Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Pensamiento político
Doctor: Estudiante:
González
Sánchez
C.i:
28222686
Valencia, 16/10/2021
Pensamiento político de Francisco de Miranda
Francisco de Miranda (1750-1816) consagró una gran parte de su vida a tratar de hacer
realidad la emancipación de las colonias hispanoamericanas y que por la anticipación de sus
esfuerzos se le considera hoy el precursor por antonomasia de tal iniciativa. Poco conocidas
son, por el contrario, sus ideas políticas, las cuales —no siendo menos precursoras— han
quedado históricamente sepultadas, por una parte, bajo la avalancha de referencias a su
excepcional participación en la vida cortesana europea y, por la otra, por el monopolio que de
tales ideas se atribuye a Bolívar. Ambos prejuicios han condicionado y continúan condicionando
la lectura de sus diarios de viaje, así como de los innumerables documentos, cartas y textos
contenidos en los archivos organizados y conservados por el mismo Miranda como testigos
irrefutables del «amor sincero» a su patria y de sus «esfuerzos constantes por el bien público
de (sus) amados compatriotas».
Así, por ejemplo, persuadido de que sólo la razón puede conducir a la humanidad hacia la
perfección, Miranda va a rechazar toda vía en la cual no sea posible establecer un principio
conductor de la acción: «Todo lo que es muy exaltado dura poco o quema y destruye con la
violencia». Fiel a este principio, Miranda establece como base de todos sus planes de gobierno
y de sus proyectos constitucionales, la noción de ‘libertad racional’. Queriendo significar con
ello una libertad subordinada al orden, única garantía de bienestar permanente y de progreso
constante en una sociedad. De allí que expresiones tales como ‘libertad sabiamente entendida’,
‘gobierno libre y sabio’, ‘sabia y juiciosa libertad civil’, sean una constante en sus escritos
políticos y nos muestren el nexo, para él indisoluble, entre libertad y razón.
Muy estrechamente ligadas a esta noción de ‘libertad racional’, nos encontramos con dos
otras ideas que serán igualmente constantes en la formulación de su pensamiento político y
que tienden a reforzar la noción de América como unidad continental. La primera, inspirada en
Montesquieu, establece que todo proyecto constitucional formulado para la América
meridional debe adaptarse a las condiciones particulares del continente y a las necesidades y
costumbres de sus habitantes. La segunda, que es necesario establecer un marco legal único
para el conjunto de provincias que conformarían la nueva nación y, a fin de asegurar su eficacia,
concentrar el poder ejecutivo en manos de uno o dos individuos. Idea ésta que toma de
Rousseau.
Los planes de gobierno de Miranda van entonces a tratar de responder a estas dos
exigencias, cuyo cumplimiento sería el único capaz de garantizar el establecimiento de la
libertad racional en el Continente Colombiano: en tanto sea posible establecer una Constitución
que se adapte a las circunstancias del país, ésta podrá ser aceptada por el conjunto de
individuos que componen la sociedad y en consecuencia se sentirán libres ; en tanto un
gobierno sea estable y sólido, en esa medida éste será capaz de garantizar el orden y de hacer
progresar la sociedad. Habiendo establecido estos principios fundamentales, no le queda a
Miranda sino encontrar «la mejor forma y plan de gobierno para el establecimiento de una
sabia y juiciosa libertad civil en las Colonias Hispanoamericanas». Su mayor dificultad radicará
sin embargo —dada su condición de «reo» del Estado español— en el hecho de no poder
aprehender la realidad sobre la cual pretende legislar sino a través de interpretaciones y de
informaciones dadas por terceros y de verse obligado, en consecuencia, a permanecer en la
teoría.
Pensamiento político de Simón Rodríguez
Otra idea revolucionaria en esta propuesta tiene que ver con la organización de la labor
docente. Los cuatro maestros y los doce auxiliares se reunirían el último día de todos los meses
en la escuela principal bajo la coordinación del Director. En esa reunión mensual se discutirían
asuntos relacionados con el funcionamiento de las escuelas y se acordarían los planes de acción
para el mes siguiente. Se llevaría un libro de actas de estas reuniones, el cual se titularía “La
Nueva Construcción, Régimen y Método de las Escuelas”. Dejemos que el propio Simón
Rodríguez nos explique este asunto, el mencionado libro serviría “para tener un principio
seguro en qué fundarse, y una noticia ordenada de las materias que deban tratarse.
