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Historia de la

Rusia Soviética

La Revolución
Bolchevique ( 1917-192 3)
1. La conquista
• • I
y orgamzac1on
del poder
E. H. Carr

Historia de la
Rusia Soviétka

La Revolución
Bolchevique (1917-1923)
1. La conquista
. .'
y organ1zac1on
del poder

Traducido por
Soledad Ortega

Alianza
Editorial
Título original:
A History o{ Soviet Russia.
Tbe Bolsbevik Revolution I 9 r 7 - r 92 J ( r)

@ MacMillan & Co., 1950


C, Ed. caat.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1972
Calle Milán, n. 0 38; T 200 0045
Dep6sito legal: M. 5.895-1972
Cubierta: Daniel Gil
Impreso por Ediciones Castilla, S. A., Maestro Alonso, 21, Madrid
Printed in Spain
INDICE

PREFACIO 9

PRIMERA PARTE: EL HOMBRE Y J::L INSTRUMENTO ..... .. .. . . . .. .. . .. . . .. ..... .. .. . 15

l. Los fundamentos del bolchevismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17


2. Bolcheviques y mencheviques . . . ... . . ... .. . . . . .. . .. ... . . . . . . . . . . ... . . . .. . .. . . 41
3. De 1905 a 1917 .......................... ...... .................................. 61
4. De Febrero a Octubre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86

SEGUNDA PARTE: LA ESTRUCTURA CONSTITUCIONAL ..... .................. ..... .. 119

5. Las dos revoluciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121


6. La Constitución de la RSFSR .......... ............. ......................... 141
7. Hacia 1a consolidación de la dictadura . . .. . . . ... ................ .......... 168
8. El ascendiente del partido . . . . . .. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . 201
9. Partido y estado . . . . . . . . .. . .. .. .. ... .. .. . .... .. ... ...... ....... .. ... ... .... ... .... 231
Nota A. La teoría de Len in sobre el estado . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . 250

TERCERA PARTE: DISPERSIÓN Y REUNIÓN 269

10. Política, doctrina, organización . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . .. .. . . . . . .. .. 271


l. Las líneas de la política . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . 271
2. La evolución de la doctrina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . 278
3. Organización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . 293
7
8 Indice
11. La autodeterminación en la práctica ........... ..................... ....... 304
l. Las comarcas periféricas occidentales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 304
2. Las comarcas periféricas orientales .. ..... ...... ......... .... .... .. .... 332
3. Asia Central . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. . . 348
4. Las repúblicas trascaucásicas .. . .. . .. .. .. .. .. . . . .. . . . . . .. . . . . . .. . . .. .. . . . . 357
5. Siberia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . .. . . 368
12. El balance de la autodeterminación .. .. .. .. .. . . . .. .. .. .. . . . . . .. .. .. .. .. . . . 383
lJ. De la alianza a la federación . . . . . .. . . . . . .. .. .. . . .. .. .. . . .. . . . . . . . . .. .. . .. .. . 399
14. La Constitución de la URSS .. .. .. ....... ............. ...... .. .... .... .. .. . . 419
Nota B. La doctrina bolchevique de la autodeterminación ........ .... 430
l. El trasfondo del siglo x1x .................... ... ..... . ..... .... .. .. .. .. .. 430
2. La doctrina bolchevique antes de 1917 .............................. 439
LISTA DE ABREVIATURAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. . . . .. . .. . .. . . . . . .. . . . . .. . . . . . .. . . . . 453
INDICE ALFABÉTICO • •• . . . . . . . . . . .. .. . .. . . . . .... .. . ... . .. . . . . ... . . . . . .. .. . ... . . . . .. . . .. . . . . . 455
PREFACIO

La temeridad que implica el intento de escribir una historia de


Rusia desde la Revolución de octubre de 1917 es evidente para cual-
quiera; espero que quienes disculpen ese intento muestren también
alguna indulgencia hacia los defectos de su realización. Tal vez se
piense que una historia de la Rusia Soviética escrita por un inglés
sin currículum marxista o ruso constituye una empresa demasiado
aventurada; sin embargo, la amplitud y aparatosidad de la laguna
que ha de ser cubierta ofrece ciertas compensaciones. Los libros es-
critos en Gran Bretaña y Estados Unidos sobre Europa occidental
y central han errado muchas veces su objetivo por partir inconscien-
temente del supuesto de que la política e instituciones francesas,
italianas o alemanas, por ejemplo, pueden ser entendidas mediante
analogías con sus equivalentes británicos o estadounidenses. Ningu-
na persona razonable sentirá, en cambio, tentaciones de medir la
Rusia de Lenin, Trotsk.i y Stalin con patrones tomados de la Ingla-
terra de MacDonald, Baldwin y Churchill o de la América de Wil-
son, Hoover y Franklin Roosevelt. En cada etapa de su trabajo, el
historiador de la Rusia Soviética será más consciente de lo ordina-
rio del exigente carácter de la doble tarea que todo historiador serio
debe asumir: combinar la comprensión imaginativa de las concep-
ciones y propósitos de sus dramatis personae con la equilibrada apre-
ciación del significado universal de la acción.
9
10 La conquista y organización del poder

Mi propósito ha sido escribir la historia, no de los acontecimien-


tos de la revolución (ya relatados por muchos autores), sino del or-
den político, social y económico que nació de ella. Movido por este
objetivo, proyecté un largo capítulo introductorio destinado a ana-
lizar la estructura de la sociedad soviética tal y como quedó conso-
lidada tras la retirada final de Lenin del escenario, en la primavera
de 1923, momento que coincide aproximadamente con la fundación
de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Pero este armazón,
una vez sometido a prueba, resultó inadecuado -hasta extremos
casi ridículos- ante la magnitud de las realizaciones de Lenin y de
su influencia sobre el futuro. El capítulo fue rápidamente vuelto a
planear como un volumen; y a medida que lo fui escribiendo, se
convirtió en una obra en tres volúmenes (el primero de los cuales
incluye las tres partes iniciales), titulada La Revolución bolchevi-
que, 1917-1923 1•
Aun siendo una obra unitaria, La Revolución bolchevique 1917-
1923 conserva algunos de los rasgos de su carácter de etapa intro-
ductoria a una empresa más vasta. No se propone registrar de for-
ma exhaustiva los sucesos de ese período, sino analizar los aconte-
cimientos que modelaron las grandes líneas de la historia poste-
rior. Así, por ejemplo, el lector no hallará un relato cronológica-
mente ordenado de la guerra civil, pese a que su desarrollo y con-
secuencias son examinados en muchos lugares de este volumen
-especialmente en la primera parte- y, con mayor abundancia
aún, en el volumen tercero. Por otro lado, no he vacilado en con-
sagrar los capítulos iniciales al examen de acontecimientos y contro-
versias anteriores a 1917, los cuales, aun pareciendo poco impor-
tantes por sus consecuencias inmediatas, desempeñaron un papel
vital en la historia posterior de la Revolución. Las obras de John
Reed, Ten Days that Shook thc World (1919), y de Philips Price,
My Reminiscences of the Russian Revolution (1921), contienen una
viva descripción de la Revolución; y quienes se interesen por un
relato completo, escrito en inglés, del período de la guerra civil
pueden consultar la History of the Russian Revolution, 1917-1923
(2 vols., 1935), de W. H. Chamberlin.
La tarea de escribir historia contemporánea presenta sus peli-

' La primera edición del segundo volumen, que incluye la parte IV ( «El
orden económico»), fue publicada en 1952; y la del tercer volumen, que con-
tit'nc 111 parte V («La Rusia soviética y el mundo»), en 1953. El segundo tomo
.Ir 1·~111 historia, The Interregnum, 1923-1924, fue editado en 1954; y los
ttrN vnhímcncs de que se compone el tercer tomo, Socialism in One Country,
/'J.'-/ l'J2fí, en 1958, 1959 y 1964.
Prefacio 11

gros, pero a mi juicio éstos no son mayores que los que acechan
a los historiadores del pasado más remoto, en cuyo caso el transcur-
so dd tiempo ha reducido los documentos y testimonios disponibles
a proporciones más manejables, pero a costa de un proceso de selec-
ción y desgaste que no garantiza en modo alguno la supervivencia
de los más aptos. Por lo general se cree que los historiadores que
se ocupan de la Rusia Soviética han de enfrentarse con enormes
dificultades derivadas de la escasez o falta de solvencia de las fuen-
tes utilizables. Independientemente de lo justificada que pueda ser
esa opinión en lo que se refiere al período posterior a 1928, pode-
mos afirmar que carece de toda base en lo que respecta al período
que nos proponemos estudiar; en efecto, disponemos de abundantes
materiales, caracterizados además por una infrecuente franqueza en
la exposición de los hechos y la expresión de opiniones. Dado que
las autoridades soviéticas siguen la errónea política de no facilitar
a los estudiosos no comunistas los viajes a la URSS y el trabajo en
sus bibliotecas, me he visto obligado a utilizar en lo fundamental
bibliotecas de otros países. De entre ellas, las más ricas en el tema
soviético son las estadounidenses; así, debo profunda gratitud al
J ns ti tute for Advanced Study de Princeton y a las universidades de
Columbia y Stanford, que hicieron posible que visitara Estados Uni-
dos en 1948 y viajara dilatadamente por el país. Las bibliotecas de
las universidades de Columbia, Harvard y Stanford, la Biblioteca
Pública de Nueva York y la Biblioteca del Congreso disponen de
una rica documentación acerca de la Unión Soviética; agradezco a
los bibliotecarios y personal de estas instituciones la ayuda y con-
sejo que me prestaron para la búsqueda de materiales.
Sin embargo, la mayor parte de mi trabajo fue realizado en In-
glaterra; aunque aún queda mucho por hacer para que los investi-
gadores que trabajan sobre temas soviéticos encuentren las debidas
facilidades en nuestras principales universidades, personalmente he
tenido la suerte de disponer de la generosa ayuda de amigos de muy
diversas opiniones, las cuales me han ayudado en muchas ocasiones
a clarificar mis propias ideas. Isaac Deutscher leyó todo el manus-
crito; he sacado provecho de su maduro conocimiento y utilizado
sus consejos acerca de incontables cuestiones de hecho y de inter-
pretación; A. Rothstein, profesor de la School of Slavonic and East
European Studies de la Universidad de Londres, leyó varios capítu-
los del libro y formuló valiosos comentarios y críticas; R. Schlesin-
ger, del Department for the Study of the Social and Economic lns-
titutions of the USSR, de la Universidad de Glasgow, me prestó
12 La conquista y organización del poder

iguales servicios en lo que se refiere al capítulo y a la nota dedica-


dos a la doctrina bolchevique de la autodeterminación, y lo mismo
hizo Mr. Rachmilevich respecto a los dos capítulos iniciales, consa-
grados al primer período de la historia del partido bolchevique;
Mrs. Jane Degras leyó el volumen en pruebas de imprenta y sugirió
múltiples correcciones que afectaban tanto a la sustancia como a la
forma; el Dr. Ilya Neustadt, que trabajó como ayudante en la biblio-
teca de la London School of Economics y es ahora profesor en el
University College de Leicester, fue para mí un inapreciable guía a
la hora de enfrentarme con las vastas existencias de la biblioteca,
proporcionándome también una utilísima ayuda en determinados
puntos de mi investigación; por último, J. C. W. Horne, del Mu-
seo Británico, L. Loewenson, bibliotecario de la School of Slavonic.:
Studies, y el personal de la biblioteca del Royal Institute of Inter-
national Affairs me suministraron una amable e inagotable ayuda en
mi interminable búsqueda de libros. Me doy perfecta cuenta que
he contraído con todas estas personas una deuda de gratitud que
no queda suficientemente reconocida en este prefacio. Quizá en esta
ocasión no resulte tan imprescindible como en otras añadir el acos-
tumbrado caveat de que ninguno de los que me ayudaron o aconse-
jaron son responsables de mis equivocaciones o de mis errores. No
es probable que ninguno de ellos esté totalmente de acuerdo con todo
lo que se dice en este libro; no por ello mi gratitud hacia ellos es
menos sincera y profunda. Me gustaría, asimismo, aprovechar esta
oportunidad para dar las gracias a mis editores por haberme ayuda-
do a aventurarme en esta empresa a largo plazo.
Sólo me queda por comentar algunos detalles técnicos. El calen-
dario y el sistema de transcripción son dos quebraderos de cabeza
permanentes para los investigadores que se ocupan de temas rusos.
He fechado los acontecimientos ocurridos en Rusia antes del 23 de
octubre-7 de noviembre de 1917 según el calendario juliano, que
era el que se aplicaba antaño en este país; pero los acontecimientos
producidos fuera de Rusia los he fechado según el calendario occi-
dental. Allí donde me ha parecido que podían surgir confusiones he
hecho constar claramente el calendario que estaba utilizando. Los
acontecimientos sucedidos en Rusia entre el 25 de octubre-7 de no-
viembre de 1917 y el 1-14 de febrero de 1918 (momento en el que
Rusia aceptó el calendario occidental) llevan siempre doble fecha.
Los acontecimientos posteriores al 1-14 de febrero de 1918 los he
fechado según el calendario occidental. Ningún sistema de transcrip-
ción es satisfactorio (excepto para el filólogo que lo haya inventa-
Prefacio 13

do); el sistema que he seguido con cierta aproximación es el de la


Biblioteca del Congreso, despojado de algunos de sus refinamientos 2 •
El tercer volumen de La Revolución bolchevique, 1917-192 3
incluye una bibliografía de las principales fuentes utilizadas, parcial-
mente adelantada en las notas a pie de página de este primer volu-
men. No existe una edición completa de las obras de Marx y Engels
en las lenguas en que fueron escritas. En el momento de terminar
tste libro sólo se han publicado siete volúmenes de la primera parte
(escritos juveniles) y cuatro de la tercera (correspondencia entre
Marx y Engels) de la proyectada Historisch-Kritische Gesamtaus-
gabe, editada bajo los auspicios del Instituto Marx-Engels-Lenin;
he utilizado esta fuente siempre que me ha sido posible. En otras
ocasiones he recurrido a la traducción rusa, virtualmente completa,
editada también por el Instituto Marx-Engels-Lenin. En cuanto a
las obras de Lenin, he utilizado la segunda edición (la tercera es una
simple reimpresión de ésta), con preferencia a la cuarta, aun incom-
pleta, que omite casi por entero las notas de la anterior. En el mo-
mento de enviar a la imprenta este volumen habían aparecido los
primeros doce volúmenes de las obras de Stalin, de los dieciséis
proyectados. La edición de obras completas de Trotski, en curso de
publicación en Moscú entre 1925 y 1927, nunca llegó a terminarse;
he utilizado esa edición al citar los escritos incluidos en los volúme-
nes que llegaron a aparecer. Como regla general, he citado los dis-
cursos de Lenin y Stalin en los congresos del partido o de los So-
viets, etc., según la edición de obras completas, no por las actas
oficiales de los congresos, etc., de acceso más difícil para el inves-
tigador; quiero hacer constar, sin embargo, que los cotejos que he
podido realizar entre unas y otras han resultado siempre satisfacto-
rios. Los discursos de otros oradores son citados según las actas ofi-
ciales. A causa del carácter incompleto (y a veces ilegible) de los
archivos de la prensa soviética en este país, me he visto obligado en
ocasiones a citar de fuentes secundarias sin verificación posterior~.
Excepto en el caso de las obras completas de Marx y Engels, Lenin,
Trotski y Stalin hago constar siempre la fecha de publicación de las
fuentes citadas. Sólo indico el lugar de publicación en los casos en
que pudieran surgir dudas; las obras en inglés han sido editadas en
Inglaterra, a menos de que se indique lo contrario o de que la pro-
2 Para la versión castellana de los nombres propios se ha utilizado un
sistema de transcripción flexible basado en las equivalencias fonéticas. Realizó
esa tarea Amaya Lacasa. (N. del E.)
• Los textos de Lenin y demás dirigentes soviéticos han sido traducidos
del inglés.
14 La conquista y organización del poder

pia naturaleza de la obra (por ejemplo, la publicación oficial Foreign


Relations of the United States) hagan superflua la aclaración. La
costumbre de utilizar abreviaturas para referirse a las instituciones
soviéticas (por ejemplo, VTslK, Comintern) es demasiado cómoda
para descartarla. Sin embargo, la primera vez que menciono una insti-
tución la cito por su nombre completo e incluyo una lista de abre-
viaturas al final de este volumen.

E. H. Carr
20 de abril de 1950
Primera parte
EL HOMBRE Y EL
INSTRUMENTO
Capítulo 1

LOS FUNDAMENTOS DEL


BOLCHEVISMO

Lo que más tarde se convertiría en «Partido Comunista (bolche-


vique) ruso», y todavía después en «Partido Comunista (bolchevique)
de la Unión» remonta sus orígenes a un pequeñísimo congreso de
nueve hombres que, reunidos en Minsk en marzo de 1898, funda-
ron un «Partido Obrero Socialdemócrata Ruso» 1• Los nueve delega-
dos representaban organizaciones locales de Petersburgo, Moscú,
Kíev y Ekaterinoslav, así como a la «Unión General de Trabajado-
res Judíos de Rusia y Polonia», conocida ordinariamente por el
nombre de «Bund». El congreso duró tres días: del 1 al 3 de marzo
de 1898. Designó un comité central y decidió la publicación de un
órgano del partido. Pero antes de que estos acuerdos pudieran po-
nerse en práctica, la policía detuvo a los principales participantes.
Así pues, de este esfuerzo inicial apenas quedó otra cosa que un
nombre, compartido por una serie de comités y organizaciones loca-
les que carecían de un órgano central de unión y que no mantenían
contactos entre sí. Ni uno solo de los nueve delegados del congreso
de Minsk desempeñó un papel dirigente en la posterior historia del
partido. El autor del «Manifiesto del Partido Obrero Socialdemó-
crata Ruso» publicado tras la clausura del congreso era un intelectual

1 No Russkaya sino Rossiiskaya, para designar así no a la Rusia étnica


sino al territorio del Imperio ruso.
17
Carr, t. 1, 2
18 Capítulo 1

marxista, Peter Struve; este documento es el más importante lega-


do a la posteridad de la reunión.
El manifiesto, tras referirse al «vivificante huracán de la revo-
lución de 1848» que había soplado sobre Europa cincuenta años
antes, declaraba que la clase obrera rusa se hallaba «totalmente pri-
vada de lo que sus camaradas de otros países disfrutaban libre y
pacíficamente: participación en la administración del estado, liber-
tad de palabra y de prensa, libertad de asociación y de reunión».
Tales instrumentos eran necesarios a la clase obrera en su lucha «por
su liberación final, contra la propiedad privada, por el socialismo».
En Occidente la burguesía había conquistado esas libertades. En
Rusia, sin embargo, la situación era diferente:
Cuanto más hacia el Este se avanza en Europa, más débil, ruin y cobarde es
políticamente la burguesía y mayores las tareas culturales y políticas que debe
asumir el proletariado. La clase obrera rusa deberá llevar sobre sus vigorosas
espaldas la carga de conquistar la libertad política. Es éste un paso esencial,
aunque sólo el primero, para la realización de la gran misión histórica del pro-
letariado, para la fundación de un orden social en el que no habrli lugar para
la explotación del hombre por el hombre 2 •

Así pues, el documento aceptaba, de forma inequívoca, las dos


etapas de la revolución -la democrático-burguesa y la socialista-
proletaria- indicadas, justo cincuenta años antes, por el Manifiesto
Comunista. El gran mérito de la proclama era señalar por vez pri-
mera el dilema fundamental de la Revolución rusa: la incapacidad
de la burguesía rusa para hacer su propia revolución y el consiguien-
te traspaso del papel dirigente de la revolución democrático-burgue-
sa al proletariado ruso. La principal crítica que se dirigió posterior-
mente a este manifiesto fue el no haber hecho mención de la dicta-
dura del proletariado ni haber indicado tampoco los medios a través
de los cuales el proletariado podría llegar a realizar su misión. El
documento fue un ejercicio académico más que un programa de
acción.
El congreso de Minsk fue el primer ensayo colectivo de crear un
partido marxista ruso en suelo ruso. Durante los treinta años ante-
riores el principal papel revolucionario en Rusia había correspondi-
do a los nar6dniks, nombre que compartieron sucesivos grupos de
revolucionarios que tenían en común la creencia en la teoría de la
revolución campesina y en la práctica del terrorismo contra los miem-
bros de la autocracia. A finales de hi década de los 70 un joven
• VKP(B) v Re1.ol11tsiy11i (1941 ), i, 3-5.
Los fundamentos del bolchevismo 19

revolucionario llamado Plejánov rompió con los naródniks por la


cuestión del terrorismo individual, cuya utilidad negaba, huyó al
extranjero, se convirtió al marxismo y fundo en 1883, en Suiza, un
grupo marxista ruso que recibió el nombre de «Emancipación del
Trabajo». Durante los quince años siguientes Plejánov y sus com-
pañeros --de los cuales Axelrod y Vera Zasúlich eran los más acti-
vos- libraron una infatigable batalla ideológica contra los naród-
niks, aplicando a Rusia la tesis marxista de que la revolución sólo
podía llegar a realizarse mediante una etapa previa de desarrollo
capitalista y por obra del proletariado industrial. La rápida expan-
sión del sistema industrial y fabril en Rusia durante estos años y
las primeras huelgas industriales añadieron solidez a un programa
que originariamente hubiera podido parecer poco realista. Durante
la década de los 90 surgieron en la propia Rusia los primeros y em-
brionarios grupos marxistas; en 1895, se fundaba en San Petersbur-
go una «Liga para la lucha por la emancipación de la clase obrera».
Entre los miembros de esta Liga figuraba un joven y entusiasta dis-
cípulo de Plejánov: Vladímir Ilich Uliánov.
Vladímir Uliánov, hijo de un funcionario subalterno, había na-
cido en 1870 en Simbirsk (rebautizada muchos años después con el
nombre de Uliánovsk). La generación más joven de la familia pron-
to quedó imbuida por la tradición revolucionaria. Cuando Vladímir
tenía 17 años, su hermano mayor, Alejandro, fue ejecutado por ha-
ber participado en una conjura para asesinar a Alejandro 111. Vla-
dímir Uliánov estudia en la Universidad de Kazán; allí se convierte
al marxismo, siendo finalmente expulsado del centro por actividades
revolucionarias. A comienzos de la década del 90 se traslada a Pe-
tersburgo para ejercer como abogado y completar su formación mar-
xista. Sus primeros escritos son una continuación de la polémica
emprendida por Plejánov contra los naródniks; en el invierno de
1894-95 expone la nueva obra de Plejánov, Contribución al proble-
ma del desarrollo de la concepción monista de la historia a un ad-
mirativo círculo de jóvenes marxistas 3 •
En el verano de 1895 el joven Uliánov viajó a Suiza para visi-
tar a su maestro; al retornar a Petersburgo ingresa en la «Liga para
la lucha por la emancipación de la clase obrera». Mas la Liga no se
interesaba sólo por la teoría. Uliánov, al igual que sus compañeros,
• Plejánov dio a la obra ese grave título para no despertar sospechas sobre
su contenido; el libro fue publicado legalmente en Rusia con aprobación de
la censura. La traducción inglesa, publicada en 1947, lleva el título más apro-
piado de In Defence of Materialism [En defensa del materialismo]. Plejánov
firmó la obra con el pseudónimo de Beltov.
20 Capítulo 1

se lanzó a la distribución de propaganda revolucionaria entre los


obreros fabriles, a consecuencia de lo cual fue detenido a finales de
1895, encarcelado durante algunos meses y finalmente enviado a
Siberia como desterrado. Sin embargo, gracias a la laxitud de la vi-
gilancia policíaca, Uliánov pudo continuar escribiendo. Durante su
destierro en Siberia estuvo dándole vueltas a la idea de crear una
organización de partido que girara en torno a un órgano que sería
publicado en el extranjero e introducido después clandestinamente
en Rusia. Discutió estos planes con Nadiezhda Krúpskaya -que se
había reunido con él en Siberia, convirtiéndose después en su espo-
sa-, con otro socialdemócrata, Krzhishanovski, desterrado en su
misma aldea, y con otros dos compañeros, Pótresov y Mártov, con-
finados en otro lugar de Siberia 4 • Terminado su destierro siberiano
a comienzos de 1900, Uliánov, Pótresov y Mártov se trasladan a
Ginebra, tras conseguir algunos fondos, para solicitar la colabora-
ción de Plejánov. Pronto llegaron a un acuerdo. Se decidió publicar
un semanario de tono popular, que se llamaría Iskra («La Chispa»),
y una revista teórica de denso contenido, bautizada con el nombre
de Zariá («La Aurora»). El comité de redacción de ambas publica-
ciones estaría formado por seis miembros: Plejánov, Axelrod y Za-
súlich, como militantes de la «Emancipación del Trabajo», y Uliá-
nov, Pótresov y Mártov.
El primer número de Iskra apareció en Stuttgart 5 el 1 de di-
ciembre de 1900; el de Zariá el 1 de abril de 1901. El prestigio y
autoridad de Plejánov como decano de los marxistas rusos le con-
vertía, a sus propios ojos y a los de sus compañeros, en el numen
tutelar de la empresa. El anuncio de Iskra, basado al parecer en un
proyecto redactado previamente por Uliánov en Rusia 6, mencionaba
tan sólo como futuros colaboradores del semanario a los tres miem-
bros del grupo «Emancipación del Trabajo»; asimismo, en la página
del título de Zariá sólo aparecían los nombres de Plejánov, Axelrod
y Zasúlich. Los tres redactores más jóvenes eran todavía descono-
cidos; tenían que ganarse sus galones. Uliánov, el más prolífico de
entre ellos, había firmado sus primeros trabajos con los nombres de
«Ilin» y «Tulin»; después de abandonar Rusia, ocultó su apellido
• N. K. Krúpskaya, Recuerdos de Lenin (trad. inglesa, Memories of Lenin,
1930, I, p. 39).
' Los números siguientes fueron publicados en Munich hasta diciembre
de 1903, momento en que la revista fue trasladada a Ginebra.
• Lenin, Sochineniya, iv, 37-41; VKP(B) v Rezolutsiyaj (1941), i, 7-10.
Mértov confirma la existencia de ese proyecto (Lenin, Sochineniya, iv, .5.54);
no hay datos que permitan determinar qué partes del bosquejo de Lenin pasaron
n i111c~rar la versión definitiva.
Los fundamentos del bolchevismo 21
tras los pseudónimos de «Petrov» y «Freí». La primera vez que uti-
lizó la nueva firma de «Lenin» fue para rubricar un artículo publi-
cado en Zariá, en diciembre de 1901. La ocasión tuvo una importan-
cia simbólica. Era hacia esa época cuando Lenin empezaba a desta-
carse por su energía y claridad de ideas entre sus colegas. Solamente
él sabía exactamente lo que quería: fijar un cuerpo aceptado de
doctrina revolucionaria y crear un partido revolucionario organizado.
El primero de esos objetivos requería, además de las columnas de
I skra, la promulgación de un programa de partido; el segundo, la
convocatoria de un congreso del partido para proseguir la labor ini-
ciada y abandonada después en 1898. Iskra se proponía dar, seña-
laba el documento que anunciaba su aparición, «una fisonomía y
organización definidas» al desperdigado movimiento socialdemócra-
ta ruso.

Antes de unificarse, y para unificarse, hay que empezar por deslindar los
campos de forma resucita y definida. De otra forma nuestra unificación sería
sólo una ficción que enmascararía la actual confusión e impediría su radical
eliminación. Debe entenderse, por lo tanto, que no nos proponemos convertir
a nuestro órgano en una simple recopilación abigarrada de diferentes opinio-
nes. Por el contrario, lo dirigiremos en el espíritu de una política estricta-
mente definida'.

A mediados de 1902 Iskra podía ya ofrecer a sus lectores un


proyecto de programa del partido, cuidadosa combinación de las
concepciones del más moderado y prudente Plejánov y de las teorías
del más audaz e inflexible Lenin. Hacia esas mismas fechas publi-
caba Lenin su primera gran obra original sobre doctrina y organi-
zación revolucionarias: ¿Qué hacer? A comienzos de 1903 los pre-
parativos estaban ya lo suficientemente avanzados como para que
pudiera ser convocado un congreso del partido; la reunión se cele-
bró en Bruselas en julio de ese mismo año.
«El bolchevismo existe como corriente de pensamiento político
y como partido político --escribiría Lenin casi veinte años más tar-
de- desde 1903» 8 • Su carácter quedó determinado por las contro-
versias del período en que fue concebido y surgió a la luz; controver-
sias en las que la superior inteligencia, perseverante confianza y
temperamento político de Lenin le permitieron asumir el papel más

' VKP(B) v Rezolutsiya¡ (1941), i, 9; Lenin, Sochineniya, iv, 39-40.


• ]bid., XXV, 174.
22 Capítulo 1

destacado. Antes del congreso, Lenin libró y ganó tres batallas en el


terreno ideológico. Frente a los naródniks, el Partido Obrero Social-
demócrata Ruso consideraba que la fuerza motriz de la futura revo-
lución sería el proletariado y no el campesinado; frente a los «mar-
xistas legales», predicaba la acción revolucionaria y socialista; frente
a los llamados «economistas» sostenía, en nombre del proletariado,
reivindicaciones tanto políticas como económicas.
La campaña contra los naródniks fue la principal realización de
Plejánov. Los primeros revolucionarios rusos de la década de los
60, que edificaron sobre los cimientos intelectuales colocados por
los pioneros de la década de los 40, eran materialistas, en el sentido
que el término poseía en el siglo XVIII. Ilustrados y radicales inser-
tos en la tradición de la Revolución francesa carecían de todo con-
tacto con el campesinado ruso y con el todavía numéricamente in-
significante proletariado industrial. Los revolucionarios rusos de la
década de los 70 descubrieron, por su parte, al campesino ruso y
reconocieron en él al futuro protagonista de la Revolución rusa, Ja
cual adquiría de esta forma por primera vez un contenido social e
intelectual. Algunos de esos revolucionarios se hicieron seguidores
de Bakunin y optaron por el anarquismo y el terrorismo. Otros re-
cibieron la influencia de Marx (cuyas obras empezaron a conocerse
en Rusia durante la década de los 70) pero interpretaron sus ense-
ñanzas de una forma específicamente rusa; según su razonamiento,
dado que Rusia era un país predominantemente campesino, podría
evitar la etapa occidental del capitalismo burgués; la comunidad
campesina, institución peculiarmente rusa, sería el instrumento para
el tránsito directo desde el feudalismo del pasado al comunismo del
futuro. La distinción entre los radicales revolucionarios de la década
de los 60 y los naródniks de la década de los 70 ofrece cierta ana-
logía con la famosa discusión, en otros terrenos del pensamiento
ruso, entre occidentalistas y eslavófilos. Los occidentalistas mante-
nían que el destino de Rusia, como país atrasado, era aprender de
Occidente y avanzar a través de las mismas fases y mediante los
mismos procedimientos que habían jalonado los progresos de Oc-
cidente. Los eslavófilos creían, por el contrario, que Rusia, sin duda
atrasada pero llena sin embargo de vigor juvenil -y superior en
este aspecto al Occidente, sumido ya en la decadencia-, tenía un
destino propio que cumplir que le permitiría elevarse por encima de
los males que caracterizaban a la civilización occidental.
Los escritos juveniles de Lenin contra los naródniks apenas son
más que una repetición en el interior de Rusia de los argumentos
Los fundamentos del bolchevismo 23

de Plejánov. En el primero de esos trabajos Lenin proclamaba con


énfasis juvenil su propia fe revolucionaria en el proletariado:
Los socialdem6cratas centran su atención y actividad en la clase obrera
industrial. Cuando los miembros avanzados de esta clase hayan asimilado las
ideas del socialismo científico y la idea del papel histórico del obrero ruso,
cuando esas ideas alcancen una amplia difusión y los obreros creen organiza-
ciones estables que transformen la actual guerra económica dispersa en una
lucha de clases conscientes, entonces el obrero ruso, colocándose a la cabeza
de todos los elementos democráticos, derribará al absolutismo y conducirá al
PROLETARIADO RUSO (al lado del proletariado de TODOS LOS PAISES)
por el camino directo de la lucha política abierta hacia la victoria de la Revo-
luci6n Comunista•.

Durante la última década del siglo XIX Witte y grupos de capi-


talistas extranjeros se esforzaron por intensificar el desarrollo de la
industria capitalista y del proletariado ruso, creando de esta forma
las condiciones que mejor se ajustaban a los deseos e ideas de Ple-
jánov y Lenin. En el firmamento revolucionario ascendía la estrella
del obrero industrial y declinaba, en cambio, la del campesino. El
problema de reacomodar al campesino en el esquema revolucionario
sólo se convertiría en una cuestión candente para los socialdemócra-
tas en 1905.
Los «marxistas legales» eran un pequeño grupo de intelectuales
que comenzaron, a mediados de la década de los 90, a divulgar en
libros y revistas las doctrinas marxistas, expuestas en forma tal que
pudieran pasar por el cedazo de la censura zarista. La rápida difu-
sión del marxismo entre los intelectuales rusos en esta época se de-
bió a la expansión de la industria rusa y a la ausencia de una tradi-
ción o filosofía política burguesa que pudiera desempeñar en Rusia
el papel del liberalismo occidental. Marx había ensalzado el desarro-
llo del capitalismo como una fuerza progresiva respecto a la sociedad
feudal. Así como el marxismo ejercía posteriormente cierta atrac-
ción sobre la naciente clase capitalista de los países «atrasados» de
Asia, que lo consideraría como su aliado en la lucha contra el im-
perialismo extranjero, así el marxismo fue aceptado por la naciente
clase media rusa como un refuerzo ideológico en la lucha contra el
feudalismo y la autocracia. Sin embargo, al aceptar el marxismo, los
intelectuales rusos de la clase media lo vaciaron de todo contenido
revolucionario inmediato; de esta forma, las autoridades, temerosas
aún de los naródniks, el principal partido revolucionario, a su juicio,

• Lenin, Sochineniya, i, 194.


24 Capítulo 1

no se mostraron reacias a tolerar a esos enemigos jurados de los


naródniks, cuyo programa no parecía implicar una amenaza inmedia-
ta. La más destacada personalidad entre los «marxistas legales» era
Peter Struve, autor del manifiesto del congreso de Minks. Sus Notas
críticas acerca del desarrollo económico de Rusia, libro publicado
en 1894, constituyeron la plataforma original del grupo; la obra
terminaba con el famoso requerimiento dirigido a los socialistas
para que abandonaran los irrealizables proyectos de «asaltar los cie-
los» y optaran por «estudiar en la escuela del capitalismo» 10 • Miem-
bros del círculo de los «marxistas legales» eran también Bulgákov
y Berdiayev, que más tarde se convertirían al cristianismo ortodoxo,
y Tugan-Baranovski, autor de una obra clásica sobre las fábricas rusas.
Diametralmente opuestos a los naródniks, los marxistas legales acepta-
ban sin matización alguna la teoría marxista de que el desarrollo
del capitalismo burgués es una etapa previa y necesaria para la rea-
lización final del socialismo; y a este respecto creían que Rusia tenía
que aprender de Occidente y recorrer la senda por la que habían
caminado ya los occidentales. Hasta aquí Lenin se hallaba en total
acuerdo con ellos. Sin embargo, la insistencia de los marxistas lega-
les en la necesidad de pasar por la etapa del capitalismo burgués
pronto les llevó a considerar ese estadio como un fin en sí mismo y
a sustituir a la revolución, como proceso a través del cual se im-
plantaría finalmente el socialismo, por la reforma, anticipando de
este modo las concepciones de Bernstein y de los «revisionistas»
alemanes del marxismo. Como Lenin recapitularía años después,
«eran demócratas burgueses para quienes la ruptura con los naród-
niks significaba una transición desde el socialismo pequeño-burgués
(o campesino), no al socialismo proletario, como en nuestro caso,
sino al liberalismo burgués» 11 •
Mayor importancia revistió la controversia con los llamados
«economistas», grupo de socialdemócratas rusos que ejercía una po-
derosa influencia sobre todo el movimiento a finales del siglo. El
postulado que diferenciaba a los «economistas» era la neta separa-
ción entre economía y política: aquélla incumbía a los obreros; ésta
a los dirigentes intelectuales del partido. Según esta tesis, los obre-
ros no se interesaban por objetivos políticos y sólo lo hacían por
reivindicaciones económicas; así pues, la lucha de clases se reducía,
'º Struve se mantuvo por algún tiempo en una posición equívoca, colabo-
rando en los primeros números de Iskra; a partir de 1902, cortó todas sus
relaciones con el partido, convirtiéndose en sus últimos años en un encarnizado
enemigo de la revolución.
11 Lenin, Sochineniya, xií, 57.
Los fundamentos del bolchevismo 25

a juicio de los «economistas», a una forma de sindicalismo, a una


lucha de los trabajadores contra sus patronos para conseguir mejo-
res condiciones de trabajo y reformas sociales dentro de la estructu-
ra del orden existente. La política incumbía a los intelectuales. Ahora
bien, dado que el único programa político concebible en la Rusia
contemporánea era un programa de reformas burguesas, los intelec-
tuales del partido perseguían de hecho los mismos objetivos que los
liberales burgueses, siendo en la práctica indistinguibles de ellos.
Según el llamado Credo, que se convirtió en el manifiesto del
grupo:
Las discusiones en torno a un partido político obrero independiente no
son más que el resultado de transferir a nuestro suelo tareas y realizaciones
extranjeras ... Todo un conjunto de condiciones históricas nos impide ser mar-
xistas occidentales y exige de nosotros un marxismo diferente, apropiado y
necesario para las condiciones rusas. La falta de sentido y sentimientos políticos
en los ciudadanos rusos no puede evidentement.e ser compensada por discu-
siones sobre política o por invocaciones a una fuerza inexistente. Ese sentido
político sólo podrá ser conquistado a través de la educación, esto es, por la
participación en la vida (por amarxista que sea) que la realidad rusa ofrece ...
Para el marxista ruso no hay más que una salida: apoyar la lucha económica
del proletariado y participar en la actividad de la oposición liberal» 12•

En el verano de 1899 Lenin y un grupo de sus compañeros en


el exilio siberiano denunciaron en un contra-manifiesto estas here-
jías como una regresión respecto al manifiesto del partido del año
anterior, que había colocado «la tarea de conquistar la libertad po-
lítica» sobre «las vigorosas espaldas» del obrero ruso 13 • Al año si-
guiente Plejánov publicó una recopilación de documentos, precedi-
dos de un prefacio suyo, destinada a conseguir el desenmascara-
miento definitivo del «economismo» 14; y Mártov, dotado de talento
para la sátira política, escribió un Himno del más reciente socia-
lismo ruso:
No nos lisonjeéis, ¡oh demagogos de las masas trabajadoras!, con vuestra
política, no nos parloteéis de vuestro comunismo; nosotros creemos en la
fuerza de ... las caisses d'assistance ".
12 lbid., ii, 479-80. Según Kuskova, su autora, el documento no fue pen-
sado para ser publicado, ni tampoco su título era el de Credo (ibid., ii, 638-9).
La publicidad de que fue objeto se debió a que Lenin y sus compañeros utili-
zaron ese texto para su campaña contra el «economismo».
'' 1bid., ii, 483-6.
" G. V. Plejánov, Sochineniya, xií, 3-42.
15 Citado en E. Yaroslavski, lstoriya VKP(B), i (1926), 252.
26 Capitulo 1

La controversia se desarrolló durante la etapa de lskra y ocupó


muchas columnas del nuevo periódico. Y el ¿Qué hacer? de Lenin,
tras una primera salida contra los «marxistas legales», emprendía
un ataque masivo contra el «economismo» en todas sus ramifica-
ciones:
El ideal de un socialdemócrata no debe ser un secretario sindical sino un
tribuno del pueblo... Una política sindicalista de la clase obrera es simple-
mente una politica burguesa para la clase obrera ••.

Para despertar la conciencia de clase de las masas se precisaba


una tarea de agitación no sólo económica sino también política. En
verdad, la una no podía ser separada de la otra, ya que toda lucha
de clases es esencialmente política. A diferencia de los «marxistas
legales», que eran en lo esencial un grupo burgués que defendía
una política burguesa, empleando para ello un lenguaje marxista,
los «economistas» poseían una política propia de agitación económi-
ca y reforma social para los trabajadores y constituían en esa medi-
da un auténtico partido obrero. Sin embargo, a fin de cuentas, unos
y otros llegaban a la misma conclusión práctica: la necesidad de apla-
zar hasta un futuro indefinido la lucha socialista revolucionaria del
proletariado y de concentrar entretanto sus fuerzas, en alianza con
la burguesía, en la realización de un programa democrático refor-
mista. Lenin no dejaría de señalar años más tarde que los «econo-
mistas» habían sido los primeros en formular, a este respecto, el
postulado fundamental del menchevismo 17 •
El problema que subyacía a esa controversia con los marxistas
legales y con los economistas seguiría los pasos de toda la historia
de la Revolución rusa. El ordenado esquema del Manifiesto comu-
nista prevé que la Revolución se realizará a través de sucesivas eta-
pas. Primero la revolución burguesa derribará los vestigios del or-
den feudal y del absolutismo político y establecerá la democracia
burguesa y el capitalismo burgués, el cual lleva aparejado, como fe-
nómeno concomitante, la aparición de un proletariado industrial;
luego el proletariado, organizándose dentro del marco proporciona-
do por la democracia burguesa, llevará a cabo la revolución final,
derribando el capitalismo burgués y estableciendo el socialismo. Por
otra parte, se diría que el propio Marx albergó siempre ciertas dudas
acerca de la posibilidad de aplicar este esquema, fruto de una bri-
llante generalización realizada a partir de la historia inglesa y fran-
1• Lenin, Sochineniya, iv, 423-26.
17 Lenin, Sochineniya, xii, 69.
Los fundamentos del bolchevismo 27

cesa, a la Alemania de la década de los 40, país que aún tenía pen-
diente su revolución burguesa pero que poseía ya una industria
naciente y un proletariado en rápido crecimiento. En 1844 Marx
había puesto en duda la posibilidad de que la revolución alemana
venidera pudiera ser contenida dentro de los límites de una revolu-
ción burguesa, «que deja los pilares de la casa en pie», y declarando
a continuación que sólo el proletariado revolucionario podría llevar
a cabo la emancipación de Alemania 18 • En el propio Manifiesto co-
munista Marx predijo que, gracias a las «avanzadas condiciones» y
«desarrollado proletariado» de la Alemania de su tiempo, la revolu-
ción burguesa alemana sería «el inmediato preludio de una revo-
lución proletaria». Después de que el fracaso de 1848 pusiera de
manifiesto la impotencia de la burguesía alemana, Marx vinculó aún
más estrechamente las revoluciones burguesa y proletaria. En su
mensaje a la Liga de los Comunistas en marzo de 1850 concluyó
que el fracaso de 1848 imponía a los obreros alemanes una doble
tarea: primero, apoyar a la burguesía en su lucha democrática con-
tra el feudalismo y dar a esa lucha la forma más aguda posible; se-
gundo, mantener un partido independiente dispuesto a empren-
der la lucha socialista contra el capitalismo burgués tan pronto
como la revolución democrático-burguesa hubiera llegado a su tér-
mino. De añadidura, si bien las dos tareas podían ser diferenciadas
en el terreno teórico, iba en interés de los trabajadores el dar con-
tinuidad al proceso:
Mientras que los pequeño-burgueses democráticos quieren poner fin a la
revolución lo más dpidamente posible... nuestro interés y nuestra tarea con-
siste en hacer la revolución permanente hasta que se suprima la dominación
de las clases en mayor o menor grado poseedoras, hasta que el proletariado
conquiste el poder del estado, hasta que la unión de los proletarios no
sólo en un país sino en los principales países del mundo se desarrolle en un
grado tal que haga cesar la competencia entre los proletarios de esos países,
y hasta que al menos las fuerzas productivas principales estén concentradas en
manos del proletariado.

Y Marx concluía su largo mensaje con la siguiente frase: «Su


grito de guerra ha de ser: la revolución permanente» 19 •
18 Tal era el núcleo del célebre pasaje final del ensayo En torno a la crítica
de la Filosofía del Derecho de Hegel, que concluía con la predicción de que
«el canto del gallo galo anunciará el día de la resurrección en Alemania» ( Karl
Marx-Friedrich Engels: Historisch-Kritische Gesamtausgabe, 1.0 T0 , 1, 617-30).
" Marx y Engels, Sochineniya, vii, 483, 489. No se conocen bien los
orígenes de esta famosa frase; Marx la empleó por vez primera en un artículo
de 1844, en el que observó que Napoleón había «sustituido la revolución per-
28 Capítulo 1

Así pues, dos caminos se ofrecían a los marxistas rusos en 1890.


Todo el mundo se mostraba de acuerdo en reconocer que Rusia no
había realizado aún su revolución burguesa. A partir de esa premisa,
un razonamiento posible -el de los marxistas legales y economis-
tas- llevaba a la conclusión de que el proletariado sólo podía as-
pirar, en lo que a la revolución socialista concernía, a mantenerse a
la espera, actuando en el entretanto como aliado subordinado de la
burguesía y persiguiendo el objetivo común a las clases de derribar
el feudalismo y la autocracia. El otro razonamiento posible llevaba
a la conclusión de que era necesario aplicar a Rusia un esquema si-
milar al que Marx había esbozado para Alemania; y parece que fue
Lenin el primero en hacerlo, en un artículo escrito en Siberia en
1898 y titulado Tareas de los social-demócratas rusos. Según Lenin
la tarea de la socialdemocracia rusa era dirigir la lucha de clases
del proletariado «en sus dos manifestaciones»: como lucha demo-
crática contra el absolutismo, en la que el proletariado podría tener
como aliado a la burguesía, y como lucha socialista contra el capi-
talismo, en la que el proletariado tendría que librar el combate solo.
Si bien es verdad que «todos los socialdemócratas reconocen que la
revolución política en Rusia debe preceder a la revolución socialis-
ta», no es menos cierto que la tarea democrática se halla «indisolu-
blemente vinculada a la tarea socialista», de forma que «todos los
socialistas en Rusia deberán llegar a ser demócratas... y todos los
verdaderos y consecuentes demócratas en Rusia deberán llegar a ser
socialdemócratas» 20 • Lenin mantuvo a las dos revoluciones comple-
manente por la guerra permanente» (Karl Marx-Friedrich Engels: Historisch-
Kritische Gesamtausgabe, 1.0 T0 , 111, 299); en 1850 Marx atribuye a Blanqui
«una declaración de revolución permanente» (Marx y Engels, Sochineniya,
VIII, 81).
"' Lenin, Sochineniya, ii, 171-8. La tesis del «vínculo indisoluble» tiene
una respetable progenie en el pensamiento ruso. Herzen --quien pese a ser cla-
sificado con toda justicia entre los precursores de los nar6dniks, muestra en
ocasiones huellas de la influencia de Marx- escribió en 1868: «Una república
que no condujera al socialismo nos parecería un absurdo, una transición que
se toma a sí misma como un fin; un socialismo que tratara de suprimir la
libertad política y la igualdad de derechos degeneraría rápidamente en un
comunismo autoritario» (Polnoe Sobranie Sochinenii i Pisem, ed. M. K. Lemke,
XX, 1923, 132; hemos corregido un error evidente en la puntuación). Desde
un enfoque diferente, D. Tolstoy, ministro del Interior bajo el reinado de Ale-
jandro III, dijo en la década de los 80: «Cualquier intento de introducir en
Rusia formas parlamentarias de gobierno del estilo de las de Europa occidental
está condenado al fracaso. Si el régimen zarista... fuera derribado, sería susti-
tuido por el comunismo, el comunismo puro y simple de Karl Marx, que acaba
de fallecer en Londres y cuyas teorías he estudiado con la mayor atención
e interés» (Bernhard von Bülow, Denkwürdigkeiten, 1931, ii, 573).
Los fundamentos del bolchevismo 29
tamente separadas en el nivel teórico. Consciente de que en Rusia
no existía el desarrollo industrial relativamente avanzado presente
en Alemania en 1848, no siguió a Marx en la predicción de la su-
cesión «inmediata» de las revoluciones burguesa y proletaria; pre-
firió guardar un completo silencio acerca del intervalo de tiempo
que separaría a la una de la otra. Pero el «indisoluble vínculo» en-
tre las dos áreas de la socialdemocracia rusa le llevó muy cerca de
la concepción de Marx acerca de la continuidad del proceso revolu-
cionario en Alemania. El artículo de Lenin fue entusiásticamente
recibido por el grupo ginebrino de la «Emancipación del Trabajo»,
siendo publicado por cuenta de la asociación con un prólogo de
Axelrod, que lo elogiaba como un «comentario directo» del mani-
fiesto del partido 21 •
La teoría de la doble tarea -democrática y socialista- del pro-
letariado tenía sus implicaciones en lo que se refería a la organiza-
ción del partido. Uno de los temas debatidos en la polémica con los
economistas había sido la cuestión de la «espontaneidad» en el mo-
vimiento obrero 22 • El Manifiesto comunista, al atacar a los socialis-
tas utópicos, había contrapuesto «la organización de clase, gradual
y espontánea, del proletariado» a «una organización de la sociedad
especialmente ideada por esos inventores». De otra parte, la acen-
tuación del carácter «gradual» y «espontáneo» del desarrollo podía
llevar a negar la necesidad de acción política. La «espontaneidad»
se convirtió, así, en el santo y seña de los «economistas», los cuales
mantenían que el desarrollo de la lucha económica de las masas (sin-
dicalismo, huelgas, etc.) haría que éstas maduraran «espontáneamen-
te» para la revolución. Los socialdemócratas ortodoxos, representa-
tados por Plejánov y el grupo de la »Emancipación del Trabajo»,
así como por Lenin, opinaban no sólo que debía alentarse a los
obreros a que presentaran reivindicaciones políticas, además de eco-
nómicas, sino que era preciso también imbuirles una voluntad revo-
lucionaria consciente y dirigirles en una campaña revolucionaria
conscientemente planeada. De esta forma, «conciencia» se convertía
en el santo y seña opuesto a «espontaneidad» 23 • Según Lenin, la
debilidad del movimiento obrero ruso a finales del siglo XIX estri-
" El prefacio ha sido reproducido en Lenin, Sochineniya, ii, 603-5.
22 Los términos rusos sli¡iini y sli¡iinost son habitual pero inexacta-
mente traducidos por «espontáneo» y «espontaneidad». En realidad también
encierran la connotación de inspiración no cultivada, de algo innato y elemental.
" La controversia también queda reflejada en un articulo de 1901 del joven
Stalin, que escribía que «la socialdemocracia toma en sus manos este movi-
miento inconsciente, espontáneo y no organizado» de los obreros ( Sochine-
niya, i, 4).
30 Capítulo 1

baba en que el elemento «espontáneo» iba por delante de la «con-


ciencia». El rápido desarrollo industrial de Rusia había provocado
una oleada de huelgas, en respuesta a las intolerables condiciones de
trabajo existentes en las fábricas; sin embargo, la protesta de los
obreros no estaba guiada por una conciencia o teoría revolucionarias.
La discusión teórica acerca de la «espontaneidad» y la «concien-
cia» enmascaraba una cuestión vital y práctica: la naturaleza y fun-
ción de un partido revolucionario. Este es el punto que produciría
finalmente la ruptura del Partido Obrero Socialdemócrata y su es-
cisión en dos facciones. Lo que en su día llegaría a convertirse en
la doctrina bolchevique se fue desarrollando gradualmente; hasta el
fatídico congreso de 1903, el futuro bolchevismo no suscitó graves
enfrentamientos de opinión en el seno del partido. Por lo demás,
Lenin no fue el único autor de esa doctrina. Por esta época Plejánov
disfrutaba todavía de una autoridad indiscutible como teórico del
partido; sólo lentamente Lenin empezó a desafiarla. Sin embargo, a
partir del momento de la fundación de I skra, Lenin se convirtió en
la persona que marcaba el ritmo de introducción de las ideas avan-
zadas dentro del partido; es en sus escritos donde puede rastrearse
más claramente la evolución de la doctrina de éste. La concep-
ción acerca del carácter del partido que Iskra defendía de manera
consecuente descansaba en dos proposiciones, sobre las que Lenin
volvía una y otra vez. La primera era que «sin teoría revolucionaria
no puede haber tampoco movimiento revolucionario» 24 ; la segunda,
que la «conciencia socialdemócrata» o la «conciencia política de
clase» no se desarrolla de forma «espontánea» sino que era aporta-
da a la clase obrera «desde fuera» 25 • Ambas proposiciones definían las
relaciones del partido con el proletariado en su conjunto, y conte-
nían corolarios cuyas implicaciones de largo alcance no resultaban
inmediatamente visibles.
La primera de esas proposiciones, que insistía en la importancia
suprema de la teoría, exigía un partido creado por intelectuales y
compuesto -al menos en sus comienzos- principalmente por inte-
lectuales. En opinión de Lenin, tal exigencia era una necesidad his-
tóricamente probada:
La historia de todos los países atestigua que la clase obrera, librada exclu-
sivamente a sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una con-
ciencia tradeunionista (sindicalista), es decir, la convicción de que es nece-
sario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno
2• Lenin, Sochineniya, ii, 184, iv, 380.
" !bid., iv, 384, 422.
Los fundamentos del bolchevismo 31
la promulgación de tales o cuales leyes indispensables para los obreros, etc, En
cambio, la doctrina del socialismo se ha desarrollado sobre la base de teorías
filosóficas, históricas y económicas elaboradas por representantes cultos de las
clases poseedoras, por la inteliguentsia. Los propios fundadores del socialismo
contemporáneo, Marx y Engels, pertenecían por sus orígenes sociales a la
inteliguentsia burguesa. De igual modo, la doctrina teórica de la socialdemo-
cracia ha surgido en Rusia de forma totalmente independiente del desarrollo
espontáneo del movimiento obrero, como resultado natural e inevitable de
la evolución del pensamiento entre la inteliguentsia revolucionaria socialista".

Lenin invoca la autoridad de las «palabras profundamente justas


e importantes» de Kautski, todavía durante esa época el dirigente
teórico respetado de la socialdemocracia alemana:
El movimiento socialista contemporáneo sólo puede nacer sobre la base de
profundos conocimientos científicos... El portador de esa ciencia no es el
proletariado sino la inteliguentsia burguesa,· el socialismo contemporáneo ha
nacido en el pensamiento de determinados miembros de esa clase 27 •

Resulta difícil no apreciar en esta actitud un cierto aroma de


condescendencia, característico de Plejánov, y no totalmente ausen-
te durante esta época de los escritos de Lenin. El manifiesto que
anunciaba la fundación de lskra expresaba su desprecio por la «li-
teratura puramente obrera», continuando así la campaña contra los
<,economistas» 28 ; muchos años después Lenin, al recordar este pe-
ríodo, observaría que el desarrollo del movimiento de masas había
sido la señal, tanto en Rusia como en el resto de los países, para la
aparición de desviaciones «oportunistas» en el campo marxista 2<J_
Lenin y sus primeros compañeros eran intelectuales de pura cepa,
" Lenin, Sochineniya, iv, .384-5. El énfasis parece haber conducido a
Lenin a una expresión ( «totalmente independiente») cuyo carácter marxista es
muy dudoso; en otras partes, sin embargo, subraya las necesarias raíces sociales
de toda doctrina política. La misma acusación pudiera hacerse a un conocido
párrafo de uno de los escritos juveniles de Marx, en el que se refiere al
proletariado como «el arma material de la filosofía» para hacer la revolución
(Karl Marx-Friedrich Effgels: Historiscb-Kritische Gesamtausgabe, 1.0 Teil, i,
1, 619-20).
" lbid., iv, 390-1.
'ª VKP(B) v Rezolutsiya¡ (1914), i, 10.
" Lenin, Sochineniya, xvii, 344. Marx había observado que «cuando los
obreros... abandonan el trabajo y se convierten en littérateurs profesionales,
siempre organizan enredos 'teóricos'» (Marx y Engels, Sochineniya, xxvi,
484-5). R. Michels, al examinar la cuestión sobre la base de la experiencia ale-
mana e italiana, llega a la conclusión de que «cuando el bastón de mariscal ha
pasado a las callosas manos de los obreros, el ejército de los trabajadores
ha tenido una dirección menos segura y eficaz para sus propósitos que cuando
la dirección ha correspondido a hombres de otras clases sociales»; y añade
32 Capítulo 1

y sus escritos alcanzaban un alto nivel de cultura y talento. Zinóviev


señaló que los escasos obreros que militaban en las organizaciones
del Eartido durante este período constituían un «fenómeno aisla-
do» . La Revolución de 1905 llevó por vez primera a las filas del
partido a un número considerable de obreros.
La segunda proposición, que consideraba al partido como una
élite revolucionaria cuya misión era introducir «desde fuera» la con-
ciencia revolucionaria en la clase obrera, marcaba una neta distin-
ción entre el proletariado y el partido. La clase era una unidad eco-
nómica; el partido, una unidad política o ideológica 31 • Por la propia
naturaleza de las cosas, el partido sólo podía constituir una parte
de la clase 32 : era su vanguardia y el defensor de sus intereses. Fue
Pejánov quien acuñó en las columnas de Iskra el término «hegemo-
nía» para expresar la relación que unía al partido con el proletaria-
do. En ese artículo protestaba contra «la confusión entre el concepto
de 'clase' y el concepto de 'partido'», añadiendo que «la clase obrera
es una cosa y otra muy distinta el partido socialdemócrata, que sólo
representa el destacamento de vanguardia, en sus comienzos numé-
ricamente pequeño, de la clase obrera 33. Ahora bien, ningún mar-
xista serio creyó nunca que una pequeña élite de revolucionarios
podría hacer por sí misma la Revolución; esto hubiera equivalido a
caer en la herejía del «blanquismo» 34 • Nadie insistió más vigorosa-
mente que el propio Lenin en que no era posible ninguna acción

de manera explícita: «En última instancia quienes se hallan tras la tendencia


reformista en la socialdemocracia alemana no son tanto los intelectuales revi-
sionistas como los dirigentes del movimiento sindical, esto es, gente de origen
proletario» (Zur Soziologie des Parteiwesens [2." ed., 1925], pp. 391, 408).
30 G. Zinóviev, Geschichte der Kommunistischen Partei Russlands (1923),
p. 85.
" Como Lagardelle, socialista francés, señaló, la clase se mantiene unida
por un líen de nécessité, el partido por un líen de volonté (H. Lagardellc, Le
Socialisme ouvríer [1911], pp. 166-7).
32 Esto lo prueba incluso la etimología de la palabra: «La palabra 'partido'
viene del latín pars o parte; y los marxistas decimos hoy que el partido es
una parte de una determinada clase» (G. Zinóviev, Geschichte der Kr:mzmunis-
tichen Partei Russlands [1923], p. 10).
33 G. V. Plejánov, Sochineniya, xii, 80-1.
34 En el lenguaje revolucionario del siglo XIX «blanquismo» significa ser
partidario de la conspiración revolucionaria aislada de las masas o putsch y des-
preciar la organización metódica. «Una conspiración militar es blanquismo
-escribió Lenin en 1917- si no es organizada por el partido de una determi-
nada clase, si sus organizadores no toman en consideración el factor político
en general y los factores internacionales en particular», y si las condiciones
objetivas no son propicias (Lenin, Sochineniya, xxi, 347). Se encuentra una
definición más breve, aunque quizá menos digna de confianza, en el obiter
Los fundamentos del bolchevismo 33
política seria sin la intervención de las masas. Sin embargo, Lenin
nunca concibió el partido como una organización de masas. Gran
parte de su fuerza derivaba de que al partido le preocupaba más
excluir que incluir: su objetivo era la calidad, no la cantidad. La
función del partido era dirigir a los obreros. «La lucha espontánea
del proletariado no se transformará en una auténtica 'lucha de cla-
ses' hasta que esa lucha no sea dirigida por una potente organiza-
ción de revolucionarios» 35 • A la doctrina de la espontaneidad, que ne-
gaba ese papel dirigente, se le aplicaba el mote de «seguidismo»
porque condenaba al partido a seguir a rastras del movimiento
obrero.
La doctrina del partido como depositario de la teoría y concien-
cia revolucionarias y como dirigente y guía del movimiento obrero
espontáneo fue forjada por Lenin y sus compañeros de Iskra a tra-
vés de múltiples controversias. Sin embargo, esa concepción poseía
buenos avales marxistas. Fue una doctrina similar la que inspiró la
primera Liga Comunista de la década de los 40, organización cuyo
número de militantes no rebasó nunca de unos pocos centenares, y
que dejó su huella al menos en un pasaje del Manifiesto Comu-
nista:
Los comunistas son, prácticamente, el sector más progresivo y resuelto de
la clase obrera de todos los países... teóricamente tienen sobre la gran masa
del proletariado la ventaja de comprender la línea de avance, las condiciones
y los resultados generales del movimiento proletario.

Por otro lado, otro pasaje del Manifiesto Comunista define al


movimiento proletario como «el movimiento independiente y cons-
ciente de la inmensa mayoría»; años más tarde, influenciados a la
vez por los fracasos de 1848 y por el medio inglés en el que vivían,
Marx y Engels pasaron a creer que un período dedicado al adoctri-
namiento de las masas constituía el preludio necesario de una re-
volución proletaria. La única organización que Marx y Engels apa-
drinaron después de su llegada a Inglaterra fue la Asociación In-
ternacional de Trabajadores (llamada «Primera Internacional»), que
no era un partido revolucionario sino una organización de masas y
que se hallaba lo más alejado que imaginarse pueda de la Liga Co-
munista de su juventud.
La diferencia que separa al Marx de la Liga Comunista del
Marx de la Primera Internacional no es consecuencia de una evolu-
dictum de Lenin en 1917: «Nosotros no somos blanquistas: no estamos a favor
de la conquista del poder por una minoría» (ibid., xx, 96).
,. lbid., iv, 465.
Carr. t. I, 3
34 Capítulo 1

ción doctrinal sino el resultado de un cambio de milieu: el paso del


estado policíaco prusiano de la década de los 40 a la democracia
burguesa de la Inglaterra victoriana. Así pues, resulta lógico que
Lenin fuera discípulo del Marx de juventud y no del Marx maduro.
Desde el comienzo mismo de su carrera Lenin fue un revolucionario
ruso consagrado a la acción, cuya teoría revolucionaria fue elabora-
da a la luz de las necesidades y potencialidades de Rusia. El pro-
yecto de convertir a la inteliguentsia en la punta de lanza de la
revolución proletaria convenía aún más a las condiciones rusas que
a las alemanas; y no sólo porque la debilidad y atraso del proleta-
riado ruso hacía aún más necesario que en el caso del proletariado
alemán y -a fortiori- europeo el desempeño de ese papel diri-
gente, sino porque además la inteliguentsia rusa no poseía, a dife-
rencia de sus homólogas europeas, raíces sociales en la burguesía
comercial y no se hallaba, por consiguiente, comprometida por fuer-
tes lazos de lealtad con esa burguesía. La inteliguentsia rusa, carente
de raíces económicas, había ya mostrado cómo su capacidad para el
pensamiento abstracto revolucionario podía ponérse al servicio de
la realidad política de la revolución social. El movimiento de «ida
hacia el pueblo» de la década de los 70 había constituido un total
fracaso porque se había dirigido exclusivamente hacia el sector más
atrasado de la población: el campesinado. Sin embargo, esa empresa
tiene su sitio en la historia como el primer intento, quijotesco y des-
esperado, de tender un puente entre las masas y la inteliguentsia
revolucionaria; en la nueva situación, la tentativa podía ser repeti-
da, tomando ahora como objetivo a las masas proletarias. Fue, sin
embargo, en el momento en que Lenin pasó a ocuparse de los deta-
lles de la organización del partido cuando las condiciones rusas más
claramente influyeron en su pensamiento. La propia naturaleza del
Estado ruso impedía la formación de cualquier género de partido
socialista --e incluso democrático- a imagen y semejanza de los
modelos occidentales, y empujaba a todo movimiento democrático
o socialista a una vida secreta y conspirativa. Los grupos revolucio-
narios aislados, formados por obreros y estudiantes bien intencio-
nados pero amateurs, eran fáciles víctimas para la policía zarista.
Esa forma de trabajar era comparable a «un combate librado por
grupos de campesinos armados con garrotes contra un ejército mo-
derno» 36 •
Frente a los pequeños grupos de socialistas que buscan asilo en el vasto
mundo clandestino ruso -esaibfa Lenin por esa época- se erige la gigan-
.. Lenin, Sochineniya, iv, 439.
Los fundamentos del bolchevismo 35
tesca máquina del poderoso estado moderno, que emplea todas sus fuerzas
para aplastar al socialismo y a la democracia. Estamos seguros de que final-
mente derrotaremos a ese estado-policía... Pero para llevar a cabo una lucha
sistemática contra el Gobierno debemos perfeccionar al máximo nuestra orga-
nización revolucionaria 31 •

En Rusia hacer la revolución era una tarea para revolucionarios


profesionales; y no es casual que en las discusiones acerca de la or-
ganización del partido sean tan frecuentes, en boca no sólo de Lenin
sino también de Plejánov y de otros colaboradores de Iskra, las me-
táforas militares.
En el folleto ¿Qué hacer?, publicado en el verano de 1902, Le-
nin, extrayendo las conclusiones finales de la campaña contra los «eco-
nomistas», se enfrenta con el tema de la organización del partido. Al
ocuparse de esta concreta cuestión, Lenin va más allá que su colega de
Iskra que en cualquier ocasión anterior. Compara la postura de los
<'economistas» con la de los revisionistas en Alemania, los «posibi-
listas» en Francia y los fabianos en Inglaterra: en todos los casos
es un síntoma de la existencia de una profunda división en el mo-
vimiento socialdemócrata entre un partido democrático de reforma-
dores sociales y un partido socialista de verdaderos revolucionarios 38 •
El primero se define a sí mismo como una «organización de obre-
ros»; el segundo, como una «organización de revolucionarios». La
diferencia es fundamental:

Una organización de obreros debe ser, en primer lugar, sindical; en se-


gundo lugar, debe ser lo más extensa posible; en tercer lugar, debe ser lo
menos clandestina posible... Por el contrario, una organización de revolucio-
narios debe englobar, ante todo y sobre todo, a personas cuya profesión sea
la actividad revolucionaria... Esta organización, necesariamente, no debe ser
muy extensa, y es preciso que sea lo más clandestina posible 39•

Lenin se enfrenta con la acusación de que una organización de


ese género se halle en contradicción con el «principio democrático».
Tal acusación sólo puede proceder de gentes que ignoren la realidad
rusa. El principio democrático, tal y como ordinariamente se le in-
terpreta, exige «completa publicidad» y «carácter electivo de todos
los cargos». Ninguna de esas exigencias puede ser satisfecha por un

31 Leninskii Sbornik, iii (1925), 26.


" Lenin, Socbineniya, iv, 366-7.
,. lbid., iv, 447.
36 Capitulo 1

partido revolucionario que ha de trabajar dentro del «marco de


nuestra autocracia». Lenin concluye:
J:l,·
El único principio organizativo serio en nuestro mov1m1ento debe ser el
más estricto secreto conspirativo, la más estricta selección de afiliados, la pre-
paración de revolucionarios profesionales. Si se cuenta con estas cualidades,
se asegura algo más que democracia: la confianza, total y plena de camaradería,
entre los revolucionarios... Se cometería un gran error si se pensara que la
imposibilidad de un control verdaderamente «democrático» equivale a que los
afiliados de una organización revolucionaria se conviertan en irresponsables...
Sienten muy vivamente su responsabilidad, sabiendo además por experiencia
que una organización de verdaderos revolucionarios no se parará en barras
para deshacerse de un miembro indigno'".

Este principio deberá ser aplicado en todos los niveles:


Debemos romper totalmente con la tradición de una organización socialde-
mócrata de tipo puramente obrero o tradeunionista (sindicalista) incluso en
los grupos de fábrica. El grupo o comité de fábrica... debe componerse de un
reducidísimo número de revolucionarios que reciben órdenes y poderes direc-
tamente del comité (central) para dirigir todo el trabajo del partido social-
demócrata en la fábrica. Todos los miembros del comité de fábrica deben con-
siderarse agentes del comité (central), hallándose obligados a obedecer todas
sus directrices, a observar todas las «leyes y costumbres» de ese «ejército en
combate» en el que se han alistado y al que no pueden abandonar sin autori-
zación del capitán ".

De esta forma, Lenin subraya la necesidad de un partido redu-


cido y estrechamente unido que, bajo las órdenes de una vigorosa
dirección central, actúa en nombre del proletariado como punta de
lanza de la Revolución. Los métodos de la lucha revolucionaria va-
rían, y deben ser determinados empíricamente en cada ocasión. Lo
que permanece invariable y estable es el plan central, elaborado
sobre una base teórica correcta y ejecutado, con el apoyo de las ma-
sas, por un partido altamente organizado, disciplinado y centraliza-
do de revolucionarios profesionales.
Este es el momento en que Lenin, con poco más de treinta años,
alcanza la cima de sus capacidades. Los tres años posteriores a su
liberación del destierro siberiano fueron años de actividad intelec-
tual incesante y febril, los años en que fueron sentadas las bases del

"" Lenin, Sochineniya, iv, 466-9.


•• lbid., v, 185-6.
Los fundamentos del bolchevismo 37

bolchevismo «como corriente de pensamiento político y como par-


tido político. El instrumento lleva la huella del hombre que lo fa-
bricó: su simplicidad, su inquebrantable vigor y, por encima de
todo, su capacidad de perseguir un único objetivo. Un párrafo muy
conocido de las memorias de la Krúpskaya es un excelente testimo-
nio de esa nota central del carácter de Lenin que fue su imperiosa
concentración en un solo fin. Le gustaba patinar como a un colegial.
Sin embargo, se dio cuenta de que ese ejercicio le cansaba y que
después de practicado solía sentir ganas de acostarse. «Esto perju-
dica mis estudios. Dejaré de patinar.» A su regreso de Siberia dejó
de jugar al ajedrez: «el ajedrez le absorbe a uno y le impide traba-
jar». En otra ocasión se sintió muy atraído por el estudio del latín;
pero «como me quitaba tiempo para otros trabajos lo abandoné» 42 •
Después de la revolución, una vez le dijo a Gorki:

No puedo escuchar música con demasiada frecuencia. Afecta al sistema ner-


vioso, y a uno le entran ganas de decir cosas bellas y estúpidas y de acariciar
la cabeza de quienes pudieron crear tanta belleza a pesar de vivir en este
mundo infernal. Pero en estos tiempos no se puede acariciar la cabeza de
nadie: corre uno el riesgo de recibir un mordisco"'.

Lenin pudo dirigir y dominar hombres porque él mismo estuvo


dirigido y dominado durante toda su vida por un único pensamiento
y un solo propósito. Ese abrumador sentido de servicio a una idea
explica esa sencillez y modestia de talante de la que hablan todos
los que le conocieron. Su ejemplo de austeridad e impersonalidad
sirvió durante largo tiempo de regla de conducta para el partido.
Sin duda Stalin estaba en lo cierto cuando observaba que este rasgo
es «una de las más notables características de Lenin como el nuevo
dirigente de las nuevas masas» 44 • Sin embargo, en esa actitud, pro-
fundamente enraizada en el carácter de Lenin, no entraba ningún
elemento de cálculo.
Esta sincera sencillez y franqueza imprime su huella en el pen-
samiento de Lenin. Su inmensa cultura, su capacidad analítica, su
notable vigor intelectual para dominar hechos y argumentos no pres-
taban demasiada atención, a la hora de desplegarse, a los sutiles con-

" Krúpskaya, Recuerdos de Lenin (trad. inglesa, Memories o/ Lenin, 1930


[i], p. 35).
ª M. Gorki, Recuerdos de Lenin (trad. inglesa, Days with Lenin, s. f.
[ ¿1932?], p. 52).
44 Stalin, Socbineniya, vi, 55.
38 Capítulo 1

trastes de luz y sombra: todo era neto, brillante, decisivo. Como


Bujarin señaló en el último año de vida de Lenin:
Lenin es un estratega genial. Sabe que lo que se necesita es golpear al
enemigo principal y no andar jugando eclécticamente con matizaciones".

En la polémica solía recurrir a planteamientos unilaterales, que


justificaba por la necesidad de responder con las mismas armas a la
unilateralidad de sus adversarios:
Los economistas han combado el palo en una direcci6n -dijo Lenin en
el Segundo Congreso del partido, en defensa de ¿Qué hacer?- Para enderezarlo,
era preciso combado del otro lado, y eso es precisamente lo que yo he hecho".

No obstante, las ideas de Lenin eran a veces utópicas hasta lin-


dar con la ingenuidad: así, sus reflexiones acerca de la extinción del
Estado o sobre la sustitución de la burocracia por el servicio perso-
nal de los ciudadanos. Esa combinación de básica simplicidad de
pensamiento y carácter, por una parte, y de fanatismo en la opinión
e implacabilidad en la acción, por otra, recuerda mucho a Robes-
pierre. La confianza de Lenin en la infalibilidad de su credo estaba
potenciada por la ausencia de pretensiones personales. La denuncia
de los adversarios y la atribución de su miopía intelectual a turbie-
dad moral se halla en la tradición rusa desde Belinski y en la tradi-
ción revolucionaria desde Marx cuando menos. Pero el fanatismo
no era menos real por tradicional. Incluso sus propios compañeros
en el trabajo revolucionario se sintieron sorprendidos por la forma
implacable en que Lenin excomulgaba a los disidentes. «Un sectario
con una buena preparación marxista, un sectario marxista», fue el
veredicto final del enconadamente hostil Pótresov, que creía a Le-
nin «constitucionalmente incapaz de aceptar opiniones que difirieran
de las suyas» 47 • Pero Lenin no era simplemente un teórico de la re-
volución. Para él, la teoría nunca estuvo divorciada de la acción;
independientemente de lo que pueda opinarse de su doctrina, la
práctica de la revolución no deja lugar para la piedad ni para las
excepciones.
" Dvenadtsati Sye1.d Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii (Bolshevikov),
1923, p. 563.
" Lenin, Sochineniya, vi, 23. El Estado y la Revolución, obra escrita
quince años después, pone de manifiesto la misma técnica (véanse más adelante,
pp. 258 y sigs.).
" A. N. P6tresov, Posmertni Sbornik Proiwedenii (París, 1937), pá-
ginas 294, 299.
Los fundamentos del bolchevismo 39

Es precisamente esa unión de teoría y práctica lo que convierte


a Lenin en una compleja figura y explica su grandeza única. Trotski
compara en un párrafo muy conocido a Marx, el hombre de la teo-
ría, con Lenin, el hombre de la acción:
Marx se muestra en toda su estatura en el Manifiesto comunista, en el
prefacio a la Crítica [de la Economía Política], en el Capital. Incluso aunque
no hubiera fundado la Primera Internacional, permanecería para todos los tiem-
pos como la figura que hoy conocemos. Por otro lado, Lenin se nos muestra
en toda su estatura en la acci6n revolucionaria. Sus obras científicas son tan
s6lo un preparativo para la acción. Incluso aunque no hubiera publicado un solo
libro, la historia le recordaría en la forma en que ha entrado en sus páginas:
como dirigente de la Revolución proletaria, como creador de la Tercera Inter-
nacional 48 •

Esta valoración exige algunas correcciones, sobre todo en lo que


se refiere al Lenin juvenil. Sin embargo, era el propio Lenin el
que recordaba en abril de 1917 la cita célebre: «La teoría, amigo
mío, es gris, pero verde es el imperecedero árbol de la vida» 49 ; y
era también Lenin el que observaba, en noviembre de 1917, con un
suspiro de alivio, que es «más agradable y útil pasar por el 'experi-
mento de la Revolución' que escribir acerca de ella» 50 • En los meses
siguientes al triunfo de la Revolución sus choques con los doctrina-
rios del partido serían constantes.
No basta -escribiría durante esa época- con ser revolucionario y par-
tidario del socialismo en general. Es necesario descubrir en cada momento de
qué eslab6n de la cadena se debe tirar con toda la fuerza posible para arrastrar
la cadena entera, y disponerse a pasar de forma resuelta al próximo eslab6n 51 •

Después de tres años de experiencia revolucionaria Lenin llega-


ría a decir -sin duda, se trata de un obiter dictum formulado en
el calor de la polémica- que «la práctica es cien veces más impor-
tante que cualquier teoría» 52 • En el balance del genio de Lenin, uno
de los renglones más importantes es su grandeza como estratega y
táctico político. Su capacidad de previsión para construir por anti-
cipado posiciones inatacables corrió pareja con su misterioso instin-
to para saber dónde, cómo y cuándo debía golpear o retirarse.

• L. Trotski, O Lenine (s. f. [¿1924?]), p. 148.


" Lenin, Sochineniya, xx, 102.
'" lbid., xxi, 455.
•• lbid., xxii, 466.
02 Ibid., xxvi, 71.
40 Capítulo 1

Si bien Lenin fue un gran revolucionario --quizá el más grande


de todos los tiempos-, su genio fue más constructivo que destruc-
tivo. La contribución que Lenin y los bolcheviques hicieron al derro-
camiento del zarismo fue mínima. Y la responsabilidcd del derroca-
miento del Gobierno Provisional sólo les puede ser atribuido en
un sentido formal. A partir de julio de 1917, la caída del Gobierno
era inevitable: sólo se necesitaba que surgiera un sucesor. Los mo-
mentos cruciales del intervalo entre la Revolución de Febrero y la
Revolución de Octubre fueron el anuncio, hecho por Lenin en junio
al primer Congreso de los Soviets de toda Rusia, de que los bolche-
viques estaban dispuestos a asumir el poder, y la decisión tomada
por Lenin en septiembre, de que la situación estaba madura para la
conquista del poder. Los más importantes logros de Lenin fueron
posteriores a la incruenta victoria de la Revolución de Octubre de
1917, y constituyen la obra de un gran estadista constructor. Sin
embargo, lo que Lenin construyó, con todos sus méritos y defectos,
descansa en las bases por él sentadas mucho tiempo ha y no puede
ser plenamente entendido sin cierto conocimiento previo de tales
bases. La primera de ellas fue colocada durante el llamado «período
Iskra», antes de que los seguidores de Lenin recibieron su nombre
peculiar -bolchevique- en el segundo Congreso.
Capítulo 2
BOLCHEVIQUES Y MENCHEVIQUES

Gracias sobre todo al trabajo preparatorio realizado por el gru-


po Iskra, el segundo Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata
ruso se reunió durante los meses de julio y agosto de 1903, primero
en Bruselas --de donde tuvo que trasladarse por temor a la perse-
cución policíaca- y luego en Londres, bajo la presidencia de Plejá-
nov. Fue el verdadero congreso fundacional del partido; y también
el escenario de la célebre escisión entre bolcheviques y menchevi-
ques, que luego se iría ensanchando y profundizando hasta concluir
en la separación completa y formal de 1912. Asistieron al congreso
representantes de veinticinco organizaciones socialdemócratas reco-
nocidas, disponiendo cada una de las cuales de dos votos (excepto
el Bund, la organización obrera judía, que disponía de tres votos
en virtud de su estatuto especial como sección autónoma del parti-
do, reconocido por el primer Congreso}. Dado que algunas organi-
zaciones sólo enviaron un delegado, el Congreso estuvo compuesto
por 43 delegados con voto que disponían en total de 51 votos. Asis-
tieron además 14 delegados con voz pero sin voto, procedentes de
diversas organizaciones. De entre los delegados con plenos derechos
más de 30 eran abiertos partidarios de Iskra. Así pues, el Congreso
se hallaba completamente dominado por el grupo Iskra. Mientras
los «iskristas» permanecieron unidos, la única oposición coherente
41
42 Capítulo 2

procedió de los delegados del Bund -interesados casi exclusiva-


mente en los derechos de las minorías nacionales y en el manteni-
miento de su estatuto autónomo dentro del partido--- y de dos dele-
gados, Akímov y Martínov, que representaban a la «Unión de so-
cialdemócratas rusos en el extranjero» y que mostraban inclinaciones
«economistas». Casi al comienzo del Congreso se aprobó, con sólo dos
votos en contra, una resolución que reconocía a Iskra como órgano
central del partido 1•
Antes del Congreso, los asuntos pendientes más importantes eran
la aprobación del programa y de los estatutos del partido. Plejánov,
durante la década de los 80, y Lenin, en la década de los 90, habían
elaborado sendos proyectos del programa del partido; y cuando el
grupo Iskra empezó a consolidarse, la petición de un programa acom-
pañó a la petición de un nuevo congreso del partido. Las discusio-
nes que se desarrollaron a lo largo del primer semestre de 1902
enfrentaron a Lenin, que apostaba por la juventud y no admitía me-
didas de compromiso, con Plejánov, que se mostraba partidario de
la tradición y de la prudencia incluso en la lucha por la Revolución.
Un primer proyecto, elaborado por Plejánov, fue duramente criti-
cado por Lenin; a su juicio, no era «un programa para un partido
lanzado al combate práctico sino una declaración de principios, más
bien un programa para estudiantes» 2 • Lenin, por su parte, presentó
un contraproyecto. Se confió a una comisión compuesta por los de-
más miembros del grupo Iskra la tarea de poner de acuerdo los
dos textos. Cosa bastante sorprendente, la comisión llevó a buen
término su trabajo. La autoridad de Plejánov era todavía inmensa
y Lenin, con poco más de treinta años, se mostró dispuesto --casi
por última vez en su vida -a llegar a un compromiso en una cues-
tión teórica. Lenin aceptó una formulación acerca del avance del ca-
pitalismo en Rusia hacia el inevitable clímax de la revolución social
menos incisiva que la que su proyecto contenía. Pero consiguió, a
cambio, la inserción de un prudente programa de reforma agraria,
por completo ausente del proyecto de Plejánov. La primera parte,
de carácter teórico, del proyecto de programa -reproducido en el
número de Iskra de 1 de junio de 1902 y sometido al Congreso del
partido al año siguiente- era obra, en términos generales, de Ple-
jánov, con frases aisladas de Lenin, dirigidas todas a endurecer el
texto; la segunda parte del proyecto, de carácter práctico, era obra

' Vtoroi Syezd RSDRP (1932), p. 155.


2 Lenin, Sochineniya, v, 18.
Bolcheviques y mencheviques 43

de Lenin, con frases aisladas de Plejánov, dirigidas todas a suavizar


el texto 3•
La parte teórica del programa comenzaba con la tesis marxista
ortodoxa de que las relaciones de producción han alcanzado un pun-
to en que el capitalismo burgués no es ya compatible con nuevos
progresos. A medida que sus contradicciones se multiplican, «el
número y solidaridad de los proletarios 4 aumentan y su lucha con-
tra los explotadores se hace más aguda». El desarrollo técnico, así,
«crea cada vez más rápidamente la posibilidad material de sustituir
las relaciones de producción capitalistas por las socialistas», esto es,
la posibilidad material de una revolución social que «abolirá la di-
visión de la sociedad en clases» y «terminará con todas las formas
de explotación de una clase por otra». La dictadura del proletaria-
do, definida como «la conquista del poder político por el proleta-
riado», es «condición indispensable de esta revolución social». Era
esta la primera vez que se inscribía formalmente en un programa de
partido el tema de la dictadura del proletariado. La parte práctica
y específicamente rusa del programa se refería a objetivos inmedia-
tos: tales objetivos, como el Manifiesto Comunista había ya seña-
lado, variaban, naturalmente, según los países. Los objetivos se
clasificaban en tres grupos: reivindicaciones políticas (entre otras:
sufragio igual y universal, libertad de conciencia, de expresión, de
prensa, de reunión y de asociación, elección de los jueces, separación
de la iglesia y el estado, educación universal y gratuita), reivindi-
caciones económicas de los obreros (entre otras: jornada de ocho
horas, prohibición del trabajo infantil, limitaciones en los trabajos
desempeñados por mujeres, seguros sociales de vejez e invalidez,
prohibición de las multas y de la remuneración en especie en las fá-
bricas) y reivindicaciones económicas de los campesinos (especial-
mente la devolución de los «recortes» de tierra que les habían sido
injustamente arrebatadas en la época de la emancipación). Para los
redactores del programa, estas reivindicaciones eran lo máximo que
podía pedirse si se quería contar con el apoyo de la burguesía radical
3 Las contribuciones de Lenin están recogidas en Lenin, Sochineniya, v,
1-51; en ibid., v, 398-9, nota 1, puede verse un breve resumen, muy útil, de
toda la controversia.
• Martínov propuso al Congreso rectificar esta cláusula de forma que di-
jera: «el número, solidaridad y conciencia de los proletarios» (Vtoroi Syezd
RSDRP [19.32], p. 116). Esto constituía un eco de la controversia acerca de
la espontaneidad y la conciencia, y fue seguida de un vigoroso ataque contra
el ¿Qué hacer? de Lenin, basado en el argumento de que negaba la existencia
de impulsos espontáneamente socialistas en el proletariado; Lenin fue defen-
dido por Plejánov, Mártov y Trotski y la enmienda fue rechazada.
44 Capitulo 2

durante las primeras etapas de la revolución. No se hacía la menor


alusión a la relación entre estos objetivos inmediatos y el objetivo
último de la sociedad sin clases. El programa terminaba ofreciendo e]
apoyo del partido a «cualquier movimiento de oposición o revolucio-
nario contra el orden social y político existente en Rusia» y señalando
que el primer paso hacia la realización de sus objetivos era «el derro-
camiento de la autocracia y la convocatoria de una asamblea constitu-
yente libremente elegida por todo el pueblo». El programa fue dis-
cutido de forma pormenorizada por el Congreso; sólo se le hicieron
algunas enmiendas sin importancia. Finalmente fue aprobado con
el único voto en contra de Akímov 5 • El programa no sería modifi-
cado hasta 1919.
El debate sobre los estatutos del partido tomó un aire tormen-
toso desde que se empezó a discutir su artículo primero, que definía
la condición de miembro del partido. La comisión preparatoria del
proyecto se escindió en una cuestión de principios y ofreció dos
textos alternativos, uno presentado por Lenin y otro por Mártov.
Lenin definía la condición de miembro del partido de la forma si-
guiente:
Se considerará miembro del partido a todo el que acepte su programa y
apoye al partido tanto con recursos materiales como con su participaci6n per-
sonal en una de las organizaciones del mismo:

Mártov proponía la alternativa siguiente:


Se considerará como miembro del Partido Obrero Socialdem6crata de Rusia
a todo el que acepte su programa y apoye al partido tanto con recursos mate-
riales como con su cooperaci6n regular bajo la direcci6n de una de las organi-
zaciones del mismo.

La diferencia entre los dos proyectos era formalmente mínima;


sin embargo, la fórmula más precisa en la que Lenin tanto insistía
era una expresión deliberada y desafiadora -y todo el mundo lo
szbía- de su concepción, ya expuesta en ¿Qué hacer?, de un pe-
queño partido de revolucionarios profesionales organizados y disci-
plinados. Los ánimos se excitaron; y la distinción que surgió en
esta discusión entre iskristas «duros» y «blandos» 6 fue la forma
• Vtoroi Syezd RSDRP (1932), pp. 258-9. Véase en ibid., pp. 417-23,
\!KP(B) y Rezolutsiyaj (1941), i, 19-23 y otros lugares el texto del programa
tal y como fue realmente adoptado.
• Más tarde Lenin también los clasificó como iskristas «consecuentes»
e «inconsecuentes» (Lenin, Sochineniya, vi, 269).
Bolcheviques y mencheviques 45

original que adoptó la disensión entre bolcheviques y mencheviques.


Mártov y Axelrod distinguieron entre «organización» y «partido».
Al tiempo que admitían la necesidad de una organización conspirati-
va, afumaron que tal organización sólo tendría sentido como núcleo
de un amplio partido de simpatizantes. Lenin replicó que era esen-
cial trazar una línea divisoria entre «charlatanes» y «obreros»: el
proyecto de Mártov abría las puertas del partido tanto a los unos
como a los otros. Plejánov se alineó, con cierto aire de indiferencia,
en las posiciones de Lenin. Los restantes miembros del Consejo de
redacción de Iskra, Pótresov y Zasúlich, no hicieron uso de la pala-
bra pero se pusieron al lado de Axelrod y Mártov. De forma ines-
perada, Trotski se pronunció en favor de Mártov 7• Al final de un
largo y obstinado debate el proyecto de Lenin fue derrotado en una
sesión plenaria del Congreso por 28 votos contra 23, y el proyecto
de Mártov aprobado por 28 votos contra 22 8• Los restantes artícu-
los de los estatutos fueron aceptados sin grandes dificultades. La
organización central del partido, más bien tosca, se componía del
consejo de redacción del órgano central (Iskra), depositario de la
doctrina del partido; de un comité central, encargado de dirigir el
trabajo del partido a través de las organizaciones locales; y de un
consejo del partido, constituido por cinco miembros -d.os por cada
uno de los otros organismos y un presidente designado por el Con-
greso del partid~ y órgano supremo de control, responsable sólo
ante el Congreso del partido, que se reunía cada dos años 9•
Las consecuencias de la crucial votación sobre el artículo primero
de los estatutos fueron paradójicas. La mayoría que había aprobado
el proyecto de Mártov estaba formado por iskristas «blandos» y
por delegados del Bund y de otras organizaciones que nunca habían
estado vinculados a Iskra. Sin embargo, dentro del grupo Iskra
Lenin todavía tenía la mayoría. El debate a propósito de los esta-
tutos del partido implicaba una decisión acerca de las relaciones
entre el Bund y éste. El rechazo, por una abrumadora mayoría,
de la pretensión del Bund de «seguir siendo el único representante
del proletariado judío» motivó que sus delegados se retiraran del
7 Trotski visitó a Lenin en Londres en octubre de 1902, produciéndole
gran impresión por su talento literario. En dos ocasiones Lenin propuso en
la primavera de 1903 la cooptación de Trotski al consejo de Iskra, pero Plejá-
nov interpuso en ambas circunstancias su veto (Krúpskaya, Recuerdos de Lenin,
ed. citada, i, pp. 85-6, 92). Según Krúpskaya, Lenin no pensaba en el Congreso
«lo más mínimo que Trotski pudiera vacilar» (ibid., p. 99).
• Vtoroi Syezd RSDRP (1932), pp. 263-85.
• Véase en Vtoroi Syezd RSDRP (1932), pp. 423-25 y VKP(B) v Rezolutsi-
yai (1941), i, 24-5 el texto de los estatutos.
46 Capítulo 2

Congreso en la vigesimoséptima ses10n (el Congreso celebró treinta


y siete en total) 10• La decisión, adoptada en la siguiente sesión, de
reconocer en los estatutos como única organización del partido «en
el extranjero» a la «Liga de la Socialdemocracia Revolucionaria»,
estrechamente vinculada a Iskra (Lenin figuraba como delegado suyo
en el Congreso), privaba de su derecho de voto a la «Unión de So-
cialdemócratas rusos en el extranjero»; esto dio lugar a que tam-
bién Martínov y Akímov se retiraran del Congreso 11 • Los iskristas
se mantuvieron unidos al adoptar estas decisiones. Sin embargo, la
retirada de siete delegados que habían votado con los «blandos» en
la discusión sobre la condición de miembro del partido produjo
como resultado la alteración del equilibrio de votos en favor de los
«duros». Se hizo evidente que Lenin podría disponer de una ma-
yoría de delegados a la hora de decidir sobre un punto de la orden
del día de trascendental importancia -la elección de los órganos
del partido-- y que utilizaría esa mayoría para conseguir hacer triun-
far sus opiniones. Este descubrimiento, más que cualquier incidente
abierto, cambió repentinamente el clima del Congreso. A partir de
la trigésima sesión los debates se desarrollaron en una atmósfera de
intensa acritud.
Evidentemente, lo que estaba en juego era una cuestión impor-
tante. Debemos añadir, sin embargo, que los estatutos del partido,
redactados y apoyados a lo largo del Congreso por todo el grupo
Iskra, concedían a la autoridad central un control casi ilimitado so-
bre los órganos locales del partido, y que la posterior indignación
suscitada por la concepción de Lenin de un partido centralizado y
disciplinado fue la secuela, más que el origen, del conflicto. De las
mutuas recriminaciones entre Lenin y Mártov en el Congreso se
infiere que el proyecto de Lenin de reducir el número de miembros
del Consejo de Iskra de seis a tres y de limitar a tres los miembros
del comité central del partido había sido examinado anteriormente
en el Consejo de Iskra sin suscitar objeciones de principio. Sólo
cuando el proyecto asumió en el Congreso la forma concreta de una
propuesta para designar a Plejánov, Lenin y Mártov (dos «duros» y
un «blando») como miembros del Consejo de I skra y para elegir
como miembros del comité central a personajes de segunda fila -de
forma tal que el control ejercido sobre el partido por el Consejo de
Iskra no pudiera ser desafiado--, la oposición se mostró implacable.
Fue en el propio Congreso donde Mártov lanzó por vez primera la

'º Vtoroi Syezd RSDRP (1932), pp. 324-5.


" lbid., p. 334.
Bolcheviques y mencheviques 47

acusación, que tan destacado papel jugaría en la posterior contro-


versia, de que se estaba implantando «el estado de sitio dentro del
partido» mediante la utilización de «leyes de excepción contra de-
terminados grupos» 12• El resto de los debates cobró la forma de
una serie de votos y protestas. La decisión de elegir tres miembros
para el Consejo de Iskra fue tomada por una mayoría de 25 votos
contra 2, con 17 abstenciones. La mayoría procedió luego a elegir
a Plejánov, Mártov y Lenin; Mártov rechazó el puesto que se le ofre-
cía; y la minoría se negó a seguir participando en las elecciones 13 •
El comité central quedó formado exclusivamente por «duros» y
Plejánov fue nombrado presidente del Consejo del partido. En re-
lación con esos resultados, los ganadores fueron apodados «bolche-
viques», que significa mayoritarios, y los perdedores «mencheviques»,
esto es, minoritarios. Estos nombres estaban destinados a pasar a
la historia.
Sin embargo, la historia no acaba aquí. Plejánov había apoyado
firmemente a Lenin en medio de los alborotos del Congreso. Cuan-
do un delegado trató de establecer una distinción entre las opiniones
de Lenin y las suyas, contestó algo pomposamente que mientras
que Napoleón había obligado a sus mariscales a divorciarse de sus
esposas, nadie lograría que él se divorciara de Lenin 14• No obstan-
te, ya la discusión a propósito del programa había demostrado con
cuánta facilidad el carácter indulgente del viejo Plejánov podía cho-
car con el temperamento implacable del joven Lenin. Plejánov pron-
to quedó desagradablemente sorprendido por la inflexible coheren-
cia con que Lenin se proponía sacar fruto de su victoria. Entre los
mencheviques a los que Lenin deseaba excomulgar figuraban la ma-
yor parte de los antiguos compañeros y amigos de Plejánov. Este
había aprobado en principio la severa disciplina del partido; sin em-
bargo, cuando llegó el momento de aplicarla, salieron a la luz las
nociones menos rígidas de organización política que inconsciente-
mente había hecho suyas durante su larga estancia en Occidente.
Cosa incomprensible para Lenin, Plejánov comenzó a defender la
reconciliación con los disidentes. Antes de que finalizara 1903, Le-
nin había dimitido del Consejo de Iskra 15 , Plejánov había cooptado
12 lbid., p. 373.
13 lbid, p. 376. A partir de ese momento las dos fracciones en que el
Congreso se había escindido empezaron a celebrar reuniones por separado
(l..enin, Sochineniya, vi, 56).
" Vtoroi Syezd RSDRP (1932), p. 138.
1• Según Plejánov Lenin busc6 un precedente en la política inglesa con-
temporánea: «Chamberlain abandonó el ministerio para fortalecer su posición;
yo hago lo mismo» (Plejánov, Sochineniya, xii, 44).
48 Capítulo 2

para figurar en él a los antiguos miembros que el Congreso había


rechazado, Iskra se había transformado en un órgano menchevique
y Lenin, excluido de la maquinaria del partido que el Congreso ha-
bía puesto bajo su control, emprendía la tarea de organizar a sus
bolcheviques como fracción independiente.

Durante los doce meses siguientes Plejánov y los antiguos miem-


bros de Iskra publicaron una serie de devastadores artículos contra
Lenin. Plejánov superó rápidamente la mala conciencia que pudiera
producirle el apoyo prestado a Lenin en la fase final del segundo
Congreso, dando la pobre excusa de que cuando leyó por vez prime-
ra ¿Qué hacer? había desaprobado algunas de sus partes pero que
luego había tenido la impresión de que Lenin había modificado sus
opiniones 16 • Lenin era declarado culpable de fomentar «un espíritu
sectario de exclusivismo» 17 • El artículo titulado ¿Centralismo o bo-
napartismo? le acusaba de «confundir la dictadura del proletariado
con la dictadura sobre el proletariado» y de practicar el «bonapar-
tismo, si no la monarquía absoluta, en el viejo estilo pre-revolucio-
nario» 18 • Su concepción de las relaciones entre el revolucionario
profesional y las masas no era de Marx, sino de Bakunin 19 • Mártov,
retomando la idea ya expuesta en el Congreso, escribió un folleto
sobre La lucha contra la ley marcial en el Partido Obrero Socialde-
mócrata de Rusia. Vera Zasúlich escribió que la idea de Lenin sobre
el partido era semejante a la de Luis XIV sobre el estado 20 • La
editorial del partido, bajo los auspicios mencheviques, publicó un
folleto de Trotski, brillantemente escrito y plagado de insultos, con
el título Nuestras tareas políticas 21 ; el nuevo menchevismo del autor
quedaba patente en la dedicatoria «a mi querido· maestro Pavl Bori-
sovich Axelrod». Trotski calificaba los métodos de Lenin de «des-
lustrada caricatura de la trágica intransigencia del jacobinismo» y
predecía una posible situación en la que «el partido es sustituido
por la organización del partido, la organización del partido por el
comité central y, finalmente, el comité central por el dictador». El

" lbid., xiii, 135-8.


11 lbid., xiii, 7.
11 Ibid., xiii, 90-1.
,. lbid., xiii, 185.
20 Iskra, núm. 70, 25 de julio de 1904.
21 N. Trotski, Nashi Politicheskie Zadachi (Ginebra, 1904). Trotski utilizó
al principio la inicial N. como pseudónimo, para volver más tarde al empleo
de su propia inicial: L. También Lenin utilizó a veces la inicial N.
Bolcheviques y mencheviques 49

capítulo último llevaba el título de «La dictadura sobre el proleta-


riado» 22•
Poco tiempo después Plejánov escribiría en su Diario de un so-
cialdemócrata que si las concepciones bolcheviques llegaran a triun-
far «todo girará en última instancia en torno a un hombre que ex
providentia reunirá todos los poderes en su propia persona» 23 •
Pronto llegaron al partido socialdemócrata alemán, enfrascado
por su parte en los problemas del cisma de los «revisionistas», ecos
de la escisión rusa. La aparente unanimidad de casi todos los miem-
bros destacados del partido ruso -los seguidores de Lenin pertene-
cían a la base del partido, y apenas si había un nombre conocido
entre ellos- les valió a los mencheviques un apoyo casi total de
los socialistas alemanes. Kautski no sólo se negó a publicar en Neue
Zeit, órgano de la socialdemocracia alemana, un artículo en el que
Lenin defendía la postura bolchevique, sino que además envió a la
Iskra menchevique, para su publicación, una copia de la carta en
que condenaba rotundamente la actitud de Lenin 24• El ataque con-
tra Lenin de mayor envergadura fue un artículo de Rosa Luxembur-
go, publicado en Neue Zeit en julio de 1904, que denunciaba su
política de «ultracentralismo» como burocrática y no democrática.
Diagnosticando un carácter específicamente ruso en el proyecto de
Lcnin, Rosa Luxemburgo hacía un amargo comentario acerca del
«'ego' aplastado y pulverizado por el absolutismo ruso» que reapa-
rece en forma de «'ego' del revolucionario ruso» que «impone su
voluntad y se proclama a sí mismo como el nuevo realizador de la
historia»; a su juicio, los poderes absolutos de la dirección leninista
del partido llevarían probablemente a «intensificar más peligrosa-
mente el conservadurismo que caracteriza de forma natural a ese
género de organizaciones» 25 • Finalmente Bebel, el veterano dirigen-
te del partido alemán, se ofreció como árbitro; la propuesta fue rá-

22 Resulta justo recordar el veredicto final de Trotski, formulado casi


treinta años más tarde, sobre esta controversia: «No era una casualidad que
las palabras 'irreconciliable' y 'despiadado' fueran tan frecuentes en el vocabu-
lario de Lenin. Sólo la más elevada concentración en el objetivo de la revolución,
libre de toda mezquindad personal, puede justificar ese tipo de implacabilidad
personal... Su comportamiento me pareció inadmisible, terrible, espantoso. Sin
embargo, era al mismo tiempo políticamente correcto y por consiguiente indis-
pensable desde el punto de vista de la organización» (L. Trotski, Moya Zhizn
[Berlín], 1930, i, 187-8).
23 G. V. Plejánov, Sochineniya, xiii, 317.
,. lskra, núm. 66, 15 de mayo de 1904.
25 Neue Zeit, xxii (Viena, 1903-4), ii, 484-92, 529-35.
Carr, t. I, 4
50 Capítulo 2

pidamente aceptada por los mencheviques y no menos prontamente


rechazada por Lenin 26•
En apariencia, Lenin no se sintió afectado por esos ataques 27 •
Le respaldaban el ejemplo y autoridad de Marx, que, al ser criticado
por sus ataques a otros revolucionarios alemanes, había contestado
en su peri6dico:
Nuestra tarea consiste en criticar aún más despiadadamente a los supuestos
«amigos» que a los enemigos declarados; al actuar de esta manera renunciamos
de buen grado a la barata popularidad democrática 20 •

Al replicar a Mártov durante las sesiones del Congreso, Lenin


había hecho una briosa defensa de su posición intransigente:
No me asustan lo más mínimo esas terribles palabras acerca de la «ley
marcial» y «las leyes de excepción contra grupos y personas determinadas», et-
cétera. Cuando nos tropezamos con elementos inestables y perturbadores, no
sólo podemos sino que además debemos proclamar la «ley marcial»; los esta-
tutos del partido y la política de «centralismo» que acaban de ser aprobados
en el Congreso no son sino la «ley marcial» para hacer frente a los nume-
rosos focos de indisciplina política. Contra la indisciplina política se necesitan
leyes especiales e incluso excepcionales; y el paso dado por el Congreso, al
crear una sólida hase para tales leyes y tales medidas, ha indicado el camino
político justo a seguir 29 •

En un largo folleto, Un paso adelante, dos pasos atrás, publicado


al año siguiente en Ginebra con el subtítulo «Una crisis en nues-
tro partida», Lenin se negaba a dejarse intimidar por las acusasiones
de jacobinismo:
El jacobino, indisolublemente ligado a la organización del proletariado cons-
ciente de sus intereses de clase, es precisamente el socialdemócrata revolucio-
nario '°.

En su penetrante análisis de las sesiones del Congreso muestra


Lenin que los iskristas «blandos» se encontraban siempre en la in-
cómoda posición de tener que establecer alianzas con delegados que,
26 Véanse detalles de este episodio en Lenin, Sochineniya, vii, 450-52,
nota 44; Leninskii Sbornik, v (1926), 169-76, 182-3.
27 En sus Recuerdos de Lenin (ed. citada, i, p. 108), Krúpskaya habla
del dolor personal que le produjo a Lenin la ruptura con Mártov; esto, sin
embargo, ~o llevaba consigo ni una sombra de duda política.
20 Marx y Engels, Sochineniya, viii, 445.
29 Lenin, Sochineniya, vi, 36.
'° Ibid., vi, 303.
Bolcheviques y mencheviques 51

como los del Bund, eran enemigos tanto del lskra como de cualquier
organización de partido fuertemente centralizada. Lenin hace remon-
tar los orígenes espirituales del menchevismo al «anarquismo seño-
rial», precursor del narodnismo en todas sus formas, entre ellas el
nihilismo:
Este anarquismo señorial es algo muy peculiar del nihilista ruso. La orga•
nización del Partido le parece una «fábrica» monstruosa. La subordinaci6n de
la parte al todo y de la minoría a la mayoría se le antoja un «avasallamiento»•..
La divisi6n del trabajo bajo la dirección de una autoridad central le hace
proferir aullidos tragicómicos contra la transformaci6n de los hombres en
«ruedas y tornillos» ••.

Tampoco asustó a Lenin que los mencheviques le acusaran de


defender el principio burocrático contra el principio democrático. Si
burocracia significa centralismo y si por democracia se entiende «au-
tonomismo», la socialdemocracia revolucionaria está a favor de la
primera y en contra de la segunda 32 • De existir algún principio tras
las concesiones del menchevismo, seda «el principio del anarquis
mo» 33.
La noción del partido centralizado y disciplinado como instru-
mento de la revolución ocupa un lugar cardinal en el pensamiento
de Lenin. Esa es la idea que inspiró la fundación de Iskra, foco del
futuro partido, y la redacción de ¿Qué hacer?, que expuso por vez
primera la doctrina del papel dirigente del partido sobre las masas.
Lenin denominaría más tarde «centralismo democrático» al sistema
de disciplina de partido que propugnaba. Aunque la fórmula se pres-
ta al comentario irónico de que el «centralismo» -el control de los
dirigentes- predomina sobre la «democracia» -el control ejer-
cido por la base del partido-, con ello se corre el riesgo de consi-
derar estas tendencias centralizadoras como específicas del partido
ruso o, dentro del propio partido, como exclusivas de Lenin. Sin
embargo, ha de tenerse en cuenta que fue durante ese período cuan-
do comenzó a generalizarse por doquier la organización a gran esca-
la; en todas partes los intereses de la eficacia y del poder parecían
exigir una concentración cada vez -mayor de autoridad. Ningún par-
tido político de ningún país quedó a salvo de esas tendencias. Los
partidos proletarios estaban especialmente sometidos a esa influen-
cia; era precisamente en ellos donde se escuchaba con mayor fre-
cuencia que los miembros del partido debían obediencia a los diri-
•• lbid., vi, 310 .
., lbid., vi, 313.
33 lbid., vi, 321.
52 Capítulo 2

gentes que ellos mismos habían elegido, y que el exceso de críticas


era incompatible con la lealtad hacia el partido 34• El propio Plejánov
había razonado en su día, antes de convertirse en acérrimo enemigo
de Lenin, de la misma manera:
Quienes afirman que la socialdemocracia debe garantizar la plena libertad
de expresión a sus afiliados olvidan que un partido político no es una aca-
demia científica... La libertad de opinión en el seno del partido puede y debe
ser restringida porque el partido es una asociación libremente constituida por
hombres que tienen una manera de pensar parecida. Cuando la identidad de
ideas desaparece, la disolución resulta inevitable".

No es el proletariado sino la burguesía, señala Lenin, la que


rehuye esa necesaria y saludable limitación. Los mencheviques re-
presentan, así, el «individualismo burgués-intelectual»; los bolche-
viques, «la organización y disciplina proletarias» 36 •
Tampoco la réplica de Lenin a las críticas mencheviques se que-
dó en palabras. Indiferente al aislamiento en que la ruptura con
Iskra le había dejado, impertérrito ante las críticas o las desercio-
nes, convocó a veintidós fieles partidarios a una reunión, que se ce-
lebró en Ginebra en agosto de 1904, y creó un «buró de los comités
de la mayoría» como nueva organización central de los bolcheviques.
A fines de 1904 fundó un nuevo periódico, V period («Adelante»),
que ocupó el lugar de la renegada Iskra. Su principal preocupación
era impedir cualquier medida apresurada de reunificación que pu-
siera en peligro la pureza e independencia de la doctrina bolchevi-
que, mancillándola con las herejías mencheviques. En la correspon-
dencia del partido de este período pedía «en todas partes y de la
forma más resuelta cisma, cisma y cisma» 37 • El principio que Lenin
aplicó primero y legó después a sus sucesores fue el de que era pre-
ferible escindir el partido y expulsar de sus filas a los disidentes an-
tes de poner en peligro, incluso a propósito de cuestiones secunda-
rias, la unidad del partido. Esta actitud procedía de una convicción
,. R. Michels, Zur Soziologie des Parteiwesens (segunda edición, 1925),
pp. 278-80, cita sorprendentes ejemplos de la existencia de tales sentimientos
en fuentes alemanas, francesas y belgas. También utiliza la expresión «centra-
lismo democrático» ( ibid., p. 227) en una forma que hace pensar que era de
uso corriente en el Partido Socialdemócrata alemán durante los primeros años
del siglo xx.
" G. V. Plejánov, Sochineniya, xii, 455.
,. Lenin, Sochineniya, vi, 213.
"' Leninskii Sbornik, v (1926), 149. «Cisma» parece la única traducción
apropiada para la palabra rusa raskol, que fue aplicada primitivamente a los
disidentes religiosos.
Bolcheviques y mencheviqucs 53

intelectual profunda y cuadraba a la perfección con su personalidad


dominante y segura de sí misma. Aun cuando a veces pareciera aban-
donar momentáneamente ese principio en beneficio de la conciliación,
una y otra vez volvió a él. Es significativo que la táctica empleada
contra los mencheviques después de 1903 llegara a convertirse en
un modelo para el partido, aplicado siempre que se produjeron
crisis internas, y que la palabra «menchevismo» fuera adoptada pos-
teriormente, extendiendo cada vez más elásticamente su significado,
para denominar cualquier tipo de disidencia dentro de las filas del
partido. En abril de 1905, un nuevo Congreso del partido se reunió
en Londres, desafiando así la autoridad de los órganos centrales del
mismo, ahora exclusivamente menchevique. Al Congreso asistieron
sólo delegados bolcheviques; los mencheviques boicotearon el Con-
greso y celebraron una conferencia paralela en Ginebra. La escisión
había sido llevada hasta sus últimas conclusiones.

El motivo que había originado la escisión en el segundo Con-


greso produjo la impresión de que, dado que ambas facciones habían
aprobado de común acuerdo el programa del partido y disentido
únicamente a propósito de los estatutos, el conflicto afectaba sólo a
b organización y no a la doctrina. Aunque esto fuera al comien-
zo verdad, la brecha se ensanchó y profundizó luego rápidamen-
te. La doctrina de Marx contiene, desde el Manifiesto Comunista
en adelante, dos elementos: evolucionista, científico u objetivo el
uno, revolucionario, propagandista o subjetivo el otro. El marxismo
es a la vez una formulación de las leyes del desarrollo social y eco-
nómico, y una exhortación a recurrir a la acción, violenta o no, para
facilitar la realización de dichas leyes. Estos dos aspectos del mar-
xismo pueden ser reconciliados mediante la teoría de que los asuntos
humanos se hallan sometidos a un proceso de evolución continua
que, no obstante, no excluye el ocasional surgimiento de actos dis-
continuos de carácter revolucionario como parte esencial del proce-
so. Sin embargo, esa aparente discrepancia lleva a colocar el acento
alternativamente en dos concepciones opuestas del desarrollo his-
tórico; esos cambios de acentuación los encontramos incluso en los
propios escritos de Marx. En la controversia que llevó a la escisión
de los discípulos rusos de Marx, los mencheviques acusaban a los
bolcheviques de transgredir el esquema evolucionista marxista al
tratar de organizar, mediante procedimientos conspiratorios, una re-
volución proletaria sin existir las condiciones para su realización,
dado que el desarrollo ruso atravesaba en esos momentos una etapa
burguesa; por su lado, los bolcheviques acusaban a los mencheviques
54 Capítulo 2

de considerar a la Revolución como «un proceso de desarrollo histó-


rico» y no como algo que debe ser organizado de manera consciente
y según un plan deliberado 38 • Los mencheviques, que analizaban el
curso de la Revolución y creían que su ritmo no podía ser alterado
o acelerado mediante una actividad consciente, eran fundamental-
mente teóricos; para utilizar la terminología bolchevique, eran rai-
sonneurs, «secos y polvorientos archiveros», «la inteliguentsia del
partido» 39 • Los bolcheviques, en cambio, eran hombres de acción,
decididos a organizar la revolución por procedimientos tanto legales
como ilegales; Lenin, el portavoz y creador del bolchevismo, se mos-
tró, en contraste con los mencheviques, menos interesado desde el
principio por la teoría evolucionista que por la práctica revoluciona-
ria. Es muy significativo que Lenin insistiera siempre en la necesi-
dad de interpretar a Marx de un modo dialéctico y no dogmático.
Partiendo del supuesto de la unidad de la teoría y la práctica, la
teoría sólo tiene sentido si logra expresarse en la práctica en un
determinado momento y lugar. Lenin, citando las célebres Tesis so-
bre Feuerbach de Marx, comparaba a los mencheviques con los filó-
sofos que se limitan a «interpretar el mundo de diversos modos».
Los bolcheviques, como buenos marxistas, se proponían transfor-
marlo 40.
Aunque la disputa entre bolcheviques y mencheviques pareciera
girar en torno a cuestiones esotéricas de doctrina marxista, en reali-
dad planteaba cuestiones fundamentales para la historia de la Revo-
lución rusa. Los mencheviques, al aferrarse a la primitiva secuencia
marxista, según la cual la revolución democrático-burguesa debería
preceder a la revolución socialista-proletaria, nunca aceptaron la hi-
pótesis de Lenin, enunciada ya en 1898, de la existencia de un víncu-
lo indisoluble entre ambas. La revolución burguesa, sostenían los
mencheviques, debería producirse primero; sólo gracias a la revolu-
ción burguesa el capitalismo podría llegar a su pleno desarrollo en
Rusia; hasta tanto ese desarrollo se produjera, el proletariado ruso
no podría ser lo suficientemente fuerte como para iniciar y llevar a
cabo la revolución socialista. Tal separación formal entre las dos re-
voluciones, por muy satisfactoria que resultara para los teóricos, im-
31 El artículo de Lenin titulado ¿Debemos organizar la Revolución? (Sochi-
neniya, vii, 122-29), publicado en febrero de 1905, se ocupa de esta contro-
versia.
39 Esta última expresión fue realmente utilizada en una resolución de
la quinta Conferencia del partido celebrada en diciembre de 1908 (VKP(B)
v Rezolutsiyai [1941), i, 125); para el resto, véase Lenin, Sochineniya, viii,
49-50.
.. lbid., viii, 52.
Bolcheviques y mencheviques 55
plicaba sin embargo consecuencias que hubieran resultado turbado-
ras incluso a revolucionarios más prácticos que los mencheviques.
Al circunscribir su horizonte a la revolución burguesa, los menche-
viques se veían en dificultades para incluir en su programa político
la más mínima exhortación socialista o proletaria. La revolución
burguesa era un precursor necesario y predestinado de la revolución
proletaria; así pues, suponía, a la larga, un interés vital para el pro-
letariado. Sin embargo, la consecuencia inmediata de la revolución
burguesa sería la conquista del poder por los opresores del proleta-
riado y, a la larga también, sus más formidables enemigos. Para huir
de este dilema los mencheviques no tenían más salida que concen-
trarse en una política a corto plazo de apoyo a la burguesía para
derrocar a la autocracia y completar la revolución burguesa, y de
presión sobre el eventual gobierno revolucionario burgués para con-
seguir medidas en favor del proletariado que mitigaran su situación
material, semejantes a las que constituían el núcleo de la política
social (legalización de los sindicatos, jornada de ocho horas, seguros
sociales, etc.) de los países capitalistas avanzados.
Así pues, la crítica bolchevique de las posiciones mencheviques
repetía en lo esencial, como señaló frecuentemente Lenin, los argu-
mentos utilizados en las controversias contra los marxistas legales y
los «economistas» frente a los cuales el partido se había mantenido
unido en el pasado; por otro lado, también recogía las críticas for-
muladas en el Partido Socialdemócrata alemán contra los «revisio-
nistas». Aferrados a la idea fija de que Rusia se hallaba en vísperas
de una revolución burguesa, y no socialista, los mencheviques se-
cundaban a los marxistas legales, al insistir en la teoría revolucio-
naria y al aplazar la acción revolucionaria hasta un futuro aún remo-
to; secundaban a los «economistas» al dar preferencia al concepto
económico de clase frente al concepto político de partido 41 y al
afirmar que el único objetivo concreto que podía proponerse a los
obreros en esa etapa era el mejoramiento de su situación económica;
y secundaban a los revisionistas alemanes al propugnar la presión
parlamentaria sobre un gobierno burgués para lograr reformas favo-
rables a los obreros, en vez de una acción revolucionaria para derri-
barlo. El menchevismo no era un fenómeno aislado o casual. Los
mencheviques mantenían una serie de ideas ya familiares en la ac-
., Esto constituye la base de la afirmación del antiguo dirigente menche-
vique Dan de que los bolcheviques representaban «las tendencias democrático-
generales y políticas del movimiento», y los mencheviques «sus tendencias cla-
sistas y socialistas& (F. Dan, Proisiozhdenie Bolshevizma [N. Y., 1946],
p. 291).
56 Capítulo 2

tuación práctica del socialismo de Europa occidental: oposición le-


gal, progreso por medio de reformas y no a través de la Revolución,
compromiso y cooperación con otros partidos parlamentarios, agita-
ción económica a través de los sindicatos. El menchevismo se halla-
ba firmemente enraizado en la tradición y pensamiento occidentales;
después de todo, Marx era un occidental. Los naródniks rusos habían
afirmado, al igual que los eslavófilos, el carácter singular del desarro-
llo de Rusia; a diferencia de Occidente, el destino de Rusia era evi-
tar la etapa capitalista. Plejánov, al refutar a los naródniks, basó
toda su doctrina en el axioma de que Rusia debería seguir el mismo
desarrollo que los países de Occidente; y los mencheviques eran
discípulos de Plejánov. Siempre les resultó más fácil que a los bol-
cheviques ganarse la simpatía y comprensión de los dirigentes social-
demócratas de Occidente. Muchos años después Radek observaría
irónicamente que «Europa occidental empieza en los menchevi-
ques» 42 •
Sintomático de este contraste fue que cuando las fracciones bol-
chevique y menchevique del partido socialdemócrata comenzaron a
diferenciarse claramente entre sí dentro de Rusia (lo que se produjo
más tardíamente y de forma menos neta que entre los émigrés), los
mencheviques reclutaron sus afiliados entre los obreros más alta-
mente especializados y organizados -los trabajadores de artes grá-
ficas, de los ferrocarriles y de la siderurgia de las modernas zonas
industriales del sur-, mientras que los bolcheviques lograron su
principal apoyo en la mano de obra relativamente poco especializada
de las industrias de fabricación en serie -la industria pesada con
instalaciones anticuadas de la región de San Petersburgo y las fábri-
cas textiles de Moscú y San Petersburgo. La gran mayoría de los
sindicatos eran predominantemente mencheviques. Los «economis-
tas» habían mantenido que, si bien los obreros instruidos de Occi-
dente eran susceptibles de adoctrinamiento político, sólo la agitación
económica podría movilizar a la masa del «proletariado fabril»
ruso 43; incluso Lenin pareció aceptar la idea de que los «economis-
•2 Según la historia oficial del partido, los mencheviques «querían en Rusia
un partido semejante, digamos, al Partido Socialdemócrata alemán o francés»
y «combatieron a los bolcheviques precisamente porque percibieron en ellos
algo nuevo, algo inusual y diferente de los socialdemócratas de Occidente»
(Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética [ed. inglesa, 1939:
History of the Communist Party of Soviet Union], pp. 139-40). Debe recordarse
·que en 1903 no existían en Rusia partidos políticos en el sentido occidental de
la palabra; tales partidos sólo surgieron después de 1905.
"' Este argumento fue utilizado en el Credo de la Kuskova (véase ante-
riormente p. 25).
Bolcheviques y mcnchcviques '57

tas» dirigían sus llamamientos «a los estratos más bajos y menos


desarrollados del proletariado» 44 • Su análisis, sin embargo, fue des-
mentido tanto por la experiencia occidental (donde, desde la época
de la Primera Internacional, era el sector más adelantado de los
trabajadores, los sindicalistas ingleses, quienes exaltaban la lucha
económica a expensas del combate político) como por la realidad
rusa de la época. Los menos sensibles a los llamamientos revolucio-
narios y más fácilmente persuadibles de la posibilidad de mejorar
su situación económica en el marco político burgués eran precisa-
mente los obreros rusos más especializados, educados, organizados
y privilegiados y que más cerca se hallaban de los trabajadores orga-
nizados de Occidente. En cambio, los obreros no especializados de
la industria rusa, que se hallaban en todos los aspectos por debajo
de los estratos más inferiores de la mano de obra industrial de Oc-
cidente y que «no tenían nada que perder excepto sus cadenas», eran
más accesibles a los llamamientos bolcheviques en pro de una revo-
lución política como único camino para las mejoras económicas.
El fracaso ·de los mencheviques -trágico y fútil a la vez- fue
una consecuencia de su ignorancia y apartamiento de la realida1
rusa. El orden social y político de Rusia no era un suelo en el que
un régimen democrático-burgués pudiera florecer. La Historia rara
vez se repite; y una interpretación del marxismo que afirmara que
las etapas sucesivas de la revolución en el mundo tenían forzosamen-
te que seguir la misma pauta que en Europa occidental tenía un
carácter determinista y, por consiguiente, falso. En Alemania la re-
volución democrático-burguesa no había podido ser completada en
su forma clásica durante la segunda mitad del siglo x1x; el fracaso
de 1848 había torcido y semiparalizado el desarrollo social y político
alemán. En Rusia, si los mencheviques se hubieran salido con la suya,
el fracaso de 1905 habría sido un fenómeno paralelo al fracaso de la
Revolución alemana de 1848. Y no sólo porque la burguesía ale-
mana de 1848 y la burguesía rusa de 1905 fueran demasiado débiles
y subdesarrolladas para poder llevar a cabo sus ambiciones revolucio-
narias. Ciertamente, ambas burguesías eran débiles; sin embargo, el
motivo central de sus vacilaciones era su conciencia de que una even-
tual revolución proletaria constituía un peligro cada vez mayor para
sus intereses 45 • Una de las razones por las que la historia rara vez
se repite es que las dramatis personae de la segunda representación
"' Lenin, Sochineniya, ii, 552.
.. Trotski, en una acertada frase, califica a la burguesía alemana de 1848
de «vilmente prudente gracias a la experiencia de la burguesía francesa» (Pers-
pectivi Russkoi Revolutsii, Berlín, s. f. [¿1917?], p. 27).
58 Capítulo 2

conocen de antemano el desenlace. El esquema marxista de revolu-


ción preveía el derrocamiento del orden feudal por la burguesía
como preludio para el derrocamiento del orden burgués por el pro-
letariado. La debilidad de ese esquema estribaba en que, una vez
conocido por la burguesía, no podía ya ser realizado 46 • Si la demo-
cracia burguesa era considerada como una etapa intermedia hacia el
socialismo, entonces sólo podrían luchar por su advenimiento quie-
nes creyeran también en el socialismo. Tal era la profunda verdad
que Lenin expresaba cuando mantenía que sólo el proletariado podía
ser la fuerza dirigente de la revolución burguesa. La dificultad no
consistía en que las condiciones de Rusia no estuvieran todavía ma-
duras para el drama revolucionario occidental, sino en que el drama
había sido ya puesto en escena en Occidente y no podía ser repre-
sentado por segunda vez en otro lugar. Los mencheviques, que es-
peraban que las condiciones maduraran en Rusia, se hallaban con-
denados a la esterilidad y a la frustración.
La posición bolchevique, pese a que tomara mucho más en
cuenta las condiciones específicas de Rusia y se ahorrara así la hu-
millación del fracaso, no estaba libre de contradicciones internas.
Según los bolcheviques el hecho de que la revolución democrático-
burguesa fuera llevada a cabo por el proletariado con el apoyo del
campesinado no privaba a aquélla de su carácter esencialmente bur-
gués: esa etapa no podía ser eludida, ni tampoco confundida con la
revolución socialista-proletaria que le sucedería. Desde luego, se ha-
llaba fuera de duda que una revolución realizada en esas condicio-
nes podría y debería adoptar un gran número de medidas --el re-
parto de tierras a los campesinos, la jornada de ocho horas o la
separación de la iglesia y el estado, por ejemplo- de carácter no
socialista y perfectamente compatibles con el capitalismo burgués;
medidas como las citadas y otras parecidas estaban incluidas· en el
programa mínimo del partido. Sin embargo, Lenin nunca se enfren-
tó seriamente con las dificultades derivadas de una concepción que
mantenía que una revolución boicoteada o activamente combatida
"' Lenin escribió amargamente por esas fechas: «La burguesía europea em-
pezó luchando en las barricadas en favor de la república; más tarde vivió en
el exilio; luego traicionó a la libertad, vendió a la Revolución y se puso al
servicio de la monarquía constitucional. La burguesía rusa quiere 'aprender de
la historia' y 'quemar las etapas' del desarrollo; quieren vender a la Revolu-
ción en seguida, traicionar en seguida a la libertad. En conversaciones íntimas
repiten entre sí las palabras de Cristo a Judas: 'Lo que tengas que hacer, hazlo
rápidamente'» (Sochineniya, vii, 359). Pero ¿por qué habría de luchar la
burguesía en las barricadas una vez que sabe que la consecuencia de su victoria
es su derrocamiento a manos del proletariado?
Bolcheviques y mencheviqucs 59

por la burguesía podría realizar tales «libertad burguesa y progreso


burgués» que el propio Lenin consideraba como única «vía para la
libertad real del proletariado y el campesinado» 47 • En discursos y
escritos de fecha posterior denunció frecuentemente la «libertad
burguesa» como una ficción vacía de contenido. Sin embargo, no
había a su juicio contradicción entre esas dos afirmaciones: Lenin
hablaba de períodos diferentes. Mientras la burguesía fuera una
fuerza revolucionaria que tomara la ofensiva contra los vestigios
del medievalismo y el feudalismo, la libertad burguesa sería algo
real y progresivo; pero tan pronto como la burguesía, consolidado
ya su poder, pasara a adoptar una actitud defensiva frente a las
fuerzas en ascenso del socialismo y el proletariado, la «libertad bur-
guesa» se convertiría en reaccionaria y falsa. Sin embargo, la con-
tradicción verbal ayuda a poner al descubierto el problema real. El
esquema bolchevique exigía la instauración en Rusia de una libertad
y una democracia burguesas que no tenían -ni podían llegar a te-
ner- raíces sociales en Rusia (dado que se establecerían sin el apo-
yo de la burguesía); y mantenía que sin esa etapa no sería posible
desembocar en la libertad superior del socialismo. El esquema men-
chevique, que esperaba de la burguesía rusa el establecimiento de
la libertad burguesa, apenas era más irreal que el esquema bolche-
vique, que preveía que esa libertad sería establecida por una dicta-
dura revolucionaria del proletariado y el campesinado.
El trágico dilema de la Revolución rusa, que ni los mencheviques
ni los bolcheviques pudieron resolver de manera completa, descan-
saba en un error de pronósticos del esquema marxista original. Marx
creyó que el capitalismo burgués, una vez establecido, se desarrolla-
ría en todas partes de forma completa; sólo cuando sus contradic-
ciones internas señalaran el inicio de su decadencia podría la Revo-
lución socialista derrocarlo. Sin embargo, lo que en realidad sucedió
fue que el capitalismo forjó en torno suyo, en aquellos países donde
había alcanzado un desarrollo más pleno y vigoroso, una amplia red
de intereses creados que incluía en su seno a un extenso sector de
la clase obrera industrial, de forma tal que siguió resistiendo sin
demasiada dificultad a las fuerzas de la Revolución durante un largo
período, incluso después de que había comenzado abiertamente el
proceso de decadencia; en contrapartida, un determinado tipo de ca-
pitalismo, recién nacido e inmaturo, sucumbió fácilmente ante las
primeras acometidas revolucionarias. Las consecuencias económicas
de esta desviación del plan preconcebido se harían en seguida visi-

.., Ibid., viii, 34.


