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Diosa de la fertilidad
La diosa del amor tiene una historia antigua. Ishtar / Astarte
era la diosa semítica del amor. En Grecia, esta diosa se
llamaba Afrodita. Se adoraba a Afrodita especialmente en las
islas de Chipre y Citera. La diosa griega del amor jugó un
papel crucial en los mitos sobre Atalanta, Hipólito, Mirra y
Pigmalión. Entre los mortales, la diosa grecorromana amaba a
Adonis y Anchises. Los romanos originalmente adoraban a
Venus como la diosa de la fertilidad. Sus poderes de fertilidad
se extendieron del jardín a los humanos. Los aspectos griegos
de la diosa del a
Martes
Marte (mitología)
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Origen[editar]
La palabra Mārs (genitivo Mārtis),1 que en el latín antiguo y en el uso poético
aparece también como Māvors (Māvortis),2 es afín a
la Osca Māmers (Māmertos).3 La forma latina más antigua de la que se
tiene constancia, Mamart-, es probablemente de origen extranjero.4 Se ha
explicado que deriva de Maris, el nombre de una Dios-niño etrusco, aunque
no hay acuerdo universal al respecto.5 Los estudiosos tienen opiniones
diversas sobre si los dos dioses están relacionados, y si es así cómo.6 Los
adjetivos latinos del nombre de Marte son martius y martialis, de los que
derivan el inglés martial (como en artes marciales o ley marcial) y nombres
personales como Marcus, Mark y Martin.78
Nacimiento[editar]
Marte y Cupido, obra del escultor danés Bertel Thorvaldsen.
Juno huyó del Olimpo ante la envidia del nacimiento de la diosa de la
sabiduría, y se adentró en un templo consagrado a Flora, diosa de las flores
y de los jardines. Allí esta diosa aconsejó a Juno que cogiese una flor que
se hallaba en los campos de Oleno. Juno, fue hacia aquellos campos, y vio
la flor que le había indicado Flora, era la flor más bonita que había visto
jamás; que en realidad era Júpiter en forma de flor. Al cogerla en su regazo,
nació, el dios de la guerra, Marte.
escripción[editar]
Originalmente, Marte era el dios patrón de los pueblos itálicos, que eran
tanto guerreros como agricultores, y esto se refleja en su naturaleza
bivalente, como otros dioses romanos. Era un dios guerrero, que protegía a
su pueblo contra sus enemigos. También era un dios ctónico asociado a la
tierra, a la protección física y espiritual de los cultivos.
Reunía Marte las siguientes virtudes:
Intrepidez.
Temeridad ciega.
Valor y osadía.
Fuerza viril.
La inspiración guerrera.
El dios que conducía a la victoria a los umbros, sabinos, latinos y
romanos.
Era considerado como el padre de Rómulo y una de las tres divinidades
tutelares de Roma junto con Júpiter y Quirino. Como dominios de Marte se
consideraban los bosques misteriosos en los que habitaba el pájaro
carpintero. Estaban consagrados a Marte, varios animales como el buey
labrador, el caballo de batalla, los rebaños de carneros, y los cerdos que se
le inmolaban. Por tanto en Roma, Marte tenía varias funciones:
Apollo
Apolo fue un importante dios griego asociado con el arco, la música y la
adivinación. Epítome de la juventud y la belleza, fuente de vida y curación,
mecenas de las artes y tan brillante y poderoso como el mismo sol, Apolo fue
posiblemente, el más amado de todos los dioses. Se le adoraba en Delfos y Delos,
lugares que albergaban algunos de los santuarios religiosos más famosos de
Grecia.
Al igual que otras divinidades principales, Apolo tuvo muchos hijos; quizás los
más famosos sean Orfeo (que heredó las habilidades musicales de su padre y se
convirtió en un virtuoso de la lira o cítara), Asclepio (a quien le dio sus
conocimientos de curación y medicina) y, según el trágico del siglo V a.
C. Eurípides, el héroe Ion.
En la mitología
APOLO OBTUVO LA LIRA DE SU TRAVIESO
MEDIO HERMANO HERMES, EL DIOS
MENSAJERO.
Apolo es un protagonista significativo en el relato de Homero sobre la guerra de
Troya, la Ilíada. Estando del lado de los troyanos, presta especial asistencia a los
héroes troyanos Héctor, Eneas y Glauco, salvándoles la vida en más de una ocasión
con su intervención divina. Llevó la peste a los aqueos, dirigió a todo el ejército
troyano (sosteniendo la temible égida de Zeus) en un ataque que destruyó las
murallas defensivas de los campamentos griegos, y también fue responsable de
guiar la flecha de París hasta el talón de Aquiles, matando héroe griego, quien era
aparentemente invencible. Apolo es descrito con frecuencia por Homero y Hesíodo
como el "tirador lejano", el "trabajador lejano", el "agitador de ejércitos" y "Febo
Apolo".
