de los est udios cit ar á la com pañía Y en sus anuncios de
t elev isión.
Com o en los capítulos sobr e las coincidencias y la pseudociencia, vem os que el
deseo de filt r ar y poner énfasis en la infor m ación est á r eñido con el de obt ener una
m uest r a aleat or ia. Para los anum ér icos especialm ent e, unas pocas pr edicciones o
coincidencias viv idas t ienen a m enudo m ás peso que una ev idencia est adíst ica que,
aunque m enos im presionant e, es m ás concluyent e.
Por t odo ello, no com pr endo por qué t an frecuent em ent e se llam a encuest a a una
colección de per files ínt im os o de hist or ias per sonales. Si se hace bien, t al colección
es m ás at ract iv a (a pesar de que pueda ser m enos conv incent e) que la t ípica
encuest a, y pier de buena par t e de su v alor si se la envuelv e en la m or t aja de un
sondeo científico.

6 . Obte nien do in form a ción per sona l


La m adr e del corder o de la est adíst ica est á en deducir infor m ación sobr e una
población gr ande a par t ir de las car act er íst icas de una m uest ra pequeña
seleccionada al azar . Todas las t écnicas em pleadas —desde la inducción
enum er at iv a de Fr ancis Bacon hasta las t eor ías del cont r ast e de hipót esis y del
diseño ex per im ent al de Kar l Pear son y R. A. Fisher , padr es fundador es de la
est adíst ica m oder na— dependen de est a ( ahora) ev ident e per spicacia. Siguen a
cont inuación v ar ias m aner as de obt ener infor m ación.
La pr im era de ellas, que quizá cobr ar á cada v ez m ayor im por t ancia en una era
inquisit iva que sin em bar go pr oclam a el v alor de la int im idad, per m it e obt ener
infor m ación delicada de un gr upo sin com pr om et er la int im idad de ninguno de sus
m iem br os. Supongam os que tenem os un gr upo grande de per sonas y quer em os

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descubr ir qué por cent aj e de ellas ha m antenido cier t o t ipo de r elación sex ual, con
obj et o de det er m inar qué práct icas llev an al SI DA con m ay or pr obabilidad.
¿Qué podem os hacer? Se pide al encuest ado que t om e una m oneda del bolsillo o del
m oneder o y que la lance al air e. Sin dej ar que nadie vea el r esult ado, ha de m ir ar si
ha salido cara o cr uz. Si ha sido car a, ha de cont est ar con sincer idad a la pr egunta:
¿ha m ant enido t al r elación sexual, sí o no? Y si sale cr uz, sim plem ent e ha de
escr ibir sí. Así pues, una r espuest a sí puede significar dos cosas, una t otalm ent e
inocua ( que ha salido cr uz) , y la ot r a pot encialm ent e em bar azoso ( haber m ant enido
esa r elación sex ual) . Com o el ex per im ent ador no puede saber qué significa el sí, es
de esperar que los encuest ados sean sinceros.
Supongam os que de 1.000 r espuest as, 620 son afirm at iv as. ¿Qué nos dice est o
acer ca del por cent aj e de per sonas que han m ant enido la r elación sex ual?
Apr oxim adam ent e 500 de los 1.000 encuest ados habr án escr it o sí por que les ha
salido cr uz. Quedan pues 120 personas que han cont est ado sí de ent re las que
cont est ar on con sincer idad a la pr egunt a ( aquellas a las que les salió cara) . Por
t ant o, la est im ación del por cent aj e de per sonas que han m ant enido esa r elación
sexual es el 24 por cient o ( 120/ 500) .
El m ét odo adm it e m ás r efinam ient os que pueden ser v ir par a conocer m ás det alles,
por ej em plo, cuánt as veces se ha t enido la r elación sex ual. Tam bién adm it e algunas
v ar iant es que se pueden r ealizar de m odo infor m al, y podr ía ser v ir a una agencia de
espionaj e para calcular el núm er o de disident es de cier t a r egión, o a una agencia
publicit ar ia par a est im ar el m er cado de un product o cuy o at r act iv o la gent e
pr obablem ent e negar á. Los dat os en br ut o para los cálculos se pueden obt ener de
fuent es públicas y, t r abaj ados convenient em ent e, pueden llevar a conclusiones
sor prendent es.
Ot ra m anera un t ant o poco com ún de obt ener infor m ación es la que se conoce com o
m ét odo de pescar - r epescar . Supongam os que quer em os saber cuánt os peces hay
en cier t o lago. Capt ur am os cien, los m ar cam os y los volv er nos a solt ar . Dej am os
t r anscur r ir un t iem po par a que se disper sen por el lago, volv er nos a pescar otr os
cien peces y m iram os qué fracción de ellos est án m arcados.
Si los peces m ar cados son ocho, una est im ación razonable es que el 8% de los
peces de t odo el lago est án m arcados. Y com o est e 8% lo for m an los cien peces que

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pescam os y m ar cam os la pr im er a v ez, obtendr em os el núm er o de peces del lago


r esolv iendo la siguient e regla de t r es: 8 ( peces m ar cados de la segunda m uestr a) es
a 100 ( el núm er o de peces de la segunda m uest r a) igual que 100 ( el núm er o t otal
de peces m arcados) es a N ( el núm ero t ot al de peces del lago) . N es,
aproxim adam ent e, 1.250.
Hay que t ener cuidado, nat ur alm ent e, de que el pez m ar cado no m uer a por el hecho
de haber sido m ar cado, de que se dist r ibuy an m ás o m enos unifor m em ent e por el
lago, de que los m ar cados no sean sólo los m ás lent os o los m ás sim plones de los
peces, et c. Sin em bargo, com o m aner a de obt ener una est im ación aproxim ada, la
pesca-r epesca es un m ét odo eficient e, y m ás gener al de lo que pudier a suger ir el
ej em plo de los peces.
Los análisis est adíst icos de obr as cuya aut or ía est á en disput a ( los libr os de la
Biblia, The Feder alist Paper s [ «Docum ent os feder alist as»] , etc.) dependen tam bién
de m ét odos ingeniosos sim ilar es para r ecoger dat os de fuent es que no est án
dispuest as a colaborar ( porque han m uer to).

