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La globali-
zación económica genera una desigualdad imparable, las personas su-
RS Ana Noguera
fren y mueren sin ser objeto de atención de los datos macroeconómi- Enrique Herreras
Las contradicciones
logro de los Derechos Humanos, las democracias encuentran enemi-
gos en poderes invisibles que escapan al control público. Hay quienes
auguran el fin del neoliberalismo y otros hablan de la gran crisis de la
culturales
socialdemocracia.
Ante esta difícil situación, los autores han escogido el hilo conductor
de Las contradicciones culturales del capitalismo de Daniel Bell —escrita
del capitalismo
hace 40 años, en un momento previo a que se produjera la deriva ha-
cia el neoliberalismo que tantas consecuencias nefastas está teniendo
para la economía y la política— para plantear si existen alternativas para
en el siglo XXI
enfrentarnos a la realidad del siglo xxi, a los nuevos dilemas políticos,
sociales, culturales y éticos.
Ana Noguera, doctora en Filosofía, es miembro del Consell Valèn-
cia de Cultura de la Comunitat Valenciana y profesora de Sociología y
Ciencias Políticas en la UNED de Valencia. Una respuesta a Daniel Bell
Enrique Herreras es profesor de Ética y Filosofía Política en la Uni-
versitat de València y articulista. Ha publicado en esta misma colección
La tragedia griega y los mitos democráticos.
ISBN: 978-84-16938-43-8
LAS CONTRADICCIONES
CULTURALES DEL CAPITALISMO
EN EL SIGLO XXI
Una respuesta a Daniel Bell
BIBLIOTECA NUEVA
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Primera parte
TEORÍA CRÍTICA Y NEOCONSERVADURISMO
Segunda parte
DILEMAS ACTUALES
Tercera parte
A MODO DE CONCLUSIÓN
1
Desde hace varios años, en la Universidad de Valencia se ha ido configu-
rando un pensamiento ético y político en lo que se denomina la Escuela de
Valencia, cuyo núcleo lo forman los catedráticos de Ética y Filosofía Moral,
Adela Cortina, Jesús Conill y Domingo García Marzá. No podemos negar que
en este trabajo aparecen de manera patente algunas de las enseñanzas recibidas
dentro de dicho ambiente académico.
2
El prefijo «pos» alude a la pérdida de fuerza orientadora del concepto que
le sigue, y al mismo tiempo alude a la imposibilidad de sustituirlo por otro
totalmente nuevo.
Los tres órdenes tienen, para Bell, tres ritmos sin relación.
Por ejemplo, el cambio tecnológico es lineal, y en la cultura se
produce un retorno a cuestiones existenciales. En este último
asunto prima lo que señala Bell como autorrealización, sin lími-
tes ni fronteras. Este hecho entraría dentro de las características
de la cultura contemporánea. La cultura moderna está constitui-
da por un principio axial: la expresión y la remodelación del yo
para lograr dicha autorrealización. En esta búsqueda, no existen
fronteras a la experiencia: nada está prohibido y todo debe ser
explorado.
Por otro lado, según Bell, la planificación democrática se
hace cada vez más independiente del capitalismo.
La cuestión es que los principios del ámbito económico y los
de la cultura llevan a las personas en direcciones contrarias.
También hay una contradicción entre individuo como ciuda-
dano (obligaciones hacia el orden político) y como burgués (ha-
cia el propio interés).
Y es por aquí por donde aparece el hedonismo, esto es, la idea
del placer como modo de vida que se ha convertido, para Bell, en
la justificación cultural del capitalismo. Lejos queda la moral pro-
testante unida al capitalismo.
En este sentido, Bell distingue cinco elementos que han
transformado la estructura del viejo sistema de mercado.
3
En su conocido Contra la interpretación (1996), Sontag llega a decir
que la interpretación es la venganza que se toma el intelecto sobre el arte.
Interpretar, por tanto, es empobrecer. O dicho con sus propias palabras:
«Una obra de arte es una cosa en el mundo, y no solo un texto o comentario
sobre el mundo».
