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Más allá de tus ojos.

Ella se consideraba una mujer tacaña en todas sus letras, y se lo repetía


constantemente. Era tan tacaña que solo se alimentaba de las comidas que le
daban en su trabajo y no hacía compras de ningún tipo para no caer en supuestos
gastos innecesarios, ya que según su pensamiento las personas vivían en una
utopía en donde para satisfacer sus deseos y necesidades se basaban en compras
inútiles las cuales llegarían a la basura de todas maneras, ya sea con el cambio de
estación, de moda o de gustos. Trabajaba de lunes a sábado en una tienda del
retail por ende se consideraba una experta del análisis de compras inútiles, y era
uno de sus pasatiempos favoritos.

—Deberías dejar de criticar tanto a las demás personas—Dijo su compañero


mientras doblaban y ordenaban por color las camisas Docker.

—No creo que sea un pensamiento consecuente comprar ropa que luego terminará
al fondo de un armario o gastar grandes sumas de dinero por una prenda que en
esta temporada estará a la moda y en la otra no, se pueden hacer mejores cosas
con ese tiempo y dinero—Respondió mientras observaba detalladamente el cuello
de una camisa que al parecer tenía polvo acumulado.

—¿Y qué mejores cosas estás haciendo tú? — Agregó su compañero mientras se
iba a ordenar camisas a otro exhibidor.

Voy subiendo las escaleras hacía el comedor y temo que quizá mi compañero
tenga un poco de razón en tratar de hacerme entender que no estoy haciendo
nada bueno o importante con mi vida y que solo estoy criticando a los demás ojalá
que el almuerzo de hoy esté bueno porque el de ayer estaba malo y más tarde
cuando venga a la ultima comida debo ir al baño a sacar papel higiénico y jabón ya
que en casa no queda cuando conocí a Andrés en mi primer día de trabajo fue tan
dulce conmigo que quedé enamorada aunque de inmediato la realidad me pegó
una bofetada porque de primera la diferencia de edad me impedía algo tan simple
como entablar una conversación que no fuese de trabajo y sin pasar por alto que el
era uno de mis jefes y nunca ha demostrado una actitud distinta más allá que la
simpatía y la amabilidad que debe tener por obligación conmigo de igual forma mi
vida era muy rutinaria y no era capaz de conversar con nadie sobre algo y hasta
para las palabras me considero una persona tacaña ya que no hablo mucho.

Salió de su trabajo exactamente a las siete de la tarde y el viento otoñal desordenó


su largo cabello. Mientras caminaba, se dedicaba a mirar los distintos lugares y
restaurantes con carteles luminosos y llamativos en los cuales a través de sus
ventanales se veían personas compartiendo en mesas, bailando y escuchando
música excesivamente fuerte o simplemente conversando. No había percibido que
un hombre que se encontraba en uno de esos tantos lugares la estaba mirando
hasta que ambas miradas se toparon y luego apresuró su paso hasta perder de
vista aquellos lugares.

¿Sería buena idea pasar a esos lugares con carteles luminosos? De seguro que no
lo sería porque estaría haciendo lo mismo que los demás ósea gastar dinero y
palabras en cosas y personas innecesarias. Este pensamiento y estilo de vida no
fue una decisión repentina si no que empezó en cosas mínimas de su vida como
dejar de comer carne y llevar una alimentación vegetariana, ya que el consumo de
animales significaba gastar grandes sumas de dinero en un alimento que no
lograba satisfacer del todo lo que necesitaba su cuerpo. Luego comenzó a evitar
comprar ropa nueva sin necesidad ya que su pensamiento se hizo consciente y
critico ante la industria textil. Una vez adquiridos estos hábitos, comenzó a ser
buena idea para ahorrar comer, ducharse y sacar confort y útiles de aseo del
trabajo, incluso había días donde sin pudor alguno pedía restos de comida en la
cocina para su día de descanso, que generalmente era el domingo.

—¿Te gustaría salir este domingo? —

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