7 . Dos re su lta dos t eór icos


Buena par t e del at r act iv o de la t eor ía de la pr obabilidad r eside en la inm ediat ez y en
el int er és int uit ivo de sus pr oblem as pr áct icos y de los pr incipios sencillos que nos
per m it en r esolv er m uchos de ellos. Sin em bar go, los dos r esult ados t eór icos
siguientes t ienen una im por t ancia t an fundam ent al que pecar ía de negligencia si no
dij er a nada de ellos.
El pr im er o es la ley de los gr andes núm er os, uno de los t eor em as m ás im por tant es
de la t eor ía de la pr obabilidad, a m enudo m al ent endido. Es un t eor em a que a v eces
se invoca par a j ust ificar t odo t ipo de conclusiones ex t r añas. Dice sencillam ent e que,
a la larga, la difer encia ent r e la pr obabilidad de cier t o suceso y la fr ecuencia r elat iv a
con la que est e ocur r e t iende a cer o.
En el caso especial de una m oneda no tr ucada, la ley de los grandes núm er os —
enunciada por pr im er a v ez por Jean Ber noulli en 1713— dice que la difer encia ent r e
1/ 2 y el cocient e del núm er o t ot al de caras dividido por el núm er o de t ir adas se
aproxim a a cer o t anto com o queram os, a m edida que aum ent a el núm er o de
t ir adas. Recuér dese, sin em bargo, de cuando hablábam os sobr e los perdedor es y

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las m onedas sin t r uco del capít ulo 2, que est o no significa que la difer encia ent r e el
núm er o t ot al de car as y cr uces hay a de dism inuir a m edida que aum ent a el núm er o
de tir adas; generalm ent e sucede todo lo cont r ar io. Las m onedas sin t r uco se
com port an bien en sent ido r elat ivo, pero no en sent ido absolut o. Y, cont rar iam ent e
a lo que se pueda decir en num erosas conver saciones de café, la ley de los grandes
núm er os no im plica la falacia del j ugador : que después de una lar ga ser ie de cr uces
es m ás pr obable que salga cara.
Ent r e ot r as cosas, est a ley j ust ifica la cr eencia del ex per im ent ador de que la m edia
de un conj unt o de m ediciones de la m ism a cant idad ha de apr oxim ar se al v erdader o
v alor de la m ism a a m edida que aum ent am os el núm er o de m ediciones. Tam bién
pr opor ciona una base racional a la obser v ación lógica de que si se lanza un dado N
v eces, la pr obabilidad de que el núm er o de v eces que sale 5 difier a de N/ 6 es
m enor cuant o m ayor es N.
Resum iendo: la ley de los gr andes núm eros pr opor ciona una base t eór ica par a la
idea nat ur al de que una pr obabilidad t eór ica es una especie de guía par a el m undo
r eal, par a lo que r ealm ent e ocur r e.
Según par ece, la cur v a nor m al o cam pana descr ibe m uchos fenóm enos nat ur ales.
¿Por qué? Ot r o r esult ado m uy im por t ant e de la t eor ía de la pr obabilidad, conocida
com o t eor em a del lím it e cent r al, nos da la ex plicación t eór ica del pr edom inio de
est a dist r ibución gaussiana nor m al ( que debe su nom br e a Car l Fr iedr ich Gauss, uno
de los m ás grandes m at em át icos del siglo diecinuev e y de t odos los t iem pos) . El
t eor em a del lím it e cent r al dice que la sum a o la m edia de un gr an conj unt o de
m ediciones sigue una cur v a nor m al, incluso en el caso de que cada m edición por
separado no lo haga. ¿Qué significa est o?
I m aginem os una fábr ica que pr oduzca pilas par a j uguet es, y supongam os que est á
dir igida por un ingenier o sádico que asegura que aproxim adam ent e el 30 por cient o
de las pilas se agot a en sólo cinco m inut os, y que el 70 por cient o r est ant e t iene
una dur ación de unas m il horas. Est á clar o que la dist r ibución de las v idas de estas
bat er ías no es descr it a por una cur v a norm al en for m a de cam pana, sino m ás bien
por una cur va en U con dos picos, uno en los cinco m inut os y el ot r o en las m il
hor as.

Colaboración de Sergio Barros 121 Preparado por Pat ricio Barros


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Supongam os ahor a que est as pilas salen de la cadena de m ont aj e or denadas al azar
y se em paquet an en cajas de t r eint a y seis. Si decidim os det er m inar la v ida m edia
de las pilas de una caj a, encont r ar em os que nos da apr oxim adam ent e 700;
pongam os 709. Si hacem os lo m ism o con las pilas de ot ra caj a de t r eint a y seis,
ver em os que da otr a vez aproxim adam ent e 700, quizá 687. De hecho, si
ex am inam os m uchas de est as caj as, la m edia de las m edias ser á pr óxim a a 700, y
lo que es m ás im pr esionant e, la dist r ibución de dichas m edias ser á
aproxim adam ent e norm al ( en for m a de cam pana) , con la pr oporción j ust a de
paquet es con vidas m edias ent r e 680 y 700, o ent re 700 y 720, et cét era.
El t eor em a del lím it e cent r al dice que, baj o una am plia v ar iedad de cir cunst ancias,
siem pr e ocur r e est o: las m edias y las sum as de cant idades que no est án
dist r ibuidas norm alm ent e siguen sin em bargo una dist r ibución norm al.
La dist r ibución norm al tam bién apar ece en los pr ocesos de m edida. Aquí el t eor em a
nos pr opor ciona la j ust ificación t eór ica del hecho de que las m edidas de cualquier
cant idad t ienden a seguir una «cur v a de er r or » nor m al en for m a de cam pana
cent r ada en el v er dader o v alor de la cant idad que est am os m idiendo. Ent r e ot ras
cant idades que t ienden a seguir una dist r ibución nor m al t enem os: los pesos y
est at ur as par a una edad det erm inada, el consum o de agua de una ciudad en un día
dado, el gr osor de unas piezas m ecanizadas, el CI ( independient em ent e de lo que
est e signifique) , el núm er o de ingr esos en un gr an hospit al en un día dado, las
dist ancias de los dar dos al blanco, el t am año de las hoj as, el t am año del pecho o la
cant idad de r efr esco ser v ida por una m áquina de v ent a aut om át ica. Todas estas
cant idades pueden consider arse com o sum a o m edia de m uchos fact or es
( genét icos, físicos o sociales) y por t ant o el t eor em a del lím it e cent r al explica su
dist r ibución nor m al.
Resum iendo: las m edias (o las sum as) de cant idades t ienden a seguir una
dist r ibución nor m al, aun cuando las cant idades de las que son m edia ( o sum a) no la
sigan.

8 . Cor re la ción y ca u salida d


Cor r elación y causalidad son dos palabras con significados com plet am ent e dist int os,
pero los anum éricos t ienen una t endencia m uy fuert e a confundirlas. Es m uy

