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Ha mediados del siglo XX, se plantearon proyectos de integración en América

Latina a la luz del concepto "Panamericanismo" que ante las características del
mundo actual resulta utópico hablar de una factible plena integración. Entre los
retos estaba la imperiosa necesidad de establecer una complementariedad
económica y la promoción de acuerdos en diversos aspectos como lo son, lo
social, el económico, lo cultural, el ambiental, el energético, entre otros, que
trasciendan las diferencias político-ideológicas de la región.

Pero, cuando finiquita la primera década de este nuevo siglo continúa siendo
un anhelo la tan pretendida integración suramericana o latinoamericana. 
Para la segunda mitad del siglo XX, se plantearon proyectos que bajo esta
premisa y la denominación "latinoamericana" reflejaron la renovación de los
propósitos de integración a través de varias instancias, sin embargo,
reaparecieron grandes dificultades para la comunidad regional.

Para ello, se impulsaron propuestas para formalizar el proceso de creación y


puesta en marcha, y una vez consolidadas, estas contribuirían a la asistencia
en las diferentes instancias para lo cual fueron creadas. Unas como
mecanismo de integración regional en plena vigencia, incluso adquiriendo un
significado cada vez mayor en el ámbito político y económico, que con su
ampliación y crecimiento abra la posibilidad de fortalecer un serio proyecto
orientado a los intereses de la región. Y paralelo al anterior proceso, la unión
de esfuerzos para que a largo plazo se consolide la tan anhelada integración
suramericana.

Sin embargo, en el momento en que toma mayor fuerza el discurso de


integración regional, se registran variados conflictos bilaterales entre países de
la región; pese a todas las declaraciones públicas de cumbres exitosas, el
desarrollo de un gran número de conflictos bilaterales es síntoma de una
realidad sumamente complicada; con la característica que en la actualidad se
presentan conflictos que no responden únicamente a las agendas del trazado
de los límites fronterizos, sino que obedecen a otras razones vinculadas a
cuestiones económicas, políticas o sociales.

Cabe preguntarse si con las nuevas situaciones históricas y económicas presentes


en el comienzo del siglo XXI se podrán dar las condiciones necesarias para que
Suramérica consolide un proyecto de integración sustentado en los intereses y los
beneficios mutuos, que trascienda los planos político y económico, y con ello
sustraerse de ese tradicional mínimo peso que históricamente ha representado
como comunidad. El éxito dependerá mucho de la capacidad de actuar de manera
unida y coordinada como bloque, enfrentando los obstáculos y las dificultades que
plantea semejante tarea
En la primera década del siglo XXI, se contaron tantos gobiernos de tinte
progresista como no se veían desde los años anteriores. Muchas personas
decían que el giro a la izquierda iba a facilitar la integración regional, no
obstante, se han presentado serios problemas, a pesar de las supuestas
sintonías, entre los diferentes países de la región.

Y esto lo Podemos afirmar que por difícil que parezca, las teorías tienen algo
en común: son sistemas. Como sistemas no tienen vida, no actúan, no se
mueven por sí solos.

Somos, por tanto, las personas las que los utilizamos y los hacemos dinámicos.
Este punto es esencial en el entendimiento del funcionamiento de los mismos.
Los sistemas no actúan por nosotros. Un sistema no crea pobreza, ni riqueza,
ni igualdad, ni justicia. Somos las personas las que creamos el mundo.

Echar la culpa a un sistema económico de los males de la humanidad es


absurdo. Socialismo y capitalismo pueden conseguir los mismos objetivos.
Todo, absolutamente todo, depende en última instancia de nuestro
comportamiento.

Decir que un sistema económico es responsable de algo es como decir que el


fuego es malo porque quema. El problema no es el fuego es quién hace uso
del fuego y con qué intención.
Vale subrayar que pretender homogenizar la región bajo una misma ideología sería
retomar un mecanismo que funcionó durante el periodo de las "polaridades
definidas" o Guerra Fría.  Fundamentar la integración regional en las afinidades
políticas sería un error, pues como bien lo señala el investigador Diego Cardona,
"los péndulos políticos giran siempre en una dirección y luego en otra, se centran, o
retoman fuerza; pero nunca permanecen estables para siempre" (Cardona, 2008:
29).

