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Cisnes negros, rinocerontes grises, pandemias y

meteoritos
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January 2, 2022

Tengo que agradecer al profesor Javier Jordán el descubrimiento del ensayista y


estadístico estadounidense, de origen libanés, Nassim Taleb y su teoría de los Cisnes
Negros. La lectura de su obra, publicada en 2007, «El Cisne Negro. El impacto de la
altamente improbable» me ha resultado muy útil a la hora de comprender la dificultad de
emplear las experiencias pasadas para tratar de prepararnos para responder a retos
futuros. Concretamente, me permitió superar la perplejidad que me ha producido siempre
la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre qué se ha hecho bien y qué se ha hecho
mal en la gestión de conflictos como el afgano o del COVID. O lo que es lo mismo, a la
incapacidad del modelo de Lecciones Aprendidas para dar respuestas clara a problemas
de semejante complejidad.

Una primera respuesta a esa perplejidad la encontré en la Teoría de los Sistemas


Adaptativos Complejos (SAC), que explica lo difícil que resulta identificar relaciones
causales en el mundo de las ciencias sociales, lo que dificulta valorar el efecto neto de
las decisiones adoptadas en este campo. La Teoría de los Cisnes Negros, combinada
con la de los SAC, me llevó a concluir, en mi Tesis Doctoral (publicada bajo el título
Estado de Derecho y Construcción de la paz. El caso afgano) que el proceso de
Lecciones Aprendidas, encaminado a sistematizar el empleo de las experiencias
obtenidas en actuaciones pasadas para mejorar los procedimientos con los que
acometer las futuras, encuentra limitaciones muy serias cuando se trata de actuar sobre
ámbitos tan complejos como la gestión de crisis complejas en las que, a su complejidad
intrínseca, debe añadirse la imposibilidad de predecir todos los factores externos que
pueden afectar a su evolución. Aquí es donde intervienen los Cisnes Negros de Taleb,
acontecimientos caracterizados por su carácter impredecible, gran impacto y por la
tendencia humana a demostrar que se podían haber anticipado. Pensemos en el impacto
que han tenido en el conflicto afgano factores como el surgimiento del ISIS, la llegada al
poder de Trump o el COVID. En ocasiones, cuesta trabajo no recordar las palabras de

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Felipe II al conocer el final de La Gran Armada: «No mandé a mis naves a luchar contra
los elementos». Pero «los elementos» están siempre ahí, adoptando mil formas
diferentes.

Watch Video At: https://youtu.be/P0jl4iGwqiw

En mayo de 2020, un artículo publicado en Global Strategy bajo el título «El Covid-19, los
cisnes negros y la línea Maginot. Debilidades del proceso de lecciones aprendidas»
comparaba el empeño actual por aplicar el modelo de Lecciones Aprendidas a la gestión
de conflictos, con la actuación francesa tras la Primera Guerra Mundial. El modo en que
el Estado Mayor francés aplicó las experiencias acumuladas durante la Gran Guerra le
llevó a prepararse concienzudamente para repetir la misma guerra, contra el mismo
enemigo, en el mismo escenario y con las mismas tácticas y medios. El resultado fue la
Línea Maginot, con la que Francia hubo de enfrentarse a un enemigo diferente, con
medios y tácticas también diferentes. Tras el fin de la Guerra Fría, cuando EEUU
comenzó a enfrentarse a los conflictos que han protagonizado las últimas décadas, se
encontró en una situación parecida, teniendo que afrontarlos con unas fuerzas armadas
preparadas para combatir guerras convencionales. En palabras de Brent Scrowcroft,
Asesor de Seguridad Nacional entre 2001 y 2005, «tenemos un ejército perfectamente
preparado para una guerra que nunca va a luchar». Una sucesión de Cisnes Negros
obligarían a ese ejército, y a otros muchos, e enfrentarse a enemigos muy diferentes a
los previstos y en condiciones en nada parecidas a las tenidas en cuenta en su
preparación.

