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A una mona
De Santo Domingo trajo muy taimada
dos loros una señora. dijo un día
La isla en parte es francesa, cierta urraca:
y en otra parte española. «Si vinieras
Así, cada animalito a mi estancia,
hablaba distinto idioma. ¡cuántas cosas
Pusiéronlos al balcón, te enseñara!
y aquello era Babilonia. Tú bien sabes
De francés y castellano con qué maña
hicieron tal pepitoria, robo y guardo
que al cabo ya no sabían mil alhajas.
hablar ni una lengua ni otra. Ven, si quieres,
El francés, del español y veráslas
tomó voces, aunque pocas; escondidas
el español al francés, tras de un arca».
casi se las toma todas. La otra dijo:
Manda el ama separarlos, «Vaya en gracia»;
y el francés luego reforma y al paraje
las palabras que aprendió la acompaña.
de lengua que no es de moda. Fue sacando
El español, al contrario, doña Urraca
no olvida la jerigonza, una liga
y aun discurre que con ella colorada,
ilustra su lengua propia. un tontillo
Llegó a pedir en francés de casaca,
los garbanzos de la olla; una hebilla,
y desde el balcón de enfrente dos medallas,
una erudita cotorra la contera
la carcajada soltó, de una espada,
haciendo del loro mofa. medio peine
Él respondió solamente, y una vaina
como por tacha afrentosa: de tijeras,
«Vos no sois que una PURISTA». una gasa,
Y ella dijo: «A mucha honra». un mal cabo
¡Vaya, que los loros son de navaja,
lo mismo que las personas! tres clavijas
de guitarra
y otras muchas
zarandajas.
«¿Qué tal? -dijo-.
Vaya, hermana,
¿no me envidia?
¿No se pasma?
A fe que otra
de mi casta
en riqueza
no me iguala».
Nuestra mona
la miraba
con un gesto
de bellaca,
y al fin dijo:
«¡Patarata!
Has juntado
lindas maulas.
Aquí tienes
quien te gana,
porque es útil
lo que guarda.
Si no, mira
mis quijadas.
Bajo de ellas,
camarada,
hay dos buches
o papadas
que se encogen
y se ensanchan.
Como aquello
que me basta,
y el sobrante
guardo en ambas
para cuando
me haga falta.
Tú amontonas,
mentecata,
trapos viejos
y morralla;
mas yo, nueces,
avellanas,
dulces, carne
y otras cuantas
provisiones
necesarias».
Y esta mona
redomada
¿habló sólo
con la urraca?
Me parece
que más habla
con algunos
que hacen gala
de confusas
misceláneas
y farrago
sin sustancia.
Así frecuentemente
El hombre se deslumbra con lo
hermoso;
Elige lo aparente,
Abrazando tal vez lo más dañoso;
Pero escarmiente ahora en tal
cabeza.
El útil bien es la mejor belleza.