Apolo generalmente tuvo un papel de hijo obediente de Zeus, padre de los dioses,
y nunca intentó usurpar su posición (a diferencia de Zeus que había derrocado a su
propio padre Crono). Sin embargo, los dos tuvieron una seria pelea cuando Zeus
mató a Asclepio después de que este usara sus maravillosas habilidades
medicinales para devolver a la vida a un mortal. En venganza, Apolo luego mató a
los cíclopes, los gigantes de un solo ojo que hacían los rayos de Zeus. Como
castigo, Apolo se vio obligado a pasar un año al humilde servicio de Admeto de
Feras, cuidando las ovejas del rey.
hizo famoso cuando él, junto con su hermana Artemisa, de forma despiadada
asesinó a los seis (o en algunos relatos siete) hijos de Niobe como castigo por
imprudentemente afirmó que era musicalmente más talentoso que el dios. Los dos
tuvieron una competencia y las Musas dictaminaron que Apolo ciertamente era el
mejor músico. Luego, Apolo hizo desollar vivo al mortal por su arrogancia y clavó
entre (al menos para los oídos griegos) la música civilizada y ordenada de la lira de
Apolo y la música más salvaje y caótica de la flauta de Marsias. Apolo ganó otro
concurso musical, esta vez contra el dios pastor Pan, y juzgado como vencedor por
mundo griego. La derrota de Marsias y Pan por parte del dios puede reflejar la
Apolo era un dios muy querido, y esto probablemente se debió a su asociación con
muchos aspectos positivos de la condición humana, como la música, la poesía, la
purificación, la curación y la medicina. El dios también estaba asociado con la
moderación en todas las cosas. Sus flechas, aunque podían traer destrucción,
también podían evitar el daño a aquellos a quienes favorecía. Una estrategia para
alejar el mal de los hogares griegos fue establecer un pilar de Apolo Agieo y, en
una escala mayor, Apolo Apotropeo protegió las puertas de la ciudad.
Apolo supervisaba los ritos de iniciación realizados por los hombres jóvenes
(efebos), cuando estos ingresaban por completo a la comunidad cívica y se
convertían en guerreros. Los rituales en este proceso involucraban el cortarse el
cabello y ofrecerlo al dios, así como desafíos atléticos y marciales. El dios se asocia
con frecuencia con el sol (como Apolo Febo) y con el dios del sol Helios, pero los
estudiosos modernos están de acuerdo en que el vínculo entre Apolo y Helios no
se remonta más allá del siglo V a. C. Apolo siguió inspirando a los romanos
quienes lo consideraban principalmente un dios de la curación. Octavio, el futuro
emperador Augusto (r. 27 a. C. - 14 d. C.), reclamó al dios como su patrón e incluso
dedicó un templo a Apolo en Accio. El dios de la moderación era una asociación
útil y en directo contraste con el dios del exceso, Dioniso, que era defendido por su
enemigo número uno, Marco Antonio.
Lugares sagrados
Se construyeron santuarios en honor de Apolo en todo el mundo griego,
especialmente en las islas de Delos y Rodas y en Ptoion y Claros. Los sitios que
todavía poseen algunos vestigios de que alguna vez fueron grandes templos
dedicados a Apolo incluyen los de Naxos (siglo VI a. C.), donde la enorme puerta
aún se alza orgullosa, el de Corinto (550-530 a. C.), donde siete columnas dóricas
dan la impresión de que hubo una estructura que alguna vez fue imponente, el de
Dídima en Turquía (siglo IV a. C.), cuyo templo fue el cuarto más grande del
mundo griego, y el de Side también en Turquía (siglo II d.C.), donde se ha
restaurado una esquina de su elegante fachada con columnas.
Sin embargo, la presencia más directa de Apolo entre los griegos se manifestó a
través de su oráculo en Delfos, que fue consultado por sus poderes proféticos y
que era el más importante del mundo griego. Según la leyenda, Apolo, deseando
revelar a la humanidad las intenciones de su padre Zeus, creó el oráculo en el lugar
donde había matado a la serpiente (o dragón) Pitón. Los juegos píticos
panhelénicos se iniciaron en el sitio con el fin de conmemorar la muerte de esta
criatura divina y se entregaban trípodes y coronas de laurel como premios a los
vencedores de estos juegos. Los 30 tesoros construidos en Delfos por varias
ciudades indican la popularidad del dios y la del santuario en el mundo griego en
general, así como en Asia Menor.
