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ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA RELACION DEL CONCEPTO DE

ABSTINENCIA Y EL TRABAJO CLINICO CON PACIENTES CON PROBLEMAS


POR CONSUMO DE TOXICOS.

Citar como publicado en: “Clínica institucional en toxicomanías. Una cita


con el Centro Carlos Gardel”. Ed. Letra Viva. Buenos Aires, Argentina. 2006.

Gustavo ZBUCZYNSKI

Numerosos son los discursos con los que nos encontramos cuando echamos un
vistazo sobre el tema del uso de tóxicos. Sin pretensión de adentrarme en este
punto, podemos citar el discurso jurídico, el policial, el discurso médico, el del
sociólogo, el del político, el discurso social, el religioso, el psicológico y el de
cuanta persona o disciplina se nos ocurra ya que todos parecen autorizarse a
hablar sobre este tema. No es mi intención pretender exclusividad para alguna de
ellas sino que, entendiendo que se trata de un problema que necesita un enfoque
multidisciplinario la discusión y los aportes se centren en argumentaciones que
puedan sostenerse desde algún marco teórico que le otorguen sustento y
abstraigan la discusión del mero sentido común donde se encuentra
empantanada. Ocurre que desde aquel juez que, haciendo cumplir las leyes
vigentes1 , ordena someter a tratamiento al imputado en una causa por tenencia
de drogas ilegales, pasando por aquellos que ven en las drogas el punto de
partida de todos los problemas sociales, hasta llegar a los que creen o quieren
creer que podría existir un mundo ideal libre de drogas (por supuesto, de aquellas
consideradas ilegales, vale decir, sin pretensión de modificar un ápice el fabuloso
negocio de las drogas permitidas ); lo cierto es que todos ellos se asemejan en un
punto esencial para lo que quiero exponer. Y es en relación a la coincidencia que
sostienen sobre los supuestos, medios, objetivos, y con ello posiciones (
ideológica, científica, teológica, etc ) en relación a la abstinencia. Entendiendo por
supuestos los argumentos que ofician de base sobre la que se sostiene la
construcción teórica y que justifican la práctica para alcanzar los objetivos. Lo
cierto es que estos supuestos, que sostienen como axiomas incuestionables, son
en su mayoría una maraña de mitos 2 que determinan las posiciones que
sostienen con relación a la abstinencia.
Tomaré el discurso de las comunidades terapéuticas para toxicómanos para
explicar y ejemplificar lo que quiero trasmitir. Me baso en estas ya que considero
que son el resultado de una forma de entender el fenómeno de las drogas desde
estas perspectivas, es decir, fueron creadas como la modalidad terapéutica
adecuada para solucionar el problema tal cual se lo visualizaba. Para las
comunidades, y en esto no se diferencian de organizaciones como Narcóticos
Anónimos, Alcohólicos Anónimos, etc., el tema de la abstinencia se convierte en
un problema central de difícil solución. Si su objetivo y razón de ser es lograr que
las personas que allí concurren abandonen el consumo de sustancias y el proceso

1
Ley 23737/ 89, conocida como “ley de drogas”.
2
S. Inchaurraga en Las drogas: entre el fracaso y los daños de la prohibición. Pág. 39 y siguientes