Colaboración de Sergio Barros 122 Preparado por Pat ricio Barros


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fr ecuent e que dos cant idades est én cor r elacionadas sin que una sea la causa de la
ot r a.
Un m odo bast ant e com ún de que est o pueda ocurr ir es que los cam bios en am bas
cant idades sean consecuencia de un t er cer fact or . Tenem os un ej em plo bien
conocido en la corr elación m oderada entr e el consum o de leche y la incidencia del
cáncer en dist int as sociedades. La ex plicación de la cor r elación pr obablem ent e est é
en la pr osper idad r elat iv a de dichas sociedades, que com por t e t ant o un m ay or
consum o de leche com o m ás cáncer debido a una m ay or longev idad. De hecho,
cualquier pr áct ica saludable, com o beber leche, que t enga una corr elación posit iv a
con la longev idad pr obablem ent e la t enga t am bién con la incidencia del cáncer .
En v ar ias r egiones del país hay una pequeña corr elación negat iv a ent r e las
defunciones por cada m il habit ant es y las t asas de div or cio por cada cien
m at r im onios. A m ás div or cio, m enos m or talidad. Aquí t am bién un t er cer fact or , la
dist r ibución de edad de las dist int as r egiones, nos puede apuntar una ex plicación.
Las par ej as casadas de per sonas m ay ores t ienen una pr obabilidad m enor de
div or ciar se y una probabilidad m ay or de m or ir que las par ej as de j óvenes. De
hecho, com o el div or cio es una ex per iencia t an desgar r ador a y pr oduce tanta
t ensión nerviosa, probablem ent e com por t e un aum ent o del riesgo de m uert e, con lo
que en r ealidad ocurr e algo com plet am ent e dist int o de lo suger ido por esa
cor r elación engañosa. Otr o ej em plo en el que cor r elación se ha confundido con
causa: en las islas Nuev as Hébr idas, los pioj os er an consider ados causa de buena
salud. Com o m uchas ot ras obser v aciones popular es, esta se apoyaba en ev idencias
sólidas. Cuando la gent e se ponía enfer m a, le subía la t em per at ur a y est o hacía que
los pioj os buscar an un huésped m ás acogedor. Los pioj os y la buena salud se
m ar chaban con la llegada de la fiebr e. Análogam ent e, la cor r elación ent r e la calidad
de los pr ogr am as de guar der ías de un est ado y la tasa de denuncias de abusos
sexuales infant iles no es ciert am ent e causal, sino que sim plem ent e indica que
cuant o m ej or es la supervisión, m ás diligent em ent e se denuncian unos incident es
que indudablem ent e ocurr en.
Algunas v eces dos cant idades cor r elacionadas t ienen t am bién una r elación causal,
per o est a es enm ascarada por otr os factores ex t r años. Una corr elación negat iv a —
por ej em plo, ent r e el gr ado académ ico alcanzado por una persona ( licenciat ur a,

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m ast er o doct or ado) y su pr im er salar io— se puede ent ender si se t iene en cuent a
el fact or enm ascarant e de las dist int as clases de em pleos. Es m ás pr obable que un
doct or acept e un em pleo académ ico r elat iv am ent e m al pagado que per sonas con
una licenciat ura o un m ast er , que segur am ent e ir án a tr abaj ar a la indust r ia. De ahí
que un gr ado académ ico m ás alt o y est e últ im o fact or ex pliquen que el pr im er
salar io sea infer ior . Fum ar es, sin la m enor duda, una causa im por tant e que
cont r ibuye al cáncer y a las enferm edades de pulm ón y cor azón, per o hay fact or es
encubr idor es r elacionados con el m odo de vida y el ent or no que enm ascarar on
parcialm ent e est e hecho dur ant e algunos años.
Hay una pequeña correlación ent r e el hecho de que una m uj er sea solt er a y el
haber ido a la univ er sidad. Sin em bargo, hay m uchos fact or es enm ascarant es, y no
est á clar o si hay alguna r elación causal ent r e am bos fenóm enos y , de haber la, cuál
de ellos es la causa y cuál el efect o. Podr ía ser que la t endencia de una m uj er a la
«solt er ía» sea una causa que cont r ibuye a que v aya a la univ er sidad, en vez de lo
cont rario. A propósit o, en ciert a ocasión New sw eek publicó que las pr obabilidades
que t enía de casar se una m uj er univ er sit aria, solt er a y con m ás de t r eint a y cinco
años, eran m enor es que las de ser asesinada por un t err or ist a. Pr obablem ent e la
obser v ación er a una hipér bole int encionada, per o la he oído t am bién cit ada com o
una r ealidad por algunas per sonas que tr abaj an en los m edios infor m at iv os. Si
ex ist ier a el pr em io al «Anum er ism o del año», la afir m ación ant er ior ser ía una fir m e
candidata.
Finalm ent e, hay m uchas correlaciones puram ent e accident ales. Los est udios que
dan pequeñas corr elaciones no- nulas, lo que en r ealidad est án dando en m uchos
casos son fluct uaciones del azar, y son poco m ás o m enos tan significat ivas com o el
hecho de haber lanzado una m oneda cincuent a v eces y que no hayan salido
ex act am ent e veint icinco car as. Gr an par t e de la invest igación que se hace en el
cam po de las ciencias sociales no es, en r ealidad, m ás que una r ecopilación est úpida
de dat os ir r elev ant es de est e est ilo. Si la pr opiedad X ( por ej em plo, el sent ido del
hum or ) se define así ( núm er o de r isas provocadas por una ser ie de chist es) y la
pr opiedad Y ( por ej em plo, el am or pr opio) se define asá ( núm er o de r espuest as
afir m at iv as a una list a de rasgos posit iv os) , ent onces el coeficient e de cor r elación
ent r e el sent ido del hum or y el am or pr opio es 0,217. Papar r uchas.

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La r egr esión lineal, que t iene por obj et o r elacionar los valor es de la cant idad X con
los de la cant idad Y, es una her r am ient a m uy im por t ant e en est adíst ica, per o
fr ecuent em ent e se em plea m al. Dem asiado a m enudo se obt ienen r esult ados com o
los vist os en los ej em plos ant er ior es o algo por el est ilo de Y = 2,3 X + R, donde R
es una cant idad aleat or ia con una v ar iabilidad tan gr ande com o para abr um ar la
supuest a r elación ent re X e Y.
Tales est udios defect uosos const it uyen frecuent em ent e la base de los t est es
psicot écnicos para la pr ospección de em pleo, las t ar ifas de las pólizas de segur os o
el int er és de un cr édit o. Uno puede ser un buen em pleado, m er ecer pr im as baj as o
ser digno de un cr édit o a baj o int er és, pero sí de algún m odo se not a que no hay
cor r elat ivos, lo t endr á t am bién difícil.

9 . Cán cer de m a m a , t im os y sa lar ios: e rr ore s e sta díst icos sim ple s
El cont r ast e de hipót esis y las est im aciones de fiabilidad, la r egr esión lineal, y la
cor r elación son suscept ibles de ser m al int er pr et ados, per o en los solecism os
est adíst icos m ás com unes no int ervienen cosas m ás com plicadas que fracciones y
por cent aj es. En est a sección present arem os unas cuant as ilust raciones t ípicas.
Un dat o m uy cit ado es que una de cada once m uj er es cont raer á cáncer de m am a.
Sin em bar go, est a cifr a puede inducir a er r or, pues sólo vale par a una m uestr a
im aginar ia de m uj er es que v ayan a llegar a los ochent a y cinco años y par a las que
la incidencia de cont r acción del cáncer de m am a, a cualquier edad, coincida con la
t asa de incidencia act ual par a esa edad. Sólo una m inor ía de m uj er es llega a los
ochent a y cinco años, y las t asas de incidencia son v ar iables, siendo m ay or es con la
edad.
A los cuar ent a años, aproxim adam ent e una m uj er de cada m il cont r ae cáncer de
m am a anualm ent e, m ient r as que a los sesent a, la t asa aum ent a a una de cada
quinient as. Una m uj er típica de cuar ent a años cor r e un r iesgo apr oxim ado del 1,4
por cient o de coger la enfer m edad ant es de los cincuent a, y un 3,3 por cient o de
cont r aer la ant es de los sesent a. Exagerando un poco, la cifr a «una de cada once»
es un poco com o decir que a nuev e de cada diez per sonas les saldr án m anchas en
la piel con la edad, cosa que no ha de ser un m ot iv o de pr eocupación im por t ant e
para quienes t engan t reint a años.

