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Por Una Pedagogía Del Movimiento
Por Una Pedagogía Del Movimiento
Pensar en una pedagogía del movimiento nos lleva a pensar en que debemos aprovechar al máximo el afán
de movimiento de los niños y jóvenes. En el mundo actual, tal y como acontece la vida en nuestra cada vez
más atestadas sociedades, debemos reconocer que las calles pertenecen mucho más a los automóviles y
menos a la ciudadanía, que las ciudades son cada vez mayores y más populosas, que las viviendas son cada
vez más reducidas y aglutinan mayor cantidad de personas, que los niños tienen muy pocas –demasiado
pocas– oportunidades de moverse todo lo que necesitan. Trastornos de la postura, pesadez y falta de
alegría son algunas de las consecuencias de ello. Pero a esa corta lista podemos añadir, desde la
experiencia en la Educación Física, otra lista no muy agradable. La falta de movimiento produce daños
severos en la postura corporal, ocasiona debilidad muscular, además de evidentes desviaciones de la
columna debido al mantenimiento de posturas quietas y encorvadas, padecen de trastornos podales (pie
plano, pie valgo, etc.), de trastornos orgánicos –cardíacos, circulatorios, respiratorios– de trastornos en la
coordinación, dificultad para reaccionar, de trastornos del equilibrio, y más.
A estas alturas temporales ya se reconoce la importancia del movimiento en la configuración del
aprendizaje, del desarrollo y el crecimiento, en suma, la maduración, y es por ello que para ninguna
persona debería representar un misterio el hecho de que el desarrollo de la inteligencia comienza con la
actividad motriz coordinada e intencional y que todo el edificio del conocimiento, la configuración de los
saberes y la personalidad, se sustentan en la interacción con el otro y en el permanente diálogo tónico‐
postural‐emocional que posibilita la adaptación al medio (Ministerio de Educación y Deportes, 2005).
Además, como ya hemos mencionado, la necesidad de movimiento y sus restricciones cada vez más
evidentes debe motivarnos a pensar en el movimiento como cuestión de política pública. Es decir, el
movimiento juega un rol imprescindible en ello. ¿Por qué minimizarlo entonces?, ¿por qué no orientar esas
energías infantiles para favorecer aspectos importantes en el desarrollo?, ¿por qué en algunos casos la
actitud punitiva en contra del niño que se mueve? Al parecer el niño quieto es síntoma de un buen alumno
mientras que el niño que se mueve es un niño inquieto, falto de respeto, intranquilo, incluso muchos osan
diagnosticar a niños inquietos como niños con Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
El movimiento implica libertad, alegría, gozo, experiencia, descubrimiento, aventura, genera incertidumbre,
se crea desde la fantasía en el juego, en lo lúdico, en lo que no es decodificable en muchos casos por el
maestro, por los padres, pero sí lo es para los compañeritos de cuadra, para los amiguitos de la escuela en
el recreo, etc. No debe negarse el movimiento, es esta la forma de expresión y comunicación más genuina y
sincera del hombre. En el movimiento, tanto lo oral como lo gestual encuentran significado, y separados el
uno del otro es poco lo que puede hacerse. Como ejemplo de ello tenemos el mimo. Observar a un mimo
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es un espectáculo. ¿Por qué no usar la danza?, e incluso experiencias de otros tipos que también suelen ser
importantes e interesantes.
Hasta hace algunos años el concepto que se manejaba socialmente en Venezuela es que todo lo
concerniente al desarrollo motor y a lo corpóreo estaba bajo responsabilidad del dizque especialista en
Educación Física, sin embargo, nada más alejado de la realidad, y es necesario reconocer de manera
agradable que se percibe en el ambiente educativo hoy día una concepción diferente e integradora, eso
hay que aplaudirlo. La educación es un proceso que fomenta el desarrollo integral y como tal debe
ofrecerse a la población. Una realidad del caso venezolano es que la atención de este especialista a la
población estudiantil se iniciaba prácticamente en la segunda etapa, es decir, desde el cuarto grado en
adelante, por tanto los niños debían esperar a llegar al cuarto grado para poder comenzar a recibir
orientaciones que les permitiesen incorporar a su vida diaria prácticas corporales que fomentasen el tan
anhelado desarrollo integral a partir del cuerpo y el movimiento. Gracias a Dios eso ha cambiado, y al
revisar los perfiles de los docentes nos encontraremos con que en primer lugar y antes de ser especialistas
en un área somos formadores, somos maestros. Ello da por sentado que esta responsabilidad reposa
también sobre los hombros del docente integrador, el cual no puede permanecer aislado a la educación
desde el movimiento. Es por ello que se plantea una pedagogía del movimiento.
