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Oratoria Forense.

Definición conceptual.

La oratoria es la ciencia de la persuasión oral; es ciencia porque se trata de un


ejercicio ordenado de una actividad, apropiada a la naturaleza del objeto sobre el
que versa; como arte o virtud la oratoria necesita el fundamento de la ciencia que
es la que precisa la naturaleza del objeto sobre el que recae la actividad del
orador; y hablamos de persuasión porque persuadir equivale a convencer, a hacer
que el entendimiento se incline y adhiera al objeto propuesto.

Persuasión significa apoderarse del espíritu de otro, llegando así moverlo


poderosamente hacia un fin. En el lenguaje corriente su usa la palabra elocuencia,
que deriva del verbo latino eloquor que significa hablar clara y distintamente,
hablar con claridad, manifestar nuestros pensamientos por medio del lenguaje. La
elocuencia es el alma que alienta y da vida al cuerpo de la oratoria.

Oratoria forense es aquella parte de la oratoria (general) que, mediante el discurso


tiene por objeto lograr la persuasión de los jueces.

Requisitos para ser un buen orador.

Un buen orador debe estar preparado y conocer perfectamente la materia que va


a exponer. Debe hablar de campos que conoce. De esa cuenta, ha pensado
previamente posibles preguntas y argumentos en su contra; domina la materia
sobre la que diserta a la perfección. Conoce a su público, o por lo menos es capaz
de juzgarlo en poco tiempo. Sabe cuáles son los objetivos que persigue con su
exposición y cómo se va a desarrollar la misma. Ha estructurado su disertación de
manera óptima.

Un buen orador sabe expresarse y debe contar con un extenso vocabulario; solo
utiliza préstamos (extranjerismos) o expresiones técnicas, siempre que se
entiendan y que sean necesarias. Recurre a un vocabulario específico del ramo
dependiendo de los conocimientos previos del público y demuestra seguridad
estilística, empleando citas y refranes en el momento adecuado, indicando la
fuente de la cita.

Un buen orador es capaz de convencer y parecer seguro, mostrándose


comprometido con el tema, despertando de este modo interés, debiendo motivar al
público atrayéndolo hacia su causa.

El lenguaje.

El objetivo principal al hablar es lograr que se nos entienda ¿Pero cómo cumplir
con esta exigencia que parece tan simple? ¿Cómo se hace uno entender? Un
entendimiento óptimo depende básicamente de algunos principios: 1) Expresión
sencilla y acertada; 2) Estructuración del discurso clara; 3) Estilo fluido; 4)
Pronunciación correcta.

Cuando se habla en público debemos tomar en cuenta que la forma en que nos
expresamos revela las características de lo que somos y sabemos. Por lo que, se
debe hablar claro y con una pronunciación adecuada, para ser comprendido por el
auditorio.

Expresión clara y precisa.

El orador debe expresarse con sencillez, las palabras que elija deber ser precisas,
frecuentes, concretas y comprensibles para todos. Debiéndose evitar los
extranjerismos y las palabras de moda, mientras que las expresiones técnicas solo
deben emplearse cuando a los oyentes les resulten familiares.

El lenguaje oral exige oraciones cortas y sencillas, porque facilita que se preste
atención y que se entienda lo que se está diciendo; expresarse con sencillez,
significa decir algo sin explicaciones, aclaraciones o comentarios.

Al respecto, no se seguiría citando a Julio Cesar si hubiera dicho: “Tras llegar al


lugar de los hechos, y una vez analizada la situación, me fue posible lograr la
victoria”, cuando por el contrario dijo “Llegué, vi y vencí” con ésta frase Julio Cesar
expresó con sencillez lo que había sucedido en la campaña a la que hacía
referencia.

En cuanto a los refranes (aforismos) estos son ejemplos de cómo expresar algo
con pocas palabras, de manera sencilla, lo que permite que se retenga con
facilidad se transmita [… un mensaje] y que perdure en el tiempo.

El léxico tiene que ser los suficientemente rico para poder disponer en todo
momento de una expresión acertada y comprensible para todos los oyentes, sin
olvidar que una palabra tendrá más de un significado dependiendo del contexto en
el que se exprese, es decir, la entonación que se utilice, la mímica y los gestos.

El lenguaje corporal.

Se ha analizado parte de lo que se refiere a la comunicación en los aspectos


lingüísticos, por cuanto, ahora analizaremos otro aspecto no menos importante “el
lenguaje del cuerpo”.