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Ot r o ej em plo de dat o est adíst ico cor r ect o y sin em bar go m al int er pr et ado es el
hecho de que las enfer m edades car díacas y el cáncer son los dos pr incipales
asesinos de los Est ados Unidos. No cabe duda de que es v er dad, per o según los
Cent r os de Contr ol de Enfer m edad, las m uer t es accident ales —por accident e de
t r áfico, envenenam ient o, caída, ahogo, incendio y accident e con ar m as de fuego—
son la causa de m ás años de vida pot encial per didos, pues la m edia de edad de
est as víct im as es considerablem ent e infer ior a la de las víct im as del cáncer y las
enfer m edades car díacas.
El de los por cent aj es es un t em a de la escuela elem ent al que const ant em ent e se
aplica m al. A pesar de que m uchos opinen lo cont r ar io, el pr ecio de un ar t ículo que
ha sufr ido un aum ent o del 50 por cient o y luego un r ecor t e del 50 por cient o, ha
ex per im ent ado una r educción net a del 25 por cient o. Un vest ido cuy o pr ecio se
haya r ebaj ado en un 40 por cient o y luego en ot r o 40 por cient o, habr á sido
rebaj ado en t ot al en un 64, no en un 80 por cient o.
La nuev a past a dent ífr ica que r educe las car ies en un 200 por cient o pr obablem ent e
ser á capaz de elim inar dos veces t odas las car ies que uno t enga, quizá pr im er o las
r ellene y luego dej e bult it os sobr e los dient es allí donde había car ies. La cifr a del
200% , si es que significa algo, quizás indique que la nuev a pasta dent ífr ica r educe
las car ies en, pongam os, un 30 por cient o, y se la com par e con det er m inada past a
dent ífr ica est ándar que las r eduzca en un 10 por cient o ( una r educción del 30 por
cient o significa un aum ent o del 200 por cient o sobre la reducción del 10 por cient o) .
La últ im a fr ase, aunque m enos engañosa, es t am bién m enos im pr esionant e, y por
est a r azón no se usa.
Es bueno adopt ar el sim ple r ecur so de pr egunt ar se siem pr e: «¿Por centaj e de qué?».
Si los beneficios son el 12 por cient o, por ej em plo, ¿se t r ata del 12 por cient o de los
cost es, de las vent as, de los beneficios del año ant erior, o de qué?
Las fracciones son otra fuent e de fr ust r ación para m uchas personas anum ér icas. Se
dij o que un candidat o a la pr esidencia en las elecciones de 1980 pr egunt ó a su
séquit o de pr ensa si alguien sabía conv er t ir 2/ 7 a t ant o por cient o, diciendo que er a
un pr oblem a de los deber es de su hij o. Tant o si la anécdot a es ver ídica com o si no
lo es, est oy convencido de que una m inoría im port ant e de nor t eam ericanos adult os
no pasar ía un ex am en sencillo sobr e por cent aj es, decim ales, fr acciones y las

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conver siones ent r e los m ism os. A veces, cuando oigo que una cosa se vende a una
fr acción de su pr ecio nor m al, com ent o que pr obablem ent e esa fr acción sea 4/ 3, y
m e encuent r o con una m ir ada per dida.
Un hom br e es at r acado en el cent r o de la ciudad y afir m a que el at r acador es negr o.
Sin em bargo, cuando un j uzgado que invest iga el caso r econst r uye v ar ias veces la
escena, baj o unas condiciones de ilum inación par ecidas, la víct im a sólo ident ifica
cor r ect am ent e la r aza del asalt ant e aproxim adam ent e el 80% de las veces. ¿Cuál es
la pr obabilidad de que el asalt ant e fuer a efect iv am ent e negr o?
Mucha gent e dir á, nat ur alm ent e, que dicha pr obabilidad es del 80 por cient o, per o
la r espuest a cor r ecta, aceptando cier t as suposiciones r azonables, es
consider ablem ent e m enor . Nuest ras suposiciones son que apr oxim adam ent e el 90
por cient o de la población es blanca y sólo el 10 por cient o negr a, que la población
del barr io en el que se ha producido el atr aco t iene est a com posición r acial, que no
hay una r aza m ás at racadora que la otr a y que es tan pr obable que la v íct im a
com et a er ror es de ident ificación en un sent ido ( blanco por negro) com o en el ot r o
( negr o por blanco) . Dadas est as pr em isas, en cien asalt os com et idos en
cir cunst ancias par ecidas, la v íct im a ident ificar á com o negros a v eint iséis de los
asalt ant es, 80 por cient o de los diez que er an efect iv am ent e negr os, es decir ocho,
m ás el 20 por cient o de los novent a que er an blancos, es decir dieciocho, que da un
t ot al de veint iséis. Por t ant o, com o sólo eran negros ocho del t ot al de veint iséis
ident ificados com o negr os, la pr obabilidad de que la v íct im a fuer a r ealm ent e
asalt ada por un negr o, habiéndolo ident ificado así, es sólo 8/ 26, o
aproxim adam ent e ¡el 31 por cient o!
El cálculo es sim ilar al de los falsos r esult ados posit ivos en la det ección del consum o
de drogas y, com o aquel, dem uest r a que int er pr et ar m al las fr acciones puede a
veces ser cuest ión de v ida o m uer t e.
Según dat os del gobier no est adounidense publicados en 1980, una m uj er gana el 59
por cient o de lo que gana un hom br e. Aunque la cifr a se ha cit ado m uchísim o desde
ent onces, la est adíst ica no es lo bast ant e sólida com o par a sost ener t oda la car ga
que se ha deposit ado en ella. Sin m ás dat os det allados, que el est udio no incluía, no
est á clar o qué conclusiones est aban j ust ificadas. ¿Significa esa cifr a que
desem peñando exact am ent e el m ism o em pleo que un hom br e, el salario de una

Colaboración de Sergio Barros 127 Preparado por Pat ricio Barros


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m uj er es el 59 por cient o del de est e? ¿Tiene esa cifr a en cuent a el núm er o