Tal vez sea más conveniente pensar en la creación de una Escuela integrada por varias
escuelas pequeñas al estilo propuesto por Rodríguez. La segunda nos da una excelente idea
tanto para la formación de nuevos docentes en la práctica como para la sistematización del
conocimiento pedagógico elaborado por los propios docentes a partir de su reflexión en y sobre
la práctica pedagógica en la escuela.
Tenemos mucho que aprender de Simón Rodríguez para el diseño de políticas y prácticas
revolucionarias en educación. Para lograr este aprendizaje se requiere de una lectura radical de
sus escritos para extraer de ella elementos para la elaboración de una pedagogía
revolucionaria.
Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo
vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas
costumbres y una religión, deberían, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase
los diferentes Estados que hayan de formarse...
Como legislador, Bolívar desarrollo una intensa labor destinada a dotar a las nuevas repúblicas
de formas constitucionales que se adaptaran a las cualidades de cada pueblo.
Así lo expreso en su discurso frente al congreso de Angostura de 1819 y en el proyecto de
constitución para Bolívar en 1826.
No aspiro otra gloria que la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien
inestable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para liberarse de la anarquía;
y los militares empleando su espada para defender las garantías sociales.
¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para
que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.
Uno de los rasgos más sobresalientes, y quizá el más original del pensamiento de Bolívar es que
considera a Hispanoamérica en conjunto como objeto de su análisis. El Libertador inaugura la
visión de un subcontinente como sujeto de la acción histórica.
Antes existían colonias españolas en América, un “Imperio” colonial quizá; pero solo desde el
ideario bolivariano encontramos perfectamente delineada una problemática hispanoamericana
específica. Y esto, al menos en dos direcciones fundamentales, la una como un esfuerzo por
hallar la identidad común de todos nuestros pueblos, pese a sus diferencias y heterogeneidad.
La otra, complementaria a la primera como un intento de encontrar la distinción frente a
Europa y Norteamérica.
Desde el Manifiesto de Cartagena hasta sus últimos escritos, su esfuerzo es el de dar con la
naturaleza específica y última de nuestros pueblos. “No somos europeos ni indígenas” insistía,
para luego hurgar en las raíces étnicas y culturales de la identidad mestiza.
En segundo lugar, Bolívar fue un “realista” cuando propuso sus fórmulas de organización
política de los nuevos países hispanoamericanos. Las leyes solo son buenas, repetía, cuando
contemplan la realidad concreta de los pueblos en que van a ser aplicadas. Por ellos postulaba
un “justo medio” entre los sistemas coloniales autocráticos y la democracia ideal, imposible al
momento de la constitución de nuestra república.Ya desde su Discurso de Angostura, incluyó
varios elementos políticos que estabilizarían la vida de los nacientes estados. En su mensaje a la
Constituyente de Bolivia desarrolló con gran énfasis el tema: la realidad impone ciertas
concesiones al antiguo régimen para ganar en estabilidad, para mantener la paz, la libertad sin
límites es antecedente del despotismo.
En tercer lugar, fue Bolívar “realista” como gobernante. Es decir, que se vio atrapado por las
urgencias de la realidad, frente a sus propios enunciados. Su acto de proclamación dictatorial es
elocuente.
Pero el hecho es que incurrió en una contradicción. Y esta contradicción se hace todavía
más evidente cuando se observa que el “realismo” de Bolívar, enfrentado al “utopismo” de sus
adversarios, revela un conflicto más de fondo. En efecto, al defender la democracia posible,
frente a las formulas “Utópicas” de sus adversarios, Bolívar expresa su temor de la movilización
popular, es decir la participación política ampliada.