La impresión que produce un orador no se fundamenta solamente en el lenguaje


hablado (verbal) sino que abarca otros factores como la mirada, la mímica, la
gesticulación, la posición, la actitud, la vestimenta, propios del lenguaje corporal
(no verbal).
En el proceso de comunicación junto con el lenguaje oral, el cuerpo transmite
señales por medio de la vestimenta, la actitud, la posición, la gesticulación, la
mímica o la mirada.

En la actualidad, el lenguaje del cuerpo se ha convertido en una lengua extranjera,


cuyos signos no sabemos interpretar; sin embargo, no dejamos de comunicarnos
con el cuerpo y de una forma efectiva. Esto nos hace constatar que el orador no
solo tiene oyentes sino también espectadores.

Hay motivos suficientes, entonces, para ocuparse con mayor intensidad de la


comunicación no verbal, de sus diferentes partes y de cómo podemos captar,
mejorar y ser más efectivos mediante el lenguaje no verbal (el de los gestos).

Consciente o inconscientemente, siempre estamos transmitiendo mensajes con


nuestro cuerpo; por ello debemos estar conscientes de lo que hacemos cuando
expresamos un discurso o nos comunicamos coloquialmente. En ese sentido, es
preciso concebir que los gestos que se repiten continuamente sin tener relación
con un contexto determinado constituyen “tics”, los cuales pueden resultar
molestos para el interlocutor, toda vez que distraen, por eso se debe tratar de
abandonarlos.

Cuando se debe pronunciar un discurso o de intervenir en un debate, hay que


alejar de sí todos los objetos que puedan invitar a juguetear con ellos.

Los gestos son la expresión de la personalidad y comprende el movimiento de


brazos y manos; no se debe olvidar que la gesticulación ayuda a subrayar y
explicar todo aquello para lo cual no bastan las palabras. La gesticulación equivale
a una acentuación o aclaración de lo que se dice con la palabra; los gestos deben
ser acordes con el carácter y temperamento del orador y deben ser espontáneos.

El gesto debe iniciarse inmediatamente antes del momento central del discurso y
concluir antes que la expresión o manifestación a la que acompaña, verbigracia: 1)
Señalar con el dedo hacia la puerta → y gritar “fuera de aquí”; 2) Golpear sobre la
mesa → y expresar “oye, ya me estas hartando”; 3) Mano sobre los ojos → y decir
“lo que faltaba”; 4) Hacer señales con la mano → y enunciar “ven un momento”.

Hay gestos producto de la inseguridad o incomodidad, tal el caso, llevar la mano


delante de la boca, jugar con un bolígrafo, bailar sobre la silla, cruzar los brazos.

Ante un auditorio tiene que evitarse repetir el mismo gesto (tic) porque resultan
molestos, en tal sentido se pueden mencionar a guisa de ejemplo, pasarse la
mano por el cabello, arreglarse los anteojos, tocarse la nariz, acariciarse la
barbilla.

Debe tomarse en cuenta que la gesticulación que resulta natural se sitúa entre la
cintura y los hombros; alzar las manos hacia el cielo es patético (actitud de
predicador), debiéndose evitar hacer gestos por debajo de la cintura pues se
asocian con algo negativo u obsceno. Los gestos que se hacen con una sola
mano son preferibles a los que se hacen con ambas.

Mímica es todo movimiento de los músculos faciales, especialmente con los ojos,
las cejas y todos los movimientos de la boca, además de la inclinación de la
cabeza y los cambios de color de la piel; la mímica y la mirada van asociadas, en
consecuencia lo dicho para la gesticulación es válido para la mímica.

Gran parte de los músculos responsables de estos movimientos se pueden


controlar a voluntad, pero la expresión de los ojos se produce en forma
inconsciente, siendo estos medios de expresión los que deben ser espontáneos,
no estudiados.

Cualidades del orador.

Orador es la persona que habla en público para persuadir a los oyentes o impulsar
su ánimo. Por su naturaleza y estudio alcanza los fines de la oratoria: motivar,
persuadir, convencer o enaltecer.

El orador forense, es decir, el abogado debe conocer y tener presente esas


características en sus estudios jurídicos de los diversos asuntos en los que sea
requerido en su calidad de profesional del derecho.

El orador necesita ciertas condiciones para cumplir con su cometido: Físicas,


Intelectuales y Morales.

Cualidades físicas.