cr ecient e de m uj er es en el m ercado de t rabaj o, así com o su edad y exper iencia?
¿Tiene en cuent a los em pleos relat ivam ent e m al pagados que t ienen m uchas
m uj er es ( r ecepcionist as, m aest ras, enfer m er as, et c.) ? ¿Tiene en cuent a el hecho de
que gener alm ent e el em pleo del m ar ido det er m ina el lugar de r esidencia de una
par ej a? ¿Tiene en cuent a el alt o por cent aj e de m uj er es que t rabaj an para un
obj et iv o a cor t o plazo? La r espuest a a t odas est as cuest iones es no. La pur a cifr a
publicada decía, sim plem ent e, que los ingresos m edios de una m uj er tr abaj ando a
j or nada com plet a eran el 59 por cient o de los de un hom br e en las m ism as
condiciones.
La int ención de las pr eguntas ant er ior es no es negar que haya sex ism o, que es
cier t am ent e bastant e r eal, sino señalar un ej em plo de dat o est adíst ico que, por sí
solo, no es dem asiado infor m at iv o. Sin em bar go, siem pr e se cit a y se ha conv er t ido
en lo que el est adíst ico Dar r ell Huff ha llam ado cifr a «sem iagr egada», un núm er o
que se saca de cont ext o con poca o ninguna infor m ación acer ca de cóm o se ha
obt enido o de cuál es su significado.
Cuando los dat os estadíst icos se present an t an desnudos, sin ninguna inform ación
del t am año y com posición de la m uest r a, de los pr ot ocolos m et odológicos y las
definiciones, de los int er valos de fiabilidad, los niveles de signif icación, et c. , casi lo
único que podem os hacer es encoger nos de hom br os o, si t enem os ganas, t rat ar de
det erm inar el cont ext o por nosot ros m ism os. Ot ro t ipo de dat o est adíst ico que a
m enudo se pr esent a sin m ás acom pañam ient os t iene la for m a siguient e: el X por
cient o de la población posee el Y por cient o de la r iqueza del país, siendo X
chocant em ent e pequeño e Y chocant em ent e gr ande. La m ay or ía de est adíst icas de
est e t ipo son chocant em ent e engañosas, aunque t am poco ahora pret enda yo negar
que en est e país hay m uchísim as desigualdades económ icas. Los capit ales de las
fam ilias y de los individuos ricos raram ent e son líquidos, y t am poco t ienen un v alor
o una r elev ancia pur am ent e per sonales. Los pr ocedim ient os cont ables em pleados
para m edir est os capit ales son, con frecuencia, m uy art ificiosos, y la sit uación se
com plica por ot r os fact or es que r esult an ev ident es a poco que uno piense en ello.
Ya sea pública o pr iv ada, la cont abilidad es una com binación peculiar de r ealidades
y pr ocedim ient os ar bit r ar ios que nor m alm ent e hay que descifr ar . Las cifr as del

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gobier no acer ca del niv el de em pleo ex per im ent ar on un salt o im por tant e en 1983,
per o est o no r eflej aba ot ra cosa que la decisión de cont abilizar a los m ilit ar es ent r e
los em pleados. Análogam ent e, los casos het er osex uales de SI DA cr ecier on
espect acular m ent e cuando la cat egor ía hait iana fue absorbida en la cat egor ía
het erosexual.
Aunque sea lo m ás fácil y agr adable, sum ar no es siem pr e lo m ás apr opiado. Si
cada uno de los diez ar t ículos necesar ios par a la m anufact ur a de cier t o product o ha
aum ent ado en el 8 por cient o, el pr ecio t ot al ha aum ent ado sólo un 8 por cient o y
no el 80. Com o he cont ado ant es, en cier t a ocasión el hom br e del t iem po de un
canal local infor m ó que la pr obabilidad de que llovier a el sábado er a del 50 por
cient o y la de que llovier a el dom ingo, el 50 por cient o t am bién, y por t anto,
concluyó, «par ece que la pr obabilidad de que llueva est e fin de sem ana es del 100
por cient o». Otr o hom br e del t iem po anunció que el día siguient e iba a hacer el
doble de calor , pues la t em per at ura pasar ía de 5 a 10 gr ados.
Hay una dem ostración gr aciosa según la cual a los niños no les quedan días para ir
a la escuela. Una t er cera par t e del t iem po la pasan durm iendo, lo que da unos 122
días. Dur ant e una oct ava par t e del t iem po est án com iendo ( unas t r es horas al día) ,
lo que r epr esent a unos 45 días. Las vacaciones de v er ano y las ot r as que hay a lo
lar go del año r epr esent an una cuar t a par t e del t iem po, unos 91 días. Y dos
sépt im as par t es del año, 104 días, son fin de sem ana. La sum a da
aproxim adam ent e un año, con lo que no les queda t iem po para asist ir a la escuela.
Sum as fuer a de lugar com o est as ocur r en t odos los días, aunque gener alm ent e en
sit uaciones no t an obvias. Al det erm inar el cost e t ot al de una huelga o la cuent a
anual por cuidado de anim ales dom ést icos, por ej em plo, siem pr e hay una t endencia
a añadir t odo lo que se le ocur r e a uno, aunque ello t enga com o consecuencia que
algunas cosas se cuent en var ias veces baj o dist int o nom br e, o que no se t engan en
cuent a cier t os ahor ros que se der iv an de la sit uación. Si ust ed se cr ee t odas esas
cifr as, es m uy pr obable que t am bién cr ea que a los niños no les quedan días par a ir
a la escuela.
Si quier e im pr esionar a la gent e, y en par t icular a los anum ér icos, con la gr av edad
de una sit uación, al hablar de un fenóm eno r ar o que afect e a una base am plia de
población siem pr e puede seguir la est r at egia de hablar de los núm er os absolut os y

Colaboración de Sergio Barros 129 Preparado por Pat ricio Barros


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no de las pr obabilidades. Est a act it ud se conoce a v eces com o la falacia de la «base


ex t ensa», y y a hem os cit ado un par de ej em plos de la m ism a. Qué cifr a conv iene
dest acar , si el núm er o o la pr obabilidad, depende del cont ex t o, per o es út il saber
pasar r ápidam ent e del uno a la otr a par a que t it ular es com o «500 m uer t os en un
puent e de cuat r o días» ( es apr oxim adam ent e el m ism o núm er o de per sonas que se
m at an en cualquier per íodo de cuat ro días) no nos abr um en.
Ot r o ej em plo lo t enem os en el t or r ent e de ar t ículos publicados hace pocos años
acer ca de la pr et endida r elación ent r e el suicidio de adolescent es y el j uego de
Dungeons and Dragons. La idea consist ía en que los adolescent es se obsesionaban
con el j uego y, de un m odo u ot r o, perdían el cont act o con la r ealidad y acababan
por suicidarse. La pr ueba que se pr esent aba er a que v eint iocho adolescent es que
solían j ugar a m enudo a ese j uego se habían suicidado.
El dat o est adíst ico par ece bastant e im pr esionant e, per o sólo hast a que se t ienen en
cuent a ot r os dos hechos. En pr im er lugar , se v endier on m illones de ej em plar es del
j uego y se est im a que j ugar on a él unos t r es m illones de adolescent es. Y en
segundo lugar , la t asa anual de suicidio par a est e gr upo de edad es
aproxim adam ent e de 12 por cada 100.000. Los dos hechos j unt os sugier en que el
núm er o esperado de adolescent es que j ugaban al Dungeons and Dr agons y podían
suicidar se er a ¡apr oxim adam ent e 360 ( 12 × 30) ! No pr et endo negar que el j uego
pudier a ser un fact or influyent e en alguno de esos suicidios, sino sólo dej ar las
cosas en su j ust a perspect iva.

