Está en la página 1de 50

Lugares, Elementos y Ornamentos litúrgicos

La credencia
La credencia es una mesita que se sitúa en el presbiterio para tener cerca los vasos
sagrados y otros objetos litúrgicos que se emplean en una celebración.
En la antigüedad estos objetos se colocaban en nichos que se hallaban en las paredes de
los templos; después los nichos se sustituyeron por arcas y armarios en donde podían
guardarse los objetos; con la aparición de las sacristías, aparecieron mesas en donde
colocar los objetos litúrgicos.
La credencia debe situarse del lado derecho del sacerdote, pues por este lado es que se
le acerca el cáliz, las vinajeras y el lavabo. Situarla del otro lado hace el camino más
largo para los acólitos, generando que deban cruzarse por la espalda del celebrante. Es
conveniente cubrirla con un mantel durante las celebraciones.
Puede colocarse una segunda mesa llamada mesa de las ofrendas en el lugar de la nave
en donde inicia la procesión de las ofrendas. Esta se cubre con un paño. Solamente se
usa en las Misas en donde los fieles participan llevando los dones.
Para la Santa Misa, en la credencia se coloca el cáliz preparado (con un purificador, la
patena con una o varias hostias, la palia, pudiendo cubrirlo con un velo del color de los
ornamentos del día, el corporal doblado que puede ponerse en una carpeta); el atril y el
misal (el misal también se puede colocar junto a la sede o lo puede llevar un acólito); el
aguamanil, la jofaina y la toalla; la campanilla; la bandeja de la comunión; el copón y
las vinajeras (que también pueden colocarse en la mesa de las ofrendas, si es que serán
llevados en el ofertorio por algunos fieles).
Si se usa mesa de las ofrendas, encima se coloca un copón con formas, las vinajeras y
las ofrendas para los pobres de acuerdo a las costumbres locales. Ahí no deben
colocarse velas, y debe ser alta y segura para evitar que alguien, por accidente, llegue a
tirar lo que se puso encima.

El sagrario
El tabernáculo o sagrario es el lugar en donde se reserva a Cristo sacramentado.
En la iglesia primitiva el Santísimo se reservaba en un armario de la sacristía. Con el
tiempo, se empezó a reservar dentro de las columbas eucarísticas: unas palomas
metálicas huecas por dentro, que colgaban por una cadena del techo de la iglesia, sobre
el altar. Por último, se empezó a reservar en unas arcas colocadas sobre el altar o
añadidas al retablo.
En muchas iglesias se colocaba en el altar mayor. Sin embargo, en las catedrales y en
las iglesias monásticas se colocaba en el altar de una capilla lateral especial, la capilla
del Santísimo. Esto era para poder darle un culto especial, y para poder sacar alguna
forma para dar la comunión sin obstaculizar las celebraciones solemnes que se llevaban
en el altar mayor. En Aragón esta capilla es un camarín situado detrás del retablo pero
con un agujero ovalado llamado óculo eucarístico que permite que se vea el sagrario
desde el templo.
Hoy en día, la Eucaristía debe de estar reservada en la iglesia catedral y en las iglesias
parroquiales y, con el permiso del obispo, puede reservarse en otras iglesias, oratorios y
capillas (CIC, c. 934). En los lugares en donde se reserva, debe de celebrarse la Santa
Misa, cuando menos, dos veces al mes, para renovar la Eucaristía. (CIC, c. 934).
Además, las iglesias en donde se reserva el Santísimo deben de estar abiertas algunas
horas al día para que los fieles puedan orar (CIC, c. 937).
Habitualmente, la santísima Eucaristía estará reservada en un solo sagrario de la iglesia
u oratorio (CIC, c. 938). Este debe colocarse “en la parte más noble de la iglesia,
insigne, visible, hermosamente adornada y apta para la oración.” (CIC, c 938, e IGMR,
n. 314).
Sin embargo, las normas litúrgicas dadas tras el Concilio Vaticano II han señalado que
en el altar en el que se celebra la Santa Misa no se coloque el sagrario como se hacía
antes por razón de signo (IGMR n. 315), y han sugerido que se coloque en el presbiterio
fuera del altar de la celebración, o en una capilla unida a la iglesia que sea idónea para
la adoración y la oración (IGMR n. 315).
El sagrario debe ser inamovible, hecho de materia sólida no transparente, y cerrado de
manera que se evite al máximo el peligro de profanación. Por estos motivos de
seguridad, quien cuida del templo debe proveer que la llave se guarde con la mayor
diligencia, y se permite que durante las noches se reserve la Eucaristía en otro lugar más
seguro siempre y cuando sea digno (CIC, c. 938).
Los sagrarios deben ser bendecidos antes de usarse (IGMR n. 314).
Para que los fieles puedan saber si dentro del sagrario se encuentra reservado el
Santísimo Sacramento, y para honrar su presencia, cuando se encuentra ahí debe de
encenderse una lámpara alimentada con aceite o cera (CIC, c. 940 e IGMR n.
316) Cuando está reservada la Eucaristía en el sagrario, puede cubrirse con un velo
llamado conopeo para hacer visible la presencia.

Diferentes tipos de templos


La iglesia es un edificio sagrado destinado al culto divino, al que los fieles tienen
derecho a entrar para la celebración del culto divino. (CIC, c. 1214) Solo pueden
construirse con el permiso expreso y por escrito del obispo. Cuando se concluye su
construcción, debe de ser dedicada (CIC, c. 1217) y debe de tener un título propio que
no puede cambiarse (CIC, c. 1218). En las iglesias pueden realizarse todos los actos del
culto divino (CIC, c. 1219), la entrada durante éstos debe ser libre y gratuita (CIC, c.
1221).
Si un lugar destinado al culto divino no se erige para que puedan participar todos los
fieles, no se le llama iglesia, sino oratorio o capilla privada. Es oratorio si se destina a
una comunidad o grupo de fieles, pero otros fieles pueden tener acceso (CIC c. 1233).
En éstos pueden realizarse todas las celebraciones sagradas (CIC c. 1225). En cambio,
es capilla privada si solo se destina al beneficio de una o varias personas físicas (CIC, c.
1226). En éstas sólo puede celebrarse la Santa Misa con el permiso del obispo (CIC, c.
1228), con excepción de la capilla privada de cada obispo, en donde puede celebrarse
cualquier acción sagrada.
En cada diócesis, una iglesia recibe el título de catedral, que es el lugar en donde se
encuentra la cátedra del obispo y es el centro litúrgico de la diócesis.
Las diócesis se dividen de forma estable en grupos de fieles que se denominan
parroquias. A la iglesia en donde tiene su asiento cada parroquia se le denomina iglesia
parroquial, estando a cargo de un párroco. Cuando una la iglesia no es parroquial, se le
confía la atención a un rector.
Cuando a una iglesia acuden en peregrinación numerosos fieles por un motivo peculiar
de piedad, se le denomina santuario. Si es motivo de peregrinaciones de todo el país, se
le denomina santuario nacional si lo aprueba la Conferencia Episcopal. Y si es motivo
de peregrinaciones de diversas naciones, se le denomina santuario internacional, con la
aprobación de la Santa Sede. (CIC, c. 1230 y 1231)

El atril
La Instrucción General del Misal Romano dispone que, terminada la oración universal,
el acólito coloca sobre el altar el misal (n. 139). No dice nada acerca de que el misal se
debe colocar sobre un atril. Sin embargo, siguiendo la antigua costumbre, suele
colocarse sobre un atril.
El atril es útil para facilitar el cambio de páginas y la lectura. Puede adornarse con una
tela del color litúrgico del día.
En la forma ordinaria, conviene que el atril se coloque en la credencia desde el inicio de
la Misa y hasta el comienzo de la Liturgia Eucarística, en que se lleva con el misal al
altar. Ahí permanece mientras se usa, por lo que debe regresar a la credencia para decir
la oración después de la Comunión.
Antiguamente el misal también podía colocarse sobre una almohadilla.
En la forma tradicional pueden colocarse dos atriles, uno a la derecha y otro a la
izquierda. Como hay partes de la Misa que se dicen en el lado de la epístola y otras en el
lado del Evangelio, y si los atriles son grandes y pesados, se evita el tener que
trasladarlos, y se puede simplemente mover el misal.
En la actualidad existe otro tipo de atril en la liturgia, que es el que tiene una base que
llega hasta el piso. Se utiliza para sostener el misal frente al celebrante cuando se
encuentra en la sede. Se parece al ambón, pero no lo es. Para que no se confunda, debe
ser más sencillo. Y debe ser móvil, de forma que se pueda retirar con facilidad. Si un
acólito sostiene el misal, no se requiere. También se usa para sostener los papeles de
apoyo para la homilía, cuando se dice desde la sede. Esta es la forma en la que lo usa el
papa Francisco.

El ambón
El ambón ya se encontraba en las antiguas sinagogas. De ahí pasó a la liturgia cristiana.
En el siglo V era común encontrar en las iglesias mayores dos ambones: uno a la
derecha desde donde el diácono proclamaba el Evangelio, y otro a la izquierda, más
bajo, donde se cantaba el gradual.
Con el pasar del tiempo, sin embargo, los ambones desaparecieron del rito romano. Las
lecturas eran hechas desde los bordes del altar manteniéndose entre tanto la localización
primitiva de cada texto litúrgico: la Epístola era leída a la izquierda en tanto que el
Evangelio era leído a la derecha (de ahí que a esos lugares se les conociera como “lado
de la Epístola” o “lado del Evangelio). En las Misas solemnes, un acólito sostenía el
libro al subdiácono para que cantase la Epístola, y el subdiácono se lo sostenía al
diácono para que cantase el Evangelio. Este es el uso que se da todavía en la forma
tradicional.
En la reforma litúrgica del siglo XX se recuperó el uso de los ambones. En las rúbricas
de 1965 se previó la existencia de dos ambones, y desde el Misal de 1970 está previsto
solo uno.
Actualmente se prevé que el ambón esté en el presbiterio o en un lugar cercano a él, y
que sea fijo y no un simple atril portátil (IGMR 309). Conforme a la tradición, se coloca
a la izquierda del altar, en el llamado “lado del Evangelio”, aunque no hay una norma
que lo establezca así. Debería diseñarse en armonía con el altar y de forma que los
ministros y lectores puedan ser vistos y escuchados por los fieles.
El ambón puede cubrirse con un antipendio digno del color del día, preferentemente a
juego con el frontal del altar. Es conveniente colocar un micrófono y un punto de luz.
El ambón está reservado para proclamar la palabra de Dios. Las rúbricas indican que
desde ahí se proclaman “únicamente las lecturas, el salmo responsorial y el pregón
pascual” (IGMR 309), aunque también puede tenerse la homilía y proponer las
intenciones de la oración universal. De esta forma, no debe ser usado por un
comentarista, el director del coro o un solista.

La sede
El asiento del sacerdote que preside una celebración litúrgica se llama sede. Debe
ubicarse en un lugar idóneo que permita que el sacerdote sea visto como presidente de
la asamblea y moderador de la oración. La Instrucción General del Misal Romano
indica que su lugar más adecuado es vuelto hacia el pueblo, al fondo del presbiterio, a
no ser que la estructura del edificio u otra circunstancia lo impidan, por ejemplo, si por
la gran distancia se torna difícil la comunicación entre el sacerdote y la asamblea
congregada, o si el tabernáculo está situado en la mitad, detrás del altar (n. 310).
Debe elegirse una sede digna y bella, que esté en armonía con el estilo de la iglesia, que
sea cómoda para el celebrante y que no tenga la apariencia de trono. A los lados de la
sede pueden ponerse asientos para los diáconos y sillas para los concelebrantes.
Los ayudantes nunca deben de ocupar estos lugares, sino otros que, de ser posible, no
vean al pueblo como si estuvieran presidiendo. Para ellos se disponen taburetes o
bancos en el presbiterio, preferiblemente cerca de la credencia y en los laterales. Pero el
presbiterio no debe de llenarse de sillas y bancos.
En la catedral de cada diócesis, en vez de una sede hay una cátedra, signo del magisterio
y de la potestad del pastor de la Iglesia particular, y signo de la unidad de los creyentes
en la fe que el obispo anuncia como pastor de su grey.
En la cátedra solo puede sentarse el obispo diocesano, pero puede permitir que otro
obispo se siente en ella (Ceremonial de Obispos nn. 47 y 174). Si un obispo celebra en
una catedral que no es la suya, o un presbiterio celebra en la catedral, debe sentarse en
una silla distinta a la cátedra, que debe de preparársele para ese efecto.

