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Ser padres a cualquier costo.

Ciudadanos sin su verdadera identidad


Graciela Palma Arizaga
En: Nuevas formas familiares. Modelos, prácticas registros. (Elías, M.F. comp.)

A partir de los terribles sucesos ocurridos durante la Dictadura Militar en


Argentina y luego del trabajo realizado por Abuelas de Plaza de Mayo las
palabras “Identidad” y “apropiaciones” comenzaron a instalarse en la sociedad.
Fue entonces que tímidamente comenzaron a escucharse otras voces que por
miedo, prejuicios o dolor individual no se habían animado a pedir ayuda. Me
refiero a las personas que no fuimos adoptadas al nacer sino anotadas como
hijos propios: apropiados.
Nuestras partidas de nacimiento son legales pero ilegítimas, las parteras o
médicos que intervinieron elaboraron certificados de nacimiento cambiándoles
la fecha, lugar y figurando como padres biológicos quienes se quedaron con
nosotros. De esta manera se presentaron al Registro Civil elegido y
procedieron a nuestra inscripción.
Suele describirse esto erróneamente como “adopciones ilegales”. Este término
no existe, la adopción de por sí es legal. Se entiende por adopción al trámite
realizado a través de la Justicia (Ley 24.779) por el cual se busca darle una
familia a un niño que no la tiene y se elabora un expediente que podrá ser
consultado por éste en su mayoría de edad si es su voluntad hacerlo. La Ley
declara además en su artículo 321 inciso “h”: “…deberá constar en la sentencia
que el adoptante se ha comprometido a hacer conocer al adoptado su realidad
biológica.”
Los apropiados no tenemos ningún expediente, ningún dato real de nuestro
nacimiento ni de lo ocurrido.
Anotar a un niño como hijo propio está contemplado en el Código Penal
Argentino como “supresión de estado civil e identidad” (arts. 138, 139 y 139
bis) pero es un delito que prescribe. Existe un vacío legal ya que no se ponen
de acuerdo los especialistas en el tema sobre cuándo prescribe o si la
prescripción cae a partir de enterarnos de nuestra situación y que mientras no
hallemos la verdad el delito se renueva día a día, lo que es cierto es que no
forman parte de los casos de lesa humanidad.
En estas apropiaciones intervienen muchas veces organizaciones de tráfico de
personas es decir, hablamos de particulares que comenten delito con la
complicidad del Estado.
Se entiende por tráfico de niños la entrega, recepción o sustracción de un niño
menor de 18 años de edad, en cualquier forma o para cualquier fin ilegítimo.
A pesar de que hablamos de un delito la sociedad lo ha incorporado como una
costumbre bien vista, como un acto de amor transformándose en una práctica
frecuente y naturalizada porque se piensa que antes de que un bebé sea un
niño institucionalizado es mejor entregarlo a una familia sin importar que su
identidad sea borrada, sin detenerse a pensar en el daño irreversible que se le
provocará. Para justificar este comportamiento se habla de las demoras en las
adopciones y no dudan en aceptar otros ofrecimientos inclusive comprar un
bebé y anotarlo como hijo propio, no lo consideran un delito sino una
“salvación” para ese bebé. Pero a pesar de justificar y aceptar esta práctica
siempre se oculta.
Se habla con mucha naturalidad de la adopción es decir enseguida se dice que
somos adoptados cuando en realidad no lo somos y todos lo dan por sobre
entendido.
En marzo de 2002 se formó la primera ONG en la Argentina sobre este
tema, la Agrupación Quiénes Somos integrada por personas adultas, de 77 a
18 años de edad apropiadas que buscan su verdadera identidad de origen.
Esta Agrupación nació de la necesidad de buscar la verdad, de encontrar las
respuestas a nuestras inevitables preguntas y comprobar que no existe a nivel
nacional ninguna oficina del Estado que se ocupe del tema y de las búsquedas
de manera completa ya que esta tarea no puede ser realizada ni por
particulares ni por ONGs privadas. Se necesita acceder a archivos y bases de
datos varios y manejar información que no es pública.