1 0 . Proba bilida de s y a de n da
En est a sección incluim os varios apéndices a t em as que hem os t rat ado ya en est e
capít ulo.
La t ent ación de sacar pr om edios puede llegar a ser irr esist ible. Recuér dese el v iej o
chist e del hom br e que dice que, aunque t iene la cabeza en el hor no y los pies en la
nev er a, en pr om edio est á bastant e cóm odo. O considér ese una colección de bloques
cúbicos cuyas ar ist as var íen ent r e una y cinco pulgadas. La ar ist a del cubo m edio de
est a colección vale, podem os suponer , t r es pulgadas. El v olum en de est os m ism os
bloques cúbicos v ar ía ent r e 1 y 125 pulgadas cúbicas. Por t anto, podem os suponer
t am bién que el bloque m edio t endr á un volum en de 63 pulgadas cúbicas

Colaboración de Sergio Barros 130 Preparado por Pat ricio Barros


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[ ( 1 + 125) / 2 = 63]

Junt ando las dos suposiciones, llegam os a la conclusión de que el bloque cúbico
m edio de la colección tiene la int er esant e pr opiedad de t ener ¡t r es pulgadas de lado
y 63 pulgadas cúbicas de v olum en!
A veces un exceso de confianza en los prom edios puede t ener consecuencias m ás
gr av es que unos cubos defor m es. El doct or le dice que t iene ust ed una enfer m edad
espant osa, cuyas víct im as viven una m edia de cinco años. Si est o es t odo lo que
sabe, cabe aún alguna esper anza. A lo m ej or dos t er cios de los que padecen la
enferm edad m ueren en m enos de un año y result a que ust ed la contraj o hace ya un
par de años. Quizás el t er cio «afor t unado» de las víct im as sobr ev iv e de diez a
cuar ent a años. La cuest ión es que, si ust ed sólo conoce el t iem po m edio de
super v iv encia y no sabe nada de la dist r ibución de t iem pos de super v iv encia, es
difícil hacer planes int eligent em ent e.
Un ej em plo num ér ico: el hecho de que el v alor m edio de cier t a cant idad sea 100
puede significar que t odos los valor es de la m ism a est án com pr endidos ent r e 95 y
105; que la m it ad de ellos est án alr ededor de 50 y la ot r a m it ad alr ededor de 150;
que un cuar to de los valor es son 0, la m it ad est án cer ca de 50 y el cuar t o r est ant e
aproxim adam ent e de 300; o cualquier ot r a dist r ibución con la m ism a m edia que uno
quier a im aginar .
La m ay or ía de cant idades no t ienen una cur va de dist r ibución en for m a de
cam pana, y su valor m edio t iene una im por t ancia lim it ada si no va acom pañado de
alguna m edida de la v ar iabilidad de la dist r ibución y de una apr eciación de la for m a
aproxim ada de dicha cur v a de dist r ibución. Hay algunas sit uaciones cot idianas en
las que la gent e se for m a una buena idea int uit iv a de las cur v as de dist r ibución en
cuest ión. Los r est aur ant es de com ida r ápida, por ej em plo, sir v en un pr oduct o de
una calidad m edia m oder ada en el m ej or de los casos, per o cuy a var iabilidad es
m uy pequeña ( apar t e de la r apidez en el ser v icio, su car act er íst ica m ás atr act iv a).
Los r est aur ant es tr adicionales gener alm ent e sir v en un pr oduct o de una calidad
m edia super ior , per o con una v ar iabilidad m ucho m ay or t am bién, especialm ent e a
peor .

Colaboración de Sergio Barros 131 Preparado por Pat ricio Barros


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Alguien le ofr ece elegir ent r e dos sobr es y le dice que uno cont iene el doble de
diner o que el ot ro. Ust ed t om a el sobr e A, lo abr e y encuent r a 100 dólar es. Por
t ant o, el sobr e B ha de cont ener 200 dólar es o 50. Cuando el pr oponent e le per m it e
cam biar de sobr e, ust ed piensa que t iene 100 dólar es que ganar y sólo 50 que
per der si acept a el cam bio. Así que lo hace. La pr egunt a es: ¿por qué no t om ó
dir ect am ent e el sobr e B en pr im er lugar ? Est á clar o que independient em ent e de la
cant idad de diner o cont enida en el sobr e escogido en pr im er lugar , si le dier an
per m iso par a cam biar , siem pr e lo har ía y t om ar ía el ot r o sobr e. Si no se t ienen m ás
dat os acer ca de la pr obabilidad con que las dist int as cant idades de diner o est án en
los sobr es, la sit uación ant er ior es un callej ón sin salida. Var iant es de la m ism a
ex plican en par t e la m ent alidad de que «la hier ba del v ecino siem pr e es m ás v er de»
y que fr ecuent em ent e acom paña la div ulgación de est adíst icas sobr e ingr esos.
Ot r o j uego m ás. Láncese al air e cont inuam ent e una m oneda hast a que salga cr uz
por prim er a vez. Si est o no ocur re hast a el vigésim o lanzam ient o ( o después) , ust ed
gana m il m illones de dólar es. Si la pr im er a cr uz sale ant es, paga 100 dólar es.
¿Jugar ía?
Tiene una posibilidad ent r e 524.288 ( 2 19 ) de ganar los m il m illones de dólar es y
524.287 ent r e 524.288 de per der 100. Aunque es pr ácticam ent e segur o que v a a
per der cualquier apuesta par t icular , cuando gane ( cosa que según la ley de los
gr andes núm er os ocurr ir á una v ez de cada 524.288 apr oxim adam ent e) , las
ganancias le r esar cir án con cr eces de sus pér didas ant er ior es. En concr et o, la
ganancia m edia o esper ada en est e j uego es de ( 1/ 524.288) × ( + m il m illones) +
( 524.287/ 524.288) × ( − cien) , que da aproxim adam ent e 1. 800 dólar es por
apuest a. Sin em bar go, m ucha gent e opt a por no j ugar a est e j uego ( que es una
v ar iant e de lo que se conoce com o par adoja de San Pet er sbur go) a pesar de que las
ganancias m edias sean de casi 2.000 dólar es.
¿Qué ocur r ir ía si pudier a j ugar tan a m enudo y t an seguido com o quisier a y no
hubier a que aj ustar cuentas hast a que hubier a acabado la par t ida? ¿Jugar ía
ent onces?
Obt ener m uest r as aleat or ias es un ar t e difícil y el encuest ador no siem pr e lo
consigue. Ni t am poco el gobier no. Es casi segur o que el sor t eo del r eem plazo de
1970 en los Est ados Unidos, par a el que se m et ier on los núm er os del 1 al 366 en