Los candelabros
La Instrucción General del Misal Romano dispone que sobre el altar, o cerca de él, debe
colocarse en todas las celebraciones por lo menos dos candeleros, o también cuatro o
seis, especialmente si se trata de una Misa dominical o festiva de precepto.
De acuerdo a ello, hay dos opciones para poner los candeleros: sobre el altar o cerca de
éste. Si la cruz se pone en el centro del altar, siguiendo la tradición, lo más conveniente
es que se pongan las velas a sus lados.
El número de candeleros es par, conforme a la Instrucción: pueden ser dos, cuatro o
seis.
De acuerdo a la tradición, que implícitamente reconoce la Instrucción, aunque existan
seis velas no se encienden todas en las celebraciones. Se encienden dos en las ferias o
memorias; cuatro en las fiestas; y seis en los domingos y en las solemnidades.
Cuando celebra el obispo diocesano deben de usarse siete velas según lo indica la
Instrucción General del Misal Romano y el Ceremonial de Obispos. La razón de esto es
porque el número siete, en las Escrituras, simbolizan la perfección. Siete son los días de
la semana, siete los diáconos para el servicio terrenal, siete los sacramentos, siete los
dones del Espíritu, y el Apocalipsis habla de siete lámparas ardiendo delante del trono.
De esta forma, se usan siete velas para destacar la plenitud del sacerdocio de la que
participa el obispo. Es un signo que expresa la preeminencia episcopal.
Hay que decir que sólo se usan las siete luces si el obispo que oficia es el obispo
diocesano, o sea, el que tiene la jurisdicción en la diócesis. Si un obispo oficia fuera de
su jurisdicción no se encienden las siete luces, al igual que no portan báculo.
Ahora, en las misas de difuntos, aunque celebre el obispo diocesano, no se usan las siete
velas sino únicamente seis, de acuerdo a una antigua tradición ya recogida en el
Ceremonial de Obispos de 1886.
Por último, hay que señalar que es costumbre que las velas del altar sean de cera blanca
o color crema. Antiguamente estaba prescrito usar velas blancas en las fiestas y
solemnidades, y velas amarillas en las Misas de difuntos y en las de Adviento y
Cuaresma.
No hay obligación de usar cera de abeja. Las velas eléctricas, además de ser
estéticamente feas, no cumplen con el simbolismo de una vela natural: consumirse
iluminando, como debemos hacer los católicos en nuestra vida.
El encendido de las velas
Las velas deben de encenderse antes de la misa. No existe una rúbrica sobre cómo han
de encenderse. Pero la práctica tradicional es comenzar por el lado derecho del altar,
alumbrando primero el que se encuentra más cerca del crucifijo y terminando por el más
alejado. Después se procede del mismo modo en el lado izquierdo del altar.
De acuerdo a esta tradición, para apagar las velas se comienza en el lado derecho,
empezando por el cirio más alejado de la cruz y terminando por el más próximo.
Después se hace lo mismo del lado izquierdo.

La cruz del altar


La Instrucción General del Misal Romano dispone que sobre el altar, o cerca de él, se
coloque una cruz con la imagen de Cristo crucificado, que pueda ser vista sin obstáculos
por el pueblo congregado.
Como se desprende del texto, se puede poner el crucifijo en dos lugares: sobre el altar o
cerca de éste. Si se pone sobre el altar, la Instrucción no indica en qué lugar debe de ser.
Sin embargo, de acuerdo con la tradición, el crucifijo debe ir en el centro del altar. En
efecto, durante muchos siglos, el signo elegido por la Iglesia para la orientación del
corazón y el cuerpo durante la liturgia es la representación de Jesús crucificado.
La centralidad de la cruz en la celebración se destacó más en el pasado, cuando no
existía la costumbre de que el sacerdote viese a los fieles. Por esta posición del
sacerdote, todos miraban hacia el crucifijo colocado en el centro, sobre el altar.
Sin embargo, por la costumbre actual de celebrar "hacia el pueblo", el crucifijo a
menudo se coloca en la pared del presbiterio, con lo que pierde la ubicación central de
la celebración.
El entonces Cardenal Ratzinger, en su libro “El espíritu de la liturgia” apunto que sería
bueno “colocar la cruz en el centro del altar, para que la puedan ver tanto sacerdote
como los fieles, y de esta forma ser guiados por el Señor, y de esta forma, orar juntos”.
Siguiendo estas enseñanzas, tras el nombramiento de Mons. Guido Marini como
Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, se puso un crucifijo en el
centro del altar. Así, tanto el papa como los fieles veían hacia el mismo lugar: hacia
Cristo crucificado.
Esta costumbre ha sido confirmada en el pontificado del Papa Francisco. Todos los días,
en Santa Marta, celebra la misa con un crucifijo en el centro del altar. Además, en las
celebraciones que ha presidido en cualquier templo o lugar que ha visitado, se ha puesto
el crucifijo en el centro del altar.
A partir del Consistorio para la creación de nuevos cardenales, el crucifijo ha sido de un
tamaño más pequeño de lo que anteriormente se usaba. Creo que esto sólo es un dato
anecdótico, porque su función la cumple. Me llama la atención como, siempre que el
papa llega al altar se queda viendo el crucifijo. Lo mismo durante la plegaria eucarística.
Tal vez sea una práctica que se deba seguir en todas las iglesias. El Papa Benedicto XVI
y el Papa Francisco nos han puesto el ejemplo. Pongamos la cruz en el centro de la
celebración. Así recordaremos aquello que dijo Santa Rosa de Lima y que reproduce el
Catecismo de la Iglesia Católica (n. 618): “Esta es la única verdadera escala del paraíso,
fuera de la Cruz no hay otra por donde subir al cielo”.

El frontal del altar


El frontal (también conocido como antipendio, palio de altar o en latín antipendium,
pallium altaris) es un accesorio que cubre todo el frente del altar. Su origen
probablemente se puede remontar a las cortinas o velos que colgaban sobre el espacio
abierto debajo del altar, para preservar las urnas de los santos por lo general depositadas
allí. Más tarde, estas cortinas se convirtieron en un pedazo de colgadura que cubría todo
el frente del altar y era suspendido de la mesa del altar.
Su material no está prescrito por las rúbricas. A veces se hace de metales preciosos,
adornados con esmaltes y joyas, de madera, pintado, dorado, estampado en relieve, y, a
menudo con cristales o de tela de oro, de terciopelo o de seda bordada, y en ocasiones
enriquecido con perlas.
El antipendio puede ser adornado con imágenes, imágenes de Cristo, representaciones
de algún hecho de su vida, o los que se refieren al misterio de la Eucaristía, o con los
emblemas que se refieren de alguna manera con el Santísimo Sacramento (un cordero,
un pelícano, el cáliz y la hostia, etc.) También se pueden usar imágenes del santo en
cuyo honor se dedica el altar a Dios, y los emblemas que se refieren a tal santo.

El mantel del altar


El altar debe de cubrirse con un mantel de color blanco. En algunos lugares les gusta
poner el mantel del color litúrgico del día, pero eso es incorrecto. El mantel siempre
debe de ser blanco.
El mantel debe de ser de la forma medida del altar, de acuerdo a la Instrucción General
del Misal Romano. Hay lugares en que se ponen manteles genéricos, que le quedan
grandes al altar y lo cubren por el frente, dando la apariencia de desproporción y
descuido. Lo más digno es que cubra el altar por la parte superior y que cuelgue solo por
los lados, o que solo algún ornato pequeño cubra la parte superior del frontal.
La Instrucción General del Misal Romano indica que debe ser “al menos un mantel”.
Eso significa que eso es lo mínimo. De acuerdo a la tradición, es conveniente poner otro
mantel por debajo del exterior, que suele ser más pequeño pues solo cubre la parte
superior y no pende por los lados. A este se le llama bajo mantel.
Cuando no se celebra misa, es conveniente poner un lienzo sobre el mantel para
protegerlo del polvo. Se le llama cubremantel. Es mejor colocarlo a quitar los manteles
cuando no se celebra misa, porque la ausencia de mantel es un símbolo del luto del
Viernes Santo.

El altar
Los altares pueden ser fijos o móviles. Son fijos cuando se construyen de forma unida al
suelo y, por tanto, no pueden moverse. Son móviles cuando se pueden trasladar. Los
altares fijos se dedican, mientras que los móviles solo se bendicen.
Conviene que en todas las iglesias exista un altar fijo, y que sea de piedra, y de una
piedra natural, porque así se significa más claramente a Cristo, que es la “Piedra viva”.
La Instrucción General el Misal Romano indica que debe de construirse “el altar
separado de la pared, de modo que se le pueda rodear fácilmente y la celebración se
pueda realizar de cara al pueblo”. Lo que parece indicar es que debe de poderse celebrar
la misa “cara al pueblo”, pero no obliga a que así sea. Más bien, parece sugerir que la
construcción del altar debe de permitir que se celebra “cara al pueblo” o “cara a Dios”.
Los altares fijos se dedican por el obispo. En el momento de dedicarlos vierte el Crisma
sobre ellos. También el obispo puede colocar dentro de ellos la reliquia de un santo.
Anteriormente era obligatorio. Ahora es potestativo. Asimismo, anteriormente existía la
obligación de que se tratara de la reliquia de un mártir, para significar la unión de su
sacrificio con el Sacrificio de Cristo. Actualmente puede ser una reliquia de cualquier
santo, con tal de que conste con certeza de su autenticidad.

El copón

El copón es un recipiente metálico destinado a reservar y distribuir la Eucaristía en las


iglesias.
En siglos anteriores la Eucaristía se guardaba en unas cajitas cilíndricas de marfil o
madera llamadas turres. En el siglo XI se adoptó la píxide con tapa, y desde el siglo
XVI adoptó la forma que actualmente tienen los copones.
En cuanto a su forma, corresponde determinarla a los artistas, de acuerdo a las
costumbres de cada región, siempre y cuando sea adecuado para el uso litúrgico al que
se destina y se distinga de otros recipientes destinados al uso cotidiano, conforme a la
Instrucción General del Misal Romano (n. 332).
Por lo que hace a su material, pueden ser de un metal noble o de otros materiales sólidos
siempre y cuando sean aptas para el uso sagrado (IGMR n. 328 y 329). Sin embargo,
parece que su interior debe de dorarse por estar en contacto con la Santísima Eucaristía.
Los copones deben bendecirse conforme a los ritos prescritos. Esta bendición la puede
realizar el obispo o cualquier presbítero.
Mientras contenga la Eucaristía debe de permanecer tapado, salvo cuando se utiliza para
dar la Comunión. En este caso, el copón puede ser cubierto con un velo llamado capillo
o cubrecopón.
Durante la celebración de la Santa Misa, las hostias que van a consagrarse tanto para el
sacerdote como para los ministros y fieles, pueden colocarse en una patena amplia
(IGMR 331). Sin embargo, para celebraciones en las que participa gran número de
fieles y para reservarse en el Sagrario, es mejor utilizar un copón con mayor capacidad.

Las crismeras

Las crismeras son los vasos en donde se guardan los santos óleos: el óleo de los
catecúmenos, el óleo de los enfermos y el Santo Crisma. Pueden ser de dos formas:
unos granes para guardar el óleo en los templos y unos chicos para administrar los
sacramentos fuera de ahí.
Después de la Misa Crismal, el párroco recibe los óleos y tiene la obligación de
guardarlos con diligencia en un lugar decoroso (Código de Derecho Canónico, c. 847).
Lo usual es guardarlos en un armario o urna noble que se coloca en el baptisterio o en la
sacristía. Ahí es conveniente colocarlos en las crismeras grandes y artísticas, para usarse
en la administración de los sacramentos dentro del templo.
Pero también existen unas crismeras tubulares y divididas en tres secciones que son
prácticas para poder administrar sacramentos fuera de la iglesia.

La custodia
La custodia u ostensorio es la pieza en donde se coloca el Santísimo Sacramento para
ser expuesto a la adoración.
Surgió con el objeto de prolongar la exposición del Santísimo de las elevaciones, y
presentar al Señor a los fieles para ser adorado.
La custodia puede realizarse de distintos materiales y de distintas formas, pues
corresponde al artista decidirlo, como indica la Instrucción General del Misal Romano
(n. 332). Antiguamente se requería que en su parte superior terminara con una cruz
visible. En su forma más habitual se construye con unos rayos metálicos que salen del
espacio en donde se coloca la hostia, para recordar que Jesús es el sol que nace de lo
alto (Lc 1, 78).
En la custodia se coloca el Santísimo gracias a una media luna o viril que le da soporte.
Por tener contacto con el Cuerpo de Cristo, se ha considerado que si es de un metal
menos noble que el oro, debe dorarse por dentro. El viril, con la Sangrada Forma, se
guarda en el sagrario, en una píxide especial.
Es costumbre que, cuando la custodia no está siendo usada, esté cubierta con un velo o
una funda.

La patena

La patena es vaso sagrado consistente en un platillo redondo de metal en el que se


coloca la hostia durante la Misa. Con el tiempo ha disminuido su tamaño. Antiguamente
eran cóncavas en la cara interna, y tenían bajorrelieves y adornos en sus bordes, pero
paulatinamente han perdido sus adornos hasta volverse platos lisos y casi planos.
Al igual que el cáliz, está prescito que se elabore de un metal noble, aunque pueden
hacerse de otros materiales sólidos si lo autoriza la Conferencia Episcopal y la Sede
Apostólica. (IGMR, n. 329). Pero si la parte interior es de un metal menos noble que el
oro o es oxidable, debe dorarse la parte interior. (IGMR, 328), como reverencia al
Cuerpo de Cristo.

