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MORFOFISIOLOGÍA DEL DEPORTE

Aparato Locomotor

El sistema musculo-esquelético está formado por los músculos, huesos, tendones y articulaciones.
Estudiar el aparato locomotor implica también a los nervios que estimulan los músculos y que
corresponden al sistema nervioso periférico. Dentro de las funciones principales que cumple se encuentra
el mantenimiento de la estructura corporal, dar soporte y proteger a ciertos órganos internos, así como
producir movimiento.

Nuestro esqueleto está formado en su mayoría por tejido óseo y una de sus funciones es dar soporte y
proteger al organismo. Además, los huesos son muy importantes ya que sirven como reservorio de
minerales, calcio y fósforo principalmente. De igual manera, en el tejido óseo se realiza la formación de
las células sanguíneas en un proceso denominado hematopoyesis.

Los huesos se clasifican según su forma en largos, planos y cortos. Asimismo, podemos identificar distintas
partes que los componen, destacándose la diáfisis (cuerpo del hueso), epífisis (extremos), metáfisis (zona
que separa la diáfisis y epífisis) y el periostio (capa que rodea la superficie externa).

En cuanto a la histología del tejido óseo encontramos cuatro tipos de células:

a) Células osteoprogenitoras, dan origen a las células óseas


b) Osteoblastos, células formadoras de hueso
c) Osteocitos, es la célula ósea madura derivada de los osteoblastos
d) Osteoclastos, encargadas de la degradación y modelación ósea

Las células llamadas osteoblastos son las encargadas de crear el material óseo nuevo, este proceso se
conoce como osificación. Está estrechamente ligado con el crecimiento, ya que es alrededor de los 25
años aproximadamente cuando este culmina; en otras palabras la osificación es la formación de tejido
óseo definitivo ya que cuando nacemos los huesos están parcialmente formados y deben crecer a partir
de las extremidades.

El hueso está en constante remodelación, se sustituye el tejido óseo antiguo o dañado por uno de nueva
creación. Esta homeostasis depende de que exista un equilibrio entre los osteoclastos y los osteoblastos.
Cuando existe una falta de continuidad del tejido óseo, también conocida como fractura se inician
mecanismos que buscan reparar el daño ocasionado por la lesión.

Podemos dividir a la fracturas en dos tipos, macrofracturas y microfracturas. Las primeras ocurren debido
a impactos, golpes directos o caídas que lesionan el tejido óseo; las segundas generalmente pasas
desapercibidas y son descubiertas cuando ya han sido reparadas debido a la formación del callo óseo. Las
microfracturas generalmente son ocasionadas por estrés, originado por saltos o golpes repetitivos sobre
una misma zona o parte del cuerpo.

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Se ha comprobado que la inactividad y el sedentarismo propician la pérdida de mineral óseo. Cuando un
hueso no es estimulado debidamente se debilita y ocurre una desmineralización, esto es común en
personas que son inmovilizadas. La principal patología relacionada a la pérdida de la densidad ósea es la
osteoporosis, la cual vuelve los huesos porosos y frágiles.

El complejo articular está compuesto por varios elementos, entre ellos los ligamentos, cuya función es
unir a los huesos permitiendo a nuestro cuerpo moverse. Las articulaciones se clasifican en fibrosas
(sinartrosis), aquellas que son inmóviles; cartilaginosas (anfiartrosis), tienen movilidad limitada; y las
sinoviales (diartrosis), aquellas articulaciones que se pueden mover libremente.

El rango de movimiento articular, es decir, la movilidad que posee cada una de las articulaciones va a
depender de diversos factores, entre ellos los músculos implicados en la ejecución de los movimientos. Es
importante mencionar que la actividad física es un factor vital que permite un aumento en el rango de
movimiento.

El sistema muscular está formado por tres tipos de músculos, los involuntarios o lisos, el cardiaco que se
encuentra solamente en el corazón y los esqueléticos o voluntarios. Estos últimos son los que unen y
mueven al esqueleto, existen más de 600 en todo el cuerpo.

Dentro de las funciones del musculo esquelético se encuentran la termogénesis (producción de calor, así
como ser los responsables de mantener la postura y realizar todo tipo de movimientos. Además, poseen
propiedades como la contractilidad, extensibilidad y la viscoelasticidad.

Una célula muscular recibe el nombre de fibra muscular y podemos encontrar tres tipos de fibras, las de
contracción lenta (fibras rojas), las fibras intermedias y las de contracción rápida (fibras blancas); cada una
de estas con diferentes características que deben ser tomadas en cuenta al momento de llevar a cabo un
entrenamiento específico.

La producción de movimiento por parte de los músculos depende de la contracción de los mismos y esto
es debido a que están formados por cuatro proteínas contráctiles principalmente, actina, miosina,
tropomiosina y troponina. Estas proteínas interactúan entre sí para producir movimiento y esto puede
dividirse en las siguientes fases: el impulso nervioso generado en el cerebro, la despolarización de la
membrana cuando se cambia la carga eléctrica moviendo los iones de calcio y potasio, para finalmente
permitir la interacción de las proteínas contráctiles.

Ahora bien, el movimiento muscular puede clasificarse en tres tipos de acciones:

a) Concéntricas, cuando durante la contracción los músculos se acortan


b) Estáticas (isométricas), cuando los músculos actúan sin moverse generando fuerza y su longitud
permanece invariable
c) Excéntricas, cuando los músculos producen fuerza mientras se alargan

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El aparato locomotor va a realizar distintas adaptaciones según el tipo de ejercicio que se realice o que
incluso, no se lleve a cabo ya que la inactividad también tendrá repercusiones. Por ejemplo, mediante
entrenamientos de fuerza se puede lograr un aumento de la masa muscular, conocido como hipertrofia y
que dependerá del tipo de actividad realizada las fibras musculares que se estimularán; por otro lado, ya
en la vejez y ante una disminución de actividad comienza a disminuir el diámetro de los músculos hasta
llegar a una atrofia muscular, en pocas palabras la pérdida de fuerza, aunque hay otros procesos ajenos a
la inactividad que también puede generar este problema, como lo es la diabetes o el cáncer, que suelen
llegar a afectar los músculos.

BIBLIOGRAFÍA

 H. Wilmore y L. Costill (2004). Fisiología del Esfuerzo y del Deporte. (5ª Ed.) Editorial Paidotribo

 López Chicharro y Fernández Vaquero (2006). Fisiología del Ejercicio. (3ª Ed.) Editorial Médica
Panamericana

 Merí, Álex (2005). Fundamentos de Fisiología de la Actividad Física y el Deporte. Editorial Médica
Panamericana

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