60 Capítulo 2

bles: el joven gobierno revolucionario, en vez de entrar en posesión


de la organización industrial eficaz y de la mano de obra preparada
típicas de un capitalismo plenamente desarrollado, se vería obligado
a utilizar, para la construcción del orden socialista, los inadecuados
recursos de un país atrasado, de forma tal que el nuevo socialismo
tendría que soportar la desventaja y sufrir el reproche de ser un
régimen de escasez y no, como los marxistas siempre habían espe-
rado, un régimen de abundancia. Las consecuencias políticas no se-
rían menos turbadoras: los nuevos depositarios del poder político
serían un proletariado carente de la educación y experiencia políti-
cas que sólo pueden ser adquiridas en un régimen constitucional
burgués, gracias al ejercicio del sufragio universal y a la vida asocia-
tiva en los sindicatos y las organizaciones obreras, y un campesinado
en su gran mayoría analfabeto y desprovisto casi por completo de
conciencia política. Los mencheviques atribuyeron las dificultades de
esta situación y las decepciones derivadas de ella al premeditado
abandono bolchevique del esquema marxista de revolución. Sin em-
bargo, ese esquema no podía por menos de quebrar si la revolución
proletaria se producía en el más atrasado de los países capitalistas.
Aunque todas estas dificultades sólo se harían visibles en el próximo
futuro, se hallaban ya implicadas en la cuestión fundamental plan-
teada entre bolcheviques y mencheviques que al estallido de la pri-
mera Revolución rusa puso al descubierto en 190 5.
Capítulo 3
DE 1905 A 1917

La escmon entre bolcheviques y mencheviques significó que el


Partido Obrero Socialdemócrata ruso tuvo que hacer frente a la
primera Revolución rusa de 1905 en una situación de debilitamiento
v desánimo. Ninguna de las dos facciones podía felicitarse de haber
logrado la victoria en su lucha fratricida.
Cuando la ruptura se materializó --escribía Lenin a principios de 1905-
resultó evidente que eramos materialmente los más débiles con gran diferencia ...
Los mencheviques disponían de mayor cantidad de dinero, de publicaciones, de
transportes, de agentes, de «nombres», de colaboradores. Sería una chiquillada
imperdonable no tenerlo en cuenta '.
'
Sin embargo, sólo unos meses después, un agente menchevique
se quejaba, en una carta confidencial, con palabras aún más despre-
ciativas, de la completa ineficacia de las publicaciones y organi-
zación mencheviques en Petersburgo 2 • Cuando la Revolución fue
cobrando impulso en Rusia a lo largo del invierno de 1905, los bol-
cheviques celebraron en Londres un congreso exclusivamente bolche-
vique, que ha pasado a la historia con el nombre -dado por los
bolcheviques- de tercer Congreso del partido. Los principales lu-
gartenientes de Lenin durante el Congreso, Bogdánov y Lunachar-
1 Lenin, Sochineniya, vii, 101.
' ]bid., viii, 500, nota 120.
61
62 Capítulo 3

ski, romperían con él tres años después; sin embargo, Lunacharski


reingresaría en el partido en 1917. Por otro lado, el tercer Congreso
sacó por vez primera del anonimato a tres delegados que jugarían
un importante papel después de la Revolución de Octubre: Káme-
nev (uno de los cinco delegados del Cáucaso), Litvínov y Krasin.
Sin embargo, el hecho de que todos los dirigentes de primera línea
del partido, excepto Lenin, se hubieran pasado -sin vacilación,
como Axelrod, Mártov y Pótresov; o con dudas, como Plejánov y
Trotski- al campo menchevique, situaba a Lenin en una posición
única de alltoridad. La única figura en el tercer Congreso con po-
sibilidades de adoptar posturas independientes de Lenin era Krasin,
por esa época principal responsable de la organización bolchevique
en el interior de Rusia; según Lunacharski, el principal logro del
Congreso fue «la completa fusión de los bolcheviques del ala iz-
quierda leninista con el ala derecha bolchevique de Krasin» 3 • El
papel puramente subalterno que atribuía Lenin a sus segundos que-
da de manifiesto en la rememoración que hizo Lunacharski, años
después, ante el Congreso, de su informe sobre la insurrección
armada:
Vladímir Ilich me indicó todas las tesis fundamentales del informe. No con-
tento con esto, insistió en que debería poner por escrito mi discurso y dárselo
a leer antes de pronunciarlo. La noche anterior a la sesión en la que tenía
que presentar mi informe, Vladímir Ilich leyó atentamente mi manuscrito, de-
volviéndomelo con dos o tres correcciones sin importancia; cosa, por lo demás,
nada sorprendente, dado que, en la medida en que puedo recordarlo, tomé
como punto de partida las precisas y detalladas indicaciones de Vladímir llich '.

La diferencia entre las actitudes bolchevique y menchevique con


respecto a la Revolución que estaba empezando a surgir, se hace paten-
te en las respectivas resoluciones del Congreso de Londres y la Confe-
rencia de Ginebra. El Congreso reconoció la urgente necesidad de
«organizar al proletariado para la inmediata lucha contra la auto-
cracia por medio de la insurrección armada», y admitió --decisión
que no dejaría de ocasionarles problemas doce años más tarde- la
posible participación en un gobierno provisional revolucionario para
librar «una lucha implacable contra todos los esfuerzos contrarrevo-
lucionarios y para defender los intereses independientes de la clase
obrera» 5 • La Conferencia menchevique, por su parte, resolvió que
el partido «no debe plantearse como objetivo la conquista del poder
3 Proletarskaya Revolutsiya, núm. 11 (46), 1925, p. 53.
' lbid., p. 54.
' VKP(B) v Rez:oilltsi}•ai (1941), i, 45; véase más adelante p. 88.
De 1905 a 1917 63

o la participación en un gobierno provisional, sino que debe seguir


siendo el partido de la oposición revolucionaria extrema» 6 •
Esta disputa partidista no desempeñó papel alguno en los acon-
tecimientos de Rusia. El movimiento revolucionario al que puso en
marcha la matanza ante el Palacio de Invierno del 9 de enero de
1905, fue cobrando lentamente fuerza a través de los desórdenes
producidos por toda Rusia durante la primavera y el verano hasta
alcanzar su punto culminante en octubre, momento en el que se
produjo una oleada de huelgas; el zar prometió una constitución li-
beral y se constituyó el primer Soviet de Diputados Obreros. Este
nuevo tipo de institución fue, al parecer, resultado de la acción es-
pontánea de grupos de obreros en huelga. lvanovo-Voznesensk, una
ciudad industrial, reclama el honor de haber constituido el primer
soviet 7 ; durante las semanas inmediatamente posteriores surgieron
en casi todos los principales centros industriales de Rusia soviets
más o menos organizados. El Soviet de Petersburgo, uno de los más
tempranos, fue el más importante con mucho de todos los creados.
La historia de la nueva institución comienza con su prototipo pe-
tersburgués.
El Soviet de Petersburgo de Diputados Obreros quedó cons-
tituido el 14 de octubre y duró cincuenta días. Su primer presidente
fue Jrustalev-Nosar, abogado radical que se adhirió al ala menche-
vique del partido socialdemócrata durante el período del Soviet 8 •
El Soviet se organizó rápidamente, publicó un periódico semanal
(lwestiya Soveta Rabochij Deputatov, precursor de los más célebres
Iwestiya de 1917, de aparición diaria) y congregó en su momento
de apogeo 550 delegados que representaban a 250.000 obreros. El
socialdemócrata más importante en el Soviet era Trotski, que muy
pronto se destacó como un enérgico y capaz dirigente; cuando Jrus-
talev-Nosar fue detenido a finales de noviembre de 1905 9 , Trotski
fue nombrado presidente, ejerciendo ese cargo durante los escasos
días que el Soviet siguió existiendo. La debilidad del Soviet era, se-
ñaló Trotski después, «la debilidad de una revolución puramente
urbana». A comienzos de diciembre el gobierno se sintió lo bastante
fuerte como para tomar medidas contra el Soviet. Trotski y los res-
tntes dirigentes de éste fueron detenidos. La brillante y desafian-
te defensa que Trotski hizo ante el tribunal fortaltció el prestigio
del Soviet y el suyo propio. El Soviet. de Petersburgo estaba com-
• Iskra, núm. 100, 15 mayo 1905 (Prilozhenie ).
' Proletarskaya Revolutsiya, núm. 4 (39), 1925, pp. 125-37.
' L. Trotski, 1905 (2." ed., 1922), p. 198.
• Trotski, Sochineniya, ii, 303.
64 Capítulo 3

puesto principal, aunque no exclusivamente, de socialdemócratas;


y en la medida en que tuvo en consideración los conflictos dentro
del partido permaneció neutral o fue menchevique. El papel que los
bolcheviques desempeñaron en los soviets de los diversos lugares de
Rusia en 1905 fue de poca importancia y difícilmente discernible.
El propio Lenin se había referido a ellos de forma cautelosa, defi-
niéndolos «no como un parlamento obrero, no como un órgano de
gobierno proletario», sino como «una organización de lucha para la
consecución de determinados fines» 10• En tanto que tal, los soviets
sólo podrían ser auxiliares del partido, de carácter apartidista, en
su lucha por realizar los objetivos revolucionarios, e incluso podrían
ser contemplados, con un ligero matiz de celos, como una organiza-
ción rival 11 • Lenin llegó a Petersburgo en noviembre de 1905. No
es seguro que llegara a comparecer ante el Soviet de Petersburgo;
en cualquier caso, no tuvo participación directiva alguna en su tra-
bajo 12 •
La actividad práctica y el heroísmo de los revolucionarios y la
tragedia de su fracaso arrojan una luz sombría sobre la desunión del
partido que aspiraba a dirigir la Revolución. Sin embargo, la escisión
que separaba a los delegados de Londres y Ginebra no había echado
aún hondas raíces en la base del partido del interior de Rusia 13• En
'º Lenin, Sochineniya, viii, 409. El mismo Trotski dijo de la primera
reunión del Soviet de Petersburgo que era «más parecido a un consejo de
guerra que a un parlamento» (1905, 2. 0 ed., 1922, p. 106).
11 Según un historiador del partido, «ciertos bolcheviques, sobre todo en
Petersburgo ..• se inclinaban a considerarlos (es decir, a los soviets) como unos
competidores del partido» (N. Popov, Outlíne History of the Communist Party
o/ the Soviet Union [traducción inglesa s. f.]), i, 163.
12 Basándose en un libro de reminiscencias de un autor oscuro, publicado
en 1922, la segunda edición de las obras de Lenin le atribuye la paternidad de
una resolución sobre el lock-out aprobada por el comité ejecutivo el 14 de no-
veiembre de 1905 (Sochineniya, viii, 391-2). La inclusión de la resolución en
las obras de Trotski (Sochineniya, ii, i, 298-9) equivale a la pretensión de
paternidad por parte de Trotski, que intrínsecamente es m:ís probable. La
confusión puede deberse a un artículo de Lenin sobre el tema que apareció en
Novaya Zhizn al día siguiente y que fue muy bien acogido por Trotski en Na-
chalo (Trotski, Sochineniya, ii, i, 313). Más improbable aún es la declaración
posterior en la segunda edición de las obras de Lenin (Sochineniya, viii, 513,
nota 175), basada en algunos recuerdos impublicados, de que Lenin habló sobre
la resolución en el comité ejecutivo. Krúpskaya «no recuerda a Vladímir Ilich
hablando en el Soviet de los Diputados de los Obreros» (Memories o/ Leni11,
i, trad. inglesa, 1930, p. 154), y ciertamente que no era miembro del comité
ejecutivo.
" Krasin aclara que los bolcheviques de Petersburgo estaban actuando
aún en armonía con los mencheviques hasta febrero de 1905 (Proletarskaya
Revolutsiya, núm. 1 [36), 1925, pp. 83-4).
De 1905 a 1917 65

la Rusia de 1905 los socialdemócratas olvidaron sus diferencias y


trabajaron juntos, sin preocuparse de las divergencias que separaban
a los dirigentes del partido. Durante el verano, en ambos bandos se
esbozaron gestos para lograr la ramificación; y cuando el movimien-
to socialdemócrata, aprovechando las condiciones relativamente li-
berales prometidas por la Constitución de octubre de 1905, tomó
un mayor vuelo, Lenin llegó a sentirse impresionado por la impa-
ciencia, cada vez mayor, de la base del partido ante el punto muerto
en que se encontraban 14• «Las antiguas disputas del período pre-
revolucionario --escribía poco después- fueron sustituidas por la
solidaridad en cuestiones prácticas» 15• Inmediatamente antes de la
supresión del Soviet de Petersburgo, bolcheviques y mencheviques
enterraron el hacha de guerra hasta el punto de publicar de común
acuerdo tres números de un periódico, Severni Golos, en apoyo del
Soviet. En diciembre de 1905 una Conferencia bolchevique en
Tammersfors, Finlandia -Stalin hizo allí su primera aparición pú-
blica en una conferencia o congreso de alcance nacional y se entre-
vistó por vez primera con Lenin- aprobó la fusión de los comités
centrales de las dos alas del partido con vistas a organizar un con-
greso conjunto del mismo 16• En enero y febrero de 1906 el nuevo
comité unificado pudo anunciar que se estaban realizando los pre-
parativos para el Congreso, que finalmente se reunió en Estocolmo
en abril 17 • Denominado oficialmente Congreso de la «unidad», no
se le dio en esa época número de orden, ya que los mencheviques
negaban validez al tercer Congreso, exclusivamente bolchevique, de
1905; posteriormente, sin embargo, se le bautizó como cuarto Con-
greso. En abril y mayo de 1907 se celebró en Londres un nuevo
congreso del partido reunificado (el quinto Congreso, según los bol-
cheviques lo llamarían posteriormente). El Congreso de la «unidad>>
de Estocolmo de abril de 1906 se celebró en el clímax del optimis-
•• Lenin, Sochineniya, viii, 379.
,. 4, ibid., ix, 123.
•• VKP(B) v Rezolutsiyai (1941), i, 5'7-8. No se han conservado docu-
mentos de la conferencia pero se han reunido los recuerdos en Trudy Pervoi
Vsesoyuznoi Konferentsii lstorikov-Marksistov (1930), i, 210-47. Un delegado
explica cómo sigue la actitud de Lenin ante la fusión: «Parecía que la revolu-
ción estaba borrando la línea divisoria entre las fracciones, y muchos as{ lo
creían, pero no Lenin; aceptaba la unión como totalmente inevitable en
vista de la opinión de las masas y la necesidad formal que lo imponía, pero
no por ello estaba de acuerdo con la unión, sino que lo hada a pesar suyo
y no lo tomaba en serio» (ibid., i, 234-5). Sin embargo, esto suena a un juicio
ex post facto.
11 Los dos anuncios del comité están en Chetverti (Obyedinitelni) Syezd
RSDRP (1934), pp. 572-6.
Carr, t. 1, 5
66 Capítulo 3

mo que la promulgación de la Constitución de octubre y la convo-


catoria de la primera Duma habían hecho creer. En Estocolmo los
mencheviques se hallaban en mayoría. En el Congreso de Londres,
en cambio, los bolcheviques fueron más numerosos que los menche-
viques; sin embargo, el equilibrio dependía de la postura de grupos
más pequeños, que no eran ni bolcheviques ni mencheviques. Trots-
ki, que asistía a un congreso por vez primera desde 1903, proclamó
que se hallaba «por encima de las fracciones».
Pero las recriminaciones mutuas de bolcheviques y menchevi-
que estallaron de nuevo incluso antes del Congreso de Londres de
1907. Lenin, que acusó a Dan y a otros dirigentes mencheviques
de haber entrado en negociaciones con los kadetes a propósito de
las elecciones para la Duma -cosa que equivalía, a su juicio, a um
«venta de los votos obreros»-, fue citado ante un tribunal del par-
tido, acusado de calumniar a compañeros del mismo 11 • Dos semanas
después de que el Congreso de Londres terminara sus trabajos, la
disolución de la segunda Duma en Petersburgo acabó con las ilu-
siones de establecer un gobierno constitucional e inició el período
de reacción y mano dura de Stolipin. En la Conferencia del partido
celebrada en París a finales de diciembre de 1908 aún se mantuvo
la unidad formal del partido 19 ; durante .1909, se publicaron varios
números de un órgano del partido, Sotsial-Demokral, en cuyo con-
sejo de redacción figuraba Mártov junto a Lenin, Kámenev y Zinó-
viev. Probablemente la buena disposición de Lenin durante esta
época para contemporizar con los mencheviques no dejaba de guar-
dar relación con los problemas interiores de la fracción bolchevi-
que. Bogdánov y Lunacharski eran los principales promotores de
una desviación «idealista» que trataba de reconciliar el socialismo
con la religión y que fue violentamente atacada por Lenin en una
extensa obra filosófica titulada Materialismo y empiriocriticismo. Esa
desviación tenía también un sesgo político, ya que propugnaba el
boicot socialdemócrata a la tercera Duma, primer caso en la historia
del partido del fenómeno más tarde familiar de la «oposición de iz-
quierda» 20 • Lenin combatió tenazmente a todos sus adversarios; y
si los bolcheviques lograron mantenerse durante esos años como
grupo coherente y organizado, esa supervivencia se debe enteramen-

" Lenin, Sochineniya, xi, 216-28.


" VKP(B) v Rezolutsiyai (1941), i, 125-32.
'° En 1920, Lenin colocó el episodio de 1908 al lado de la disputa sobre
el asunto de Brest-Litovsk, que tuvo lugar diez años después, como los dos
ejemplos más importantes de desviaciones «izquierdistas» en el seno del
partido (Sochineniya, xxv, 182).
De 190.5 a 1917 67
te a la concentración de propósito y constante confianza en sí mismo
de Lenin. Entretanto, una reunión del comité central del partido
celebrada en París en enero de 1910 reafirmó, una vez más, la uni-
dad del partido sobre la base de un compromiso entre bolcheviques
y mencheviques; pero en esta ocasión con el voto en contra de
Lenin 21 •
Bajo la apariencia formal de unidad, mantenida con dificultades
cada vez mayores de 1906 a 1911, subyacían diferencias que se hi-
cieron cada vez más profundas a medida que fue transcurriendo el
tiempo y que la frustración de la derrota se hizo más consciente. El
derrumbamiento de las gloriosas esperanzas de 1905 supuso un duro
golpe para el partido. El sereno análisis de lo que había ocurrido el
año anterior sólo sirvió para mostrar hasta qué punto habían llega-
do a ser irreconciliables los puntos de vista de ambas facciones.
Cosa aún más grave, hasta las propias facciones empezaron a des-
integrarse, de forma tal que ya no podía hablarse de dos campos
netamente definidos y opuestos. Tal vez fue esta confusión general,
y no una unidad subyacente de opinión, la que impidió una ruptura
abierta. Los mencheviques siguieron constituyendo un grupo amplio
pero laxamente unido, que tenía en común una filosofía más que
un programa de acción. Los bolcheviques tenían mayor cohesión y
una política más claramente definida, pero debían esas ventajas ex-
clusivamente a la dominante resolución de su dirigente. Entre quie-
nes no pertenecían a ninguna de las dos facciones principales, la
figura dominante era Trotski, quien, pese a carecer del apoyo de un
grupo permanente, ocupaba, gracias a sus dotes intelectuales, un
lugar independiente en el campo teórico. Las controversias a pro-
pósito de las elecciones de 1905 y del futuro destino de la Revolu-
ción rusa que desgarraron al Partido Obrero Socialdemócrata ruso
durante estos años encajan en tres interpretaciones o aplicaciones
diferentes de la doctrina marxista, propuestas respectivamente por
los mencheviques, los bolcheviques y Trotski.

La experiencia de 1905, al tiempo que dejaba intacto el proble-


ma fundamental de la aplicación del análisis marxista a la Revolu-
ción rusa, suscitó nuevas cuestiones y presentó las antiguas bajo
una nueva luz. Kautski la definió como «una revolución burguesa en
una época en la que los ideales burgueses han entrado en franca
" VKP(B) v Revolutsiyaj (1941), i, 154-60. Lo que m:is irritaba a Lenin
era que el compromiso implicaba el cierre del «centro» bolchevique separado,
y del periódico Proletarii que éste venía publicando con el propósito de que
sirviese de correctivo al Sotsial-Demokrat.
68 Capítulo 3

bancarrota, en la que la democracia burguesa ha perdido la fe en


sí misma, en la que los ideales s6lo pueden florecer y la energía y d
entusiasmo desarrollarse sobre el terreno del socialismo» 22 • La fuer-
za motriz de la revolución estaba en los obreros y, de forma inter-
mitente, en los campesinos. Sus logros provi3ionales --el otorga-
miento de una Constitución, la Duma, la formación de partidos polí-
ticos- habían sido de carácter burgués. Su fracaso --en 1908 ape-
nas quedaba nada de lo anteriormente conquistado-- se debía a
que la burguesía había sido incapaz no sólo de hacer la Revolución
sino incluso de conservar los frutos de una revolución realizada por
otros. Todos los grupos estaban de acuerdo en reconocer la incapa-
cidad de la burguesía rusa. Sin embargo, las conclusiones que unos
y otros inferían a partir de esa constatación común eran muy dife-
rentes. ¿Implicaba esa incapacidad de la burguesía rusa la necesidad
de volver a evaluar la relación teórica de la revolución socialist,1
con la revolución burguesa y, en el terreno práctico, entre el prole-
tariado y su partido con la burguesía? ¿Seguiría el desarrollo de la
Revolución rusa estrictamente el modelo marxista o sufriría alguna
modificación a causa de la preponderancia del campesinado en la
economía rusa y de los rasgos peculiares del problema agrario o de
la maduración de la revolución socialista en los países más adelan-
tados de Europa? Por último, la vieja cuestión de la naturaleza, fun-
ciones y organización del partido volvió a plantearse una y otra vez,
sin perder nunca su agudeza, en el nuevo marco.
De los tres grupos, los mencheviques fueron los menos afectados
por la experiencia de 1905. Nada de lo ocurrido en Rusia durante
ese año podía alterar su fidelidad a lo que para ellos era el postulado
fundamental del marxismo. La revolución socialista sólo podría ser
realizada por un fuerte proletariado; al proletariado ruso sólo po-
dría fortalecerle el desarrollo del capitalismo ruso; el capitalismo
ruso sólo podría desarrollarse con la victoria de la revolución bur-
guesa. Este silogismo implicaha no sólo la separación en el nivel
teórico de las dos revoluciones (cosa que todos los grupos concedían
de buen grado), sino un intervalo de tiempo entre una y otra. Ade-
más, excluía cualquier política de preparación inmediata de la revo-
lución socialista y condenaba al . proletariado durante esa etapa al
papel de aliado subsidiario de la burguesía. Los mencheviques no
creían que el proletariado ruso pudiera adelantar el cumplimiento
del destino marxista mediante una alianza con las masas campesinas.
Para ellos, el campesinado era una fuerza esencialmente antirrevo-

" Chetverti (Obyedi11itelni) Syezd RSDRP (1934), p . .594.


De 1905 a 1917 69

lucionaria; toda política que contara con el apoyo campesino era una
regresión a la herejía naródnik de la revolución campesina. Reforza-
ban este razonamiento la experiencia de 1848, numerosas citas de
Marx y Engels, y la experiencia de 1905 en que, como el propio
Trotski dijo, la revolución proletaria fue derrotada por «las bayo-
netas del ejército campesino» 23 • En lo que se refiere a las perspec-
tivas de la revolución europea, los mencheviques habían afirmado en
su Conferencia de mayo de 1905:
Sólo en un caso debería la socialdemocracia dirigir sus esfuerws por propia
iniciativa hacia la conquista del poder y su conservación durante el mayor
tiempo posible: a saber, si la revolución se extendiera a los países avanzados
de Europa occidental, donde las condiciones para la realización del socialismo
han alcanzado ya una cierta madurez. Si esta circunstancia se produjera, los
estrechos límites históricos de la Revolución rusa podrían ampliarse considera-
blemente y surgiría la posibilidad de avanzar por el camino de las transfor-
maciones socialistas"'.

La expresión «una cierta madurez», que Lenin calificó de injus-


tificable pesimismo 25 , es típica de la prudencia menchevique. Esta
resolución, adoptada en un momento en el que las perspectivas de
1905 parecían todavía claras, es el único pronunciamiento menche-
vique sobre el tema. La revolución europea nunca ocupó un lugar
destacado en el pensamiento menchevique; bastaría para explicarlo
el que los mencheviques nunca la consideraron inminente.
De esto se sigue que caracterizara al menchevismo de ese perío-
do un tono de resignación pesimista. Como Axelrod señaló en el
Congreso de Estocolmo:
Las relaciones sociales en Rusia sólo están todavía maduras para una re-
volución burguesa; y el impulso de la historia empuja a los obreros y a los
revolucionarios con mucha mayor fuerza hacia el revolucionarismo burgués,
que convierte a unos y a otros en involuntarios servidores de la burguesía, que
hacia un revolucionarismo que es en principio socialista y que prepara al pro-
letariado, táctica y organizativamente, para la supremacía política 26 •

En ese mismo Congreso, Martínov afirmó que la función del par-


tido durante ese período era «impulsar» a la democracia burguesa
hacia la vida política, hacerla avanzar y radicalizar a la sociedad bur-
guesa» rr. En lo que a la organización del partido concernía, esto
23 L. Trotski, 1905 (2.• ed., 1922), p. 267.
2• Iskra, núm. 100, 15 mayo 1905 (Prilozheníe).
" Lenin, Sochineniya, viii, 83.
2• Chetverti (Obyedinitelni) Syezd RSDRP (1934), p. 260.
21 Ibid., p. 204.
70 Capitulo 3

significaba opos1cton permanente a la acc1on conspirativa o a los


preparativos para la insurrección armada y, por consiguiente, a la
concepción leninista de un partido de revolucionarios profesionales.
Lenin definió de manera despreciativa a los mencheviques como
hombres que «dan un paso atrás o marcan el paso sin moverse del
sitio ... y no saben cómo definir las condiciones de una victoria de-
cisiva» 28 •
El diagnóstico bolchevique de 1905 y de las lecciones a extraer
era radicalmente diferente. La matanza del 9 de enero de 1905 ha-
bía introducido en el escenario de la política rusa una «tercera fuer-
za», el proletariado, que eclipsaría en el futuro tanto a la autocracia
como a la burguesía:
El proletariado ha demostrado que es... una fuerza no sólo interesada en
destruir a la autocracia sino dispuesta a destruir realmente a la autocracia.
Desde el 9-22 de enero nuestro movimiento obrero se está convirtiendo ante
nuestros propios ojos en un movimiento nacional 29 •

Lenin aceptaba tan inequívocamente como los mencheviques el


carácter burgués de la incipiente Revolución y la necesidad de pasar
por la etapa de democracia burguesa en el camino hacia el socia-
lismo:
Quien trate de avanzar hacia el socialismo por otro camino, dejando a un
lado la democracia polftica, inevitablemente llegará a conclusiones económica
y políticamente ineptas y reaccionarias... Nosotros, los marxistas, deberíamos
saber que no hay ni puede haber otra vía para la libertad real del proletariado
y el campesinado que la vía de la libertad y el progreso burgueses 30•

Sin embargo, Lenin añadía que la burguesía rusa ni podía ni


quería completar la revolución democrático-burguesa no sólo porque
era débil sino también porque su apoyo a la revolución era «incon-
secuente, egoísta y cobarde»; su temor hacia el proletariado la coloca-
ba a medio camino de la contrarrevolución. La política menchevique
de dilación, lejos de aclarar las perspectivas de la Revolución, haría
más obstinada la resistencia burguesa. De aquí que el proletariado fue-
ra la única clase consecuentemente revolucionaria: «sólo el proletaria-
do es capaz de llegar hasta el final porque está dispuesto a ir mucho
más allá de la revolución democrática». Por consiguiente, deberá to-
.. Lenin, Sochineniya, viii, 99.
" lbid., vii, 109-10.
,. Lenin, Sochineniya, viii, 41, 104.
De 1905 a 1917 71

mar a su cargo, antes de nada, la tarea de completar la revolución


burguesa 31 •
La tarea confiada al proletariado de completar la revolución de-
mocrático-burguesa como preludio a la realización de su propia re-
volución socialista sólo podrá llevarse a efecto si se cumplen dos
condiciones, cuya definición constituye el tema principal del más
importante trabajo escrito por Lenin durante el verano de 1905 y
titulado Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución demo-
crática. La primera condición es la alianza entre el proletariado y
el campesinado. El campesinado, aunque no revolucionario -como
suponían los naródniks- en el sentido de sentir hostilidad hacia el
capitalismo en cuanto tal, «se señala en el actual momento como me-
nos interesado en la defensa incondicional de la propiedad privada
que en apoderarse de la tierra de los terratenientes, que es una de
las principales formas de esa propiedad» 32 • De aquí se deriva la po-
sibilidad de que el proletariado logre arrastrar al campesinado a una
alianza durante la presente etapa, lo que le permitiría derribar a la
autocracia y completar la revolución democrático-burguesa pese a la
tibieza o franca oposición de la burguesía. El resultado de esa vic-
toria no sería una dictadura socialista del proletariado sino «una
dictadura revolucionario-democrática del proletariado y el campesi-
nado» 33 • Sin embargo, las reflexiones de Lenin no se limitaban a esa
etapa. Una vez que, gracias a esa alianza, la revolución burguesa
fuera llevada a término, el campesinado en cuanto totalidad dejaría
de ser revolucionario y no secundaría al proletariado en su marcha
hacia la revolución socialista. En esta etapa, el proletariado, asu-
miendo de nuevo el papel dirigente, provocaría una escisión en el
campesinado y lograría el apoyo de los elementos semiproletarios
del campo, esto es, los campesinos pobres y sin tierras, contra los
campesinos ricos, los más favorecidos por el reparto de las fincas
de los terratenientes. Lenin resumía de la forma siguiente su progra-
ma en un párrafo, destacado en cursiva, de Dos tácticas de la social-
democracia:
El proletariado debe llevar a término la revolución democrática atrayéndose
a las masas campesinas, para aplastar por la fuerza la resistencia de la auto•
cracia y paralizar la inestabilidad de la burguesía. El proletariado debe llevar
a término la revolución socialista atrayéndose a las masas de elementos semi-
,, 1bid., viii, 94.
" 1bid., viii, 94.
33 Esta frase fue inventada por Lenin en un artículo de abril de 1905
(ibid., vii, 196-203), y repetida varias veces en Dos tácticas de la social-
democracia.
72 Capítulo 3
proletarios de la poblaci6n, para romper por la fuerza la resistencia de la bur-
guesía y paralizar la inestabilidad del campesinado y la pequeña burguesía ...

La segunda condición para que el proletariado lograra realizar


la revolución democrático-burguesa no fue examinada por Lenin con
la misma amplitud; la razón tal vez fuera que Lenin solía exponer
su pensamiento de forma polémica y en este caso, a diferencia del
anterior, los mencheviques no se mostraron en desacuerdo con él.
Sin embargo, Lenin había formulado ya la cuestión, en una primera
aproximación, en un artículo publicado en abril de 1905, repitién-
dola con bastante claridad en dos pasajes de Dos tácticas de la so-
cialdemocracia. Uno de los resultados de la revolución democrática
sería «extender la conflagración revolucionaria a Europa»; y ningún
otro acontecimiento podría mejor que éste «acortar tan considerable-
mente el camino que conduce a su victoria total» en Rusia. El esta-
blecimiento de la «dictadura revolucionario-democrática del proleta-
riado y el campesinado» «nos dará la posibilidad de levantar a
Europa; y el proletariado socialista europeo, sacudiéndose el yugo
de la burguesía, nos ayudará, a su vez, a completar la revolución
socialista» 35 •
A lo largo de Dos tácticas de la socialdemocracia Lenin puso el
mayor cuidado posible en mantener la distinción, tanto práctica como
teórica, entre las dos etapas de la revolución. Nunca dejó de resaltar
que «esta revolución democrática no debilitará, sino fortalecerá, la
dominación de la burguesía» 36 ; predicción ésta que parece obligarle
a creer en la existencia de un prolongado interva1o entre ambas eta-
pas, producido por el desarrollo del capitalismo. Sin embargo, Lenin
también llamó la atención sobre dos elementos de la transición des-
de la etapa democrática a la etapa socialista: el apoyo del sector
semi-proletario del campesinado y el apoyo de una revolución socia-
lista en Europa; y mostró, además, la forma en que tales elementos
podían producirse a partir de la dictadura revolucionario-democráti-
ca que remataría la primera etapa. Así pues, para Lenin las dos eta-
pas formaban parte de una especie de proceso continuo. Tres meses
más tarde, en un breve artículo titulado La actitud de la socialdemo-
cracia ante el movimiento campesino, publicado en septiembre de
1905, repetía la célebre fórmula de Marx de 1850:
De la revolución democrática pasaremos inmediatamente y en la medida
de nuestras fuerzas -las fuerzas del proletariado consciente y organizado-- a
.. lbid, viii, 96.
35 Lenin, Sochineniya, vii, 191, viii, 62, 83.
" lbid., viii, 37.
De 1905 a 1917 73
iniciar la transición hacia la revolución socialista. Somos partidarios de la re-
volución ininterrumpida. No nos quedaremos a mitad de camino 37 •

Que sepamos, Lenin nunca volvió a utilizar la expresión «revo-


lución ininterrumpida». Sin embargo, no por ello abandonó la idea
que con ella se corresponde. A finales de 1905, en unas notas que
no serían publicadas hasta veinte años más tarde, esboza una vez
más las etapas de la Revolución en su secuencia lógica. El proletaria-
do, en alianza con la burguesía, llevará a término la revolución bur-
guesa. Y esa realización llevará a una nueva etapa en la que los cam-
pesinos ricos y «una gran parte del campesinado medio» se pasani
al bando de la burguesía; el proletariado, contando con las simpa-
tías del campesinado pobre, luchará entonces «en defensa de su
victoria democrática y en interés de una revolución socialista». Esta
lucha carecerá de perspectivas «a menos que el proletariado socia-
lista europeo acuda en ayuda del proletariado ruso». Tal es la clave
de la victoria final. «Los obreros europeos nos enseñarán 'la forma
de hacerlo' y entonces nos uniremos a ellos para hacer la revolución
socialista» 38 •
Trotski fue el único dirigente socialdemócrata ruso que jugó un
papel destacado en los acontecimientos de la Revolución de 1905.
Resulta por lo tanto natural que las lecciones de 1905 Je influyeran
poderosamente. A este respecto, se situó en el extremo opuesto de
los mencheviques. Su colaboración con los mencheviques, tras la rup-
tura con Lenin en 1903 a propósito de la organización, había sido
breve. No sentía temperamentalmente la menor simpatía hacia el
tono pasivo de la doctrina menchevique:

Nuestra lucha por la Revolución -escribió Trotski inmediatamente después


del 9 de enero de 1905-, nuestra preparación para la Revolución será al propio
tiempo t1na incansable lucha contra el liberalismo en pos de la infltlencia sobre
37 Lenin, Sochineniya, 186. Marx escribió «revolución permanente»; los
autores rusos empleaban «permanentnaya» y algunas veces la palabra rusa
corriente para significar «ininterrumpida», es decir, «neprerivnaya». En la con-
troversia posterior se hizo el intento de distinguir entre la revolución «perma-
nente» por que abogaba Trotski y la revolución «ininterrumpida» que Lenin
aceptaba. Pero la variación termonológica no tiene ningún significado.
• lbid., viii, 424-7. Este concepto de la interacción del Este y el Oeste para
efectuar la revolución socialista es también de claro abolengo ruso. Herzen
escribía a Proudhon en 1855: «Rusia, menos altanera que Saboya, no fará da se,
necesita la solidaridad de los pueblos de Europa, su ayuda. Pero, por otro lado,
estoy convencido que la libertad no llegará a Occidente mientras Rusia perma-
nezca controlada como soldado a sueldo del emperador de Petersburgo» (Polnoe
Sobranie Sochineni i Pisem, ed. M. K. Lemke, viii f 19191, 196).
74 Capítulo 3
las masas, del papel dirigente del proletariado en la Revolución. En esa lucha
tendremos de nuestro lado una gran fuerza: la lógica de la propia Revolución 39 •

Trotski regresó a Rusia en febrero de 1905 como revolucionario


activo. Fue en el otoño de ese año, en el momento culminante de su
labor en el Soviet de Petersburgo, cuando esbozó su teoría, que re-
tomaba con mayor precisión la fórmula de la «revolución ininte-
rrumpida» esbozada por Lenin en septiembre:
La posición de vanguardia de la clase obrera en la Revolución, la conexión
directa entre ésta y las zonas rurales revolucionarias, la rapidez con la que
penetra en el ejército son otros tantos factores que empujan hacia el poder.
La victoria completa de la Revolución significa la victoria del proletariado.
Esto, a su vez, significa el ininterrumpido avance posterior de la Revolución.
El proletariado lleva a término las tareas fundamentales de la democracia, y
la lógica de su lucha inmediata para salvaguardar su supremacía política da
lugar a que a cada momento surjan problemas puramente socialistas. Se esta-
blece, así, una continuidad revolucionaria entre los programas mínimo y má-
ximo de la socialdemocracia. No es un acontecimiento fulminante, no es cosa
de un día o de un mes; se trata de toda una época histórica'"'.

Y a comienzos de 1906, después de su detención, Trotski escri-


bió en la cárcel un minucioso análisis, titulado Resultados y pers-
pectivas, del que más tarde el propio Trotski diría que fue «la única
obra en la que he expuesto de forma más o menos sistemática mis
concepciones sobre el desarrollo de la Revolución» 41 •
"' Trotski, Socbineniya, ii, i, 57.
'° La cita es de un artículo de Trotski publicado en Nacha/o (octubre 1905),
Permanentnaya Revolutsiya (Berlín, 1930), pp. 58, 90-1.
" L. Trotski, Permanentnaya Revolutsiya (Berlín, 1930), p. 39. Resultados
y perspectivas (ltogi i Perspektivi, título tomado del artículo de Parvus al que
hacemos referencia más adelante en la p. 77) fue publicado por primera vez
en Petersburgo en 1906 en un volumen que reunía ensayos de Trotski titulado
Nasha Revolutsiya; no son accesibles ni el volumen original ni una reimpre-
sión publicada después de la Revolución de Octubre. A finales de 1917 el
ensayo sólo fue vuelto a publicar en lengua rusa, en Berlín, con el título de
Perspektivi Russkoi Revolutsii: el último capítulo y las dos últimas frases
del penúltimo que predecían una revolución socialista como resultado de la
guerra, y declaraban que esto era esencial para que la Revolución rusa fuese
victoriosa, fueron omitidos en consideración a la censura germánica. Lns refe-
rencias que se hacen más adelante a pie de página corresponden a esta edición.
En 1918 se publicó una traducción inglesa abreviada del volumen de Trotski
de 1906 con el título de Our Revolution (N. Y., 1918), que contiene la
mayor parte de este ensayo (pp. 73-144); las frases del penúltimo capítulo
y la mayor parte del último, omitidos en la edición de Berlín, aparecen en
esta versión.
De 1905 a 1917 75

En opinión de Trotski la peculiaridad de la estructura social rusa


era que la industria capitalista se había desarrollado como resultado
de la presión extranjera y bajo el patrocinio del estado, con la con-
secuencia implícita de que había surgido un proletariado pero no
una clase burguesa independiente de empresarios. Por esta razón,
«en un país económicamente atrasado, el proletariado puede conquis-
tar el poder antes que en un país capitalista avanzado»; y «en Ru-
sia, el 'obrero' puede conquistar el poder antes que su 'patrono'» 42 •
Trotski no considera simplemente esta eventualidad como teórica-
mente posible; la experiencia de 1905 le había convencido de que
terminaría por producirse en la realidad. La respuesta de los pro-
pietarios de las fábricas a la petición de los trabajadores de la jor-
nada de ocho horas había sido declarar el lock-out. Los obreros, así
pues, sólo podrían lograr que su petición, legítima y necesaria en el
marco de la revolución burguesa, fuera puesta en práctica si se apo-
deraban de las fábricas. «Una vez en el poder, el proletariado será
inevitablemente empujado, por la lógica de su posición, a adminis-
trar la economía como asunto de incumbencia del estado» 43 • Supo-
ner que los socialdemócratas pudieran tomar la dirección de la revo-
lución burguesa para luego retirarse, «cediendo su puesto a los
partidos burgueses», era «utopismo de la peor especie, una especie
de utopismo revolucionario-filisteo»; el proletariado, una vez en el
poder, «luchará por conservar ese poder hasta el fin» 44 • La completa
realización de la revolución democrática implicaría automáticamente
la transición a la revolución socialista.
En un artículo posterior, escrito en 1909, Trotski señaló en qué
diferían respectivamente de su análisis mencheviques y bolcheviques:
Si los mencheviques, partiendo de la abstracción «nuestra revolución es
burguesa», llegan a la idea de adaptar toda la táctica del proletariado a la
conducta de la burguesía liberal antes de su conquista del poder estatal, los
bolcheviques, partiendo de una abstracción igualmente vacía, «una dictadura
democrática, no una dictadura socialista», llegan a la misma idea de una
autolimitación democrático-burguesa del proletariado, en cuyas manos se halla
el poder estatal. Ciertamente, hay una diferencia altamente significativa entre
ambas posturas: mientras los aspectos antirrevolucionarios del mcnchevismo han
sido ya desplegados plenamente, los rasgos antirrevolucionarios del bolchevismo
sólo representarán un enorme peligro en el caso de una victoria revolucionaria".

" L. Trotski, Perspektivi Revolutsii (Berlín, s. f., 1917, pp. 36, 40).
" !bid., p. 41.
" !bid., pp. 51, 55.
" L. Trotski, 1905 (2.• ed., 1922), p. 285. Trotski, en la segunda edición,
añadió, al margen de la última frase, una nota indicando que esto no sucedió
76 Capitulo 3

Está fuera de duda que Trotski, por un golpe de misteriosa cla-


rividencia, predijo en esas líneas la actitud que más tarde adoptarían
la gran mayoría de los dirigentes bolcheviques en Petrogrado antes
de que Lenin regresara a Rusia en abril de 1917. Sin embargo, no
es ya tan claro que el propio Lenin continuará defendiendo hasta la
Revolución de febrero la doctrina de la «autolimitación». Cierta-
mente, Lenin no adoptó una posición tan clara y tajante a propósito
de esa cuestión como Trotski, lo que explica en gran parte la con-
fusión reinante en las filas bolcheviques después de febrero de 1917.
Después de 1906, Lenin polemizó en dos o tres ocasiones con la
teoría de la «revolución permanente» de Trotski. Ahora bien, Trots-
ki se hallaba probablemente en lo cierto cuando afirmaba que Lenin
nunca había leído Resultados y perspectivas, limitándose a citarlo,
de segunda mano, de un artículo de Mártov 46 , cosa que le ayudó poco
a clarificar su propia posición. Lenin, aún más que Trotski, no re-
chazaba la perspectiva de una transición directa de la revolución
burguesa a la revolución socialista. Ahora bien, mientras Trotski
creía que esa transición se produciría de una forma automática e in-
evitable a través de la «lógica» de la propia Revolución, Lenin se
aferraba más a la terra firma de la revolución burguesa y mantenía
que la transición al socialismo dependería de la realización de las
dos condiciones exteriores señaladas ya por él en 1905: el apoyo
del campesinado y el apoyo de la revolución socialista europea. La
principal diferencia doctrinal entre Lenin y Trotski por esta época,
era que Lenin hacía depender el comienzo de la transición al socia-
lismo de unas condiciones que Trotski estimaba necesarias sólo para
la victoria final.
En lo que se refiere al campesinado, la concepción marxista de
la incapacidad del campesinado para constituir un partido revolucio-
nario había sido el punto de partida de Plejánov en su polémica
contra los naródniks y se hallaba profundamente enraizada en la
doctrina del partido. En vísperas de 1905 Trotski había definido al
campesinado como «un vasto depósito de energía revolucionaria po-
tencial» 4?, máxima concesión posible de un socialdemócrata por esta
época. La experiencia de 1905, que le inspiró su brillante análisis

porque «el bolchevismo acomcti6, bajo la dirección de Lenin, su rearme ideo-


lógico (no sin lucha interna), en la primavera de 1917».
" Lcnin, Sochineniya, xiv, 44-7; L. Trotski, Permanentnaya Revolutsiya
(Berlín, 1930), pp. 39-40.
'" Trotski, Sochineniya, ii, i, 20. En la edición completa publicada en 1926
se imprime la frase en bastardilla pero no así en la versión original (N. Trotski,
Do Deviatogo Yanvaria [Ginebra, 1905], p. 18).
De 1905 a 1917 77
del papel del proletariado en la revolución, le inculcó una visión pe-
simista del papel del campesinado. Las revueltas campesinas habían
acompañado y apoyado las primeras etapas del movimiento revolu-
cionario; sin embargo, en los momentos críticos el campesino vesti-
do con uniforme militar, al permanecer fiel al zar y a sus oficiales,
había sido el instrumento para aplastar la revolución del proletaria-
do urbano. Trotski infirió sus conclusiones de este diagnóstico. Aun-
que aceptaba la importancia indispensable del alzamiento campesino
como un medio auxiliar para la tarea principal del proletariado, ello
no implicaba que considerara al campesinado como una fuerza polí-
tica independiente que pudiera aliarse en pie de igualdad con el pro-
letariado: la fórmula correcta para Trotski era que el proletariado
llevaría a cabo la revolución burguesa «apoyado por el elemento
campesino y dirigiéndolo» 48 (fórmula que Lenin aceptaría más tarde
como sustancialmente idéntica a la suya 49 • Tampoco se hallaba de
acuerdo Trotski con la fórmula de Lenin acerca del gobierno que
surgiría de esta revolución -una «dictadura revolucionario-democrá-
tica del proletariado y el campesinado»-, despachándola en Resul-
tados y perspectivas como «irrealizable» 50 • Esa revolución dirigida
por el proletariado sólo podría desembocar en un «gobierno obre-
ro», en el sentido de un gobierno en el que los representantes de
los obreros ocuparían la «posición dominante y dirigente» 51 • Y a
juicio de Trotski, todavía más imposible era la idea de una alianza
proletario-campesina como instrumento para la realización de fa
revolución socialista. Un conflicto fundamental de intereses destrui-
•• Trotski, Sochineniya, ii, i, 448.
•• Lenin, Sochineniya, xiv, 42.
'° L. Trotski, Perspektivi Russkoi Revolutsii (Berlín, s. f.), 1917, p. 48.
" /bid., p. 43. Parvus, un socialdemócrata alemán de origen ruso, había
escrito lo siguiente, en enero de 1905, en su prefacio al folleto de Trotski, más
antiguo, titulado Do Deviatogo Y anvaria: «Si la socialdemocracia se coloca a la
cabeza del movimiento revolucionario del proletariado ruso, entonces este go-
bierno (es decir, 'el gobierno provisional revolucionario') será socialdernocrático.»
Y añadía: «El gobierno provisional socialdemocrático no puede completar la
revolución socialista en Rusia, pero el proceso mismo de la liquidación de
la autocracia y el establecimiento de la república democrática proporcionará
una base favorable para la actuación política.» Este pasaje contenía el núcleo
de la teoría trotskiana de la «revolución permanente». En el mismo prefacio
decía Parvus acerca de los campesinos: «Están en un estado como para aumen-
tar la anarquía política del país, y, por tanto, debilitar al gobierno; no pueden
constituir un ejército revolucionario coherente.» En Iskra apareció un artículo
de Parvus, en términos similares, titulado Itogi i Perspektivi (lskra, núm. 85,
27 de enero de 1905). Trotski declaró mucho después que en 1905 sus puntos
de vista «se aproximaban mucho a los de Parvus, sin ser, sin embargo, idén-
ticos». (Permanenlnaya Revolutsíya, Berlín, 1930, pp. 64-5.)
78 Capítulo 3

ría inevitablemente esa alianza en el momento mismo de iniciar una


acción conjunta; en efecto, la política agraria del gobierno revolu-
cionario exigiría «la organización de la producción cooperativa bajo
control comunal o bajo la gestión directa del estado» 52 , así como la
imposición de estas medidas políticas al campesinado. De esta for-
ma, Trotski puso objeciones a Lenin -si bien las diferencias entre
ambos serian más tarde abusivamente exageradas- a propósito de
la doble fórmula de una alianza con el campesinado en su conjunto
para la realización de la revolución burguesa y de una alianza con los
elementos «semi-proletarios» del campesinado para la realización de la
revolución socialista. En una y otra etapa -afirmaba Trotski- la
principal responsabilidad incumbía al proletariado.
En cambio, los mencheviques, los bolcheviques y Trotski se ha-
llaban por completo de acuerdo en lo que respecta a la necesidad
de una revolución socialista en Europa como segunda edición para
la consumación de la revolución socialista en Rusia. En las páginas
finales de Resultados y perspectivas, Trotski enunció de forma in-
equívoca esta condición:
Sin el apoyo estatal directo del proletariado europeo la clase obrera de
Rusia no podrá mantenerse en el poder y convertir su supremada temporal
en una duradera dictadura socialista. No podemos poner esto en duda ni por
un momento. Por otro lado, tampoco hay duda de que una revolución socia-
lista en Occidente nos permitiría transformar la supremacía temporal de la
clase obrera directamente en una dictadura socialista".

Hacia esta época Lenin fue aún más lejos. No creía que el pro-
letariado ruso pudiera ni siquiera comenzar - y mucho menos rea-
lizar- una revolución socialista en Rusia sin el apoyo del proleta-
riado europeo. En todo caso, tanto Lenin como Trotski aceptaban
sin menor reserva la necesidad de la revolución europea como con-
dición para la victoria final del socialismo en Rusia; ninguno de los
dos hubiera prestado hacia aquella época la menor atención a la
concepción de una revolución socialista victoriosa en Rusia sin el
concurso de una revolución socialista en Europa.
Sin embargo, así como en cuestiones doctrinales Trotski ocupa-
ba posiciones sólo débilmente discernibles de las de Lenin, en cam-
bio a propósito de cuestiones organizativas permaneció siempre fiel,
" L. Trotsky, Perspektivi Russkoi Revolutsii (Berlín, s. f., 1917).
" L. Trotski, Perspektivi Russkoi R.evolutsii (Berlín, s. f., 1917), termina
con la primera frase de este pasaje (véase anteriormente p. 74, nota 41); las
dos frases restantes son citas de Our Revolution (N. Y., 1918), de Trotski,
p. 137.
De 1905 a 1917 79

a partir de la escisión de 1903, a la concepción menchevique. Al no


compartir la idea de Lenin de un pequeño partido altamente organi-
zado y disciplinado, siguió considerando la escisión como injustifi-
cada y trabajando para el restablecimiento de la unidad del partido,
eligiendo el papel de conciliador «por encima de las fracciones».
Esta actitud llevó a Trotski a aliarse, pese a sus divergencias doctri-
nales, con los mencheviques, cuya concepción de un partido de masas
admitía la existencia en su seno de diferentes matices de opinión, y
a entrar en conflicto con Lenin, cuyas ideas acerca de la unidad del
partido no habían cambiado desde 1903. Los esfuerzos realizados
por Trotski a lo largo del período 1909-1914 para devolver la uni-
dad al partido fueron combatidos repetidas veces por Lenin en nom-
bre de la pureza doctrinal y de la eficacia de la organización; y la
persistencia de esta disputa produjo como resultado una mutua exa-
cerbación y un rico vocabulario de insultos 54 • En las agrias contro-
versias del período 1911-1914 le llegó a Lenin el turno de hablar
de las frases altisonantes pero huecas» de Trotski 55 y de su increíble
ampulosidad» 56 • La negativa a aceptar la disciplina del partido con-
duce a la inestabilidad de opiniones. «Resulta imposible discutir
con Trotski sobre cualquier cuestión importante porque carece de
opiniones»; siempre está «serpeando a lo largo de esta o de la otra
controversia, pasándose de un bando a otro» 57 • Aunque Trotski se
mostró durante esta época menos virulento que Lenin en la discu-
sión pública, lo compens6 con una carta privada escrita en 1913 al
menchevique georgiano Chjeidze en la que decía que el «leninismo
descansa por completo en estos momentos en la mentira y la falsifi-
cación y lleva en su seno el elemento emponzoñado de su propia des-
integración» 58 • La reconciliación de 1917 nunca llegó a borrar de la
memoria de los adversarios de Trotski dentro del partido esa agria
disputa.

" Véanse anteriormente pp. 48-49.


" Lenin, Sachineniya, xv, l l. Lu misma frase se repite después (ihid.,
xviii, 381).
,. !bid., xv, 546. La palabra rusa ilestakovshina es un término fuerte que
se deriva del Jlestakov de Gogol, el altisonante y ampuloso impostor de Revizor;
en una carta dirigida a Gorki en este período, Lenin llama ,1 Trotski «poseur»
(ibid., xxviii, 523).
" !bid., xv, 304, xvii, 469.
,. Lenin o Trotskom i o Trotskizme, ed. M. Olminsky (2.ª ed., 1925),
pp. 217-19. Esta carta, interceptada por la censura, fue descubierta en los archi-
vos después de la Revolución, y su publicación fue uno de los sensacionalismos
de la campaña contra Trotski después de la muerte de Lenin.
80 Capítulo 3

Cuando Lenin reunió en enero de 1912, en Praga, una pequeña


conferencia de seguidores y simpatizantes de Rusia y Europa occi-
dental, el partido se hallaba agudamente dividido y en el momento
máximo de reflujo. Pese a que sólo asistieron catorce delegados con
voto -sólo dos no eran bolcheviques-, la reunión se proclamó a
sí misma «Conferencia general del partido» y «Organo supremo del
partido». La Conferencia registró el melancólico hecho de la «des-
integración y desaparición de la mayoría de las organizaciones del
partido», producida por la represión contrarrevolucionaria, e inten-
sificada por la prolongada inexistencia de «un centro del partido que
funcione»; condenó como «liquidadores» a quienes no aceptaban el
programa bolchevique de acción y organización; e insistió en «la ne-
cesidad de intensificar el trabajo para reconstruir la organización ile-
gal del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso». No por eso la Con-
ferencia desdeñó las posibilidades de actividad legal, lanzando tres
consignas de partido -las tres dentro del marco de la revolución
burguesa- para las próximas elecciones para la cuarta Duma: «re-
pública democrática, jornada de ocho horas y confiscación de la tie-
rra de todos los terratenientes». Pero el paso más importante dado
por la Conferencia de Praga se relacionó con la organización del
partido. El comité central, elegido por el Congreso de Londres y
compuesto por representantes de los diferentes grupos asistentes al
Congreso, no se había reunido desde hacía dos años y era virtual-
mente inexistente. La Conferencia, arrogándose las funciones de un
congreso del partido, eligió un nuevo comité central compuesto de
seis miembros titulares -entre ellos Lenin, Zinóviev y Orzhoni-
kidze- y cinco suplentes -entre ellos Bubnov y Kalinin. La me-
dida era antirreglamentaria pero constituía claramente una señal de
que los bolcheviques se proponían formar en exclusiva el Partido
Obrero Socialdemócrata ruso, prescindiendo de los «liquidadores»,
mencheviques y demás grupos. Los bolcheviques realizaban de nue-
vo lo que ya habían intentado en el tercer Congreso de 1905. Y esta
vez, para no rectificar jamás. A partir de ese momento los bolche-
viques no serían ya una facción dentro del partido, sino el partido
mismo 59 •

" Las resoluciones de la conferencia se publicaron en un folleto (Vserossiis-


kaya Konferentziya [1941), i, 177-91). Por razón del secreto no contiene la
lista de los miembros y candidatos elegidos para el comité central. Pero apa-
recen, con ligeras variaciones entre las dos categorías, en todas las historias
del partido hasta comienzos de la década de 1930, por ejemplo en la obra de
N. Popov, Outline History of the Communist Party of the Soviet Union
(trad. ingl., s. f., i, 274), y en Socbineniya, de Lenin, xv, 651-4, nota 167.
De 1905 a 1917 81

Una modificación de los estatutos del partido realizada por la


Conferencia permitiría en adelante al comité central elegir por vo-
tación miembros adicionales. Gracias a esa modificación Stalin pudo
ser elegido para el comité central poco después de la Conferencia óll,
siendo además nombrado miembro del recientemente creado «buró
ruso», que se hallaba a cargo del trabajo en el interior del país. El
momento era crucial. El 4 de abril de 1912 tropas del ejército abrie-
ron fuego contra los obreros en huelga de las minas de oro de Lena,
produciendo más de 500 bajas. Era la más grave matanza de este
tipo después del 9 de enero de 1905. El incidente fue la señal que
abrió un nuevo período de intranquilidad y agitación laborales. Uno
de los síntomas de la renovada actividad del partido fue la fundación
en Petersburgo de un nuevo periódico bolchevique, Pravda, cuyo
primer número apareció el 22 de abril de 1912. Otro fue la decisión
personal de Lenin de trasladar su residencia de París a Cracovia, en
la Polonia austríaca, con el fin de encontrarse más cerca del escena-
rio en que se desarrollaba la acción. La tensión cada vez mayor exis-
tente en Rusia durante los dos años siguientes no sólo incrementó
las posibilidades y perspectivas de la actividad revolucionaria en la
propia Rusia, sino que profundizó además la brecha que separaba a
bolcheviques y mencheviques. La arbitraria conducta de Lenin en
Praga suscitó la indignación entre los demás grupos del partido;
mas nada podía disuadirle de su determinación de proseguir una
acción independiente. En agosto de 1912 Trotski convocó en Viena
una reunión de socialdemócratas rusos de todas las tendencias, con
la esperanza, una vez más, de preparar el camino para la reunifica-
ción. Sin embargo, la reunión fue denunciada y ridiculizada por los
bolcheviques, con el resultado de que el «Bloque de agosto» se trans-
formó en una coalición temporal de mencheviques, trotskistas y
otros grupos de menor importancia contra los bolcheviques. El úni-
co resultado tangible de la reunión fue exacerbar las relaciones entre
Lenin y Trotski. Durante los dieciocho meses siguientes a la Con-
ferencia de agosto se dirigieron recíprocamente los insultos más en-
conados y venenosos de todas sus disputas.
La guerra de 1914 sirvió de invernadero para las semillas de la

'" Las fuentes que hemos citado al final de la nota precedente, así como
las Memories o/ Lenin, de Krúpskaya, ii (trad. ingl., 1932), registran la elec-
ción de Stalin por votación «inmediatamente después de la conferencia». La
historia oficial de 1938 -History of the Comunist Party of the Soviet Union
(Bolsheviks), trad. ingl., 1939, p. 141-, a despecho de todos los documentos
anteriores, incluye a Stalin y Sverdlov entre los elegidos por la conferencia para
el comité central, y los relatos oficiales que siguen se ajustan a esta versión.
Carr, t. I, 6
82 Capítulo 3

Revolución. El efecto inmediato del estallido de la guerra fue que


la tarea de los revolucionarios se viera enormemente dificultada y
sus rudimentarias organizaciones quedaran destruidas. En Petersbur-
go los diputados bolcheviques y mencheviques de la Duma se unie-
ron momentáneamente para hacer una declaración conjunta en nom-
bre del Partido Obrero Socialdemócrata ruso y votar en contra de
los créditos de guerra; del lado del gobierno, la primera medida fue
la supresión de los periódicos antigubernamentales, entre otros la
Pravda bolchevique. Incluso en Europa occidental la libertad de
propaganda quedó limitada a unos pocos países neutrales. Lenin fue
detenido en Austria y amenazado de internamiento. Tras conseguir
asilo en Suiza, creó en Berna, junto con Zinóviev, lo que rápidamen-
te se convertiría en el centro oficial del bolchevismo.
Lenin no abrigaba dudas acerca de la actitud que debería tomar
el partido respecto a la guerra. Desde el Congreso de Stuttgart, la Se-
gunda Internacional se había comprometido, por instigación de Le-
nin y a requerimiento de los socialdemócratas -en caso de guerra-
a «utilizar la crisis económica y política causada por la guerra para ...
acelerar la destrucción de la dominación clasista de la clase capita-
lista» 61 • La deserción de los socialistas y socialdemócratas de Europa
occidental que había apoyado, casi como un solo hombre, a sus res-
pectivos gobiernos nacionales en agosto de 1914, constituía la más
aborrecible de las traiciones. Sin embargo, ese comportamiento no
alteró lo más mínimo las convicciones de Lenin. El 5 de septiembre
de 1914 llegaba Lenin a Berna; al día siguiente leyó al pequeño grupo
de bolcheviques que pudo reunir una serie de tesis sobre la guerra en
las que explícitamente declaraba que «desde el punto de vista de
la clase obrera y de las masas trabajadoras de todos los pueblos de
Rusia la derrota de la monarquía zarista y de sus ejércitos constitui-
ría el mal menor» y formulaba las consignas que los socialdemócra-
tas deberían hacer suyas:
Propaganda universal, extendida también al ejército y al teatro de opera-
ciones, a favor de la revoluci6n socialista y de la necesidad de dirigir las armas,
no contra los propios hermanos, los esclavos asalariados de los otros países,
sino contra los gobiernos reaccionarios y burgueses de todos los países. Abso-
luta necesidad de organizar células y grupos ilegales en los ejércitos de todas
las naciones a fin de difundir esa propaganda en todos los idiomas. Lucha
implacable contra el chovinismo y el patriotismo de la burguesía de todos los
países sin excepci6n 62 •
61 La actitud del partido con respecto a la guerra se examinará en la
Parte V.
"' Lenin, Sochineniya, xviii, 446. Estas tesis aparecieron en forma corre-
De 1905 a 1917 83

En febrero de 1915, una conferencia bolchevique celebrada en


Berna, a la que asistió un mayor número de militantes -entre ellos
Bujarin, Krilenko y Piatakov, así como Lenin y Zinóviev-, aprobó
y public6 una serie de resoluciones de corte parecido 63 • Sin embar-
go, constituían un grupo aislado. Plejánov exhortaba a la defensa
nacional como preludio necesario para la reforma, adoptando así una
posición indistinguible de la defendida por los partidos socialdemó-
cratas o laboristas de la Segunda Internacional, etiquetados por Le-
nin con el nombre de «social-chovinistas». Dentro de los menchevi-
ques las posiciones iban desde la derechista de Plejánov hasta la
izquierdista de Mártov, quien se declaró internacionalista y se unió
a Lenin para denunciar la «guerra imperialista». Sin embargo, una
diferencia esencial continuaba separando a los bolcheviques de los
mencheviques de izquierda. Lenin quería que la guerra terminara
como resultado de una revolución socialista que se propagara por
toda Europa y permitiera a Rusia pasar directamente de la revolu-
ción burguesa a la revolución socialista. Mártov, por su parte, de-
seaba que la guerra concluyera con una paz democrático-burguesa
sobre la base de la autodeterminación nacional y sin anexiones ni
indemnizaciones; en realidad, ningún menchevique podía ir más allá,
dada su aceptación del dogma del carácter burgués de la próxima
revolución en Rusia. Mártov y Lenin asistieron a la célebre confe-
rencia de socialistas internacionalistas adversarios de la guerra que
se reunió en Zimmerwald en septiembre de 1915. La diferencia que
separaba a Mártov de Lenin era la misma que distinguía a la «ma-
yoría zimmerwaldiana» de la «izquierda zimmerwaldiana».
En Rusia, tras las primeras acciones conjuntas de bolcheviques
y mencheviques, la presión de los acontecimientos y de la opinión
fue separando de nuevo gradualmente a los dos grupos. La mejor
organización clandestina de los bolcheviques, que nunca dejó de fun-
cionar completamente pese a las severas limitaciones que la perse-
cución policíaca implicaba, habla en favor suyo. A finales de sep-
tiembre de 1914 cinco diputados bolcheviques en la Duma y otros
delegados bolcheviques procedentes de diversas partes de Rusia
celebraron una conferencia secreta en Finlandia. Inspirándose en
las tesis de Lenin de 24 de agosto-6 de septiembre de 1914, apro-
baron una resolución condenando ---ciertamente, en términos algo
generales- al gobierno y a la guerra. Un mes después los diputados
gida y más extensa en un artículo del diario del partido Sotsial-Demokrat
del 1 de noviembre de 1914 (ibid., xviii, 61-6).
63 Lenin, Sochineniya, xviii, 1248; Krúpskaya, Memories of Lenin, ii (trad.
ingl., 1932), 156-7.
84 Capítulo 3

bolcheviques y otros destacados bolcheviques- entre ellos Káme-


nev- que habían asistido a la conferencia fueron detenidos, siendo
desterrados a Siberia a principios de 1915 64 • A preguntas del tribu-
nal, Kámenev y dos diputados afumaron en el juicio que no estaban
de acuerdo con las tesis de Lenin en la medida en que éstas reque-
rían al partido para que trabajara durante la guerra en pro de la
derrota 65 • Pero si los bolcheviques vacilaban, los mencheviques del
interior de Rusia se desintegraron casi por completo; combinando
una actitud patriótica hacia la guerra con peticiones de reformas
«democráticas», apenas si eran distinguibles de otros «progresistas».
La deportación de los más destacados bolcheviques de Petrogra-
do a Siberia --<lande se encontraban ya, cumpliendo penas de exi-
lio, desde antes del estallido de la guerra, Sverdlov, Stalin y Orzho-
nikidze- destruyó en la práctica la organización central bolchevique
en el interior de Rusia. Durante dieciocho meses el llamado «buró
ruso» del comité central dejó de existir. Durante la primavera o el
verano de 1916 fue reconstruido por un obrero militante del partido
llamado Shliapnikov. Shliapnikov, que vivía en París en el momen-
to en que estalló la guerra, asistió a la Conferencia de Berna en
1915, siendo posteriormente enviado por Lenin a Escandinavia para
organizar el transporte clandestino de propaganda del partido al in-
terior de Rusia. Desde allí Shliapnikov regresó a Petrogrado y co-
optó a dos jóvenes militantes del partido, Zalutski y Mólotov (joven
intelectual oriundo de Kazan, cuyo verdadero nombre era Skriabin
y que había debutado en el partido en la redacción de Pravda en
1912), lo suficientemente desconocidos como para haber podido evi-
tar hasta el momento molestias policíacas, y formó con ellos un nue-
vo «buró ruso» 66 • Sin embargo, poco podía hacerse. Los comités
locales de algunos -muy pocos- grandes centros todavía realiza-
ban propaganda clandestina pero las comunicaciones con el comité
central en Suiza eran intermitentes y precarias. De todas formas, a
veces entraban en Rusia números del periódico del partido, Sotsial-
Demokrat, publicado por Lenin a intervalos irregulares durante todo
el período de guerra.
Entretanto, Lenin permanecía en Suiza. Se dedicaba a escribir;
y a observar y esperar. A principios de 1916 se trasladó de Berna a
Zurich, donde podía disponer más fácilmente de los materiales ne-
cesarios para la redacción de El imperialismo, fase superior del ca-
.. E. Yaroslavsky, Istoriya VKP(B), iii (1929), 220-3.
65 Referente a la condena de esta actitud por parte de Lenin, véase Sochi-
neniya, xviii, 129.
66 E. Yaroslavsky, Istoriya VKP(B), iii (1929), 234-5.
De 1905 a 1917 85

pitalismo, su libro más importante de la época de la guerra. Tam-


bién escribió abundantemente acerca de la actitud de los socialistas
respecto a la guerra y sobre la cuestión de la autodeterminación na-
cional, llevada a primer plano por la propaganda aliada y materia
de graves divisiones en el seno del partido. En abril de 1916 asistió
Lenin a una segunda conferencia del grupo de Zimmerwald, esta
vez en Kienthal. Aunque las actas de las sesiones parecen apuntar
un ligero desplazamiento hacia la izquierda de los socialistas enemi-
gos de la guerra, no se produjo, sin embargo, una unidad real de
opinión o propósito. La confianza de Lenin en la exactitud de sus
opiniones nunca flaqueó. No obstante, la entumecedora monotonía
de la existencia y la imposibilidad de actuar zaparon algo su opti-
mismo. Durante el invierno de 1911, en lo que parecía el más negro
momento de reacción, Lenin había percibido signos cada vez más
numerosos de que «la época del gobierno del llamado parlamenta-
rismo burgués se está aproximando a su fin para ceder su puesto a
las luchas revolucionarias de un proletariado organizado y educado
en el espíritu de las ideas marxistas, que derrocará el gobierno de
la burguesía y establecerá el orden comunista» 67 • En enero de 1917,
en un discurso dirigido a un auditorio suizo, expuso sus dudas acer-
ca de si «nosotros, los viejos» (Lenin tenía en ese momento 46 años)
vivirían lo suficiente «para ver las batallas decisivas de la revolución
que se avecina» 68 • Seis semanas más tarde la Revolución estallaba en
Rusia. Después de más de un mes de ansiosa espera y difíciles ne-
gociaciones, Lenin, en unión de unos veinte bolcheviques --entre
ellos Zinóviev, Radek, Sokólnikov y Safavarov-, viajaba por terri-
torio alemán hacia Suecia, con autorización del gobierno germano,
en un vagón de ferrocarril sellado y sin comunicación con el exte-
rior 69 • El grupo llegó a Petrogrado el 3 de abril de 1917.

67 Lenin, Sochineniya, xv, 265.


.. lbid., xix, 357.
" En Die Reise Lenins durch Deutschland, de Fritz Platten (s. f., ¿1925?),
hay un relato completo de las negociaciones y del viaje. El lance fue menos
dramático y siniestro de lo que se ha hecho aparecer después; muy poco más
tarde, hizo el mismo viaje, y en las mismas condiciones, una partida mucho más
numerosa de émigrés rusos que incluía un grupo de mencheviques capitaneados
por Martov.
Capítulo 4
DE FEBRERO A OCTUBRE 1

La Revolución de Febrero de 1917 que derribó a la dinastía Ro-


mánov fue el espontáneo estallido de unas masas exasperadas por
las privaciones de la guerra y por una evidente desigualdad en el
reparto de las cargas bélicas. La Revolución fue bien recibida, y
luego utilizada, por un amplio estrato de la burguesía y de la clase
de los funcionarios, que habían perdido la confianza en el sistema
autocrático de gobierno y especialmente en las personas del Zar y
de sus consejeros; este sector de la población fue el que suministró
los hombres que formaron el primer Gobierno Provisional. Los par-
tidos revolucionarios no tuvieron una participación directa en el
desarrollo de la Revolución. No esperaban su estallido, y en un pri-
mer momento quedaron en cierto modo estupefactos. La creación
del Soviet de Diputados de Obreros de Petersburgo, una vez iniciada
la Revolución, fue un acto espontáneo de un grupo de obreros sin
dirección central. Constituyó la resurrección del Soviet de Peters-
1 Es muy urgente la necesidad de una historia de este período vital. Ade-
más de los documentos oficiales, un libro que constituye una fuente inapreciable
es, Revolutsiya 1917 goda: ]ronika Sobitii (6 vols. por diversos compiladores,
1923-30); hay una vasta colección de otros materiales de primera mano, inclu-
yendo, aunque desde su propio punto de vista, el brillante bosquejo de Miliu-
kov en Istoriya Vtoroi Russkoi Revolutsii (Sofía, 1921) y la Historia de la
Revoluci6n Rusa (History of the Russian Revolution), de Trotski.
86
De Febrero a Octubre 87
burgo que había desempeñado un papel breve pero glorioso en la
Revolución de 1905; y al igual que su antecesor, fue una organiza-
ción apartidista elegida por obreros fabriles, en la que se encontra-
ban representados las socialistas revolucionarios, los mencheviques y
los bolcheviques. Al principio el Soviet no aspiró a conquistar el
poder gubernamental; en parte porque sus dirigentes compartían la
opinión, hasta el momento generalmente aceptada, de que si bien Ru-
sia se hallaba madura para una revolución burguesa no lo estaba
para una revolución socialista, y en parte porque no creían disponer
de la competencia y preparación necesarias para poder gobernar. Le-
nin calificaría más tarde a esta actitud del Soviet de «entrega volun-
taria del poder estatal a la burguesía y a su Gobierno Provisional» 1 •
Sin embargo, el hecho de que los decretos del Soviet fueran acep-
tados por un número cada vez mayor de obreros y soldados le
confirió, pese a él mismo, una posición de autoridad que no podía
ser ignorada; tal fue el fundamento práctico, y casi fortuito, del lla-
mado «doble poder» instaurado por la Revolución de Febrero, cuan-
do la autoridad pública era ejercida en cierto modo por dos cuerpos
cuya recíproca actitud oscilaba entre la rivalidad y la cooperación:
por un lado, el Gobierno Provisional, sucesor legal del gobierno
zarista y reconocido como tal por las potencias extranjeras; por otro,
los Soviets de Diputados de Obreros, formados por propia iniciativa
y, por ende, revolucionarios. El ejemplo de Petrogrado fue imitado,
y pronto surgieron nuevos soviets: en Moscú y otras grandes ciuda-
des, primero, y en los distritos rurales algo más tarde; lo que, a su
vez, llevó a la convocatoria de la primera «Conferencia de toda Ru-
sia» de los Soviets a finales de marzo de 1917.
De las dos fracciones en que el Partido Obrero Socialdemócrata
Ruso se hallaba dividido, fue la menchevique la que, en un primer
momento, más se benefició de la Revolución de Febrero. Como en
1905, la promesa de un gobierno constitucional parecía justificar su
programa y darle ventaja sobre los bolcheviques. Un régimen revo-
lucionario burgués que se beneficiara del apoyo crítico de los buenos
marxistas hasta que el capitalismo burgués agotara sus potenciali-
dades y quedara el camino franco para la revolución socialista: tal
era, precisamente, la descripción menchevique de la primera etapa
del proceso revolucionario. En verdad, la concepción del «doble po-
der» como pacto constitucional entre un gobierno burgués y una
«oposición legal» proletaria era esencialmente menchevique. La prin-

2 Lenin, Sochineniya, xx, 114. V. Chernov, The Great Russian Revolution


(trad. ingl. N. Y., 1936), pp. 99-109, ofrece un análisis similar.
88 Capítulo 4

cipal dificultad con que tropezaron los mencheviques fue su actitud


respecto a la guerra, cuestión sobre la que se hallaban divididos. Sin
embargo, parecía que una política de presión sobre el gobierno bur-
gués para poner fin a la guerra sobre la base de un programa demo-
crático, sin entrar en detalles precisos sobre las vías y medios de
conseguirlo, satisfaría por el momento todas las exigencias. Los men-
cheviques lograron con gran rapidez una posición de predominio
en el Soviet de Pretrogrado: su primer presidente fue el menchevi-
que georgiano Chjeídze. Los más importantes rivales de los men-
cheviques eran los socialistas revolucionarios. No transcurrió mucho
tiempo antes de que el Soviet de Diputados de Obreros se transfor-
mara en el Soviet de Diputados de Obreros y Soldados; y cuando
los ejércitos se desintegraron en agitadas turbas de campesinos que
exigían paz y tierras y que depositaban su confianza en los socialis-
tas revolucionarios -el partido tradicional de la revolución cam-
pesina- para realizar sus ambiciones, la estrella de los socialistas
revolucionarios (los «eseritas», como corrientemente eran llamados
por las siglas -SR- de la organización) continuó su trayectoria as-
cendente.
Parecía que eran los bolcheviques los que habían salido menos
gananciosos de los acontecimientos de febrero. El brusco desenlace
de la Revolución había dejado la determinación de la política bolche-
vique en las manos de tres hombres (dos de ellos jóvenes y sin ex-
periencia), que carecían de contactos no sólo con el centro del par-
tido en Suiza sino también con los otros veteranos dirigentes deste-
rrados en Siberia. Su posición era difícil. Por una parte, se veían
comprometidos por las tesis de Lenin de 1914 y por todo lo que éste
había escrito después de esa fecha para defender la espectacular po-
lítica, recibida con desagrado incluso por muchos bolcheviques, de
propugnar la guerra civil y el derrotismo nacional. Por otra, la reso-
lución del partido de 1905 declaraba que el establecimiento de un
gobierno revolucionario provisional sería el resultado de una revolu-
ción democrática y admitía que la cooperación bolchevique en tal
gobierno podría ser deseable «para los objetivos de una lucha impla-
cable contra todas las tentativas contrarrevolucionarias y de la de-
fensa de los intereses independientes de la clase obrera» 3 • Dispo-
niendo tan sólo de estas directrices, Shliapnikov, Zalutski y Mólotov,
que formaban el buró ruso del comité central, redactaron un mani-
fiesto del partido que fue publicado el 26 de febrero de 1917 y

' Véase p. 62 anterior.


De Febrero a Octubre 89

reproducido dos días más tarde como suplemento del primer núme-
ro de Izvestiya, periódico del Soviet de Petrogrado 4•
Considerando todos los aspectos de la situación, el esfuerzo era
apreciable. Dado que el gobierno provisional aún no había sido de-
signado, la cuestión de determinar las relaciones a mantener con él
no se planteaba. El manifiesto invitaba a la clase obrera y al ejército
revolucionario a la creación de un «gobierno revolucionario provi-
sional» que proclamara la república, introdujera reformas democrá-
ticas tales como la jornada de ocho horas, la expropiación de los
latifundios y la convocatoria de una asamblea constituyente elegida
por sufragio universal y secreto, confiscara y distribuyera los depó-
sitos de víveres, y «entrara en negociaciones con el proletariado de
los países beligerantes para emprender la lucha revolucionaria de
los pueblos de todos los países contra sus opresores y esclavizado-
res ... y para poner término a la sangrienta carnicería humana que
ha sido impuesta a los esclavizados pueblos». El manifiesto exhor-
taba a los obreros fabriles y a los ejércitos insurreccionados a elegir
a sus representantes para ese gobierno revolucionario provisional.
El llamamiento concluía con salutaciones a «la bandera roja de la
revolución», «la república democrática», «la clase obrera revolucio-
naria» y «el pueblo revolucionario y el ejército insurgente». Lenin,
que leyó extractos del manifiesto en la prensa alemana mientras aún
permanecía en Suiza tratando de organizar su viaje de regreso a
Rusia, señaló como «especialmente importante y especialmente acer-
tada» la «idea perfectamente correcta de nuestro comité central de
que el punto indispensable para la paz es establecer relaciones con
los proletarios de todos los países beligerantes» 5 •
La Revolución de Febrero había eliminado todos los obstáculos
para la reaparición del periódico del partido, salvo el derivado de
la escasez de mano de obra. El 5 de marzo de 1917 se reanudaba la
publicación de Pravda, dirigida por un Consejo de redacción com-
puesto por Mólotov (que, como miembro del buró del comité cen-
tral, asumió la principal responsabilidad), Kalinin (más estimado tal
vez, tanto en esa época como en las posteriores, por su prestigio
como miembro exhibible del partido de origen campesino que por
su capacidad intelectual) y Eremeev (de quien apenas se sabe más
que su condición de colaborador en la Pravda de 1912) 6 • El primer
número de la nueva Pravda fue distribuido gratuitamente; del se-
• El texto se encuentra en: Lenin, Sochineniya, xx, 600-1; véase también
ibid., XX, 634.
• El texto se encuentra en: Lenin, Sochineniya, xx, 31.
• A. Shliapnikov, Semnadtrati God, ii (1924), 178.
90 Capítulo 4

gundo se vendieron 100.000 ejemplares 7• Las opiniones contenidas


en los siete primeros números del periódico se correspondían en
gran medida con las expresadas en el manifiesto. Pravda denunció
al Gobierno Provisional recién establecido como «un gobierno de
capitalistas y terratenientes», y se pronunció en pro de que el Soviet
convocara una asamblea constituyente que estableciera una «repú-
blica democrática». Acerca de la guerra publicó el 10 de marzo de
1917 una resolución del buró que propugnaba la transformación de
la guerra imperialista en guerra civil para la liberación de los pue-
blos del yugo de las clases dirigentes; sin embargo, la resolución
no se atrevía aún a abogar explícitamente por el derrotismo nacio-
nal. Sin embargo, Pravda no era inmune a antiguas faltas. El mismo
número que incluía la citada resolución publicaba también un artícu-
lo de Olminski que concluía con la siguiente frase:
La revolución [burguesa] aún no ha concluido. Vivimos bajo la consigna
de «golpear juntos». En las cuestiones de partido, cada partido para sí; pero
todos como un solo hombre para la causa común.

La situación se complicó con el restablecimiento del comité local


del partido de Petrogrado, el cual, dentro de la legalidad por prime-
ra vez en su historia, atrajo a un gran número de nuevos miembros
y exhibió una desconcertante variedad de opiniones. En líneas ge-
nerales, el comité de Petrogrado se situó a la derecha del buró.
Cuando el joven Mólotov asistió, el 5 de marzo de 1917, a una de
las sesiones del comité como delegado del buró y propuso la apro-
bación de una resolución que atacaba al Gobierno Privisional como
contrarrevolucionario y pedía su sustitución por un gobierno capaz
de llevar a cabo un programa de revolución democrática, no logró
convencer a la mayoría del comité, que se limitó a aprobar un texto
prometiendo no oponerse al Gobierno Provisional en tanto sus ac-
tos se correspondieran con «los intereses del proletariado y de las
amplias masas democráticas del pueblo» 8 •
Esta situación, ya en sí confusa, se complicó aún más el 13 de
marzo de 1917 -día en que se publicó el séptimo número de Prav-
da- con la llegada a Petrogrado, desde Siberia, de Kámenev, Stalin
y Muranov. Kámenev, veterano escritor, había sido designado por

1 lbid., ii, 114.


• Pervi Legalni P K Bolshevikov (1927), pp. 18-19. El comité del par-
tido conservó el nombre «Petersburgo» en su titulo, negándose a reconocer el
cambio de nombre llevado a cabo por el gobierno zarista en 1914 «con pro-
pósitos chovinistas» (]bid., p. 5).
De Febrero a Octubre 91

la Conferencia de Praga de 1912 director del órgano central del


partido (en esa época la Rabochaya Gazeta); Stalin, miembro del
comité central del partido desde 1912, había sustituido a Shliapni-
kov como organizador del partido en Petrogrado; Muranov era uno
de los diputados bolcheviques a la cuarta Duma. Los tres habían
trabajado anteriormente en la vieja Pravda 9 • Inmediatamente arre-
bataron a Shliapnikov y a sus jóvenes colegas las riendas de la auto-
ridad para empuñarlas en sus manos. El número de Pravda de 15
de marzo de 1917 publicaba una nota anunciando que Muranov se
había hecho cargo de la dirección del periódico y que Stalin y Ká-
menev quedaban incorporados al Consejo de redacción. Es de supo-
ner que los antiguos componentes del Consejo de redacción conser-
varan sus puestos, si bien con menores prerrogativas e influencia.
Estas medidas, por desagradables que pudieran resultar para los
dirigentes sustituidos -los cuales habían colmado un vacío y se ha-
bían abierto paso en una difícil situación- 10 , eran bastante lógicas;
y si no hubiera sido porque los nuevos responsables introdujeron
polémicas modificaciones en la política del partido, el cambio habría
suscitado poco interés. El breve artículo publicado por Stalin en el
número de 14 de marzo de 1917 de Pravda era más notable por lo
que omitía que por lo que decía. Exhortaba a los obreros, campe-
sinos y soldados a cerrar filas en torno a los soviets «como órganos
de la unión y el poder de las fuerzas revolucionarias de Rusia». El
artículo, sin embargo, no contenía ni una sola referencia al Gobier-
no Provisional o a la guerra; y el prudente llamamiento a «defender
los derechos conquistados para derrotar finalmente a los viejos po-
deres e impulsar a la Revolución rusa hacia adelante» se hallaba casi
más cerca de la fórmula menchevique de presionar a la burguesía des-
de atrás que de la fórmula bolchevique de tomar la dirección de los
acontecimientos 11 • El número de Pravda del día siguiente, que con-
tenía la nota anunciando los cambios producidos en el consejo de
redacción, incluía en su primera página una proclama del Soviet de

• Según N. Popov en Outline History o/ the Communist Party o/ the


Soviet Union (trad. ingl., s. f.), i, 277, los tres fueron miembros de la junta
directiva editorial de 1912. Stalin tomó parte en la publicación del primer nú-
mero (Stalin, Sochineniya, v, 130) y fue detenido el día en que apareció,
el 22 de abril de 1912. Kamenev fue enviado a Petersburgo a comienzos
de 1914 para que se hiciese cargo de Pravda (Krúpskaya, Memories of Lenin,
ii, trad. ingl., 1932, 126).
'º Shliapnikov delata su sentimiento de agravio en sus memorias, por otra
parte muy valiosas. Mólotov guardó silencio, hábito que le sirvió de gran ayuda
durante toda su carrera.
11 Stalin, Sochineniya, iii, 1-3.
92 Capítulo 4

Petrogrado «A los pueblos de todo el mundo» en la que se decía


que «defenderemos resueltamente nuestra propia libertad» y que «la
Revolución rusa no retrocederá ante las bayonetas de los agreso-
res» 12 • Seguía a la proclama un artículo firmado por Kámenev:
Cuando un ejército se enfrenta con otro, sugerir a uno de esos ejércitos
que deponga sus armas y se retire sería la política más inane. No sería una
política de paz sino una política de esclavitud, que sería rechazada con dis-
gusto por un pueblo libre.

Un pueblo libre sólo podría «contestar bala con bala, bomba con
bomba». Este sincero aval de la política de defensa nacional confirmó
de forma señalada la declaración de Kámenev ante el tribunal, más
de dos años antes, de que no compartía las posiciones de Lenin 13 •
Según Shliapnikov, que es el único testimonio autorizado de
que disponemos sobre esta cuestión, el cambio de frente de Pravda
produjo consternación entre los obreros fabriles bolcheviques. Se
celebró una reunión en la que estaban representados el buró, el co-
mité de Petrogrado y los exiliados procedentes de Siberia. En el
curso de la discusión, Stalin y Muranov desautorizaron las opiniones
de Kámenev, quien «se sometió a la decisión de la mayoría y pasó
a adoptar en la organización una 'posición moderada'» 14 • El resul-
tado de la discusión fue más bien un punto muerto que un compro-
miso: si bien Pravda no publicó más artículos como el de Kámenev,
que propugnaran abiertamente la defensa nacional, también se abs-
tuvo de atacar en lo fundamental al Gobierno Provisional o a su
política de guerra 15 • El nuevo Consejo de redacción, más veterano
y prudente, reprimió el arrebatado ardor mostrado en los anteriores
números, retirándose a una posición más cómoda de expectativa.
Cuando a finales de marzo de 191 7 se celebró una conferencia del
partido para decidir la línea a adoptar en la primera Conferencia de
los Soviets de toda Rusia, la propuesta presentada por Stalin de
«apoyar al Gobierno Provisional en su actividad sólo en tanto siga
por el camino de dar satisfacción a la clase obrera y al campesina-
do revolucionario» apenas difería en sustancia de la fórmula apro-
12 Reimpreso en: A. Shliapnikov, Semn11ds11ti God, ii (1924), 291.
13 Véase anteriormente p. 84; el artículo se encuentra en: Lenin, Sochine-
niy11, XX, 601-2.
,. A. Shliapnikov, Semn11ds11ti God, 11 (1924), 185.
15 La diferencia entre Kámenev y los demás editorialistas es que estos
últimos tomaron una postura neutral de no apoyar ni combatir al Gobierno
Provisional, mientras que el primero consideraba «imposible» esta actitud y
deseaba un apoyo franco (véase su discurso en Pervi Leg11lni P K Bolshevi-
kov [19271, p. 50).
De Febrero a Octubre 93

bada por la mayoría menchevique en la conferencia de los Soviets;


y la mayor parte de los bolcheviques compartían la opinión expre-
sada por Stalin de que era posible la unificación con aquellos men-
viques que estuvieran contra el «defensismo» nacional, sobre la base
de «una línea Zimmerwald-Kienthal» 16•
Más de siete años después Stalin, en el momento culminante de
su controversia con Trotski, confesó el error por él cometido durante
esta ópoca. Después de afirmar que el partido no podía ni tratar de
derribar al Gobierno Provisional, ya que éste se hallaba vinculado
a los soviets, ni tampoco apoyarlo, ya que era un gobierno imperia-
lista, Stalin proseguía en los siguientes términos:
El partido... -su mayoría- adoptó la política de que los soviets pre-
sionaran sobre el Gobierno Provisional en la cuestión de la paz, y no decidió
dar inmediatamente el paso desde la antigua consigna de la dictadura del pro-
letariado y el campesinado a la nueva consigna de «el poder a los soviets».
Esta política a medias, pretendía dar a los soviets la oportunidad de detectar
la naturaleza imperialista del Gobierno Provisional en las cuestiones concretas
de la paz, alejándoles de esta forma de él. Sin embargo, lo posición era pro-
fundamente errónea, ya que alimentó las ilusiones pacifistas, añadió combus-
tible a las llamas del defensismo y obstaculizó el despertar revolucionario de
las masas. Yo compartí esta errónea posición con otros camaradas del partido,
y sólo la abandoné completamente a mediados de abril, cuando me adherí
a las tesis de Len in 11•

El razonamiento no es particularmente convincente, y además


atribuye a sutileza de intención lo que en realidad se debía a mera
confusión. Sin embargo, cabe sentir simpatía hacia quienes, en los
días de marzo de 1917, trataban en Petrogrado de forjar una polí-
tica bolchevique coherente. Hasta ese momento nadie había puesto
en duda la idea de que la Revolución rusa no era -y no podía ser-
sino una revolución burguesa. Tal era el sólido y aceptado marco
doctrinal dentro del cual había que encuadrar la política que se eli-
giera. Dentro de ese marco, resultaba difícil descubrir una sola ra-
16 Los debates de la Conferencia de Soviets de toda Rusia se describen
en Semnadsati God, de Shliapnikov, iii (1927), 211-49; y sus resoluciones
están reimpresas, íbid., iii, 360-74. Los debates de la conferencia del partido
nunca se han publicado oficialmente, pero no hay razón para dudar de la
autenticidad de los informes incompletos publicados por Trotski en Stalinskaya
Shkola Falsifikatsíí (Berlín, 1932), pp. 225-90, pues los obtuvo de Zinoviev
y Kámenev en 1925. Para las citas de las observaciones de Stalin, que fue
quien hízo el informe más importante de la conferencia, véase íbid., pp. 235,
265-6.
17 Stalin, Sochineniya, vi, 333-4.
94 Capítulo 4

zón convincente para rechazar al Gobierno Provisional, indudable-


mente burgués, o para exigir la transferencia del poder a los soviets,
esencialmente proletarios, o menos aún para denunciar la búsqueda
de una paz «democrática» y propugnar la guerra civil y la derrota
nacional. No había forma de cuadrar el círculo. Correspondería a
Lenin la tarea de destruir, ante la mirada atónita de sus partidarios,
ese marco.

De la escena de la llegada de Lenin a la Estación de Finlandia


de Petrogrado, en la tarde del 3 de abril de 1917, hay por lo menos
cuatro relatos de testigos presenciales 18 • Lenin fue recibido en Be-
loostrov, la última estación antes de Petrogrado, por un grupo, en-
cabezado por Shliapnikov, que representaba al buró ruso del comité
central. En el tren Lenin acosó a Shliapnikov con preguntas «sobre
la situación de las cosas en el partido ... sobre las causas del viraje
de Pravda a propósito del 'defendismo', sobre la postura de deter-
minados colegas». Ya en Petrogrado fue recibido por miembros del
comité central y del comité de Petrogrado del partido y de la redac-
ción de Pravda. Figuraba entre ellos Kámenev. Lenin inmediatamen-
te empezó a increparle cariñosamente: «¿Qué cosas ha estado es-
cribiendo en Pravda? Leímos algunos de estos artículos y, para decír-
selo francamente, hablamos mal de usted». Alexandra Kollontai ofre-
ció un ramo de flores a Lenin, que lo empuñó desmañadamente, y el
cortejo se trasladó a la antigua sala de espera imperial. Ya en la
sala, Chjeídze, presidente del Soviet de Petrogrado, dio oficialmente
la bienvenida a Lenin, expresándole sus deseos con pocas palabras,
cuidadosamente escogidas, de que «se cerraran las filas de la demo-
cracia» en defensa de «nuestra Revolución». Lenin, apartándose de
la recepción oficial, se volvió hacia la multitud que se apelotonaba
en el exterior. Dirigiéndose a ellos como «queridos camaradas, sol-
dados, marineros y obreros», saludó en sus personas a la «victoriosa
18 Izvestiya, 5 de abril Je 1917; A. Shlíapnikov, Samnadtsati God, iii
(1927), 257-9: Raskolnokov en Proletarskaya Revolutsiya, núm. 13, 1923,
pp. 220-6; N. Sujanov, Zapíski o Revoliutsij (Berlín, 1922), iii, 14-15. Shlia-
nikov muestra en su relato su afán de acentuar su papel de maestro de ceremo-
nias y de borrar el de Kámenev. Rasholnikov era un bolchevique vulgar, del
montón; Sujanov era un escritor brillante, aunque charlatán, de inclinaciones
mencheviques, que nos ha dejado el más vivo y detallado relato existente de
los hechos externos de la Revolución. Krúpskaya, en sus Recuerdos de Lenin
(Memories of Lenin, ii, trad. ingl. 1932) fija la reunión en Beloostrov. Tanto
Raskolnikov como Zalezksky (en Proletarskaya Revolutsiya¡, núm. 13, 1923,
p. 155) observan la presencia de Kollontai. Ninguno de los primeros relatos
nombra más bolcheviques importantes que Shliapnikov, Kámenev y Kollontai
como que estuviesen presentes para recibir a los viajeros.
De Febrero a Octubre 95
Revolución rusa», declaró que «la guerra imperialista de saqueo»
era el comienzo de la guerra civil a lo ancho de toda Europa, y con-
cluyó:
La quiebra del imperialismo europeo puede producirse cualquier día, in-
cluso hoy o mañana. La Revolución rusa, hecha por vosotros, es el comienzo
de esa quiebra y el inicio de una nueva época. ¡Viva la revolución socialista
mundial! "

Como Sujánov hace notar, estas palabras no constituían una res-


puesta a Chjeídze. Ni siquiera encajaban «en el 'contexto' de la Re-
volución rusa tal y como la entendían absolutamente todos los que
habían participado en ella o habían sido sus testigos presenciales».
Lenin había hablado; y sus primeras palabras habían aludido no a
la revolución burguesa, sino a la socialista.
En la plaza delante de la estación se había congregado una ma-
nifestación bolchevique, encabezada por un carro armado en el que
ondeaba la bandera del partido. Lenin, de pie encima del carro ar-
mado, se dirigió a la multitud que lo vitoreaba en términos pareci-
dos a los de antes. Después, esa misma tarde, habló durante dos
horas a una reunión del partido en el local de los bolcheviques. Diez
años más tarde, un testigo presencial relataría el asombro, que fue
paulatinamente aumentando, con que el resto de los dirigentes del
partido recibió sus palabras:
Todo el mundo había esperado que Vladímir Ilich nada más llegar llamaría
al orden al buró ruso del comité central y especialmente al camarada Mólotov,
que había adoptado una posición particularmente irreconciliable frente al Go-
bierno Provisional. Sin embargo, resultó que quien estaba más cerca de Ilich
era precisamente Mólotov "'.

Al día siguiente se entablaron nuevas discusiones en el piso de


la hermana de Lenin y en las oficinas de Pravda 21 • A primera hora
de la tarde Lenin habló en el palacio T áuride, donde el Soviet cele-
braba sus reuniones, a una reunión de socialdemócratas (bolchevi-
ques, mencheviques e independientes). Fue en esta ocasión cuando
Lenin leyó por vez primera sus famosas «Tesis de Abril», que resu-
mían su punto de vista; cuando Bogdánov interrumpió a Lenin con

" La alocución de Chjeídze se publicó en Izvestiya del 5 de abril de 1917.


No se da cuenta del discurso de Lenin a la multitud, y este motivo es el que
hace pensar que fue pronunciado antes y no después del de Chjeídze.
"' Proletarskaya Revolutsiya¡, núm. 4 (63) (1927), p. 157.
21 A. Shliapnikov, Semnadsati God, iii (1927), 264.
96 Capítulo 4

el grito: «¡Delirios! ¡Los delirios de un loco»; cuando Goldenberg,


otro ex-bolchevique, declaró que «Lenin se ha presentado como
candidato para un trono europeo, vacante durante treinta años: el
trono de Bakunin»; y cuando Steklov, director de Iwestiya y futu-
ro miembro del partido bolchevique, añadió que el discurso estaba
formado por «construcciones abstractas» que el propio Lenin aban-
donaría tan pronto como se familiarizara con la situación rusa. El
discurso de Lenin fue atacado desde todos los ángulos; sólo la Kol-
lontai habló en favor suyo. Lenin abandonó la sala sin ejercer su
derecho de réplica 22 • Esa misma tarde volvió a leer las Tesis a una
reunión de dirigentes bolcheviques; y una vez más quedó completa-
mente aislado 23. El 7 de abril de 1917 Pravda publicó las Tesis
de Lenin sobre Las tareas del proletariado en la presente revolu-
ción 24 •
La clave de la postura de Lenin está en la tesis segunda:
La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la
primera etapa de la Revolución, que ha dado el poder a la burguesía por
carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y organización, a su
segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las
capas pobres del campesinado.

La conclusión negativa de esta afirmación era el rechazo del Go-


bierno Provisional y de su apoyo a la guerra, y el abandono de la
ilusoria exigencia de que «este gobierno, que es un gobierno de ca-
pitalistas, deje de ser imperialista». La conclusión positiva era ex-
plicar a las masas que «los Soviets de Diputados Obreros son la
única forma posible de gobierno revolucionario». En tanto que los
soviets estén «sometidos a la influencia de la burguesía», es decir,
en tanto que la mayoría sea no bolchevique, la principal tarea del
partido consiste en ese trabajo de educación. Sin embargo, el obje-
tivo es claro:
No una república parlamentaria -volver a ella desde los soviets de dipu-
tados obreros sería dar un paso a atrás- sino una república de soviets
de diputados de obreros, campesinos pobres y campesinos, en todo el pafs, de
abajo arriba.

22 N. Sujanov, Zapiski o Revoliutsii (Berlín, 1922), iii, 28-42; véase tam-


bién: Lenin, Sochineniya, xx, 99.
23 N. Sujanov, Zapiski o Revoliutsii (Berlín, 1922), iii, pp. 49-51; se con-
servaron notas de las observaciones de Lenin en esta ocasión y están en Sochi-
neniya, xx, 76-83.
>< lbid., XX, 87-90.
De Febrero a Octubre 97

De esto se seguía, implícitamente, que el momento de que la Re-


volución pasara a su segunda fase, esto es, la fase socialista, llegaría
cuando los bolcheviques lograran la mayoría en los soviets a través
de la educación de las masas. Esta implícita consecuencia se hallaba
presente en las tesis económicas, que propugnaban la nacionaliza-
ción de la tierra y la transformación de las grandes fincas en hacien-
das modelos bajo el control de los soviets, la fusión de todos los
bancos del país en un banco nacional ( una perífrasis menos radical
de la nacionalización de la banca) y, como tercer punto,
No «implantación» del socialismo como nuestra tarea inmediata, sino úni-
camente instauración inmediata del control de la producción social y de la
distribución de los productos por el Soviet de Diputados Obreros.

Las tesis concluían con la propuesta de revisar el programa del


partido y de cambiar el nombre del partido -«comunista» en vez
de «socialdemócrata»-, y con la petición de que fuera creada una
Internacional revolucionaria.
Si bien la prudente terminología de Lenin dejaba cierto margen
a la vaguedad práctica acerca del momento preciso del paso al so-
cialismo, no dejaba, en cambio, la menor duda acerca de que tal paso
era el objetivo principal. Fue en torno a esta cuestión donde se c~
menzó de inmediato a librar la batalla. Al día siguiente de la publi-
cación de las tesis, Pravda incluía en sus páginas una nota de Ká-
menev, que parecía una nota del Consejo de redacción, subrayando
que representaban sólo la «opinión personal» de Lenin. La nota
concluía de la siguiente forma:
En lo que respecta al esquema general de Lenin, nos parece inaceptable,
ya que parte del supuesto de que la revolución burguesa está terminada y confía
en la inmediata transformación de esa revolución en una revolución socialista 25 •

Ese mismo día el comité de Petrogrado del partido discutió las


tesis de Lenin y las rechazó por trece votos contra dos, con una abs-
tención 26• El desafío tenía todavía que ser recogido por la Confe-
rencia del partido de «todo» Petrogrado, a celebrar el 14 de abril
de 1917, y por la Conferencia de toda Rusia, programada para diez
días después. Entretanto, Lenin desarrolló sus concepciones en un
nuevo artículo publicado en Pravda y en dos folletos, el segundo de
los cuales no sería publicado, sin embargo, hasta unos meses des-
pués.
25 Reimpreso en: Lenin, Sochineniya, xx, 607-8.
.. Pervi Legalni P K Bolshevikov (1927), pp. 83-8.
Carr. t. l. 7
98 Capítulo 4

En el análisis de Lenin el «doble poder» consistía en dos go-


biernos distintos. El Gobierno Provisional era el gobierno de la
burguesía; los soviets eran una dictadura formada por «el proleta-
riado y el campesinado (con uniforme de soldado)» n_ El que la «re-
volución burguesa o democrático-burguesa está terminada» pese a
que no hayan sido llevadas a efecto todas las reformas democrático-
burguesas necesarias es cierto «en la medida que» se ha producido
la transferencia de poder a esa doble autoridad; «la dictadura revo-
lucionario-democrática del proletariado y del campesinado ha sido
ya realizada» («en una cierta forma y hasta un cierto punto», añade
Lenin prudentemente en una nota a pie de página) :is. La peculiari-
dad de la situación consistía en el «entrelazamiento» (Lenin utiliza
esta palabra varias veces) del poder burgués del Gobierno Provisio-
nal y la dictadura revolucionaria (potencial, si no actual) de los so-
viets. El futuro será decidido por el resultado de la lucha que libra-
rán la burguesía y el proletariado por conseguir la adhesión de las
masas campesinas 29 • Por el momento, «el hecho de la cooperación
de clases entre la burguesía y el campesinado» es decisivo; los so-
viets todavía son, de acuerdo con la concepción menchevique, «un
apéndice del gobierno burgués». Pero si el campesinado decidiera
apoderarse de las tierras (lo que significaría, en términos de clase,
que el campesinado habría roto con la burguesía y se habría aliado
con el proletariado revolucionario y, en términos políticos, que los
bolcheviques habrían conquistado la mayoría en los soviets), «en-
tonces se abriría una nueva etapa de la revolución democrático-bur-
guesa» 30 • El vigoroso razonamiento de Lenin también en este caso
desembocaba en la conclusión -esta vez casi explícita- de la ne-
cesidad del paso al socialismo. Aunque consideraba prematura la
petición de derrocamiento del Gobierno Provisional, Lenin subraya-
ba que el «doble poder» no podía ser sino una fase transitoria de
la lucha que debería terminar con la victoria de uno u otro bando.
«No puede haber dos poderes en el estado» 31 • La concepción men-
chevique de la colaboración entre el gobierno y los soviets era in-
" Lenin, Sochineniya, xx, 94.
,. !bid., XX, 100-1.
" «Durante los últimos veinte años» -escribía Lenin pocos meses des-
pués---, «ha corrido por toda la historia política rusa, como un hilo rojo, la
cuestión de si la clase obrera iba a hacer avanzar a los campesinos hacia el
socialismo o si la burguesía liberal habría de hacerlos retroceder a un com-
promiso con el capitalismo» (!bid., xxi, 109-10).
30 Lenin, Sochineniya, xx, 102-3.
31 !bid., XX, 114.
De Febrero a Octubre 99
viable. Antes o después los soviets tendrían que derribar al Gobier-
no Provisional; si no, éste los aniquilaría.
La Conferencia del Partido de Petrogrado fue una especie de
ensayo general de la Conferencia del Partido de toda Rusia. Así
pues, las mismas cuestiones fueron debatidas dos veces por los mis-
mos protagonistas y con los mismos resultados en ambas asambleas,
que variaron tan sólo en el número de asistentes. El desarrollo de
estas dos conferencias demostró una vez más el inmenso poder de
Lenin sobre el partido; poder que descansaba no en la retórica sino
en razonamientos lúcidos e incisivos que transmitían la irresistible
impresión de un dominio único de la situación. «Antes de que Lenin
llegara -dijo un delegado en la Conferencia de Petrogrado- todos
los delegados caminaban a tientas en la oscuridad» 32 • Sólo Kámenev
presentó una defensa coherente de la política adoptada por los di-
rigentes bolcheviques en Petrogrado antes de la formulación de las
Tesis de Abril. El tema principal quedó circunscrito a la cuestión de
si, como Lenin proponía, el partido debería trabajar para que el
poder pasara a los soviets o si debería contentarse, como Kámenev
deseaba -mostrándose especialmente severo contra todo lo que pu-
diera ser interpretado como una incitación a derribar al gobierno--,
con que los soviets ejercieran «el más severo control» sobre el Go-
bierno Provisional. En la votación decisiva, la enmienda de Kámenev
fue derrotada por veinte votos contra seis con nueve abstenciones 33 •
La Conferencia del Partido de toda Rusia (conocida en la histo-
ria del partido como «Conferencia de abril») se celebró diez días
más tarde bajo la sombra de una crisis ministerial. La nota de Mi-
liukov de 18 de abril de 1917, que prometía respetar los compro-
misos del gobierno zarista con los aliados, provocó una tormenta de
protestas que obligó al ministro a dimitir. En la Conferencia la ma-
rea favorecía aún más a Lenin. Stalin, en una breve intervención, y
Zinóviev, en forma más extensa, le apoyaron en contra de Káme-
nev 34• En un momento determinado, Lenin tendió a Kámenev una
rama de olivo, diciendo que, aunque el Gobierno Provisional debe-
ría ser derribado, esto no se produciría «de inmediato o con proce-
dimientos ordinarios» 35 • Las principales resoluciones fueron aproba-
das por la abrumadora mayoría de los 150 delegados. La conferencia
32 Sedmaya ('Aprelskaya') Vserossiiskaya i Petrogradskaya Obshegorodskaya
Konferentsii RSDRP(B) (1934), p. 11.
" Ibid., p. 29.
"' Ibid., pp. 87, 89-91; Stalin, Sochineniya, iii, 48-9.
05 Sedmaya ('Aprelskaya') Vserossiiskaya i Petrogradskaya Obshegoroskaya
Konferentsii RSDRP(B) (1934), pp. 97-8; Lenin, Sochineniya, xx, 253.
100 Capitulo 4

aprobó, con sólo siete abstenciones, una moc1on declarando que la


instauración del Gobierno Provisonal «no ha cambiado ni podría
cambiar» el carácter imperialista de la participación de Rusia en la
guerra y comprometiéndose a ayudar «al paso de todo el poder
estatal, en todos los países beligerantes, a manos del proletariado
revolucionario». A esta declaración seguía una resolución, aprobada
con sólo tres votos en contra y ocho abstenciones, condenando al
Gobierno Provisional por su «abierta colaboración» con la «contra-
revolución burguesa y latifundista» y pidiendo que se iniciaran ac-
tivos preparativos entre los «proletarios de la ciudad y el campo»
para llevar a cabo «el rápido paso de todo el poder del estado a
manos de los Soviets de Diputados de Obreros y Soldados y de otros
órganos (órganos de la administración local, asamblea constituyente)
que expresen directamente la voluntad de la mayoría del pueblo» 36 •
La resolución, que contenía un análisis de la «presente situación»,
suscitó una mayor oposición ya que, aun después de haber aceptado
la política de Lenin, el partido, acostumbrado durante tanto tiempo a
la concepción de que la revolución burguesa era el próximo objetivo,
todavía vacilaba a la hora de proclamar el paso a la etapa socialista
de la Revolución. Esta resolución declaraba que «las condiciones ob-
jetivas de la revolución socialista, presentes sin duda en los países
más avanzados antes de la guerra, han madurado todavía más y
continúan madurando con extremada rapidez como consecuencia de
la guerra»; que «la Revolución rusa es sólo la primera etapa de la
primera de las revoluciones proletarias que inevitablemente surgirán
como consecuencia de la guerra»; y que la acción común de los obre-
ros de los diferentes países es la única vía para garantizar «el des-
arrollo más regular y el éxito más seguro de la revolución socialista
mundial». La resolución volvía al viejo razonamiento de que, si bien
la inmediata realización de la «transformación socialista» no era po-
sible en Rusia, no por ello el proletariado debería negarse menos a
apoyar a la burguesía y asumir la dirección para la realización de
las reformas prácticas que completarían la revolución burguesa. Esta
resolución fue aprobada por una mayoría de sólo setenta y un votos
contra treinta y nueve, con ocho abstenciones 37 • Nadie dio respuesta
a la cuestión que sólo Rikov parece se atrevió a plantear:

¿Dónde nacerá el sol de la revolución socialista? Personalmente creo que


dadas las actuales condiciones, dado nuestro nivel de vida, no nos corresponde

,. VKP(B) v Rewlutsiyaj (1941), i, 226-9.


37 VKP(B) v Rezolutsiyaj (1941), i, 236-7.
De Febrero a Octubre 101

iniciar la revolución socialista. No tenemos ni la fuerza ni las condiciones obje-


tivas para ello ...

La adopción en la Conferencia de abril de la consigna: «Todo


el poder a los soviets», aunque no suscitó ninguna acción revolu-
cionaria inmediata, dio por vez primera forma concreta y molde
constitucional al esquema bolchevique de revolución. La actitud algo
tibia de Lenin hacia los soviets en 1905 había sido modificada por
el vigor y el acierto con que lograron movilizar el apoyo popular, y
por el prestigio del que quedaron revestidos después de su disolu-
ción. En la primavera de 1906 Lenin calificó los soviets de «nue-
vos órganos de poder revolucionario»:
Estos órganos fueron fundados exclusivamente por las 1.:apas rcvufuáu¡¡arias
de la población, fueron fundados de una manera totalmente revolucionaria,
fuera de las leyes y las reglamentaciones, como un producto de la creatividad
p~1¡m!r.:· ¡-:·:mitiva, como una exhibición de la acción independiente del pueblo".

Así pues, los soviets podían ser considerados como una aproxi-
mación a la concepción leninista de una dictadura revolucionario-
democrática del proletariado y del campesinado, y como «los co-
mienzos de facto de un gobierno provisional» 40 • Sin embargo, en el
período de reacción y desánimo que siguió a 1905 el recuerdo de los
soviets se borró, y en las discusiones dentro del partido apenas se
hizo mención de ellos. Cuando Lenin pronunció, en enero de 1917,
una larga conferencia sobre la Revolución de 1905 ante un auditorio
suizo, despachó el tema de los soviets con tres o cuatro frases, si
bien siguió reconociendo que en algunos lugares habían «realmente
funcionando como un nuevo poder del estado» 41 •
Resulta comprensible, por consiguiente, que la resurrección del
Soviet de Petrogrado, de mayoría menchevique, en febrero de 1917,
no suscitara al principio gran entusiasmo en el grupo bolchevique
de la capital. Así, la primera proclama bolchevique, de 26 de febre-
ro, no contenía alusión alguna al Soviet. Sin embargo, encontramos
en este punto un curioso paralelo entre Marx y Lenin. Durante los
veinte años siguientes a su enunciación, la concepción de Marx de
• Sedmaya ('Aprelskaya') Vserossiiskaya i Petrofl,radskava Ohshegorodskaya
Konferentsii RSDRP(B) (1934), p. 93. La Conferencia eligió también un nuevo
comité central de nueve miembros: Lenin (104 votos), Zinoviev (101), Stalin
(97), Kámenev (95), Miliutin, Noguin, Sverdlov, Smilga, Federov (ibid., p. 190).
39 Lenin, Sochineniya, ix, 116.
'"' !bid., X, 18.
" !bid., xix, 353.
102 Capítulo 4

la «dictadura del proletariado» fue algo abstracto e incorpóreo; sólo


posteriormente Marx descubrió, al fin, su encarnación en una insti-
tución creada por hombres que en su mayoría no eran discípulos
suyos y mirada por el propio Marx en un primer momento con un
recelo apenas velado: la Comuna de París. Por su parte, Lenin había
desarrollado todos los elementos esenciales de su teoría de la Revo-
lución antes de que los soviets nacieran; y su actitud respecto al
primer Soviet de Petrogrado -una empresa apartidista o, peor aún,
menchevique- fue tan titubeante como la de Marx frente a la Co-
muna. Sin embargo, los soviets, elevados a la cima del prestigio
por su desafío a la autocracia en 1905, se convirtieron en la prima-
vera de 1917 en los depositarios predestinados del poder revolucio-
nario con los que Lenin soñaba. La primera de sus Cartas desde le-
jos, escrita en Suiza en marzo de 1917 y la única que fue publicada
antes de la llegada de Lenin a Petrogrado, saludaba al Soviet de
Petrogrado «un gobierno obrero, nuevo, no oficial, no desarrollado
aún, relativamente débil, que expresa los intereses del proletariado
y de todos los elementos pobres de la ciudad y del campo»; lo cual
implicaba, como Lenin supo ver, que la situación era de «paso de
la primera a la segunda etapa de la Revolución» 42 • Así pues, el camino
estaba ya preparado para las Tesis de Abril, en las que el reconoci-
miento de ese paso estaba claramente conectado con la nueva con-
signa de «todo el poder a los soviets». Por esta misma época Lenin
proclamaba que los soviets eran «un poder del mismo tipo que la
Comuna de París de 1871», un poder cuyo fundamento era «no una
ley previamente discutida y aprobada por un parlamento, sino una
iniciativa directa de las masas populares desde abajo y sobre el terre-
no, una 'usurpación' directa, para utilizar una expresión corrien-
te» 43 • De esta forma, Lenin establecía una línea de continuidad suya
con Marx, y de los soviets con la Comuna. Los soviets eran no sólo
una realización de la «dictadura revolucionario-democrática»; tam-

•• Lenin, Sochineniya, xx, 18.


