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La política del imperialismo

en América Latina
Desde LID Chile se irá publicando una serie de artículos que
apuntan a analizar la política del imperialismo, especialmente
estadounidense, en América Latina, sus fundamentos ideológicos
y económicos, cómo afecta a los países del continente, a Chile, a
la clase trabajadora y a los recursos naturales propios de la región.
Este primer número abordará los fundamentos generales del
imperialismo.
Amelia H.

Sábado 6 de junio de 2015 | 13:01



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León Trotsky, en su Tesis sobre el papel mundial del imperialismo


norteamericano (1), expuesta en la Conferencia Panamericana, realizada en
México, preparatoria al Congreso de Fundación de la IV Internacional
(1938), desarrolló una reflexión y análisis sobre el papel que comenzaría a
jugar el imperialismo norteamericano posterior a la segunda guerra
mundial; una fase superior del capitalismo que vendría a cambiar las
relaciones políticas y económicas en el mundo, golpeando aún más a los
países “subdesarrollados” y en “vías de desarrollo”.

América Latina lleva décadas siendo una región explotada por el capital
nacional como también extranjero. Durante el siglo XIX países como
Alemania, Portugal, España e Inglaterra fueron los que se encargaron de
explotar durante décadas los recursos naturales de la región, colonizar
países y abusar de la clase trabajadora latinoamericana. Estados Unidos
llegó en otra fase de la historia, posterior a los países mencionados, pero
hoy en día ya se ha transformado en la potencia mundial que mantiene a
América Latina bajo el yugo del imperialismo norteamericano.
Para que Estados Unidos pudiese abrirse camino dentro de los demás países
imperialistas, era necesaria la instauración de una política que fuese
defendida por los sucesivos gobiernos estadounidenses, la que se conoció
como Doctrina Monroe, que en palabras de Trotsky se entiende como “el
derecho del imperialismo norteamericano a posicionarse dominantemente
en los países de América Latina, asumiendo la posición de ser su explotador
exclusivo”.

De esta manera, los gobiernos de Estados Unidos comenzaron una


verdadera cruzada imperialista, donde “naturalmente” dicha potencia sería
la única con permiso y autorización para explotar a los diversos países de
América Latina, y con esto, ir instaurando la idea de un capitalismo
“democrático” por parte de EE.UU, una idea de “país a seguir”, de
“democracia occidental” y de “prosperidad”.

Para esto, el rol de las burguesías nacionales de cada país y de las Fuerzas
Armadas fue crucial para contrarrestar cualquier tipo de revolución social,
de alzamiento de la clase trabajadora o algún cuestionamiento que pudiese
surgir contra la política imperialista. No por nada se sabe que EE.UU ha
financiado en variadas ocasiones a dictaduras militares con el fin de evitar
cualquier avance de ideologías marxistas y socialistas, y así asegurar
también “la estructura imperialista y garantizar un flujo inalterado de los
superlogros del coloso del Norte. El más activo e impetuoso impulsor de las
dictaduras militares en los países latinoamericanos es el imperialismo
norteamericano, cuyos millones de dólares invertidos en el exterior están
dirigidos al hemisferio occidental”.

En el caso de la instauración de la Dictadura Cívico Militar en Chile, el


gobierno de EE.UU fue clave para llevar adelante el Golpe Militar y la
posterior implantación de la ideología neoliberal, sistema político y
económico que vino a oxigenar la crisis por la que estaba atravesando el
capitalismo en la década del 70. En este sentido, el imperialismo
norteamericano financió (2) directamente a la derecha chilena y allanó el
terreno para que tanto la burguesía norteamericana como la chilena sacaran
provecho de la ola de privatizaciones que se impulsó en la década del 80 en
el país; la que afectó a los recursos naturales de Chile, a las empresas
estatales que pasaron a estar en manos de privados y también al conjunto de
los derechos democráticos que también fueron privatizados.

El imperialismo norteamericano usa distintos métodos y políticas para


expandirse por los países de América Latina y el resto del mundo. En el
documento “El imperialismo ante la crisis económica” de José
Welmowicki, se establece que “las inmensas sumas canalizadas para el
pago de las deudas públicas (externas o internas), las políticas de los bancos
centrales, como los tipos de interés al servicio de la acumulación de los
bancos y más recientemente la política de los déficits fiscales y comerciales
sirvieron para sustentar la expansión del capital financiero de EE UU (con
sus socios europeos) en todo el mundo. Las privatizaciones fueron otra
medida para servir al capital monopolista, además de significar el saqueo
por parte de las empresas imperialistas de parques productivos y riquezas
minerales”.

Para que el imperialismo pueda llevar a cabo sus planes, la relación con los
Estados nacionales y sus burguesías es fundamental. En el caso de Chile, y
tomando en cuenta el recurso natural más importante del país que es el
cobre, la aprobación de la Ley Orgánica Constitucional Sobre Concesiones
Mineras, que entró en vigencia en 1981, en plena Dictadura y con José
Piñera a la cabeza (el mismo que impulsó el anti sindical Plan Laboral y las
AFPs), ha permitido que las empresas extranjeras exploten el mineral y
también a los trabajadores mineros, durante décadas, sin mayor costo.
Según el Centro de Investigación Político Social del Trabajo (CIPSTRA),
“el Estado de Chile posee grandes yacimientos de cobre, se los presta gratis
a las grandes mineras multinacionales para que lo exploten (y, como
veremos, para que ganen multimillonarias ganancias), y si el Estado lo
quiere devuelta, debe pagarle el valor de todo el cobre que le había prestado
a las multinacionales (siendo que ni siquiera pagaron por el derecho de
concesión). Esto hace que en la práctica, si se sigue esta ley, los
yacimientos de cobre sean inexpropiables”.

Lo anterior expresa la facilidad con que el Estado de Chile permite que


empresas extranjeras obtengan cifras millonarias a costa de los recursos
naturales del país y de la explotación diaria de cientos de trabajadores
mineros, muchos de ellos subcontratados y laborando en condiciones
paupérrimas, inseguras y con grandes posibilidades de perder la vida en las
minas.

Por otra parte, se puede observar que entre 2002 y 2011, las empresas de la
Gran Minería Privada produjeron el 65% del cobre total, aportando al
Estado un 36,6% de los ingresos, mientras que Codelco produjo un 35% del
total del cobre, aportando al Fisco el 63,4%. Un negocio redondo para las
empresas extranjeras, mientras que el Estado y la clase política del país
hacen “vista gorda” ante el saqueo imperialista y también de parte de
mineras nacionales privadas; total, los políticos patronales también son
financiados por grupos económicos como la familia Luksic, que ha
aportado millonarias cifras a autoridades del país, mediante 18 empresas,
donde se incluyen las mineras Los Pelambres, Antofagasta PLC y
Esperanza.

(2) Revisar Informe «Acción Encubierta en Chile: 1963-1973» (Covert


Action in Chile: 1963-1973), llamado también «Informe Church» y también
revisar Documento emanado por el Tribunal de Ética y Disciplina del
Colegio de Periodistas, titulado “Javiera Olivares Mardones, Presidenta del
Colegio de Periodistas, y otros, vs Agustín Edwards Eastman”, abril 2015

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