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Lift; un especulador.
Gloomb; un obrero.
Mulberry; un propietario.
EL REY DE LA CARNE PIERPONT MAULER RECIBE UNA CARTA DE SUS AMIGOS DE NUEVA YORK.
MAULER: (leyendo una carta) “Como lo advertimos claramente, querido Pierpont, el mercado de
carnes esta desde hace poco completamente paralizado. Las barreras aduaneras del sur también
resisten todas nuestras embestidas. Por eso me parece conveniente, querido Pierpont, abandonar
el comercio de las carnes.”
Esto es lo que me comunican hoy mis amigos de Nueva York… Aquí viene mi socio.
MAULER: recuerda Cridle, cuando días atrás, y era ya tarde, fuimos al matadero y nos detuvimos
junto a nuestra nueva máquina de sacrificar reses. Recuerda Cridle, aquel gran novillo rubio que,
mirando apáticamente el cielo, recibió el golpe; fue como si me lo hubieran dado a mí. ¡Ay Cridle,
a y, que sanguinario es nuestro negocio!
CRIDLE: ¿Cómo Pierpont?¡ Otra vez con tus viejas debilidades? Apenas puedo creerlo. ¡Tú, el
gigante de los frigoríferos, el rey de los mataderos, tembloroso y desecho de pena por el sacrificio
de una rubia res! Te aconsejo que no se lo digas a nadie.
MAULER: ¡oh fiel Cridle, yo no debería haber ido al matadero! Desde que emprendí este negocio,
hace ya 7 años, evito ir allí. Oye, Cridle, no puedo más: hoy mismo he de abandonar este
sangriento negocio. Hazte tu cargo de él. Te cederé a bajo precio mi parte. Prefiero vendértela a ti,
pues nadie como tu entiende la industria.
MAULER: ¡Oh entre viejos amigos, como nosotros, no puede haber largas negociaciones! ¡Pon,
diez millones!
CRIDLE: No sería mucho, si no existiera Lennox, que compite con nosotros por cada lata de carne,
que echa a perder el mercado ofreciendo a precios bajos, y que nos arruinará, si es que nos
arruina él primero. No aceptaré tu oferta antes de que caiga Lennox, y sólo tú puedes hacerlo
caer. Mientras tanto, has de aguzar una vez más aun tu ingenio, tan rico y astuto.
MAULER: No Cridle; los quejidos de aquel novillo ya no se me acallan en este pecho. Pero eso es
menester que pronto caiga Lennox, pues yo mismo estoy verdaderamente dispuesto a
convertirme en un buen hombre y a dejar de ser un matarife. Ven Cridle, ben conmigo, que te diré
que has de hacer para que Lennox caiga sin tardanza. Pero luego tendrás que librarme de este
negocio, que me es tan penoso.
(AMBOS SE RETIRAN)
II
LOS OBREROS: Setenta mil somos los obreros que trabajamos en el frigorífico de Lennox, y ya no
podemos vivir un solo día más con salarios tan miserables. Ayer volvieron a bajarnos bruscamente
la paga, y hoy leemos otra vez en la pizarra: “Todo aquel que no esté contento con nuestros
salarios, que se marche”. Marchémonos, pues, todos, y caguemonos en los salarios, que cada día
son más bajos.
(SILENCIO)
Ya hace mucho que nos repugna este trabajo, que la fábrica se nos tornó en un infierno, y
únicamente todos los horrores de esta fría Chicago pudieron retenernos.
Exigimos por lo menos los viejos jornales, que ya bien bajos son. Exigimos por lo menos la jornada
de diez horas, y por lo menos…
UN HOMBRE: (Adelantándose) ¿Qué esperan aquí? ¿No saben que Lennox ha cerrado?
LOS VENDEDORES DE DIARIO: ¡El rey de la carne Lennox tiene que cerrar sus fábricas! ¡Setenta mil
obreros quedan sin pan y sin techo! L. Lennox, víctima de la enconada lucha de competencia con el
conocido rey de la carne y filántropo Pierpont Mauler!
LOS OBREROS: ¡Ay! ¡El mismo infierno nos cierra las puertas! Estamos perdidos. El sanguinario
Mauler aprieta el cuello de nuestro explotador y nos sirve aire.
¡El rey de la carne y filántropo Pierpont Mauler asiste a la inauguración de los sanatorios P.
Mauler, los hospitales mayores y más costoso del mundo!