La corporeidad tal y como se entiende no puede soslayarse ni omitirse cuando se habla de la educación a
través del movimiento, ya que a partir de su comprensión y su inclusión en el currículo y en el día a día de la
clase, es que se puede hablar de un desarrollo integral y holístico en estos tiempos en los cuales se ha
parcelado al hombre en cuerpo y mente y en los cuales se educa al hombre fomentando la independencia
de lo cognitivo por sobre lo corpóreo, tal y como se había percibido durante muchos años a través de la
historia universal.
Entender que el hombre es un cuerpo que piensa, un cuerpo que siente, un cuerpo que comunica y
expresa, un cuerpo que se integra, un cuerpo que vive y se enriquece, nos va a permitir apuntar hacia un
desarrollo armónico de todos los componentes del ser humano en su proceso educativo y formativo. Y
atención, se habla de que el hombre es un cuerpo, no que tiene un cuerpo. Es más, la comprensión de la
corporeidad en la educación integral es pertinente, importante, necesaria, imprescindible e impostergable,
puesto que no podemos educar y formar al hombre solo desde el contexto de lo cognitivo como que si esto
no fuese evidencia de lo corpóreo. Debemos comprender que el concepto del cuerpo y la corporeidad no
pueden aislarse en el proceso de la construcción del conocimiento. La palabra integral se refiere a la
totalidad del ser. Aunque exista la dualidad (por ser la materia diferente cuerpo‐espíritu) esto no quiere
decir que no exista complementariedad en la unidad del sistema que formamos como seres humanos vivos,
y estamos hablando acá específicamente de unidualidad. Berge (1977) sostiene que es un error separar las
actividades corporales de las del espíritu sin concederles el mismo valor, cuando lejos de ser incompatibles
deberían considerarse en su mismo principio como complementarias, moviéndose el cuerpo con
inteligencia y sensibilidad y encarnándose el espíritu delicadamente en la expresión del cuerpo (p. 13).
Muchos docentes justifican el hecho de que Educación Física es algo aparte, un área separada del resto y,
las clases de castellano, matemática, inglés, historia y geografía son sus clases de castellano, matemática,
inglés, historia y geografía, impartiendo por ello clases en el aula sin permitir la movilidad, sin utilizar el
cuerpo y el movimiento para lograr fomentar el aprendizaje, parcelando el contexto y fragmentando
subjetiva y objetivamente el aprendizaje y al ser humano. Pero ahora preguntamos, ¿cómo sería posible
leer si no se desarrolla la dominancia lateral?, ¿cómo se podría escribir si no se desarrolla un adecuado
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tono muscular?, ¿cómo podríamos caminar si no se logra el desarrollo de la percepción, la orientación y la
organización del tiempo y el espacio? Lamentablemente y de manera triste nos hemos perdido en la
maraña del individualismo, el tecnicismo y el didacticismo para separar y fragmentar los saberes. ¿Cómo
podemos aún a estas “alturas” pensar que el desarrollo del intelecto debe tener primacía sobre el
desarrollo motriz o viceversa?, ¿cómo podemos pensar en pleno siglo XXI que al niño hay que impedirle el
movimiento porque de lo contrario es tildado de irreverente, descuidado, falto de atención y
despreocupado, entre otros? En este sentido y contra esta posición, Furlán (1996) afirma que:
A pesar de que efectué una búsqueda amplia de bibliografía, no encontré cuál es la teoría del aprendizaje
que sostiene que para aprender contenidos de cultura intelectual o abstracta, se requiera estar(se) sentado
y de preferencia ¡quieto! Sin embargo, desde hace quién sabe cuánto tiempo, esta es la ‘teoría’ implícita
que sostiene tanto la práctica como la didáctica que intenta racionalizarla (s.n.).