Dentro de estas cualidades están: 1) La presencia: El orador con su presencia si


es noble y majestuosa conquista el respeto y simpatía del auditorio desde que
sube a la tribuna; 2) La voz: Esta debe ser sonora, agradable y sugestiva, atributos
que se deben conocer para dominar el arte de hablar en público; 3) La acción:
Que consiste en acompañar al lenguaje oral con gestos y ademanes.

Es importante tener en cuenta que la sola presencia no basta, es necesaria la


presentación y la posición. El expositor está expuesto a la observación y análisis
de los oyentes, por lo que se debe causar una buena impresión a través de la
presentación impecable, es decir, vestir en forma discreta de acuerdo con la
ubicación, si se viste con traje el saco abotonado, sin objetos voluminosos en los
bolsillos, calzado bien limpio (lustrados) y en lo relativo a la persona bien aseado,
peinado, rasurado, con la corbata en su lugar. Si se está de pie, pararse de forma
adecuada y cómoda.

A las damas se les recomienda lucir un maquillaje discreto y un peinado


adecuado.
El orador en sus discursos debe usar un lenguaje sencillo, conocer el tema, tener
consciencia del tiempo, ser sincero y entusiasta.

Cualidades intelectuales.

Como cualidades intelectuales se consideran: 1) La inteligencia: Todos tenemos


un nivel de inteligencia, los habemos con inteligencia excepcional, media o con
sentido común, razón por la cual debemos recordar que no toda la oratoria es
científica; entonces para ser buen orador se necesita de la sensibilidad que es la
que conmueve, que mueve la razón del corazón. La persona sensible tiene mucha
fuerza; el secreto de la sensibilidad está en el amor a las personas y a las cosas,
con la sensibilidad se puede lograr en el público simpatía, generosidad,
patriotismo, fe, piedad, clemencia, compasión; 2) La imaginación: Es crear, hacer
de lo trillado algo novedoso, buscando nuevas formas de decir o hacer las cosas,
con plena consciencia de que no debe divagarse; el discurso debe decir algo que
proveído por la inteligencia pero auxiliado por la imaginación, puesto que sino los
discursos carecen de vida. Es de tomar en cuenta que no existe fórmula para
desarrollar la imaginación… pero ésta se fortalece con la lectura, el trato con
personas imaginativas, la observación y la ejercitación; 3) La memoria: Es la
cualidad que permite al orador tener a su disposición las ideas necesarias para
elaborar un buen discurso; es la bodega del orador, todo cabe en la memoria,
frases, vocablos, citas, imágenes, ideas, pensamientos.

Cualidades morales.

Estas implican particular importancia para el orador y comprenden la honradez, las


buenas costumbres y el carácter.

El orador u oradora debe ser un hombre o mujer de profunda moralidad, pues el


orador con faltas y fallas morales será descubierto y repudiado por el público. En
tal sentido recordemos que “se puede engañar a una persona siempre, muchas
veces a algunas, pero siempre a todas no”. De esto el orador debe tener cuatro
virtudes: probidad, benevolencia, modestia y prudencia, para obtener el triunfo.

Además el orador forense debe tener entendimiento claro y agudo, solido


conocimiento de las leyes, educación filosófico-jurídica y amor a la justicia, para no
combatir derechos ciertos, ni sostener pretensiones injustas, ni emplear medios
fraudulentos, inmorales o nocivos a un tercero.

En consecuencia, las características del abogado (orador forense) deben ser,


hombre o mujer perfecto, probo, prudente, con sentido humano, veraz, firme,
dinámico, tenaz, culto, con capacidad de raciocinio, lógico, persuasivo,
desinteresado, idealista, diligente, ordenado y lleno de su dignidad y su decoro.

La oratoria forense una necesidad.


En todas las escuelas de derecho se enseña el Derecho en sus distintas ramas,
pero muy poco el aspecto del arte de hablar en público. En tal sentido la oratoria
forense se ha vuelto una necesidad, porque en la actualidad la oralidad en los
juicios orales se ha ido implementando con la presencia del juzgador (Juez) en las
audiencias que se señalan en los distintos procedimientos, promoviendo con
mayor fuerza el principio de inmediación, lo que le permite tener una visión real de
las circunstancias propias de cada asunto en el que participa, mejorando con ello
la aplicación de justicia.

La oralidad o la comunicación oral es necesaria porque cuando se hace uso de la


palabra en público, el orador demuestra el grado de cultura que posee y el nivel de
conocimientos que tiene en relación con el tema que aborda en el discurso, por lo
que la necesidad radica en que el orador forense debe estar consciente de que en
la forma en que comunique sus conocimientos, en esa forma podrá alcanzar los
objetivos pretendidos en la defensa de los intereses de sus patrocinados.