El oráculo de Delfos ya era muy visitado en el siglo VIII a. C. (a pesar de ser difícil
de acceder y abrir solo en verano) y las proclamas, a veces crípticas, de sus
sacerdotisas no se tomaban a la ligera y a menudo decidían cómo se aplicaban las
leyes o si se debía llevar a cabo una guerra en el extranjero. A veces, las respuestas
del oráculo a las preguntas eran tan oscuras que los sacerdotes del sitio ofrecían
(por una tarifa) darles mayor claridad. Como menciona la historiadora B. Graziosi:
Representación en el arte
Apolo aparece con frecuencia en todas las formas del arte griego antiguo, la
mayoría de las veces como un joven hermoso e imberbe. Se le identifica fácilmente
con una cítara o una lira, un trípode de bronce (que simboliza su oráculo en
Delfos), un ciervo (porque a menudo pelea con Hércules), un arco y un carcaj.
También, en ocasiones, se le representa montado en un carro tirado por leones o
cisnes.
Quizás la representación más famosa de Apolo en el arte griego antiguo es la estatua que
sobresalía en el centro del frontón oeste del Templo de Zeus en Olimpia (c. 460 a. C.).
Aquí, en una pose majestuosa, trae orden y razón a la batalla entre los lápitas y los
centauros en la boda de Pirítoo. Otro buen ejemplo de Apolo en su apariencia de apuesto
joven, esta vez con largos mechones, es el de un monumento funerario en El Pireo, un
relieve de mármol del siglo II d.C. La cabeza de Apolo aparecía con frecuencia en las
monedas griegas, sobre todo en los tetradracmas de plata de Catania en Sicilia, del siglo V
a. C., y en las monedas de oro de Filipo II de Macedonia (r. 359-356 a. C.). A los escultores
romanos también les gustaba Apolo y una famosa estatua de mármol del dios, ahora en los
Museos Vaticanos en Roma, es el Apolo de Belvedere, una copia del siglo II d.C. de una
estatua de bronce del siglo IV a.C. de Leocares. Incluso los etruscos le dedicaron interés, tal
vez una de sus esculturas más famosas en terracota sea el Apolo de Veyes (finales del siglo
VI a. C.) una figura del dios, conocido por ellos como Aplu, que una vez estuvo ubicada en
el techo de un templo.
Diana
Diana, nombre romano de la diosa griega
Ártemis, era , según las fuentes clásicas,
la diosa de la caza, de la naturaleza
salvaje y de la luna. Sus atributos eran el
arco y el carcaj, la luna creciente y el
ciervo.
LAS VENGANZAS DE ARTEMIS
No mejor suerte corrió el
gigante Orión, tan experto
cazador como Ártemis, que
por perseguir a la diosa tuvo
su merecido, ya que ésta le
envió un terrible escorpión
para que le picara. También
los mortales que la olvidaban o
ignoraban sus designios eran
severamente castigados.
Cuando las tropas griegas se
dirigían a Troya, una
tempestad retenía a la flota
aquea en Áulide porque
Agamenón en una cacería
había herido una cierva de la
diosa. Los adivinos
manifestaron que la diosa
exigía el sacrificio
de Ifigenia, hija de
Agamenón, y fue a buscarla.
La diosa enfadada porque
Eneo, el rey de Calidón, no le
rendía sacrificios anuales envió
un enorme jabalí que
devastaba la región. Eneo y su
esposa Altea tenían un
hijo Meleagro y cuando nació,
apareció en el palacio un tizón
ardiente. Meleagro organizó
para cazarlo una expedición en
la que participó una joven
arcadia, Atalanta. Al
enterarse Altea, sacó el tizón
del cofre y lo arrojó al fuego,
matando de ese modo a su
hijo.
Triple Hécate.
Altar de bronce en miniatura para su uso en magia simpática.
Procedente de Pérgamo. 200-250 d. C.
Tintinnabulum fálico.
Bronce procedente de Pompeya. c. s. I. d. C.
Un 'Gallus', sacerdote eunuco de la Gran Madre.
Relieve de la Vía Apia. Mediados del s. II d. C.
VulcanoEl dios Vulcano es el dios romano encargado del fuego y los volcanes. Hijo de
Júpiter y Juno y esposo a su vez de Venus, era el encargado de forjar el hierro y crear las armas
que posteriormente portaban los dioses y héroes de la mitología romana.
Fue repudiado por su madre por ser un ser feo y amorfo. Así fue como era representado, un
hombre grande y de un aspecto realmente desagradable, eso sí, contaba con una habilidad
enorme a la hora de trabajar con el hierro. Una habilidad divina. Según la mitología, la fragua de
Vulcano se encuentra ubicada bajo el monte Etna, en la isla italiana Sicilia.
Llama la atención la unión con la diosa del amor, Venus, una diosa hermosísima. No obstante esta
unión no fue del todo idílica, ya que la diosa le fue infiel con el dios de la guerra.