El declive de la hegemonía de izquierda no ha significado una hegemonía de derecha, sino más


bien la entrada en un período de estancamiento político caótico, impredecible y volátil. En
ciertos casos, los gobiernos de izquierda han permanecido en el cargo, pero ya no se
caracterizan por su potencial de transformación.

Una de las funciones que deberá atender la UNASUR está ligada a las negociaciones en el
plano internacional, particularmente en relación a las naciones más ricas. Para ello se
necesitan propuestas comunes de los países de la región que tengan en cuenta la compleja
realidad internacional. Es imprescindible, entonces, la conformación de un bloque
latinoamericano tendiente a construir la integración regional con unidad de propuestas y con
el mayor grado posible de cooperación política para negociar con el mundo desarrollado. Las
negociaciones pasan por el plano político y por el económico, en los planos comercial, fi
nanciero y productivo.

Una parte de estos temas tiene que ver con los disensos que naturalmente se generan entre
países con gobiernos de signo político diferente. Pero también existen desacuerdos en el
propio seno de las izquierdas. El diferendo que mantiene Bolivia con Chile, o los diferendos de
Paraguay, Ecuador y Bolivia con Brasil respecto a recursos estratégicos como el gas o el agua,
forman parte de los mismos. Así, mientras ese día 15 de septiembre muchos conspicuos
representantes de la izquierda festejaron que la reunión de UNASUR fuera en el Palacio de la
Moneda, en Santiago, y que la propia declaración incluyera una mención a “los trágicos
episodios que ocurrieron en este mismo lugar conmocionaron a toda la humanidad” (el golpe
de Estado contra el entonces Presidente chileno, Salvador Allende), pocos prestaron atención
al hecho de que el país que estaba encabezando la iniciativa, es el mismo al que Bolivia, desde
hace un siglo, viene reclamando su derecho a una “salida al mar”. Y aunque las soluciones no
parecen imposibles, lejos se está de exhibir una “unidad latinoamericana” que sea capaz de
superar los problemas que enfrentan las distintas naciones.

Adicionalmente, la propia expansión del empresariado brasileño a todos los países de América
Latina, pero en especial a los más pequeños, muestra un patrón de integración económica
dictado por el capital, que no refleja las pretensiones integracionistas dictadas por la lógica
“progresista”.
No cabe duda de que nuestra América ha sido el escenario de múltiples y
complejos procesos sociales que, históricamente, la han sumido en la
explotación, el abandono y la dependencia.

El subdesarrollo que la ha caracterizado no es fruto del azar; por el contrario,


es el resultado de un sistema conscientemente ideado y ejecutado por élites y
centros de poder que han buscado siempre defender e imponer sus propios
intereses políticos, económicos, sociales y cultural esa expensas del bienestar
de la inmensa mayoría. La burguesía que la ha dominado ha hecho prevalecer
sus mecanismos de alienación y de control por décadas, pero en los últimos
años se han presentado acontecimientos y circunstancias que muestran
claramente que el capitalismo, y más concretamente el neoliberalismo, es un
sistema insostenible y en decadencia que debedarle paso a una nueva
realidad: el socialismo del siglo XXI.

Indudablemente, hablar de socialismo hoy tiene sentido, y más en América Latina donde,
como ya se ha afirmado, el capitalismo salvaje (por lo general aplicado a ultranza) ha sido
nefasto y ha acumulado injusticia, exclusión, pobreza, desempleo, inequidad, depredación de
los recursos naturales y todos los antivalores y contradicciones que es capaz de generar,
reproducir y distribuir. En efecto, si bien es cierto que este sistema en la actualidad ha
alcanzado su pleno desarrollo y tiene dimensiones mundiales, la verdad es que su esencia
sigue siendo la de siempre: el afán desmedido de riqueza que lo convierte todo en mercancía,
inclusive a la naturaleza, al trabajo y a las personas.

