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Don Quijote en Tulcan

Mera, (1943) afirma que en el Tulcán de los años cuarenta o cincuenta, ambos
personajes enarbolan, una vez más, los ideales contrapuestos de la quimera
cervantina: Don Quijote no ceja en su voluntad caballeresca de hacer el bien,
proteger a los débiles y acometer contra aquellos que, en su visión alucinada
representan el mal. Sancho Panza, como siempre pugna por hacer prevalecer
a su amo el principio de realidad. Los dos en la descripción de Mera recrean
una y otra vez la figura y la contrafigura que desde sus inicios la imaginación de
Cervantes alcanzaba proyección universal y paradigmática en el imaginario de
todas las generaciones posteriores. (p.20)

Mera, (1943)Después de una larga travesía por el Océano Atlántico y de


recorrer territorio Colombiano, don Quijote de la Mancha y su escudero Sancho
Panza, en cumplimiento de uno de sus sueños de conocer el Nuevo Continente
y el País de la Canela, encontrabanse en el Puente Internacional de
Rumichaca, tratando de ingresar a la República del Ecuador. Su presencia
causo gran asombro y curiosidad en las personas que iban y venían del país
vecino, quienes, después de apearse de los vehículos que los transportaban
para que sean atendidos en las oficinas de la Aduana y de Policía de
Migración, se acercaban a los personajes para examinarlos detenidamente de
pies a cabeza, pues ambos llevaban vestimenta estrafalarias y su apariencia
era nada usual, el uno alto y flaco, metido en una armadura de hierro, con
celada de cartón en la cabeza , con la mano izquierda sostenía un escudo y
con la derecha una lanza, montado en un caballo también flaco y desgarbado,
y el otro individuo, pequeño y regordete, con sombrero de ala, sacón grueso de
lana, pantalón de lienzo y zapatones rústicos, sentado en el lomo del asno.
(p.34)

Mera, (1943) Al tratar de pasar a dichas dependencias, don Quijote de la


Mancha y su escudero Sancho Panza fueron impedidos de ingresar a territorio
ecuatoriano por un agente de la Policía de Migración, quien les solicito los
documentos de identificación, visa y pasaporte. (p.34)

Mera, (1943) Mi vestimenta es la de los caballeros andantes y la de mi


escudero es la que le corresponde a su rango. ¿Necesita quizá, amable y
distinguido profesor, otros pormenores y detalles de mis legendarias aventuras
y de las más de mil batallas liberadas en España la grande, las cuales, a no
dudarlo, constituyen la gloria inmarcesible de la caballería andante? No dudéis
de mis palabras, distinguido educador, y aceptad lo que de mis labios habéis
oído, porque esta es la verdad de las verdades.¡ Un miembro de la orden de
Caballeros de Progreso, como yo su atento servidor, jamás de los jamases se
atreve a decir mentiras! (pp.40-41)

Los primeros españoles que vinieron al mando del capitán Pedro de Añasco,
allá por los años de 1560, so por si acaso le resultan conocidos, según la
crónica de Cieza de León, fueron García Noble, Alonzo Lobon, Francisco
Hernando Raposo, luego vinieron el capitán Ampudio, García Holguín, Diego
de Mera, Francisco García Tobar y otros más. Aquí las tribus y parcialidades
aborígenes, comandadas por los caciques Tulcanaza, no se dejaron fácilmente
conquistar pero, luego de mucho tiempo, por la ferocidad con la que combatían
con sus armas de fuego y la ambición de apoderarse de las tierras, los
españoles lograron conquistar los territorios de los Pastos, que en la República
del Ecuador comprendían lo que hoy es la provincia del Carchi, que lleva el
nombre este rio que acabamos de cruzar y sirve de límite con la Republica de
Colombia. Los habitantes de este jirón de la patria, al igual que sus
ascendientes, siempre se han caracterizado por su rebeldía contra los
gobiernos de turno que han tratado de desconocer de los derechos del pueblo.
Han sido participes de importantes sucesos históricos de la patria, por lo que
han conseguido que se le otorgue el título de “Centinela Norte”, “Cuna del
Civismo y de la Minga”, “Defensora de la Democracia”, etc. (p. 43)