El primer paso en una búsqueda es consultar el Registro Civil
correspondiente según la partida de nacimiento y solicitar toda la
documentación existente sobre nuestro nacimiento, por ejemplo el certificado
que elaboró la partera o médico que intervinieron.
Con este trámite confirmamos si existió realmente una adopción o no.
Cuando existe una adopción la partida de nacimiento tiene una anotación en el
margen izquierdo donde puede figurar el juzgado que intervino y hasta el
nombre del juez.
El segundo paso tiene que ver con los archivos de los libros de parto de
hospitales o clínicas. Este dato puede surgir de la misma partida de nacimiento
o de testimonios de la familia de crianza. En muchas apropiaciones en las
partidas figura como lugar de nacimiento el domicilio particular de los padres.
La mayoría de los hospitales niegan la información. Manifiestan que no tienen
archivos porque se destruyeron ya sea por incendio, inundación o por acción
de las ratas. Otras veces manifiestan que como no existe una ley que los
obligue a conservarlos los destruyen cada 10 años.
He sido testigo de que eso no es cierto en varias oportunidades donde
hospitales públicos tenían libros desde el año 1930, en muy mal estado,
desordenados pero estaban.
El tercer paso en las búsquedas es el trabajo de campo, la investigación en sí.
Se necesitan consultar bases referidas a los médicos y parteras, saber si
tenían antecedentes policiales, recorrer los lugares donde funcionaban las
clínicas o las casas de las parteras, etc. Lo que buscamos es reconstruir la
historia, lo sucedido desde el momento del nacimiento y armar ese expediente
que sí tienen los adoptados.
Si bien no existen estadísticas se calcula que más de tres millones de
personas somos las que nos encontramos en esa situación. A medida que la
Agrupación comienza a difundir y denunciar las búsquedas de identidad llegan
los pedidos de ayuda de todo el país. Las provincias con más casos
denunciados son Buenos Aires, Córdoba, Santa Fé, Corrientes, Neuquén,
Bahía Blanca, Santiago del Estero, Misiones, Ciudad de Buenos Aires
siguiéndole el resto de las provincias de todo el país.
Es un mito pensar que estas cosas suceden únicamente en el Nordeste de la
Argentina, en plena Ciudad de Buenos Aires ocurren y hay barrios
emblemáticos como Mataderos donde se encontraban varias clínicas que
actuaban como verdaderos supermercados de bebés.
Si bien el Derecho a la Identidad está reconocido y contemplado en la
Constitución Nacional, Constituciones Provinciales y en los Pactos Nacionales
e Internacionales no existe una legislación que regule las búsquedas de la
verdadera identidad de origen.
Reitero que todo lo que se reconoce hasta ahora solo tienen que ver con los
casos de lesa humanidad.
En diciembre de 2006 se votó por unanimidad en la Legislatura Porteña la
Ley 2.202/06 “Apertura de Archivos de Hospitales y Clínicas Privadas de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires” promulgada en enero de 2007 pero nunca
reglamentada. Esta Ley es única en el país. No existe a nivel nacional ninguna
ley que garantice el acceso y la preservación de los archivos de los hospitales
y clínicas privadas como tampoco alguna ley que regule las búsquedas de
identidad.
En junio de 2007 el diputado nacional Carlos Tinnirello (REDES) presentó
un proyecto de ley para la creación del Instituto para la búsqueda de la
verdadera identidad de origen que quedó olvidado en un cajón de la Comisión
de Derechos y Garantías de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.
En enero de 2007 en la provincia de Buenos Aires el gobernador Felipe
Solá creó por Decreto el Programa Provincial Reencuentros que apenas dio los
primeros pasos. Fue desestimado con el cambio de gobierno.