Esta unión fue motivo de vergüenza para el dios. Al parecer, en una de las noches en que Venus y
Marte dieron rienda suelta a su pasión, se quedaron plácidamente dormidos sin darse cuenta que
estaba amaneciendo. El dios del sol los sorprendió y no dudó ni un momento en hacerle saber a
Vulcano lo que había sucedido. El dios entró en cólera y decidió que se vengaría de esta afrenta.
La venganza la trabajó con sus manos, que era a fin de cuentas lo que mejor se le daba. Creó así
una red de hierro muy fina, prácticamente invisible, pero poderosa y fuerte. La colocó en el lecho
donde los dos amantes se encontraban cada noche. Así, Marte y Venus, ignorando los planes de
Vulcano, llegaron nuevamente esa noche a su lecho de infidelidad. En el momento en que ambos,
totalmente despreocupados, estaban disfrutando de su amor, la red se cerró sobre ellos y los hizo
prisioneros.
Ambos intentaron escaparse desesperados, pero era demasiado tarde. Así, Vulcano aprovechó
para llamar a todos los dioses. Al observar la actitud tan comprometida en la que estaban los
amantes, todos comenzaron a reírse burlándose de ellos. Vulcano observó impasible
regocijándose de venganza y no soltó a la pareja hasta que prometieron poner fin a este amor.
La celebración en honor de Vesta era conocida como la Vestalia, y tenía lugar entre los dís 7 y 15
de cada mes de Junio, y durante el primer día de las fiestas el altar del templo se abría al público,
cosa que sólo ocurría durante esta fecha. La Vestalia se celebraba con el objeto de pedir nuevas
bendiciones a la diosa para los hogares, y era una manera muy eficaz de mantener vivo el culto
entre los romanos.
La representación de Vesta, aparte de su delicada forma femenina, no está muy clara y su imagen
se asocia más con el fuego y las llamas de las velas, que se utilizaba
n para su invocación, que con una entidad tangible. La forma común de rendirle homenaje era
encendiendo una vela de color anaranjado, y acto seguido rogarle por protección y prosperidad en
el hogar.
Cabe destacar que Vesta es, dentro del panteón romano y al igual que en la mitología griega, la
más benévola de las deidades, motivo que ayudó a prosperar a su culto, así como el hecho de que
el hogar (el fuego de la casa) fuese su lugar de influencia, ya que esta parte era considerada como
la más importante dentro de las viviendas romanas.
Mercurio
En la mitología romana, Mercurio (en latín, Mercurius) era un importante
dios del comercio, hijo de Júpiter y de Maia Maiestas. Su nombre está
relacionado con la palabra latina merx (‘mercancía’). En sus formas más
antiguas, parece haber estado relacionado con la deidad etrusca Turms,
pero la mayoría de sus características y mitología se tomó prestada del dios
griego análogo Hermes.
También es el dios de la elocuencia, mensajes, comunicación (incluida la
adivinación), viajeros, fronteras, suerte, artimañas y ladrones.
Mercurio ha inspirado el nombre de varias cosas en cierto número de
campos científicos, como el planeta Mercurio, el elemento mercurio y la
planta mercurial. La palabra «mercurial» se usa comúnmente para aludir a
algo o alguien errático, volátil o inestable, y deriva de los rápidos vuelos de
Mercurio de un lugar a otro.
También de este dios, sacó su nombre Freddie Mercury
Mercurio no aparecía entre los numina di indigetes de la primitiva religión
romana. Más bien subsumió a los antiguos Dei Lucrii cuando la religión
romana se sincretizó con la griega durante la época de la república romana,
sobre principios del siglo III a. C. Desde el principio, Mercurio tuvo
esencialmente los mismos aspectos que Hermes, vistiendo las talarias y
el pétaso alados y llevando el caduceo, una vara de heraldo con dos
serpientes entrelazadas que Apolo regaló a Hermes. A menudo iba
acompañado de un gallo, el heraldo del nuevo día, una cabra o cordero que
simbolizaba la fertilidad y una tortuga en alusión a la legendaria invención
de Mercurio de la lira a partir de un caparazón.
Como Hermes, era también un mensajero de los dioses y un dios del
comercio, particularmente del comercio de cereal. Mercurio también era
considerado un dios de la abundancia y del éxito comercial, particularmente
en la Galia. También fue, como Hermes, el psicopompo de los romanos, y
llevaba las almas de los recién fallecidos al más allá.