Personalmente, no tengo la menor duda de que la tesis de Taleb es, básicamente,


acertada: en el ámbito de las ciencias sociales, por muy meticuloso que sea un
planeamiento, nunca podrá evitar que sucesos imposibles de anticipar echen por tierra
un plan perfecto. La máxima militar «planea la maniobra de acuerdo con la hipótesis más
probable y la seguridad, de acuerdo con la más peligrosa» tiene un punto débil: no
siempre es posible predecir la hipótesis mas peligrosa, lo que obliga a prepararse para lo

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impredecible. No se trata de que el planeamiento fuera imperfecto, por no tomar en
consideración determinados riesgos; se trata de que no todos los riesgos son
predecibles. Y esa es la conclusión a extraer de la teoría de Taleb, la necesidad de tener
siempre en cuenta que «ningún plan sobrevive al primer disparo del enemigo» (la
sabiduría popular ya se había adelantado al pensador). «Nunca llegaremos a conocer lo
desconocido ya que, por definición, es desconocido. Sin embargo, siempre podemos
imaginar cómo podría afectarme, y sobre este hecho debería basar mis decisiones».
Poner el foco en las consecuencias, que podemos conocer, en vez de en las
probabilidades, que no podemos conocer, es la manera de enfrentarse a la
incertidumbre, de acuerdo con Taleb.

Los críticos de los Cisnes Negros ven en esta teoría una suerte de negación de la
necesidad de hacer prospectiva y planear el modo de hacer frente a riesgos futuros,
supuestamente amparada en la inutilidad de cualquier intento de anticipación. En este
contexto, surge la figura del «Rinoceronte Gris». Si el Cisne Negro es una realidad que
creemos inexistente, hasta que no se manifiesta ante nosotros, el Rinoceronte Gris es
algo claro, evidente, incluso voluminoso, que nos negamos a ver porque supone una
amenaza a nuestras propias convicciones. Los Rinocerontes Grises, presentados por
Michele Wucker como alternativa a los Cisnes Negros, debutaron en la cumbre de Davos
de 2013. Venían a sostener que el problema real no es la falta de señales que puedan
advertir de una crisis, sino la falta de respuesta ante ellas. Los Rinocerontes Grises son
riesgos de alta probabilidad y gran impacto que, pese a ser reconocidos y evaluados,
resultan ignorados hasta que es demasiado tarde, y explotan. Cuando el rinoceronte
inicia súbitamente su carga contra nosotros, normalmente es ya tarde para huir de él.

Wucker, coincidiendo en esto con Taleb, pone el acento en el sesgo del analista. Si éste
pone el acento en el «sesgo de confirmación» que nos lleva a dar mayor relevancia a los
datos que confirman nuestras hipótesis, aquélla aconseja sustraernos al «sesgo
optimista» en la visión de estos riesgos, abriendo la mente a escenarios futuros y fuentes
de información diversas, incentivando la solución temprana de los problemas.
Recientemente, NETFLIX se ha incorporado al debate académico con su película «No
mires arriba», que aborda en clave de parodia esa tendencia a rechazar las evidencias
que ponen en riesgo nuestras seguridades. El título hace referencia a la tendencia
negacionista que conduce a no prestar atención a aquello que supone una amenaza
grave y difícil de gestionar, ignorándolo para así hacerlo desaparecer; la vieja táctica del
avestruz: si en el cielo puede verse un meteorito que se dirige hacia la tierra y va a
destruirla… no mires arriba. Incluso el diario EL MUNDO se ha incorporado al debate. Un
reciente artículo, titulado «Meteoritos, volcanes y pandemias: cuando los científicos
alertan de la catástrofe… y nadie escucha» aborda este asunto, apostando claramente,
al igual que la película de NETFLIX, por la teoría de los Rinocerontes Grises.
Representan a una corriente que defiende que no hay Cienes Negros, sino ceguera
voluntaria frente a a aquello que nos incomoda.

En mi opinión, abordar esta cuestión planteándola como una confrontación entre dos
teorías antagónicas y mutuamente excluyentes constituye un error. Ambas teorías
pueden coexistir perfectamente. No se trata de combinarlas para presentar una tercera

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teoría integradora, la de los Cisnes Grises o los Rinocerontes Negros, sino de emplearlas
de forma conjunta en el análisis de la realidad. Cisnes Negros y Rinocerontes Grises
conviven en nuestro mundo, sin que la realidad de unos excluya la de los otros. Los
Cisnes Negros nos obligan a tener en cuenta lo impredecible, pero no deben conducirnos
a olvidarnos de lo evidente, ni a indagar sobre lo probable. Cuestión diferente es la de
diferenciarlos en cada caso concreto. Por ejemplo, para muchos analistas, incluido Taleb,
el COVID no ha sido un Cisne Negro, sino un Rinoceronte Gris ya que numerosos
analistas, científicos e incluso documentos oficiales alertaban del riesgo que suponen las
pandemia en un mundo globalizado como el actual. Según esta hipótesis, habría sido la
falta de voluntad política para hacer frente a este riesgo lo qua habría impedido
reaccionar adecuadamente ante su materialización. La cuestión es discutible. Que
seamos conscientes de la existencia de un riesgo latente, como el de un seísmo en
Granada o una erupción en La Palma, no quiere decir que dispongamos de datos
operativos para anticipar medidas paliativas concretas. En cualquier caso, sea o no el
COVID un Cisne Negro, este tipo de fenómenos existe.