4
El fin del teatro de guerrilla: «llegar, representar, conmocionar y huir».
hecho con mucha más relevancia que el arte moderno, el cual tam-
bién se opone, en general, a dicho positivismo, como ocurre con
las posiciones de las vanguardias frente al realismo. Lo significati-
vo, para los pensadores de la Escuela de Fráncfort, es que la razón
ilustrada, fundamentada en la emancipación, ha sido traicionada
por el positivismo. La respuesta que llegará a través de Habermas
es su conocida teoría que enlaza conocimiento e interés, lo cual
significa que una crítica radical de conocimiento solo es posible
como teoría crítica de la sociedad.
Pero centrémonos en lo que dice Bell, y no en lo que se olvida,
para recuperar su percepción de que las crisis se deben a un exceso
de democracia que conduce a la ingobernabilidad. Por el contra-
rio, Dubiel, siguiendo el camino de la teoría crítica, dirá que lo que
se ha producido más bien es una crisis de legitimación, es decir, los
individuos generan unas expectativas de autodeterminación que
los gobiernos no son capaces de satisfacer. Por su parte, Habermas
subraya que no es un exceso de autonomía el causante de la crisis,
sino más bien la mercantilización de las relaciones humanas, es
decir, el poder y el dinero (los medios de control del sistema polí-
tico y económico) se han apoderado del mundo de la vida. No hay
que hablar, por tanto, según Dubiel, de ingobernabilidad, sino de
aumentar la capacidad legitimadora de los Estados.
Por otro lado, si bien Bell piensa que la causa de la crisis está
en los desajustes entre economía y valores, Dubiel, en cambio,
señala que dicha disensión no es más que un síntoma de dicho
desajuste y no su causa.
En cuanto a la hegemonía liberal que propugna Bell, Dubiel
habla de un liberalismo sin sustancia, ya que si bien hace algunos
años dicho liberalismo era una defensa del orden liberal-capitalis-
ta, también era una «amalgama» de ideas para defensa de los de-
rechos humanos y de los derechos ciudadanos. Ambas defensas se
comprendían, según Dubiel, como un sistema ideológico. No
obstante, dicha síntesis se ha roto en el modo de entenderlo Bell,
al percibir que el imperativo capitalista quiere imponerse sobre
los derechos y la democracia. O, en todo caso, denuncia Dubiel
que Bell está defendiendo una teoría elitista de la democracia.
Y es esa idea la que está debajo de la principal cuestión
neoconservadora que trata de resolver Bell, al preguntarse cómo
5
En la que tiene también que ver la educación permisiva, según Bell.
7
Esta consideración está bien estudiada en el libro La sociedad poscapitalis-
ta, de Peter F. Drucker, citado por Adela Cortina.
8
Artículo «Ciudadanía social», publicado en El País (01-08-1998).
9
Marx se dejó convencer por Feuerbach de que las ideas hegelianas como
el «Espíritu absoluto» o el «Espíritu de la Época» eran solo imaginarias, y que
las verdaderas fuerzas motivadoras de la historia de una sociedad son sus con-
diciones materiales.
10
En realidad, a Marx, desde una perspectiva actual, lo podemos conside-
rar como «utópico» a raíz de demandas como la «desaparición del Estado».
11
Un tema bien tratado por C. B. Macpherson,, en su libro La teoría polí-
tica del individualismo posesivo, Barcelona, Fontanella.
12
Para conocer este tema es interesante la tesis de Ana Noguera: El marxis-
mo analítico en el pensamiento de Jon Elster, Universidad de Valencia, 1996.
13
Una moral cívica se desarrolla dentro de unos mínimos compartidos
entre ciudadanos que tienen distintas concepciones del hombre y distintos
ideales de buena vida.
14
Posdata a la nueva edición de Las contradicciones culturales del capitalis-
mo, escrito en 1990.
1. Proceso de personalización.
2. El dispositivo de la forma moda que extiende, mediante
su lógica basada en lo efímero, la seducción y la diferen-
ciación.
Hoy se atisba una parte del mundo del arte que empieza a no
estar a gusto dentro del concepto posmoderno. Con el tiempo ve-
mos, aunque de manera muy escondida dentro de la magnitud de
la aparentemente libertad del arte, una tendencia que se encuentra
en el origen de la estética misma y que le atribuye el deber especí-
fico de formular un juicio de valor, de hacer una valoración, de dar
un juicio crítico. Sería importante recuperar la estética como una
reflexión sobre el valor, como una teoría del valorar. O más aún, la
necesidad de rehabilitar una estética que se ha enfrentado con los
grandes problemas de la vida individual y colectiva, que se ha pre-
guntado por el sentido de la existencia, y se ha sentido implicada
en los interrogantes propios de la vida cotidiana.