Además, Ovidio escribió que Mercurio llevaba los sueños de Morfeo desde
el valle de Somnus a los humanjos que dormían.1
El templo de Mercurio en el Circo Máximo, entre el Aventino y el Palatino, se
construyó en 495 a. C. Este era un lugar adecuado para adorarle como un
veloz dios del comercio y el viaje, debido a que era un importante centro de
comercio además de una pista de carreras. Debido a que se erigía entre el
baluarte plebeyo del Aventino y el centro patricio del Palatino, enfatizaba
también el papel de Mercurio como mediador.
Debido a que Mercurio no fue una de las deidades primitivas que
sobrevivieron a la monarquía romana, no tenía asignado
un flamen (sacerdote), pero sí tenía una importante fiesta el 15 de mayo,
la Mercuralia. Durante la misma, los mercaderes rociaban agua de su pozo
sagrado cerca de la Porta Capena sobre sus cabezas.
El dios Mercurio era, en la mitología romana, la deidad del comercio (merx en latín equivale a
«mercancía») y aunque en su mayor parte sus cualidades provienen del dios griego Hermes,
originalmente estuvo más ligado al Turms de los estruscos. Fruto de la relación
entre Júpiter y Maia Maiestas, Mercurio no formó parte del Panteón Romano hasta principios del
siglo III a. C., siendo en sus comienzos una adaptación literal del Hermes griego.
A Mercurio se le suele representar con su calzado provisto de alas (talarias) y su casco (el pétaso),
además de portar una vara en la que se entrelazan dos serpientes. Este cetro, conocido como el
caduceo, fue un regalo del dios Apolo y hoy en día está íntimamente ligado al emblema de la
farmacéutica.
Frecuentemente el dios viajaba acompañado de un gallo, un cordero y una tortuga, símbolos del
nuevo día, de la fecundidad y de la música respectivamente. En el caso de la tortuga se debe a
que se atribuye a Mercurio el inventar la lira a partir de un caparazón de tortuga vacío.
Con el tiempo, además de su labor como deidad del comercio, también se le atribuyó el ser el
mensajero de los dioses, e incluso en la Galia se le consideró como el encargado de llevar las
almas de los fallecidos al otro mundo. Ovidio nos dejó escrito que Mercurio era quien transportaba
los sueños creados por morfeo hasta los humanos, mientras éstos permanecían dormidos.
Ceres
En la mitología romana, Ceres (de la raíz protoindoeuropea ker, «crecer,
crear»)1era la diosa de la agricultura, las cosechas y la fecundidad. Su
equivalente en la mitología griega era Deméter. De ella reciben su nombre
los cereales. Ceres era hija de Saturno y Ops, madre de Proserpina,
hermana de Juno, Vesta, Neptuno, Plutón y Júpiter. Enseñó a los humanos
el arte de cultivar la tierra, de sembrar, recoger el trigo y elaborar pan, lo
que hizo que fuese considerada diosa de la agricultura. Su hermano Júpiter,
prendado de su belleza, engendró con ella a Proserpina (asimilada
a Perséfone en la mitología griega). También Neptuno se enamoró de ella, y
para escapar de este Ceres se transformó en yegua, pero el dios se dio
cuenta y se transformó a su vez en caballo, siendo así Ceres madre del
caballo Arión.
Ceres era también la patrona de Enna (Sicilia). Según la leyenda, rogó a
Júpiter que Sicilia fuese ubicada en los cielos. El resultado, debido a que la
isla tiene forma triangular, fue la constelación Triangulum, uno de cuyos
nombre antiguos fue «Sicilia».
Tenía doce dioses menores que la ayudaban y estaban a cargo de los
aspectos específicos de la agricultura: Vervactor, que transforma la tierra
en barbecho; Reparator, que la prepara; Imporcitor (del latín imporcare,
‘hacer surcos’), que la ara en anchos surcos; Insitor, que siembra; Obarator,
que ara la superficie; Occator, que la escarifica; Sarritor, que la
escarda; Subruncinator, que la clarea; Messor, que cosecha; Conuector,
que transporta lo cosechado; Conditor, que lo almacena; y Promitor, que lo
distribuye.2
Culto[editar]
Los habitantes de Sicilia, vecinos del volcán Etna, conmemoraban
anualmente la salida de Ceres a sus largos viajes corriendo por la noche
con antorchas encendidas y dando grandes gritos.
En Grecia eran numerosas las Demetrias, fiestas de Deméter, la diosa
equivalente a Ceres. Los más curiosos eran indudablemente aquellos en los
que los seguidores de la diosa se fustigaban unos a otros con látigos
hechos de corteza de árboles. Atenas tenía dos fiestas solemnes en honor
de Démeter: una llamada Eleusinia y otra, Tesmoforia. Se decía que fueron
instituidas por Triptólemo. Se sacrificaban cerdos, debido a los daños que
causaban a los frutos de la tierra, y se hacían libaciones de vino dulce.