"' lbid., xx, 94. El mismo paralelo se repitió en forma muy extensa (ibid.,
xx, 107). Había sido ya aducido en un artículo de autor desconocido publicado
en Proletarii de julio de 1905 con una posdata de Lenin (ibid., viii, 467-70).
Lunacharsky recordaba mucho tiempo después «con qué excitación y entusiasmo»
había descubierto Lenin en el Soviet de Petrogrado, en los últimos días de 1905,
«un resurgimiento de la mejor tradición de la Comuna de París», y había de-
clarado que «cubrir efectivamente toda Rusia de soviets de diputados obreros,
y después de obreros y campesinos, era realizar la parte más importante de los
planes de la Comuna aprobados por Marx» (Proletarskaya Revolutsfya, núm. 11
[46], 1925, pp. 56-7); pero este pasaje, escrito después de la muerte de Lenin,
no es sustentado por casi ningún testimonio contemporáneo.
De Febrero a Octubre 103

bién constituían, como la Comuna, una prefiguración de la dictadura


del proletariado marxista 44 •
Sin embargo, la línea del partido siguió siendo fluida en un
punto. Las palabras finales del programa adoptado en 1903 y aún
vigente en 1917 pedían «una asamblea constituyente elegida por
todo el pueblo»; y el tercer Congreso del Partido bolchevique de
1905 había de nuevo exigido «la convocatoria por vía revolucionaria
de una asamblea constituyente elegida por sufragio igual, directo y
secreto» 45 • Si bien es cierto que Lenin se burlaba de quienes creían
en el «nacimiento inmediato» de una asamblea constituyente y de-
claraba que «sin insurrección armada una asamblea constituyente
es un fantasma, una frase, una mentira, una charlatanería a lo Frank-
furt» <46, sin embargo esa institución esencialmente democrático-bur-
guesa no dejó por ello de ocupar un lugar cardinal en el esquema
leninista de revolución. En abril de 1917 hubiera sido posible ar-
güir que este punto de apoyo de la plataforma del partido, que pro-
venía del período en el que la revolución burguesa se perfilaba en
el futuro, había quedado anticuado después de la Revolución de
Febrero. Sin embargo, nadie adujo nunca tal argumento, sin duda
porque ni Lenin ni -menos aún- sus seguidores estaban todavía
preparados para hacer suya la idea de que la revolución burguesa
estaba ya terminada. La resolución de la Conferencia de abril ci-
taba como potenciales receptores del poder tanto a los Soviets como
a la asamblea constituvente, sin mostrar preferencia por ninguno;
y a lo largo del período febrero-octubre de 1917 los bolcheviques,
así como los restantes grupos de la izquierda, continuaron exigiendo
la reunión de la asamblea constituyente y censurando al Gobierno
Provisional por sus aplazamientos de la convocatoria, inconscientes
de la contradicción existente entre esta petición y la consigna para-
lela de «todo el poder a los soviets». Si esa incoherencia -o esa
incapacidad para elegir- hubiera sido investigada hasta sus fuentes,
tal vez hubiera arrojado luz sobre las iniciales disensiones en el seno
del partido acerca de las Tesis de Abril. Por el momento, no refle-
jaba una división de opiniones sino inseguridad y falta de determi-
nación en el pensamiento de los dirigentes del partido, incluyendo a

" Es divertido constatar que Lenin había escrito alguna vez, de un modo
condescendiente, sobre la Comuna de París tratándola de corporación que «no
era capaz de distinguir entre los elementos de una revolución democrática y
una socialista» y que «confundía los afanes de la lucha en pro de una repú-
blica con los esfuerzos por el logro del socialismo» (Sochineniya, viii, 81 ).
.. VKP(B) v Rezolutsiya; (1941), i, 45.
.. Lenin, Sochineniya, viii, 195, 242.
104 Capítulo 4

Lenin, respecto al carácter del proceso revolucionario que estaban


viviendo. Correspondería a los acontecimientos la preparación de la
clarificación final.
A partir de la Conferencia de abril todas y cada una de las ju-
gadas en el tablero de ajedrez de la política parecían ir en provecho
de los bolcheviques y justificar los más audaces cálculos de Lenin.
La nota de Miliukov de 18 de abril había sido como un bofetón no
tanto para los bolcheviques como para los elementos más moderados
del Soviet, los cuales, aun rechazando la politica bolchevique de paz
conseguida mediante la guerra civil y la derrota nacional, no por
ello dejaban menos de insistir en la renuncia a los proyectos «im-
perialistas» y en la necesidad de emprender de inmediato esfuerzos
para lograr una paz «democrática». La dimisión de Miliukov trajo
consigo la caída del gobierno. En el primer Gobierno Provisional
Kerenski había sido el único ministro socialista; su equívoca posi-
ción estuvo caracterizada por sus frecuentes intentos de hacer recaer
la responsabilidad de los actos del gobierno sobre los demás minis-
tros. A primeros de mayo se formó un nuevo gobierno en el que,
aun continuando Lvov como primer ministro, se daba entrada a seis
socialistas como representantes del Soviet: dos carteras fueron con-
fiadas a eseritas, dos a militantes mencheviques y otras dos a socia-
listas independientes.
Este reajuste se proponía aparentemente aumentar el poder y
prestigio del Soviet reforzando el control de éste sobre el gobierno.
Los resultados fueron muy diferentes. El nuevo gobierno, prisionero
todavía de un mecanismo administrativo dominado por la burguesía
y la vieja clase de funcionarios, fuertemente presionado por los alia-
dos y enfrentado con el casi insoluble problema de una paz demo-
crática, poco podía hacer para dar satisfacción a los soldados y obre-
ros que reclamaban cada vez con mayor insistencia alguna prueba de
que el final de la guerra estaba próximo. Hasta ese momento el So-
viet había sido una coalición de partidos socialistas para la defensa
de los intereses de los obreros frente a la burguesía. Ahora no podía
seguir ganando prestigio a los ojos de los trabajadores por el pro-
cedimiento de hostigar a un gobierno burgués en el que estaba aho-
ra nutridamente representado 47 • En los partidos escritas y menche-
vique se produjeron escisiones entre quienes apoyaban a los minis-
tros socialistas y aquellos que los atacaban. Lo más importante de
•1 Miliukov, irritado por su expulsión del gobierno, observa amargamente
que «los socialistas moderados tomaron bajo su protección el principio de la
democracia burguesa que había dejado caer de sus manos la burguesía»
(P. N. Miliukov, Istoriya Russkoi Revolutsii (Sofía, 1921, i, 57).
De Febrero a Octubre 105

todo: los bolcheviques eran en la nueva situación el único partido


que no se hallaba comprometido por la participación en la débil
coalición burguesa-socialista y que ofrecía una política perfectamen-
te definida de paz a cualquier precio. El proceso mediante el cual
los bolcheviques se ganaron finalmente la confianza de la vasta ma-
yoría de los soldados y de los obreros y se convirtieron en el poder
dominante, había comenzado.
Otro importante acontecimiento se produjo a principios de
mayo. Trotski, cuyo regreso desde los Estados Unidos se había de-
morado cinco semanas por culpa de las autoridades británicas, llegó
finalmente a Petrogrado entre la oleada de exiliados que volvían a
Rusia. Al día siguiente de su llegada habló en el Soviet de Petrogra-
do. Su prestigio como la más destacada figura del primer Soviet de
1905 le convirtió en seguida en un dirigente potencial 48 • Trotski
pidió el ingreso de un pequeño grupo socialdemócrata denominado
«socialdemócratas unificados» (más corrientemente conocidos como
el mezhraiontsi), fundado en 1913 y que declaraba no ser ni bolchevi-
que ni menchevique. En el pasado, la inteligencia y temperamento
inquietos de Trotski le habían llevado a pelearse con todos los gru-
pos dirigentes del partido. Sin embargo, ahora lo que deseaba vehe-
mentemente era acción; y a su juicio el único hombre de acción en
la escena política era Lenin, no mereciendo sino desprecio los esc-
ritas, los mencheviques y los bolcheviques faltos de coraje que ha-
bían vacilado en responder al llamamiento de Lenin. Casi desde el
mismo momento de su llegada a Petrogrado resultó evidente que la
alianza entre Lenin y Trotski era factible. Incluso la Conferencia de
abril había reconocido la importancia del «acercamiento y unión con
grupos y movimientos que realmente se hallan en el campo del in-
ternacionalismo» 49. El 10 de mayo de 1917 Lenin acudió en perso-
na a una reunión de los mezhraiontsi, ofreciéndoles un puesto en el
Consejo de redacción de Pravda y en el comité organizador del pró-
ximo Congreso del partido, y proponiendo también hacer extensiva
la oferta al grupo de mencheviques «internacionalistas» de Mártov.
Según las notas tomadas por Lenin, Trotski replicó que estaba de
acuerdo «en tanto en cuanto el bolchevismo se internacionalice»,
añadiendo no obstante orgullosamente: «Los bolcheviques se han
desbolcheviquizado ellos mismos, y yo no puedo llamarme bolche-
vique. Es imposible exigirnos un reconocimiento de los bolchevi-
ques» 50 • La reunión no arrojó ningún resultado. En efecto, Trotski,
ª Revolutsiya 1917 goda, ii (ed. N. Avdeev, 1923), 108, 11-12 .
., VKP(B) v Rezolutsiya¡ (1941), i, 234.
,. Leninskii Sbornik, iv (1925), 301-3.
106 Capítulo 4

fiel a su v1e¡a política de reconciliar a las fracciones, quería una


amalgama de los grupos en igualdad de condiciones y bajo un nuevo
nombre. Lenin, por su parte, no albergaba el más mínimo propósito
de debilitar o diluir el instrumento que había creado: el partido de-
bería permanecer hegemónico e intacto. Podía permitirse la espera.
El verano de 1917 fue en Petrogrado un período de incesantes
conferencias. El Congreso de campesinos celebrado en mayo estuvo
dominado por los eseritas y votó firmemente en favor del apoyo al
Gobierno Provisional. Por otra parte, una conferencia de obreros fa.
briles de Petrogrado celebrada a finales del mismo mes fue el pri-
mer cuerpo representativo que arrojó mayoría bolchevique, prefigu-
rando lo que en el futuro sucedería. El comienzo de junio trajo
consigo el primer Congreso de Soviets de toda Rusia. De los 822
delegados con derecho a voto, 285 eran eseritas; 245, menchevi-
ques, y 105, bolcheviques. Casi 150 delegados pertenecían a diver-
sos grupos de menor importancia, y 45 declararon no pertene-
cer a ningún partido, prueba esto último de que las filiaciones polí-
ticas de los miembros de buen número de los soviets distantes de la
capital no estaban cristalizadas. Los dirigentes bolcheviques asistie-
ron al Congreso en pleno. Trotski y Lunacharski figuraban entre los
diez delegados de los «socialdemócratas unificados», que apoyaron
firmemente a los bolcheviques durante las tres semanas que duró el
Congreso.
El momento más dramático del Congreso se produjo el segundo
día, durante el discurso de Tsereteli, ministro menchevique de Co-
rreos y Telégrafos. Las actas oficiales relatan así el incidente:
En el momento presente no hay ningún partido que pueda decir: «Dejad
el poder en nuestras manos, marchaos, nosotros ocuparemos vuestro lugar.»
Tal partido no existe en Rusia (Lenin desde su asiento: «Ese partido existe») •1•

La pretensión, o la amenaza, no fue tomada muy en serio. Los


bolcheviques eran una débil minoría en el Congreso, y el principal
discurso de Lenin fue frecuentemente interrumpido. El Congreso
aprobó un voto de confianza al Gobierno Provisional, rechazando
una resolución bolchevique que pedía «el paso de todo el poder del
Estado al Soviet de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos
de toda Rusia» 52 • La decisión de darse una Constitución regular no
fue de las menos importantes que adoptó el Congreso. El Congreso
se reuniría cada tres meses. En el entretanto, y para ocuparse de los
•1 Pervi Vserossiiskii Syezd Sovetov (1930, i, 65).
" !bid., i, 285-9.
De Febrero a Octubre 107

asuntos ordinarios, funcionaría un «órgano central» en forma de


«Comité central de toda Rusia (Vserossiiski Tsentralni Ispolnitelni
Komitet: VTsIK en siglas 53 , cuyas d~cisiones serían obligatorias
para todos los soviets en los intervalos entre los congresos. El
VTsIK fue elegido sobre una base proporcional: de sus 250 miem-
bros 3 5 eran bolcheviques 54 •
La afirmación de Lenin de que los bolcheviques estaban dispues-
tos a asumir el poder era una declaración de guerra al Gobierno Pro-
visional y como tal fue tomada. La autoridad de la coalición se es-
taba agotando: era el período de lo que Trotski denominaría «la
doble impotencia» 55 • El próximo paso era probar el estado de ánimo
de los obreros y soldados de Petrogrado. Los bolcheviques convoca-
ron a sus seguidores a una manifestación callejera el 9 de junio, pero
ante la oposición del Congreso cancelaron la convocatoria. El Con-
greso, por su parte, organizó el 18 de junio una gigantesca manifes-
tación de apoyo a los soviets. Sin embargo, fueron muy escasas las
pancartas que expresaban confianza en el Gobierno Provisional; se-
gún algunos, las consignas escritas, en el 90 % de ellas, eran bolche-
viques 56 • El 3 de julio se inició en una insurrección popular mucho
más grave, en el momento en que el Gobierno, fuertemente presio-
nado por los aliados, había ordenado una ofensiva militar en gran
escala en Galitzia. Las manifestaciones duraron cuatro días y se con-
virtieron en seriamente amenazadoras. Pese a que los dirigentes bol-
cheviques insistieron en que se trataba de una acción espontánea a
la que ellos mismos trataron de refrenar, y pese a que el propio Le-
nin afirmaba que en tanto que la mayoría de la población creyera
en «la política pequeño-burguesa, controlada por los capitalistas, de
los mencheviques y escritas» 57 era imposible pasar a la acción, todo
el mundo pensó que las manifestaciones eran el comienzo de un re-
suelto intento de conquistar el poder. Esta vez, sin embargo, el Go-
bierno aceptó el desafío. Tropas gubernamentales fueron destacadas
a la capital, Pravda suspendida y se dio orden de arresto contra los
tres principales dirigentes bolcheviques. Kámenev fue detenido pero
Lenin y Zinóviev lograron ocultarse y huir a Finlandia.
Durante los días que siguieron a estos acontecimientos la ofen-
siva militar en Galitzia fue derrotada con gran número de bajas;
una nueva crisis ministerial produjo la dimisión de Lvov y el nom-

" lbid., ii, 62, 70.


54 Puede hallarse una lista completa de los miembros, ibid., ii, 423-6.
55 Trotski, Sochineniya, iii, i, 61.
56 Krúpskaya, Memories of Lenin, ii (trad. ingl. 1932), 22.5.
" Lenin, Sochineniya, xx, 551.
108 Capítulo 4

bramiento de Kerenski como primer ministro; Trotski y los mezh-


raiontsi (unos cuatro mil militantes) entraron finalmente en el par-
tido bolchevique 58 ; y se produjo una oleada de nuevas detenciones,
entre ellas la de Trotski, Lunacharski y Kollontai. A finales de julio
de 1917 se celebró en Petrogrado el cuarto Congreso del partido
-el primero después del Congreso de Londres de 1907. Lenin y
otros dirigentes bolcheviques estaban escondidos o se hallaban en
prisión. Sverdlov actuó de presidente, correspondiendo a Stalin y
a Bujarin presentar los principales informes políticos 59 • Lenin había
suministrado las directrices en un pequeño folleto redactado desde
su escondite, A propósito de las consignas 60, en el que propugnaba
la retirada de la consigna «todo el poder a los soviets». Esta con-
signa había sido ideada en los días en que pareda posible el paso
pacifico a soviets que representaran al proletariado y al campesina-
do. A partir de los desórdenes de julio era evidente que la burguesía
se había declarado en pro de la contrarrevolución y dispuesta a com-
batir: los actuales soviets eran instrumentos de la burguesía. El Con-
greso, hábilmente dirigido por Stalin a fin de sortear la oposición
suscitada por este punto, declaró que «todo el poder a los soviets»
era «la consigna del desarrollo pacífico de la Revolución, del paso
no doloroso del poder desde la burguesía a los obreros y campesi-
nos», y que en la nueva situación nada que no fuera la completa
liquidación de la burguesía contrarrevolucionaria podía tener vali-
dez. Cuando Noguín, haciéndose eco de las dudas expresadas por
Rikov en la Conferencia de abril, preguntó si el país había «real-
mente dado tal salto en dos meses que está ya preparado para el so-
cialismo», Stalin audazmente contestó que «sería una pedantería
indigna pedir que Rusia 'espere' para su transformación socialista a
que Europa 'comience'», y que «no está excluida la posibilidad de
que Rusia sea el país que señale el camino hacia el socialismo» (lo
que equivalía a admitir la tesis de Trotski de 1906 ). Al mismo tiem-
po, ponía en guardia contra las provocaciones que pudieran llevar a

58 El carácter especial de esta adhesión fue reconocido después en la dis-


posición de que se permitiese a los me1.hraiontsi el período de tiempo de su
enrolamiento en la organización como equivalente al de la inclusión en el
partido para efectos de nombramientos que exigiesen un determinado tiempo
de haber sido miembro de éste (véase 11.vestiya Tsentralnogo Komiteta Kommu-
nisticheskoi Partii [Bolshevikov], núm. 33, octubre de 1921, p. 41).
" Trotski había sido nombrado antes de su detención para realizar el in-
forme sobre la situación política que, en el evento, hizo Bujarin, Protokoly
Sye1.dov i Konferentsii VKP(B): Shestoi Syezd (1927), p. 9.
"' Lenin, Sochineniya, xxi, 33-8.
De Febrero a Octubre 109

un «combate prematuro» 61 • Con sus dirigentes dispersados y el pro-


pio partido amenazado en cualquier momento de una persecución
gubernamental, el Congreso no podía hacer más que marcar el paso.
El principal acontecimiento de agosto de 1917 fue una «confe-
rencia estatal» de todos los partidos, convocada en Moscú por Ke.
renski para recibir consejo sobre la situación nacional. Compuesta
por más de 2.000 delegados procedentes de una diversidad de cor-
poraciones públicas y organizaciones, predominó en ella el verba-
lismo y concluyó con un fracaso total. Días después, a finales de
agosto, se produjo el único intento durante este período de golpe
militar de la derecha: la insurrección de Kornílov. Pese a que el al-
zamiento fracasó de forma ignominiosa sin que llegara a escucharse
un solo disparo, dio lugar a una alarma general entre todos los par-
tidos y grupos de izquierda. Hasta el propio Lenin ofreció a los
mencheviques y eseritas un acuerdo de compromiso -los bolchevi-
ques darían de nuevo su apoyo a los soviets si ellos rompían final-
mente con los partidos burgueses- que finalmente quedaría en
nada 62 • Los mencheviques y escritas convocaron una «co"nferencia
democrática», como réplica a la «conferencia estatal» de Moscú, que
tomó el acuerdo de crear el «Consejo de la República» (conocido
por lo general con el nombre de «anteparlamento» ), a fin de colmar
el espacio de tiempo que faltaba para la apertura de la Asamblea
Constituyente. Durante este período, la estrella de los bolqueviques
ascendía rápidamente. Tras la subversión de Kornílov los bolchevi-
ques conquistaron la mayoría en los soviets de Petrogrado y Moscú;
sin embargo, los eseritas y mencheviques aún contrqlaban el VTsIK.
En las zonas rurales, a medida que los soldados, desmovilizados por
propia decisión, regresaban a sus hogares, el hambre de tierra se
hacía más aguda y los desórdenes campesinos y saqueos de fincas
más frecuentes; lo cual trajo consigo el descrédito de los escritas,
que nada habían hecho, y el desplazamiento de las simpatías hacia
los bolcheviques, que todo lo prometían. Las condiciones que Le-

., VKP(B) v Rezoliutsiya; (1941), i, 225-6; Stalin, Sochineniya, iii, 174,


186. Stalin citó después esta ocasión como una de aquéllas en que el partido
tenía la razón en contra de Lenin que había menospreciado con demasiado
apresuramiento el valor de los soviet~ (ibid., 340-1).
62 La propuesta de tanteo de Lenin tomó la forma de un artículo, escrito
en Finlandia en septiembre de 1917. Cuando apareció en el periódico del
partido Rabochii Put el 6 de septiembre de 1917, llevaba una postdata que
contenía el pasaje siguiente: «Quizá es ya demasiado tarde para ofrecer una
transacción. Quizá han pasado también ya los días en que aún era posible
un desenvolvimiento pacifico de la situación. Sí, todos los signos son evidencia
de que ya han pasado» (Lenin, Sochineniya, xxi, 132-6).
110 Capítulo 4

nin había previsto en las Tesis de Abril como requisitos para el paso
a la segunda etapa de la Revolución estaban madurando rápidamente.
La primera reacción de Lenin fue poner de nuevo en circulación
la consigna «todo el poder a los soviets». Así lo hizo en un artícu-
lo escrito en la primera quincena de septiembre publicado el 14 de
ese mes en Rabochi Put 63 • Cada vez más impaciente en su retiro
forzoso, los días 12, 13 y 14 de septiembre escribió, una tras otra,
dos cartas secretas al comité central del partido en las que manifes-
taba su convicción de que los tiempos estaban maduros para que los
bolcheviques conquistaran el poder mediante la fuerza de las ar-
mas 64 • Trotski, puesto en libertad a mediados de septiembre, fue
elegido presidente del Soviet de Petrogrado, que se convirtió en el
principal bastión de los bolcheviques. A lo largo del mes de octubre
la batalla en torno a las Tesis de Abril volvió a estallar, ahora en un
nuevo contexto. Dentro del comité central el primer conflicto sur-
gió a propósito de la participación en la «conferencia democrática»:
Kámenev y Rikov se pronunciaron a favor de la participación, y
Trotski y Stalin en contra. La decisión del comité central fue favo-
rable a los primeros, siendo severamente criticada por Lenin, que
aplaudió la posición adoptada por Trotski 65 • A finales de septiembre
Lenin, cada vez más nervioso y decidido, se trasladó de Helsingfors
a Víborg para hallarse más cerca del lugar en el que tl"anscurría la
acción. El breve artículo «La crisis ha madurado», publicado en
Rabochi Put, repetía anteriores argumentos e incorporaba uno nue-
vo: los desórdenes cada vez más frecuentes y mayores en los países
beligerantes y el comienzo de los motines en el ejército y la flota
alemanes demuestra claramente que «nos encontramos en el umbral
de la revolución proletaria mundial» 66 • Ahora bien, la parte más
significativa del artículo era su postcriptum, escrito no para su pu-
" /bid., xxi, 142-8.
" Estas cartas fueron publicadas primeramente en 1921 con el título de
The Bolsheviks Must Take Power (Los bolcheviques tienen que tomar el poder)
y de Marxism and Insurrection (Marxismo e Insurrección), y aparecieron en
la edición de obras completas de Lenin, Sochineniya, xxi, 193-9. Las sesiones
del comité central donde se recibieron las cartas el 15 de septiembre de 1917,
están sucintamente registrados en Protokoly Tsentralnogo Komiteta RSDRP
(1929), pp. 64-5. Kámenev presentó una noción rechazando la propuesta de
Lenin; el comité se senda decididamente incómodo, y, aunque rechazó la mo-
ción de Kámenev, aplazó la cuestión de fondo.
" Protokoly Tsentralnogo Komiteta RSDRP (1929), pp. 70-71; Lenin, So-
chineniya, xxi, 219. Los bolcheviques se retiraron después del «pre-parlamento»,
en la primera reunión y Trotski hizo una declaración de desafío (Trotski, So-
chíneniya, 111, i, 321-3).
... Lenin, Sochíneniya, xxi, 235-6.
De Febrero a Octubre 111

blicación sino para los miembros del comité central; en este texto
les acusa de haber ignorado sus anteriores comunicaciones y presen-
ta su dimisión como miembro del comité central a fin de recuperar
su libertad para realizar una labor de agitación en las organizaciones
de base del partido: «porque estoy profundamente convencido de
que si 'esperamos' al Congreso de los Soviets y dejamos ahora pasar
ei momento, hundiremos la Revolución» 67 •
La amenaza de Lenin redujo una vez más al comité central a un
incómodo silencio: no hay testimonios de la menor respuesta. Se
precisaba ahora de un toque personal para superar la inercia o el
escepticismo anteriores. El 9 de octubre Lenin llegó disfrazado a
Petrogrado; al día siguiente, se presentó en una reunión, destinada
a convertirse en histórica, del comité central. Por diez votos (Lenin,
Trotski, Stalin, Sverdlov, Uritski, Dzerzhinski, Kollontái, Búbnov,
Sokólnikov, Lomov) contra dos (Kámenev y Zinóviev, unidos por
vez primera en una alianza nada gloriosa), el comité decidió prepa-
rar la insurrección armada y designar un «buró político» para llevar
a cabo tal decisión. Este «politburó» (primer germen de lo que se
convertida más adelante en institución permanente) se componfo
de siete personas: Lenin, Zinóviev, Kámenev, Trotski, Stalin, So-
kólnikov y Búbnov 68 • Es significativo del sentimiento de solida-
ridad entre los dirigentes del partido en esa época y de las exigen-
cias de la disciplina del partido el que los dos miembros del comité
que habían votado contra la decisión de preparar la insurrección
armada fueran, sin embargo, designados para formar parte del órgano
ejecutivo con toda naturalidad. Seis días después el Soviet de Petro-
grado creaba un «comité militar revolucionario» bajo la presidencia
de Trotski como presidente del Soviet y la vicepresidencia de Pod-
voiski. Sería este organismo, más que el politburó del partido, el
que realizara los preparativos militares para la Revolución 69 •
Sin embargo, la batalla no había sido todavía definitivamente

•1 lbid., xxi, 241.


'" Protokoly Tsentralnogo Komiteta RSDRP (1929), pp. 99-101.
69 La decisión del Soviet de Petrogrado de crear «un comité militar-revolu-
cionario» precedió a la decisión del comité central del 10 de octubre; lejos
de concebirla como la preparación de una insurrección armada, nació realmente
de los mencheviques. Después del 10 de octubre, los bolcheviques la hicieron
suya y la transformaron para que sirviese a sus propósitos. El comité fue nom-
brado formalmente el 16 de octubre de 1917 y empezó a actuar cuatro días
después; en ese momento era ya exclusivamente bolchevique salvo un único
eserita de la izquierda (Trotski, Socbineniya, iii, ii, 91-2; lstoriya Rttrskoi Re-
volutsii, 11 (BerHn, 1933), ii, 121-2; según esta última obra (ii, i, 171 ), el
«politburó» nombrado por el comité central no se llegó a reunir nunca).
112 Capítulo 4

ganada. El 11 de octubre Kámenev y Zinóviev enviaron una carta a


las principales organizaciones bolcheviques protestando contra la de.
cisión en favor de la «insurrección armada» 70• El 16 de octubre
Lenin habló de nuevo en favor de la inmediata toma del poder ante
una reunión ampliada del comité central a la que asistieron bolche-
viques del comité del partido de Petrogrado, de la organización mi-
litar del Soviet de Petrogrado y de los sindicatos y comités de fá-
bricas. A partir de la sublevación de Kornílov, señaló Lenin, las
masas se habían colocado detrás del partido. Pero de lo que se tra-
taba no era de una cuestión de mayoría formal:
La situación es clara: o dictadura kornilovista o dictadura del proletariado
y de los sectores pobres del campesinado. Es imposible guiarse por el estado
de ánimo de las masas, pues es voluble y no se puede calcular; debemos guiar-
nos por el análisis y la apreciación objetivos de la Revolución. Las masas han
dado su confianza a los bolcheviques y exigen de ellos no palabras sino hechos.

Lenin menciona también la situación internacional, especialmen-


te la de Alemania, que justifica la conclusión de que «si nos lanza-
mos ahora tendremos a nuestro lado toda la Europa proletaria». La
discusión subsiguiente demostró que, si bien el comité central pudo
quedar convencido (aun a regañadientes) por el magnetismo de Le-
nin, amplios círculos del partido seguían compartiendo, sin embar-
go, las dudas de Kámenev y Zinóviev. Stalin y otros miembros del
comité central apoyaron a Lenin.
Nos encontramos ante dos líneas [ dijo Stalin]: una está encabezada por la
victoria de la Revolución y se apoya en Europa; la otra no cree en la Revo-
lución y sólo cuenta con convertirse en la oposición. El Soviet de Petrogrado
ha emprendido ya el camino de la insurrección al negarse a dar a su aprobación
al traslado de las tropas 71 •

En cierto modo, el debate era irreal. El Soviet de Petrogrado y


su comité militar revolucionario estaban organizando activamente
los preparativos para la insurrección. Ahora bien, los preparativos
militares no podían ser discutidos en una reunión como la que esta-
ba celebrando el comité central, y ni Trotski ni Podvoiski --caso
10 Protokoly Tsentralnogo Komiteta RSDRP (1929), pp. 102-8; Lenin,
Sochineniya, xxi, 494-8.
71 Se hace referencia a un intento por parte del Gobierno Provisional de
enviar al frente algunos regimientos de la guarnición de Petrogrado; ésta, al
comienzo de la Revolución, declaró su lealtad al Soviet de Petrogrado y se negó
a aceptar órdenes que no llevasen la contraseña de éste.
De Febrero a Octubre 113

de estar presentes- tomaron la palabra. La reunión ratificó por die-


cinueve votos contra dos la decisión de iniciar los preparativos para
una insurrección inmediata; sin embargo, la propuesta de Zinóviev
de aguardar a la reunión del segundo Congreso de Soviets de toda
Rusia, convocado para el 20 de octubre (y más tarde aplazado
hasta el 25 del mismo mes), obtuvo seis votos contra quince n. Al
final de la sesión el comité central, reunido aparte, designó a Sverd-
lov, Stalin, Búbnov, Uritski y Dzerzhinski para constituir un «centro
militar revoulcionario», que formaría parte del comité militar revo-
lucionario del Soviet de Petrogrado 73• He aquí un curioso ejemplo,
muy temprano, de la fusión de las instituciones del partido y las
instituciones soviéticas. Los testimonios de la época no vuelven a
hacer la menor alusión a la existencia de ese «centro». Parece evi-
dente que fue ideado como grupo de contacto y no como un orga-
nismo separado; y al igual que el «politburó» designado una sema-
na antes, la impresión general es que no llegó a cobrar existencia
real.
Al final de la reunión del 16 de octubre, Kámenev dimitió de su
cargo en el comité central 74• Dos días después publicó en Novaya
Zhizn, periódico de izquierdas no adscrito a ningún partido, una
carta en la que protestaba una vez más, en nombre propio y en el
de Zinóviev, contra la decisión de acudir a la insurrección armada.
La carta constituía no sólo una ruptura de la disciplina del partido
(ya que Kámenev era todavía miembro del partido), sino una denun-
cia pública de la decisión adoptada; pese al estado de desorganiza-
ción e impotencia en el que el Gobierno Provisional se hallaba su-
mido, el descubrimiento de los preparativos insurreccionales bolche-
viques podría intensificar su pánico hasta el punto de dar lugar a
enérgicas contramedidas. Así, el partido se encontró amenazado
por una grave crisis interna en vísperas de la acción decisiva que iba
a someterle a la máxima prueba. Tras la reunión del 16 de octubre
Lenin se refugió de nuevo en la clandestinidad. Sin embargo, el 18
de octubre --el mismo día en que se publicó en Novaya Zhizn la
carta de Kámenev- escribió una carta a los miembros del partido
calificando el acto de Kámenev y Zinóviev de «esquirolaje» y «cri.
men», y declarando que no los consideraba ya como camaradas y
que pediría su expulsión del partido. Siguió a esta carta otra, más
"' Protokoly Tsentralnogo Komiteta RSDRP (1929), pp. 111-2.5. Los datos
de esta reuni6n son más completos de lo corriente, pero consisten como los
demás en notas del secretario y no pretenden ser completos ni exactos.
" lbid., p. 124.
1• lbid., p. 12.5.
Carr, t. I, 8
114 Capítulo 4

extensa pero en el mismo sentido, dirigida al comité central 75• Trots-


ki, en un intento de subsanar la indiscreción de Kámenev, negó pú-
blicamente en el Soviet de Petrogrado que hubiera sido aprobada
decisión alguna en favor de la insurrección armada 76• Kámenev, cre-
yendo o pretendiendo creer que Trotski se había pasado a sus filas,
declaró que estaba de acuerdo con todo lo que Trotski había dicho,
y Zinóviev escribió en idéntico sentido a Rabochi Put, periódico del
partido. La carta de Zinóviev fue publicada en la mañana del 20 de
octubre, en el mismo número que insertaba la última entrega de un
artículo de Lenin que atacaba vigorosamente las opiniones de Ká-
menev y Zinóviev pero sin nombrarles 77• Stalin trató de arrojar
aceite sobre las encrespadas aguas en una nota editorial que servía
de apéndice a la carta y se expresaba en los siguientes términos:

Expresamos nuestra esperanza de que la declaración del camarada Zinóviev


(así como la declaración del camarada Kámenev en el Soviet) sirva para poner
punto final a la discusión. El agrio tono del artículo del camarada Lenin no
modifica el hecho de que en lo fundamental todos permanecemos unánimes".

Así pues, los ánimos estaban muy excitados cuando el comité


central se reunió el 20 de octubre, con la ausencia de Lenin. Sverd-
lov leyó la carta de Lenin dirigida al comité central. Puesta a discu-
sión la dimisión de Kámenev, fue admitida por cinco votos contra
tres. El comité dirigió a Kámenev y Zinóviev un requerimiento espe-
cífico para que no hicieran nuevas declaraciones públicas contra las
decisiones adoptadas por el comité central o el partido. La petición
de Lenin de que ambos fueran expulsados del partido no fue acep-
tada. Trotski, por su lado, protestó no sólo contra las declaraciones
de Kámenev y Zinóviev sino también contra la nota editorial de
Rabochi Put que parecía exculparlos. Sokólnikov declaró que había
presentado su dimisión como miembro del consejo de redacción del
periódico. El comité decidió prudentemente no discutir el asunto
ni aceptar la decisión de Sokólnikov, y pasar al examen de otras

75 Lenin, Socbineniya, xxi, 350-6. Estas cartas fueron publicadas por pri•
mera vez en 1927.
,. Trotski, Socbineniya, iii, ii, 31-3. Trotski explicó al comité central el
motivo de esta declaración (Protokoly Tsentralnogo Komiteta RSDRP [1929),
p. 123); Lenin aprobó después su actitud (Sochineniya, xxi, 353).
71 La carta de Zinóviev se encuentra en Protokoly Tsentralnogo Komiteta
RSDRP (1929), p. 137; el artículo de Lenin en Socbineniya, xxi, 334-49.
" Protokoly Tsentralnogo Komiteta RSDRP (1929), p. 137. La nota no
aparece en las obras completas de Stalin pero su paternidad está fuera de duda.
De Febrero a Octubre 115

cuestiones 79 • Se había producido el primer choque abierto entre los


futuros rivales 80•
El momento crítico estaba ya al alcance de la mano: el comité
central decidió asestar el golpe antes de que el segundo Congreso
de Soviets de toda Rusia se reuniera en la tarde del 25 de octubre.
En la víspera del día señalado, el comité central se reunió para dar
el toque final a unas cuantas cuestiones prácticas. Y Kámenev vol-
vió a ocupar su asiento: la decisión tomada cuatro días antes había
sido anulada y olvidada. Trotski pidió que fueran designados aque-
llos miembros del comité central que deberían ser adscritos al comi-
té militar revolucionario del Soviet de Petrogrado para cuidar de las
comunicaciones postales, telegráficas y ferroviarias y vigilar al Go-
bierno Provisional. Dzerzhinski fue nombrado para los ferrocarriles,
Búbnov para correos y telégrafos y Sverdolv para el Gobierno Pro-
visional. A Miliutin se le encomendó el abastecimiento de víveres.
En el seno del comité central del partido empezó así a tomar
forma un embrión de administración estatal. En las primeras ho-
ras del 25 de octubre las fuerzas bolcheviques entraron en acción.
Los puntos clave de la ciudad fueron ocupados; los miembros del
Gobierno Provisional cayeron prisioneros o huyeron; en las prime-
ras horas de la tarde Lenin anunció a una reunión del Soviet de
Petrogrado el triunfo de «la revolución obrera y campesina» 81 ; pocas
horas después, el Congreso de Soviets de toda Rusia proclamaba el
paso de todo el poder a todo lo ancho de Rusia a los Soviets de
Diputados de Obreros, Soldados y Campesinos 82 • Durante la tarde
del 26 de octubre de 1917, la segunda y última reunión del Congre-
so adoptaba los decretos de la paz y de la tierra y aprobaba la for-
mación de un Consejo de Comisarios del Pueblo, popularmente co-
nocido con el nombre de Sovnarkom y que constituía el primer
Gobierno Obrero y Campesino.
El Soviet de Petrogrado y su comité militar revolucionario fue-
ron los responsables de la organización de la victoria casi incruenta

" Protokoly Tsentralnogo Komiteta RSDRP (1929), pp. 129-30.


., Stalin se entregó con amore a la amarga disputa entre Lenin y Trotski
del otoño de 1912, y en las columnas de Pravda llamó a Trotski «campeón
con falsos músculos» y «comediante» (Stalin, Sochineniya, ii, 260; la primera
frase la repite pocas semanas después, ibid., ii, 279). El primer encuentro per-
sonal entre ellos (aunque parece que ambos asistieron en Londres al Congreso
del partido de 1905) parece que tuvo lugar en Viena a comienzos de 1913,
encuentro del que Trotski recordaba mucho tiempo después «el destello de
odio en los ojos amarillentos de Stalin» (L. Trotski, Stalin, N. Y., 1946, p. 244).
11 Lenin, Sochineniya, xxii, 4-5.
12 ]bid., xxii, 11-12.
116 Capítulo 4

de 25 de octubre-7 de noviembre. Fue el comité militar revolucio-


nario quien recogió el poder cuando éste cayó de las inertes manos
del Gobierno Provisional y quien anunció al mundo el triunfo de la
Revolución 83 • Como diría más tarde Stalin, el Congreso de los So-
viets sólo recibió el poder de manos del Soviet de Petrogrado» 84 •
Todos los testimonios de la época rinden tributo a la energía y ca-
pacidad mostradas por Trotski en ese momento, así como a sus ser-
vicios a la causa revolucionaria. Ahora bien, la estrategia suprema
de la Revolución había sido dirigida por Lenin por medio del instru-
mento por él mismo escogido: el ala bolchevique del Partido Obrero
Socialdemócrata ruso. La victoria, pese a haber sido conquistada
bajo la consigna «todo el poder a los soviets» era no sólo de los
soviets, sino también de Lenin y de los bolcheviques. Lenin y el par-
tido, el hombre y el instrumento, eran ahora de forma indisoluble
una y la misma cosa. El triunfo del partido parecía deberse casi ex-
clusivamente al continuado esfuerzo, coronado por el éxito, de Le-
nin de imponer su voluntad en la organización y de conducir a sus
colegas, a menudo renuentes, tras sus pasos. El prestigio del nom-
bre de Lenin había quedado firmemente establecido; habían sido
colocados los cimientos de la ascendencia sobre el partido de un único
dirigente.
La relación de la política de Lenin con las más vastas cuestiones
planteadas por la Revolución rusa abre un debate interminable. La
decisión prefigurada en las Tesis de Abril de Lenin y realizada por
su instigación seis meses más tarde de conquistar el poder sobre la
base de un programa socialista y de los fundamentos de una revolu-
ción burguesa inconclusa ha sido objeto de volúmenes y volúmenes
de comentarios y discusiones. Ha sido interpretada como una pro-
longación de la línea marxista seguida de forma consecuente por el
partido desde 1903, aunque los bolcheviques se desviaran momen-
táneamente de ella en Petrogrado en la confusión de la Revolución
de Febrero y por la ausencia de su dirigente. Tal es la posición ofi-
cial soviética. Ha sido interpretada, también, como el abandono final
por Lenin y los bolcheviques de la línea marxista y como un salto,
contrario a las enseñanzas de Marx, en la aventura de una revolu-
ción socialista falta de las bases de una revolución burguesa ante-
rior. Tal es la posición menchevique. Ha sido interpretada, final-
mente, como una corrección de última hora de Lenin, basada en los
verdaderos principios marxistas, de una vieja desviación del partido

ª Ibid., xxii, 3.
"' Stalin, Sochineniya, vi, 347.
De Febrero a Octubre 117

que tenía su origen en una excesiva devoción hacia los aspectos for-
males del esquema de la revolución de Marx. Tal es la concepción
de Trotski. Dado que estas divergentes opiniones se basan en dife-
rentes textos de Marx, en diferentes interpretaciones de lo que Marx
quiso decir y en diferentes apreciaciones de la forma de aplicar a las
condiciones rusas el marxismo, la discusión es inagotable y no puede
llevar a conclusión alguna. La cuestión ardorosamente debatida en
años posteriores por bolcheviques y mencheviques acerca de si el
camino emprendido por Lenin podía llevar, y llevaba, hacia los ob-
jetivos socialistas también descansa en una cuestión de interpreta-
ción: qué es lo que se entendía por socialismo.
Sin embargo, tras estas discusiones desarrolladas con una termi-
nología marxista convencional, descansa el problema real con el que
los artífices de la Revolución de Octubre tenían que enfrentarse. Po-
día ser muy bien verdad -así parecía demostrarlo la rápida desin-
tegración de la Revolución de Febrero- que ni la democracia bur-
guesa ni el capitalismo burgués de corte occidental estaban en
condiciones de enraizar en suelo ruso, cosa que los mencheviques
deseaban y esperaban; en tal caso, la política leninista era la única
concebible de acuerdo con los datos empíricos de la vida política
rusa. Rechazarla como prematura era repetir, como en una ocasión
dijo Lenin, «el argumento de los propietarios de siervos acerca de la
falta de preparación de los campesinos para la libertad 85 • Pero lo
que tal política comprometía a realizar a sus patrocinadores era nada
menos que la transición directa de las formas de organización polí-
tica y económica más atrasadas a las más avanzadas. Políticamente,
el programa implicaba el intento de tender un puente para salvar
el abismo que separaba a la autocracia de la democracia socialista
sin la larga experiencia y educación en la ciudadanía que la demo-
cracia burguesa, pese a todos sus fallos, proporcionaba en Occidente.
Económicamente, significaba la creación de una economía socialista
en un país que nunca había tenido los recursos de equipo de capital
y de obreros especializados característicos de un orden capitalista
desarrollado. La victoriosa Revolución de Octubre aún tenía que su-
perar estos graves obstáculos. Su historia es el relato de sus éxitos
y fracasos en tal empresa.

os Lenin, Sochineniya, xx, 120.


Segunda parte
LA ESTRUCTURA
CONSTITUCIONAL
Capítulo 5
LAS DOS REVOLUCIONES

La Revolución de Octubre había triunfado en un momento en


que los bolcheviques permanecían aún divididos con respecto al al-
cance de la Revolución, inciertos en si considerarla como democrá-
tico-burguesa o como socialista-proletaria. La Revolución, al arrojar
al Gobierno Provisional, había consagrado a los soviets como su-
premos depositarios del poder revolucionario. Pero esto no impli-
caba el repudio de la autoridad última de la Asamblea Constituyen-
te que era el órgano característico de la democracia burguesa y a
cuya inmediata convocatoria se habían comprometido tanto los bol-
cheviques como el Gobierno Provisional. El decreto de 26 de octu-
bre-8 de noviembre de 1917, que estatuyó al Consejo de los Comi-
sarios del Pueblo, lo describía como un gobierno provisional de los
obreros y campesinos que ejercía la autoridad hasta la convocación
de la Asamblea Constituyente, y el decreto sobre la tierra se abría
con la declaración de que «la cuestión de la tierra en toda su mag-
nitud no podía ser determinada más que por una asamblea consti-
tuyente de amplitud nacional» 1• Es verdad que un decreto lacóni-
co de la misma fecha proclamaba: «todo el poder pertenece a los
soviets» y no añadía las reservas susodichas 2 ; y que la Declaración

' Sobranie U:akoneni, 1917-1918, núm. 1 (2.ª ed.), arts. 1, 3.


2 Ibid., núm. 1 (2.ª ed.), art. 5.
121
122 Capítulo 5

de los Derechos de los Pueblos de Rusia, promulgada pocos días


después, anunciaba los principios de una futura «unión voluntaria y
honorable de los pueblos» y prometía la pronta elaboración de «de-
cretos concretos» que diesen efectividad a estos principios, sin refe-
rirse para nada a los poderes de la Asamblea Constituyente 3. Pero
en el ardor de la Revolución estas inconsecuencias de forma no era
probable que se percibiesen. El Gobierno Provisional, mucho más
pedante que su sucesor con respecto a las prerrogativas constitucio-
nales, se había arrogado flagrantemente las funciones de la Asamblea
Constituyente con su decreto del 1 de septiembre de 1917 en que
proclamaba a Rusia como república.
El investigador de los archivos documentales de la Revolución
de Octubre quedará sorprendido al pronto por la aparición infrecuen-
te y atenuada de las palabras «socialismo» y «socialista» en las pri-
meras proclamas de la Revolución. Defender «la Revolución» o «la
revolución de los obreros y campesinos» es una definición de propó-
sitos suficiente; «revolucionario» es en sí mismo un adjetivo de re-
comendación («orden revolucionario», «justicia revolucionaria») y
«contra.revolucionario» la quintaesencia de lo malo 4• Aparecen en
cuatro momentos, por vez primera, derivados de la palabra neutral
«democracia» -igualmente aceptable para los defensores de la re-
volución burguesa que para los de la socialista- en la proclamación
inicial del segundo Congreso de los Soviets de toda Rusia del 25
de octubre-7 de noviembre de 1917 («una paz democrática», «demo-
cratización del ejército»), y una y otra vez aparecen en el decreto
de paz del día siguiente. «Como gobierno democrático --dijo Lenin
al presentar el decreto sobre la tierra en la misma sesión del Con-
greso-- no podemos esquivar la decisión de las masas populares
aunque no estuviésemos de acuerdo con ellas» 5• Los primeros pasos
del régimen, los esenciales, fueron dados bajo la bandera, no del
socialismo, sino de la democracia. Un poco después el epíteto «de-
mocrático» se usaba para recomendar el sistema electivo para los
soviets y para la Asamblea Constituyente y especialmente el «de-
recho de revocación» 6, así como también el principio de la elección
de jueces 7 •
Esta insistencia en la democracia iba acompañada por una pro-

• lbid., núm. 2, art. 18.


' El mismo fervor casi religioso estaba unido a las palabras «revolución»
y «revolucionarios» en tiempos de la Revolución francesa.
• Lenin, Sochineniya, xxii, 23.
• Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 3, art. 49.
7 Ibid., núm. 4, art. 50.
Las dos revoluciones 123

clamación del socialismo como última meta. La evidencia más reve-


ladora de la actitud de Lenin en el momento de la Revolución, la
constituye su discurso en el Soviet de Petrogrado en la tarde del 25
de octubre-7 de noviembre de 1917 anunciando el triunfo de la re-
volución de los obreros y campesinos. Después de declarar que «esta
tercera revolución rusa había de conducir como resultado final a la
victoria del socialismo», revertía en sus palabras finales a las dos
condiciones que había afirmado desde hacía mucho tiempo como ne-
cesarias para la transición al socialismo, a saber: el apoyo de los
campesinos y el de la revolución mundial:
Ganaremos la confianza de los campesinos con un único decreto aboliendo
la propiedad de los terratenientes. Los campesinos comprenderán que la salva-
ción del campesinado reside en su unión con los trabajadores ... Tenemos la
fuerza masiva de la organización que conquistará todo y conducirá al proleta-
riado a la revolución mundial.
En Rusia tenemos que ocuparnos inmediatamente en la construcción de un
estado socialista-proletario.
¡Viva la revolución socialista mundial! •

El aspecto internacional de la Revolución estaba presente en la


mente de Lenin, con especial viveza, en el momento de su victoria
en Rusia. Diez días después declaraba en su calidad de Presidente
del Sovnarkom:
Marcharemos firme e inquebrantablemente hacia la victoria del socialismo
que será sellada por los obreros dirigentes de los países más civilizados y con-
cederá a los pueblos una paz sólida y la liberación de toda opresión y de toda
explotación •.

La Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explo-


tado, elaborada por Lenin a principios de enero de 1918, proclama-
ba «la organización socialista de la sociedad y la victoria del socia-
lismo en todos los países» como parte de «la tarea · fundamental»
del régimen soviético 10 • El logro final del socialismo era pensado
por Lenin en este momento en términos de revolución mundial.
Estas dudas con respecto al alcance y al carácter de la Revolu-
ción de Octubre se reflejan en la terminología constitucional de los
_primeros momentos. Al abandonar la palabra «Rusia» se encontra-
• Lenin, Sochineniya, xxii, 4-5. La única constancia de este discurso es,
desgraciadamente, un breve informe periodístico.
• Istoriya Sovetskoi Konstitutsii v Dekretai (1936), p. 34.
'º Sobranie Uzakoneni, 1917-1918. núm. 1', art. 215.
124 Capítulo 5

ron dificultades para hallar un nombre apropiado con que denomi-


nar a la nueva autoridad. Se llamó a sí mismo «Gobierno Provisio-
nal de Obreros y Campesinos» o simplemente «Gobierno Revolu-
cionario» apoyado en el «poder soviético» y en el triunfo del lema
«todo el poder a los soviets». Solamente una vez, en un contexto
particular, se refirió a sí mismo como «Gobierno Socialista de Ru-
sia» 11 • La primera declaración constitucional fundamental en la his-
toria soviética está incluida en la Declaración de los Derechos del
Pueblo Trabajador y Explotado que se abre con estas palabras:

Se proclama a Rusia, República de los Soviets de los Diputados de los Obre-


ros Soldados y Campesinos. Todo el poder central y local pertenece a estos
Soviets.

Y la cláusula siguiente llama por primera vez al país «República


Soviética Rusa». Puede parecer peligroso sacar conclusiones de una
terminología tan fluctuante e incierta pero, comoquiera que haya sido
el pensamiento de Lenin, la palabra «socialista» era todavía una es-
pecie de fantasma temible para muchos de sus partidarios y alia-
dos 12 • Una minoría sustancial, si no una mayoría del partido, parecía
en este momento persistir muy claramente en la opinión, ferviente-
mente sostenida por los mencheviques y los eseritas, de que la re-
volución no había realizado plenamente su etapa burguesa y por
consecuencia no estaba todavía madura para su transición al socialis-
mo. Según esta opinión la Revolución de Octubre era meramente
una continuación y profundización de la Revolución de Febrero y
no difería de ella, ni en principio, ni en propósito. Era, pues, legíti-

11 La ocasión fue el ultimátum a la Rada Ucraniana el 4-17 de diciembre


de 1917 (véase más adelante p. 317); el propósito era distinguirse a sf mismo
claramente del gobierno burgués de Ucrania. Stalin, en su discurso en el
congreso del Partido Socialdemócrata finlandés del 14-27 de noviembre de
1917, se había referido «al nuevo gobierno socialista» (Stalin, Sochineniya,
iv, 2). Lenin, en sus Tesis sobre la Asamblea Constituyente señalaba la pugna
entre el Gobierno soviético y «el nacionalismo burgués de la Rada Ucraniana,
del Seim Finlandés, etc.», como uno de los factores que urgían «el nuevo
agrupamiento de las fuerzas de clase» y la consiguiente transición de la revolu-
ción burguesa a la socialista (Lenin, Sochineniya, xxii, 132-3).
12 Steinberg, escrita de izquierda que era entonces Comisario del Pueblo
de Justicia, manifiesta en sus Souvenirs d'un Commissaire du Peuple, 1917-18
(París, 1930), que no son más que apuntes no muy de fiar, que la redacción
original de la frase introductoria de Lenin a las Declaraciones del Pueblo Tra-
bajador y Explotado, insertaba la palabra «socialista» antes de la de «república»,
pero que fue borrada a instancia de los escritas de izquierda que creían que
un documento tan solemne no debía «contener ninguna exageración».
Las dos revoluciones 125

mo el anhelo de una Asamblea Constituyente como el logro que


coronaría la revolución democrática.
Las oscilaciones en el interior del partido no habían acabado
con la victoria de la Revolución. En el momento de la victoria había
sido proclamado un gobierno totalmente bolchevique. Pero en los
muy primeros días no había establecido su autoridad mucho más
allá de Petrogrado y, bajo la presión del comité ejecutivo de los
ferroviarios (Vilkzhel en abreviatura), que controlaba las comunica-
ciones y aspiró durante algunas semanas a actuar como un poder in-
dependiente que dictase condiciones al gobierno, el comité central
del partido accedió a abrir negociaciones con los escritas y menche-
viques con vistas a un gobierno de coalición de todos los partidos
representados en los soviets. Esto era para Lenin una mera manio-
bra táctica 13 ; para Kámenev y Zinoviev era admitir que la posición
tomada por ellos en vísperas del 25 de octubre era correcta, posición
que sostenía que los tiempos no estaban aún maduros para una re-
volución específicamente proletaria. Sin embargo, cuando el 1-14
de noviembre de 1917 propuso Lenin abandonar las negociaciones
como fútiles, se encontró con la fuerte oposición de Kámenev, Zi-
nóviev y Rikov. En el debate que tuvo lugar en el comité central
del partido, recibió apoyo inequívoco únicamente de Trotski; la
mayoría votó firmemente a favor de una resolución estableciendo
condiciones que necesariamente conducirían a una ruptura de las ne-
gociaciones 14• Kámenev y Rikov, en su calidad de delegados bolche-
viques del VTsIK, dejaron de tomar parte en la decisión. En una
declaración del 3-16 de noviembre de 1917, Lenin llevó la cuestión
al plano de la disciplina de partido y tres días después el comité
central dirigió un ultimátum formal a sus miembros recalcitrantes.
Inmediatamente cinco miembros del comité dimitieron: Kámenev,
Zinóviev, Rikov, Miliutin y Noguin. Los tres últimos dimitieron de
sus puestos de comisarios del pueblo y lo mismo hicieron varios
" Lenin lo calificó de «movimiento diplomático para distraer la atención
de las operaciones de la guerra» (Protokoli Tsentralnogo Komiteta RSDRP
[ 1929], p. 152).
" Ibid. (1929), pp. 148-56; Lenin, Sochineniya, xxii, pp. 36-7. Según
Trotski, fue el mismo día cuando Lenin, hablando en un mitin del Soviet de
Petrogrado sobre la imposibilidad de una coalición, dijo: «Trotski comprendió
esto, y, desde ese momento, no ha habido bolchevique mejor que él». En
Stalinskaya Shkola Falsifikatsii, de L. Trotski (Berlín, 1932), pp. 116-24, se
publicó lo que pretende ser un registro estenográfico del mitin que contiene
estas palabras; según Trotski (ibid., pp. 112-16), fue impreso realmente para
ser incluido en el volumen Pervi Legalni P K Bolshevileov (1927), pero en
el último momento fue omitido por orden del comité central. Trotski repro-
duce en facsímil parte de la prueba impresa con anotaciones al margen.
126 Capítulo 5

miembros menores del gobierno. El único de los recalcitrantes que


se retractó en el acto fue Zinóviev y fue repuesto en el comité cen-
tral 15 • Una vez más se había producido un cisma importante entre
los dirigentes del partido, en un momento crítico y sobre una cues-
tión de táctica que era también una cuestión de doctrina.
Después de vencer esta crisis y extender gradualmente su autori-
dad sobre las provincias del norte y del centro de la Rusia europea,
el régimen tenía que hacer ahora frente a las elecciones de la Asam-
blea Constituyente fijadas por el Gobierno Provisional, antes de su
caída, para la fecha 12-25 de noviembre de 1917. No se sabe lo que
Lenin pensaría de estas elecciones en aquel momento 16, pero el par-
tido se había comprometido seriamente a realizarlas en sus repetidas
declaraciones entre las revoluciones de febrero y octubre; la máqui.
na oficial estaba en movimiento y hubiera sido difícil dar marcha
atrás en el último momento. Uno de los primeros actos del Sovnar-
kom había sido confirmar la fecha fijada por el Gobierno Privisio-
nal 17 • Urutski, uno de los bolcheviques dirigentes, fue nombrado
comisario para supervisar el trabajo de la comisión electoral desig-
nada por el Gobierno Provisional. A su vez la comisión se negó a
cooperar con Urutski y se quejó de que la habían colocado bajo un
régimen de coacción 18 • Pero las elecciones siguieron adelante y parece
que se llevaron a cabo sin interferencia por ambos lados, aunque en
algunos distritos distantes no se celebraron en absoluto.
Los resultados justificaron todas las aprensiones que podían ha-
ber sentido de antemano las filas bolcheviques. De los 707 miem-
bros electos de la Asamblea (de un total de 808 designados origina-
riamente) los eseritas representaban una mayoría confortable -un
total de 410-. Los bolcheviques consiguieron justo por debajo de
una cuarta parte de los escaños, es decir, 175. La mayor parte de los
84 miembros de los «grupos nacionales», de los cuales los ucranianos
formaban el grupo más importante, eran fuertemente antibolchevi-
ques. Los kadetes, único partido burgués superviviente, poseían 17

" Lenin, Sochineniya, xxii, 38-9, 57, 551-2; Protokoli Tsenlralnogo Komi-
teta RSDRP (1929), pp. 170-7.
" Según Trotski (0 Lenine, s. f., 1924, pp. 91-2), Lenin deseaba pospo-
nerlas pero fue arrollado por Sverdlov y otros; Lenin mismo, al escribir en 1920,
defendió la participación bolchevique en las elecciones con el pretexto de que
había ayudado a «demostrar a las masas atrasadas por qué merecían ser di-
sueltos esos parlamentos» (Sochineniya, xxv, 202).
11 Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 1 (2.ª ed.), art. 8.
" V serossiiskoe Uchreditelnoe Sobranie, ed. l. S. Makhevski ( 1930), i,
pp. 152-153.
Las dos revoluciones 127

escaños y los mencheviques 16 19 • Si esto podía interpretarse como


un veredicto con respecto al gobierno establecido por la Revolución
de Octubre, no hay duda de que era un aplastante voto de no-con-
fianza.
El primer resultado de la derrota fue convencer a Lenin de la
necesidad de un compromiso en términos de coalición. En el mo-
mento de las elecciones, celebraba sus sesiones en Petrogrado un
Congreso de Diputados Campesinos de toda Rusia. En el primer
Congreso de Soviets de toda Rusia de junio de 1917, se había re-
belado ya contra el liderazgo del partido un grupo de escritas del
ala izquierda que había apoyado a la minoría bo\chevique, aunque
esto tuvo poco efecto en el partido como totalidad. Pero ahora,
Lenin y otros delegados bolcheviques consiguieron producir una
división de las filas de los escritas de este Congreso. Se consiguió
llegar a un acuerdo para realizar una coalición entre los bolcheviques
v el ala izquierda de los escritas, lo cual aseguraba la mayoría en el
Congreso; la figura sobresaliente de los escritas era Spiridonova. Era
un acuerdo, como observaba enfáticamente Lenin, «posible única-
mente sobre una plataforma socialista» 20 • El 15-28 de noviembre de
1917 tuvo lugar un mitin conjunto del VTslK, del Soviet de Petro-
grado y del comité ejecutico del Congreso de los campesinos para
celebrar el acto de la unión 21 • El VTsIK constaba ya de 108 miem.
bros elegidos por el Congreso de los Soviets de diputados obreros
y campesinos de toda Rusia. El número de sus miembros se do-
blaba ahora con la adición de un número igual de delegados ele-
gidos por el Congreso de los campesinos; 100 delegados del ejér-
cito y armada, así como 50 de los sindicatos se añadieron a sus filas
alcanzando un número de más de 350. Se convirtió así en el Comité
ejecutivo central de los Soviets de los diputados obreros, soldados
y campesinos. Para completar la coalición se asignaron a los esc-
ritas tres puestos de comisarios del pueblo -Agricultura, Justi-
cia y Correos y Telégrafos-, puestos que comportaban el per-
tenecer al Sovnarkom en calidad de miembros así como el disfrute
de varios puestos gubernamentales menores. Aproximadamente al
mismo tiempo, los comisariados se trasladaron de la sede del par-
tido en Smolny a los locales de los viejos ministerios; el mando bol-

" Las cifras están tomadas de Vserossiiskoe Uchreditelnoe Sobranic, ed.


l. S. Malchevski (1930), p. 115. Las actas no se completaron nunca y en otros
sitios se citan cifras distintas, por ej., en M. V. Vishniak, Vserossiiskoe Uckne-
ditelnoe Sobranie (París, 1932), pero las variaciones carecen de importancia.
'° Lenin, Sochineniya, xxii, 88.
21 Protokoly Zasedanii VTsIK 2 Soziva (1918), p. 64.
128 Capítulo .5

chevique estaba encajándose rápidamente en los marcos tradicionales


del poder estatal.
El acuerdo con el ala izquierda de los escritas no solamente re-
forzaba la posición de los bolcheviques sino que también les sumi-
nistraba el argumento más fuerte para justificar los resultados de
las elecciones a la Asamblea Constituyente, a saber el carácter po-
tencialmente engañoso del voto escrita. Los escritas habían ido u
las urnas como un partido único, presentando una lista de candida-
tos; su manifiesto electoral estaba lleno de elevados principios y
miras y, aunque publicado al día siguiente de la Revolución de Oc-
tubre, había sido compuesto antes de este acontecimiento y no defi-
nía la actitud del partido con respecto a él 22 • Ahora bien, tres días
después de la elección, la sección más amplia del partido había
formado una coalición con los bolcheviques y se había separado for-
malmente de la otra sección que mantenía su amarga enemistad con-
tra éstos. La proporción entre la derecha y la izquierda eserita en
la Asamblea Constituyente -370 frente a 40- era una cosa fortui-
ta, enteramente diferente de la proporción correspondiente entre los
miembros del Congreso de los campesinos, y no representaba nece-
sariamente las opiniones de los electores en un punto vital que no
habían tenido ante sus ojos de antemano. «El pueblo -decía Le-
nin- votó a un partido que ya no existía» 23• Dos años después, al
revisar Lenin la totalidad de la cuestión, halló otro argumento más
coherente de lo que a primera vista parecía. Advirtió que en las
grandes ciudades industriales los bolcheviques habían llevado casi
siempre la delantera a los otros partidos y habían conseguido la ab-
soluta mayoría en las dos capitales tomadas en conjunto. Los kadetes
venían en segundo lugar y los escritas representaban un tercio escaso.
Pero en materia de revolución se aplica el conocido principio de que
«la ciudad arrastra inevitablemente tras sí al campo y el campo si-
gue necesariamente a la ciudad» 24• Las elecciones para la Asamblea
Constituyente, si bien no registraron la victoria de los bolcheviques
22 El texto, reimpreso del periódico del partido Delo Naroda, del 26 de
octubre-8 de noviembre de 1917, se encuentra en Vserossiiskoe Uchreditelnoe
Sobranie, ed. l. S. Malchcvski (1930), pp. 165-8.
"' Lcnin, Sochineniya, xxii, 97. El argumento fue desarrollado más exten-
samente en el discurso de Lcnin en el Congreso de ferroviarios de enero de 1918,
inmediatamente después de la disolución de la Asamblea (lbid., xxii, 226-31);
en esta ocasión, Lcnin, de un modo bastante tendencioso, atribufa el resul-
tado, «primero y principalmente», al hecho de que las elecciones se hubieran
realizado «de acuerdo con las listas confeccionadas antes de la Revolución de
Octubre».
24 Lcnin, Sochineniya, xxiv, 634.
Las dos revoluciones 129

señalaron claramente el camino que a ella había de conducir para los


ojos de todos los que supiesen mirar.

Los resultados de las elecciones atestiguaron que la Asamblea


Constituyente había de servir como punto de reunión para la opo-
sición el régimen soviético desde ambas alas: los partidarios del
Gobierno Provisional supervivientes de la burguesía, y los socialistas
disidentes. Los bolcheviques, muy versados en historia revoluciona-
ria, estaban conscientes del precedente de la Asamblea Constituyen-
te francesa de mayo de 1848, cuya función, tres meses después de
la Revolución de Febrero, había sido, según la conocida expresión del
Dieciocho Brumario de Marx, «rebajar los resultados de la Revolu-
ción a un patrón burgués» 25 y preparar el camino a la matanza de
obreros llevada a cabo por Cavaignac. Se realizó en nombre de los
antiguos ministros del Gobierno Provisional un intento de convocar
la Asamblea el 28 de noviembre-11 de diciembre de 1917, intento
que era a la vez un desafío al Gobierno Soviético, que se resistió a ello
por la fuerza. En el sur de Rusia empezaban a concentrarse fuerzas
antisoviéticas bajo el mando de antiguos generales zaristas y el Sov-
narkom, seriamente alarmado, publicó un decreto en el que acusaba
a los kadetes de suministrar una cobertura «legal» a la insurrección
contrarrevolucionaria kadete-Kaledin y en la que declaraba al partido
kadete como «un partido de enemigos del pueblo» y anunciaba que
«los dirigentes políticos de la guerra civil contrarrevolucionaria» se-
rían arrestados 26 • Aunque la derecha escrita y muchos de los menche-
viques compartían las opiniones de los kadetes, los bolcheviques no
se aventuraron aún a aplicar medidas de represión contra otros par-
tidos socialistas.
Desde este momento, el destino de la Asamblea Constituyente
fue objeto de preocupación constante en los círculos del partido 27 •
Lenin fue el autor de lo que parece haber sido el primer aviso de las
" Marx y Engels, Sochineniya, viii, 329.
" Sobranie Uukoneni, 1917-1918, núm. 4, art. 64.
" En el comité central tuvo lugar el 29 de noviembre-12 de diciembre
de 1917 una discusión en la que no se llegó a ninguna conclusión. En aquel
momento se pensaba que la Asamblea Constituyente pudiera dividirse en dos
grupos, uno que reconocería el Gobierno Soviético, y otro que le sería hostil.
Bujarin planteó la cuestión de si convendría que la Asamblea no se reuniese
en absoluto, pero contestó él mismo afirmativamente a su propia pregunta
alegando: «las ilusiones constitucionales están aún vivas entre las grandes
masas». Quiso entonces expulsar a los kadetes (los eseritas de derechas no
fueron mencionados) y convertir al resto de la izquierda en una «convención
revolucionaria», dicho en otras palabras, efectuar la transición de la revolución
burguesa a la socialista por mediación de la Asamblea Constituyente. Parece
Carr. t. 1, 9
130 Capítulo 5

intenciones de los bolcheviques, con ocasión de su discurso al VTsIK


del 1-14 de diciembre de 1917:
Se nos pide que convoquemos la Asamblea Constituyente como fue con-
cebida originariamente. No, gracias. Fue concebida contra el pueblo y rea-
lizamos nuestro alzamiento para asegurarnos de que no seria usada contra él. ..
Cuando una clase social revolucionaria lucha contra las clases propietarias que
ofrecen resistencia, la resistencia tiene que ser suprimida y la suprimiremos
con los mismos métodos con que las clases propietarias suprimían al proleta-
riado. No se han inventado aún nuevos métodos"·

A esta declaración siguió una serie de Tesis sobre la Asamblea


Constituyente que aparecieron bajo el anonimato en Pravda del 13-
26 de diciembre de 1917 y que constituyen el breve análisis más
importante salido de su pluma sobre el carácter de la Revolución de
Octubre. Las Tesis sobre la Asamblea Constituyente sacaron a luz,
de un modo que no comprometía, lo que estaba implícito en todo lo
escrito por Lenin desde sus famosas Tesis de Abril de ocho meses
antes, a saber: la convicción de que la revolución burguesa en Ru-
sia suponía malgastar fuerzas y de que el camino acertado consistía
en volverle la espalda decididamente y proseguir el camino hacia el
socialismo. Empezó por admitir que «en una república burguesa la
Asamblea Constituyente es la forma más alta del principio democrá-
tico» y que, por tanto, su aparición en los pasados programas del
partido, establecidos antes de la realización de la revolución burgue-
sa, era plenamente legítima. Sin embargo, desde la Revolución de
Febrero de 1917, «la socialdemocracia revolucionaria» había venido
insistiendo en que «una república de soviets es una forma más alta
del principio democrático que la acostumbrada república burguesa
con su Asamblea Constituyente»; era, en efecto, «la única forma
capaz de asegurar la transición menos penosa al socialismo». Este
proceso de transición había sido ayudado en principio por el reagru-
pamiento de «las fuerzas de clase», debido a la infiltración de las
ideas revolucionarias en el ejército y el campesinado, y en segundo
lugar por la lucha entre el poder soviético y el régimen burgués en
Ucrania (y también en parte en Finlandia, Rusia Blanca y el Cáuca-
so); y en tercer lugar por el levantamiento contrarrevolucionario de
Kaledin y de los kadetes, que había «impedido toda posibilidad de
resolver las cuestiones más graves de una manera formalmente de-

ser que Lenin no tom6 parte en esta discusión (Protokoli Tsentralnogo Komi-
te/11 RSDRP [1929), pp. 180-4.
28 Lenin, Sochfoeniya, xxii, 109-10.
Las dos revoluciones 131

mocrática». El desarrollo de estos sucesos había producido un choque


inevitable entre la Asamblea Constituyente y «el interés y la volun-
tad de las clases trabajadoras y explotadas que comenzaron el 2.5
de octubre la revolución socialista contra la burguesía». Por tanto,
todo intento directo o indirecto de considerar la cuestión de la
Asamblea Constituyente desde un punto de partida formal jurídico,
dentro del marco de la democracia burguesa», era una traición al
proletariado y un error en el que «unos pocos de los dirigentes bol-
cheviques habían caído al no considerar el valor del levantamiento
de octubre y la misión de la dictadura del proletariado». Todo lo
que le quedaba por hacer a la Asamblea Constituyente era «una de-
claración incondicional de la aceptación del poder soviético, de la
Revolución soviética». De otro modo «la crisis en relación con la
Asamblea Constituyente no podía resolverse más que por medios
revolucionarios» 29 •
No hay constancia de la discusión de las tesis de Lenin en el
comité central, pero, tuviese o no lugar una discusión formal, desde
ese momento quedaron aceptadas como doctrinas del partido. Para
los bolcheviques las Tesis sobre la Asamblea Constituyente de Lenin
supusieron el romper definitivamente en pedazos el velo del cons-
titucionalismo burgués. Para los demás partidos socialistas fueron
necesarios penosos sucesos que les hiciesen sentir claramente lo que
significaba la Revolución proletaria. La aceptación de estas tesis tuvo
dos resultados prácticos. En primer lugar convirtió en irremediable
la brecha existente entre los bolcheviques y los partidos socialistas
que, a excepción de la izquierda eserita, seguían compartiendo ia
teoría de que la Revolución estaba aún en su etapa democrática;
desde el momento en que se aceptó el carácter proletario de ésta,
los que mantenían el punto de vista democrático se convirtieron
lógica e inevitablemente en contrarrevolucionarios, en intención si
no en acción. En segundo lugar, determinó el destino de la Asam-
blea Constituyente, corona de la revolución democrática, pero un
anacronismo desde el momento en que esta etapa había sido sus-
tituida por la revolución socialista proletaria. La candente cuestión
del «poder doble», la escisión entre los soviets y los órganos repre-
sentativos de la democracia burguesa, que venía bullendo desde la
Revolución de Febrero, quedó al fin resuelta. La Asamblea Cons-
tituyente no tenía otra cosa que hacer que someterse o ser barrida.
Hay que rechazar por errónea toda sugestión de que la acción lleva-
da a cabo contra la Asamblea fue el resultado de una decisión re.

" Lcnin, Sochineniya, xxii, 131-4.


132 Capítulo 5

pentina o impremeditada provocada por algo que pudiese suceder


en las reuniones de la Asamblea. La actuación de los bolcheviques
era el resultado de una política deliberada y de un punto de vista
perfectamente claro del desarrollo progresivo de la Revolución desde
su fase democrático-burguesa a la socialista-proletaria.
La publicación de las Tesis sobre la Asamblea Constituyente de
Lenin tenía el carácter de una declaración de guerra a la Asamblea
v a los partidos políticos que verosímilmente habían de controlarla.
Los sucesos de las tres semanas siguientes no fueron sino pasos tác-
ticos de una campaña cuya estrategia principal había sido ya defini-
da. El 17-30 de diciembre de 1917 tuvo lugar la detención del diri-
gente de la derecha eserita Avxentiev, junto con algunos de sus
seguidores; no como lo explicaba un artículo editorial de I:r.vestiya
«en su calidad de miembro de la Asamblea Constituyente», sino «por
la organización de una conspiración contrarrevolucionaria» .lO. Era la
primera ocasión en que se aplicaban medidas tales a representantes
de un partido socialista. El 20 de diciembre de 1917-2 de enero de
1918, un decreto del Sovnarkom convocaba a la Asamblea Consti-
tuyente para el 5-18 de enero de 1918, a condición de que alcan-
zase el quorum de 400 miembros 31 ; y dos días después se decidía,
en una resolución del VTsIK, convocar el tercer Congreso de So-
viets de toda Rusia para el 8-21 de enero de 1918 y el Congreso de
Diputados Campesinos de toda Rusia para unos pocos después. Zi-
nóviev, de nuevo obediente secuaz de Lenin, subrayó la decisión con
un claro enunciado de la doctrina leninista:
Vemos en la rivalidad de la Asamblea Constituyente y los soviets la disputa
histórica entre dos revoluciones, la burguesa y la socialista. Las elecciones para
la Asamblea Constituyente son un eco de la primera revolución burguesa de
febrero, pero no ciertamente de la revolución del pueblo, de la socialista.

Los términos de la resolución constituían un reto reconocido.


Denunciaban el lema «todo el poder a la Asamblea Constituyente»
como el grito de reunión de «todos los elementos contrarrevolucio-
narios sin excepción» y como una pantalla para ocultar las consignas
de «abajo los soviets»; el propósito de la resolución era «apoyar,
con todas las fuerzas organizadas de los soviets, a la izquierda de
b Asamblea Constituyente contra la mitad derecha, los burgueses
y los compromisarios» 32 • El menchevique Sujánov expuso secamente
"' Izvestiya, 22 de diciembre 1917-4 de enero de 1918.
" Vserossiiskoe Uchreditelnoe Sobranie, ed. l. S. Malchevski (1930),
pp. 144-5.
" Protoko/i Zasedanii VTsIK 2 Sozíva (1918), pp. 176-7.
Las dos revoluciones 133

el dilema lógico: si los acontec1m1entos en curso eran parte de la


revolución burguesa, entonces la Asamblea Constituyente tenía que
ser plenamente apoyada; si eran de hecho la revolución socialista,
entonces no había por qué reunirla en absoluto 33 • Pero la táctica
elegida, aunque fue posiblemente resultado de un compromiso en
las deliberaciones del partido, fue más dramática. Y fue correcta-
mente diagnosticada en una protesta publicada por los supervivien-
tes no bolcheviques del primer VTsIK nombrado por el primer Con-
greso de Soviets de toda Rusia que mantenía oscura existencia y
una aún más oscura pretensión de legitimidad, puesto que el tercer
Congreso de Soviets de toda Rusia había sido convocado «para torpe-
dear la Asamblea Constituyente» 34 •
Las preparaciones para las campañas se complicaron con un mi-
tin del VTsIK del 3-16 de enero de 1918 35, en el que se presentó
la Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado
para ser aprobada por la Asamblea Constituyente. La declaración
se abría con el anuncio constitucional que ya hemos citado:

l. Rusia es declarada República de los Soviets de los Diputados de los


Obreros, Soldados y Campesinos. Todo el poder central y local pertenece a estos
Soviets.
2. La República Soviética Rusa &e establece sobre la base de una unión
libre de naciones libres, como una federación de repúblicas nacionales soviéticas.

Después, en un largo enunciado de principios que era una rati-


ficación, puesta en boca de la Asamblea Constituyente, de la políti-
ca y la legislación soviéticas, introducía dos párrafos que constituían
un acto de abdicación por parte de la Asamblea:

Elegida sobre la base de listas de partidos recopilados antes de la Revolu-


ción de Octubre, cuando el pueblo no podía aún levantarse en masa contra
los exploradores y, no habiendo experimentado toda la fuerza de estos explota-
dores en defensa de sus privilegios de clase, no había emprendido de forma prác-
tica la constitución de una sociedad socialista, la Asamblea Constituyente ha de

" lbid., p. 179.


" La existencia del primer VTsIK había quedado oficialmente terminada
por obra de la resolución del segundo VTslK en su primera reunión del 27 de
octubre-7 de noviembre de 1917 (Protokoli Zased""ii VTslK 2 Soziva, 1918,
p. 4); pero no por ello deja de seguir reuniéndose y las actas de sus reuniones
desde el 6-19 de noviembre de 1917 al 11-24 de enero de 1918, se publicaron
en Krasni Ariiv, núm. 3 (10), 192.5, pp. 99-113; muchos de sus miembros
eran mencheviques y escritas de la derecha.
.. Falta el acta de esta reunión en los protocolos del segundo VTsIK.
1.34 Capítulo 5
considerar como fundamentalmente incorrecto, incluso desde un punto de
vista formal, el levantarse contra el poder soviético ...
La Asamblea Constituyente, apoyando al poder soviético y confirmando los
decretos del Consejo de los Comisarios del Pueblo, reconoce que sus tareas
se limitan al trabajo general de la elaboración de los principios fundamentales
de la constitución socialista de la sociedad 36 •

A fin de que no se pasase por alto la enseñanza contenida en


estos conceptos, Iz.vestiya del 4-17 de enero de 1918, víspera de
la reunión de la Asamblea, incluía el texto de una resolución que
emanaba también del VTsIK redactada en términos breves e incon-
fundibles:
Sobre la base de los logros de la Revolución de Octubre y de acuerdo con
la declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado adoptada
en la sesión del Comité Ejecutivo Central del 3 de enero de 1918, todo el
poder pertenece en la República rusa, a los soviets y a las instituciones del
Soviet. Por consiguiente, cualquier intento de usurpar ésta u otra función del
poder estatal, por parte de cualquier persona o institución, será considerada
como acto contrarrevolucionario. Y cualquiera de estos intentos será aplastado
por todos los medios a disposición del poder soviético, incluyendo el uso de
las armas 17 •

El hecho de haber puesto a los kadetes fuera de la ley y la de-


tención de varios dirigentes de la derecha eserita había sofocad;J
el principal potencial ofensivo del poder de ataque de la Asamblea
Constituyente. Pero, en el procedimiento adoptado, había una cier-
ta nota de precaución debida al temor que sentían algunos bolche-
viques, no justificada sin embargo por los hechos, del supuesto pres-
tigio de la Asamblea Constituyente entre las masas. Cuando se reunió
la Asamblea el 5-18 de enero de 1918, Sverdlov desalojó de la tri-
buna al miembro más viejo de la Asamblea que, de acuerdo con la
tradición, estaba a punto de abrir los debates, y en nombre del
VTsIK declaró abierta la Asamblea. La Revolución francesa, dijo,
había emitido su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciu-
dadano que era «una declaración de los derechos para la libre explo-
tación de todos aquellos que no poseían los instrumentos y medios
de producción»; la Revolución rusa había de publicar su propia
declaración de derechos. Y leyó entonces el proyecto preparado dos
días antes por el VTsIK y requirió a la Asamblea, en breves pala-
bras, para que lo aprobase.
06 Vserossiiskoe Ucbreditelnoe Sobranie, ed. l. S. Malchevski (1930),
pp. 4-6.
37 Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 14, art. 202.
Las dos revoluciones 135
Los restantes debates no sirvieron más que para testificar lo fic-
ticio de la Asamblea y las diferencias fundamentales de doctrina en-
tre los que la componían. Chernov, el dirigente de la derecha eseri-
ta, fue elegido presidente por una sustancial mayoría frente a la
Spiridonova, dirigente de la izquierda eserista que había tenido el
apoyo bolchevique. Bujarín, en representación de los bolcheviques,
habló elocuentemente de las consecuencias inmediatas de la revolu-
ción socialista:
La vertiente que en este momento divide a esta asamblea en ... dos campos
irreconciliables, campos de principio, esta vertiente, corre a lo largo de esta
línea: en favor o contra el socialismo.

Chernov, en un discurso desde la presidencia, había proclamado


la «voluntad de socialismo».
Pero ¿de qué socialismo estaba hablando el ciudadano Chcrnov? ¿Del so-
cialismo que llegará dentro de doscientos años, que será establecido por nues-
tros nietos? ¿Estaba hablando de este socialismo? Nosotros hablamos de un
socialismo vivo, activo, creador, del que no queremos únicamente hablar sino
que queremos realizar, llevarlo a cabo. Y esto, camaradas, es lo que se llama
ser un socialista activo.

Steinberg, el portavoz de la izquierda eserita, que era Comisa-


rio del Pueblo de Justicia en el Sovnarkom, eludió la declaración de
principios pero argumentó que había pasado el momento de una
discusión sobre política (que era lo que proponía la derecha eserita)
v que la única función de la Asamblea, como «hija del pueblo» era
«someterse a la voluntad del pueblo trabajador expuesta en el pro-
grama del Soviet de Diputados Obreros y Soldados». El discurso
de Tsereteli, representante de los mencheviques, transcurrió en un
plano de altura de coherencia y consistencia teóricas; argumentó
largamente sobre el modo como los mencheviques habían hablado
durante catorce años contra «los intentos anárquicos de introdu-
cir una economía socialista en un país atrasado» y protestó de
que «la lucha de clase de los trabajadores por su liberación final»
pudiese llevarse solamente en condiciones de «soberanía popular
basada en un sufragio universal e igual» 38 • Los discursos se sucedie-
ron sin interrupción durante cerca de doce horas, pero poco de lo
que se dijo tenía relación con el mundo c,xterior. El duro desafío
implícito en la declaración soviética fue ignorado; y lo mismo la
38 Vserossiiskoe Uchreditelnoe Sobranie, ed. l. S. Malchevski (1930),
pp. 29-30, 34-5, 50-1.
136 Capítulo 5

concentración del poder efectivo en manos del proletariado y del


gobierno soviético. No fue sugerida ninguna alternativa de gobierno
capaz de manejar el poder, ni podía haber sido insinuada; en tales
circunstancias, el debate no podía tener salida.
A medianoche, la declaración bolchevique fue rechazada por una
mayoría de 237 votos frente a 138 en favor de una moción de la
derecha escrita para discutir cuestiones corrientes de política. El
debate continuó. Entonces, en las primeras horas de la mañana, un
bolchevique, Raskolnikov, anunció que en vista de «la mayoría con-
trarrevolucionaria» en la Asamblea, los bolcheviques iban a aban-
donarla. Una hora después la izquierda eserita se retiró también.
Entonces el comité central del partido bolchevique, que había per-
manecido en sesión en algún otro lugar del edificio, decidió actuar.
Y el marinero que ostentaba el mando de la guardia militar, llamado
Zelezniakov, anunció al presidente de la Asamblea que había recibi-
do instrucciones para clausurar la reunión «porque la guardia estaba
cansada» 39 • En medio de la confusión que siguió se leyó en la Asam-
blea una resolución sobre la cuestión agraria y una apelación a los
poderes aliados para la paz, que fue aprobada. Fue característico de
la bancarrota de la Asamblea el que no pudiese hacer otra cosa que
repetir en sustancia lo que el segundo Congreso de Soviets de toda
Rusia había hecho tras la Revolución diez semanas antes. Un poco
antes de las cinco de la mañana, la Asamblea se aplazó por doce
horas, pero nunca volvió a reunirse; más tarde, aquel mismo día,
el VTslK, después de oír un discurso de Lenin de dos horas 40,
decretó formalmente su disolución. Y se impidió que se reunieran
por el simple método de colocar un guardia a la puerta del Palacio
Taúride.

Marx, al comentar el coup d'etat de Luis Bonaparte del 2 de


diciembre de 1851, escribía en un pasaje famoso refiriéndose al
procedimiento de sus predecesores:
Cuando Cromwell disolvió el Parlamento Largo, se dirigió él solo al centro
de la reunión, sacó su reloj para que la asamblea no siguiese existiendo un
minutos más del término fijado por él y expulsó a cada uno de los miembros
con alegres e ingeniosas invectivas. Napoleón, empequeñecido con respecto
a su prototipo, entró al menos en la Asamblea legislativa el Dieciocho Brumario
y, aunque con una voz trémula, le leyó su sentencia de muerte 41 •
39 lbid., p. 110. Parece que las instrucciones se recibieron directamente
de Lenin (ibid., p. 217).
.. Lenin, Sochinenfya, xxii, 184-7.
•• Marx y Engels, Socbineniya, viii, 398.
Las dos revoluciones 137

Cada período de la Historia tiene sus propios símbolos dramáti-


cos. La disolución de la Asamblea Constituyente de toda Rusia, lle-
vada a cabo por un marinero armado porque «la guardia estaba
cansada» es uno de esos símbolos. El gesto de desprecio enmascara-
ba un cierto nerviosismo en los círculos bolcheviques con respecto
a las posibles consecuencias de su acto despótico. Las tropas tuvie-
ron que dispersar una demostración a favor de la Asamblea Consti-
tuyente en el momento en que ésta se reunía y varias personas, des-
critas diversamente como «manifestantes pacíficos» y «conspiradores
armados» fueron muertas 42 • El veredicto de un miembro de la dere-
cha del Soviet, que no simpatizaba ni con los eseritas ni con los bol-
cheviques, parece reflejar agudamente el estado de ánimo dominante:
La impresión de «injusticia» cometida por los bolcheviques contra la Asam-
blea Constituyente fue atenuada en gran parte por la insatisfacción que se
sentía con respecto a la Asamblea misma, y frente a su (como se dijo)
«conducta indigna», y timidez y debilidad de su presidente Chernov. La
Asamblea Constituyente fue más censurada que los bolcheviques que la disol-
vieron".

Era una demostración más de la falta de base sólida o amplio


sustento popular para las instituciones y principios de la democracia
burguesa.
Por consiguiente, cuando el tercer Congreso de Soviets de toda
Rusia abrió sus debates en el Palacio Taúride el 10-23 de enero
de 1918, consideró natural, a pesar de que se había constituido
a sí mismo, proclamarse heredero de la Asamblea Constituyente
cuya disolución formal confirmó inmediatamente. Después de cantar
La Internacional, se tocó también La Marsellesa «como una remi-
niscencia histórica del camino recorrido». El simbolismo queda ex-
plicado por el entusiasta compilador de las actas oficiales del Con-
greso: «La Internacional ha vencido a La Marsellesa del mismo modo
que la revolución proletaria deja atrás a la revolución burguesa» 44 •
La tarea del Congreso, como informó en su discurso de apertura el
presidente Sverdlov, consistía en «construir la nueva vida del futuro
" Pravda, 6-19 de enero de 1918. Según Solokov, un eserita miembro de
la Asamblea Constituyente, la manifestación fue organizada por los eseritas
y los manifestantes estaban desarmados, y añade que el pueblo de Petrogrado
permaneció pasivo; «no podíamos arrastrarlo contra el movimiento bolche-
vique» (Arjiv Revolutsii, Berlín, xiii (1924), 65-6.
" V. B. Stankevich, Vospominaniya, 1914-1919 (Berlín, 1920), p. 302;
el diagnóstico de Sokolov en el informe citado en la nota precedente es sor-
prendentemente similar.
" Treti Vserossiiski Syezd Sovetov (1918), p. 3.
138 Capítulo 5

y crear un poder totalmente ruso»; tenía que decidir «si su poder


tenía que tener algún lazo con el régimen burgués o si la dictadura
de los obreros y campesinos había de ser establecida finalmente y
de un modo irrevocable» 45 • Lenin, como siempre, fue cauto en el
diagnóstico pero firme en sus conclusiones:
El que haya entendido el sentido de la lucha de clases, el significado del
sabotaje organizado por los funcionarios, sabe que no podemos dar el salto al so-
cialismo de una vez... No me hago ilusiones con respecto al hecho de que no
hemos hecho más que empezar el período de transición hacia el socialismo,
de que aún no hemos llegado a él. Pero obraréis acertadamente si declaráis
que nuestro estado es una república socialista de soviets ...

Mártov repitió de nuevo el argumento menchevique:


La transformación socialista total no es posible más que después de un
largo trabajo provocado por la necesidad de recrear toda una organización polí-
tica de la sociedad, de fortalecer la posición económica del país, y, solamente
después de ello, proceder a la realización de las consignas del socialismo".

Lenin replicó dibujando el camino recorrido en los últimos doce


años:
Los bolcheviques hablaban de la revolución democrático-burguesa en 1905,
pero ahora, cuando los soviets están en el poder, cuando los obreros, los sol-
dados y los campesinos ... han dicho: «Nosotros tomaremos la totalidad del
poder en nuestras manos y emprenderemos la construcción de una nueva vida»,
en este momento no puede haber cuesti6n de revolución democrático-burguesa.
Y esto ya fue dicho por los bolcheviques en congresos y mítines y conferen-
cias, en resoluciones y, por decisi6n, en abril del año pasado"'.

Políticamente, el argumento de Lenin era muy difícil de refutar.


La Revolución de Octubre había dirimido la cuestión para bien o
para mal. Si la revolución burguesa se había llevado a cabo o no, si
los tiempos estaban o no maduros para la revolución proletaria y
fuese o no negativa la respuesta con respecto a las últimas conse-
cuencias de estas preguntas, la revolución proletaria se había de
hecho producido. Después de octubre de 1917 nadie podía deshacer
lo que se había hecho ni forzar a la Revolución a que retrocediese
y se encajase en un molde democrático-burgués. El desarrollo polí-
" lbid., p. 5.
" Lcnin, Sochineniya, xxii, 209, 212.
47 Treti Vserossiiski Syezd S<>tJet01J (1918), p. 35.
" Lenin, Sochineniya, xxii, 221.
Las dos revoluciones 139

tico parecía haberse adelantado al económico y esta es la afirmación


que Lenin hizo en vísperas de octubre:
Gracias a la Revolución, Rusia ha alcanzado en poco tiempo a los países
avanzados en cuanto a su organización política. Pero esto no es bastante. La
guerra es inexorable y plantea la cuestión con dureza implacable: o perecer,
o alcanzar y ponerse a la par de los países avanzados, igualmente, en el terreno
económico 49 •

Pero la hipótesis de una madurez política adquirida repentina-


mente violentaba en cierto modo los hechos y también la doctrina
marxista. Lenin mismo no era inconsciente de las dificultades que
la cosa presentaba porque, en su examen retrospectivo de la situa-
ción realizado en el otoño de 1918, ofreció un análisis sustancial-
mente diferente del que había expuesto en el Congreso de Soviets
de toda Rusia en enero del mismo año:
Sí, nuestra Revolución es una revolución burguesa en tanto que marchamos
con el campesinado en coniunto ... Al principio con «todo» el campesinado
contra la monarquía, contra los propietarios, contra el medievalismo (y, hasta
este punto, la Revolución sigue siendo burguesa, democrático-burguesa). Des-
pués, con el campesinado más pobre, con el semiproletariado, con todos los
explotados contra el capitalismo, que significa también contra los campesinos
ricos, los kulaks y los especuladores; y en ese aspecto, la Revolución se con-
vierte en sodalista 50 •

Y Lenin continuaba, resucitando después de un largo intervalo


la idea de Marx (aunque no la frase misma) de revolución «perma-
nente» o «ininterrumpida»:
La mayor perversión del marxism,,, su vulgarización, su sustitución por el
liberalismo, significa colocar una muralla china artificial entre una y otra revo-
lución, separar una de otra por otro elemento que no es el grado de prepa-
ración del proletariado y el grado de unidad con los pobres del campo ••.

Estas dificultades de análisis no eran puramente escolásticas sino


que reflejaban el persistente dilema de una revolución socialista que

., Lenin, Sochineniya, xxi, 191.


'" lbid., xxiii, 390-1. Lenin fechaba la transición con mayor precmon:
«Nuestra Revolución fue en gran medida una revolución burguesa bajo la for-
mación de los comités de pobres, es decir, hasta el verano o incluso el
otoño de 1918» (ibid., xxiv, 125).
" Ibid., xxiii, 391.
140 Capítulo 5

luchaba retrospectivamente para llenar un lugar vacío que ocupaban


la democracia y el capitalismo burgueses en el esquema marxista.
Cuando terminaron los debates del tercer Congreso de los So-
viets de toda Rusia, el Congreso había adoptado la Declaración de
los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado, privándolo de sus
dos últimos párrafos que resultaban superfluos; y de acuerdo con
la moción del Comisario del Pueblo para las Nacionalidades, Stalin,
se aprobó con 24 votos disconformes y 3 abstenciones --en un con-
greso de unos 900 delegados-, una resolución «Sobre las Institu-
ciones Federales de la República Rusa» cuyo primer párrafo añadía
una nueva base a los cimientos del régimen soviético.
La República Soviética Socialista Rusa se crea sobre la base de una unión
voluntaria de los pueblos de Rusia en forma de federación de repúblicas sovié-
ticas de estos pueblos"·

La palabra «provisional», añadida hasta entonces al título de


Gobierno de Obreros y Campesinos, desapareció. El Congreso en-
cargó al VTsIK que preparase un proyecto de «los principios fun-
damentales de la constitución de la República Federal Rusa» para
someterlo a la consideración del próximo congreso.

" Treti Vserossiiski Syezd Sovetov (1918), p. 82.


Capítulo 6
LA CONSTITUCION DE LA RSFSR

La decisión, por parte del hasta aquí anommo «Gobierno de


Obreros y Campesinos», de abandonar su posición provisional, de dar-
se tanto un nombre geográfico como ideológico y redactar para sí
mismo una constitución formal, señaló una inflexión simbólica en su
historia. La nueva constitución, más que crear nuevas formas de
gobierno, lo que hizo fue registrar y regularizar las que estaban en
curso de establecerse por obra de una iniciativa sin coordinación
tras el levantamiento revolucionario. Los debates en la comisión del
proyecto reflejaron las fricciones de un proceso natural de crecimien-
to; y su misma flexibilidad la capacitó para sobrevivir a lo largo
de una serie de ajustes y transformaciones durante dieciocho años
revolucionarios. Hubo de ser fácil, sin embargo, exagerar su impor-
tancia ante los ojos de sus autores. El entusiasmo de los primeros
meses de la Revolución no mostró un gran respeto por las formas
constitucionales; el período de preparación o elaboración de la cons-
titución fue un tiempo de crisis graves y continuas, tanto en la po-
lítica económica como en la exterior, crisis que amenazaron la exis-
tencia del régimen y dejaron poca holganza para preocupaciones
menores. Por último, la república para la cual se estaba proyectando
esta constitución, era considerada aún por sus dirigentes como una
etapa breve de transición hacia una república socialista de ampli-
tud mundial o una federación de repúblicas. Apenas se contaba co11
141
142 Capítulo 6

que la constitución durase como instrumento de trabajo; su carácter


v sus propósitos están descritos, quizá mejor que en ningún sitio,
en una frase que un moderno historiador dedica a la constitución
jacobina de 1793: un «programa político» 1•
En estas circunstancias no es sorprendente que los mismos diri-
gentes principales no tomaran parte personal en los trabajos de ela-
boración. La revisión del programa del partido, muy discutida en
este momento, aunque no emprendida de hecho hasta un año des-
pués, ocupaba mucho más la atención de los círculos del partido.
En vano se examinarían los numerosos discursos y escritos de Lenin
en estos meses en busca de alguna referencia a la elaboración de
la constitución. Era el período de la crisis de Brest-Litovsk y del
apresurado traslado de la capital de Petrogrado a Moscú. Durante
más de dos meses no se hizo ningún progreso fuera de algunos bos-
quejos de constitución preparados en los comisariados de Asuntos
Interiores, de Justicia y en algún otro sitio 2, y no había nada pre-
parado para el cuarto Congreso de Soviets de toda Rusia, cuando
se reunió en marzo. Entonces, el l." de abril de 1918, el VTsIK
decidió, después de un corto debate, crear una comisión para pre-
parar una constitución. El presidente era Sverdlov, el factotum de:
partido y presidente del VTsIK, y los demás miembros eran: Stalin,
el experto del partido en la cuestión nacional y el único represen-
tante del Sovnarkom en la comisión; Bujarín y Pokrovski, ambos
intelectuales del partido; Steklov, antaño fluctuante entre los bol-
cheviques y los mencheviques, que había sido secretario del Comité
Ejecutivo del Soviet de Petrogrado después de la Revolución de Fe-
brero y era ahora el director de Jzvestiya; y representantes de los co-
misariados de Asuntos Interiores, de Justicia, Nacionalidades, Guerra
y Economía Nacional 3 • La comisión trabajó durante tres meses y
fabricó un texto de compromiso. El resultado de sus trabajos fue
publicado el 3 de julio de 1918, el mismo día en el que se sometió
para su aprobación al Comité Central del Partido como etapa pre-
liminar a su presentación ante el quinto Congreso de Soviets de
toda Rusia.
La Constitución comenzaba enunciando unos principios generales.
' R. R. Palmer, Twelve Who Ruled (Princeton, 1941), p. 42.
' Varios de estos proyectos se conservaron en los apéndices a la Istoriya
Sovetskoi Konstilutsii, de G. S. Gurvich (1923); Gurvich era miembro de la
comisión del proyecto de la constitución y su libro constituye la fuente más
importante para el estudio de éste.
' Protokoly Zasedani VTsIK 4 go. Soziva (1920), pp. 72-3. En realidad
no había un comisariado de Economía Nacional, y Bujarín representaba al Con-
sejo Superior de Economía Nacional.
La Constitución de la RSFSR 143

Los cuatro primeros capítulos recitaban textualmente la Declaraci6n


de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado aprobada por
el tercer Congreso de Soviets de toda Rusia. El capítulo 5.º enun-
ciaba una serie de «disposiciones generales» que incluían el carácter
federal de la república; la separaci6n de la Iglesia y el Estado y de
la escuela y la Iglesia; la libertad de expresi6n, de opini6n y de
reuni6n de los trabajadores que se aseguraba poniendo a su dispo-
sición los medios técnicos de publicar peri6dicos, folletos y libros,
así como convocatorias a mítines; la obligaci6n por parte de todos
los ciudadanos de trabajar, basada en el principio de que «el que
no trabaja no come»; la obligaci6n de todos los trabajadores de
cumplir el servicio militar en defensa de la república; el derecho de
ciudadanía para todos los trabajadores que viviesen en territorio
ruso y el de asilo para aquellos extranjeros perseguidos con motivo
de delitos políticos o religiosos; y la abolici6n de toda discrimina-
ci6n por motivos de raza o nacionalidad. La Constitución pasaba
después a ocuparse de asuntos prácticos. Los capítulos 6.º y 8.º tra-
taban de la organización en el centro. El poder supremo pertenecía
al Congreso de Soviets de toda Rusia, compuesto de represen-
tantes de los soviets de la ciudad sobre la base de un diputado por
cada 25.000 votantes, y de los soviets provinciales en cantidad de
un diputado por cada 125.000 habitantes. El Congreso de toda Ru-
sia elegía el Comité Ejecutivo Central de toda Rusia (VTslK), com-
puesto de un número no mayor de 200 miembros que ejercían todos
los poderes del Congreso cuando éste no celebraba sesiones. El
VTsIK nombraba el Consejo de los Comisarios del Pueblo (Sovnar-
kom), cuya funci6n era la «administraci6n general de la RSFSR»,
pero que también se extendía a la promulgaci6n de «decretos, 6rde-
nes e instrucciones». El capitulo 9.º definía las funciones del Con-
greso de toda Rusia y del VTslK, mientras que los capítulos 10"
al 12.º se referían a la organizaci6n de los congresos de soviets re-
gionales, provinciales, de condado y de distrito y a la formación
de los soviets de la ciudad y del pueblo 4 • El capítulo 13.º limitaba
los derechos políticos a los que «ganaban su vida produciendo o con
un trabajo socialmente útil», a los soldados y personas imposibili-
tadas, excluyendo especialmente a las personas que empleaban mano
de obra asalariada, a los rentistas y a los comerciantes privados, n
los monjes y sacerdotes y a los funcionarios y agentes de la antigu:1
• La traducción «soviets de aldea», consagrada por el uso, puede contri-
buir a equivocaciones importantes, como se demuestra en la disposición parn
«aldeas» que cuentan nada menos que de 300 a por encima de 10.000 habi-
tantes. Un se/o es una localidad rural habitado de área y población indefinidas.
144 Capítulo 6

policía. Los restantes artículos se ocupaban en cuestiones de rutina


v de detalle.
La elaboración de las constituciones constituye normalmente un
campo de batalla de propósitos en lucha y el producto final ostenta
en su faz, de un modo más o menos evidente, las cicatrices de la
lucha. La controversia que subyace a la elaboración de la primera
Constitución de la RSFSR revistió tres formas que eran a veces difí-
cil de distinguir. Existía un conflicto entre los que buscaban una
debilitación del poder estatal y los que iban tras un reforzamiento
del mismo; otro entre los que deseaban una dispersión del poder y
de la iniciativa, a través de las autoridades locales, y los que querían
una concentración de la autoridad y de la disciplina en el centro;
y por último, entre los que trataban de ir a un federalismo efectivo
y los que, bajo un disfraz cualquiera, buscaban el establecimiento
de una república «una e indivisible». El primer grupo estaba com-
puesto en parte por la izquierda eserita, que representaba tradicio-
nalmente estas tendencias, pero no exclusivamente por ella: su por-
tavoz más eficaz en la ejecución del proyecto fue Reisner, represen-
tante del Comisariado de Justicia del Pueblo. Sus opiniones estaban,
sin embargo, teñidas de un utopismo impráctico, hasta tal punto
que los rígidos realistas hubieran resultado victoriosos incluso si no
hubiesen hallado el argumento incontrovertible que les proporcio-
naban las emergencias de un régimen revolucionario en lucha y gra-
vemente amenazado. Ahora bien, el patrón por el que se rigió mucha
parte de la subsiguiente discusión política soviética fue determinado
en los debates de la comisión sobre la elaboración de la Constitu-
ción.
La doctrina bolchevique del estado estaba enredada en una con-
tradicción inherente ya a las enseñanzas marxistas. Marx y Engels
aceptaban plenamente la tradicional hostilidad socialista al estado
opresivo que culminaba en la creencia de que éste desaparecería
gradualmente, de un modo total, al alcanzar las condiciones deter-
minadas por el socialismo; pero al mismo tiempo reconocían la ne-
cesidad de establecer un mecanismo estatal poderoso para confirmar
y afianzar la victoria de la revolución a través de la dictadura del
proletariado. Lenin, que en vísperas de la Revolución dedicó uno de
sus más enjundiosos escritos al análisis de la doctrina marxista del
estado bajo el título de El Estado y la Revolución, hizo frente al di-
lema, considerando la dictadura del proletariado como un expedien-
te temporal, necesario hasta tanto que los remanentes del poder
burgués hubiesen sido desarraigados, pero destinado, como cualquier
otra forma de estado, a desaparecer cuando se hubiese alcanzado la
La Constituci6n de la RSFSR 14.5
meta final del comunismo 5• De este modo pudieron los dirigentes
bolcheviques defender el fortalecimiento del poder estatal como una
medida de transición, mientras mantenían la tradición socialista de
hostilidad al estado, tan profundamente arraigada. La inminente
necesidad de un poder estatal fuerte se hizo evidente en forma cre-
ciente durante el oscuro y sombrío invierno de 1917-1918 y en el
aún más sombrío verano de 1918.
La desconfianza con respecto al estado y la oposición al parla-
mentarismo burgués que subyacen en la raíz de la teoría marxista,
arrastró incluso a muchos de los bolcheviques en la dirección del
sindicalismo; la izquierda eserita tenía inclinaciones marcadamente
sindicalistas. Mientras la democracia burguesa fue una tradición viva,
los bolcheviques y los sindicalistas podían hallar un cierto campo
de base común atacando y censurando a esta burguesía. Ambos con-
sideraban al «ciudadano» de la democracia burguesa como una abs-
tracción atomizada y trataban al hombre esencialmente como miem-
bro de una clase de productores. No es, por consiguiente, sorpren-
dente que los ataques más fuertes contra la concepción de un estado
soviético poderoso tuviesen un carácter sindicalista. Los mismos so-
viets, que eran en su origen organizaciones profesionales más que
territoriales, se inclinaron fácilmente hacia esta tendencia 6 • Hay un
proyecto de constitución, emanado del C.Omisariado de Justicia, en
enero de 1918, que representa un ejemplo puro de sindicalismo.
Proponía una república cuyos miembros constituyentes fuesen cinco
federaciones de obreros -«trabajadores de la tierra, obreros indus-
triales, empleados de institucines comerciales, empleados del esta-
do y empleados de personas privadas» 7• El que esto no fuese mero
capricho o fantasía lo demuestra el discurso del portavoz de la iz-
quierda escrita, Trutovski, en la reunión del VTslK que nombró
a la comisión del proyecto. Trutovski explicó claramente que una
constitución era una institución burguesa, que el estado socialista
podía ser solamente un «centro que regulase las relaciones de pro-
ducción y las económicas» y que el cometido de la comisión era ela-
borar, no propiamente hablando una constitución, sino las relacio-
nes mutuas que tienen que existir entre diferentes órganos de poder
• Véase Note A: «La teoría de Lenin sobre el estado», pp. 2.52-270, más
adelante.
• Lenin calific6 una vez a «la teoría de que la representaci6n haya de ser
por industrias» como «el germen del sistema soviético» (A. Ransome, Six Weeks
in Rusia in 1919 [1919), pp. 80-1). El principio del «control de los obreros»
en las industrias, promulgado en los primeros meses de vida del régimen, con-
tenia también en potencia implicaciones sindicalistas.
1 G. S. Gurvich, lstoriya Sovetskoi Konstututsii (1923), pp. 102-7.
Carr. t. I, 10
146 Capítulo 6

en tanto en cuanto se puede hablar de poder sobre personas» 8• No


hubo votación sobre la cuestión de principio, en el VTsIK, y Reis-
ner continuó sosteniendo estas ideas en la comisión del proyecto
a lo largo de todo abril de 1918:
Es indispensable tener en cuenta que la organización territorial y el federa-
lismo territorial no pueden servir como base para resolver las cuestiones del
estado en una república socialista. Nuestra federación no es una alianza de
gobiernos territoriales o estados, sino una federación de organizaciones socio-
económicas. No está fundada en los fetiches territoriales del poder estatal sino
en los intereses verdaderos de las clases trabajadoras de la República rusa•.

En el quinto Congreso de Soviets de toda Rusia un orador qui-


so, en el debate final sobre la Constitución, descartar los términos
«federación» y «república» como vocablos que olían a la vieja con-
cepción del estado, ya desechada, y nombrar a la nueva entidad «Co-
muna de Obreros de toda Rusia» 10 •
Estas desviaciones sindicalistas dieron lugar a la intervención
de Stalin, que presentó una serie de tesis a la comisión del proyecto
y consiguió que se adoptasen por un voto mayoritario, como base
de trabajo. Contenían la advertencia de que «el plan de la Cons-
titución que se estaba ahora elaborando por la comisión tenía que
ser temporal, puesto que estaba destinado al período de transición
del régimen burgués al socialista» y que, por consiguiente, había de
tener en cuenta «las cuestiones de la dictadura del proletariado y
del campesinado pobre, de la organización del poder como una ex-
presión de esa dictadura, etc. --cuestiones que no tienen relación
con un régimen establecido donde no habrá clases ni instrumento
del poder» 11 • La desaparición del estado seguía siendo un último y
decisivo ideal. Pero en el período intermedio la forma estatal de la
República Socialista Soviética tenía que conformarse al patrón de
una soberanía territorial conocido en el mundo capitalista. El artícu-
lo 9 de la Constitución ya terminada, combinaba hábilmente el reco-
nocimiento del carácter de transición del poder estatal del Soviet con
una admonición de que, mientras éste durase, tenía que ser fuerte:
El fin principal de la Constitución de la RSFSR, constitución que está des-
tinada al actual período de transición, consiste en establecer la dictadura del

' Protokoli Zasedanii VTsIK 4go. Soziva (1920), pp. 70-2.


• G. S. Gurvich, lstoriya Sovetskoi Konstitutsii (1923), p. 142.
'º Piati Vserossiiski Syezd Sovetov (1918), p. 193.
11 G. S. Gurvich, Istoriya Sovetskoi Konstitutsii (1923), pp. 33, 146-7; estas
tesis no están incluidas en las obras completas de Stalin.
La Constitución de la RSFSR 147
proletariado urbano y rural y del campesinado más pobre en forma de un
Poder Soviético de toda Rusia, con el propósito de aplastar completamente a la
burguesía, de abolir la explotación del hombre por el hombre y de instaurar
el socialismo bajo el cual no habrá, ni división de clases, ni poder estatal.

Sin embargo, desde el momento en que «el establecimiento del


socialismo» no podía ser considerado más que como un hecho in-
ternacional, la federación rusa no era más que la primera unidad de
una federación mundial eventual de repúblicas socialistas 12 • En este
sentido señalaba también su carácter de «período de transición».

La contradicción que subyacía entre el concepto de un estado


en transición hacia su propia desaparición eventual y el de una dic-
tadura del proletariado suficientemente poderosa para aplastar la
oposición burguesa, se reflejaba también en la lucha entre el gobier-
no autónomo local y la centralización. La peculiaridad de la estruc-
tura soviética estriba en el hecho de que se construyó alrededor de
los soviets que habían tomado ya forma y adquirido algún grado
de organización antes de convertirse en órganos constitucionales del
poder estatal. Se acentuaba una y otra vez que la Constitución no
hada más que registrar formas desarrolladas espontáneamente por
las masas mismas. Según palabras del rapporteur del quinto Con-
greso de Soviets de toda Rusia, se «había realizado en la práctica
mucho antes de que fuese escrita en el papel» 13 • Los soviets fueron
inicialmente, y en parte siguieron siéndolo, asambleas informales y
flexibles sin funciones claramente definidas. Los soviets de los pue-
blos, creados bajo reglamentaciones que no eran fijas ni uniformes 14,
se combinaban para formar congresos de soviets de distrito rural

12 Era por tanto lógico que la constitución extendiese los derechos de


ciudadanía «a los extranjeros que trabajan dentro del territorio de la RSFSR
con tal de que pertenezcan a la clase obrera o al campesinado que trabaja sin
emplear jornaleros (art. 20). Esta disposición emanaba de un decreto del VTsIK
destinado principalmente a beneficiar a los prisioneros de guerra alemanes y
austro-húngaros (Protokoli Zasedani VTsIK 4go. Soziva (1920), pp. 62-6.
13 Piati Vserossiiski Syezd Sovetov (1918), p. 190.
1• Los soviets más pequeños eran ejemplo de «democracia directa», esto es,
corporaciones compuestas de todos los ciudadanos (o, en el caso de los so-
viets de fábricas, de todos los obreros de la fábrica); los soviets mayores se
componían de delegados elegidos por los ciudadanos o los obreros para repre-
sentarles, y en los primeros días, se los distinguió algunas veces de los soviets
puros y simples por el uso del término «sovdepi» (soviets de diputados).
Entre los rusos «blancos», «Sovdepia» era el apodo corriente con que se
designaba a la República soviética.
148 Capítulo 6

(volost) y éstos, a su vez, para formar congresos de soviets de con-


dado ( uezd) 15 ; los congresos de condado se combinaban con los
soviets de la ciudad, creados sobre una base diferente y preferente-
mente profesional, para formar congresos de soviets provinciales; y
éstos, a su vez, se unían para formar congresos regionales ( oblast) 16 •
El Congreso de Soviets de toda Rusia estaba compuesto de delega-
dos de todos los congresos provinciales o regionales y de los soviets
de las ciudades mayores que estaban en el extremo de los escalones
más bajos del sistema de congreso. El soviet local, urbano o rural,
era la supuesta fuente de poder y los congresos de los soviets a dife-
rentes niveles y el Congreso de Soviets de toda Rusia en la cumbre,
emanaban de él. Precisamente Lenin consideraba que la informalidad
del sistema era su principal carta de recomendación:

Todas las formalidades y limitaciones burocráticas desaparecen de las elec-


ciones, y las masas mismas determinan la ordenación y la regulación temporal
de éstas con el libre derecho de anulación de los elegidos".

Los soviets constituían, como la Comuna de París, una «nueva


forma de estado», libre de las odiosas características del viejo esta-
do burocrático y destinados a reemplazarlo. «Todo el poder -rezaba
la proclama del segundo Congreso de Soviets de toda Rusia en el
momento de la Revolución- pasa sobre la marcha a los Soviets de los
Diputados de los Obreros, Soldados y Campesinos, que han de ase-
gurar el verdadero régimen revolucionario» 18 •
Esta concepción idealista de la autoridad no sobrevivió a la
prueba de la experiencia. Precisamente la espontaneidad del movi-
miento que habían creado los soviets en las fábricas y en los pueblos
significaba que sus actos independientes tenían que ser irregulares,
no coordinados y desbaratadores de la administración ordenada. Des-
pués de la Revolución de Octubre, el Comisariado del Pueblo para

" Una enmienda aprobada por el séptimo Congreso de Soviets de toda


Rusia en diciembre de 1919, establecía que los congresos de soviets de con-
dado tenían que estar compuestos tanto de delegados de la ciudad como de
los de los soviets rurales del condado (Syezdy Sovetov RSFSR v Postanovleniya¡
[1939], p. 149).
1• El oblast era una etapa de la organización optativa y no universal
(Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 9, art. 1019).
17 Lenin, Sochineniya, xxii, 645.
11 Ibid., xxii, p. 11.
La Constitución de la RSFSR 149

Asuntos Interiores intentó definir con un decreto el lugar correspon-


diente a los soviets locales en el nuevo régimen:
Localmente los soviets son los órganos de la administración, los órganos
del poder local; tienen que tener bajo su control todas las instituciones de
carácter administrativo, económico financiero y cultural-educativo ...
Cada una de estas organizaciones, hasta la más ínfima, es plenamente autó-
noma en cuestiones de carácter local, pero regula su actividad de acuerdo con
los decretos generales y las resoluciones del poder central y de las organizaciones
soviéticas más amplias en cuya composición entra. Se crea as{ un organismo
coherente de la república de soviets uniforme en todas sus partes••.

Pero era más fácil en estas primeras semanas de la Revolución


publicar decretos que asegurar su observancia. En la primera mitad
del año 1918, mientras se estaba elaborando la constitución de la
RSFSR, había señales manifiestas por toda Rusia de una crisis ge-
neral y una grave dispersión de la autoridad. El mismo Lenin pudo
haber pretendido aclarar lo que sucedía «cuando algún soviet local
establece una República independiente», pues llamó a esto «enfer-
medad de crecimiento» y «fenómeno completamente natural de la
transición de la Rusia zarista a la Rusia de las organizaciones sovié-
ticas unidas» 20 • No era posible ignorar seriamente la necesidad de
restaurar alguna especie de autoridad central eficaz, si el país quería
sobrevivir a las dificultades que se agolpaban sobre él por todos
lados.
Las condiciones del momento favorecían, por tanto, a los que
en la comisión del proyecto defendían la causa de la centralización.
El debate inicial se abrió con la cuestión de si comenzar por definir
los poderes de los soviets locales o los de los organismos centrales.
Se dice que Stalin desvió la discusión -no se sabe bien de qué
modo- invocando el principio federal 21 • Hay una antítesis verbal
significativa entre el artículo 10 y el artículo 12 de la Constitución
ya redactada y acabada que puede reflejar lo agudo de la discusión.
Según uno, «toda la autoridad dentro del territorio de la RSFSR
pertenece a la población trabajadora por entero, organizada en so-
viets urbanos y rurales»; según el otro, «la suprema autoridad en
la RSFSR reside en el Congreso de los Soviets de toda Rusia y, en
el intervalo entre los congresos, en el VTsIK». Sin embargo, la mis-
ma antítesis formal existente entre que la autoridad emane de abajo
v se ejerza desde arriba está implícita en toda constitución que pre-
" Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 12, art. 79.
20 Lenin, Sochineniya, xxiii, 19.
21 G. S. Gurvich, Istoriya Sovetskoi Konstitutsii (1923), pp. 22-5.
150 Capítulo 6

tenda basarse en una soberanía popular, y el texto de la Constitu-


ción no dejaba lugar a dudas. De acuerdo con las instrucciones del
tercer Congreso de Soviets de toda Rusia, las cuestiones locales te-
nían que ser decididas únicamente por los soviets locales pero co-
rrespondía a las autoridades centrales el control de la ejecución de
«los principios fundamentales de la federación», así como «las cues-
tiones de importancia nacional». El modo como se plasmó esta dis-
posición en el texto final fue decisivo. Se compuso una enumeración
larga e inclusiva de diecisiete «cuestiones de importancia» que caían
dentro de la competencia del Congreso de Soviets de toda Rusia
v del VTsIK», de tal modo que era más ilustrativa que exhaustiva,
e iba seguida por una cláusula muy cauta que indicaba que «además
de las cuestiones antes mencionadas el Congreso de Soviets de toda
Rusia y el VTsIK tenían poder de decisión en cualquier otra cued-
tión que ellos estimasen pertenecer a su jurisdicción» 22 • Esta cláusu-
la era lo que más se parecía dentro de la Constitución a una asigna-
ción de poderes residuales.
Un capítulo posterior de la Constitución definía en términos ge-
nerales las tareas de los soviets locales y de los congresos de soviet3
regionales, provinciales, de condado y de distrito, con sus comités
ejecutivos. Eran éstos:

a) El llevar a cumplimiento todas las resoluciones de los correspondientes


organismos superiores del poder soviético;

22 Según G. S. Gurvich en Istoriya Sovetskoi Konstitutsii (1923), p. 76,


«el carácter meramente ilustrativo y secundario de la enumeración fue plena-
mente reconocido por sus autores». La enumeración fue redactada en términos
que no aspiraban a precisar su significado legal; correspondía a las autoridades
centrales el establecer «los principios generales» de la política agraria y de
la educación, los «fundamentos» del sistema judicial y «las leyes fundamentales»
laborales y de ciudadanía. Para los comentaristas occidentales la dificultad es-
triba en que intentan encajar estas disposiciones en un marco de ideas que
les es totalmente extraño. El quid de la cuestión se ha puntualizado muy bien
en un estudio inglés sobre el gobierno local de Moscú: «Los principios generales
que pueden aplicarse a todas las autoridades gubernativas de la Unión Sovié-
tica es que no hay ninguna limitación específica impuesta a su autoridad. No
hay nada que corresponda a la doctrina inglesa de ultra vires, ni hay ninguna
autorización expresa de alguna promulgación legal o cuerpo soberano que sea
necesaria para permitir su actuación. Por otro lado, todo soviet o cualquier
otro organismo, está sujeto al control de inspección de las autoridades supe-
riores y no hay autonomía total en cualquier esfera que sea... El soviet de
la ciudad tiene poderes mucho más amplios que cualquier municipalidad in-
glesa, pero al mismo tiempo, no posee una autonomía absoluta ni ninguna fa-
cultad discrecional sin trabas comparado con cualquiera de éstas» (E. D. Simon,
etcétera, Moscow in the Making [1937], p. 36).
La Constitución de la RSFSR 151
b) el tomar todas las medidas para mejorar el territorio en cuesti6n, cul-
tural y económicamente;
e) la resolución de todas las cuestiones que tengan un significado pura-
mente local;
d) la unificación de toda la actividad del Soviet dentro del territorio en
cuestión.

El efecto de esta última disposición fue alentar a los soviets a


absorber los organismos prerrevolucionarios del gobierno local y
a transformarse ellos mismos en organismos de gobierno local del
tipo normal. El capítulo referente a presupuesto contribuyó, al de-
batirse, al mismo resultado; este capítulo era objeto de controversia
entre los comisarios del pueblo de Asuntos Interiores y de Hacien-
da. Un decreto, aprobado mientras la comisión del proyecto estaba
trabajando, prohibió a los soviets locales recaudar tributos de los
organismos locales de los comisariados centrales que sirviesen a las
necesidades generales del estado 23. La Constitución reconocía a los
soviets locales el derecho a imponer impuestos y recaudaciones ex-
clusivamente para las necesidades de la economía local. Pero todos
los ingresos y las salidas locales tenían que pasar bajo control cen-
tral directo o indirecto, puesto que los presupuestos de los soviets
menores eran revisados por los soviets provinciales o regionales
o por sus comités ejecutivos, los de los soviets de la ciudad, de la
provincia o de la región por el Congreso de Soviets de toda
Rusia o por el VTsIK. De este modo el gobierno central disfrutaba
de un monopolio de las finanzas, y la concesión de créditos y subsi-
dios era un medio poderoso de mantener a los soviets locales bajo
la autoridad supervisora del Comisariado del Pueblo para Asuntos
Interiores 24•
De este modo los soviets quedaron firmemente asentados en su
" Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 31, art. 408.
" De esto da testimonio explícito un escritor oficial en Piat Let Vlasti
Sovetov (1922), p. 262. La información sobre la labor real de los soviets locales
y de los congresos de soviets es escasa en lo que respecta a los primeros años
de la Revolución. La mejor fuente es la obra de M. Vladimirski, Sovety, Ispol-
komy i Syezdy Sovetov (i, 1920, ii, 1921), basada en el material del Comisariado
del Pueblo de Asuntos Exteriores. En ella se nos hace ver que los congresos
de soviets provinciales y de condado, junto con sus comités ejecutivos, se re-
unían regularmente y funcionaban de acuerdo con el modo previsto en la
Constitución, aunque con algunas irregularidades de composición y de proce--
dimiendo, pero que los congresos de soviets regionales y de distrito (el grado
superior y el inferior respectivamente) estaban ya cayendo en desuso. Dicho
de otro modo, la experiencia práctica llevó a aligerar rápidamente la engorrosa
y pesada estructura constitucional despojándola de sus tentáculos superfluos.
Poco se sabe de los soviets de «aldea» locales. Parece que puede encontrarse
152 Capítulo 6

sitio dentro de la estructura constitucional. Por un lado constituían


la fuente formal de autoridad y eran los colegios electorales por los
que, a través de varias etapas intermedias, eran elegidos los delega-
dos para el supremo Congreso de Soviets de toda Rusia. Por otro
lado, eran organismos de gobierno local que gozaban de una amplia
medida de iniciativa local, pero sujetos en todas sus funciones a un
último control a través de los mismos niveles intermedios de auto-
ridad, control que ejercían los organismos del gobierno central. Este
segundo aspecto, que era nuevo, causó al principio no pocas com-
plicaciones. En junio de 1918, la interpretación del lema «todo el
poder a los soviets», como significando «todo el poder a los soviets
locales» fue denunciado por un comentarista con autoridad como
«dañino» y «cosa del pasado» 25 • Sin embargo, la indisciplina de los
soviets locales murió con dificultad. Seis meses más tarde era aún
necesario exhortarles a ejecutar sin demora y con estricta precisión
todas las decisiones y órdenes de las autoridades centrales» 26•
La tercera cuestión -contraposición entre el estado federal y el
unitario-- no fue suscitada explícitamente en los debates sobre la
Constitución pero estaba implícita en las discusiones sobre la inter-
pretación que había de darse al término «federal» en el título de
la RSFSR. Las palabras «federal» y «federación», aunque tenían un
significado preciso en la ley constitucional, políticamente eran de
un color neutral. En la Revolución Americana los federales eran los
que defendían la unión y representaban una autoridad central fuer-
te; en la Revolución Francesa los girondinos fueron los que defen-
dieron la dispersión de la autoridad e hicieron frente a la política
de centralización de los jacobinos rr. La tradición de la Revolución
Francesa era la que había influido en las ideas socialistas de federa-
ción del siglo XIX. En su alocución de 1850 a la Liga Comunista,
Marx había escrito que en tanto que los demócratas burgueses ale-
manes apoyaban la federación y trataban de debilitar el poder cen-
más informaci6n en una obra posterior, Sovety v Epo;u Voennogo Kommuniz111a,
ed. V. P. Antonov-Saratovski de la que no he podido disponer.
25 Sovetskoe Pravo, núm. 3 (9), 1924, p. 29.
" Resoluci6n del Consejo de Defensa de Obreros y Campesinos citada
en R. Labry, Une Legislation Communiste (1920), p. 22.
21 Staatseinheit und Foderalismus im alten Frankreich und in der Revolu-
tion (1928), de H. Hintze, constituye una bien estudiada exposici6n del con-
flicto desarrollado entre «federalismo» y el concepto de «naci6n una e indivi-
sible» en las sucesivas etapas de la Revoluci6n Francesa; la victoria de la
centralizaci6n no se debi6 a preferencias ideol6gicas sino a presiones militares
y económicas, y los paralelos interesantes con la Revoluci6n Rusa surgen por
si mismos.
La Constitución de la RSFSR 153
tral fortaleciendo la independencia de las regiones, «los obreros tie-
nen que hacer uso de su influencia no solamente en pro de una
república alemana única e indivisible, sino en pro de una decisiva
centralización de la fuerza, dentro de la república, en manos del poder
estatal» 28 • Engels, muy al final de su vida, atacando el sistema de los
«estados insignificantes» bajo las constituciones federales de Ale-
mania y de Suiza, sostenía que «el proletariado no puede emplear
más que la forma de una república una e indivisible» 29 • Por otro
lado, Proudhon y los anarquistas, al invocar el otro aspecto de la
tradición revolucionaria francesa, empleaban libremente las palabras
«federal» y «federación», sin precisión constitucional pero con un
fuerte sabor de aprobación emotiva, para indicar una asociación
voluntaria y flexible de unidades locales, la antítesis del fuerte es-
tado centralizado. La situación se complicaba por el hecho de que
los comuneros de 1871, que habían sido en su mayor parte más
proudhonianos que marxistas, habían considerado la «federación»
como la forma esencial de unión entre comunas libres y habían sido
conocidos popularmente como les fe&erés; y además se daba el caso
de que ellos también habían recibido las bendiciones de Marx:
La comuna había de ser la forma política del pueblo más pequeño... Las
comunas rurales de cada distrito habían de administrar sus asuntos comunes
por medio de una asamblea de delegados reunida en la ciudad central y estas
asambleas de distrito tenían que enviar diputados a la «delegación nacional»
de París... Las pocas pero importantes funciones que restarían al gobierno
central tenían que dejarse en manos de funcionarios comunales, es decir, estric-
tamente responsables.