La organización que adoptarán las sociedades humanas en el futuro


no está escrita en ningún libro sagrado ni determinada por ninguna ley
histórica: será la consecuencia de las decisiones que están adoptando
en el presente un gran número de individuos y grupos sociales.
Muchos confiamos en que ese sistema futuro satisfaga nuestros más
íntimos anhelos de solidaridad, cooperación y equidad, que permita la
desaparición del hambre, la miseria y la marginación y que todo ello
sea compatible con el respeto a los derechos humanos y el impulso a
la creatividad individual.
En cuanto a las diferencias de los dos sistemas, vamos  a exponer algunos elementos
puntuales (desde el punto de vista ideológico aunque no sea así la practica) de uno y el
otro. Es menester indicar que en el sistema del capitalismo se dan una serie de
situaciones como el enriquecimiento cada vez mas de los ricos y el empobrecimiento
mayor de los pobres; el sistema de poder es exclusivo de los más poderosos
económicamente; sistema que privatiza o vende al sector privado los hospitales, las
universidades, los colegios, las empresas publicas de alimentos, entre otras; sistema que
destruye y ha destruido al medio ambiente (depredador); sistema que incita y se basa en
el consumismo;etc.

En el caso del socialismo hay unos cuantos elementos que es necesario acotar, tales como que,
permite recibir socialmente de cada quien según sus capacidades tanto física como
intelectuales y distribuye el bienestar social según las necesidades de cada uno de sus
ciudadanos; es el sistema donde las riquezas naturales de un país son propiedad colectiva y
social, el Estado regula pero su producto es invertido en el bien social básicamente; sistema
que nacionaliza la salud, el transporte, los bancos y otras dependencias mas, dándole libre
acceso a los ciudadanos; entre otras más cualidades.

Por ello no ceso en afirmar e insistir que el Capitalismo es siempre salvaje, porque su
naturaleza es autoritaria, ya sea dictatorial tipo Pinochet (con un legado de muerte en nombre
del crecimiento económico sin humanismo) o tipo «democracia» norteamericana, donde la
dictadura se expresa mediante el dominio de dos partidos elitistas que se alternan en el poder
y presidentes elegidos por un consejo de notables. Es la dictadura empresarial constituida por
políticos multimillonarios que conforman un poder legislativo fuerte y cohesionado con el
ejecutivo. Adicionalmente, esta «democracia burguesa» jamás va a constituir un muro de
contención contra el fascismo, por ser un modelo infame de dominación que se practica más
fácilmente en el sistema capitalista, pues es precisamente en su interior en donde éste nace y
se desarrolla[2].

Por otro lado, tenemos el ejemplo del socialismo que se está desarrollando en
Venezuela donde  Las medidas políticas, económicas, sociales, educativas, tecnológicas
y culturales de Hugo Chávez previstas en la Constitución Bolivariana han sido dirigidas a
la construcción del Socialismo del Siglo XXI, mediante una propuesta, que en teoría
(esperemos sea así) basada en el amor al prójimo y en la plena aplicación del
cristianismo original, el mismo que predicó Jesucristo.
 
En otras palabras, el Capitalismo tengo entendido en una definición básica se basa en la
libertad para comprar y vender siempre a quién tenga el capital, los recursos
económicos para ello y es la base de la economía social de mercado por la cual se rige
prácticamente el mundo, por ello los países que tiene este poder capitalista gobiernan la
economía mundial y el socialismo tiene sus bases en la ideas de Marx (marxismo)donde
el estado es dueño de los recursos económico, dirige y la economía del país y lo
distribuye de acuerdo a lo que crea que es justo, el trabajador no es dueño de lo que
produce, sino trabaja para el estado.
 
 
 
Capitalismo y socialismo tienen rasgos comunes, importancia de los sistemas
industriales, están basados en la explotación de la fuerza de trabajo y en una estructura
de clases sociales.
 
Finalmente, pienso la principal diferencia es que en el comunismo no existe la propiedad
privada, es decir todo es de todos o del gobierno que es supuestamente lo mismo, en
cambio en el capitalismo existe el derecho a que tu adquieras tus bienes y tengas total
posesión sobre ellos y puedas ejercer la propiedad privada.