1
se realice en abstinencia, es difícil imaginar como puede esto vehiculizarse sin
caer en contradicciones insalvables. Se produce la increíble paradoja en la que se
pretende que el "paciente" esté curado antes de comenzar el proceso
"terapéutico". Para ejemplificar la situación planteada imaginemos por un instante
a un psiquiatra o psicólogo de cualquier centro de salud mental pidiéndole a un
paciente psicótico que es necesario que deje de delirar de lo contrario no va a ser
atendido; o algún médico clínico diciéndole a un paciente aquejado de una
dolencia que hasta que no ceda el dolor no podrá ayudarlo. Esto mismo es lo que
sucede cuando se identifica a la droga con la causa y se pretende "curar"
proponiendo la abstinencia -voluntaria o no- del paciente; así, recuperar, en los
términos de las CT es como si existiera un estado ideal anterior al consumo de
tóxicos. Empezamos a vislumbrar que la droga no necesariamente es un
problema, me adelanto a lo que esbozaré, y hasta puede ser una solución.
En cuanto a los medios a utilizar naturalmente están relacionados con los
supuestos y objetivos que se desean alcanzar. Aquí tenemos la más variada oferta
de pautas morales, religiosas, culturales, y/o sociales que apuntan a modificar
conductas entendidas como hábitos nocivos. Parecería ser que todos los métodos
son válidos para lograr el tan ansiado objetivo de la abstinencia y hasta algunos no
se privan siquiera de violar los derechos humanos de los pacientes sometiéndolos
a las prácticas más humillantes. Se trata en todos los casos del clásico modelo del
aprendizaje a través de la provisión de premios y castigos en el que se
recompensan las conductas esperadas y se castigan aquellas que son
consideradas indeseables. La repetición de este esquema generará el aprendizaje
de nuevas conductas creando con el tiempo nuevos hábitos.

De qué hay que abstenerse y quién debe abstenerse parecen ser las cuestiones
sobre los cuales reflexionar. Tal como están las cosas pareciera ser que en las
llamadas terapéuticas conductuales - las orientadas a modificar conductas- de lo
único que se trata es de la abstinencia del paciente en relación al objeto droga
pero está claro que los términos sujeto y objeto están intercambiados. Una vez
invertidas estas categorías la maldita droga será la responsable de las desgracias
del dependiente. Como el irresponsable es incapaz habrá que decidir por él -ya
que no puede decidir por sí solo- . Invertidos los términos se cosifica al paciente
quien, en el mejor de los casos conseguirá alcanzar la categoría de ex adicto o
recuperado, mote que deberá portar por el resto de sus días. Para los terapeutas,
operadores3, en la mayoría de los casos, nada está prohibido. Serán ellos los
encargados de librar la lucha contra la droga quedándole al paciente sólo el lugar
del campo de batalla donde se desarrolla la contienda. Entendido el paciente
como un desviado de la norma sólo se trata de reeducarlo; para ello se propone el
aislamiento de sus relaciones sociales y con ello el cambio de conductas en esa
pequeña sociedad controlada y plagada de modelos identificatorios que es la
comunidad terapéutica. Algunos serán religiosos, en cualquiera de sus vertientes,

3
Nos referimos a la figura del operador socioterapéutico que forma parte de los equipos ( staff ) de las CT y
que en general, - por no decir siempre- , es un ex paciente recuperado de la institución

2
otros serán modelos morales. Lo cierto es que en todos los casos se ofrece, se
impone para ser más precisos, un parche sustituto mas o menos uniforme para
"solucionar" el encuentro del sujeto con aquello insoportable que lo causa 4 .

Creo oportuno hacer aquí un breve paréntesis para formular aquello anticipado
sobre el punto en que el uso de drogas puede llegar a ser una solución al
problema del sujeto. Vale aclarar que en todos los casos se trata de una solución
siempre fallida que intenta resolver de alguna manera un problema mayor 5. Puede
tomar distintas formas como por ejemplo, siguiendo el modelo del síntoma
psicoanalítico en el que el fenómeno aparece simultáneamente ocultando y
mostrando en su misma aparición, la existencia de eso que ya no puede
manejarse. No desarrollaré aquí la teoría del síntoma, sólo me interesa mostrar
cómo en algunos casos el consumo de sustancias puede entenderse como una
solución ante la aparición de la angustia. Estamos aquí en la situación ideal para
nuestra forma de ver las cosas en el punto de la ruptura de lo que algunos autores
denominan el matrimonio con las drogas. Es un punto en el cuál algo se quiebra
en esta relación que hasta el momento había sido de complementariedad con el
objeto, el punto donde se vuelve sintomático. Otros son los casos donde el recurso
a las drogas aparece más evidentemente como solución, y son aquellos en los
que el uso de sustancias se presenta como el elemento organizador de la propia
existencia. El uso de tóxicos aparece supliendo y desde allí organizando un modo
de relación del sujeto con el mundo.