Este proyecto, que sirvió como prototipo a los soviets rusos,


encajaba suficientemente con la concepción de autogobierno local y
de democracia directa como antídoto de un poder ejecutivo buro-
crático y tiránico. Pero el concepto dejaba ver claramente que Marx
pensaba aquí en términos de desaparición del estado. La cuestión
no era dividir una gran nación en una federación de pequeños esta-
dos como lo habían soñado Montesquieu y los girondinos, sino que,
por el contrario, la unidad de la nación tenía que convertirse en una
realidad por medio de la destrucción del poder estatal 30 •
Las objeciones marxistas al federalismo fueron heredadas por
Lenin y los bolcheviques y reforzadas por la larga lucha con el Bund
judío que, siguiendo el precedente de la democracia social austríaca,
21 Marx y Engels, Sochineniya, viii, 487.
" lbid., xvi, ii, 109-10.
30 Marx y Engels, Sochineniya, xiii, ii, 314.
154 Capítulo 6

quería introducir el principio federal en la organizaci6n del partido.


Incluso más tarde, cuando se habían superado los prejuicios contra
la idea de una constitución federal como forma de estado, los bol-
cheviques no dejaron de insistir en un partido comunista unitario y
centralizado. Pero al comienzo las objeciones al federalismo fueron
sostenidas tan rígidamente con respecto al estado como con respec-
to a la organizaci6n del partido. En 1903 los socialdem6cratas ar-
menios fueron reprobados por Lenín por defender una república
rusa federal 31 • En 1913 Lenin advirtió que «los marxistas son, en
efecto, hostiles a la federación y a la descentralización» (evidente--
mente no establecía una distinción clara entre ambas cosas) por
causa de que «el capitalismo, para su desarrollo, exige estados tan
grandes y tan fuertemente centralizados como sea posible» 32 , y en
una carta del mismo año se declaró contra «la federaci6n como prin.
cipio», añadiendo que «debilita los lazos económicos y es una forma
inadecuada para un estado único» 33. El argumento no era constitu-
cional pero sí práctico. Federación significaba descentralización; y el
estado unitario era ensalzado como instrumento de la centralizaci6n.
Sin embargo, lo mismo que otros principios políticos, la oposi-
ción al federalismo no fue nunca para Lenin una regla absoluta.
Tenía, por ejemplo, que ser sopesada frente al principio de la auto-
determinación nacional.
Estamos incondicionalmente -siendo iguales las demás condidones- a fa-
vor de la centralización y contra el ideal burgués de las relaciones federales
(escribía Lenin en diciembre de 1914). Sin embargo, aún en este caso... no
es de nuestra incumbencia ni de la de los demócratas (ni que decir tiene de
los socialistas), ayudar a los Romanov-Bobrinski-Purishkevich a estrangular a
Ucrania, etc. 3'

La tradición del partido continuó, no obstante, pesando fuerte-


mente en contra del federalismo. Stalin, en un artículo de marzo de
1917, titulado Contra el federalismo, la combatía y declaraba que
en todas partes se tendía a la centralización.
¿Está bien claro (concluía) que el federalismo no puede resolver en Rusia
la cuestión nacional, que simplemente la confunde y la complica con ambiciones
quijotescas que hacen retroceder la rueda de la historia?"
31Lenin, Sochineniya, v, 224-3.
32I bid., xvii, 154.
33 Ibid., xvii, 90.
3' lbid., cviii, 82.
35 Stalin, Sochineniya, iii, 27; Stalin se desdijo después de esta opinión
(ibid., iii, 28-31).
La Constitución de la RSFSR 155

La ortodoxia del partido fue modificada únicamente por la vic-


toria de la Revolución. En primer lugar, el sistema del Soviet que
suponía seguir el precedente de la Comuna de París, basada decla-
radamente en la organización voluntaria de órganos locales para
constituir una autoridad central, era la verdadera esencia de lo que
los escritores socialistas del siglo XIX entendían por federalismo. En
segundo lugar, la federación era el único concepto político que po-
día ser invocado para satisfacer las aspiraciones de las naciones que
antes dependían del imperio zarista y retenerlas al mismo tiempo
dentro del marco soviético; desde el momento en que se proclamó
el derecho a la autodeterminación nacional, el federalismo se con-
virtió en un corolario indispensable, o un antídoto. La crisis coinci-
dió con la publicación de El Estado y la Revolución de Lenin, escrito
en vísperas de la Revolución de Octubre. Engels, ante la crítica hecha
al programa de Erfurt, en el que él se había declarado tan claramen-
te a favor de una república única e indivisible, había sin embargo
admitido que «en Inglaterra, donde cuatro naciones viven en dos
islas», la federación sería «un paso hacia adelante». Y Lenin, al ci-
tar este pasaje, calificaba la federación de «una excepción y un obs-
táculo para el desarrollo» que, sin embargo, puede significar «un
paso hacia adelante» en ciertas condiciones especiales. Y «entre es-
tas condiciones especiales la cuestión nacional parece la más impor-
tante» 36• Sin embargo, el examen que seguía mostró claramente que
la cuestión del estado federal o unitario era aún para Lenin una
cuestión no de forma constitucional, sino de centralización o descen-
tralización del poder; y es significativo que esta transformación idó-
nea en federación apareciese en una obra en la que se ocupaba am-
pliamente de la desaparición del estado.
Tal era el trasfondo de los aspectos federales de la elaboración
de la Constitución soviética. La Declaración de los Derechos del
Pueblo Trabajador y Explotado, compuesta por el VTsIK y presen-
tada a modo de ultimátum a la Asamblea Constituyente, proclamaba
a la República Soviética Rusa como «una federación de repúblicas
soviéticas nacionales»; y, después de la disolución de la Asamblea
Constituyente, el tercer Congreso de los Soviets de toda Rusia or-
denó al VTsIK que trazase «los principios fundamentales de la
Constitución de la República Federal Rusa». Sin duda que el uso
del término se debía en parte a su atractivo popular; incluso alentó
ilusiones sindicalistas de una «federación de organizaciones socio-
36 Lenin, Socbineniya, xxi, 419.
156 Capítulo 6

económiacs» 37• Sin embargo, la postura quedó clara gracias a una


declaración de Stalin publicada en Pravda del 3 de abril de 1918,
mientras la comisión del proyecto estaba funcionando. La federación
soviética no representaba como las federaciones suizas o americanas
una unión de territorios divididos únicamente por su contorno geo-
gráfico o por accidente histórico; era «una unión de territorios, his-
tóricamente diversos, diferenciados por un especial modo de vida
v por su composición nacional». Además, mientras la federación
burguesa era «una etapa de transición desde la independencia a la
unificación imperialista», la federación soviética representaba una
transición que había de llevarse a cabo, que había de quedar termi-
nada «con el transcurso del tiempo», desde la «unificación forzada»
sufrida bajo los zares a la «unión voluntaria y fraternal de las masas
trabajadoras de todas las naciones y pueblos de Rusia». La meta
final era «el futuro unitarismo socialista» 38 • La comisión del pro-
yecto aprobó una resolución en términos similares, como base de su
trabajo, inspirada en la moción de Stalin 39 • Lo que se percibía cla.
ramente era que la idea de federación no constituía un bien en sí
misma (lo que hubiera sido una variación demasiado grande con res-
pecto a las doctrinas establecidas por el partido), sino una etapa de
transición conveniente hacia algo mejor, que era necesaria por las
condiciones particulares que la cuestión nacional presentaba en Ru-
sia. Esta idea fue confirmada por el programa del partido aprobado
un año después, que definía «una unión federal de estados orga-
nizada por el modelo soviético» como «una de las formas de tran-
sición para llevar a cabo la unidad» 40 •
Estas vacilaciones y fluctuaciones se reflejaron en el hecho cu-
rioso de que, mientras se hacía referencia libremente a la RSFSR
como una federación y la palabra federal aparecía en su epíteto y
en los capítulos iniciales de la Constitución dedicados a los princi-
pios generales, no aparecía sin embargo en ningún lugar del cuerpo
mismo de la Constitución. La extensión y la composición de la fe-
deración, así como su mecanismo constitucional, no eran definidos.
Esto se explica fácilmente por las precarias condiciones en que la
Constitución fue redactada. En la primavera y en el comienzo del
verano de 1918 los ejércitos alemanes habían ocupado las antiguas
provincias bálticas, la mayor parte de Rusia Blanca y toda Ucrania
37 Véase anteriormente pp. 145-46.
• Stalin, Sochineniya, iv, 66-73 .
., lbitl., iv, 79-80; la redacci6n original de Stalin se conserva en lnstoriya
Sovetskoi Konstitutsii (1923), de G. S. Gurvich, pp. 147-8.
.., VKP(B) v Re%olutsiyai (1941), i, 287.
La Constitución de la RSFSR 157
y habían penetrado incluso en el norte del Cáucaso y en Transcau-
casia, donde Bakú resistía, como un islote solitario del poder bolche-
vique. Un Turquestán bolchevique existía, pero aislado de toda comu-
nicación con Europa. Siberia, donde parecía en un momento dado que
la autoridad bolchevique había de consolidarse lentamente, fue com-
pletamente cortada de comunicaciones tras la rebelión de las legio-
nes checas en mayo de 1918, lo cual dio lugar también a la forma-
ción de un gobierno antibolchevique en el Volga. En estas circuns-
tancias, casi todo en la Constitución tenía que tener el carácter de
_provisionalidad. La Declaración de los Derechos del Pueblo Traba-
jador y Explotado había dejado,
en manos de los obreros y campesinos de cada nacionalidad, el derecho a
tomar una decisión independiente, si lo deseaban, en su propio congreso pleni-
potenciario de soviets y, si así lo hacían, el derecho a decidir en qué términos
habían de participar en el gobierno federal y en las demás instituciones so-
viéticas.

El acuerdo del tercer Congreso de Soviets de toda Rusia sobre


el proyecto de constitución estipulaba que «el orden de participa-
ción de las repúblicas individuales y de las regiones separadas en
el gobierno federal, se determinaría cuando las repúblicas y las re-
giones quedasen constituidas. Pero eso no había ocurrido todavía y
una constitución no puede fabricarse adecuadamente para una fe-
deración de unidades indeterminadas o no existentes. Lo que de
hecho se creó en 1918 fue una república rusa de extensión territo-
rial indefinida. Se hizo sitio en el precepto general de la Constitución
para incorporar en ella a las «regiones autónomas» y se estableció
en su artículo 11 que los organismos superiores de una región autó-
noma, su congreso de soviets y su comité ejecutivo tendrían el
mismo rango y el mismo estado legal que el congreso de los So-
viets regionales y el comité ejecutivo de cualquier otra región, rusa
o no rusa, de la RSFSR. En otras palabras, «federación» fue con-
siderada en la Constitución, lo mismo que en los primeros escritos
de Lenin y Stalin, como el equivalente a descentralización. Era una
cuestión de organización administrativa más que del carácter esen-
cial de la Constitución. El acuerdo que el partido tomó en 1913
sobre la cuestión nacional no había sabido distinguir entre «amplia
autonomía regional» y «autogobierno local democrático» 41 ; la iden-
tidad de ambas cosas seguía siendo el supuesto del pensamiento bol-
chevique. La Constitución de 1918 no contenía rastro alguno dei
•• VKP(B) v Rezolutsiya; (1941), i, 211.
1'8 Capitulo 6

mecanismo específicamente federal en tanto que distinto de la divi-


sión de poderes entre órganos de gobierno central y local. Estos
arreglos pudieron muy bien estar destinados a asegurar un grado ra-
zonable de autogobierno local a los grupos nacionales sin poner en
peligro la unidad esencial de la RSFSR, pero no eran federales en un
sentido constitucional.

Esta cuestión del carácter federal de la Constitución de la RSFSR


ilustra la naturaleza del abismo existente entre las teorías que lo
sustentaban y las que inspiraban las constituciones de los estados
burgueses o federaciones. La misma noción de un acto constitucio-
nal implicaba, en el pensamiento occidental, una ley a la que el es-
tado mismo estaba sujeto; esta concepción era incompatible con una
doctrina que miraba a la ley como una creación del estado. La ma-
yor parte de las constituciones del mundo occidental están basadas
en la asunción de que el poder del estado es algo que requiere ser
limitado y circunscrito por un estatuto legal, para impedir el abuso.
Las constituciones fueron arrancadas por la fuerza a monarcas recal-
citrantes; las federaciones se formaron por medio de unidades deter-
minadas y establecidas para conseguir que las intrusiones dentro de
su autoridad, por parte del gobierno federal, fueran las menos posi-
bles. En las constituciones burguesas estas limitaciones podían en
realidad tener algún valor, puesto que concedían a los obreros una
cierta protección contra el estado burgués, pero estos compromisos no
tenían lugar en la Constitución soviética, que, según las palabras de
Stalin, «nació no como el resultado de una negociación con la bur-
guesía, sino como el resultado de una revolución victoriosa» 42 • Era
la expresión, no de un equilibrio o ajuste entre fuerzas en conflicto,
sino de la dictadura del proletariado. El carácter absoluto de la teo-
ría bolchevique se representa en la frase «la autocracia del pueblo»
-una especie de parodia sobre el epíteto de «autócrata» ( samo-
derzhavets) aplicado al zar-, frase que figuraba en lugar promi-
nente en el programa del partido de 1903 y que era popular en sus
círculos. Cada estado y cada gobierno eran instrumento de la su-
premacía de una clase dominante. La dictadura del proletariado,
como toda otra forma de estado era, según frase de Lenin, «una
clase especial de tranca», nada más: su propósito era vencer y aplas-
tar a las clases explotadoras y de ello se sigue que los poderes con-
feridos a este estado por la Constitución eran en esencia ilimitadoc;,
indivisibles y absolutos.

cr Stalin, Socbineniya, vii, 70.


La Constitución de la RSFSR 159

De este punto de vista se deduce que la Constitución soviética


no implicaba reconocimiento alguno de «garantías constitucionales»
o derechos de los ciudadanos individuales frente al estado. La De-
claración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado no
era una declaración de derechos en el sentido convencional, sino la
proclamación de una política social y económica. Esto era perfecta-
mente lógico. El marxismo rechazaba la idea burguesa de que la
libertad del individuo pudiese ser garantizada por la no interven-
ción del estado en sus actividades; pero tal libertad, en términos
de clase dominante, se convertía en una cosa formal e inútil. Era ne-
cesario dotar de libertad a la acción positiva de los obreros. Así,
bajo la constitución de la RSFSR, quedaba asegurada la libertad de
conciencia de los obreros gracias a la separación de la iglesia y d
estado y de la escuela y la iglesia; la libertad de opinión, aseguran-
do a los obreros «todos los medios técnicos y materiales para la
publicación de periódicos, folletos, libros y cualquier otro impreso»
v para su distribución por todo el país; libertad de reunión, ponien-
do a disposición de los obreros «todos los locales adecuados para cele-
brar mítines populares con mterial, luz y calor»; de acceso al saber,
por medio de una «educación completa universal y gratuita». La
libertad del trabajador había de ser asegurada, no contra el estado,
sino por medio de la acción del estado. Y lo que la Constitución
le proporcionaba era la promesa y la garantía de esta acción. La no-
ción de una antítesis entre individuo y estado era la suposición na-
tural de una sociedad clasista, pero el interés del obrero individual
era el interés de la clase obrera en su totalidad y hubiera sido ilógi-
co e incongruente colocarlo en oposición al estado de los obreros.
De todo ello se derivó también el que la Constitución no reco-
nociese ninguna igualdad formal de derechos. En Rusia no existía
tal tradición en la práctica constitucional, pues los súbditos del zar
habían estado divididos en cinco «jerarquías» legalmente estableci-
das que gozaban de un estatuto legal diferente 43 • Estas distinciones
se abolieron por un decreto del 10-23 de noviembre de 1917 y se
creó una única categoría legal de ciudadano 44 • Pero mientras exis-
tieron de hecho clases económicas, la igualdad entre los miembros

" Estas «jerarquías» (la palabra rusa soslovie no puede traducirse adecua-
damente por «casta», «clase» o «gremio», pues participa del carácter de las tres)
eran: 1) «nobleza» o «clase acomodada»; 2) clero; .3) comerciantes; 4) pequeña
burguesía (tenderos, empleados, artesanos); 5) elemento campesino, que incluía
a todos los que trabajaban como obreros no especializados en poblaciones y
fábricas. El proletariado urbano como tal carecía de existencia legal.
.. Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm . .3, art . .31.
160 Capítulo 6

individuales de clases desiguales, tal como la reconocían las consti-


tuciones democrático-burguesas, siguió siendo, según la doctrina bol-
chevique, esencialmente irreal. La igualdad entre individuos sólo
puede llegar a ser verdadera en las sociedades sin clases, es decir, no
clasistas. El propósito de la dictadura del proletariado no era esta-
blecer la igualdad esencial entre los miembros individuales de la
burguesía y de las clases trabajadoras sino destruir la burguesía como
clase. Los Soviets, que eran la encarnación de esta dictadura, fueron
los órganos de clase de los obreros y campesinos. Solamente los obre-
ros y campesinos eran enrolados en el Ejército Rojo. Los derechos
que acordaba la Constitución fueron así concedidos lógicamente a
«los trabajadores», «la clase obrera y los campesinos pobres» -y
solamente a ellos-. La declaración de principios generales justificaba
de modo expreso esta discriminación:
Por el interés general de la clase obrera, la RSFSR priva a los individuos
o grupos separados de todos los privilegios que puedan detentar para utili-
zarlos en detrimento de la revolución socialista.

De aquí que no se concediese validez a principios de la demo-


cracia burguesa tales como «un hombre, un voto» y que el sufragio
«deje de ser un derecho y se transforme en una función social de
los electores» 45 • La Constitución de la RSFSR excluía del sufragio
«a los que emplean a otros por mor de su provecho», «a los qu.!
viven de rentas que no se originan de su propio trabajo», «a los
negociantes privados» y «a los monjes y sacerdotes», lo mismo que
a los criminales y a los imbéciles. La decisión de no excluir del su-
fragio a los profesionales y a los intelectuales fue muy combatida
pero se inspiraba, como observa un comentador, «no en considera-
ciones de la llamada justicia social, y aún menos por motivos senti-
mentales», sino en consideraciones de utilidad práctica 46 • El sufra-
gio discriminatorio permaneció vigente hasta 1936.
Un ejemplo más complicado de discriminación lo constituía la
diferencia entre la reglamentación de la votación en las poblaciones
y en el campo en lo que al Congreso de Soviets de toda Rusia se
refiere. En las ciudades el número de delegados para el Congreso
se fijaba en uno por cada 25.000 electares, y en el campo en uno por
., G. S. Gurvich, Istoriya Sovetskoi Konstitutsii (1923), p. 46.
.. Ibid., p. 47. Uno de los primeros proyectos disponía un sistema de
votación por curiae según el cual los votos de los obreros y los campesinos se
aumentarían de valor con respecto a los de los artesanos, empleados del go-
bierno, científicos, artistas y especialistas, pero se prescindió de este refina-
miento en la versión final (ibid., pp. 161-2).
La Consútuci6n de la RSFSR 161

cada 125.000 habitantes. La diferencia tiene su origen histórico. El


Congreso de Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos,
que era el órgano de la RSFSR, era el resultado de una amalgama
del Congreso de Soviets de Diputados de Campesinos de toda Rusia
con el Congreso de Soviets de Diputados de Obreros y Soldados de
toda Rusia, que tuvo lugar cuando se llegó al acuerdo entre los bol-
cheviques y la izquierda escrita en noviembre de 1917. Era, por tan-
to, natural que los soviets de la ciudad y los rurales conservasen el
método de cómputo adecuado a sus condiciones y al que estaban acos-
tumbrados -los primeros por el número de trabajadores que perte-
necían al Soviet y los últimos por el número de habitantes del área
cubierta-. La única dificultad estribaba en fijar la proporción entre
ellos, cosa que se logró de hecho conservando la cifra de un delegado
por 25 .000 electores aprobada por los organizadores del primer Con-
greso de Soviets de Diputados de Obreros y Soldados, en junio de
1917 47 , y elevando el número de un delegado por cada 150 .000 ha-
bitan tes, que se empleó en el Congreso de Soviets de Diputados de
Campesinos, al número de uno por 125.000. La proporción de uno
a cinco así determinada fue defendida por Steklov en la sesión del
VTsIK que aprobó la Constitución, no dando preferencia a las po.
blaciones y haciendo que su representación fuese casi igual a la del
campo•. El argumento era insostenible 49 y no fue sustentado por
ningún otro portavoz del Soviet. Lenin habló de «la desigualdad de
los obreros y los campesinos» en la Constitución y la justificó por
tener su origen en la historia de los soviets 50• El programa del par-
tido aprobado en 1919 advertía expresamente que «nuestra Consti-
tución soviética» reflejaba el papel rector del obrero urbano en la
Revolución, conservando una cierta preferencia a favor del proleta-
riado industrial frente a las masas pequeño-burguesas más dispersas
., Pervi Vserossiiski Syezd Sovetov (1930), i, xxiii-iv.
.. Piati Vserossiiski Syezd Sovetov (1918), p. 193.
., Puesto que el 51 por 100 de la población estaba constituida por adultos
mayores de veinte años, la proporci6n correcta de «electores» a «habitantes»
hubiera sido prima facie de uno a dos, y esa fue la adoptada para las elec-
ciones a la Asamblea Constituyente asignando puestos a los grupos electorales
civiles sobre la base de la poblaci6n y a los grupos electorales del ejército y de la
armada basándose en el número de electores (Proekt Polozheniya o Viborai
v Uchreditelnoe Sobranie [1917], ii, 33-6). Incluso aceptando el grado indicado
por Steklov de que el porcentaje de adultos era más alto en las ciudades que
en el campo, la proporci6n aritméticamente correcta no podía haber sido menor
de dos a cinco. A la Delegación Laborista Británica de 1920 se le dijo que era
de uno a tres (British Labour. Delegatión to Russia, 1920: Report [1920],
p. 128).
'° Lenin, Sochineniya, xxiv, 146.
Carr, t. 1, 11
162 Capítulo 6

en el país» 51 • Esas cuestiones hay que considerarlas siempre desde


un punto de vista empírico y no de un modo formal o de equidad
abstracta. La conciencia de clase de los obreros urbanos, mucho más
desarrollada y, en consecuencia, de mayor eficacia en la lucha contra
la burguesía, les autoriz6 a ostentar un derecho político de prefe-
rencia en el estado revolucionario.
El carácter absoluto del poder estatal significaba que este poder
no era ilimitado sino indivisible. Marx, en uno de sus primeros tra-
bajos, definía la doctrina constitucional familiar de la «separació!1
de poderes» como el producto de una época en la que «el poder
real, la aristocracia y la burguesía están luchando para la suprema-
cía», y así la elevan a «ley eterna» 52 • Más tarde describi6 el coup
d'état de Luis Bonaparte del 2 de diciembre de 1851 como «una
victoria del poder ejecutivo sobre el legislativo» en el sentido de
que era la victoria de un grupo dominante sobre el órgano repre-
sentativo de la burguesía en conjunto 53 • Pero estas distinciones ha-
bían de ser barridas en una revoluci6n socialista. Marx alab6 a la
Comuna de París porque había sido «no una corporación parlamen-
taria, sino de trabajo, que legislaba al mismo tiempo que ejecutaba
las leyes» 54 • Lenin consideraba la separaci6n del poder ejecutivo y
del legislativo como un carácter específico del parlamentarismo y su
fusi6n como un mérito esencial del sistema soviético 55 • Bajo la dic-
tadura del proletariado los 6rganos del poder estatal eran meramen-
te los diferentes instrumentos manejados por o en nombre de ]os
obreros para el logro de un mismo prop6sito. La cuesti6n fue ex-
puesta en su día, al proyectarse la Constituci6n, por el portavoz del
Comisariado de Justicia del Pueblo, Reisner:

La separación de los poderes en legislativo, ejecutivo y judicial... corres-


ponde a la estructura del estado burgués cuya tarea principal es el equilibrio
de las principales fuerzas políticas, a saber, las clases pudientes de un lado y
las masas trabajadoras de otro. Puesto que, por su misma naturaleza, es inevi-
table que se lleve a cabo un compromiso entre explotadores y explotados, el
estado burgués tiene que equilibrar y dividir el poder ...

" VKP(B) v Rezolutsiyaj (1941), i, 286.


52Karl Marx-Friedrich Engels: Historisch-Kritische Gesamtausgabe, primer
T0 , v, 36.
" Marx y Engels, Sochineniya, viii, 403.
.. lbid., xiii, ii, 314.
55 Lenin, Sochineniya, xxi, 258; xxii, 371. La misma idea aparece en el
programa del partido de 1919 en el que se califica la división entre poder legis-
lativo y ejecutivo como uno de «los aspectos negativos del parlamentarismo•>
(VKP(B) v Rezolutsiyaj [1941), i, 285).
La Constitución de la RSFSR 163
La República socialista rusa no tiene interés en dividir o equilibrar las
fuerzas políticas por la sencilla razón de que se basa en el dominio de una
fuerza política que lo abarca todo; es decir, el proletariado ruso y las masas
campesinas. Esta fuerza política está trabada en la realización de un único fin:
el establecimiento de un régimen socialista; y esta lucha heroica requiere unidad
y concentración de poder y no división".

Era, por consiguiente, lógico que la Constitución de la RSFSR no


reconociese la separación de las funciones legislativa y ejecutiva. La
consabida comparación del VTsIK con el parlamento y del Sovnar-
kom con el ministerio ignora la ausencia de toda distinción, tanto
en los términos como en la elaboración de la Constitución, entre la
función de los dos cuerpos que en ella eran a la vez legislativo y
ejecutivo; realmente, fue lógica la propuesta que se hizo durante
las discusiones sobre la Constitución en favor de la fusión de los
dos cuerpos 57 • Igualmente escasa era la justificación que podía ha-
llarse, en teoría constitucional, a un poder judicial separado e inde-
pendiente y a un poder ejecutivo en la misma forma. La Constitu-
ción de la RSFSR no tomaba ninguna disposición especial para el
ejercicio de la función judicial y el hecho de la organización y con-
trol director del poder judicial por el Comisariado de Justicia del
Pueblo marca claramente su insubordinación al poder ejecutivo 58 •
Todas las funciones del gobierno eran una sola que había de ejer-
cerse con un único propósito y por una autoridad única e indivisible.
Así, las definiciones que aparecieron en la Constitución sobre la
competencia del Congreso de Soviets de toda Rusia, el VTsIK y el
Sovnarkom respectivamente, representaban principalmente diferen-
cias no de función, sino de rango en la jerarquía. Las funciones del
Congreso de toda Rusia y del VTsIK fueron definidas conjunta-
mente en el artículo 49 de la Constitución sin ningún intento de
distinguirlas entre ellas. Se reservaron solamente dos funciones al
Congreso de toda Rusia con exclusión del VTsIK, según el artículo
51, y eran: «el establecer, suplementar y modificar los elementos
fundamentales de la Constitución soviética y la ratificación de los
tratados de paz». Pero como el artículo 49 había ya conferido al
56 Citado en: Bunyan y Fisher, The Bolshevik Revolution, 1917-1918 (Stan-
ford, 1934), p. 578.
" Fue originariamente hecha por Latsis en abril de 1918 (G. S. Gurvich,
Istoriyfl SotJetsk<>i Konstitutsii [1923], p. 73) y repetida por Osinsky en el
octavo congreso del partido de 1919 (Vosmoi Sye:d RKP(B) [1933], p. 197).
•• Reisner observaba, en el informe ya citado, que la independencia de
los jueces en los estados burgueses no sirve más que para hacerlos «defensores
más acérrimos y más intolerantes de la clase dominante» (Bunyan y Fisher,
The Bolshevik Revolution, 1917-1918 [Stanford, 1934], p. 578).
164 Capítulo 6

VTsIK el poder para tratar de «la confirmación, modificación y su-


plementación de la Constitución», la primera de estas excepciones
parecía haber dado entrada a la cuestión delicada de qué partes de
la «ley fundamental» del RSFSR eran «elementos fundamentales»
y cuales no. La excepción hecha en cuanto a la ratificación de los
tratados siguió probablemente el precedente de marzo de 1918,
cuando se reunió un Congreso de Soviets de toda Rusia extra-
ordinario para ratificar el tratado de Brest-Litovsk. Pero, hablando
en propiedad, el resultado de la Constitución fue conferir al VTsIK
el ejercicio de todos los poderes, excepto cuando el enorme y engo-
rroso congreso soberano estaba constituido en sesión 59 •
Las fricciones menores entre el Congreso de toda Rusia y el
VTsIK reflejadas en estas minucias constitucionales fueron de poca
importancia comparadas con los celos más graves entre el VTsIK y
el Sovnarkom. Según un comentarista contemporáneo, la primera
mitad de 1918 fue «una época de fricción muy marcada entre las
instituciones centrales del estado, y especialmente entre el VTsIK
y el Sovnarkom» y «la relación mutua de esas dos instituciones su-
premas se movía, no sin alguna lucha interna, hacia el predominio
de facto del Sovnarkom en política interna y externa» 60 • Cuando el
Sovnarkom, por primera vez, se confirió a sí mismo poderes legis-
lativos por el decreto del 30 de octubre-12 de noviembre de 1917,
admitió dos salvedades: los poderes serían válidos solamente «des-
de ese momento hasta la convocatoria de la Asamblea Constituyen-
te»; y el VTsIK tenía derecho a «diferir, modificar o anular» toda ley
promulgada por el Sovnarkom 61 • Una semana después de la apro-
bación de este decreto, los eseritas empezaron a protestar en d
VTsIK contra la promulgación de decretos por parte del Sovnarkom
sin que hubieran sido previamente presentados al VTsIK. Después
de un debate en el que tanto Lenin como Trotski tomaron parte, se
aprobó una resolución que reconocía el derecho del Sovnarkom a
publicar decretos urgentes «sin previa discusión por parte del VTsIK,
acuerdo que fue aprobado por una escasa mayoría de 29 votos con-
tra 23 62 • Pero las mismas quejas siguieron repitiéndose en casi todas
" Sverdlov, en el quinto Congreso de Soviets de toda Rusia y refirién-
dose a la abolici6n de la pena de muerte decretada por el segundo Congreso,
Jleg6 hasta a argüir que el VTslK, por ser «el órgano supremo del poder en
el intervalo entre los congresos», podía no sólo revocar los decretos del congreso
sino también anularlos (Piati Vserossiiski Syezd Sovetov [1918], p. 49.
"° G. S. Gurvich, lstoriya Sovetskai Konstitutsii (1923), p. 67.
" Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 1 (2.ª ed.), art. 12.
•2 Protokoli Zasedani VTslK 2 Soziva (1918), pp. 28-32; Lenin, Sochine-
niya, xxii, 45-6; Trotski, Sochineniya, iii, ii, 106-8.
La Constitución de la RSFSR 16.5

las reuniones del VTsIK en noviembre-diciembre de 1917. Después,


la práctica fue gradualmente adquiriendo fuerza de hábito y la crisis
de las asambleas multitudinarias y la inclinación que de ello resul-
taba a una autoridad centralizada, que multiplicó el número de leyes
e intensificó la necesidad de una acción y decisión rápidas, contri-
buyó poderosamente en favor de los organismos menores. Pero la
usurpación de la autoridad por parte del Sovnarkom fue el agravio
de mayor importancia que resintió la izquierda eserita, e incluso al-
gunos bolcheviques, cuando fue promulgada la Constitución.
El texto de la Constitución, aunque reflejó esta disputa, no hizo
nada para solucionarla. Por el artículo 31, ignorando momentánea-
mente al Congreso de toda Rusia, instituyó al VTsIK como «el or-
ganismo supremo legislativo, administrativo y de control de la
RSFSR» y por el artículo 32 le dio «la dirección general del Go-
bierno de los Obreros y Campesinos y de todos los organismos
de éste a través del país». Según los artículos 37 y 38, el Sovnor-
kom «tenía la dirección general de los asuntos de la RSFSR» y
el poder de «publicar decretos, órdenes y disposiciones y tomar to-
das las medidas generales necesarias para asegurar una administra-
ción rápida y ordenada». Por los artículos 40 y 41 todas las decisio-
nes de «significado político en general» habían de ser sometidas al
VTsIK «para examen y ratificación» y el VTsIK ostentaba el dere-
cho de «anular o suspender» toda orden del Sovnarkom. Sin embar-
go, estas estipulaciones formales fueron mitigadas por una «nota»
que permitía que las «medidas de extrema urgencia» fuesen «pues-
tas en vigor únicamente por la autoridad del Sovnarkom». La Cons-
titución, por tanto, no cambió nada y dejó que las relaciones entre
los tres órganos principales del poder central se forjasen a la luz
de la experiencia. El peligro de un callejón sin salida, a que pare-
cían invitar los términos de la Constitución, fue eliminado por la
única autoridad que había detrás de ella: la autoridad del partido
imperante.
Un observador de las realidades políticas tan agudo como Lcnin
no podía dejar de percibir, en la concentración del poder en el cen-
tro, una amenaza al principio de la autoridad emanada «desde abajo»
v un incentivo a la endémica enfermedad de la burocracia. En la
Constitución se hizo un intento de conjurar el mal adscribiendo a
cada uno de los comisarios del pueblo un «collegium» de cinco per-
sonas, aparentemente en calidad de asesores profanos, que tenían el
derecho de apelar al Sovnarkom o al VTslK contra las decisiones
de los comisarios. Pero, aunque este arreglo se libró del descrédito
universal que alcanzó rápidamente a caer sobre el mismo sistema
166 Capítulo 6

aplicado a la dirección industrial, demostró su escaso sentido práctico.


Lenin no tuvo en realidad fe en estas salvaguardias, pues lo que él
creía era que la centralización de la autoridad llevaba en sí misma
su propio antídoto. El efecto de la fusión de las funciones legislati-
va y ejecutiva supondría la desaparición del administrador profesio-
nal en tanto que diferenciado y divorciado del legislador elegido.
Y la ventaja de la fusión sería «unir en las personas de los represen-
tantes electos del pueblo las funciones legislativa y ejecutiva --com-
binación que era la esencia de la «democracia directa» 63 • La revisión
del programa del partido de 1919, incluyó entre los «aspectos nega-
tivos del parlamentarismo» no solamente «la separación de los po-
deres legislativo y ejecutivo», sino también «el divorcio entre las
instituciones representativas y las masas». A Lenin le parecía que
los soviets encarnaban la noción de las masas de obreros y campe-
sinos legislando para sí mismos, tomando sus propias decisiones y
administrando sus propios asuntos; y esta pintura tan idealizada de
la «democracia directa» ayudó a enmascarar la tenaz y creciente rea-
lidad de un inmenso aumento, en el centro, del poder burocrático.
Pero en esto también la sanción final habría de corresponder al par-
tido cuya autoridad podía siempre ser invocada para remediar las
deficiencias constitucionales.
El trabajo práctico de elaboración de una Constitución depende
comúnmente, no solamente de los principios que inspiran a los que
la fraguan, o de las reglas dictadas por ellos, sino también, y aún
más, de las condiciones políticas en que la operación se lleva a cabo.
Los cambios ocurridos en la Rusia soviética durante la preparación
de su Constitución fueron la continuación de un proceso que venía
desarrollándose desde el comienzo del régimen. Pero fueron signi-
ficativos y decisivos. Cuando el tercer Congreso de Soviets de toda
Rusia enunció los principios más importantes de la futura Consti-
tución, después de la dispersión de la Asamblea Constituyente en
enero de 1918, el Gobierno estaba constituido por una coalición
de bolcheviques y eseritas de izquierda. Cuando se reunió la co-
misión del proyecto en el mes de abril, la izquierda eserita, aunque
había abandonado el Gobierno, permanecía en los soviets y estab;1
representada en la comisión. Pero cuando el quinto Congreso de
Soviets de toda Rusia aprobó finalmente la Constitución en junio
de 1918, la izquierda eserita acababa de ser expulsada y puesta
fuera de la ley y la guerra civil había comenzado. El desarrollo de
un estado con partido único y el impacto de la guerra civil, que du-

.. Lenin, Sochineniya, xxi, 258.


La Constitución de la RSFSR 167

rante los dos años siguientes puso casi en peligro diario la supervi-
vencia de la República, destruyeron los supuestos optimistas sobre
los que se había fraguado la Constitución y dejaron en la sombra la
mayor parte de las controversias que habían tenido ocupada a la
comisión del proyecto. Las necesidades del ejército en el campo de
batalla y de la seguridad en la retaguardia crearon una atmósfera
hostil a minucias constitucionales. La experiencia de la legislación
soviética de los primeros tiempos reveló el enorme abismo existente
entre los principios idealistas y las duras realidades de la práctica.
Y esto era también verdad con respecto a la Constitución de la
RSFSR; las circunstancias de su nacimiento entraron con mucho en
la explicación del desacuerdo.
El proyecto de Constitución fue examinado el 3 de julio de 1918
por el comité central del partido, que hizo unas pocas enmiendas
sin importancia y, a propuesta de Lenin, incorporó la Declaración
de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado como preám-
bulo de la Constitución 64 • Una vez llevado a cabo esto, el proyecto
fue presentado al quinto Congreso de Soviets de toda Rusia. El
Congreso fue interrumpido durante tres días por la grave crisis que
provocó el asesinato del embajador alemán Mirbach. Más tarde, ~l
10 de julio de 1918, el Congreso escuchó la exposición de la nueva
Constitución de labios de Steklov y la aprobó por unanimidad 65 • La
Constitución entró en vigor a su publicación en Iwestiya el 19 de
julio de 1918, como la «Constitución (Ley fundamental) de la Repú-
blica Soviética Federal Socialista Rusa».

.. G. S. Gurvich, Istoriya Sovetskoi Konstitutsii (1923), pp. 90-1; Trotski


(0 Lenine, s. f., 1924, pp. 113-14), registra también esta intervención.
" Piati Vserossiiski Sye:d Sovetov (1918), pp. 183-95.
Capítulo 7
HACIA LA CONSOLIDACION
DE LA DICTADURA

El término «dictadura del proletariado» 1, aplicado por los bol-


cheviques al régimen establecido por ellos en Rusia después de la
Revolución de Octubre, no comportaba implicaciones constituciona-
les específicas ninguna. Definía a la clase dominante pero era neu-
tral en cuanto a la forma de gobierno por el que esta clase ejerciese
el poder. No había oposición en este sentido, por tanto, entre dic-
tadura y gobierno representativo: la «dictadura de la burguesía»,
que era la antítesis de la dictadura del proletariado, era ejercida
normalmente por medio de un gobierno representativo. Los ecos
emocionales de la palabra «dictadura», en tanto que asociada con
la idea del mando de unos pocos o de uno solo, estaba totalmente
ausente de las mentes de los marxistas que empleaban la frase. Por
el contrario, la dictadura del proletariado sería el primer régimen
en la historia en el que el poder fuese ejercido por la clase que cons-
tituía una mayoría de la población, condición que había de cumplir-
se en Rusia llevando a la masa de los campesinos a unirse con el
proletariado industrial. Además, por el hecho de que la dictadura
del proletariado significaba el dominio de la inmensa mayoría, re-
' Su origen es incierto. En 1849 Marx calificó el «socialismo revolucio-
nario» de Blanqui como «una dictadura clasista del proletariado» (Marx y
Engels, Sochineniya, viii, 81); en 1852 adoptó él mismo el término (véase más
adelante p. 252).
168
Hacia la consolidación de la dictadura 169

queriría menos fuerza de coacción -una vez hubiese sido derribada


la burguesía- para ser mantenida, que ningún otro régimen de
sociedad. Lejos de ser el dominio de la violencia prepararía el ca-
mino para la desaparición del empleo de la violencia como sanción
social, es decir, para la desaparición del estado.
Nada perturbó en los primeros días de la Revolución este talante
idealista y optimista. El éxito del golpe de Petrogrado del 25 de
octubre de 1917, realizado casi sin esfuerzo, parecía demostrar que,
en verdad, tenía tras sí a la inmensa mayoría de la población 2 • La
jactancia de que hacían gala los bolcheviques de que la Revolución
misma costó especialmente pocas vidas y de que la mayor parte de
las pérdidas lo fueron en los intentos realizados por sus enemigos
para arrancar la victoria de las manos de los que ya la tenían gana-
da, estaba justificada. Por uno de esos actos de generosidad que a
veces concurren en las primeras horas de una revolución, a los jó-
venes oficiales kadetes capturados en el Palacio de Invierno se les
permitió marchar en libertad, mediante la promesa de «no volver
a tomar nunca las armas contra el pueblo» 3 • Krasnov, el general
blanco que ayudó a Kerenski a organizar su vana contraofensiva
desde Gatchina y que fue capturado allí, fue puesto en libertad bajo
palabra -palabra que rompió una semana después para participar
en la guerra civil en el sur; y el hecho de que esta clemencia no era
una rareza accidental lo demuestra la declaración de Lenin diez días
después de la victoria bolchevique:
Se nos reprocha que empleamos el terror, pero no hacemos uso de un
terror como el que practicaban los revolucionarios franceses que guillotinaban
a gente inerme, y espero que no lo emplearemos ... Cuando hemos llevado a cabo
detenciones hemos dicho: <i0s dejaremos marchar si firmáis un pa¡,el prome-
tiendo no cometer actos de sabotaje.» Y lo han firmado'.

Los miembros del Gobierno Provisional que habían sido dete-


nidos y alojados en la fortaleza de Pedro y Pablo el día de la Revo-
lución fueron liberados rápidamente y quedaron únicamente sujetos
a una forma nominal de supervisión que no impidió que conspirasen
activamente contra el nuevo régimen. Los impuestos al capital, o los
2 En Moscú continuó durante una semana la resistencia muy seria-
mente, sobre todo por parte de los jóvenes oficiales del .cuerpo de adies-
tramiento; en casi todo el resto del país se realizó pacíficamente el tras-
paso del poder a los bolcheviques, aunque en los centros más remotos se
retrasó unas semanas.
' John Reed, Ten Days That Shook the World (N. Y., 1919), p. 101.
• Lenin, Sochíneníya, xxii, 50.
170 Capítulo 7

préstamos forzados arrancados más o menos al azar de la burguesía,


o incidentes tales como la amenaza de enviar a quince ricos capita-
listas de Jarkov a las minas del Donetz si no suministraban un mi-
llón de rublos para pagar a los obreros de dicha ciudad 5, eran ejem-
plos, más que de ferocidad calculada, del dilema de hombres inexper-
tos pero decididos a intentar crear una maquinaria administrativa que
funcionase, partiendo de un material no existente o recalcitrante. En
el terrible caos de las primeras semanas de la Revolución, los nuevos
jefes tenían poco tiempo para concertar su acción y ni siquiera para
pensar y planear las cosas de un modo consecuente; cada uno de
los pasos que daban era, o reacción a alguna emergencia apremiante,
o represalia por alguna acción o amenaza de acción contra ellos 6 • Al
tratar de dominar la tormenta se sentían impulsados por delante de
ella; hubo casos de violencia del populacho en las ciudades, y en
todo el país se cometieron brutalidades y atrocidades, tanto por par-
te de los revolucionarios 7 como por sus adversarios. Pero en los
primeros meses del régimen no parece que hubiese ejecuciones regu-
lares ni por juicio sumarísimo, ni por el normal. El primer acto
legislativo del segundo Congreso de los Soviets, al día siguiente de
la Revolución, fue abolir la pena de muerte en el frente, donde había
sido restaurada por Kerenski en septiembre de 1917 bajo presión
militar, después de haber sido totalmente abolida con ocasión de la
Revolución de Febrero 8• La tradición revolucionaria de oposición a

' Antonov-Ovseenko, Vospominaniya Grazhdanskoi Voiny (1924), i, 178-9.


• Esto es especialmente verdad en lo que respecta al establecimiento de
controles económicos que se examinarán en la Parte IV. En otra esfera, una
medida tan evidente como la separación de la iglesia y el estado, no fue
anunciada hasta que el arzobispo Tijón lanzó un anatema contra el régimen
(Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 18, art. 263; A. l. Vvedensky, Tser-
kov i Gosudarstvo [1923], pp. 114-16); incluso entonces, según dice J. Sadoul
en sus Notes sur la Révolution Bolchévique (1919), p. 222, se opusieron
a ello muchos comisarios por temor a que «se sumase a la guerra exterior
y a la civil una guerra religiosa».
' La más notoria de éstas -1 asesinato de los dos antiguos ministros
kadetes cuando estaban en el hospital el 7-20 de enero de 1918-- fue condenado
enérgicamente en la prensa oficial. (Bunyan y Fisher, The Bolshevik Revo/u-
tion, 1917-1918 [Stanford, 1934], pp. 386-7.) Los marineros gozaron de una
fama no envidiable por las atrocidades que perpetraron durante la Revolución;
los marineros de la flota del mar Negro fueron los que, habiéndose apoderado
de Sebastopol en febrero de 1918, realizaron durante tres días una horrible
matanza de la población burguesa de esta capital. Pero hay también multitud
de datos de unidades militares incontroladas. La reputación de las varias fuer-
zas «blancas» no es mucho mejor, y los cosacos, incluyendo muchos de sus
jefes, eran particularmente temidos por su crueldad.
• Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 1 (2.• ed.), art. 4.
Hacia la consolidación de la dictadura 171

la sentencia de muerte se debilitó y desapareció únicamente después


del estallido de la guerra civil y de la insurrección declarada contra
el régimen soviético 9 •
Sería, sin embargo, un error de orden diferente sugerir que las
medidas de represión accidentalmente aplicadas para defensa de la
Revolución victoriosa fueron impuestas a dirigentes bolcheviques rea-
cios a ellas y a despecho de sus más caras convicciones. El principio
del terror estaba incrustado en la tradición revolucionaria. Robes-
pierre, en palabras que Lenin hubiera repetido, había condenado los
ordinarios procesos de la ley como insuficientes para defender una
revolución:
¿Es que hay que juzgar las precauciones exigidas por la salud pública en
tiempos de crisis, provocada por la impotencia misma de las leyes, con el có-
digo criminal en la mano?

' Podría escribirse un curioso ensayo sobre la actitud de la Revolución


rusa con respecto a la pena de muerte. El prejuicio ruso en contra de la
imposición de la pena de muerte por medio de un proceso judicial tenía un
profundo arraigo de origen religioso pero reforzado además por las enseñanzas
de los escritores occidentales del siglo xvm, quienes dejaron su huella en el
pensamiento político ruso a través de Catalina II y sus sucesores. Hasta me-
diados del siglo x1x el prejuicio se disfrazó de ordinario bajo la forma de
sentencias al castigo del látigo (knout) o, en el caso de motines de los sol-
dados, a la pena de correr las baquetas que, si no en la forma, eran en el
efecto penas de muerte. Cuando en 1860 se estableció en Rusia el sistema
jurídico, los jurados fueron notoriamente reacios a emitir juicios que motiva-
sen la pena de muerte. Los grupos terroristas rusos incluyendo a los escritas,
no consideraban una inconsecuencia el defender la validez del asesinato como
arma política y el condenar al mismo tiempo la pena capital como institución
jurídica. Los bolcheviques rechazaron vigorosamente esta tradición en los pri-
meros tiempos y se opusieron al asesinato político. En el segundo Congreso
del Partido Socialdemócrata Ruso de 1903, fue rechazada por una gran ma-
yoría y con gritos de, «¿y qué hay de Nicolás 11?», una propuesta de in-
cluir la pena de muerte en el programa del partido (Vtoroi Syezd RSDRP
[1932], pp. 193-4). No obstante, al correr del tiempo, muchos socialdemócratas
rusos se contagiaron del mismo humanitarismo liberal de Occidente que había
influenciado a los partidos laboristas y socialdemocráticos de la Europa occi-
dental; la Segunda Internacional había condenado por unanimidad la pena
capital en el Congreso de Copenhague de 1910. Sobre la Revolución de Fe-
brero rusa permearon las ideas occidentales, liberales y socialdemócratas y la
oposición a la pena de muerte se convirtió en un punto primordial de su
programa. El hecho de que se restaurase en el frente en septiembre de 1917,
dio lugar a la famosa réplica de Kerenski en la «conferencia democrática»,
ante la crítica, de que el momento de condenarle sería cuando realmente se
hubiese ejecutado una sentencia. El Código Criminal soviético de 1922 pres-
cribía la pena de muerte para los delitos contrarrevolucionarios pero sin nom-
brarla: se hacía referencia a ella simplemente como «la medida de castigo
más extrema».
172 Capítulo 7

Y una vez más:


Si el atributo del gobierno popular en época de paz es la virtud, sus atri-
butos en tiempo de revolución son a la vez la virtud y el terror: la virtud sin
la cual el terror es funesto; el terror sin el cual la virtud es impotente. El terror
no es sino justicia rápida, severa, inflexible; es por tanto emanación de la
virtud 'º.

En el otoño de 1848 Marx declaró que después del «canibalis-


mo de la contrarrevolución» no había más que un medio de cerce-
nar, simplificar y localizar la sangrienta agonía de la vieja sociedad
v los sangrientos dol~res de parto de la nueva, un único medio: el
terror revolucionario 11 ; y después rindió tributo a Hungría como
la primera nación que desde 1793 había osado salir al encuentro
Je la rabia cobarde de la contrarrevolución con la pasión revolucio-
naria, del terror blanco con el terror ro;o» 12 • La sociedad burguesa,
«por muy poco heroica que pueda parecernos ahora», había en su
día «necesitado de heroísmo, de autosacrificio, de terror, de guerra
civil y campos de batalla ensangrentados para introducirse en el
mundo» 13 • En la segunda mitad del siglo XIX el desarrollo del sen-
timiento humanitario liberal se extendió a amplios sectores de la
clase obrera, especialmente en Inglaterra y en Alemania; en los úL
timos escritos de Engels pueden encontrarse las huellas de ello 14.
1º Discours et Rapports de Robespierre, ed. C. Vellay (1908), pp. 197,
332. Lenin dijo en 1920 al comunista francés Frossard: «Un francés no tiene
que renunciar a nada en la Revolución Rusa porque en sus métodos y en sus
procedimientos vuelve ésta a comenzar la Revolución Francesa» (Humanité,
10 de septiembre de 1920). Compárese con la defensa que hizo Jefferson
del terror: «En la lucha, que era necesaria, cayeron sin las formalidades del
juicio, muchas personas culpables y, con ellas, algunos inocentes. Lo deploro
más que nadie y lloraré a algunos de ellos hasta el día de mi muerte, pero
lo mismo que lo hubiera hecho si hubieran caído en el campo de batalla.
Fue necesario usar el arma del pueblo, un mecanismo que no es tan ciego
como las balas y las bombas, pero que lo es hasta un cierto punto» (The
\Vritings of Thomas Jelferson, ed. P. L. Ford [N. Y.], vi [1895), 15.3-4).
" Karl Marx-Friedrich Engels: Historisch-Kritische Gesamtausgabe, pri-
mer T0 , vii, 423.
" Marx y Engels, Sochineniya, vii, 217.
" lbid., viii, .324.
" El mejor ejemplo que corresponde a esta tendencia de pensamiento en
la segunda generación de la socialdemocracia germana, era Kaustski, cuya pu-
blicación Terrorismus und Kommunismus: ein Beitrag zur Naturgeschichte der
Revolution (1919), era una diatriba contra el terror bolchevique. Kautski citaba
pasajes de la obra tardía de Engels pero omitió el pasaje, mlis de primera
época, en que Engels recordaba con satisfacción que «durante el corto período
de la Revolución Francesa en que el proletariado empuñó el timcín del estado
Hacia la consolidaci6n de la dictadura 173

El programa del partido comunista alemán elaborado por Rosa Lu-


xemburgo en diciembre de 1918 rechaza el terror de forma expresa:
En las revoluciones burguesas el derramamiento de sangre, el terror y el
asesinato político eran armas indispensables de las clases que se levantaban,
pero la revoluci6n proletaria no necesita del terror para lograr sus prop6sitos
y odia y abomina el asesinato ".

De todos modos, en Rusia, la doctrina del terror revolucionario


no fue nunca rechazada por ningún partido revolucionario. La con-
troversia que sostenían encolerizadamente los socialdemócratas rusos
y los socialrevolucionarios a este respecto, se encauzó, no en cuanto
al principio del terror, sino en cuanto a la conveniencia del asesinato
de individuos como arma política. Los mencheviques, debido, en
parte, a su incredulidad con respecto a la posibilidad inmediata de
una revolución proletaria y, en parte, a su afiliación más estrecha con
los socialdemócratas occidentales, estaban quizá menos predispues-
tos que los bolcheviques a emplear el terror. Y en 1918, cuando los
bolcheviques comenzaron por vez primera a emplear dicha arma
contra otros partidos socialistas, los mencheviques figuraron, junto
con los partidos socialdemócratas de Europa occidental, entre sus
más severos e implacables críticos.
Lenin, educado en las escuelas revolucionarias jacobina y mar-
xista, aceptaba el terror en principio, aunque, en común con todos
los marxistas, condenaba como inútiles los actos terroristas aislados.
En principio (escribía en 1901 ), no hemos renunciado nunca al terror y no
podemos renunciar. Es una de esas acciones militares que puede ser totalmente
ventajosa e incluso esencial en un cierto momento de la batalla, en una cierta
situaci6n del ejército y en ciertas condiciones, pero el quid de la cuesti6n es
que el terror, en el momeñto actual, no se utiliza como una de las operaciones
de un ejército en el campo de batalla estrictamente coordinada y conectada con
todo el plan de la lucha, sino como un método independiente de ataque indivi-
dual separado de cualquier ejército ••.

Dos meses antes de la Revolución de Octubre advertía a sus se-


guidores de que «cualquier clase de gobierno revolucionario puede
difícilmente prescindir de la pena de muerte aplicada a los explo-
bajo el dominio de la Montaña, llev6 adelante su política utilizando todos los
medios a su disposici6n, incluso el ametrallar y el guillotinar» (Karl Marx-
Friedrich Engels: Historisch-Kritische Gesamtausgabe, primer 'f<', vi, 348).
" Bericht über den Grüdungsparteitag der Kommunistiche,, Partr:i Dr:111-
schlands (Spartakusbund) (s. f., 1919, p. 52).
•• Lt:nin, Socbineniya, iv, 108.
174 Capítulo 7

tadores (es decir, terratenientes y capitalistas)», y recordaba que


«los grandes revolucionarios burgueses de Francia realizaron su re-
volución hace 125 años y la realizaron con grandeza por medio del
terror» 17 • De acuerdo con esta idea, se cuenta que Lenin expresó
consternación cuando el segundo Congreso de Soviets de toda
Rusia, a petición de Kámenev, abolió apresuradamente la pena de
muerte en el frente 18 • Lenin tenía sus momentos de utópico, pero
tenía una apreciación más realista que Kámenev de lo que signifi-
caba revolución, aunque algunas observaciones medio en broma so-
bre el tema que se le atribuyen no tienen tanto peso como se les
ha concedido 19 • Las declaraciones más belicosas de las primeras se-
manas de la Revolución proceden de Trotski, cuyo papel en el Co-
mité Revolucionario Militar y en la organización militar del golpe
de Octubre le conferían un especial derecho a hablar; y fue Trotski
quien después de haber sido sofocada la revuelta de los kadetes mi-
litares, al día siguiente de la Revolución, publicó una advertench
pública feroz:
Retenemos prisioneros a los kadetes como rehenes. Si nuestros hombres caen
en las manos del enemigo, sepa éste que por cada obrero y cada soldado exi-
gimos cinco kadetes... Creen que hemos de ser pasivos, pero demostraremos
que podemos ser implacables cuando se trata de defender las conquistas de la
Revolución"'.

«No vamos a entrar en el reino del socialismo con guantes blan-


cos y sobre un suelo encerado», declaró Trotski al Congreso de los
Diputados Campesinos de toda Rusia 21 , y, con ocasión de haber sido
puesto fuera de la ley el partido kadete, publicó otra advertencia:

En tiempos de la Revolución Francesa fueron guillotinados por los jaco-


binos, por oponerse al pueblo, hombres más honrados que los kadetes; no

" lbid., xxi, 173, 186.


11 L. Trotski, O Lenine (s. f., 1924, p. 101).
" La siguiente boutade se atribuye al año de 1908: «Preguntaremos al
hombre '¿en qué postura estás con respecto a la Revolución?; ¿estás a favor
o en contra?' Si está en contra, le llevaremos al paredón; si está a favor le
acogeremos entre nosotros para que con nosotros trabaje» (V. Adoratski,
Vospo,ninaniya o Lenine [1939], pp. 66-7). Después de la Revolución, pre-
guntó a la manera de Enrique 11: «¿No es posible encontrar entre nosotros
un Fouquier-Tinville para domar a nuestros contrarrevolucionarios?» (V. Bonch-
Bruevich, Na Boevii Posta; Fevralskoi i Oktiabrskoi Revolutsii [(1930], p. 19.5).
'° lzvestiya, 30 de octubre-12 de noviembre de 1917, citado en Bunyan
y Fisher, The Bolshevik Revolution, 1917-1918 (Stanford, 1934), p. 153.
21 Trotski, Sochineniya, iii, ii, 202.
Hacia la consolidación de la dictadura 175
hemos ajusticiado a nadie y no pensamos hacerlo, pero hay momentos en que
la furia del pueblo es difícil de controlar".

Fue Trotski quien, interpelado en el VTsIK sobre las deten-


ciones y registros llevados a cabo por el nuevo régimen, replicó
que «pedir que se renuncie a toda represión en tiempo de guerra
civil es pedir que se abandone ésta» 23 • Y después de la supresión del
partido kadete añadió aún más siniestramente:
Protestiüs contra el blando y débil terror que estamos aplicando contra
nuestros enemigos de clase, pero habéis de saber que, antes de que transcurra
el mes, el terror asumirá formas muy violentas siguiendo el ejemplo de los
grandes revolucionarios franceses. La guillotina estará lista para nuestros ene-
migos, no ya simplemente la prisión".

Una semana después de su discurso nació la Cheka de toda


Rusia. Era hija del Comité militar revolucionario del Soviet de
Petrogrado que había organizado la Revolución de Octubre. Conse-
guida la victoria, el Comité se había transformado en un comité
del VTslK y permanecía al cargo de diversas operaciones destinadas
a consolidar la victoria y a combatir la contrarrevolución que incluía
abusos tales como «sabotaje, ocultación de suministros, deliberada
extorsión de cargamentos, etc.» 25 • Figuraba entre sus deberes el exa-
men de los sospechosos detenidos bajo la acusación de actividades
contrarrevolucionarias; para estos manejos se estableció una sección
especial dirigida por Dzerzhinski, comandante militar de Smolny, ~
quien atañían cuestiones de seguridad 26 • Cuando el Comité militar
revolucionario fue finalmente disuelto, esta sección continuó y, por
un decreto del Sovnarkom, del 7-20 de diciembre de 1917, fue re-
organizada como «Comisión extraordinaria de toda Rusia» (en abre-
viatura CHEKA) con el objeto de «combatir la contrarrevolución y
22 lzvestiya, 6-19 de diciembre de 1917.
" Protokoli Zasedani VTsIK 2 Soziva (1918), p. 24. Trotski desarrolló
más tarde este argumento en su polémica con Kautsky (Terrorizm i Kommunizm
[ 1920], pp. 60-1).
"' Citado en The Bolshevik Revolution, 1917-1918, de Bunyan y Fisher
(Stanford, 1934), p. 362, tomado de un periódico escrita. El discurso no
aparece en los archivos del VTsIK, donde se asegura que fue pronunciado.
2' Estos últimos atributos se le añadieron por una orden del Sovnarkom
del 12-25 de noviembre de 1917 (Lenin, Sochineniya, xxii, 78).
'" Estas actividades están descritas por Joffe en un artículo publicado
en Kommunisticheski Internatsional, núm. 6, octubre de 1919, cols. 777-82.
El y Uritski eran delegados del comité central del partido en este comité. El
relato que aparece en The History of the Civil War in the USSR, ii (trad. in-
glesa, 1947), 559-601, se basa en fuentes oficiales inéditas.
176 Capítulo 7

el sabotaje» rr. La Comisión estaba compuesta de ocho miembros


presididos por Dzerzhinski 28 y uno de sus primeros actos fue pu-
blicar una circular dirigida a los soviets locales comunicándoles que
habfa sido creada y pidiéndoles que le enviasen toda información
sobre organizaciones y personas cuya identidad se dirigiese contra Ja
Revolución y contra la autoridad J?:>Pular, y sugiriendo que deberían
crear comisiones locales similares . Unos días después, otro nuevo
decreto creaba un tribunal revolucionario para procesar a «los que
organizan sublevaciones contra la autoridad del Gobierno de los
Obreros y Campesinos y que se le oponen activamente y no le obe-
decen, o que incitan a los demás a enfrentarse o desobedecer», y
también a los empleados civiles culpables de sabotaje, destrucción
u ocultación de la propiedad pública. El tribunal habría de fijar cas-
tigos de acuerdo con «las circunstancias del caso y los dictados de la
conciencia revolucionaria» 30 •
En el momento crítico de una encarnizada lucha, la constitución
de estos organismos apenas puede considerarse como insólita. A las
seis semanas de la Revolución los ejércitos de los cosacos y otras
fuerzas «blancas» estaban ya alistándose y concentrándose en el sud-
este de Rusia; Ucrania, inducida por las promesas francesas y bri-
tánicas, estaba en una situación de franca hostilidad contra el poder
soviético; los alemanes, a pesar del armisticio, constituían una ame-
naza constante en el oeste. El peligro militar obligaba a convertir,
como fuese, en orden el caos interior. La primera vez que se aplicó
el trabajo forzado fue enviando hombres y mujeres de la burguesía
a cavar trincheras para la defensa de la capital contra los alemanes.
Los tres abusos contra los que la Cheka dirigió sus primeras energías
fueron, según uno de sus miembros, el sabotaje de la administración
por parte de la burguesía, la destrucción y los motines obra de po-
pulachos emborrachados (los llamados progromos de los borrachos)
y el bandidaje bajo estandarte anarquista 31 • En esta época Lenin

27 Parece que el decreto se conservó en secreto y fue publicado por pri-


mera vez en Pravda, del 18 de diciembre de 1927, según cita de Bunyan y
Fisher en su The Bolshevik Revolution, 1917-1918 (Stanford, 1934), pp. 297-8.
" M. Latsis, Chrezvichainie Komissi po Bo,be bs Kontrrevolutsiei
( 1921), p. 8.
" Izvestiya, núm. 252 del 15-28 de diciembre de 1917, citado en Revo-
lutsiya 1917 god (ed. I. N. Liubimov, 1930), 350. Propiamente hablando, la
comisión local era la Cheka, y el cuerpo central la Ve-Che-Ka (Comisión ex-
traordinaria de toda Rusia), pero la abreviatura Cheka se aplicó de ordinario
indiferentemente a los organismos central y locales.
30 Sobranie Uukoneni, 1917-1918, núm. 12, art. 170.
" Proletarskaya Revolutsiya, núm. 10 (33), 1924, pp. 7-8.
Hacia la consolidación de la dictadura 177

reservó sus anatemas más feroces para los especuladores y los boico-
teadores del frente económico. Es verdad que no publicó un artícu-
lo, escrito en enero de 1918 y encontrado después entre sus papeles,
en el que defendía, entre otras medidas, «el meter en la cárcel a
diez ricos, una docena de estafadores y media docena de obreros
que se encontrasen fuera de su camino al trabajo» y «fusilar sobre
el terreno a uno de cada diez culpables de vagancia» 32 • Pero poco
después, en la lucha contra el acaparamiento de alimentos, declaró:
«hasta que impongamos el terror -fusilando sobre el terreno-- a
los especuladores, no lograremos nada» 33 , y tres meses más tarde
aún pedía «la detención y fusilamiento de los que aceptasen el so-
borno, de los estafadores, etc.», y argumentaba que no habría ham-
bre en Rusia si las existencias almacenadas estuviesen controladas
y cualquier infracción o transgresión cometida contra las leyes estable-
cidas fuese seguida del más duro castigo» 34 ,
El desarrollo de la Cheka fue un proceso gradual y en gran par-
te impremeditado; creció a lo largo de una serie de emergencias.
Cuando los alemanes revocaron en Brest-Litovsk el armisticio y rea-
nudaron su avance, la famosa proclama del 22 de febrero de 1918
declarando a «la patria socialista en peligro» fue seguida por una
orden dirigida por la Cheka a todos los soviets locales para que
buscasen por todas partes, detuviesen y fusilasen inmediatamente a
todos los agentes del enemigo, agitadores y especuladores contrarre-
volucionarios 35 • En ese momento el total del personal de todas las
oficinas de la Cheka no pasaba de 120 miembros 36 ; y el grado de
organización de las comisiones locales era, como todo en esos pri-
meros días, más bien cuestión de azar. El traslado de la sede del
Gobierno de Petrogrado a Moscú fue lo que concedió primeramen-
te a la Cheka los atributos de un departamento de estado conside-
rable e independiente. Dzerzhinski, que en su calidad de oficial jefe
de seguridad tenía a su cargo la mudanza, sentó sus reales en Mos-

" Lenin, Sochineniya, xxii, 166-7.


33 lbid., xxii, 243.
"' lbid., xxii, 449, 493 .
., Pravda, 23 de febrero de 1918, citado en The Bolshevik Revolution,
1917-1918, de Bunyan y Fisher (Stanford, 1934), p. 576.
"' Proletarskaya Revolutsiya, núm. 10 (33), 1924, p. 11. En 1920, el
vicepresidente de la Cheka contó a la delegación laborista británica que en
aquella época tenía «por todo el país una plantilla de 4.500 operarios asistidos
por todos y cada uno de los miembros del partido que consideraban como un
deber el informar a la comisión de todos los actos de enemistad hacia el Go-
bierno» (British Labour Delegation to Russia, 1920: Report; 1920, p. 55).
Carr, t. I, 12
178 Capítulo 7

cú, pero no en el Kremlin, sino en los locales de una gran compañía


de seguros de la plaza Lubianca y allí dentro estableció una «prisión
interior» para los sospechosos. Equipada de este modo la Cheka
ha1ló pronto trabajo. Hasta aquí el régimen se había protegido por
una confusión y una falta de cohesión más perjudicial para sus ene-
migos que para sí mismo. La organización contrarrevolucionaria no
existía aún. Pero el paisaje iba a cambiar muy pronto; los escritas
de izquierda habían votado, en el cuarto Congreso de Soviets d~
toda Rusia, en contra de la ratificación del tratado de Brest-Litovsk
y cuando la votación fue ganada en contra de ellos, retiraron a sus
miembros del Sovnarkom 37• De este modo se instauró un gobierno
de partido único, y aunque la izquierda escrita permaneció en los
soviets y en el VTslK, su lealtad quedó desde entonces en entredi-
cho. En abril de 1918 comenzó la intervención extranjera con el
desembarco de los japoneses en Vladivostok, lo cual supuso una es-
peranza y un punto de reunión para todos los elementos que en
Rusia misma estaban en contra del régimen. En la primavera y el
verano de 1918 Moscú se convirtió en un foco en que tramaron
sus diversos y a veces conjuntos complots e intrigas contra el Go-
bierno soviético los agentes aliados y alemanes, los grupos fragmen-
tarios de la derecha y del centro y los partidos de la izquierda su-
pervivientes 38•
La primera acción concertada de la Cheka se dirigió contra los
anarquistas, denominación que agrupaba idealistas sinceros, cuya fi-
losofía no encontraba salida activa, y al mismo tiempo pandillas
organizadas cuyo credo político era poco más que una tapadera para
el bandolerismo. En la noche del 11 al 12 de abril de 1918 centros
anarquistas conocidos de Moscú fueron cercados por agentes de la
Cheka y tropas soviéticas e intimados a entregar las armas que po-
seían; en unos pocos sitios ofrecieron resistencia, que fue aplastada
por la fuerza. Fueron detenidas unas seiscientas personas, de las
cuales la cuarta parte aproximadamente fue puesta en libertad in-
mediatamente; los delincuentes fueron tildados, no de anarquistas,
07 Chetverti Chrewichaini Vserossiiski Sye1.d Sovetov (1920), pp. 56-7.
• El anarquista ucraniano Majno, que babia sido también él prisionero
político anteriormente, da una visión unilateral de las preocupaciones menos ha-
bituales de la Cheka en el verano de 1918: «La comisión de la Cheka que
investigaba sobre los antiguos inquilinos polfticos de la prisión de Moscú
dirigió una petición a todos los antiguos inquilinos de la prisión para que les
comunicasen cualquier información sobre inspectores tiránicos, y éstos fueron
detenidos por orden de la Cheka y estuvieron en aquella ocasión sometidos a
examen• (N. Majno, Pod Udarimi Kontrrevolutsii [París, 1936], pp. 113-15).
Hacia la consolidación de la dictadura 179

sino de «elementos criminales» 39 • Envalentonados por la perspec-


tiva de la intervención aliada, los escritas de la derecha, en su con-
ferencia del partido celebrada en Moscú en mayo de 1918, defen-
dieron abiertamente una política destinada a «derrocar la dictadura
bolchevique y establecer un gobierno basado en el sufragio univer-
sal y dispuesto a aceptar la ayuda aliada en la guerra contra Ale-
mania» 40• Los mencheviques, que carecían de la tradición eseriu
de conspiración y acción violenta, contemporizaron. Ya desde di-
ciembre de 1917 el partido se había visto despedazado por disen-
siones internas; los viejos «defensistas» dirigidos por Pótresov se
habían extinguido, resultando dos grupos de «internacionalistas»,
capitaneados respectivamente por Mártov y Dan, que intentaban
lograr un acuerdo inestable. Sus procedimientos reflejaban el em-
barazo que suponía intentar condenar la llamada «orientación ale-
mana» de los bolcheviques (legado de la oposición menchevique a
Brest-Litovsk) y al mismo tiempo rechazar la «orientación anglo-
francesa», que era la única base efectiva de una política antibolche-
vique; y su resolución era inflexible en un único punto: su hostili-
dad al régimen 41 • Estas inconsecuencias no sirvieron, sin embargo,
para salvarlos, y por un decreto del 14 de junio de 1918, el VTsIK
excluyó de sus filas a los escritas de la derecha y a los menchevi-
ques por razón de su asociación con «notorios contrarrevoluciona.
ríos» que «tratan de organizar ataques armados contra los obreros
y los campesinos»; recomendaron a todos los soviets que los ex-
cluyeran también, con lo cual los eliminaron virtualmente de la par-
39 Los informes de la acción llevada a cabo contra los anarquistas están
recogidos en The Bolshevik Revolution, 1917-1918, de Bunyan y Fisher (Stan-
ford, 1934), pp. 582-6; véase también R. H. Bruce Lockhart, Memoirs o/ a
British Agent (1932), pp. 258-9, donde se califica el golpe de «primer paso
hacia el establecimiento de la disciplina»; y J. Sadoul, Notes sur la Révolution
Bolchlvique (1919), pp. 275-6, donde se dice que las «masas anarquistas» ha-
bían sido «reclutadas entre la escoria de la población» y alentadas por los
«reaccionarios». Según una declaración de Dzerzhinsky en Izvestiya, del 16 de
abril de 1918, no eran «anarquistas ideológicos» más del uno por cien de los
arrestados. El caso fue expuesto oficialmente en el VTslK por un portavoz
de la Cheka, que no era bolchevique sino escrita de izquierda, en réplica
a una interpelación (Protokoli Zasedani VTsIK 4go. Soziva [ 1920], pp. 153-6.
.. S. A. Piontkovski, Grazhdanskaya Vaina Rossii, 1918-1921 ( 1925),
pp. 154-6.
" La resolución está en Novaya Zhizn,, 10 de junio de 1918, pp. 79-81;
l. Maiski, que fue expulsado del comité cenual menchevique por unirse al
llamado «gobierno de Samara», hace una minuciosa crítica de las vacilaciones
mencheviques en aquel momento (Demokraticheskaya Kont"evolutsiya, 1923,
pp. 8-11).
180 Capítulo 7

ticipaci6n en el engranaje gubernamental 42 • Este paso dej6 única-


mente en existencia efectiva a dos partidos importantes: los bolche-
viques mismos y los escritas de izquierda que anteriormente fueron
miembros del gobierno de coalición, aunque ya no lo eran desde
Brest-Litovsk. Sin embargo, en junio de 1918 las relaciones entre
estos dos partidos estuvieron también a punto de romperse; en pri-
mer lugar, los bolcheviques, muy presionados por el deseo de con-
seguir de los campesinos existencias de grano suficientes, se habían
embarcado en la política de organizar comités de campesinos pobres
en contra o frente a los más ricos, entre los cuales se contaban los
partidarios más consistentes de los escritas 43 ; en segundo lugar, se
había encendido entre ellos una nueva polémica sobre la aplicación
de la pena de muerte. Desde febrero, cuando había sido proclamada
en peligro la patria socialista, la Cheka había realizado ejecuciones
-no puede determinarse en qué cuantía 44- sin ningún proceso
regular o juicio público. Tanto los eseritas de la derecha como los
mencheviques habían protestado de vez en cuando contra estos pro-
cedimientos. Los eseritas de izquierda, que seguían siendo miem-
bros del VTsIK y de los soviets, aunque no del Sovnarkom, tenían
aún representantes en la Cheka y su parte, por tanto, de responsa-
bilidad en sus actos. Pero cuando el tribunal revolucionario dictó
por primera vez una sentencia de muerte contra el almirante con-
trarrevolucionario llamado Schastny 45 , los eseritas de la izquierda
trataron de que el VTsIK anulase la sentencia, y como no lo consi-
guieron, retiraron del tribunal a sus representantes. Es sin embargo
importante considerar el fondo sobre el que se producía esta pro-
testa; no se fundaba en consideraciones humanitarias, y la acusación
... Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 44, art. 536. La publicación del
decreto fue precedida de un largo debate en el VTsIK (Protokolí Zasedani
VTsIK 4go. Soziva [1920], pp. 419-39).
"' Esta cuestión se examinará en la Parte IV.
44 Sverdlov manifestó en julio de 1918: «decenas de sentencias de muerte
fueron cumplimentadas por nosotros en todas las ciudades: en Petrogrado, en
Moscú y en las provincias» (Piati Vserossiiski Syezd Sovetov [1918], p. 49).
Su argumentación contra la izquierda eserita le obligó a acentuar la frecuencia
de los casos y los usuales motivos de reserva faltaron en esa ocasión. La cifra de
veintidós en los primeros seis meses que da M. Latsis (Chrezvichainie Komissii
po Barbe Kontrrevolutsiei [1921], p. 9), puede referirse probablemente a la
Cheka central tan sólo en Moscú, porque si no sería muy baja.
45 Hay un análisis de la cuestión Shchastny en The Growth of the Red
Army, de D. F. White (Princeton, 1944), pp. 71-2; si Shchastny trató simple-
mente de «salvar» de los bolcheviques a la flota del Bliltico o de venderla
a Alemania no es una cuestión fundamental. La relación de cargos contra él
que hay en E. Sisson, One Hundred Red Days (Yale, 1931), p. 437, es de
dudosa autenticidad.
Hacia la consolidación de la dictadura 181

de que eran «tolstoyanos» fue rechazada con indignación. En efecto


no solamente los eseritas de izquierda participaban en la labor de
la Cheka sino que en el pasado habían sido los primeros instigadores
del asesinato como arma política. Su argumentación se apoyaba en
parte en la razón formal, que los bolcheviques rechazaban como
irrelevante, de que la sentencia de muerte había sido abolida por
decreto del segundo Congreso de Soviets de toda Rusia 46, pero prin-
cipalmente en la oposición a la imposición de la sentencia de muerte
por medio de un proceso judicial. Los eseritas de izquierda admitían
que era a veces legítimo y necesario matar a los enemigos, bien ase-
sinándolos o por algún proceso especial como el de la Cheka, pero
se oponían irrevocablemente a que se resucitase «el viejo principio
execrable del estado burgués» implicado en un proceso regular
de condena y de ejecución por parte de un tribunal 47 • El argumento
parecía admirablemente compuesto pero Krilenko replicó que el al-
mirante no había sido «condenado a muerte» sino que se había dado
orden de fusilarlo 48 • Era, pues, la expresión lógica y consistente del
fondo anarquista del pensamiento socialrevolucionario que aceptaba
al terrorismo pero rechazaba al estado 49 •
Por consiguiente, la situación era extremadamente tensa cuando
se reunió en Moscú el quinto Congreso de Soviets de toda Rusia,
.. Sverdlov rechazó el argumento formal por dos motivos: que el VTslK
en virtud de sus plenos poderes podía anular cualquier resolución del Con-
greso, y que éste había abolido la pena de muerte en el frente pero no en
ningún otro sitio (Piat Vserossiiski Syezd S01Jet01J [1918], p. 49). El se-
gundo punto era equívoco, y el segundo Congreso de Soviets de toda
Rusia creía sin duda que iba a abolir la única forma de pena de muerte
aún en vigor.
•1 El caso fue discutido largamente por Spiridonova en el quinto Con-
greso de Soviets de toda Rusia (Piati Vserossiiski Syezd Savet01J [1918],
pp. 59-61).
.. lzvestiya, 23 de junio de 1918.
•• Los mencheviques, aunque no estaban comprometidos por una justifi-
cación de terrorismo individual, estaban también predispuestos a sentir una
indignación mucho más profunda ante una sola pena de muerte dictada por
un tribunal legalmente constituido que por docenas de ejecuciones realizadas
privadamente por la Cheka. La sentencia contra Shchastny provocó un viru-
lento panfleto de Martov titulado, Doloi Smertnuyu Kazn ( «Abajo la pena de
muerte»): «La bestia ha lamido la sangre caliente. La máquina mata-hombres
se ha puesto en movimiento... Plaga infecta de proscritos... verdugos caní-
bales.» Cuando las autoridades mencheviques de Tiflis dispararon contra una
asamblea de obreros, Lenin replicó encolerizado: «Cuando nosotros empleamos
los fusiles, ellos se vuelven tolstoyanos y derraman lágrimas de cocodrilo ante
nuestro rigor. Se han olvidado ya de cómo ayudaron a Kerenski a llevar a los
obreros al matadero, guardando ocultos en sus bolsillos los tratados secretos»
(Lenin, Sochineniya, xxii, 426).
182 Capítulo 7

en un momento crítico en la historia, el 4 de julio de 1918. Los


bolcheviques contaban con 745 delegados con derecho a voto de los
1.132, la izquierda eserita con 352; el resto estaba representado por
diversas pequeñas fracciones 50 • Las sesiones se desenvolvieron in-
mediatamente en forma de duelo entre los dos partidos principales.
Se suscitó la cuestión campesina pero tenía menos relevancia que la
indignación por la supresión de los partidos rivales y por el empleo
de la pena de muerte. Las protestas más violentas que se oyeron lo
fueron contra el tratado de Brest-Litovsk y contra la sumisión y
ayuda del Gobierno soviético a Alemania, y las refriegas más vivas
del congreso se produjeron por la insistencia de Trotski en que sería
una locura tolerar cualquier ataque a las fuerzas alemanas en Ucra-
nia. El 6 de julio de 1918, dos eseritas de la izquierda asesinaron
al embajador alemán Mirbach, aparentemente con la esperanza de
forzar la ruptura. El asesinato fue planeado por eseritas miembros
de la Cheka y los asesinos lograron que el embajador los recibiese
exhibiendo papeles que pretendían haber sido firmados por Dzer-
zhinski 51 • El golpe fue seguido por un intento de apoderarse del
poder en Moscú y por insurrecciones en diversas provincias centra-
les entre las cuales la más seria fue la de Yaroslavl. Savinkov, el
conocido terrorista eserita, pretendió después haber sido el organi-
zador de esta revuelta y haber recibido fondos gara su financiación
a través del agregado militar francés en Moscú .
El Gobierno soviético, enfrentado con la traición en tan gran
escala en un momento en que las fuerzas aliadas· estaban desembar-
cando en Murmansk y en Vladivostok, en que las legiones checas
habían roto las hostilidades contra los bolcheviques y en que la ame-
naza de la guerra asomaba por todos los frentes, no se senda ten-
tado a recurrir a las medias tintas, y así el levantamiento de Moscú
fue rápidamente sofocado y la mayor parte de los delegados de la
izquierda escrita pertenecientes al quinto Congreso de Soviets fue-
ron detenidos; incluyendo a Spiridononova, quien admitió que los
asesinos de Mirbach habían actuado siguiendo las instrucciones dadas
50 Piat Vserossiiski Syezd Sovetov (1918), p. 163 .
., Proletarskaya Revolutsiya, núm. 10 (33), 1924, p. 16. Los protocolos
del comité central de la izquierda eserita del 24 de junio de 1918, correspon•
dientes al momento en que se tomó la decisión de «organizar una serie de
ataques terroristas contra los principales representantes del imperialismo ger-
mánico», fueron publicados en Krasnaya Kniga Ve-che-ka (1920), i, 129.
., Boris Savinkov pered Voennoi Kollegiei Ver;o1111ogo Suda SSSR (1924),
pp. 55-9. Por otro lado, Savinkov negó haber tenido previo conocimiento del
asesinato de Mirbach, que fue obra de la izquierda eserita.
Hacia la consolidaci6n de la dictadura 183

por ella. Trece de éstos, que habían sido miembros de la Cheka,


fueron fusilados 53 • Se suprimieron varios periódicos y, después de
tres días de confusión, el Congreso reanudó sus sesiones, donde,
después de haber expresado su aprobación a los actos del Gobier-
no, aprobó una resolución en términos cautos en el sentido de que,
«en vista de que ciertas secciones del partido de la izquierda ese-
rita se asocian al intento de implicar a Rusia en la guerra por me-
dio del asesinato de Mirbach y de levantarse contra el poder sovié-
tico, no hay lugar para estas organizaciones en los Soviets de Dipu-
tados de Campesinos y Obreros» 54• El acta final del Congreso, el
10 de julio de 1918, aprobó la Constitución de la RSFSR que, por
tanto, entró en vigor en el momento más sombrío y peligroso de la
historia de la República, cuando la abierta rebelión del último par-
tido independiente considerable había hecho dar al régimen un gran
paso hacia adelante en el camino que había de llevarle a constituir
el estado unipartidista.
Los cálculos referentes a las medidas de castigo tomadas por la
Cheka son casi siempre fragmentarios y poco de fiar, pero existe algu-
na información auténtica de las represalias que siguieron al sofoca-
miento de las revueltas provinciales, difusas y extensas, del verano
de 1918. Los sublevados de Yaroslav se sostuvieron durante una
quincena y cuando finalmente fue tomada la ciudad se fusiló a unos
350 55• En la vecina población de Murom, donde la rebelión fue sofo-
cada inmediatamente, se fusiló a 10 diriientes y se impuso un tributo
de un millón de rublos a la burguesía . En Nizhny-Novgorod, 700
«oficiales y gendarmes» fueron detenidos y la Cheka local «desar-
ticuló la organización de la guardia blanca, deteniendo a casi todos
sus miembros y fusilando a parte de ellos» 57 • La noche del 16 al 17
de julio de 1918, el zar y su familia fueron fusilados en Ekaterim-
burgo por orden del Soviet regional del Ural. Cuando los checos
tomaron la ciudad diez días después, la Cheka regional del Ural se

., Krasnaya Kníga Ve-che-ka (1920), i, 200-1; Steinberg, Spiridonova,·


Revolutionary Terrorist (1935), p. 216. La misma Spiridonova fue puesta en
libertad unos meses después, se dedic6 una vez más a hacer propaganda contra
el régimen (Pravda, 19 de diciembre de 1918), y fue eventualmente desterrada
a Tashkent.
.. Piati Vserossiiski Syezd Sovetov (1918), p. 209.
" Pravda, 23 de julio, 26 de julio de 1918, citado en Interven/ion, Civil
War, and Communism in Russia (Baltimore, 1936), pp. 194, 228.
.. Ezhenedelnik Chrezvichainii Komissi, núm. 2, 1918, p. 30. No apare-
cieron más que seis números de este peri6dico único.
•1 Ibid., núm. 1, 1918, pp. 21-2.
184 Capítulo 7

trasladó a Viatka, donde detuvo a más de 400 personas y fusiló a


35 que estaban «implicados en complots contrarrevolucionarios» 58•
Con ocasión de un levantamiento kulak ocurrido en agosto de 1918
en Penza, el mismo Lenin telegrafió instrucciones «para poner en
marcha un terror de masa implacable contra los kulaks, sacerdotes
y guardias blancos y para confinar a los sospechosos en un campo
de las afueras de la ciudad», y recomendó que se cogiesen rehenes
que respondiesen con su vida de que las entregas de grano fuesen
rápidas y exactas 59• Estos desnudos datos ocultan indudablemente
horrores y brutalidades cometidos tanto en el ardor de la batalla
como a sangre fría y comunes a los dos partidos, aunque los relatos
específicos que de ellos se tienen rara vez son convincentes. Tales
sucesos, así como la multiplicación, la exageración y aún la pura in-
vención de ellos por parte de los enemigos, son los invariables acom-
pañantes de una guerra y una revolución sostenidas con la fanática
desesperación que marcó la lucha desencadenada en Rusia por los
acontecimientos de octubre de 1917.
Las sanciones aplicadas fueron, por consiguiente, descritas fran-
camente por sus autores como «terror» y justificadas ccnno medidas
de guerra. «El poder soviético tiene que garantizarse la retaguardia
-reza una resolución aprobada por el VTsIK el 29 de julio de
1918, después de unos discursos de Lenin y de Trotski-, colocan-
do a la burguesía bajo vigilancia y aplicando contra ella el terror de
las masas» 60 • Dzerzhinsky dijo en una entrevista de prensa en aque-
llos días:
La Cheka no es un tribunal; es la defensa de la Revoluci6n como lo es el
Ejército Rojo, y, lo mismo que en la guerra civil, el Ejército Rojo no puede
pararse a preguntar si va a dañar a individuos particulares, sino que tiene que
tener en cuenta una única cosa -la victoria de la Revolución sobre la bur-
guesía-, del mismo modo la Cheka tiene que defender a la Revolución y
vencer al enemigo aunque su espada caiga ·ocasionalmente sobre las cabezas
de los inocentes 61 •

Pero la culminación del terror fue provocada por el hecho pos-


terior de recurrir los escritas al método del asesinato político -esta
vez contra los bolcheviques-. Volodarski, un dirigente bolchevique
famoso en su día como orador de muchedumbres, había sido asesi-
nado en Petrogrado en junio de 1918. El 20 de agosto del mismo
51 lbid., núm. 1, 1918, pp. 18-9.
" Lenin, Sochineniya, xxix, 489.
'" Protokoli Zasedani VTslK 4go. Soziva (1920), p. 83.
61 Citado en K. Radek, Portrefi i Pam/lefi (1933), i, 50.
Hacia la consolidación de la dictadura 185

año lo fue también Uritski en Petrogrado, y Lenin fue seriamente


herido en Moscú. Todas estas agresiones podían atribuirse a los ese-
ritas de una facción o de la otra, y la indignación y el temor causa-
dos por ellos pusieron armas nuevas en manos de la Cheka 62 • Al día
siguiente fue detenido el representante británico en Moscú acusado
de complicidad en las conjuras contrarrevolucionarias 63 , y el agrega-
do naval británico fue muerto en un ataque realizado contra la em-
bajada inglesa en Petrogrado. El 2 de septiembre de 1918 el VTsIK
aprobó una resolución sobre el asesinato de Uritski y el ataque a
Lenin en estos términos:
Todos los contrarrevolucionarios y los que les instigan serán considerados
responsables de todos los atentados contra los operarios del Gobierno Soviético
y los que sostienen los ideales de la revolución socialista. Al terror blanco de
los enemigos del Gobierno de los Obreros y los Campesinos, los obreros y los
campesinos replicarán con un terror rojo masivo contra la burguesía y sus
agentes".

Esto viene a recordar, más que por la mera coincidencia de fe-


chas, el terror de París del 2 de septiembre de 1793 cuando, a con-
secuencia de la proclama del duque de Brunswick amenazando con
la intervención extranjera y la represión radical de la Revolución,
comenzaron las represalias en las que se dice que perecieron 3.000
aristócratas. En ambas revoluciones esta fecha marca la crisis, el giro
después del cual el terror, hasta entonces esporádico y desorganiza-
do, se convirtió en instrumento político deliberado.
Es imposible llevar a cabo una estimación digna de fe del total
de los que sufrieron bajo el «terror rojo» en el otoño de 1918. El
mayor número de ejecuciones de que queda constancia fue el de
512 contrarrevolucionarios y guardias blancos (descritos o designa-
dos, por lo demás, como «rehenes») fusilados en Petrogrado a ren-

" Entre los telegramas de protesta dirigidos al VTsIK hubo uno del
frente de Tsaritsin firmado por Stalin y Voroshilov: «El consejo militar del
sector de guerra del norte del Cáucaso, enterado del criminal atentado perpe-
trado por los elementos a sueldo de la burguesía contra la vida del más grande
revolucionario del mundo, del leal y experimentado jefe y maestro del pro-
letariado camarada Lenin, replica a este vil y alevoso atentado con la orga-
nización del terror de las masas, decidido y sistemático, contra la burguesía
y sus agentes» (Stalin, Sochineniya, iv, 128).
63 R. H. Bruce Lockhart, Memoirs of a British Agent (1923), pp. 314-
16, contiene lo que es virtualmente una admisión de complicidad; si Britain's
Master Spy: Sidney Feilly's Narrative Written By Himself (1933) es auténtico,
la complicidad llegó muy lejos.
" Piati Sozi11 VTsIK (1919), p. 11.
186 Capítulo 7

glón seguido del anuncio del terror 65 • Los fusilados en Moscú


incluían «muchos ministros zaristas y una gran lista de altos perso-
najes» 66 • De los numerosos informes procedentes de las provincias
quizá el más revelador sea el de Kazán: después de dar ruenta de
que se habían enviado expediciones de castigo a todos los condados,
continuaba:
En el mismo Kazán solamente se han fusilado siete u ocho personas con-
denadas por el tribunal y esto se explica por el hecho de que la burguesía
entera, incluyendo la pequeña-burguesía, los sacerdotes y los monjes, huyeron
de la ciudad. La mitad de las casas están abandonadas y las propiedades de los
fugitivos están siendo confiscadas en beneficio de los pobres de la ciudad 67 ,

Lo esencial del terror era su carácter de clase. Seleccionaba a sus


víctimas por razón, no de delitos específicos, sino por su pertenen-
cia a las clases propietarias.
Los burgueses ingleses (declaraba Lenin en su carta a los obreros ameri-
canos) se han olvidado de su 1649 y los franceses de su 1793. El terror era
justo y legítimo cuando era aplicado por la burguesía a su favor y contra los
señores feudales, pero se considera monstruoso y criminal cuando los obreros
y los pobres campesinos se atreven a aplicarlo contra la burguesía 61 •

La Cheka, como explicaba uno de sus miembros, «no juzga sino


castiga». Los que comparaban la Cheka con la Ojrana zarista, «han
permanecido dormidos durante las revoluciones de febrero y de oc-
tubre y esperan que otros realicen el sucio trabajo necesario para
la construcción de un nuevo orden comunista, de tal modo que ellos
puedan acceder a él con las manos limpias y los ruellos blancos y
almidonados». Además, puesto que «los revolucionarios actúan en
todas las esferas de la vida ... no hay esfera en que la Cheka no
tenga que operar» ffJ.

Los acontecimientos del verano de 1918 dejaron a los bolchevi-


ques sin rivales y sin compañeros, como partido dominante en el
estado, y en la Cheka poseyeron un órgano de poder absoluto. Sin
" Izvestiya, 3 de septiembre de 1918, Ezhenedelnik Chrezvichainii Ko-
missU, núm. 6, 1918, p. 19, da la cifra de 800 como el número total de los
ejecutados en Moscú durante el terror.
66 Proletarskaya Revoliutsiya, núm. 10 (33), 1924, p. 32.
67 fühenedelnik Chrezvichainii Komissii, núm. 4, 1918, p. 25.
61 Lenin, Sochineniya, xxiii, 185.
" M. Latsis, Chrezv;cbainie Komissii po Barbe Kontrrevolutsie (1921),
pp. 8-23.
Hacia la consolidación de la dictadura 187

embargo, sentían aún fuertes reparos en usar de este poder sin res-
tricciones, pues no había llegado todavía el momento de la extin-
ción final de los partidos excluidos. El terror era en estos momentos
un instrumento caprichoso y era corriente encontrar partidos contra
los que se habían pronunciado los anatemas más feroces y se habían
tomado las medidas más drásticas que, sin embargo, sobrevivían y
gozaban de una cierta medida de tolerancia. Uno de los primeros
decretos del nuevo régimen había autorizado al Sovnarkom para
suspender todos los periódicos que mostrasen abierta resistencia o
desobediencia al Gobierno de los Obreros y Campesinos 70 , pero a
pesar de este decreto y de haber sido ·puesto fuera de la ley el par-
tido kadete a fines de 1917, el periódico de este partido, Svoboda
Rossii, se publicaba aún en Moscú durante el verano de 1918 71 • El
Novi Luch, periódico menchevique de Petrogrado, fue suprimido
en febrero de 1918 por su campaña de oposición al tratado de Brest-
Litovsk, pero, siguiendo la técnica usada en el pasado por la prensa
bolchevique, reapareció en Moscú en abril bajo el nombre de V pered
y durante algún tiempo continuó su carrera sin interferencias. Mu-
cho tiempo después de que la Cheka actuase contra los anarquistas
en abril de 1918, se publicaban en Moscú periódicos de esta tenden-
cia. Majno, el anarquista ucraniano, vino a Moscú en el verano de
1918, se entrevistó con Lenin y Sverdlov y visitó libremente a los
anarquistas moscovitas, entre los que halló una atmósfera de «revo-
lución en el papel» 72• La práctica tenía en todos sitios menos consis-
tencia que la teoría. Además, antes de fin11lizar el año 1918, concu-
rrieron otros factores conducentes a mitigar en cierta medida los
excesos del terror. La sed de venganza se había aplacado y los temores
de contrarrevolución en el interior eran menos agudos; el hundimien-
to alemán había aliviado, en cierta medida y momentáneamente, las
presiones externas. Por otra parte, el que la Cheka se hubiese in-
crustado en casi todas las ramas de la administración excitaba el
.,. Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 1 (2.ª ed.), art. 17.
71 Este periódico fue el que puso en circulación un supuesto decreto de
un «club anarquista» de Saratov, que declaraba a todas las mujeres «propiedad
del estado» «citado en J. Bunyan, Intervention, Civil War, and Communism in
Russia [Baltimore, 19.36], p. 556); este informe, más o menos falseado,
recorrió toda la prensa extranjera.
" N. Majno, Pod Udarami Kontrrevolutsii (París, 19.36), pp. 92-107,
119, 1.35; referente a Majno, véase más adelante pp . .320-2.3. Desde la época de
El Estado y la Revolución en adelante, Lenin mostró siempre una cierta ternura
hacia los anarquistas. En agosto de 1919 escribió: «muchísimos anarquistas
están convirtiéndose ahora en los defensores más sinceros del poder soviético»,
y atribuyó su hostilidad anterior a que la Segunda Internacional hubiera trai-
cionado los principios marxistas (Sochineniya, xxiv, 4.37-8).
188 Capítulo 7

resentimiento celoso de los soviets locales y de algunos departamen-


tos centrales especialmente de los Comisariados de Justicia y de
Asuntos Interiores 73 • Y los responsables de la política económica,
que sentían cada vez mayor necesidad de encontrar técnicos no bol-
cheviques, indispensables como especialistas, no podían mirar con
simpatía la política de terror sin discriminación contra los contrin-
cantes políticos.
Tal era el talante que se respiraba cuando se reunió el sexto
Congreso de Soviets de toda Rusia en vísperas del primer aniver-
sario de la Revolución, congreso que era el primero casi exclusi-
vamente bolchevique. Inmediatamente aprobó lo que calificó de un,1
«amnistía», ordenando la liberación de todos aquellos detenidos por
los organismos que luchaban contra la contrarrevolución, excepto
si se presentaba contra ellos una denuncia definida de actividades
contrarrevolucionarias en el plazo de las dos semanas siguientes :i
su detención; y, asimismo, decretó la liberación de todos los rehe-
nes menos aquellos retenidos por la Cheka central como una garantí:1
especial con respecto a los «camaradas en manos del enemigo». La
misma resolución decidió sobre una cuestión de competencia muy
discutida, concediendo el derecho de supervisar la ejecución de estas
órdenes al VTsIK y a los comités ejecutivos locales 74• Después de
recortar así -en todo caso en el papel- las alas de la Cheka, el
Congreso pasó a la resolución siguiente «sobre la legalidad revolu-
cionaria», ordenando «a todos los ciudadanos de la república y a
todos los organismos y funcionarios del poder soviético» la estricta
observancia de las leyes y concediendo a los ciudadanos el derecho
de apelar contra cualquier negligencia o violación de sus derechos
por parte de los funcionarios. El requerimiento a los funcionarios
y a las instituciones públicas de observar las leyes era, es verdad,
limitado por una excepción cuidadosamente guardada en favor de
las medidas requeridas por «las condiciones especiales de la guerra
civil y de la lucha contra la contrarrevolución» 75 • Pero los acuerdos
del sexto Congreso de Soviets de toda Rusia representaban el pri-
mero de una serie de intentos sinceros, aunque últimamente in-
eficaces, de controlar el ejercicio del poder arbitrario por parte de
73 Se citan pruebas evidentes de este feudo burocrático en The Bolshevik
Revolution, 1917-1918, de Bunyan y Fisher (Stanford, 1934), pp. 580-1, y en
Intervention, Civil War, and Communirm in Russia, de Bunyan (Baltimore,
1936), pp. 259-60. Constitucionalmente la Cheka no era responsable más que
ante el Sovnarkom y el VTslK.
" Syezdi Sovetov RSFSR v Postanovleniya¡ (1939), pp. 116-17.
75 Ibid., p. 119. Para mayor solemnidad esta resolución apareció como
decreto en Sobranie Uzakoneni, 9 de julio de 1918, núm. 90, art. 908.
Hacia la consolidaci6n de la dictadura 189
los organismos de seguridad de la república y confinarlos dentro
de los límites de la legalidad.
La marcha del Congreso prosiguió con un paso adelante impor-
tante en el camino hacia la conciliación; se decidió tender una rama
de olivo a los partidos socialistas excluidos o aceptarla si eran ellos
quienes la brindaban. La expulsión de los mencheviques del VTsIK
y de los soviets no había impedido que el comité central del
partido celebrase una conferencia de cinco días, en Moscú, a finales
de octubre de 1918. El estallido de la guerra civil y la patente ame-
naza al régimen los colocaban en una posición embarazosa desde el
momento en que, a pesar de su hostilidad a los bolcheviques, tenían
aún menos esperanzas que colocar en una restauración. Y eligieron
una vez más el camino del acuerdo. La conferencia aprob6 una serie
de «tesis y resoluciones» reconociendo la Revolución de Octubre
como «históricamente necesaria» y como «un fermento gigantesco
que había puesto en movimiento al mundo entero» y renunciando
«a toda cooperación política con clases hostiles a la democracia»;
al mismo tiempo, aunque prometían «apoyo directo a la acción mi-
litar del Gobierno soviético contra la intervención extranjera», la
resolución pedía «la abolición de los organismos extraordinarios» y
además «el fin del terror político y económico» 76 • De este modo, a
una declaración pública de los mencheviques censurando y denun-
ciando la contrarrevolución y la intervención extranjera 77, siguió un
discurso de Lenin inusitadamente conciliatorio, en el que declaró
que no se pedía a los mencheviques y a los eseritas más que neutra-
lidad y relaciones de buena vecindad y que era importante «utilizar
a esos elementos vacilantes a quienes las bestialidades del imperia-
lismo empujan hacia nosotros» 78 • El 30 de noviembre de 1918, el
VTsIK aprobó un acuerdo anulando la exclusión decretada contra
los mencheviques en el mes de junio anterior, aunque exceptuando
en este acto de gracia «a aquellos grupos de mencheviques que con-
,. Las resoluciones, que aparecieron en la prensa, están resumidas en:
Lenin, Sochineniya, xxiii, 571-2. La protesta contra el terror fue contestada por
Lenin en un largo artículo publicado en Pravda (Stalin, Sochineniya, iv, 134-45:
«¿Cómo es posible reconocer la 'necesidad histórica' de la Revolución de Octu-
bre y dejar en cambio de reconocer los inevitables resultados y consecuencias
que de ella se derivan?»).
71 Lenin, Sochineniya, xxiii, 571. La fecha de la declaraci6n que ahí se
da como 26 de septiembre de 1918, sería la del 14 de noviembre del mismo
año, como se consigna correctamente ibid., xxiv, 760; fue publicada en PrllVda,
núm. 251 del 19 de noviembre de 1918 (no como se consign6 erróneamente
en ibid., xxiii, 571, el 26 de noviembre, que era la fecha del discurso de
Lenin).
,. lbid., xxiii, 318-9, 323.
190 Capítulo 7

tinuán aliándose con la burguesía rusa y extranjera contra el poder


soviético» 79 • Los escritas se apresuraron a seguir el ejemplo menche-
vique. En tanto que partido revolucionario y terrorista declarado,
tenían aún menos que esperar que los mencheviques de los antiguos
generales zaristas y de sus apoyos extranjeros: Kolchak acababa de
echar con cajas destempladas a los escritas que había capturado en
Siberia occidental. En febrero de 1919 una conferencia de eserius
de Petrogrado «rechazó decididamente todo intento de derrocar el
poder soviético por la lucha armada» y censuró a los partidos bur-
gueses rusos y a los «países imperialistas de la Entente»; y casi al
mismo tiempo, el grupo de los antiguos escritas miembros de la
Asamblea Constituyente que en 1918 había formado el llamado Go-
bierno Samara, se entregaron y fueron amnistiados 80 • Estas demos-
traciones de buena voluntad provocaron un acuerdo del VTsIK del
25 de febrero de 1919, restaurando a los escritas, con la misma re-
serva hecha con respecto a «todos los grupos que directa o indirec-
tamente apoyan la contrarrevolución externa e interna» 81 •
Este compromiso inestable, basado en el principio de tolerancia
para con los mencheviques y escritas «leales», duró, hasta cierto
punto, por el espacio de dos años -hasta tanto que la prolongación
de la guerra civil proporcionó un motivo de contención. Pero la
estipulación de que no rezaba con los que «directa o indirectamen-
te» apoyasen a la contrarrevolución dotaba al compromiso de una
elasticidad de la que se aprovecharon libremente las autoridades.
Cuando se reunió en marzo de 1919 el octavo Congreso del partido,
la atmósfera era ya menos amistosa hacia los mencionados partidos
minoritarios. Un delegado protestó abiertamente contra la «legaliza-
ción» de los mencheviques y de los escritas 12 ; y Lenin mismo ha-
bló en un lenguaje completamente distinto del que había usado en
el noviembre anterior:
Se requiere que cambiemos frecuentemente nuestra línea de conducta y esto
puede parecer extraño e incomprensible al observador superficial. «¿Qué es
esto?», dirá. «Ayer hacíais promesas a la pequeña burguesía y hoy Dzerhinski
declara que los mencheviques y escritas tienen que ir al paredón. ¡Qué con-
tradicción!» Sí, una contradicción, pero hay también una contradicción en la
conducta de esta misma democracia pequeño-burguesa que no sabe donde sen-
tarse, intenta hacerlo entre dos asientos, salta de uno a otro y tan pronto cae
79 Ibid., xxiv, 760 .
., lbid., xxiv, 760.
11 lbid., xxiv, 760-1. La reunión dd VTsIK que tomó esta decisión está
descrita por A. Ransome en Six Weeks in Russia in 1919 (1919), pp. 108-12.
12 Vosmoi Syezd RKP(B) (133), pp. 33-4.
Hacia la consolidación de la dictadura 191

a la derecha como a la izquierda ... A esto decimos: «no sois un enemigo


serio; nuestro enemigo es la burguesía. Pero si os alineais con ella tendremos
que aplicaros a vosotros también las medidas propias de la dictadura prole-
taria• 13•
Inmediatamente después los eseritas añadieron combustible a las
llamas separándose de nuevo en varias facciones, una inclinada a co-
operar con los bolcheviques, otra hostil a ellos, mientras que un ter-
cer grupo, bajo la direcci6n del viejo líder eserita Chernov, trataba de
establecer «una tercera fuerza igualmente alejada de los bolcheviques
que de la restauraci6n» 84• Desde este momento la Cheka jug6 al
ratón y al gato con los partidos de la oposición, hostigándolos y
ayudándolos por turno, deteniendo o soltando a sus líderes alterna-
tivamente y haciendo así que fuese casi imposible -aunque no del
todo-- su existencia organizada. Dan, uno de los dirigentes men-
cheviques, ha dejado constancia detallada de sus aventuras en el pe-
ríodo de 1919 a 1921 durante el cual, alternativamente detenido y
liberado, arrojado de la capital bajo el pretexto de nombramientos
oficiales más o menos míticos en provincias (era médico), volvió a
Moscú clandestinamente para reuniones políticas y en una ocasión
fue vuelto a llamar allí oficialmente para asistir al Congreso d~
Soviets de toda Rusia 85• Esta táctica de acosamiento no dejó de te-
ner su efecto; en lo que se refiere a los mencheviques de la masa
an6nima, hay que decir que Stalin probablemente no exageró mu-
cho cuando los defini6 en aquella época como «los que se iban pa-
sando poco a poco al campo de la República soviética» 86•
En estas condiciones, los dirigentes mencheviques estuvieron
presentes, por invitación, aunque no como delegados elegidos, en el
séptimo Congreso de Soviets de toda Rusia de diciembre de 1919.
Dan pronunció un breve discurso de ceremonia en el que habl6 con
simpatía de las victorias soviéticas en la guerra civil, de c6mo se
había rechazado a Yudenich ante Petrogrado, y dio la bienvenida
«al único frente revolucionario... en todo lo que concierne a · la
defensa de la Revolución» 87 • La manifestación más polémica que-
dó a cargo de Mártov, quien atacó las violaciones cometidas contra
la Constitución del Soviet y diagnosticó «una apatía de las masas
03 Lenin, Sochineníya, xxiv, 120.
14 El manifiesto del grupo pro-bolchevique apareció en lvvestiya el 3 de
mayo de 1919 (extractos en: Lenin, Socbíneniya; xxiv, 780); este grupo se
separó del partido cuando el Consejo del mismo, en junio de 1919, volvió a una
política de oposición al régimen (ibíd., xxiv, 788-9).
15 F. Dan, Dva Goda Skitani (Berlín, 1922).
16 Stalin, Sochineniya, iv, 243-4.
" li. Vserossiiski Syer.d Sovetov (1920), p. 20.
192 Capitulo 7

alimentada y reforzada por siglos de esclavitud sufrida bajo los zares


y los poseedores de siervos, una parálisis de la conciencia cívica, um
facilidad para echar todas las responsabilidades del propio destino
sobre las espaldas del Gobierno»; y acto seguido leyó una declaración
pidiendo «una restauración del funcionamiento de la Constitución ...
libertad de prensa, de asociación y de asamblea... inviolabilidad
de la persona... abolición de las ejecuciones sin previo juicio,
de las detenciones administrativas y del terror oficial» 88• Lenin, en
un discurso combativo muy eficaz, replicó que la declaración de
Mártov significaba «la vuelta a la democracia burguesa y nada más»
y que, «cuando oímos declaraciones semejantes de boca de gentes
que expresan su simpatía hacia nosotros, nos decimos: 'no; tanto
el terror como la Cheka son absolutamente indispensables'» 89•
A lo largo de todo el año 1920, los mencheviques mantuvieron
oficinas del partido y un club en Moscú (aunque ocasionalmente la
Cheka invadió los locales, los selló, confiscó papeles y detuvo a los
que allí se reunían), y publicaron gacetillas y proclamas en impren-
tas amigas y con la fuma del comité central del partido. En las
elecciones de aquel año al Soviet local, consiguieron 46 puestos en
el Soviet de Moscú, 250 en Jarkov, 120 en Yaroslav, 78 en Kre.
menchug y números menores en la mayor parte de las demás pobla-
ciones'°. En mayo de 1920 se permitió a los miembros de la Dele-
gación Laborista Británica que visitaba Moscú, una completa liber-
tad para visitar a los políticos de los partidos de la oposición 91 , e
incluso asistir a una sesión del comité central menchevique. Algu-
nos de ellos estuvieron después presentes en un mitin de 3.000 obre-
ros organizado por el Sindicato de Impresores, que era predominan-
temente menchevique, y en el que pronunciaron discursos tanto
oradores mencheviques como bolcheviques. En el transcurso del mi-
tin, Chernov, el dirigente escrita, buscado ya por la Cheka, apareció
disfrazado en la tribuna y pronunció una arenga en la que com-
paró al socialismo con la primitiva Cristiandad y la degeneración de
los bolcheviques con la de la Iglesia medieval. Según Dan éste fue
«el último mitin de este tipo en el Moscú bolchevique» 92 • En agos-
• Ibid., pp. 60-3.
" Lenin, Sochineniya, xxiv, 612-13.
'° Y. Mártov, Geschichte der Russischen Sozial-Demokratie (1926), p. 318.
En Sibir, Soyuzniki ; Kolchak, de G. K. Gins (Pekín, 1921), ii, 564-5, se
publicó una declaración hecha por el grupo menchevique en el Soviet de
Moscú el 6 de marzo de 1920, atacando, entre otras cosas, la limpieza de las
elecciones.
" B. Russell, The Practice and Theory of Bolshevism (1920), p. 26.
,. F. Dan, Dva Goda Skitani (Berlín, 1922), pp. 11-13. Chernov incluye
Hacia la consolidaci6n de la dictadura 193

to de 1920 se celebró abiertamente una conferencia del partido men-


chevique en Mosaí e incluso fue comentada en la prensa soviética 93 ,
y aun después, los mencheviques continuaron controlando sindicatos
importantes y actuando como un grupo organizado en congresos
del Consejo Central de los Sindicatos. Sin embargo, el octavo Con-
greso de Soviets de toda Rusia, en diciembre de 1920, fue el úl-
timo en admitir, sin derecho a voto, delegados de los mencheviques
v escritas, así como los de algunos grupos menores 94 • El tono de
los oradores de la oposición era más irreconciliable y la manera
como recibían sus palabras los bolcheviques de la aplastante mayoría
del Congreso más marcadamente hostil que en el año anterior. Már-
tov se había marchado ya de Rusia y había pronunciado en el otoño
de 1920, en el Congreso de Socialistas Independientes alemanes de
Halle, un discurso decididamente polémico contra Zinóviev y los
bolcheviques 95 • La política de tolerancia limitada de los soviets para
con los partidos disidentes estaba, evidentemente, acabándose por
momentos.
Los primeros meses de 1921 habrían de traer la crisis interna
más seria de la historia soviética desde la del verano de 1918. El
final de la guerra civil reveló el alcance total de las pérdidas y de la
destrucción que tenía por consecuencia, y soltó los frenos que la
lealtad ordinariamente impone en la guerra; el descontento con el
régimen se extendió por vez primera fuera de los círculos políticos
v se expresó en alta voz, alcanzando hasta a los campesinos y a los
obreros de las fábricas. La sublevación del Kronstadt de principios
de marzo de 1921 fue expresión y símbolo de esta situación. En el
décimo Congreso del partido celebrado en el mismo mes -Congre-
so que aprobó la Nueva Política Económica (NEP)-, la disciplina
del partido fue reforzada para hacer frente a las emergencias, y la
tolerancia para con las minorías disidentes externas al partido se
el texto de su discurso en Mes Tribulations en Russie (París, 1921), pp. 55-60;
Dan lo califica de «no muy afortunado» y «excesivamente literario y abstracto».
Hay un breve relato de la reuni6n junto con el texto del discurso de Kefali,
miembro del comité central menchevique, en British Labour Delegation lo
Russia, 1920: Report (1920), pp. 63-5; de acuerdo con la informaci6n dada
posteriormente a la delegación, los miembros del consejo de la uni6n de impre-
sores fueron detenidos al mes siguiente (ibid., p. 71).
" F. Dan, Dva Goda Skitani (Berlín, 1922), pp. 57-9.
" Un delegado se calificó a sí mismo de portavoz de los «comunistas
disidentes» (Vosmoi Vserossiiski Syezd Sovetov, 1921, pp. 226-8), curiosa
producto de la confusi6n política de los primeros años de la Revoluci6n y del
aliento que se prest6 durante un corto tiempo a los disidentes religiosos coma
arma contra la Iglesia Ortodoxa.
95 Este episodio se examinará en la Parte V.
Carr, t. I, 13
194 Capítulo 7

hizo cada vez más anómala. No se publicó ningún decreto semejante


al de junio de 1918, pero el mismo Lenin parece haber dado la se-
ñal del comienzo de esta actitud. En un folleto en defensa de la
NEP publicado en mayo de 1921 escribió lo siguiente:
En cuanto a las gentes que no pertenecen al partido, que no son sino men-
cheviques y eseritas disfrazados con atuendos modernos, de Kronstadt, y no del
partido, los pondremos a salvo en la cárcel o se los enviaremos a Mártov a
Berlín para que gocen libremente de todas las amenidades de la democracia
libre y del intercambio libre de ideas con Chernov, Miliukov y los menche-
viques georgianos'".

Según una fuente menchevique el resultado de esta alusión, de


este ataque más bien, fue inmediato:
Comenzaron las represiones contra los socialdemócratas por toda Rusia.
El único medio de evitar la persecución era escribir una declaración al perió-
dico bolchevique renunciando a toda conexión con el partido socialdemócrata.
Muchos se sometieron, pero muchos también fueron deportados a Solovki, a
Suzdal, a Siberia, al Turkestan y demás'".

No parece que hubiese muchos mártires; no hubo obstáculos


para la marcha de los líderes mencheviques a Berlín, donde en la
primavera de 1921 sería establecido un importante centro menche-
vique que contó con un periódico semanal, Sotsialisticheskii Vestnik.
La masa anónima del partido se sometió casi en su mayor parte o
abandonó toda actividad política, pero hay sin embargo una cierta
ironía en el hecho de que la extinción de la oposición política al bol-
chevismo, organizada desde fuera, coincidiese con el desarrollo de la
oposición organizada más importante, dentro del partido, desde la
.producida en los días de Brest-Litovsk. En efecto, seguían existien-
do agudas diferencias de opinión, pero ahora se habían concentrado
en el interior del partido; éste había absorbido toda la vida política
del país y sus asuntos internos eran en adelante la historia política
de la nación.
Sin embargo, una vez más, es un dato significativo de la flexibi-
lidad de la política soviética y de su empiricismo en la elección de
los medios el que, en esa misma primavera y ese verano de 1921
que vieron producirse la virtual extinción de todos los partidos in-
,. Lenin, Sochineniya, xxvi, 352.
" Y. Mártov, Gerchicbte der Rurrirchen Sozial-Demokratie (1926), p. 319.
El autor (F. Dan en esta parte <lel libro) cita las palabras de Lenin de una
forma ligeramente inexacta y, equivocadamente, las atribuye al discurso pro-
nunciado por éste en el Congreso del partido.
Hacia la consolidaci6n de la dictadura 195

dependientes de la Rusia soviética, se asistiese también a los dos


intentos más serios realizados hasta entonces para lograr un enten.
dimiento entre el poder soviético y los supervivientes de la intelli-
guentsia que quedaban en suelo soviético. Por el lado soviético, la
NEP era el síntoma de una voluntad de acuerdo que debe suponerse
que tenía su contrapartida política; por otro lado, muchos de los
rusos hostiles hasta entonces al poder soviético, bien dentro de Ru-
sia o ya en la emigración, vieron en la NEP un síntoma de capitu-
lación de los principios del bolchevismo, inflexible hasta entonces,
cesión que podría abrir el camino a una reconciliación parcial. En
abril de 1921 fue presentada una propuesta para una reunión públi-
ca conjunta, seguida de un banquete, entre representantes del Go-
bierno Soviético y de la intelliguentsia burguesa, en el cual el porta-
voz oficial explicaría el significado de la NEP y el representante de
la intelectualidad daría la bienvenida al cambio sucedido en la po-
lítica. El plan se derrumbó por la intransigencia de los representan-
tes de la intelectualidad, que no querían comprometerse a ninguna
aceptación pública de la actuación soviética 98 • A fines de junio de
1921 las noticias del hambre catastrófica que amenazaba a las pro-
vincias orientales de la Rusia soviética comenzaron a llegar a Moscú
y un grupo de hombres públicos y de intelectuales se aproximó a
las autoridades soviéticas con proposiciones para realizar una peti-
ción de ayuda a los países extranjeros. La magnitud del desastre que
amenazaba y la creentia de que un gesto de conciliación habría de
impresionar favorablemente la opinión extranjera, hizo que el Go-
bierno soviético mirase con buenos ojos el proyecto. Por un decreto
del 21 de julio de 1921 se creó un Comité Panruso de Socorro al
Hambre compuesto de unas sesenta personas, que incluían a Ká-
menev, presidente del Comité, Rikov, Lunacharsky, Krasin, Máximo
Gorki y otros pocos bolcheviques, dos antiguos ministros del Go-
bierno Provisional, Kishkin y Prokopovich, algunos kadetes impor-
tantes y un gran número de intelectuales que no eran del partido.
Este comité habría de reunir fondos, tanto de contribución volunta-
ria como de subsidio estatal, recolectar suministros en Rusia y fuera
de Rusia y vigilar su distribución 99 •
Un comité de este tipo era cosa única en la historia del régimen
soviético y pronto se revelaron las dificultades inherentes al caso.
La prensa rusa émigré aclamó la medida como prueba de que el
91 La fuente principal para este episodio poco documentado es un artículo
de E. Kuskova, uno de los representantes de la intelectualidad que tom6 parte
en las negociaciones (Volia Rossii, Praga, núm. 3, 1928, p. 56).
99 1%vestiya, 23 de julio de 1921.
196 Capítulo 7

régimen soviético estaba en aprietos desesperados y no era ya capaz


de mantenerse sin la ayuda burguesa; el representante británico re-
cién llegado a Moscú entró en relaciones con el Comité sin consultar
al Gobierno soviético; y los gobiernos extranjeros mostraron una
evidente inclinación a tratarlo como un gobierno de alternativa, qu~
podría suceder en el poder si el régimen soviético era derrocado.
El Comité hizo poco más que reunir información y hacer publicidad
en el interior y en el extranjero. El 20 de agosto de 1921, el Go-
bierno soviético firmó un contrato con la Administración de Socorro
Americana de Hoover (ARA) para organizar la lucha contra el ham-
bre. Este éxito hizo que, desde el punto de vista soviético, la conti-
nuación de la existencia del Comité resultase no sólo superflua sino
peligrosa, porque la ARA deseaba claramente aprovechar el progra-
ma de ayuda para debilitar la posición del Gobierno soviético y
había de intentar tratar, más que con la autoridades bolcheviques,
con el Comité predominantemente burgués, hasta el punto en que
eso fuese posible. En una etapa anterior se había planeado que de-
legados del Comité marchasen a Londres y a otros países extranje.
ros para solicitar ayuda, pero esto estaba ahora fuera de cuestión, y
el Gobierno soviético informó al Comité de que su trabajo en Moscú
había terminado y que sus miembros tenían que ocupar su sitio en
la Organización de Ayuda de las regiones castigadas. Y cuando la
mayoría se negó a aceptar esta decisión e insistió en el plan de en-
viar delegados al extranjero, el Comité fue formalmente disuelto por
un decreto del 27 de agosto de 1921 y detenidos sus miembros di-
rectivos burgueses 100 • Así terminó el primero y último intento de
cooperación entre el régimen soviético y los elementos supervivien-
tes del viejo orden. Se hizo patente, tanto la intensidad de la mutua
animosidad entre ellos, como el modo en que cualquier fuerza inde-
pendiente en la Rusia soviética, se convertiría, o podría plausible-
mente sospecharse que habría de convertirse, en un foco de interven-
ción extranjera contra el régimen 1º1•
Antes de volver al examen del desarrollo del partido en su rela-
ción con el Estado, hay que registrar dos episodios posteriores que
marcan etapas en la consolidación de la dictadura. El primero fue
100 El anuncio <le la disolución con una breve exposición de sus razones
apareció en 11.vestiya el 30 de agosto de 1921.
1º1 El relato más largo y conexo del episodio se encuentra en un ar-
tículo de E. Koskova, uno de los miembros del Comité, publicado en Volia
Rossii (Praga, núms. 3, 4, 5, 1928; el caso de los bolcheviques frente al Co-
mité fue expuesto en Izvestiya Tsentralnogo Komiteta Rossiiskoi Kommunisti-
cheskoi Partii (Bolshevikov), núm. 34, 15 de noviembre de 1921, p. 2.
Hacia la consolidación de la dictadura 197

la abolición y transformación de la Cheka, que tuvo lugar en la pri-


mavera de 1922. El segundo, el proceso público de los dirigentes
eseritas ocurrido tres meses después.
La hostilidad hacia la Cheka arrancaba de dos fuentes correspon-
dientes a dos grupos bien representados en el partido. Por un lado,
de los idealistas que desaprobaban el terror y los procedimientos
extrajudiciales como instrumento regular de gobierno, aunque los
habían aceptado como necesarios en momentos de emergencia; y por
otro lado, de los intereses legalmente establecidos de otras ramas de
la administración que objetaban a la intrusión en sus funciones nor-
males de una institución privilegiada e irregular. A nivel de centro,
esta última objeción era expresada por los Comisariados de Asuntos
Interiores y de Justicia; en las regiones, las comisiones locales de la
Cheka suscitaban en su forma más aguda el crónico problema cons-
titucional de la responsabilidad de los organismos locales ante el
Soviet local. De un modo general, el final de la guerra civil había
sido seguido de una relajación de la tensión de que era síntoma en
el campo económico la NEP, pero se pensaba que a la desmoviliza-
ción del ejército seguiría otra del organismo que había llevado ade-
lante la campaña, triunfalmente terminada ya, en el frente de la re-
taguardia. En el noveno Congreso de Soviets de toda Rusia, Smirnov,
viejo bolchevique que había estado unido a movimientos de oposi-
ción dentro del partido, desde los «comunistas de izquierdas» de
1918 102 en adelante, propuso, en el más breve de los discursos, una
moción que, si los datos son completos, fue votada sin discusión, y
que reza como sigue:
El Congreso de los Soviets toma nota de la heroica labor realizada por los
organismos de la Cheka en los momentos más graves de la guerra civil y de
los inmensos servicios prestados por ella en la tarea de reforzar y defender
las conquistas de la Revolución de Octubre contra los ataques de dentro y
de fuera.
El Congreso considera que la presente situación de fuerza del poder sovié-
tico dentro y fuera, hace posible restringir el alcance de la actividad de la
Cheka y sus organismos, reservando a los órganos judiciales la lucha contra las
violaciones de las leyes de la República Soviética.
Por consiguiente el Congreso de los Soviets encarp;a al presidium del VTsIK
que revise lo antes posible el estatuto de la Cheka y de sus organismos en
el sentido de reorganizarlos, de restringir su competencia y de vigorizar los
princi píos de la legalidad revolucionaria 103 •

102 Véase p. 206 más adelante.


' 03Sobranie Uzakoneni, 1922, núm. 4, art. 42; Devi11ti Vserossiiski Syezd
Sovetov (1922), p. 2.54.
198 Capítulo 7

Excepto en el momento inical del ardor y del entusiasmo de una


revoluci6n, las cuestiones fundamentales de la mecánica del poder
se discuten raramente en público por los que la ejercen, y el futuro
de la Cheka era una cuesti6n de este tipo. No se puede determinar
hasta qué punto la aceptaci6n de la resolución de Smirnov por los
líderes del partido en el Congreso de diciembre de 1921 fue una
maniobra táctica, ni hasta qué punto los pareceres fueron modifi-
cados consecuentemente por el hambre desesperada, cuyos efectos
no alcanzaron su punto cumbre hasta los primeros meses de 1922;
o bien qué fuerzas fueron las responsables de la última decisi6n.
Pero es difícil creer que en un momento en que la introducci6n de
la NEP, con su tolerancia de elementos capitalistas y pequeñ~bur-
gueses, había aumentado la necesidad de vigilancia, los líderes del
partido pudiesen haber pensado seriamente en prescindir de un ins-
trumento de seguridad tan poderoso. Sin embargo, el 8 de febrero
de 1922, el VTsIK public6 un decreto disolviendo la Cheka y sus
comisiones locales, transmitiendo sus funciones al Comisariado del
Pueblo de Asuntos Interiores y creando en el Comisariado una «ad-
ministraci6n política estatal» (Gosudarstvennoe Politicheskoe Uprav-
lenie o GPU) que ejerciese esas funciones, con «secciones políticas»
correspondientes en las provincias y en las repúblicas y regiones
aut6nomas de la RSFSR. La doble responsabilidad de estas secciones
ante la GPU en Moscú y ante los comités ejecutivos del Soviet en
el lugar de origen, se defini6 en los vagos términos de costumbre
que no dejaban duda ninguna en cuanto a su subordinaci6n al or-
ganismo central. Se pusieron a disposición de la GPU «destacamen-
tos especiales del ejército» y entre sus funciones se mencion6 la
tarea de «combatir el crimen en el ejército y en los ferrocarriles».
Finalmente, se declar6 que cualquier persona detenida por la GPU
tenía que ser liberada, o entregada a la autoridad judicial para ser
juzgada, a los dos meses de haber sido detenida, a menos que se ob-
tuviese del presidium del VTsIK un permiso especial para que con-
tinuase detenida 104• Esta última disposici6n era la cláusula de escape
que capacitaba a la GPU, donde y cuando fuese necesario, para evi-
tar los impedimentos del procedimiento legal. Pero parece que in-
cluso esta formalidad no fue observada por mucho tiempo y des-
pués de la creaci6n, al año siguiente, de la Unión de las Repúblicas
Socialistas Soviéticas, la dependencia nominal del Comisariado de
Asuntos Interiores desapareció también. La transformaci6n de fe-
brero de 1922, aunque pretendía transferir las funciones, casi judi-

'"' Sobranie Uzakoneni, 1922, núm. 16, art. 160.