Los cálices

El cáliz es el vaso sagrado que se usa para consagrar la Sangre de Cristo en la Misa.
El cáliz debe ser un vaso bello. En cuanto a su forma, la Instrucción General del Misal
Romano dispone que corresponde al artista fabricarlos de acuerdo a las costumbres, con
tal de que sean adecuados para su uso y se distingan de los destinados al uso cotidiano
(n. 332). Sin embargo, parece preferible la forma tradicional: con una copa y una base
amplia y estable, porque evita accidentes con la Preciosa Sangre y es un símbolo
eucarístico familiar para el pueblo.
Los cálices deben fabricarse de un metal noble, o de otros materiales sólidos, como el
ébano, si lo autoriza la Conferencia Episcopal y la Sede Apostólica. (IGMR, n. 329). Un
cáliz de cristal o de cerámica se puede romper con facilidad. En cualquier caso, la copa
debe ser de un material que no absorba líquidos, aunque el pie puede ser de otros
materiales (IGMR n. 330). Sin embargo, si la copa es de un metal oxidable o menos
noble que el oro, debe dorarse por dentro (IGMR, n. 328), como reverencia hacia la
Sangre de Cristo.
Los cálices deben de ser bendecidos por el obispo o por el sacerdote antes de ser usados.
(Ceremonial de Obispos n. 986 e IGMR n. 333).

La campanilla
La campanilla es un objeto litúrgico que sirve para llamar la atención de los fieles que
participan en la Misa o en otras celebraciones. Su uso depende de las costumbres. Puede
utilizarse en el momento de partida de la procesión de entrada para que los fieles se
pongan de pie y el coro inicie el canto. También se usa en la Liturgia Eucarística para
avisar que Jesús se hará presente, por lo que puede tocarse en la epíclesis y en las
elevaciones.
La Instrucción General del Misal Romano dispone que si se considera conveniente, “un
poco antes de la consagración” el acólito puede advertirlo con un toque de campanilla y,
de acuerdo a las costumbres locales, tocarla en cada elevación. (n. 150).
En la liturgia papal se toca la campanilla una sola vez antes de la epíclesis, y se toca tres
veces durante cada elevación.
La foto que ilustra la entrada es la campanilla usada en las celebraciones papales en la
Basílica de San Pedro.

Las vinajeras

Las vinajeras son dos jarras pequeñas usadas en la Santa Misa, para contener el agua y
el vino que se utilizarán. Pueden hacerse de distintas formas y tamaños, pero
usualmente tienen asas y alguna pieza que permita taparlas.
Se recomienda fabricarlas en cristal, porque se limpian fácilmente, se evita la reacción
del vino con un metal, y su transparencia evita confundir el agua y el vino. Pero también
pueden hacerse de algún otro material. En este caso es aconsejable ponerle una V
(Vinum) a la vinajera del vino y una A (aqua) a la del agua, para poder distinguirlas
fácilmente.
Es usual que las vinajeras se coloquen sobre una bandeja especialmente hecha para
éstas, que permite transportarlas con facilidad.
Antes de la Misa, deben colocarse sobre la credencia con suficiente agua y vino. De ahí
son llevadas al altar para preparar el cáliz. Después, se regresan a la credencia. Si los
fieles presentan el vino al sacerdote en el ofertorio, se colocan en una mesa fuera del
presbiterio, donde las toman los fieles. Una vez preparado el cáliz, se llevan a la
credencia. En caso de que las abluciones se hagan en el altar, son llevadas nuevamente
para ello.

Las insignias de las basílicas


Basílica significa “casa real”. En la antigüedad, en Grecia y Roma eran edificios
públicos suntuosos que se destinaban para administrar justicia o salones de trono.
Arquitectónicamente su estructura consistía en un gran espacio rectangular que se
organizaba en torno a un espacio entre columnas (una nave central) muy ancho que era
flanqueado por otras dos o cuatro naves laterales más pequeñas. Tras el Edicto de
Milán, se empezaron a erigir templos cristianos usando la forma arquitectónica basilical.
Con el tiempo, la categoría de “basílica” se desligó de la estructura arquitectónica para
adquirir un significado litúrgico. Desde el punto de vista litúrgico, un templo es basílica
cuando el papa le otorga esta distinción por su importancia, su historia o algún otro
aspecto que le de relieve. Así pues, con independencia de que un templo tenga desde el
punto de vista arquitectónico tenga un trazo cruciforme, basilical, o de otro tipo, puede
tener la categoría litúrgica de basílica por concesión papal.
Hay dos tipos de basílicas: las mayores y las menores. Las mayores solo son cuatro y
están en Roma: San Pedro, San Pablo, Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Las
basílicas menores pueden estar en Roma o en cualquier otra parte del mundo.
Para obtener el título basilical, un templo debe ser una iglesia consagrada y que tenga un
peculiar cuidado en la celebración de la Eucaristía, de la Penitencia, y los demás
sacramentos, contando con la activa participación de los fieles; debe contar con un
número suficiente de clérigos para atender el culto divino y el confesionario; y debe de
tener un número suficiente de ministros del altar y de cantores, para fomentar la
participación de los fieles, así como la música y el canto.
Cuando un templo tiene el título de basílica, conlleva que los fieles puedan lucrar
indulgencia plenaria si se visita el día del aniversario de la dedicación de la misma
basílica, el día de la titular principal, en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, el día
del aniversario de la concesión del título basilical, un día elegido por el obispo
diocesano, y el día elegido una vez al año por cada uno de los fieles.
Las basílicas tienen derecho a usar unas determinadas insignias:
La primera es la umbrela basilical, que es una umbrela hecha con doce franjas de seda o
damasco que alternan los colores rojo y amarillo, que son heredados del Senado
Romano, y que fueron adoptados para la umbela como insignia del gobierno papal. Se
remata por un globo con una cruz, ambos de metal dorado, todo montado en una pértiga.
Se coloca en algún lugar de la basílica, y se lleva en las procesiones. La umbrela
permanece semiabierta esperando al Pontífice, y solamente se abre del todo para recibir
a éste.
La segunda es el tintinábulo, que es una pequeña campana de metal, montada en un
campanario que se lleva sobre un astil. El campanario es tradicionalmente un bastidor
de madera o metal con el titular de la basílica pintado o grabado en una cara y el escudo
en la otra. El tintinábulo se usa en las procesiones. Parece que su origen tenía una
finalidad práctica, avisar de la procesión.

Umbrela, palio y baldaquín

En las procesiones de Corpus Christi se usan algunos objetos para cubrir la custodia con
el Santísimo Sacramento.
En primer lugar está la umbrela, que es una especie de paraguas de tela y bordados
finos, con la que se cubre a la Eucaristía en los traslados cortos y los que son dentro de
una iglesia.
En segundo lugar está el palio, que es un paño rectangular sostenido por varas, que
suele estar ricamente bordado en su parte superior así como en sus caídas, que se llaman
bambalinas.
La palabra palio tiene otros dos significados en el ámbito litúrgico. Por una parte, es el
ornamento de lana que usan sobre sus hombros los arzobispos. Por la otra, es el lienzo
con el que se cubre el cáliz durante la misa para evitar que caiga polvo o entren insectos.
En este último caso también se le llama palia.

Finalmente, el Santísimo puede ser trasladado en un baldaquín, que es una estructura de


madera o de metal formado por columnas en las que descansa un techo o dosel, en
medio de la cual se coloca la custodia.

El incensario y la naveta
El incienso es una resina que, cuando se quema, emite un olor agradable. Esta resina se
toma de la savia de las plantas de la familia terebintáceas.
En las Escrituras aparece el incienso varias veces con un significado de culto, honor y
oración de sacrificio, además de los usos de aromatización y purificación.
Como culto aparece en la ofrenda de los Magos al niño Jesús (Mateo 2,11). Con ese
incienso, los magos adoraron al niño Jesús, es decir le dieron un uso latréutico, es decir,
de instrumento de culto.
Como honor también aparece en los regalos de los Magos al Señor. Cada uno de los
obsequios resaltan una característica: oro porque es Rey, incienso porque es Sacerdote,
y mirra porque es profeta, Cristo. Aquí vemos, por lo tanto, el uso de incienso como un
honor hacia lo sagrado. Por eso la Iglesia usa incienso en honor a los sacerdotes,
reliquias, imágenes e incluso las personas.
Finalmente, como oración y sacrificio, aparece en el salmo 141, en donde dice “Suba a
ti, Señor, mi oración como incienso en tu presencia.”, y en el Apocalipsis se menciona
que vino un ángel “que se ubicó junto al altar con un incensario de oro y recibió una
gran cantidad de perfumes, para ofrecerlos junto con la oración de todos los santos,
sobre el altar de oro que está delante del trono. Y el humo de los perfumes, junto con las
oraciones de los santos, subió desde la mano del Ángel hasta la presencia de Dios.”
El incensario es un pequeño brasero suspendido por cadenas, en la que se quema el
incienso. También se le llama turíbulo.

Tiene varias partes:


1.- Base, que es el lugar en donde se depositan los carbones y el incienso, que sirve
como brasero.
2.- Tapa (opérculo), que es la parte superior del cuerpo del incensario, y es lo que
permite abrir y cerrarlo.
3.- Las cadenas, que son las que sostienen la base del incensario y la tapa. Normalmente
son tres unidas la base y una más unida a la tapa.
4.- El disco, que es un cilindro al que llegan las tres cadenas unidas a la base.
5.- Las argollas, que son dos anillos: uno se encuentra en la parte superior del disco y
uno más al final de la cadena que sale de la base.

La naveta es el complemento obligado del incensario. Consiste en una caja que contiene
el incienso. Normalmente, tiene forma de nave, de ahí su nombre. Siempre va
acompañado de una cuchara con la que se pone el incienso en el turíbulo.
El cirio pascual

El cirio pascual es una vela de tamaño mayor a las demás, que tiene dibujada una cruz,
el signo del alfa, del omega y el año y cinco granos de incienso clavados. Es un símbolo
de Cristo resucitado y de su luz. Es una vela de renovación anual. Se bendice en la
Vigilia Pascual de cada año, con lo cual se sustituye el del año anterior.
En la Vigilia Pascual, fuera de cada templo, se enciende el fuego nuevo y se bendice
con una oración. Tras ello, se le pasa al celebrante el cirio, en el que traza una cruz, el
signo del alfa y el del omega y cinco granos de incienso de la siguiente forma:
1. Traza la raya vertical y dice: “Cristo ayer y hoy”
2. Traza la línea horizontal y dice: “Principio y fin”
3. Traza la letra alfa sobre la línea vertical y dice: “Alfa”
4. Traza la letra omega debajo de la línea vertical y dice: “Y Omega”
5. Traza el primer número del año en curso en el ángulo superior izquierdo de la cruz y
dice: “Suyo es el tiempo”
6. Traza el segundo número del año en curso en el ángulo superior derecho de la cruz
y dice: “Y la eternidad”
7. Traza el tercer número del año en curso en el ángulo interior izquierdo de la cruz y
dice: “Á el la gloria”
8. Traza el cuarto número del año en curso en el ángulo interior derecho de la cruz y
dice: “Por lo siglos de los siglos. Amén”.
Después, el celebrante incrusta cinco granos de incienso en forma de cruz mientras dice
en cada grano:
1. Por sus llagas
2. santas y gloriosas
3. nos proteja
4. y nos guarde
5. Jesucristo nuestro señor. Amén
Tras ello es llevado el cirio encendido en procesión hasta el presbiterio. Ahí se coloca
en un candelero a un lado del ambón (no en el centro del presbiterio). Ahí debe de
permanecer todo el Tiempo de Pascua, encendiéndose en las celebraciones litúrgicas.
Terminado el Tiempo de Pascua, el cirio debe de colocarse junto a la fuente bautismal y
permanecer apagado. Únicamente se encenderá en los bautismos, y también puede
usarse en las misas exequiales, colocado junto al féretro, y en las bendiciones de nuevas
fuentes bautismales.
El conopeo

El conopeo es un velo que cubre el sagrario donde se reserva la Eucaristía. Debe ser del
color litúrgico propio del día, salvo negro. En algunos casos es de tul y en otros es de
una tela más pesada. Si el Santísimo se retira, se quita el conopeo o se levanta.
El conopeo es un signo de la tienda del tabernáculo del Arca de la Alianza. Por tanto,
debe recubrir el sagrario completamente. Esto supone que muchas veces se oculte la
suntuosidad o el arte empleado en la construcción del sagrario. Sin embargo, esto hace
que todos los sagrarios sean iguales, desde los más sencillos hasta los de mayor
elaboración: todos parecen una rica tienda en la cual habita el Señor.
El conopeo, además, tiene una función práctica, pues indica que el Santísimo está en su
interior. De esta forma, en un templo con varios sagrarios, los fieles pueden saber en
donde está reservado el Santísimo porque tiene un conopeo.

