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LA FACULTAD DE VALORACIÓN DE LA 

PRUEBA
 SCP 0723/2919- S4

Respecto a la facultad de valoración de la prueba la SC 0965/2006-R de 2 de octubre,


señaló que: “(…) corresponde señalar en principio que a la jurisdicción constitucional no
le corresponde revisar la valoración de la prueba realizada dentro de los procesos
judiciales o administrativos; sin embargo, dicha regla general admite excepciones, que
han sido desarrolladas por la doctrina constitucional.

Así, este Tribunal, ha establecido desde la SC 0577/2002-R, de 20 de mayo, que ‘(…) la


facultad de valoración de la prueba aportada corresponde privativamente a los órganos
jurisdiccionales ordinarios, por lo que el Tribunal Constitucional no puede pronunciarse
sobre cuestiones que son de exclusiva competencia de los jueces y tribunales ordinarios,
y menos atribuirse la facultad de revisar la valoración de la prueba que hubieran
efectuado las autoridades judiciales competentes’. Así las SSCC 075/2004-R, 0301/2004-
R, y otras.

Dicha línea jurisprudencial tiene su excepción, cuando en dicha valoración: a) exista


apartamiento de los marcos legales de razonabilidad y equidad previsibles para
decidir (SC 0873/2004-R y 106/2005-R, entre otras), o b) cuando se haya omitido
arbitrariamente valorar la prueba y su lógica consecuencia sea la lesión de derechos
fundamentales y garantías constitucionales (SC 129/2004-R de 28 de enero).

Ahora bien, siendo competencia de la jurisdicción constitucional, revisar excepcionalmente


la labor de valoración de la prueba desarrollada por la jurisdicción ordinaria,
únicamente, se reitera, cuando en dicha valoración: a) exista apartamiento de los marcos
legales de razonabilidad y equidad previsibles para decidir; o, b) cuando se haya adoptado
una conducta omisiva expresada, entre otras, en no recibir, producir o compulsar cierta
prueba inherente al caso y, su lógica consecuencia sea la lesión de derechos fundamentales
y garantías constitucionales; dicha competencia del Tribunal Constitucional, se reduce,
en ambos casos, a establecer la ausencia de razonabilidad y equidad en la labor
valorativa o la actitud omisiva en esta tarea, pero en ningún caso a sustituir a la
jurisdicción ordinaria examinando la misma.

En ese orden de razonamiento para que este Tribunal pueda cumplir con esta tarea, es
necesario que la parte procesal, que se considera agraviada con los resultados de la
valoración efectuada dentro de un proceso judicial o administrativo, invocando la lesión
a sus derechos fundamentales, exprese de manera adecuada y precisa en los
fundamentos jurídicos que sustenten su posición (recurso de amparo), lo siguiente:

Por una parte, qué pruebas (señalando concretamente) fueron valoradas apartándose de


los marcos legales de razonabilidad y equidad previsibles para decidir; o, cuáles no
fueron recibidas, o habiéndolo sido, no fueron producidas o compulsadas; para ello, será
preciso, que la prueba no admitida o no practicada, se haya solicitado en la forma y
momento legalmente establecidos, solicitud, que en todo caso, no faculta para exigir la
admisión de todas las pruebas que puedan proponer las partes en el proceso, sino que
atribuye únicamente el derecho a la recepción y práctica de aquellas que sean
pertinentes, correspondiendo a los órganos judiciales ordinarios, el examen sobre la
legalidad y pertinencia de las pruebas solicitadas, debiendo motivar razonablemente la
denegación de las pruebas propuestas. Por supuesto, una vez admitidas y practicadas las
pruebas propuestas declaradas pertinentes, a los órganos judiciales, les compete también
su valoración conforme a las reglas de la lógica y de la sana crítica, según lo alegado y
probado. Asimismo, es imprescindible también, que el recurrente señale en qué medida,
en lo conducente, dicha valoración cuestionada de irrazonable de inequitativa o que no
llegó a practicarse, no obstante haber sido oportunamente solicitada, tiene incidencia en
la Resolución final; por cuanto, no toda irregularidad u omisión procesal en materia de
prueba (referida a su admisión, a su práctica, a su valoración, etc.) causa por sí misma
indefensión material constitucionalmente relevante, correspondiendo a la parte
recurrente, demostrar la incidencia en la Resolución final a dictarse, es decir, que la
Resolución final del proceso hubiera podido ser distinta de haberse practicado la prueba
omitida, o si se hubiese practicado correctamente la admitida, o si se hubiera valorado
razonablemente la compulsada; puesto que resulta insuficiente, para la viabilidad del
recurso de amparo, la mera relación de hechos; porque sólo en la medida en que el
recurrente exprese adecuada y suficientemente sus fundamentos jurídicos, la jurisdicción
constitucional podrá realizar la labor de contrastación, que amerita este tema de revisión
excepcional de la labor de la valoración de la prueba realizada por la jurisdicción
ordinaria; máxime si se tiene en cuenta que el art. 97 de la LTC, ha previsto como un
requisito de contenido, el exponer con precisión y claridad los hechos que le sirvan de
fundamento y precisar los derechos o garantías que se consideren restringidos, suprimidos
o amenazados, señalando en qué consiste la restricción o supresión.