Hacia la consolidación de la dictadura 199

ciales, de la Cheka a los tribunales, de hecho colocaba la totalidad


de los delitos políticos fuera del alcance del procedimiento judicial
y dejaba a la GPU poderes aún más arbitrarios para lidiar con tales
delitos que los que había disfrutado o ejercido la difunta Cheka. No
había cumplido dos meses de vida la GPU cuando Lenin, en el un-
décimo Congreso del partido, la criticó por intervenir en una tran-
sacción económica que no parecía ser de su incumbencia 105•
El segundo suceso culminante de 1922 fue el proceso de los
dirigentes eseritas. Las medidas de represión aplicadas a los men-
cheviques el año anterior habían caído igualmente sobre las espaldas
de los eseritas pero eran éstos de una casta diferente y no tan fá-
ciles de barrer. Constituían un partido revolucionario con una tra-
dición de conspiración clandestina y, cuando se reanudó la política
de oposición, al menos una parte de ellos volvió a esta tradición.
El recién creado organismo de la GPU se puso rápidamente a la
obra y, en febrero de 1922, se anunció que habfan sido detenidos 47
dirigentes eseritas acusados de conspirar contra el poder soviético,
y que serían procesados. El anuncio levantó algún revuelo en el ex-
tranjero, especialmente en los círculos socialistas, y en abril de 1922
se suscitó la cuestión en un mitin de Berlín en el que actuaban re-
presentantes de las tres Internacionales -solitario intento de un
acuerdo entre estas corporaciones rivales ul6_ Bujarin y Radek, que
representaban el partido ruso en la delegación del Comintern, res-
pondieron de que no se pedirían penas de muerte contra los eseri-
tas, lo cual fue causa de que fuesen públicamente censurados por
Lenin por su aquiscencia a esta intrusión en los asuntos domésticos
del Soviet, aunque no dejase de admitir que había que respetar el
compromiso 107•
Antes de que pudiese empezar el proceso, Lenin había sido aba-
tido por su primer ataque. El proceso se abrió el 8 de junio de 1922,
duró dos meses y gozó de publicidad internacional por la presencia
de Vandervelde, el socialista belga, en calidad de abogado princi-
pal de los acusados. Era el primer gran proceso político del régi-
men. La acusación general contra los eseritas era formidable. A tra-
vés de Kerenski, se les cargaba con la responsabilidad de todos los
actos del Gobierno Provisional; habían representado un papel im.
oortante en más de un gobierno «blanco» durante la guerra civil;
ios asesinos de Mirbach y el autor del atentado contra la vida de

' 05 Lenin, Sochineniya, xxvii, 249.


106 Podrá verse un relato de esta reunión en la Parte V.
107 Lenin, Sochineniya, xxvii, 277-80.
200 Capítulo 7

Lenin habían sido escritas; y, aunque no pudiesen probarse actos


concretos, había numerosas declaraciones de los líderes eseritas a
favor de actos de terrorismo contra el poder soviético. Vandervelde y
sus colegas extranjeros abandonaron la defensa al cabo de unos po-
cos días «a requerimiento de los acusados» y publicaron una decla-
ración denunciando al tribunal y a la acusación por violación del
acuerdo de Berlín 108 • De los treinta y cuatro defendidos, fueron
absueltos unos pocos y muchos sentenciados a diferentes plazos y
grados de prisión. Catorce fueron condenados a muerte, de los cua-
les dos fueron indultados por un decreto del VTsIK, mientras que
las sentencias correspondientes a los restantes quedaron en suspen-
so. Es digno de tener en cuenta el que durante las sesiones no se
alegase que el partido eserita era asimismo una institución ilegal,
puesto que se demostró que los defendidos habían cometido actos
que eran criminales para cualquier sistema de gobierno. Sin embar-
go, el decreto del VTsIK del 8 de agosto de 1922 que confirmaba
v suspendía las sentencias seguía implicando el reconocimiento a un
partido legal:
Si el partido de los eseritas, de hecho y en la práctica, cesa en su actividad
terrorista de conspiración clandestina y de espionaje militar encaminada a la
insurrección contra el poder de los obreros y los campesinos, eso servirá para
eximir de la pena capital a aquellos de sus principales miembros que en el pa•
sado dirigieron estas actuaciones y se reservaron, en el juicio mismo, su derecho
a continuar haciéndolo'°'.

La ficción de la oposición legal estaba no obstante muerta desde


hacía mucho y su defunción no puede honradamente achacarse al
partido único. Es verdad que el régimen bolchevique no se mostró
dispuesto, después de los primeros meses, a tolerar una oposición
organizada, pero es igualmente verdad que ningún partido de la
oposición estaba tampoco dispuesto a permanecer dentro de los lí-
mites legales; la premisa de la dictadura era una característica co-
mún a ambas vertientes del debate.

,.. E. Vandervelde y A. Wauters, Le Procés des Socialistes-Révolutionnai-


res á Moscou (Bruselas, 1922), pp. 133-4.
'°' Protsess P. SR: Rechí Godsudarstvenni; Obviniteli (1922), pp. 243-4.
Capítulo 8
EL ASCENDIENTE DEL PARTIDO

La evolución sufrida tras el mes de octubre de 1917 por el ala


bolchevique del Partido de los Obreros Socialdemocráticos rusos, que
habría de convertirse pronto en Partido Comunista ruso (bolchevi-
ques), fue un proceso a la vez de continuidad y de cambio; el par-
tido siguió a lo largo de su historia llevando el sello que Lenin le
había impreso y volvió constantemente a las tradiciones y contro-
versias de su juventud. La Revolución de Octubre lo cambió en al-
gunos aspectos evidentes y en otros más sutiles, pero aquí es difícil
también distinguir entre los cambios inherentes a su naturaleza, en
tanto que partido, o en particular como partido revolucionario, y los
peculiares o pertenecientes a la situación en la que tenía que operar.
Los tres hechos principales que se desarrollaron y marcaron el pe-
ríodo entre la Revolución de Octubre y la muerte de Lenin fueron:
el aumento de la autoridad en las manos de una pequeña jefatura
del elemento central del partido; la transformación de éste, partien-
do de una organización revolucionaria encaminada a derrocar las
instituciones existentes, en el núcleo rector de un engranaje guber-
namental y administrativo; y finalmente la creación, a favor de él,
de una posición de monopolio por medio de la eliminación de los
demás partidos. .
La tendencia a concentrar el poder en la parte central de cual-
quier órganización grande y la necesidad de concentración como
201
202 Capítulo 8

condición de una labor eficiente, ha sido el lugar común de los mo-


dernos partidos políticos 1• Los partidos que, como los anarquistas,
se resistían a ello se condenaban a la esterilidad política; en los
otros partidos, en conjunto, el éxito dependió de su mayor o menor
aquiescencia en aceptar la disciplina de una fuerte autoridad central
y de una dirección. Ahora bien, el hecho tiene implicaciones pertur-
badoras para partidos que pretenden organizarse en la línea demo-
crática. Todos los partidos políticos organizados -y especialmente
los que representan las masas, donde el montón queda muy separado
de los líderes por cualificaciones intelectuales y técnicas que el lide-
razgo requiere- han tendido, por muy democráticos que fuesen los
principios en que se apoyasen, a evolucionar en dirección a una oli-
garquía cerrada de dirigentes. Un sociólogo cuyo material de trabajo
deriva principalmente del estudio del partido socialdemócrata ale-
mán y del socialista italiano antes de 1914, ha diagnosticado muy bien
los síntomas:
En toda relación social la naturaleza misma genera dominio y dependencia,
y, así, toda organización de partido representa una poderosa oligarquía apo-
yada en una base democrática. En todas partes hay electores y elegidos, pero
también en todas partes existe el poder del liderazgo elegido sobre las masas
electoras. La estructura oligárquica del edificio esconde y oculta sus cimientos
democráticos 2 •

Este proceso se puso en marcha rápidamente a partir de 1917


cuando los bolcheviques se convirtieron en un partido de masas, y
sin duda fue acelerado por las tradiciones de secreto y de disciplina
establecidas en el partido antes de 1917, por la posición especial
que gradualmente logró después de esta fecha como monopolio de
partido en el estado, y quizá también por el atraso político y la in-
experiencia de los obreros rusos en comparación con sus correspon-
dientes occidentales. Pero quedaría seriamente desvirtuada la pers-
pectiva si se mirase el proceso como peculiarmente ruso o especial-
mente bolchevique; era común, en mayor o menor grado, a todos
los partidos políticos de la primera mitad del siglo xx.
La evolución de un partido revolucionario en partido guberna-
' Véanse anteriormente pp . .51-.52.
2R. Michels, Zur Soziologie Parteiwesens (2.• ed., 1925), p . .504. Y ade-
más: «Cuanto más se extiende el aparato oficial, es decir, cuantos más miem-
bros y organizaciones tiene y más se llenan sus arcas y se desarrolla su prensa,
más se arroja a un lado la democracia y se reemplaza por la omnipotencia de
los comités» ( ibid., p. 98). El cargo de «bizantinismo» -el dicterio favorito
de la crítica contra los bolcheviques- se oía ya en el Partido Socialdemócrata
alemán en 1908 (ibid., p. 148).
El ascendiente del partido 203

mental ha sido un rasgo de todas las revoluciones victoriosas y pro-


duce algunas manifestaciones tan conocidas que pueden calificarse
de estereotipadas. El partido, al cambiar sus tareas de destrucción
por las de administración, descubre las virtudes de la ley, del orden
v de la sumisión a la justa autoridad del poder revolucionario, y es
entonces atacado por la izquierda por los que quieren llevar adelan-
te la Revolución en nombre de esos viejos principios revolucionarios
que ellos pretenden que el gobierno de la Revolución está ahora
traicionando. Este fue el modelo seguido por la historia de la Revo-
lución rusa; pero hay otro rasgo más distintivo que resultó de la
nueva interacción de partido y estado. La asociación entre ambos
implicaba directamente al partido en todas las crisis nacionales y
transformaba todas las invocaciones a la unidad nacional y al mando
nacional en una invocaión a la unidad del partido y a la lealtad al
jefe del partido. El apretar filas es, tanto para el partido como para
la nación, la reacción natural ante el peligro nacional y no es posi-
ble separar a Lenin, jefe del partido, de Lenin jefe de la nación. La
ascendencia que ejerció era por su autoridad moral más que por un
poder externo, pero sirvió para determinar en el partido, lo mismo
que en el estado, una tradición de liderazgo personal de la que era
difícil que se desprendiera.
El tercer cambio importante fue la adquisición por el partido de
1o que en efecto era un monopolio político en territorio soviético.
Ninguna teoría política niega a un partido político el derecho a im-
poner condiciones rígidas de conducta o de credo a sus miembros
y de excluir a los que no las cumplen, pero ese derecho había su-
puesto, hasta entonces, que el individuo tenía la opción de cambiar
su adscripción a un partido y que algún otro partido de alternativa
le daba una oportunidad de influir en los asuntos públicos. Antes
de la revolución los bolcheviques disidentes podían, y lo hicieron,
hacerse mencheviques o unirse a otros partidos o grupos políticos,
v en los primeros meses que siguieron a la Revolución esta fluidez
de miembros entre los partidos supervivientes -bolcheviques y
mencheviques, izquierda y derecha escrita- funcionaba hasta cier-
to punto. Los bolcheviques eran el partido dominante pero todavía
uno de entre varios partidos; pero después del verano de 1918 los
demás partidos políticos existían solamente en precario en un es-
tado cada vez más y más difícil, y desde 1921 en adelante desapa-
recieron virtualmente. La dimisión o la expulsión del único partido
que quedaba significó normalmente desde entonces -en el mejor
de los casos- la privación de toda forma legal de actividad política.
En consecuencia, las disputas en el seno del partido estaban aboca-
204 Capítulo 8

das a hacerse cada vez más amargas porque no había otro canal por
el que expresar las opiniones disidentes y porque tales opiniones
podían ahora plausiblemente ser atribuidas a los antiguos menche-
viques o escritas que habían entrado en el partido por motivos in-
sinceros o interesados 3• Se convirtió en lo fácil y natural tomar la
disidencia por deslealtad. En el estado unipartidista los conceptos
de unidad de partido y de disciplina de partido desarrollaron en
adelante implicaciones insospechadas.
Pero estos cambios se produjeron por etapas. A pesar de la in-
sistencia constante de Lenin sobre la conformidad de doctrina y la
disciplina de partido que había de reforzarla, el estatuto original
del partido, aprobado por el segundo Congreso de 1903 y confir-
mado en una forma ligeramente revisada por el tercer Congreso de
1905, dejó implícita la obligación de los miembros de someterse a
las decisiones del partido. En la revisión aprobada por el sexto Con-
greso de agosto de 1917, esta decisión se expresó por primera vez
de una manera explícita. Lo que quizá es sorprendente es que la
victoria de la Revolución pareció relajar al principio los lazos de
la disciplina del partido y conducir a una explosión de disensiones
_v controversias desencadenadas, sin precedente en los anales del par-
tido bolchevique, y raras quizá en los de cualquier otro. Estas con-
troversias en el seno del partido, con toda su gravedad, procedían
de acuerdo con la regla reconocida de que los miembros del mismo
conservaban su libertad de acción hasta que (aunque solamente has-
ta ese momento) la decisión del partido había sido tomada. El delito
por el que Kámenev y Zinóviev habían sido amenazados de expul-
sión en vísperas de la Revolución no fue el de haber expresado opi-
niones disconformes en los debates del Comité Central que prece-
dieron a la decisión, sino el haberla combatido públicamente, cuan-
do --de acuerdo con el voto de una mayoría- esta decisión había
resultado contraria a ellos 4 • A ningún partido enfrentado con un
desafío de este tipo se le podría denegar razonablemente el derecho
a aplicar sanciones. Pocos días después de la victoria de la Revolu-
' La resolución del décimo Congreso del partido atribuía el desarrollo del
fraccionalismo a «la entrada en las filas del partido de elt"ml'nto~ qne no hn-
bían asimilado plenamente el punto de vista comunista» (VKP(B) v Rezolut-
siyaj [1941], i, 375). La redacción original de Lenin de esta resolución men-
cionaba específicamente a los «antiguos mencheviques» (Sochineniya, xxvi, 262).
' Del mismo modo, el fallo de Trotski en la disputa ~obre el ~inclir1to
de 1920-1, estriba en el hecho, no de que presentase propuestas insostenibles,
sino de que, cuando éstas fueron rechazadas por mayoría en el Comité Central,
se negó a participar en la comisión nombrada para preparar una solución
(ibid., xxvi, 88).
El ascendiente del partido 205

ción, Lenin hizo frente a una rebelión más -dirigida nuevamente por
Kámenev y Zinóviev- contra la política (que poco después se relajó
en favor de los eseritas de izquierda) de excluir a los demás par-
tidos del Gobierno soviético; y esta crisis no terminó más que con
_un ultimátum y varias dimisiones 5• Ese invierno se caracterizó por
la libre discusión y los duros choques en el Comité Central del par-
tido que culminó en los famosos debates de febrero y marzo de 1918
sobre las negociaciones de Brest-Litovsk con Alemania y la firma del
tratado. En estos debates, el punto culminante fue alcanzado cuando
Dzerzhinsky expresó su pesar de que el partido no fuese suficiente-
mente fuerte para arriesgarse a la dimisión de Lenin, y Lomov, pre-
parado a afrontar incluso esta contingencia, dijo abiertamente: «te-
nemos que tomar el poder sin Vladimir Ilich» 6 •
Sin embargo, aunque el efecto inicial de la Revolución había sido
alentar una libertad y publicidad de discusión que rara vez practica
un partido en cuestiones vitales de política pública, pronto empe-
zaron otras fuerzas a operar en sentido opuesto. El entusiasmo sin
críticas a que dio lugar el triunfo de la Revolución se disipó, pues en
la primavera de 1918 las dificultades económicas eran ya muy agu-
das y comenzó a crearse una oposición, que partía de grupos izquier-
distas dentro del partido, que acusaban a la dirección del mismo de
tendencias oportunistas y de abandonar los principios bolcheviques.
En estas condiciones las controversias sobre el asunto de Brest-Li-
tovsk dieron lugar al nacimiento de un grupo de «comunistas de
izquierda» que publicó en Petrogrado, durante una quincena, un dia-
rio de la oposición titulado Kommunist que atrajo las fulminaciones
de Lenin en el séptimo Congreso del partido convocado para ratifi-
car el tratado de Brest-Litovsk en marzo de 1918:
La seria crisis por la que está pasando nuestro partido, en relación con la
formación en su seno de una oposición izquierdista, es una de las mayores
crisis por las que ha pasado la Revolución rusa'.
' Véase anteriormente pp. 125-26. El ultimátum dirigi<lo a Kámenev, Zinó-
viev, Riazanov y Larin el 6-19 de noviembre de 1917 por el Comité Central, exi-
gía que «inmediatamente y por escrito se comprometiesen a someterse a las deci-
siones del Comité Central y a llevar a cabo la política de éste en todos sus
actos públicos, o si no que se abstuviesen de toda la actividad pública del par-
tido y abandonasen todos sus puestos de responsabilidad en el movimiento
obrero hasta el próximo congreso del partido» (Protocoli Tsentralnogo Ko-
miteta RSDRP [1929], p. 170). Zinóviev contestó con una carta de sumisión
pero los otros tres permanecieron inflexibles y fueron excluidos del Comité Cen-
tral (ibid., pp. 175-7). Rikov, Miliutin y Noguin dimitieron también del
Comité Central y de sus puestos en el Sovnarkom.
• lbid., pp. 249-50.
' Lenin Sochineniya, xxii, 321.
206 Capítulo 8

Pero el partido, derrotado en el caso de Brest.Lltovsk, volvi6


su atenci6n a la crítica situación económica atacando la política de
Lenin en materias tales como el empleo de especialistas, el sistema
de trusts industriales y la direcci6n única en las industrias. La reac-
ción natural, aunque quizá injusta, fue que se le considerase sospe-
choso de intrigar con los escritas de izquierda que habían abando-
nado el Sovnarkom por la cuestión de Brest-Lltovsk •. El grupo
obtuvo el control de la organización del partido en Moscú y, en abril
de 1918, publicó dos números de una nuevo periódico bajo el mismo
título de Kommunist descrito como el «Organo del Bur6 regional
de Moscú del Partido Comunista ruso (Bolcheviques)». Los edito-
res eran Bujarin, Obolensky, Radek y V. Smirnov 9• El primer nú-
mero imprimió una largo manifiesto sobre la situación económica
que había sido leído en una reuni6n del grupo con los líderes del
partido, incluyendo a Lenin, el 4 de abril de 1918 10 • Un mes des-
pués, el grupo recibió una de las más formidables andanadas de
Lenin en un artículo titulado Sobre el infantilismo «izquierdista»
y el espíritu pequeño-burgués y se esfumó en el verano de 1918 en
que, asustado por la conspiración de los escritas y el comienzo de
la guerra civil, el partido se repleg6 hacia el restablecimiento de la
unidad y la autodisciplina bajo la jefatura de Lenin 11 •
• Durante las amargas disputas del partido en diciembre de 1923, Zino-
viev alegó que la izquierda escrita había propuesto en ese momento detener
a Lenin y a los demás miembros del Sovnarkom, que el plan había sido con-
siderado seriamente por los comunistas de izquierda y que Piatakov había
sido designado para suceder a Lenin (Pravda, 16 de diciembre de 1923). Stalin
aludió también a dicho alegato (ibid., 15 de diciembre de 1923). Un grupo
de antiguos comunistas de izquierda, incluyendo a Piatakov y a Radek, replicó
con una declaración de que la historia no tenía más fundamento que algunas
observaciones hechas en broma (ibid., 3 de enero de 1924). En 1937, Bujarfn
fue acusado de haber organizado en esta ocasión un importante complot contra
Lenin.
• Entre otros participantes citados en la p4gina titular estaban, Bubnov,
Kosior, Kuibishev, Pokrovski, Preobrazhenski, Piatakov, Sapronov, Safarov,
Uritski, Unshlijt y Yaroslavski.
'º Según una declaración del Kommunist, núm. 1, 20 de abril de 1918,
p. 13, Lenin leyó en esta ocasión un conjunto de contra-tesis y prometió pu-
blicarlas, pero no lo hizo. El manifiesto del grupo está reimpreso en: Lenin,
Sochineniya, xii, 561-71; su contenido será examinado en la Parte IV.
11 Es un síntoma del espfritu de este período el hecho de que en el mo-
mento culminante de esta controversia que tan acerba parecía, Bujarín apare-
ciese como delegado principal del Comité Central del partido en el primer
Congreso de los Consejos de Economía Nacional de toda Rusia, y que Radek
hiciese ante este congreso un informe sobre «las consecuencia económicas del
Tratado de Brest-Litovsb (Trudi 1 Vserossíiskogo Syezda Sovelov Narodnogo
Joiiaistva [1918), pp. 7, 14-23). Esta elasticidad se debía a la extrema escasez
El ascendiente del partido 207
El séptimo Congreso del partido, en el que se decidi6 ratificar
el tratado de Brest-Litovsk, llev6 también a efecto la propuesta he-
cha por Lenin un año antes en sus Tesis de Abril de cambiar el
nombre del partido de «socialdemocrático» a «comunista». Marx y
Engels habían expresado su disgusto con respecto al viejo título
cuando el partido obrerista alemán lo adopt6 en 1875, pues ya en
aquel momento la palabra «democracia», aun cualificada por el ad-
jetivo «social», estaba comenzando a perder su connotación revo-
lucionaria. Después de 1914 los socialdemócratas de Europa, con
excepción de una insignificante minoría, habían abandonado la causa
de la revolución proletaria mundial y se habían convertido en «bur-
gueses», «reformistas» y «chovinistas». En diciembre de 1914 Le-
nin se había preguntado si no seda mejor abandonar el nombre de
«socialdemócratas», «manchado y degradado» y volver al nombre mar-
xista de «comunistas» 12 • Era ya hora de marcar el abismo existente
entre ellos y reivindicar para los revolucionarios la herencia marxista
volviendo al viejo nombre de «comunistas». El cambio tenía una doble
significación: internamente, el partido volvía decididamente la espalda
a la etapa burguesa de la Revolución y se encaminaba resueltamente
hacia la meta comunista; exteriormente, el cambio marcaba la división
en el movimiento obrero europeo entre los que persistían en políti-
cas burguesas de reforma y los que estaban por la Revolución a tra-
vés del proletariado; la escisión que Lenin produjo en el partido
ruso en 1903 se repitió ahora a escala internacional. Hubo alguna
reluctancia dentro del partido a alterar el nombre tradicional pero
finalmente, en marzo de 1918, los seguidores de Lenin dejaron de
llamarse a sí mismos el «Partido de los Obreros Socialdemócratas
rusos» -un título discutido, compartido durante mucho tiempo
con los mencheviques y abandonado ahora a ellos- y se convirtie-
ron en el «Partido Comunista ruso (Bolcheviques)» u_

Pero había llegado también el tiempo de afianzar la organización


del partido. El sistema de esta organizaci6n había sido definido du-
rante mucho tiempo en los círculos del partido como «centralismo
democrático» 14 , término destinado a marcar ese doble proceso por
que sufría el partido de hombres capacitados, pero también en parte a la
fuerte tradición que implicaba que, aunque los miembros del partido discutiesen
entre ellos, en las organizaciones no pertenecientes al partido, hablaban siempre
en nombre de éste. Riazanov vituperó a Radek en este caso por «argumentar
en contra de él» y «realizar un Eiertanz» ( ibid., p. 34).
12 Lenin, Socbineniya, xviii, 73.
" VKP(B) v Rezolutsiya¡ [1941), i, 297.
•• El término (para el cual véase más atrás p. 51) fue incorporado al
208 Capítulo 8

el que la autoridad fluía hacia arriba desde las células del partido,
en la poblaci6n, fábrica o aldea, a través de los comités intermedios
locales o regionales, hasta alcanzar la cúspide en el comité central,
que era el 6rgano del congreso soberano; la disciplina transcurría
en sentido descendente por los mismos canales y cada 6rgano del
partido estaba subordinado al organismo inmediatamente superior
v en último lugar al comité central. Con el triunfo de la Revoluci6n
la transformaci6n del partido en una organización legal y el enorme
aumento de sus miembros, este concepto pudo realizarse a la larga
plenamente siguiendo un trazado semejante al de la organizaci6n
de los soviets. El 6rgano supremo, el congreso del partido, se re-
unía en principio -y de hecho durante los primeros años subsi-
guientes a la Revoluci6n- anualmente. El comité central, que era
el máximo 6rgano ejecutivo, se reunía, según el Estatuto de 1917,
«no menos de cada dos meses». Cuando la Revolución permiti6 al
partido extender sus redes sobre toda Rusia se dio lugar a la crea-
ción de una vasta jerarquía de organizaciones centrales y locales.
Además del congreso «de toda Rusia» y su comité central, cada
república constituida o región ( oblast) tenía su conferencia y su
comité regionales; después seguían las conferencias y los comités
provinciales; tras ellos venían las conferencias y comités del conda-
do ( uezd) y las conferencias y comités de distrito ( volost); y, por
último, estaban las células del partido, cada una con su bur6 en fá-
bricas, comunidades aldeanas, en el Ejército Rojo, instituciones del
Soviet -realmente en todas partes en donde dos o tres miembros
el partido pudieran agruparse. A pesar de estar colocadas en el gra-
do inferior de la jerarquía, las células no eran en modo alguno el
elemento menos importante en el mecanismo del partido. Es aún
más difícil obtener una auténtica descripción de ellas que de los
soviets locales que formaban el grado inferior en el sistema sovié-
tico, pero en muchos aspectos habían heredado la dura tradici6n de
los pequeños grupos clandestinos a través de los cuales el partido

Estatuto del partido por el quinto Congreso del mismo de 1907 (ibid., i, 108),
pero la primera definición precisa fue la incluida en el Estatuto del partido
de 1934 (ibid., ii, 591), en los siguientes términos:
a) La aplicación del principio electivo a todos los organismos rectores
del partido desde el más alto al más bajo;
b) el rendir cuentas periódicamente los organismos del partido a sus
respectivas organizaciones dentro del mismo;
e) estricta disciplina de partido y subordinación de la minoría a la
mayoría;
d) el absoluto carácter de obligatoriedad de la decisión de los organismos
superiores para los inferiores y para todos los miembros del partido.
El ascendiente del partido 209
había ejercido su influencia en la Rusia zarista, y la estructura de la
totalidad descansaba, por lo menos en las primeras etapas de la Re-
volución, en su lealtad y en su eficacia 15•
Dada la composición del partido y el estado de turbulencia en
que se hundió a los pocos meses del triunfo revolucionario, su evo-
lución fue inevitable. En la lucha latente en el término «centralis-
mo democrático» -la lucha entre la emanación de la autoridad de
la periferia al centro y la imposición de la disciplina por el centro
sobre la periferia, entre democracia y eficacia- el segundo de los
factores estaba constreñido a emerger como factor predominante.
Mientras Lenin sostuvo firmemente en sus manos las riendas del
poder, las dos fuerzas pudieron conciliarse y marchar enganchadas
al doble arnés, pero él mismo se mostraba siempre impaciente con
los que intentaban dibujar el contraste entre autoridad «desde arri-
ba» y «desde abajo» 16• Por otra parte, la creciente ascendencia de
la personalidad prominente de Lenin y su seguridad en sí mismo,
durante los años críticos por los que tuvo que pasar el nuevo régi-
men, justificaron la tradición de un mando fuerte y ayudaron a ha-
cer de ello una necesidad. Pero había otras fuerzas que también ac-
tuaban. La más fuerte de todas era el peso opresivo de toda la
tradición administrativa rusa y de su estructura social. No hay duda
de que Lenin deseaba al principio, e hizo lo posible por ello en la
práctica, iniciar a la gente anónima del partido y subsecuentemente
del proletariado, en la participación activa en los asuntos del partido
y de la nación. Cuando hablaba, como lo hizo en muchas ocasiones
" Una · resoluci6n importante del décimo C.Ongreso enumeraba las fun-
ciones de las células (ibid., i, 370-1).
•• En 1920, después de describir el modo como funcionaba el partido
a través del instrumento del Soviet, continu6: «Tal es el mecanismo general
del poder estatal proletario visto «desde arriba», desde el punto de vista de
la realizaci6n práctica de la dictadura. Es de esperar que el lector comprenda
por qué el bolchevique ruso, que conoce el mecanismo y ha observado c6mo
se ha desarrollado a lo largo de un periodo de veinticinco años, partiendo
de pequeños grupos, ilegales y clandestinos, no pueda evitar el considerar
todo lo que se habla sobre «desde arriba» o «desde abajo», dictadura de líde-
res o dictadura de masas, como cosas infantiles y sin sentido, comparables a la
discusión de sí le es más útil a un hombre su pierna izquierda o su brazo
derecho» (Sochineniya, xxv, 193). Unos pocos meses después el C.Omité Central
publicó una carta circular sobre la cuestión «candente» de las filas «superio-
res» e «inferiores» en el partido, en la que se atribuía, en parte, lo agudo
de la cuesti6n al reciente e importante influjo de miembros jóvenes e inex-
pertos, y en parte también a «los métodos incorrectos y muchas veces com-
pletamente intolerables adoptados en su funcionamiento por algunos obreros
responsables del partido» (lzvestiya Tsentralnogo Komitela Rossiiskoi Kommu-
nisticheskoi Partii [Bolshevikov], núm. 21, 4 de septiembre de 1920, pp. 1-3).
Carr. t. I, 14
210 Capítulo 8

en sus últimos años, del atraso y la falta de cultura del pueblo ruso
estaba pensando, en parte, en el fracaso de sus sueños. Pero era
verosímil que fuese necesaria más de una generación para marcar
una huella seria en una tradición tan profundamente arraigada de
dirección administrativa desde arriba, y el partido comunista ruso
no se diferenciaba tanto, en este aspecto, de los partidos políticos de
los demás países como se ha supuesto algunas veces; países donde
las cuestiones polémicas se debatían y la línea del partido se deter-
minaba entre un estrecho círculo de dirigentes, más que por una
efectiva consulta a la masa.
No es, pues, sorprendente que la misma tendencia irresistible
hacia la concentración de la autoridad que afectó a los organismos
del Soviet atacase también a los del partido, aunque algo más tar-
de. El Congreso del partido formalmente soberano, aunque se reunió
todos los años desde 1917 hasta 1924, se hizo demasiado engorroso
y sus reuniones sobremanera escasas para el ejercicio de un poder
eficaz. Y a su declinar siguió, aunque con un cierto intervalo, el de
su contrapartida estatal, el Congreso de Soviets de toda Rusia. El
séptimo Congreso del partido de marzo de 1918 que votó la ra-
tificación del tratado de Brest-Litovsk, fue el último que tomó la
decisión de una cuestión vital de política por un voto de la mayoría.
Los pocos congresos siguientes continuaron debatiendo cuestiones
cruciales y fueron testigos en ocasiones de vehementes intercambios
de opinión; esto fue especialmente verdad en lo que se refiere al
duodécimo Congreso de 1923 -el primero desde la Revolución de
Octubre en que Lenin no estaba presente. Pero aunque las discusio-
nes tuvieron lugar en la sede lel congreso, las decisiones reales se
tomaban en otro si tío. Ya en octubre de 1917 fue el Comí té Cen-
tral el que tomó la decisión vital de hacerse con el poder y fue
quien heredó la autoridad del congreso. Pero tanto el comité cen-
tral como su contrapartida en el sistema soviético, el VTsIK, no
pudo, a su vez, conservar el poder, que fue pronto minado por or-
ganismos más pequeños y más eficaces. Cuando Zinóviev declaró
entusiásticamente en 1923: «el comité central de nuestro partido,
en virtud de la tradición, de su historia y de sus veintidós años de
existencia constituye un grupo que embebe en sí mismo toda la auto-
ridad del partido» 17 , estaba describiendo una situación que iba a
pasar a la historia.
La cuestión de la centralización dentro del partido se trató abier-

'1 Dven11ds11ti Sye%d Rossiiskoi Kommunisticheskoi P11r1ii (Bolshevikov)


(1923), p. 207.
El ascendiente del partido 211

tamente por vez primera en el octavo Congreso del partido que se


reunió en marzo de 1919 en el momento álgido de la guerra civil.
Para entonces el proceso había recorrido un largo camino. Osinsky
se quejó en el Congreso de que todo el trabajo del partido se cen-
traba alrededor del comité central y que «incluso el comité cen-
tral, como órgano colegiado, no existía, hablando en propiedad»,
puesto que «los camaradas Lenin y Sverdlov decidían las cuestiones
corrientes en mutua conversación o tratándolas con camaradas indi-
viduales a cargo de esta u otra rama del trabajo del Soviet» 18 • Pero
a pesar de todo ello la guerra civil colocaba al partido --como ad-
mitía una resolución del Congreso- «en una posición en que eran
de una absoluta necesidad el centralismo más extricto y la disciplina
más severa» 19 ; y fue particularmente desafortunado el que Sverdlov,
que dirigía hasta entonces, de un modo muy competente la marcha
del mecanismo del partido, muriese en vísperas del Congreso. Este
se dispuso, aceptando la necesidad de afianzar la autoridad central,
a equipar al comité central para su tarea limitando el número de
sus miembros a diecinueve (con ocho «candidatos») y ordenando
que se reuniese quincenalmente. Pero al mismo tiempo dio el funes-
to paso de crear tres nuevos organismos, que aunque nominalmente
emanados del comité central, estaban abocados en los próximos tres
o cuatro años, a dividir las funciones del comité entre ellos y usur-
parlas todas, excepto en el ropaje externo de la autoridad.
El primero de estos cuerpos fue un politburó de cinco miembros
cuyo nombre y carácter recordaba el buró político creado anterior-
mente, en momento de crisis, en vísperas de la Revolución de Oc-
tubre. Su función era «tomar decisiones· en cuestiones que no admi-
tían demora «e informar a la reunión quincenal del comité central.
Pero hay que decir que esta restricción formal de su competencia
a las cuestiones urgentes, lo mismo que la restricción semejante de
los poderes del Sovnarkom en la constitución de la RSFSR, resultó
completamente irreal, y el politbur6 se convirtió rápidamente en la
fuente principal de las decisiones importantes de política, las cuales
eran ejecutadas por medio del mecanismo del estado. El segundo
cuerpo nuevo era un «buró de la organización» (Orgburó), también
compuesto de cinco miembros y que había de reunirse tres veces a
la semana y «dirigir todo el trabajo organizativo del partido». El
tercer organismo era un «secretariado del comité central» que con-
sistía en un «secretario responsable» y «cinco asistentes técnicos»

11 Vosmoi Syezd RKP(B) (1933), pp. 165-6.


" VKP(B) v Rezolutsiya¡ (1941), i, 305.
212 Capítulo 8

cuyas funciones no estaban aún definidas 20 • Los peligros de un cho-


que entre el Politburó, el Orgburó y el secretariado se redujeron por
el expediente de un entrelazamiento de sus miembros. Krestinski,
que fue el primer «secretario responsable», tenia también un sitio
en el Orgburó. Y un miembro del Politburó tenía que ser también
miembro del Orgburó; Stalin fue elegido para este doble papel. En
el siguiente Congreso de 1920 se dio un nuevo paso adelante igual-
mente funesto. Se decidió reforzar el secretariado dotándole de tres
miembros «trabajadores permanentes», todos ellos miembros del
comité central, a los que se confió la dirección de las cuestiones
corrientes ordinarias de un carácter organizativo y ejecutivo; la di-
rección general del trabajo de organización se reservaba solamente
para el Orgburó 21 • Este secretariado de refuerzo fue compuesto por
Krestinski, Preobrazhenski y Serebriakov.
En términos generales, no se previó que las principales cuestio-
nes con las que se enfrentaría este inexperto secretariado lo serían
de disciplina del partido. La gradual extinción del movimiento de
izquierda comunista en el verano de 1918, bajo el impacto de la
guerra civil, no dio muestras de acabar con la oposición en el seno
del partido. La Revolución rusa había alcanzado el momento, común
a la experiencia de todas las revoluciones, en que el partido que ha
hecho la Revolución se enfrenta con la tarea de confirmar el poder y
de afirmar el mecanismo estatal y, en tal momento, la oposición venida
de la izquierda en nombre de los viejos principios revolucionarios era
inevitable y tenía que ser duradera. En el octavo Congreso del parti-
do, en marzo de 1919, con la guerra civil en su momento álgido, una
«oposición militar» desafió sin éxito la política de Trotski de fundar
un nuevo ejército nacional de alistamiento con oficiales profesionales,
en parte sacados del viejo ejército zarista. En el noveno Congreso
de marzo de 1920, un grupo que empleaba el lema del partido de
«centralismo democrático», puso objeciones a la introducción en la
dirección de la industria del sistema de mando único y se aseguró
el apoyo de los sindicatos en la persona de Tomski. Esto vino a ser
el punto de partida de un nuevo movimiento de oposición cuyo cre-
cimiento, durante el verano de 1920, se dibuja en un informe del
comité central al Congreso del partido de la primavera siguiente.
Unas veces, este movimiento tomó la forma de choque dentro del
mismo organismo del partido, otras veces, de desconfianza de las or-
ganizaciones del condado en el comité provincial, otras, de insatis-
.. Ibid., i, 304. Hasta entonces el secretariado había sido un organismo
puramente rutinario supervisado por Sverdlov (Lenin, Sochineniya, xxiv, 127-8).
21 VKP(B) v Rezolutsiyaj (1941), i, 344.
El ascendiente del partido 213

facción por el papel de «los operarios» de ciertos comités provin-


ciales, y otras veces, de disputa entre las organizaciones de obreros
y de campesinos. La inquietud se atribuyó a varias causas -«el
terrible agotamiento de las masas trabajadoras» por causa de la gue-
rra, de la guerra civil, la desorganización económica, el frío y el
hambre; la admisión en el partido de obreros y campesinos sinceros,
fervientes pero políticamente inexpertos, y la de antiguos miem-
bros de otros partidos 22 • Hacia el final del verano se nombró una
comisión para investigar la cuestión, que incluía a dos de los que
habían figurado en la oposición en el congreso previo, Ignatov y
Sapronov; la cual comisión elaboró una resolución que fue aprobada
por una Conferencia del partido de toda Rusia en septiembre de
1920. La resolución hablaba en términos generales, de la necesidad
de mejorar el contacto entre los miembros de la masa y la autoridad
central y de dotar a la vida del partido de nuevo vigor y vitalidad.
Pero su recomendación más concreta consistía en la de establecer
una «comisión de control junto al comité central»; la función de
esta comisión sería «recibir y examinar las quejas de toda clase»,
discutirlas, si era necesario, juntamente con el comité central y
contestarlas. Hasta el próximo congreso del partido, la comisión
principal de control había de estar formada por Ozerzhinski, Murá-
nov, Preobrazhenski y cuatro miembros nombrados por las organi-
zaciones locales del partido más importantes; inmediatamente des-
pués se estableció que «en general, los miembros del comité central
no serían elegidos como miembros de la comisión de control» 23 •
Comisiones semejantes habían de adscribirse también a los comités
provinciales del partido. Y se estableció una «comisión de control
del Kremlin» especial para «investigar los privilegios del Kremlin»
que estaban provocando quejas dentro del partido, y «situarlos,
mientras no fuese imposible eliminarlos totalmente, dentro de límites
que pudiesen ser entendidos por todos los camaradas del partido» 24•
La comisión central de control inauguró su trabajo con una circular
a todos los miembros del partido invitándoles a que «comunicasen
todos los agravios cometidos contra el partido por sus miembros,
sin que les estorbasen en ningún momento la posición o la función
de las personas incriminadas» 25 •
22 I%vestiya Tsentralnogo Komiteta Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii
(Bolshevikov), núm. 29, 7 de marzo de 1921, pp. 4-6, reimpreso en Rabochaya
Oppo%itsiya: Materiali i Dokumenti (1926), pp. 21-2.
•• VKP(B) v R.e%oliutsiyaj (1941), i, 351-3.
"' 1%vestiya Tsentralnogo Komiteta R.ossiiskoi Kommunisticheskoi Partii
(Bolshevikov), núm. 26, 20 de diciembre de 1920, p. 2.
25 lbid., núm. 25, 11 de noviembre de 1920, p. l.
214 Capítulo 8

Estas medidas no consiguieron, en modo alguno, calmar el cre-


ciente desasosiego, y en el otoño de 1920, cuando la guerra civil es-
taba ya virtualmente terminada, se formó el grupo disidente más
formidable organizado dentro del partido desde los días de la Revo-
lución y que tomó el nombre de «oposición obrerista». Era este
grupo más fuerte en número que en dirección o en programa. Sus
líderes conocidos eran solamente Shliapnikov, antiguo obrero me-
talúrgico y Comisario del Pueblo de Trabajo en el primer gobierno
soviético, que se constituyó en campeón de los «obreros», y Kollon-
tai, cuyo prestigio no era ya tan alto como en los primeros días de
la Revolución. Su programa era una mescolanza de las ordinarias
quejas dirigidas principalmente contra la centralización creciente de
los controles económicos y políticos y contra la creciente eficacia,
severidad y dureza de la organización. El grupo propuso transferir
el control de la industria y de la producción del estado a los sindi-
catos, apelando así a la vaga demanda de un «control de los obre-
ros» y a la tendencia sindicalista endémica en ciertas secciones del
partido; asimismo, protestó contra el predominio de los intelectua-
les en el partido y pidió una purga drástica de los que no eran
obreros, elecciones directas a todos los puestos del partido y libertad
de discusión en el seno de éste con facilidad para difundir las opi-
niones disconformes. Estas críticas y propuestas fueron ventiladas
ampliamente en la prensa y en otros lugares durante el invierno de
1920-1922, y luego incluidas en un folleto de Kollontai titulado La
oposición obrerista, que fue distribuido a los miembros del partido
con ocasión del décimo Congreso de marzo de 1921 26 •
Los puntos de vista de la oposición obrerista la situaban como
una de las alas principales de la controversia sobre el papel de los
sindicatos, controversia que agitó al partido durante el invierno de
1920-1921. Mientras la oposición obrerista sostenía la independen-
cia de los sindicatos y su supremacía en el sistema económico, Trots.
26 Este folleto no es ya fácil de obtener pero está citado muy extensa-
mente en Rabochaya Oppozitsiya: Materiali i Dokumenti (1926) y en Platfor-
ma Shliapnikova i Medvedeva (1927). Véase también: Lenin, Sochineniya, xxvi,
632-4; xxvii, 494-6. Hay una traducción inglesa, The Workers' Opposition in
Russia (s. f.). La generalización de R. Michels acerca de las disensiones
del partido, escrita originalmente antes de 1919, encaja exactamente con la
opisición obrerista: «El lema de la mayoría es «centralización», el de las mi-
norías «autonomía»; para alcanzar sus fines las minorías se ven arrastradas
a librar una batalla que a veces toma la forma de lucha por la libertad e in-
cluso usa de la terminología propia de los héroes de la libertad que salen
a la palestra contra la tiranía de los tiranos» (Zur Soziologie des Parteiwesens
(2.ª ed., 1925), p. 228.
El ascendiente del partido 215
ki se alineó públicamente en contra de Lenin, por vez primera desde
el asunto de Brest-Litovsk, en el sentido de abogar por la franca
subordinación de los sindicatos al estado. Durante todo el mes de
enero de 1921, Pravda publicó, día tras día, artículos polémicos en
los que los principales dirigentes del partido aireaban opiniones
diametralmente opuestas. El partido publicó dos números de una
Hoja de Discusi6n especial, con el objeto de suministrar un lugar
adecuado para un intercambio de impresiones más detallado. Lenin se
alarmó y, en un folleto titulado La crisis del partido, habló de «la
fiebre» que sacudía a éste y se preguntó si su organismo sería «capaz
de curarse completamente y hacer imposible una recaída en la enfer-
medad o si ésta se haría crónica y peligrosa». Acusó a Trotski de «pro-
vocar una fracción montada sobre una plataforma equivocada» y,
volviendo a la oposición obrerista, enunció la regla del partido acep-
tada hasta entonces, con una salvedad que se emplearía después para
anularla:
Se puede permitir que nos reunamos en grupos diferentes (especialmente
antes de un congreso) y también solicitar los votos, pero hay que hacerlo
dentro de los límites del comunismo (y no en el sindicalismo) y de tal modo
que no incite a la risa.

Terminó con la conocida advertencia de la explotación de las


disensiones internas del partido por parte de los enemigos externos.
Los capitalistas de la Entente intentan indudablemente sacar ventaja del
mal que padece nuestro partido para desencadenar un nuevo ataque, y los
social-revolucionarios para organizar conspiraciones y levantamientos. No te-
nemos miedo, puesto que nos uniremos como un solo hombre, y no tememos
reconocer la enfermedad sino que somos conscientes de que exige de nosotros
mayor disciplina, más sujeci6n y mayor firmeza en cada puesto 27 •

Antes de que se reuniese el 8 de marzo de 1921 el Congreso del


partido esperado desde hacía tiempo, tuvo lugar la sublevación del
Kronstadt -la amenaza interna más seria para el régimen desde la
Revolución-, que justificaba los temores de Lenin y aumentaba el
grado de sazón que había de justificar todas las invocaciones a estre-
char filas.

El décimo Congreso del partido de marzo de 1921 fue decisivo


en la historia del partido y de la República; se reunió en un momen-
to en que las fáciles esperanzas nacidas por la conclusión triunfante
27 Lcnin, Sochineniya, xxvi, 87-94.
216 Capitulo 8

de la guerra civil, se habían frustrado al aparecer la crisis económi-


ca en la inflexible y desnuda forma de la falta de suministros de
víveres, y al levantar su cabeza la insurrección política, por vez pri-
mera, en el verano de 1918. El sentimiento de lo grave y precario
de la situación invadió al Congreso. El último de sus logros fue
resolver la enfadosa disputa acerca de los sindicatos; el anuncio de
la NEP se produjo en una etapa posterior de las sesiones y no fue
examinado ni discutido de un modo trascendental. El leit motiv
real del Congreso, recalcado por Lenin en casi todas sus numerosas
declaraciones, fue la apremiante necesidad de unidad dentro del
partido. Atacó el asunto dramáticamente en su breve discurso de
apertura:
Camaradas, hemos vivido un año extraordinario, nos hemos permitido el
lujo de discusiones y disputas en el seno de nuestro partido. Este lujo era
realmente asombroso en un partido rodeado por los enemigos más fuertes y
más poderosos que incluyen todo el mundo capitalista, en un partido que so-
porta sobre sus hombros una carga inaudita. No sé cómo estimaréis esto ahora.
¿Está este lujo ahora, según vuestro parecer, plenamente de acuerdo· con nues-
tros recursos materiales y morales?

Y más tarde se volvió con inusitada pasión contra la oposición:


Todas estas reflexiones sobre libertad de expresi6n y libertad de critica que ...
abundan en todos los discursos de los representantes de la oposici6n obrerista
constituyen las nueve décimas partes del sentido de discursos que no tienen
ninguno -no son más que palabras de este tipo.
Camaradas, no hablemos solamente de palabras sino de su contenido. No
podéis engañarnos con términos como «libertad de critica». Cuando decimos
que el partido muestra síntomas de enfermedad queremos decir que este diag-
n6stico merece triple atenci6n; indudablemente el mal está ahi'.. Ayudadnos
a curarlo. Decidnos c6mo podemos curarlo. Hemos gastado mucho tiempo en
discusiones y tengo que decir que ahora es muchísimo mejor «discutir con los
fusiles» que con tesis de oposici6n. No necesitamos oposiciones, camaradas, no
es ahora el momento de ello. En este lado o en el otro -con un fusil, no
con oposici6n 28•

La terminología era vaga; el concepto daba lugar a que se supie-


se que todo lo que Lenin exigía era la exclusión del partido de los
que persistían en llevar adelante su oposición y de aquellos de quie-
nes lógicamente se podía esperar que estuviesen colocados al otro
lado de las barricadas. Sin embargo, lo que comunicaba e intentaba
transmitir era que, dentro de las filas del partido, la libertad de
28 Lenin, Socbineniya, xxvi, 200, 227.
El ascendiente del partido 217

crítica era un «lujo» que degeneraría fácilmente en una «enferme-


dad» y que más allá de ellas el único instrumento eficaz para arre-
glar las diferencias era el fusil. Estas conclusiones podían ser justas
en condiciones de crisis y de insurrección armada que eran las que
en aquel momento ensombrecían el ambiente del décimo Congreso;
tenían además sus raíces en la doctrina del partido, y Lenin ayudó
a remachadas en la tradición del mismo.
El Congreso aprobó dos resoluciones sobre el tema de la unidad
y la disciplina del partido; una llevaba el título «Sobre la desvia-
ción sindicalista y anarquista en nuestro partido» 29 y determinaba
que la difusión de las ideas de la oposición obrerista era «incompa-
tible con la calidad de miembro del partido comunista ruso». La
resolución añadía además, de una forma un poco inconsecuente, que
había que hallar un lugar en publicaciones especiales, misceláneas,
etcétera, para un intercambio de opiniones más detallado entre los
miembros del partido sobre todas las cuestiones concernientes» 30 ;
y el Congreso, en una corta resolución emitida aparte, se negó a
aceptar la dimisión de los miembros de la oposición obrerista que
habían sido reelegidos para el comité central, emplazándolos a
«someterse a la disciplina del partido» 31 • La otra resolución impor-
tante titulada «Sobre la unidad del partido» insistía en que todas
las cuestiones discutidas en el partido habían de ser sometidas «no
a la discusión por grupos formados con uno u otro programa, sino a
la de todos los miembros del partido». El comité central recibió
instrucciones para conseguir la «completa abolición de todo fraccio-
nalismo» 32 :
El Congreso decretó la inmediata disolución de todos los grupos sin excep-
ción que se formasen con este a aquel programa, e instruyó a todas las organi-
zaciones para que insistiesen severamente en la inadmisibilidad de cualquier
clase de actividades fraccionarias. El no acatamiento a esta decisión del Con-
greso motivaría la exclusión incondicional e inmediata del partido.

" Parece que ésta es la primera aparición de la famosa palabra en el


vocabulario del partido. Lenin la explicó en el Congreso como sigue: «Una
desviación (uklon) no es un movimiento totalmente formado; es algo que
puede ser corregido, que en mi opinión se expresa con la palabra rusa uklon»
(Lenin, Sochineniya, xxvi, 267).
30 VKP(B) v Rewlutsiyai (1941), i, .366-8.
•1 lbid., i, .368.
32 La palabra «fraccionalismo» se hizo popular en el vocabulario del par-
tido durante los años que siguieron. En la resolución se definía como «la
aparición de grupos con programas especiales y con la ambición de formar en
algún grado una unidad y establecer su propia disciplina de grupo». Por tanto
los «grupos» no eran ilegítimos, pero las «fracciones» sí lo eran.
218 Capítulo 8

Finalmente, el Congreso añadió una cláusula secreta, que se


hizo famosa con la designación de «punto 7», expresada en los si-
guientes términos:

Con objeto de lograr una estricta disciplina dentro del partido y en toda
actividad soviética y alcanzar el grado mayor de unidad posible con la supre-
sión de todo fraccionalismo, el Congreso concede al comité central plenos
poderes en el caso o los casos de cualquier brecha producida en la disciplina
por resurgimiento o tolerancia del fraccionalismo, para que aplique todas las
medidas de sanción del partido, incluyendo la expulsión o, en lo que toca
a los miembros del comité central, su transferencia al estado legal de candi-
datos o incluso, como medida extrema, la exclusión del partido. La aplicación
a miembros y candidatos del comité central y a miembros de la comisión de
control de estas extremas medidas está sujeta a la convocatoria de un pleno
del comité central al que serán invitados todos los candidatos de dicho comité
y los miembros de la comisión de control. Si esta reunión general de los diri-
gentes responsables del partido reconoce por una mayoría de dos tercios la
necesidad de pasar a un miembro del comité central al status de candidato
o excluirle del partido, la medida será ejecutada inmediatamente 31 •

Lo perifrástico de la redacción, las precauciones contra una ac-


tuación repentina y la decisión de conservar en secreto el último pá-
rrafo de la resolución 34, evidenciaban la repugnancia con que el
Congreso adoptaba esta medida de amenaza. La vacilación era justi-
ficada, pues la resolución, aunque consecuencia lógica del paso del
poder efectivo desde el congreso al comité central, era capital para
el futuro del partido.
El décimo Congreso del partido fue, por tanto, un. hito en el
desarrollo del poder del mecanismo del partido. La doctrina ordi.
naria de la disciplina del partido requería de sus miembros y espe-
cialmente de los miembros del comité central, que acatasen leal-
mente las decisiones del primero una vez tomadas, a reserva de ex-
ponerse al castigo extremo de la expulsión del partido. Pero hasta
que esa decisión fuera tomada, el miembro del partido quedaba en

., lbid., i, 364-6. La resolución, en la forma en que fue sometida al


Congreso por Lenin, puede encontrarse en: Lenin, Sochineniya, xxvi, 2.'59-61.
El Congreso no hizo más que cambios de redacción sin importancia; el «pun-
to 7.,, quedó en la misma forma en que había sido redactado originalmente,
probablemente por el mismo Lenin.
34 La Conferencia del partido de enero de 1924 -unos pocos días después
de la muerte de Lenin- decidió, a propuesta de Stalin, invitar al Comité
Central a que publicase el plirrafo secreto (VKP[B] v Rezolutsiya¡ [1941],
i, 54.'5).
El ascendiente del partido 219

plena libertad, de acuerdo con el Estatuto del partido de 1919 ls,


de difundir sus opiniones. Y hasta enero de 1921 Lenin había reco-
nocido a los miembros del partido el derecho a formar grupos y so-
licitar votos «dentro de los límites del comunismo». Pero dos me-
ses después, las oscuras nubes de la crisis económica y política fueron
la causa de que este reconocimiento se suprimiese por decisión del
Congreso número diez. Desde ese momento la crítica de individuos
e incluso de grupos se toleraba dentro del partido, pero la oposición
no podía organizarse porque ello hubiera supuesto cometer el pe-
cado de «fraccionalismo». E incluso la capacidad de componer el
comité central fue en última instancia retirada de la exclusiva com-
petencia del congreso soberano, puesto que dos tercios de sus miem-
bros estaban ahora en situación de expulsar a los colegas recalci-
trantes. La suma de estas medidas, aprobadas y patrocinadas por el
mismo Lenin, en la atmósfera de crisis del décimo Congreso del par-
tido de marzo de 1921, iba a incrementar el poder disciplinario del
grupo interno constituido por sus líderes.
Las medidas en cuestión, nacidas en un momento de emergen-
cia, eclipsaron una multitud de buenas intenciones inspiradas por el
final de la guerra civil e hicieron que los párrafos de introducción
de una larga resolución sobre la organización del partido resultasen
irreales; la resolución se refería a la «militarización», al «extremo
centralismo de la organización» y al «sistema de mandos de lucha»
que necesariamente habían dominado los asuntos del partido du-
rante la guerra civil y admitía que «una de las contradicciones del
comunismo de guerra había sido «el aparato de extrema centraliza-
ción que se había creado por culpa del atrasado nivel cultural de
las masas». Pero una vez terminada ya la guerra civil, el décimo
Congreso creía que ya no eran necesarias estas anomalías y aprobó
una resolución en favor de la «democracia de los obreros» dentro
:is El pasaje pertinente reza así: «Las decisiones de los centros del par-
tido deben ser ejecutadas pronta y exactamente. Al mismo tiempo, la discu-
sión en el seno del partido de todas las cuestiones polémicas que pertenecen
a la vida de éste, es completamente libre hasta el momento en que se haya
tomado una decisión.» El Estatuto continuaba enumerando en escala ascen-
dente los castigos correspondientes a los fallos en el cumplimiento de las
decisiones de los organismos superiores del partido -«censura del partido,
censura pública, suspensión temporal de trabajo responsable en el partido o en
el Soviet, suspensión temporal de toda la actuación en el partido o en el
Soviet, expulsión del partido, y expulsión del partido acompañada de comuni-
cación del delito a las autoridades administrativas y judiciales». No era cues-
tión en este tiempo de solicitar de los disidentes que renegasen de sus opi-
niones o que se confesasen culpables: todo lo que se requería era sumisión
en la acción.
220 Capítulo 8

del partido. Los obreros habían de usar por turno del escaño y del
arado; había que alentar la discusión de las cuestiones del partido,
tanto particulares como generales, por parte de las organizaciones
locales y había que hacer todo lo necesario para lograr un control
constante de la opinión pública sobre el partido, sobre la actuación
de sus organismos rectores y una interacción también constante, en
la práctica, entre estos últimos y la totalidad del partido en su in-
tegridad; al mismo tiempo que era necesario apoyarse en una estricta
rendición de cuentas de los comités del partido correspondientes, no
solamente a las organizaciones superiores, sino también a las infe-
riores 36 ••
Sin embargo, estas aspiraciones se reflejaron muy débilmente
en los cambios realizados en la organización y en la composición de
los miembros de los organismos centrales del partido. El Congreso
confirmó la resolución de la Conferencia de septiembre sobre el
establecimiento de un sistema de comisiones de control y trató de
definir su alcance y sus funciones 37 , aunque quedó bien claro que
la multiplicación de los organismos centrales del partido no era muy
del gusto de los miembros de segunda fila 38 • Los organismos cen-
trales existentes sufrieron cambios leves, pero de carácter significa-
tivo; las reuniones quincenales del comité central prescritas por
el octavo Congreso de 1919 39, habían caído en desuso y el décimo
Congreso exigió que se reunieran únicamente cada dos meses. Esto
facilitó el aumentar los miembros a veinticinco. No se determinó
el número de candidatos autorizados a asistir sin derecho a voto a
las reuniones del comité, y en esta ocasión se eligieron quince 40 •
" VKP(B) v Rezolutsiya; (1944), i, 357-8, 360-1.
37 lbid., i, 368-9. Los delitos contra los que se dirigía la actuación de
las comisiones de control, son definidos en la resolución como «burocratismo,
arribismo, abuso por parte de los miembros de su estatuto de tales en el par-
tido o en el Soviet, violación de las relaciones de camaradería dentro del
partido, difusión de rumores infundados y no verificados, insinuaciones u otros
informes que perjudicasen al partido o a sus miembros individuales y que
supusiesen destrucción de la unidad y de la autoridad del mismo».
31 Esto proviene de observaciones de portavoces de la dirección del par-
tido en el Congreso (Desiati Syezd Rossiiskoi Kommuniticheskoi Partii [1921],
pp. 27, 42).
39 VKP(B) v Rezoliutsiyai (1941), i, 304.
"" Ibid., i, 363; Desiati Syezd Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii (1921),
p. 330. El Comité Central elegido por el sexto Congreso del partido, de agosto
de 1917, se componía de 21 miembros y ocho candidatos (de los cuales 12
-11 miembros y un candidato- estuvieron presentes en la famosa reunión
del 10 de octubre que tomó la decisión de la insurrección armada). El séptimo
Congreso de marzo de 1918 redujo los miembros a 15 con ocho candidatos. De
allí en adelante el número de miembros continuó aumentando y se fijó, por
El ascendiente del partido 221

Estos cambios no indicaban un nuevo desarrollo, sino que eran pasos


dados en la transformación gradual del comité central desde su
condición más importante de organismo actuante del partido, a la
de gran consejo de los jefes del partido. Fue quizá más significativo
el que el décimo Congreso aumentase el número de miembros, tanto
del Politbur6 como del Orgburó, a siete con cuatro candidatos. No
se tocó la constitución del secretariado, pero se hizo un barrido de
los tres secretarios de los doce meses anteriores que habían dejado
de luchar contra la oposición y habían apoyado a Trotski en la
controversia con los sindicatos. Krestinski, Preobrazhenski y Sere-
briakov no solamente desaparecieron del secretariado, sino que in-
cluso no fueron reelegidos para el comité central -clara señal de
desgracia-. Los tres nuevos secretarios fueron Molotov, Yaroslavski
y Mijailov y ellos fueron también elegidos por vez primera como
miembros del comité central con una cuota muy alta de votos, muy
por encima de la de los viejos dirigentes del partido como Zinoviev
v Kámenev 41 • Las rivalidades y los cálculos que hubiese tras estos
nombramientos sólo pueden adivinarse; merece quizá anotarse el
que los tres miembros desposeídos del secretariado habían de con.
vertirse en los enemigos de Stalin y dos de los tres nuevos miem-
bros en sus defensores más adictos. Por vez primera puede con
cierta verosimilitud advertirse la mano de Stalin en nombramientos
decisivos del partido, pero la poca atención que, sin embargo, se
prestaba generalmente en el partido a estas cuestiones, se muestra
en algunas curiosas observaciones de Riazanov en el Congreso mis-
mo. Riazanov se quejaba de que «nuestro simpático camarada Bu-
jarín», que era un puro teórico, hubiese sido llamado para informar
sobre la organización del partido, y decía: «no hay especialistas en
organización dentro del comité central, y el lugar que Sverdlov
dejó vacante no se ha llenado aún» 42• Entre tanto, la creciente sig-
nificación del secretariado en el mecanismo del partido se reflejaba
una resolución del duodécimo Congreso de 1923, en 40 miembros y 15-20 can-
didatos (VKP(B) 11 Rezolutsiya¡ [1941], 501). Más tarde el número se elevó
aún más.
•• La lista de los elegidos con la lista de los votos que sumaba cada uno,
era: Lenin, 479; Radek, 475; Tomski, 472; Kalinin, 470; Rudzutak, 467;
Stalin, 458; Rikov, 458; Komarov, 457; Molotov, 453; Trotski, 452; Mijai-
lov, 449; Bujarín, 447; Yaroslavski, 444; Dzerzhinski, 438; Orjonikidze, 438;
Petrovski, 436; Rakovski, 430; Zinoviev, 423, Frunze, 407; Kámenev, 406;
Voroshilov, 383; Kutuzov, 380; Shliapnikov, 354; Tuntal, 351; Artem, 283.
El elevado puesto alcanzado por Tomski y Rudzutak se explicaba por la pro-
minencia que tenía la cuestión sindical en el congreso (Desiati Syezd Rossiiskoi
Kommunisticheskoi Partii) [1921], p. 221.
.. Ibid., p. 161.
222 Capitulo 8

en su constante aumento de personal. Había empezado a funcionar en


mayo de 1919 con 30 operarios y en el tiempo del noveno Congreso
del partido de marzo de 1920 tenía ya 150; un año después, en
vísperas del undécimo Congreso, el número se había elevado a 602
además de un destacamento militar de 140 hombres que actuaban
como guardias y mensajeros 43 •
Casi tan importante como la reorganización y refuerzo del se-
cretariado fue la iniciación por parte del décimo Congreso de la
primera «purga» sistemática 44 en las filas del partido. La idea
estaba implícita en la concepción que Lenin tenía de éste; ya
había dicho en el Congreso de 1903 que era mejor «que diez obreros
no se titulasen miembros del partido... que el hecho de que un
charlatán tuviese el derecho y la posibilidad de ser miembro del
mismo» 45 • La calidad es antes que la cantidad y sobre todo el partido
tiene que conservarse puro. Su crecimiento fue durante bastante
tiempo extremadamente lento; en vísperas de la Revolución de 1905
el ala bolchevique del partido no contaba con más de 8.400 miem-
bros. Antes de la Revolución de Febrero de 1917 el número era de
23.600 y un año después, tras dos revoluciones, se había elevado
a 115.000; desde ese momento se elevó derechamente a 313.000
y a principios de 1919 a las cifras respectivas de 431.000 y 585.000
en enero de 1920 y enero de 1921 46• Sin embargo, encajaba dentro
de la tradición del partido el hecho de que el entusiasmo ante este
aumento de fuerzas resultase atemperado por la conciencia de los
peligros que implicaba.
En el octavo Congreso del partido de marzo de 1919 sonó por
vez primera la señal de alarma. Noguin, miembro del comité cen-
tral, habló de «hechos horribles referentes a embriaguez, libertina-
je, corrupción, robo y conducta irresponsable de muchos obreros

"" Iwestiya Tsentralnogo Komiteta Rossiiskoi Kommunisticbeskoi Partii


(Bolshevikov), núm. 29, 7 de marzo de 1921, p. 7; se da la distribución de
los 602 miembros del personal (ibid., núm. 28, 5 de marzo de 1921, p. 23).
" La traducción tradicional tiene un sentido ligeramente más fuerte que
el original ruso chistka, que significa una limpieza o purificación .
., Lenin, Sochineniya, vi, 32-3.
.. Estas cifras son las citadas, de acuerdo con las estadísticas oficiales de
la sección de estadística del comité central del partido, por A. S. Bubnov,
VKP(B) (1931), p. 612. Las cifras anunciadas en el congreso del partido eran
casi siempre sustancialmente más altas (por ejemplo, un total de 730.000 votos
fue lo que proclamó el décimo Congreso del partido de marzo de 1921), pero
es de presumir que no invalidan el escrutinio de los estadísticos del partido.
Ninguna de esas primeras cifras puede tener la pretensión de precisión y
exactitud.
El ascendiente del partido 223
del partido, hasta tal punto que se ponían los pelos de punta» 47 , y
una resolución del Congreso registró sus conclusiones al respecto en
términos enfáticos, aunque menos subidos de color:
Los elementos que no son suficientemente comunistas o que incluso son
francamente parásitos están fluyendo hacia el partido en poderosa corriente;
el Partido Comunista ruso está en el poder y esto atrae inevitablemente hacia
él, junto con los mejores elementos, a los arrivistas ...
Es indispensable una purga seria en el Soviet y en las organizaciones del
partido ...

Lenin volvió sobre el tema en la Conferencia del partido de di-


ciembre de 1919. Después de dar la bienvenida a los nuevos miem-
bros, «esos miles y cientos de miles que se nos unieron cuando
Yudenich estaba a unas pocas verstas de Petrogrado, y Denikin al
norte de Ore!», continuó:

Ahora que hemos realizado esta expansión del partido, tenemos que cerrar
las puertas y ser especialmente cautos. Tenemos que decir: ahora en que el
partido está ganando no necesitamos nuevos miembros; sabemos perfectamente
que en una sociedad capitalista que se está disolviendo, una masa de elemen-
tos nocivos se precipitará sobre el partido.,_

La reanudación de la guerra civil en 1920 pospuso una vez más


la acción y fue el décimo Congreso del partido, en marzo de 1921,
el que finalmente autorizó la «purga», e incluso entonces, la cauta
fraseología de la resolución hace pensar en la necesidad de aplacar
las objeciones procedentes de los soldados rasos del partido:

Es de absoluta necesidad cambiar de posición el punto de vista de la po-


Htica del partido en forma decisiva y dirigirla hacia el reclutamiento de obreros
y hacia purgar a este de los elementos no comunistas, por medio de un
examen preciso de cada miembro individual del Partido Comunista ruso, tanto
en lo que se refiere al desempeño de la tarea asignada como a su calidad de
miembro del mismo'°.

Iba a ser, por tanto, un escrutinio de conducta y de condiciones.


Lenin mismo perdió los estribos al registrar la opinión de que «no
hay que dejar dentro del partido más que un uno por ciento de
" Vosmoi Syezd RKP(B) (1933), p. 170.
.. VKP(B) v Rezolutsiyaj (1941), i, 307 .
., Lenin, Sochineniya, xxiv, 572.
'° VKP(B) v Rezolutsiyaj (1941), i, 359.
224 Capítulo 8

los mencheviques que entraron en él a partir del comienzo de 1918


y los que queden tienen que ser comprobados y examinados tres o
cuatro veces» 51 •
En octubre de 1921, el comité central del partido anunció el
comienzo del escrutinio que iba a ser llevado bajo la supervisión de
un comité central de verificación, compuesto por cinco miembros,
cuyo presidente era Zalutski -mientras que Shliapnikov tenía la
representación de la oposición- y además de cinco candidatos entre
los que se contaban Molotov y Preobrazhenski 52 • Se puede suponer
que este comité actuó como un tribunal de apelación emanado de
las organizaciones locales del partido, encargado de la tarea de cribar
e interrogar a los miembros en su lugar de residencia y que además
supervisó el aspecto político de la purga. Sin embargo, este aspecto
quedó en esta ocasión entre bastidores. El informe sobre la purga
que se presentó al undécimo Congreso del partido de marzo de
1922, insistía en la mala conducta y en la negligencia con respecto
a los deberes del partido como los delitos principales merecedores
de expulsión. El anatema de Lenin contra los mencheviques podía
difícilmente ser ignorado, pero la altura e importancia que conser-
varon los antiguos mencheviques en el partido hasta fecha muy
tardía, hace pensar que no fue plenamente cumplimentado. Numé-
ricamente la purga fue muy severa: de casi más de 650.000 miem-
bros, fueron expulsados el 24 por 100, convirtiéndose el total de los
miembros en casi menos de 500.000 53 • Los cálculos demuestran que
la purga cayó de un modo ligeramente más severo sobre los intelec-
tuales que sobre los trabajadores y los campesinos y, en consecuencia,
la proporción de obreros y campesinos en el partido se elevó en las
provincias industriales del 47 al 53 por 100 y en las agrícolas del
31 al 48 por 100 54 •
La purga de 1921-22 coincidió con un nuevo período de tensión
interna y de disensiones dentro del partido centradas en torno a las
agudas controversias provocadas por la implantación de la NEP. Las
severas resoluciones del décimo Congreso de marzo de 1921 con
relación a la disciplina del partido y el hecho de apretar aún más
" Lenin, Sochineniya, xxvii, 13.
'2 Odinnadtsati Sye:r.d RKP(B) (1936), pp. 725-35; Lenin, Sochineniya,
xxvii, 532.
" El informe sobre la purga se encuentra en Odinnadtsati Sy:r.ed RKP(B)
(1936), pp. 725-30. Los resultados del Turquestán y de dos provincias de la
RSFSR no llegaron a tiempo para su inclusión y las cifras dadas en el informe
son por consiguiente más bajas que las de las estadísticas corrientes del partido.
" A. S. Bubnov, VKP(B) (1931), p. 557.
El ascendiente del partido 225
su organización, aplastó la opos1c1on obrerista en tanto que grupo
declarado, pero sus miembros no habían quedado convencidos y no
se apaciguó el desasosiego interno del partido. El primer disturbio
manifiesto parece haber salido de la rebelión de un hombre solo:
un cierto Miasnikov, obrero originario de Perm, que había con-
seguido un círculo de partidarios dentro del partido, tanto en Pe-
trogrado como en los Urales, y que empezó a moverse en pro de
una «libertad de prensa que incluyese desde los monárquicos hasta
los anarquistas». En mayo de 1921 escribió un memorándum en
apoyo de sus opiniones dirigido al comité central del partido y
seguido de la publicación de un artículo. Era lo suficientemente
importante como para recibir una carta personal de Lenin inten-
tando disuadirle de la equivocación de sus métodos 55 • Miasnikov,
sin embargo, continuó moviéndose y cuando fue llamado al orden
por el Orgburó publicó, en su ciudad natal de Perm, su misma
carta y artículo, la respuesta de Lenin y su propia respuesta a
Lenin, junto con una protesta de los miembros del partido local
contra la censura del Orgburó. Esto era ya demasiado; el meca.
nismo del partido se movía lentamente, pero el 20 de febrero
de 1922 el Politburó expulsó a Miasnikov del mismo, pero con-
cediéndole el derecho a solicitar su readmisión al cabo de un
año. Por primera vez había sido aplicada, prudentemente, la pena
aprobada por el décimo Congreso para castigar las «actividades de
fraccionamiento».
Este episodio hubiera sido insignificante si no hubiera estado
acompañado por un estallido del renovado descontento que inspiraba
la aplicación de la NEP: la jefatura del partido estaba abandonando
el comunismo, estaba haciendo concesiones a los campesinos a ex-
pensas del proletariado y se estaba convirtiendo en contrarrevolu-
cionaria y burguesa. El blanco más popular de estas críticas era el
permiso de concesiones a los capitalistas extranjeros que se había
propuesto; y Shliapnikov, que era aún miembro del comité central
del partido, fue una vez más el protagonista de la oposición. En
agosto de 1921 Lenin convocó un mitin conjunto del comité central
v de la comisión de control de acuerdo con el «punto 7» de la
resolución de marzo y propuso la expulsión del partido de Shliap-
nikov. Sin embargo, no se ocupó de asegurarse la mayoría de dos ter-
cios necesaria -muestra, una vez más, del extremo desagrado que
producían las medidas severas contra miembros destacados del partí-

55 Lenin, Sochineniya, xxvi, 472-5; la historia del affaire Miasnikov se


encontrará en ibid., xxvi, 683-4, nota 211.
Carr, t. 1, 15
226 Capítulo 8

do- y Shliapnikov escapó con una simple reprimenda 56 • A esto


siguió la fundación en Moscú de un «club de discusión» del par-
tido, que se convirtió rápidamente en un foco de oposición a
la NEP. Una Conferencia del partido, celebrada en diciembre de 1921,
exhortaba a los elementos actuantes de éste a que explicasen a
sus miembros la «significación y el papel de la solidaridad y la
disciplina» y les «iluminasen sobre la necesidad de disciplina con
el ejemplo de nuestras victorias y derrotas a través del período
de desarrollo histórico del partido» s,. El club de discusión de Mos-
cú fue disuelto a iniciativa de la Comisión central de control del
partido en enero de 1922 58 •
Por consiguiente, parecía probable que, aunque la oposición
obrerista de 1921 estaba muerta y enterrada, el undécimo Congreso
del partido, que iba a reunirse en marzo de 1922, tendría que hacer
frente por lo menos a una crítica tan fuerte y a una amenaza tan
grave a la unidad del partido y a su disciplina como el congreso
anterior. En vísperas de la reunión comenzaron a organizarse los
que criticaban la política oficial y, conscientes de la debilidad de su
posición, tuvieron la desesperada idea de tratar de movilizar la
ayuda de los comunistas extranjeros apelando al comité ejecutivo
del Comintern (IKKI). La apelación, que vino a ser conocida des-
pués como «la declaración de los veintidós», detallaba con cierta
extensión las quejas de la oposición, en términos que recordaban
claramente la antigua oposición obrerista a la que habían pertenecido
la mitad de los signatarios actuales:
En un momento en que las fuerzas del elemento burgués nos presionan por
todos lados y en el que incluso penetran dentro del partido cuya composición
social (40 por ciento de obreros y 60 por ciento de no proletarios) le favorece,
nuestros centros dirigentes llevan adelante una lucha intransigente y demoledora
contra todos, especialmente contra los proletarios que se permiten tener sus
propias opiniones y en cambio aplican toda clase de medidas represivas a la
expresión de tales opiniones en los círculos del partido.
Al intento de arrastrar a las masas proletarias hacia el estado se da el
nombre de «anarco-sindicalismo~ y sus defensores son objeto de persecuciones
y de oprobio... Las fuerzas unidas del partido y de la burocracia sindicalista,
aprovechándose de su posición y de su poder, ignoran las decisiones de nuestros
congresos con respecto a la puesta en práctica de los principios de la demo-
cracia obrera.
56 Ibíd., xxvii, 538; de los 27 presentes en la reunión del comité central,
17 votaron por la expulsión -uno menos de los necesarios para los dos ter-
cios (Odínnadtsati Syezd RKP(B), [1936], p. 182).
•1 VKP(B) v Rezolutsiya¡ (1941), i, 413.
,. Lenin, Sochineniya, xxvii, 536-7.
El ascendiente del partido 227

La declaración terminaba así:


La situación en el partido es tan grave que nos impulsa a volvernos hacia
vosotros en demanda de ayuda para, de este modo, apartar la amenaza de esci-
sión que pende sobre nuestro partido ...

No fue difícil arreglar las cosas en el IKKI gracias a una reso-


lución suavizante que declaraba que los jefes del partido ruso
reconocían plenamente estos peligros y censuraba con mesura a
la oposición por poner en peligro la unidad del partido «llamando
a una puerta abierta» 60• Pero el undécimo Congreso del partido
tomó una postura más seria; una comisión compuesta de Ozerz-
hinski, Zinoviev y Stalin no encontró dificultad para condenar a
los veintidós, acusados del delito de organizar una fracción, y reco-
mendar la expulsión del partido de los cinco cabecillas (además de
Miasnikov que ya había sufrido este castigo): Kollontai Shliapni-
kov, Medvedev, Mitin y Kuznetsov 61 • De acuerdo con este informe,
el Congreso decidió expulsar a los dos últimos que eran relativa-
mente oscuros y perdonó a los tres primeros. Es significativo que
en aquel momento, a pesar de las resoluciones del décimo Congreso,
el organismo más alto del partido -el último congreso en que partici-
paba Lenin- se mostraba recalcitrante a aplicar el castigo de ex-
pulsión a miembros conocidos y probados de éste. No obstante
las condiciones de crisis y el fuerte impacto de los jefes, costó mucho
que muriese la tradición de tolerancia dentro del partido.
A pesar de la indulgencia con respecto a individuos sueltos, el
undécimo Congreso no vaciló en apretar aún más el mecanismo del
control centralizado en el interior del partido. Solts, portavoz de
la comisión central de control, expuso el caso a favor de la dis-
ciplina del partido por medio de una franca y brutal analogía:
Sabemos muy bien cómo hablar respecto a democratización de un ejército
cuando pretendemos dispersarlo, pero cuando necesitamos de nuestro propio
ejército implantamos en él la disciplina que es cosa obligada en todo ejército 62 •

Pero quien causó sensación en el Congreso fue Lenin volviendo,


de modo mucho más específico, al tema de la «discusión con los
fusiles» del año anterior. En su informe principal describió a la NEP

., Rttbochaya Oppozitsiya: Materiali i Dokumenti (1926), pp. 59-60.


00 Kommunisticheskii Internatsional v Dokumentai (1933), pp. 275-6.
" Odinnadtsati Syezd RKP(B) (1963), pp. 693-700.
•2 Ibid., p. 177.
228 Capítulo 8

como una retirada, una operación militar difícil que exigía la más rí-
gida disciplina:
En este caso la disciplina tiene que ser más consciente y es cien veces más
necesaria, porque, cuando se retira todo un ejército, no le es claro, no ve
dónde ha de parar, solamente ve la retirada; entonces algunas pocas voces de
pánico son suficientes para que todo el mundo se eche a correr y en ese mo-
mento el peligro es inmenso. Cuando se lleva a cabo una retirada de este tipo
con un ejército real, se sacan las ametralladoras, y cuando la retirada ordenada
se convierte en desordenada, se da la orden de: «Fuego»; y con razón ... Y en
ese momento es indispensable castigar estricta, severa e inexorablemente la
menor brecha abierta en la disciplina.

Después de explicar que esa necesidad se refería «no solamente a


algunos de nuestros asuntos internos en el seno del partido», Lenin
desencadenó un ataque contra los mencheviques, los eseritas y sus
simpatizantes extranjeros, y declaró: «en cuanto a la exhibición
pública de los mencheviques, nuestros tribunales revolucionarios
deben fusilar» 63 , Una vez más el texto era ambiguo, pero lo que
era nuevo y sorprendente era el empleo de lo que parecían ser las
mismas amenazas contra los mencheviques y los eseritas y contra
los miembros facciosos del partido. Shliapnikov se quejó de que
Lenin hubiese amenazado a la oposición con las ametralladoras 64 •
Lenin, en su discurso de clausura, atenuó esta penosa impresión
explicando que las ametralladoras estaban destinadas a «esas gentes
que llamamos mencheviques y eseritas» y que en lo que concernía
al partido «es una cuestión de medidas disciplinarias» 65, tales como
el castigo de expulsión aprobado por el congreso anterior.
El Congreso no sacó conclusiones del final del discurso de Lenin
y él mismo lo hubiese quizá evitado; no obstante, la atmósfera
había cambiado, incluso con respecto al congreso del año anterior.
Una resolución monstruosa «Sobre la vigorizaci6n y las nuevas ta-
reas del partido» denunciaba los corrillos y agrupaciones que en
algunos sitios habían reducido la labor del partido «a una completa
parálisis», y exhortaba al comité central a que «luchase contra este
fenómeno y no flaquease en el asunto de las expulsiones del parti-
do» 66 , El Congreso aprobó un nuevo estatuto para las comisiones
de control y declaró que «la labor de las comisiones de control tenía
que continuar la actividad de las comisiones de verificación»; la
" Lenin, Sochineniya, xxvii, 239-40.
" Odinnadtsatyi Syezd RKP(B) (1936), p. 107.
" Lenin, Sochineniya, xxvii, 262.
66 VKP(B) v Rezoliutsiya¡ (1941), i, 434.
El ascendiente del partido 229

consecuencia fue que la purga de 1921-22 iba a transformarse de


operación única en proceso continuo 67 • Más asombroso fue quizá
el desarrollo de las funciones de la comisión central de control,
desarrollo que fue declarado abiertamente en el congreso siguiente
un año después:
Hemos coordinado nuestro trabajo con organismos que, por la naturaleza
de su actividad, están en estrecho contacto con la Comisión de control; son
éstos los organismos jurídicos y los de la GPU ... De vez en cuando miembros
del partido son procesados en los tribunales o caen en las manos de la GPU.
A este respecto hemos establecido un contacto con el Tribunal Supremo que
nos informa de cada camarada acusado en un tribunal... Del mismo modo
con la GPU. Hemos arreglado las cosas de modo que tenemos nuestro investi-
gador dentro de la GPU, y tan pronto como es presentado el caso de un co-
munista lo lleva adelante como investigador de la Comisión de control".

La conveniencia era mutua. La GPU gozaba del apoyo directo


del partido; la comisión de control del partido podía invocar la
asistencia de la GPU para llevar adelante su propia tarea. No es
desacertado declarar que la diferencia principal y decisiva entre la
Cheka y la GPU era que, mientras la primera dirigía sus actividades
exclusivamente contra enemigos externos al partido, la GPU actuaba
imparcialmente contra todos los enemigos del régimen, entre los
que en ese momento estaban incluidos ordinariamente como los
más importantes los miembros disidentes del partido. La diferencia
se debía, no a un cambio en el carácter de la institución, sino al
combio sobrevenido en la escena política cuando el partido adquirió
el monopolio político en el estado soviético; cada vez era más
difícil distinguir entre deslealtad al partido y traición contra el
estado.
Nada más terminar el undécimo Congreso tuvo lugar otro acon-
tecimiento. El comité central emprendió un nuevo remodelado del
secretariado: dos días después de la clausura del Congreso, el 4 de
abril de 1922, Pravda incluyó en primera plana dos modestos párra-
fos en el espacio usualmente reservado a los anuncios rutinarios
del partido:
El comité central elegido por el undécimo Congreso del Partido Comunista
ruso ha confirmado el nombramiento del secretariado del comité central como
sigue: camarada Stalin (secretario general), camarada Molotov y camarada
Kuibishev.
07 Ibid., i, 441-2.
61 Dvenadtsati Syezd Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii (Bol'shevikov)
(1923), pp. 221-2.
230 Capítulo 8

El secretariado ha fijado las siguientes horas de recepción en el comité central


de doce a tres. Lunes: Molotov y Kuibishcv; martes: Stalin y Molotov; miér-
coles: Kuibishev y Molotov; jueves: Kuibishev; viernes: Stalin y Molotov;
sábado: Stalin y Kuibishev.

La única novedad estribaba en que el comité central tenía un


secretario general con dos asistentes en lugar de tres secretarios
equiparados. Molotov había sido secretario y miembro del Politburó
el año anterior. Kuibishev era un recién llegado y el undécimo Con-
greso acababa de elegirle candidato a miembro del Politburó. El
nombramiento de Stalin no fue discutido públicamente aunque posi-
blemente su candidatura había sido solicitada en los círculos del
partido. Nada sugiere la impresión de que levantase oposición, con
excepción quizá de una observación malhumorada de Preobrazhenski
en el Congreso, quien, mencionando a Stalin por su nombre, pre-
guntó si era «concebible que un hombre fuese capaz de desempeñar
el trabajo de dos comisariados además del del Politburó, el Org-
buró, y una docena de comités del partido» flJ_ El anuncio publicado
en Pravda no parece que atrajo mucho la atención.
Casi dos meses después del nombramiento del nuevo secreta-
rio general, el 26 de mayo de 1922, Lenin sufrió un ataque que
condicionó su incapacidad permanente y le impidió reanudar el
trabajo, excepto por un breve período y con sus fuerzas ya muy
disminuidas en los siguientes otoño e invierno. Estos dos hechos
marcan una época en la historia del partido porque durante más de
doce meses las amargas disputas de los dos años anteriores se
detuvieron o tuvieron lugar solamente detrás de los bastidores;
pudieron contribuir a este intervalo de comparativa calma la incer-
tidumbre por el futuro que causaba la enfermedad de Lenin, la
mano fuerte y eficaz de Stalin en el timón y la notable mejoría de
la situación económica tras la cosecha de 1922. Cuando en el verano
y el otoño de 1923 se recomenzaron las disensiones serias, tomaron
una nueva forma de lucha descarada por el poder cuyo galardón
era el supremo control, no solamente del partido, sino del estado.
Lenin mismo había combinado de tal manera las dos funciones que
no era posible ya distinguirlas, y del mismo modo que el partido,
destruyendo a sus rivales, parecía haber absorbido al estado, el
estado absorbía ahora dentro de sí al partido.

" Odinnadtsati Syeid RKP(B) (1936), p. 89.


Capítulo 9
PARTIDO Y ESTADO

La concentración del poder en el seno del partido se empare-


jaba con un proceso similar en los organismos del estado. Los
mismos hombres, que compartían las mismas tradiciones y parejos
fines, dirigían los asuntos del partido y los del estado; la misma
crisis incesante, igual presión ininterrumpida de los acontecimien-
tos gravitó del mismo modo sobre el partido y sobre las institu-
ciones soviéticas durante los años comprendidos entre 1917 y 1921.
Los destacados progresos realizados en esos años en la organización
del estado -la concentración de la autoridad central en manos del
Sovmarkon a expensas del Congreso de Soviets de toda Rusia y
del VTslK, y la concentración de la autoridad en el centro a expen-
sas de los soviets locales y de los congresos de soviets y sus
organismos- habían realmente precedido a evoluciones correspon-
dientes en la organización del partido. Por algún tiempo las líneas
de desarrollo del partido y del estado transcurrieron paralelamente;
más tarde, por un inevitable proceso, empezaron a converger y fi-
nalmente coincidieron. Este proceso había quedado virtualmente
completo antes de la muerte de Lenin.
El cambio producido en el equilibrio del poder, en el interior
del mecanismo del Soviet central, entre los diferentes organismos
centrales estaba muy avanzado cuando se elaboró la Constitución
de 1918. Como ya era patente en aquel momento, el Congreso so-
231
232 Capítulo 9

berano de Soviets de toda Rusia -una concentración de masas de


más de 1.000 delegados- podía reinar pero no gobernar. La in-
tención originaria de convocarlo cada tres meses fue abandona-
da silenciosamente a partir de 1918 en favor de una reunión
anual 1• Un orador se quejaba en el quinto Congreso de julio de
1918, de que ni el presidente del VTsIK ni el presidente del Sov-
narkom se habían molestado en dirigir un informe al Congreso,
sobre las actividades de estos organismos, desde el congreso ante-
rior 2 • Pero desde el momento en que la Constitución extendía casi
todas las funciones del Congreso conjuntamente al VTslK, la trans-
ferencia del poder a este último tuvo lugar, en conjunto, de un
modo fácil y sin contratiempos. El mismo destino correspondió a los
congresos de los soviets provinciales y de condado. A pesar de la
resolución del octavo Congreso del partido de 1919 que deploraba
la tendencia a relegar las decisiones importantes de los soviets a
los comités ejecutivos 3, el proceso continuó sin detención y el
poder efectivo paso de los congresos de los soviets a los comités
ejecutivos elegidos por ellos.
El poder transmitido así del Congreso de Soviets de toda Rusia
al VTsIK no permaneció sin embargo adscrito a este organismo. El
autoengrandecimiento del Sovnarkom, que había comenzado en los
primeros días del régimen no pudo ser detenido por más tiempo
v al VTsIK le cupo el destino de experimentar, bastante antes que
al comité central del partido, el mismo proceso de expansión nu-
mérica y de pérdida de autoridad real. Los miembros del VTsIK,
fijados por la Constitución de 1918 en «no más de 200», aumentaron
su número una vez más, hasta sobrepasar los 300, por un decreto
del octavo Congreso de Soviets de toda Rusia de 1920 4• En
su origen este organismo estaba destinado a permanecer en sesión
más o menos permanente, pero sus reuniones se hicieron cada vez
más escasas y quedaron limitadas después de 1921 a tres sesiones
por año 5 • El séptimo Congreso de toda Rusia de diciembre de 1919
intentó restaurar la autoridad del VTslK confiriéndole poderes es-
peciales adscritos a su presidium que, hasta entonces, había sido
un comité administrativo informal compuesto por sus empleados
' Hasta 1921 no se reguló formalmente, y por el noveno Congreso de
Soviets de toda Rusia, el que fuesen anuales las reuniones, tanto del con-
greso de toda Rusia como de los congresos de condado y de distrito pro•
vinciales.
• Piati Vserossiiski Syezd Sovetov (1918, pp. 81-2).
• VKP(B) v Rezolutsiyai (1941), i, 306.
• Syezdy Sovetov RSFSR v Postanovleniya¡ (1939), p. 176.
• Ibid., p. 219.
Partido y estado 233

principales, incluyendo a su presidente, y cuyo prestigio se derivaba


del hecho de que era requerido en las raras ocasiones de ceremonia
para desempeñar los deberes formales de jefe del estado -puesto
ocupado por Sverdlov y, después de su muerte en 1919, por Ka-
linin-. Por una enmienda constitucional aprobada por el séptimo
Congreso, el presidium del VTslK adquirió funciones específicas
que incluían el derecho a «ratificar las decisiones del Sovnarkom así
como suspender la ejecución de tales decisiones» en los intervalos
entre las sesiones del VTsIK 6, y, además, en el octavo Congreso
de toda Rusia, se confirió al presidium el derecho a anular las reso-
luciones del Sovnarkom y a «publicar las reglamentaciones necesa-
rias en nombre del VTsIK a través de los canales administrativos
necesarios» 7 • Pero estas innovaciones, a pesar de que últimamente
debilitaban al VTsIK dando a su presidium poderes casi ilimitados
para actuar en representación suya, no hicieron nada para hacer
tambalearse la posición inexpugnable del Sovnarkom que no era
va susceptible de ser controlado por el presidium del VTsIK ni por
este mismo.
La disposición prevista en la Constitución de 1918 de que «las
medidas de extrema urgencia podían ser puestas en vigor por la
sola autoridad del Sovnarkom» mostraba, como sin duda pretendía,
la cláusula de escape por la que el Sovnarkom podía eludir el pesado
control del VTslK. En un período de guerra civil y de emergencia
nacional, todas las decisiones importantes, fuesen legislativas o ejecu-
tivas, eran con toda probabilidad «medidas. de extrema urgencia» y
Lenin, como presidente del Sovnarkom y participante activo en su
actuación, confería su prestigio personal a la institución. Desde me-
diados de 1918 hasta principios del verano de 1922, en que la enfer-
medad apartó a Lenin de la dirección activa de los asuntos, el Sov-
narkom, a pesar de la autoridad que el partido pudiese haber ejer-
cido sobre él tras los bastidores, era el verdadero gobierno de
la RSFSR. No solamente gozaba de plena autoridad ejecutiva, sino
de poderes ilimitados de legislación, establecida por medio de de-
cretos 8, y estaba sujeto únicamente a rendir cuentas de un modo
formal al VTslK o al cuerpo nominalmente soberano --el Congreso
de Soviets de toda Rusia-. En diciembre de 1920, el Consejo
de Trabajo y Defensa (STO), un cuerpo que hasta entonces se
• lbid., p. 148.
7 lbid., p. 176.
• Según G. Vernadsky (A History of Russia, edición nueva y revisada,
N. Y., 1944, p. 319), entre 1917 y 1921 fueron emitidos 1.615 decretos por
el Sovnarkom y tan sólo 375 por el VTsIK.
234 Capítulo 9

había oucpado únicamente de los suministros del ejército 9 , se trans-


formó en una comisión del Sovnarkom, y se convirtió, bajo directo
control de éste, en una especie de estado mayor económico; preci-
samente bajo la autoridad del STO había de establecerse muy pronto
por vez primera una comisión de planificación estatal. Durante el
año de 1921 el agobio de trabajo que pesaba sobre el Sovnarkom era
tan grande que se creó un «pequeño» Sovnarkom que celebraba
sesiones conjuntamente con el cuerpo principal y que retiró de las
manos de éste las cuestiones rutinarias 10 • El Sovnarkom se había
convertido en la sede del poder desde la que se ponía en marcha
y transcurría la actuación de todo el mecanismo de gobierno.
La concentración del poder central del Soviet fue acompañada
de un segundo proceso que también tuvo su paralelo en los asuntos
del partido: una concentración de autoridad en el centro a expen-
sas de los organismos locales. Esta evolución había llegado ya muy
lejos cuando se elaboró la Constitución de la RSFSR, pero, sin
embargo, sus posteriores progresos implicaban una cuestión que la
Constitución había ignorado. Establecía ésta claramente que los
congresos de soviets y sus comités ejecutivos estaban sujetos al
control de las instituciones correspondientes de mayor categoría:
los soviets de las aldeas a los congresos de soviets de lo distritos
rurales; los congresos de los distritos a los congresos de condado
y de provincia, y así sucesivamente. Pero no se decía nada de la
subordinación de los soviets locales, de los congresos de soviets
o de sus comités ejecutivos a otros organismos centrales. La cuestión
parece que se hizo más aguda en el campo económico. Sapronov se
quejó en el octavo Congreso del partido de mayo de 1919 de que
el Consejo Supremo de Economía Nacional (Vesenja) estaba siguien-
do una política de creación de consejos de economía nacional lo-
cales (Sovnarjozy), separándolos de sus comités ejecutivos provin-
ciales y diciendo a estos últimos cuando protestaban: «No entendéis
absolutamente nada de producción.» Este mismo orador acusó a los
organismos centrales de usar el arma financiera para poner a los orga-
nismos del Soviet local bajo la suela de sus zapatos 11 • En la emer-
• Se cre6 por decreto del 30 de noviembre de 1918 como Consejo de
Defensa de Obreros y Campesinos (Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núms. 91-
92, art. 942), y fue rebautizado en abril de 1920, cuando tuvo a su cargo
también la movilización de la mano de obra civil, con el título de Consejo
de Trabajo y Defensa (Lenin, Sochineniya, xxvi, 619-20, nota 23).
'º El primer reconocimiento oficial de este cuerpo tuvo lugar, por lo que
parece, en un decreto del 6 de octubre de 1921 (Sobranie Uzakom·ni, 1921,
núm. 68, art . .532).
11 Vosmoi Syezd RKP(B) (1933), 205, 313-5; d. pp. 151-52 anteriores.
Partido y estado 235

gencia de la guerra civil se constituyeron «comités revolucionarios»,


por decreto del Sovnarkom del 24 de octubre de 1919, en las regio-
nes afectadas por la guerra, y todos los organismos del Soviet local
recibieron instrucciones de obedecerles 12 • Esta medida fue denun-
ciada como anticonstitucional en el Congreso de Soviets de toda
Rusia de diciembre de 1919, pero la queja fue desatendida. Sin
embargo, el número de decretos publicados al año siguiente sobre
el estado legal y los derechos de los soviets locales 13 muestran la
sensibilidad de la opinión local ante los abusos del poder central
y la dificultad para llegar a un arreglo que funcionase. Si en el
noveno Congreso del partido de marzo de 1929, Sapronov contrastó
una vez más el «centralismo vertical ordinario» con el «centralismo
democrático», que era la supuesta base del partido y de la organi-
zación del Soviet 14, en diciembre de 1920 fueron al fin formalmente
definidos, a este respecto, los derechos de los comités ejecutivos
provinciales, por el octavo Congreso de Soviets de toda Rusia.
Estos comités (pero no los organismos inferiores del Soviet) podían
suspender la ejecución de los reglamentos emanados de los comi-
sarios del pueblo particulares (pero no del Sovnarkom en su inte-
gridad) «en circunstancias excepcionales o cuando estas reglamenta-
ciones estuviesen en clara contraposición a una decisión del Sovnar-
kom o del VTsIK o, en otros casos, por una resolución del comité
ejecutivo provincial». Sin embargo, el comité podía ser juzgado
colectivamente responsable por cualquier acto de suspensión de
este tipo 15 •
La solución al dilema se encontró finalmente en el llamado sis-
tema de la «doble subordinación». Los organismos locales se con-
formaron a la fuerza con una autoridad formal que normalmente
no se ejercía, pero la cuestión continuó siendo causa de fricción de
cuando en cuando; incluso, en 1922, el mismo Lenin tuvo que inter-
venir en una seria disputa con motivo de la organización judicial.
En mayo de 1922, el Comisario del Pueblo de Justicia, Krilenko,
12 Sobranie Uzakoneni, 1919, núm. 53, art. 508.
" Sobranie Uzakoneni, 1920, núms. 1-2, art. 5; núm. 11, art. 68; núm. 20,
art. 108; núm. 26, art. 131.
" Deviati Syezd RKP(B) (1934), p. 56.
,. Syezdy Sovetov RSFSR v Postanovleniyai (1939), p. 177. Se dice que
durante el año siguiente se produjeron varios casos de «denuncia al Tribunal
Supremo de Justicia, por parte de los departamentos locales de abastecimientos,
consejos económicos, departamentos de sanidad, etc., de que no se tenían en
cuenta y se rechazaban de un modo arbitrario, en una u otra forma, las deci-
siones de la autoridad central» (A. Rothstein, The Soviet Constitution [1923],
pp. 86-7). Esto hace pensar que no se alentaba la suspensión.
236 Capítulo 9

presentó el proyecto de un decreto que estipulaba que los procura-


dores tendrían que ser nombrados en todo el país por el procurador
general y responsabilizarse ante él en lugar de ante el comité eje-
cutivo correspondiente de las áreas en que ejerciesen sus funciones.
Esta proposición fue objeto de una crítica hostil en la reunión del
VTsIK del 13 de mayo de 1922 y se solicitó la aplicación del sistema
de la «doble subordinación» tanto al procurador general como al
comité ejecutivo local. Algunos de los bolcheviques compartían esta
opinión y Lenin acudió en ayuda de Krilenko con un memorándum
en el que argüía que, puesto que «la legalidad tenía que ser una
sola» en toda la RSFSR, el caso del nombramiento y control de los
funcionarios de la ley por la autoridad central era cuestión irrefu-
table. Llamado así al orden, el VTsIK aprobó la propuesta el 26 de
mayo de 1922, con ocasión de la aprobación del primer código
criminal de la RSFSR; y se dio así un paso adelante más hacia la
concentración formal del poder 16 •
Por entonces, sin embargo, las cuestiones de competencia que
se suscitaban entre los diferentes organismos del Soviet, se habían
hecho hasta tal punto ficticias que el poder final de decisión no
correspondía a ninguno de los contendientes, sino a los organismos
del partido apropiados. Las líneas paralelas de la evolución del
partido y de las instituciones estatales habían convergido hasta
un punto en que no era ya posible trazar distinciones claras. Si fun-
cionaba el sistema de la doble subordinación era porque los orga-
nismos del Soviet central y los comités ejecutivos locales reconocían
en última instancia una autoridad externa al sistema soviético. Lo
mismo que ocurría con todo lo demás, en la RSFSR las relaciones
entre el partido comunista y el estado soviético y sus instituciones
no se habían planeado con anterioridad a la Revolución, sino que se
habían elaborado gradualmente bajo la tensión y la coacción de un
período de crisis aguda. Su primera formulación en términos cate-
góricos corresponde al octavo Congreso del partido de marzo de 1919:
El Partido Comunista es la organización que agrupa en sus filas única-
mente a la vanguardia del proletariado y de los campesinos más pobres -la
sección o parte de estas clases que se esfuerza conscientemente en realizar en
la práctica el programa comunista.
El Partido Comunista asume la tarea de ganar la influencia decisiva y la
jefatura completa en todas las organizaciones de los obreros: los sindicatos,
cooperativas, comunas de las aldeas, etc. El Partido Comunista se esfuerza
especialmente en aplicar su programa y su total dirección a las organizaciones
del estado contemporáneo que son los soviets.
" Lenin, Socb;neniya, xxvii, 298-301, 554-5.
Partido y estado 237
... El Partido Comunista Ruso tiene que ganar para sí mismo el dominio
político íntegro en los soviets y el control práctico de toda su actuación 17,

El logro de estos fines estaba ya en marcha cuando se aprobó


esta resolución y sus objetivos se alcanzaron totalmente a través de
dos procedimientos diferentes y separables. Al más alto nivel, el
comité central del partido -que pronto sería suplantado por el
Politburó creado por el octavo Congreso mismo- era el árbitro
decisivo de la política pública y el último tribunal de apelación en
toda la compleja estructura de gobierno. En los niveles más bajos,
el partido trataba de penetrar y permear en toda institución admi-
nistrativa pública o semipública. Sería una equivocación considerar
el hecho de la cesión o delegación de todas las decisiones políticas
importantes a los organismos del partido, como resultado de un
designio predeterminado; en las primeras semanas de la Revolución,
Lenin mostró la constante intención de hacer del Sovnarkom el
principal instrumento de gobierno y de hecho en él se tomaron
decisiones importantes. Los bolcheviques habían sido los primeros
en exaltar el lema de «todo el poder a los soviets», y cuando se
logró la victoria, hicieron a éstos depositarios del poder sobe-
rano del estado; pero los soviets no estaban constituidos exclusi-
vamente -y al comienzo incluso ni la mayoría- por bolcheviques.
Durante un tiempo la presencia de miembros de otros partidos, incluso
en el Sovnarkom 18, mantuvo a los debates de los soviets completa-
mente aparte de los consejos internos del partido y, de este modo,
la función esencial de éste se convirtió -según palabras de la
resolución de 1919- en «ganar para sí el dominio político íntegro
de los soviets». La decisión magna de desencadenar las fuerzas de
la Revolución en octubre de 1917 se había tomado en el comité
central del partido, y la siguiente cuestión de importancia compa-
rable que se puso en litigio fue la conclusión de la paz de Brest-
17 VKP(B) v Rezolutsiyai (1941), i, 306. Zinoviev fijó la postura de un
modo aún más franco, en la discusión que precedió a la aprobación de la
resolución: «Las cuestiones fundamentales de política, tanto internacional como
interior, tienen que ser decididas por el comité central de nuestro partido, es
decir, del Partido Comunista, que de este modo tramita estas decisiones a través
de los organismos del Soviet. Desde luego las tramita de un modo inteligente
y con tacto, no pisándoles los pies al Sovnarkom y a las demás instituciones
soviéticas» (Vosmoi Syezd VKP(B) [1933], p. 250); Zinoviev no tenía más
puesto gubernamental que el de presidente del Soviet de Petrogrado.
11 El Sovnarkom original fue exclusivamente bolchevique; en noviembre
de 1917 se le unieron tres eseritas de izquierda, pero tras la aceptación del
tratado de Brest-Litovsk por el cuarto Congreso de Soviets de toda Rusia,
dimitieron los tres.
238 Capitulo 9

Litovsk y ello se fraguó, casi como cosa natural, en el mismo comité


central. Por tanto, desde muy pronto en la historia del régimen, se
dio por sentado que la función de tomar decisiones políticas perte-
necía al partido.
Hoy hemos recibido (expuso Trotski al segundo Congreso del Comintern en
1920) propuestas del Gobierno polaco para firmar la paz. ¿Quién decide en
esta cuestión? Poseemos el Sovnarkom pero tiene que estar sujeto a un cierto
control. ¿Qué control? ¿El control de la clase obrera como masa caótica y sin
forma? No. El comité central del partido ha sido reunido para discutir la
propuesta y decidir cómo contestarla 19•

Cuando por la evolución gradual de los asuntos del partido se


trasladó la autoridad del comité central a su Politburó, este último
estableció rápidamente su ascendencia sobre el Sovnarkom y los
demás organismos importantes de gobierno 1D. Los sucesivos con-
gresos del partido dedicaron cada vez más su atención a cuestiones
de política pública, de mayor o menor importancia. La decisión,
muy importante, de lanzar la NEP fue la primera anunciada pú-
blicamente por Lenin al décimo Congreso del partido. Los con-
gresos del partido hicieron recomendaciones explícitas incluso en
cuestiones de organización mucho menos importantes 21 , y aun oca-
i.:ionalmente aprobaron resoluciones formales que daban por buena
la línea del gobierno soviético o los decretos específicos del Sov-
narkom 22.
El control del partido sobre la política gubernamental en su
nivel más alto se complementaba y se hacía efectivo por la intro-
" Der Zweite Kongress de, Kommunist-Internationale (Hamburgo, 1921),
p. 94.
211 Un especialista que trabajaba en aquel tiempo para el Gobierno sovié-
tico ha dejado testimonio específico en este sentido: «Los dos organismos supe-
riores del gobierno que yo conocía -el Consejo de los Comisarios del Pueblo
y el de Trabajo y Defensa- discutían los medios prácticos de llevar a efecto
las medidas ya tomadas por ese santuario íntimo del partido, el Politburó»
(S. Liberman, Building Lenin's Russia [Chicago, 1945), p. 13).
21 Se puede citar como ejemplo el párrafo siguiente perteneciente a las
resoluciones del octavo Congreso del partido: «Las funciones del presidium
de VTsIK no están determinadas en la Constitución soviética. Es indispensable
que, fundándose en toda la experiencia práctica, el próximo congreso de so-
viets formule con precisión los derechos y obligaciones del presidium del VTsIK
y haga la distinción entre su esfera de acción y la del Sovnarkom» (VKP(B)
11 Rezolutsiya¡ (1941), i, 305-6). En teoría estas resoluciones eran instruc-
ciones para la fracción del partido que actuaba en el congreso, pero en la
práctica eran órdenes al congreso mismo.
71 Se hallará por ejemplo en las resoluciones del Congreso del partido de
1921 (ibid., i, 391).
Partido y estado 239

ducción organizada de miembros del partido en todos los niveles


de cada rama del aparato administrativo. Los puestos clave de la
administración se llenaban con nombramientos hechos por el par-
tido 23• Mucho después, sin embargo, de que los mencheviques y los
eseritas hubieran sido eliminados de los organismos centrales del
poder, una proporción sustancial de los miembros de los soviets
locales, y aún más de las otras instituciones públicas menores, con-
tinuaban sin pertenecer al partido ni ser bolcheviques. Esto hizo aún
más necesario que la minoría bolchevique de estas instituciones se
organizase y se disciplinase fuertemente. La resolución del octavo
Congreso del partido había establecido este principio:
En todas las organizaciones del Soviet es esencial constituir fracciones del
partido estrictamente sujetas a la disciplina del mismo y en estas fracciones
deben afiliarse o alistarse todos los miembros del Partido Comunista ruso que
trabajen en una institución del Soviet determinada 24 •

Y otra resolución del mismo Congreso ordenaba al partido que


introdujese miles de sus mejores trabajadores en la red de la admi-
nistración del estado (ferrocarriles, abastos, control, ejército, tri-
bunales de justicia, etc.). Al mismo tiempo se instruyó a los miem-
bros del partido para que se convirtiesen en miembros activos de
sus sindicatos 25• En el siguiente congreso del partido, celebrado
cuando había terminado triunfalmente la primera etapa de la guerra
civil, se prescribieron nuevas esferas de actividad para los miembros
del partido en fábricas y talleres, en los transportes y «en el esta-
blecimiento de diversas formas de disciplina de trabajo», en las
organizaciones del combustible y en cuestiones tales como los come-
dores públicos, las sedes de los comités, los baños públicos, escue-
las, instituciones benéficas, etc. 26• «Administramos Rusia», dijo Ká-
menev en este Congreso, «y no podemos administrarla mas que a
través de los comunistas» rr. Entretanto, la última sección del Esta-
tuto del partido aprobado en 1919 que trataba «Sobre las fracciones
en las instituciones y organizaciones no pertenecientes al partido»,
23 En el duodécimo Congreso del partido de 1823 explicó Zinoviev que los
presidentes de los comités ejecutivos de los soviets provinciales ( gubispolkomi)
eran nombrados por el comité central del partido, y que, si eso se alterase,
«desde ese momento, todo andaría patas arriba» (Dvenadtsati Syezd R.ossiiskoi
Kommunisticheskoi Partii (Bolshevikov) [1923], p. 207).
2• VKP(B) 11 Rezelutsiya¡ (1941), i, 342.
2' lbid., 303-4.
,. VKP(B) v Rezolutsiyai (1941), i, 342.
" Deviati Syezd RKP(B) (1934), p. 325.
240 Capítulo 9

prescribía los deberes y las funciones de los miembros del partido


que participaban en «congresos, conferencias u organismos electivos
(soviet, sindicato, cooperativa y demás)». Se les ordenó constituirse
en fracciones organizadas y votar sólidamente unidos en la reunión
general de la organización en cuestión. Las exhortaciones a la disci-
plina eran más fuertes que nunca en las ocasiones en que los miem-
bros del partido se encontraban en contacto con miembros, no per-
tenecientes a él, de organizaciones oficiales o semi-oficiales. Las
fracciones estaban completamente subordinadas a las organizaciones
correspondientes del partido y conformaban su actuación a las deci-
siones e instrucciones de éste 28•
No entró en la intención original de los que hacían estos arreglos
el borrar la línea divisoria entre el partido y el estado; la reso-
lución del octavo Congreso del partido, que había definido por vez
primera las relaciones entre ambos, establecía que la confusión de
sus funciones conduciría a «resultados desastrosos» y el deber del
partido estribaba en «dirigir la actividad de los soviets, pero no
reemplazarla» 29• Sin embargo, el desempeño de esta obligación lle-
vaba inevitablemente cada vez más a situar la última responsabilidad
de las decisiones en los organismos del partido con preferencia a
los del estado. Lenin se quejó en el undécimo Congreso del par-
tido de la costumbre de apelar constantemente del Sovnarkom al
Politburó y habló de la necesidad de «realzar la autoridad del
Sovnarkom» 30• En fecha tan avanzada como marzo de 1922 el
undécimo Congreso declaraba en su resolución más importante que
«era posible e indispensable descargar al partido de una serie de
cuestiones, de carácter puramente perteneciente al Soviet, que el par-
tido había llevado sobre sus hombros en el período precedente» y
pedía «una distinción mucho más precisa entre su labor corriente
v la de los organismos del Soviet, entre su propio aparato o instru-
mento y el de los soviets», y expresaba su deseo de elevar y forta-

,. VKP(B) v Re%olutsiya¡ (1941), i, 322-3. Los partidos del ala izquierda,


en todas partes, han insistido especialmente en que sus delegados en las asam-
bleas representativas voten, no según sus convicciones privadas, sino de acuerdo
con la decisión del partido. En el Partido Socialdemócrata del Reichstag ger-
mano la Fraktionswang era rigurosamente obligatoria. La famosa votación
del 4 de agosto de 1914 sobre el apoyo a los créditos de guerra fue unánime,
pero había sido precedida de una discusión en el seno de la fracción en la
que 78 votaron a favor de la ayuda y 14 en contra; Haase, que fue quien leyó
la declaración del partido ante el Reichstag, era en realidad uno de los que
habían votado en contra en la fracción .
., lbid., i, 306.
00 Lenin, Sochineniya, xxvii, 257-8.
Partido y estado 241

lecer la actividad del Sovnarkom» 31 • Pero estos piadosos deseos


constituían un asidero para los que intentaban separar los organis-
mos administrativos del estado del control del partido, especialmen-
te en el campo económico, y el congreso siguiente consideró nece-
sario expresar una advertencia contra una interpretación de estos
textos tan amplia que pudiese crear peligros para la autoridad supe-
rior y dominante del partido 32 • Sin embargo, la marea de la intru-
sión del partido en las funciones del Soviet era demasiado poderosa
para que fuese posible contenerla y Lenin, con su acostumbrado
realismo, afrontó y aceptó lo que no se podía alterar. «Como partido
gobernante había escrito ya en 1921- no podemos evitar el fu-
sionar las 'autoridades' del Soviet con las del partido, pues están
fundidas con nosotros y lo seguirán estando.» 33 • En uno de sus
últimos artículos, escrito en Pravda a principios de 1923, invocaba
la dirección de los asuntos externos como un venturoso ejemplo de
la unidad entre el partido y las instituciones del Soviet:

¿Por qué no habrían de estar ambos unidos si es lo que pide el interés


de los asuntos? ¿Ha dejado alguien de advertir que en un comisariado como
el Narkomindel esta unión produce enormes ventajas y se ha practicado desde
el principio? ¿No examina el Politburó desde el punto de vista del partido
muchas cuestiones, pequeñas y grandes, de los «movimientos» por nuestra
parte en respuesta a los de las potencias extranjeras, con el objeto de contrarres-
tar su -digamos- inteligencia para no usar una expresión menos cortés?
¿Es que la flexible unión del Soviet con los elementos del partido no es una
fuente de enorme fuerza en nuestra política? Creo que una cosa que se ha
justificado a sí misma, se ha establecido a si misma en nuestra política externa
y se ha convertido de tal modo en hábito que en su esfera no deja lugar a
dudas, estará por lo menos igualmente en su sitio ( ¡creo que mucho más en
su sitio!) si se aplica a todo el aparato de nuestro estado 34 •

" VKP(B) v Rezolutsiyaj (1941), i, 416.


