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b. Carácter presente y futuro del reino.

Los evangelios testifican tanto un carácter futuro


del reino: el reino está a punto de llegar; como un carácter presente: el reino llegó. Ambos
caracteres están en las fuentes de los evangelios y, por ello, lo más razonable es pensar que
ambas provienen de la predicación misma de Jesús: no se puede suprimir una en función
de la otra.

b.1. El reino es inminente

«El reino está cerca» (Mc 1,15). La cercanía del reino es consecuencia de la llegada de Jesús y
del inicio de su ministerio. El carácter aún no presente del reino se comprueba en la
petición del Padrenuestro: «Venga tu reino», se trata de una esperanza para el futuro. Pero
se trata de un futuro inminente: algunos textos de la predicación de Jesús expres una
apremiante inminencia de la venida del reino, identificada con la consumación final: «Les
decía también: "Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte
hasta que vean venir con poder el Reino de Dios"» (Mc 9,1; cf. Mc 13,30; Mt 10,23). Ahora bien,
la inminente llegada del reino, según la predicación de Jesús, tiene las siguientes
consecuencias:

Se va a producir la «inversión final». Un tema persistente en la predicación de Jesús es la


«inversión final» que va a producirse con la llegada del reino. El mejor ejemplo son las
bienaventuranzas: los verbos están en futuro, sólo el primero está en presente (pero que
algunos interpretan como «presente proléptico»). El mismo tema de la inversión se
encuentra en otros textos.

Varios pasajes destacan esta inversión: los que se hagan como niños entran en el reino (Mc
10,14-15; Mt 18,3), mientras es difícil que un rico entre en el reino (Mc 10,23-25); y los
publicanos y las prostitutas llevan la delantera en el reino (Mt 21,31).

Otros textos muestran la inversión entre lo grande y lo pequeño: la semilla de mostaza, la


más pequeña, llega a ser la hortaliza más grande (Mc 4,30-32); los discípulos buscan ser los
más grandes, pero Jesús destaca al niño y al que sirve (Mc 9,33-37; 10,41-45; Mt 20,21); el
Bautista es el más grande, pero en el reino es el más pequeño (Lc 7,28 [Q]); así, «el que se
ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado» (Mt 23,12); y «muchos primeros serán
últimos y muchos últimos, primeros» (Mt 19,30; 20,16; Mc 10,31; Lc 13,30).

La inversión se verifica entre los actualmente apreciados y despreciados 202. Los valorados
por el orden actual quedan fuera, mientras los despreciados serán apreciados por el orden
que está llegando y entrarán en el reino: así sucede con los invitados a la boda o el
banquete (Mt 22,1-14; Lc, 14,15-24); con el rico y el pobre Lázaro (Lc 16,19-31); con los
trabajadores de la viña (Mt 20,1-15); y con los israelitas y los paganos (Lc 11,31-32 [Q]). Si
bien esta inversión se verificará en el futuro, su anuncio le otorga un carácter presente: la
firme confianza en que se verificará en el futuro, repercute ya en el presente.
Es necesario estar despiertos. La cercanía del reino es un llamado a estar atentos. Por
medio de las parábolas Jesús llama a la vigilancia por la inminencia de la llegada del reino:
los siervos que esperan el regreso de su señor (Mc 13,34-36, cf. Lc 12,35-38); el ladrón que
viene de noche (Mt 24,43-44/Lc 12,39-40 [Q]; EvTom 21); el siervo fiel y el infiel (Mt 24,45-
51/Lc 12,42-46 [Q]) y las vírgenes necias y las prudentes (Mt 25,1-13). No en todas se habla
explícitamente del reino, pero su paralelismo muestra que la vuelta del señor o la llegada
de esposo o del ladrón se identifican con la llegada del reino. Hay algunos elementos
comunes a las cuatro parábolas: la certeza de la venida de alguien, la incertidumbre del
momento de la venida y el llamado a estar despiertos. La inminencia del momento
decisivo de la llegada del reino repercute en el presente: ahora es necesario vivir de
acuerdo al reino que está por manifestarse de modo pleno.

La inminencia es una nota característica de la expectativa. Algunos textos sugieren que el


reino está por venir: «Les decía también: "Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos
que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios"» (Mc 9,1). Según Lc
18,8a, la justicia viene pronto (ἐν τάχει). En Mc 13,30 Jesús afirma: «Yo os aseguro que no
pasará esta generación hasta que todo esto suceda», y en Mt 10,23, dice:

«Cuando os persigan en una ciudad huid a otra, y si también en ésta os persiguen, marchaos a otra.
Yo os aseguro: no acabaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre».