Los romanos adoptaron a Ceres en 496 a. C. durante una devastadora
hambruna, cuando los Libros Sibilinos aconsejaron la adopción de su
equivalente griega Deméter, junto con Perséfone y Yaco (mediador entre las
diosas eleusinas y Dioniso). Ceres era personificada y honrada por las
mujeres con rituales secretos en las fiestas de Ambarvalia, celebradas en
mayo con procesiones en las que las romanas vestían el blanco propio de
los hombres, quienes eran simples espectadores. Se creía que estas
fiestas, para agradar a la diosa, no debían ser celebradas por gente de luto,
razón por la que no se celebraron el año de la batalla de Cannas.
Se erigió un templo a Ceres en el monte Aventino de Roma. Su principal
festividad era la Cerealias o Ludi Ceriales (‘juegos de Ceres’), instituidos
el siglo III a. C. y celebrados anualmente del 12 al 19 de abril. El culto a
Ceres pasó a estar especialmente relacionado con las clases plebeyas, que
dominaban el comercio de grano. Se sabe poco de los rituales de este culto,
siendo una de las pocas costumbres que fueron registradas la peculiar
práctica de atar ascuas ardiendo a las colas de zorros que entonces se
soltaban en el Circo Máximo.
Además del cerdo, la cerda o la jabalina, Ceres admitía también el carnero
como sacrificio. En sus festividades, las guirnaldas usadas eran de mirto o
narciso, pero las flores estaban prohibidas, porque fue recogiendo flores
como Proserpina fue raptada por Plutón. Únicamente le estaba consagrada
la amapola, no solo porque crece entre el trigo sino también porque Júpiter
se la hizo comer para provocarle sueño y así alguna tregua a su dolor.
En Creta, Sicilia, Lacedemonia y varias otras ciudades del Peloponeso se
celebraban periódicamente los misterios eleusinos o misterios de Ceres,
celebrados en la ciudad de Eleusis. De aquí pasaron en Roma, donde
subsistieron hasta el reinado de Teodosio. Estos misterios se dividían en
grandes y pequeños. Los pequeños eran una preparación a los grandes que
se celebraban cerca de Atenas, en la ribera del Iliso. Conferían una especie
de noviciado. Tras un determinado plazo de tiempo más o menos largo, se
iniciaba al principiante a los grandes misterios, en el templo de Eleusis. Las
fiestas de Eleusis duraban nueve días, cada año, en el mes de septiembre,
días en los que se cerraban los tribunales. Los atenienses hacían iniciar a
sus hijos en los misterios eleusinos desde la cuna. Estaba prohibido, incluso
a las mujeres, hacerse conducir al templo en coche o en carro. Los iniciados
se consideraban bajo la tutela y la protección de Ceres, por lo que se
esperaba de ellos una felicidad sin límites.
Representaciones[editar]
Ceres se representa habitualmente con el aspecto de una mujer hermosa,
de estatura majestuosa y de tez coloreada, con la mirada lánguida y el
cabello rubio cayendo en desorden sobre sus hombros.
Además de una corona de espigas de trigo, lleva una diadema muy alta. A
veces está coronada con una guirnalda de espigas o amapolas, símbolo de
la fecundidad. Tiene unos pechos grandes y porta un haz de espigas en la
mano derecha y una antorcha encendida en la izquierda. Su túnica le llega
hasta los pies, y a menudo lleva un velo echado hacia atrás. A veces le dan
un cetro o una hoz: dos pequeños niños, pegados a su seno y llevando
cada uno un cuerno de la abundancia, señalan suficientemente a la nodriza
del género humano. Lleva un paño de color amarillo, el color del trigo
maduro.
La Ceres negra[editar]
En Arcadia, los figalios elaboraron una estatua de madera cuya cabeza era
la de una yegua con dragones a modo de crines, a la que se llamaba la
Ceres negra. Dado que esta estatua se quemó por accidente, los figalios
descuidaron el culto de Ceres y por ello fueron castigados con una terrible
sequía que no cesó hasta que, por consejo de un oráculo, se repuso la
estatua. La diosa Ceres (Deméter para los griegos) era la deidad protectora de la tierra, la
agricultura y la fertilidad, aparte de ser la patrona de Sicilia. Descendiente de Saturno y de Ops,
Ceres era a su vez la hermana de Plutón y de Júpiter, además de ser madre de Proserpina
(Perséfone, engendrada con su hermano Júpiter). En otra ocasión fue Neptuno quien se enamoró
perdidamente de Ceres, y ella en un intento por escapar tomó la forma de una yegua, pero
Neptuno supo del engaño y se transformó en caballo, así ambos engendraron al caballos Arión.