El velo del copón


El velo del copón también llamado capillo o cubrecopón es una pieza circular de tela
dorada o seda blanca, que se usa para cubrir el copón cuando contiene formas
consagradas.
A diferencia del cáliz, que se cubre con un velo cuando no se usa, el copón puede
cubrirse cuando en su interior hay formas consagradas. Su objeto es hacer notar que
dentro está el Cuerpo de Cristo, y con ello evitar accidentes derivados del
desconocimiento de si las hostias han sido o no consagradas. Su uso no es obligatorio,
pero es muy recomendable por la razón antes señalada.
Como se decía, mientras el Santísimo Sacramento esté reservado en él, el copón se
puede cubrir, y se debe eliminar el velo cuando no lo esté. Por tanto, al inicio de la Misa
debe de estar descubierto el copón, y se le coloca el velo justo antes de colocarlo en el
tabernáculo después de la Comunión. Esto quiere decir que tras la consagración no debe
de velarse el copón, sino hasta que se va a reservar.

El velo del cáliz


El velo del cáliz es un pequeño paño del mismo color y tela de la casulla (o siempre
blanco), que sirve para cubrir todo el cáliz desde el comienzo de la misa hasta el
ofertorio; y luego, después las abluciones. No es obligatorio usarlo, pero la Instrucción
General del Misal dice que es un uso loable (núm. 118).
La presencia de cortinas y velos en la liturgia se debe al culto judío. Por ejemplo, a la
entrada del santuario en el templo de Jerusalén, el velo era una señal de reverencia ante
el misterio de la “Shekinah”, la presencia divina.
El velo es un signo de la necesidad de no tocar con las manos impuras, cosas sagradas:
un símbolo de la pureza espiritual de la necesidad de estar más cerca de Dios. Si la
liturgia se compone de símbolos, esta es una de las más importantes. En principio, los
vasos sagrados, cuando no esté en uso, siempre están velados para aludir a la riqueza
que se esconde allí. Es por ello que el cáliz debe cubrirse cuando no se usa.

La palia

La palia es una pieza de tela cuadrada, reforzada de cartón o madera en su interior, que
se coloca sobre el cáliz. La parte superior de la palia se puede adornar ricamente. Si
tiene forma redonda se llama hijuela. Su uso es optativo, conforme a la Instrucción
General del Misal Romano (n. 142). Sin embargo, es muy conveniente usarla para evitar
que el polvo o los insectos entren dentro del cáliz.
Antes de la Misa se coloca sobre la patena con la hostia que, a su vez, se coloca sobre el
purificador puesto sobre el cáliz. En el ofertorio se quita para la presentación de los
dones y, tras la presentación del vino, se coloca directamente sobre el cáliz. Se vuelve a
quitar en el momento de la epíclesis, y se regresa tras la consagración del vino.
Nuevamente se quita en el momento de la fracción del pan. Si un diácono asiste a la
Misa, él debe de quitarla y ponerla; de lo contrario lo hace el sacerdote. Cuando se
descubre el cáliz, la palia suele colocarse sobre el purificador para que el sacerdote
pueda tomarla con mayor facilidad.

El manutergio

El manutergio es un paño con el que el celebrante se seca las manos cuando se las lava
en la Misa. Puede ser de lino, de toalla, o de otro material que sea absorbente. Suele
bordarse una cruz u otro signo litúrgico en un borde, para distinguirlo del purificador.
En algunos lugares se le llama cornijal.
En algunos lugares, el manutergio se coloca sobre el altar, cuando se ponen las vinajeras
sobre éste. En estos casos se pone por encima del mantel y por debajo de las vinajeras,
del lado derecho del celebrante. El objeto es que, si cae una gota de vino cuando se
prepara el cáliz o se hacen las purificaciones, no llegue al mantel y lo manche.

El corporal

El corporal es un paño cuadrado, que se extiende durante la Misa encima del altar para
colocar sobre ello el cáliz, el copón y la patena, y dejar sobre éste la hostia en la forma
tradicional. Su nombre viene del latín corpus, que significa Cuerpo, pues sobre ella va a
reposar el Cuerpo del Señor.
Debe ser de un lienzo blanco. Es preferible que no lleve adornos, para significar mejor
la asociación que tradicionalmente se ha hecho con el santo sudario. No obstante, se
suele poner una cruz en el centro del lado más próximo al celebrante.
Su uso en la Misa es obligatorio (IGMR 80). Además, se debe usar en la exposición del
Santísimo, para colocar encima la custodia o copón. También se coloca sobre una
mesita cuando se lleva la comunión a los enfermos.
El corporal se dobla en nueve secciones iguales. En la Misa se extiende sobre el altar en
el momento del ofertorio y tras la Comunión se lo dobla y retira. En la forma tradicional
se extiende desde el comienzo de la Misa hasta después de la Comunión.
El modo normal de extender el corporal es el siguiente: a) Se coge el corporal con la
mano derecha y se coloca plano en el centro del altar, aún doblado; b) se desdobla
primero a la izquierda y luego a la derecha, conformándose tres cuadrados; c) se
desdobla la sección más alejada del celebrante, hacia fuera, de modo que queden seis
cuadrados; d) finalmente, se desdobla el pliegue más próximo al celebrante, quedando
visibles los nueve cuadrados, y se ajusta el corporal a unos tres centímetros del borde
del altar.
Para doblar el corporal se siguen los mismos pasos pero a la inversa: se doblan los tres
cuadrados más próximos al celebrante hacia dentro; después los tres más lejanos hacia
sí, y finalmente los cuadrados derecho e izquierdo hacia el central.

El purificador

El purificador es un paño rectangular que se suele plegar longitudinalmente, que suele


tener una cruz o símbolo litúrgico estampada en el centro. Se utiliza a modo de toalla en
la limpieza de los vasos sagrados o la cruz cuando es besada. No se debe adornar en
exceso y debería ser de lino blanco o de otro tejido absorbente.
Antes de la Misa se coloca sobre el cáliz, y encima del purificador se dispone la patena
con la hostia de mayor tamaño. En el ofertorio, antes de preparar el cáliz, se coloca a la
derecha del corporal, y de ahí es tomado para ser usado por el sacerdote. Tras las
abluciones, se vuelve a colocar encima del cáliz, como al inicio de la Misa.

El vino
El vino que se utiliza para la Santa Misa debe ser natural, fruto de la vid y puro, es
decir, no mezclado con sustancias extrañas (CIC, c. 924§3 e IGMR n. 322). Debe de
usarse vio autorizado por los obispos pues el vino comercial muchas veces no es natural
y fruto de la vid. No puede usarse vino avinagrado (IGMR n. 323).
En caso de que un fiel laico no pueda consumir vino, comulgará sólo bajo la especie del
pan. Si un sacerdote puede solo consumir un poco de vino, en la celebración individual
comulga esta mínima cantidad por intención y, el resto, lo consume un fiel que participa
en la Eucaristía (Congregación para la Doctrina de la Fe, carta circular de 24 de julio de
2003).
Si un sacerdote no puede consumir nada de alcohol por estar afectado de alcoholismo o
de otra enfermedad, previo certificado médico, su Ordinario le puede conceder licencia
para celebrar la Santa Misa con mosto (Congregación para la Doctrina de la Fe, cartas
circulares de 24 de julio de 2003 y de 19 de junio de 1995).
En efecto, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha dicho que es materia válida para
la Eucaristía el mosto, esto es, el zumo de uva fresco o conservado, cuya fermentación
haya sido suspendida por medio de procedimientos, como el congelamiento, que no
alteren su naturaleza. (Congregación para la Doctrina de la Fe, cartas circulares de 24 de
julio de 2003 y de 19 de junio de 1995).
A quienes gocen de licencia para el uso del mosto les está impedido, en principio,
presidir la Santa Misa concelebrada. Sin embargo pueden darse excepciones, como
cuando se trata de un obispo o un superior general, o cuando un sacerdote celebra en el
aniversario de su ordenación sacerdotal y en otras ocasiones similares. En estos casos el
que preside la Eucaristía hará la comunión bajo la especie del mosto, mientras para los
concelebrantes se preparará un cáliz con vino normal. Si no presiden la concelebración,
pueden comulgar bajo la sola especie del Pan (Congregación para la Doctrina de la Fe,
carta circular de 19 de junio de 1995).
Si por alguna razón un laico no puede consumir ni pan ni vino, puede pedir una licencia
especial a la Santa Sede para que se use mosto. (Congregación para la Doctrina de la Fe,
carta circular de 19 de junio de 1995).
En cuanto al color del vino, no hay una norma especial. En algunos casos se prefiere el
tinto, por su significado, y en otros lugares se prefiere el blanco, porque es más fácil de
lavar de los manteles y purificadores.
La Santísima Eucaristía, bajo la especie del vino, puede reservarse en el sagrario para
dar la comunión a un enfermo que no pueda tragar la Hostia. En estos casos, se usa un
vaso de cristal o de vidrio preferentemente cerrado.

El pan
De acuerdo con el Código de Derecho Canónico, el Sacrificio eucarístico se debe
ofrecer con pan, y el pan debe ser exclusivamente de trigo y hecho recientemente, de
manera que no haya ningún peligro de corrupción (Can. 924). Según la antigua tradición
de la Iglesia latina, el sacerdote, dondequiera que celebre la Misa, debe hacerlo
empleando pan ázimo. (Can. 926).
En la elaboración de las hostias no pueden agregarse ingredientes extraños a la harina
del trigo y al agua. (Inaestimabile donum n. 8), de forma que la adición de otra clase de
harina, colorante, azúcar, manteca, sal, miel, etc., hacen que la materia sea dudosamente
inválida.
Para los intolerantes al gluten, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha indicado
que es válido preparar hostias con la mínima cantidad de gluten necesaria para obtener
la panificación sin añadir sustancias extrañas ni recurrir a procedimientos que
desnaturalicen el pan, pero ha recalcado que las hostias sin nada de gluten son materia
inválida para la Eucaristía. Para ello, el obispo puede conceder a los fieles y a los
sacerdotes la licencia (habitual o solo por un tiempo) para usar pan con una mínima
cantidad de gluten como materia para la Eucaristía. Si un sacerdote no puede comulgar
ni siquiera con una mínima cantidad de gluten, no puede celebrar individualmente la
Eucaristía ni presidir la concelebración. (Carta Circular de 24 de julio de 2003).
Siempre se requiere que la hostia tenga la forma redonda tradicional como símbolo de
unidad y perfección (IGMR n. 321).
Generalmente hay una hostia más grande para el uso del sacerdote. El tamaño
tradicional es de unos 7 cm de diámetro, aunque en algunos lugares es costumbre que
sea más grande (de unos 15 o 20 cm). Es costumbre que se grabe un símbolo sagrado
por una cara y, por la otra, se marca para facilitar la fracción. De esta hostia, el
sacerdote comulga una parte y le da las otras partes a los fieles.
Además de la hostia grande, pueden hacerse hostias más pequeñas para el pueblo (de
unos 3 cm de diámetro) cuando lo exija el número de los que van a recibir la Sagrada
Comunión y otras razones pastorales (IGMR n. 321).
El pan debe de ser reciente. Por ello, el Código de Derecho Canónico dispone que las
Hostias consagradas deben renovarse con frecuencia, consumiendo debidamente las
anteriores (Can. 939). La norma no indica la frecuencia de la renovación, pero algunos
autores indican que debe ser, cuando menos, cada dos semanas.

Los oleos

Desde el Antiguo Testamento es posible observar el uso del aceite como elemento de
curación y de unción. Se usaba para ungir y consagrar a reyes, sacerdotes y profetas,
pues prefiguraban a Cristo, el Ungido.
La liturgia cristiana ha retomado el uso del aceite, y se utilizan tres tipos: el óleo de los
catecúmenos, que se usa para ungir a los que serán bautizados; el óleo de los enfermos,
que se usa para ungir a quien recibe el sacramento de la Unción de Enfermos; y el Santo
Crisma, con el que se unge a los recién bautizados, a los confirmandos y a quien recibe
las sagradas órdenes, además de derramarse sobre los altares cuando se consagran.
Los santos óleos deben ser de aceite de oliva o, cuando éste no se puede conseguir con
facilidad, de aceite vegetal a juicio de la conferencia episcopal (Código de Derecho
Canónico, c. 874).
El óleo de los enfermos y el óleo de los catecúmenos se bendicen en la Misa Crismal
que celebra el obispo en cada diócesis. En esa misma celebración se consagra el Santo
Crisma, al que se le agrega un bálsamo oloroso. Este bálsamo deja un olor en la persona
u objeto al que se unge: el buen olor de Cristo del que habla San Pablo.
Los óleos se renuevan cada año en la Misa Crismal, como se ha dicho. Los del año
anterior se queman. Pueden colocarse en algunas lámparas para consumirse. Hay que
señalar que el uso de los óleos del año anterior no afecta la validez del sacramento, pero
solo deben usarse en caso de verdadera necesidad (Código de Derecho Canónico, c.
847).