Son dignos de admiración los fértiles campos de estas bellas comarcas, todos
cultivados con productos de diferente naturaleza de nuestras parcialidades
manchegas y castellanas. Pero mayor admiración despierta la rebeldía e
hidalguía de sus habitantes que, según nos han indicado el atento profesor, en
todo tiempo han sabido demostrar, ya sea las mismas tribus de valientes e
indómitos guerreros de la gran Nación de los Pastos, o ya sus descendientes
mestizos que han logrado conformar una estirpe especial dentro de la vasta
familia de este reino que lleva de nombre Ecuador y que, al parecer, las
presentes generaciones continúan siendo rebeldes y luchadores contra las
tiranías de turno. Razón tiene de calificar a la villa a la que nos dirigimos
como Capital del Civismo y Cuna de la Democracia. Pero también indico el
director de la escuela que es tierra de amantes de las letras. Por eso se me
viene a la mente el recuerdo de la antigua Gracia, especialmente de Esparta y
Atenas, cuna de guerreros y políticos la primera de poetas y filósofos la
segunda, que reunidas en una vendría a ser esta tierra de los Pastos,
guardando las distancias, desde luego. (p. 45)

Buena suerte el momento en que dejes tu materialismo inveterado que tanto te


singulariza, para no pensar en las cosas y los hechos espirituales wue
constituyen la nobleza del alma dijole don Quijote como queriendo poner
término a las necedades del escudero.

Con esas y otras pláticas no menos interesantes continuaron por la carrera


Bolívar hacia el centro de la ciudad. Mas, al llegar a los barrios contiguos a la
plaza del Mercado Norte detuvieronse intempestivamente ante la presencia de
una grupo de transeúntes que pugnaban por coger las volantes que, en ese
momento, distribuía con inusitada profesión, como de costumbre, se la hacía
en medio de una algarada que obstaculizada el libre tránsito, no obstante las
protestas de los transeúntes. (p.53)

Desde el instante en el que el viajero conoció personalmente a Don Quijote,


habíale descubierto el lado vulnerable de su manía caballeresca; sin embargo,
en los momentos de cordura en el caballero andante recuperaba su equilibrio
mental hallo también al filósofo profundo, que se esfuerza para implantar en la
sociedad, una mejor comprensión de la justicia y del honor.

Porque eso raras alternativas de locura y lucidez, por las que con frecuencia
pasaba el héroe de esta historia, llegaron a interesar mucho al Viajero; y puesto
que en ellas hallaba bastante similitud con los principales hechos que tanto
caracterizan a la sociedad, de buen grado se propuso seguir a Don Quijote, con
el único propósito de conocerlo más a fondo hasta en los menores detalles de
su vida de caballero andante. La realización de tal deseo no se hizo esperar
mucho porque Don Quijote siempre leal al deber que le impusieran su noble
misión no dejaba pasar oportunidad en la que no saliera en defensa del débil y
del menesteroso; ese era su lema y con él tenía que morir.(p. 75)
Para mayor claridad de esta mal relatada historia, debe saberse que, hacia
algún tiempo que, en Tulcán, la casa del general Paucar habíase convertido en
el centro de reunión de muchos veteranos, rezagos vivientes de pasadas
luchas; e Iban allá a añorar hazañas heroicas, qué talvez no llegaron a realizar
en su vida militar; concurrían también con piadosa frecuencia, sagrados y
profanos murmurar al prójimo; más como acaeciera que los contertulios
llegaron en el propio instante en que Don Quijote daba rienda suelta a su
elocuencia caballeresca, uno de los recién llegados juzgándose impotente
para objetar las aseveraciones de nuestro caballero andante y el observar
además en que a pesar de que el tal caballero llevaba espada al cinto no hacía
ninguna alusión en su discurso acerca de la milicia, tema que según aquel hijo
de Marte debía ser preferido por los ciudadanos en todas las circunstancias de
la vida, apresurándose a decir con cierta curiosidad irónica.