Otro elemento fundamental del pensamiento de Bolívar es su esfuerzo por hacer posible la
democracia en Hispanoamérica; es decir… por construir sistemas políticos nuevos y a la vez
estables en las nacientes repúblicas: En realidad a esto dedicó su vida el Libertador: Pero el
esfuerzo puede ser considerado y medido desde varios ángulos.
Bolívar creyó que una garantía esencial de la supervivencia de la democracia, era la vigencia
del régimen unitario. Consideraba que el federalismo podía ser perfecto, pero era
absolutamente inconveniente para Hispanoamérica. Con ello trató de superar una lucha feroz
que desangró al Continente por casi cincuenta años. Pero pese a la lucidez de sus
pensamientos, es evidente que las fuerzas centrifugas locales y regionales pudieron más que la
voluntad unitaria. De allí que la derrota política del Libertador, fuese también el triunfo de las
posturas federalistas y separatistas.
Bolívar pudo siempre ir más allá de las pugnas de poder local y de los conflictos regionales. Ello
nos trae de nuevo sobre las preocupaciones latinoamericanas. Se dijo ya que para él
Hispanoamérica era un conjunto y una unidad. Pues bien, esta convicción se tradujo en
renovados esfuerzos por concretar esa unidad en programas de integración política de los
diversos países del continente.
Hay que recordar que uno de sus planteamientos claves fue siempre la mantención de naciones
grandes como la Gran Colombia, con capacidad de negociación y peso internacionales. Por otra
parte, el Libertador realizó reiterados esfuerzos por construir un organismo y un sistema de
coordinación e integración del Subcontinente.
Estos esfuerzos estuvieron destinados al fracaso en términos inmediatos, pero pusieron las
bases de un proceso que se ha ido concretando paulatinamente a lo largo de varias décadas.
Los hechos pronto lo convencieron de que no era posible establecer el sistema por él
propiciado: no había tradición política, el pueblo carecía de virtudes cívicas, no existían hábitos
arraigados de gobierno democrático.El fracaso de la Patria Vieja, debido más que nada a la
rivalidad de grupos familiares y de partido, la anarquía observada en la región del Plata, el
contacto con los militares argentinos, monarquistas y autoritarios y el propio ejercicio de
mando en la vida militar, lo inclinaron al gobierno personalista. Aunque su pensamiento
continuó siendo republicano, hasta el punto de rechazar los planes monárquicos de San Martín,
optó por una autocracia patriarcal, formula que recuerda los gobiernos del despotismo
ilustrado, cuando opinó que:
El tipo de gobierno instaurado por O'higgins fue el de una dictadura de corte civil. En su
ejercicio afianzó la independencia al eliminar los últimos restos de ejército realista en territorio
continental y al formar la Escuadra Libertadora del Perú. También ensayo política y
administrativamente a la nación con la dictación de las Constituciones de 1818 y 1822. Por
último, cabe destacar su empeño en transformar la sociedad chilena de caracteres coloniales.
Reformas que, al herir los intereses y sentimientos de la aristocracia, provocaron la oposición
de esta, con su consecuencia, la abdicación de O'higgins al cargo de Director Supremo.
El Libertador consideraba que una República era el único gobierno apropiado para nuestro
país. Así lo exigían "nuestros juramentos y el voto de la naturaleza indicado en la configuración
y riqueza que los distingue; si nuestros sacrificios no han tenido un objetivo insignificante; si los
creadores de la revolución se propusieron hacer libre y feliz a su suelo", esto sólo se lograría
con un gobierno republicano.
Esta República recitaba de nuevas leyes "Rodeados de felices circunstancias, coronados por la
victoria, vengada la Patria, destruidos los gérmenes desorganizadores, restablecida en fin la paz
interior, es ya tiempo, amados compatriotas míos, de que establezcamos los cimientos de un
venturoso porvenir. Estáis hartos de gloria y de triunfos, ahora necesitáis instituciones y leyes...