32 lbid., i, 473.
" Lenin, Sochineniya, xxvi, 208.
" Lenin, Sochineniya, xxvii, 413. Tres meses después, Enukidze hizo al-
gunas observaciones significativas en el debate sobre Georgia en el duodécimo
Congreso del partido: «Estoy perfectamente enterado de las relaciones mutuas
entre los organismos soviéticos centrales y el organismo central del partido en
la RSFSR, y diré llanamente que no existe institución soviética en la RSFSR
que goce de la libertad de acción de que disfrutan el Sovnarkom y el VTsIK
georgianos en Georgia. En ésta, toda una serie de cuestiones de la mayor
importancia y de gran significado para la república, se examinan sin el cono-
cimiento del comité central (del partido) o del comité de la región transcaucá-
sica, cosa que no sucede entre nosotros ni ha de suceder mientras el partido
dirija la política» (Dvenadtsati Syezd Ross;;skoi Kommunisticheskoi Partii
[1923], pp. .538-9).
Carr, t. I, 16
242 Capítulo 9

Después de la muerte de Lenin la tradición de la fusión se ha-


bía establecido con tanta :firmeza que las decisiones importantes eran
anunciadas indiferentemente por el partido o por el gobierno y los
decretos se publicaban algunas veces conjuntamente en nombre del
comité central del partido y del VTsIK o del Sovnarkom.
Ahora bien, si Lenin fue arrastrado por necesidades prácticas
a reconocer el hecho de un constante incremento de concentración
de la autoridad, no hay evidencia de que vacilase su fe en el antídoto
de la «democracia directa»; pero empezaba a comprender que el
progreso sería más lento de lo que él había deseado al principio y
el espectro de la burocracia más difícil de conjurar. El sistema sovié-
tico era ensalzado ahora en boca de Lenin por su función educativa:
Solamente en los soviets empieza realmente la masa de los explotados
a aprender -no en los libros, sino por su propia experiencia práctica- las
cuestiones de la construcción socialista, de la creación de una disciplina social
nueva, de la libre unión de los trabajadores libres 35 •

En abril de 1921 el Sovnarkom publicó un decreto cuyo motivo


declarado era· «mantener los lazos entre las instituciones soviéticas
y las grandes masas de trabajadores para aligerar el armazón del
Soviet y liberarlo gradualmente de sus elementos burocráticos.» El
decreto trataba, entre otras cosas, de incorporar a las mujeres obre-
ras y campesinas dentro de las secciones de los comités ejecutivos
de los congresos de los soviets; las mujeres habrían de ser emplea-
das en trabajos administrativos durante dos meses, después de los
cuales volverían a sus empleos normales, a menos que deseasen
quedarse permanentemente en la administración. Pero el punto más
interesante respecto a este proyecto impráctico era que las mujeres
serían enroladas «a través de las secciones obreras femeninas del
Partido Comunista ruso» 36• El último acto público de la carrera
de Lenin fue un audaz plan para fundir las funciones del partido
y del estado de una manera destinada a contrarrestar los perjuicios
de la burocracia. Bajo la dominación zarista, el oficio de interventor
del estado, creado originalmente para comprobar las irregularidades
financieras, había adquirido una supervisión general sobre la labor
de la administración. Unas semanas después de la Revolución se
publicó un decreto que constituía un Comisariado del Pueblo de
Control del Estado y posteriormente se ampliaron los poderes de la
" Lenin, Sochineniya, xxv, 315.
"' Sobranie Uukoneni, 1921, núm. 35, art. 186. Este es quizá el primer
ejemplo de asignación de una función al partido en un decreto oficial.
Partido y estado 243

institución en un decreto de marzo de 1918 :rr, pero no se nombró


ningún comisario del pueblo y parece que el comisariado no existió
más que en el papel. Sin embargo, en el momento que nos ocupa, el
partido tomó parte en la cuestión, y la resolución del octavo Con-
greso del partido de marzo de 1919 que, por primera vez, intentaba
definir las relaciones entre partido y estado, contenía un párrafo
que ordenaba que «el control había de ser reorganizado radicalmente
en la República soviética con el objeto de crear una práctica genuina
de carácter socialista», y añadía que el papel rector en el ejercicio
de este control había de corresponder a «las organizaciones del par-
tido y los sindicatos» 38• Zinoviev, que presentó la resolución, su-
girió que el nuevo órgano extendiese sus tentáculos a todas las
ramas de la obra soviética y tuviese una sección especial encargada
de simplificar y perfeccionar el mecanismo soviético 39 Otro orador
describió el existente control estatal como «una institución ante-
diluviana que cargaba con todos los viejos em,gieados y con
toda clase de elementos contrarrevolucionarios, etc.» . La resolución
acabó en un decreto conjunto del VTsIK y del Sovnarkom de fecha
9 de abril de 1919 que constituía un Comisariado del Pueblo de
Control del Estado 41 • Esta vez la decisión se llevó a efecto y el
comisario del nuevo departamento, como ya lo había anunciado
Zinoviev en el Congreso 42, fue Stalin que así conseguía simultánea-
mente su doble nombramiento para el Politburó y el Orgburó del
partido, de reciente creación43, que resultaba ser su primera posi-
ción de mando en la organización estatal.
La tarea del nuevo comisariado era, no obstante, delicada y po-
lémica y no sobrevivió mucho tiempo en su forma existente, sino
que fue transformado por un decreto del VTsIK del 7 de febrero
de 1920 en un Comisariado del Pueblo de Inspección de los Obre.
ros y Campesinos (Rabkrin o RKI) dándole un carácter completa-
mente nuevo. Mientras el Comisario del Pueblo seguía igual, «la
lucha con el burocratismo y la corrupción en las instituciones sovié-
ticas» había de ser llevada ahora por obreros y campesinos elegidos
por los mismos electores que votaban a los delegados de los so-
viets. Las elecciones lo eran solamente para períodos cortos «de

" Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 6, arts. 91-2; núm. 30, art. 393.
" VKP(B) v Rezolutsiya¡ (1941), i, 306.
"' Vosmoi Syezd R(B) (1933), p. 251.
"' Ibid., p. 120.
•1 Sobranie Uzakoneni, 1919, núm. 12, art. 122.
.. Vosmoi Syezd R(B) (1933), p. 225.
43 Véase anteriormente, pp .. 211-12.
244 Capítulo 9

modo que gradualmente todos los obreros, hombres y mujeres, de


una empresa dada, y todos los campesinos pudiesen participar en
las tareas de inspección» 44 • Tal era el concepto de Lenin del uso
de la democracia directa como salvaguardia contra la burocracia.
Una curiosa cláusula del decreto daba a los sindicatos el derecho a
protestar contra cualquier candidato elegido para actuar en el Rab-
krin y proponer su sustitución por cualquier otra persona. En abril
de 1920 el tercer Congreso de Sindicatos de toda Rusia decidió
participar activamente en la labor del Rabkrin 45 • Ya puede imagi-
narse que la participación de los sindicatos era un medio de dar
coherencia a lo que de otro modo podía haber sido un proyecto ne-
buloso e impráctico.
La carrera del Rabkrin continuó no obstante siendo tormentosa;
en octubre de 1920 se reunió en Moscú la primera «conferencia de
toda Rusia de obreros responsables del Rabkrin» presidida por Stalin,
el cual afirmó que este organismo había incurrido «en el odio de
algunos empleados obligados a esconderse e incluso de algunos co-
munistas que habían escuchado las palabras de estos empleados» 46 •
Una de las dificultades era el reclutamiento de personal adecuado
para este comisariado, último en llegar. Incluso Lenin, que miraba
al Rabkrin como un instrumento importante en la lucha contra la
burocracia, admitió que «existe más bien como una aspiración» puesto
que «los mejores obreros han sido llevados al frente» 47 • En otoño
de 1921, un informe del Rabkrin sobre la escasez del combustible
provocó las censuras de Lenin, y Stalin replicó en su calidad de jefe
de departamento defendiendo con tacto a un subordinado 48 • El Rab-
krin era mirado con crecientes sospechas en muchos círculos del par-
tido. Lenin había defendido a Stalin contra el ataque de Preobraz-
nenski en el undécimo Congreso del partido de marzo de 1922 49 , pero
cuando el mismo Lenin propuso, unas semanas después, convertir al
Rabkrin en el canal de un nuevo sistema de comprobación de la eje-

" Sobranie Uzakoneni, 1920, núm. 16, art. 94. El decreto se basaba en
una proporción presentada originariamente por un delegado de Moscú en el
séptimo Congreso de Soviets de toda Rusia de diciembre de 1919 (li. Vseros-
siiski Syezd Sovetov [ 1920], p. 211).
" Treti Vserossiiski Syezd Professionalni¡ Sovetov {1921), i, 118.
"' Stalin, Sochineniya, iv, 368.
" Lenin, Sochineniya, xxv, 495.
'' !bid., xxvii, 14-20, 501. La carta de Stalin no está incluida en sus
Obras completas, probablemente porque no era ya decoroso, veinticinco años
después, haber diferido de la opinión de Lenin incluso en una cuestión de
rutina.
.. Véase anteriormente, p. 230; Lenin, Sochineniya, xxvii, 263-4.
Partido y estado 24.5

cución de los decretos del Sovnarkom y del Consejo de Trabajo y


Defensa, Trotski desencadenó contra él un ataque salvaje, advirtiendo
que «los que trabajan en el Rabkrin son principalmente obreros que
lo han pasado mal en otros campos» y quejándose de que «existe un
predominio extremado de la intriga en los organismo del Rabkrin,
tanto que se ha convertido en un dicho que corre por todo el país».
Lenin replicó con calma que lo que era necesario era mejorar el
Rabkrin pero no abolirlo 50 •
Sería aventurado estipular sobre si el descontento general cre-
ciente con respecto al Rabkrin o el fuerte recelo personal que des-
arrolló Lenin en relación a Stalin fueron los principales responsables
de lo que parece haber sido un repentino cambio en la actitud de
Lenin durante los últimos pocos meses de su vida activa. Sus dos
últimos artículos, escritos o dictados en las primeras semanas de
1923, fueron un ataque sin rebozo contra el Rabkrin en su forma
actual y una propuesta al próximo congreso del partido, el duodé-
cimo, para que lo reformase amalgamándolo con la comisión central
de control del mismo. El segundo artículo, el último que Lenin es-
cribió, era particularmente severo:
El Comisariado del Pueblo de la Inspección de Obreros y Campesinos no
goza actualmente del más ligero vestigio de autoridad; todo el mundo sabe
que no hay instituciones peor equipadas que las de nuestro Rabkrin y que en
las condiciones en que están nada puede esperarse de este Comisariado... Si
merece o no la pena de perder el tiempo en una de esas reorganizaciones de
las que ya hemos tenido tantas, o en ocuparse de algo tan desahuciado como
el Rabkrin, o si debemos realmente disponernos a la tarea de crear, con mé-
todos lentos, difíciles e inusitados, y no sin repetidas verificaciones, algo real-
mente ejemplar, algo capaz de inspirar el respeto de todos y de cada uno
-y no solamente por lo que pidan su rango y sus títulos- es lo que me
pregunto 51 •

Stalin dio hábilmente la vuelta a la repulsa implícita adoptando


calurosamente el plan de reforma de Lenin y el duodécimo Congre-
so, que se reunió en abril de 1923, postrado ya Lenin por su segun-
do ataque, aprobó un arreglo en forma entrelazada que equivalía a
una completa fusión de las instituciones del estado y del partido.
'° La propuesta original de Lenin está en Sochineniya, xxvii, 287; la
carta de Trotski, ibid., xxvii, 542-3. El comentario de Lenin a la crítica
de Trotski es uno de los pocos documentos publicado en las Obras completas
(sin explicación) solamente en extracto y fuera del orden cronológico que le
corresponde (ibid., xxvii, 289). Lenin se refiere al número de empleados del
Rabkrin en este tiempo como de 12.000.
51 Lenin, Sochineniya, xxvii, 406-18.
246 Capítulo 9

En primer lugar, el carácter de la comisión de control del partido,


que hasta entonces había restringido sus miembros a siete como el
Politburó y el Orgburó, se transformó completamente por la am-
pliación del número de sus miembros a cincuenta, «principalmente
obreros y campesinos» y con el nombramiento de un presidium de
nueve personas para dirigirla. En segundo lugar, se estableció que
el comisario para la inspección de los obreros y campesinos sería
nombrado por el comité central del partido y sacado, si era posible,
del presidium de la comisión de control. En tercer lugar, los miem-
bros de la comisión de control habían de ser nombrados para los
colegios de los diversos comisariados del pueblo lo mismo que para
el Rabkrin 52 • El Comisariado recibió poderes ampliados al ser trans-
formado por un decreto del 12 de noviembre de 1923 en Comisa-
riado de la URSS 53 • Pero en sustancia su autoridad se había fusio-
nado con la de la Comisión Central de Control del partido que, re-
forzada por su reciente acuerdo de trabajo con el GPU 54 , quedaba
en posición de ejercer, a través del Rabkrin, la supervisión consti-
tucional directa de toda actividad de la administración del Soviet.
El informe sobre organización que Stalin dirigió al duodécimo
Congreso del partido encaminaba la atención a la creciente impor-
tancia de otra institución. Como observó Stalin, de un modo inge-
nuo pero significativo, una «buena línea política» no era más que
la mitad de la batalla; era también necesario reclutar los buenos
operarios que cumpliesen las directivas 55• Desde 1920 uno de los
tres secretarios del partido había estado a cargo de lo que se llama-
ba la «sección de cuentas y distribuciones (Uchraspred)», que lle-
vaba cuenta de la capacidad de trabajo de los hombres del partido y
supervisaba su distribución -«movilizaciones, traslados y nombra-
mientos de miembros del partido» 56• Con la terminación de la gue-
rra civil y el proceso de desmovilización, el alcance del Uchraspred
se extendió y su informe al décimo Congreso del partido en marzo
de 1921 demostró que en menos de doce meses había llevado la
responsabilidad del traslado y los nombramientos de 42.000 miem-
52 VKP(B) v Rezolutsiyaj (1941), i, 502. Estas decisiones van precedidas
de una larga resolución «Sobre las tareas del RKI y la Comisión Central de
Control» (;bid., i, 498-9).
n Sobranie Uzakoneni, 192], núms. 109-10, art. 1.042.
54 Véase anteriormente, p. 229.
55 Stalin, Sochineniya, v. 210-13.
56 El primer informe del Uchraspred está en lzvestiya Tsentralnogo Ko-
miteta Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii (Bolshevikov), núm. 22, 18 de
septiembre de 1920, pp. 12-15; una breve relación de sus funciones, ibid.,
núm. 23, 23 de septiembre de 1920, p. l.
Partido y estado 247

bros del partido 57 • En aquel tiempo se ocupaba más de «moviliza-


ciones de masas» que de nombramientos individuales que se dejaban
en manos de los comités regionales y provinciales, pero a medida
que creció el mecanismo administrativo y que la administración de
la economía nacional se convirtió en una de sus más importantes
funciones, los nombramientos especializados se hicieron más nume-
rosos y fue indispensable, como observó Stalin, «conocer a cada
trabajador por dentro y por fuera». Con este propósito, el comité
central decidió, un poco antes del duodécimo Congreso, ampliar la
organización de la Uchraspred para dar al partido la posibilidad de
equipar a los organismos directivos de las principales empresas con
comunistas y convertir así en real la jefatura del partido sobre el
mecanismo estatal. La Uchraspred se convirtió entonces en un foco,
disimulado pero poderoso, del control ejercido por el partido sobre
los organismos estatales, fuesen éstos políticos o económicos. Y,
bajo administración del secretario general, resultó también un ins-
trumento útil y servicial para reforzar la autoridad personal de Sta-
lin tanto en el estado como en el mecanismo del partido. Las obser-
vaciones de Stalin en el duodécimo Congreso fueron uno de los raros
atisbos concedidos al mundo exterior de las manivelas por medio
de las que este mecanismo se accionaba.
Por consiguiente, antes de que acabase la vida de Lenin, la auto-
ridad del partido sobre todos los aspectos de la política y en todas
las ramas de la administración había sido abiertamente reconocida
y proclamada. En el nivel más alto, el predominio del partido como
última fuente de la política quedaba asegurada por la supremacía
del Politburó; en la actividad de la máquina administrativa los co-
misariados estaban sujetos al control del Comisariado de la Inspec-
ción de Obreros y Campesinos y, a través de él a la de la Comisión
Central de Control del partido; en los niveles más bajos, las «frac-
ciones» del partido sujetas a las instrucciones y a la disciplina de
éste, participaban activament~ en la labor de todo cuerpo oficial o
semioficial de alguna importancia. Además, el partido ejercía las
mismas funciones de dirección en organizaciones como los sindicatos
y las cooperativas, e incluso en establecimientos industriales impor-
tantes, que las realizadas con relación al estado. Lo mismo que la
autonomía de las repúblicas electorales y de los territorios de la
RSFSR (y más tarde de la Unión Soviética) estaba limitada por el
hecho de que todo dependía de las decisiones políticas tomadas por
las autoridades centrales del omnipresente partido, la independencia

" Ibid., núm. 28, 5 de marzo de 1921, p. 13.


248 Capítulo 9

de que gozaban los sindicatos y las cooperativas en relación con los


organismos del estado estaba también restringida por la misma su-
bordinación común a la voluntad del partido.
La fórmula que expresaba este complicado nexo de instituciones
y funciones variaba de vez en cuando. Según Lenin:
El partido, por así decir, encarna en si la vanguardia del proletariado,
vanguardia que convierte en realidad la dictadurn del proletariado. Sin ci-
mientos como los sindicatos, que confieren realidad a la dictadura, es impo-
sible que la tengan las funciones gubernamentales, pues su realidad viene dada
a través de una serie de instituciones especiales de un tipo nuevo, esto es, a
través del aparato de los soviets 51 •

En 1919 replicó de un modo tajante a los que atacaban la «dic-


tadura de un único partido»:
Sí, ¡la dictadura de un solo partido! La defenderemos y 110 nos aparta-
remos de esta postura, puesto que es el partido quien en el transcurso de
décadas se ha ganado la posición de vanguardia de todo el proletariado fabril
e industrial".

Lenin se burlaba de los que hablaban de «la dictadura de un


solo partido» como de un fantasma y añadía que «la dictadura de la
clase obrera se había llevado a efecto por medio del partido bolche-
vique, que desde 1905 o antes había estado unido a todo el prole-
tariado revolucionario» 60 • Después describía el intento de hacer la
distinción entre dictadura de clase y dictadura de partido, como
prueba de «una increíble e inexplicable confusión de pensamien-
to» 61 • Esta fórmula continuó satisfaciendo al partido durante algu-
nos años y en el duodécimo Congreso de 1923, en el que Lenin ya
no estaba presente, Zinoviev pasó por alto a «los camaradas qué
piensan que la dictadura del partido es una cosa para ser realizada
en la práctica pero para no hablar de ella», y procedió a desarrollar
la doctrina de la dictadura del partido como dictadura del comité
central.
Necesitamos un único comité central fuerte y poderoso que es jefe de
todo ... El comité central es lo que es, porque es el mismo para los soviets,
para los sindicatos, las cooperativas y los comités ejecutivos provinciales y para

" Lenin, Sochineniya, xxvi, 64. Lo confuso de la situación se revela en


una torpeza de estilo rara en los escritos de Lenin; el verbo osushchestvliat
(hacer real) aparece cuatro veces en cuatro líneas.
59 Ibid., xxiv, 423.
'" Ibid., xxiv, 436 .
•, Ibid., XXV, 188.
Partido y estado 249
toda la clase obrera. En esto consiste su papel de liderazgo y en ello se expresa
la dictadura del partido~.

Al mismo tiempo la resolución del Congreso declaraba que «la


dictadura de la clase obrera no puede asegurarse más que en forma
de dictadura de su vanguardia dirigente, es decir, del partido co-
munista 63 •
Sin embargo, esta vez la torpeza de Zinoviev provocó su corres-
pondiente reacción. Stalin, por su parte, tenía la preocupación de
oponer resistencia a los abusos, no del partido en el estado (que
era a todas luces una carta ya perdida), sino del comité central so-
bre los organismos actuantes del partido, incluyendo al secretariado,
v la dictadura del comité central era doctrina poco de su gusto «>4.
En el Congreso definió, cautamente, como radicalmente falsa la
teoría de que «el partido da órdenes ... y el ejército, es decir, la cla-
se obrera, las ejecuta» y desarrolló largamente la metáfora de las
« siete correas de transmisión» desde el partido a la clase obrera:
sindicatos, cooperativas, agrupaciones juveniles, conferencias de mu-
jeres delegados, escuelas, prensa y ejército» 65 • Un año después cali-
ficaba audazmente a la dictadura del partido como «insensatez» y
atribuía a un «error» el que se consignase en la resolución del duo-
décimo Congreso 66 • Pero cualquiera que fuese la fórmula del mo-
mento, el hecho esencial no se ponía en duda en ninguna parte: el
Partido Comunista ruso (Bolcheviques) era quien daba vida y di-
rección y poder de motivación a cualquier forma de actividad pú-
blica en la URSS, y sus decisiones tenían carácter de obligatoriedad
para toda organización de carácter público o semi-público. Toda lu-
cha por el poder de alguna significación tuvo lugar desde entonces en
el seno del partido.

" Dvenadtsati Syezd Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii (Bolshevikov)


(1923), pp. 41, 207.
" VKP(B) Rezolutsiya; (1941), i, 473.
" Según L. Trotski, Stalin (N. Y., 1946), p. 367, fue inmediatamente
después del duodécimo Congreso cuando Zin6viev empezó a inventar esquemas
para reducir la importancia del secretariado en el mecanismo del partido.
" Stalin, Sochineniya, v, 198-205. Cerca de tres años más tarde, Stalin
desarro116 esta idea en forma ligeramente diferente: «Hay ahora cinco 'hilos
conductores' o 'palancas' por medio de las cuales se hace efectiva la dictadura
del proletariado: los sindicatos, los soviets, las cooperativas, la Liga de la
Juventud y el partido» (ibid., vii, 32-5).
.. Stalin, Sochineníya, vi, 258.
Nota A
LA TEORIA DE LENIN SOBRE EL
ESTADO

El concepto del estado como un mal necesario, que tiene su ori-


gen en la naturaleza del ser humano caído, estaba arraigado en la
tradición cristiana. La Edad Media admitía un equilibrio entre el
poder eclesiástico y el político; era el supremo cada uno en su esfera,
pero con la preeminencia del primero, y tan sólo cuando la Reforma
subordinó la Iglesia al estado y nació el estado moderno, la pro-
testa contra los abusos del poder político se transmitió al brazo
secular. Tomás Moro, en su Utopía, atribuyó los males del gobierno
a la institución de la propiedad privada y anticipó un análisis del
estado que tuvo una enorme aceptación más de tres siglos después:
Por consiguiente he de decir, si se me permite, que no tengo otra noci6n
de todos los demás gobiernos que he visto o conozco que la de que son una
conspiraci6n de los ricos quienes, con la pretensi6n de administrar los asuntos
públicos, persiguen únicamente sus fines privados e inventan todos los modos
y artimañas que pueden encontrar; primero, para poder conservar sin peligro
todo lo que han adquirido de mala manera y después, para poder contratar a los
pobres, y que ponen y trabajen para ellos a los precios más bajos posibles; y
los oprimen cuanto les place:

Sin embargo, esto quedó como U1' relámpago aislado de intui-


ción, pues hasta el siglo xvm no empezó a tomar forma la moderna
teoría socialista del estado. De acuerdo con la tradición cristiana, el
estado era un mal, aunque necesario, porque la naturaleza del hom-
250
La teoría de Lenin sobre el estado 251

bre era mala; pero según la fe racional en la naturaleza que predicó


la ilustración, el estado era antinatural y, por consiguiente, dañino.
Se encuentran rastros muy visibles de esta teoría, entre otros, en
Morelly y Rousseau, pero fue William Godwin quien compuso en su
Enquiry Concerning Política! Justice lo que con razón figura como
la Biblia del anarquismo. Según el pensamiento de Godwin, la pro-
piedad, el matrimonio y el estado eran delitos contra la naturaleza
y la razón.

Por encima de todo -escribe-, no debemos olvidar que el gobierno es un


mal, una usurpación del juicio privado y de la conciencia individual del género
humano, y que, sin embargo, nos vernos obligados a admitirlo actualmente
como un mal necesario; pero nos corresponde, como amigos de la razón y de
la especie humana, aceptar la menor cantidad posible de él y observar cuidado-
samente si, como consecuencia de la iluminación gradual de la mente humana,
este poco puede disminuir de aquí en adelante '.

Más adelante, en la misma obra, Godwin se hace más audaz y


propone francamente «aniquilar el fraude del gobierno». Desde en-
tonces los principales escritores radicales y socialistas -Saint Simon,
Robert Owen, Fourier, Leroux, Proudhon- se preocupan por la
supresión del estado y su transformación en una sociedad de pro-
ductores y consumidores. Estaba reservado a Mases Hess, antiguo
radical asociado con Marx, el traducir estas ideas a la terminología
hegeliana, que era la forma común de razonamiento entre los jóve-
nes intelectuales alemanes de los años de 1840. Creía Hess que mien-
tras existiese el estado, cualquiera que fuese la forma de gobierno,
habría siempre amos y siervos y que esta oposición continuaría «has-
ta que el estado, que es la condición de esa polaridad, se suprima
a sí mismo dialécticamente y dé paso a una vida social unificada
que es la condición de la comunidad» 2•
Marx llegó rápidamente al concepto del estado como el instru-
mento con el cual la clase dominante persigue y protege sus intere-
ses. Uno de sus primeros escritos contra los propietarios de fincas
de la zona del Rhin describía a los «órganos estatales», en el es-
tilo hiperbólico de su período juvenil, como «los oídos, los ojos, las
manos y las piernas por medio de los cuales el interés del dueño
del bosque escucha, vigila, juzga, defiende, se apodera y domina» 1.
El estado moderno «existe únicamente en beneficio de la propiedad
' Godwin, Enquiry Concerning Political ]ustice (1793), p. 380.
• Einundzwanzig Bogen aus der Schweiz (Zurich, 1843), p. 88.
• Karl Marx-Friedrich Engels: Historisch-Kritische Gesamtausgabe, pri-
mer tomo, i, i, 287.
252 Nota A

privada»; no es «más que la forma de organización que la burgue-


sía adopta necesariamente para lograr sus propósitos internos y ex-
ternos, para la mutua garantía de su propiedad y sus intereses» 4 •
Pero la propiedad privada en su fase capitalista produce su propia
antítesis, el proletariado sin bienes que está destinado a destruirla.
Como había dicho Hess, el estado es la expresión de esta contradic-
ción, de este conflicto entre clases, y cuando la contradicción se re-
suelve por el aniquilamiento de la propiedad privada y la victoria
del proletariado (que automáticamente deja de ser proletariado al
consumarse su propia victoria), la sociedad ya no estaría dividida
en clases y el estado ya no tendrá raison d'étre. El estado es, por
tanto, un «sustituto» del colectivismo 5• La primera declaración que
se conoce de la posición de Marx apareció en su publicación de 1847,
Lr.1 pobreza de la filosofía:
En lugar de la vieja sociedad burguesa la clase obrera establecerá, en el
curso de su desarrollo, el tipo de asociación que excluye las clases y su mutua
oposición; no habrá ya ningún poder poUtico propiamente dicho, puesto que
éste es la expresión oficia I de la oposición de las clases en el seno de la sociedad
burguesa•.

La primera obra de la madurez de Marx, el Manifiesto Comtt-


11ista, registraba las mismas conclusiones anhelando el día en que,
barrida la diferencia entre las clases, «el poder social perdiese el
carácter político». Pero se ocupaba de un modo más inmediato en
el próximo paso práctico a dar, que era el que el proletariado «esta-
bleciese su supremacía derrocando a la burguesía »y que el estado
se identificase con «el proletariado organizado como clase dirigen-
te». Esta fue la idea de Marx que cristalizó cuatro años después en
el famoso lema de «la dictadura del proletariado ►>. Pero añadía al
mismo tiempo que esa dictadura era solamente una transición hacia
la abolición de todas las clases y hacia la sociedad sin clases 7• Vein-
te años más tarde, cuando Marx, en su famoso discurso sobre La
' lbid., V, 52.
' lbid., v, 64.
• Karl Marx-Friedrich Engels: Historisch-Kritische Gesamtausgabe, pri-
mer tomo, vi, 277.
' Marx y Engels, Sochineniya, xxv, 146; el pasaje aparece en una carta
privada del 5 de marzo de 1852 a Weydemeyer. Marx no volvió a emplear
la frase hasta que, más de veinte años después, escribió en la Crítica al Pr<>-
grama de Gotha de 1875 que durante el período de transición del capitalismo
al comunismo el estado «no sería más que la dictadura revolucionaria del
proletariado» (ibid., xv, 283). La Critica era conocida en los círculos del
partido, pero no se publicó en vida de Marx.
La teoría de Lenin sobre el estado

guerra civil en Francia, descubrió en la Comuna de París un proto-


tipo imperfecto, pero reconocible, de la dictadura del proletariado,
escribió aún más insistentemente acerca. del estado como de «un
c-recimiento parásito» y de la «abolición del poder estatal», que «re-
sulta ahora superfluo» 8 • Engels añadió después comentarios más de-
tallados:
El proletariado victorioso, lo mismo que la comuna, se verá obligado inme-
diatamente a cercenar los lados peores de este mal, hasta que una generación
que haya crecido en las nuevas condiciones sociales de libertad se encuentre
en posición de arrojar por la borda toda esta barahúnda del estado •.

Por consiguiente, Marx nunca desmintió, ni pudo haber desmen-


tido, la opinión de que el poder estatal es una expresión de antago-
ni~mos de clase, un mal que desaparecerá en la eventual sociedad sin
clases, pero mostró sin embargo menos interés personal en la des-
cripción de esta última meta que en el análisis de las medidas inme-
diatas necesarias para establecer la dictadura del proletariado, y
dejó a Engels que elaborase una exposición más terminada de la
doctrina marxista del estado:
Cuando ya no haya clases sociales que mantener sometidas, ni dominio de
una clase sobre otra, ni una lucha por la existencia arraigada en la actual anar-
quía de la producción; cuando los choques y la violencia que de ella resultan
hayan sido suprimidos, no habrá nadie a quien aplastar o reprimir, y entonces
ia necesidad del poder estatal, que en el momento actual cumple su función,
se desvanecerá. El primer acto en que el estado aparezca como representante
real de toda la sociedad -la conversión de los medíos de producción en pro-
piedad social- será su último acto independiente en su calidad de estado.
La intervención del poder estatal en las relaciones sociales se iría haciendo
gradualmente superfl.ua y terminará por sí misma. La administración de hom-
bres será reemplazada por la administración de cosas y por el manejo de los
procesos de la producción. El estado no es «abolido», sino que muere 'º.

' Marx y Engels, Sochineniya, xiii, ií, 315-16.


' !bid., xvi, ii, 94.
'º Marx y Engels, Sochineniya, xiv, 284. La distinción entre «gobierno de
hombre» y «administración de cosas» había sido conocida desde hacía mucho
en el pensamiento socialista; fue divulgada por Saint-Simon, quien escribió
que la sociedad humana estaba «destinada a pasar del régimen gubernamental
o militar al administrativo o ind11strial después de haber hecho suficientes pro-
gresos en las ciencias positivas y en la industria» (CF.uvres de Saint-Simon
et d'Enfantin, xxxvii [ 1875), 87). La frase tenfa ya resonancias anarquistas.
En otra ocasión escribió Saint-Simon: «No hay otra acción útil ejercida por el
hombre que su acción sobre las cosas. La acción del hombre sobre el hombre
siempre es en sí misma perjudicial y dañina para la especie» ( ibid.. xx
[1869), 192).
254 Nota A

Fue Engels también quien escribió pocos años después:

Con la desaparición de las clases, el estado desaparecerá inevitablemente.


La sociedad, que organizará la producción de un modo nuevo sobre la base
de una asociación de los productores libre e igual, enviará todo el mecanismo
estatal al lugar que le corresponde: al museo de antigüedades, junto con la
rueca y el hacha de bronce ".

La doctrina del estado que se derivaba de los escritos de Marx


y de Engels tenía, por tanto, una doble vertiente. A la larga, se
mantenía en su integridad la tradicional teoría socialista del estado
como un mal en sí mismo, como un producto de la contradicción
y un instrumento de opresión que no tenía cabida en el régimen
comunista del futuro; a la corta, argumentaba que el proletariado,
después de destruir el instrumento burgués del estado por medios
revolucionarios, tendría que establecer un instrumento estatal tem-
poral propio -la dictadura del proletariado- hasta el momento en
que los últimos vestigios de la sociedad burguesa hubiesen sido des-
arraigados y el régimen socialista sin clases firmemente establecido.
Se elaboraba así una distinción funcional entre la eventual sociedad
comunista, en la que todas las desigualdades entre hombre y hom-
bre habrían desaparecido y el estado ya no existiría, y lo que vino
a ser diversamente conocido como «socialismo» o «primera etapa
del comunismo», en que los últimos vestigios del régimen burgués
no estarían todavía desarraigados y el estado tomaría la forma de
dictadura del proletariado. Esta distinción iba a asumir en su día
una importancia capital en la doctrina del partido.
Pero hubo otro refinamiento de la doctrina marxista del estado
que influyó particularmente en Lenin. La esencia del estado era la
división de la sociedad en dos clases conflictivas: dominantes y do-
minados. Engels, en su acusación en contra de la «alianza» revolu-

11 Marx y Engels, Sochineniya, xvi, i, 149. Un escritor moderno compara


la actitud de Marx con la de San Agustín: «El estado se convierte en la
expresión de un principio inmoral, de interés egoísta de clase... El estado
-la civitas diaboli- tiene, por consiguiente, que ser vencido, debe 'desapa-
recer' y dejar el sitio a una especie de 'sociedad' sin clases y sin estado,
una civitas dei. Entre el concepto de San Agustín y el del marxismo no hay
realmente más diferencia que la de que el primero traslada precavidamente
su ideal al otro mundo, mientras que el último lo mete a la fuerza en éste
por obra de una ley causal de desarrollo» (H. Kelsen, Sozialismus und Staat,
segunda ed., 1923, pp. 32-3). La esencia de la filosofía marxista, esto es, su
derivación causal de la utopía partiendo de la realidad, del sallen partiendo
del sein, reside en esta «diferencia».
La teoría de Lenin sobre el estado 255

cionaria secreta de Bakunin, le reprochó el abrir una brecha entre


los que dirigían y los dirigidos y restaurar así el «autoritarismo»
del estado 12 ; y en su Origen de la familia, de la propiedad privada
11 del Estado descubrió a éste como «una fuerza que procedía de
la sociedad pero que se colocaba por encima de ella y que se diso-
ciaba de ésta cada vez más» 13 • Esto suscitaba el conocido problema
de la burocracia y, en opinión de Engels, la Comuna de París ha-
bía hallado la respuesta a ello:
En primer lugar nombró a personas elegidas por sufragio universal para
todos los puestos de empleados en la administración, en la justicia, en la ins-
trucción pública, e introdujo también el derecho a destituir a los elegidos,
en cualquier momento, por decisión de los electores. En segundo lugar pagó
a todos los empleados, desde el más alto al más bajo, los mismos salarios que
pagaba a los demás trabajadores.

Engels describía estas medidas como «hacer saltar el viejo poder


del estado y reemplazarlo por uno nuevo y verdaderamente demo-
crático» 14 • Este es el origen de la tesis favorita de Lenin sobre la
necesidad de reemplazar a la burocracia, como instrumento carac-
terístico del estado, por la autoadministración de los obreros.
En los treinta años que siguieron a la muerte de Marx, la doc-
trina del estado se convirtió en la piedra de toque que dividió el
movimiento obrero europeo en dos grupos radicalmente conflicti-
vos: los anarquistas y los socialistas estatales.
Los anarquistas partían de la tradicional repulsa socialista al es-
tado y lo rechazaban precisamente por la misma razón que Marx, a
saber, como instrumento en las manos de una clase dominante y
opresiva. Recurrían también a la misma solución final: reemplazar
al estado «por la organización de las fuerzas productivas y de los
servicios económicos» 15 , pero extendían su repulsa a toda forma de
estado provisional o temporal. Lenin citaba un dictamen de Engels
a este respecto:
Los anti-autoritarios piden que se destruya sobre la marcha el estado polí-
tico autoritario, incluso antes de la destrucción de las relaciones sociales que
lo hicieron nacer. Piden que el primer acto de la revolución social sea la des-
trucción de la autoridad. ¿Ha visto esta gente alguna vez una revolución? Una
revolución es, sin duda ninguna, la cosa más autoritaria que puede imaginarse 16 •
" Marx y Engels, Sochineniya, xiíi, ii, 550-1.
" Ibid., xvi, i, 145.
" lbid., xvi, ii, 93.
" Bakunin, CF.uvres, ii (1907), 39.
•• Marx y Engels, Socbineniya, xv, 136-7; Lenin, Socbineniya, xxi, 142.
256 Nota A

La firme y constante repulsa de la autoridad por parte de los


anarquistas los convirtió en adversarios irreconciliables de la «dic-
tadura del proletariado» -cuestión que se hizo patente en la dispu-
ta entre Marx y Bakunin. Los sindicalistas, superando el crudo dog-
matismo de los anarquistas, creían que la futura organización de la
sociedad había de basarse, no en un sistema de estados territoriales,
sino en un nexo de sindicatos y asociaciones de productores. El pro-
pósito del sindicalismo, según la definición de su filósofo más dis-
tinguido, era «arrebatar al estado y a la comuna, una por una, todas
:;us atribuciones para enriquecer a las organizaciones del proletaria-
do en curso de formación, particularmente a los sindicatos» 17 o, di-
cho en forma más corta, «suprimir el estado» 18 • En cuestiones de
táctica inmediata el movimiento sindicalista rechazaba toda forma
de acción política; el estado iría al colapso como resultado de la
acción económica revolucionaria de los obreros en forma de huelga
general; todo programa constructivo con vistas al estado contrade-
cía la naturaleza y los principios del sindicalismo. Estas tendencias
predominaban en Francia y en otros países latinos donde el mar-
xismo nunca echó firmes raíces.
Por otro lado, los socialdemócratas alemanes se movían con la
misma decisión hacia una interpretación del marxismo diametral-
mente opuesta a las teorías de los anarquistas y sindicalistas; crea-
dos en el respeto al poder del estado prusiano-hegeliano y en d
desprecio marxista hacia los discípulos de Bakunin, se dejaron con-
vencer por la astuta política de Bismarck y por la encendida elo-
cuencia de Lassalle de que podía fabricarse un estado para servir
el interés de los obreros. Bien pronto empezaron a separarse de la
posición estrictamente marxista en dos aspectos significativos; rele-
garon al limbo de la utopía la noción íntegra de la «desaparición
del estado», abandonando así la tradición socialista fundamental
a este respecto, y, en vez de insistir, como Marx, en que el prole-
tariado debía destrozar el mecanismo estatal burgués por procedi-
mientos revolucionarios y establecer su instrumento de estado pro-
pio -la dictadura del proletariado-- acabaron por creer en la posi-
bilidad de apoderarse de la organización estatal existente y trans-
formarla y convertirla en algo utilizable para los fines proletarios.
En la década de 1890, Eduardo Bernstein se convirtió en el jefe
de un grupo revisionista socialdemócrata germano sosteniendo abier-
tamente que el logro del socialismo se haría a través de un proceso

" G. Sorel, Afgtérigux d'une théorie du prolétgrigt (1919), p. 132.


11 G. Sorel, Reflections on Violence (trad. ingl., 1916), p. 190.
La teoría de Lcnin sobre el estado 257
de reforma en cooperación con el estado burgués; la fuerza inherente
a este movimiento se demostró en el hecho de que Kautski y sus
seguidores, que originariamente lucharon en nombre del marxismo
ortodoxo, se pasaron finalmente a una postura que no se distinguía
de la de él. La repulsa al estado de Marx fue despachada, según
palabras de Lenin, «como una ingenuidad que había sobrevivido a
su tiempo», lo mismo que los cristianos, después de alcanzar la po-
sición una religión estatal, «olvidaron las ingenuidades del pri-
mitivo cristianismo y su espíritu revolucionario democrático» 19• El
socialdemócrata alemán se acercaba así más al punto de vista de los
radicales ingleses, sindicalistas y fabianistas que nunca habían sido
marxistas y nunca se habían adherido de corazón a la tradición anti-
estatal del socialismo europeo. La influencia combinada de los gru-
pos alemanes e ingleses en la segunda Internacional preparó el ca-
mino a la alianza entre el socialismo y el nacionalismo, que hizo
pedazos a la Internacional al estallar la guerra de 1914.
Lenin continuó, al menos hasta la Revolución de Octubre, en una
firme actitud marxista con respecto al estado, navegando de un
modo equidistante entre el Escila del anarquismo y el Caribdis del
culto al estado. Explicó su posición con claridad ejemplar en una
de las Cartas desde lei<>s que escribió en Suiza en el intervalo entre
la Revolución de Febrero y su retorno a Rusia.

Necesitamos poder revolucionario, necesitamos (durante un cierto período


de transici6n) el estado, y en esto diferimos de los anarquistas. La diferencia
entre los marxistas revolucionarios y los anarquistas reside no s6lo en el hecho
de que los primeros son partidarios de la producción comunista grande y cen-
tralizada, mientras que los últimos defienden la producción descentralizada y
a pequeña escala. No, la diferencia en cuanto a la autoridad del gobierno y al
estado consiste en esto: que nosotros estamos por la utilizaci6n revolucionaria
de las formas revolucionarias del estado en nuestra lucha en pro del socia-
lismo, mientras que los anarquistas están contra ella.
Necesitamos estado, pero no uno de esos tipos de estado que varían desde
una monarquía constitucional a la más democrática de las repúblicas que la
burguesía ha establecido por todos sitios; en esto estriba la diferencia entre
nosotros y los oportunistas y Kautskianos de los viejos y decadentes partidos
socialistas que han tergiversado u olvidado las lecciones de la Comuna de
París y el análisis que de ella hicieron Marx y Engcls 20 •

" Lenin, Sochineniya, xxi, 398-9. Los comunistas de última época no per-
manecieron totalmente inmunes a la tentación que acometi6 a los cristianos
y a los socialdem6cratas germanos.
20 Lenin, Sochineniya, xx, 34-5.
Carr. t. l. 17
258 Nota A

En el momento de su retorno a Rusia, a comienzos de abril de


1917, Lenin añadió aún con mayor énfasis:
El marxismo se distingue del anarquismo porque reconoce que el estado
y el poder del estado son indispensables en el período revolucionario en ge-
neral, y en particular en la era de transición del capitalismo al socialismo.
El marxismo se distingue de la «social-democracia» pequeño-burguesa y opor-
tunista de los señores Plejánov, Kautski y compañía porque reconoce la nece-
sidad en los dichos períodos, no de un estado como el de una república parla-
mentaria ordinaria, sino de un estado como el de la Comuna de París,,.

Cuando, sin embargo, a fines del verano de 1917, Lenin, que


entonces se escondía en Finlandia, se puso a escribir su obra más
importante sobre la doctrina marxista del estado, estaba más pre-
ocupado con la segunda que con la primera de estas herejías. Las
objeciones anarquistas y sindicalistas a la acción política o a una
eventual dictadura del proletariado, no entraban mucho en el tema 22 ;
era la lealtad de los llamados socialdemócratas al estado nacional,
su abandono del credo socialista fundamental de hostilidad al estado,
lo que había roto la solidaridad internacional de los obreros de Euro-
pa y los había llevado a comprometerse en una lucha fratricida, a
favor y a instancias de las clases dirigentes de sus respectivas nacio-
nes. De aquí que el énfasis de El Estado y la Revolución, la obra es-
crita por Lenin en agosto-septiembre de 1917 pero no publicada hasta
el año siguiente, fuese en cierto modo unilateral. La argumentación
contra los anarquistas en defensa de la dictadura del proletariado
ocupaba solamente unos pocos párrafos apresurados y el grueso del
folleto era un ataque contra aquellos pseudomarxistas que se nega.
han a reconocer: primero, que el estado es un producto de los an-
tagonismos de clase y un instrumento de la dominación clasista,
destinado a desaparecer al mismo tiempo que las clases mismas; y
segundo, que el objetivo inmediato no es apoderarse del mecanismo.
estatal burgués sino destruirlo y reemplazarlo por una dictadura del
proletariado transicional que prepara el camino a la desaparición
final de las clases y del estado. La dictadura del proletariado cubri-
ría el período desde el derrocamiento revolucionario del estado bur-
gués al establecimiento final de una sociedad sin clases y sin estado,
21 Ibid., xx, 120.
22 Lenin atribuía la «insignificante influencia» del anarquismo en la Rusia
contemporánea en parte a la campaña bolchevique en contra, y en parte al
hecho de que el anarquismo había gozado, en los años de la década 1870,
de amplias oportunidades en Rusia para demostrar su informalidad y su futi-
lidad (ibid., xxv, 180).
La teoría de Lenin sobre el estado 259

«del estado al no estado» 23 • Pero esto no era menos verdad de la


democracia que de cualquier otra forma de estado; bien al contra-
rio, «todo estado es 'no-libre' y 'no-popular'», y «cuanto más com-
_pleta sea la democracia más cerca está el momento en que se hace
superfluo, inútil» 24•
Todo esto viene directamente de Marx y Engels y los pasajes
más interesantes de El Estado y la Revolución son los.que arrojan al-
guna luz sobre el modo en que Lenin concebía esta transici6n. Lenin
se burlaba de los anarquistas, con palabras tomadas de Engels, porque
éstos supusiesen que el estado podía ser abolido «de la noche a la
mañana» 25 ; bien al contrario, la transición habría de ocupar «todo
un período histórico» 26 • Pero se pensaba en este período en tér-
minos finitos; en 1918 lo calculó en «diez años o quizá más» y en
su discurso en la Plaza Roja el 1 de mayo de 1919 predijo que «una
mayoría de los presentes que no pasaban de los 30 ó 35 años verán
la aurora del comunismo de la que aún se está lejos» rr. Un poco
más tarde escribió que «diez o veinte años antes o después no su-
ponen diferencia cuando se mide a escala de historia mundial» 28 ,
pero más importante que ninguna cuestión de tiempo era la enfáti-
ca afirmación de Lenin en El Estado y la Revolución de que «la extin-
ción» del estado comenzaba en el acto:
Según Marx, lo que el proletariado necesita no es más que un estado en
proceso de extinción, es decir, constituido de modo que empiece en seguida
a desaparecer gradualmente y no pueda evitar esa su extinción ... El estado
proletario empezará a fenecer inmediatamente después de su victoria, puesto
que en una sociedad sin contradicciones de clase el estado es innecesario e im-
posible".

Es pues claro que Lenin en ese momento esperaba que el pro-


ceso fuese progresivo y continuo cualquiera que fuese su duración.
Estas opiniones teóricas influenciaron la actitud de Lenin des-
pués de la Revolución con relación a la estructura constitucional de
la dictadura transitoria del proletariado. La estructura del estado
construido por la Revolución victoriosa tenía que satisfacer propó-
sitos divergentes que contenían desde el principio la semilla de una
" !bid., xxi, 408.
" !bid., xxi, 382, 557.
25 !bid., xxi, 410.
,. !bid., xxi, 393.
" !bid., xxii, 446, xxiv, 270.
" ]bid., XXV, 199.
" !bid., xxi, 385, 388.
260 Nota A

incompatibilidad mutua. Tenía que ser un estado fuerte y despia-


dado para aplastar la última resistencia de la burguesía y completar
la represión de la minoría en interés de la mayoría, pero tenía al
mismo tiempo que prepararse para su propia extinción e incluso
comenzar el proceso inmediatamente:
Este período es inevitablemente un momento de lucha de clases amarga y
sin precedentes, en la forma más aguda que cabe ; por consecuencia, el estado
de este período tiene que ser inevitablemente democrático de un modo nuevo
(para proletarios y en general gentes sin propiedades), y dictatorial de un modo
nuevo (contra la burguesía) ... La dictadura de una única clase es indispen-
sable, no solamente para toda sociedad clasista, no solamente para el prole-
tariado que ha arrojado a la burguesía, sino también para todo el período
histórico que separa al capitalismo de la «sociedad sin clases» del comunismo 30 •

Lenin no reconoció que existiese nunca ninguna dificultad de


principio en el intento de reconciliar la asociación casi voluntaria de
los obreros implicada en la extinción del estado, con la concentra-
ción de poder necesario para ejercer una dictadura despiadada sobre
la burguesía. De la severidad de esta dictadura habló en términos
inconfundibles; reconocía que una de las causas de la derrota de la
Comuna había sido la negligencia en aplastar con suficiente decisión
la resistencia burguesa 31 _ La dictadura del proletariado, como cual-
quier otra forma de estado, había de ser un instrumento no de li-
bertad, sino de represión -represión no como en los demás estados
ejercido contra la mayoría, sino contra una minoría intransigente.
Lenin citaba en este ensayo, por dos veces, un pasaje tajante de
Engels:
Mientras el proletariado necesita aún del estado, lo necesita, no en interés
de la libertad, sino en interés de la represión de sus adversarios y cuando se
hace posible hablar de libertad, el estado como tal deja de existir 32 •

Y Lenin mismo añadía en forma epigramática:


En tanto que exista el estado no hay libertad; cuando exista libertad no
habrá estado 33 •

00lbid., xxi, 392-3.


31Lenin, Sochineniya, xxi, 398.
33 lbid., xxi, 414, 431.
33 lbid., xxi, 436. En una famosa frase usada por Lenin más de una vez,
el estado es «una máquina o un garrote, un garrote especial, nada más», que
la clase dominante usa para triturar a las demás clases (ibid., xxiv, 377;
xxv, .5.
La teoría de Lenin sobre el estado 261

Pero aun siendo represiva la dictadura del proletariado, era úni-


ca en el sentido de ser ejercida por una mayoría sobre una minoría
y esto no sólo le confería su carácter democrático 34, sino que sim-
plificaba enormemente su labor:
La represión de una minoría de explotadores por una mayorfa de antiguos
asalariados es tan relativamente simple, tan fácil y natural, que costará mucha
menos sangre que la represión de los levantamientos de esclavos, siervos y
obreros a sueldo y será una represión mucho más ventajosa para la humanidad.
Y además coincide con la extensión de la democracia a una mayoría tan arrolla-
dora de la población que empieza a desvanecerse la necesidad de un mecanismo
especial de represión. Pues como es natural, los explotadores no estm en posi-
ción de aplastar al pueblo sin una organización o instrumento complicado que
realice la tarea, y, sin embargo, el pueblo puede destrozar y someter a los
explotadores con un «mecanismo» muy simple, casi sin ninguno, sin aparato
especial, por medio de la simple organización de las masas armadas (como los
Soviets de Diputados de Obreros y Soldados)••.

Desde este ángulo enfocaba Lenin el viejo problema de la bu-


rocracia. El daño que suponía el estado__como algo -en palabras de
Engels- «que procede de la sociedad pero se coloca por encima de
ella» 36, era resumido por Lenin como «la posición privilegiada de
los empleados como órganos del poder estatal» 37• Parece haber pen-
sado en la burocracia como algo específicamente burgués; «desde
la Rusia absolutista medio asiática hasta la civilizada Inglaterra cul-
ta y libre -escribió en su obra temprana-, en todas partes vemos
que esta institución constituye el órgano indispensable de la socie-
dad burguesa» 38• La burocracia y el ejército en pie fueron descritos
en El Estado y la Revolución como «las dos instituciones más carac-
terísticas del período burgués del «poder estatal centralizado» 39 ; en
las condiciones de la sociedad capitalista incluso los empleados del
partido y de los sindicatos, «muestran tendencia a irse convirtiendo en
burócratas, es decir, en personas privilegiadas divorciadas de las
" La dictadura del proletariado se distinguía as{ de todas las formas de
dictadura que se apoyan en el concepto de una élite superior y privilegiada;
incluso «la dictadura del partido», aunque la frase fue en su día empleada
por Lenin, fue después condenada como heterodoxa (véase anteriormente, pá-
gina 249).
35 lbid., xxi, 432. Lenin pudo quizá haber recordado el aforismo de
Rousseau en el Contrato social: «11 est contre l'ordre naturel que le grand
nombre gouverne et que le petit soit gouverné.»
"' Marx y Engels, Sochineniya, xvi, i, 145.
" Lenin, Sochineniya, xxi, 378.
31 lbid., ii, 179.
39 lbid., xxi, 388.
262 Nota A

masas y colocadas por encima de ellas» 40 • En las Tesis de Abril, pu-


blicadas inmediatamente después de su retorno a Petrogrado, Lenin
pedía «la abolición de la policía, del ejército y de la burocracia» 41 •
En El Estado 'Y la Revoluci6n invocaba el ejemplo de la antigua de-
mocracia en que los ciudadanos mismos eran los administradores.
Bajo el socialismo, emrczará a revivir inevitablemente mucho de la «primi-
tiva» democracia, puesto que por primera vez en la historia de las sociedades
civilizadas la masa de la población se elevará a la participación independiente,
no sólo en el voto y las elecciones, sino en la administraci6n de cada dia.
Bajo el socialismo todos administrarán por turno, y rápidamente llegará a ser
una costumbre el que nadie administre 42•

En este estado de ánimo, en este espíritu se encontraba Lenin


cuando ensalzó a los soviets en septiembre de 1917 como la encar-
nación de una nueva forma de estado en la que podía llegar a rea-
lizarse una «democracia directa» de los obreros:
«El poder a los soviets» significa un remodelado radical de todo el viejo
aparato estatal, del aparato de lo oficial que frena todo lo democrático; la
destrucción de este aparato y su reemplazo por uno nuevo y popular, es decir,
por la verdadera organización democrática de los soviets, de la mayoría organi-
zada y armada del pueblo, de los obreros, soldados y campesinos; el reservar
a la mayoría del pueblo la iniciativa y la independencia no sólo en la elección
de los diputados sino en la administración del estado y en la realización de
las reformas y transformaciones '°.

Y en este espíritu también elaboró su proclama «A la Pobla-


ción», pocos días después de la Revolución de Octubre:
¡Camaradas obreros! Recordad que sois vosotros mismos quienes ahora
administrais el estado. Nadie os ayudará si no os unís y tomáis todos los asun-

'° Ibid., xxi, 451.


"Ibid., xx, 88.
Ibid., xxi, 452. Casi no es necesario recordar que Rousseau, en el
42

Contrato social, consideraba la democracia directa como la única democracia


verdadera ( «A l'instant qu'un peuple se donne des représentants, il n'est
plus libre»). Esta idea era familiar a muchos socialistas del siglo XIX, por
ejemplo, V. Considérant: «Si le peuple délégue sa souverainté, il abdique.
Le peuple ne se gouverne plus lui-mcme, on le gouverne» (La Solution, ou
le gouvernement direct du peuple, p. 13). El principio de la revocabilidad de
los diputados por sus electores en cualquier momento, como manera de mitigar
el perjuicio del gobierno representativo, nos retrotrae por lo menos hasta
Babeuf, y encontró su lugar en el artículo 78 de la Constitución de la RSFSR.
'° Lenin, Sochineniya, xxi, 143-4.
La teoría de Lenin sobre el estado 263
tos del estado en vuestras propias manos. Vuestros soviets son desde ahora
los órganos del poder estatal, órganos con plenos poderes, órganos de decisión ....

Si la burocracia era un producto específico de la sociedad bur-


guesa, no era extravagante pues el suponer que desaparecería cuan-
do esta sociedad fuese derrotada. Los mismos principios se aplica-
ban a la administración de los asuntos económicos, de la producción
y de la distribución. Lenin expuso por primera vez sus ideas a este
respecto en el folleto titulado ¿Conservarán los bolcheviques el po-
der del estado? y escrito en septiembre de 1917. Independientemente
del aparato represivo del estado, «había también en el estado mo-
derno un aparato estrictamente ligado con los bancos y los sindi-
catos y que lleva a cabo una gran cantidad de contabilidad y de
registros». Esto pertenecía a la categoría de «administración de
cosas» y no podía ni debía destruirse porque era una parte muy
amplia del aparato vital del régimen socialista. «Sin los grandes ban-
cos el socialismo sería irrealizable». No había dificultad en que toma-
sen posesión de sus cargos los empleados contratados en aquel mo-
mento para ese trabajo ni en reclutar los números mucho mayores que
serían necesarios bajo el estado proletario «puesto que el capitalis-
mo ha simplificado las funciones de contabilidad y control reducién-
dolas a entradas, comparativamente, directas y comprensibles para
toda persona culta» 45 • En El Estado y la Revolución repetía enfática-
mente esta creencia y la ligaba con una visión elocuente del proceso
por el cual el aparato del estado se esperaba que se extinguiese:
Así, cuando todos aprendan a administrar y de hecho administren indepen-
dientemente la producción socializada e independientemente lleven adelante la
comprobación y control de los mentecatos, señoritos, estafadores y otros tales,
«defensores de la tradición capitalista», el evadirse de este chequeo y control
ejercido por todo el pueblo se hará inevitablemente tan inconmensurablemente
difícil, será una excepción tan rara, y con toda probabilidad irá acompañado
de un castigo merecido tan veloz (puesto que los obreros armados son gente
práctica y no intelectuales sentimentales y no permitirán que se burlen de
ellos), que la necesidad de observar las reglas fundamentales y sin complica-
ciones de toda sociedad humana se hará pronto un hábito ...

" lbid., xxii, 55.


" lbid., xxi, 260-1.
.. Lenin, Sochineniya, xxi, 441. La noc10n de la simplicidad de la admi-
nistración económica tiene una larga prosapia que se remonta a la escuela
naturista del siglo xvm; Morelly, Le Code de la nature (ed. E. Dolléans,
1910), p. 39, se refiere a ella como «una simple operación de cálculo y de
combinaciones y, por consiguiente, susceptible de un magnífico orden»; Buo-
narotti, Conspiration pou, l'égalité, dite de Babeuf (1828), i, 214, como «una
264 Nota A

¿Hasta qué punto se modificaron con la experiencia de la Re-


volución las opiniones expresadas por Lenin en vísperas de ésta?
El efecto inmediato de la Revolución fue apresurar la fe en la posi-
bilidad de una transición inmediata al socialismo. Al mirar hacia
atrás desde el punto de ventaja que representa la situación del año
1921, Lenin confesaba que en el invierno de 1917-1918 los jefes
bolcheviques estaban sin excepción inclinados «a presuponer --en
forma no siempre expresada abiertamente, pero que se daba siempre
por supuesta en silencio- una transición inmediata a la fundación
del socialismo» ~. Pero muy pronto el cuadro cambió radicalmente
v durante el invierno la organización administrativa y económica de-
clinaba en proporciones alarmantes. El peligro no venía de la resis-
tencia organizada sino del derrumbamiento de toda autoridad. La
apelación a «destrozar la organización estatal burguesa» a que se in-
citaba en El Estado y la Revolución resultaba ahora singularmente
anacrónica, puesto que esta parte del programa revolucionario había
triunfado mucho más allá de lo esperado. La cuestión estaba ahora
en hallar qué poner en lugar del mecanismo que se había destruido.
«La necesidad de destruir el viejo estado», decía Lenin a Bujarín
en abril de 1918, era «una cuestión de ayer»: lo que ahora se re-
quiere es «crear el estado de la Comuna» 48• Lenin había establecido
ya desde hada mucho dos condiciones necesarias para la transición
al socialismo: el apoyo de los campesinos y el de la revolución eu-
ropea, y la esperanza en la realización de esas dos condiciones había
sido la base de su optimismo; pero esa esperanza no había sido cum-
plida: en el interior, los campesinos habían apoyado la Revolución
como poder que les había entregado la tierra, pero una vez que
esto se había logrado y cuando la demanda insistente del régimen
revolucionario al campesino era la de que entregase alimentos a las
ciudades, sin visible perspectiva de adecuada retribución, el campe-
sino recayó en una hosca obstrucción e incluso arrastró a una acti-
tud de oposición pasiva a parte de los obreros urbanos. Fuera, el
proletariado europeo seguía dejándose arrastrar por sus gobiernos
imperialistas a una sanguinaria carnicería y los primeros débiles sín-
tomas de revolución se habían malogrado completamente. El nuevo
régimen se encontró, por tanto, aislado en el interior, en medio de

cuesti6n de cálculo susceptible del orden más exacto y de la marcha más re-
gular que cabe». La importancia del papel de los bancos era una idea favorita
de Saint-Simon; su influencia en la política econ6mica del régimen soviético
será examinada en la parte IV.
~ Lenin, Sochineniya, xxvii, 60.
• Ibid., xxii, 448.
La teoría de Lenin sobre el estado 265

una poblaci6n rural predominantemente indiferente y algunas veces


hostil -la dictadura no de una «amplia mayoría», sino de una mi-
noría determinada- y rodeado por un mundo capitalista unido en
su hostilidad al bolchevismo aunque temporalmente dividido entre
si. Lenin no admiti6 nunca abiertamente estas decepciones, aunque
quizá las reconoci6 en su fuero interno, pero fueron probablemente
la causa de las aparentes contradicciones entre la teoría de El Estado
'V la Revolución y la práctica del primer año de régimen. Lenin se en-
contr6 con una situaci6n en que el viejo mecanismo estatal había sido
destruido y las condiciones para la edificaci6n de un régimen socia-
lista no habían podido madurar.
Estas fueron las circunstancias en las que Lenin dio su primera
nota de aviso en el séptimo Congreso del partido en marzo de 1918.
Se opuso, como prematura, a la propuesta de Bujarín de que el pro-
grama del partido incluyese en su revisión alguna descripci6n de «el
régimen socialista desarrollado en el que no hay estado».
Por el momento somos partidarios incondicionales del estado; y en cuanto
a dar una descripci6n del socialismo en su forma desarrollada en la que no
existirá el estado, no se puede imaginar nada al respecto más que el que enton-
ces se llevará a cabo el principio: «de cada cual según capacidades, a cada cual
según sus necesidadesi.. Pero estamos a6n muy lejos de esto... A ello llegare-
mos al final, si llegamos al socialismo.

Y de nuevo:
¿Cuándo comenzará a extinguirse el estado? Tendremos tiempo de cele-
brar más de dos congresos antes de que podamos decir: «mirad c6mo está
desapareciendo nuestro estadoi.; hasta entonces es demasiado pronto, y pro-
clamar de antemano la extinci6n del estado sería faltar a la perspectiva his-
tórica ...

Un poco más adelante acentuaba Lenin una vez más que «entre
capitalismo y comunismo existe un cierto período de transici6n»
y que «es imposible destruir todas las clases inmediatamente»; «ha-
brá clases y se conservarán a lo largo de la época de la dictadura
del proletariado» 50• El Lenin de El Estado y la Revolución había pro-
vectado con relieve la perspectiva de la extinción del estado; en enero
de 1919 creía que «incluso ahora» la organizaci6n del poder sovié-
tico «muestra claramente la transici6n hacia la completa abolici6n
de todo poder y de todo estado» 51 • Pero el Lenin de los años que
.. Lenin, Sochineniya, xxii, 364-5.
50 lbid., xxiv, 507, 513 .
., lbid., xxii, 215.
266 Nota A

van de 1918 a 1922 se preocupaba mucho más de hacer hincapié en


la necesidad de fortalecer el estado en el período de transición de la
dictadura del proletariado.
Los ejemplos más sorprendentes de este cambio de acentuación
se encuentran en la evolución de su actitud con respecto a la buro-
cracia. En un pasaje de El Estado y la Revolución se había mostrado
ya consciente de la obligación a que sus atrevidas expectaciones po-
dían exponerle:
No se puede pensar en abolir la burocracia inmediatamente, en todas partes
y totalmente. Esto es utópico. Pero destruir inmediatamente la vieja máquina
burocrática y comenzar en seguida a construir una nueva que permita la gradual
extinción de toda clase de burocracia, eso no es utópico, es la experiencia de
la Comuna, la labor directa y positiva del proletariado revolucionario 52 ,

Incluso antes de la Revolución de Octubre, Lenin había escrito


que sería necesario coger a los «capitalistas» y «obligarles a trabaiar
en el nuevo marco de la organización estatal.. . ponerlos al servicio
del nuevo estado» 53 • Durante los tres años siguientes -el período
de la guerra civil- la lucha por la eficacia en la administración, el
fracaso del control de los obreros en la industria y el descubrimiento
de que en todos los campos, desde la organización de la guerra hasta
la económica, la pericia técnica de los especialistas burgueses era
indispensable para el funcionamiento del mecanismo administrativo,
le obligó a batirse en retirada de su concepto de la administración
realizada por los obreros durante su tiempo libre. A comienzos de
1921, en vísperas de la introducción de la NEP, Lenin se expresó
en términos que se leen como un repudio completo de su propia
postura anterior:
¿Puede cada obrero saber cómo administrar el estado? La gente práctica
sabe que esto es un cuento de hadas... Los sindicatos son escuela de comu-
nismo y de administración. Cuando ellos (es decir, los obreros) hayan pasado
estos años en la escuela aprenderán, pero eso avanza lentamente... ¿Cuántos
obreros se han empleado en la administración? Unos pocos miles en toda
Rusia; no más".

Este era el dilema que, como confesaba Lenin, había impulsado


a los bolcheviques a enrolar «a cientos de miles de viejos empleados
heredados del zar y de la sociedad burguesa que trabajan, en parte
consciente y en parte inconscientemente contra nosotros», en lugar
" lbid., xxi, 402.
•• lbid., xxi, 263.
" Lenin, Sochineniya, xxvi, 103.
La teoría de Lenin sobre el estado 267

de destruir por completo la vieja maquinaria estatal 55 • Frente a estas


dificultades Lenin se volvió con mayor persistencia aún hacia su ori-
~ario antídoto: la participación activa de los soldados rasos del
partido en la administración como único medio de llevar a cabo el
logro de la democracia y contrarrestar la burocracia. El proceso sería
más lento de lo que él había deseado pero era tanto o más necesario:
El futuro desarrollo de la organización estatal soviética (escribía en abril
de 1918) debe consistir en que cada miembro del Soviet esté obligado a des-
empeñar un trabajo constante en la administración del estado, además de su
participación en las reuniones del Soviet, y consecuentemente que se lleve así
a toda la población, individual y gradualmente, tanto a participar en la orga-
nización del Soviet... cuanto a tomar parte en el servicio de la administración
del estado".

En los últimos dos o tres años de su vida, la campaña contra la


burocracia adquirió una inmensa importancia no solamente para el Le-
nin administrador, sino para el Lenin pensador político. Era la
expresión práctica de la campaña contra el poder estatal cuya expo-
sición teórica había sido su obra El Estado y la Revolución. Daba la
respuesta práctica a la pregunta de cómo el estado podía en realidad
desaparecer, extinguirse. Esto sería posible solamente en el momento
en que cada ciudadano estuviese dispuesto y fuese capaz de cargar
con su corrspondiente porción de trabajo en la administración, tra-
bajo simplificado en cuanto que se haría cuando el «gobierno de los
hombres se hubiese transformado en una administración de las
cosas». Es decir, en palabras del programa del partido de 1919:
Al llevar adelante la lucha más decidida contra el burocratismo, el Partido
Comunista ruso aboga por la completa superación de este mal con las siguientes
medidas:
1) una llamada obligatoria a todos los miembros del Soviet para que
cumplan una tarea determinada en la administración del estado;
2) una variación sistemática en esas tareas para que éstas puedan abarcar
gradualmente todas las ramas de la administración.
3) una incitación gradual a toda la población laboral para que trabaje
individualmente en la administración del estado.
La plena y universal aplicación de todas estas medidas, que representan un
paso adelante en la ruta trazada por la Comuna de París, y la simplificación
de las funciones de la administración acompañada de una elevación en el nivel
cultural de los obreros, conducirá a la abolición del poder estatal" .

., Ibid., xxvii, 353.


,. Ibid., xxii, 465.
57 VKP(B) v Rezolutsiyai (1941), i, 286.
268 Nota A

Sería, sin embargo, un error fundamental suponer que la expe-


riencia del poder produjo un cambio radical en la filosofía de Lenin
sobre el estado. La extinción del estado dependía, en la doctrina
marxista, de la eliminación de las clases y del establecimiento de un
régimen socialista de planificación económica y de abundancia, y
esto, a su vez, era dependiente del cumplimiento de las condiciones
que habían de ser determinadas empíricamente en el momento dado
v en un lugar determinado. La teoría por sí misma no podía servir
de base a la certeza sobre el curso acertado de la acción ni a la pers-
pectiva de un futuro inmediato. Lenin podía admitir muy bien, sin
tratarse a sí mismo de estúpido o desacreditar la teoría, que había
calculado mal el ritmo del proceso de transformación. Y era también
verdad que la teoría de Lenin sobre el estado reflejaba la dicotomía
existente en el pensamiento marxista, el cual combinaba un análisis
del proceso histórico muy realista y relativista con una visión abso-
luta e inflexible de la meta final y se esforzaba en salvar la distancia
entre ambos puntos por una cadena de evolución causal. Esta trans-
formación de la realidad en utopía, de lo relativo en absoluto, del
conflicto incesante de clases en la sociedad sin clases, y del uso des-
piadado del poder estatal en una sociedad no clasista, era la esencia
de lo que Marx y Lenin creían. Hasta el punto en que todo esto fuese
incompatible, no cabe duda que la inconsecuencia era fundamental; y
no hay razón para acusar a Lenin, como se ha hecho a menudo, de
inconsecuencia de detalle en su actitud con respecto al estado.
Tampoco la teoría parece implicar la creencia, como se ha suge-
rido a veces, en un cambio radical de la naturaleza humana. La
doctrina liberal de la armonía de intereses no implica que la natu-
raleza de los hombres haya de cambiar, sino que su egoísmo natural
sea colocado en condiciones adecuadas para que sirva a los intereses
de la sociedad. Esta es la doctrina política que tiene analogías más
estrechas con la doctrina de la extinción del estado. Adam Smith
no ha escapado en los últimos años a la acusación de utopismo que
ordinariamente se dirige contra Marx, Engels y Lenin. Las doctrinas
de unos y otros suponen que el estado ha de ser superfluo en el
momento en que, lograda la apropiada organización económica de
la sociedad, los seres humanos encuentren natural el trabajar unos
iunto a otros para el bien común. Es el contexto en que se desen-
vuelve la naturaleza humana, más que la naturaleza misma, lo que
hay que cambiar y, en este sentido, ambas doctrinas son compatibles
con la creencia en un régimen económico que determine la super-
estructura de la ideología y del comportamiento políticos.
Tercera parte
DISPERSION Y REUNION
Capítulo 10

POLITICA, DOCTRINA,
ORGANIZACION

1. Las líneas de la política

Cuando los bolcheviques tomaron poses1on del gran imperio


ruso, se hallaba éste en un proceso de rápida desintegración como
resultado de la agitación interna y de la derrota militar. El efecto
inmediato de la Revolución fue acelerar este proceso. Durante va-
rias semanas las órdenes de Petrogrado apenas llegaban más allá de
las grandes ciudades del Norte y del Centro. Los primeros dos meses
trajeron el comienzo de una expansión del poder del Soviet hacia
el Sur a través de Ucrania y hacia el Este en Siberia, pero esta
recuperación incipiente se interrumpió muy pronto. El tratado de
Brest-Litovsk de marzo de 1918 cercenó, no solamente aquellas
dependencias occidentales del antiguo reino zarista cuya independen-
cia había reconocido espontáneamente el Gobierno soviético, sino
también un gran pedazo de territorio predominantemente ruso. En
el verano de 1918 comenzó la guerra civil y la intervención britá-
nica, francesa, japonesa y americana que duró mucho más que lo
que tardó en producirse el derrumbamiento alemán y que, durante
más de dos años, dividió por la fuerza al país entre varias autori-
dades contrarias. A fines de 1918 la República Soviética Federal
Socialista Rusa estaba circunscrita aproximadamente dentro de los
mismos límites que la Moscovia medieval con anterioridad a las
271
272 Capítulo 10

conquistas de Iván el Terrible, y muy poca gente -incluso quizá


entre los mismos bolcheviques- creía que el régimen podría sobre-
vivir. Sin embargo, precisamente cuatro años después, las diversas
unidades del antiguo imperio zarista, con pocas excepciones, estaban
reunidas de nuevo en el redil de la Unión de las Repúblicas Socialistas
Soviéticas y la cohesión de esta unidad restablecida estaba predesti-
nada a resultar tan fuerte, al menos, como el difunto imperio. Este
logro, que nadie hubiera podido prever en los sombríos días de
1918 ó 1919, fue un visible tributo al genio de Lenin como hom-
bre de estado constructivo.
La vasta masa territorial europea y asiática que había constituido
el Imperio ruso y que, con algunas reducciones de poca monta, iba
a formar la Unión Soviética, estaba habitada por una población de
extraordinaria diversidad lingüística y étnica. Dentro de sus confines,
los geógrafos y los filólogos señalaban casi doscientos pueblos y len-
guas más o menos diferenciadas 1• Según el censo de 1897 los gran-
rusos formaban solamente el 43 por 100 de la población total, pero
después de la Revolución la separación de las provincias occidentales
no rusas les dio una pequeña mayoría dentro del resto y así consti-
tuían alrededor de 75 millones, es decir el 72 por 100 de una pobla-
ción total de 140 millones, aproximadamente 2 • Los grupos que
seguían a éste en importancia, los 30 millones de ucranianos (o
pequeños rusos) y los cuatro millones y medio de rusos blancos esta-
ban aliados estrechamente con los gran-rusos en cuanto a raza, lengua
v modo de sentir. Estos tres grupos eslavos poseían una cohesión na-
tural de base, muy acentuada, y constituían un número de 110 millo-
nes entre los 140 millones de habitantes de todo el territorio. Los 30
millones no eslavos carecían de toda clase de conexión racial, lingüís-
tica o política; el grupo más amplio, los usbecos, alcanzaba solamente
la cifra de cinco millones y unos ocho o diez de los no eslavos estaban
todavía en un estado primitivo tribal o nómada.
Este conglomerado de pueblos se agrupaba por obra de una casta
dirigente militar y burócrata que se centraba en torno al «Zar de
todas las Rusias». Ciertamente que en esta casta se admitían fácil-
mente elementos no rusos, sobre todo propietarios germanos de Le-

' En The Population of the Soviet Union, de F. Lorimer (Liga de las


Naciones, Génova, 1946), tabla 23, pp. 55-61, puede encontrarse una lista
completa, junto con los números de cada grupo, tal como lo arroja el censo
de 1926.
2 Estas estimaciones fueron citadas por Stalin en 1921 (Sochineniya, v,
114) y fueron ampliamente confirmadas por las cifras del censo de 1926, en
que la población total se había elevado a 147 millones.
Política, doctrina, organización 273

tonia y Estonia y terratenientes polacos de Polonia, Lituania, Rusia


Blanca y Ucrania. Las condiciones de esta admisión eran el empleo
de la lengua rusa y la asimilación de la tradición y el aspecto externo
rusos. Las filas inferiores de la administración, que se había hinchado
por el crecimiento del mecanismo burocrático, se reclutaban en la
pequeña burguesía rusa y --en las mismas condiciones- en la
no rusa; a niveles diferentes, los kanes nativos, los beys y los
mullahs eran los agentes de una autoridad indirecta sobre los pueblos
musulmanes más primitivos de los dominios del zar. De este modo
los grupos que hubieran suministrado elementos para la jefatura de
un movimiento nacionalista entre estos pueblos vasallos, tendían a
ser absorbidos en el engranaje administrativo y a gozar del estado
legal más o menos privilegiado que esta promoción implicaba. Como
demostró la experiencia de 1905, estos grupos se inhibían de sustentar
un nacionalismo activo por temor a la violencia revolucionaria de sus
propios obreros y campesinos contra la que el poder zarista era una
protección segura; además, los mercados rusos eran la base de su
prosperidad económica. Por tanto, las demandas que se hicieron antes
de 1917 en nombre de estos pueblos vasallos no pasaron casi nunca
más allá de la petición de un grado de autonomía suave. Solamente
cuando la Revolución destruyó, tanto los símbolos de la unidad, como
la realidad de un interés común, el edificio se deshizo en ruinas. Lo
que sucedió en 1917 no se debió tan to a un deliberado escaparse de
la periferia como a la desintegración del centro, «no a un declinar de
las partes, sino a un derrumbamiento de la vieja Rusia» 3•
La tarea conque se enfrentaron los bolcheviques de reunir los
fragmentos desparramados del imperio zarista podía haber sido
insuperable si no hubiese sido por un factor natural favorable: la
diversidad racial y lingüística, que favoreció la dispersión en el
• V. Stankevich, Sudvi Narodov Rossi (Berlín, 1921), p. 16. Las tenden-
cias «anárquicas» de los pueblos eslavos y la necesidad de un poder fuerte
para imponerles la forma estatal ha sido un tema favorito de los historiadores
rusos; aparece en un pasaje muy conocido de Gorki de recuerdos de Tolstoi:
«Lo que se llama 'anarquismo' de Tolstoi expresaba de un modo esencial
y fundamental nuestro antiestatismo eslavo, que es a la vez una característica
nacional y un deseo, incrustado en nuestra propia carne desde los viejos
tiempos, de esparcirnos en nomadismo... Rompemos siempre por la línea de
menor resistencia; vemos que es pernicioso, pero no obstante nos arrastramos
cada vez más lejos uno de otro -y a esos fúnebres viajes de cucaracha se
llama 'la historia de Rusia', de un estado que se ha constituido casi inciden-
talmente, mecánicamente, ante la sorpresa de la mayoría de sus ciudadanos
bien intencionados, por la fuerza de los variagos, tártaros, baltos, germanos y
de pequeños alguaciles» (M. Gorki, Reminiscences of Tolstoy, Cheiov ""4
Andreev [trad. ingl., 1934], p. 47).
Carr, t. I, 18
274 Capítulo 10

comienzo, fue compensada por la inmensa preponderancia del ele-


mento gran-ruso que actu6 como un imán sobre la totalidad de la
masa. Esta fue la circunstancia que hizo eventualmente posible
defender y dar marcha atrás a la desintegración de los dominios de
los Romanof después de 1917, mientras que el derrumbamiento del
imperio de los Habsburgo result6 irreparable. La situación en Rusia
tenía en ciertos aspectos un gran parecido con la del norte de Ale-
mania. Los gran-rusos ejercían sobre los ucranianos y los rusos
blancos la misma presión centralizadora que la ejercida por Prusia
en la Confederación Germánica. Algunos ucranianos, como los bá-
varos, podían haberse sentido agraviados por el predominio de sus
parientes más poderosos y vigorosos, pero no eran lo bastante fuertes
ni estaban suficientemente unidos en cuanto a su separatismo como
para afirmarse con efectividad durante mucho tiempo. La primera
etapa en el proceso de la reunión consisti6, por consiguiente, en soldar
unos con otros a los tres pueblos eslavos que formaban casi los cuatro
quintos de la totalidad. Una vez unidos, su fuerza de atracción sobre
el conglomerado de los pueblos no eslavos, sin coordinación y mu-
cho menos desarrollados, era verosímil que resultase irresistible.
Además, estas influencias unificadoras eran reforzadas y recibieron
sustento social y económico por la concentración del poder industrial
v comercial en manos de los gran-rusos. Los centros industriales
que dominaban la vida económica de todo el país, o estaban si-
tuados dentro del corazón de la Gran Rusia, o representaban avan-
zadas suyas en territorio «extranjero».
Otro factor entró pronto en escena. El reconocimiento creciente
de la necesidad práctica de una reunión de los territorios dispersos
del difunto imperio, coincidió con un renacimiento del patriotismo
ruso que constituyó un refuerzo paradójico e inesperado de la po-
lítica bolchevique. La anarquía de la Revolución había impulsado
al extremo las demandas de separación, pero pronto result6 claro
que tales demandas podían sostenerse únicamente con el apoyo de
los ejércitos y del dinero extranjero, hasta tal punto que los que
habían sentido rebelarse su orgullo contra la dependencia de Petro-
grado o de Moscú se encontraron convertidos en satélites y asala-
riados de Alemania o de los aliados o, sucesivamente, de ambos. Tal
fue lo sucedido en Ucrania, en Trascaucasia e, incluso, en las orillas
del Báltico. Puesto que tanto Gran Bretaña como Japón eran muy
sospechosos de desear y buscar la debilidad de Rusia, la idea de
que el nacionalismo burgués era un instrumento para el desmembra.
miento de Rusia, a instancias y en interés de las potencias extran-
jeras, era un hecho difkiJ de refutar. Incluso los generales «blancos»
Política, doctrina, organización 275

que trataban de reconstituir la unidad de Rusia fueron acusados


igualmente de hacer el juego al extranjero y, en la amargura de la
derrota, ellos mismos se volvieron contra sus defensores. El locus
classicus en esta cuestión fue la observación atribuida a Kolchak, en
vísperas de su caída, en una discusión sobre la reserva del oro na-
cional que él retenía: «Antes dejaría el oro a los bolcheviques que
entregarlo a los aliados» 4 • Especialmente después de la guerra po-
laca de 1920, los bolcheviques fueron aceptados por todas partes
como los defensores de la herencia rusa y los artífices de una Rusia
reunida.
Estos impulsos centralizadores no hubieran, sin embargo, con-
seguido poner en marcha por sí mismos el proceso de reunión; el
elemento eslavo y especialmente el gran-ruso suministró el núcleo
firme indispensable para que los territorios dispersos pudieran unir-
se de nuevo. Pero lo sorprendente fue que estos impulsos se hiciesen
sentir hasta tal extremo, tanto en la periferia como en el centro.
En 1918 las viejas lealtades parecían haberse extinguido entre los
antiguos pueblos vasallos y la marea del nacionalismo estaba en plena
subida; pero Lenin se había dado cuenta muy pronto de los factores
revolucionarios existentes en el nacionalismo y había previsto que la
única vía salvadora consistía en recibir el torrente y encauzarlo. La
guerra civil justificó brillantemente la tesis de Lenin. El reconoci-
miento total del derecho de secesión no solamente capacitó al régi-
men soviético --romo ninguna otra cosa lo hubiese hecho- para
dominar el torrente de un nacionalismo desintegrador, sino que le-
vantó su prestigio muy por encima del de los generales «blancos»
que, criados en la tradición panrusa de los zares, se negaban a toda
concesión a las nacionalidades vasallas. En las zonas fronterizas don-
de predominaban elementos que no eran rusos, o que no eran gran-
rusos, y donde se jugaron las campañas decisivas de la guerra civil,
este factor habló muy en favor de la causa soviética.
No olvidéis (decía Stalin con un inusitado calor emocional) que si en
la retaguardia de Kolchak, Denikin, Wrangel y Yudenich no hubiésemos tenido
a los llamados «extranjeros», si no hubiésemos tenido a los antiguos pueblos
oprimidos que minaron la retaguardia de estos generales con su silenciosa sim-
patía hacia el proletariado ruso -y esto, camaradas, es un factor especial en
nuestro crecimiento, esta silenciosa afinidad que nadie ve ni oye pero que todo
lo decide-, si no hubiera sido por esta simpatía, no hubiéramos derrotado
a ninguno de esos generales. Cuando nosotros íbamos marchando contra ellos,
el colapso empezaba en su retaguardia. ¿Por qué? Porque esos generales se con-
fiaron en los elementos «colonizantes» entre los cosacos y ofrecían a los pueblos
• G. K. Gins, Sibir, Siuzniki ; Kolchak (Pekín, 1921), ii, 332.
276 Capítulo 10
oprimidos una perspectiva futura de opresión; éstos se vieron ohliRados a ade-
lantarse y unirse a nosotros al ver que desplegábamos la bandera de su libe-
ración•.

Además, la identificación eventual del nacionalismo con la re-


forma social del programa bolchevique -que significaba en la mayor
parte del antiguo imperio ruso una redistribución de la tierra-
constituyó una ventaja importantísima, pues persuadió a los campe-
sinos, cuyo nacionalismo había sido principalmente la expresión de
la protesta por una injusticia social y económica, a alinearse con los
bolcheviques (incluso si esto quería decir «ruso») contra los inten-
tos contrarrevolucionarios de restaurar el régimen social anterior.
Cualesquiera que fuesen las diversidades nacionales o lingüísticas
que pudiesen separarles, los campesinos estaban en todas partes, en
arrolladora mayoría, oponiéndose a la contrarrevolución que hubiera
devuelto la tierra a sus antiguos poseedores; y en tanto que no se
extinguió el temor a la contrarrevolución, la comunidad de interés
entre los obreros rusos y las masas campesinas de los pueblos vasa-
llos, en que insistía la propaganda bolchevique, tenía una base
perfectamente sólida. Las mismas fuerzas estaban en juego en los
pocos centros industriales donde el desarrollo capitalista había pro-
ducido un proletariado no ruso -en Riga, en Reval, en Bakú-. La
combinación entre el reconocimiento de un derecho formal a la
autodeterminación nacional y la asunción de una necesidad real de
unidad en pro de unos fines comunes sociales y económicos, que
era la esencia de la doctrina nacionalista bolchevique, dio como
resultado una contribución vital n la victoria soviética en la gue-
rra civil.
El duodécimo Congreso del partido de 1923, al revisar la tota-
lidad del proceso en el momento en que éste terminó, distinguió tres
etapas sucesivas en la política soviética con respecto a los nacio-
nalismos. La primera etapa fue la de romper «las cadenas de la
opresión nacional» por medio de la Revolución de Octubre que
«ganó para el proletariado ruso la confianza de sus hermanos de las
otras nacionalidades, no solamente en Rusia, sino en Europa y
Asia». La segunda fue el período de intervención y de guerra civil,
en que los pueblos de Rusia se unieron por las necesidades de la
mutua defensa y en que la «cooperación entre ellos tomó la forma
de una alianza militar». En la tercera y última etapa, que siguió al
final victorioso de la guerra civil, la cooperación «tomó esta vez
el carácter de una unión económico-militar y política de los pue-
s Stalin, Sochineniya, v, 246.
Política, doctrina, organiz~ción 277

blos» 6• Estas etapas eran más lógicas que cronológicas pues, debido
a las condiciones locales y a las vicisitudes de la guerra civil, la
segunda etapa estaba muy avanzada entre algunos de los pueblos
occidentales cuando la primera apenas había empezado en el Este;
v la proximidad a la etapa final, fue ordenada, pausada y regular en
algunas regiones y desigual, repentina y violenta en otras. Pero la
clasificación tiene el mérito de poner de relieve, tanto la regularidad
del proceso, como la naturaleza confusa y contradictoria de los
fenómenos que contribuyeron a él. Los relatos posteriores tendieron
a describirlo como un proceso continuo de desarrollo, en el que los
movimientos iniciales de secesión y dispersión fueron astutamente
premeditados como preludio al acto final de reunión. Esto era un
error de diagnóstico que exageraba la perspicacia de los dirigentes
bolcheviques y ocultaba el doble carácter del proceso. No hay duda
de que, en parte, la política seguida fue una expresión de lealtad
al principio de autodeterminación nacional impuesto por la voluntad
de Lenin -como tantas otras actitudes políticas de este momento-
sobre sus indecisos seguidores. Lenin se dio cuenta de que era ne-
cesario aceptar y superar la doctrina burguesa de la autodetermina-
ción aplicándola sin reservas a las naciones del imperio ruso, y de
que este plan audaz suministraba la mejor y quizá la única posibi.
lidad de reconstituir finalmente la antigua unidad, «no por la fuerza,
sino por acuerdo voluntario» 7 • Pero es también necesario recordar
que en los primeros tres o cuatro meses posteriores a octubre
de 1917, las órdenes del gobierno soviético apenas llegaban más
allá de los centros importantes, y que entre el verano de 1918 y el
comienzo de 1920 se estaba luchando continuamente entre la espada
y la pared. En un momento en que la guerra civil hacía estragos
en los sectores circundantes al territorio ruso, ocupados principal-
mente por pueblos no rusos, era una manera de alistar a las pobla-
ciones locales como aliadas contra aquellos que trataban de recrear
el imperio ruso. Finalmente, cuando se ganó la guerra civil y llegó el
momento de hacer orden en el caos, la política nacionalista sovié-
tica fue lo suficientemente flexible como para suministrar una base
sobre la que Moscú pudiese prestar apoyo a sus amigos y aliados de
entre los pueblos no rusos, y entrelazar, una vez más, los territorios
desperdigados dentro de un marco de reunión voluntaria. Pero atri-
buir todo el proceso a un cálculo astuto por parte de los dirigentes,
o a una deliberada manipulación de la teoría en interés de la política,
es tergiversar la naturaleza de las fuerzas subyacentes en juego.
' VKP(B) v Rezolutsiyai (1941), i, 492-3.
7 Lenin, Sochineniya, xxi, 317.
278 Capítulo 10

2. La evoluci6n de la doctrina

Al apoderarse del poder, los bolcheviques se enfrentaron con la


tarea de conciliar la contradicción aparente entre las tendencias des-
integradoras de la autodeterminación nacionalista y la necesidad de
una integración más estrecha implícita, tanto en el capitalismo inter-
nacional, como en el socialismo. Los estadistas burgueses que lu-
chaban al mismo tiempo con el mismo problema podían explicar
solamente por razones de conveniencia práctica el hecho de que a al-
gunas naciones se les alentase a ejercitar el derecho de autodetermi-
nación y a otras no. Pero este criterio puramente empírico no era
lícito para los marxistas y, lo que se hiciese, tenía que ser conse-
guido sobre la base de una teoría; se halló ésta en un enfoque his-
tórico que reconocía no solamente etapas de desarrollo en el tiempo,
sino la presencia de diferentes etapas simultáneamente en diferentes
países, de tal modo, que las variaciones de la política a seguir pudie-
sen justificarse -y fuesen requeridas- en períodos distintos, o en
diferentes lugares, en el mismo período. De este modo se podía
oponer, en la práctica bolchevique, una flexibilidad constante frente
a las inexplicables inconsecuencias de la actitud burguesa ante las
diferentes reclamaciones de autodeterminación.
La doctrina bolchevique de la autodeterminación nacional, como
otras doctrinas suyas de derecho político, era condicional y diná-
mica. El contenido preciso del derecho de autodeterminación depen-
día del carácter de la sociedad en que ese derecho era reclamado y
ejercitado. En el siglo XIX este derecho había sido afirmado por la de-
mocracia burguesa frente a los supervivientes de la autocracia feudal
v, en este sentido, era progresista; la burguesía y los obreros com-
partían un interés común en librarse de dominio extraño. Pero esa
lucha no había terminado aún en la Rusia de 1917. En el siglo xx el
derecho de autodeterminación nacional; aun siendo esencialmente
democrático-burgués, había sido también defendido y afirmado por
pueblos coloniales y semicoloniales contra el imperialismo de poten-
cias democrático-burguesas más avanzadas, de tal modo que existía
una alianza natural entre el proletariado ruso, que trataba de com-
pletar la revolución burguesa después de la derrota de la burguesía
rusa, y los elementos burgueses y obreros de las comarcas coloniales
que intentaban crear y realizar su propia revolución burguesa a tra-
vés del proceso de liberación nacional. Sin embargo, todo esto ha de
ser entendido a la luz de la transición, iniciada en Rusia en octubre
de 1917, desde la etapa burguesa de la revolución a la socialista. El
Política, doctrina, organización 279

movimiento de los obreros era esencialmente internacional; para el


proletariado el logro de la nacionalidad, aunque fuese un paso ne-
cesario y un progreso, era válido solamente como parte componente
de su programa socialista internacional. En la etapa socialista de la
Revolución, mientras los elementos burgueses aparecían aún como
los campeones de la separación absoluta, los obreros reconocían la
superioridad de las exigencias de solidaridad internacional de la revo-
lución proletaria y, por tanto, organizaban la nación para que fuese
un factor que contribuyese a la victoria del socialismo internacio-
nal. El derecho a la autodeterminación nacional era, sin embargo,
reconocido aún, pero si los obreros que ahora eran portavoces de
la nación iban a decidir ejercitarlo, y con qué reservas, era cosa
que dependía de la idea que se tuviese de los intereses de mayor
alcance del proletariado en el ámbito mundial. Esta era la teoría
de la autodeterminación nacional elaborada por Lenin y los bolche-
viques antes de la Revolución de Octubre sobre los cimientos esta-
blecidos por Marx 8•
La aplicación práctica de esta teoría constituyó un proceso gra-
dual. La Conferencia del partido de abril de 1917, cuando los jefes
bolcheviques se reunieron en Petrogrado después de la Revolución
de Febrero, es digna de atención por la primera aparición de Stalin
como rapporteur de la cuestión nacionalista. El partido en conjunto
no había tenido aún tiempo de digerir los refinamientos que Lenin
había introducido a partir de 1914 en la doctrina y estaba todavía en
el estado de confusión creado por las Tesis de Abril de 1917 con su
anuncio del avance que suponía el paso de la revolución burguesa
:i la socialista. Stalin se contentaba aún principalmente con tratar
la autodeterminación nacional como un problema de la revolución
burguesa contra el feudalismo, y la opresión nacional como algo
que podía ser eliminado progresivamente, incluso bajo una demo-
cracia burguesa 9• Piatakov, que había vuelto a Petrogrado con
Lenin y estaba familiarizado con las recientes controversias, acusó
a Stalin de tener en cuenta solamente «la opresión nacional al viejo
estilo ... la opresión nacional del período antiguo». Pero reavivó
también la «herejía polaca» al negar que la autodeterminación nado-

' Véase nota B, «La doctrina bolchevique de la autodeterminación» (pá-


ginas 430-31 posteriores).
• Stalin, Sochineniya, iii, 49-55. En un artículo publicado en Pravda el
25 de marzo de 1917, Stalin había identificado explícitamente la liberación
nacional con la revolución burguesa: «Retirar de la escena polftica a la aris-
tocracia feudal, arrebatarle el poder, significa liquidar la opresión nacional y
crear las condiciones reales necesarias para la libertad nacional» (ibid., 111, 17).
280 Capítulo 10

nal pudiese hallar lugar en un programa socialista; y encontró tanto


apoyo en la Conferencia, que la comisión de elaboración propuso,
por siete votos contra dos, una resolución que declaraba que la
cuestión nacional sólo podía resolverse por el método de la revo-
lución socialista bajo el lema de «abajo las fronteras», rechazaba
la solución de «dividir las grandes formaciones estatales en peque-
ños estados nacionales» y calificaba el derecho de autodeterminación
nacional de «simple frase sin contenido definido» 10• Esta rebelión
hizo entrar a Lenin en escena con un fuerte ataque contra Piatakov 11 •
Su intervención influyó en el ánimo de los participantes lo suficiente
como para asegurar el que se rechazase el proyecto de Piatakov y se
adoptase, por una mayoría sustancial, una resolución según el modo
de pensar ordinario, que reafirmaba el derecho de «todas las naciones
que forman parte de Rusia» a «la libre separación y a la creación
de un estado independiente» 12 • Pero la tarea de determinar y resol-
ver las implicaciones de la autodeterminación nacional bajo un ré-
gimen socialista, se dejaron para más adelante; ni en ese momento
se pidió tampoco al partido que tomase ninguna postura prác-
tica sobre la cuestión, excepto el hecho de censurar al Gobierno
Provisional por su actitud temporalizadora con respecto a las de-
mandas de Finlandia y de Ucrania 13 •
Al apoderarse los bolcheviques del poder no sacaron de su marco
burgués la cuestión nacionalista ni una sola vez. Las primeras sema-
nas tras la Revolución de Octubre, no dieron lugar ni ocasión a
reconsiderar la doctrina bolchevique de la autodeterminación, tanto
'º Sedmaya («Aprelskaya») Vserossiskaya i Pretrogradskaya Obshegorod-
skaya Konferentsii RSDRP(B) (1934), pp. 194, 269-71; para la «herejía
polaca», véanse más adelante las pp. 444-45. Rosa Luxemburgo mantuvo firme-
mente hasta el final de su vida esta opini6n; el nacionalismo ucraniano fue
calificado por ella, en el otoño de 1918, como «la ridícula farsa de unos
pocos profesores y estudiantes universitarios» que «Lenin y C.• han inflado
artificialmente para convertirlos en factor político con su agitaci6n doctrinaria
en pro de la autodeterminación» ( Archiv für die Geschitche des Sozialismus
und der Arbeiterbewung [Leipzig], xiii [1928], 285-6).
11 Lenin, Sochineniya, xx, 275-8.
12 VKP(B) v Rezolutsiyai (1941), i, 233.
13 El primer Congreso de Soviets de toda Rusia de junio de 1917, que
tenía una mayoría escrita, apremió al Gobierno Provisional para que pu-
blicase una declaración reconociendo «el derecho de autodeterminación, hasta
el extremo de la secesi6n, a todas las naciones», pero que añadía la condición
de que «había de lograrse por medio de un acuerdo en la Asamblea Consti-
tuyente de toda la nación» (Pervi Vserossiski Syezd Sovetov [1931], ii, 168).
Añadía un requisito similar a su resolución sobre la independencia de Fin-
landia (ibid., ii, 184-5); Kollontai hizo la crítica de ambas resoluciones en
nombre de los bolcheviques.
Política, doctrina, organización 281

aplicada al marco del imperio zarista que se estaba disolviendo


rápidamente, cuanto a las comarcas extranjeras semicoloniales en
contacto con el nuevo gobierno soviético. La política aplicada a las
nacionalidades, como muchas actitudes políticas del nuevo régimen,
en un principio tomó la forma de declaraciones públicas más que
de actuación administrativa. El decreto de paz del segundo Congreso
de Soviets de toda Rusia pedía la paz «sin anexiones» y definía
como anexión «toda unión de una nacionalidad pequeña o débil
con un estado grande o poderoso sin el consentimiento y deseo
expresados precisa, clara y voluntariamente por esta nacionalidad»,
en cualquier momento o en cualesquiera condiciones que tal unión
hubiese de producirse. La aplicación de esta doctrina a los pueblos
sometidos al imperio zarista se señaló por una referencia en otro
pasaje a «las anexiones de los gran-rusos» 14• La primera declaración
específica fue la Declaración de los Derechos de los Pueblos de Rusia
del 2-15 de noviembre de 1917 15 , seguida pocas semanas después por
una llamada especial a «Todos los trabajadores musulmanes de Rusia
v del Este» 16 • Estos documentos proclamaban todos, sin reserva o
salvedad, el derecho a la autodeterminación para todos los pueblos.
Nos dicen (escribía Lenin en aquella época) que Rusia será dividida, que
se deshará en repúblicas separadas, pero no hay razón para que ello nos asuste.
Por muchas repúblicas independientes que haya, no nos asustaremos; lo que es
importante para nosotros no es por donde pase la frontera del Estado, sino
que la unión de los trabajadores de todas las naciones se conserve para la
lucha contra la burguesía de cualquier nación 17 •

Por otra parte, la Declaración de los Derechos del Pueblo Traba-


jador y Explotado, de enero de 1918, que fue aprobada por el tercer
Congreso de Soviets de toda Rusia y encamada en la constitución
de la RSFSR, añadía que «todas las naciones de Rusia» tenían
«el derecho a la decisión sin trabas de si participar o no en el go-
bierno federal y en las otras instituciones soviéticas federales, y de so-
bre qué bases hacerlo» 18 ; esto fue ampliado en la resolución del mismo
Congreso titulado «Sobre las instituciones federales de la República
rusa» 19 • Así, «federación» se estableció pronto (la palabra se usó sin
tener en cuenta sutilezas constitucionales) como la forma apropiada
" Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 1 (2." ed.), art. 2.
15 Ibid., núm. 2 (2.• ed.), art. 18.
" Ibid., núm. 6, anexo 2.
17 Lenin, Sochineniya, xxii, 100.
11 Sobranie Uzkoneni, núm. 15, art. 215.
" Syezdi Sovetov RSFSR v Postanovleniyai (1939), pp. 44-5.
282 Capítulo 10

por medio de la cual los pueblos que se autodeterminaban podían de


nuevo reunirse por su propia y libre voluntad en un único redil. Pero
todo esto permanecía dentro de la órbita de la revolución burguesa;
era suficiente -y no costaba nada- invocar los principios democrá-
ticos burgueses para desacreditar la práctica democrático-burguesa.
La invocación del principio de la autodeterminación nacional en
los antiguos territorios del imperio ruso había, sin embargo, de
provocar muy pronto cuestiones turbadoras. Algunas de ellas habían
sido previstas, entre otros, por Stalin. En abril de 1917, cuando éste
estaba insistiendo en la validez de las reclamaciones burguesas de
autodeterminación nacional, parecía reconocer claramente que no
se podía levantar objeción ninguna a la secesión de Trascaucasia,
incluso si el resultado de ella era el establecimiento de un régimen
burgués en esta comarca.
Personalmente yo me opondría a la secesión de Trascaucasia porque tengo
en cuenta el nivel general de desarrollo en este país y en Rusia, las condi-
ciones de la lucha del proletariado y demás. Pero si, no obstante, los pueblos
de Trascaucasia llegasen a pedir la secesión, se separarían en efecto y no en•
contrarían oposición por nuestra parte 20 •

Sin embargo, ya en 1913, Stalin había suscitado la cuestión pe-


liaguda del derecho o deber del partido a interferir precisamente
en la situación siguiente:
Los tártaros de Trascaucasia como nación pueden reunirse, digamos, en su
dieta y, sucumbiendo a la influencia de sus bey!i y mu//ah!i, decidir restaurar
el viejo orden de cosas y separarse del Estado. Según el significado de la cláusula
de autodeterminación están plenamente capacitados para hacerlo, pero ¿estará
eso dentro del interés de los estratos sociales trabajadores de la nación tártara?
¿Pueden los socialdemócratas permanecer indiferentes cuando los bey!i y mullahs
toman la dirección de las masas en la solución del problema nacional? ¿No deben
los socialdemócratas intervenir en el asunto e influenciar la voluntad de la na-
ción en forma definida? ¿No deben ellos adelantarse con un plan definido que
solucione el problema y que sea más ventajoso para las masas tártaras? ••

Verdad es que Stalin en 1913 pensaba estrictamente en términos


de propaganda y de la línea del partido, mientras que en 191 7 es-
taba ya pensando en términos de acción por parte del estado; puede
ser además que en 1913 hablase principalmente como miembro de
20 Stalin, Sochineniya, iii, 52-3.
21 Ibid., ii, 312-13. Los «turcos trascaucásicos» son turcos del Azerbaiyán
y la costumbre rusa de llamarles «tártaros» no tiene ninguna justificación ra-
cial o histórica.
Política, doctrina, organización 283

una nación de Trascaucasia y en cambio en 1917 ya como gran-ruso.


Y es también cierto que en 1913 no respondió francamente a sus
preguntas retóricas de un modo afirmativo, sino que las soslayó
añadiendo que «todas estas son cuestiones cuya solución dependerá
de las condiciones históricas concretas en que la nación determinada
se encuentre». Sin embargo, estaba claro que este era uno de los
puntos en que los perfiles de la doctrina del partido eran borrosos
e inciertos y también, por la manera en que Stalin formulaba la
cuestión en 1913, que la presión del partido para «interferir» en los
casos dudosos podía ser muy rigurosa.
La cuestión práctica se suscitó en diciembre de 1917, cuando un
gobierno ucraniano burgués, cuyas demandas de autodeterminación
nacional ponía en entredicho el Gobierno soviético, adoptó una acti-
tud hostil frente a Petrogrado, mantuvo negociaciones con una mi-
sión militar francesa y prestó apoyo a Kaledin, el jefe cosaco que
se había manifestado en franca oposición al poder soviético. Stalin
dedujo inmediatamente la conclusión que parecía de sentido común:
Invocar el principio de autodeterminación para apoyar la rebelión de Kale-
din y la política de desarme de los ejércitos revolucionarios soviéticos, como
hace ahora el secretario general, es burlarse de la autodeterminación y de los
principios elementales de la democracia".

Esta agria y rápida respuesta no puso, sin embargo, término a


las dificultades doctrinales y en el tercer Congreso de Soviets
de toda Rusia, Martov, el líder menchevique, inquirió por qué se
habían pedido, en las negociaciones de Brest-Litovsk, plebiscitos
nacionales «en Polonia, Curlandia, Lituania, etc.», mientras se adu-
cía que «en Ucrania, el Cáucaso, Finlandia, etc.», el derecho de
voto debía concederse solamente a los obreros (la constitución de
la RSFSR, que contenía una limitación similar, no se había redactado
aún). La réplica que dio Preobrazhenski fue que los países pri-
meramente nombrados no habían aún arrojado el yugo autocrático
ni alcanzado la etapa democrática, mientras que Ucrania, el Cáu-
caso, etc., habían pasado ya la etapa de parlamentarismo burgués;
Stalin añadió que no tendría sentido exigir autoridad soviética en
las regiones occidentales mientras no existiesen aún soviets, mien-
tras aún no hubiese revolución socialista 23 • Era la única respuesta
posible que se acomodaba a la doctrina del partido, pero implicaba

" Revolutsiya 1917 goda, vi (ed. l. N. Liubimov, 1930}, 306.


23 Treti Vserossiski Syezed Sovetov (1918}, pp. 77, 80; Stalin, Sochine-
niya, iv, 36. La cuestión que planteaba Martov había sido expuesta ya por
284 Capítulo 10

el reconocimiento de que la Revolución había pasado de la etapa


burguesa a la socialista. Con la disolución de la Asamblea Consti-
tuyente podía realmente hacerse ya esa afirmación. La doctrina
bolchevique tenía que reajustarse a la transición, y la mera afirma-
ción del derecho de autodeterminación para todas las naciones, in-
dependientemente de su estructura de clase o su estadio de des-
arrollo, no era ya suficiente.
El informe realizado por Stalin ante el Congreso, sobre la cues-
tión nacionalista, fue un primer intento de este reajuste decisivo.
Stalin argumentaba que los choques entre el Sovnarkom y las
comarcas periféricas se suscitaban, no en torno a cuestiones de ca-
rácter nacionalista, sino, específicamente, sobre cuesiones de poder 24 •
Los gobiernos burgueses estaban simplemente tratando de disfrazar
de nacionalismo la lucha contra el poder de las masas obreras. La
conclusión era, pues, clara:

Todo esto señala la necesidad de interpretar el principio de autodetermina-


ción como un derecho, no de la burguesía, sino de las masas obreras de la na-
ción determinada. El principio de autodeterminación debe ser un instrumento
de la lucha en pro del socialismo y tiene que subordinarse a los principios de
éste 25 •

Esta era la profesión de fe. Por fuerza de este argumento se


podía ayudar al proletariado de Ucrania, al de Rusia Blanca y al de las
comarcas del Báltico para que ejerciesen el derecho de determinación
nacional frente a las reclamaciones rivales de la burguesía local. No
es sorprendente que Stalin se adscribiese a una doctrina que gozaba
en ese momento de gran popularidad en los círculos del partido
y estaba especialmente asociada con el nombre de Bujarín 26 • En

Trojanovski en la sesión de la Asamblea Constituyente (Vserossiiskoe Ucbredi-


tel'noe Sobranie, ed. l. S. Malchevski [1930], p. 98).
,. No está claro lo que Stalin quisiese significar exactamente con esta
Jistinción, pues llevada hasta su conclusión lógica implicaría la tesis austríaca
ele una separación entre las aspiraciones nacionales y el poder político. Sin
embargo, pocos meses después Stalin mismo condenaba «la testarudez de los
socialdemócratas austríacos como Bauer y Renner», que «no eran capaces de
comprender el lazo indisoluble existente entre la cuestión nacional y la cues-
tión del poder» (Sochineniya, iv, 165).
25 !bid., iv, 31-2. Los datos de este Congreso están incompletos y no se
ha conservado el texto entero de los debates, sino solamente un resumen.
'º Apareció en dos famosos libros de texto de este período, Programma
Komunistov, de N. Bujarín (1918), capítulo xix, y Azbuka Kommunizma, de
Bujarín y Preobrazhenski (1919), capítulo vii, 59; la línea divisoria entre
la tesis de Bujarín de «autodeterminación para los obreros» y la polaca de
Política, doctrina, organización 285
diciembre de 1918 repitió enfáticamente que el lema «todo el poder
a la burguesía nacional» se remplazaba por el lema del socialismo
proletario, a saber: «todo el poder a las masas obreras de las nacio-
nalidades oprimidas» n_ Este punto de vista fue raramente docu-
mentado oficialmente, pero una apelación al pueblo de Karelia en 1920
habla de «la autodeterminación de las masas trabajadoras» 28 •
En la primavera de 1918 se hizo un primer intento, destinado
a abortar, para aplicar la tesis de la autodeterminación en favor de
los obreros a los tártaros y baskires 29 • Después del derrumba-
miento alemán de noviembre de 1918, se aplicó esta tesis, bajo la
égida de Stalin, a Ucrania (para la que había sido formulada ori-
ginariamente), a Rusia Blanca (donde siguió teniendo un carácter
muy irreal) y a los Estados del Báltico (donde fue revocada, pre-
cisamente cerca de un año después, bajo la presión del poder naval
británico y en favor del reconocimiento de gobiernos nacionales
burgueses). Por todas las comarcas periféricas no rusas, la cuestión
de la autodeterminación resultó entrelazada de un modo inexpli-
cable con la de la guerra civil. Verdad es que no hubiera sido
posible establecer regímenes bolcheviques en Ucrania, Rusia Blan-
ca o los Estados del Báltico sin la intervención directa de Moscú, y
también que los regímenes burgueses de estos países, que muy
a menudo eran reconocidos sin cuestión en Europa Occidental como
los capacitados para representar a las masas inarticuladas de sus
países, no hubieran podido tampoco mantenerse sin el respaldo de
los gobiernos extranjeros interesados en alimentar centros· de opo-
sición a los bolcheviques. Lo que se describió como una lucha de un
proletariado nacional y un campesinado contra una burguesía nacio-
nal, era de hecho una lucha entre los bolcheviques rusos por una
lado, y los antibolcheviques rusos y extranjeros por otro, para
controlar la influencia sobre el territorio en cuestión. La elección
no era entre dependencia e independencia, sino entre dependencia
«autodeterminación para las naciones, no», era muy tenue y con tendencia
a desvanecerse.
27 Stalin, Sochineniya, iv, 177.
" Plotika Sovetskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu (1920), p. 50,
art. 72. Los anarquistas eran también partidarios de la autodeterminación «no
en el sentido de 'autodeterminación de las naciones', sino en el de 'autodeter-
minación para los obreros'» (P. Arshinov, lstoriya Ma;novskogo Dvi:theanya
[Berlín, 1923], p. 204). Pueden citarse en el mismo sentido escritos juveniles
de Lenin, por ej., Sochineniya, v, 243 («nosotros estamos interesados, por nues-
tra parte, no en la autodeterminación de pueblos y naciones, sino en la del
proletariado dentro de cada nación»; cf. ibid., v, 337); pero no parece que
después de 1905 volviese a esta fórmula.
79 Véase más adelante, pp. 340-41.
286 Capítulo 10
de Moscú o dependencia de los gobiernos burgueses del mundo capi-
talista. El poder relativo de las fuerzas locales no fue puesto nunca
a prueba ni ello podía hacerse. Incluso para estas fuerzas locales, el
nacionalismo estaba también subordinado a la cuestión social subya-
cente a él; los burgueses y los revolucionarios trataban ávidamente
por igual de encontrar, en el exterior, aliados en la lucha para de-
fender o derrocar el orden social. En todas partes, y de cualquier
modo en que se desarrollase la lucha, la cuestión real era la vida
o la muerte de la Revolución. Lenin no estaba, en aquella época, más
preparado que cualquier otro bolchevique --o cualquier otro anti-
bokhevique- para tratar la autodeterminación nacional como una
cuestión de principio abstracto o para considerarla fuera del contexto
de la guerra civil.
El lema de 1918 de «autodeterminación para los trabajadores»,
no estaba destinado sin embargo a durar. Cualquiera que fuese su
utilidad en unas pocas regiones que poseían una clase obrera indus-
trial de simpatías bolcheviques o potencialmente bolcheviques -fue-
sen rusas (como en Ucrania) o indígenas (como en Letonia y Esto-
nia)- no podía aplicarse tan apropiadamente a las grandes poblacio-
nes no rusas de las comarcas de Europa oriental y de Asia entre las
que las reclamaciones de autodeterminación nacional se dejaban oír
también. Por sí mismo, Lenin no hubiera abandonado nunca la
línea más flexible, establecida en una resolución del partido ya
en 1913, y a ella volvía cuando tuvieron lugar en el octavo Con-
greso del partido de marzo de 1919 las primeras nuevas discusiones
serias de la cuestión nacional. Este Congreso redactó y aprobó un
nuevo programa del partido. Stalin, acaparado en aquella época por
los asuntos militares, no hizo oir su voz en esta parte del programa
ni en ninguna otra. Bujarín citó, de un modo bastante malicioso,
la autoridad del informe presentado por Stalin en el tercer Congreso
de Soviets de toda Rusia y pidió una vez más «autodetermina-
ción para las clases obreras de todas las nacionalidades». Admitía
que necesitaba una fórmula que satisficiese las demandas de los
«hotentotes, bosquimanos, negros o hindúes», pero no las de la
burguesía polaca 30 • Piatakov denunció una vez más la autodeter-
minación como un lema burgués que «une a todas las fuerzas con-
trarrevolucionarias» y expresó su opinión de que «desde el momento
en que nos unimos económicamente y construimos una organización,
un Consejo Supremo de Economía Nacional, una administración de

'° Vosmoi Syezd RKP(B) (1933), p. 49.


Política, doctrina, organizaci6n 287

ferrocarriles, un banco, etc., toda esta famosa autodeterminación no


vale un comino» 31 • Lenin, casi sin ayuda, defendió la vieja posición
del partido; el lema de «autodeterminación para las masas obreras»
era falso porque se aplicaba únicamente donde ya se había produ-
cido una escisión entre el proletariado y la burguesía. El derecho
de autodeterminación debía concederse a las naciones en que esta
escisión no se había producido todavía, por ejemplo, a los baskires
y a otros pueblos atrasados del antiguo imperio zarista, y ayudaría
a apresurar la cosa. Debía ser concedido a países como Polonia,
donde los comunistas no constituían aún la mayoría de la clase tra-
bajadora; solamente así podría el proletariado ruso escapar a la acu-
sación de «chovinismo gran-ruso disfrazado de comunismo» 32 • Lenin
se salió con la suya y los artículos sobre la cuestión nacionalista
constituyen, en el programa de 1919, la exposición breve más
autoritaria de la doctrina del partido sobre el tema, en su forma
rematada y terminada. Los primeros dos artículos establecían por
vez primera la identidad del principio y de la política aplicados
a las nacionalidades del antiguo imperio ruso y a las oprimidas por
otras potencias imperialistas -el lazo entre la política soviética an-
terior y la exterior:

l. La piedra angular es la política de arrastrar juntos a los proletarios y


semiproletarios de las diversas nacionalidades con el fin de emprender una
lucha revolucionaria conjunta para derrocar a los terratenientes y a la burguesía.
2. Para superar la desconfianza que sienten las masas trabajadoras de los
países oprimidos hacia el proletariado de los estados que oprimen a sus países,
es necesario abolir todos los privilegios que gozan todos los grupos nacionales
cualesquiera que sean, establecer la completa igualdad de derecho para todas
las nacionalidades y reconocer el derecho de las colonias y de las naciones no
soberanas a la secesi6n 33 •

31 lbid., pp. 80-1.


32 Lenin, Sochineniya, xxiv, 13.5-9.
33 Como señal6 Stalin dos años después, esta resolución abandonaba el
lema «totalmente vago» de autodeterminación y lo sustituía por la fórmula
determinada de «secesi6n estatal» (Stalin, Sochineniya, v, 42-3). El término
autodeterminación continu6, sin embargo, en el uso oficial; aparece, por ejem-
plo, en el tratado entre la RSFSR y Bujara del 4 de marzo de 1921 (Sobranic
Uzakoneni, 1921, núm. 73, art . .59.5), en el tratado de paz entre la RSFSR,
Ucrania y Polonia del 18 de marzo de 1921 (RSFSR: Sbornik Deistvuyushii
Dogovorov, ii [1921], núm . .51, p. 43) y en el tratado del 12 de marzo
de 1922 entre las tres repúblicas de Trascaucasia que formaron la Fede-
raci6n de Trascaucasia (I storiya Soveskoi Konstitutsii v Dekretai [ 1936 l,
p. 208).
288 Capítulo 10

Acto seguido, y en una transición algo abrupta, venía una cláu-


sula que intentaba ofrecer un asidero para una última unidad:
3. Con el mismo propósito a la vista, el partido propone, como una de
las formas de transición para lograr la unidad, una unión federal de estados
organizada por el modelo soviético.

Finalmente, la distinción vital entre las dos épocas históricas de


las revoluciones burguesa y socialista, se introducía por vez primera
en una resolución del partido sobre la cuestión nacionalista:
4. Sobre la cuestión de quién ha de expresar la voluntad de secesión de la
n,1ción, el Partido Comunista ruso adopta el punto de vista histórico de clase,
tomando en consideración la etapa del desarrollo histórico de la nación dada,
a saber: si está evolucionando del medievalismo a la democracia burguesa o de
ésta al Soviet o democracia proletaria, etc.

La resolución concluía con un párrafo sin numerar en el que se


combinaban las advertencias en contra de una actitud «imperialista»
por parte del proletariado de «las naciones opresoras» con un re-
cordatorio posterior de la unidad como meta final:
En cualquier caso, el proletariado de las naciones que han estado oprimien-
do a otras, debe poner especial cuidado y dedicar singular atención a las super-
vivencias del sentimiento nacional entre las masas trabajadoras de las naciones
oprimidas o no soberanas. Solamente siguiendo una política de este tipo será
posible crear las condiciones para una unidad voluntaria y realmente duradera
entre los elementos nacionales diferenciados del proletariado internacional, como
lo ha demostrado la experiencia de la unión de un número <le repúblicas sovié-
ticas nacionales en torno a la Rusia soviética".

Este importantísimo cuarto párrafo era el que daba la fórmula


para la transición de la democracia burguesa a la proletaria. En tan-
to que la burguesía nacional se esforzase en emanciparse del medie-
" VKP(B) v Rezolutsiya; (1941), i, 268-70. El párrafo final era eco del
argumento empleado por Marx cincuenta años antes al apremiar a los obreros
ingleses a cumplir con su deber de apoyar la liberación de Irlanda. Lenin
había usado el mismo argumento en 1918 aplicándolo a Ucrania: «Somos
partidarios de la apretada unión de los obreros de todos los países contra los
capitalistas, tanto suyos como de las demás naciones; pero precisamente para
que esta unión pueda ser voluntaria, el obrero ruso, que no siente bajo ningún
aspecto, ni en ningún momento, la menor confianza en la burguesía rusa y
en la ucraniana, defiende el derecho de autodeterminación de los ucranianos no
imponiéndoles su amistad, sino ganándosela tratándoles como un igual, un alia-
do y un hermano en la lucha en pro del socialismo» (Sochineniya, xx, 539).
Política, doctrina, organización 289

valismo, constituía el legítimo soporte de la voluntad de la nac1on


para separarse y tenía el apoyo del proletariado; y esto había de
aplicarse tanto a la ayuda y apoyo dado por el proletariado a la bur-
guesía de las demás naciones como a la propia. Pero cuando la lucha
contra el medievalismo (es decir, la revolución burguesa) había ter-
minado y la etapa estaba dispuesta para la transición «de la demo-
cracia burguesa al Soviet o democracia proletaria», entonces el
proletariado se convertía en el único soporte legítimo «de la voluntad
de la nación para separarse»; y evidentemente ese derecho no debía
ejercitarse más que con el mayor miramiento respecto al principio
dominante de la unidad internacional del proletariado y del derrum-
bamiento de las barreras nacionales en el régimen socialista. Los dos
principios conflictivos en potencia del nacionalismo y del interna-
cionalismo, que habían sido enunciados en el Manifiesto comunista,
se reconciliaban así en la realización de la primera revolución pro-
letaria. Aplicando esta doctrina a la Revolución rusa no había nada
inconsecuente en una política que había empezado, en tanto que no
se habían derribado aún las últimas fortalezas del régimen feudal,
por un reconocimiento incondicional de los derechos de autodetermi-
nación y secesión, y que después, cuando se ganó la guerra civil y se
emprendió la construcción de un régimen socialista, pasó a la tarea
de reunir las unidades nacionales desperdigadas dentro del marco
de la Unión Soviética 35 • En la práctica la aplicación de este esquema
teórico era sin duda menos simple, pues en teoría la lección dependía
de la respuesta a la pregunta de si, en la situación histórica dada, la
decisión sobre la secesión dependía de la nación burguesa, o indepen-
dientemente del proletariado de esta nación. En la práctica, las dos
políticas funcionaron simultáneamente. En Estonia, Letonia y Litua-
nia fueron reconocidas repúblicas soviéticas independientes en 1918 y
burguesas en 1920. En Georgia se reconoció a una república bur-
guesa en 1920 y a una soviética en 1921. En general, el reconoci-
,. Lo que resulta ser la misma diferencia en la actitud hacia aspiraciones
nacionales distintas, fue expresado como sigue por un escritor burgués: «Mien-
tras que en el Este podemos aún valorarlo (el nacionalismo) moral y económi-
camente como una fuerza positiva y progresiva, en Europa pertenece ya,
también moral y económicamente, a una fase pasada de desarrollo. En Europa, el
progreso no puede venir más que de la superación del nacionalismo político
porque en ella el nacionalismo y el patriotismo de estado han cumplido su
función histórica y perdido su significado político» (Hans Kohn, Nationalism
and lmperialism in the Hither East [trad. ingl., 1932], p. 51). La distinción
aquí establecida entre dos continentes en diferentes etapas de su desarrollo
histórico, se expresa de un modo más preciso por los bolcheviques como
una distinción entre dos etapas que normalmente se siguen la una a la otra
en el mismo país.
Carr, t. 1, 19
290 Capítulo 10

miento inicial del derecho de autodeterminación y secesión fue con-


cedido voluntaria, sinceramente y, en conjunto, sin reservas, a partir
de 191 7. Pero donde los operarios de una unidad en separación eran
demasiado pocos, débiles o poco dignos de confianza para poner en
movimiento el proceso de reunión y agrupación (o, dicho en otras
palabras, donde no había signos espontáneos del comienzo del se-
gundo período), y donde las necesidades militares o económicas
hacían perentorio el apresurar este proceso, la tentación era muy
grande para que el partido, según unas palabras de Stalin de 1913, no
«se adelantase con un plan definido» encaminado a enderezar la situa-
ción en el interés último de los obreros. Y el partido pudo hacer,
después de 1917, lo que no era posible cuando escribía Stalin: llevar
adelante este plan y ejecutarlo invocando la autoridad del Estado
soviético. La intervención en los países bálticos durante el invierno
de 1918-1919 puede haberse debido a una superestimación honrada
de las perspectivas bolcheviques en una región donde el movimien-
to de los obreros había sido siempre fuerte; la intervención en
Ucrania en 1919, y de nuevo en 1920, pudo haber significado una
medida legítima de autodefensa contra un gobierno que había ya
acudido a la intervención extranjera; la intervención en las regiones
retrasadas del bajo Volga o del Asia central podía haberse inspirado
en la extrema necesidad de establecer alguna clase de orden. La in-
tervención en Georgia en 1921 se debía a un perfeccionamiento de
la sovietización de Trascaucasia; con los aliados dueños aún de Cons-
tantinopla, los temores de la reanudación de una intrusión aliada en
el Cáucaso, a través de una Georgia amiga y servicial, eran menos
quiméricos que lo que después parecieron. Sin embargo, cualesquie-
ra que fuesen las razones que entonces existieron para justificar la
intervención en los casos particulares, la escala en que esto ocurrió
creó, sin duda alguna, una cierta tensión en la doctrina del partido
sobre la autodeterminación nacional.
No obstante, aunque la política bolchevique con respecto a las
nacionalidades no estaba libre de e_sas impurezas empíricas que nor-
malmente distinguen la aplicación de una teoría de la teoría misma,
era aún posible señalar avances sustanciales, tanto sobre la práctica
como sobre la teoría burguesa. Al reconocimiento del derecho de
las nacionalidades sometidas a la emancipación política, que era el
único contenido de la teoría burguesa de autodeterminación nacio-
nal, habían adicionado los bolcheviques el convencimiento de que el
laissez /aire del capitalismo implicaba la continuidad, bajo cual-
quier forma política, de las desigualdades económicas existentes y
de la explotación del país sometido por parte de las nacionalidades
Política, doctrina, organización 291

dominantes. El capitalismo burgués resultaba así t,1na barrera insupe-


rable para la creación de las condiciones en las que únicamente podía
tener algún significado práctico la doctrina burguesa de la autode-
terminación nacional. Como resultado de esta contradicción, «la
sociedad burguesa», según la expresión de la resolución del décimo
Congreso del partido de marzo de 1921, «es un completo fracaso
en lo que respecta a la solución de la cuestión nacional» 36 • Tanto
la práctica como la teoría burguesa asumían que la emancipación
política era el camino al bienestar económico. Esta suposición había
resultado, sin embargo, falsa. La teoría y la práctica bolcheviques
se apoyaban en la suposición de que el progreso económico era el
camino a la emancipación política y que la igualdad real (y no mera-
mente formal) para las antiguas nacionalidades sometidas, era la vía
de ese progreso económico J7.
En un artículo de mayo de 1921, publicado dos meses después
del décimo Congreso del partido, Stalin pasó revista a los cuatro
rasgos característicos de la actitud comunista ante la cuestión nacio-
nalista, tal como había evolucionado desde la Revolución de Octubre.
El primero era la estrecha asociación entre las cuestiones «naciona-
les» y «coloniales», es decir, que la emancipación de los pueblos de
Europa estaba ligada con la de los africanos y asiáticos. Esto era
sintomático de la creciente importancia de los pueblos orientales
como punto cardinal de la política soviética de las nacionalidades.
El segundo era que el «vago» lema de la autodeterminación había
sido reemplazado por el reconocimiento de los derechos de las na-
ciones a separarse y formar estados independientes, lo cual ponía tér-
mino a la fingida solución austríaca de la autonomía nacional cultu-
ral. El tercero era la asociación de la opresión nacional con el capi-
talismo; la emancipación en ambos terrenos tenía que ser necesaria-
mente simultánea. (Stalin había recorrido mucho camino en los cua-
tro años transcurridos desde que, en abril de 1917, asociaba la opre-
.. VKP(B) v Rezolutsiya; (1941), i, 383.
" Un administrador colonial británico, por lo que se ve ignorante de la
teoría y la práctica bolcheviques, es autor de algunas observaciones que me-
recen citarse en este contexto: «Los liberales consideraban la libertad como
una clave del progreso económico y éste como la causa de la prosperidad
nativa que lleva automáticamente a la independencia política. La teoría colo-
nial moderna considera el progreso económico como una condición de la pros-
peridad nativa y ésta como una condición del progreso político, pero reconoce
la necesidad de la intervención del estado para el progreso económico futuro.
Los liberales creen en la promoción de la riqueza y el bienestar por medio
y a través de la libertad; la tendencia moderna es promover la prosperidad
aun a expensas de la libertad» (J. S. Furnivall, Colonial Policy and Practice
[1948], p. 288).
292 Capítulo 10

s1on nacional principalmente con el feudalismo). El cuarto era la


aceptación del principio de la equiparación «real y no meramente
jurídica de las naciones, es decir, ayudar y alentar a las naciones
atrasadas a elevarse al nivel cultural y económico de las más avan-
zadas»; y Stalin concluía el artículo enunciando los cinco puntos
elementales que se requerían para hacer efectiva la igualdad nacional:
l. El estudio de las condiciones económicas, vida social y cultura de las
naciones y pueblos atrasados;
2. el desarrollo de su cultura;
3. su educación política;
4. su incorporación gradual e insensible a las formas más altas de la vida
económica, y
5. la organización de la cooperación económica entre los trabajadores de
las nacionalidades atrasadas y de las avanzadas ,. .

La insistencia en la igualdad real entre las naciones (refiriéndose


en particular a la económica) se convirtió desde entonces en la esen-
cia de la doctrina del partido sobre la autodeterminación nacional
bajo el socialismo. Lenin había determinado el papel de la autode-
terminación nacional en el régimen burgués y en el período de tran-
sición del orden burgués al socialismo. Pero por encima de las hipó-
tesis, anunciadas en el programa del partido, de «unión voluntaria
entre los elementos nacionalmente diferenciados del proletariado in-
ternacional», se había hablado poco del lugar que correspondería a
las naciones bajo el socialismo. Sin embargo, incluso si las naciones
estaban eventualmente condenadas a desaparecer con la destrucción
del estado, habría un largo período intermedio durante el cual con-
servarían, sin duda, su significado 39 • Según el argumento desarrolla-
do ahora, el derecho de autodeterminación, que se presentaba en el
período de la revolución burguesa como una demanda de liberación,
se convertía en el período socialista en una petición de igualdad de
todos los grupos nacionales dentro del régimen socialista. En la
teoría bolchevique, el nacionalismo contemporáneo era principal.
mente el producto de las desigualdades entre las naciones como
resultado de la opresión y explotación imperialista; y en tales con-
diciones, la autodeterminación nacional no podía tomar otra forma
que la de un derecho a la secesión. Por el contrario, bajo el socia-
lismo, cuando se hubiese creado una igualdad real y no meramente
,. Stalin, Sochineniya, v, 52-9.
«Las diferencias nacionales y estatales entre los pueblos y los países ...
39

quedarán mucho, mucho tiempo después de que se haya realizado la dictadura


del proletariado a escala mundial» (Lenin, Sochineniya, xxv, 227).
Política, doctrina, organización 293

formal entre los hombres y, por consiguiente, entre las naciones, el


derecho de secesión, aunque no se revocase formalmente, dejaría de
tener sentido y no se ejercitaría.
Por consiguiente, bajo el socialismo, el contenido del derecho a
la autodeterminación nacional participa esencialmente de la natura-
leza de la igualdad; y la evolución de la doctrina repite el dilema
familiar a los que, desde la Revolución francesa, han tratado de
conciliar libertad e igualdad. La búsqueda de la libertad implica la
desigualdad, y la primera, en cuanto deja de ser puramente formal,
queda confinada a los que se benefician de la división desigual. La
aceptación de una limitación de la libertad es una condición de igual-
dad. La cuestión de la libertad para las naciones revierte al intermi-
nable debate sobre la naturaleza de la libertad política, ya que la
libertad no puede ser más incondicional para las naciones que para
los hombres, pues depende del libre reconocimiento y aceptación de
las exigencias de la sociedad contemporánea 40 • La expresión decisiva
de la doctrina bolchevique de autodeterminación nacional es: una
unión de naciones iguales en una federación socialista.