El mundo está plagado de personas e instituciones que dicen qué es lo que hay
que hacer, que tratan de imponer desde modas hasta estilos de vida pasando por
el mismísimo consumo de objetos de cualquier índole incluso, siguiendo la lógica
del mercado, medicamentos permitidos, vale decir drogas que solucionan todos
nuestros problemas. El caso de la publicidad de una aspirina es un ejemplo muy
claro de ello; se promociona el consumo de aspirinas para afrontar el exceso de
responsabilidades de la vida actual. Otro tanto podría decirse de publicidades de
energizantes, antigripales, analgésicos, etc en las que el químico aparece como
solución ante la debilidad, el cansancio y todo aquello que nos recuerde que
somos humanos. Observamos nítidamente aquí el intento de colocar un producto
en el punto donde aparece algún indicio de la barradura del sujeto. Para decirlo
sencillamente, estamos frente al intento de colmar la estructura psíquica de los
sujetos que por definición debe ser una estructura que se organice alrededor de
una ausencia. Esta lógica perversa a la que estamos sometidos los que habitamos
las sociedades actuales se convierte en una auténtica canallada al promover esta
modalidad de consumo en determinados productos permitidos y al mismo tiempo
castigar el consumo de otros que la prohibición hace mas rentables. Por tratarse
aquí de un trabajo que pretende transmitir la experiencia de un trabajo clínico en
personas con problemas vinculados al uso de drogas, vale la pena decir que

4
Aún a riesgo de no ser tan preciso, para aquellos lectores sin formación psicoanalítica puede leerse en
ésta frase el encuentro del sujeto con la angustia. Para aquellos que quieran rastrear el concepto esto ya
puede encontrarse claramente en el texto de Freud “Más allá del principio del placer”.
5
Resolución sería tal vez mas preciso ya que resuelve una situación pero no la soluciona.

3
nuestros pacientes están bombardeados todo el tiempo por saberes que los
aplastan y sin embargo no han encontrado aún alguien que escuche simplemente
lo que les pasa, absteniéndose de toda imposición moral, religiosa o social de
cualquier índole.

Una escueta recorrida por los diccionarios nos alecciona sobre la falta de
conceptualización en torno al tema que nos ocupa. Observamos en la mayoría de
las definiciones de abstinencia un claro sesgo moral, religioso y/o sexual o, en su
defecto, la alusión al abstencionismo político. En todos los casos se trata de la
acción de privarse de... Propongo que para pensar el tema partamos del único
concepto de abstinencia que creo haber leído y es el que propone el
psicoanálisis:
"Principio de abstinencia: principio según el cuál la cura analítica debe ser dirigida
de forma tal que el paciente encuentre el mínimo posible de satisfacciones
sustitutivas de sus síntomas. Para el analista, ello implica la norma de no
satisfacer las demandas del paciente ni desempeñar los papeles que este tiende a
imponerle"6. .
Es notable que, a diferencia de lo que estamos acostumbrados a escuchar en las
terapéuticas en adicciones, quien debe privarse es el analista y es por ello que
indefectiblemente cuando se habla de abstinencia debe hablarse también de
neutralidad del analista. En relación a esto es interesante recurrir nuevamente al
diccionario de Psicoanálisis donde encontramos neutralidad como "una de las
cualidades que definen la actitud del analista durante la cura. El analista debe ser
neutral en cuanto a los valores religiosos, morales y sociales, es decir no dirigir la
cura en función de un ideal cualquiera"7 .
Ahora bien, no es difícil de apreciar que la propuesta psicoanalítica está en las
antípodas de las modalidades terapéuticas más difundidas en el tratamiento de las
adicciones. Nada mas lejos de la oferta de modelos que promueven las C.T que la
frase de Freud ..." hemos rehusado categóricamente considerar como un bien
propio al paciente que pide nuestra ayuda. No intentamos formar su destino,
inculcarle nuestros ideales ni modelarlo a nuestra imagen con el orgullo del
creador"8 . Freud sabía muy bien de la dificultad que conlleva para los pacientes el
abandono de las formas de satisfacción pulsional pero no por ello se autorizaba a
proponer sustitutos. Ya había utilizado la sugestión, conocía las limitaciones
terapéuticas del método y la había abandonado entre otras razones por cuestiones
éticas. Y es que, como ocurre frecuentemente en nuestros "adictos recuperados",
los "logros" obtenidos a través de este método fracasan, los síntomas no cesan de
retornar; lo que nos permite pensar de forma distinta aquello que otros ven como
enfermedad crónica. Hará falta una verdadera revolución en la economía psíquica
de cada paciente para que la abstinencia deje de estar sostenida en la simple
significación de ex adicto o en un ideal cualquiera. Esta es nuestra apuesta, la que
intentamos renovar con cada paciente, sabiendo que no es la única posible, ni la
mejor para todos los casos y en todas las situaciones. Creemos en la clínica de lo