Ella fue quien otorgó a los hombres el conocimiento sobre las técnicas agrícolas, así como el
tratamiento del trigo y la elaboración del pan. También se la considera la responsable del
florecimiento de árboles y plantas. Su nombre procede de la palabra «ker», vocablo indoeuropeo
del que también provienen las palabras «crecer» y «crear», y del nombre Ceres proviene la palabra
«cereales». La principal fiesta en honor a Ceres es la «Cerealia«, establecida en el siglo III a. C. y
tenían lugar cada año entre el 12 y el 19 de Abril.
Normalmente Ceres era representada como una mujer de bellos rasgos y mirada serena, en
algunas ocasiones coronada con un tocado elaborado con espigas de trigo y en otras con una alta
diadema, y portando en su mano izquierda una antorcha encendida y un ramo de espigas en la
derecha. Vestida con una larga túnica que cubre casi completamente su cuerpo, a veces se la
representa con un velo que suele estar recogido hacia atrás.
Tenía doce dioses menores a su cargo para ayudar en las diversas tareas agrícolas, cada uno
encargado de una labor determinada: Vervactor se encarga de poner la tierra en barbecho,
Reparator es quien la regenera, Imporcitor es el encargado de arar los surcos anchos, Insitor es
quien siembra, Obarator es quien ara los surcos más superficiales, Occator es quien la escarifica,
Sarritor la escarda, Subruncinator la airea, Messor es quien recoge la cosecha, Conuector es el
que transporta la cosecha, Conditor es quien guarda y almacena y finalmente Promitor es el
encargado de distribuirla.
Baco
Origen e historia de Baco, dios romano del
vino
Como bien decimos, para encontrar el origen de Baco, el dios romano del vino, debemos
buscar en la tradición religiosa de la Antigua Grecia, en donde hallaremos la referencia directa
a Dioniso, la deidad griega del vino y de la fertilidad. Uno de los 14 dioses del monte Olimpo,
los más importantes para aquella vieja cultura a la que tanto le debemos los que formamos
parte de la civilización occidental actual. Así pues, Baco sería la versión romanizada en la que
se adoptó la figura de Dioniso en el Imperio Romano. Un dios dedicado al vino, a la vid y a la
fertilidad. Deidad también de los trabajos del campo y de la agricultura, a él se encomendaban
los campesinos griegos y romanos para pedir una cosecha fructífera. Un dios inspirador,
encarnación divina de artes como el teatro o la música. Dos formas, Baco y Dioniso, de
personificar todo el universo simbólico que aglutinaba el vino para estas antiguas
civilizaciones: un alimento que era disfrute, creación, prosperidad y alegría. Un vino
celebrado, compartido y presente de forma transversal en todas las clases y estratos
sociales. Y también fundamental como elemento dinamizador de numerosos rituales
religiosos.
Hallado el origen de Baco, para conocer su historia debemos volver a referirnos directamente
a la del dios griego Dioniso. Hijo directo del dios supremo Zeus, el nacimiento de Dioniso
fue fruto de una infidelidad de este hacia la diosa Hera. La madre del dios del vino
fue Sémele, una mortal que, según cuenta la mitología griega, habría sido engañada por Zeus
al adoptar este forma humana para conseguir materializar sus deseos carnales con ella. Tras
descubrirse el engaño gracias a la astucia de Hera, Sémele renegó de Zeus, lo que terminó
costándole la vida, al fulminarla el dios supremo con un rayo antes del nacimiento de Dioniso.
Zeus tomó al niño y se lo injertó en la pierna para que este pudiera terminar de formarse,
después de lo cual volvería a nacer. Hecho esto que le daría el nombre de Dioniso, que
significaría en griego antiguo algo así como “nacido dos veces”. Para alejarlo de Hera,
Dioniso fue criado por ninfas en Nisa, lugar lejano al oriente de Grecia.
Más adelante, ya crecido, se le atribuye a Dioniso el hecho de descubrir la planta de la vid,
sus frutos y la obtención del vino. A partir de ese momento, Hera se cobraría la venganza
de la infidelidad de Zeus, haciendo que Dioniso perdiera la lucidez, se embriagara y
comenzara a vagar sin rumbo. Unas andanzas en las que estaba acompañado de toda
una cohorte de sátiros y ninfas, y en las que el uso recreativo del vino como medio hacia el
frenesí y como propiciador de la fiesta era un elemento recurrente e indispensable. Tras su
particular odisea, Dioniso volvería victorioso al Olimpo, acompañado de su mujer Ariadna, “la
más pura”, princesa de Creta.
Hoy, desde Grupo Coviñas, venimos a hablarte de los dioses del vino, concretamente de
Dionisio, dios griego del vino. Pero no sin antes mencionar a Hathor, diosa egipcia de la alegría,
la música, el baile y el vino; y terminando con Baco, dios romano del vino, la fiesta y el jolgorio. Son
muchas las leyendas que cuentan las historias de las deidades a lo largo de la historia y de las
diferentes culturas.