El Estado no atiende nuestro tema de búsquedas de origen de manera
completa y seria. Las pocas oficinas que dicen ocuparse en realidad resuelven
casos de adopción. Hasta en el mismo ámbito estatal los funcionarios
confunden los términos y a todos nos dicen “adoptados”.
No tienen ellos tampoco bien en claro lo que buscamos, creen que nos
limitamos a buscar personas y nuestra búsqueda es más profunda: la Verdad
de nuestra llegada a este mundo.
Son muy desordenados y no se manejan con protocolos. No abren legajos, nos
dan información por teléfono, de palabra, listados de posibles madres que no
se sabe bien de dónde los obtuvieron en fin, toda una serie de desprolijidades
que lo único que hacen es confundirnos más, sentirnos maltratados y
revictimizados.
Es entendible que de parte de quienes buscamos exista la fantasía del
robo, de que fuimos separados injustamente de nuestras madres que también
nos estarán buscando.
Pero esto muchas veces no es así y el Estado debe tener la “mente fría” y
mantenerse neutral, no prejuzgar ni tener una posición previamente tomada.
He visto que en algunas oficinas nos consideran invasivos, obsesivos y
“afectados” psicológicamente, que no entendemos que no debemos molestar a
quienes ya hicieron una nueva vida y que ante nuestro nacimiento tomaron una
decisión.
Otros dan por sentado que nuestras madres fueron unas desalmadas y por lo
tanto no tiene sentido que las busquemos. Es decir, en ambos casos se apunta
a lo mismo: no buscar, no tiene sentido, asuman lo que les tocó y no molesten
al Estado.
Con respecto a la Justicia como nuestros casos no son de lesa humanidad
no actúa, ni siquiera de oficio ante las denuncias públicas de tantos que nos
volcamos a los medios de comunicación. Nosotros no queremos juzgar a nadie
ni tienen que restituirnos a nadie, ni cambiarnos el apellido, solo queremos
conocer nuestra historia, nuestras raíces, antecedentes médicos, si tenemos
hermanos, lo que sucedió.
Si bien el Derecho a buscar y conocer los orígenes no prescribe nunca al no
existir leyes que nos acompañen, por ejemplo, en el acceso y preservación de
archivos la Justicia en el plano Civil termina cerrando los casos manifestando
que nada se puede hacer.
Existe un intento por parte de la Dirección General de Registro de Personas
Desaparecidas, oficina que depende del Ministerio de Seguridad y Justicia de
la Provincia de Buenos Aires de utilizar la denominada “medida
autosatisfactiva” como un intento de probar avanzar en las búsquedas de
origen. (INCHÁURREGUI, 2009, pág.72)
Lo que se hizo fue presentar un caso concreto a un juez y solicitarle diversas
medidas que permitieran esclarecer la historia del sujeto: pedidos de informes
a hospitales, a entidades públicas o privadas, comparecencia de testigos todo
bajo las penalidades que la ley fija cuando una orden no se cumple.
El juez no declara ni emite fallo alguno simplemente cumple con lo solicitado
es decir obtener la información, los datos que se necesitan, las pruebas
sanguíneas y dar esa información.
Pero claro, al no existir una legislación que nos ampare específicamente un
hospital podía responder que no tenía archivos y el juez tomar esa respuesta
como verdadera o si un testigo se negaba hablar no podía obligárselo de modo
alguno.
De esta manera y con la lentitud que caracteriza a la justicia podían pasar dos
años simplemente para lograr la realización de un ADN que confirme que no es
hijo biológico pero sin poder avanzar más en la búsqueda.
Esta presentación terminaba cerrándose.
Por eso es fundamental legislar para estar protegidos y que se garantice
nuestro Derecho a conocer la Verdadera Identidad de Origen. Algunos
podremos llegar a la verdad, otros tal vez no pero lo importante es que
tenemos un Derecho Legítimo y nadie puede negarnos esa oportunidad.
