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en América Latina
Desde LID Chile se irá publicando una serie de artículos que
apuntan a analizar la política del imperialismo, especialmente
estadounidense, en América Latina, sus fundamentos ideológicos
y económicos, cómo afecta a los países del continente, a Chile, a
la clase trabajadora y a los recursos naturales propios de la región.
Este primer número abordará los fundamentos generales del
imperialismo.
Amelia H.
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América Latina lleva décadas siendo una región explotada por el capital
nacional como también extranjero. Durante el siglo XIX países como
Alemania, Portugal, España e Inglaterra fueron los que se encargaron de
explotar durante décadas los recursos naturales de la región, colonizar
países y abusar de la clase trabajadora latinoamericana. Estados Unidos
llegó en otra fase de la historia, posterior a los países mencionados, pero
hoy en día ya se ha transformado en la potencia mundial que mantiene a
América Latina bajo el yugo del imperialismo norteamericano.
Para que Estados Unidos pudiese abrirse camino dentro de los demás países
imperialistas, era necesaria la instauración de una política que fuese
defendida por los sucesivos gobiernos estadounidenses, la que se conoció
como Doctrina Monroe, que en palabras de Trotsky se entiende como “el
derecho del imperialismo norteamericano a posicionarse dominantemente
en los países de América Latina, asumiendo la posición de ser su explotador
exclusivo”.
Para esto, el rol de las burguesías nacionales de cada país y de las Fuerzas
Armadas fue crucial para contrarrestar cualquier tipo de revolución social,
de alzamiento de la clase trabajadora o algún cuestionamiento que pudiese
surgir contra la política imperialista. No por nada se sabe que EE.UU ha
financiado en variadas ocasiones a dictaduras militares con el fin de evitar
cualquier avance de ideologías marxistas y socialistas, y así asegurar
también “la estructura imperialista y garantizar un flujo inalterado de los
superlogros del coloso del Norte. El más activo e impetuoso impulsor de las
dictaduras militares en los países latinoamericanos es el imperialismo
norteamericano, cuyos millones de dólares invertidos en el exterior están
dirigidos al hemisferio occidental”.
Para que el imperialismo pueda llevar a cabo sus planes, la relación con los
Estados nacionales y sus burguesías es fundamental. En el caso de Chile, y
tomando en cuenta el recurso natural más importante del país que es el
cobre, la aprobación de la Ley Orgánica Constitucional Sobre Concesiones
Mineras, que entró en vigencia en 1981, en plena Dictadura y con José
Piñera a la cabeza (el mismo que impulsó el anti sindical Plan Laboral y las
AFPs), ha permitido que las empresas extranjeras exploten el mineral y
también a los trabajadores mineros, durante décadas, sin mayor costo.
Según el Centro de Investigación Político Social del Trabajo (CIPSTRA),
“el Estado de Chile posee grandes yacimientos de cobre, se los presta gratis
a las grandes mineras multinacionales para que lo exploten (y, como
veremos, para que ganen multimillonarias ganancias), y si el Estado lo
quiere devuelta, debe pagarle el valor de todo el cobre que le había prestado
a las multinacionales (siendo que ni siquiera pagaron por el derecho de
concesión). Esto hace que en la práctica, si se sigue esta ley, los
yacimientos de cobre sean inexpropiables”.
Por otra parte, se puede observar que entre 2002 y 2011, las empresas de la
Gran Minería Privada produjeron el 65% del cobre total, aportando al
Estado un 36,6% de los ingresos, mientras que Codelco produjo un 35% del
total del cobre, aportando al Fisco el 63,4%. Un negocio redondo para las
empresas extranjeras, mientras que el Estado y la clase política del país
hacen “vista gorda” ante el saqueo imperialista y también de parte de
mineras nacionales privadas; total, los políticos patronales también son
financiados por grupos económicos como la familia Luksic, que ha
aportado millonarias cifras a autoridades del país, mediante 18 empresas,
donde se incluyen las mineras Los Pelambres, Antofagasta PLC y
Esperanza.