Además, ha aportado variadas cuestiones en el orden cognos-
citivo, sobre todo en lo que se refiere a la realidad. Porque, dicho
de manera esquemática, no se ha cumplido la promesa posmo-
derna de hablar de la realidad de manera no dogmática, y más
bien, ha predominado en el arte un abandono de la realidad más
allá de percepciones subjetivas e íntimas.
16
Pluralismo no es relativismo, sino la defensa de diversas posiciones.
17
El tema de la reciprocidad está muy bien trazado en Racionalidad econó-
mica: aspectos éticos de la reciprocidad, Tesis doctoral de Patrici Calvo, leída en
la Universitat Jaume I de Castelló, en junio de 2012. Este trabajo nos ha ayu-
dado a perfilar algunos temas nucleares de este capítulo. Así como el libro de
Jesús Conill, Horizontes de economía ética (véase la bibliografía).
18
Nos parece sumamente interesante la visión histórica de la empresa que
ofrece Stefano Zamagni en su libro Impresa responsabile e mercatocivile, Il Mu-
lino, 2013.
20
Habría que valorar en este sentido el movimiento del 15M, sobre todo
cuando se habla del contrapoder de las redes sociales. Para conocer las deman-
das del movimiento indignado es muy ilustrativo el libro publicado online
Democracia distribuida. Miradas desde la Universidad nómada al 15M.
21
Es bien conocida la postura de M. Friedman al poner en duda la respon-
sabilidad de la empresa si esta va más allá del beneficio económico y cumpli-
miento legal. Uno de sus mayores argumentos es la vaguedad del significado de
este concepto.
de una ciudadanía mundial» (2007: 15). Y así es, porque los va-
lores morales sobre los que deben asentarse las sociedades moder-
nas no es una vuelta a la tradición o a la religión, ni tampoco a la
confianza en que sean los intercambios económicos suficientes
por sí mismos para generar empatía recíproca, algo que podemos
comprobar en la actualidad cómo brilla por su ausencia. Si algo
falla en las relaciones, como ya hemos señalado, en el mercado y
en la política, es la confianza, valor que se convierte en impres-
cindible para recuperar la ética de un sistema; y en la necesidad
de articular la convivencia en nuestras sociedades hemos de bus-
car un principio de justicia, que es imposible de encontrar en un
modelo económico cuyo bienestar y forma de vida no es univer-
salizable al conjunto de la humanidad.
Así pues, el flanco más débil del capitalismo, y que parece
haberse convertido en parte intrínseca de su funcionamiento, es
la desigualdad que genera entre países y ciudadanos. Si esto no se
remedia, habrá que admitir que este modelo capitalista no sirve.
Para hacer frente a la dinámica suicida del capitalismo global, nos
dice Pérez Tapias, hay que replantear el futuro del Estado del
bienestar y no caminar hacia un repliegue claudicante.
Efectivamente, no hay solución en una vuelta atrás, en una
búsqueda en los orígenes de un capitalismo que nunca fue justo
sino condescendiente, porque nunca estuvo exento de problemas
ni de agravios ni de sufrimiento. «Era ridículo, en 1929 o en los
años 60, creer que el capitalismo estuviese agonizando, y es ridí-
culo creer hoy que la forma actual de su victoria constituye el
orden definitivo del mundo», afirma Claudio Magris (2001: 13).
Así es, no podemos hablar de éxito, sino más bien de un ver-
dadero círculo infernal, como subraya Fernando Vallespín:
22
Para profundizar sobre la relación entre tragedia y democracia véase el
libro La tragedia griega y los mitos democráticos, de Enrique Herreras, publicado
por Biblioteca Nueva, 2010.
4.3. La desigualdad
24
Este concepto une dos palabras griegas unidas: «áporos», pobre, sin sali-
das, escaso de recursos, y «fobia», temor.