Es importante que se comience a crear conciencia, a educar sobre esta
costumbre social tan arraigada. Que nada justifica la apropiación de un niño y
que se le generará un daño irreparable al sustraerle su verdadera identidad de
origen.
Que al acceder a otros ofrecimientos fuera del marco de la adopción se está
alimentando al tráfico de niños, porque existen ofertas porque hay demandas.
Más que modificar la ley de adopción hay que vigilar lo que sucede en el
Estado porque el tráfico está enquistado en él y es el que pone las trabas para
que pasen muchos años para que quienes se anotaron en el Registro Único de
Adopción logren concretar la adopción.
Es un círculo vicioso con muchísimos intereses de por medio.
Debemos tener en claro además que la adopción es un Derecho del Niño,
no del adulto y siempre debemos pensar y legislar desde su visión buscando el
bienestar superior del niño.
Personalmente considero que no se debería cambiarle el nombre al niño que
es dado en adopción porque si se lo recibe con su historia, como un verdadero
acto de amor debería también respetarse el nombre dado al nacer.

¿Por qué buscamos? Tantas veces me han hecho esa pregunta y es difícil
transmitir en palabras lo que sentimos, cuál es nuestra necesidad que nada
tiene que ver con el cariño recibido por esa familia “de crianza”.
En tantos años de militancia y lucha en este tema conocí a muchas personas
con historias iguales o más terribles que la mía donde la realidad supera
cualquier ficción.
Algunas con hasta tres partidas de nacimiento distintas. La primera hecha al
nacer, luego fallece la madre y al ser institucionalizado se hizo una segunda
con cambio de nombre y datos y finalmente la tercera con nuevo cambio de
nombre y datos al ser entregado definitivamente a una pareja.
Supe de un matrimonio que había anotado como propias a dos niñas
haciéndolas pasar además como hermanas mellizas. De grandes se enteraron
no solo que eran apropiadas sino que no eran hermanas de sangre, ni siquiera
habían nacido el mismo año.
Conocí a una mujer que buscaba desesperadamente sus orígenes. Tenía a
una hijita muy grave con una extraña enfermedad y los médicos necesitaban
conocer los antecedentes médicos genéticos familiares. Golpeó todas las
puertas, rogó a su familia apropiadora información y recurrió a la justicia. No
obtuvo nada y su hijita falleció.
Y también conocí a quien hoy llamo una “hermana del alma”: Silvia. Ella
también buscaba su verdadero origen y pensaba que era apropiada. Tuvo la
suerte de que no fue así, en el Registro Provincial de las Personas (La Plata)
hallaron datos de su expediente de adopción y pudo enterarse absolutamente
de todo lo ocurrido, hasta su verdadero nombre y el de sus abuelos.
Quiero compartir una carta que escribió al cumplirse un año del reencuentro
con su verdad y dirigida a un funcionario del Gobierno de la Provincia de
Buenos Aires que dejó sin efecto el Programa Provincial “Reencuentros” para
la búsqueda de la identidad de origen que habíamos logrado que el entonces
Gobernador Felipe Solá creara por decreto en enero de 2007. En esta carta
Silvia expresa con mucha claridad lo que cada uno de nosotros siente:
“Me acerco para compartir con usted lo que significó para mí el Programa
Provincial Reencuentros. Para ello lo invito en este momento a que piense en
su ombligo. Es un símbolo. Es la cicatriz que nos dejó una unión. Una unión de
nueve meses con “alguien”. Por allí ese “alguien” nos nutrió. La sangre de ese
“alguien” fluyó por nosotros. Por allí fue transmitida nuestra historia y nuestra
herencia genética. Tal vez usted, como muchos, pueda asociar al ombligo con
un “alguien” real. Unen a ese ombligo con un rostro, un perfume, una voz, una
historia. Ese ombligo es símbolo de nuestro origen, nuestra IDENTIDAD.