Gracias a la existencia de la Revolución Cubana y a la estrategia diseñada por la Revolución


Bolivariana de Venezuela se lograron acercar las relaciones de todos los países de América
Latina y el Caribe. Los resultados concretos en política internacional se encuentran

en el despliegue de los mecanismos de integración como PETROCARIBE, la Alianza Bolivariana


para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR),
la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC), y el ingreso al Mercado Común
del Sur (MERCOSUR). De carácter estratégico ha sido el desarrollo de una televisión contr
ahegemónica desde el Sur (TeleSur) y el interés de lograr una nueva arquitectura financiera
regional y mundial, con la creación del Banco del Sur, que ha sido aprobado por la mayoría de
los países de la región.

El sistema unipolar: la característica distintiva de este sistema es que un actor absorbe a los
demás eliminándolos como agentes internacionales. El ejemplo clásico es el Imperio Romano
donde las unidades políticas eran conquistadas y pasaban a formar parte del sistema imperial,
con mayor o menor grado de dependencia, pero todas ellas respondían al mismo centro
hegemónico. En el siglo XX, el Sistema Internacional fue unipolar entre los años 1945- 1950 y
entre el siglo XX y XXI en los años 1991-2011, lo que puede también cuestionarse con el
argumento de que la existencia de una única superpotencia mundial no llegó al punto de la
disolución del Sistema Internacional históricamente multicéntrico. En el caso del periodo 1991-
2011, los Estados Unidos, en su estatus de única superpotencia, no pudo ganar ni una sola
guerra, en su notable sobredimensionamiento militar

En el siglo XX, el Sistema Internacional fue unipolar entre los años 1945- 1950 y entre el siglo
XX y XXI en los años 1991-2011, lo que puede también cuestionarse con el argumento de que
la existencia de una única superpotencia mundial no llegó al punto de la disolución del Sistema
Internacional históricamente multicéntrico. En el caso del periodo 1991-2011, los Estados
Unidos, en su estatus de única superpotencia, no pudo ganar ni una sola guerra, en su notable
sobredimensionamiento militar. El sistema multipolar: la particularidad de estos sistemas
radica en que las potencias principales son más de tres y sus fuerzas no son demasiado
desiguales. En este sistema aumenta la previsibilidad y disminuye la posibilidad de conflicto y
la negociación diplomática debe anteponerse a la guerra para poder mantener el equilibrio. Un
ejemplo, en la historia de las relaciones internacionales, fue la Europa de los siglos XVIII y XIX.
En el siglo XX el Sistema Internacional fue multipolar entre los años 1929-1945, abarcando así
el periodo de la Segunda Guerra Mundial. La alternativa de un Sistema Internacional
multipolar con centros de decisión autónomos, incorporaría a un conjunto de países, tanto del
Sur como del Norte, en los procesos de desarrollo de la economía mundial. Esta configuración
de fuerzas internacionales tiene implicaciones que van mucho más allá de lo económico.
Significa que ningún Estado tendría predominio sobre el Sistema Internacional y aparecerían
un conjunto de centros de poder que estarían en condiciones de tomar decisiones sobre los
diversos y complejos temas de la política internacional.

Con respecto a las tendencias políticas subrayó la multiplicación de conflictos tratados


de una manera más dividida: “ya no vivimos en un mundo bipolar o unipolar, pero
tampoco estamos en un mundo multipolar, estamos en una situación transitoria
caótica”, consideró.

“En otros conflictos del mundo, hay una fragmentación clara de las acciones, hay
impunidad y falta de predictibilidad. Vamos hacia un mundo multipolar y la
multipolaridad puede ser un factor de equilibrio, pero no necesariamente es un factor
de seguridad y de paz, porque lo vimos antes de la Primera Guerra Mundial. No había
mecanismos de cooperación y se produjo [la guerra]. O sea que es muy importante
que haya mecanismos multilaterales”, dijo. 

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