En marzo de 2020 publicaba en Global Strategy el artículo «Coronavirus: efectos del


cisne negro en el orden mundial» con algunas reflexiones iniciales relativas a la gestión y
efectos de la pandemia. Concretamente, planteaba el error que supone extraer, como
principal lección de la crisis de desabastecimiento de recursos sanitarios vivida durante
las primeras fases de la crisis, la necesidad de almacenar mascarillas y respiradores
para futuras emergencias. Error porque, si algo debería habernos enseñado esta crisis,
es la necesidad de estar preparados para reaccionar con agilidad y flexibilidad ante
cualquier tipo de contingencia. Si almacenamos mascarillas, nos harán falta protectores
oculares, porque el próximo virus se transmitirá a través de los ojos… Resulta evidente
que el COVID nos ha demostrado el peligro de depender excesivamente de cadenas de
suministro globales, renunciando a disponer de ciertos stocks de seguridad y
capacidades de producción propias. Prueba de ello es la reciente revisión de la Ley de
Seguridad Nacional que prevé el establecimiento de una Reserva Estratégica, para lo
que el Departamento de Seguridad Nacional de Presidencia del Gobierno ha iniciado la
elaboración de un catálogo de productos críticos y capacidades de producción
nacionales.

Pero, además de almacenes repletos, que proporcionen ciertas garantías frente a


riesgos previsibles, lo que resulta imprescindible frente a los imprevisibles es disponer de
mecanismos ágiles de toma de decisiones y de obtención de recursos, que permitan
generar rápidamente los recursos necesarios, sin que la normativa administrativa
suponga un freno (en momentos de crisis, la normativa de contratación pública puede
convertirse en un enemigo difícil de batir); de organizaciones administrativas adaptables
que permitan desarrollar la estructura de mando y control adecuada para ejercer el
liderazgo necesario, sin que, una vez más, la normativa administrativa suponga un
obstáculo.. Todo ello, tanto en el ámbito nacional, como en el Europeo. La gestión de una
crisis en la que intervienen, además del Estado, la Unión Europea y las Comunidades
Autónomas exige de criterios claros y predeterminados sobre el modo de integrar sus

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decisiones. La falta de un adecuada integración supondrá un freno a la hora de
responder a cualquier emergencia imprevista. Experiencias recientes avalan
sobradamente este hecho.

Las estructuras y procedimientos ordinarios deben permitirnos enfrentarnos a los


Rinocerontes Grises, riesgos predecibles frente a los que es necesario precaverse; de
hecho, deben diseñarse para hacerles frente. Pero deben permitir adaptarse con rapidez
a las exigencias de los Cisnes Negros, sean los que sean. Esa capacidad de adaptación
será, sin duda alguna, la clave del éxito en la respuesta a las crisis que nos depare el
futuro. El hecho de que, con carácter general, se recurra a las Fuerzas Armadas para
responder a todo tipo de emergencias, por alejadas que estén de los cometidos para las
que están diseñadas, equipadas y adiestradas, obedece precisamente a esa demostrada
capacidad de adaptar de un modo ágil su estructura de mando y su organización a
cualquier tipo de necesidad. Su secreto no reside en contar con enorme almacenes con
todo tipo de recursos, o de unidades adiestradas para cualquier tipo de contingencia.
Son precisamente su versatilidad y capacidad de adaptación las que las hacen idóneas
para estos cometidos. En palabras del entonces Secretario General de las naciones
Unidas, Dag Hammarskjold, «no es una misión para militares, pero sólo los militares
pueden llevarla a cabo».

Planteado en otros términos, se trata de analizar el modo de prevenir y prepararse para


los riesgos combinando dos parámetros complementarios: impacto, es decir, intensidad
de su efecto, y probabilidad. Los riesgos de alto impacto, por baja que sea su
probabilidad, los Cisnes Negros, merecen siempre atención especial. Al igual que los
riesgos de alta probabilidad, en cuyo análisis conviene prestar especial atención a los
Rinocerontes Grises, es decir, a aquellos que nuestro sesgo optimista tiende a obviar,
pese a las evidencias existentes. Sólo los riesgos en los que concurre el bajo impacto
con la baja probabilidad podemos bajar la guardia.

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