Hace cinco años, cuando me enteré que no era hija de los que pensaba eran
mis padres biológicos, me miré al espejo. Observé mi ombligo y me pregunté
“¿A quién estuve unida? ¿De dónde vengo? ¿Qué origen tengo? ¿Cuál es mi
historia familiar?” y ese ombligo se convirtió en un hueco en mi historia. Un
hueco que quería llenar. Que me urgía llenar para saber realmente QUIEN
ERA.
Como personas sabemos que tenemos componentes heredados y
componentes adquiridos. Ambos componentes forman LA PERSONA. Conocer
los orígenes nos da seguridad. Nos permite saber QUIENES SOMOS. Dónde
estamos apoyados. Nuestra raíz. Es muy complicado explicar lo que se siente
cuando se desconocen los orígenes. Sobre todo a personas que no han
sentido esto. Mi experiencia personal me sirvió para pararme orgullosa en la
vida y decir “Sí, soy adoptada. Nací el 7 de enero no el 11 de marzo. Conozco
el nombre que me pusieron al nacer. Conozco el nombre de mi madre, padre y
hermanos” “MUNDO: ESTA SOY YO. Compartan conmigo esta alegría.
Déjenme que les cuente.”
Saber quiénes somos sirve para eso. Ese es el objetivo. Tan simple y sencillo
como eso. ESTA SOY YO, COMPLETA. MI PASADO Y MI PRESENTE.
Aquí no se trata de culpar a los padres biológicos o a los adoptivos o a los
apropiadores. Cada uno habrá tenido sus motivos para hacer lo que hizo y
tampoco somos Dios para juzgar. Pero tampoco nadie es Dios para decirnos si
PODEMOS O NO saber nuestro pasado. Negarnos la posibilidad de conocer
nuestra historia es alienarnos como personas. Es condenarnos a vivir con un
agujero en lugar de ombligo.
Es un proceso. Intimo e interno. Un encuentro PERSONAL. Por ser personal
también tiene sus tiempos de elaboración. No todos procesamos de la misma
forma al conocer nuestros orígenes y nuestra historia. Estamos acostumbrados
a ver por la televisión escenas de encuentros con llantos, gritos y mucha
puesta en escena. Pero no todos queremos eso o no todos lo vivimos de la
misma forma.
El encuentro con “los otros” es un segundo paso. Primero tenemos que
encontrarnos con NOSOTROS.
En mi caso personal, considero que todavía no es mi tiempo para
reencontrarme con mi familia biológica. Tal vez sea mañana, en unos años o
nunca. Esa es una decisión personal. Esto no quita que el hecho de saber mi
pasado me cambio en muchas cosas:
Conocí el nombre y apellido de mis padres, hermanos y abuelos. Conocí mi
fecha de cumpleaños. Este año fue el primer año que festeje el verdadero día
de mi nacimiento. Conocí el lugar donde nací.
Conocí la historia de la vida de mis hermanos y padres. Conocí los pormenores
del proceso de mi adopción. Conocí y valoré la valentía y el amor de mis
padres adoptivos demostrado en cada paso del proceso de adopción. Largo y
tedioso como lo sigue siendo hoy.
Pude modificar mi historia clínica ya que la que tenía era basada en una
historia familiar que no era verdadera.
Conocí a muchas personas que se acercaron para compartir la historia y para
apoyarme.
Conocí a muchas personas que se acercaron para solicitarme ayuda y sentí la
impotencia de no poder hacerlo ya que no contamos desde el gobierno con
una infraestructura adecuada.
Gané mucho e incrementé lo que ya tenía. Ya no tengo un agujero en el
ombligo. NADIE DEBE TENERLO.”