UN TRANSEUNTE: (A otro.) Este es Pierpont Mauler ¡Quiénes son los hombres que lo acompañan?
JUANA: (al frente de falange de los negros sombreros de paja). En esta sombría época de
sangrienta confusión de caos ordenado, de arbitrariedades planificadas, de humanidad inhumana,
en que la inquietud reina sin tregua en nuestras ciudades, en este mundo, pues, semejante a un
matadero, y llamados por los rumores que anuncian violentas acciones, y para que el miope
pueblo n o emplee la fuerza bruta, para que no destruya sus propios instrumentos de trabajo y
para que no pisotee su propia cesta de pan, queremos introducir nuevamente en la vida a Dios,
poco insigne ahora y ya casi desacreditado.
No se lo admite hoy en la vida real, y sin embargo es él la única salvación de los de abajo. Por eso
nos hemos determinado a hacer sonar por él lo tambores, a hacer que pose su pie en los barrios
de la miseria, y a hacer que resuene su voz en los mataderos.
UN OBRERO: Según se dice, vuelven a hacer un largo recorrido por el mercado de carnes. Hasta
que no lo hayan terminado deberemos esperar y pasar hambre.
LLEGAN LOS NEGROS SOMBREROS DE PAJA Y EXHIBEN UN CARTEL EN EL QUE PUEDE LEERSE
“POR PASAR LA NOCHE 20 CÉNTIMOS, CON CAFÉ 30 CÉNTIMOS)
(CANTAN)
¡Presten atención! ¡Te vemos hombre que naufragas, y oímos tu grito de socorro!
¡Te vemos, mujer que demandas nuestra ayuda! ¡Detengan los automóviles, detengan el tránsito!
¡Valor, personas caídas! ¡Miren, ya llegamos! ¡Tú que te derrumbas, míranos, hermano! ¡Antes de
perecer!
¡ Te traemos comida, no hemos olvidado que aún estas afuera! No digas que esto no sirve para
nada, ¡pues ahora todo cambiará!
¡La injusticia de este mundo no puede perdurar, si todos se unen a nosotros, marchan con
nosotros, y sin otros cuidados vienen a ayudarnos!
Emplearemos cañones y tanques, y haremos volar aviones y navegar barcos de guerra sobre los
mares para conquistar, hermano, un plato de sopa para ti.
Pues ustedes, pobres personas, forman un gran ejército, y ha de ser hoy mismo el día en que todos
secunden.
¡Adelante, marchen! ¡Levanten rápido las armas! ¡Valor personas caídas, miren que ya llegamos!
JUANA: Somos los soldados de buen Dios. A causa de nuestros sombreros nos llaman también
“Los negros sombreros de paja”.
Marchamos con tambores y banderas por todas aquellas partes en que reina la inquietud y
amenaza la violencia, para que la gente recuerde al buen Dios, a quienes todos olvidaron, y para
devolverle a él las almas perdidas.
Nos llamamos soldados, porque formamos un ejército y porque en nuestra marcha debemos
luchar contra el crimen y la miseria y con las fuerzas que pretenden apartarnos de nuestro camino.
JUANA: El señor Lennox tal vez tenga ahora mayores preocupaciones que ustedes; pues ¿qué
pierden ustedes? en cambio, el pierde millones.
UN OBREBRO: No abunda el tocino en esta sopa. Pero en cambio contiene mucha agua saludable,
y la verdad es que no se ha mezquinado el calor.
OTRO OBRERO: Cierra la boca. Escuchen las palabras del cielo, ya que otros modos nos quitarán la
sopa.
JUANA: Se los diré; no son pobres porque estén privados de bienes terrenales, no todos pueden
poseerlos, es porque no tienen sentido alguno para las cosas superiores. Si, por eso son pobres.
Estos bajos goces que anhelan, y por los cuales luchan, ese poco de comida, una bonita casa y el
cinematógrafo, no son sino groseros goces de los sentidos. En cambio, la palabra de dios
representa un goce mucho más sutil, íntimo y refinado; acaso no pueden imaginar algo más dulce
de la crema batida, pero la palabra de dios es aún más dulce.