¿Se cumplieron estas palabras de Jesús? Para responder esta dificultad es necesario
preguntarnos cómo entendía Jesús y sus oyentes este tipo de anuncios: ¿de modo literal o
de otra manera? Sobre esto volveremos más adelante.

Van a llegar los sufrimientos escatológicos. La predicación de Jesús acerca del reino
supone que se debe esperar un período de sufrimiento. La última bienaventuranza implica
padecimientos: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira
toda clase de mal contra vosotros por mi causa» (Mt 5,11). Esta predicción está en continuidad
con la muerte del Bautista e iluminada por la tradición del rechazo y la persecución del
profeta. El capítulo 13 de Mc anuncia dolores de parto, sufrimientos y convulsiones
cósmicas que recuerdan Dn 12 (Mc 13,8-25). Compartir la misión de Jesús implica correr
sus mismos peligros.

En síntesis, se combinan aquí dos tradiciones del judaísmo que estaban vivas en el tiempo
de Jesús: la del rechazo a los profetas y la tradición apocalíptica de los sufrimientos
anteriores a la resolución final en favor de los fieles que han sufrido.

Se va a producir el juicio. La predicación de Jesús contiene la perspectiva de un juicio


inminente. Este aspecto está estrechamente relacionado con la inversión escatológica.
Varias parábolas presentan el juicio futuro como algo que se debe tener claro en el
presente: los talentos (Mt 25,14-30/Lc 19,11-27 [Q]); el siervo inmisericorde (Mt 18,23-35); el
administrador infiel (Lc 16,1-8); el rico y Lázaro (Lc 16,19-31); algo semejante se encuentra
en la casa edificada sobre arena (Mt 7,24-27/Lc 6,47-49 [Q]). El juicio está presente también
en otras parábolas: el trigo y la cizaña (Mt 13,24-30); la red de la que se seleccionan los
peces (Mt 13,47-48); las ovejas y las cabras (Mt 25,31-46); el rico insensato (Lc 12,16-20). La
abundancia de alusiones al juicio, implícitas o explícitas, presentes en todas las tradiciones
evangélicas, muestran la relevancia que este tema tuvo en la predicación de Jesús.

Se va a verificar la recompensa. Muy en relación con la inversión final o escatológica está


la perspectiva de la recompensa para los que responden al mensaje de Jesús. Son muchos
los textos que prometen recompensa a los fieles de Jesús. La más radical es la promesa de
ganar la vida a quienes pierdan la vida por Jesús (Mc 8,35; Mt 10,39/Lc 17,33 [Q]; Jn 12,25).
En general, la promesa mira a la otra vida, sólo hay una alusión clara a la recompensa en
esta vida (Mc 10,30 y paralelos). Una de las metáforas principales es la del banquete
escatológico (Mt 5,6/Lc 6,21/EvTom 69,2 [Q]; Mt 8,11/Lc 13,28-29 [Q]; Mt 22,2-10/Lc 14,16-
24 [Q]). Estas palabras están relacionadas con las de la última cena acerca del banquete del
reino (Mc 14,25).

b.2. El reino ya está presente

Junto a los textos que presentan al reino como una realidad que está por venir, se
encuentra una amplia tradición de dichos que suponen que el reino ya está presente. El
resumen fundamental de la predicación de Jesús en Marcos incluye ambos aspectos: «El
tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca» (Mc 1,5). «El tiempo se ha cumplido» implica
la presencia del reino, mientras que: «El reino de Dios está cerca» implica la inminencia del
reino que está por venir.

El reino ha llegado. Una amplia tradición proveniente de Jesús se refiere al reino como
una realidad realizada: «El tiempo se ha cumplido» (Mc 1,5); «hoy se cumple esta Escritura» (Lc
4,21/Is 61,1); «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!» (Mt 13,16/Lc 10,23 [Q]); «aquí hay algo
más que Salomón» (Mt 12,42/Lc 11,31 [Q]); «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda
mientras el esposo está con ellos?» (Mc 2,19); «por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y
compra el campo aquel» (Mt 13,43); «el reino de Dios está entre vosotros» (Lc 17,21). En estos
textos, «suena la misma nota de que la expectativa se ha realizado, de que ya está sucediendo algo
trascendental de significación escatológica, de que irrumpe algo nuevo a través de tradiciones
antiguas, de que el reino de Dios es un descubrimiento inesperado capaz de cambiar la vida» 203.