Mi historia personal

Desde que tengo uso de razón supe que no estaba con mis padres
biológicos pero nadie quería decirme la verdad. A partir de los 5 años de edad
comencé a somatizar con dolores de cabeza durante las 24 hs del día. Me
realizaron estudios que comprobaron que físicamente me encontraba bien y
comenzó entonces mi recorrido por cantidad de psiquiatras, psicólogos, curas
sanadores, acupunturistas, “manosantas” lo que fuera con tal de que me
sacaran esas “ideas raras” de la cabeza. Cuando hablaban de mí, mis padres
de crianza decían que había nacido “enferma de los nervios”.
Con los años los problemas se agrandaron, comencé a tener dificultad para
sociabilizar en la escuela, problemas de aprendizaje, crisis de llanto y angustia
hasta los 16 años que un psiquiatra logró que mis padres de crianza
accedieran a realizar una reunión de terapia familiar en la que se me dijera la
verdad.
El terapeuta me preguntó qué pensaba de mis padres e inmediatamente
respondí “soy adoptada”.
“Tu madre era una prostituta que iba a tirarte a la basura y nosotros te
salvamos” dijeron mis padres de crianza.
El tiempo demostró que en realidad no habían sido así las cosas pero que me
confirmaran que no era su hija biológica provocó en mí un gran cambio. Los
dolores de cabeza desaparecieron, de peor alumna pasé a ser la mejor.
Terminé el secundario con el mejor promedio de la escuela. Paulatinamente
las crisis de llanto y angustia disminuyeron hasta desaparecer.
En el año 1986 mi padre de crianza falleció. Creo que en sus últimos
momentos estuvo por decirme la verdad, lo que faltaba saber, pero no se
animó ni yo tampoco a preguntarle. Recuerdo su mirada en los últimos minutos
que me permitieron estar con él en la sala de terapia intensiva, sentí que me
estaba pidiendo que lo perdonara.
Al terminar el secundario no me decidía por ninguna carrera y estudié
traductorado de ruso ante el asombro de mis amigos y una evidente molestia
familiar que muchos años después comprendí.
Otra sorpresa en mi vida ocurrió en 1991 al nacer mi hija. Por un lado además
de la alegría lógica por su llegada cuando la vi por primera vez sentí una
emoción inconmensurable: por primera vez me reconocía en alguien.
Eso de “parecerse a…” porque era una bebé idéntica a mí, salvo por dos
detalles: rubia y de ojos claros. Su padre como yo somos morochos, cabello
castaño oscuro y de parte de él sin antecedentes familiares de ese tipo. “Acá
está tu historia” me dijo su papá al verla.
Recién a mis cuarenta años logré quitarme las cadenas de la culpa y decidí
buscar mi verdadera historia, sin miedos y con la fortaleza que me dieron
tantos años de sufrimiento.
En el 2006 logré que mi madre de crianza rompiera los Pactos de Silencio y
me contara una parte de la verdad.
Nací en La Plata y no en Capital Federal como dicen mis documentos. No sé la
fecha, es más, sospechan que pude haber nacido entre 1961 y 1963. Mis
padres se contactaron telefónicamente con un hombre muy violento que
formaba parte de un grupo de Trata de mujeres donde una de ellas había
quedado embarazada. El apodo de mi madre es “La Polaca”. Mi madre de
crianza habló una sola vez con ella por teléfono. Me dijo que mi madre estaba
con mucho miedo, que habían querido que abortara pero ella logró impedirlo,
quería quedarse conmigo pero no la dejaban. Estaba embarazada de cuatro
meses. Al poco tiempo una partera citó a mi madre de crianza en el Hospital
Español, en la sala de espera de obstetricia para que de lejos viera a “La
Polaca” y de esa manera darse una idea del tipo de bebé que tendría y se le
gustaba cerrarían el acuerdo. Mi madre de crianza fue con un almohadón bajo
su ropa simulando estar embarazada. Vio a una joven mujer. Le llamó la
atención su cabello pelirrojo y su nariz ancha. Me dijo que en ese momento
pensó si el bebé tendría esa nariz que no le gustaba para nada. Pero aceptó
igual. Comprendí entonces porqué de chiquita me ponían broches de la ropa
en mi nariz, decían que no era de “niña fina”. En realidad les recordaba a mi
madre. Mi hija la tiene igual, nosotras decimos que es nuestro sello.
