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Karl Popper, fue el orientador de una postura epistemológica a la que se dio en llamar
racionalismo crítico, que tiene, como el positivismo lógico, su acicate en la justificación
racional de la ciencia, pero que dimensiona por encima del inductivismo su capacidad
autoreflexiva, fundamentando el progreso de la ciencia en una dinámica permanente de
refutación de sus teorías.
Popper manifiesta que tomar como elemento probatorio para determinar el carácter o
status científico de una teoría, la observación de los hechos o la constatación empírica,
como fue planteado por el inductivismo lógico, es una fuente de error más que de
conocimiento, puesto que procediendo de esta manera se tiende a invisibilizar los hechos
que contradicen la teoría, dándole relevancia sólo a aquellos que le dan confirmación; y
compara esta postura con la actitud de los creyentes en dogmas religiosos o ideológicos
que encuentran en cualquier hecho la confirmación de la doctrina que defienden. Tal era
la situación, según Popper, en la que se encontraban hacia los años veinte, disciplinas
como el marxismo o el psicoanálisis y que reclamaban para sí el status científico1.
1
Cfr. Karl Popper. Conjeturas y refutaciones. Barcelona: Paidós, 2001, pág. 57ss.
2
Díez y Moulines. Op. Cit., pág. 420
Como se ha visto, la posición epistemológica de Popper está -por sus acuerdos y por sus
desacuerdos- profundamente vinculada al Círculo de Viena, por esa razón ha sido
abordada aquí como una tendencia contrastante respecto a la más notable expresión del
Círculo en el siglo XX, el neoempirismo.
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3
Cfr. Paul K. Feyerabend. Contra el método. Barcelona: Ariel, 1989, pág. 14
4
Recuérdese que lo que se conoce como giro copernicano se da a partir de la suposición del movimiento
terrestre, suposición que transgrede el procedimiento normal que aplicaba la ciencia de la época para
explicar la estructura cosmológica.
5
Cfr. Díez y Moulines. Op. Cit., pág 431
6
Paul Feyerabend. Op. Cit., pág. 26,27
No obstante, la propuesta contrainductiva de Feyerabendn no constituye la postulación de
un nuevo método frente al método científico; más bien, a partir de su todo vale, pretende
la enunciación de un antimétodo, basado en la constatación de que el desarrollo de la
ciencia se da a partir del quebrantamiento de los procedimientos y las teorías oficialmente
establecidas.
Por otra parte, con Thomas Kuhn y su Estructura de las revoluciones científicas (1962), la
llamada Nueva filosofía de la ciencia alcanza su punto cenital, pues en ella son abordados
todos los temas claves de la filosofía de la ciencia – la actividad científica, los constructos
teóricos, las comunidades científicas- de una manera completamente novedosa y
deslindada de las concepciones dominantes hasta entonces.
Para Kuhn el patrón de despliegue de una ciencia madura estriba en una dinámica de
transición de ciertas realizaciones aceptadas universalmente por una comunidad científica
a otras realizaciones que relevan las anteriores; a dichas realizaciones las denomina
paradigmas y al proceso de transformación señalado, ello es, al tránsito de un paradigma
a otro le da el nombre de revolución científica.
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Por su lado, Imre Lakatos continúa el proyecto falsacionista de Popper, pero lo revalúa
denunciando la postura ingenua de su maestro, quien considera, como ya fue dicho, que
basta con que una teoría sea refutada para que tenga que ser abandonada. Basado,
como Feyerabend y Kuhn en los datos aportados por la historia de la ciencia, Lakatos
sostiene que son excepcionales los casos en que una teoría ha sido abandonada debido
a una contrastación desfavorable. El argumento fuerte es como en Feyerabend, la carga
teórica de los hechos: el referente empírico no es neutral, los datos tomados de la
realidad están impregnados de teoría, lo que implica la existencia, no de un conflicto tipo
teoría vs. referente empírico sino teoría interpretativa vs. teoría explicativa; las teorías
están siempre cargadas de anomalías, sedimentadas de experiencias inconsistentes que
las hacen vulnerables frente al modelo falsacionista. “Si fuera por eso, todas las teorías
nacen refutadas y no dejan de estarlo jamás” 10.
Por eso las teorías nunca deben considerarse falsadas definitivamente; más bien debe
procederse a proteger su supuesto hipotético central, reformulando los supuestos
auxiliares implicados en inconsistencias empíricas. En esto consiste la complejidad
estructural con que Lakatos, al igual que Kuhn, concibe las teorías científicas. Para
Lakatos, la historia de la ciencia más que la historia de las teorías es la historia de los
programas de investigación, los cuales están, en primera instancia, constituidos por un
núcleo firme de teorías y desarrollos de las mismas y por cinturones de protección que
constituyen una heurística; es decir, un conjunto de soluciones imaginativas y creativas a
problemas falsativos o contrastativos. El núcleo central lo conforman aquellos postulados
que son considerados como acertados, y es irrefutable por decisión metodológica de sus
protagonistas; a la vez, toda teoría que haga parte del programa de investigación debe
compartir esos postulados.
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Concluyendo, la discusión en torno al estatuto de la ciencia es asumida inicialmente como
un problema de tipo lógico-inductivo (metodológico) orientado a establecer el apoyo de la
evidencia empírica a las hipótesis generales (neo-empirismo); o, por otro lado, a
establecer el momento en que, precisamente esa evidencia empírica falsa dichas
hipótesis, indicándonos cuando rechazarlas (racionalismo crítico o falsacionismo). Pero
posteriormente toma fuerza otra tendencia que parte de la idea de que para comprender
la ciencia es necesario considerar no sólo los problemas que aborda sino también los
procesos evolutivos que se presentan en la búsqueda de su solución: desde qué
perspectivas se asumen, qué formas de interacción tienen lugar en ella, qué compromisos
o supuestos básicos comparten quienes conforman una comunidad científica (nueva
filosofía de la ciencia o corriente historicista y sociologista)
.
Esta nueva perspectiva en la filosofía de la ciencia conduce a un viraje radical en la
manera de concebir la racionalidad científica, pues en el lugar del análisis formal sobre
sus procedimientos y sus enunciados, se pone la búsqueda empírica a través de los datos
aportados por la historia. Encontrando en esta búsqueda, que tanto la manera como se
convalidan las hipótesis, como los procedimientos acordados, son mutables en la medida
en que las tradiciones científicas se transforman.