Abre tu botella de vino y sírvete una copita. Ponte cómodo y prepárate para pasar un buen rato
disfrutando de uno de tus vinos de Utiel-Requena favoritos mientras te contamos divertidas
anécdotas sobre los dioses del vino.
Pluton
Plutón a es el dios del inframundo en la mitología romana. Su equivalente
en la mitología griega es Hades, aunque Plutón es más benigno. En cuanto
a la etimología del nombre se le confunde con el de Pluto, el dios griego de
las riquezas.
Plutón era hijo de Saturno y Ops, y esposo de Proserpina, a quien raptó
para casarse con él. La madre de Proserpina, Ceres, se afligió tanto que
provocó el invierno.
Su palacio se ubica en mitad del Tártaro, donde como soberano vela por la
administración de su estado y dicta sus inflexibles leyes. Sus súbditos,
sombras ligeras y miserables, son tan numerosos como las olas del mar y
las estrellas del firmamento: todo lo que Mors, la muerte, cosecha sobre la
Tierra vuelve a caer bajo el cetro de este dios, aumentando su riqueza o
convirtiéndose en su presa. Desde el día en que inauguró su reino, ni uno
de sus ministros infringió sus órdenes, ni uno de sus súbditos intentó una
rebelión. De los tres dioses soberanos que controlan el mundo, él es el
único que nunca ha de temer la insubordinación o la desobediencia y cuya
autoridad se reconoce universalmente hasta el fin de los tiempos.
Culto[editar]
Los ocho elegidos[editar]
Los romanos pusieron a Plutón no solo entre los doce grandes dioses sino
también entre los ocho dioses elegidos, que eran los únicos que estaba
permitido representar en oro, en plata y en marfil.
En Roma había unos sacerdotes victimarios consagrados únicamente a
Plutón. Solo se le sacrificaban, como al Hades griego, víctimas de color
oscuro y siempre en número par, mientras a otros dioses se les sacrificaban
en número impar. Los sacrificios se reducían completamente a cenizas y el
sacerdote no reservaba nada, ni para el pueblo ni para él. Antes de las
inmolaciones, se cavaba un hoyo para recoger la sangre y se vertía el vino
de las libaciones. Durante los sacrificios, los sacerdotes mantenían la
cabeza descubierta y se recomendaba silencio absoluto a los ayudantes,
más por respeto que por temor al dios.
En Sicilia, los siracusanos le sacrificaban cada año dos toros negros cerca
de la fuente de Ciane, donde la tradición situaba el rapto de Proserpina. En
Roma, el 20 de junio, día de su fiesta, solo abría el templo de Plutón. Se le
sacrificaban animales de pelaje oscuro (ovejas o cerdos) y se dedicaba a su
ira inflexible todos los condenados a muerte.
Carácter[editar]
De todos los dioses, Plutón era el más despiadado y temido por los
hombres, quienes lo califican de adamastos (‘inflexible’)
o stygeros (‘terrible’). Se le temía por su fealdad y la dureza de sus rasgos.
Si bien era inflexible, se consideraba que era el más justo de todos los
dioses, pues a su reino acababa llegando cualquier ser mortal más tarde o
más temprano, sin importar su clase, rango o lugar de procedencia.
Se le consideró más tarde como dios benefactor, dispensador de riquezas.
Según Pausanias, Epiménides había hecho colocar su estatua en los
templos de las Euménides y, contra la costumbre habitual, se le presentaba
con una forma y actitud agradables.
Atributos[editar]
A menudo se le representa con un casco de piel de perro regalado por
los Cíclopes que le hace invisible y que nunca se quitaba. También se le
solía representar con un bidente o cetro.
El atributo que suele aparecer ante él es el ciprés, cuyo follaje oscuro
expresa melancolía y el dolor. Sus sacerdotes se hacían coronas y
sembraban sus ropas en los sacrificios.
Animales representativos[editar]
El perro de tres cabezas (Cerbero) y cuatro caballos negros.
Representaciones[editar]
Se suele representar a Plutón con una espesa barba y un aire severo. A
menudo lleva su casco, regalo de los Cíclopes y que tenía el poder de
volverlo invisible. A veces, ciñe su frente con una corona de ébano,
culantrillo o narciso. Cuando se sienta sobre su trono de ébano o azufre
lleva en su mano derecha un cetro negro, una horca o una pica. A veces
tiene llaves en sus manos, para indicar que las puertas de la vida se cierran
para siempre para los que llegan en su reino.
Se le representa también en su carro tirado por cuatro caballos negros.