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Cuando la época del telégrafo era el método más rápido para difundir un mensaje a larga distancia, un

joven solicitó trabajo como operador de código Morse. Él leyó un anuncio en el periódico y se dirigió a la
dirección de la oficina que estaba en la lista.

Cuando llegó, entró en una oficina grande que estaba ocupada por un gran número de personas y había
un gran bullicio, incluyendo el sonido del telégrafo en el fondo. Un letrero en la mesa de la recepcionista
leía así: los que busquen empleo, favor de llenar la aplicación aquí debajo, y tome asiento hasta que sea
llamado.

El joven completó su aplicación y se sentó al lado de otros siete candidatos que estaban esperando.
Después de unos minutos, el joven se paró, atravesó la habitación, abrió la puerta de la oficina del
director y entró.

Los otros siete candidatos se quedaron bien sorprendidos al ver esto, y comenzaron a murmurar entre
ellos que el joven pronto sería echado de la oficina del director, ya que no le habían llamado. Sin
embargo, dos minutos más tarde salió el director de la oficina y les dijo que todos se podían ir, y que la
plaza de empleo vacante había sido llenada.

Todos los candidatos pronto protestaron y uno de ellos dijo: “Espera un minuto, yo no entiendo. Él fue
el último en llegar, entró en su oficina sin ser llamado, y usted no estuvo ni dos minutos con él antes de
darle el empleo, y a nosotros que hemos estado esperando aquí por largo tiempo ni siquiera nos
permites una entrevista. Esto es una injusticia.

A lo que el director le contestó: “por las últimas tres horas, mientras que todos estaban sentados aquí,
el telégrafo ha estado transmitiendo el siguiente mensaje: Si usted entiende este mensaje, parece y
entre en mi oficina que el trabajo es suyo. Ninguno de ustedes escucho o entendió el mensaje, pero este
joven sí; así que el trabajo es de él.”

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