6
Laplanche y Pontalis. Diccionario de Psicoanálisis. Pág. 3.
7
Laplanche y Pontalis. Diccionario de Psicoanálisis. Pág.246
8
S. Freud. Los caminos de la terapia psicoanalítica.

4
singular pero por sobre todas las cosas suponemos la existencia de un sujeto
responsable de sus actos aunque estos estén dirigidos (consentidamente) a des-
responsabilizarse.

Por último, para empezar a resolver algunas de las estériles discusiones que se
generan en derredor del tema propongo plantear el eje de la discusión en el punto
de vista de la salud y para ello lejos de promover una confrontación entre modos
de abordaje en términos de abstencionismo o no, sería deseable considerar la
situación de cada paciente ( cuando lo es ) y en virtud de una evaluación clínica
que se realice determinar el tratamiento a seguir, teniendo en cuenta no sólo la
legislación nacional vigente sino además la ley 448 de la Ciudad de Buenos Aires
que enmarca la internación como el último de los recursos terapéuticos. De esta
manera, la decisión sobre cuál será la modalidad terapéutica más aconsejable
para cada paciente dejará de ser una decisión arbitraria guiada o promovida por
prejuicios o intereses de cualquier tipo para pasar a ser una indicación terapéutica
cuyo norte será siempre el mejor tratamiento posible para cada paciente en ese
momento determinado. Lamentablemente, como sucede siempre en todos los
órdenes de la clínica, no existen manuales ni recetas que determinen las acciones
a seguir pero lo cierto es que sí existen coordenadas desde donde tomar las
decisiones. Así, la internación será la modalidad terapéutica adecuada si un
paciente está poniendo en riesgo su vida, sea por causas que tengan que ver con
el consumo de sustancias o por otros motivos que surjan de la evaluación clínica
enmarcada en el entrecruzamiento de lo social, lo legal, lo institucional y lo
profesional. Del grado de sustento social, familiar y/o simbólico podrá depender la
indicación de un tratamiento ambulatorio o un hospital de día o de medio día, etc.
Ahora bien, podrán variar los métodos, las técnicas, las teorías que los sustentan;
podremos estar o no de acuerdo con alguno de ellos, podrá empezar a tomar
fuerza el debate sobre la conveniencia o no de las políticas de drogas
prohibicionistas y su correlato "terapéutico" basado en el abstencionismo, pero lo
que se hace verdaderamente urgente y necesario es desterrar de una vez por
todas los métodos coercitivos y de privación de la libertad. Valga como aporte para
este debate la máxima psicoanalítica probada y corroborada también por el
sentido común que reza: la prohibición instaura el deseo...

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