Creemos firmemente que estos momentos son de trascendencia histórica para nuestro sistema educativo
en cuanto a la búsqueda de la formación de un nuevo ciudadano, haciéndose necesaria la comprensión de
una educación mucho más completa, realmente integral, donde la comprensión de la unidad en el humano
sea un asunto imprescindible, impostergable, importante, ya que no podemos educar y formar al hombre
solamente desde lo meramente cognitivo en detrimento de lo físico, o viceversa. Estos aspectos no pueden
desvincularse en la construcción y abordaje del conocimiento.
Peralta (2000) afirmó que: “Si un buen maestro enseña con verdades, la verdad será norma de vida; si un
maestro enseña cosas que no son verdaderas, cuando estas se descubran, se van a falsear otros conceptos
que son importantes de no falsearse, como lo es la lealtad, la comprensión, la sinceridad” (p.08).
El ser humano posee una cantidad inimaginable de posibilidades de movimiento y no es preciso encerrar al
cuerpo en medio de tecnicismos, ni de esquematizar tanto el hecho de que el niño no pueda disfrutar de su
cuerpo y de las expresiones que a partir de éste puede elaborar. La orientación de una pedagogía del
movimiento debe estar enmarcada en la búsqueda de alternativas para solucionar el encierro del cuerpo y
la subutilización que del mismo se hace y se comienza a acostumbrar desde la niñez, hay que buscar la
forma más eficaz para brindar al ser humano la oportunidad de ser feliz cuando se mueve, de ser feliz al
entender el por qué y el para qué del movimiento que realiza, de ser feliz cuando comprende y construye el
sentido de la corporeidad (Portela, 2001).
Deseamos avanzar hacia la optimización en la comprensión de lo corpóreo y el cómo ello se inserta en los
conceptos de integralidad del ser humano y el enriquecimiento motriz, apuntando hacia el desarrollo
armónico de las facultades y capacidades del hombre, entendiendo que somos un cuerpo que piensa, un
cuerpo que siente, un cuerpo que se expresa y comunica, un cuerpo que se mueve, un cuerpo que se
integra, un cuerpo que vive, un cuerpo que se enriquece. Es posible siempre y cuando los docentes se
aboquen a mejorar y a corregir fallas a fin de optimizar el proceso educativo, y hacerse de las herramientas
necesarias para fomentar el enriquecimiento motriz desde la clase, en cualquier ambiente en donde se
encuentren. Por ello, recordamos lo aclarado por Berge (1977) cuando en su momento opinó que:
Es este un itinerario progresivo que resulta oportuno respetar en toda educación y en particular en la
educación del movimiento, si tiende, según nuestro deseo, a favorecer la armonía psicosomática de los
alumnos. Hacer que el cuerpo simplemente se mueva lleva a un callejón sin salida. Pero partir del cuerpo
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para elevarse a tomas de conciencia amplias, supone un camino mucho más enriquecedor que se hace
urgente en nuestros días (p.30).
El camino a seguir se basa en lograr la conciencia y el entendimiento de la trascendencia del movimiento
hacia algo mucho más enriquecedor que el simple tecnicismo y determinismo movimental en las clases.
Existen muchas interrogantes, es cierto, sin embargo, las respuestas están frente a nosotros y nos permiten
vislumbrar una labor fructífera pero a la vez indeclinable como docentes y formadores de seres humanos.
REFERENCIAS
• Berge, Y. (1977). Vivir tu cuerpo. España: NARCEA.
• Furlán, A. (1996). El Lugar del Cuerpo en una Educación de Calidad. Conferencia presentada en el 3º
Congreso de la CoPIFEF, IPEF Córdoba, Argentina.
• Ministerio de Educación y Deportes (2005). Currículo de Educación Inicial. Caracas: Ministerio de
Educación.
• Peralta Berbesi, H. (2000). Innovaciones y Alternativas Metodológicas para la Enseñanza de la
Educación Física. Tesis de Doctorado publicada, Universidad Pedagógica Nacional de Colombia,
Pereira.
• Portela G., H. (2001). “Cómo problematizar la Educación Física desde la transición del concepto del
cuerpo al de corporeidad”. En: Lecturas de Educación Física y Deportes. Año 8, Nº 48. Mayo 2002.
Buenos Aires. http://www.efdeportes.com/ Revista Digital.
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