Debemos recordar que no solo los profesores tienen que hablar en público, lo
hacen los gerentes, los políticos, los funcionarios y empleados públicos, a los que
debemos agregar a jueces, magistrados y abogados. Entonces deben sacar de su
cabeza la idea que usted abogado, sin importar el rol que juegue en su ejercicio
profesional, no va hablar en público y que por ello no necesita aprende a hacerlo.

El abogado debe manejar con propiedad la comunicación oral, como parte de su


quehacer diario, debe saber que la oratoria es un instrumento, es una herramienta
que necesita usar en todas sus actividades profesionales.

Para que el orador forense sea comprendido por el público (el auditorio) se hace
necesario que hable claro, debiendo pronunciar las palabras correctamente, con la
finalidad de no crear confusión, haciendo uso correcto del lenguaje oral y corporal.

El necesario aprendizaje del arte de hablar en público permite que el abogado, el


orador forense demuestre su verdadera personalidad con el dominio de la palabra
oral. Hablar es fácil si se tiene algo que decir, si se es dueño de un equilibrio
mental que permita dominar los temores y el nerviosismo; no se debe olvidar que
lo único que nos detiene para aprender el extraordinario arte de la expresión oral
es el miedo. El miedo aprisiona, la fe libera; el miedo paraliza, la fe incrementa el
poder.

Los abogados aparte del talento oratorio deben tener amplio conocimiento de las
leyes del país, amplio sentido jurídico y un criterio lógico; además de prepararse
en las materias jurídicas, conociendo la ley, los tratados internacionales, la
doctrina legal y jurisprudencia y la doctrina.

El miedo escénico.

No existe orador en el mundo que no haya sentido en ningún momento el llamado


miedo escénico.
Los oradores más experimentados y con alto grado de excelencia reconocen que
sienten miedo en cada nueva ocasión, sólo que ellos ya saben cómo enfrentarlo,
como darle cause y superarlo.

Se denomina miedo escénico al miedo de hablar en público (no importa donde se


encuentre el orador, al hablar en público ese lugar se transforma en un escenario);
al parecer es uno de los mayores miedos del hombre, pues, altera el pulso y el
metabolismo en general, lo que se manifiesta a través de síntomas llamativos
como palpitaciones, sonrojo, sudores fríos, garganta seca, agarrotamientos
musculares o voz temblorosa, lo que puede llevar al orador a la peor
manifestación de este miedo que consiste en quedarse mentalmente en blanco.

El miedo escénico nos impide actuar de conformidad con nuestros deseos, lo que
provoca malos resultados que el orador teme y que se convierten en la fuente de
su angustia. Un cierto grado de nerviosismo es normal, y caso todos los oradores
lo experimentan.

El nerviosismo no es sólo una sensación negativa, es una alarma natural del


cuerpo que nos sirve para indicarnos que tomamos en serio la situación; sentir
temor y superarlo significa que somos capaces de ejercer auto control en nuestros
discursos.

¿A qué le tenemos miedo? Al fracaso, a no poder cumplir con las exigencias


propias o a las de los demás, a hacer el ridículo. Tenemos miedo a que nos
ataquen, a que nos rechacen, a no poder pronunciar ni una sola palabra, de
enfrentar personas desconocidas, de expresarnos mal, por lo que sentir cierto
nerviosismo es algo absolutamente normal que afecta a muchas personas.

El nerviosismo se puede reducir: 1) Conociendo el tema, mostrándose preparado;


2) Conociendo al público o haciéndose una idea acertada de él; 3) Con
entrenamiento, practicando; 4) Planteándose objetivos claros, si perderlo de vista;
5) Dominar principio y final; 6) Utilizando medios auxiliares adecuados; 7)
Utilizando ropa adecuada, en consonancia con el evento y el público; 8) Y con un
inicio pausado, acercándose tranquilo y concentrado al lugar desde donde dirigirá
su discurso, instalándose con calma y seguridad antes de comenzar.

El discurso.

Es la exposición oral (o de forma escrita) sobre un asunto determinado,


pronunciada ante un público a fin de convencerlo o conmoverlo, en especial en un
acto solemne o político con el propósito de evidenciar una serie de ideas o
argumentos que tienen como finalidad expresar el pensamiento o ideas del orador,
dar a conocer información sobre un tema específico o hacer razonamientos en
torno a éste.
Todo discurso requiere un diseño, un plan y una fórmula. Es un todo lógico que
surge de una idea previa, lográndose con ello un discurso unitario, por medio de
pensamientos coherentes. Los discursos deben ser cortos, organizados y
saturados de verdad.