Preparación de los ornamentos


Antes de una celebración litúrgica deben de prepararse los ornamentos litúrgicos que se
usarán. Estos han de colocarse de modo que los clérigos puedan revestirse con facilidad.
Se suelen disponer en orden inverso al que se revisten, de modo que el primer
ornamento que se coloca es el último que se reviste.
La casulla o dalmática se extiende con la parte de atrás hacia arriba, que puede doblarse
al revés, para que pueda ponerse con facilidad. Si el obispo debe llevar dalmática, se
coloca encima de la casulla.
La estola se dispone sobre la casulla o dalmática, de manera que el centro pueda
tomarse directamente y colocarse en los hombros sin tener que girarla.
El cíngulo se prepara sobre la estola. Puede doblarse para que las borlas queden juntas.
El alba se extiende sobre los ornamentos ya dispuestos con la parte de la espalda hacia
arriba; así, puede colocarse con facilidad.
El amito se dispone sobre todos los ornamentos, con el extremo de las cintas alejado del
borde de la mesa.
Si un obispo celebra, a un lado de los ornamentos se coloca la mitra, y sobre una
bandeja puede colocarse tanto el solideo como la cruz pectoral. Si celebra un arzobispo
metropolitano, en una bandeja colocada junto a los ornamentos se coloca el palio y,
debajo de éste, los clavos.
Cuando se preparan los ornamentos para los concelebrantes puede ser útil colocar
tarjetas sobre cada grupo de ornamentos con el nombre del clérigo o con la talla de las
albas. Si concelebran muchos sacerdotes, las albas y las casullas pueden colgarse en
perchas.
Conforme al uso tradicional, cuando el obispo celebra la Santa Misa los ornamentos no
se colocan sobre una mesa, sino sobre un altar, para significar que se reviste de Cristo.

Cuando un presbítero celebra la Santa Misa, es común que tome los ornamentos de la
mesa y se revista, salvo el cíngulo, que lo toma el acólito y se lo pasa al celebrante por
la espalda, poniendo las borlas del lado derecho, para que el sacerdote pueda agarrarlo
con facilidad y ceñírselo.
Tradicionalmente, cuando un obispo celebra solemnemente, cada uno de los acólitos
toma un ornamento de la mesa, se forman, y se los entregan al obispo para que los
revista. Este es el modo de proceder del papa Francisco cuando se reviste para las Misas
solemnes.

Las vimpas
Las vimpas son dos velos que los acólitos llevan sobre sus hombros para sostener la
mitra y el báculo (o la férula en el caso del papa) cuando no los están usando. Su objeto
es prestar reverencia a la mitra y al báculo, y evitar que sean tocadas por las manos de
los acólitos.
Son muy parecidas al velo humeral, pero se distinguen tanto por su simplicidad: en
tanto el humeral está destinado a tocar el Santísimo, es elaborado con una tela más
noble y ornamentado más ricamente, mientras que las vimpas son hechas con una tela
más simple y sin ningún ornato.
Las vimpas pueden ser del color litúrgico del día o siempre blancas. Junto con el amito,
el alba, la sobrepelliz, y el cíngulo, son los únicos ornamentos que pueden usar los
ministros no ordenados.
Su uso no es obligatorio, pero es muy conveniente usarlos, tanto por su simbolismo
como por su practicidad. En todas las celebraciones presididas por el papa, los acólitos
las usan para portar las insignias pontificias.

El velo humeral

El velo humeral, también llamado paño de hombros o simplemente humeral, es un trozo


de tela de aproximadamente dos metros de largo por cincuenta centímetros de ancho
que el sacerdote usa sobre los hombros y espalda, con el que cubre sus manos para
portar respetuosamente el Santísimo Sacramento y ciertos objetos sagrados dignos de
veneración.
Hay humerales de todos los colores litúrgicos. Sin embargo, para tomar el Santísimo
esté en custodia o en copón solo puede usarse el blanco, aunque el sacerdote esté
revestido con ornamentos de otro color. (Ritual de la Sagrada Comunión y el culto del
Misterio Eucarístico fuera de la Misa, núm. 92).
En las Misas solemnes celebradas en la forma extraordinaria, el paño de hombros lo usa
el subdiácono para sostener la patena desde el ofertorio. Esto se hace porque en la
antigüedad los fieles llevaban el pan y los subdiáconos lo recogían en patenas y se lo
entregaban al sacerdote, quien tomaba lo necesario para la Misa, y el resto lo llevaban
los subdiáconos a la sacristía para ser repartido entre los pobres posteriormente. Luego
volvían con las patenas envueltas en paños, para que sirviesen en la distribución de la
Eucaristía.

La capa pluvial

La capa pluvial es un manto circular que cubre toda la espalda de quien la viste y se
sujeta por delante con un broche, y en la parte posterior tiene un capillo.
En la antigüedad, para las procesiones los clérigos empezaron a usar una capa que no
sólo les cubría el cuerpo, sino que además tenía entre los hombros una capucha con la
que protegerse la cabeza si empezaba a llover. Por ese motivo, se le llamó pluvial, es
decir, para la lluvia. Con el tiempo, la capucha desapareció, pero en memoria de esta
capucha, hoy se coloca un capillo o escudo bordado en la parte trasera.
Posteriormente, la capa comenzó a ser utilizada en las comunidades monásticas por los
miembros más importantes y, de ahí su uso se extendió a toda Europa como un
ornamento para las funciones litúrgicas menores, como procesiones, o la liturgia de las
horas.
Esas capas empezaron a ser decoradas tanto en los extremos de la parte del frente con
ricos bordados que forman dos columnas, como en la parte trasera, especialmente en el
capillo. Además, por su carácter de manto abierto, se le empezó a sujetar por los dos
extremos delanteros con un broche, que pronto tuvo una importancia ornamental, en la
forma de placa amplia, ovalada o rectangular, de hasta 18 centímetros, que solía hacerse
de plata u oro, con incrustaciones de piedras preciosas. Este broche ricamente decorado
es llevado hoy en día solo por los obispos.
La capa pluvial hoy en día debe de ser del color litúrgico del día, y debe usarse en las
procesiones y en ciertas ceremonias, como la bendición de las candelas, de la ceniza, o
de los ramos; en la bendición con la custodia durante la exposición del Santísimo
Sacramento; en los ritos exequiales fuera de la Misa; y en el rezo solemne de las laudes
y vísperas.
En la forma extraordinaria, además, la visten los ministros del báculo y la mitra del
obispo en las funciones pontificales, y lo usa el presbítero asistente.

El roquete y la sobrepelliz
Dos ornamentos muy parecidos son el roquete y la sobrepelliz. Ambos son similares al
alba, pero más cortos. Se usan por encima de la sotana, pero no se ciñen con el cíngulo.
A pesar de estas similitudes, son distintos. La clave de la diferencia está en las mangas:
el roquete tiene mangas estrechas y largas, mientras que la sobrepelliz las tiene más
anchas y más cortas.
La sobrepelliz la pueden usar todos los clérigos para administrar los sacramentos, y
también es parte del hábito coral de diáconos, presbíteros, capellanes de su santidad y de
los prelados de honor. Incluso pueden vestirlo los acólitos.
El roquete, en cambio, es una vestidura de dignidad que se viste con el hábito coral por
los canónigos, los prelados superiores de la cura romana, los auditores de la Rota
Romana, el promotor general de justicia o defensor del vínculo de la Signatura
Apostólica, los protonotarios apostólicos, los clérigos de la cámara apostólica, los
obispos, los cardenales, y el papa.

La casulla
La casulla, del latín “casula” (pequeña casa), es la vestidura exterior que utiliza el
sacerdote para la celebración de la misa. La única excepción actual en la que se usa
casulla fuera de la celebración de la misa es el oficio de Viernes Santo.
Originalmente tenía forma holgada, cónica y envolvente. A este tipo se le conoce como
“casulla gótica”
Paulatinamente, a medida que la prenda se fue enriqueciendo con bordados, al sacerdote
se le hacían difíciles ciertos movimientos, como la elevación o la incensación. Para
facilitar esos movimientos la prenda se fue recortando hasta que en el siglo XVI
únicamente cubría el tronco del sacerdote y los brazos quedaban completamente libres.
A este tipo de casulla se le ha llamado “romana” y algunos le llaman “de guitarra”. Es
muy cómoda para el sacerdote, pero alejada del modelo original.
Como parte del movimiento litúrgico de finales del siglo XIX y principios del XX se
retomó el uso de casullas góticas. Tras el Concilio se consideró que las casullas góticas
eran las únicas aceptadas, siguiendo el espíritu de por la “renovación litúrgica”.
Nunca se prohibieron las casullas “romanas”, pero se empezaron a considerar algo
reaccionario. Por ese motivo, muchos templos se deshicieron de verdaderas obras de
arte por el ánimo “primaveral” que sacudió a la Iglesia. Hasta hace poco se podían
encontrar en venta en puestos callejeros de antigüedades.

A la par de que deshacían de las casullas tradicionales se empezaron a confeccionar


casullas góticas, pero no con el diseño original medieval, sino hechas con diseños
pobres (de mal gusto en muchos casos) y materiales corrientes.
Queremos indicar que tanto las casullas góticas como las casullas de guitarra responden
a la tradición. El corte no es símbolo de conservadurismo o renovación. Ambos tienen
muchos siglos de tradición.
Se use cualquiera de los dos cortes, debe de procurarse que la casulla sea de materiales
dignos, y con diseños y bordados que, aunque sean simples, sean de buen gusto.
Otra cosa: si un templo cuenta aún con casullas de guitarra, no deben de tirarse a la
basura o venderse. Pueden y deben de usarse.

Mientras el sacerdote se reviste la casulla dice la siguiente oración:


“Dómine, qui dixísti: Iugum meum suáve est et onus meum leve: fac, ut istud portáre sic
váleam, quod cónsequar tuam grátiam. Amén.”
Lo que puede traducirse como: “"Señor, que dijiste: ‘Mi yugo es suave y mi carga
ligera’: haz que lo lleve de tal manera que alcance tu gracia. Amén”.
De esta oración se desprende que la casulla simboliza el yugo del Señor. A partir de este
simbolismo, el papa Benedicto XVI en la Misa Crismal de 2007 explicó este significado
en su homilía:
“Llevar el yugo del Señor significa ante todo: aprende de Él. Estar siempre dispuestos a
asistir a la escuela de Jesús. De Él debemos aprender la pequeñez y la humildad –la
humildad de Dios que se muestra en su ser hombre. Algunas veces quisiéramos decirle a
Jesús: Señor, tu yugo no es para nada ligero. Más bien, es tremendamente pesado en
este mundo. Pero al mirarlo a Él que ha cargado con todo, que en sí ha probado la
obediencia, la debilidad, el dolor, toda la oscuridad, entonces todos nuestros lamentos se
apagan. Su yugo es el de amar con Él. Y mientras más lo amamos, y con Él nos
convertimos en personas que aman, más ligero se vuelve nuestro yugo aparentemente
pesado. Oremos para que nos ayude a ser junto con Él personas que aman, para
experimentar así siempre más cuán bello es portar su yugo”
Decíamos que, a grandes rasgos, existen dos formas de casulla: la gótica, que es la que
cubre los brazos, y la romana que es la que no lo hace. Sin embargo, en las distintas
regiones del mundo, las casullas romanas, también llamadas “de guitarra” han adquirido
formas diversas:
-La casulla francesa la abertura es más larga y profunda en la parte delantera.

-La casulla germánica presenta una abertura redonda para la cabeza y sobre la parte
posterior los galones forman una cruz mientras que por delante el ornamento es una
simple columna. En torno al cuello hay un borde estrecho y una costura en los hombros.

-La casulla española presenta por delante la columna y por detrás la columna o la cruz.
La abertura es larga y redonda y puede ser galoneada. Es la más recortada por los
costados.

La dalmática
La dalmática es el ornamento exterior propio del diácono. Es una túnica con mangas
anchas que llega hasta las rodillas. Está cerrada delante, y está abierta por los costados
hasta el hombro.
Los obispos también la usan durante las misas, revistiéndola por debajo de la casulla.
Con ello se recuerda que el obispo posee los tres grados del orden sacerdotal. También
le debe recordar al obispo que sigue siendo diácono y, por tanto, servidor. Solamente la
usan en las misas pontificales o estacionales. En las misas privadas, no.
Generalmente se confeccionan dalmáticas más ligeras para los obispos respecto a las de
los diáconos, que son más adornadas. Eso con el objeto de que no sean tan calurosos y
pesados sus ornamentos.
Mientras el obispo o el diácono revisten la dalmática dicen la siguiente oración:
“Índue me, Dómine, induménto salútis et vestiménto laetítiae; et dalmática iustítiae
circúmda me semper.”
Que puede traducirse como: “Vísteme, Señor, con la prenda de salvación y el vestido de
la alegría; y rodéame siempre con la dalmática de justicia.”