Es de advertir, que esta última exigencia de acreditación de la relevancia de la prueba


denegada, o de la prueba valorada irrazonable o inequitativamente, se proyecta en un
doble plano: por un lado, el recurrente debe demostrar la relación entre los hechos que se
quisieron y no se pudieron probar y las pruebas inadmitidas o no practicadas, o en su
caso de la interpretación discrecional o arbitraria de la prueba practicada; y, por otro
lado, debe argumentar el modo en que la admisión y la práctica de la prueba objeto de la
controversia, habrían podido tener una incidencia favorable a la estimación de sus
pretensiones; sólo en tal caso -comprobada que la decisión final- pudo, tal vez, haber sido
otra si la prueba se hubiera practicado o hubiese sido valorada conforme a derecho dentro
de un marco de razonabilidad, podrá apreciarse también el menoscabo efectivo del
derecho fundamental invocado de quien por este motivo solicita el amparo
constitucional” (las negrillas nos corresponde).
LA SUSPENSIÓN DEL PROCESO POR ENAJENACIÓN MENTAL PREVISTA
POR EL ART. 86 DEL CPP Y LA CAUSAL DE INIMPUTABILIDAD PREVISTA
EN EL ART. 17 DEL CP

SCP Nro. 685/2018-S2 │ Sucre, 23 de octubre de 2018

El art. 115.I de la CPE, señala que: “Toda persona será protegida oportuna y efectivamente
por los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos”.

En similar sentido, el Código de Procedimiento Penal, dentro del Título I referido a las
garantías constitucionales, establece:

Artículo 5º.- (Calidad y derechos del imputado). Se considera imputado a toda persona a
quien se atribuya la comisión de un delito ante los órganos encargados de la persecución
penal. El imputado podrá ejercer todos los derechos y garantías que la Constitución, las
Convenciones y los Tratados internacionales vigentes y este Código le reconozcan, desde el
primer acto del proceso hasta su finalización.
Se entenderá por primer acto del proceso, cualquier sindicación en sede judicial o
administrativa contra una persona como presunto autor o participe de la comisión de un
delito.
Toda persona a quien se atribuya un delito tiene derecho a ser tratada con el debido respeto
a su dignidad de ser humano (las negrillas son añadidas).

En el marco del respeto a la dignidad del ser humano, el art. 86 del CPP, determina que el
proceso no puede ser desarrollo cuando se advierta que la o el imputado padece alguna
enfermedad mental, que le impida comprender los actos del proceso, conforme a lo
siguiente:

Artículo 86º.- (Enajenación mental). Si durante el proceso se advierte que el imputado


padece de alguna enfermedad mental que le impida comprender los actos del proceso, el
juez o tribunal podrá ordenar, de oficio o a petición de parte, su reconocimiento
psiquiátrico. Comprobado este extremo ordenará, por resolución, la suspensión del proceso
hasta que desaparezca su incapacidad.
Esta resolución no impedirá que se investigue el hecho o que continúe el proceso con
respecto a los coimputados.
El juez o tribunal podrá ordenar su libertad, dejándolo al cuidado de sus padres, tutor o
curador, cuando no exista peligro de que se dañe a sí mismo o a los demás. Caso contrario
dispondrá la internación del imputado en un establecimiento adecuado, cuyo responsable
informará por lo menos una vez cada tres meses sobre el estado mental del enfermo.
En ambos casos, el enfermo será examinado por lo menos una vez cada seis meses por los
peritos que el juez o tribunal designe. Si de los informes médicos resulta que el imputado
ha recobrado su salud mental, el juez o tribunal dispondrá la prosecución de la causa (las
negrillas son introducidas).

Conforme los preceptos normativos señalados anteladamente, queda claro que el Estado
garantiza al imputado, en su procesamiento penal, el respeto y cumplimiento de todos sus
derechos fundamentales; debiendo en consecuencia, ser tratado con el debido respeto a su
dignidad de ser humano; ahora bien, esta premisa fue adoptada por el legislador al
incorporar el art. 86 en el CPP; pues, esta norma garantiza al imputado que sufre una
enfermedad mental, la suspensión del proceso, a efectos que pueda ser cuidado y atendido
por su entorno familiar, o en su caso, por un establecimiento adecuado, precautelado su
salud, integridad física y trato humano, evitando que el proceso agrave su situación; y
fundamentalmente, que sea llevado adelante, sin su comprensión; extremo, que generaría la
lesión de su derecho fundamental a la defensa.  En este sentido vemos que el referido art.
86 del CPP, observa dos aspectos con trascendencia procesal; en efecto, el primero de ellos,
es el referido a la determinación de la suspensión del proceso; y el segundo, la
libertad o internación del procesado mientras dura su incapacidad.