4.5. La pobreza
Alfred Marshall, a principios del siglo xx, señaló que «el estu-
dio de las causas de la pobreza es el estudio de las causas del envi-
lecimiento de una gran parte de la humanidad» (2010). Y así es:
aunque parece que en el siglo xxi seguimos intentando resolver la
pobreza a medida que generamos más y más desigualdad.
El camino que se había escogido para combatir la pobreza
tenía luces y sombras, éxitos y fracasos, pero mantenía una línea
de avance. Según los «Objetivos del Milenio 2015», el reto nú-
mero uno llamaba a la reducción a la mitad, entre 1990 y 2015,
del porcentaje de personas cuyos ingresos fueran inferiores a 1,25
dólares al día. Y, según el estudio realizado, se ha conseguido,
reduciendo la proporción de pobres del 36 por 100 en 1990 al 15
por 100 en 2011.
Esto significa, según dichos Objetivos del Milenio, que la
cantidad de personas que viven en pobreza extrema en el mundo
se ha reducido en más de la mitad, cayendo de 1.900 millones en
1990 a 836 millones en 2015. La mayor parte del progreso ha
ocurrido a partir del año 2000. La tasa de pobreza extrema en
Asia oriental bajó de 61 por 100 en 1990 a solo un 4 por 100
en 2015. En Asia meridional el progreso es casi igual de contun-
dente: un descenso del 52 al 17 por 100 para el mismo período,
y su tasa de reducción se ha acelerado desde 2008, detalla el estu-
dio al respecto.
Las sombras de este éxito lo encontramos en el desigual pro-
greso. El África subsahariana no ha logrado el objetivo. Más del
40 por 100 de la población de esta zona del mundo todavía vive
con en menos de 1,25 dólares diarios en el año 2015 (en 1990
era el 57 por 100), indican los autores del informe. La gran ma-
yoría de las personas que vive con menos de 1,25 dólares al día
vive en dos regiones, Asia meridional y África subsahariana, y
representan casi el 80 por 100 del total de personas extremada-
mente pobres en el mundo.
Ahora bien, si estos éxitos se tuvieron fundamentalmente ha-
cia finales del siglo xix y la primera década del siglo xx, ¿podemos
afirmar que se sigue la misma trayectoria, o nos encontramos aho-
vida. Habría, pues, que buscar otros criterios más adecuados para
medir la calidad de vida: no es igual, dice Sen, «bien estar» que
«bien ser». No obstante, Sen crítica al bienestar basado en la uti-
lidad por dos motivos:
Ahora bien, en esta tercera fase, y tal como reflejan los infor-
mes de Oxfam Internacional, así como las instituciones europeas,
se produce un crecimiento exponencial de la desigualdad y de la
pobreza, debido a que las clases medias han visto detenerse la
progresión social. En ese contexto, las personas que se sintieron
pertenecer a las clases medias forman hoy el grupo que el Banco
Mundial denomina «los vulnerables».
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No se le puede pedir al ciudadano que participe en la toma de decisiones
si previamente no se le informa correctamente de lo que está en juego en cada
una de ellas.
do actual es muy distinto del que planteó Mill, ya que «el proble-
ma deriva de la dificultad de las democracias liberales para hacer
compatible la libertad de expresión con la práctica de ciudada-
nía» (Camps, 2010: 153). Porque, añadimos, ¿acaso Berlusconi
no fue varias veces presidente del gobierno italiano con el apoyo
del poder mediático que él mismo ostentaba?
Al fin y al cabo, la democracia necesita de críticos, y los críti-
cos de la democracia. Ante las carencias de la democracia, son
muchos quienes llegan a hacer del derecho de la crítica un valor
absoluto, sin plantearse las responsabilidades de su ejercicio.
Sobre lo dicho, habría que matizar que es muy frecuente que
la apuesta del columnista sea más que por la libertad «de» opi-
nión, por la libertad de «su» opinión. Por tanto, siempre habrá
que estar atentos, y ser capaces de «criticar a los críticos», para
admirar y elogiar su actitud, pero también para descubrir plan-
teamientos demagógicos o la preponderancia de los intereses ex-
ternos a la práctica periodística. Frente al cinismo posmoderno,
debiéramos de recuperar la aspiración a lo que Kant denominaba
«buen uso público de la razón».
