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CRÓNICA DE UN VIAJE A LAS ESTRELLAS.

En diciembre del año pasado (2021) viajé al lugar que amo. El hogar de las personas que más quiero en el
mundo, y mi hogar. Túquerres es un municipio
colombiano ubicado en el departamento de Nariño.
Un lugar maravilloso y frío que después de casi dos
años de pandemia, me recibió con los brazos
abiertos. Un mes en el que reencontré la felicidad.
Supe que se avecinaban momentos increíbles que me
pertenecerían para siempre.

A partir del primer instante, todo fue especial. Mi llegada coordinó


con el día de las velitas que, en Colombia, generalmente se celebra
durante la noche del 7 de diciembre, donde se acostumbra a iluminar
las calles con velas y faroles, mientras que en el cielo se pueden
apreciar shows de fuegos artificiales. Junto a mis abuelos, tíos y
primos apreciamos cada esquina de Pinzón, iluminada de un amarillo
intenso, la plaza en la que residen.

La comida preparada por mi abuela era


cada día superior a la anterior. Siempre se
esmeraba porque yo estuviese cómoda y
feliz. Los días transcurrieron con
atardeceres que cedían respirar y
renovarte. Incluso aquellas jornadas
grises, eran perfectas. Lograbas sentarte
junto al fuego, apachurrarte con los demás
y entablar una satisfactoria conversación
con las personas indicadas y especular:
“La vida jamás se sintió tan correcta”.
El 24 de diciembre, en navidad, nos trasladamos a la “Guayaquila”, una pequeña casa ubicada en uno de las
propiedades de la familia.

“¡Aurelio! Apure” un recuerdo que no logro deshacer de mi mente es “¡El cuchillo!” el de mi


abuela apunto de DESCUARTIZAR una GALLINA viva frente a mí.

Después de suplicar que no la desnucara hasta que


yo saliera de la cocina, decidí que no ayudaría a
preparar la comida. Por el contrario, inspeccioné los
alrededores del campo. Nunca podría hacerle justicia
a lo que verdaderamente representa. A la media
noche, celebramos navidad, comimos juntos y
prometo que sentí un poco de remordimiento por
saborear tanto esa gallina. Era inevitable, mi abuela
cocina delicioso.

Las celebraciones previas a año nuevo, en cada rincón del


municipio, expresaban lo especial que resultaba este mes para
todos. Las noches resaltaban, el cielo nocturno pleno de
estrellas. El día siguiente estaría despejado.

Finalmente nos encontrábamos en la fecha anhelada, 31 de


diciembre. Mi día se desvaneció organizando las habitaciones,
dándole una mano a mi tía en el trabajo y degustando los platos
que sellarían el año. Nuestra noche se basó en música, baile,
bebidas, muchas risas e incontable amor. Las familias
quemaron el año viejo y cuando el reloj marcó las 12 se
proporcionó el feliz año. La noche se colmó de personas
increíbles y alegres, todos bailamos y festejamos juntos; las
copas concurrieron un caos gracioso que, concluyentemente,
trajo resultados al día después, pero en absoluto,
arrepentimiento.
Se aproximaban fechas menos nostálgicas, pero de la misma
manera, era consciente del poco tiempo que me quedaba,
pronto tendría que regresar a mi realidad. Sin embargo, esto
fue un motor de motivación para disfrutar el doble de los tan
esperados carnavales.

Concurrieron el 5, 6 y 7 de enero del 2022. En el día una


temática distinta; exposiciones de arte folclórico, danzas,
artesanías, y carrozas. Más tarde, los diferentes grupos
musicales regalaron al público una noche llena de baile y
recuerdos del pasado. Los gritos, aplausos y risas nunca
faltaron. Pasé noches inolvidables junto a mi familia,
dejamos todo de nosotros en la plaza en la que se celebró el
festival y entonamos cada canción con mucha alegría y
diversión.

Las vacaciones pronto llegaron a su fin. Mis progenitores


surgieron de “sorpresa”. Una clara señal de que mi estadía
ahí, había terminado. Al día siguiente, tras su llegada,
partimos. Me despedí de cada una de mis almas preferidas
y las lágrimas que tanto desapruebo, fueron inevitables. Era
consciente de que no era un “Hasta nunca”, pero una parte
del incomprensible corazón que cargo, odiaba la idea de
volver a una realidad donde no estuviese nada de lo que
dejaba aquí. Pero era necesario, así que lo dejé ser. Pronto
los vi desvanecerse, a ellos y a mi hogar. Era momento de
seguir adelante y vivir el lado disparejo de la historia. Sin
embargo, aprecié cada instante vivido, agradecí al universo
por la felicidad que me concedió y deseé con todas mis
fuerzas, recrear cada emoción, cada experiencia, de nuevo.

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