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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA

DE MÉXICO
FACULTAD DE ECONOMÍA

ASIGNATURA
ECONOMÍA DEL CRECIMIENTO Y DESARROLLO

ACTIVIDAD UII – A4

DANIEL PÉREZ ALVARADO

Domingo 27 de marzo de 2022


Santiago de Querétaro, Qro.
ACTIVIDAD 4. EL CONSENSO DE WASHINGTON
Baustelo, 2003
(RESUMEN)

Según el distinguido economista John Williamson, se denominó consenso de


Washington en 1989 al conjunto de recetas políticas y estrategias de desarrollo tomadas
en la misma década de los ochenta por las instituciones gemelas de Bretton Woods y por
el gobierno de los Estados Unidos. Siendo, de tal modo, una marca global utilizada por
diversas naciones.
Este consenso denominaba ciertos requisitos indispensables para el desarrollo,
entre los cuales se encuentran la disciplina presupuestaria; la reorientación del gasto
público de subsidios indiscriminados a actividades ineficientes hacia la sanidad,
enseñanza primaria y a infraestructura; una reforma fiscal para ampliar la base imponible
y mantener tipos marginales moderados; liberalización financiera; tipos de cambio
competitivos; apertura comercial; liberalización de la inversión externa extranjera;
privatización de empresas públicas; desregulación, es decir, eliminación de las barreras
de entrada y salida de los mercados de trabajo y de productos; derechos de propiedad
garantizaos, sobre todo en el sector informal.
Donde, no obstante, una intervención del estado para que fuera positiva a la causa
debía de ser limitada a sustentar o apoyar el mercado y que incurriera en garantizar la
estabilidad macroeconómica, efectuar inversiones públicas en capitales humano y físico,
crear un entorno competitivo para el sector privado, promover el desarrollo institucional,
salvaguardar el medio ambiente; y proteger a los grupos sociales vulnerables.
De este modo, es notorio que el consenso de Washington tiene influencias
ideológicas del planteamiento neoclásico radical, ampliamente identificado en la década
de los ochenta; y del enfoque neoclásico moderado de los años noventa. Precisamente,
estos enfoques neoclásicos tendrán sus repercusiones negativas, pues, para mediados
de los noventa ya se hacían notorias las insuficiencias prácticas en los resultados del
consenso.
Tal como es posible observarse en las variaciones del PIB per cápita en las
regiones del Tercer Mundo y Rusia. Las zonas donde la aplicación de las
recomendaciones del Consenso de Washington fueron mayores, se registraron tasas
negativas, haciendo la comparación del periodo 1991-1995 con un par de décadas
anteriores; refiriéndonos principalmente a Europa central y oriental, y toda África. O,
incluso, en zonas como América Latina y el Caribe, donde hubo una repercusión positiva,
aunque baja. Esto a diferencia de las que se mantuvieron al margen como es el caso de
Asia oriental y Asia meridional, que tuvieron un crecimiento sostenido o hasta
espectacular.
Según lo anterior, es fácil notar el contraste del fracaso de las políticas y
estrategias de transición recompiladas en el Consenso de Washington a diferencia del
sustancial éxito que tuvo, por ejemplo, China, en donde no se fueron aplicadas, sino que
mantuvo un enfoque gradualista del cambio de sistema. Por su parte, para América
Latina, con la insatisfacción con los resultados económicos y sociales en los años ochenta
y parte de los noventa, donde el crecimiento pudo recuperarse y la hiperinflación se
detuvo, aunque escasamente, acorde a lo contemplado por la Comisión Económica para
América Latina (CEPAL), comenzó la necesidad de adoptar reformas de segunda
generación orientadas en mayor cantidad a los aspectos sociales, dado a que las de
primera generación aplicadas se basaban en la estabilización la liberalización.
Así, para los últimos años de la década de los noventa, se apreciaba el
surgimiento de un nuevo Consenso de Washington moderado, con un enfoque más
orientado y favorable para el mercado, tomando como base el éxito que tuvo China. En el
cual se plasmaba la intervención del Estado limitada al sustento y apoyo del mercado, sin
correcciones o sustituciones por su parte. Por lo que el llamado Post- Consenso de