Retornando a Camps, queda claro que no se muestra parti-
daria de poner o fijar los límites de la libertad de expresión, aun-
que ello no quiere decir que sea ilimitada, sino que corresponde
a los ciudadanos fijarlos en cada momento:
Los límites a la libertad de expresión impuestos por la
Constitución son límites poco precisos. Y esperamos que nun-
ca dejen de serlo. Deben quedar ambiguos e indeterminados.
Pues al profesional de los medios, al empresario y, en menor
medida, pero también, a los receptores del mensaje mediático,
les corresponde indicar dónde deben ponerse las fronteras de
lo permisible y de lo inaceptable (1995: 132).
mar cada una de las redes principales de las que depende la vida
de la gente (...) y los conmutadores que conectan diferentes redes»
(2012: 26). Y si el poder se ejerce mediante la programación y la
conexión de redes, entonces, como señala Castells, el contrapo-
der se activa mediante la «reprogramación» de redes en torno a
intereses y valores alternativos.
El inconveniente es que, junto a las múltiples ventajas que
abre el ciberespacio y los cambios en el periodismo tradicional, a
diferencia de los medios tradicionales que trasmiten una infor-
mación identificable, aquí la responsabilidad se difumina ple-
namente.
El desarrollo supersónico de las redes sociales contiene aspec-
tos muy positivos, porque están multiplicando la capacidad de
opinar de mucha gente, abriendo espacios alternativos. Pero tam-
bién las nuevas tecnologías están produciendo una especie de
descentralización, interactividad e individualismo (Castells,
1997, 390). Además, un problema es que en la red se desdibujan
los posibles intereses que están detrás, entre otras cosas porque no
tiene todavía leyes propias. He ahí una más de las contradiccio-
nes del siglo xxi.
El desafío es para el receptor que se ve inmerso en una abru-
madora cantidad de información que la Red aporta, y en una si-
tuación en la que el mensaje se vuelve incontrolable y la respon-
sabilidad del emisor se diluye. El papel del ciudadano, del sujeto
moral, adquiere relevancia para poder orientarse y seleccionar en
la frondosidad del ciberespacio.
Pero el tema es mucho más amplio, ya que, como dijimos al
tratar el fenómeno del 15M, la comunicación social, el activismo
ciudadano, la protesta y la reivindicación han encontrado en las
redes un nuevo espacio colectivo; en ella se crean comunidades
con perfiles sociales claramente diferentes a las tradiciones, aun-
que las motivaciones son las mismas de siempre: la lucha contra
la injusticia o la opresión.
26
Ponencia «El cambio del sistema productivo y el cambio de sistema de
valores» presentada en el curso Crisis y Estado de Bienestar. Nuevas respuestas
socialdemócratas, Valencia, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 2011.
Por otra parte, el 78,9 por 100 de los adultos en China todavía
no han cumplido con el criterio principal para pertenecer a la
clase media: un ingreso anual de 50.000 dólares mínimo.
Lee Jong-Wha, profesor de Economía y director del Instituto
de Investigación Asiática en Corea del Sur, cree que el rápido
crecimiento de la clase media en Asia no solo cambiará la econo-
mía de ese continente, sino que este fenómeno tendrá repercusio-
nes a nivel mundial. En la misma línea, la OCDE estima que la
clase media (definida como los hogares que gastan entre 10 y 100
dólares por persona al día) crecerá hasta los 4.900 millones de
personas en 2030 desde los 1.800 millones que alcanzaron en
2009. De esos casi 5.000 millones de personas, dos tercios residi-
rán en Asia, siendo China el país donde resida una gran parte.
Ahora bien, ¿cómo conjugamos los distintos elementos que
en sí mismos son contradictorios? Por una parte, ha disminuido
la pobreza a nivel mundial, lo que encaja con el hecho de que la
clase media se expande en las sociedades emergentes, pero, por
otra parte, la desigualdad social es el elemento definitorio de la
sociedad del siglo xxi, lo que se evidencia cuando la clase media
se difumina en las sociedades desarrolladas.
En la primera década del siglo xxi se produjo una reducción
histórica de la pobreza mundial y el número de personas que
podría ser consideradas de clase media casi se duplicó. Pero ¿esto
indica que la clase media está en auge?
