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La belleza, desde la antigüedad se identificó con la proporción, el color y la luz.

Pitágoras fue el primero en sostener que el principio de todas las cosas es el número,
a causa de que los pitagóricos sentían una especie de terror sagrado ante el infinito y
todo aquello que no puede reducirse a un límite, y por eso buscaron un numero para
limitar la realidad. Con el nace una visión estético-matemática de universo, donde las
cosas existen porque están ordenadas, y están ordenadas por que en ellas se
cumplen leyes matemáticas, que son a la vez condición de existencia y de belleza.
La proporción llega en primer lugar en los números, y el numero es el modelo principal
en la mente del creador. La proporción era usada en la práctica arquitectónica, como
alusión simbólica y mística. Se solía usar la proporción divina, la sección aurea, esta
se considera perfecta porque es reproducible hasta el infinito.
Además del número, también todas las cosas están formadas según armonía. Según
los pitagóricos, esta consistía en la oposición par e impar, entre limite e ilimitado,
unidad y multiplicidad, derecha e izquierda, cuadrado y rectángulo, etc. En esta
oposición, solo uno representa la perfección y lo bello, el opuesto representa el error,
el mal y la falta de armonía. La armonía entre los contrarios no se producirá anulando
uno de ellos, sino dejando que ambos vivan en una tensión continua, por lo que no es
ausencia de contrastes, sino equilibrio.
Al producirse un equilibrio se da la simetría, lo que lo hace algo armónico. Esta
simetría siempre había estado presente en todo el arte griego, y pasa a ser uno de los
cánones de belleza en el arte de la Grecia clásica. Uno de los primeros requisitos de
una buena forma era el de la justa proporción y de la simetría.
Policleto dio principio a un canon sobre las reglas para una proporción correcta, y el
principio de este canon no es el principio basado en el equilibrio de dos elementos
iguales, luego Vitrubio cambia estas medidas y expresa las proporciones corporales
correctas en fracciones de la figura entera, como que la cabeza es 1/8 de la longitud
del tórax, etc.

Posteriormente, Tomás de Aquino indica que, para que haya belleza, hace falta que
haya no solo una adecuada proporción, sino también integridad y claridad. Para él, la
proporción no es solamente la disposición correcta de la materia, sino también la
perfecta adaptación de la materia a la forma. La belleza es colaboración mutua entre
las cosas, y la proporción se convierte en un principio metafísico que explica la unidad
del cosmos.

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