En cuanto a la decisión de suspensión del proceso, el juez o tribunal deberá previamente


ordenar de oficio o a petición de parte, el reconocimiento psiquiátrico del encausado, a
efecto de verificar si la perturbación mental que padece, le impide comprender los actos del
proceso; consecuentemente, el presupuesto para determinar la suspensión señalada será el
dictamen psiquiátrico que dé cuenta de la incapacidad de referencia; ahora bien, en lo que
respecta a los efectos de esta determinación, queda claro que llegan a ser dos: 1) La libertad
del procesado, para que quede al cuidado de su padre, madre, tutor o curador, cuando no
exista peligro que se dañe a sí mismo o a los demás; o, 2) La internación del procesado en
un establecimiento adecuado; previsión última, que proscribe toda posibilidad que éste
pueda ser trasladado o permanecer en un centro penitenciario; por cuanto el mismo, no
puede ser considerado como un establecimiento adecuado para una persona que sufre un
trastorno mental; pues, al contrario, dicho penal se constituiría en un lugar que agravaría su
estado de salud física, psíquica y emocional, colocándolo en una situación de
vulnerabilidad respecto al resto de la población penitenciaria, lo que en definitiva
decantaría en un menoscabo de su condición de ser humano, al permanecer privado de
libertad, padeciendo perturbaciones mentales.

Sobre la base de este entendido, y en caso de no ser viable la libertad del encausado, a
efectos que sea cuidado por sus familiares, dadas las connotaciones de su enfermedad
mental; todo juez o tribunal estará compelido a disponer su internación en un centro
psiquiátrico de su residencia o fuera de ésta, precautelando su bienestar, pero en ninguna
circunstancia, podrá determinarse su permanencia en un centro penitenciario, pues caso
contrario, se vulneraría el debido proceso del encausado; y principalmente, se pondrían en
riego sus derechos fundamentales a la vida y salud.
Ahora bien, es importante distinguir la suspensión del proceso por enfermedad mental, con
la inimputabilidad prevista en el art. 17 del Código Penal (CP), que establece:

ARTÍCULO 17.- (Inimputabilidad).- Está exento de pena el que en el momento del hecho
por enfermedad mental o por grave perturbación de la conciencia o por grave insuficiencia
de la inteligencia, no pueda comprender la antijuridicidad de su acción o conducirse de
acuerdo a esta comprensión.

Conforme a dicha norma, la declaratoria de inimputabilidad tiene como antecedente la


enfermedad mental o perturbación de la conciencia o insuficiencia de la inteligencia en el
momento del hecho, que impide que la o el imputado comprenda la antijuricidad de su
acción o se conduzca de acuerdo a esa comprensión.

Efectivamente, la inimputabilidad es una condición para la declaratoria de culpabilidad;


pues, si la persona no comprende su acción o no actúa conforme a esa comprensión, no
podrá ser reprochable penalmente; y en ese sentido, no corresponderá que se declare su
culpabilidad, porque de acuerdo al art. 13 del CP; “No se le podrá imponer pena al agente,
si su actuar no le es reprochable penalmente (…)”. Por ello, el art. 363 inc. 4) del CPP,
establece que se dictará sentencia absolutoria cuando: “Exista cualquier causa eximente de
responsabilidad penal”; supuesto en el cual, de acuerdo con el art. 80 del CP, la autoridad
judicial puede disponer, previo dictamen de peritos, su internación en el establecimiento
correspondiente, si por causa de su estado existiere peligro que se dañe a sí mismo o a los
demás; añadiendo, que si no existe un establecimiento adecuado, la internación del
inimputable se hará en el que más próximamente pueda cumplir ese fin, o se lo dejará en
poder de su familia, siempre que a juicio del juez, ofrezca garantía suficiente.

Entonces, de acuerdo a dichas normas, la inimputabilidad puede ser declarada cuando la


jueza, juez o tribunal, previo peritaje, establezcan que la o el imputado, al momento del
hecho, padecía de alguna enfermedad, perturbación de la conciencia o insuficiencia de
la inteligencia, a diferencia de la suspensión del proceso, cuando la
enfermedad mental se presenta en el transcurso del proceso. Esta diferenciación, tiene
importantes consecuencias; pues, mientras que en el primer caso, el Código Penal, como se
vio, dispone que corresponde declarar la inimputabilidad de la o el imputado, y por ende, su
absolución; en cambio, en el segundo, solo se dispone la suspensión, con el entendido que
la enfermedad puede ser temporal; siendo posible, que posteriormente continúe el juicio.

De ello, se concluye que cuando se presenten casos de inimputabilidad, no corresponde la


suspensión del juicio, sino, que el juez, jueza o tribunal, pronuncie sentencia en el marco de
lo previsto en el art. 363 inc. 4) del CPP, disponiendo la aplicación de la medida de
internación prevista en el art. 80 del CP.

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