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Sábado 21 de Diciembre de 2002

VERDEURBANO

El Forestal, un parque
centenario
Una de las imágenes de paisaje urbano más importantes
de Santiago la constituye este parque con su amplia
bóveda de plátanos. Esto se lo debemos a la decisión que,
hace cien años, tomaron los proyectistas de crear un
espacio digno para una ciudad en crecimiento.
Texto, María Eugenia Pérez C., arquitecta paisajista

Fotografías, Sebastián Sepúlveda

En 1888 se iniciaron los trabajos de relleno y canalización


de las aguas del Mapocho, tomándose más de 20
manzanas para crear un parque al estilo europeo:
romántico y refinado, con especies exóticas y explanadas
verdes.

Fue el intendente Enrique Cousiño, en 1900, quien


encargó al paisajista francés George Dubois su diseño, el
que realzaría la obra del Palacio de Bellas Artes,
construido en 1910 para la celebración del Centenario de
la Independencia.

Pronto este parque atrajo a variadas personalidades a


construir, en sus bordes, lujosas viviendas y palacios,
constituyéndose desde ese momento en un barrio. La
proximidad y la vista sobre la ancha masa de árboles, la
cercanía al centro de la ciudad y las importantes obras de
arquitectura patrimonial, como el Museo de Bellas Artes,
Estación Mapocho y Mercado Central, han vuelto a poner
de moda el sector.

En otoño se puede disfrutar al caminar bajo la bóveda de


los añosos plátanos orientales y gozar de la caída de sus
hojas, y en verano, la agradable sombra que ellos ofrecen
en contraste con la verde hondonada. Asimismo, en el
lugar se pueden contemplar imponentes perspectivas al
oriente y poniente, enfocando al fondo el blanco de la
cordillera.

La trama de senderos en el plano interior confunde y


sorprende, realzando el romántico misterio. Enormes
árboles exóticos cobijan a cientos de personas que
utilizan el parque los fines de semana. Títeres, payasos,
bicicletas, mimos, improvisados picnic y diversidad de
ofertas infantiles dan vida a uno de los mejores espacios
sombreados y de superficie verde de Santiago.

La avenida y sus bordes, con seis filas de árboles por el


costado sur y dos por el norte separados
aproximadamente a 8 metros, cuyos troncos a veces
alcanzan más de 1,20 m de diámetro, han resistido por
años el crecimiento de la ciudad, llegando a constituir un
verdadero "bosque".

Acertada fue la decisión de establecer el primer parque


lineal al costado del Mapocho, con dimensiones
suficientemente apropiadas para crear una orilla a escala
urbana que incluía al río y dos avenidas. Al continuar este
modelo hacia el poniente y oriente podríamos haber
constituido un verdadero corredor urbano verde,
reforzando el cauce de la naturaleza.

Muchos de sus valores hasta hoy se mantienen; no


obstante, la falta de interés de las administraciones por
conservar los conceptos iniciales especialmente al interior
del parque, lo han transformado en un verdadero
"mostrario" de especies, perdiéndose aquellas que
constituyen un verdadero patrimonio entre otras que se
han dejado crecer libremente.

En el lugar se pueden encontrar hermosas encinas negras


como las que rodean el monumento a Rubén Darío,
grupos de araucarias, grandes olmos, castaños, ginkgos,
cedros, tilos, cipreses y diversas palmas que se han
transformado en verdaderas esculturas. Pero éstas se
pierden dentro de la diversidad, lo que no permite
obtener una lectura paisajística clara. Aparecen entonces,
luego de sucesivas plantaciones, árboles como
casuarinas, fresnos, parquinsonias, hasta paulonias y
catalpas, contrastando en textura y forma con los árboles
añosos. También hay aromos y robinias que se han
dejado crecer germinando en forma natural, sin ninguna
planificación.

Según el ingeniero agrónomo paisajista Héctor Reyes,


más del 70 % de los árboles del interior del parque
presentaría problemas fitosanitarios y estructurales,
debido a la falta de manejo apropiado y poda en su
formación. En su opinión, si desde un comienzo a los
ejemplares se les hubiera realizado una correcta poda de
formación, no nos lamentaríamos hoy.

El valor del Parque Forestal radica en sus árboles.


Necesitamos entonces tomar conciencia, pues si crear un
parque de estas dimensiones demora cien años, no
podemos esperar a que los ejemplares estén adultos para
intervenir. Por otro lado, nuestra poca cultura en relación
a los espacios arbolados ha permitido que las ideas
paisajísticas originales se desfiguren.

Tarea para los encargados del parque es recuperar los


planos originales de plantación y rescatar lo que Dubois
propuso, restaurando el carácter de este espacio
patrimonial de la ciudad. Asimismo, es importante
planificar una plantación en reemplazo de otra, mejorar la
calidad del paisaje y reforzar aquellos lugares como los
accesos, los extremos, las esculturas, los rincones y,
principalmente, la avenida, que constituye la imagen más
potente del parque hasta hoy. También los encargados
del parque deben aprovechar de educar a la población en
el uso de los espacios públicos. Los cientos de personas
que acuden el día sábado y domingo dejan a su paso
otros tantos desperdicios, por no contar con los
implementos o indicaciones apropiados para la
recolección de basura. Por otra parte, sería necesario
regular la instalación de comercio ambulante que entre
tronco y tronco despliega su mercadería, impidiendo a
veces el paso o la vista.

El Forestal, desde sus inicios, fue lugar de encuentro y


paseo, iluminado y con suficiente mobiliario. Desde 1905
ha sido escenario de multitudinarias fiestas. Hoy
agradecemos decisiones drásticas y firmes en el
establecimiento de espacios públicos, a escala de la
ciudad, y con propuestas de paisaje que nos conmueven y
emocionan.

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