3. Organización
El primer acto de la Revolución bolchevique con respecto a la
cuestión nacional fue nombrar a José Vissarionovich Dzhugashvili-
Stalin (ambos nombres se usaban aún) Comisario del Pueblo para los
Asuntos de las Nacionalidades. El nombramiento no tenía preceden-
tes, aunque el Gobierno Provisional, en su última declaración al res-
pecto, había previsto la formación de «un consejo para los asuntos
nacionales, con representación de todas las nacionalidades de Rusia,
con el propósito de preparar material sobre la cuestión nacional
para la Asamblea Constituyente» 41 • Claramente se anunciaba una
nueva actitud. Dos meses antes, Lenin había descrito las cuestiones

"' La autoridad británica, citada ya en la p. 291, ha de invocarse una vez


más en esta cuestión: «El contorno ha cambiado pero no el pueblo, las gentes;
dejadas a sí mismas, tratarán de reproducir el viejo contorno, pero se les ha
puesto ya en contacto con el mundo moderno y no podrán apartarse de él.
Pueden obtener lo que quieren si quieren lo que deben querer dentro de las
condiciones del mundo moderno. Un problema fundamental de la autonomía
es el de cambiar a las gentes para que se dispongan a querer, o al menos
a aceptar voluntariamente las condiciones que requiere la prosperidad del
mundo moderno» (J. S. Furnivall, Colonial Policy and Practice [1948]. p. 442).
" Revolutsiya i Natsionalni Vopros: Dokumenti i Materiali, ed. S. M. Di-
manshtein, iii (1930), 56.
294 Capítulo 10

nacional y agraria como «las cuestiones radicales para las masas pe-
queño-burguesas de la población de Rusia en el momento presen-
te» 42 • Stalin se refería después a la «paz, la revolución agraria y la
libertad para las nacionalidades» como «los tres factores principales
que agruparon a los campesinos de más de veinte nacionalidades de
la dilatada Rusia en torno a la bandera roja del proletariado ruso» 43 •
Pero la importancia de la cuestión nacional no era exclusivamente
doméstica; la liberación y la autodeterminación nacional de los pue-
blos sometidos se convirtió también en un punto cardinal de la po-
lítica exterior soviética.
El Comisariado del Pueblo para las Nacionalidades (Narkom-
nats) fue el instrumento por el que se aplicó la nueva política. Su
organización inicial era la simplicidad misma. En cualquier sentido
en que se agudizasen las cuestiones de cualquier nación o nacionali-
dad que antaño hubiese pertenecido al imperio ruso, el Comisariado
del Pueblo establecía un departamento especial bajo la dirección de
un miembro de la nación en cuestión que tratase el asunto -una
forma de organización destinada, de un modo algo ingenuo pero sin-
cero, a entregar la administración de los asuntos nacionales a la na-
ción en cuestión. Estos departamentos especiales fueron primero
descritos como «comisariados» y después como secciones, pero des-
de el principio formaron parte del Narkomnats y estuvieron subor-
dinados a él. El primero de estos departamentos fue un comisaria-
do polaco establecido en noviembre de 1917. Sus funciones se de-
finían como «asuntos de liquidación, de ejército, de refugiados,
etcétera», y, por un decreto subsiguiente, se dieron instrucciones
a las instituciones del gobierno de no emitir órdenes o decretos en
relación con los asuntos polacos sin previa consulta con este comisa-
riado 44• Su sucesor inmediato fue un comisariado lituano, cuya
creación fue aparentemente impulsada por el número de refugiados
evacuados de Lituania frente al avance alemán. Parece haber sido
función de los comisariados el vigilar y controlar las actividades de
las instituciones nacionales que existían en suelo ruso. Así todas las
instituciones polacas fueron colocadas bajo la supervisión del comisa-
riado polaco; todas las letonas, tanto instituciones sociales como ca-
ritativas, religiosas y similares, fueron requeridas para que se inscri-
biesen en el comisariado letón de Moscú y al comisario armenio se ie
Lenin, Sochineniya, xxi, 254 .
••
.., Stalin, Sochineniya, v, 113.
.. Ambos decretos están recogidos en Politika Sovestkoi Vlasti po Natsio-
nalnomu Voprosu (1920), p. 86, arts. 114, 116, y el segundo también en
Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 4, art. 67.
Política, doctrina, organizaci6n 295

dio jurisdicción sobre el Instituto Armenio de Moscú 45• En enero de


1918 se crearon un «comisariado temporal para los asuntos nacionales
judíos» y un «comisariado para los asuntos internos musulmanes» 46
que contaban, respectivamente, con comisarios judíos y musulmanes.
Estos decretos mostraban una inclinación a experimentar un enfo-
que no territorial y sí «cultural» de la cuestión nacional. Pero esto
hubiera sido incompatible con la doctrina fundamental bolchevique
v más tarde los comisariados y las secciones se organizaron exclu-
sivamente sobre una base territorial 47•
El sistema llegó a su pleno desarrollo en 1918. El establecimien-
to de comisariados ruso-blanco y letón sirvió en marzo de 1918
para suministrar un punto de reunión para los rusos blancos y le-
tones que se habían trasladado a Rusia, y para estimular la resisten-
cia nacional en territorios aún bajo la ocupación germana. Los mis-
mos motivos inspiraron la creación de comisariados ucranianos y
estonianos en mayo de 1918. Una publicación oficial del Narkomnats
registra que su principal actividad en estos primeros días fue man-
tener el contacto con los movimientos nacionales, en territorios ocu-
pados por los germanos o por los contrarrevolucionarios, a través
de canales ocultos 48 • Después el sistema se aplicó para estimular y
canalizar la lealtad comunista entre pueblos cuya situación geográ-
fica y estado de desarrollo los hacía más adecuados para la autono-
mía que para la independencia. El Narkomnats comprendió pronto
.. Politika Sovetskoi Vlasli po N11tsionalnomu Voprosu (1920), p. 87,
art. 118 (también en Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 19, art. 291);
p. 52, art. 75; p. 16, art. 15 (también en Sobranie Uzakoneni, 1919, núms. 10-
11, art. 109).
... Literalmente, «comisariado para los asuntos de los musulmanes del
interior de Rusia»; merece señalarse el deseo de desentenderse de respon-
sabilidades con respecto a los musulmanes del mundo en general. Los dos
decretos se encuentran en Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 17,
arts. 243, 252 .
., El comisariado musulmán desapareció en 1920 después que se crearon
comisarios separados para la mayor parte de las nacionalidades musulmanas.
El comisariado judío, rebautizado como «sección judía» en 1920, sigui6 exis-
tiendo y publicando declaraciones generalmente sobre asuntos judíos, y algunas
veces en uni6n de la sección judía del Partido Comunista ruso; algunas de
ellas están reunidas en Polilika Sovetskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu
(1920). pp. 31-5.
" Natsionalni Vopros v Sovetskoi Rossii (1921), pp. 28-9. Hasta el verano
de 1920 el Narkomnats se dedicaba a arreglar la publicación de artículos de
peri6dico, octavillas y convocatorias e invocaciones en lenguas locales contra
los invasores polacos, y en explicar «por qué los guardias blancos traían antes
que para nadie las cadenas de la esclavitud moral y material a las pequeñas na-
ciones» (Politika Sovetskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu [ 1920),
pp. 1~7, art. 180; p. 148, art. 184).
296 Capítulo 10

comisariados o secciones para los tártaros-baskires, para los kaza-


jos, chuvases, montañeros del Cáucaso, musulmanes de Trascauca-
sia (el Azerbaiyan), los mordovtsi, germanos del Valga y otras uni-
dades nacionales aún menores. Incluso se establecieron comisariados
checoslovacos y yugoslavos para tratar con los numerosos checos,
eslovacos y eslavos meridionales establecidos en territorio soviéti-
co 49.
El Comisariado del Pueblo para los Asuntos de las Nacionalida-
des constituía así en su forma externa una galaxia de comisariados
nacionales o secciones a las órdenes cada una de su jefe nacional 50 •
Las apariencias sugerían que esos jefes fuesen considerados como
embajadores que defendían sus respectivas causas nacionales en Mos-
cú; la palabra «petición» se aplicó realmente en un decreto del
VTsIK de 1919 a una solicitud presentada por el comisario para
los asuntos kazajos 51 • Pero las apariencias eran engañosas; estos
puestos, extremadamente difíciles de llenar 52 , irían verosímilmente
a manos de bolcheviques seguros cuya lealtad al partido era más
fuerte que sus simpatías nacionales y que, establecidos en sus ofici-
nas centrales de Moscú, estaban más interesados en llevar a cabo
la política del centro en el seno de las regiones nacionales que en
"' En las secciones importantes de Politika Sovetskoi Vlasti po Natsicmal-
nomu Voprosu (1920) se hallarán referencias a los decretos que establecen otros
comisariados y divisiones. Dentro del Partido Comunista ruso se estableció
una organización correspondiente de «secciones nacionales», cada una con
su «buró central» adscrito al secretariado: secciones checoslovaca, germana,
yugoeslava, húngara, polaca, letona, lituana, estona, judía y mari; también
existía en 1920 una sección para los pueblos de lengua turca (Izvestiya Tsen-
tralnogo Komiteta Rossiskoi Kommunisticbeskoi Partii [Bolshevikov], núm. 28,
.S de marzo de 1921, pp. 17-23).
50 En Zhizn Natsionalnostei, núm. 1, 9 de noviembre de 1918, hay la lista
de 18 comisariados o secciones con los nombres de sus jefes; se evidencia de
ello que unos pocos de los comisariados o divisiones menores que represen-
taban a las nacionalidades más atrasadas, tuvieron jefes rusos, posiblemente
por falta de candidato nacional adecuado .
., Politika Sovetskoi Vlasti po Nat#onalnomu Voprosu (1920), p. 42,
art. 63.
52 «Recuerdo la organización del comisariado musulmán» -escribía dos
años después uno de los principales funcionarios del Narkomnats--. « ¡Lo difícil
que era encontrar bolcheviques aptos para ponerlos al frente de él! Sola-
mente en conexión con la Asamblea Constituyente, cuando acudían a ella los
delegados bolcheviques, y únicamente gracias a ello, conseguimos organizar
un comisariado general para todos los musulmanes. Las mismas dificultades
tuvimos para organizar el comisariado de Rusia Blanca y el de los judíos,
puesto que los viejos partidos socialistas que entonces existían estaban todos
en contra nuestra» (Zhi%n Natsionalnostei, núm. 42 [50], 2 de noviembre
de 1919).
Política, doctrina, organización 297

hacer presión en esas oficinas en pro de las embarazosas apetencias


nacionalistas. Pestkovski, el diputado comisario del pueblo bajo Sta-
lin, ha dejado testimonio explícito sobre el predominio, en la jerar-
quía del Narkomnats, de una actitud «internacional» ante la cuestión
nacionalista:
El colegio del Comisariado del Pueblo para las Nacionalidades se componía
de los elementos no-rusos rusificados, que contraponían su abstracto internacio-
nalismo a las necesidades reales del desarrollo de las nacionalidades oprimidas.
Realmente esta política sostenía la vieja tradición de la rusificación y consti-
tuía un especial peligro en las condiciones de la guerra civil".

Según Pestkovski, Stalin era en ese momento el único defensor


de la política de Lenin en el colegio del Narkomnats y con frecuen-
cia acumulaban más votos que él sus colegas, que eran «izquierdis-
tas» y adheridos al «internacionalismo abstracto» de la herejía po-
laca 54• En la primavera de 1918, Stalin, bajo las órdenes del comi-
té central del partido, se enfrentó con la tarea de imponer una
República Tártaro-Baskir a sus colegas escépticos y a los tártaros y
baskires recalcitrantes 55 • Si el Narkomnats aparecía a los ojos de
las nacionalidades como un campeón inadecuado de sus derechos e
intereses, para muchos viejos bolcheviques parecía estar dedicado,
bajo la inspiración de Lenin y la dirección de Stalin, a una política
reaccionaria de crear nacionalidades y estimular sentimientos nacio-
nalistas donde no existían ni las unas ni los otros.
A medida que el nuevo régimen se fue consolidando y que la
cuestión nacionalista se hizo acuciante bajo el impacto de la guerra
civil, las funciones y organización del Narkomnats se extendieron
aún más. En noviembre de 1918 publicaba el primer número de un
periódico semanal Zhin Natsional nostei (Vida de las Nacionalida-
des), dedicado a la política del Comisariado 56 .Un mes después ini-
ciaba el sistema de adscribir secciones suyas a los organismos admi-
'' Citado en L. Trotski, Stalin (N. Y., 1946), p. 257.
" lbid., p. 257. Es digno de notarse que hasta en junio de 1919 el pe-
riódico oficial del Narkomnats publicase un artículo destacado firmado por
Pestkovski en el que se alababan las opiniones de Rosa Luxemburgo sobre
la cuestión nacionalista sin ninguna alusión a que estas ideas habían sido fus-
tigadas por Lenin en frecuentes intervalos durante los últimos diez años (Zhizn
Natsionalnostei, núm. 22 [30], 15 de junio de 1919).
" Véase p. 338, nota 102.
56 Zhizn Natsionalnostei siguió siendo publicado por el Comisariado, con
regularidad que decreció gradualmente, hasta febrero de 1922 en que cambió
de formato y se convirtió en un periódico independiente, y continuó intermi-
tentemente hasta enero de 1924. ·
298 Capítulo 10

nistrativos de los territorios autónomos. Estas secciones locales no


tenían estado legal constitucional y estaban quizá más en la posición
de una embajada de una potencia dominante en un país nominal-
mente soberano pero dependiente de facto. Sin embargo, la defini-
ción de sus funciones en el decreto que los constituía fue el primer
intento de determinar sistemáticamente el alcance del Narkomnats.
Las funciones de estas secciones locales eran:
a) La llevada a efecto de los principios del poder soviético en el medio
de las respectivas naciones y en su propia lengua;
b) la llevada a efecto de todas las decisiones del Comisariado del Pueblo
para las Nacionalidades;
e) el tomar todas las medidas para elevar el nivel cultural y la conciencia
de clase en las masas obreras de las naciones que habitan el territorio dado;
d) la lucha contra la contrarrevolución en sus manifestaciones nacionales
(lucha contra los gobiernos «nacional»-burgueses, etc.)".

El Narkomnats, según la expresión de otro de sus primeros de-


cretos, había de ser «un centro de ideas para la labor socialista» 58 •
Pero la radiación de ideas se ejercía principalmente desde el centro
a las localidades, y no viceversa.
La derrota de Kolchak y Denikin, la recuperación de los terri-
torios perdidos y el establecimiento dentro de la RSFSR de numero-
sas repúblicas autónomas y regiones, condujo en mayo de 1920 a
lo que fue oficialmente descrito como una «reorganización del Co-
misariado del Pueblo para las Nacionalidades» 59 • El efecto de la re-
forma fue dar a las nacionalidades, al menos en el papel, la posibi-
lidad de controlar, en gran medida, el organismo central. Cada na-
cionalidad, a través de su congreso de soviets nacional, había desde
entonces de elegir representantes para un consejo de nacionalida-
des y este cuerpo, presidido por el C.omisario del Pueblo para las
Nacionalidades, se colocaba «a la cabeza» del Narkomnats, convir-
tiéndose, según palabras del periódico oficial del C.omisariado, «en
una especie de parlamento de nacionalidades» 60 • En adición a las
" Plotika Sovetskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu (1920), p. 145,
art. 175.
'" !bid., p. 82, art. 108.
" Sobranie Uzakoneni, 1920, núm. 45, art. 202. El decreto, junto con
dos «instrucciones» del Narkomnats para llevarlo a la práctica, se halla tam-
bién en Politika Sovetskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu (1920), pp. 147-
148, arts. 181-3.
.. Zhizn Natsionalnostei, núm. 15 (72), 23 de mayo de 1920. El estatuto
del Narkomnats redactado en 1921 (Konstitutsi i Konstitutsionnie Akty RSFSR,
1918-19)7, 1940, pp. 106-8), lo describía quizá con mayor exactitud como
«un organismo representativo consultivo adscrito al Narkomnats».
Política, doctrina, organización 299

secciones nacionales (que ya no se llamaban comisariados) existentes


en el Narkomnats, tenía que haber una única «sección de minorías
nacionales» para cuidar de los grupos que no eran bastante numero-
sos o compactos como para tener territorios propios -finlandeses,
polacos, letones, chinos, coreanos, etc. Como en muchos arreglos
constitucionales de este período, la división de autoridad era vaga e
indeterminada. Por un lado, las nacionalidades podían sentir razo-
nablemente que habían conseguido un canal más directo de acceso
al centro; por otro lado, se encontraban ahora con este acceso limi-
tado a un único canal 61 • Finalmente, cuando en el otoño de 1920 se
adoptó la política de establecer relaciones entre la RSFSR y las re-
motas repúblicas soviéticas sobre la base de un tratado, el Norkam-
nats adquirió el derecho a mantener sus representantes «en repúbli-
cas amigas que no entraban en la composición de la federación, ba-
sándose en acuerdos concluidos por el VTsIK con estas repúbli-
cas» 62 • Esta innovación constitucional confería al Narkomnats una
posición establecida en lo que eran, teóricamente, relaciones extran-
jeras. Pero para este momento ya la línea divisoria entre las repú-
blicas autónomas nacionales dentro de la RSFSR, y las repúblicas
nacionales independientes ligadas con ella por una alianza, se había
hecho muy borrosa.
El primer estatuto formal del Narkomnats aprobado por el
VTsIK y el Sovnarkom en mayo de 1921 63 , definía sus funciones
según líneas determinadas:
a) Garantizar la coexistencia pacífica y la colaboración fraternal de todas
las nacionalidades y tribus de la RSFSR y también de las repúblicas del pacto
de amistad soviético;
b) ayudar a su desarrollo material y espiritual teniendo en cuenta las pe-
culiaridades de su modo de vida, cultura y condición económica;
e) vigilar la puesta en práctica de la política nacional del poder soviético.

Las funciones políticas del Narkomnats -a saber, el encajar las


repúblicas autónomas y las regiones dentro de la estructura de la
RSFSR y adaptar las repúblicas independientes a esta estructura-
siguió siendo la parte más importante y más exigente de su tarea.
•1 Esto se hizo explícito en un decreto posterior del 4 de noviembre
de 1920, que estipulaba también que «el personal de que se componen las
representaciones es confirmado por el VTsIK» (Sobranie U:zakoneni, 1920,
núm. 87, art. 438). Hasta ese momento algunas de las nacionalidades habían
tenido representantes especiales adscritos al VTsIK, que fueron entonces reti-
rados o trasladados al Narkomnats .
., lbid., núm. 99, art. 529.
" Konstitutsii Konstitutsionnie Akti RSFSR, 1918-1937 ( 1940), pp. 106-8.
300 Capítulo 10

Pero de la extensión y variedad de su función pueden dar ejemplo


sus múltiples decretos y las columnas de su periódico oficial. A él
competían detalles tales como las instrucciones a los soviets de dis-
trito y de aldea, en la región chuvas, para organizar asambleas de
la población con el fin de leerles periódicos, octavillas y proclamas
en lengua chuvas, y el instituir «un buró para recibir las quejas y
demandas en dicha lenfua» 64, o bien la admisión de votiakos a
una escuela del partido 6 • Se insistía continuamente en la educación,
la propaganda y el impulso a la literatura nacional; y en 1920 se
añadió a la lista de sus funciones «la preparación de nuevos cuadros
de obreros soviéticos del grupo nacional en cuestión» 66• Finalmen-
te, el Estatuto de mayo de 1921 en cargó al Narkomnats de la Socie-
dad de Estudios del Este, de la Universidad Comunista de Tra-
bajadores del Este de nueva fundación 67 y del Instituto de Petrogra-
do de Lenguas Vivas Orientales -síntoma de la importancia que
desde 1920 habían adquirido los pueblos orientales en los planes
políticos nacionales soviéticos.
Sin embargo, no transcurrió mucho tiempo sin que la acentuación
cambiase, desde la reconstrucción política y cultural, a la económi-
ca. Ya en abril de 1920 escribía el periódico oficial del Narkomnats
quejándose de que «cuando se suscita la cuestión del Este, de las
repúblicas orientales o de las repúblicas en general, se mira prime-
ramente todo con «ojos económicos»; el Turkestán significa algodón,
limones, etc.; Kirguisia, lana, ganado; Baskiria, madera, curtidos,
ganado» 68 • Al año siguiente, el comienzo de la NEP y las primeras
discusiones de la planificación regional convirtieron las cuestiones
económicas en lo más importante de toda la política soviética, y la
terrible hambre padecida en el invierno de 1921-1922 azotó
más rigurosamente a los territorios de algunas de las repúblicas
_y regiones orientales de la RSFSR. Cuando se revisó el estatuto
del Narkomnats y se publicó el nuevo en el verano de 1922 69
se añadió una cláusula más a la definición de sus funciones:
El garantizar las condiciones favorables al desarrollo de los recursos pro-
ductivos de las unidades nacionales territoriales y el defender sus intereses
econ6micos en la nueva estructura económica.
64 Politika Sovetskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu (1920), p. 130,
arts. 162-3.
" !bid., p. 26, art. 32.
66 !bid., p. 149, art. 186.
•1 Después de la supresión del Narkomnats esta Universidad se colocó
bajo el control del Comintern.
.. Zhizn Natsionalnostei, núm. 11 (68), 18 de abril de 1920.
69 Konstitutsii Konstitutsionnie Akti RSFSR, 1918-1937 (1940), pp. 134-8.
Política, doctrina, organización 301

Durante su último período el Narkomnats estaba organizado, no


solamente en secciones nacionales, sino en departamentos funcio-
nales de agricultura, trabajo, educación, ejército, prensa, bosques, se-
guridad social, etc. 70 • No puede haber equivocación mayor que la
de creer que la política soviética con respecto a las nacionalidades
operaba principalmente en la esfera cultural; los derechos nacio-
nales implícitos en el concepto soviético de autonomía nacional se
referían tanto a las cuestiones políticas como a las económicas; si
parecía que el Narkomnats se concentraba más en un momento dado
en un aspecto de la autonomía nacional que en otro, era simplemente
porque la política soviética en conjunto se dirigía especialmente, en
ese momento, hacia tal aspecto.
Por otro lado, a medida que el mecanismo administrativo sovié-
tico se organizaba mejor, un comisariado que no tenía funciones
administrativas directas propias, sino que se entrecruzaba con las de
la mayor parte de los demás comisariados, estaba destinado a consti-
tuir una anomalía peliaguda. Y consecuentemente concitó las críticas
durante mucho tiempo. Seis meses después del decreto de mayo
de 1920 que creaba el Consejo de las Nacionalidades, se admitía que
«debido a circunstancias externas al control del Narkomnats» el
Consejo no había aún «entrado plenamente en sus funciones» 71 • En
diciembre de 1920, en el primero (y único) Congreso de las Nacio-
nalidades de toda Rusia, el comisario en funciones, Kamenski, dibujó
un cuadro sombrío del escaso personal del Narkomnats y de la
constante ausencia de sus jefes, incluyendo a Stalin, en misiones
especiales, así como de la movilización para el servicio militar de
sus funcionarios locales, y suscitó así la cuestión de si no habría
de ser clausurado totalmente 72 • Era siempre un motivo de discu-
sión si las nacionalidades habían de considerar al Narkomnats como
su abogado o protector, o meramente como el instrumento de un
poder central que trataba de organizar y limitar sus derechos.
A medida que la inclinación de la política soviética, reflejada
en la manera de ponerla en práctica en el Narkomnats, varió de lo
cultural a lo político, y de lo político a la económico, las ocasiones
de fricción entre el Narkomnats y las demás instituciones soviéticas
se multiplicaron inevitablemente. El número de decretos y resolu-
ciones emitidos en la primera época para regular las relaciones entre
70 La lista está tomada del autorizado libro de texto, Sovetskoe Gosu-
darstvennoe Pravo, ed. A. Vishinski (1938), p. 364.
" Zbizn Natsionalnostei, núm. 35 (92), 7 de noviembre de 1920.
n [bid., núm. 42 (98), 31 de diciembre de 1920, núm. 1 (99), 13 de
enero de 1921.
302 Capítulo 10

el Narkomnats y el Comisai:iado de Educación del Pueblo 73 , mues-


tran la dificultad de conseguir la coordinación y el funcionamiento
fluido, incluso en esta esfera limitada. Los ejemplos son escasos en
el período posterior, pero no pudo haber sido menos difícil el encajar
las exigencias del Narkomnats dentro de los organismos políticos y
económicos más importantes. Las relaciones entre los organismos lo-
cales de los comisariados, en las provincias, y de los soviets lo-
cales y sus comités ejecutivos, eran una fuente constante de dificultad
ya en los primeros años del sistema soviético, y no es probable que
las secciones locales del Narkomnats hayan sido una excepción a la
regla. La fricción entre los representantes del Narkomnats y del Nar-
komindel en las repúblicas independientes dio lugar a un decreto, el
de 8 de junio de 1922, nombrando a los primeros «consejeros» en la
institución diplomática 74 • Choques de otra clase se desprenden de
una orden del Sovnarkom a las autoridades de alojamiento de Moscú
«para que reserven, como cuestión de gran urgencia, acomodo a
todas las delegaciones del Narkomnats» 75 • El Estatuto revisado
de 1922 dio al Narkomnats el derecho «a establecer comités fede-
rales para los asuntos de los comisariados del pueblo particulares»,
con el laudable propósito de «lograr la armonización entre la activi-
dad de los comisariados centrales del pueblo y su función en las
repúblicas y regiones autónomas» 76 -interferencia que, aunque muy
justificada desde el punto de vista de las nacionalidades, no es proba-
ble que fuese bien recibida por los comisariados a quienes concer-
nía-. En particular, la importancia cardinal que se asignaba ahora a
la política económica y a los primeros desarrollos de la planificación,
animaban la opinión de que la autoridad podía descentralizarse con
mayor eficacia por medio de un sistema económico que por el de
regiones nacionales. Y, en general, la cuestión de las nacionalidades
parecía haber perdido con la estabilización del sistema político su
inicial gravedad y significación. Los inconvenientes de un comisariado
del pueblo especial para las nacionalidades empezaron a pesar más
que las ventajas y cuando se constituyó la Unión Soviética, en la
primera mitad de 1923, el Consejo para las Nacionalidades fue
introducido en la nueva Constitución como una segunda cámara

" Politika Sovestskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu (1920), pp. 153-61,


arts. 194-204.
" Sobranie Uzakoneni, 1922, núm. 40, art. 474.
" Politika Sovestskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu (1920), p. 150,
art. 189.
16 Konstitutsii i Konsti111tsionnie Akti RSFSR, 1918-1937 (1940), p. 136.
Política, doctrina, organización 303

del VTslK; al día siguiente de entrar en vigor la nueva Constitu-


ción, el Narkomnats fue suprimido 71 •
Sin embargo, en una visión retrospectiva, el Narkomnats se
dibuja como un instrumento bien pensado para enrolar el apoyo
de las nacionalidades no rusas a la política de cooperación, y even-
tualmente de reunión con Moscú, y para asegurar la ejecución de
estos planes políticos de un modo que verosímilmente habría de
aplacarlas y que no les ofendería innecesariamente. En este sentido
garantizaba el respeto a los derechos de los grupos no rusos que
permanecían dentro del sistema soviético, impulsaba sus lenguas y
culturas y el desarrollo de sus sistemas de educación; en materias
económicas constituía un canal para que fuesen conocidas sus ideas
y se le pudiese considerar, en términos generales, como su protector.
Pero, a medida que pasó el tiempo, se rogó expresamente que se
mostrase tendencia a procurar que las principales funciones de las
secciones del Narkomnats fuesen «en defensa jurídica de los dere-
chos legales de las nacionalidades que representan» 78 • Independien-
temente de su intención original, el carácter esencial del Narkomnats
como organismo del gobierno central lo convertía primariamente en
instrumento de centralización y, a este respecto, su desarrollo no
puede asociarse honradamente con toda la evolución de la estructura
constitucional soviética, ni tampoco con la personalidad de su pri-
mer y único comisario, quien, por muy grande que fuese su lealtad
a la política nacional de Lenin, resultó un potente centralizador. El
Narkomnats fue un instrumento para mantener un punto de reunión
entre los fragmentos dispersos del antiguo imperio ruso, durante los
tiempos revueltos, y para hacer volver a casi todos ellos, cuando
pasaron los trastornos, al redil de la Unión Soviética. En ese mo-
mento, había -según palabras del decreto de supresión- «comple-
tado su función fundamental de preparación para la labor de formar
las repúblicas nacionales y regiones y unirlas en una unión de re.
públicas»; su existencia estaba, pues, lógicamente terminada.

" Sobranie Uzakoneni, 1923, núm. 66, art. 639. El decreto fue promul-
gado por el comité ejecutivo de la RSFSR, no por el nuevo VTsIK de la
URSS.
" Politika Sovestskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosi (1920), p. 148,
art. 185
Capítulo 11

LA AUTODETERMINACION EN LA
PRACTICA

1. Las comarcas periféricas occidentales

Las únicas partes del imperio zarista en las que la demanda de


una independencia nacional completa siguió inmediatamente a la
Revolución de Febrero, fueron Polonia y Finlandia. Cada una de
estas comarcas poseía una clase dirigente nativa bien desarrollada y
numerosa -en Polonia, terrateniente y feudal, en Finlandia, co-
mercial y burguesa- que había dirigido el movimiento nacional y
era capaz de administrar los asuntos de la nación. Antes de 1917, lo
que ambos pueblos habían pretendido había sido la autonomía na-
cional, y no la independencia, y esta limitación se debió, en parte,
a que no creían en la posibilidad de una alternativa más ambiciosa
y, en parte quizá, al temor a la revolución social que la independencia
completa podía desencadenar. Lenin había diagnosticado la segunda
de estas causas unos años antes:
Hay en Rusia dos naciones más cultivadas y, en virtud de toda una serie
de condiciones históricas y sociales, más diferenciadas y que, por tanto, pueden
ejercer su derecho a la separación más «naturalmente» y con mayor facilidad.
La experiencia de la Revolución de 1905 demostró que aún en esas dos nacio-
nes las clases dirigentes, los terratenientes y la burguesía, renuncian a la lucha
revolucionaria en pro de la libertad y buscan un acercamiento a las clases
304
La autodeterminación en la práctica 305

dirigentes de Rusia y a la monarquía zarista por miedo al proletariado revolu-


cionario de Finlandia y Polonia '.

Pero una vez que estalló la Revolución en Rusia misma, desapare-


cieron estas inhibiciones y se desarrolló rápidamente la pretensión
de una independencia nacional. La reacción del Gobierno Provisio-
nal no fue, sin embargo, uniforme en los dos casos. Polonia estaba en
aquel momento totalmente ocupada por los alemanes y las poten-
cias centrales ofrecían ya la independencia a un estado polaco
marioneta. El Gobierno Provisional ruso no podía hacer menos
y estaba además en condiciones de prometer sin inmediata obliga-
ción de cumplir. Publicó, pues, una declaración comprometiéndose
a reconocer una Polonia independiente aunque la declaración, como
lo admitió después el cauto Miliukov, entonces ministro de Asuntos
Exteriores ruso, no estaba redactada en «un lenguaje jurídico pre-
ciso» y reservaba a una futura asamblea constituyente rusa el dere-
cho «a dar su consentimiento a la modificación del territorio ruso
que era indispensable para la formación de una Polonia libre» 2 •
Con respecto a Finlandia, que estaba aún fuera de la zona de ope-
raciones militares, el Gobierno Provisional contemporizó, por lo
cual los bolcheviques mostraron más de una vez su descontento 3.
Después de la Revolución de Octubre el gobierno soviético
aceptó incondicionalmente la independencia de Polonia y pensó que
no era necesario dar riingún paso formal para regularizarla, pero, sin
embargo, diez meses después, un decreto que cancelaba una larga
lista de acuerdos anteriores con Alemania y Austria-Hungría -e in-
cluía convenios en materias tales como derechos de autor, de extra-
9-ición, de mutuo reconocimiento de certificados consulares e ins-
pección sanitaria- contenía también la siguiente cláusula:
Todos los tratados y actas firmados por el gobierno del antiguo Imperio
ruso con el gobierno del reino de Prusia o el Imperio de Austria-Hungría en
1 Lenin, Sochineniya, xvi, 508. La conferencia de Praga de 1912 había
aprobado una resolución de «solidaridad total con el fraterno partido social-
demócrata finlandés» en la lucha común para «derrocar el zarismo y en pro
de la libertad de los pueblos ruso y finlandés». La cuestión de la autodeter-
minación o independencia no se suscitó (VKP(B) v Rezolutsiya¡ [1941],
i, 191).
2 P. Miliukov, lstoriya Vtoroi Russkoi Revolutsii (Sofía, 1921), i, 64.
La declaración está en Revolutsiya i Natsionalnyi Vop,os: Dokumenti i Ma-
teriali, ed. S. M. Dimanshtein, iii (1930), pp. 57-8; hay traducciones en La
Question Polonaise pendant la gue"e mondiale, de S. Filasiewicz (1920),
núm. 75, y en Die Entstehung des polnischen Staates, de P. Rpth (1926),
pp. 127-8.
• Lenin, Sochineniya, xx, 323-5, 495.
Carr, t. I, 20
306 Capítulo 11
relación con Polonia, quedan irrevocablemente rescindidos por la presente, en
vista de su incompatibilidad con el principio de autodeterminación de las na-
ciones y con el sentido revolucionario del derecho del pueblo ruso, que reconoce
el derecho del pueblo polaco a reclamar su independencia y su unidad •.

El caso de Finlandia presentaba inconvenientes más serios. Aun-


que el gobierno burgués finlandés parecía firmemente asentado en el
mando, los socialdemócratas eran un partido fuerte y organizado y
había todavía en Finlandia tropas rusas que podían ayudar a sus
camaradas finlandeses. El momento podía perfectamente haberse
considerado maduro para una revolución proletaria y, no cabe duda,
que esa creencia inspiró la aparición de Stalin en un congreso del
partido socialdemócrata finlandés celebrado en Helsingfors el 14-27
de noviembre de 1917, donde pronunció su primer discurso públi-
co como Comisario del Pueblo para las Nacionalidades 5 • Pero, no
obstante, el principio de autodeterminación nacional, que incluía el
derecho de secesión, era claro y las promesas bolcheviques, incon-
trovertibles. Cuando el gobierno finlandés insistió en sus reclama-
ciones, el gobierno soviético no tuvo más opción que reconocer la
independencia nacional de Finlandia; y la resolución a este afecto,
aprobada por el Sovnarkom el 18-31 de diciembre de 1917, fue
confirmada por el VTsIK cuatro días después 6 • Los recelos que
causó tal decisión se demuestran en la fría defensa que Stalin hizo
de ella durante su discusión en el VTsIK:
En realidad el Consejo de los Comisarios del Pueblo dio libertad, contra
su voluntad, no al pueblo sino a la burguesía de Finlandia que por una extraña
confluencia de circunstancias ha recibido por tanto su independencia de manos
de la Rusia socialista. Los obreros y social-demócratas finlandeses se encuen-
tran en la postura de tener que recibir la libertad, no directamente de las
manos de los socialistas, sino con la ayuda de la burguesía finlandesa.

Stalin describió esto como «la tragedia del proletariado finlan-


dés» y lo atribuyó a la «indecisión e incomprensible cobardía de los
socialdemócratas finlandeses» 7 •
Reprendidos de este modo por un lado, y alentados por otro, los
socialdemócratas finlandeses intentaron apoderarse del poder por
• Sobrante Uzakoneni, 1917-1918, núm. 64, art. 698. La fecha del
decreto es la de 29 de agosto de 1918; es de presumir que fue consecuencia de
fa firma de los tres tratados germano-soviéticos suplementarios al de Brest-Litovsk,
que tuvo lugar en Berlín el 27 de agosto de 1918.
' Stalin, Sochineniya, iv, 1-5.
• Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 11, art. 163.
' Stalin, Sochinc•niya, iv, 22-4.
La autodeterminación en la práctica 307

medio de un golpe revolucionario en enero de 1918 y, en la guerra


civil que siguió, recibieron ayuda de las fuerzas soviéticas que aún
quedaban en Finlandia. El gobierno soviético se encontró en la situa-
ción anómala de reconocer al gobierno burgués de una país vecino
y, al mismo tiempo, a un gobierno embrionario de obreros que esta-
ban tratando de derrocarlo. El 1 de marzo de 1918 se firmó incluso
un tratado entre la «República Soviética Federal Rusa» y la «Repú-
blica de los Obreros Socialistas Finlandeses» 8 • No era, sin embargo,
ni la única ni la primera ocasión de este estilo, pues una situación
similar se había suscitado pocas semanas antes en Ucrania; y no
se había inventado aún la oportuna división de funciones entre el
gobierno soviético y el Comintern. El dilema no tenía relación con
la cuestión formal de la independencia de Finlandia puesto que
podía igualmente haberse producido en una país extranjero. En la
guerra civil finlandesa se luchó con gran encarnizamiento y no ter-
minó hasta la llegada de las tropas germanas llamadas por el go-
bierno burgués finlandés para terminar la cuestión. Después de eso
quedó establecido firmemente en el país el régimen burgués y las
relaciones entre la Rusia Soviética y Finlandia fueron las de estados
separados e independientes.

Lenin, en sus declaraciones de 1917, emparejaba con frecuencia


a Ucrania con Polonia y Finlandia, como una nación cuya pretensión
de independencia era aceptada sin reservas por los bolcheviques. En
un artículo publicado en junio de 1917, denunció al Gobierno Pro-
visional por no cumplir su «elemental deber democrático» declaran-
do la autonomía y la completa libertad de secesión de l,Jcrania 9 • El
paralelo estaba no obstante muy lejos de ser perfecto; la textura
nacional peculiar y la histori~ de la población ucraniana -campe-
sinos, proletariado e intelliguentsia- creaban en el movimiento na-
cional ucraniano ambigüedades y contracorrientes de las que estaban
exentos los movimientos polacos y finlandeses.
El campesinado ucraniano, no solamente constituía la amplia
mayoría de la población, sino que era la única sección que tenía
tras sí una larga tradición. Sus rencores de tipo social y económico,
que fueron siempre el fundamento del nacionalismo campesino, iban
dirigidos contra los terratenientes, predominantemente polacos al
oeste del Dnieper y rusos en los demás sitios, y contra los comer-
ciantes y usureros, casi exclusivamente judíos. Su religión ortodoxa

• Kliuchnikov i Sabanin, Mezhdunarodnaya Politika, ii (1926), 120-1.


• Lenin, Sochineniya, xx, 539-41.
308 Capítulo 11

los unía con la iglesia rusa y hacía que tanto el catolicismo polaco
como d judaísmo les resultasen extraños. El nacionalismo ucraniano
era, por consiguiente, de carácter antisemítico y antipolaco aún más
que antirruso. El líder cosaco del siglo •XVII, Bogdan Jmelnitski, que
era un héroe nacional popular, había acaudillado a los campesinos
ucranianos contra sus amos polacos, anque él era de origen polaco,
y había rendido homenaje a Moscú. Los campesinos ucranianos o
pequeños-rusos eran conscientes de su separación con respecto a los
gran-rusos, pero se reconocían como rusos en el sentido más amplio
y hablaban una lengua reconocidamente emparentada con el ruso.
La supremacía política de Moscú o de Petrogrado podía haberles
ofendido; Kiev era una capital más antigua que las otras dos, pero
era también una capital rusa. Un nacionalismo ucraniano que se
apoyase primera y principalmente en un sentimiento de hostilidad
a Rusia, no atraía a los campesinos.
En el nivel siguiente, la situación se complicaba por la falta de
proletariado indígena ucraniano. Los nuevos centros industriales
que habían crecido y se habían hecho cada vez más importantes con
el cambio de siglo, estaban poblados en gran parte por inmigrantes
del Norte, tanto obreros como administradores. Jarkov, la ciudad
industrial más importante de Ucrania era también de composición
gran-rusa. Y este elemento, combinado con los empleados y la clase
profesional, daba un fondo predominantemente gran-ruso a la cul-
tura urbana de Ucrania. El efecto de ello sobre la situación de 1917
fue característico. Por toda Rusia, la fuerza de los bolcheviques
estribaba en la población urbana y en los obreros industriales, pero
en Ucrania estos grupos no sólo eran débiles en número (las eleccio-
nes de la Asamblea Constituyente de noviembre de 1917 no dieron a
los bolcheviques más que 750.000 votos en Ucrania), sino que eran
predominantemente gran-rusos 10• Los bolcheviques tuvieron, pues,
en Ucrania el doble handicap de ser un movimiento extranjero y un
movimiento de hombres de la ciudad. La coincidencia de la división
nacional con el corte entre ciudad y campo resultó igualmente con-
turbador para los nacionalistas y para los bolcheviques.
El movimiento nacional suscitaba en Ucrania, en esta etapa, una
respuesta poco extendida, tanto por parte del campesino como por
parte del obrero industrial, y siguió siendo obra de una banda de
intelectuales, pequeña pero ferviente, emanados predominantemente
de la enseñanza y de las profesiones de letras, así como del sacer-
'º Esta condici6n persisti6: hasta 1923 se observaba que «la composición
del partido (en Ucrania) es ruso-judía~. (Dvenadtsti Syezd Rossiskoi Kommu-
nisticheskoi Parlii (Bolshevikov) [1923), p. 562).
La autodeterminación en la práctica 309

docio, y que se extendía desde profesores de universidad hasta


maestros de escuela. Este grupo recibía su aliento y ayuda de las
mismas clases de la población ucraniana del este de Galitzia a través
de la frontera austriaca. De esta forma, el nacionalismo ucraniano
estaba dirigido contra la opresión, no ya de los terratenientes pola-
cos o de los mercaderes judíos, sino del burócrata ruso. Pero incluso
en esto se requieren algunas precisiones. Los primeros campeones
del movimiento se movilizaron por odio a los zares más que a los
gran-rusos como tales y fueron tan revolucionarios como nacionalis-
tas, llevando -según decía un gobernador general en los años 1880-
las pa1abras del poeta nacional ucraniano Schevchenko en un bol-
sillo y las de Karl Marx en el otro 11 , aunque la tradición y su fondo
campesino los uni'.a más con los naródniks o los anarquistas que con
los marxistas. La creciente prosperidad económica y la fuerza del
ejemplo extranjero fueron separando gradualmente el movimiento
de la causa de la revolución social. Los primeros años del siglo XX
asistieron al crecimiento, aquí como en el resto de Rusia, de una
intelliguentsia inspirada en los ideales de la democracia liberal y que
encajaba fácilmente dentro del nacionalismo ucraniano. Pero este
grupo siguió siendo pequeño, demasiado aislado de las masas y, por
consiguiente, demasiado ineficaz políticamente para formar el núcleo
de una clase dirigente nativa. Incapaz de producir un impacto social
revolucionario en las masas, se vio obligado a confiar su fuerza de
atracción nacionalista a una campaña contra la opresión política y
cultural de Moscú. Esto era una realidad, pues la prohibición que
pesaba sobre la literatura y los periódicos ucranianos desde 1870,
aunque mitigada en 1905, fue reimpuesta con todo vigor en 1914.
Pero estas restricciones significaban poco para los campesinos y me-
nos que nada para el obrero industrial gran-ruso, de modo que el
movimiento, a falta de apoyo sólido en el interior, fue obligado a
buscar patronos extranjeros, dirigiéndose sucesivamente a los aus-
triacos 1 , a los franceses, a los alemanes y, finalmente, a los polacos;
estos expedientes terminaron por desacreditar un movimiento cuyos
protagonistas se vendían con tanta facilidad a las potencias extran-
jeras. Detrás de estas debilidades y dificultades domésticas del na-
cionalismo ucraniano se halla el hecho desnudo de la dependencia
económica de Ucrania con respecto al mercado ruso y de la impor-
tancia económica que esta región suponía para cualquier estado
11 Citado en: W. Kolarz, Myths and Realities in Eastern Europe (1946),
p. 68.
12 La primera «unión para la liberación de Ucrania» fue organizada en
Viena después del estallido de la guerra en 1914.
310 Capítulo 11

ruso. Ucrania contenía un quinto de la población de la Rusia zarista,


su tierra era la más fértil de Rusia, sus industrias se contaban entre
las más modernas; su mano de obra industrial, así como sus cuadros
administrativos, eran principalmente gran-rusos; su carbón y su acero
eran indispensables para la industria rusa en conjunto mientras los
recursos de los Urales estuviesen relativamente subdesarrollados. Si
la demanda de secesión de Ucrania hubiese sido tan tajante como
la de Polonia o Finlandia, hubiera sido mucho más difícil compagi-
narla con las realidades económicas; pero hay que reconocer honra.
damente que las pretensiones en sí, no eran comparables. Trotski
vituperó más tarde a la burguesía rusa bajo la égida de Kerenski
por «no haber querido acceder a la 'autonomía' del trigo de Ucrania,
el carbón del Don y el mineral metalífero de Krivoi Rog» 13 Sin
embargo, la interdependencia económica de la Rusia industrial y de
Ucrania era un hecho que trascendía a las formas de organización
social o política.
Este movimiento nacionalista rudimentario recibió un fuerte im-
pulso de la Revolución de Febrero y encontró tres jefes: Jrushevski,
un sabio profesor cuya Historia de Ucrania dotaba al movimiento de
una base literaria e histórica; Vinnichenko, un intelectual revolucio-
nario que había representado algún papel en los sucesos de 1905, y
Petliura, un hombre que se había levantado por su propio esfuerzo
y había probado muchos oficios, de los cuales el periodismo era el
más reciente. Los dos primeros eran sinceros nacionalistas y el ter-
cero un enérgico aventurero. En marzo de 1917 se constituyó, bajo
la presidencia de Jrushevski, una Rada Ucraniana Central (o Soviet)
que representaba a los socialrevolucionarios, socialdemócratas, fede-
ralistas sociales (un grupo radical ucraniano) y a las minorías nacio-
nalis tas. En abril consiguió el beneplácito de un congreso ucraniano
nacional. Parece que no tuvo un carácter representativo formal y, al
principio, en conformidad con el carácter principalmente social y
cultural del movimiento, no reclamó ni ejerció funciones políticas;
pero poco a poco la Rada fue surgiendo como una asamblea nacional
en embrión compuesta de unos seiscientos miembros. El 13 de junio
de 1917, después de vanos intentos de negociar con el Gobierno Pro-
visional de Petrogrado, publicó un decreto (la «primera universal»)
proclamando una «República Ucraniana Autónoma», aunque «sin se-
pararse de Rusia ni romper repentinamente con el Estado ruso», y
estableció un «secretariado general» con Vinnichenko a la cabeza,
que asumió pronto la forma y las funciones de un gobierno nacional.

'1 L. Trotski, lstoriya Russkoi Revolyutsii, ii (Berlín, 1933), ii, 48.


La autodeterminación en la práctica 311

El Gobierno Provisional de Petrogrado, cuya táctica en todos los


aspectos había sido la de la dilación, concedió parcialmente y a re-
gañadientes la demanda de autonomía, aunque sujetándose al even-
tual veredicto de la Asamblea Constituyente. Sin embargo, esto era
más un síntoma de la debilidad del Gobierno Provisional que de una
gran fuerza por parte de la Rada y de su secretariado general 14 •
Después de la Revolución de Octubre, en Petrogrado, la crisis
virtual de la autoridad central estimuló aún más el movimiento de
independencia, y el 7-20 de noviembre de 1917, la Rada proclamó
una República del Pueblo Ucraniano, aunque esta proclamación (la
«tercera universal») repetía específicamente la intención «de no se-
pararse de la República Rusa y de mantener su unidad» y de ayu-
darla a «convertirse en una federación de pueblos iguales y libres» 15 •
El secretariado general se convirtió entonces en un gobierno regu-
lar, con Vinnichenko como primer ministro y Petliura como secreta-
rio de asuntos militares. Pero dada la política declarada del gobierno
soviético, todo esto no implicaba necesariamente la ruptura entre
Kiev y Petrogrado, y se mantuvieron relaciones correctas durante
algún tiempo. Tampoco se apresuró mucho, en la práctica, el proceso
de separación; incluso el 29 de noviembre-12 de diciembre de 1917
la Rada estaba pidiendo fondos al Banco del Estado de Petrogrado
para pagar a sus empleados de ferrocarril 16• La omisión o negli-
gencia en satisfacer esta demanda obligó a la Rada a emitir el primer
papel moneda en diciembre de 1917 17 •
Antes de que la Revolución hubiese cumplido el mes de vida,
sin embargo, las relaciones se habían hecho ya muy tirantes. Los
soviets habían hecho su aparición en diversas partes de Ucrania
durante el verano de 1917, especialmente un soviet de diputados

•• Los documentos de este período pueden encontrarse traducidos al in-


glés en Documents of Russian History, de F. A. Golder (1927), pp. 435-43;
el informe completo de los partidos ucranianos lo da B. Krupnyckyi en Ges-
chichte de, Ukraine (Leipzig, 1939), pp. 283-4. La «primera universal» está
en Revolutsiya i Natsionalni Vopros: Dokumenti i Materiali, ed. S. M. Di-
manshtein, iii (1930), 161-4.
" Kliuchnikov i Sabanin, Mezhdunarodnaya Politika, íi, (1926), 432-5;
en Revolutsiya i Natsionalni Vopros: Dokumenti i Materiali, ed. S. M. Di-
menshtein, iii (1930), 196-8, se cita erróneamente una declaración sobre la
defensa nacional como la «tercera universal». Según un miembro del Bund,
por la insistencia de los miembros mencheviques y del Bund pertenecientes
a la Rada se consiguió la inclusión, en la declaración, de la cláusula sobre
el mantenimiento de la unidad de Rusia (M. G. Rafes, Dva Goda Revolutsii
na Ukraine (1920], p. 57).
" Revolutriya 1917 goda, ed. l. N. Liubimov (1930), vi, 236-7.
17 Vinnichenko, Vidrodzheniya Natsii (Viena, 1920), ii, 230.
312 Capitulo 11

de obreros y otro separado de soldados en Kiev 18• Después de la


Revoluci6n de Octubre se unieron ambos, y el aliento que les prest6
el gobierno soviético de Petrogrado 19 dio lugar a sus deliberados
intentos de minar la autoridad de la Rada. El momento de la ruptura
llegó con la organizaci6n de un ejército antibolchevique en el Don
por obra de los generales blancos Komilov y Kaledin, este último
atamán de los cosacos del Don 20• Los agravios específicos que el
11 E. Bosh, God Borbi (192.5), pp. .54-7.
19Un articulo de Stalin publicado en Pravda, del 24 de noviembre al 7 de
diciembre de 1917, contenía una urgente apelación «a crear un congreso re-
gional de diputados de obreros, campesinos y soldados en Ucrania»; el ar-
ticulo no se reimprimió en las obras de Stalin.
20 Los cosacos eran descendientes de colonos de la frontera que, en
diferentes momentos desde el siglo XV al xvm, habían adquirido tierras, apo-
derándose de ellas o por concesión de los zares, en las peligrosas comarcas
fronterizas del Imperio moscovita, y que las conservaban a cambio de la
obligación perpetua de cumplir servicio militar. En el siglo x1x se habían
convertido en el soporte principal del régimen. Estaban organizados en una
docena de grandes comunidades militares, conocidas por el nombre de voiska
u hordas, que se extendían desde el Don, a través de Asia Central, hasta la
Siberia oriental. A la cabeza de cada comunidad había un atamán electo que
gozaba de poderes casi dictatoriales, aunque nominalmente era responsable
ante un consejo elegido. Al dfa siguiente de la Revolución de Octubre, Kale-
din, atamán de los cosacos del Don, proclamó en esta región un gobierno
cosaco independiente, y los atamanes de Kuban y de los cosacos de Terek
siguieron sus pasos. Dutov, atamán de los cosacos de Orenburgo, y Semenov
de los de Ussuri, organizaron también fuerzas antibolcheviques en el primer
invierno de la Revolución. Los cosacos del sur de Rusia fueron el núcleo de
lo que, bajo Kornilov, y después bajo Denikin, se convirtió en el ejército
voluntario «blanco».
Sin embargo, las desigualdades en la posesión de la tierra habían creado
divisiones de intereses entre los cosacos pobres y los acomodados, y la de-
serción, estimulada por el cansancio de la guerra, empezó a aparecer entre los
cosacos de la masa anónima después de la Revolución de Febrero. M. Philips
Price, en su libro War and Revolution in Asiatic Russia (1918), pp. 294-.5, des-
cribe una rebelión de los cosacos del norte del Cáucaso contra sus jefes en
marzo de 1917. Los bolcheviques pod(an, pues, aprovechar este descontento en
favor suyo, y, así, el decreto sobre la tierra del 26 de octubre-8 de noviembre
de 1917 eximia de la expropiación a «las tierras de lds cosacos que son soldados
rasos». Poco después una delegación de cosacos recibió el aliento de Lenin
y Trotski para que dividiesen las tierras de los grandes terratenientes cosacos
y formasen soviets cosacos (John Reed, Ten Days That Shook the World
[N. Y., 1919], p. 288). En noviembre de 1917 se trajeron al VTslK cinco
representantes cosacos y el Congreso de Soviets se convirtió desde su ter-
cera sesión en adelante en «Congreso de Soviets de los Diputados de
Obreros, Campesinos, Cosacos y Soldados de toda Rusia» (Treti Vserossiski
Syezd Sovetov [1918], p. 81). En diciembre de 1917, un decreto dirigido
a «Todos los cosacos trabajadores» abolía la obligación del servicio militar y
las limitaciones a la libertad de movimiento, ofrecía uniforme y equipo a los
que se dispusiesen a servir como voluntarios y prometía un arreglo de la
La autodeterminación en la práctica 313

gobierno soviético achacaba a la Rada tenían un aspecto predomi-


nantemente militar; la Rada se esforzaba en efectuar una separación
de los ejércitos haciendo volver a todas las unidades ucranianas a
sus bases de Ucrania y contribuyendo así aún más a desorganizar
los frentes existentes y a crear confusión en el procedimiento de
desmovilización; estaba desarmando unidades de la Guardia Roja
y del Soviet en suelo ucraniano y rehusándose a permitir que las
fuerzas soviéticas pasasen a través de Ucrania para constituir un
frente contra los «blancos», mientras daban paso a formaciones
cosacas en su marcha para unirse con Kaledin en el Don 21 • La con-
clusión del armisticio con las potencias centrales en Brest-Litovsk,
el 2-15 de diciembre de 1917, alivió la presión que sufrían los escasos
recursos mili tares del gobierno soviético y, el 4-17 de diciembre
de 1917, se despachó una larga comunicación dirigida a la Rada
ucraniana que simultáneamente se hizo pública. Empezaba ésta por
acordar el reconocimiento de la República Ucraniana del Pueblo en
nombre del principio de autodeterminación, pero seguía con una
acusación a la Rada de practicar una política burguesa equívoca que
se había manifestado en su negativa a reconocer a los Soviets y al
poder soviético en Ucrania y pedía el inmediato abandono de las
tres prácticas arriba enumeradas. Incluía también la petición posi-
cuestión agraria (Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 8, art. 68). En febrero
de 1918 los cosacos del Don más jóvenes habían «respondido a la propaganda
bolchevique y se habían levantado contra sus padres y contra el gobierno
de Kaledin» (Foreign Re/ations of the United States, 1918: Russia, ii [ 1923],
621). En septiembre de 1918 se creó una sección cosaca del VTsIK que pu-
blicaba un periódico titulado Klich Trudovii Kazakov; su informe del primer
año de sus actividades (Kazachi Otdel: Kratki Istoricheski Ocherk i Otchet
Kazachyego Otdela VTsIK po Oktiabr 1919 g. [ 1919]) es una valiosa fuente.
Durante la guerra civil se hicieron numerosas invocaciones a los cosacos para
que apoyasen la Revolución, las cuales culminan en una emanada del séptimo
Congreso de Soviets de noviembre de 1919 (7i. Vserossiski Syezd Sovetov
[1920], pp. 55-6). Es difícil juzgar del efecto de estos esfuerzos y es verdad
que el peso de las fuerzas cosacas caía del lado de los «blancos». Después
de la guerra civil las comunidades cosacas se asimilaron gradualmente al resto
de la población, pero los cosacos conservaron su título, como uno de los
cuatro grupos constitutivos del poder soviético, hasta la fundación de la URSS,
cuando los nombres de los grupos separados cayeron en desuso. El papel de
los cosacos en la Revolución sería tema de una monografía muy útil; se citan
más fuentes en The Bolshevik Revolution, 1917-1918, de Bunyan y Fishcr
(Stanford, 1934), pp. 401-6, y hay un artículo informativo en Zhizn Natsio-
na/nostel, núm. 6 (63), 15 de febrero de 1920.
21 Stalin, en un informe subsiguiente al VTsIK, insistió en que estas
tres cuestiones y no la de la autodeterminación habían sido la causa de la
ruptura, pues en la autodeterminación «el Sovnarkom va más allá que la Rada,
ya que admite incluso el derecho de separación» (Stalin, Sochíneniya, iv, 15-17).
314 Capítulo 11

tiva de que la Rada prestase ayuda a las tropas revolucionarias en


su lucha contra el levantamiento contrarrevolucionario Kadete-Ka-
ledin. Si estas demandas no eran cumplimentadas en forma satisfac-
toria en el plazo de cuarenta y ocho horas, se consideraría a la Rada
«en estado de guerra declarada contra el poder soviético en Rusia
y en Ucrania» 22 • Detrás de estas recriminaciones políticas se perci-
bía la creciente amenaza del hambre en Petrogrado y Moscú y la
urgente necesidad de grano ucraniano. «Si queréis alimentos», escri-
bía Radek en Pravda, «gritad: 'muerte a la Rada'.» 23.
La amenaza de Petrogrado produjo la reacción que se esperaba,
v la tendencia inherente del movimiento nacional ucraniano a colo-
~arse bajo patronazgo extranjero al enfrentarse con el poder supe-
rior ruso, se hizo patente una vez más. En Kiev había permanecido
durante algún tiempo una misión militar francesa bajo las órdenes
del general Tabouis. No puede precisarse la exactitud del momento
en que los esfqerzos de esta misión empezaron a inducir a la Rada
«a reconstituir una fuerza de resistencia y permanecer fiel a los
aliados», pero se hace referencia a estos intentos en lo que parece
ser la primera comunicación formal del general Tabouis a Vinnichen-
ko, fechada el 5-18 de diciembre de 1917 al día siguiente del ulti-
mátum de Petrogrado-, cuya comunicación pedía detalles de la
«ayuda financiera y técnica» que desearía recibir de Francia la Re-
pública Ucraniana 24 • El hecho de un acuerdo franco-ucraniano fue
rápidamente conocido en Moscú donde Stalin publicó en Pravda del
15-28 de diciembre de 1917 lo que pretendía ser un telegrama inter-
ceptado de la misión francesa a la Rada 25 • Mientras tanto, el gene-
ral Tabouis anunció en Kiev su nombramiento como comisionado
por la República Francesa ante el gobierno de la ucraniana y, el
29 de diciembre de 1917-11 de enero de 1918, informó a Vinni-
chenko que Francia ayudaría a la República de Ucrania con todas
22 El texto está impreso en Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 6,
art. 90, y en Lenin, Sochineniya, xxii, 121-3. Según las notas en esta última
cita, el cuerpo de la declaración fue redactado por Lenin y el ultimátum final por
Trotski (!bid., xxii, 591). Las causas de la ruptura fueron examinadas por
Stalin muy largamente en un artículo publicado en Pravda (Stalin, Sochineniya,
iv, 6-14). Según M. Philips Price ( My Reminiscences of the Russian Revolu-
tion, 1921, pp. 198-9), Piatakov, que era ucraniano de nacimiento, fue el
defensor principal de la acción militar contra la Rada, pues era contrario al prin-
cipio de autodeterminación nacional (véase anteriormente, pp. 279-80, 286-7).
23 Pravda, 2-15 de enero de 1918.
'" Vinnichenko, Vidrodzheniya Natsii (Viena, 1920), ii, 232-3.
" Stalin, Sochineniya, iv, 19-21. Las impresiones generales en Petrogrado
en aquel momento están relatadas con gran vivacidad por M. Philips Price
en My reminiscences of the Russian Revolution (1921), pp. 194-5.
La autodeterminación en la práctica 315

sus fuerzas morales y materiales. Al mismo tiempo hacía una decla-


ración similar el representante británico en Kiev 26 •
Por el lado bolchevique, la decisión implícita en el ultimátum
del 4-17 de diciembre de 1917 de romper con la Rada, requería la
formación rapidísima de una autoridad que la sustituyese en Ucra-
nia. El día antes del ultimátum se inauguró en Kiev un Congreso
de Diputados de Obreros, Soldados y Campesinos de toda Ucrania
y previamente, como preparación al congreso, se había reunido el
partido bolchevique local y se había rebautizado como Partido de
los Obreros Socialdemócratas rusos (bolcheviques) de la Social-
Democracia de Ucrania -un título híbrido que bastante torpemen-
te apuntaba a conciliar la unidad del partido con una concesión al
sentimiento nacional ucraniano--. Pero esto no salvó a los bolche-
viques de ser abucheados en el Congreso por los partidarios de la
Rada 27 • La réplica insatisfactoria de ésta al ultimátum 28 , no fue se-
guida de una ruptura declarada, en parte porque en ninguno de los
dos lados se quería realmente la guerra y, en parte también, porque
el gobierno soviético había encontrado ahora mejores medios para
manejar la situación. Los bolcheviques de Ucrania se retiraron de
Kiev, donde no era posible disputar el poder a la Rada, a Jarkov,
donde convocaron el 11-24 de diciembre de 1917 un nuevo Con-
greso de Soviets de toda Ucrania. Dos días después un «comité
ejecutivo central de Ucrania» elegido por este Congreso telegrafiaba
al gobierno de Petrogrado que había «asumido plenos poderes en
Ucrania» 29 • Este comité estaba compuesto principalmente de bolche-
viques con una ligera participación de escritas de izquierda 30 •
Desde este momento en adelante, el gobierno soviético siguió
decididamente una política doble. Por un lado, daba la bienvenida
a esta nueva autoridad como gobierno genuino de la República Ucra-
niana del Pueblo y se dispuso, por tanto, a suministrarle todo el
apoyo posible «en la lucha por la paz» y «en la transferencia de
26 Esta correspondencia fue impresa por Vinnichenko (Vidrodzheniya
Natsii, Viena, 1920, ii, 235-43), quien tiene el cuidado de advertir que en ella
se fecha con antelación la proclamación de la independencia de Ucrania en
la «cuarta universal» del 9-12 de enero de 1918. El 7 de enero de 1918, el
Gobierno Francés informó a Washington de que había decidido reconocer a la
Rada «como gobierno independiente» (Foreign Relations of the United States,
1918: Russia, ii [1932], 655).
v Revolutsiya 1917 goda, vi, ed. I. N. Liubimov ( 1930), 269-71.
21 El texto de esta réplica y de los intercambios que siguieron se da en
ibid., pp. 289-92.
29 Protokoli Zasedani VTsIK 2 Sozyva (1918), pp. 158-9; E. Bosh, God
Borbi (1925), p. 81, donde el telegrama está fechado correctamente.
30 Para la lista véase ibid., p. 91.
Capítulo 11

todas las tierras, fábricas, talleres y bancos al pueblo trabajador de


Ucrania» 31 • Esto no impidió, sin embargo, que continuase, a través
de diversos intermediarios, las negociaciones con la Rada 32 , o que
no reconociese muy voluntariamente las credenciales de la delegación
de ésta en la conferencia de la paz de Brest-Litovsk, credenciales
que no hubieran podido dejar de reconocerse sin sembrar la duda
con respecto a la sinceridad de las protestas bolcheviques de devo-
ción a la causa de la autodeterminación nacional 33 • Para entonces,
como reconocía francamente Vinnichenko, la gran mayoría de la
población ucraniana estaba contra ellos 34 • El área de la autoridad
de la Rada se contrajo rápidamente a medida que se desbandaban
sus fuerzas o se pasaban a los bolcheviques. El 9-22 de enero de
1918 publicó una «carta universal» proclamando finalmente la Re-
pública de Ucrania como «estado independiente, libre y soberano
del pueblo ucraniano», y su independencia fue reconocida por el
gobierno alemán diez días después 35 • No obstante, mientras se in-
tercambiaban estas formalidades, las tropas soviéticas estaban cer-
cando a Kiev, donde entraron el 26 de enero-8 de febrero de 1918.
La Rada fue derrocada y unos pocos días después se instaló allí el
nuevo Gobierno Soviético Ucraniano 36 •
No acabó aquí, sin embargo, la historia; el dominio del Gobier-

31 Iwestiya, 17-30 de diciembre de 1917, cit11do en: Lenin, Socbine11iyt1,


xxii, 592.
32 Revolutsiya 1917 goda, vi, ed. I. N. Liubimov (1930), 375-6, 414.
33 La anomalía de la situación se ejemplifica en el hecho de que in-
cluso el 28 de diciembre de 1917-10 de enero de 1918, muchos días después
de haber reconocido Petrogrado el régimen soviético de Ucrania, Trotski de-
claraba en Brest-Litovsk, en contestación a Kühlmann, que la delegación rusa.
puesto que había reconocido el derecho a ]a autodeterminación, no hacía
objeción ninguna a la participación de la delegación ucraniana en la confe-
rencia de la paz (Mirnie Peregovori v Brest-Litovske, i [1920], 52). En una
etapa posterior la delegación rusa intentó introducir en la conferencia delegados
del gobierno de Jarkov, pero tanto la Rada como los alemanes se opusieron
a ello.
34 Vinnichenko, Vidrodzheniya Natsii (Viena, 1920), ii, 216; Hrushevsky
(History of the Ukraine [trad. ingl. Yale, 1941], pp. 534-5) escribe sobre el
efecto de la propaganda bolchevique en las fuerzas de ejército de Uaania.
35 Vinnichenko, Vidrodzheniya Natsii (Viena, 1920), íi, 244-52.
36 La autoridad principal para el estudio de estos sucesos es la prensa
contemporánea; algunos extractos están recogidos en Sochineniya, de Lenin,
xxii, pp. 591-2. Se encontrarán aclaraciones parciales interesantes en Vinni-
chenko, op. cit., ii, 252-6 y en My Reminiscences of the Russian Revolution
(1921), de M. Phillips Price, pp. 198-203, 233-5. En Foreign Relations o/ the
United States, 1918: Rusia, ii (1932), 675-6, se publica un informe del cónsul
de Estados Unidos en Kiev sobre la toma de la ciudad por los bolcheviques.
La autodeterminación en la práctica 317

no Soviético Ucraniano duró menos de tres semanas, en las cuales


no hizo mucho por conciliarse a la población o por hacer desapare-
cer la impresión de una ocupación por una fuerza extranjera venida
del exterior 37 • En el momento en que la Rada estaba siendo desalo-
jada de Kiev, sus delegados estaban firmando un tratado de paz con
Alemania en Brest-Litovsk, y fiel a su tradición de buscar protección
extranjera contra el poder de Petrogrado, la Rada pidió ayuda a
Alemania el 12 de febrero de 1918 38 • Las tropas alemanas pasaron
rápidamente sobre Ucrania, y el 2 de marzo de 1918 los bolchevi-
ques abandonaron Kiev a las fuerzas de la Rada a las órdenes de
Petliura. Sin embargo, ni la acción de gracias religiosa celebrada
_por Petliura ni la elocuencia de Jruschevski, que volvió a Kiev como
presidente de la Rada, ocultaron la amarga verdad, admitida por
Vinnichenko, de que la Rada debía su restauración a la artillería
pesada germana 39 • Su complacencia tampoco la salvó por mucho
tiempo, pues a finales de abril la Rada fue despreciativamente de-
puesta y sustituida por un gobierno más eficaz o más dócil, patro-
cinado por Alemania, bajo la presidencia del hetman Skoropadski.
Este nuevo régimen era de conveniencia militar germánica y si
tenía alguna significación en la acción recíproca de las fuerzas inter-
nas de Ucrania era representando los intereses de los grandes terra-
tenientes y los campesinos acomodados cuyo excedente de produc-
ción ofrecía a las autoridades germanas de ocupación una última
esperanza de volver a llenar los vacío~ graneros alemanes. Era un
régimen francamente reaccionario que poco podía ofrecer a los nacio-
nalistas de Ucrania y nada a los !)ropugnadores de una reforma so-
cial. Esto no impidió que continuasen las negociaciones de paz entre
él y el gobierno soviético 40 • No había donde elegir, desde el punto

" M. G. Rafes, Dva Goda Revolutsi na Ukraine (1920), p. 77; según


M. Philips Price (My Reminiscences of the Russian Revolution, 1921, pp. 202-
203), las pocas tropas soviéticas disciplinadas habían sido enviadas al frente
dd Don y los ejércitos soviéticos de Ucrania eran el resultado de alistamientos
improvisados de aventureros de todas clases que «sin ningún interés ni cono-
cimiento de Ucrania... pretendían actuar como los libertadores del pueblo
ucraniano•.
31 Vinnichenko, Vidrodzheniya Natsii (Viena, 1920), ii, 301; texto en
lzvestiya, 19 de febrero de 1918. Según M. G. Rafes (Dva Goda Revolutsi na
Ukraine [1920], p. 70) había habido ya en la Rada, en el momento del
acuerdo con el general Tabouis en diciembre de 1917, un partido fuerte que
creía que no podrían contener a los bolcheviques más que con la ayuda de
los alemanes.
39 Vinnichenko, Vdrodzheniya Natsii (Viena, 1920), ii, 296, 299-302.
.. Stalin, que inicialmente estuvo encargado de estas negociaciones, las
defendió en una declaración hecha a Iwe.rtiya (Sochineniya, iv, 82-4).
318 Capítulo 11

de vista soviético, entre una Rada patrocinada por Alemania y un


hetman en las mismas condiciones; por tanto, una delegación sovié-
tica continuó con discusiones sin fin en Kiev durante todo el verano
de 1918. El hecho de que los bolcheviques no quisiesen reanudar
la guerra contra los alemanes en Ucrania era uno de los cargos que
la izquierda eserita les hizo en el quinto Congreso de Soviets de toda
Rusia celebrado en Moscú. El asesinato de Eichhorn, el general ale-
mán en Ucrania, fue, como el de Mirbach, un fracasado intento de
perturbar las relaciones soviético-germanas.
La autoridad de Skoropadski sobre Ucrania duró hasta el hun-
dimiento militar germano en noviembre de 1918. Después se repitió
la historia del invierno anterior; elementos de la vieja Rada volvie-
ron a establecerse en Kiev como «directorio ucraniano» con Vinni-
chenko como presidente y Petliura, que aparecía ahora con el carác-
ter de supuesto dictador, como comandante en jefe, y se apeló una
vez más a la ayuda francesa. No obstante, el general d' Anselm, co-
mandante de las fuerzas francesas en Odesa, podía ofrecer poco más
que palabras, e incluso éstas fueron menos alentadoras que las pro-
mesas del general Tabouis del año anterior 41 • El único rasgo nuevo
en la situación fue la proclamación de la inclusión en la República
ucraniana de la llamada «Ucrania occidental», antigua provincia
austríaca del este de Galitzia; coincidiendo naturalmente con la des-
aparición de la autoridad de las potencias centrales. Así se creó un
muro de contención entre Ucrania y Polonia.
Es un dato significativo de hasta qué punto carecieron los bol-
cheviques de apoyo organizado en Ucrania misma el que, incluso en
el caos creado por la caída del poder germano y la huida de Skoro-
padski, fueron ellos incapaces de apoderarse directamente del po-
der. Sin embargo, la táctica bolchevique fue más audaz que antes
y, pocos días después del derrumbamiento germano, se constituyó
en Kursk, en la frontera septentrional «un gobierno provisional de
los obreros y campesinos de Ucrania» bajo la dirección de Piatakov.
Este gobierno publicó, el 29 de noviembre de 1918, un manifiesto
anunciando que había asumido el poder y que transfería la tierra a
los campesinos y las fábricas a «las masas trabajadoras ucrania-

" En Vidrodzheniya Natsii (Vit:na, 1920), de Vinnichenko (iii, 267-8),


se cita una declaración extremadamente cauta del general d'Anselm prome-
tiendo la ayuda francesa a todos los «elementos bien dispuestos» en favor
de la restauración de Rusia. Por otra parte los bolcheviques, en una nota
dirigida a la conferencia de París de febrero de 1919, dieron un informe cir-
cunstancial de un pretendido acuerdo entre Petliura y el mando militar francés
(L 'Ukraine soviétiste, Berlín, 1922, pp. 15-16).
La autodeterminación en la práctica 319

nas» 42 ; en Jarkov, se apoderó del poder un soviet después de una


huel§a general de tres días, que tuvo lugar a comienzos de diciem-
bre 4 ; y en seguida, las tropas bolcheviques empezaron a avanzar
hacia el sur. En respuesta a las protestas del «directorio», Chicherin
declinó toda responsabilidad en el gobierno y en los ejércitos de
Piatakov, que eran «completamente independientes», por medio de
una nota publicada el 6 de enero de 1919 44• Diez días después, el
«directorio» declaró la guerra a Moscú, aparentemente · contra los
deseos de Vinnichenko 45 , quien dimitió poco después. Esto no con-
siguió de ningún modo retrasar a los ejércitos soviéticos que se
establecieron en J arkov y que en febrero de 1919 se abrían camino
retrocediendo hacia Kiev, lo mismo que habían hecho un año antes.
Fueron recibidos por la población con toda clase de muestras de
entusiasmo 46 • Los miembros del «directorio» expulsado transfirie-
ron sus principales actividades a la conferencia de paz de París, don-
de sus argumentos cayeron en los sordos oídos de estadistas más
interesados en la causa de Polonio o de los generales blancos, empe-
ñados en reconstituir la unidad del Imperio ruso, que en la del na-
cionalismo ucraniano.
La capital de la Ucrania soviética se estableció ahora en Jarkov,
su centro industrial más importante, y Piatakov, que aunque nacido
en Ucrania parece haber mostrado poca simpatía hacia las demandas
de independencia de su país 47 , fue reemplazado en la jefatura del
Gobierno Soviético ucraniano por Rakovski. El 10 de marzo de
1919 se aprobó oficialmente en el tercer Congreso de Soviets de
toda Ucrania una Constitución de la República Soviética Socialista
Ucraniana que no se diferenciaba en ningún detalle importante de
su prototipo, la constitución de la RSFSR 48 • La debilidad consti-

42 Politika Sovetskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu ( 1920), pp. 109-


111, art. 147; en Sochineniya, iv, 174-6, se encuentra un artículo de Stalin
de 1 de diciembre de 1918 titulado «Ucrania está siendo liberada».
"" Stalin, Sochineniya, iv, 180.
... Vinnichenko, Vidrodzheniya Natsii (Viena, 1920), iií, 205-8; con res-
pecto a la réplica de Vinnichenko de 9 de enero de 1919, acusando al Go-
bierno de Moscú de proseguir la vieja política zarista de imperialismo, véase
ibid., iii, 213-18 .
., Ibid., iii, 230.
" Ibid., iii, 328.
" Este es probablemente el sentido de la declaración de un reportero
competente de que «las ideas del gobierno de Piatakov eran más izquierdistas
que las de sus partidarios» (Arthur Ransome, Six Weeks in Russia in 1919
[1919], p. 22).
.. Politika Sovetskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu (1920), pp. 113-
116, art. 151; Istoriya Sovetskoi Konstitutsi v Dekreta; (1936), pp. 115-21.
320 Capítulo 11

tutiva de una RSS Ucraniana independiente se revelaba en la lista


de los miembros del presidium del tercer Congreso de Soviets de
toda Ucrania que fumó la Constitución. Rakovski, Piatakov, Bubnov
v Kviring eran bolcheviques conocidos, pero sus credenciales como
portavoces de la nación ucraniana no eran muy sustanciales 49 • Y en-
tre tanto, las condiciones externas eran desfavorables en todos los
aspectos; la lucha continuó durante algún tiempo en el oeste donde
las fuerzas en retirada de Petliura se distinguieron por sus crueles
matanzas de gran parte de la población judía 50• En la Ucrania orien-
tal un jefe campesino de prominentes condiciones, el anarquista
Nestor Majno, había organizado en 1918 un grupo de partisanos
para luchar en guerrillas contra Skoropadski, y este grupo creció has-
ta convertirse en un movimiento organizado con un ejército de unos
millares de soldados que controlaba en momentos diferentes grandes
extensiones de terreno y luchaba tanto al lado de los bolcheviques
como contra ellos 51 • Quedaban también aún bolsas de tropas ger-
.. Entre otros bolcheviques muy conocidos incluidos en el gobierno de
Rakovski, estaban Artem, Voroshilov, Mezhlauk y Podvoiski (lista completa
en L'Ukranie Soviétiste, Berlín, 1922, pp. 9-10). Algunos de ellos, como
Trotski y Zinoviev, habían nacido en Ucrania pero apenas se consideraban
ucranianos. Rakovski era de origen rumano, había tomado parte activa en el
Partido Socialdemócrata Rumano durante la guerra de 1914-18 y apareció
en el tercer Congreso de Soviets de toda Rusia de enero de 1918, como
el portador de los saludos de «la socialdemocracia de Rumania» (Treli Vse-
rossiski Syezd Sovetov, 1918, pp. 10-11). No había en esto nada de excep-
cional: los funcionarios del partido eran con frecuencia trasladados de un
campo a otro en un tiempo en que había pocos en quienes confiar y en que
las distinciones nacionales parecían poco importantes. En el primer Congreso
de Soviets de toda Rusia de junio de 1917, Zinoviev había hablado en re-
presentación de la sección ucraniana del partido.
50 Según un escritor judío, un miembro de la Rada llamaba al antisemi-
tismo «nuestro principal triunfo», y decía que «ningún bolchevismo puede
oponerse a nuestro antisemitismo» (M. G. Rafes, Dva Goda Revolutsi na
Ukraine, 1920, p. 132).
" Nestor Majno era uno de los jefes de un grupo de «anarco-comunistas»
establecidos en el pueblo ucraniano de Gulyai-Pole en la provincia de Ekate-
rinoslav en 1905. Dos años después, a raíz de los disturbios campesinos pro-
vocados por las reformas de Stolipin, Majno fue enviado a Siberia. Al volver,
en 1917, organizó el grupo en la línea de una comuna campesina, y en el
otoño de 1918 levantó una organización partisana para hacer frente al régimen
de Skoropadski y sus defensores alemanes y austríacos. Sus fuerzas aumen-
taron rápidamente en número, y desde 1918 a 1921 luchó sucesivamente, y
a veces simultáneamente, contra el directorio ucraniano, Denikin, Wrangel
y los bolcheviques. Sus memorias fueron seguidamente publicadas en ruso en
París en tres volúmenes (los dos últimos póstumos), bajo los títulos sepa-
rados de: Russkaya Revolutsiyana Ukraine (1929); Pod Udarami Kont"evo-
lutsii (1936); Ukrainskaya Revolutsiya (1937). Las memorias terminan en
La autodeterminación en la práctica 321

manas aquí y allí, y los destacamentos franceses habían acampado en


el mar Negro y en Crimea. En julio, el ejército de Denikin, respal-
dado por los aliados, comenzó su avance hacia el norte; el Ejército
Rojo se retiró y en septiembre Kiev fue nuevamente ocupado por
las fuerzas, primero de Petliura y después de Denikin mismo. La
desorganización era completa en ese momento; el hambre, el tifus
y otras epidemias asolaron Ucrania 52• Varios jefes militares indepen-
dientes, de los cuales Majno no era más que el más poderoso, ba-
tían la comarca con bandas que variaban de carácter desde ejérci-
tos organizados hasta patrullas predatorias. El descontento de los
campesinos con el dominio soviético fue rápidamente olvidado por
el odio que despertaba la opresión mucho más cruel de las fuerzas
de ocupación de Denikin. La derrota de éste tuvo por consecuencia
la toma de Kiev por el Ejército Rojo en diciembre de 1919 y la
instalación en esta ciudad de un «comité revolucionario militar» de
cinco miembros, tres de ellos bolcheviques, por obra de un decreto
firmado por Rakovski como presidente del Sovnarkom ucraniano 53 ;
y por tercera vez se intentó consolidar un régimen soviético en Ucra-
nia. En febrero de 1920 se había conseguido reestablecer la autori-

diciembre de 1918 y no parece haberse publicado un tercer volumen prome-


tido que contenía las notas de Majno y artículos sobre el período posterior.
El editor de los volúmenes segundo y tercero explica en el prólogo al se-
gundo que Majno «no tenía más que una educación elemental y no dominaba
el lenguaje literario» mientras que las memorias presentan un relato de una
figura enigmática un tanto demasiado acabado y coherente; se pinta como
un anarquista convencido que rechaza toda autoridad estatal como opresiva
y contrarrevolucionaria, pero eso no le impide ejercer una severa disciplina
militar entre los que integran su movimiento. Idealizaba al campesino pero
no era político, pues se enfrentaba igualmente con los terratenientes, con los
cosacos, la burguesía, los nacionalistas ucranianos (se dice que no hablaba
ucraniano) y con la Asamblea Constituyente a la que llamaba «una baraja de
todos los partidos políticos» (Russkaya Revolutsiya na Ukraine [1929], p. 18).
Cooperó con los bolcheviques durante breves períodos pero se opuso a todos
sus intentos de establecer su autoridad en Ucrania. Sus actividades se confina-
ron principalmente a la Ucrania situada al este del Dniéper; a pesar de todo
su anarquismo, Majno parece haber heredado algo de la tradición cosaca de
comunidades militares independientes que era tan fuerte en esta región. Un
relato informativo de su movimiento, obra de uno de sus seguidores (P. Arshi-
nov, Istoriya Mainovskogo Dvizheniya, Berlín, 1923), está deformado por un
excesivo culto al héroe; el antídoto viene dado por una publicación soviética:
M. Kabanda, Mainovshina (s. f., ¿1925?).
52 Aparecen referencias a la gravedad de la epidemia de tifus en el invierno
de 1919-20, en P. Arshinov, Istoriya Mainovskogo Dvizheniya, Berlín, 1923,
pp. 156, 158.
53 Zhizn Natsionalnostei, núm. 48 (56), 21 de diciembre de 1919:
Oktiabrskaya Revolutdya: Pervoe Piatelie (Jarkov, 1922), p. 117.
Carr, t. I, 21
322 Capitulo 11

dad soviética en los centros principales, pero aún no se había llegado


al fin del período de trastornos y disturbios. En diciembre de 1919
el frustrado Petliura, derrotado por los bolcheviques, ignorado por
los aliados en París, pero espoleado por Denikin, se volvió a la única
alternativa concebible como fuente de ayuda moral y material: Po.
lonia. Polonia, opuesta a la reincorporación de Ucrania a una Rusia
unida, fuese bajo mando soviético o bajo el de Denikin, halló en
Petliura al único caudillo nominal del separatismo ucraniano que
quedaba. Petliura abandonó cínicamente las pretensiones de Ucrania
a la Galitzia oriental a cambio de la ambición de regir Ucrania como
una unidad satélite de un imperio polaco. El acuerdo de Petliura
con el Gobierno polaco, que fue firmado en Varsovia el 2 de diciem-
bre de 1919 54, fue la señal de la bancarrota definitiva del naciona-
lismo burgués ucraniano, puesto que los rudimentarios sentimientos
nacionalistas de los campesinos ucranianos estaban principalmente
estimulados por su hostilidad hacia el terrateniente polaco; y este
tratado abrió el camino a una nueva incursión en el interior de
Ucrania por parte de las tropas polacas, que ocuparon Kiev durante
seis semanas en mayo-junio de 1920. Esta vez, sin embargo, la derro-
t~ y expulsión del invasor aportó a Ucrania la inmunidad para una
invasión extranjera durante dos décadas. Otro año casi entero hizo
falta para restaurar el orden en el país 55, y la lucha esporádica con
los partisanos no acabó hasta que Majno cruzó la frontera de Ru-
mania el 28 de agosto de 1921 con el último remanente de sus
fuerzas 56• El régimen soviético, dueño indisputable por fin del país,
parecía .ofrecer a la población ucraniana no solamente las bendicio-
nes de la paz, sino un Gobierno más tolerable que cualquiera de los
sufridos en aquellos turbulentos años.
Así tuvo lugar el difícil nacimiento del Soviet de Ucrania. El de-
recho a la autodeterminación nacional y a la secesión había sido
justificado oficialmente, pero mientras en Finlandia la clase rectora
burguesa había sido suficientemente fuerte como para ganar el re-
conocimiento en tanto que representante de la nación finlandesa, en
la revolución de Ucrania se había dado un paso adelante más y la
burguesía había sido desalojada por una «dictadura de las masas tra-
bajadoras y explotadas del proletariado y de los campesinos pobres»

.. Vinnichenko, Vidrodzheniya Natsii (Viena, 1920), iii, 474-6.


" En Sobranie Sochineni (i, 1929, 176-80), de M. P. Frunze, se recoge
un ultimátum dirigido a Majno por el comandante soviético Frunze, en no-
viembre de 1920, después de la derrota de Wrangel, exigiendo que las
fuerzas de Majno se incorporasen al Ejército Rojo; el ultimátum fue rechazado.
56 P. Arshinov, Istoriya Mainovskogo Dvi%heniya, Berlfn, 1923, p. 200.
La autodeterminación en la práctica 323

(el término aparece en el primer artículo de la Constitución de Ucra-


niania), que vino a ser así la depositaria de la independencia nacio-
nal de Ucrania. Eran evidentes los intereses de Petrogrado en una
solución de este tipo, pero la evidencia sustenta también la conclu-
sión de que, después de sopesado, el nacionalismo burgués ucraniano
había sido hallado deficiente, pues no podía apelar a ningún movi-
miento obrero nacional; y fracasó, en cuanto a conseguir el apoyo
de los campesinos, por su fallo en unirse a la causa, no meramente
de una revolución social, sino de cualquier reforma social en la es-
cala más insignificante -fallo franca y repetidamente admitido por
Vinnichenko, el más honesto de sus jefes 57 • Su debilidad le hizo ser
presa fácil de las pcesiones extranjeras e imposibilitó así toda real
libertad de acción, y su hundimiento final tuvo lugar en 1920, cuando
el dirigente más activo, Petliura, pactó con los polacos, enemigos
nacionales del campesino ucraniano.
La burguesía ucraniana se había mostrado aún menos capaz que
la gran-rusa de llevar a cabo la revolución burguesa y su fracaso
dejó abierta la sucesión, para la cual no había en liza más candidato
serio que los bolcheviques. La desintegración de todas las fuerzas
que, una tras otra, se les oponían demostró que los bolcheviques, en
cualquier caso, eran aceptados por las masas ucranianas como mal
menor. La solución no fue, sin embargo, fácil. La única elección
efectiva que se presentaba al gobierno. soviético al comienzo de
1918, y de nuevo a principios de 1919, era la elección entre la in-
corporación directa de Ucrania a la unidad de Rusia soviética y el
intento de satisfacer las aspiraciones nacionalistas ucranianas crean-
do una unidad soviética ucraniana separada. La segunda alternativa

57 Son las que siguen citas típicas tomadas de Vidrodzheniya Natsi (Vie-
na, 1920), de Vinnichenko: «Mientras luchamos contra los bolcheviques rusos, los
moscovitas, quedábamos victoriosos en todas partes, pero en cuanto entramos en
contacto con nuestros propios bolcheviques perdimos toda nuestra fuerza»
(ii, 155); la Rada no se mostró inclinada «a liberar a las masas trabajadoras
de la opresión social que era hostil a la nación y a la clase obrera» (ii, 158);
la equivocación de la Rada fue «desarrollar en el espíritu de las masas un
conflicto entre la idea de lo nacional y de lo social» (ii, 219). Vinnichenko
admite «la antipatía extraordinariamente aguda de las masas populares hacia
la Rada» en la época de la expulsión de ésta por los bolcheviques en fe-
brero de 1918; y añade la patética confesión de que «lo que era terrible
y extraño en todo ello era que ridiculizaban al mismo tiempo todo lo ucra-
niano: la lengua, la música, las escuelas, los periódicos y los libros» (ii, 259-60).
El fallo en dotar de un contenido social al nacionalismo ucraniano acabó por
desacreditar el resto de sus aspiraciones. M. G. Rafes (Dva Goda Revolutsi
na Ukraine, 1920, p. 78) habla también de la hostilidad suscitada por la
política de «ucranización» de la Rada.
324 Capítulo 11

venía determinada por los princ1p1os que habían proclamado públi-


camente antes de la Revolución y por la creencia firmemente soste-
nida por Lenin de que el camino más seguro para una unión última
y definitiva de los corazones era la mayor cantidad posible de dis-
persión en nombre de la autodeterminación nacional. Hay evidencia
clara del esfuerzo personal de Lenin para conferir realidad a la po-
lítica de una Ucrania soviética independiente. Cuando estaba a pun-
to de establecerse la autoridad soviética en Ucrania por tercera vez,
después de la derrota de Denikin en diciembre de 1919, se sometió
a una conferencia especial del partido celebrada en Moscú una re-
solución «sobre el poder soviético en Ucrania» redactada por Lenin
y aprobada por el comité central. Se ocupaba principalmente de la
actitud de la administración soviética ante la cuestión nacionalista
ucraniana y ante el campesino ucraniano y denunciaba «los intentos
artificiales para hacer retroceder la lengua ucraniana a un lugar se-
cundario», pidiendo que todos los empleados fuesen capaces de ha-
blar ucraniano; prescribía la distribución de las antiguas grandes
fincas a los campesinos, la creación de granjas soviéticas «únicamen-
te de las proporciones estrictamente necesarias» y la requisa de gra-
no «solamente en cantidades estrictamente limitadas». Pero se en-
contró con la aguda oposición, en la conferencia, de los líderes
bolcheviques de Ucrania. Rakovski argumentaba que las granjas so-
viéticas a gran escala constituían los cimientos del régimen soviético;
Bubnov, uno de sus colegas en el Sovnarkom ucraniano, consideraba
la exigencia de que los empleados hablasen ucraniano como una
exageración de la importancia del nacionalismo, y Bubnov, Manuils-
ki y otros protestaban de cualquier compromiso con los Borotbisti,
un partido campesino ucraniano de constitución eserita que trataba
de aliarse con los bolcheviques 58 • La resolución de Lenin se llevó
adelante y en marzo de 1920 los Borotbisti fueron admitidos en el
partido comunista 59• Pero, en un sitio donde la oposición entre los
propios coterráneos era tan aguda y tenía tanto alcance, las dificulta-
des para aplicar la línea del partido no podían superarse fácilmente.
Tampoco sería justo atribuir estas dificultades a la ceguera u
obstinación de unas personas determinadas. Las aspiraciones nacio-

.. La resolución está en VKP(B) v Rezolutsiya¡ (1941), i, 316-18, y en


Lenin, Sochineniya, xxiv, 5.57-8. Las actas de la conferencia no se publicaron
y se ha perdido el discurso más importante de Lenin sobre la cuestión ucra-
niana, aunque el breve resumen que se conserva se encuentra en Sochineniya,
xxiv, 557-8. Más información sobre los debates, procedente de archivos no
publicados, puede hallarse en ibid., xxiv, 815-16, nota 171, 818-19, nota 178.
" Stalin, Sochineniya, iv, 304.
La autocleterminaci6n en la práctica 325

nalistas ucranianas no podían satisfacerse dentro de un marco bur-


gués, y sin embargo, cuando los bolcheviques, al establecer la RSS
Ucraniana, anunciaron la transición de la revolución burguesa a la
proletaria, el problema nacionalista ucraniano se presentó en una
forma nueva y casi igualmente inmanejable. Era esencial a la doc-
trina bolchevique el que el proletariado fuese el único capaz de con-
ducir al campesinado por la senda revolucionaria, y en la ausencia
de un proletariado nativo ucraniano, el contenido nacional de la
revolución social en el país seguía siendo artificial y en cierto grado
ficticio. Para el intelectual burgués ucraniano, el borrón que caía
sobre el nuevo régimen era el que sus jefes fuesen aún predominan-
temente gran-rusos, en espíritu y en educación si no de nacimiento.
Esta impresión no desapareció rápidamente y el triunfo de unos
pocos de los antiguos nacionalistas de Ucrania, notablemente el ve-
terano Jruschevski que volvió a Kiev en 1923 para ser presidente
de la nueva Academia de Ciencia Ucraniana, apenas ocultaba la com-
posición gran-rusa de la administración del Soviet de Ucrania. Para
el campesino ucraniano la desventaja del nuevo régimen consistía
en ser un régimen de hombres de ciudad y este handicap se sintió
con menos agudeza en el período de reconciliación con el campesi-
nado que simbolizó la NEP; pero después, cuando se reanudó la
presión proletaria sobre los campesinos y los motivos de desconten-
to de éstos coincidieron con los de los intelectuales ucranianos, se
demostró aún más claramente el hecho de que el problema naciona-
lista se agudizaba cuando adquiría un contenido social y económico.

El establecimiento de una RSS de Rusia Blanca en febrero de


1919, casi al mismo tiempo que la de Ucrania, representaba una
aplicación avanzada de la política de dispersión invocando la auto-
determinación nacional. El problema era más simple en Rusia Blan-
ca que en Ucrania puesto que no había en ella más que los primeros
brotes de un movimiento nacionalista burgués. Sin embargo, este
mismo hecho hizo que la solución fuese más artificial. El modelo
ucraniano fue seguido muy de cerca y, ya en marzo de 1917, un
congreso nacional ruso-blanco había publicado una declaración apo-
yando un «régimen democrático republicano federal para Rusia» y
estableciendo un comité nacional ruso-blanco 60 • En agosto de 1917
se constituyó en Minsk una Rada ruso-blanca 61 y sus delegados apa-
00 Revolutsiya i Natsionalni Vopros: Dokumenti i Materiali, ed. S. M. Di-
manshtein, iii (1930), 267, 271-2 .
., lbid., iii, 275-6.
326 Capítulo 11

recieron ya realmente en el tercer Congreso de Soviets de toda Ru-


sia de enero de 1918, pero únicamente para ver que se negaban a
oírles y que se desaprobaban sus actas 62 • En los últimos días de
1917 se habían producido en Minsk acontecimientos importantes.
Un comité revolucionario-militar bolchevique, que se formó después
de la Revolución de Octubre había derrocado a la Rada y estable-
cido un «consejo de comisarios del pueblo de la región y el frente
occidentales» que proclamó el derecho de «el pueblo trabajador de
Rusia Blanca a la autodeterminación nacional» 63 • Durante unas
cuantas semanas dirigió en Minsk un rudimentario gobierno sovié-
tico 64 • Pero en febrero de 1918 las tropas alemanas que avanzaban
lo derribaron y, ansiosas a su vez de prestar un servicio «de boqui-
lla» a la doctrina de moda de la autodeterminación nacional, insta-
laron una Rada ruso-blanca hechura suya. Más adelantado el año,
se convocaron en Moscú congresos de refugiados ruso-blancos que
proclamaron su inalterable deseo de unión con la República Sovié-
tica Rusa 65 •
No se suscitó ninguna cuestión más hasta que las tropas germa-
nas, puestas tras la frontera aceptada en Brest-Litovsk, empezaron a
desintegrarse en noviembre de 1918. Hubo entonces que tomar dis-
posiciones para dotar de un gobierno al territorio liberado y, como
en Ucrania, la elección se centró entre su incorporación a la unidad
rusa y la creación de una unidad ruso-blanca separada. Las mismas
consideraciones dictaron igual decisión, que fue tomada por el co-
mité central del partido, y Stalin comunicó las instrucciones necesa-
rias al líder comunista local, cuyo nombre era Miasnikov, el 25 de
diciembre de 1918 66 • El 1 de enero de 1919 proclamó su autoridad
Treti Vserossiski Syezd Sovetov (1918), pp. 64, 87.
62

Revolutsiya 1917 goda, vi, ed. l. N. Liubimov, 1930, 457-8. En Brest-


63

Litovsk, Hoffmann contradijo las invocaciones de Trotski al principio de


autodeterminación nacional alegando que «en la noche del 30-1 de diciembre,
el primer Congreso ruso-blanco de Minsk, que insistía en los derechos de los
rusos blancos a la autodeterminación, fue disuelto por los bolcheviques con
las bayonetas y las ametralladoras» ( Mirnie Peregovori v Brest-Litovske,
i [1920], 95).
.. Proletarskaya Revolutsiya, núm. 3 (74), 1928, pp. 61-130 .
., En Voprosi Istorii, núm. 1, 1947, p. 11, se citan referencias de la
prensa contemporánea a estos congresos.
66 El informe más completo de que se dispone sobre la fundación de
la RSS de Rusia Blanca está contenido en un artículo dedicado a la celebra-
ción del sesenta cumpleaños de Stalin (lstorik Marksist, núm. 1, 1940, pp. 63-
78). Lo que sigue es un breve resumen de los principales hechos allí ex-
puestos.
El 25 de diciembre de 1918, después de la retirada de las tropas germa-
nas del territorio de Rusia Blanca, Stalin sostuvo una conversación telef6nica
La autodeterminación en la práctica 327

en Minsk un «Gobierno Provisional de la República soviética inde-


pendiente de Rusia Blanca», que declaró fuera de la ley a la venal

con Miasnikov, presidente del comité regional del partido comunista de la


región noroeste:
El camarada Stalin informó a Miasnikov de la decisión del comité
central del partido comunista con respecto al establecimiento de una
República Soviética Socialista de Rusia Blanca y convocó a Moscú al pre-
sidente del comité regional... Requería que las provincias de Kovno
y Vilna pasasen al Gobierno Soviético Lituano. El camarada Stalin
propuso también los principios fondamentales de la formación de
la RSS de Rusia Blanca y de la actuación de su partido comunista.
Las intimaciones del camarada Stalin fueron examinadas y discu-
tidas en la conferencia del partido (de la región noroeste) en la que
Miasnikov tomó parte y constituyeron la base de la construcción de
la RSS de Rusia Blanca y su partido comunista, y guiaron a los bolchevi•
ques de Rusia Blanca en la lucha contra su burguesía nacionalista.
El gobierno de la RSS de Rusia Blanca habría de componerse de
15 personas (seguidamente el número de sus miembros aumentó a 17).
Incumbía también al camarada Stalin el reclutar personalmente a los
interesados.
Se formó un buró central del partido comunista de Rusia Blanca,
cuyo presidente lo era también del comité central del partido y del
gobierno soviético. El camarada Stalin redactó el manifiesto del Go-
bierno Soviético Provisional de Obreros y Campesinos de Rusia Blan-
ca e hizo en él un número de importantes correcciones.
Cuando los miembros del Gobierno Soviético Provisional de Rusia
Blanca partieron para Smolensk, el camarada Stalin escribió a Miasnikov:
«Hoy se van a Smolensk los rusos blancos y llevan un manifiesto; el
comité central del partido y Lenin le piden que los reciba como her-
manos menores, quizá inexpertos aún, pero dispuestos a dar su vida
por el partido y por la obra soviética.»
Después de estas preparaciones, se reunió el 31 de diciembre una confe-
rencia extraordinaria del partido de la región noroeste que se proclamó inme-
diatamente como primer Congreso del Partido Comunista de Rusia Blanca y
decidió proclamar una República Socialista Independiente de dicho país. Algu-
nos comunistas disidentes ( «Zhilunovich y su grupo»), que sin duda se opo-
nían a este ensayo de autodeterminación nacional, dimitieron del partido.
Las circunstancias en que se publicó este informe pueden justificar alguna
exageración del papel personal de Stalin, pero no hay razón para dudar de su
exactitud en sustancia.
A. F. Miasnikov era un actuante del partido que no tenía conexión personal
con Rusia Blanca, pues era de origen armenio. Más tarde fue presidente del
Sovnarkom de la RSS de Armenia, y en calidad de tal leyó ante el noveno
Congreso de Soviets de tóda Rusia de diciembre de 1921, una declaración
en nombre de las tres repúblicas trascaucásicas (Deviati Vserossiski Syezd
Sovetov [1922], p. 186). No hay que confundirle con G. I. Miasnikov que
fue expulsado del partido por infracciones a su disciplina en febrero de 1922
(véase anteriormente p. 225).
328 Capítulo 11

Rada burguesa ruso-blanca 67 • Justamente un mes después se reunió


en Minsk, el 4 de febrero de 1919, el primer Congreso de Soviets
de Diputados de Obreros, Soldados y Campesinos de Rusia Blanca,
que votó una Constitución de la RSS de Rusia Blanca y estableció
un gobierno 68 • La cosa se hizo con tal prisa que la Constitución, ar-
mada con el mismo plan que la de la RSFSR, definía las funciones
del congreso de soviets y de un comité ejecutivo central pero no
incluía disposiciones ni para los soviets locales ni para el Sovnarkom.
Lo mismo que Ucrania, Rusia Blanca había de pasar por un pe-
ríodo posterior de trastornos, incluso después de haberse estableci-
do como república soviética socialista. Durante el verano de 1919
se hicieron planes para constituir una federación entre las repúblicas
ruso-blanca y lituana, igualmente jóvenes y casi de la misma falta
de fuerza ffJ. Pero en abril de 1919 un avance polaco acabó con la
RSS de Lituania y los ejércitos polacos ocuparon la parte del terri-
torio reivindicado por Rusia Blanca, e incluso tomaron Minsk en
agosto de 1919. En la guerra soviético-polaca de 1920 fue liberada
la República ruso-blanca por el avance de las tropas soviéticas en
Polonia y la victoria se celebró el 1 de agosto de 1920 con una am-
pulosa proclama 70 • El armisticio polaco-soviético de octubre de 1920
(confirmado a este respecto por el tratado de Riga de 18 de marzo
de 1921) despojó una vez más a Rusia Blanca de la parte occidental
de su territorio, pero esta vez la solución era definitiva y se conso-
lidó un período de paz. En diciembre de 1920 el segundo Congreso
de Soviets de toda Rusia reparó las omisiones de la Constitución
de febrero de 1919 adoptando una serie de «suplementos» 71 •
«A los rusos blancos -observa un historiador reciente- les
vino la nacionalidad casi como un don de la Revolución rusa que no
habían solicitado» 72 • Un colaborador del periódico oficial del Nar-
komnats admitía que los obreros y campesinos ruso-blancos se ha-
bían considerado siempre como parte del pueblo obrero de Rusia
y que solamente una parte insignificante de la intelectualidad peque-
ño-burguesa ruso-blanca era partidaria de la independencia del
" Istoriya Sovetskoi Konstitutsii v Dekreta; (1936), pp. 99-102. La Rada
se retiró a Grodno donde continuó gozando por algún tiempo del patronazgo
del gobierno polaco.
61 La Constitución se encontrará ibid., pp. 111-14; la lista del gobierno
en Zhizn Natsionalnostei, núm. 5 (13), 26 de febrero de 1919 .
., Stalin, Sochineniya, iv, pp. 228-9; Zhizn Natsionalnostei, núm. 6 (14),
23 de febrero de 1919.
"' Istoriya Sovetskoi Konstitutsii v Dekretai (1936), pp. 140-2.
11 lbid., pp. 155-60.
72 D. S. Mirski, Russia: A Social History (1932), p. 278.
La autodeterminación en la práctica 329

país» 73 • Sin embargo, la nacionalidad, de acuerdo con la teoría bol-


chevique, era una etapa del desarrollo histórico normal, y útil si no
indispensable; y si aún no existía una nación ruso-blanca la analogía
hacía suponer que estaba en un avanzado estado de gestación. Este
fue el argumento bastante dudoso con que Stalin se defendió, dos
años después, en un congreso del partido, contra la acusación de
cultivar artificialmente la nacionalidad ruso-blanca:

Hace cuarenta años Riga era una ciudad germánica, pero como las ciudades
se nutren a expensas del campo y es el campo quien conserva la nacionalidad,
Riga es ahora puramente letona. Hace cincuenta años todas las ciudades de
Hungría tenían carácter germánico pero ahora se han magiarizado. Lo mismo
sucederá en Rusia Blanca en las ciudades en que aún predominan los que no
son rusos blancos 74 •

Este era quizá el ejemplo extremo, por lo menos en Europa, de


la invocación del principio de la autodeterminación nacional con el
fin de estimular la conciencia nacional más que de satisfacerla.
El caso de Estonia y de Letonia estaba a medio camino del de
Finlandia, por un lado, y del de Ucrania y Rusia Blanca por el otro.
Ambos países eran de dimensiones liliputienses, pues tenían pobla.
dones respectivas de 1.250.000 y 1.750.000 habitantes, pero sus
lenguas, diferentes entre sí y no emparentadas a las teutónicas ni a
las eslavas, los colocaban en una posición distintiva. En ambos ca-
sos, un movimiento nacionalista burgués, pequeño pero auténtico,
había ido creciendo en protesta contra la dominación de los comer-
ciantes germanos, los industriales y los terratenientes -bastante
más débiles y menos firmemente establecidos que su contrapartida
finlandesa pero más fuertes y más decididos que en Ucrania. En los
dos países se habían proclamado regímenes soviéticos en el momen-
to de la Revolución de Octubre pero habían sido rápidamente barri-
dos por el avance de las tropas alemanas. Coincidiendo con la derro-
ta germana de noviembre de 1918 se instalaron en Riga y en Talín

" Zhizn NatsionaJnostei, núm. 10 (67), 6 de abril de 1920.


" Stalin, Sochineniya, v, 49. Mucho después reiteraba Stalin que existían
ya en el período pre-capitalista «elementos de las naciones», aunque sola-
mente como «potencial» (ibid., xi, 336). Lenin argumentaba en 1913, refirién-
dose especialmente a «Polonia, Lituania, Ucrania, Rusia Blanca, etc.» que
«arrancar a las ciudades, por la razón 'nacional', de los pueblos y distritos
que gravitaban hacia ellas sería tonto e imposible» (Sochineniya, xvii, 158);
sin embargo, la única conclusión práctica que él extrajo de ello en aquel
momento fue que «los marxistas no deben permanecer total y exclusivamente
adscritos a la roón del principio 'nacional-territorial'».
330 Capítulo 11

gobiernos nacionales burgueses, pero fueron de breve duración, y


el 29 de noviembre de 1918 se proclamó en Narva un gobierno
soviético estoniano seguido por la proclamación, tres semanas des-
pués, de un gobierno soviético letón. Las tropas soviéticas, nativas
y rusas, empezaron a desplazarse desde el este. Era el período en el
que estaba oficialmente en curso el lema de «auto-determinación para
los obreros», y la manera en que Stalin expresó esta política fue
clara e inequívoca:
La Rusia soviética no ha mirado nunca a las regiones occidentales como
posesiones propias sino que ha considerado siempre que constituyen la inalie-
nable posesi6n de las masas obreras de las nacionalidades que las habitan, y
que estas masas tienen el pleno derecho a determinar libremente su destino
político. Esto no impide desde luego -antes bien presupone- toda clase de
ayuda de la Rusia soviética a sus camaradas estonianos en la lucha para la
liberación de los obreros de Estonia del yugo de la burguesía 75 •

La República Soviética Estoniana fue reconocida por Petrogrado


el 8 ded iciembre de 1918; la Letona el 22 de diciembre del mismo
año 76• A principios de enero de 1919 el poder soviético se había
consolidado hasta Riga.
Hasta este punto se había seguido el precedente ucraniano, y
como Riga tenía un proletariado industrial nativo grande, los ci-
mientos del poder soviético parecían más sólidos en las orillas del
Báltico que en Ucrania, pero en estas comarcas bálticas existía un
factor decisivo que era la ubicuidad del poderío naval británico.
A la terminación de las hostilidades contra Alemania, aparecieron
unidades navales británicas en el Báltico y la República Soviética de
Estonia se derrumbó en enero de 1919; la Letona se sostuvo en Riga
durante cinco meses para sucumbir después ante la amenaza de los
cañones de los barcos ingleses. En ambos países tuvieron tiempo de
consolidar su autoridad los gobiernos burgueses que se habían res-
taurado bajo patronazgo británico. Después, una vez liquidada la
aventura de Yudenich 77 , el gobierno soviético reconsideró su ac-
1• Stalin, Sochineniya, iv, 178. El artículo que contiene esta declaración
apareci6 tanto en Pravda como en Zhh.n Natsionalllostei.
76 Las proclamaciones están en Politika Vlasti po Natsionalnomu Vopro-
su (1920), pp. 52-4, art. 76; pp. 133-4, art. 168; los decretos de reconoci-
miento en: Kliuchnikov i Sabanin, Mezhdunarodnaya Politika, ii (1926), 206-8.
Eran decretos del Sovnarkom que para mayor solemnidad fueron confirmados
por una resoluci6n del VTsIK ( ibid., ii, 208-9).
77 En octubre de 1919, el general «blanco» Yudenich, con la ayuda bri-
tánica, desencaden6 una ofensiva contra Petrogrado desde sus bases de Estonia
que estuvo a punto de conseguir su objetivo. Pero como los propósitos de
La autodeterminación en la práctica 331

titud. Los dos gobiernos burgueses habían mostrado mayor fuerza


y cohesión de lo que se esperaba y su hostilidad a Yudenich había
demostrado que no eran totalmente hostiles a la República sovié-
tica. Además, el comercio extranjero estaba empezando a alcanzar la
órbita de la política soviética (el bloqueo aliado fue levantado en
enero de 1920) y supondría ventaja el tratar los puertos de Riga y
de Talín como una especie de tierra de nadie entre los mundos so-
viético y capitalista. Se decidió, pues, que era mejor seguir el pre-
cedente finlandés que el ucraniano, abandonar el proyecto de repú-
blicas soviéticas en Estonia y en Letonia y reconocer a los gobiernos
burgueses como beneficiarios del derecho a la autodeterminación
nacional. Se concluyó un tratado de paz con Estonia el 2 de febrero
de 1920 78 , y otro con Letonia el 11 de agosto del mismo año 79 •
El régimen así establecido duró veinte años.
El tercer país Báltico, Lituania, siguió el destino de Letonia y
Estonia con pocas variaciones. Durante el invierno de 191 7-1918 se
estableció un consejo nacional burgués titulado Taryba. Como la
Rada ruso-blanca de febrero de 1918, era una creación esencialmen-
te germánica que proclamó la independencia de Lituania con la com-
plicidad de las autoridades alemanas de ocupación, el 16 de febrero
de 1918 80 • Después del hundimiento alemán, se proclamó en Litua-
nia un gobierno provisional de obreros y campesinos 81 y fue reco-
nocido, algo prematuramente, por Petrogrado el 22 de diciembre dt:
1918 al mismo tiempo que su contrapartida de Letonia de más ple-
no desarrollo 82 • Un mes después, la Taryba burguesa era realmente
expulsada de Vilna para establecer el poder soviético. En abril de
1919 la toma de Vilna por el ejército polaco puso fin tanto a los
proyectos de una federación entre Lituania y Rusia Blanca como
repúblicas soviéticas, cuanto a la existencia de la Lituania soviética.
Yudenich incluían la restauración del imperio ruso dentro de sus antiguos
límites, su campaña no gozó de la simpatía de los gobiernos estoniano y leton.
71 Sobranie Uzakoneni, 1920, núm. 7, art. 44. El primer avance hecho
por el Soviet al gobierno burgués de Estonia tuvo lugar en septiembre de
1919, pero fue rechazado por este último con el pretexto de que no deseaban
actuar independientemente de sus vecinos (Kliuchnikov i Sabanin, Mezhdunarod-
naya Politika, ii [ 1926], 344-6, 387-8); similares insinuaciones se hicieron al
mismo tiempo a Finlandia, Letonia y Lituania que al parecer fueron ignoradas
(ibid., ii, 383-4).
79 Sobrante Uzakoneni, 1920, núm. 95, art. 514.
"' Los documentos oficiales de Lituania correspondientes a este período
están reunidos en la obra de P. Klimas, Le Développement de l'état lithua-
nien (París, 1919).
" Istorik Marksist, núm. 2-3, 1935, pp. 50-2.
12 Sobrante Uzakoneni, 1917-1918, núm. 98, art. 1.006.
332 Capítulo 11

Cuando, tres meses después, el ejército soviético volvió a tomar Vil-


na en el transcurso de la guerra polaca, se habían puesto de moda
otros pareceres, y el 12 de julio de 1920 se fumó, con un gobierno
burgués lituano, un tratado de paz paralelo a los de Estonia y Le-
tonia del mismo año 11 ; y aunque esto no salvó a Lituania de que
Vilna cayese en manos del filibustero polaco Zeligowski al final del
mismo año, el Soviet no retiró su reconocimiento al gobierno litua-
no trasladado a Kovno.
Lituania, aunque era una comarca apenas mayor y más poblada
que Letonia y Estonia, estaba compuesta casi exclusivamente de
campesinos, no tenía proletariado y contaba solamente con un pu-
ñado de intelectuales. Su demanda de independencia, tanto bajo los
auspicios burgueses como bajo los soviéticos, descansaba en cimien-
tos muy precarios que extraían la mayor parte de su apoyo moral
y material de una gran población lituana emigrada a Estados Uni-
dos. Para la Rusia soviética la independencia de Lituania tenía un
interés negativo, es decir, que si Lituania no era independiente era
probable que cayese dentro de la órbita polaca y en cambio una Li-
tuania independiente podría constituir una espina en el flanco de
Polonia. Por consiguiente, en este caso, el interés del Soviet estriba-
ba en dar el mayor alcance posible al principio de la autodetermi-
nación nacional.

2. !As comarcas periféricas orientales

Los países limítrofes del oeste de la RSFSR estaban habitados


por pueblos que, fuesen o no eslavos, caían dentro del amplio círcu-
lo de la civilización europea, compartían la tradición rusa y habían
alcanzado niveles de cultura y de bienestar material que no eran
bajos, e incluso algunas veces sensiblemente más altos que los de
los gran-rusos mismos. La cuestión de su relación con una unidad
central predominantemente gran-rusa era análoga a la que se pre-
sentaba en Europa occidental, a saber: por los checos en el Imperio
de los Habsburgo antes de 1918, o por los eslovacos y sudetes ger-
manos en Checoslovaquia después de 1918. Todas las soluciones
alternativas de secesión, federación, autonomía o incorporación in-
tegral eran posibles y se podían aducir argumentos para todas ellas
pero, cualquiera que fuese la solución, las cuestiones suscitadas eran
de la misma naturaleza que las que se presentaban en Europa occi-

13 Sob,anie Uzakoneni, 1920, núm. 96, art. 515.


La autodeterminación en la práctica 33.3
dental y en ella se conocían como cuestiones de «minorías». Las
comarcas periféricas orientales, es decir, las tierras de la cuenca del
Volga y de la vertiente septentrional del Cáucaso, y el Asia central
al este del Mar Caspio, presentaban problemas de orden diferente.
Las poblaciones de estas regiones pertenecían a Asia más que a Eu-
ropa, por sus orígenes, por su lengua y por los vestigios que aún
quedaban de una civilización mongólica medieval. Unos diez millo-
nes de sus habitantes eran aún nómadas y no se había extinguido
la organización primitiva tribal. Los niveles de vida y de cultura
los colocaban muy por debajo de los rusos y de las comarcas peri-
féricas occidentales. En estas regiones los habitantes rusos, escasos
y muy esparcidos, tenían el papel de pobladores y colonizadores.
Engels había escrito en los años 1850 lo siguiente, refiriéndose a
estas regiones:
El dominio ruso, con todo lo que tiene de desagradable, con toda su
negligencia eslava, tiene un sentido civilizador en el mar Negro y en el Caspio,
en el Asia central, enue los baskires y los tártaros "'.

Las cuestiones suscitadas por la relación de estos países con la


unidad central o por los proyectos relativos a su emancipació~ no
eran, en términos occidentales, cuestiones de minorías sino cuestio-
nes coloniales. En la literatura soviética las cuestiones nacional y
colonial estaban de ordinario ligadas la una a la otra.
En las regiones periféricas occidentales la aplicación del princi-
pio de autodeterminación había dado por resultado, antes de que
acabase el año 1920, el reconocimiento de repúblicas independien-
tes no soviéticas en Polonia, Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania
y el restablecimiento de repúblicas soviéticas independientes ucra-
niana y ruso-blanca en relaciones estrechas pero aún indefinidas con
la República soviética rusa. En el este, la solución era menos clara,
en parte debido a las complejidades inherentes a la situación y en
parte también a las diversas incidencias de la guerra civil. Pero, en
términos generales, el modelo siguió siendo el mismo en todos los
sitios. En la primera etapa de la Revolución se había proclamado el
principio de la autodeterminación nacional que tomaba la forma tác-
tica de una demanda de autonomía más que de completa indepen-
dencia. Los bolcheviques, al afirmar este principio con más vigor y
consistencia que el Gobierno Provisional, se aseguraron al principio
el apoyo incondicional de los movimientos nacionalistas de los pue-
blos orientales, pero cuando estos mismos bolcheviques aparecieron,
"' Karl Marx-Friedrich Engels: Historische Gesamtausgabe, tomo 111, 206.
334 Capítulo 11

después de la Revolución de Octubre, en forma de gobierno ruso


( aunque con un nombre disfrazado) que regía desde Petrogrado y
cuando, al pasar la segunda etapa de la Revolución, amenazaron ex-
plícita o implícitamente el orden social existente, los jefes naciona-
listas que se habían autoestablecido se pasaron a las fuerzas de la
contrarrevolución. Este paso tuvo, no obstante, las mismas secuelas
que en Ucrania; ninguno de los generales blancos que dirigían la
campaña contra el gobierno soviético sentían simpatía por las as-
piraciones nacionalistas de los pueblos atrasados del antiguo impe-
rio ruso que estaban tratando de reconstituir, de tal modo que los
dirigentes nacionalistas de esos pueblos se hallaron entre el diablo,
que no les prometía más que un retorno al yugo zarista, y el abismo
de la revolución social. De aquí que la guerra civil confirmase la
bancarrota de los que puede llamarse, por analogía, los movimientos
nacionalistas «burgueses» de los pueblos orientales, y precipitase a
las autoridades soviéticas en la vía de transición de la revolución
nacional a la social.
En términos generales, la guerra civil marcó la línea divisoria
entre las dos fases de la política soviética en las comarcas periféri-
cas del este. Incluso antes de la Revolución de Febrero se había de-
jado sentir la inquietud entre los pueblos musulmanes del imperio
zarista 85• Desde la Revolución de 1905 habían existido movimientos
nacionales incipientes, nutridos por pequeñísimos grupos de intelec-
tuales: entre los tártaros del Volga, los únicos que poseían los ru-
dimentos de una clase media comerciante; entre sus inmediatos
vecinos de los baskires, antaño nómadas, pero establecidos ahora
principalmente en la agricultura y la explotación forestal; y entre
los kazajos (conocidos incorrectamente por los escritores del siglo x1x
con el nombre más familiar de kirguises) que aún eran predomi-
nantemente nómadas 86 y que ocupaban las vastas estepas que se
05 S. M. Dimanshtein, funcionario del Narkomnats, hace un relato de los
efectos de la Revolución de 1905 entre estos pueblos, contenido en Revolutsiya
i Natsionalnosti, núms. 8 y 9, 1930, y núm. 1, 1931. Su declaración de que
se llamaban a si mismos musulmanes porque sus nombres de tribu o nacio-
nales «no gustaban a las autoridades rusas» (ibid., núm. 1, 1931, p. 73) es, sin
embargo, correcto en parte nada más; la conciencia de muchos de ellos era
tan religiosa como nacional.
16 «Kazaj» era el nombre original de los habitantes de lengua turca y
principalmente nómadas de las vastas y superpobladas estepas del Asia Cen-
tral que se extendían al este y al nordeste del mar Caspio. Sin embargo, en
los siglos XVIII y XIX el nombre fue atribuido popularmente a las colonias de
pobladores militares, principalmente rusos, establecidos en las regiones remotas
o de nueva conquista del imperio (en el habla occidental, «cosacos»); y los
originarios kazajos vinieron a ser llamados por los escritores rusos y occiden-
La autodeterminación en la práctica 335

extendían hacia el este desde Kazan hasta muy dentro del Asia
central. Estos movimientos fueron alentados por la política de colo-
nización del régimen zarista que, en parte, estableció en aquellas
tierras a los nativos y, en parte, importó pobladores de otros lu-
gares para tratar de extender y mejorar el cultivo del suelo. Para
los kajazos, el que se les despojase de sus tradicionales terrenos de
pastos para ocuparlos con pobladores rusos, constituyó una perenne
fuente de exasperación y además esta ocupación fue seguida por
intentos de movilizar a la población para diversas labores durante
la guerra, lo cual dio lugar a una seria rebelión de kazajos en 1916.
Más al sur, entre la población más asentada de Kiva, Bujara y Tur-
questán -reliquias del imperio medieval del Gengis Kan- actuaba
el mismo fermento; durante el invierno de 1916-17 el Kan semi-
independiente de Bujara se había visto obligado a llamar a las tropas
rusas para reprimir una rebelión de sus súbditos.
Estos síntomas fueron los precursores del movimiento general
de 1917. En mayo de ese año se reunió en Petrogrado un primer
Congreso de musulmanes de toda Rusia para pedir, no la indepen-
dencia nacional, sino la autonomía; la controversia principal era la
que sostenía una mayoría que pedía «una república democrática
asentada en los principios federales nacional-territoriales» y una
minoría que se hubiera contentado con la autonomía cultural dentro
de un estado unitario ruso 87 • En la confusión que entonces domina-
ba en toda Rusia, los diferentes pueblos musulmanes pusieron manos
a la obra para realizar sus ambiciones y un segundo Congreso de mu-
sulmanes de toda Rusia reunido en Kazan en julio de 1917, resultó
principalmente controlado por los tártaros que, como los más avan-
zados de entre los pueblos musulmanes, trataban de dominar el
movimiento nacional e incluso jugaban a ostentar aspiraciones pan-
turanias. Simultáneamente se celebró en Orenburgo un congreso
baskir para pedir la autonomía de los baskires y casi al mismo
tiempo se reunió, también en Orenburgo, un congreso de los ka-
zajos y se estableció un consejo nacional bajo el nombre tradicional
de Alash-Orda, «la horda de Alash», el antepasado, probablemente
mítico, de los kazajos. Se publicó un programa que declaraba que
tales «kirguises», nombre de un pueblo mucho menor, aunque también de
lengua turca, establecido en la comarca montañosa de las orillas del Sikiang.
El gobierno y los autores soviéticos devolvieron su verdadero nombre a los
kazajos del Asia Central y llamaron Kazajstan al territorio que ocupaban,
aunque el nombre de kirguises se les aplicó aún hasta finales de la década
de los años 20.
11 Revolutsiya i Natsionalni Vopros: Dokumenti i Materiali, ed. S. M. Di-
rnanshtein, iii (1930), 294-305.
336 Capítulo 11

«Rusia se convertía en una república federal democrática» con el


Kazajstán como unidad autónoma 88 • Durante el verano de 1917 y
en diversas fechas, se reunieron congresos de las nacionalidades
musulmanas más pequeñas de la cuenca del Volga, de los mari, de
los votiakos y de los chuvases que presentaron demandas semejan-
tes 89• En mayo y septiembre 90, tuvieron lugar dos congresos de las
tribus musulmanas del norte del Cáucaso en Vladikavkaz. Ninguno
de ellos era revolucionario en el sentido social y casi todos (el movi-
miento kazajo es quizá una excepción) tenía un sabor religioso más
o menos marcado. Se sabe del congreso baskir que estaba com-
puesto de mullahs, elders y kulaks y que cobraba por la admisión
Üna cuota de cincuenta rublos 91 • Los musulmanes del norte del
Cáucaso eligieron un mullah llamado Gotsinski, como jefe, con el
título de Muftí 92 •
En estas circunstancias no es sorprendente que la cuestión nacio-
nalista en el este se presentase ante los ojos de los dirigentes sovié-
ticos casi exclusivamente en su aspecto musulmán. El primer acto
del gobierno soviético en esta esfera fue hacer seguir la declaración
general de los Derechos de los Pueblos de Rusia de una invocación
especial «a todos los Trabajadores Musulmanes de Rusia y del
Este». Y después de anunciar que el ferviente deseo del pueblo
ruso era «obtener una paz honorable y ayudar a los pueblos opri-
midos del mundo para que consiguieran su independencia», con-
tinuaba:

Musulmanes de Rusia, tártaros del Volga y de Crimea, kirguises (es decir,


kazajos) y sartos de Sibcria y del Turkestán, turcos y tártaros de Trascaucasia,
chechenos y montañeros del Cáucaso y todos aquellos ruyas mezquitas y orato-
rios han sido destruidos, cuyas creencias y costumbres han sido atropelladas
bajo la bota de los zares y de los opresores de Rusia. Desde ahora vuestras
creencias y costumbres, vuestras instituciones nacionales y culturales son libres
e inviolables. Organizad westra vida nacional en completa libertad. Tenéis el
derecho de hacerlo. Sabed que vuestros derechos, como los de todos los pue-
blos de Rusia, están bajo la poderosa salvaguardia de la Revolución y de sus
organismos, los soviets de los obreros, soldados y campesinos. Prestad vuestro
apoyo a esta Revolución y a su gobierno.