La estola
La estola es una prenda de tela que los ministros ordenados usan alrededor del cuello en
las celebraciones litúrgicas. Simboliza la autoridad sacerdotal. Su nombre procede del
griego stolé, vestido, traje. Durante la misa es revestida por encima del alba y debajo de
la casulla. En ceremonias con muchos concelebrantes, y ante la falta de casullas,
algunos de los concelebrantes sólo visten la estola. Cuando se viste la capa pluvial, va
por debajo de ésta. También puede usarse sobre el sobrepelliz en determinadas
celebraciones. En otras se viste directamente encima de la sotana.
La estola es usada por diáconos, presbíteros y obispos. Hasta antes del Concilio
Vaticano II, y en el rito extraordinario, cada uno de los grados del orden la vestía de
distinta forma, para significar la distinción de grados:
-Los diáconos, desde el hombro izquierdo hasta el lado derecho del tronco, en donde se
sujetaba.
-Los presbíteros, colgando del cuello y cruzada por el pecho, de forma que la tira que
sale del hombro derecho se sujeta en el lado izquierdo del tronco y viceversa.
-Los obispos, colgando del cuello pendiendo ambos lados de forma paralela.
Modo presibiteral Modo diaconal
Actualmente sólo hay una distinción entre presbíteros y diáconos. La Instrucción
General del Misal Romano dispone:
“340. El sacerdote lleva la estola alrededor del cuello y pendiendo ante el pecho; pero el
diácono la lleva desde el hombro izquierdo pasando sobre el pecho hacia el lado
derecho del tronco, donde se sujeta.”
La estola debe tener bordada una cruz en el centro y en cada uno de sus extremos.
Es costumbre que, al ponérsela, el ministro primero le de un beso a la cruz que está en el
centro, mientras dice la oración:
“Redde mihi, Domine, stolam immortalitatis, quam perdidi in praevaricatione primi
parentis; et, quamvis indignus accedo ad tuum sacrum mysterium, merear tamen
gaudium sempiternum”
Lo que puede traducirse como: “Devuélveme, Señor, la túnica de la inmortalidad, que
perdí por el pecado de los primeros padres; y, aunque me acerco a tus sagrados
misterios indignamente, haz que merezca, no obstante, el gozo eterno.”

El cíngulo

El cíngulo es un cordón, con una borla en cada extremo, usado por ministros durante las
celebraciones litúrgicas con el que los sacerdotes se ciñen el alba tanto a lo largo como a
lo ancho. Usualmente es blanco, aunque también puede ser dorado o del color litúrgico
correspondiente a cada celebración.
El cíngulo tiene su origen del cintum o cingulum romano y ha tomado desde el principio
la forma de cordón o de faja. En algunos lugares, como en Roma, suele ser de lino. Pero
en otros lugares es de seda de distintos colores con hilos de oro.
Su uso es obligatorio, salvo que el alba esté adaptada al cuerpo sin necesidad del
cíngulo. La Instrucción General del Misal Romano dispone:
“336. La vestidura sagrada para todos los ministros ordenados e instituidos, de cualquier
grado, es el alba, que debe ser atada a la cintura con el cíngulo, a no ser que esté hecha
de tal manera que se adapte al cuerpo aun sin él.[…]”
A pesar de que el alba se ajuste al cuerpo del ministro, me parece que es bueno usarlo
atendiendo a su simbolismo, que se expresa en la oración que se dice al revestirlo:
“Praecinge me Domine, cingulo puritatis, et exstingue in lumbis meis humorem
libidinis, ut maneat in me virtus continentiae et castitatis”
Que puede traducirse como: “Cíñeme, Señor, con un cíngulo de pureza, y extingue en
mi la llama de la pasión, para que permanezca en mí la virtud de la continencia y de la
castidad”.

El alba

El alba es una prenda larga de lino o algodón que utiliza el sacerdote, el diácono y los
demás ministros del altar en las celebraciones litúrgicas. Se llama así por ser de color
blanco (el blanco en latín es albus). Su origen está en la “tunica talaris” romana.
Para las grandes fiestas y solemnidades, desde el siglo X los márgenes de las mangas y
la parte inferior se han adornado con deshilados o con encaje. Debajo del encaje puede
verse la sotana coral del celebrante, de forma que se puede apreciar el color negro,
violeta, rojo o blanco de la sotana. El Papa Benedicto XVI utilizó muchas albas con
encaje en su pontificado. Algunas llevaban encaje en hilo de oro. Sin embargo, tras el
Concilio Vaticano II muchos sacerdotes consideran que el encaje es un adorno
reaccionario y han optado por omitirlo y usar siempre albas simples.
Mientras el sacerdote se reviste con el alba dice la siguiente oración:
Dealba me, Domine, et munda cor meum; ut, in sanguine Agni dealbatus, gaudiis
perfruar sempiternis. Amen.
Lo que puede traducirse como “Hazme puro Señor, y limpia mi corazón, para que,
santificado por la Sangre del Cordero, pueda gozar de las delicias eternas. Amen.”.

El amito
El amito es la prenda destinada a cubrir el cuello y las espaldas del obispo, el sacerdote,
el diácono, o acólito en las celebraciones litúrgicas. El amito se coloca bajo el alba. La
Instrucción General del Misal Romano dispone que deba usarse obligatoriamente, salvo
que el alba cubra totalmente el alzacuello. Textualmente establece:
“119. […] Todos los que se revisten con alba, usarán cíngulo y amito, a no ser que por
la forma del alba no se requieran.”
“336. La vestidura sagrada para todos los ministros ordenados e instituidos, de cualquier
grado, es el alba, que debe ser atada a la cintura con el cíngulo, a no ser que esté hecha
de tal manera que se adapte al cuerpo aun sin él. Pero antes de ponerse el alba, si ésta no
cubre el vestido común alrededor del cuello, empléese el amito. […]”
Sin embargo, es común que los ministros hagan caso omiso de esta disposición. En
algunos lugares su uso es considerado como algo reaccionario por parte del clero.
Aunque se vea el alzacuello o la camisa, no se usa.
Los papas nunca han dejado de utilizar el amito. El papa Francisco lo usa tanto en las
celebraciones solemnes que organiza la Oficina de Celebraciones Litúrgicas como en
las misas privadas que todas las mañanas ofrece en Santa Marta.
Para revestir el amito, el sacerdote debe de colocarlo primero sobre su cabeza, luego lo
baja a sus hombros. Lo amarra por la cintura y se lo ajusta en el alzacuello para que no
se vea.
De acuerdo con la tradición, mientras el sacerdote se reviste con el amito dice la
siguiente oración:
“Impone, Domine, capiti meo galeam salutis, ad expugnandos diabolicos incursus.”
Lo que puede traducirse como “Pon, Señor, sobre mi cabeza el casco de salvación, para
rechazar los asaltos del enemigo”.

El anillo episcopal

El anillo episcopal es el aro metálico que portan los obispos. Es un signo de su


dignidad. Este simbolismo ya aparece en la parábola del Hijo Pródigo, en donde el
padre manda traer un anillo para su hijo que ha vuelto. También simboliza la finalidad a
su matrimonio espiritual, lo que queda patente en las palabras que les dicen en el
momento en el que se les impone durante su consagración episcopal: “Recibe este
anillo, signo de fidelidad, y permanece fiel a la Iglesia, esposa santa de Dios”.
A los obispos se les pone el anillo el día en que son consagrados, y deben usarlo dentro
y fuera de las celebraciones litúrgicas en el dedo anular de la mano derecha, porque es
la mano con la que bendicen. La única excepción es el Viernes Santo, en que no debe
portarse en señal de luto por la muerte del Esposo, Cristo.
El anillo se fabrica de algún metal precioso. Antiguamente era común que se le
incrustase una piedra preciosa, con lo que se representaba que el obispo es una piedra
incluida una gran construcción que es la Iglesia. Cuando los fieles besaban esa piedra,
querían simbolizar que besaban un pedazo de esa construcción cuya piedra angular es
Cristo.
Después de que alguien es creado cardenal, el Santo Padre les entrega un anillo. Este se
elabora con un modelo para cada pontificado. Esto significa que todos los cardenales
creados por un papa llevan un anillo idéntico. El anillo que se entrega durante el
pontificado de Francisco, por ejemplo, lleva la imagen de San Pedro y San Pablo y, en
medio de ellos, una estrella como símbolo de María, mientras que en el interior tenía
grabado el escudo del papa. Esta argolla debe de usarla como si fuera en anillo
episcopal.
Al entregárselos, el papa dice: “Accipe anulum de manu Petri et noveris dilectione
Principis Apostolorum dilectionem tuam erga Ecclesiam roborari.”, que se traduce
como “Recibe el anillo de la mano de Pedro, para que sepas que con el amor del
Príncipe de los Apóstoles se refuerza tu amor hacia la iglesia".
Al ponérselo para celebrar, el obispo puede decir: “Cordis et córporis mei, Dómine,
dígitos virtúte decóra, et septifórmis Spíritus sanctificatióne circúmda.”, lo que se puede
traducir como: “Adorna con la virtud, Señor, los dedos de mi cuerpo y de mi corazón, y
coloca sobre ellos la santificación de tu Espíritu septiforme.

El báculo
El báculo es el bastón con extremo curvado que usan los obispos en las celebraciones
litúrgicas. Puede ser de madera, de marfil o de algún metal. Consta de dos partes: el
palo o asta, que es el tronco principal; y el cayado o voluta, que es la curvatura superior.
El báculo representa la función de corregir, sostener y empujar que tienen los obispos,
como se desprende de las palabras que se le decían al obispo recién consagrado cuando
se le entregaba: “Recibe el báculo del oficio pastoral, para que seas piadosamente
severo en la corrección de los vicios, para que mantengas el juicio sin ira, para que
estimules los ánimos de los oyentes en el fomento de las virtudes, para que no
abandones la censura de la severidad en la tranquilidad.”
Los obispos solo pueden usar el báculo en el territorio de su diócesis. Pero puede usarlo
en cualquier lugar en donde celebra solemnemente con el consentimiento del ordinario
del lugar (CE 59), aunque en ciertas celebraciones todos los obispos pueden usar el
báculo, como en las ordenaciones. Si en una misma celebración hay varios obispos
presentes, solo usa báculo el obispo que preside.
El obispo porta el báculo en la mano izquierda, con la curvatura dirigida hacia el pueblo
(CE, 59). Antiguamente, hoy en la forma tradicional, el obispo que usa el báculo fuera
de su diócesis, usa porta el báculo con la curvatura al revés, es decir, dirigida hacia sí.
Los abades y abadesas llamados “mitrados”, tienen derecho a usar el báculo. Ellos, sin
embargo, lo portan en la mano derecha y no en la izquierda, para distinguirse de los
obispos.
Habitualmente, se usa el báculo en las procesiones, para escuchar la proclamación del
Evangelio, para hacer la homilía, para recibir votos promesas o profesión de fe, y para
bendecir a las personas, salvo que deba de imponer las manos.

La mitra

La mitra es la toca alta y apuntada con la que se cubren la cabeza los obispos y otras
personas eclesiásticas que tienen derecho durante las celebraciones litúrgicas.
Su origen lo encontramos en el judaísmo antiguo, en que los miembros del Sanedrín
usaban un ornamento para la cabeza llamada Mitznefet. De ahí derivó la mitra que usan
los obispos, y que se les impone durante su consagración episcopal.
A lo largo de la historia se les ha permitido usar la mitra a algunos ordinarios que no
son obispos, como prelados y algunos abades o abadesas, a los que se les conoce como
abad mitrado o abadesa mitrada.
Actualmente se fabrican con cartón o una mica de plástico forrada de tela. Del borde
posterior cuelgan dos cintas anchas llamadas ínfulas, sobre las que suele bordarse el
escudo episcopal del obispo.
Al revestirla, el obispo puede decir la siguiente oración: “Mitram, Domine, et salutis
galeam impone capiti meo; ut contra antiqui hostis omniumque inimicorum meorum
insidias inoffensus evadam.”, que puede traducirse como: “Impón sobre mi cabeza,
Señor, la mitra y el casco de la salvación; para que pueda evadir las trampas del antiguo
enemigo y de todos mis enemigos.”

Tipos de mitra
De acuerdo al antiguo uso, hoy forma extraordinaria, existen tres tipos de mitra:
1.- La mitra preciosa, que va adornada con bordados, y en muchos casos con pedrería.
Se usa en los actos solemnes cuando no se especificaba otro tipo de mitra.

2.- La mitra dorada (auriphrygiata), que no lleva bordados pero va cubierta de lama de
oro. Se usa en las pontificales celebradas durante el Adviento y la Cuaresma, en
bendiciones no solemnes y en ciertas partes de la misa pontifical, como la homilía,
alternando con la preciosa.

3.- La mitra simple, que es blanca sin adorno ninguno. Se usa en los funerales, en los
oficios del Viernes Santo, y cuando el que la llevaba no es el celebrante principal.