Es necesario aplicar remedios a males envejecidos, pesar y aumentar nuestros recursos,
consolidar el crédito público, reformar nuestros códigos, acomodándolos a los progresos de la
ciencia social y al estado de la civilización del país; circunscribir últimamente la autoridad
dentro de ciertos y seguros límites que sean otras tantas garantías de los derechos civiles y den
al poder público todas las facilidades de hacer el bien sin poder dañar jamás".
A estos documentos jurídicos se les une la creación de un Ejército y una Armada netamente
chilenos, la creación de la Escuela Militar que aún conserva su notable mensaje "Para ser Oficial
de Ejército no se exigen más pruebas de nobleza que las verdaderas que forman el mérito, la
virtud y el patriotismo". Organizó también la Academia de Guardiamarinas.
Por supuesto, sus textos muestran un conjunto de ideas relativamente simple y consistente,
que se mantienen sin muchos cambios durante toda su vida pública: ideas que no pretendían
ser originales, que reflejaban en buena parte las lecturas de la universidad o los libros
comprados o prestados por los amigos, que no se desarrollaban como una teoría política y que
se desempolvaban cuando era necesario dar a un discurso o a un artículo de periódico la
autoridad de un pensador distinguido o el drama que podía introducir una alusión a la historia
griega o romana. Fue, para decirlo con términos muy generales, patriota, republicano y liberal,
de un federalismo muy matizado y pragmático, enemigo de la monarquía y el centralismo,
civilista pero amigo de la energía que el ejército podía dar al Estado y partidario de gobiernos
con autoridad y fuerza, sujetos a leyes claras y respetuosos de los derechos fundamentales del
ciudadano, entre los que daba especial importancia a la libertad de prensa y al debido proceso
legal.
Podemos rescatar que las concepciones políticas sanmartinianas no lograron arraigar entre los
americanos; su patria, Argentina, vivió aciagos días de pugnas fratricidas; el Perú, tras el colapso
del Protectorado sanmartiniano, cayó bajo la influencia de varios caudillos rivales y sufrió un
largo período de caótica inestabilidad. En tanto que las concepciones políticas bolivarianas aun
muertas, cada día son más fuertes en la vida del continente sudamericano. Bolívar soñó en la
unificación de todos los países en los que luchó, porque veníamos de raíces similares, pero la
ambición y la traición evitaron esta unificación, que ahora busca manifestarse mediante
diversas organizaciones latinoamericanas.
Para Martí la política es “el arte de ir levantando hasta la justicia la humanidad injusta”. Esto
significa que no puede ser el arte de lograr el propio beneficio (humanidad injusta), sino el de
trabajar por la “grandeza de la patria”, el bien de todos. Por esto entiende que debe ser
ocupación de toda “mente elevada y generosa” que persiga el bienestar durable para la
sociedad en la cual vive.
Con respecto a la naturaleza social del hombre, Martí dijo que hay que condicionar a ella la
acción política porque:
3) La política es previsión del poder, ya sea justo o injusto, al cual el pueblo se debe.
La moral es algo esencial en la vida pública porque “sólo la moralidad de los individuos
conserva el esplendor de las naciones”, como dijo Martí. Los principios morales que deben
orientar la acción política son la solidaridad, la equidad, el desinterés, el deber, y la dignidad.
Sostuvo Martí que las leyes de la política son idénticas a las leyes de la naturaleza porque la
sociedad es obra de la Naturaleza y los hombres que viven en ella deben responder a esas
leyes. El fundamento sobre el cual apoya la política es la sociedad que determina su accionar.
La gestión política tiene las siguientes manifestaciones:
La acción política debe prevenir los riesgos: la superficialidad para juzgar las cuestiones
políticas y la tendencia a creer que la política es un fin en sí misma.
La moral política martiana entraña una selección, no sólo de ideas sino de conductas porque el
hombre tiene un deber individual pero a la vez colectivo: el patriotismo. El deber, la dignidad y
el decoro señala Roberto Agramonte, son los tres principios esenciales de la política martiana.
El que guía a los pueblos tiene por deber servir a los que lo eligieron, afirmó Martí. El verdadero
ciudadano es el que resiste todas las vicisitudes que se puedan presentar y cuando alguno deja
de cumplir parte de su deber, otro debe doblar su tarea para que no quede nada sin realizar.
