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El Chavo
Lucía Rinero y Camila Keismajer, directora una, asistente la otra, ambas
guionistas y montajistas de El Chavo, conciben su película como una obra realizada por
estudiantes de cine pero en la cual la producción es colectiva y cooperativa con les
vecines del barrio, y donde cada una de las personas involucradas puede colaborar de
diversas maneras para la concreción del film (Keismajer y Rinero 2014). En el proceso
intervienen estudiantes, niñes que participaron de la experiencia de taller que precedió
al film y algunes vecines del barrio.
El equipo realizativo se planteó realizar un film que resulte atractivo para la
comunidad donde se produjo. El proyecto parte de un taller de cine para niñes realizado
en el marco de un proyecto de extensión universitaria. El Chavo es una obra concretada
por estudiantes de cine externos a la comunidad con personas de la comunidad y para la
comunidad. Las situaciones que presenta la película parten de la improvisación y las
propias experiencias de les niñes que actúan; retratan el momento de transición entre la
infancia y la adolescencia de un chico del barrio. A la vez, evitan producir miradas
fatalistas y estigmatizadoras sobre la pobreza (Keismajer y Rinero 2014). El
largometraje estuvo destinado a les propies vecines del barrio pero también contempló la
posibilidad de circular por festivales independientes. Si bien el film se inscribe en el cine
de ficción y propone una narrativa lineal en la que se muestra una cadena causal de
acontecimientos, no privilegia una pregunta dramática fuerte que alimente la voracidad
narrativa de les espectadores sino que se centra en el ser/estar de sus personajes. De este
modo se constituye en una obra accesible (para un público acostumbrado los relatos
centrados) y a la vez desalienante, pues muestra cuerpos espacios y voces que les
espectadorxs a quien está dirigida suelen ver en su cotidianeidad pero no en la pantalla.
En El Chavo, podemos ver cómo las fronteras tan claramente trazadas por
Gumucio Dagrón comienzan a desdibujarse. Aparece la figura de la autora individual y el
equipo realizativo se asume como agente externo que opera con la comunidad. Sin
embargo, el film habilita procesos de organización colectiva y circulación de discursos
producidos con les habitantes del barrio.
Estas características, en apariencia contradictorias, están conectadas: en
cualquier obra audiovisual, quien se acredita como director o directora, es posiblemente,
quien mayor capital social y simbólico pone en juego. Al caracterizar un film como obra
de autor se asume una estrategia en la que los distintos agentes que participan del
proceso realizativo se capitalizan de un modo desigual. La obra es firmada por quien está
socialmente habilitade (ya sea por pertinencia técnica, por reconocimiento académico o
por estar consagrde en el campo cinematográfico). Esta modalidad de trabajo que
combina procesos comunitarios con autoría individual implica un intercambio entre
partes. Quienes se constituyen como autorxs obtienen la propiedad simbólica de la obra
(que pasa a ser una película de) en distintos espacios de legitimación; como contraparte
se habilita la circulación del film comunitario en otros espacios de
legitimación/visibilización tales como festivales, la academia, etc., que requieren la
figura de une sujete individual en tanto autore, directore, productore, etc. Si el film es
bien recibido en esos espacios quien firma acumula capital, a la vez la comunidad es
retribuida con el reconocimiento por parte de otres de un discurso que asume como
propio. A veces esa retribución se concreta en otros capitales: capacitación técnica de
miembres de la comunidad a partir del proceso realizativo, visibilización de
problemáticas que faciliten el reclamo a autoridades, consolidación de redes de
relaciones entre vecines o fortalecimiento de procesos de auto-organización. En el caso
particular de El Chavo sus realizadoras obtuvieron un reconocimiento académico pues la
obra fue su práctica final para acreditar la última materia de la Tecnicatura en
Producción en medios Audiovisuales; en tanto que les miembres de la comunidad
pudieron acceder a una experiencia realizativa.
Construcciones
Fernando Restelli describe el inicio del proceso de Construcciones como un
encuentro donde tanto él como Pedro, el protagonista de la historia, tenían necesidad de
hablar con alguien. El film se erige a partir del contacto, del tiempo compartido, de la
presencia del equipo en la cotidianeidad de Pedro y su hijo. Sin borrar las distancias, hay
una asunción de clase en las palabras de Restelli al considerar que su película está hecha
desde la base y entre amigos. Esté, es para el autor un posicionamiento político, pues no
concibe otro modo de representar la otredad que habitando el espacio (Koza, 2019). La
película apela al registro documental de la vida de sus protagonistas y también a la
creación de situaciones puestas en escena para ser grabadas.
Este caso es, entre los elegidos, el que más se aleja de la definición estricta de
cine comunitario propuesta por Gumucio Dagrón. Pero la poética de la obra,
desarrollada desde esta idea de encuentro y desde la vocación de ponerse en el lugar del
otro habitando su espacio, la acercan al cine comunitario. No es el único film dentro del
Cine Cordobés que apela a una poética del encuentro y que , a la vez, aspira a legitimarse
en el campo cinematográfico. Yatasto de Hermes Paralluelo (2011) y Guacho de Matías
Magnano (2018), por citar algunas, ponen en juego el mismo procedimiento. Lo que nos
lleva a pensar a estas obras en un borde no del todo definido respecto a lo que se puede
considerar cine comunitario.
Hay otros aspectos que complejizan la definición del Cine Comunitario, pues
algunas de sus características se extienden a la mayoría de las realizaciones cordobesas.
Pensar el campo del cine cordobés no puede soslayar el hecho de que las producciones
locales no se sostienen sólo como bienes de mercado. Las características de distribución
de obras audiovisuales, tanto en salas de cine como en espacios televisivos o plataformas
de streaming hacen que sea muy dificultoso o directamente imposible que las
producciones cordobesas puedan financiarse a partir de su intercambio como bienes de
mercado. Desde esta mirada restringida la “industria” audiovisual cordobesa se reduce a
la publicidad, a los canales y a productoras de tv que no abundan en la producción de
ficción ni documentales, sino en la realización de noticieros y programas de entrevistas.
El Cine Cordobés no podría subsistir sin el aporte del Estado, sin el trabajo no
rentado y sin la legitimación de sus producciones en el circuito de festivales de cine. Por
ello, las lógicas que entran en juego dentro del campo no son las mismas que la del
mercado, la existencia de una película no depende de las expectativas en torno a cuantas
entradas puede cortar sino de: el interés que suscite el proyecto entre las personas que
podrían participar de él; el capital simbólico y social de quienes motorizan el proyecto; la
adecuación al canon de los distintos festivales, etc.
En ese contexto algunas producciones que son asumidas por sus realizadorxs
como cine comunitario o que al menos son percibidas por elles como obras cercanas a
esa modalidad, intentan hacerse un lugar en el campo del cine cordobés. Disputar allí
implica reconocerlo y aceptar, aunque sea de un modo parcial, estas reglas de
funcionamiento.
Conclusión
Bibliografía
Gumucio Dagrón, A. (2014), “El Cine Comunitario en América Latina y el Caribe”.
https://www.lavoz.com.ar/vos/cine/entrevista-fernando-restelli-el-joven-cineasta-que-sorpren
dio-con-construcciones/