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Estado-Nación y el horizonte líquido

Se define “sociedades líquidas” (1) como la percepción contemporánea de encontrarnos en


procesos de cambio permanente, de momentos de rápida obsolescencia y mutabilidad cada vez
más acelerados. Los medios de comunicación, las redes y el internet aceleran esa sensación de
cambio al presentar la realidad como la sucesión constante de información de actualidad en
vertiginosa transformación de hechos en acontecimientos mediáticos. Hoy puedes ser testigo
inmediato de la noticia.

La globalización se apoya en el extraordinario desarrollo de la tecnología de las comunicaciones.


Conecta todo el planeta en una maraña de redes que homogeneiza pautas de consumo y
contactos determinadas. Promueve el crossover cultural, articulando tanto una estricta
individualidad como el alejarnos de la solidaridad comunitaria, la lucha social o los proyectos
igualitarios.

Por otro lado, en el modelo socioeconómico de la globalización, las corporaciones no pertenecen a


trabajadores cualificados o a herencias familiares, sino a inversores y accionistas que no tienen el
menor contacto ni responsabilidad legal o moral con sus empleados. El poder financiero se
desvincula del espacio, de la producción o del factor humano. Al escindirse el poder de sus
vinculaciones espaciales, las corporaciones escapan de la soberanía de los estados.

En este horizonte líquido, ¿qué papel pueden desempeñar los estados en la articulación de un
nuevo relato de unidad e identidad nacional?

Los estados-nación han sido el objeto de estudio de los historiadores desde el siglo XIX. Este
modelo de administración política y territorial propia del continente europeo se extendió a todos
los rincones del mundo por invasión, aculturación o simple reiteración en un proceso de
nacionalización que comenzó apoyado en una burocracia centralizada y en una profunda campaña
de nacionalización en la escuela, ejército, arte, prensa; espacios donde se fomentó el culto a los
símbolos y valores patrios y a la homogeneización de la lengua nacional como representativas de
la identidad.

En el tradicional enfoque de Estado-Nación las nociones de Dios, patria, bandera, familia eran
sustantivas para mantener una identidad nacional y sostener la defensa de un espacio territorial.
La narrativa del historiador era la gesta del líder y del pueblo como protagonista abnegado. Eso ha
cambiado.

Estamos ante un nuevo horizonte líquido. El “pueblo” ha perdido su centralidad en las narraciones
del pasado, sustituido por la consideración de individuos plenamente atomizados y capacitados
para actuar con autonomía, articulados por las redes sociales.

En la modernidad líquida, el estado-nación ya no es el motor de la historia, perdiendo su


hegemonía ante organismos globalizados, reservándose la intermediación entre los mercados y los
ciudadanos a través del control ideológico y coercitivo.

Estos nuevos términos apenas si comienzan a ser percibidos y entendidos por una clase política
que no tiene ya reflejos ni la capacidad de reacción ante los súbitos cambios en la ciudadanía.
Chile es el ejemplo más clamoroso. La gente se comunica instantáneamente, coordina, toma
posiciones y logra consensos sin pasar por líderes visibles, prensa tradicional ni autoridades que
pueden perder legitimidad súbitamente.

Ante este nuevo horizonte líquido lo que tiene que cambiar es la idea de representatividad como
algo fijo y estático. Lograr consensos sociales nunca ha sido tan viable. Ya existe toda la tecnología
que puede hacerla posible e instalarse de plano en el imaginario y el quehacer ciudadano.

Hoy se pide la cabeza de Piñera en Chile. Ayer era el Congreso de Perú. El nuevo gran protagonista
es el "pueblo" y las leyes tienen que adaptarse a la nueva forma de democracia líquida.

¿Un congresista debe quedarse cinco años pagado por la nación, sin demostrar para qué fue
elegido? O debe ser rotado por tercios en periodos más cortos para impulsar el cambio que el país
espera.

Bajo el paradigma de los consensos sociales será la comunidad la que plantee, priorice y vote por
los proyectos que espera ver realizados. El candidato de turno exitoso será aquel que convenza a
la mayoría que será capaz de conducir y plasmar el consenso social de la voluntad popular
expresada con el voto ciudadano.
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(1) RINA SIMÓN, César, “De la Historia sólida a las historias líquidas. Los condicionantes tecnológicos y
neoliberales del oficio”, Diacronie. Studi di Storia Contemporanea, 12/4, 2012.

NOTA PAR EL WEBMASTER


En el ultimo párrafo final hay un link en “consenso social” que es :
https://www.cafeviena.pe/index.php/2019/07/14/plataforma-de-consenso-social/

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