Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Mucho se habla en las revistas especializadas y en las grandes muestras del agro sobre la
agricultura por ambientes. También vemos a muchos técnicos y productores embarcados en este
proceso que tiene su gran impulso de la mano de las tecnologías satelitales. Lo cierto es que la
caracterización de suelos que proviene de los mapeos de rendimientos y otros análisis puntuales
del terreno permite prácticas como la siembra y fertilización variable, en busca de una mayor
eficiencia en el uso de insumos y de una mayor rentabilidad del negocio agrícola.
Esta forma de utilización del suelo viene a romper con un esquema cuadriculado que todos
aquellos vinculados al campo hemos recibido por tradición y que tiene que ver con la forma en
que han sido subdivididas las tierras mediante el uso del alambrado. Desde Richard Newton, aquel
estanciero irlandés que probara la primer versión argentina del alambrado en su campo cercano a
la bahía de Samborombón- hasta nuestros días, las vallas de alambre le han dado al paisaje rural
su paisaje característico. Lineal y anguloso.
Así, pensando en la transición de los productores más chicos hacia otras formas de producir, es
necesario plantear la necesidad de un enfoque basado en la caracterización de ambientes
productivos dentro de la chacra. Aunque para ello no necesitemos costosas tecnologías ni el “viejo
Hanomag” equipado con GPS.
Es muy común en el campo, encontrar situaciones en las que el productor siembra, por ejemplo,
“pastura de alfalfa en el lote 8”. Lo cierto es que el lote 8 tiene un bajo salino al medio, una loma
arenosa en un extremo y un ambiente de media loma con tosca a 50 centímetros. Tres ambientes
en pocas hectáreas. Un ejemplo muy fácil de encontrar. Y la sembradora, que fue regulada para
tirar 10 kilogramos de alfalfa por hectárea pasó por los tres ambientes sin variación alguna. Los
resultados luego, son muy predecibles: nacimientos desparejos, poca germinación, control
irregular de malezas, pérdidas por encharcamiento, poca duración del cultivo…y mucha plata
gastada.
La propuesta entonces pasa por incorporar herramientas que nos permitan comprender las
características y aptitudes de nuestros terrenos. Sin necesidad para ello de contar con información
satelital; en muchos casos la sola experiencia del chacarero es la principal fuente. Él tiene, en
general, un conocimiento profundo de la respuesta de cada uno de sus lotes ante cada cultivo
realizado y del comportamiento de sus suelos ante distintos eventos como las labores, sequías o
encharcamientos. Pero más allá de este conocimiento, su esquema productivo suele no guardar
relación con la calidad y la salud de sus ambientes. De esta forma, se suceden círculos viciosos que
redundan en perjuicios para ese productor. Por ejemplo: La necesidad de escala obliga a recargar
suelos ganaderos aún sin una adecuada presupuestación forrajera; para economizar tiempo y
dinero se suele realizar una mala combinación de labranzas-pastoreos-siembra directa; los suelos
comienzan rápidamente a manifestar problemas de compactación y disponibilidad de nutrientes;
la productividad de los pastizales se reduce rápidamente; el productor se ve tentado a
incrementar el uso de insumos (fertilizantes y agroquímicos); la relación costo-beneficio de la
actividad se resiente.
Más allá de las implicancias políticas y económicas que hacen a este círculo vicioso, hay cuestiones
técnicas a atender para poder salir de él y cuyo impacto se deja ver en el corto y mediano plazo. La
adecuada identificación de ambientes dentro de la chacra y el uso diferencial de cada uno de ellos
es fundamental para que el productor recupere autonomía técnica y económica sobre su campo.
En trabajo conjunto con un técnico de confianza o con otros productores se deberá entonces
relevar algunos aspectos que nos permitirá hacer una versión chacarera de la agricultura por
ambientes. Sin entrar en detalles sobre cada uno de ellos, podemos mencionar algunos:
Luego, se pueden realizar algunos análisis sencillos que nos brindarán una información más
acabada de los sitios en estudio. Determinaciones que, con un poco de información al respecto,
podrían hacer los mismos productores. Entre estos pueden citarse:
Infiltración de agua.
Compactación. Resistencia a la penetración.
Presencia y diversidad microbiológica.
Profundidad de napas freáticas.
Rastreo de plantas y síntomas indicadores de deficiencias minerales.
Esto hace que en algunos casos se deba “achicar el circo” para destinar áreas a su recuperación de
manera de no incrementar el círculo vicioso que se describe antes y que es tan nocivo para los
productores como la ausencia de políticas de fomento agropecuario.
Cuando algunos me indagan sobre las características de la agricultura orgánica suelen esgrimir el
temor a encarar esa transición, que no es nada más que el temor a enfrentarse a lo nuevo, a dejar
lo conocido, aunque no resuelva sus problemas. La situación es brava: los pequeños productores
están inmersos en una vorágine en la que resulta difícil tener claridad sobre los muchísimos
aspectos que afectan a la actividad agropecuaria. A diario son bombardeados con informes
climáticos, publicidades de insumos, promesas vacías de políticos en campaña, avisos de
aumentos en las cargas tributarias, problemas de infraestructura e indicadores físicos de felicidad
(¡Produzca más!).