Colaboración de Sergio Barros 132 Preparado por Pat ricio Barros


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capsulit as par a det erm inar quiénes iban a ser r eclut ados, fue inj ust o. Las 31
cápsulas corr espondient es a las fechas de nacim ient os del m es de ener o se
m et ieron en un gran arcón, a cont inuación se m et ieron las 29 correspondient es a
febr er o, y así sucesiv am ent e hast a las 31 cápsulas de diciem br e. Luego se
m ezclar on las cápsulas en el ar cón per o, a lo que par ece, no lo suficient e, pues las
fechas de diciem br e est aban desproporcionadam ent e r epr esent adas ent r e las
pr im er as ex t r acciones, m ient r as que las fechas de los pr im er os m eses del año
salier on casi al final, en una pr opor ción significat iv am ent e m ay or que la que habr ía
cor r espondido al puro azar . El sor t eo de 1971 y a se hizo con t ablas de núm er os
aleat or ios gener adas por or denador.
Tam poco es fácil obt ener la aleat or iedad cuando se j uega a las car t as, pues bar aj ar
un m azo de car tas dos o t r es v eces no es suficient e par a dest r uir cualquier orden
que pudier a haber pr ev iam ent e. Com o ha dem ostrado el est adíst ico Per si Diaconis,
nor m alm ent e es necesar io baraj ar por com plet o de seis a ocho v eces. Si un m azo
de car t as con una ordenación conocida se baraj a sólo dos o tr es veces, se ex t r ae
una car t a y se dev uelv e a algún ot r o lugar del m azo, un buen m ago puede, casi
siem pr e, acer t ar de qué car ta se t r ataba. La m ej or m aner a, aunque poco pr áct ica,
de or denar una bar aj a al azar ser ía usar un or denador par a gener ar un
or denam ient o aleat or io de las car t as.
Un m odo gracioso em pleado por las lot er ías ilegales par a obt ener cada día núm er os
aleat or ios accesibles al público consist e en t om ar la cifr a de las cent ésim as ( la
últ im a y m ás v olát il) de los índices Dow Jones de I ndust r ias, Tr anspor t es y Ser vicios
Públicos, y poner las una t r as ot ra en est e or den. Por ej em plo, si las acciones de
I ndust r ias cer r ar an a 2.213,27, las de Transpor t es a 778,31 y las de Ser v icios
Públicos a 251,32, el núm er o del día ser ía el 712. Debido a su v olat ilidad, est as
últ im as cifr as son esencialm ent e aleat or ias, y cualquier núm er o com pr endido ent r e
000 y 999 t iene la m ism a pr obabilidad de salir . Y nadie t iene t am poco por qué
t em er que los núm er os vayan a ser falsificados, pues apar ecen en el pr est igioso
Wall St reet Journal, y t am bién en ot r os per iódicos de m enos alcur nia.
Adem ás de gar ant izar apuest as no t r ucadas, encuest as no sesgadas y un buen
t r abaj o en el cont r ast e de hipót esis, la aleat or iedad es esencial t am bién cuando se
t rat a de hacer un m odelo de una sit uación que t enga una fuer t e com ponent e

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pr obabilíst ica. Para est e fin hacen falt a m illones de núm er os aleat or ios. ¿Dur ant e
cuánt o t iem po t endrá uno que hacer cola en un superm ercado baj o det erm inadas
condiciones? Se diseña un pr ogram a adecuado que r eproduzca la sit uación del
super m er cado con sus dist int os condicionam ient os y se m anda al or denador que
r ealice el pr ogr am a unos pocos m illones de v eces par a ver con qué fr ecuencia se
dan los difer ent es r esult ados. Muchos problem as m at em át icos son t an int r at ables, y
los ex per im ent os que im plican t an caros, que est a clase de sim ulación est adíst ica es
la única alt er nat iv a a r enunciar a su r esolución. I ncluso cuando el pr oblem a es m ás
fácil y se puede r esolver com plet am ent e, m uchas veces la sim ulación es m ás fácil y
barat a.
En la m ay or ía de los casos, los núm er os pseudoaleat or ios gener ados por ordenador
son suficient em ent e buenos. Per o, aunque son aleat or ios para la m ay or ía de fines
pr áct icos, en r ealidad son gener ados por una fór m ula det er m inist a que im pone
dem asiado orden en ellos, cosa que hace que no nos sir v an par a otr as. Una de esas
aplicaciones es la t eor ía de la codificación, que per m it e a los funcionar ios del
gobier no, los banquer os y ot ros, pasar inform ación secr et a delicada sin t em or a que
v aya a ser descifr ada. En est os casos se m ezclan núm er os pseudoaleat or ios
pr ocedent es de var ios ordenador es, y luego se le añade la indet er m inación física de
la fluct uación aleat or ia del v olt aj e sum inist r ado por una fuent e de «r uido blanco».
Poco a poco v a em ergiendo la ex t r aña idea de que la aleat or iedad t iene valor
económ ico.
La significación est adíst ica y la significación práct ica son dos cosas dist int as. Un
r esult ado es est adíst icam ent e significat iv o si la pr obabilidad de que se haya
pr oducido por casualidad es suficient em ent e baj a. Est o solo no significa gr an cosa.
Hace var ios años se r ealizó un est udio en el que un gr upo de v olunt ar ios r ecibía un
placebo y a ot r o gr upo se le sum inist r aban gr andes dosis de v it am ina C. La
incidencia de los r esfr iados en los indiv iduos del segundo gr upo er a liger am ent e
infer ior que en los del gr upo de contr ol. El t am año de la m uest ra era lo bast ant e
gr ande para que fuera del t odo im pr obable que el efect o r esult ar a fr ut o de la
casualidad, pero la difer encia no er a im pr esionant e ni significat iv a en el sent ido
pr áct ico.

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Un buen núm er o de m edicam ent os t ienen la pr opiedad de que son


dem ostrablem ent e m ej or es que nada, pero no m ucho. La m edicina X, que pr ueba
t r as pr ueba aliv ia inm ediat am ent e el 3 por cient o de los dolor es de cabeza, es
cier t am ent e m ej or que nada, per o ¿cuánto pagar ía ust ed por ella? Puede dar por
segur o que la anunciar ían com o fuent e de aliv io de un por cent aj e «significat iv o» de
casos, per o aquí significat iv o sólo quier e decir en el sent ido est adíst ico.
Norm alm ent e nos encont ram os con la sit uación cont raria: el result ado t iene una
gr an im por tancia pr áct ica pot encial per o casi ninguna significación est adíst ica. Si
algún fam oso av ala una m ar ca de com ida par a per r os, o algún tax ist a desapr ueba el
m odo en que el alcalde ha m anej ado un dilem a, es ev ident e que no hay razón
alguna para asignar significado est adíst ico a est as ex pr esiones per sonales. Lo
m ism o vale para los cuest ionarios de las revist as fem eninas: ¿cóm o saber si él est á
enam orado de ot ra? ¿Padece su hom br e de com plej o de Boecio? ¿Cuál de est os
siet e t ipos de am ant e es su hom bre? La punt uación de est os cuest ionarios casi
nunca llev a ninguna validación est adíst ica: ¿por qué una punt uación de 62 indica
que un hom br e es infiel? Quizá sim plem ent e est á acabando de super ar su com plej o
de Boecio. ¿De dónde han sacado est a t ipología de siet e clases de am ant es? Aunque
las r ev ist as m asculinas pr esent an a veces idiot eces peor es, r elacionadas con la
violencia y los asesinos a sueldo, raram ent e llevan cuest ionarios necios de est a
clase.
Los hum anos t enem os una m ar cada t endencia a quer er lo t odo y a negar que
norm alm ent e los com prom isos sean necesarios. Debido a su posición, los polít icos a
m enudo est án m ás t entados que la m ayoría a condescender con est e pensam ient o
m ágico. Los com prom isos ent r e calidad y pr ecio, ent r e rapidez y per fección, ent r e
dar por bueno un fár m aco posiblem ent e m alo y vet ar uno que posiblem ent e sea
bueno, ent re libert ad e igualdad, et c., frecuent em ent e se difum inan y se ocult an
t r as una cor t ina de hum o. Est a dism inución de la clar idad acaba por costar nos m ás
cara a t odos.
Por ej em plo, cuando los gr upos de segur idad se opusier on a las r ecient es decisiones
de algunos est ados nor t eam er icanos de aum ent ar a 65 m illas por hor a el lím it e de
v elocidad en algunas aut opist as y no im poner cast igos m ás dur os a quienes
conduj eran en est ado de em br iaguez, se les cont est ó con la afir m ación