Washington defiende el carácter complementario, mas no excluyente, del Estado en el
mercado, dadas las capacidades institucionales que tiene el primero y la aplicación de
reformas de una segunda generación.
Por su parte, en el caso de América Latina, los autores Burki y Perry, dado el caso
en el que las reformas de primera generación consiguen recuperar el crecimiento y eludir
la hiperinflación, pero no reducir la pobreza y la desigualdad, proponen al Consenso el
añadir cuatro funciones a cargo del Estado, tales como la mejora en las inversiones del
capital humano; promover el desarrollo de sistemas financieros sólidos y eficientes;
fortalecer el entorno legal y regulatorio sociales; mejorar la calidad del sector público.
Pues hacen énfasis en que a las reformas del Consenso de los primeros años noventa se
necesita complementar con medidas contra la pobreza y en la distribución para así
prevenir y luchar con las crisis financieras.
No obstante, para 1998, Stiglitz señala que el Consenso de Washington contenía
políticas incompletas y contraproducentes, dado a que el objetivo del mero crecimiento
económico la limitaba, pues su insistencia en medidas ortodoxas como la estabilización
de la macroeconomía y la liberalización interna y externa con efectos volátiles eran
perjudiciales, ya que la estabilización debía ser cautelosa para evitar un efecto recesivo, y
la liberalización tendría que ser aplicada parcial y gradualmente, mas no indiscriminada.
Stiglitz refiere al Consenso de Washington con el neoliberalismo o
fundamentalismo del mercado, así como la postura de que las políticas del Consenso son
incompletas al no contemplar la regulación del sistema financiero y la reforma agraria.
De otro modo, a la salida de Stiglitz en el 2000, el Banco Mundial ha apostado por
la versión moderada del Post-Consenso, a lo que se le ha catalogado como el Consenso
de Washington con rostro humano. Dado a las recientes intenciones por parte del Banco
Mundial en el tema de pobreza, equidad e inclusión social, como parte de un posible
cambio en el paradigma. Sin embargo, el principal inconveniente del Consenso con
cuerpo humano es la falta para identificar la incompatibilidad entre las tradicionales
políticas de ajuste estructural basado en la deflación, desregulación y devaluación; con los
objetivos recién adoptado en cuanto a la lucha de la pobreza y la desigualdad social. Pues
estos términos en la macroeconomía al estar definida por la corriente ortodoxa, la cual da
paso a la aplicación de políticas restrictivas de demanda, dificultan dada la austeridad
fiscal, el aumento de las inversiones públicas en el capital humano [como lo señalan Burki
y Perry], sino que, además, debido a los tipos de interés tan alto, frena el crecimiento
viéndose afectada la reducción de la pobreza y las mejoras en términos de equidad.
Con base en lo anterior, la crítica al Post-Consenso establece que no solo la
estabilización macroeconómica debe dejar de ser recesiva, sino que debe proponer
medidas concretas para conseguirlo. Así como señala Berzosa, es imperativo los cambios
internacionales e internos para el desarrollo económico. Internacionalmente, ayuda oficial
al desarrollo, apertura de mercados solventes de países desarrollados y mecanismos de
compensación en la caída de la relación real de intercambio e intereses internacionales,
así como la protección de mercados en los países más pobres.
Finalmente, se destaca que un Post-Consenso genuino se llevará a cabo con la
unión de economistas en contra de la ortodoxia, pues los intentos aislados no son de gran
utilidad. Pues, en resumidas cuentas, el Consenso con rostro humano, no es realmente
un cambio de paradigma, sino es un añadido importante al Consenso. De tal modo que la
crítica heterodoxa del desarrollo económico haría mal en buscar un nuevo paradigma que
sustituya los planteamientos de los economistas de la ortodoxia, ya que, incluso, con las
carencias que puedan tener, han representado un gran avance en la Economía del
desarrollo.

Bibliografía
Bustelo, “Desarrollo económico: del Consenso al Post-Consenso de Washington y
más allá” En: Estudios en homenaje al profesor Francisco Bustelo, Editorial Complutense,
Madrid, 2003.

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