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Allí donde se fijan las fronteras de lo “normal”, lo “esperable para definir a un sujeto, en
cuanto a sus ritmos de aprendizaje, capacidades intelectuales, lingüísticas y vinculares, no
sólo se está dejando por fuera de esas fronteras a innumerable cantidad de sujetos con sus
diferencias, sino que se están produciendo subjetividades homogeneizadas. (p. 75)
Una fuerte tensión: por un lado, la necesidad de reconocer y respetar las diferencias
individuales, culturales, sociales con sus modalidades de relación y códigos particulares y,
por otro, el necesario ordenamiento institucional a través de normas que regulen la
convivencia y el ejercicio de la función específica de la escuela. (p. 75)
Depositar las causas de la violencia exclusivamente en los sujetos, perdiendo de vista las
situaciones complejas en las que esta violencia se produce. Es decir, se sostiene generalente
una visión individual y unidimensional del problema según la cual se les adjudica toda la
responsabilidad de la situación violenta a los sujetos, alumnas y alumnos, por una
problemática psicológica, familiar o social que los afecta y que los conduce a actuar en
forma inadaptada para la institución escolar. De la misma manera, desde esta visión, pocas
veces se registran los signos o indicios previos a la situación violenta que explican su
emergencia. Una lectura de estos signos permitiría, si no prevenir, al menos, atenuar sus
efectos perjudiciales, tanto para el sujeto como para la institución. (p. 77)
URBANO YUNI
En definitiva, como sostiene Erikson (1960) “el adolescente necesita darle a su proceso de
cambios una continuidad dentro de la personalidad, por lo que establece la búsqueda de un
nuevo sentimiento de continuidad y mismidad”.
Se desprende de lo dicho que la identidad es un sistema abierto, permeable al cambio, que
se conforma en un proceso dinámico en el que interactúan aspectos individuales -
estructurantes y estructurales- y aspectos provenientes de la sociedad, la cual se encuentra
representada por la familia, los grupos e instituciones. La identidad permite al sujeto
individual crearse un sentimiento interno de mismidad y continuidad, la que es reconocida
tanto por el propio sujeto, como por su entorno; y que se traduce en el “saber quién soy”. (p.
89)
DE LA RED AL AULA:
Bien sentencia Levy (“De la red al aula”, en Rascovan, Levy, y Korinfeld, 2014): “La
relación docente-alumno requiere de un contrato donde desplegarse. Como toda relación
social, necesita un marco regulatorio donde basarse.”
“Confiar” significa creer de antemano en las acciones y condiciones del otro. Es una acción
a futuro, una apuesta a lo que el otro hará.
La relación asimétrica hace que el joven tenga confianza en el adulto.
Uno de los elementos de esa confianza es suponer que el alumno va a ser tratado como igual
entre pares. El otro movimiento de la confianza es la que parte del maestro, quien confía en
las posibilidades de sus alumnos.