Si analizamos las dos características de la clase media china
señaladas anteriormente, que la renta es mucho menor que la de
los países desarrollados y que representa tan solo un 20 por 100
de la población del país —algo que está muy por debajo de la
clase media de los países desarrollados—, observamos que aún
queda una amplia capa de población que no alcanza todavía la
clase media, y que el nivel social de esta clase media china es mu-
cho menor que la de los países desarrollados.
Es decir, estamos desarrollando una clase media mundial más
pobre, con menos ingresos, que ocupa un escalón inferior de la
pirámide social. Así se explica la gran desigualdad, porque mien-
tras los ricos aumentan extraordinariamente su riqueza, la clase
media, aunque sea mayor en número, es mucho menor en recur-
sos, dispone de menos riqueza, de menos beneficios sociales y,
qué vota cada quién. Las preguntas ya no son tan fáciles como en
el siglo xx: ¿los partidos socialistas son los partidos de los trabaja-
dores? ¿Qué internacionalismo representan los conservadores?
¿Cómo se entiende la fluctuación del voto que puede saltar de
una a otra posición ideológica?
Podemos observar en Europa las contradicciones que se pro-
ducen, por ejemplo, cuando barrios obreros franceses o españoles
votan masivamente a la derecha más extrema en defensa de sus
intereses personales, que ya no coinciden con los intereses de la
clase obrera nacional, sino que están condicionados por el miedo
a la llegada de «otros» que viven una situación igual o peor. Mien-
tras, es la intelectualidad acomodada de clase media la que de-
fiende los valores de las izquierdas, su lenguaje, su movimiento
histórico y la conquista de los derechos obtenidos.
El socialismo del siglo xx sabía identificar con claridad las
clases sociales y, por tanto, los ciudadanos sabían reconocerse en
esa posición de clase, con lo que el voto sí era una representación
de la clase social a la que se pertenecía.
Pero eso ha saltado por los aires. Por una parte, debido a la
complejidad individual de los roles asumidos en estas sociedades
desarrolladas; en segundo lugar, porque los propios ciudadanos
no quieren ubicarse o reconocerse en la división tradicional de
clases. Los ciudadanos buscan su voto, no por la simpatía o reco-
nocimiento de una posición colectiva como podría ocurrir antes,
sino por el miedo al estancamiento social.
Y eso es también otra de las grandes paradojas: cuando la des-
igualdad es más creciente que nunca convirtiéndose en el mayor
problema del siglo xxi, ha desaparecido la conciencia de clase.
En estos cambios de electorado, quienes no han sabido posi-
cionarse y siguen con discursos tradicionales y esquemas de la
sociedad industrial son los partidos políticos, que realizan una
política poco adaptativa y sin innovación. Todo cambia a una
velocidad vertiginosa menos las estructuras políticas. Tanto es así,
que las ideologías han acabado transformándose en clichés, como
bien señala Daniel Innerarity27.
27
Entrevista a Daniel Innerarity, Fundación Rafael Campalans, invierno
de 2009-primavera de 2010.
28
Para este capítulo recogemos el título de una conferencia de Wolgang
Fritz Haug impartido en el Seté Congrés de Pensament dentro de los Premis
Octubre celebrado en 2001.
29
No negamos, ni mucho menos, otros caminos en el arte, pero sí que
intentamos formular el que sería alentado desde un planteamiento de política
cultural pública.
2) Construir confianza
3) Democracia radical
4) Estado de justicia
30
Cita extraída del artículo de opinión «¿Religión civil o justicia social?»,
publicado en El País, 27de diciembre de 2014.
Señala Justo Zambrano que las éticas que sirvieron para jus-
tificar el capital y el trabajo han dado lugar a la estética del con-
sumo. «El ciudadano de nuestros días es por encima de todo un
consumidor. Las pautas sociales del consumo definen, más que
ningún otro parámetro, las sociedad actual» (2006, 39).
Las reglas del juego social han cambiado al modificar nuestro
rol principal convirtiéndonos en consumidores, lo que ha altera-
do nuestra percepción vital, porque el consumo conlleva la bús-
queda incesante e insatisfecha del placer por encima de cualquier
sentido de responsabilidad. También, el consumo incide en la
32
Citado por Crocker del libro D. Held, A. MacGrew, D. Goldblatt y J.
Perraton (eds.), Global Transformations, Stanford University Press, 1999.
Punto final