Habida cuenta, los fines del discurso están perfectamente definidos: 1) Influyen en
los oyentes; 2) Comunica ideas (convencimiento); 3) Domina voluntades
(persuasión); 4) Y sirven para dirigirlos en el sentido que nos proponemos.

División del discurso.

Con la finalidad de hacer un discurso bien estructurado, lo podemos dividir en: 1)


Exordio; 2) Proposición; 3) Confirmación; 4) Epilogo.

El exordio.

Es la primera parte o explicación del discurso, con él se prepara al auditorio


llamando su atención, fijar su interés o preparando el ánimo del oyente para, fijar
su interés con el tema, razón por la que debe ser sencillo y oportuno.

Atendiendo a que el exordio se debe construir a partir del mismo asunto por el que
se va a pronunciar el discurso, existen algunas reglas que se deben tomar en
cuenta para su construcción: 1) Oportuno: Debe armonizar con el resto del
discurso, la materia tratada y la personalidad del orador; 2) El orador debe
mostrarse digno y modesto, sin asumir actitudes arrogantes que signifiquen
menosprecio al auditorio; 3) La dimensión del exordio debe ir en proporción con la
pieza oratoria.

La proposición.

Es la parte en la que el orador expone el asunto que piensa desarrollar; la


proposición puede ser simple si se trata de un solo punto; compuesta; y será
ilustrada (si se refiere a hechos y se dan ejemplos).

Las reglas de la proposición son: 1) Debe presentarse con precisión, claridad y


unidad; 2) Si es compuesta se han de separar sus varios puntos; 3) Cuando es
ilustrada, los ejemplos deben ser adecuados, y las reflexiones breves y discretas.

La confirmación.

Es la parte principal del discurso, se trata de probar lo manifestado en la


proposición, el orador ha de valerse de razones a las que se les denomina
argumentos los cuales pueden ser: 1) Positivos: Si se fundan en usos y
costumbres generales aceptadas en el Derecho Natural, en sucesos cuya
brevedad y exactitud son innegables; 2) Legales: Si se basan en la ley; 3) Lógicos:
Si se deducen o inducen de circunstancias conocidas; 4) Personales: Si estriban
en palabras o hechos de la parte contraria.
Al igual que las otras partes del discurso, la confirmación también tiene sus reglas,
a saber: 1) Por ser la parte principal, se debe tener cuidado en su contenido y en
las expresiones; 2) Los argumentos además de eficaces y sólidos deben
agruparse y disponerse de tal manera que se apoyen unos con otros y se de
fuerza; 3) Aunque los argumentos sean comunes y notorios deben presentarse
con cierta novedad, la que nace de las particulares relaciones que establecemos
entre las cosas ya conocidas; 4) El orador no debe intentar conmover sino hasta
después de haber convencido.

El epílogo.

A esta parte del discurso también se le llama peroración o recapitulación.


Constituye un sumario de lo más notable que se dice en el discurso.

Las reglas del epílogo son: 1) Abarca todos los puntos culminantes del discurso,
abreviándolos; 2) Debe ser breve, no debiendo mencionarse circunstancias poco
interesantes; 3) Se debe hacer énfasis en los efectos más favorables en pro de la
causa; 4) Debe terminar con el pensamiento principal, expresándolo de manera
que se grave profundamente en el ánimo del auditorio.

El auditorio.

El orador siempre tendrá que enfrentar a un auditorio, cuando practique el arte de


hablar en público.

Para el caso de la oratoria en general, dependiendo del motivo y del objeto


oratorio, el orador enfrentará un auditorio de muy diversa categoría, es decir, de
cualquier tipo de personas con poca, mediana o mucha y diversa formación, lo que
lo obliga a tener un acervo cultural amplio, independientemente del conocimiento
del tema motivo de la disertación.

En el caso del orador forense, su formación está encaminada en la ciencia del


derecho, de esa cuenta, su auditorio siempre será de personas vinculadas con la
ley.

La práctica de la oratoria forense exige al orador un pleno conocimiento de la


materia sobre la que diserta, toda vez, que su auditorio (los abogados de la
contraparte ─ los fiscales del Ministerio Público) estará atento con la finalidad de
desarticular la argumentación utilizada en el discurso.

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