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¿De que

manera el
coronavirus ha
cambiado la
vida cotidiana?
Fuente : Muy Interesante
Tristán Reyes Gracia
Lenguaje y Comunicación
La nueva normalidad ya ha llegado, pero ¿cómo estamos
asumiendo los cambios? Y es que mientras el coronavirus se
ha expandido a gran velocidad, a las personas nos ha costado
tiempo adaptarnos a la situación. Luis Miller, del Instituto de
Políticas y Bienes Públicos (IPBP-CSIC), explica que los
comportamientos sociales no se pueden cambiar tan rápido.
“Tenemos la sensación de ir más lentos de lo que
necesitaríamos para controlar el virus”.

A cara tapada
Algo parecido sucedió con las mascarillas, ya imprescindibles.
A lo largo de la pandemia, “se han dado pautas que
confundieron a la población”, afirma Pampa G. Molina,
redactora jefa de la agencia pública de noticias científicas
SINC. La geóloga Teresa Moreno, del Instituto de Diagnóstico
Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), argumenta
que en un principio se debió a un “problema de
disponibilidad” y a que “no había investigaciones para
sostener que el agente patógeno se propagaba por el aire”.
Ahora sabemos que son fundamentales para no contagiar y no
ser contagiados, pues el virus “es como un aerosol, como otras
partículas en el aire, y puede viajar dos metros fácilmente; de
ahí la distancia de seguridad interpersonal”, añade Moreno.
Nuestros mayores, en el punto de mira
Con la población de más edad, todas las precauciones a tomar
son pocas: la mortalidad por COVID-19 es muy alta en
mayores de ochenta años. Y el hecho de que España sea uno
de los países más envejecidos del mundo, según el sociólogo
Diego Ramiro, del Instituto de Economía, Geografía y
Demografía (IEGD-CSIC), resulta clave para entender qué ha
ocurrido con la pandemia. Ramiro recuerda que unos 322 000
españoles viven en residencias, y que la media de edad en
estos centros es de 86 años. Además, “con la mortalidad que
ha habido, se perderán unos 0,7-0,8 años de esperanza de vida,
más en varones que en mujeres”, augura Ramiro.
Oficinas de andar por casa
En el ámbito laboral, el teletrabajo ha sido la gran apuesta de
esta pandemia. Ha traído grandes beneficios, como el descenso
de los niveles de contaminación y un ahorro en los tiempos de
transporte. Sin embargo, María Ángeles Durán, también
socióloga del IEGD-CSIC, indica que no es cierto que trabajar
en casa sea una ventaja para las mujeres porque así pueden
conciliar. “Lo que sí pueden es sumar dos trabajos”. Y eso,
según ella, ha conllevado un “estrés extraordinario”. Además,
han surgido nuevas desigualdades laborales. Con el llamado
pasaporte serológico, las empresas buscan contratar,
preferentemente, personas que hayan pasado la enfermedad.
“Da igual que sea legal o no. ¿Cómo lo vas a evitar? Antes te
pedían que estuvieras vacunado y ahora, como no hay vacuna,
te piden un certificado de anticuerpos”, argumenta Durán. Aun
así, la socióloga dice que van a necesitar suerte para encontrar
a alguien que responda a ese perfil si, según el último estudio
nacional de seroprevalencia, solo un 5,2 % de la población
española ha tenido contacto con el coronavirus.

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