La mitra simple del papa va ribeteada por un galón dorado, y de sus ínfulas caen flecos
dorados.
Por su parte, la mitra simple de los cardenales en actos colegiados es de tela de
damasco, en la que se dibuja una piña. Este diseño tiene un origen en el Imperio
Romano y ahora representa al Colegio Cardenalicio: cada parte, cada cardenal, debe
estar unida a las otras partes para formar una sola piña. De las ínfulas de las mitras
simples cardenalicias caen flecos rojos.

Con la simplificación litúrgica sobrevenida tras el Concilio Vaticano II, las mitras se
redujeron a dos tipos:
1.- La mitra preciosa, que se usa en todas las ocasiones en que no se exija la mitra
simple.
2.- La mitra simple, que se usa en los funerales, en Viernes Santo, y por los obispos que
no son el concelebrante principal. La de los cardenales sigue siendo adamascada y el
papa la sigue usando ribeteada en oro
Uso de la mitra
Los obispos y el papa usan la mitra sólo en las celebraciones pontificales o en la
llamada “Misa Estacional”; en sus Misas privadas no la usan. En esas ocasiones, tienen
la mitra puesta, de forma habitual, en los siguientes momentos:
-En la procesión de entrada, y se la quitan para besar el altar.
-Durante las lecturas. Desde que termina la oración colecta y hasta antes de que se
proclame el Evangelio. La tienen puesta, incluso, mientras ponen incienso en el
turíbulo.
-En la homilía. El Papa Francisco, sin embargo, no la usa en este momento. Esta ha sido
su costumbre desde su primera misa después de la elección.
-Mientras recibe los dones que los fieles presentan, en el ofertorio. Se la quitan para
presentar el pan y el vino.
-En los ritos de conclusión. Se la ponen después de la oración después de la comunión y
ya no se la quitan. Es decir, veneran el altar al final de la Misa con la mitra, a diferencia
del primer beso, al iniciar la Misa.
-En la procesión de salida.
-Cualquier otro momento que indique un rito particular (ordenaciones, bautizos, etc.)
Cuando no la usan, un acólito la sostiene con la vimpa. Este ministro camina detrás de
él, a su derecha, en las procesiones y se encuentra cerca de él, a su derecha, durante la
misa. En el caso de las Misas papales, al estar a la derecha responde al segundo
ceremoniero, que se encuentra a la derecha del papa, quien pone y quita la mitra. A la
izquierda está el primer ceremoniero que se encarga de pasar las hojas del misal y darle
el báculo o férula.

El palio

El palio es un ornamento que usan los arzobispos metropolitanos sobre sus hombros al
celebrar la Santa Misa, por encima de la casulla. Tiene la forma de una faja circular,
sobre la cual penden dos tiras rectangulares que se colocan sobre el pecho y la espalda
del arzobispo.
Se elabora a partir de la lana que se obtiene de los corderos que le presentan cada año al
papa para su bendición en la fiesta de Santa Inés (21 de enero). Esa lana significa a la
oveja que el buen pastor, el arzobispo, lleva sobre sus hombros. Los palios son
confeccionados con esa lana por las monjas benedictinas de Santa Cecilia, las que
bordan cinco cruces negras, para simbolizar las cinco heridas del Cordero de Dios,
Jesucristo. En tres de estas cruces se colocan clavos metálicos, en recuerdo de los
clavos del Crucificado.
Mientras el arzobispo se pone el palio, puede decir la siguiente oración: "Ut semper
unitus ad Petrum et suos successores sim, Domine, et exemplum fatribus meis
episcopis.", que puede traducirse como "Que siempre esté unido a Pedro y a sus
sucesores, Señor, y sea ejemplo para mis hermanos obispos"

La cruz pectoral

La cruz pectoral es aquella que usan los obispos y algunos abades colgada al cuello
como signo de su dignidad.
Con el hábito piano, los obispos la usan colgada de una cadena. Cuando la cadena es
muy larga, cuelgan la cruz con un gancho de la parte superior, con el objeto de que
quede en el pecho. Es una cruz pectoral, no una cruz ventral.
Con el hábito de coro, los obispos la cuelgan de un cordón con hilos de oro entretejidos.
En realidad se trata de dos cordones, que se unen por tres anillos y por una borla: un
anillo se encuentra cerca del gancho que sostiene la cruz; un segundo se encuentra por
debajo del cuello; y el tercero va en la nuca. Por la parte posterior del cordón cuelga una
borla.
Los cordones son de distintos colores: verde con hilos de oro para los obispos; rojo con
hilos de oro para los cardenales; y todo de hilo de oro para el papa.

La cruz pectoral debe de usarse también cuando los obispos se revisten para celebrar
una función litúrgica. En estos casos, debe de usarse por debajo de la casulla y de la
dalmática, o debajo de la capa pluvial, conforme al Ceremonial de Obispos (n. 61).
Pese a esa disposición, muchos obispos usan la cruz pectoral sobre la casulla. En 1997
le consultó a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
de 1997 si era lícito que los obispos usaran la cruz pectoral sobre la casulla. A ello
respondió en sentido afirmativo, indicando que podían hacerlo para distinguirse de los
presbíteros concelebrantes. Esto solo es una posibilidad. Además, la propia
Congregación indicó que no era una respuesta oficial, sino solo orientativa.

Mientras se pone la cruz pectoral, el obispo dice la siguiente oración:


“Muníre dignéris me, Dómine Iesu Christe, ab ómnibus insídiis inimicórum ómnium,
signo sanctíssima Crucis tuæ: ac concédere dignéris mihi, indigno servo tuo, ut, sicut
hanc Crucem, Sanctórum tuorum relíquiis refértam, ante pectus meum téneo, sic semper
mente retíneam et memoriam passionis et sanctórum victórias”
Que puede traducirse como: “Dígnate, Señor Jesucristo, protegerme de todas las
trampas mis enemigos por el signo de tu Santísima Cruz: y dígnate concederme a mí, tu
siervo indigno, que esta cruz que tengo sobre mi pecho con las reliquias de tus santos en
su interior, me permita tener siempre en mi mente el recuerdo de tu pasión y las
victorias de los santos mártires.”

Color litúrgico rojo


El color rojo representa la sangre y el fuego. Por ello la liturgia lo usa para las Misas
del Espíritu Santo, que se manifestó en forma de lenguas de fuego, y para las misas de
la Pasión y de los mártires.
En la forma ordinaria, de acuerdo a la Instrucción General del Misal Romano, los
ornamentos rojos se usan “el domingo de Pasión y el Viernes Santo, el domingo de
Pentecostés, en las celebraciones de la Pasión del Señor, en las fiestas natalicias de
Apóstoles y Evangelistas y en las celebraciones de los Santos Mártires.” (n. 346).
Además, de acuerdo a una antigua costumbre, cuando en Roma se celebra una misa por
el eterno descanso de un papa o de un cardenal se usan ornamentos rojos. Esto es por
una tradición que deriva de la Antigua Roma, en donde se usaban vestidos con franjas
rojas si el difunto había sido cónsul o general, vestidos rojos si el muerto había sido
censor como narra Polibio.

Color litúrgico negro

El color negro en los ornamentos litúrgicos es permitido por la Instrucción General del
Misal Romano para la Conmemoración de los Fieles Difuntos y para las Misas de
difuntos (n. 346).
En esas celebraciones también pueden usarse ornamentos morados. Parece que es mejor
usar los ornamentos negros para distinguir un color para la penitencia (morado) y otro
para el duelo (negro), siguiendo la antigua tradición litúrgica.

El color litúrgico rosa

El color rosa en los ornamentos litúrgicos, es propio de los domingos de "Gaudete" (el
tercer domingo de Adviento) y "Laetare" (el cuarto domingo de Cuaresma), que servían
para recordar a los ayunadores y penitentes sobre la cercanía de la Navidad y la Pascua,
y por tanto el cese de la penitencia.
El nombre de "Gaudete" viene de las palabras iniciales de la antigua antífona de entrada
latina con la que se inicia ese día la Santa Misa. Significa "alegraos". De ahí el empleo
del color rosa, que es símbolo de alegría, aunque sea de una alegría efímera, propia sólo
de ciertas ocasiones.
El nombre “Laetare” también viene de la antífona de entrada y significa “festejad” y
expresa que ya queda poco para llegar al feliz tiempo de la Resurrección.
Se ha dicho que el origen de este color radica en que el IV Domingo de Cuaresma día el
papa ungía con un bálsamo una rosa de oro y la bendecía, enviándola después a algún
monarca de la cristiandad.

El color litúrgico celeste


En las fiestas de la Santísima Virgen se utilizan ornamentos blancos. Sin embargo, el
uso de ornamentos de color azul celeste (color del cielo, que simboliza pureza y la
virginidad, y es asociado tradicionalmente a la Virgen María) es un privilegio para
España y sus antiguos territorios, aun cuando no se corresponda con el color propio del
tiempo litúrgico. Puede usarse en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María,
Patrona de España (8 de diciembre), su octava (los ocho días posteriores) y todos los
sábados en que se permitan las misas votivas de la Santísima Virgen.
Dicho privilegio le fue concedido a España por la Santa Sede en 1864, por su defensa y
propagación de la creencia en la Inmaculada Concepción, y por su insistencia a favor de
la proclamación del dogma, ya que los Reyes de España no sólo la pusieron bajo el
patronazgo de esta advocación, sino que pidieron en numerosas ocasiones a los Papas
que definieran el dogma.
Los papas concedieron especial Misa y Oficio de este misterio al Reino y a todos sus
dominios, al mismo tiempo que el privilegio de usar ornamentos azules en la fiesta y
durante su octava y Misas votivas.
El privilegio del uso de ornamentos de color azul celeste también se extiende a la orden
franciscana por su defensa a la Inmaculada siguiendo las enseñanzas de Duns
Scotto. También lo tiene Alemania en algunas festividades de Nuestra Señora, y algunas
diócesis de Nápoles.
En todos los demás países está terminantemente prohibido, y para enfatizar esta
prohibición, el decreto que concede el "privilegio español" ha sido sacado de ediciones
posteriores de las misales, no porque haya sido revocado, sino para frustrar la posible
pretensión de obtener un permiso similar por parte de cualquier otra diócesis local.

La vestimenta de los ceremonieros

El maestro de ceremonias, ordenado o no, viste con el amito, el alba y el cíngulo, o


puede vestir sobrepelliz encima de la sotana (CE 36 e IGMR 339). La vestimenta de los
ceremonieros no puede diferenciarse, porque son auxiliares del maestro de ceremonias.
En la práctica, sin embargo, es común que los ceremonieros lleven una sobrepelliz o un
alba más sencilla que el maestro de ceremonias para distinguir entre el oficial y sus
ayudantes.
Se podría cuestionar si un maestro de ceremonias laico puede usar alzacuellos.
Podríamos presumir que cuando el Ceremonial de Obispos menciona sotana hace
referencia a la vestimenta completa: sotana, faja y alzacuellos. Sin embargo, en algunos
países los alzacuellos se entiende reservado a los clérigos.
Por la atención que han suscitado las celebraciones papales, se ha pensado que los
maestros de ceremonias y los ceremonieros pueden usar sotana morada, como lo hace el
Maestro de las Celebraciones Pontificias y los ceremonieros papales. Veamos la
cuestión.
El antiguo Ceremonial de los Obispos, en su libro I, establecía que el obispo podía
nombrar dos ceremonieros diocesanos titulares y ellos podían vestir sotana morada
cuando ejercieran sus funciones en la catedral y en otras iglesias de la diócesis cuando
acompañaran al obispo. Esta disposición no se encuentra en el actual Ceremonial de
1984.
Hay que señalar que el Ceremonial de los Obispos no es claro en cuanto al color de la
sotana de los ceremonieros. Por ello, se ha interpretado que el color de la sotana debe de
ser de acuerdo a la dignidad de quien lo viste. Es decir, si es laico, seminarista, diácono
o presbítero (sin título honorífico), la sotana es negra. En cambio, si el ceremoniero es
prelado de honor de su santidad o protonotario apostólico, usa la sotana morada.
El Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Santo Padre, los ceremonieros
pontificios, y los alumnos del Pre-Seminario San Pio X tienen el privilegio de usar
sotana morada, aunque no sean protonotarios apostólicos o prelados de honor de su
santidad.
Hay que señalar que ni el maestro de ceremonias ni los ceremonieros visten hábito
coral, por lo que no usan bonete, muceta o mantelete. El hábito coral es propio de los
clérigos que asisten a una celebración litúrgica y no concelebran. Los ceremonieros no
asisten simplemente, sino que desempeñan un ministerio propio que tiene una vestidura
propia. Por el ministerio propio que desempeñan, aunque sean presbíteros, no deben de
concelebrar.

