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Érase una vez un pequeño abejorro, algo rechoncho, que se llamaba Modorro.

Vivía en un
acogedor nido tapizado de musgo donde pasaba todo el invierno.

Desde la puerta de su casa, zumba que zumba, Modorro contemplaba encantado la llegada del
buen tiempo. Realmente era un día esplendido, ideal para salir enseguida a visitar las flores y
aumentar así sus reservas de polen.

Con aire de estar muy atareado, levanto el vuelo hacia el jardín florido. Cuando llego ya habai
muchos bichitos entre las flores: Gilberto Mariposa, Abeja Teresa, Dorita Mariquita y muchos
más.

Sin apuro ninguno, Abejorro Modorro puso manos a la obra. Con tantas idas y venidas, alcanzo
a recolectar una gran cantidad de polen que guardo cuidadosamente en la despensa de su
casa.

Cuando la despensa estuvo tan llena que ya no cabía ni un solo grano más de polen, Abejorro
Modorro decidió relajarse y tomar un descanso.

Mientras tanto, Abeja Teresa estaba preocupada porque se dio cuenta de que no tenía
suficiente polen para preparar sus tarros de miel.

--Ve a ver a Modorro – susurraron las flores. Él se ha llevado todo el polen. No tuvieron que
repetírselo dos veces.

Cuando llego a la casa de Modorro, toco el timbre, volvió a tocar y, al final, golpeo la puerta.
Modorro asomó la cabeza y dijo:

-- ¿A qué viene este estruendo?

Cuando comprendió que Teresa iba a hablarle del polen, no quiso saber nada más.

-- ¡No tengo tiempo, vete! – añadió y al instante cerró la puerta.

La pobre Teresa se alejó triste, mientras Modorro, el abejorro bribón y egoísta que no quería
compartir el polen, se encerró en su casa para proteger a toda costa su preciado tesoro.

Sin nada mejor que hacer, se puso a comer sin parar. Comió y comió tanto polen que engordo
hasta casi estallar.
Cuando quiso salir a tomar aire, algo le impidió pasar por la puerta, y ese algo no era otra cosa
que su enorme barriga. Hizo fuerza con las patas traseras, pero, viendo que por más que se
esforzaba seguía atascado, finalmente grito:

--¡Socorro! ¡Que alguien me ayude!

--¡Vaya! ¿Te has quedado atascado?-- Le preguntó Teresa.

-- Ayudame, por favor. No puedo ni salir ni entrar-- Le suplico abejorro Modorro.

-- Pues ahí te quedas—dijo Teresa haciéndole ver que no le importaba.

--Podria darte un saquito de polen.

--No tengo tiempo—le contesto ella haciendo como que se marchaba.

--Te dare dos saquitos. Espera… Cuatro saquitos. ¡Vuelve! Diez saquitos… -- le rogo Modorro.

--Acepto, quince sacos me parecen bien –dijo satisfecha. Agarro a Modorro de una pata y tiro
de el con todas sus fuerzas--. ¡Dale! ¡Vamos! ¡Animo! ¡Mas fuerte!

Teresa dio un peligroso y muy brusco salto hacia atrás y tras ella salio Modorro, al fin libre.

Nuestra amiga recibió los quince saquitos de polen prometidos. En cuanto a Modorro, estuvo
de muy mal humor durante algunos días.

Pero no te preocupes por el; de ahora en adelante tendrá mas cuidado y ya no comera tanto
polen, al menos hasta el próximo verano. Y, gracias a Teresa, a nosotros no nos faltara miel
durante el invierno.

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