¿Y que hace aquí este charlatán con trazas de oficial? De seguro que debe ser
algún godo retrógrado.

Expresión fue esta que produjo un notorio cuchicheo entre los recién llegados;
circunstancia, que a la vez originó la más profunda exaltación en el ánimo de
Don Quijote y dio lugar a muchas en interesantes escenas como así verá quién
leyere el siguiente capítulo. (p.92)

Y mientras Don Quijote seguía obsesionado en sus quiméricos propósitos,


Sancho engolfabase en consideraciones vulgares que no eran sino un trasunto
fiel de la mediocridad impotente, junto a su espiritualidad que levanta y significa
a los espíritus; puesto que por los numerosos concurrentes que llegaban,
Sancho vino a convencerse de que las viandas que ese día ofrecían la casa
de general Paucar y sus convidados de seguro tenían que ser suculentas y
abundantes, con las que podría equilibrar con ventaja el vacío de su estómago
que era su única aspiración, y a realizar este deseo, tan acariciado por el a
través de su vida escuderil, preparose de todo corazón.

El general Paucar había tenido cuidado de dar las instrucciones del caso a los
sirvientes y más empleados que debían tratar con Don Quijote para que en
todos los actos relacionados con el ilustre huésped, se hicieran los honores y
miramientos que percibe la caballería andante; circunstancias que contribuyó a
que la imaginación del caballero y la credulidad del escudero llegaron a su
límite al máximo. (p.162)

El invencible caballero, al juzgar tal acontecimiento por estos nuevos detalles,


al momento llego a inferir en la causa primordial, que así atraía a la multitud
en desbordante entusiasmo, no era la reunión de la asamblea campestre, a la
que concurría con la circunspección que la seriedad de tal acto lo requiere, sino
otros motivos de igual o mayor significación social, los que dudablemente no
podrían ejercer su acción beneficiosa y fecunda en bien de la sociedad, sin dar
origen a nuevas y temibles aventuras que, solo a su valor temerario y entereza
de caballero andante le estaba reservando el acometerlas hasta alcanzar un
triunfo notoriamente beneficioso y fecundo para el bienestar social. (p.221)