Colaboración de Sergio Barros 135 Preparado por Pat ricio Barros


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m anifiest am ent e falsa de que no aum ent ar ía la t asa de accident es, en vez de
r econocer abier t am ent e los fact or es económ icos y polít icos, que pesaban m ás que
las pr obables m uer t es de m ás que se fueran a pr oducir . Se podr ía cit ar una larga
list a de ot r os incident es, que en su m ayor ía t ienen que v er con el m edio am bient e y
los r esiduos t óxicos ( dinero fr ent e a vidas) .
Significan una bur la a los sent im ient os nor m ales de que la v ida de un ser hum ano
no t iene pr ecio. Las vidas hum anas no t ienen pr ecio en m uchos sent idos, per o par a
llegar a com pr om isos r azonables, a veces se les debe asignar , efect iv am ent e, un
v alor económ ico finit o. Al hacer lo, sin em bar go, con dem asiada fr ecuencia lo
acom pañam os de una sonora algar abía piadosa cuy a única finalidad es ocult ar lo
baj o del pr ecio fij ado. Yo pr efer ir ía m enos falsa piedad y que el v alor económ ico
asignado a las vidas hum anas fuer a consider ablem ent e m ay or . En una sit uación
ideal, est e v alor deber ía ser infinit o, per o cuando no puede ser, nos hem os de
guardar los sent im ient os em palagosos. Si no som os plenam ent e conscient es de
ent r e qué opciones est am os eligiendo, difícilm ent e podr em os hacer lo bien.

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Con clu sión

Navegam os en una inm ensa esfer a,


llevados sin quer er a la incer t idum br e,
em puj ados de un ex t r em o a ot r o.
Pascal

El hom br e es una cosa pequeña, y la


noche es m uy gr ande y llena de pr odigios.
Lord Dunsany

La pr obabilidad ent ra en nuest r as vidas en una ser ie de m odos dist int os. A m enudo,
la pr im er a v ía la const it uy en los ar t ilugios aleat or ios com o los dados, las car t as y la
rulet a. Luego nos dam os cuent a de que los nacim ient os, las defunciones, los
accident es, las t ransacciones económ icas e incluso las personales adm it en una
descr ipción est adíst ica. A cont inuación llegam os a la conclusión de que cualquier
fenóm eno lo bast ant e com plej o, aun en el caso de que sea t ot alm ent e det erm inist a,
a m enudo sólo podrá ser t rat ado m ediant e una sim ulación pr obabilíst ica. Por fin, la
m ecánica cuánt ica nos enseña que los procesos m icrofísicos fundam ent ales son
esencialm ent e pr obabilíst icos.
No es sor pr endent e ent onces que una apr eciación de la pr obabilidad t ar de bast ant e
t iem po en desar rollar se. De hecho, dar la im por t ancia debida a la nat uraleza
accident al del m undo es, en m i opinión, una señal de m adur ez y equilibr io. Los
fanát icos, los creyent es aut ént icos y los fundam ent alist as de t oda clase,
habit ualm ent e no quier en t ener nada que v er con algo t an débil com o la
pr obabilidad. Que se quem en en el infier no t odos ellos por 10 10 años ( es una
br om a) , o que les obliguen a t om ar un cur so sobr e t eor ía de la pr obabilidad.
En un m undo cada vez m ás com plej o, lleno de coincidencias sin sent ido, lo que hace
falt a en m uchas sit uaciones no son m ás hechos verídicos —ya hay dem asiados—,
sino un dom inio m ej or de los hechos conocidos, y para ello un curso sobre
pr obabilidad es de un v alor incalculable. Los test es est adíst icos y los int er v alos de
confianza, la difer encia ent r e causa y corr elación, la pr obabilidad condicional, la

Colaboración de Sergio Barros 137 Preparado por Pat ricio Barros


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independencia y la r egla del pr oduct o, el ar t e de hacer est im aciones y el diseño de


ex per im ent os, los concept os de valor esperado y de dist r ibución de pr obabilidad, así
com o los ej em plos y cont raej em plos m ás com unes de t odo lo ant er ior , deber ían ser
m ás conocidos y div ulgados. La pr obabilidad, com o la lógica, ya no es algo ex clusiv o
de los m atem át icos. I m pr egna nuest r a v ida.
Cualquier libr o est á m ot iv ado, por lo m enos en par t e, por la indignación, y est e no
es una excepción. Me angust ia y aflige una sociedad, la m ía, que depende t ant o de
la m at em át ica y la ciencia y que, sin em bargo, par ece t an indifer ent e al
anum erism o y al analfabet ism o cient ífico de t ant ísim os de sus ciudadanos; con un
ej ér cit o que gast a m ás de un cuar t o de billón de dólar es anuales en ar m as cada v ez
m ás int eligent es par a soldados cada v ez peor inst r uidos; y con unos m edios
inform at ivos que invar iablem ent e se obsesionan con est os r ehenes en un avión, o
ese bebé que ha caído en un pozo, y que t r at an con cier t a t ibieza pr oblem as t ales
com o la delincuencia ur bana, el det er ior o del m edio am bient e o la pobr eza.
Me duele t am bién el falso r om ant icism o inher ent e a la m anida fr ase «fr íam ent e
r acional» ( com o si «cálidam ent e racional» fuer a alguna especie de cont rasent ido) ;
la est upidez r am pant e de la ast r ología, la parapsicología y otras pseudociencias; y
la cr eencia de que la m at em át ica es una disciplina esot ér ica poco r elacionada con el
m undo «r eal».
Sin em bar go, la ir r it ación con est os t em as fue sólo una par t e de m i m ot iv ación. Las
discr epancias ent r e nuest ras pr et ensiones y la r ealidad norm alm ent e son bast ant e
gr andes, y com o el núm er o y el azar están ent r e nuest ros pr incipios de r ealidad
últ im os, los que t engan una idea clar a de est os concept os podr án ver est as
discr epancias e incongr uencias con m ayor clar idad, cosa que les har á m ás
pr opensos al sent im ient o de lo absurdo. En m i opinión, est e sent im ient o de lo
absurdo de nosot r os m ism os t iene algo de divino, y por ello hay que m im arlo en vez
de ev it ar lo. Nos da una per spect iv a de nuest r a, a la v ez, insignificant e y elev ada
posición en el m undo, y es lo que nos hace dist int os de las r at as. Y hay que
com bat ir cualquier cosa que nos r ebaj e al niv el de est as, incluido el anum er ism o.
Per o m ás que la indignación, la m ot iv ación pr incipal del libr o fue, sobr e t odo, el
deseo de fom ent ar el sent ido de la pr opor ción num ér ica y la apr eciación de la
nat ur aleza ir r educiblem ent e pr obabilíst ica de nuest r a v ida.

Colaboración de Sergio Barros 138 Preparado por Pat ricio Barros

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