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Entre las penas previstas en nuestro Código Procesal Penal, la 

privativa de libertad es la
más grave y la de mayor efecto intimidatorio. La proporcionalidad de la pena a la gravedad del
delito será uno de los principios rectores de la codificación a lo largo del siglo XIX. La cadena
perpetua es una de las penas que es técnicamente obsoleta y se usa comúnmente para
referirse a las diversas sentencias de prisión utilizadas en el derecho penal, que colectivamente
encarcelan a una persona condenada de por vida hasta su muerte, o la sentencia máxima
permitida por la Ley. Muchos países han abolido las cadenas perpetuas por violaciones de los
derechos humanos, por lo que en esos países las cadenas perpetuas no pueden exceder la
pena máxima legal, incluso si la ley utiliza el término “perpetua”.

Esta pena sigue vigente en algunos países europeos, pero en estos no pasa de un carácter


simbólico y formal, ya que existen mecanismos, como el indulto o el acceso a la libertad
condicional, que intentan impedir su cumplimiento vitalicio. El Perú mantiene la cadena
perpetua en su sistema penal, como una pena privativa de libertad máxima para los delitos
graves, a través del D. 29 del Código Penal Peruano de 1991, que se modificó incorporando la
pena privativa de libertad a perpetuidad posteriormente, al entrar en vigencia

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