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MILONGA DE DOS HERMANOS Quién sabe por qué razón

Me anda buscando ese nombre;


TRAIGA CUENTOS LA guitarra Me gustaría saber
De cuando el fierro brillaba, Cómo habrá sido aquel hombre.
Cuentos de truco y de taba,
De cuadreras y de copas, Alto lo veo y cabal,
Cuentos de la Costa Brava Con el alma comedida,
Y el Camino de las Tropas. Capaz de no alzar la voz
Y de jugarse la vida.
Venga una historia de ayer
Que apreciarán los más lerdos; Nadie con paso más firme
El destino no hace acuerdos Habrá pisado la tierra;
Y nadie se lo reproche— Nadie habrá habido como él
Ya estoy viendo que esta noche En el amor y en la guerra.
Vienen del Sur los recuerdos.
Sobre la huerta y el patio
Velay, señores, la historia Las torres de Balvanera
De los hermanos Iberra, Y aquella muerte casual
Hombres de amor y de guerra En una esquina cualquiera.
Y en el peligro primeros,
La flor de los cuchilleros No veo los rasgos. Veo,
Y ahora los tapa la tierra. Bajo el farol amarillo,
El choque de hombres o sombras
Suelen al hombre perder Y esa víbora, el cuchillo.
La soberbia o la codicia;
También el coraje envicia Acaso en aquel momento
A quien le da noche y día- En que le entraba la herida,
El que era menor debía Pensó que a un varón le cuadra
Más muertes a la justicia. No demorar la partida.

Cuando Juan Iberra vio Sólo Dios puede saber


Que el menor lo aventajaba, La laya fiel de aquel hombre;
La paciencia se le acaba Señores, yo estoy cantando
Y le fue tendiendo un lazo. Lo que se cifra en el nombre.
Le dio muerte de un balazo,
Allá por la Costa Brava. Entre las cosas hay una
De la que no se arrepiente
Así de manera fiel Nadie en la tierra. Esa cosa
Conté la historia hasta el fin; Es haber sido valiente.
Es la historia de Caín
Que sigue matando a Abel. Siempre el coraje es mejor,
La esperanza nunca es vana;
Vaya pues esta milonga,
MILONGA DE JACINTO CHICLANA Para Jacinto Chiclana.

ME ACUERDO. FUE en Balvanera,


En una noche lejana MILONGA DE DON NICANOR
Que alguien dejó caer el nombre PAREDES
De un tal Jacinto Chiclana.
VENGA UN RASGUEO y ahora,
Algo se dijo también Con el permiso de ustedes,
De una esquina y de un cuchillo; Le estoy cantando, señores,
Los años nos dejan ver A don Nicanor Paredes.
El entrevero y el brillo.
No lo vi rígido y muerto
Ni siquiera lo vi enfermo;
Lo veo con paso firme Cuando entre esa gente mala
Pisar su feudo, Palermo. Se arma algún entrevero
Él lo paraba de golpe,
El bigote un poco gris De un grito o con el talero.
Pero en los ojos el brillo
Y cerca del corazón Varón de ánimo parejo
El bultito del cuchillo. En la buena o en la mala;
“En casa de jabonero
El cuchillo de esa muerte El que no se cae se refala.”
De la que no le gustaba
Hablar; alguna desgracia Sabía contar sucedidos,
De cuadreras o de taba. Al compás de la vihuela,
De las casas de Junín
De atrio, más bien. Fue caudillo, Y de las carpas de Adela.
Si no me marra la cuenta,
Allá por los tiempos bravos Ahora está muerto y con él
Del ochocientos noventa. Cuánta memoria se apaga
De aquel Palermo perdido
Lacia y dura la melena Del baldío y de la daga.
Y aquel empaque de toro;
La chalina sobre el hombro Ahora está muerto y me digo:
Y el rumboso anillo de oro. ¿Qué hará usted, don Nicanor,
En un cielo sin caballos
Entre sus hombres había Ni envido, retruco y flor?
Muchos de valor sereno;
Juan Muraña y aquel Suárez
Apellidado el Chileno.
Extraído de: https://www.literatura.us/borges/cuerdas.html

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