Vaya, ¡Cuán dulce es la palabra de dios! Es como la leche y la miel virgen, y en ella puede uno
morar como en el interior de un palacio de pórfido y alabastro. ¿No ven, incrédulos, que las aves
del ciclo do tienen un lugar fijo, y que el lirio del campo no tiene ningún trabajo? Sin embargo, él
nos nutre porque cantan alabanzas a su nombre. Todos quieren llegar arriba, pero ¿qué clase de
arriba es ese y de qué manera quieren llegar ahí? Y aquí estamos precisamente los Negros
sombreros de paja para hacernos una pregunta del todo práctica: ¿qué cosas debe poseer uno
para considerar que ha llegado arriba?
JUANA: No, no un cuello duro. Tal vez en esta tierra se necesite un cuello duro para progresar,
pero ante dios es menester tener un brillo completamente diferente. Y si ante él ni siquiera tienen
un cuello blando, ello debe a que han descuidado por completo lo íntimamente humano ¿Y de qué
manera quieren llegar arriba? ¿Qué cosa es ese “arriba”, que así lo llaman con su falta de
comprensión? ¡Por la fuerza y nada más! ¡Como si la fuerza hubiera engendrado alguna vez otra
cosa que no sea destrucción! Creen que mostrando los dientes llegaran a erigir el paraíso en esta
tierra. Pero yo les digo; así no se crea ningún paraíso. Lo que se crea es el caos.
JUANA: ¡Ey ustedes! ¿Para dónde corren así cuando se está hablando de dios? No quieren oír su
palabra, ¿no?
LOS OBREROS: Se terminó la sopa, no muy gorda, por cierto, y escasa, pero siempre mejor que
nada.
JUANA: Si, pero queden sentados, que no les hará daño, pues la gran sopa del cielo no se termina.
LOS OBREROS: ¿Cuándo abrirán por fin sus cuevas llenas de cucarachas? Matarifes.
UN HOMBRE: ¿Cómo pagaré ahora mi casita, tan aseada y húmeda, en la que vivimos doce? Pagué
ya diecisiete cuotas y ahora me falta la última. Nos arrojarán a la calle, y ya no volveremos a ver el
piso de tierra apasionada con su amarillento césped, y ya no volveremos a respirar nuestro
habitual aire apestado.
OTRO HOMBRE: (En un corillo). Y aquí nos estamos con las manos como palas y las espaldas como
carretones. Y queremos vender nuestras manos y nuestras espaldas, y nadie las compra.
LOS OBREROS: ¡Y pensar que nuestros instrumentos de trabajo, ese gigantesco montón de
martinetes de vapor y de grúas, están encerrados detrás de las paredes!
JUANA: Pero ¿qué pasa? Ahora sencillamente se marchan. Claro, como ya comieron ahora se van.
Vayan a la batalla, donde la lucha es más enconada y confusa. No hagan si no cantar, pero canten
con fuerza. Aun es de noche, pero la mañana ya se acerca vigorosa. Pronto llegará también a
ustedes nuestro señor Jesucristo.
UNA VOZ: (Proveniente de detrás de los bastidores) ¡En los frigoríficos de Mauler hay un trabajo!
¡Ya vieron cómo se marchan precisamente cuando se terminó la sopa! No son capaces de elevarse
más que a la altura del borde de una fuente. No creen en nada que no puedan tocar con las
manos, si es que creen en las manos.
Viviendo inseguramente minuto a minuto ya no pueden clavarse a la baja tierra. Solo el hambre
les importa. Ninguna canción los contiene
Nosotros, los negros sombreros de paja, obramos como si pudiéramos saciar con nuestras
cucharas a un continente hambriento.
LOS OBREROS: (En la escena) ¿Qué es ese griterío? De los frigoríficos viene hacia aquí un inmenso
alud de gente.
UNA VOS: (Desde dentro) También Mauler y Cridle cierra! ¡Los frigoríficos de Mauler cierran sus
puertas!
LOS OBREROS: (que regresan por oleadas) Mientras corríamos en busca de trabajo, nos
encontráramos a mistad de camino con un torrente de desesperados, que a su vez habían perdido
su trabajo y nos lo pedían a nosotros.
UN OBRERO: (EN ESCENA) ¡Ay, también de aquel lado viene una columna de hombres! ¡Es
increíble! ¡También Mauler cerró! ¿Qué será de nosotros!
LOS NEGROS SOMBREROS DE PAJA: (A JUANA) Detente, no te mezcles con este asunto.
Seguramente te aturdirán con sus gritos.
