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Si bien podemos apreciar que la Ley simplifica el proceso de filiación, que anteriormente
tardaba demasiado, y que la madre podrá ahorrar los gastos durante el proceso. Lo cierto
es que se creó esta Ley desde una sola perspectiva (la parte demandante) y no desde la
otra cara de la moneda (la parte demandada), puesto que se pone al demandado en una
total desventaja, pues no se evalúa su situación económica, ya que si este no contara
con el dinero para la prueba de ADN, que dícese gratuito, y luego de oponerse hayan
pasado los diez días de plazo el juez declarará la paternidad. Entonces podemos apreciar
que si realmente fuera gratuita la prueba de ADN no ocurriría nunca un caso en el que
quien se oponga fuera declarado padre sin haberse realizado dicha prueba.
Si lo que la Ley busca es que el padre o respecto del verdadero padre se declare la
filiación entonces acudir al mecanismo de la sanción procesal, si uno no se practica la
prueba o se opone, no contribuye al esclarecimiento de la verdad que es necesario para
la tutela del derecho a la identidad biológica del niño o de la demandante, pues podría
crearse un vínculo que es falso. Aunque judicialmente se declare la paternidad del
demandado el vínculo será falso. Los legisladores no evaluaron bien este aspecto, pues
pareciera que lo que busca la Ley es darle cualquier padre al niño(a), cuando lo correcto
sería que la filiación sea declarada judicialmente con el verdadero padre.
Para algunos juristas como Rosario Sasieta, esta modificación es un gran avance para
determinar la filiación de paternidad. Sin embargo, para otros juristas como Renzo Cavani
hubiera sido mejor no promulgarla. Lo cierto es que debió evaluarse los alcances de la
Ley antes de promulgarla. Y por último, la denominada “Ley de ADN gratuito” no es más
que populismo, ya que la prueba será pagada por el demandado o por la demandante
dependiendo del resultado (conforme al artículo 6. de la ley Nº 30628), así que no tiene
ese aspecto de gratuidad.