Las tierras cultivables eran divididas en tres partes una del Sol, que era
cultivada en común y preferentemente que las otras, porque tal trabajo
considerabaselo como el homenaje debido a la deidad suprema, con su
producto se mantenía el templo, las vírgenes consagradas a su servicio y los
ministros; otra del Inca, que igualmente era trabajada en común puesto qué tal
trabajo era todo el tributo que los vasallos estaban obligados a pagar a su
soberano, su producto estaba destinado exclusivamente a la sustentación del
Inca y a los gastos públicos del Imperio; y la tercera del pueblo, que también
era trabajada inmediatamente después de la del Sol y primero que la del Inca,
con su producto se atendía a las viudas, huérfanos, ancianos enfermos y
soldados que estaban en ejercicio. Cada vez que la inmediata realización de
una obra de indiscutible utilidad pública reclamaba el valioso contingente de
sus vigorosos músculos, entonces, espontáneamente concurrían en
colectividad a trabajar, amenizando sus jornadas de alegres cantos, cuyo tema
era exaltar las hazañas de sus héroes. A ese afanar espontáneo y sincero de
las colectividades, a ese trabajo, aunque sencillo en forma, pero de gran
significación social en su fondo, es al que se le ha dado la sugerente
denominación de Minga; puesto que, hasta el léxico castellano ya lo acepta y
lo catálogo cataloga, para con el significar el esfuerzo edificante y fecundo de
los pueblos amantes del progreso. Con este sistema de trabajo construyeron
varios templos que alcanzaron una merecida celebridad, no tanto por los
adjuntos monasterios de las vírgenes consagradas a su servicio, cuanto por su
estructura y sus cuantiosas riquezas. Los principales templos estuvieron en
Caranqui, Quito, Latacunga, Riobamba, Cañar, Tomebamba, Huancabamba,
Tumbes y el que se construyó en la isla Puna, dedicado a Tumbal dios de la
guerra. Entre las obras de mayor importancia que lograron realizar mediante el
eficaz concurso de las mingas, acaso estuvieron las dos vías reales que
trabajaron con el fin de unir preferentemente a la ciudad de Quito, en el actual
Ecuador, con la del Cuzco en el Perú. Estas dos vías llamadas Yahua-ñan o
alta la una y Ura-ñan o baja, la otra, partiendo de la región de Guaca, cruzaban
del Norte a Sur casi todo el Imperio. La Ura-ñan, o sea, la baja se dirigía en
partes de por el callejón interandino y en otras por las llanuras, estaba
convenientemente murada en ambos lados, dotada de fosas de agua y con
plantaciones de árboles que servían de adorno. Estas vías, no obstante la
época en que fueron construidas, algunos críticos los comparan con el
hermoso camino mandada construir por Aníbal en los Alpes; en tanto que otros,
con criterio más amplio y justiciero, las sitúan en un plano superior al de las
maravillas más célebres de la antigüedad. El Inca Huayna Capac acaso fue
uno de los pocos, si es que no fue el único, de los mandatarios de aquellos
tiempos que consiguió gobernar con éxito favorable para su pueblo, utilizando,
para la actual finalidad los sentimientos religiosos y trabajo de sus súbditos.
Con este fin hizo trabajar, a más de lo dicho, varias fortalezas en las fronteras,
así como el celebérrimo puente llamado Rumichaca, taladrando para el afecto
de las rocas vivas de la montaña y encausando, por ese túnel todo el caudal de
las aguas del río Carchi, como así lo habrá podido observar vuesa merced,
señor caballero al entrar a este país del norte de Tulcán. Con esa modalidad
autóctona que solo era ejercida en el cumplimiento de la suprema voluntad de
Inca, allá en épocas lejanas realizaronse varias obras monumentales, las que
fueron motivo de admiración y aplauso de los europeos que llegaron por
primera vez a estos países; hoy en estos modernos tiempos de progreso, en
atención a la espontanea y ejemplar acuciosidad con que la Minga es ejercida
pero más especialmente por razón de los transcendentales e inmediatos
beneficios que la sociedad ofrece el trabajo colectivo, la Minga significa mejor
una virtud cívica, ingénita de estos pueblos, que siempre se caracterizan por la
singular constancia con la que la practican. Las carreteras se cruzan esta
región, así como varias obras de indiscutible utilidad pública, son la
comprobación irrefutable de lo que puede alcanzar este pueblo mediante el
valioso contingente de la Minga. (Pp.233-234-235)

Don Quijote dedujo que la causa que atraía tan numeroso público era de
mucha trascendencia y que, por ese motivo, los hechos a realizarse
reclamarían su eficaz intervención de caballero andante.

Entre tanto acaecían las escenas antes narradas, el general Paucar, a fuer
afuera de hábiles indignaciones realizadas entre los activos, consiguió
informarse detalladamente respecto de que la causa primordial que atraía tan
numerosa concurrencia no era otra que cierto desacuerdo surgido entre los
pueblos convecinos, al determinar los límites de sus respectivas jurisdicciones,
sin embargo, y en previsión de escenas poco serías que de seguro
sobrevendrían si Don Quijote llegaba informarse de tales por menores,
obstuvose de hacerle saber, dejando que los acontecimientos siguieran su
curso natural.

La curiosidad que en el ánimo de Don Quijote había despertado las palabras


de Ambrosio obligole a exteriorizar una prudente observación, aunque disímil a
su espíritu belicoso, pero acaso es necesario para la implantación de sus
anhelos de justicia.

Y así llegó don Quijote hasta el propio lugar de la controversia, en donde las
autoridades habíanse constituido para escuchar los reclamos de los
perjudicados quiénes mediante largas exposiciones cada uno se esforzabase
en demostrar que su reclamación era la que hallaba fundamentada en la
justicia. (pp. 241-242)

Mera, W. (1943). Don Quijote en Tulcàn. Quito: El conejo.com.

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