Sus sentidos están colmados sólo de cosas bajas ¡No son si no holgazanes! ¡Son voraces y
glotones, temen al trabajo, y desde su nacimiento son inaccesibles a todo estímulo superior!
(A LOS TRABAJADORES)
AHORA DECIDME: ¿Porque coreen de aquí para allá y quedan sin trabajo?
LOS OBREROS: El sangriento Mauler cayó también en la lucha que sostuvo con el avaro Lennox, y
por eso ahora pasamos hambre.
LOS OBREROS: ALLÍ, DONDE SE NEGOCIA EL GANADO. Es un gran edificio, la bolsa de la carne.
MARTHA (Una de los sombreros de paja negro) No te mezcles en eso, a la que mucha pregunta le
dan muchas respuestas.
JUANA: No, quiero ver a ese Mauler, el que ha causado semejante miseria.
LOS NEGROS SOMBREROS DE PAJA: ¡Oh Juana, vemos que tu destino será negro! ¡No te mezcles
en las querellas del mundo! El que interviene en una disputa sucumbe en ella, que pronto pierde
su pureza, pronto pierde su calor, ante la frialdad que todo lo domina.
Descendiendo de peldaño en peldaño, en pos de la respuesta que nunca obtendrás, desaparecerás
en medio de la suciedad, pues solo con suciedades se tapa la boca del que pregunta sin
precaución.
III
De casas destruidas sacan rentas, de carne, del estado, dinero. Si tu le arrojas piedras, el las
convertirá seguramente en dinero.
Y tan extremo es su sentido del dinero, tan natural es lo que va contra la naturaleza, que el mismo
no podría acallar en si este instinto.
Pero has de saber que es blando y no ama el dinero, que no puede ver la miseria, y que no pueden
dormir por las noches. Por eso debes acercártelo y con voz estrangulada decirle: “Mauler, mírame
y sácame la mano del cuello. Piensa en tu edad”. Puedes estar seguro de que se espantará y acaso
tal vez llora…
JUANA: (A Martha) Tú sola, Martha, me has acompañado hasta aquí, todas las demás me
abandonaron con una advertencia en la boca, como si yo estuviera ya en una situación extrema…
Y bien, después, cayendo de piso en piso, queda despojado de la piel, que se transforma en cuero.
Y por fin de los huesos, que pasan a la molienda, mientras que la carne, por su propio peso, cae
hacia abajo en las latas ¿No está bien?
GRAHAM: Si, muy bien, solo que ¿A dónde habrán de enviarse la latas? ¡Malditos tiempos! El
mercado está arruinado e inundado de mercaderías.
Un mercado que antes era floreciente hoy está en bancarrota. Para poder sobrevivir en un
mercado desde hace ya tanto tiempo detenido, también ustedes bajaron los precios y ofrecieron
muy barato.
De esa misma forma pisotean y destruyen los bisontes el pasto por el cual luchan.
LOS COMERCIANTES DE CARNE: Ahora lo que importa es saber quién es el que resiste.
Y ahora Cridle, exijo que tú, como lo hemos convenido en el contrato, te hagas cargo de los
mataderos, ahora que Lennox ha quebrado.
CRIDLE: Si, Lennox ha terminado. Pero también terminaron los buenos tiempos del mercado. Por
eso, Mauler, tendrás que rebajar los diez mil millones de dólares que me pediste por tus acciones.
MAULER: ¿Qué? El precio está establecido, aquí en el contrato. ¡Mira, Lennox, si esto no es un
contrato, y si en el no hay estipulado un precio!
CRIDLE: Si, es un contrato hecho en los buenos tiempos. ¿Y también habla en el contrato de los
malos tiempos? ¿Qué haré yo ahora, solo, con un frigorífico, si nadie compra ya una lata de
carne? También sé ahora porque no podías ver morir una res. ¡Porque no podías vender tu carne!
MAULER: No, fue porque mi corazón se conmovía del quejido del pobre ser.
GRAHAM: ¡Oh gran Mauler, ahora reconozco la grandeza de sus obras! ¡Ay, hasta tu corazón tiene
amplia y aguda vista!
LENNOX: Mauler, yo quería… aun una vez…
MAULER: ¡Ay!
MUALER: Y bien Graham ahora haré un arreglo con Cridle para que no te compre ninguna lata, por
haberme golpeado.
GRAHAM: No, eso no, Pierpy. Eso se llama mezcla de cuestiones privadas en los negocios.