Al cumplirse los nueve meses reciben un llamado telefónico de que el parto se
va a producir. Mis padres de crianza fueron en su auto inmediatamente a La
Plata. Presenciaron el parto pero no hablaron con “La Polaca”. Mi madre de
crianza me lo describió y dijo que en cuanto la partera me tomó de las piernitas
y lloré me envolvieron rápidamente y salieron corriendo. No sé cómo pero se
enteraron que había sido un parto múltiple pero cuando pidieron por la otra
bebé esa gente ya no la tenía. Me llevaron a la que fue mi casa toda la vida y
llamaron a un pediatra para que me revisara. Se horrorizó al ver el estado de
mi ombligo y preguntó quién había hecho esa barbaridad. “Parece un pene,
esto va a necesitar de mucha paciencia para curarlo”. A partir de que me
dijeron la verdad, en aquella reunión familiar, mi madre de crianza siempre me
decía todo el empeño que puso en esa curación, como para que mi
agradecimiento fuera eterno y en ese momento no entendía a qué se refería.
La separación de mi madre fue muy violenta al punto de quedar parte del
cordón umbilical colgando de mi cuerpo.
Mi padre de crianza que era abogado se encargó de toda mi documentación.
Cuando mi madre me contó todo esto ante algunas preguntas sobre mi
infancia y el trato recibido respondía “no es lo mismo un hijo biológico que
adoptado”.
Ella estuvo siempre convencida de que lo que hizo estaba bien más aún
después de hablar con un sacerdote que le dijo que “ya tenía ganado un lugar
en el cielo”.
Pero todo esto, a pesar de lo doloroso me sirvió para aclarar muchas cosas.
Confirmé que nadie iba a “tirarme a la basura”, entendí porqué estudié ruso y
tengo una hija rubia y de ojos claros que hoy, con 19 años tiene la contextura
física de una verdadera eslava. Todos vieron a mi madre, yo la imagino
mirando el rostro de mi hija.
Creí que era adoptada, lo había aceptado y lo decía a todos hasta con el
orgullo de haber sido deseada por esos padres que me criaron. Pero en el
2002, cuando en el Registro Civil revisan los archivos y me dicen que no
existía ningún trámite de adopción, que estaba anotada como hija propia fue
un balde de agua helada sobre mí. La ilegalidad me lastimó mucho.
Comencé una búsqueda personal que se transformó en la lucha por un
Derecho para todos los que estaban pasando por mi situación. Me di cuenta
que no iba a encontrar nada sobre mí sin las leyes ni el compromiso del
Estado. Además casi no tengo datos y hay muchas personas que sí saben
algo más, que tienen más posibilidades que yo de llegar a su Verdad y solo
necesitan que se les abra una puerta: la voluntad política para crear las
políticas públicas necesarias. Decidí transitar un difícil camino y les debo lo
que soy, lo que hago, mi fortaleza y entusiasmo a mi hija Macarena Lucía y al
Dr. Wilbur Ricardo Grimson que hace 33 años me liberó de la prisión en que
vivía.
Esta es mi lucha para que se reconozca la existencia de esta problemática
social y no meros casos aislados y que no siga ocurriendo.
Cuando nace un niño deseado o no es un ser humano que debemos respetar.
Un hijo no se compra ni se acepta de regalo: se Adopta.

Bibliografía
Fellini, Zulita (2000). Delito de tráfico de niños. Buenos Aires. Editorial
Hammurabi.

Incháurregui, Alejandro (2009). El derecho a saber en la Justicia. En Tras la


búsqueda: historias entorno a la identidad de origen y los reencuentros. La
Plata. Editorial Universitaria de La Plata.

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