Esa es la obligación moral, dijo Martí que tienen los hombres para con la sociedad. Y expresó
que no hay nada en el mundo como la satisfacción de haber cumplido con el deber. El mismo
en los apuntes confesó que vivía para el “estricto cumplimiento de sus deberes”.
La idea de la justicia está enlazada a la de libertad, porque para Martí no puede haber libertad
sin justicia. La justicia en su aspecto de valor absoluto, hace referencia al Estado Perfecto en el
plano de las ideas; y en su aspecto relativo conforma un estado menos perfecto debido al
carácter de los pueblos. La justicia social, fue el móvil de su doctrina política y lo llevó a
concebir una república equitativa para todos.
El gobierno fue para Martí, el “equilibrio de los elementos naturales del país”. Era el arte de
ir “encaminando realidades” por la vía más rápida posible, con la condición de que ningún
derecho fuera menguado.
La moral del gobernante se basaba para Martí en dos virtudes: el desinterés y la abnegación.
Porque el gobernante asumía un deber y por lo tanto la responsabilidad de llevarlo a cabo era
una condición inseparable del ejercicio de la función pública. En la capacidad de cumplir con
ese deber está la guía del gobernante, y en la responsabilidad de cumplirlo está la sanción. El
desinterés del gobernante de su beneficio por el de todos es lo que lo hace afortunado, porque
no “hay como consagrarse a su país para ser dichoso”; y señaló que los líderes desinteresados
eran una “gala de los hombres y huéspedes eternos de la paz”.
La democracia debía esta favorecida por la libertad ya que los “instrumentos humanos” deben
tener responsabilidad para no caer en odios o en la demagogia. Y señaló Martí que uno de los
peligros de la democracia eran los funcionarios que se mostraban amigos del poder que los
mantenía en “fama y bienestar”, y por lo tanto procuraban seguir gozándolo mediante el
“halago a las muchedumbres”. El pueblo era el que podía abatir o encubrir a sus gobernantes y
aclaró que era preferible ser olvidado por la multitud que verse “obligado a cortejarlas”.
La Constitución era “una ley viva y práctica” para Martí, por lo cual debía responder a las
necesidades del pueblo. Dijo que la fuerza de la nación está en la unidad moral y jurídica del
Estado.
Estipuló que las funciones del Estado cubano estaban al servicio de sus habitantes puesto que
el hombre era la base de la República. Estableció como primera la ley el culto a la dignidad del
hombre porque la República debía organizarse sobre la base de una “patria unida”, cordial y
sagaz. Para ello había que protegerla de los peligros internos y externos que la amenacen y
darle un orden económico capaz de abrir el país a “la actividad diversa de sus habitantes”. En
este punto siempre atacó a España por monopolizar el comercio de Cuba y por “dejar
languidecer el país bajo la liga inmoral y satisfecha de los beneficiarios españoles y un número
de servidores”, de los cuales se valía para mantener la dominación en Cuba.
Con respecto a la política internacional Martí vislumbró con claridad que la ruta para seguir de
los pueblos hispanoamericanos era su unión. Sostuvo que los pueblos no podían negarse por
“reparos pueriles” a tratar unidos los asuntos que tienden a fomentar los intereses legítimos de
ellos. El americanismo de Martí se apoya en tres razones, según Ramón Infiesta: una universal,
basada en la hospitalidad de todos los hombres, de ideas y de actividades como fuente de
porvenir; una continental, que es de solidaridad entre los pueblos americanos; y una cubana,
que apunta al conocimiento mutuo sobre la base del respeto y la colaboración.
Conocía la política exterior de los Estados Unidos en profundidad, de ahí su preocupación por
defender las naciones hispanoamericanas del avance de ésta nación. Por lo cual se manifestó
contrario a las pretensiones de los anexionistas cubanos de unirse a los Estado Unidos. Esta
potencia significaba, según Martí, un peligro constante para los pueblos americanos ante el cual
se debía estar alerta.