Juan y Jesús. Una diferencia central entre la predicación del Bautista y la de Jesús reside
precisamente en el carácter actual que Jesús otorga al reino. En este sentido, es
fundamental la pregunta del Bautista y la respuesta de Jesús:

«18 Sus discípulos llevaron a Juan todas estas noticias. Entonces él, llamando a dos de ellos, 19 los
envió a decir al Señor: "¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?" 20 Llegando donde él
aquellos hombres, dijeron: "Juan el Bautista nos ha enviado a decirte: ¿Eres tú el que ha de venir o
debemos esperar a otro?" 21 En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias, y de
malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos. 22 Y les respondió: "Id y contad a Juan lo que habéis
visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los
muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; 23 ¡y dichoso aquel que no halle
escándalo en mí!"» (Lc 7, 18-23/Mt 11,2-6 [Q]).

La respuesta «fáctica» de Jesús expresa el carácter actual del reino y conecta con las
expectativas del libro de Isaías (Is 29,18; 26,19; 35,5-6; 42,7; 42,18). Jesús declara, con su
respuesta, que lo que se esperaba para la venida del reino está cumplido en su propia
actividad. Mientras la predicación del Bautista llama a la conversión para escapar de la ira
inminente, la predicación de Jesús llama a la conversión para beneficiarse de la gracia de
Dios que se está manifestando.

Los exorcismos de Jesús. La controversia en torno a los exorcismos es ocasión para


manifestar el carácter actual del reino. Ante la acusación de expulsar los demonios en
nombre de Belcebú, Jesús responde:

«Y si yo expulso los demonios con el poder de Belcebú, vuestros hijos ¿con qué poder los expulsan?
Por eso, ellos serán vuestros jueces. 20 Pero si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, entonces
es que el reino de Dios ha llegado a vosotros» (Lc 11,19-20 [Q]).

Lo que acontece actualmente, ante los ojos de sus acusadores, es signo de que el reino ya
ha llegado. El poder del mal es descrito como un reino (Mc 3,22-27), por eso, «el éxito de
Jesús como exorcista señala el triunfo del reino de Dios sobre Satanás» 204. La actividad de Jesús,
por medio de la cual actúa Dios, demuestra la presencia del reino, es decir, la destrucción
del poder de Satanás. Lo que se esperaba para el final de los tiempos ya estaba siendo
realizado por Jesús.

Las parábolas de crecimiento. En una situación intermedia se encuentran las parábolas de


crecimiento: la semilla que crece sola (Mc 4,26-29); la del trigo y la cizaña (Mt 13,24-30); la
del grano de mostaza (Mc 4,30-32); la del sembrador (Mc 4,2-9) y la de la levadura (Mt
13,33/Lc 13,20-21 [Q]). En todas estas parábolas hay un esquema común que indica un
inicio modesto que contiene un final pleno y manifiesto. Están de algún modo unidos los
caracteres presente y futuro del reino.

c. Las parábolas del reino: Jesús, Mensajero y Mensaje205

Según Lc 4,43, Jesús declara: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del
Reino de Dios, porque para esto he sido enviado». Luego, Jesús ha sido enviado a anunciar la
Buena Nueva del Reino de Dios. Jesús se vale principalmente de las parábolas para
describir el Reinado.

Hay una estrecha relación entre el contenido de las parábolas y la actividad de Jesús. En
ocasiones, aun de modo explícito, Jesús recurre a alguna parábola para explicar y justificar
su modo de actuar. Si el contenido central de las parábolas es el reinado de Dios, esta
observación conduce a la identificación entre Jesús y el reinado. El carácter escatológico
(definitivo) de la predicación de Jesús se basa en que lo que él anuncia con sus parábolas
ya se comenzó a realizar en sí mismo.

Sobre la base de algunas parábolas, sin afán de exhaustividad, es posible identificar


algunas constantes que caracterizan lo propio del Reinado predicado por Jesús. Se toma en
consideración, en especial la parábola de los obreros de la undécima hora (Mt 20,1-16), la
parábola del deudor inmisericorde (Mt 18,23-35), y la parábola del hijo pródigo (Lc 15,1-
2.11- 32):

a) Oferta incondicional y gratuita de salvación por parte de Dios, que sobrepasa las
categorías anteriores y se basa en la revelación de Dios como Abba. Esta oferta acontece en
la persona de Jesús, y por lo tanto no es utopía. En esta dinámica, en contraste con la
predicación de Juan el Bautista, la conversión no es condición para la gracia, sino
consecuencia de la gracia: primero viene el perdón gratuito y luego la conversión como
consecuencia (cf. Zaqueo).

b) La nueva relación con Dios conduce a una nueva relación con los demás: el hombre está
llamado a ser correalizador de la gracia incondicional de Dios. Este nuevo orden de
relaciones se basa en la revelación de Dios como Abba, es decir, Papá.

c) Contraste entre el viejo orden y el nuevo orden proclamado y realizado en Jesús. Aquí se
explica en parte el carácter conflictivo del ministerio de Jesús. Pues, a algunos les parece
injusta la bondad de Dios que revela Jesús.

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