La vestimenta de los servidores del altar

Los acólitos visten amito, alba y cíngulo, o alguna otra vestidura por la Conferencia de
Obispos (IGMR 339 y 390). Cuando el acólito es seminarista o religioso, la costumbre
legítima es que vistan sobrepelliz encima de la sotana o del hábito.
Respecto a los servidores del altar o monaguillos no hay una regla general que
determine su vestimenta, pues corresponde a cada obispo establecer las normas para su
diócesis (IGMR 107)
La costumbre legítima es que los monaguillos vistan sobrepelliz encima una sotana
(generalmente roja). En algunos lugares se prefiere que sea sin alzacuellos.
En cuanto a los servidores del altar adultos, parece que lo más conveniente es que vistan
con su ropa ordinaria, pero digna, para no distinguirse de los acólitos y para no generar
confusión acerca de si son clérigos. Pero esta es una decisión que sólo compete al
obispo diocesano.

El tabarro
El tabarro es una capa de lana grande que cubre todo el cuerpo hasta los pies. En su
parte superior cuenta con una esclavina de seda y un cuello de terciopelo. Los bordes de
la capa y de la esclavina se rematan con un cordoncillo. Sirve para protegerse del frío.
Su uso es privativo de obispos, cardenales y del papa. Puede vestirse encima del hábito
piano o del coral.
Antiguamente, era de color violeta para los obispos, y violeta o rojo para los cardenales,
y el cordón que lo remataba era dorado. Desde la instrucción Ut sive sollicite de 1969
debe ser negra para cardenales y obispos, y no puede llevar cordón dorado. En cambio,
el tabarro del papa siempre ha sido rojo y rematado con un cordón dorado.

La dulleta
La dulleta es un abrigo cruzado con solapas, como un abrigo. Es una prenda que se usa
por encima de la sotana para protegerse del frío. La puede usar cualquier clérigo.
Siempre es de color negra, salvo la dulleta del papa, que es blanca.

El bonete
Junto con el solideo, la mitra y la capucha de los hábitos religiosos, el bonete es uno de
los sombreros eclesiásticos para usar dentro o fuera de la liturgia. El bonete surgió en el
siglo X, cuando el amito dejó de ser usado en la cabeza y se redujo a cubrir los
hombros. En primer lugar tuvo la forma de un solideo, como hoy lo conocemos.
Después tomó la forma de cubo, parecido al sombrero usado por los jueces romanos en
el ejercicio de su función, como una muestra de autoridad.
Existen dos formas de bonete: el romano y el español. El español es circular y uniforme
sobre el cual salen cuatro picos iguales a modo de corona, y en el centro una borla. El
romano es cuadrado y en su parte superior tiene tres crestas, que se unen a una borla. El
lado sin pestaña pone junto a la oreja izquierda, de modo que quien lo usa puede
tomarlo con la mano derecha para quitárselo. Los cardenales, como parte del clero
romano, siempre usan bonete a la usanza romana.

El color del bonete depende de la jerarquía de quien lo usa: negro para los seminaristas,
diáconos y sacerdotes; violeta para los obispos; rojo (de seda muaré) para los
cardenales; blanco para el papa, aunque en desuso desde hace siglos. Los seminaristas
pueden usar la borla azul. Los diáconos y sacerdotes, usan la borla negra; los capellanes
de su Santidad, prelados de honor y obispos, borla violeta. Los protonotarios apostólicos
usan la borla roja. Los cardenales no usan ninguna borla en su bonete, y en su lugar hay
un hilo similar al del solideo.

Por regla general, el bonete se usa mientras el clérigo está sentado en la Liturgia de la
Palabra, mientras predica y en las procesiones, salvo que esté presente el Santísimo
Sacramento o una reliquia de la Santa Cruz.

En la Misa, los obispos usan mitra. Los presbíteros pueden usar el bonete tanto en la
forma ordinaria como en la extraordinaria conforme a lo siguiente:
1.- Después de que se revisten, se cubren con el bonete, y hacen la inclinación ante el
crucifijo de la sacristía.
2.- Al llegar a la parte inferior del escalón del altar, se descubren a sí mismos, tomando
el bonete con la mano derecha y se lo entregan al acólito. Luego, hacen la inclinación
ante el altar o la genuflexión ante el sagrario. Permanecen descubiertos durante los ritos
iniciales, incluso durante la aspersión, en caso de que haya.
3.- Cuando el sacerdote se sienta para la Liturgia de la Palabra, se cubren la cabeza.
4.- Durante el Aleluya o aclamación antes del Evangelio, ponen incienso en el turíbulo
con el birrete. Después, se descubren para decir la oración Purifica mis labios, o para
bendecir al diácono que proclamará el Evangelio.
5.- Después de la proclamación del Evangelio, se ponen el birrete para la homilía.
6.- Después de la homilía se descubren la cabeza, y así permanecen hasta el final de la
Misa. Después de bendecir al pueblo reciben el birrete de manos del acólito, y lo
mantienen en la mano, a la altura del pecho, mientras besan el altar. Después, se cubren
la cabeza para volver a la sacristía.
Los sacerdotes que no concelebran, los diáconos y seminaristas también pueden usar el
birrete mientras caminan en la procesión de entrada y de salida, y siempre que estén
sentados.
El obispo puede usar birrete encima del solideo en las Misas privadas que celebren, en
las que no es obligatorio usar la mitra.
Uso en otros sacramentos y en la Liturgia de las Horas
1.- En el Bautismo, el diácono, el presbítero o el obispo, sale de la sacristía usando el
birrete, y debe descubrirse cuando llega al altar o al baptisterio. Se cubre nuevamente en
la Liturgia de la Palabra y, desde el Evangelio y hasta la bendición final debe
permanecer descubierto. Lo mismo ha de hacerse en el Matrimonio: usar el birrete en
las procesiones de entrada y de salida y durante las lecturas. Si estos sacramentos se
imparten durante la Misa, deben de seguirse las indicaciones de la Misa.
2.- Durante el Sacramento de la Penitencia, el sacerdote u obispo sale de la sacristía con
birrete, pero se la quita para escuchar la confesión del penitente. Se vuelve a cubrir
antes de dar la absolución, como lo hacían los jueces de la antigua Roma para dictar
sentencia.
3.- Para la Unción de Enfermos, el sacerdote usa el bonete desde que se viste la
sobrepelliz y la estola, pero al inicio del rito debe de descubrirse la cabeza hasta después
de la bendición final.
4.- Durante la celebración solemne de la Liturgia de las Horas, el que presiden usa el
bonete durante la procesión inicial, durante la recitación de los salmos, y en la homilía,
en caso de haber. Tras la bendición final, cuando camina a la sacristía.
Fuera de las celebraciones litúrgicas, los clérigos usan el bonete solo con sotana, cuando
se dirigen a la iglesia. Cuando lo porten, pero no lo usen, deben sostenerlo con la mano
derecha sobre el pecho. También así deben sostenerlo en sus fotografías oficiales.

La muceta
La muceta es una prenda corta, que llega hasta los codos y con botones en la parte
delantera.
En algunos cabildos, está previsto que los canónigos la usen con el hábito coral.
Dependiendo del cabildo será el color de ésta.

Con el hábito coral la usan los obispos por encima de la sotana y el roquete. Los obispos
la usan morada, y los cardenales roja.
El papa puede usar una muceta roja durante todo el año, salvo la Octava de Pascua que
va desde el Domingo de Resurrección hasta el sábado de la Octava de Pascua, en que
puede usar la muceta blanca. Ahora, existen dos clases de mucetas rojas papales. La
primera es la de invierno, que era de terciopelo y ribeteada en armiño. La usaban desde
la Solemnidad de Todos los Santos hasta el Segundo Domingo de Pascua. La segunda
muceta era la de verano, que era de seda roja y la usaban el resto del año.

La costumbre de usar tres mucetas distintas se siguió hasta que el beato Pablo VI
decidió usar una sola muceta (la de verano) todo el año, hacia el final de su pontificado.
Con eso, se descontinuó el uso de la muceta invernal y la pascual. Juan Pablo I y san
Juan Pablo II siguieron esta forma simplificada.
Benedicto XVI recuperó el uso de las distintas mucetas, pero con una novedad: extendió
el uso de la muceta blanca a todo el tiempo pascual y no se limitó a usarla en la
Infraoctava de Pascua.
Derivado de esta extensión, y como ya se sentía calor en el tiempo pascual, mandó a
elaborarse una muceta blanca de verano, confeccionada con seda y no con terciopelo y
que, además, no estaba ribeteada en armiño.
Por este motivo, el papa Benedicto XVI amplió de tres a cuatro las mucetas pontificias:
dos rojas (la de invierno y la de verano) y dos blancas (la de invierno y la de verano)

El solideo
El solideo es un casquete de seda que portan en la cabeza los obispos y otros clérigos.
Los obispos lo usan morado; los cardenales rojo, de seda muaré; y el papa blanco.
El nombre deriva de la expresión “soli Deo”, es decir, solo ante Dios. Por ello, siempre
lo deben de usar y quitárselo ante el Santísimo Sacramento. En la Misa, se lo deben
quitar al inicio del prefacio y se lo vuelven a poner tras la Comunión.
En la liturgia papal el segundo ceremoniero es quien se lo retira al papa. En esta foto se
puede apreciar cómo un ceremoniero pontificio lleva el solideo del papa en una bandeja
al iniciar el prefacio.

Los cardenales y obispos se quitan también el solideo en el momento en que saludan al


Santo Padre, como un símbolo de respeto. En la foto, Benedicto XVI, como papa
emérito, se quita el solideo para saludar al papa reinante, Francisco.

El solideo de los obispos se retira al inicio de la Plegaria Eucarística. El Ceremonial de


Obispos no indica qué debe de hacerse con el solideo. La costumbre tradicional es
colocarlo sobre una bandeja metálica circular en la credencia, en donde permanece hasta
después de la comunión, en que se le vuelve a colocar.

La esclavina
La esclavina es una capa corta que los obispos pueden usar encima de la sotana. Va
pegada a los cuellos de la sotana por la parte superior, y llega hasta la altura del codo.
Por la parte del frente de la sotana abre un palmo. Es del color de la sotana y lleva un
filo de color rubí en el caso de los obispos, rojo en el caso de los cardenales, y blanco
para el Sumo Pontífice.
Al renunciar, Benedicto XVI determinó que no usaría más la esclavina en su sotana,
como símbolo de que no tenía jurisdicción.

Fajas
La faja es una prenda eclesiástica que se utiliza para ceñir la sotana, rodeando la cintura
y cayendo verticalmente en dos bordes terminados en flecos.
Los seminaristas usan faja de un color que depende de su diócesis. En el mundo hispano
es normalmente azul.
Los presbíteros y diáconos pueden usar faja color negro.
Los capellanes de su santidad, los prelados de honor, los protonotarios y los obispos
usan faja color morado que termina en flecos, de seda regular.
Los cardenales usan faja color rojo, elaborada de seda muaré.

Los nuncios apostólicos, aunque son arzobispos, pueden usar faja morada pero de seda
muaré.
La faja del papa es blanca, de seda muaré, terminada en flecos dorados. En la parte
inferior se de la faja se puede bordar su escudo pontificio.

La sotana
Sotana es una palabra que deriva del latín subtana, que significa debajo. Se le conoce
también como traje talar porque llega hasta los talones.
Normalmente es negra, para recordar a todos que el que lo lleva ha muerto al mundo.
Sin embargo, en los países tropicales puede autorizarse su uso en color blanco.

El papa usa sotana color blanco. Originalmente, los papas vestían de color rojo. Sin
embargo, con el tiempo se volvió blanca. Se cree que el beato Inocencio V, que era
dominico, no quiso dejar su hábito banco y, desde entonces, los papas vistieron de ese
color.
Con el hábito coral, los romanos pontífices vestían una sotana blanca que era distinta a
la que habitualmente usaban, pues era de seda muaré. San Juan Pablo II únicamente lo
utilizó el día de su elección como papa, y desde entonces no lo han vestido los
pontífices.
Por la parte superior de la sotana sobresale el alzacuello, que es una prenda blanca,
actualmente de plástico, que cubre la parte baja del cuello bajando hasta el pecho. Su
color simboliza la pureza del alma
Los prelados de honor, los protonotarios apostólicos y obispos, usan una sotana que
tiene los filos color rubí. A esta sotana se le llama filetata. En esta sotana, las costuras,
los botones y los ribetes de los ojales son de color rubí, y en todos sus extremos se le
cose un cordoncillo del mismo color. En el caso de los capellanes de su santidad, los
botones, filos y ojales son de color morado, mientras que en el caso de los cardenales
son rojos.

Cuando los prelados de honor, los protonotarios apostólicos y los obispos visten el
hábito de coro se ponen una sotana que no es negra o blanca, sino de color morada. En
este caso, al igual que en la sotana filetata, las costuras, los botones y el cordoncillo son
de color rubí. Asimismo, la parte inferior de las mangas son de color morada, pero de
seda, por lo que brilla más.
Cuando los cardenales visten el hábito coral se ponen una sotana que es roja. En este
caso, al igual que en la sotana filetata, las costuras, los botones y el cordoncillo son de
color rojo. Al igual que las sotanas de los obispos, la parte inferior de las mangas es de
seda, por lo que brilla más.

También podría gustarte