• Ibid., iii, 315-17, 328, 363-5.


" Revolutsiya i Natsionalni Vopros: Dokumenti i Materiali, ed. S. M. Di-
manshtein, iii (1930), 414-28.
'" Ibid., iii, 372-7.
91 S. Atnagulov, Bashkiriya (1925), p. '7.
92 Revolutsiya i Natsionalni Vopros: Dokumenti i Materiali, ed. S. M. Di-
manshtein, iii (1930), 377.
La autodeterminación en la práctica 337

Se pasaban así a la causa de los musulmanes del este, de más allá


de los viejos límites de Rusia, que se habían juramentado para de-
rrocar a sus opresores y les prometían ayuda 93 • El Comisariado para
los Asuntos Interiores Musulmanes fue creado por un decreto del
19 de enero de 1918; el comisario era un tártaro y sus asistentes
jefes un tártaro y un baskir, respectivamente 94 • Un gesto significa-
tivo de este período fue el entregar al Congreso regional de los
musulmanes de Petrogrado, el llamado «Sagrado Corán de Osman»
que había sido traído antaño de Samarcanda para la biblioteca im-
perial 95 • Otro fue la publicación, con ocasión de la ruptura de las
negociaciones en Brest-Litovsk y de la reanudación de la ofensiva
germana, de una invitación «al pueblo revolucionario musulmán»
para que se apresurase a alistarse «bajo la bandera roja del partido
socialista musulmán», apelación publicada por el Comisariado de
Asuntos Musulmanes 96 • Un congreso de las organizaciones comunis-
tas musulmanes que se celebró en Moscú en noviembre de 1918, es-
tableció un «buró central de organizaciones comunistas musulmanes»
que publicaba material de propaganda en muchas lenguas e incluso
un periódico diario en turco, y que envió agitadores y organizó im-
prentas locales <n_ Un segundo congreso celebrado en noviembre de
1919 fue presidido personalmente por Lenin y Stalin 98 •
La segunda etapa de la política soviética, que conmenzó a prin-
cipios de 1918, se distinguió en el este como en Ucrania, por una
intervención activa contra los gobiernos nacionalistas burgueses que
habían nacido en el intervalo entre las revoluciones de febrero y
octubre. Estos gobiernos, como la Rada ucraniana, tendieron des.
pués de octubre a volverse contra el gobierno soviético de Petrogra-
do, bien porque se pensaba que amenazaba el orden social existente,

" Kliuchnikov i Sabanin, Mezhdurarodnaya Politika, ii (1926), 94-6;


traducción francesa en la Revue du monde murulman, li (1922), 7-9. El hecho
de que los errores de «indios» y «armenios» se mencionen en la última parte
de la declaración sugiere que el término «musulmán» se había convertido ante
los ojos de los bolcheviques en el símbolo de todos los pueblos del Este.
" Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 17, art. 243.
" Ibid., núm. 6, art. 103. El resultado final de este gesto ha sido la
desaparición del famoso Corán, cuyo actual paradero es desconocido.
'" Politika Sovetrkoi Vlarti po Natrionalnomu Voproru (1920), p. 80,
art. 99 .
., Vormoi Syezd RKP(B) (1933), pp. 433-4. El nombre del bur6 se
cambi6 en marzo de 1919 por el de «buró central de las organizaciones comu-
nistas de los pueblos orientales» (Zhizn Natsionalnostei, núm. 8 [16), 9 de
marzo de 1919); por este tiempo había sido colocado bajo la autoridad del
Narkomnats.
'" Lenin, Sochineniya, xxiv, 542-51; Stalin, Sochineniya, iv, 279-80.
Carr, t. I, 22
338 Capítulo 11

bien porque, siendo un gobierno ruso, era mirado como enemigo


natural por parte de los antiguos pueblos vasallos. Un gobierno
baskir bajo el mando de un tal Validov, que había proclamado un
estado baskir autónomo después de la Revolución de Octubre, se
pasó a los cosacos de Orenburgo que estaban en guerra declarada
contra el gobierno soviético 99 ; y esto era caso típico de la actitud
dominante de los «nacionalistas». La escisión obligó al gobierno
soviético a buscar apoyo entre los elementos «casi-proletarios» (el
término, estrictamente hablando, es tan inadecuado aquí como el
término «burgués») en las regiones en cuestión y a alimentar su in-
cipiente descontento y sus aspiraciones --contrapartida en el lado
oriental de la política occidental de «autodeterminación para los
trabajadores»-. Este período, a diferencia del que le precede, ~e
distinguió por vigorosos ataques contra la religión musulmana y sus
tradiciones y prácticas, en parte sin duda por motivos ideológicos
pero también para destruir la influencia de los mullahs que habían
constituido muy a menudo la columna vertebral de los movimientos
nacionalistas burgueses. Los gobiernos autónomos de tártaros y
baskires fueron suplantados por la proclamación, en marzo de 1918,
de una República Soviética conjunta Tártaro-Baskir de la Federa-
ción Soviética Rusa 100 , que había abarcado también a los chuvases
v a los maris. Esto fue seguido por un decreto del 13 de abril
de 1918 que disolvía el antiguo consejo nacional tártaro y por la
detención de los dirigentes tártaros 101 • Según una versión, esta po-
lítica fue adoptada por el VTsIK e impuesta por Stalin al Narkom-
nats frente a la fuerte oposición de sus colegas en este organismo 102 •
El que estos hechos estaban destinados a servir de precedente, se

99 S. Atnagulov, Bashkiriya (1925), pp. 56-9. Un artículo aparecido en


Voprosi Istorii, núm. 4, 1948, p. 26, da como fecha del acuerdo entre Validov
y Dutov, el atamán de los cosacos de Orenburgo, la del 11-24 de noviembre
de 1917.
100 La proclamación tomó la forma de decreto del Sovnarkom ( Sobranie
Uzakoneni, 1917-1918, núm. 30, art. 394). El «Comisariado para los asuntos
de los musulmanes del interior de Rusia» había de nombrar una comisión para
organizar y convocar «un Congreso Constituyente de Soviets» para la nueva
república. Estrictamente hablando no existía aún ninguna «Federación Sovié-
tica Rusa»; la constitución de la RSFSR estaba aún en este momento en pro-
ceso de elaboración.
'º' Revue du monde musulman, li (1922), 131.
102 Pestkovski, citado en Stalin, de L. Trotski (N. Y., 1946), pp. 262-3.
Esto aparece confirmado por un artículo publicado en Voprosi Istorii, núm. 4.
1948, p. 34, que habla de «la oposición de un lado de los burgueses nacio-
nalistas baskires y de otro de los bujarinitas que rechazaban la autodetermi-
nación nacional».
La autodeterminación en la práctica 339
demostr6 en una importante declaraci6n firmada por Stalin como
Comisario del Pueblo para las Nacionalidades y dirigida «a los
soviets de Kazan, Ufa, Orenburgo y Ekaterinburgo, al Sovnarkom
de Turquestán y a otros». Observaba que la Revoluci6n había empe-
zado en el centro y se había ido extendiendo a las tierras periféricas
con algún retraso, especialmente en el este; la declaración advierte
que son necesarias medidas especiales para arrastrar a las masas
trabajadoras y explotadas de estas tierras fronterizas hacia el pro-
ceso de desarrollo revolucionario. Puesto que los grupos nacionales
burgueses piden la autonomía para convertirla en un arma de pre-
si6n de sus propias masas, la salvaci6n no puede encontrarse más
que en organizar congresos locales de soviets y proclamar la autono-
mía soviética 103 •
La política de una sovietizaci6n impuesta en los países del este,
se basaba en el apoyo hipotético de las masas revolucionarias nativas
que eran hostiles tanto al nacionalismo burgués como al Islam, y
result6 un fracaso. Aunque la influencia de los mullahs y de los
intelectuales burgueses que habían encabezado los movimientos na-
cionalistas embrionarios hayan podido exagerarse fácilmente, había
aún menos comprensi6n o simpatía, especialmente entre los pueblos
nómadas, por los fines y métodos de los bolcheviques. Los planes
incubados en Moscú por hombres familiarizados con las condiciones
que se daban en Occidente ofrecían poca atracci6n para comunida-
des dedicadas a una agricultura primitiva o sobre n6madas cuyos
problemas eran la insuficiencia de sus rebaños y la negativa de accesq
a los terrenos de pasto 104• Era imposible conseguir ningún apoyo

"" Politika Sovetskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu (1920), pp. 8-9,


art. 4.
'°' La situación en Kazajstan en este período fue descrita por un autor
en el periódico oficial del Narkomnats: «Los principios de la segunda revolu-
ción resultaban incomprensibles para los kirguises (es decir, kazajos) porque
entre ellos no existían ni el capitalismo ni la diferenciación de clases; incluso
su idea de la propiedad era diferente. Por ejemplo muchos objetos del uso
diario eran considerados en Kirguisia (esto es, Kazajstan) como de propie-
dad común». Al mismo tiempo la Revolución de Octubre horrorizó a los
kazajos por sus manifestaciones externas. Las formas que el movimiento bol-
chevique tomó en Rusia central eran desconocidas para los kazajos, ya que en
las comarcas periféricas fue éste seguido de «violencia, saqueo y violaciones,
así como por una peculiar forma de dictadura; de tal modo que en realidad
el movimiento en dichas tierras no fue en muchos casos una revolución, tal
como generalmente se entiende, sino pura anarquía». El mismo autor añade
con respecto a las organizaciones soviéticas que se habían apoderado del mando
en Semipalatinsk y en otras ciudades de Kazajstan: «Los miembros de estas
organizaciones eran sencillamente aventureros que tomaban el nombre de
340 Capítulo 11

serio de los tártaros o de los baskires para la república soviética


tártaro-baskir que se proponía. Los chuvases, que según un histo-
riador local, no querían ni la inde~endencia ni la autonomía, pro-
testaron contra su inclusión en ella 05 , y aunque se realizó un trabajo
preparatorio en Moscú en mayo de 1918 u16 , la república no llegó
nunca a existir realmente. La guerra civil se precipitó sobre un
escenario de enorme anarquía y de aspiraciones confusas y en con-
flicto; y en junio, el gobierno anti-bolchevique de Samara comenzó
a extender su autoridad sobre una porción del medio y bajo Volga.
El único logro constructivo del año 1918 en toda la región se refiere
a una comunidad no musulmana de sus confines occidentales. En
octubre de 1918, los 400.000 germanos del Volga consiguieron
constituirse como «comuna de obreros» autónoma con su propio
congreso de soviets y su comité ejecutivo 107 •
Se siguió una política semejante en otras comunidades musulma-
nas, siempre con el mismo resultado poco convincente. En enero
de 1918, fue derribado por los bolcheviques un «directorio» esta-
blecido en Crimea por una asamblea nacional tártara que se había
formado en el intervalo entre las revoluciones de febrero y de
octubre, y la toma de Sebastopol se recordó por mucho tiempo por
las atrocidades que la acompañaron; en su lugar se proclamó una
República Soviética Tártara de Crimea que, no obstante, tuvo corta
vida. Los alemanes, que avanzaban a través de Ucrania, establecie.
ron en Crimea un gobierno marioneta bajo el mando de un general
ruso llamado Sulkevich, cuya jefatura, como la de Skoropadski en
Ucrania, terminó al caer los alemanes en noviembre de 1918. Inme-
diatamente, un grupo de refugiados blancos huidos del dominio
bolchevique, la mayoría de ellos kadetes, formaron un gobierno en
Crimea que era tan ruso en composición y sentimiento que no tenía
pretensión de representar a los tártaros de la región. Este gobierno
compartió la autoridad, un tanto difícilmente, con la administración
militar de Denikin y gozó en cierta medida del reconocimiento y la
ayuda de los aliados, manteniendo su posición hasta después de la
derrota de Denikin 108 • En el norte del Cáucaso y en el Dagestan se

bolcheviques y que se conducían frecuentemente de un modo chocante,. ( Zhir.n


Natsionalnostei, núm. 29 [37], 3 de agosto de 1919).
"" D. P. Ptrov, Chuvashiya (1926), p. 70.
106 Stalin, Sochineniya, iv, 85-92.
'º' Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 79, art. 931. La comuna se trans-
formó pronto en una región autónoma de la RSFSR, y después, a finales de
1923, en una RSS autónoma (Sobranie Uzakoneni, 1924, núm. 7, art. 33).
101 Una relación de este Gobierno de Crimea de corta vida fue después
La autodeterminación en la práctica 341

llevó a cabo una lucha intermitente, que duró todo el año 1918,
entre los nacionalistas bolcheviques y los locales, ayudados y abaste-
cidos estos últimos por los turcos, hasta que las tropas de Denikin
barrieron la región en la primavera y verano de 1919, superando
todas las penalidades y horrores infligidos en las primeras etapas
de la lucha 109•
Los primeros movimientos soviéticos después del derrumbamien-
to de 1918 vinieron determinados por las exigencias de la guerra
civil y por las oportunidades que se les ofrecían. En marzo de 1919
los centros de lucha se habían alejado del Volga; los baskires, ex-
puestos a las persecuciones de Kolchak y Dutov, el atamán cosaco
de Orenburgo 110, estaban dispuestos a escuchar las insinuaciones de
Moscú y, así, se concluyó un tratado entre la RSFSR y el gobierno
de una «República Soviética Autónoma Baskir» bajo la jefatura Je
Validov, en gracia temporalmente 111 • Más al este, operaban las mis-
mas influencias. La Alash-Orda kazaja se escindió en dos, y una sec-
ción se pasó a los bolcheviques. En junio de 1919 se publicó un
decreto estableciendo un «comité revolucionario» para administrar
el territorio kazajo que suponía una jurisdicción separada sobre las
comunidades rusa y kazaja. El decreto intentó por vez primera satis-
publicada por su ministro de Asuntos Exteriores (M. Vinaver, Nashe Pr,,viteltvo,
París, 1928).
' 09 La fuente más completa para la complicada historia del Dagestan
desde 1917 a abril de 1920 es Dagestan, de E. Samurski (192.5), pp. 61-76;
véase también la Revue du monde musulman, Ji (1922), 79-84; Stalin, Sochi-
neniya, iv, 97-9, 106-14. Un delegado al congreso de Bakú de los pueblos
orientales ha dejado un relato pintoresco pero confuso de los sucesos en el
norte del Cáucaso (lyi. Syeul Na,odov Vostoka (1921], pp. 93-.5).
"º Según las notas a Marxism and the National and Colonial Question
(trad. ingl., 2.ª ed., 1936) de Stalin, p. 297, «la gran fuerza de Kolchak, que
incidentalmente emitió un decreto aboliendo la autonomía de Baskiria, obligó
en 1919, bajo la presión de las masas, al gobierno de Validov a declarar su
adhesión al Gobierno Soviético»; esto está confirmado en sustancia por V. Cher-
nov, Mes Tribulations en Russie (París, 1921), p. 10.
"' Sobranie Uzakoneni, 1919, núm. 46, art. 451. Durante el verano de
1919 Baskiria fue una vez más invadida por las «bandas de Kolchak» y la
autoridad soviética no fue establecida finalmente hasta agosto de 1919 (Politika
Sovetskoi V/astí po Natsionalnomu Voprosu [1920], pp. 19-20, arts, 18-19),
Validov apareció en el séptimo Congreso de Soviets de toda Rusia de
Moscú en diciembre de 1919, como portavoz «del proletariado baskir y de
los campesinos pobres baskires y kirguises (es decir, kazajos)», y celebró
las hazañas del Ejército Rojo baskir en la defensa de «Petrogrado, la capital
del proletariado» contra Yudenich (li. Vserossiski Syezd Sovetov [1920), p. 17).
Por esta época prcsumia de comunista y estaba intentando formar un partido
comunista baskir independiente (S. Atnagulov, Bashkiriya [192.5], pp. 71-2).
Con respecto a Validov, véase más adelante, p. 345, nota 121.
342 Capítulo 11

facer las quejas del sector agrario kazajo, no arrojando a los poblado-
res rusos que ya estaban en posesión de sus tierras, pero prohibiendo
todo establecimiento posterior a expensas de los kazajos, incluso en
tierras que estaban ya asignadas para ser pobladas -un parón en el
arbitrario acaparamiento de las tierras kazajas que, aunque no era
una medida radical y aún menos revolucionaria, suponía una solu-
ción 112- . Esta medida estaba claramente destinada a reclutar la
ayuda de los kazajos vacilantes para la guerra civil. La Alash-Orda
fue declarada disuelta 113 , y un mes después se publicó una declara-
ción dirigida a los kalmukos, un grupo de unos 20.000 habitantes
aislados, principalmente nómadas, que hablaban una lengua mongó-
lica, pertenecían a la religión budista, y se asentaban junto a la
cabeza del mar Caspio cerca de Astrakan; la proclama anunciaba
la intención de invocar un congreso de obreros kalmukos y los lla-
maba a alistarse en el Ejército Rojo para luchar contra Denikin 114 •
Esto fue seguido por un decreto, casi en los mismos términos que
el dirigido pocos días antes a los kazajos, asegurando al pueblo
trabajador kalmuko el goce pleno de su tierra y prohibiendo la
asignación de cualquier tierra kalmuka a pobladores rusos 115• Sin
embargo, estas promulgaciones de 1919 servían más, en su mayor
parte, para fines de propaganda y de incitación que para el estable-
cimiento de instituciones sociales y políticas que funcionasen y, por
tanto, poco o nada fue construido en este tiempo, en las comarcas
periféricas orientales, que resultase perdurable.
La oposición que los bolcheviques continuaron encontrando, casi
por todas partes, en los países periféricos orientales, hasta finales
de 1919, fue en gran parte producto de las fluctuaciones de la suerte
militar. Mientras el destino del régimen soviético estuvo en el fiel
de la balanza y su dominio en estas regiones siguió siendo intermi-
tente y precario, no era probable que dichos países se le uniesen;
pero la oposición fue intensificada por la actitud intransigente de

Sobranie Uzakoneni, 1919, núm. 36, art. 354.


112

Castagné, testigo hostil, menciona de un modo característico la disolu-


113

ción de Alash-Orda pero no el decreto de junio, y añade que «la lucha que
en todos los demás sitios de Rusia era un asunto de clases se convirtió entre
los kazajos en lucha de clanes y tribus» (Revue du monde musulman, li [1922],
175-7).
11 • Politika Sovetskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu (1920), pp. 38-9,
art. 56.
115 Sobranie Uzakoneni, 1919, núm. 37, art. 368. Un informe del desarrollo
de la Kalmukia soviética, quizá demasiado color de rosa en el detalle, pero
que transmite una descripción general clara, lo constituye Kalmikia, de T. K. Bo-
risov (1926).
La autodeterminación en la práctica 343

los emisarios soviéticos hacia la religión musulmana. Los jefes so-


viéticos tenían escaso conocimiento de las partes orientales del vasto
dominio que habían adquirido de manera tan inesperada. Tenían en
su mente una vaga imagen de pueblos oprimidos que esperaban ser
emancipados del dominio de mullahs supersticiosos con la misma
ansia que del de los administradores zaristas, y se quedaron atónitos
al descubrir que, si bien la influencia del Islam sobre los pueblos
nómadas y sobre algunas partes del Asia Central era poco más que
nominal, permanecía en cambio en otros sitios como una institución
tenaz y vigorosa, que ofrecía una resistencia mucho más feroz que
la iglesia ortodoxa, a las nuevas creencias y prácticas 116 • En las
regiones en que era fuerte -notablemente en el norte del Cáuca-
no 117- la religión musulmana era una institución social, legal y
política tanto como religiosa, que regulaba el modo de la vida diaria
de sus miembros casi en cada detalle. Los imanes y mullahs eran
jueces, legisladores, maestros e intelectuales al mismo tiempo que
jefes políticos y a veces militares. El hecho de que esta autoridad
fuese ejercida comúnmente sobre una población de bajo nivel econó-
mico y cultural, dio a los bolcheviques un argumento en contra de
ella, pero hizo que fuera más difícil enfrentarse con el problema.
A finales de 1919 parece que las autoridades soviéticas habían
llegado a la conclusión de que el único camino era dividir a los
sacerdotes entre sí solicitando el apoyo de los miembros más jóve-
nes 118• Esto implicaba un compromiso con el Islam, es decir, un
abandono de la rígida actitud ideológica del período de la guerra
civil y una vuelta a la tolerancia del primer invierno de la Re-
volución.
El año 1920 señaló un marcado cambio en las relaciones entre
Moscú y los países del este. Hasta entonces la política soviética
había mirado principalmente hacia el Occidente, que había constitui-
do primero el manantial de las esperanzas puestas en la revolución
mundial y después fuente de peligro para la supervivencia del
régimen. Pero el peligro más grave había pasado ya, aunque se
11 • Un conocido bolchevique musulmán de este período declara que una
mechet o parroquia tenía un promedio de 700 a 1.000 habitantes y un mullah
y dos asistentes, en tanto que el sacerdote ortodoxo tenía un promedio de 10.000
a 12.000 feligreses (M. Sultan-Galiev, Metodi Antireligioznoi Propagandi Sredi
Musulman [1922), p. 4).
117 E. Samurski, Dagestan (1925), pp. 126-37, traza una viva descripción
del poder musulmán en Dagestan, donde resistió con éxito la efectiva penetra-
ción soviética desde 1917 a 1921.
11• Se dan ejemplos de esta política en Dagestan, de E. Samurski (1925),
pp. 133-6.
344 Capítulo 11

avivó por un momento con la invasión polaca de mayo de 1920. La


derrota de Kolchak y Denikin hizo posible por vez primera intro-
ducir un orden en las comarcas orientales y embarcarse en el
proyecto de Lenin de arrastrar a las masas revolucionarias de las
naciones explotadas del este hacia una alianza con los obreros y
campesinos revolucionarios de Rusia. El peso de la política sovié-
tica se trasladaba decididamente del oeste al este; el congreso de
los pueblos orientales celebrado en Bakú en septiembre de 1920
inició la cruzada de las naciones orientales, bajo la dirección sovié-
tica, contra el imperialismo del oeste.
Al mismo tiempo se produjo el cambio de actitud correspon-
diente entre los pueblos orientales mismos, pues en estas regio-
nes, el efecto decisivo de la guerra civil sostenida por los blancos
con el apoyo extranjero, había sido consolidar el prestigio y la
autoridad del gobierno soviético ruso. En las áreas rusas como
en las no rusas, la ambición, apenas velada, de los generales blan-
cos de restaurar el viejo sistema de la posesión de la tierra y el
dominio industrial, ganó para la causa soviética la simpatía vaci-
lante de una mayoría de campesinos y obreros. En las regiones que
no eran rusas, la determinación de los blancos de restaurar la unidad
del imperio ruso con su tradición de una subordinación política y
cultural completa de los elementos no rusos, aparecía en sombrío
contraste con las promesas soviéticas de autodeterminación nacional
sin trabas, aunque ésta estuviese condicionada por unos ciertos su-
puestos políticos y sociales. En 1918-1919 los pueblos musulmanes
se habían mostrado generalmente recalcitrantes a aceptar el poder
soviético, pero la experiencia de la mano más dura de las tropas
blancas fue uno de los factores que desde 1920 en adelante los con-
virtió en más dóciles a la presión y la dirección soviéticas.
Siguiendo la línea de esta política, el VTsIK publicó en el
transcurso de mayo de 1920 los decretos que crearon las República.,
Socialistas Soviéticas Autónomas Baskir y Tártara y una Región
Autónoma Chuvas 119 , y más adelantado el año siguió a éstas la
creación de una República Socialista Soviética Aut6noma Kazaja y
una Región Autónoma Kalmuka 120 • Esto no significaba que se hu-
biese llegado al término de las dificultades. La organización era en
todas partes embrionaria e incluso estaban en discusión muchas
veces los límites. En algunos sitios hubo todavía que apbstar por
11• Sobranie Uzakoneni, 1920, núm. 45, art. 203; núm. 51, art. 222;
núm. 59, art. 267.
''" Politika Sovetskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu (1920), p. 44,
art. 65; p. 41, art. 60.
La autodeterminación en la práctica 345

la fuerza la oposición de los elementos «nacionalistas burgueses».


En Baskiria, la creación, en mayo de 1920, de la República So-
cialista Soviética Autónoma Baskir, que implicaba la deposición
del capaz y perturbador Validov, fue seguida por serios disturbios
durante el verano y el otoño de 1920, incluyendo un movimiento
en pro de la restauración del gobierno de Validov. Por todo el
territorio prevalecían situaciones de anarquía y de guerra civil; se-
gún una autoridad «se evitó por los pelos un levantamiento general
baskir» 121 • En Kazajstán la cuestión agraria siguió siendo particu-
larmente grave; y puesto que los pobladores rusos, e incluso los
kazajos establecidos allí, tendían a ayudar al régimen impuesto por
iniciativa de Moscú, mientras que los kazajos nómadas -en la
medida en que fuesen políticamente conscientes- consideraban a la
Rusia bolchevique como el sucesor natural de la Rusia zarista, los
obstáculos para cualquier reforma agraria de largo alcance eran muy
serios. Además, había sólidas razones para resistirse a romper los
arrendamientos cultivados con el fin de devolver la tierra a los
kazajos nómadas, fuese para pastos o para asentarse en ella; porque
un paso de esta índole, por muy justo que fuese y aunque se tratase
121 S. Atnagulov, Bashrikiya (1925), pp. 72-4; se añaden más detalles en
las notas a Marxism and the National and Colonial Question, de Stalin
(trad. ingl., 2.& ed., 1936, pp. 297-8), en Revue du monde musulman, 1i (1922),
162-3, por Castagné. En el otoño de 1921 el comité central del partido tuvo
que lidiar con las disputas entre dos grupos de actuantes del partido en
Baskiria que «habían tomado un tinte nacionalista y se enzarzaron en mutua
lucha feroz». Goloshekin, miembro del comité central, fue enviado a Baskiria
pero «no consiguió apaciguar totalmente estas disputas» (l:westiya Tsentralnogo
Komiteta Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii [Bolshevikov], núm. 34, no-
viembre de 1921, p. 5). Baskiria se convirtió en una especie de caso de
prueba y la controversia continuó bullendo en torno a ella; hay ejemplos
en Proletarskaya Revolutsiya, núms. 11 (58) y 12 (59), 1926; núms. 3 (74)
y 5 (76), 1928. Los recuerdos de los que participaron en la guerra civil están
recogidos en Grazhdanskaya Voina v Bashkirii (Ufa, 1932). Un estudio mayor
de estas fuentes puede muy bien arrojar nueva claridad sobre la política so-
viética en las comarcas periféricas orientales durante este período. Validov era
un personaje típico de la intelectualidad pequeño-burguesa de estas regiones.
Siendo un nacionalista burgués, opuesto a una revolución social de cualquier
clase que supusiese largo alcance, fue arrastrado hacia los bolcheviques du-
rante la guerra civil por el desprecio con que miraban los «blancos» las
reclamaciones de las pequeñas nacionalidades; cuando acabó la guerra civil
se hizo de nuevo anti-bolchevique. Se unió después a los basmachi de Asia
Central (véase más adelante, p. 350) y se convirtió en un propagandista del
pan-turanismo estableciéndose en una universidad alemana. De vuelta a Tur-
quía fue condenado en 1944 por actividades pan-turanias de carácter traicionero;
finalmente hiw las paces con las autoridades turcas y publicó en este país
en 1948 una historia del Turquestán muy anti-rusa bajo el título de Turkestan
T aribi, de la cual hay una traducción inglesa en proyecto.
346 Capítulo 11

de un expediente político, no podía dar otro resultado que un in-


mediato descenso de la producción. No puede obtenerse una infor-
mación exacta de la extensión en que realmente tuvo lugar la redis-
tribución de las tierras que se arrebataron a los kazajos, pero es
cierto que el hambre de 1921 asoló Kazajstán, lo mismo que toda
la región del Volga, con especial severidad 122 •
En el norte del Cáucaso se llegó también a una estabilización
general antes de fines de 1920. Hasta el otoño de ese año la escena
presentaba todavía una enorme confusión. El mullah Gotsinski desa-
fiaba aún al poder soviético en Dagestán 123 , y mucho más al oeste
los cosacos de la región de Terek se levantaron a retaguardia de las
fuerzas soviéticas haciendo frente a Wrangel en la cuenca del Don
v cortaron una vez más las comunicaciones vitales entre Moscú y
Bakú 124 • Pero en octubre de 1920 se firmó un armisticio con Polo-
nia, los ejércitos de Wrangel estaban en plena retirada hacia Crimea
y Stalin había definido en Pravda la nueva política de «autonomía
del Soviet» 125 • El mismo mes Stalin partió para un largo viaje por
el norte del Cáucaso. El 13 de noviembre de 1920 presidía un con-
greso de los pueblos de Dagestán en Temir-Kan.Shure, su capital
temporal. El tono de autoridad era patente e inconfundible; ahora
que Wrangel había sido derrotado y firmada la paz con Polonia, «el
Gobierno Soviético es capaz de ocuparse de la cuestión de la auto-
nomía del pueblo de Dagestán». Continuaba diciendo que Dagestán
«se gobernaría de acuerdo con sus propias peculiaridades, su propio
modo de vida y sus costumbres». Las costumbres y prácticas religio-
sas no serían perturbadas: «el Gobierno Soviético considera el shariat
como una ley consuetudinaria plenamente válida». Por otra parte,
«la autonomía del Dagestán no significa y no puede significar su
separación de la Rusia Soviética» 126 • Cuatro días después se cele-
braba en Vladikavkaz un congreso similar de los pueblos de la
región del Terek agrupados bajo el nombre común de «Montañe-
ros». Aquí Stalin llegó a declarar «la voluntad del Gobierno So-
viético con respecto a las condiciones de vida de los pueblos del
Terek y sus relaciones con los cosacos». Tenía que anunciar cas-
tigos y recompensas. La experiencia había demostrado que «la vida

122 Algunas notas discontinuas de Castgné sobre los sucesos de Kazajstan


en 1920 y 1921 están publicados en la Revue du monde musulman, 1i (1922),
182-91; el autor no estaba ya en Asia Central por aquel tiempo.
'" Stalin, Sochineniya, iv, 397.
12.c Ibid., iv, 400.
125 Véase más adelante, p. 403.
12• Stalin, Sochineniya, iv, 394-7.
La autodeterminación en la práctica 347

en conjunto de los montañeros y de los cosacos dentro de los lími-


tes de una única unidad administrativa lleva a disturbios sin fin».
La traición reciente de algunos de los cosacos había llevado a las
autoridades soviéticas a expulsar a las comunidades culpables y
establecer montañeros en sus tierras. Se había, pues, decidido com-
pletar el proceso de separación entre cosacos y montañeros haciendo
del río Terek la línea fronteriza entre Ucrania y la nueva República
Socialista Soviética Autónoma de los Montañeros 127 • La secuela de
los congresos de Temir-Kan-Shure y Vladikavkaz fue la creación
dos meses después, por obra de un decreto del VTsIK, de dos
repúblicas autónomas socialistas soviéticas -Dagestán y la Repú-
blica de los Moñfañeros-; esta última, cuya capital era Vladikavkaz,
fue subdividida por la formación de varias regiones autónomas 1211 •
La estabilidad alcanzada en las comarcas fronterizas orientales
en el invierno de 1920-21 fue consecuencia de la coronación de la
victoria de los ejércitos soviéticas en la guerra civil. La cuestión
del poder había quedado decidida; Moscú era la fuente última de
autoridad y era hora ya de formalizarse bajo formas de gobiernos
aceptables para Moscú y bajo dirigentes que, fuesen rusos o nativos,
funcionasen en armonía con Moscú. En todos estos territorios la
autonomía era una solución razonable de los problemas administrati-
vos puesto que ninguno de ellos poseía en la menor cuantía los ele-
mentos necesarios a la independencia, y el grado de autonomía de
que hubiesen de disfrutar quedaba limitado en la práctica, no tanto
por la tacañería del poder soberano, cuanto por la capacidad restrin-
gida de la autoridad local. La forma constitucional del arreglo era
significativa. No se llevó a cabo entre el poder central y el local nin-
J?Una clase de acuerdo o estipulación para ninguno de estos territo-
rios. La autonomía quedaba garantizada en cada caso por una decisión
unilateral de la autoridad central; así, la cuestión del estado legal
quedaba establecida dentro de la Constitución de la RSFSR. La
cuestión de la forma decisiva de una unión más amplia de las repú-

"' Ibid., iv, 399-403. Este interesante ejemplo de un traslado de pobla-


ciones parece haber sido en parte una represalia y en parte una precaución
contra futuros disturbios. No hay constancia que pueda mostrarnos en qué
escala se realizaron realmente estos tratados, ni está claro si los montañeros
fueron trasladados del norte a la orilla sur del Terek, así como los cosacos del
sur al norte.
'" Las actas del 20 de enero de 1921 que constituían la RSS Autónoma
del Dagestan y Ja RSS Autónoma de los Montañeros están contenidas en Sobra-
nie Uzakoneni, 1921, núm. 5, art. 39 y núm. 6, art. 41; para las eventuales
subdivisiones véase Revue du monde musulman, li (1922), 95-100.
348 Capítulo 11

blicas socialistas soviéticas no se suscitó en las tierras periféricas del


este ruso-europeo.
Crimea fue, de todas las comarcas fronterizas de esta región, la
última en asentarse. Su historia durante los años de la Revolución
había sido particularmente variada; fue el refugio final de Wrangel,
último de los generales blancos, y después de su expulsión definitiva
a finales de 1920, la turbulenta población tártara continuó durante
casi un año desafiando a la administración soviética. Finalmente, un
decreto del 18 de octubre de 1921, constituyó una República Socia-
lista Soviética Autónoma de Crimea como miembro de la RSFSR 129 •

.3. Asia Central

La región ordinariamente conocida como Turquestán ruso, antes


de 1914, era una ancha banda de territorio que se extendía hacia
oriente desde el mar Caspio a lo largo de las fronteras septentrionales
Je Persia, Afganistán e India y venía a parar en el este al Sin-
kiang (el llamado «Turquestán chino»). Había formado parte del
imperio medieval de Gengis Kan, y sus principales ciudades, Tash-
kcnt, Samarkanda, Kokanda, Bujara, Jiva y Merv estaban llenas de
las tradiciones y los monumentos de una civilización antigua. La
historia, lo mismo que un modo de vida establecido, distinguía por
tanto muy notablemente al pueblo del Turquestán de los kazajos
nómadas de la región de la estepa hacia el norte, los cuales diferían
poco en origen racial y en lengua. Con excepción de un pequeño
grupo iranio de los tajiks en el sureste, la población del Turquestán
~ta uniformemente de origen turco y hablaban dialectos turcos. La
división posterior en turcomanos al oeste, usbecos en el centro y
kirguises en el este era en parte una cuestión de conveniencia ad-
ministrativa y fue el producto de celos locales más que de diferen-
cias profundas raciales, lingüísticas o históricas. El Turquestán no
se había incorporado al imperio zarista hasta la década de los
años 1870. El emir de Bujara y el kan de Jiva habían conservado
hasta el final una independencia nominal. Lo remoto de estas pro-
vincias y su adquisición relativamente reciente, hacían que el control
ruso fuese inusitadamente débil, pero el Turquestán se había conver-
tido en un centro comercial importante, especialmente con la implan-
tación de la recolección de algodón, y su población total de 12 mi-
llones de habitantes incluía medio millón de emigrantes rusos.

,,. Sobranie Uzakoneni, 1921, núm. 69, art. .5.56.


La autodeterminación en la práctica 349

Tashkent era el centro administrativo del Turquestán y sede de


la colonia rusa más importante. A través de Tashkent se irradiaba
principalmente la influencia europea. Las influencias perturbadoras
de la guerra de 1914 se intensificaron por la rebelión kazaja de 1916,
que se extendió a lo largo de los límites septentrionales, y por la
presencia en el Turquestán de grandes masas de alemanes y especial-
mente de prisioneros de guerra austríacos que, incluso antes de la
Revolución, no estaban sometidos a ningún control efectivo. La Revo-
lución de Febrero fue seguida por la formación en Tashkent de un
«comité del Turquestán», compuesto de empleados y partidarios del
Gobierno Provisional y de un Soviet de Diputados Obreros y Sol-
dados, de contextura más radical, cuyo presidente, llamado Broido,
viejo bolchevique de mucho crédito, habría de representar un papel
importante en la política oriental soviética de los años próximos 130•
Estos dos cuerpos eran exclusiva o principalmente rusos en su com-
posición. El único partido musulmán organizado, la Ulema, estaba
compuesto por mullahs y terratenientes y se inclinaba aún menos
hacia la causa de la revoiución social que lo que lo hacían los mo-
vimientos musulmanes de la cuenca del Volga. Lo mismo que en
el resto del imperio ruso, el derrumbamiento general de la autoridad
precipitó la demanda de autonomía. En septiembre de 1917 un golpe
de mano local por parte del comité ejecutivo central del Soviet de
Tashkent, derribó a las autoridades del Gobierno Provisional y
Tashkent se convirtió así en la sede del primer gobierno soviético
(aunque no aún bolchevique) establecido en los antiguos dominios
de los zares 131 • A las pecas semanas de estos sucesos un levantamien-
to de los cosacos de Orenburgo bajo el mando de su atamán Dutov,
cortó las comunicaciones entre Europa y Asia Central por casi dos
años. Durante este tiempo la Rusia europea se vio privada del petró-
leo y el algodón del Turquestán y éste de los esenciales suministros
de grano, de tal modo que el hambre asoló muchas partes del Asia
Central. En estas condiciones difíciles, la causa de la Revolución en
el Turquestán fue abandonada a sí misma, con ninguna o muy poca
interferencia del poder central 132 • El movimiento revolucionario de
130 Broido era uno de los cinco miembros del colegio del Narkomnats
y después se convirtió en director de la Universidad Comunista de Trabajadores
del Este, en Moscú.
'" Proletarskaya Revolutsiya, núm. 10 (33), 1924, pp. 138-61.
132 La autoridad más satisfactoria para el período es G. Safarov, Kolonit1l-
kaya Revolutsiya: Opit Turkestana (1921); hay también una concisa narración
de Castagné, quien estuvo personalmente en el Turquestán hasta el verano de
1920, en la Revue du monde musulman, 1 (1922), 28-73. Lo que podía ser
una fuente valiosa para el conocimiento de estos sucesos ---Pobeda Velikoi
3.50 Capitulo 11
Tashkent quedó al principio limitado a la colonia rusa; una resolu-
ción del C.Ongreso de Soviets de Tashkent de 19 de noviembre-12 de
diciembre de 1917, excluía expresamente a los musulmanes de los
puestos gubernamentales 133 y uno de los primeros actos del nuevo
gobierno fue sofocar una revuelta en los barrios de la ciudad ocu-
pados por los nativos. Mientras tanto, sin embargo, se había reunido
un congreso de musulmanes en Kokand, cabeza de partido de la
provincia de Fergana y había proclamado un Turquestán autónomo
«en unión con una República Rusa Democrática Federal» 134• El
gobierno de Tashkent tomó la ofensiva, y después de una lucha
salvaje, derrotó a sus rivales y tomó Kokand m. En los cinco años
siguientes Fergana permaneció en un estado de anarquía, aterro-
rizada por los basmachi -nombre regional genérico que se daba a
las bandas de aventureros y gentes fuera de la ley que marchaban
a las montañas y vivían principalmente del bandidaje 136 •
Por otro lado, fracasó una ofensiva soviética dirigida contra
Bujara, ofensiva que contaba, en vano, con la ayuda de un partido
de la «joven Bujara», grupo nacionalista burgués con pretensiones
pan-turanias; y el 25 de marzo de 1918 el gobierno de Tashkent

Oktiabrskoi Sotsialisticbeskoi Revolutsii v Turkestane: Sbornik Dokumentov


(Tashkent, 1947)- no es accesible. Un crítico de esta obra que escribe en
Partinaya Zbizn, núm. 4, 1948, se queja de que da la impresión «de que la
lucha de los trabajadores del Turquestán estuvo completamente cortada de la de
los revolucionarios de toda Rusia, y que, en el primer período de la existencia
del poder soviético, el Turquestán, rodeado de enemigos por todas partes, fue
abandonado a su destino». Sin embargo, no suministra evidencia ninguna
seria de que estas impresiones correspondan a los hechos. Safarov llamaba al
Turquestán entre 1917 y 1919 «el estado comercial cerrado ideal de Johann
Gottlieb Fichte» ( op. cit., p. 75). Broido mismo escribió en un periódico con-
temporáneo: «Durante cerca de dos años el Turquestán fue abandonado a sí
mismo, no solamente no recibió ninguna ayuda del Ejército Rojo desde el
centro de Moscú, sino que prácticamente no existieron en absoluto relaciones»
(Novi Vostok, ii [1922], 79).
133 G. Safarov, Kolonialnaya Revolutsiya: Opit Turkest1111a (1920), p. 70.
1" lbid., p. 71.
"' P. Alexenkov da en Revolutsiya v Srednei A:i:ii: Sbornik (Tashkent),
i (1928), 21-40 y ii (1929), 43-81, un informe completo del gobierno de Ko-
kanda y sus avatares que incluye el acta de rendición que fue firmada el 22 de
febrero de 1918. Entre los puntos del programa del gobierno de Kokanda
estaba el conservar la propiedad privada y el sbariat y la reclusión de las
mujeres. Recibió el apoyo de algunos burgueses rusos hostiles a los bolche-
viques, pero en esta lucha entre los bolcheviques rusos y los conservadores
musulmanes parece que, en general, contaron mucho los sentimientos nacio-
nalistas.
1» Para relatos cortos y de primera mano de los basmachi, véase la Revue
du monde musulman, Ji (1922), 236-43; Novi Vostok, ii (1922), 274-8.
La autodeterminación en la práctica 351

firmó un tratado con el emir reconociéndole como poder indepen-


diente 137 • Más hacia el oeste, al kan de Jiva se le dejó también el
disfrute temporal de su independencia 138 • En territorio turcomano,
al este del Cáucaso, se estableció en junio de 1918 un gobierno ruso
antibolchevique que tuvo corta vida, compuesto principalmente de
eseritas, que se apoyó en un pequeño destacamento británico que
subió a través de Persia y ocupó Merv 139 • Mientras tanto el gobierno
de Tashkent estaba completamente rodeado por un territorio hostil
o potencialmente hostil y, en enero de 1918, se produjo en esta
capital otra rebelión seria contra él, que provocó represalias feroces.
Su supervivencia casi milagrosa parece haber sido obra de unos pocos
hombres, tan capaces como despiadados, en una situación en que no
había dispuesta otra alternativa de poder aprovechable.
El partido comunista de Turquestán era una organización joven;
antes de la Revolución de Octubre los socialdemócratas eran esca-
sos y no se hacía distinción entre bolcheviques y mencheviques.
Hasta junio de 1918 no celebraron los bolcheviques del Turquestán
su primer modesto congreso compuesto de unos cuarenta delegados.
El corto número era además fa menor de las debilidades del nuevo
partido pues, nacido después de la victoria de la Revolución, no
había realizado su aprendizaje como organización de lucha; era, por
así decir, un partido «oficial» desde el principio, y la calidad de sus
miembros sufría a consecuencia de ello. La colonia rusa del Tur-
questán se agrupaba en dos categorías principales: la primera se
componía de empleados, comerciantes y miembros de la intelliguent-
sia; la segunda de obreros rusos, la mayor parte de ellos ferroviarios.
Ambos grupos tenían sus razones para unirse al partido que también
incluía, según un testigo, figuras tan anómalas como «sacerdotes
comunistas, oficiales de la policía rusa y kulaks de Semirechia que
empleaban aún docenas de trabajadores asalariados, tenían cientos
de cabezas de ganado y cazaban y daban muerte a los kazajos como a
bestias salvajes 140• Los bolcheviques del Turquestán, enardecidos por
el ejemplo ruso, ganaron rápidamente ascendencia pero, abandona-
'" Revue du monde musulman, Ji (1922), 217-8.
''" Los sucesos ocurridos en Jiva desde 1917 a 1920 están narrados en
Novi Vostok, iii (1923), 241-57.
139 Castagné da un informe de este gobierno que duró desde agosto
de 1918 a marzo o abril de 1919, en Revue du monde musulman, Ji (1922),
192-201; con respecto a la participación británica, véase ]ournal of the Central
Asían Society, ix (1922), ii, 96-110.
''° Desiati Syezd Rossiiskoi Kommumsticheskoi Partii (1921), p. 105.
Semirechie era la provincia nordeste del Kazajstan; los kulaks eran los cam-
pesinos rusos establecidos en las tierras tomadas a los kazajos.
352 Capitulo 11

dos a sus propios recursos y privados de la vía directa de Moscú,


cayeron en dos herejías importantes. En primer lugar, a semejanza
de los bolcheviques, consideraban a los campesinos como esencial-
mente contrarrevolucionarios y rechazaban la doctrina leninista de
la alianza entre el proletariado y el campesinado pobre, indicada para
realizar en su patria la Revolución contra los terraterientes y la
burguesía. En segundo lugar, conservaban bastante de la mentalidad
de una raza dominadora como para despreciar a las masas musul-
manas y excluirlas lo más posible de la participación activa en los
asuntos del gobierno 141 , con la consecuencia natural de que los pocos
miembros musulmanes del partido desarrollaron por su lado un
sentimiento fuertemente nacionalista. Por tanto, el partido exhibía
ejemplos tanto de «chovinismo gran-ruso» como de nacionalismo
musulmán, que eran igualmente vitandos para una sana doctrina
del partido.
El chovinismo militante de los gran-rusos (escribía Broido en 1920) y el
nacionalismo defensivo de las masas coloniales esclavizadas herían a los rusos
con su desprecio -lo cual es un rasgo funtamental y característico de la rea-
lidad del Turquestán '".

Entre tanto se había reunido en Moscú en marzo de 1919 el


octavo Congreso del partido matriz y, en el transcurso de las dis-
cusiones para adoptar un nuevo programa, había habido una larga
discusión sobre la política de las nacionalidades. Aunque no se
mencionó el Turquestán, algunos delegados podían haber estado ente-
rados de la discrepancia entre los procedimientos seguidos en Tash-
kent y los principios enunciados en el Congreso, y fue en este mo-
mento cuando Moscú empezó por vez primera a tener conocimient.:i
de lo que sucedía en la remota Asia Central. El 1 de junio de 1919,
••• El quinto Congreso de Soviets de toda Rusia, de mayo de 1918,
había levantado formalmente la prohibición de la admisión de musulmanes
a puestos gubernamentales, pero «sólo ocasionalmente alcanzaban puestos de
mando kirguises, usbecos o, con mayor frecuencia, turcos~ (G. Safarov, Kolo-
nialnaya Revolutsiya: Opit Turkestana [ 1921], p. 85); los sindicatos no admi-
tían más que obreros rusos (ibid., p. 115). En el Turquestán no se aplicaba
la cláusula de la Constitución de la RSFSR que excluía del derecho de voto
a los patronos que empleaban trabajo asalariado.
'" Zhizn Natsionalnostei, núm. 23 (80), 18 de julio de 1920. P. Antropov,
en Revolutsiya v Srednei Azii: Sbornik (Tashkent), i (1928), 7-20, ii (1929),
10-42, da un informe del crecimiento del partido y de sus dos primeros con-
gresos (junio y diciembre de 1918). El mejor testimonio de sus divisiones y de
su debilidad política es el contenido en algunas notas de Frunze escritas du-
rante su estancia en Turquestán y publicadas en sus obras completas (M. P. Frun-
ze, Sobranie Socbinenii, i [1929], 119-21).
La autodeterminación en la práctica 353

un artículo aparecido en el periódico oficial del Narkomnats despertó


la atención hacia la importancia del Turquestán como punto de par-
tida para la liberación del este, y quince días después, un artículo
posterior declaraba que «el Turquestán, avanzada del comunismo en
Asia, espera ayuda del centro» 143 • El 12 de julio de 1919, un tele-
grama del comité central del partido llamó la atención al gobierno
de Tashkent sobre la necesidad de «incitar a la población nativa
del Turquestán a participar en la labor gubernamental sobre una
amplia base proporcional» y de «detener las requisas de propieda-
des musulmanas realizadas sin el consentimiento de las organizacio-
nes regionales musulmanas» 144• Según un oficial británico destinado
en aquel tiempo en Tashkent, la primera recomendación fue recibida
con consternación¡ llenar el noventa y cinco por ciento de los pues-
tos administrativos con nativos del Turquestán hubiera significado
«el final del gobierno bolchevique» 145 • El mutuo entendimiento entre
Moscú y Tashkent fue de crecimiento lento; en octubre de 1919,
cuando se establecieron una vez más las comunicaciones después de
un intervalo de casi dos años 146 , el VTsIK y el Sovnarkom nombra-
ron, por una resolución conjunta, una comisión para que se dirigiese
al Turquestán y se esforzase en aclarar la situación 147 • Y la resolu-
ción advertía a la comisión que:
La autodeterminación de los pueblos del Turquestán y la abolición de toda
desigualdad nacional y de todos los privilegios de un grupo nacional sobre
otro constituyen el fundamento de toda la política del gobierno soviético de
Rusia y sirven de principio rector a toda la labor de sus organismos... Unica-
mente con una actuación de este tipo puede superarse el desprecio de las masas
trabajadoras de los nativos del Turquestán por los obreros y campesinos de
Rusia, desprecio nacido de los muchos años de dominación de la Rusia zarista••.

El mandato de la comisión fue reforzado por una carta de Lenin a


los «camaradas comunistas que están en el Turquestán» exhortándo-
,.. Zhiw Natsiona/nostei, núm. 20 (28), 1 de junio de 1919, núm. 22 (30),
15 de junio de 1919.
,.. Lenin, Sochineniya, xxiv, 811.
,., F. M. Bailey, Mission to Tashkent (1946), pp. 190-1.
"' La recuperación de Ashkabad por los bolcheviques en octubre de 1919
abrió la ruta a través del mar Caspio; la vía férrea por Orenburgo no fue
despejada hasta la primavera siguiente.
,., Los miembros de la comisión incluían a Eliava (un georgiano reciente-
mente convertido del menchevismo), Frunze (que fue nombrado comandante
en jefe del frente del Turquestán), Kuibishev, Rudzutak, Boki y Goloshekin
(G. Safarov, Ko/onia/naya Revo/utsiya: Opit Turkestana [1921], p. 105).
•• Lenin, Sochineniya, xxiv, 810-11.
Carr, l. 1, 23
154 Capítulo 11

les a «establecer relaciones de camaradería con los pueblos del Tur-


questán» y a arrancar de raíz todos los vestigios del imperialismo
gran-ruso 149• A finales de enero de 1920 salió para el Turquestán el
primer «tren rojo» desde Moscú, con un aditamento completo de
propagandistas y de literatura en las lenguas locales 150•
La llegada de la comisión y sin duda el refuerzo del prestigio
y del poder del gobierno central logrado por la derrota de Kolchak y
Dinikin, condujeron a una rápida mejora de las relaciones a lo largo
del año de 1920. Se disponía ahora por vez primera de unidades del
Ejército Rojo para reforzar las levas locales y los principados hasta
entonces independi4.-ntes de Jiva y de Bujara pudieron ponerse de
acuerdo. El kan de Jiva fue expulsado, y en abril de 1920 nació la
República de Jorezm (restauración del antiguo nombre de Jiva) 151 ,
soviética pero aún no socialista. Casi al mismo tiempo el emir de
Bujara sucumbió ante el movimiento de la «joven Bujara» mientras
que las fuerzas bolcheviques avanzaban hacia la capital bajo el mando
de Frunze 152 • El 5 de octubre de 1920 se reunió en el viejo palacio
del emir de Bujara el primer «Congreso de los Obreros de Bujara» 153 •
Fue en este momento, según un testigo, cuando la influencia del
movimiento de «la joven Bujara», que se componía de la generación
joven de comerciantes ilustrados que se inspiraban en los jóvenes
turcos y soñaban con un renacimiento nacional, empezó a confor-
marse en partido comunista de Bujara embrionario cuyo dirigente era
Faizulla Jozaev 154• En diciembre de 1920 apareció en Moscú un de-
legado de Bujara a presentar los saludos del «Soviet de Bujara» al
octavo Congreso de Soviets de toda Rusia 155• El establecimiento de
regímenes soviéticos en Jorezm y en Bujara fue seguido rápidamente
por la fuma de tratados con la RSFSR 156•
La comisión de Moscú -y especialmente Frunze, el miembro
militar- había representado evidentemente un papel importante
en la organización de estas victorias pero resultaba difícl sin em-

,., Lenin, Sochineniya, xxiv, 531.


"" Zhi%n Natsionalnostei, núm. 4 (61), 1 de febrero de 1920.
151 Castagné (Revue du monde musulman, Ji [1922], 207) sitúa estos
sucesos en la primera mitad de 1919, pero añade que fueron seguidos inme-
diatamente de negociaciones para concertar un tratado con Moscú, que se
firmó en septiembre de 1920; parece haber equivocado la fecha en un año.
152 M. P. Frunze, Sobranie Sochineni, i (1929), 142-3; Revue du monde
musulman, li (1922), 219.
,.. Novi Vostok, ii (1922), 272.
,.. A. Barmine, One Who Survived (1945), p. 103.
155 Vosmoi Vserossiiski Sye%d Sovetov (1921), pp. 225-6.
156 Véase más adelante, pp. 407-8.
La autodeterminaci6n en ]a práctica 3.55

bargo imponer algo más que una apariencia externa de unidad y


de ortodoxia al partido local, o aplicar en el Turquestán la política
«oriental» de solicitar la alianza de los pueblos musulmanes, que
había sido adoptada en las otras comarcas fronterizas del este
desde 1920 en adelante. En el verano de ese mismo año, una carta
del comité central del partido a las organizaciones de éste en el Tur-
questán declaraba que el primer y principal deber de los comunistas
rusos era ganar la confianza de los pueblos trabajadores oprimidos 157 •
Se hicieron toda clase de intentos para acabar con la discriminación
nacional 158, pero había en el Turquestán pocos comunistas entrena-
dos y las doctrinas dictadas desde Moscú parecían imposibles de
aplicar en un país donde el principio de la igualdad nacional y de
la no-discriminación habría de subordinar una pequeña y relativa-
mente progresista minoría rusa a las masas de campesinos atrasados,
representadas por un puñado de intelectuales musulmanes inclinados
al nacionalismo. La situación invitaba a abusos que no hubieran po-
dido extirparse rápidamente. Safarov, uno de los pocos «viejos bol-
cheviques» que había visitado el Turquestán, escribía en 1920:
Desde ]os primeros días de ]a Revoluci6n, el poder soviético se estableci6
en el Turquestán gracias al empuje de UD delgado estrato de obreros ferroviarios
rusos, e incluso ahora 1a impresi6n más extendida es la de que solamente los
rusos pueden sustentar 1a dictadura proletaria en este país... La desigualdad
nacional, la desigualdad entre los europeos y los Dativos se encuentra a cada
paso... En el Turquestán ha habido algunos comunistas escogidos y no todos
se han ido todavía 159•

Pocas semanas después un delegado musulmán del Turquestán


pronunció un discurso muy franco sobre el mismo tema, en el con-
greso de los pueblos orientales celebrado en Bakú. Se quejaba de
157 G. Safarov, Kolonialnaya Revolutsiya: Opit Turkestana (1921), p. 133.
•• Dos ejemplos de una política nacional más conciliatoria citados por Cas-
tagné (Revue du monde musulman, l [1922], 68-9) ilustran las complica-
ciones de la vida en Turquestán: en el invierno de 1920-21, se sustituy6 el
viernes po~ el domingo como día de descanso semanal, y las autoridades lo-
cales aceptaron por primera vez telegramas en lenguas locales.
'" Pravda, 20 de junio de 1920. En el décimo Congreso del partido cele-
brado en Moscú en marzo de 1921, Safarov relat6 que el verano anterior había
visto el siguiente aviso en una pequeña ciudad del Turquestán: «Como el
servicio divino es oficiado hoy por un sacerdote comunista, todos los miem-
bros del Partido Comunista están invitados a dicho servicio» (Desiati Syezd
Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii [1921), p. 104). Broido advertía la existen-
cia de comunistas musulmanes que «rezan a las horas señaladas» y de un
archimandrita ruso que «preside un comité de condado y edita un peri6dico del
Soviet y del partido» (Zhizn Natsionalnostei, núm. 23 [80], 18 de julio de 1920).
356 Caphulo 11

que Zinoviev• Radek y otros jefes revolucionarios no habían estado


nunca en el Turquestán, se refería a las «inoportunidades» de la
política soviética en los tres años pasados y pedía la eliminación
de «vuestros colonos que ahora operan bajo el disfraz de comunis-
mo» (el informe registra aplausos y gritos de «bravo» en este
punto). Y continuaba:
Hay entre vosotros, camaradas, gentes que bajo la máscara del comunismo
arruinan todo el poder soviético y hechan a perder totalmente la política sovié-
tica en el este 1'°.

Esta acusación fue repetida en el décimo Congreso del partido


de marzo de 1921, celebrado en Moscú, en el que Safarov, en su cali-
dad de uno de los delegados del Turquestán, criticó una vez más
la composición del partido local y pidió una lucha más activa contra
el chovinismo gran-ruso y el nacionalismo musulmán 161 • Incluso to-
davía en enero de 1922, el comité central del partido exhortaba aún
públicamente a los comunistas del Turquestán a sacudirse la «des-
viación colonialista» y les advertía que no se podía permitir que el
Turquestán se convirtiese en un «Ulster ruso -la fronde de los colo-
nos de una minoría nacional que cuenta con el apoyo central» 162•
El problema nacional no estaba por consiguiente aún resuelto
cuando, el 11 de abril de 1921, un decreto del VTsIK creó una Re-
pública Soviética Socialista del Turquestán como unidad autónoma
de la RSFSR 163 ; las vacilaciones que acompañaban esta decisión se
demostraban por el envío a Tashkent de «una comisión temporal
para los asuntos del Turquestán» responsable ante el VTsIK y el
Sovnarkom de la puesta en práctica de la política del poder soviético
con respecto a la cuestión nacionalista 164• La nueva república abar-
caba la parte de Asia Central, desde el mar Caspio en el oeste hasta
"" Yi. Syeul Narodov Vostoka (1920), pp. 85-91.
161 Desiati Syeul Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii (1921), pp. 163-8.
Stalin no replicó directamente a Safarov en el Congreso aunque acept6 la mayor
parte de sus enmiendas a la resolución sobre la cuestión de las nacionalidades;
en una ocasión anterior, Stalin había minimizado la acusación de «chovinismo
de gran potencia» y hablado de un modo crftico de las «supervivencias de ca-
rácter nacionalista» existentes entre los comunistas de lengua turca (Sochine-
niya, v, 1-3).
162 Zhizn Natsionalnostei, núm. 3 (132), 26 de enero de 1922.
162 Sobranie Uukoneni, 1921, núm. 32, art. 172.
164 lbid., núm. 32, art. 173. Los miembros de la comisión eran Tomski
y Rudzutak, protagonistas recientes de la controversia de los sindicatos en
el décimo Congreso del partido de marzo de 1921; A. Barmine describe una
visita a Tashkent en One Who Survived (1945), p. 99.
La autodeterminación en la práctica 357
Sinkiang en el este, desde las fronteras de Persia y Afganistán en
el sur hasta los confines de Kazajstán en el norte. El organismo
supremo de la república era el «Congreso de Diputados de Soviets
de Obreros, Dekanes, Campesinos, Ejército Rojo y Cosacos»; la
conspicua inclusión de los «dekanes» o campesinos musulmanes le-
nía la intención manifiesta de proclamar la nueva política de igual-
dad nacional. Pero el nuevo régimen fracasó en el intento de conse-
guir una paz inmediata. En el otoño de 1921, Envcr Pachá apareció
repentinamente en escena para colocarse a la cabeza de una seria
rebelión en el este de Bujara. Invocando las aspiraciones pantura-
nias del movimiento de la «joven Bujara» y de muchas de las co-
munidades musulmanas del Turquestán, efectuó la unión con los
basmachi y levantó contra Tashkent a la parte oriental del país 165•
La revuelta fue finalmente sofocada después de una lucha de muchos
meses, en el transcurso de los cuales fue muerto el mismo Enver
el 4 de agosto de 1922 -un fin trivial de una carrera melodramá-
tica-. Tras ello, la autoridad soviética fue restableciéndose gradual-
mente, pero hasta después de la formación de la Unión Soviética y
de la muerte de Lenin no se tomó la decisión de facilitar el problema
de gobierno en el Turquestán y garantizar un alcance más amplio a
las aspiraciones nacionales, partiéndolo en cuatro repúblicas nacio-
nales separadas. Se aprovechó también la oportunidad para cum-
plir la promesa hecha en 1920 a la república autónoma de Kazaj,
de nueva formación, de traspasar a ella, «de acuerdo con una
declaración de la voluntad de la población» 166, las tierras kazajas
incluidas hasta entonces en el Turquestán.

4. Las repúblicas trascaucásicas

La situación se complicaba en Trascaucasia por el carácter dual


del problema nacional. La región comprendía, como las comarcas
fronterizas del oeste, pueblos avanzados cuya demanda de indepen-
dencia nacional no podía rechazarse sin más, y, como los países
165 El relato más completo de la rebelión basmachi, con algunos detalles
pintorescos sobre las pretensiones pan-islámicas de Enver, se encuentra en
Novi Vostok, ii (1922), 274-84. Según Castagné (Revue du monde musulman,
li [1922], 228-9) Enver fue invitado por los bolcheviques a servir de inter-
mediario con los rebeldes, pero en lugar de ello se pasó a éstos; sin embargo,
el autor no estaba ya en Asia Central en esta época y sus fuentes no son siem-
pre dignas de confianza.
' 66 Politika Sovetskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu (1920), p. 44,
art. 65.
358 Capítulo 11

limítrofes del este, pueblos pr1m1t1vos cuya etapa de desarrollo los


limitaba a las más elementales formas de autonomía local. Aparte
de una población sustancial de inmigrantes rusos y turcos, Trascau-
casia era la patria de unos ocho grupos indígenas nacionales de los
cuales los tres más numerosos -georgianos, armenios y el Azerbai-
yan- contaban con menos de dos millones de habitantes. La mez-
colanza de pueblos diferentes había sido fuente ordinaria de con-
flicto y la estructura económica y social era igualmente abigarrada;
los niveles medios de vida de los campesinos eran bajos, incluso
en comparación con la Rusia europea, y más bajos aún en Azerbai-
yan que en ningún sitio. Sobrevivían aún sistemas feudales de
posesión de la tierra entre los beks del Azerbaiyan musulmán y
los príncipes de la Georgia cristiana. Armenia, en grado menor que
Georgia, poseía una clase comercial y una intelectualidad radical
pero no tenía potencialmente proletariado, aparte de un puñado de
obreros ferroviarios. En Bakú la industria del petróleo había atraído
a una colonia muy amplia de rusos y de armenios y a un proleta-
riado que era, en parte indígena, y en parte ruso.
Las fronteras étnicas que dividían a los tres principales grupos
nacionales estaban mal definidas en muchos sitios. Armenia sufría
particularmente a este respecto por la frecuente persecución y dis-
persión de las poblaciones armenias que habían llevado a cabo los
turcos. Había más armenios en Georgia y en Azerbaiyan que en la
República Armenia tal y como se había constituido últimamente;
Tiflis, la capital de Georgia, tenía una población armenia mayor que
ninguna otra ciudad y contaba con más armenios que georgianos. En
estas circunstancias, las animosidades nacionalistas se dirigían, en
comparación, con más frecuencia contra grupos nacionalistas rivales
que contra el poder ruso disimulado e indiscernible:
Si... no hay nacionalismo serio anti-ruso en Georgia (escribía Stalin en 1912)
es principalmente porque no hay allí terratenientes rusos o una poderosa bur-
guesía rusa que alimente este nacionalismo entre las masas. En Georgia lo que
hay es un nacionalismo anti-armenio pero es porque hay una importante bur-
guesía armenia que, habiendo vencido a la pequeña y aún inconsolidada bur-
guesía georgiana, arrastra a las masas hacia un nacionalismo anti-armenio'".

La Revolución de Febrero, estimulando los movimientos nacio-


nalistas y paralizando al mismo tiempo el control ruso, abrió la puer-
ta a un prolongado período de disturbios y de caos. No obstante, en
ninguna parte en el antiguo imperio zarista se dio una solución
basada en directivas nacionales que pareciese a primera vista menos
" 1 Stalin, Sochineniya, ii, 307.
La autodeterminaci6n en la práctica 359
prometedora o menos practicable. Un congreso regional de bolche-
viques del Cáucaso celebrado en Tiflis en septiembre de 1917 llegó
a la conclusión de que, en vista de la variedad, del pequeño número
v de la mezcolanza geográfica de las naciones del Cáucaso no podía
«recomendarse ni su separación ni la formación de estados federa-
les por parte de las nacionalidades del Cáucaso» 168 •
El primer resultado de la Revolución de Octubre fue el estable-
cimiento en THlis el 15-28 de noviembre de 1917 de un «comisa-
riado trascaucásico», cuya autoridad derivaba de una asamblea tras-
caucásica compuesta, por un ingenioso arreglo, de los representantes
elegidos para la Asamblea Constituyente de Petrogrado por las pro-
vincias trascaucásicas juntamente con representantes suplementarios,
escogidos por los diferentes partidos, en las mismas proporciones.
El Comisariado personificaba una coalición inestable entre los jefes
de Azerbaiyan y los terratenientes georgianos, que tenían la esperan-
za de suplantar con su autoridad la del difunto poder ruso, y de la
intelectualidad radical georgiana que alimentaba aspiraciones nacio-
nalistas y esperaba también constituir la clase dirigente de una na-
ción futura 169• La composición y la fuerza motriz de este comisaria-
do eran predominantemente georgianas. Su presidente era el polí-
tico radical georgiano Gegechkori y la organización funcionaba jun.
to con un «centro regional» de soviets locales de diputados de
obreros, campesinos y soldados presididos por el líder bolchevi-
que georgiano Jordania. El Comisariado no pretendió al principio
constituirse en gobierno o reclamar la independencia para Trascau-
casia; su primera declaración, publicada el 18 de noviembre-! de
diciembre de 1917 en nombre de la «democracia revolucionaria de
Trascaucasia» afirmaba «la plena autodeterminación de las naciona-
lidades proclamada por la revolución rusa», pero solamente podía
ejercer la autoridad hasta la convocatoria de la Asamblea Constitu-
yente en Petrogrado rm. Este concepto era, sin embargo, esencial-
mente antibolchevique y la negativa del Comisariado a reconocer al
gobierno soviético ruso después de la disolución de la Asamblea
Constituyente, le colocó de facto en una posición relativa de inde-
pendencia, cualesquiera que fuesen sus profesiones de fe.

161 Revolutsiya i Natsionalni Vopros: Dokumenti i Materiali, ed. S. M. Di-


manshtein, iii (1930), 41-12.
,., Stalin, Sochineniya, iv, 53. .
110 La fuente más completa para el conocimiento de estos sucesos es el
volumen de Dokumenti i Materiali po V neshnei Politike Zakavkazya i GrU%ii,
publicado en Tiflis por el gobierno georgiano en 1919; para la proclamaci6n
del 18 de noviembre-1 de diciembre de 1917, véanse pp. 8-10.
360 Capítulo 11

Mientras tanto, se había firmado un armisticio con los turcos en


la fecha del 5-18 de diciembre de 1917 y se disolvían las últimas
tropas rusas del frente turco. El tratado de Brest-Litovsk del 2 de
marzo de 1918, en cuyas negociaciones Trascaucasia no había toma-
do parte, contenía una cláusula para la cesión a Turquía de las pro-
vincias georgianas de Kars y de Batum y del distrito de Ardahan
principalmente armenio. Esto fue estrepitosamente censurado por
los portavoces de los dirigentes georgianos 171 , y el Comisariado de
Trascaucasia protestó oficialmente contra la cesión de sus provincias
por un acto decidido sin su conocimiento o su consentimiento 172 •
Turquía se apresuró a apoderarse de sus nuevas ganancias ocupando
Batum el 15 de abril de 1918 y mostró sus ambiciones de extenderse
aún más. Enfrentada con la necesidad de resistir ante la amenaza
turca y sin esperanza del apoyo ruso, la Asamblea de Trascaucasia
del 22 de abril proclamó una República Federal de Trascaucasia in-
dependiente 173 • Su mandato pretendía abarcar las provincias tras-
caucásicas del antiguo imperio zarista con excepción de las lireas
cedidas a Turquía en el tratado de Brest-Litovsk y de la ciudad de
Bakú. En Bakú, gracias principalmente a la importante colonia de
obreros, rusos y de otros orígenes, dedicados a la industria del pe-
tróleo, los bolcheviques consiguieron una posición firme en el pri-
ver invierno de la Revolución; en abril de 1918 se form6 un go-
bierno regular soviético presidido por Shaumian, viejo bolchevique
amigo de Lenin, que gozó de la ayuda de una gran parte de la co-
munidad sustancialmente armenia, que sentía temor ante la pobla-
ción turcófila azerbayaní de tierra adentro; y en estas condiciones
sohrevivi6 durante unos cuatro meses. Por otro lado, una declara-
ción de Stalin de mayo de 1918 de que Bakú, como «ciudadela del
poder soviético en Trascaucasia», había «agrupado a su alrededor
toda la Trascaucasia oriental desde Lenkoran y Kuba hasta Elisa-
betpol» 174 parecía no ser más que un pío deseo. El experimento
de la unidad trascaucásica fue de corta vida. Cuando se reunió en
Batum en mayo de 1918 una conferencia para firmar la paz con
Turquía, las animosidades subyacentes entre los tres miembros de la
171 Dokumenti i Materiali (Tiflis, 1919), pp. 164, 168, 171.
"' Z. Avalishvili, The Independence of Georgia in International Politics
(s. f., ¿1940?), p. 27. Es la traducci6n inglesa de un libro escrito por un diplo-
mático georgiano burgués y publicado en ruso en París en 1924.
,... Los debates de la asamblea están en Dokumenti i Materiali (Tiflis,
1919), pp. 200-22. El presidente de la asamblea era el conocido menchevique
georgiano Chjeidze; el primer ministro del nuevo gobierno era otro georgiano
llamado Chjenkeli.
'" Stalin, Sochineniya, iv, 96.
La autodeterminación en la práctica 361

República de Trascaucasia salieron rápidamente a la luz; los geor-


gianos esperaban la ayuda incondicional de sus compañeros para
oponerse a las pretensiones turcas sobre Batum, pero los agravios
de Armenia contra Georgia se sentían con tanta viveza como los sus-
tentados contra los turcos, y los azerbayaníes preferían, antes que
sus colegas cristianos, sus parientes y correligionariO'S turcos. Los ce-
los por el papel dominante de Georgia en la República eran cosa co-
rriente en Armenia y Azerbaiyan. En cada uno de los tres países estas
fricciones nacionales fueron amplificadas y explotadas por el partido
dominante -los bolcheviques en Georgia, los dashnakes en Armenia
y el partido Musawat (igualdad) en Azerbaiyan. La cooperación se
estropeó pronto. El 26 de mayo de 1918 la Asamblea de Trascau-
casia se reunió para disolver la República y el mismo día una asam-
blea nacional georgiana proclamó una República Independiente de
Georgia 175 • Las repúblicas independientes de Armenia y de Azer-
baiyan se proclamaron dos días después.
La independencia de estas nuevas creaciones resultó aún menos
duradera que la de la República de Trascaucasia; pocas semanas
después, las tropas turcas invadieron la mayor parte de Armenia y
de Azerbaiyan y la Armenia independiente dejó de existir incluso
de nombre. El gobierno de Azerbaiyan se convirtió en un gobierno
marioneta del mando militar turco. Georgia se salvó del mismo des-
tino buscando el patronazgo y la protección del aliado de Turquía,
Alemania, y el 28 de mayo de 1918 se firmó un tratado germano-
georgiano según el cual Georgia aceptaba las fronteras determinadas
en Brest-Litovsk, pero se aseguraba la garantía tácita de Alemania
contra posteriores incursiones turcas. Alemania se dispuso a nom-
brar representantes diplomáticos y consulares en Georgia, aunque
se mantuvo sin reconocer formalmente su independencia, aparente-
mente por respeto a las susceptibilidades rusas 176 • Se aseguraba así
11• Los discursos del portavoz georgiano Tsereteli en la última sesión de
la asamblea trascaucásica están en Dokumenti i Materiali (Tifüs, 1919), pp. 317-
330; la declaración de la independencia de Georgia, ibid., pp. 336-8; esto
último está también en Mezhdunarodnaya Politika, de Kliuchnikov i Sabanin,
ii (1926), 435-6. La declaración reprocha al gobierno soviético ruso el haber
abierto «las fronteras de Georgia a la invasión enemiga y cedido a éste el terri-
torio georgiano», y cita el decreto soviético que reconoce «la libertad de todos
y cada uno de los pueblos que forman parte de Rusia para elegir un régimen
político adecuado, incluyendo el derecho a separarse enteramente de ésta».
El tono débilmente apologético de ambos documentos delata una poderosa
veta de incertidumbres con respecto a las perspectivas finales de indepen-
dencia.
11• Un incidente en la breve carrera de la República Trascaucásica fue
un ofrecimiento del comandante local alemán, general von Lossow, de hacer
362 Capítulo 11

el control de la importante vía férrea trascaucásica que llevaba el


petróleo de Bakú al Mar Negro, y Georgia se comprometía a poner
a disposición de Alemania durante la duración de la guerra todas
sus materias primas, de las cuales era, con mucho, la más impor-
tante el manganeso. Fortalecida con esta alianza, Georgia concluyó
un tratado de paz con Turquía el 4 de junio de 1918 m. Una guar-
nición alemana se estableció en Tiflis y el tratado soviético-germano
suplementario del de Brest-Litovsk que se firmó en Berlín el 27 de
agosto de 1918 contenía una cláusula por la que el gobierno sovié-
tico aceptaba el reconocimiento alemán de una Georgia indepen-
diente.
La razón que capacitó a Georgia para afirmar una independen-
cia nominal, y hasta cierto punto real, en un momento en que Ar-
menia y Azerbaiyan se habían extinguido virtualmente como entida-
des independientes fue, en parte, accidental. Alemania estaba inte-
resada en el manganeso de Georgia y preocupada también por tener
un pie en el Cáucaso para supervisar a este aliado poco digno de
confianza y vigilar a Rusia, y por estas razones deseaba arrojar el
manto del poder germánico sobre la República de Georgia. Georgia,
por otra parte, gozaba también de ciertas ventajas propias sobre los
otros dos grupos nacionales trascaucásicos, pues poseía los restos de
una aristocracia nativa y los elementos de una burguesía y de una
intelectualidad también nativa, que le daban una cierta cohesión
nacional. Incluso el partido socialdemócrata contaba con un creci-
miento de elementos nativos vigorosos, y suministró varias figuras
notables además del mismo Stalin, aunque, como la mayor parte de
los grupos socialdemócratas rusos, fuera de las grandes áreas indus-
triales, era de composición y de liderazgo principalmente menchevi-
que. El nombramiento de Jordania, el jefe del partido y presidente
del Soviet, como jefe de gobierno, en el mes de junio de 1918,
terminó con la dualidad de gobierno y el Soviet y confirmó a los bol-
cheviques como potencia dirigente. La cuestión de si Georgia podía
haber establecido en esos años una independencia efectiva como
una dimjnuta república burguesa, sin contar con la intervención ex-
de intermediario entre ella y la República Soviética Rusa, ofrecimiento que
fue aceptado por Chicherin, Dokumenti i Materiali (Tiflis, 1919), pp. 302-3;
pero que no quedó en nada, seguramente debido a la disolución de la República
Trascaucásica.
177 Los tratados germano-georgianos están publicados en Dokumenti i Ma-
teriali (Tiflis, 1919), pp. 339-42. El tratado turco-georgiano más importante
se omite, aparentemente tras una inspección, puesto que se produce un corte
en el texto entre las pp. 352 y 353. En este punto hay discrepancias raras
entre el texto y el índice; este último omite también los tratados alemanes.
La autodeterminación en la práctica 363

terna de otra comarca, sigue siendo una cuestión académica, pero


sus pretensiones eran algo menos irreales que las de los otros dos
pueblos importantes de Trascaucasia.
En el verano de 1928 se vio, por consiguiente, dividida Tras-
caucasia entre Alemania y Turquía, con la total exclusión de Rusia,
excepto el precario dominio soviético sobre la ciudad de Bakú. El
derrumbamiento de las potencias centrales en el otoño de aquel año
tuvo por efecto la sustitución del poder alemán y turco por el bri-
tánico. Las fuerzas británicas, al mando del general Dunsterville, ha-
bían avanzado ya desde Persia al interior de Azerbaiyan y entraron
efectivamente en Bakú a finales de agosto de 1918, para retirarse
el 15 de septiembre ante el avance turco 178 • Cuando seis semanas
más tarde se derrumbó la resistencia de los alemanes y de los turcos,
las fuerzas británicas avanzaron de nuevo y ocuparon Bakú y las
principales ciudades de Trascaucasia a tiempo de cortar en flor, en
diciembre de 1918, una incipiente guerra fronteriza entre Georgia y
Armenia 179• El 31 de diciembre de 1918, el gobierno británico in-
formó a la delegación georgiana de que «miraban con simpatía la
proclamación de la independencia de la República de Georgia y esta-
ban dispuestos a solicitar su reconocimiento en la Conferencia de
la Paz», y los gobiernos nacionales de Armenia y de Azerbaiyan,
resucitados a la caída de Turquía, y que gozaban de un grado de
protección británica menos visible, enviaron también delegaciones
a esta Conferencia de París. Sin embargo, la cuestión se complicó en
la Conferencia por el apoyo prestado a Kolchak y a Denikin, quienes
se negaban a reconocer la independencia de Trascaucasia; solamente
después de la derrota de los principales ejércitos blancos el Consejo

171 Estas operaciones son descritas de un modo vivaz, con comentarios


políticos ingenuos pero ocasionalmente iluminadores, por L. C. Dunsterville,
en The Adventures of Dunsterforce (1920). En Tiflis se publicó en 1920 una
traducción rusa con el título de Britanski Imperializm v Baku i Persii, 1917-
1918. Los veintiséis comisarios soviéticos que habían constituido el gobierno
de Baku, desde abril a julio de 1918, huyeron antes de la llegada de las
fuerzas britlinicas, pero en septiembre cayeron en manos de las autoridades
antibolcheviques de Trascaucasia y fueron asesinados, según se alegó con
la complicidad o la aprobación tácita del mando militar británico local. Este
acto se convirtió en cause célébre, sobre cuya responsabilidad se discutía aún
cuatro años después en la correspondencia entre los gobiernos británico y
soviético (Cmd 1, 846 [1923]).
'" Es divertido registrar que el gobierno georgiano, el mismo día en
que enviaba una protesta formal contra la entrada de las tropas británicas en
Georgia (22 de diciembre de 1918), invocaba la ayuda de la misión militar
británica para impedir los ataques armenios al territorio georgiano (Doku-
menti i Materiali, Tiflis, 1919, pp. 425-6, 478-9).
364 Capítulo 11

Supremo decidió en enero de 1920, a instancias de Curzon, recono-


cer de facto a Georgia, Azerbaiyan y Armenia. Pero las buenas pa-
labras pronunciadas en París tenían poco significado en Trascauca-
sia. Antes de terminar el año de 1919, las tropas británicas se ha-
bían retirado de toda el área (excepto el puerto de Batum, donde
permanecieron aún hasta julio de 1920) y, en ausencia del apoyo
extranjero e incluso del más elemental acuerdo entre sí, las repú-
blicas burguesas independientes de Trascaucasia no tenían capaci-
dad para sobrevivir.
El rasgo significativo de la política de Trascaucasia desde la Re-
volución de Octubre había sido la ausencia del poder ruso; el vacío
se había llenado en forma de gobiernos locales independientes pero
en realidad lo había sido por potencias militares, primero Alemania
y después Turquía, y por fin Gran Bretaña. Cuando al final se re-
tiró Inglaterra, el poder ruso estaba preparado para ocupar su lugar.
Las tres repúblicas trascaucásicas habían sido boicoteadas por el
gobierno soviético como marionetas manejadas por las potencias
extranjeras y ahora sucumbieron por su debilidad. A finales de abril
de 1920 el gobierno de Azerbaiyan que quedaba en el poder al re-
tirarse las tropas británicas, que había recibido el reconocimiento
aliado en enero de 1920, fue derribado sin mucha dificultad por un
levantamiento comunista producido en Bakú. Un «comité militar
revolucionario», que actuaba en nombre del proletariado revolu-
cionario de Bakú y de los campesinos trabajadores de Azerbaiyan,
denunció a los componentes del difunto gobierno como traidores y
y apeló a Moscú para concluir «una alianza fraternal en la lucha co.
mún contra el mundo imperialista». La ayuda estuvo disponible
muy rápidamente; se proclamó ·una República Socialista Soviética de
Azerbaiyan, y Kirov, Orejonikidze y Micoian -un ruso, un geor-
giano y un armenio-- llegaron para colocar los cimientos del poder
soviético en Trascaucasia •si.Por el momento, sin embargo, como
acababa de empezar la guerra con Polonia, las autoridades soviéticas
prefirieron mostrarse cautas y contenerse en cuanto a la consecución
de ventajas. El 7 de mayo de 1920 181 , bastante inesperadamente,
,., El informe más completo sobre este episodio se encuentra en 1% lstorii
Bolshevistkoi Organi1.atsii v Baku i A1.erbaid1.hane (1946), de M. D. Baginov,
pp. 193-8; las apelaciones del comité militar revolucionario de Azerbaiyan y de
su comité central están en Me1.hdunarodnaya Politika, de Kliuchnikov i Sa-
banin, iii (1928), i, 21-2.
111 Sobranie Uzakoneni, 1920, núm. 64, art. 282. El 30 de abril de 1920,
Jordania, hablando en la Asamblea Constituyente georgiana del asunto de Azer-
baiyan, habfa hecho la observación de que «si el pueblo mismo ve con
simpatfa la invasión de su pafs por fuerzas enemigas, el actuar en contra
La autodeterminaci6n en la práctica 365
firmaban un tratado con el gobierno burgués de Georgia que con-
siguió así el reconocimiento del Soviet a expensas de reconocer él
a la República Soviética de Azerbaiyan. Desde el punto de vista
soviético no era cosa nueva, pues la misma política se había seguido
en los acuerdos con los gobiernos burgueses de los estados del Bál-
tico, pero no era fácil creer que el poder soviético, después de haber
implantado firmemente su pie a lo largo del Cáucaso, pudiese li-
mitar su alcance a Azerbaiyan o que Georgia quedase indefinidamen-
te como un muro de contención, no estando asignada para ese papel,
entre la Rusia soviética y una Turquía reavivada.
La segunda etapa correspondió a Armenia. Por el temor y el
odio que sentían contra los turcos, los armenios eran tradicional-
mente rusófilos, sin tener en cuenta el régimen del momento; de los
gobiernos trascaucásicos el único que se había ingeniado para tener
relaciones amistosas con Denikin era el Gobierno dashnako de Ar-
menia. El restablecimiento del poder ruso en forma de Soviet en
Azerbaiyan tuvo un poderoso efecto en Armenia y provocó un le-
vantamiento combinado de campesinos y de bolcheviques que fue
suprimido fácilmente 182• Las complicaciones, no obstante, llegaron
bien pronto por el lado de Turquía. El apoyo moral de los aliados
y la esperanza largamente diferida, y que no llegó a realizarse, de un
«mandato» americano o aliado sobre Armenia, había sido el tanto
más importante del gobierno armenio. En el verano de 1920, con
la retirada de las últimas fuerzas aliadas de Trascaucasia, estos es-
pejismos se desvanecieron. La firma demorada del tratado de Sevres
concedió a Armenia el 10 de agosto de 1920 el reconocimiento for-
mal del gobierno marioneta turco de Constantinopla, pero infligió
un insulto inolvidable a Kemal y a los nacionalistas turcos. En oc-

de éstas sería una violaci6n por nuestra parte de los derechos del pueblo en
cuesti6m> (Z. Avalishvili, The Independence of Georgia in International Po-
litics [s. f., ¿1940?], p. 260). Esta declaraci6n conciliadora abrió el camino
al acuerdo soviético-georgiano.
112 B. A. Boryan da en Armeniya, Mezhdunarodnaya Diplomatiya, i SSSR
(1929), ii, 88-114, un relato de este episodio. El autor, un bolchevique armenio,
es verboso y se interesa más por las teorías que por los hechos, pero usa fuen-
tes que no son accesibles de otro modo, incluyendo documentos armenios, y no
carece completamente de sentido crítico. Según Kommunisticheskii lnternatsio-
nal, núm. 13, septiembre de 1920, col. 2.549, un «comité revolucionario»
bolchevique se apoder6 del mando en Alexandropol el 3 de mayo de 1920,
y una semana después proclamó el establecimiento de una Armenia soviética,
pero no supo continuar el éxito inicial. La misma fuente (ibid., col. 2.547)
estima el número de miembros de la secci6n armenia (no habfa entonces par-
tido comunista armenio independiente) del partido comunista ruso en esta
época en 3.000, la mayor parte de los cuales residían fuera de Armenia.
366 Capítulo 11

tubre de 1920 estalló la lucha por una cuestión de fronteras y las


tropas turcas se apoderaron de Kars y de Alexandropol. En Arme-
nia estaba muy extendida la creencia de que era un choque entre
los nacionalistas turcos y la Rusia soviética para derribar al gobier-
no dashnako 183• Si este choque hubiera existido, los resultados po-
dían haber sido más favorables para la Rusia soviética, pero así como
estaban las cosas, el avance turco continuó, y cuando a finales de
noviembre la victoria de los turcos fue completa y el gobierno de
Armenia se disolvió, las fuerzas soviéticas avanzaron desde el nor-
deste trayendo con ellas un comité revolucionario que proclamó una
nueva República Socialista Armenia con la capital en Erevan 184• Este
gobierno armenio reconstituido recibió rápidamente el reconoci-
miento oficial de Moscú, y se firmó un tratado de paz con Turquía
el 2 de diciembre de 1920 185• Así sobrevivió un Armenia truncada
como república soviética independiente, pero el régimen no se esta-
bleció sin resistencia posterior y, a mediados de febrero de 1921, la
población se levantó contra sus nuevos amos apoderándose de Ere-
van y de otras ciudades importantes. El comité revolucionario, :.e-
gún palabras del historiador bolchevique armenio, «reconociendo su
propia impotencia pidió ayuda a la Rusia soviética, y huyendo bajo
la protección de un pequeño destacamento, entregó al Ejército Rojo
la misión de salvar a Armenia». Se ha dicho que el levantamiento
había sido provocado por la severidad de las requisas de grano pero
el orden no se restableció totalmente hasta comienzos de abril, des--
pués de la promulgación de la NEP 186• No pueden hacerse más que
conjeturas con respecto a los papeles respectivos representados en
esta rebelión por el descontento económico y el nacional.
La república menchevique de Georgia existía aún, y en los últi-
mos meses de su vida hizo algunas incursiones en el área internacio-
nal tan inesperadas como visibles. En septiembre de 1920 recibió a
'ª B. A. Boryan (Armeniya, Mzhdunarodnaya Diplomatiya, i SSSR [19291),
señala por dos veces la prevalencia de esta creencia (ii, 121, 136) que atribuye
a la propaganda dashnaka y que él, sin embargo, rechaza. La literatura anti-
bolchevique de este período contiene varias historias circunstanciales de un
tratado secreto entre Rusia soviética y Turquía para eliminar a las repúblicas
trascaucásicas, pero ninguna se apoya en evidencias dignas de confianza.
'"' «El comité revolucionario de Armenia se formó en la frontera de Azer•
baiyan y Armenia y no tenía fuerza real; su única actuación patente fue la
publicación de la declaración proclamando una República Socialista Soviética
de Armenia» (B. A. Boryan, Armeniya, Mzhdun(ll'odnaya Diplomatiya, i SSSR
[1929), ii, 122-3).
•• Kliuchnikov i Sabanin, Mezhdunarodnaya Politika, iii (1928), i, 75.
'" B. A. Boryan, Armeniya, Mezhdunarodnaya Diplomatiya, i SSSR (1929),
ii, 133-40, 158-9.
La autodeterminación en la práctica 367

una delegación de algunos de los socialdemócratas y jefes laboristas


más distinguidos de la Europa occidental, incluyendo a Kautski,
Vandervelde y Ramsay MacDonald. Era un momento en que los
comunistas de toda Europa, inducidos por el Comintern, estaban
tratando de dividir los partidos socialistas. El propósito de la visita
a Georgia era coleccionar material para la propaganda antibolchevi-
que, de la cual los georgianos eran asiduos suministradores 187 • Geor-
gia, metida ahora en el gran mundo de la política internacional, hizo
una propuesta insistente, aunque sin éxito, para ser admitida en la
Liga de las Naciones en la primera asamblea que ésta celebró en
diciembre de 1920, pero sin embargo consiguió el reconocimiento
de jure del Consejo Supremo de los aliados, al mes siguiente. Esta
avidez en aderezarse el favor de los principales enemigos de la Ru-
sia soviética era poco prudente, y en el congreso de Bakú de los
pueblos orientales celebrado en septiembre de 1920, en el mismo
momento en que Georgia estaba recibiendo a los socialdemócratas
occidentales, uno de los oradores bolcheviques lanzó un vigoroso
ataque contra la actitud de la república menchevique con respecto
a sus minorías y a sus vecinos. Se les acusó de «destruir y extermi-
nar» a los osetianos, de incendiar pueblos enteros en Abjazia y de
presentar demandas con pretensiones chovinistas sobre territorios de
Azerbaiyan y Armenia. Se recordó cómo Georgia, a finales de
1918, había «comenzado una guerra contra Armenia, que no se ha-
bía detenido más que por la intervención de Inglaterra» 188 • Stalin,
durante su visita al Cáucaso en octubre de 1920, observó que con la
conclusión de la paz entre la Rusia soviética y Polonia se podía es-
perar que la Entente trasladase sus operaciones militares hacia el
sur, «en cuyo caso es muy posible que Georgia, de acuerdo con sus
obligaciones de 'querida' de la Entente, no se niegue a prestarle ser-
vicio» 189• En noviembre de 1920 se quejaba el periódico oficial del
Narkomnats de que, aunque el partido comunista había sido legali-
zado en Georgia después del tratado soviético-georgiano de mayo de
1920, habían sido arrestados tantos comunistas que, en la sede del
partido de Tiflis, no había quedado más que una empleada mujer 1911 •
Durante todo el invierno continuaron apareciendo en la prensa
soviética ominosos reproches contra Georgia, y las tropas soviéticas
se concentraron en los territorios adyacentes. Una disputa fronteri-
111 La visita de la delegación dej6 una estela de literatura anti-bolchevique
que incluye libros de Kautski y de Vandervelde.
•• lyi. Syezd Na,odov Vostoka (1920), p. 149.
'" Stalin, Socbineniya, iv, 379-80.
,,. Zhizn Natsionalnostei, núm. 34 (91), 3 de noviembre de 1920.
368 Capítulo 11

za con el Soviet de Armenia causó una ruptura local de hostilidades,


y el 21 de febrero de 1921 las fuerzas del Soviet y las de los bolche-
viques de Georgia cruzaron la frontera. Dos días después, Turquía
presentaba un ultimátum pidiendo la cesión de los dos distritos de
Ardahan y Artvin, a lo cual se accedió. El 25 de febrero de 1921,
Tiflis y los vencedores proclamaron una República Socialista Sovié-
tica Georgiana 191 • Salvo campañas de limpieza en las agitadas regio-
nes del Turquestán fue esta la última operación militar del Ejército
Rojo en los territorios que pronto iban a formar la URSS y fue tam-
bién el último ejemplo de sovietización forzada, durante casi veinte
años, hasta que la guerra con el extranjero asomó de nuevo amena-
zadoramente en el horizonte. La inusitada ansiedad de Lenin en esta
ocasión fue expresada en una carta que dirigió a Orjonikidze el 3
de marzo de 1921, recomendando no solamente «una política de
concesiones en relación con la inteliguentsia de Georgia y con los
pequeños comerciantes», sino incluso una «coalición con Jordania o
los mencheviques georgianos similares» 192 • La coalición no se llevó
a cabo aunque sí se proclamó una amnistía en favor de los men-
cheviques, y a mediados de marzo toda resistencia había cesado en
el país; los políticos burgueses georgianos y mencheviques habían
huido a París, donde el primero y último ministro de la repú-
blica menchevique georgiana había presentado sus credenciales el
mismo día en que Tiflis caía en poder de los bolcheviques. En el
transcurso del año 1921 los tres distritos minoritarios de Ajaría (in-
cluyendo el puerto de Batum), Abjazia y Yugo-Osetia se constituye-
ron respectivamente como repúblicas y región autónomas dentro de
la República Socialista Soviética de Georgia.

5. Siberia

En las regiones europeas del Asia Central y de Trascaucasia per-


tenecientes al antiguo imperio ruso, donde se habían establecido
después de 1917 autoridades independientes, había habido movi-

191 Kliuchnikov i Sabanin, Me%hdun(lfodnaya Politika, iii (1928), i, 86-7, 91.


"' Lenin, Sochineniya, xxvi, 187. Puede suponerse que Lenin, en víspe-
ras de introducir la NEP y de firmar el acuerdo comercial con Gran Bretaña,
no pensaba mucho en Georgia y que la sorprendente facilidad con que se
mostró dispuesto a contemporizar con los mencheviques se debía el deseo de
reducir el peligro de complicaciones internacionales. Y hasta el fin de su vida
continuó considerando a Georgia como un doloroso baldón de la política
soviética.
La autodeterminaci6n en la práctica 369

mientos nacionalistas, por muy incipientes que fuesen, de tal modo


que el proceso de dispersión, aunque puesto en movimiento o fo-
mentado por la condiciones de la guerra civil y de la invasión ex-
tranjera, tenía por lo menos algún fundamento nacional ostensible.
En Siberia, donde los habitantes del cinturón desarrollado a lo largo
de la vía férrea eran principalmente colonos rusos y las tribus na-
tivas primitivas estaban esparcidas sobre áreas muy vastas y muy
poco pobladas, no se suscitó ningún movimiento nacionalista o se-
paratista efectivo. Buriat-Mongolia se convirtió en una región autó-
noma en 1922 y en república autónoma al año siguiente 193 • El terri-
torio de los yakutos, al nordeste de Siberia, fue reconocido como
república autónoma en 1922, aunque gran parte del país continuó
en abierta rebelión hasta finales de 1923 194 • Pero aparte de estas
excepciones de poca importancia, las autoridades independientes que
hacían su aparición de vez en cuando eran, o productos de un expe-
diente político temporal, o aspirantes declarados a gobernar en un
imperio ruso reconstituido.
Los seis meses que siguieron a la Revolución de Octubre se ca-
racterizaron en Siberia por una especie de interregno. El poder sovié-
tico se afirmó esporádica y espasmódicamente; los soviets locales te-
nían un contacto más o menos intermitente con Moscú y con las de-
más autoridades locales, civiles o militares y ejercían un control inde-
finido en la mayoría de las áreas. Esta situación indeterminada fue
interrumpida por la acción militar extranjera, pues el 5 de abril de
1918 las fuerzas japonesas desembarcaron en Vladivostok, aparen-
temente para proteger las vidas y propiedades de los japoneses :95
y seguidamente avanzaron a lo largo de la vía férrea del Transibe-
riano hasta el lago Baikal. En mayo de 1918 las legiones checas,
compuestas de los antiguos prisioneros de guerra checos cuya eva-
cuación a través de Vladivostok había sido negociada con el gobier-
no soviético, chocaron con los bolcheviques en el oeste de Siberia
y emprendieron una acción militar para salvaguardar su posición.
No sin el aliento de los aliados, se movieron hacia el oeste en direc-
"' Véase anteriormente, p. 350, nota 133.
'" El relato de esta rebelión, que duró desde febrero de 1921 hasta no-
viembre de 1923, y que recoge Proletarskaya Revolutsiya, núm. 5 (76), 1928,
pp. 66-102, es más informativo con respecto a los incidentes que a sus causas
profundas. Pero la declaración de que la rebeli6n fue iniciada por oficiales
«blancos» es probablemente verdad. Según Zhizn Natsionalnostei, núm. 18
(116), 16 de septiembre de 1921, «tuvo un carácter marcadamente nacionalista
aunque entre los rebeldes no había solamente rusos sino incluso algunos oficia-
les magiares».
,,. Foreign Relationr o/ the United States, 1918: Russia, ii (1932), 100.
Carr, t. I, 24
370 Capítulo 11

ción al Volga, cerrando así toda Siberia al poder soviético y anexio-


nándole temporalmente ciertas regiones de la Rusia europea orien-
ta]. Ocuparon el punto clave de Samara el 8 de junio de 1918.
En tales condiciones, empezaron a cristalizar por todo el este
europeo y la Rusia asiática diversos «gobiernos» antibolcheviques.
Un grupo de antiguos miembros de la Asamblea Constituyente,
todos socialistas y casi todos eseritas de la derecha, pero incluyendo
unos pocos mencheviques, establecieron un gobierno provisional en
Samara bajo la protección de la legión checa. En Omsk se estable-
ció en julio de 1918 un gobierno siberiano de constitución burguesa
que en los meses siguientes ejerció un cierto grado de autoridad so-
bre la Siberia occidental 196 • Más hacia el este, Semenov, atamán de
los cosacos de Siberia, reunió un ejército en Harbin durante el in-
vierno de 1917 y marchó hacia Siberia en marzo de 1918. Sus mo-
vimientos iniciales tuvieron según parece el apoyo francés, pero a la
llegada de las fuerzas de ocupación japonesas en el verano de 1918
se entendió rápidamente con ellas y con su connivencia se estableció
en Chita, desde donde dominaban una parte considerable de Trans-
Baikalia.
El primer intento de consolidar estas intervenciones separadas,
creando una voluntad antibolchevique única, se llevó a cabo en una
conferencia reunida en Ufa en septiembre de 1918. Semenov, sin
duda a instancias de sus patronos japoneses, boicoteó la Conferencia
pero asistieron a ella representantes del gobierno siberiano de Omsk,
del de Samara, del llamado gobierno nacional kazajo, de los go-
biernos turco-tártaro y baskir, de varios gobiernos cosacos milita-
res y de otras autoridades de menor cuantía de jurisdicción un tanto
incierta. El 23 de septiembre de 1918 la Conferencia firmó un acta
constituyendo un «Gobierno Provisional de toda Rusia». Hasta la
convocatoria de una asamblea constituyente, el gobierno había de
estar en manos de un directorio de cinco miembros presidido por
Avxentiev, el jefe eserita de derecha 197 , y se fijó su sede en Omsk.

'" El informe más completo de este gobierno, escrito por uno de sus
miembros, se encuentra en: G. K. Gins, Sibir, Soyuzniki i Kolchak (Pekín,
1921), i, 102-31.
'" Los informes más completos sobre la Conferencia de Ufa son los con-
tenidos en: G. K. Gins, Sibir, Soyuzniki i Kolchak (Pekín, 1921), i, 207-55,
y V. G. Boldirev, Direktoriya, Kolchak, Interventi (Novonikolaevsk, 1925),
pp. 35-53; el texto del acta se halla en Boldriev, op. cit., pp. 493-7 (trad. ingl.,
en Foreign Relations of the United States, 1918: Russia, ii [1932), 406-9).
Boldriev fue comandante de las tropas del directorio; después del coup de
Kolchak se retiro al Japón y reapareció en Vladivostok en 1920 como ruso
«blanco» perrona grata para el cuartel general japonés. En 1922 se rindi6
La autodeterminación en la práctica 371

La Conferencia, sin embargo, se había desarrollado bajo siniestros


pronósticos, pues cuando se estaba celebrando los ejércitos volvie-
ron a tomar Kazan y Simbirsk de manos de los c}tecos y la misma
Samara cayó a primeros de octubre 198 • La autoridad del nuevo go-
bierno «de toda Rusia» quedó pronto confinada dentro de los lími-
tes de Siberia occidental y allí se sostuvo en el poder durante menos
de dos meses. El 18 de noviembre de 1918, el almirante Kolchak,
que acababa de llegar de Vladivostok, lo derribó por la fuerza y, con
el apoyo británico, asumió el título de «supremo gobernante». Como
resultado de este paso, muchos de los miembros supervivientes del
gobierno de Samara hicieron las paces con los bolcheviques.
El episodio de Kolchak duró de noviembre de 1918 hasta los
primeros días de 1920. Semenov se negó a rendirse ante él como
se había negado a someterse al gobierno de Siberia, y cuando en di-
ciembre de 1918 Kolchak publicó una orden desposeyendo a Seme-
nov de su mando y exigiendo el cumplimiento de esta orden, las
autoridades japonesas hicieron saber que no tolerarían ninguna in-
terferencia por parte de Kolchak -a quien miraban como instru-
mento inglés- al este del lago Baikal 199• Más hacia el oeste, Kol-
chak logró diversos éxitos pero se enemistó con todos los partidos
rusos, además de los de la extrema derecha, por su cruel tratamiento
de los adversarios políticos y por las salvajes expediciones de castigo
que emprendía como represalia por los repetidos desórdenes de los
campesinos. El sumum de su carrera lo alcanzó en el verano de
1919, cuando consiguió el reconocimiento correspondiente de los
aliados como jefe de facto de Rusia, y los otros generales blancos,
incluyendo a Semenov, aceptaron formalmente su autoridad supre-
ma; pere> en el otoño de 1919 la situación se hizo crítica en la reta-
guardia, «las revueltas campesinas se extendieron por toda Siberia
como un mar ininterrumpido» 200, y en octubre las tropas soviéticas
reanudaron la ofensiva y las fuerzas abigarradas de Kolchak empe-
zaron pronto a desintegrarse. Omsk fue evacuado el 10 de noviem-
bre de 1919 y tomado por los bolcheviques unos pocos días des-
pués 201 • En ese momento las legiones checas renunciaron, en nota
dirigida a los aliados, a toda responsabilidad ulterior en el mantení-
a los bolcheviques y fue amnistiado. Sus memorias, que acabamos de citar, fue-
ron publicadas por una editorial soviética.
'" Foreign Rel11tions of the United St11tes, 1918: Russia, ii (1932), 381,
409-10.
1" G. K. Gins, Sibir, Soyuzniki ; Kolch11k (Pekín, 1921), ii, 38.
"'° Ibid., ii, 397.
201 Ibid., ii, 413 (donde «octubre» es una errata por «noviembre»); Foreign
Relations of the United States, 1919: Russi11 (1937), p. 225.
372 Capitulo 11

miento del orden a lo largo de la vía férrea y pidieron su inmediata


evacuación. La demanda se justificaba con una franca denuncia del
régimen de Kolchak:

Bajo la protección de las bayonetas checoeslovacas, los organismos mili-


tares locales rusos cometen actos que horrorizan a todo el mundo civilizado.
El incendio de los pueblos, el que destacamentos militares enteros apaleen a pa-
cíficos ciudadanos rusos, el fusilamiento sin juicio de representantes de la
democracia por una simple sospecha de informalidad política, son fenómenos
diarios"".

En lrkutsk, donde Kolchak se estableció momentáneamente, la


situación se hizo rápidamente desesperada y el 24 de diciembre de
1919 tuvo lugar un levantamiento que terminó el 5 de enero de
1920 con la desbandada formal del gobierno de Kolchak y la toma
del poder por un «centro político» local de composición predomi.
nantemente escrita 203 • Kolchak, que había huido a Verjne-Udinsk,
firmó una orden entregando sus supremos poderes a Denikin y la
autoridad militar y civil a su viejo enemigo Semenov 204 • Pronto se
advirtió que el «centro político» carecía de respaldo serio y el 22
de enero de 1920 se firmó un acta transfiriendo el poder a un «co-
mité revolucionario militar» bolchevique, que se dispuso a convocar
un Soviet de Diputados de Obreros, Soldados y Campesinos 205 • El
mismo Kolchak fue detenido por los checos en su intento de esca-

"" El texto de la nota se halla en: G. K. Gins, Sibir, Soyuzniki i Kolchak


(Pekín, 1921), ii. pp. 441-2. Según esta misma autoridad, el delegado checo,
al reprocharle algunos miembros del gobierno de Kolchak el hecho de que
las tropas checas habían participado también en estos excesos, replicó: «Es
verdad, pero precisamente porque nuestro ejército está desmoralizándose en
contacto con el vuestro, estamos tratando de retirarlo rápidamente» (ibid.,
ii, 529).
"" Sibir, Soyuzniki i Kolchak (Pekín, 1921), ii, 501.
"" G. K. Gins, op. cit., ii, 565-6; el acta haciendo la transmisión a Seme-
nov, está reproducida en facsímil en: B. Borisov, Dalni Vostok (Viena, 1921).
pp. 15-16. Un pequeño cuerpo de las tropas de Kolchak bajo el mando del
general Kappel escapó de la déb8cle y en una marcha sensacional a través
de Yakutia y del Lago Baikal helado (que se llamó después la «campaña del
hielo»), consiguió unirse a Semenov (G. K. Gins, op. cit., ii, 550-4). Los
«kappelevtsi» permanecieron unidos y siguieron siendo un elemento perturbador
en la política de la Siberia oriental durante otros dos años, distinguiéndose por
su comportamiento particularmente duro con los bolcheviques con los que tro-
pezaban. Según una información (Revolutsiya na Dalnem Vostok, 1923, p. 100),
incluían muchos tártaros y baskires reclutados originalmente en Ufa.
205 P. S. Parfcnov, Borba za Da/ni Vostok (1928), pp. 60-1.
La autodeterminación en la práctica 373
par hacia el este y se rindió al comité militar revolucionario. El 7
de febrero de 1920 fue juzgado y fusilado 206 •
La caída de Kolchak, la terminación de la evacuación de la legión
checa y la retirada de las misiones inglesa y francesa dejó a los bol-
cheviques y japoneses frente a frente, en Siberia, como únicas fuerzas
efectivas. Lo que sucedió después demuestra que esta confrontación
inesperada fue igualmente mal recibida por ambos, y que tanto unos
como otros se retraían ante el conflicto que directamente les amena-
zaba. Por el lado ruso, la victoria sobre Kolchak y Denikin les había
dado nueva confianza y había liberado grandes contingentes milita-
res, pero en los primeros años de la década de 1920 el gobierno so-
viético, preocupado con las crecientes y serias dislocaciones de la
administración interna y de la organización económica y con la ame-
naza también creciente de un ataque de Polonia, tenía buenas razones
para rehuir la responsabilidad de tomar posesión de vastos territorios
nuevos en Siberia, aparte de la hostilidad cierta y la probable oposi-
ción del Japón si tomaba ese camino. Por otro lado, el reconocimiento
de la autonomía o independencia de las regiones distantes estaba en-
tonces firmemente arraigado en la doctrina y en la práctica bolchevi-
aue y un expediente, estructurado de acuerdo con estas líneas, era
muy probable que desarrollase gran fuerza de atracción. Por el lado
japonés, una aislada y visible intervención en Siberia después de la
retirada de los demás aliados, encajaba mal con la política de precau-
ción por la que el gobierno japonés mostraba su preferencia en este
período; la situación de comienzos de 1920 terminó en un desacuer-
do, que se produjo gradualmente en la política japonesa, entre un
grupo militar que trataba de prolongar indefinidamente la ocupación
de Siberia y un grupo civil, quizá apoyado por la influencia de los
marinos, que quería acabar con una situación comprometedora. El
primer grupo insistía en la conveniencia de mantener una Rusia divi-
dida y de tener al bolchevismo al alcance de la mano; el segundo te-
mía el antagonismo permanente entre Gran Bretaña y los Estados
Unidos que podía verse alentado por una ocupación prolongada. En
la primera mitad de 1920, el segundo de los grupos había ido adqui-
riendo gradualmente la ascendencia.
Este es el trasfondo que confería su realidad al proyecto aparen-
temente forzado de un «estado tope o amortiguador» en el este de
Siberia, proyecto que se originó durante el breve reinado del «centro
político» de Irkutsk y que suponía un característico intento de crear
un albergue a mitad de camino entre el bolchevismo y el mundo

• Para el texto de la sentencia véase ibid., pp. 64-5.


374 Capítulo 1

burgués. El poder central decidió enviar una delegación que hiciese


esta proposición al mando militar soviético, que ahora avanzabi
rápidamente hacia el este, e invitó prudentemente a acompañar a h
delegación al jefe de los bolcheviques de Irkutsk, Krasnohekov. Eri
éste un judío ruso de nacimiento que había pasado muchos años er
Chicago y que había regresado a Siberia después de la Revoluciór
de Octubre. Las negociaciones tuvieron lugar en Tomsk el 19 de
enero de 1920 y resultaron un éxito brillante. El jefe eserita de la
delegación de Irkutsk aseguró a los delegados soviéticos, basándose
en sus conversaciones con los representantes americanos, que «Amé-
rica estaba dispuesta a admitir la existencia de un estado tope que
incluyese en sus organismos de poder un representante de las fuer-
zas comunistas». Se llegó a un acuerdo, por tanto, sobre la creación
de este estado tope, que se comprometió a limpiar la vía férrea de
destacamentos militares extranjeros «por medio de negociaciones
diplomáticas» y a entregar al poder soviético a Kolchak y a su es-
tado mayor, más las reservas de oro. Este acuerdo fue confirmado
desde Moscú con las firmas de Lenin y de Trotski, el 21 de enero
de 1920, y Krasnoshekov fue nombrado ministro plenipotenciario
del gobierno soviético ante el «centro político» m_ El éxito conse-
guido por el comité bolchevique de Irkutsk en derribar al «centro
político» durante la ausencia de Krasnoshekov hizo naufragar este
ingenioso esquema; pocas semanas después el Ejército Rojo había
llegado a Irkutsk y la autoridad del gobierno soviético quedó es-
tablecida firmemente desde ese momento. Krasnoshekov, nada aco-
bardado, se trasladó a Verjne-Udinsk, y en esta ciudad, una «asam-
blea constituyente» de representantes de «todos los pueblos del
territorio trans-baikal» proclamó el 6 de abril de 1920 una Repú-
blica Independiente Democrática del Extremo Oriente» 208 • Krasno-
shekov, abandonando su papel diplomático, pasó a ser primer mi-
nistro y ministro de Asuntos Exteriores en el Gobierno de Extremo
Oriente. Uno de sus asociados era «Bill» Shatov, un jefe revolucio-

""' El mejor relato del episodio, que incluye el documento tal como se
publicó en la prensa de Irkutsk, está ibid., pp. 55-7; véase también G. K. Gins,
Sibír, Soyuzniki i Kolchak (Pekfn, 1921), ii, 545-6. H. K. Norton, The Far
Eastern Republic of Siberia (1923), añade detalles aparentemente derivados de
contactos personales con las personas en cuestión, pero su información carece de
comprensión política y magnifica constantemente el papel de Krasnoshekov.
"" Hay una versión inglesa de la declaración, en A Short Outline Hístory
of the Far Eastern Republic (Washington, 1922), pp. 40-2. Según H. K. Nor-
ton (The Far Eastern Republic of Siberia, 1923, p .136), fue redactada origi-
nalmente en inglés por Krasnoshekov que se manejaba mejor en dicha lengua
que en la suya nativa.
La autodeterminación en la práctica 375

nario americano muy conocido, también de origen judío-ruso. La


nueva república fue reconocida formalmente por el gobierno so-
viético el 14 de mayo de 1920 209 •
La reacción japonesa fue más vacilante. La decisión de evacuar
Siberia parece que se hizo saber a comienzos de marzo de 1920 210 ,
y la retirada desde las posiciones avanzadas empezó aproximadamen-
te al mismo tiempo. La situación se complicaba en aquel momento
por el llamado «incidente de Nikolaevsk» de marzo de 1920, cuan-
do el puerto de Nikolaevsk, en la desembocadura del Amur, frente
a Sajalin, cayó en las manos de un jefe partisano bolchevique llama-
do Triapitsin, con la consecuencia del aniquilamiento o captura de
la guarnición japonesa 211 • Aparentemente como represalia por este
209 Kliuchnikov i Sabanin, Mezhdunerodn11ya Politika, iii (1928), i, 24.
21 ª Revolutsiya na Dalnem Vostoke (1923), p. 102.
'" Es difícil determinar exactamente lo que sucedió en Nikolaevsk en
marzo de 1920. A fines de febrero, el ejército de Triapitsin ocupó la ciudad y
llegó a establecerse un modus vivendi con la guarnición japonesa. Según la
mayor parte de las versiones soviéticas, los disturbios comenzaron en marzo
con un ataque a traición de los japoneses violando este acuerdo; Trapitsin
rodeó entonces a la guarnición, y en el curso de ello, mató a algunos japoneses
civiles. El resto de la historia no se discute; Triapitsin siguió dueño de Niko-
laevsk hasta mayo, en que los japoneses enviaron por mar una expedición
que lo desalojase. Al enterarse Triapitsin de que se acercaban fuerzas superio-
res a las suyas, asesinó a toda la población japonesa, incluyendo a los prisio-
neros de esta nacionalidad, desvalijó la ciudad y la incendió hasta sus cimientos
antes de abandonarla. A comienzos de julio fue capturado y fusilado por el
Ejército Rojo, junto con sus ayudantes principales. La incertidumbre que se
refleja en los archivos se debe en parte a la confusión entre los sucesos de
marzo y los de mayo y en parte al hecho de que los apologistas soviéticos, en
su afán de condenar las represalias japonesas de abril, no se ponen de acuerdo
en si justificar los actos de Triapitsin en gracia a la provocación japonesa o en
si denunciarlo como «anarquista» y «aventurero» de cuyos actos no podían
sentirse con razón responsables los bolcheviques. Así, en Revolutsiya na Dalnem
Votsoke (1923) pp. 26-62, 119, se incluyen dos versiones contradictorias de
diferente mano (al parecer por la censura, pues no hay comentario del editor).
La primera versión --que acepta a Trapitsin como jefe bolchevique, minimiza
la matanza de civiles en marzo y acentúa la provocación japonesa- es la más
plausible y, en general, está corroborada por P. S. Parfenov (Barba za Da/ni
Vostok, 1928, pp. 7, 164-7). Parece que a los bolcheviques no se les ocurrió
desautorizar a Triapitsin hasta después de las atrocidades de mayo. Parfenov
(ibid., pp. 197-200) publica el juicio celebrado en julio por un tribunal mi-
litar contra Triapitsin y sus ayudantes, según apareció en la prensa local con-
temporánea. De ello se deduce que tenía veintitrés años y que su cómplice
más importante era una mujer de veintiuno. Según un artículo de Proletarskaya
Revolutsiya, núm. 5 (28), 1924, Triapitsin estableció una «comuna» regular
durante su ocupación de Nikolaevsk. El material referente al asunto de Niko-
laevsk ha sido traducido por E. Varneck y H. H. Fisher, en Testimony of
Kolchak and other Siberi11n Material (Stanford, 1953), pp. 331-64.
376 Capitulo 11

episodio, contingentes japoneses importantes desembarcaron en Vla-


divostok el 4-6 de abril de 1920 y ocuparon otros centros de la
provincia marítima, entre escenas de violencia desenfrenada y de
destrucción; y el 29 de abril se impuso al gobierno ruso blanco local
un acuerdo humillante que estipulaba una ocupación prolongada por
parte de los japoneses de la provincia marítima y la retirada de todas
las fuerzas rusas a una distancia de treinta verstas de la zona japo-
nesa 212• Estas medidas determinaron la victoria parcial del partido
militar japonés y la determinación, que se mantuvo durante los dos
años siguientes, de conservar un firme asidero en Vladisvostok y en
la costa del Pacífico. Pero no alteraron la política general de retirar-
se de las posiciones más avanzadas, y durante el verano las fuerzas
japonesas abandonaron gradualmente todo el este de Siberia más allá
de la provincia marítima.
Esta política tenía como corolario natural la aceptación de un
«estado tope». En mayo de 1920, aproximadamente al mismo tiem-
po en que el gobierno soviético reconocía a la República del Ex-
tremo Oriente, el comandante japonés de Siberia publicó una decla-
ración en la que, después de expresar el deseo general de retirar los
eiércitos japoneses de «la Rusia del Extremo Oriente», abogaba por
el establecimiento en la Trans-Baikalia de una zona neutral y libre
entre el ejército japonés y los bolcheviques que avanzaban en direc-
ción al este, zona que quedaría libre de la interferencia de ambos
ejércitos 213 • Esta declaración condujo, después de algunas dilaciones
posteriores, a la apertura de negociaciones directas entre el mando
militar japonés y una delegación de la República del Extremo Orien-
te. El 17 de julio de 1920 se firmó finalmente entre ellos el «tratado
de Gongotta» (llamado así por la estación de ferrocarril transiberia-
no situado a 40 verstas al oeste de Chita, donde tuvieron lugar las
negociaciones). Este acuerdo aceptaba la idea de que «el mejor me-
dio de establecer orden y tranquilidad es la formación de un es-
tado tope con un gobierno único, sin interferencia de fuerza armada
en los asuntos de este estado por parte de los demás. Por otro lado:
Este estado tope no podía vivir en cuestión internacional y económica ais•
lado de los estados civilizados y fuertemente industrializados. Existía un estre-
chísimo vínculo de intereses entre el territorio ruso del Extremo Oriente y el

• 12 El texto está en: V. C. Boldirev, Direktoriya, Kolchak, lnterventy


(Novonikolaevsk, 1925), pp. 498-500. El acuerdo fue firmado por Boldirev,
como comandante ruso local, con el comandante en jefe de las fuerzas ja-
ponesas.
21• P. S. Parfenov, Borba za Dalni Vostok (1928), p. 200.
La autodeterminación en la práctica 377
Japón, de tal modo que el estado tope no podía dejar de tener la intención
de mantener estrecha amistad y cooperación con el Japón.

Además, la nueva república no había de ser comunista y tenía


que tener un «carácter popular pero de gran amplitud democrática».
Los rusos estaban de acuerdo en no dar entrada a los ejércitos sovié-
ticos en el territorio de la república y el Japón en retirar sus tropas
de Trans-Baikalia; ambas partes habrían de esforzarse en impedir
conflictos en el territorio del Extremo Oriente y en acudir a «medi-
das decisivas solamente en casos extremos» 214 •
El efecto inmediato de este tratado fue dejar las manos libres a
la República del Extremo Oriente frente a Semenov, quien carecía
ya de importancia para el Japón después de la eliminación de Kol-
chak y de sus protectores ingleses. En octubre de 1920, después de
la retirada japonesa, Semenov fue arrollado y arrojado de Chita, que
volvió a ser el centro de la república; se convocó allí apresurada-
mente un Congreso de delegados del Extremo Oriente que a prin-
cipios de noviembre de 1920 publicó lo que en realidad era una re-
capitulación de la declaración de Verjne-Udinsk del 6 de abril, cons-
tituyendo el antiguo territorio ruso al este del lago Baikal en Repú-
blica Independiente del Extremo Oriente 215 • Un tratado formal con
el gobierno soviético fijó, en diciembre, las fronteras entre la Re
pública y la RSFSR 216• Las elecciones celebradas para la formación
de una Asamblea Constituyente en enero de 1921 concedieron 180
escaños a «un partido de la mayoría campesina» que formaba un
bloque con los comunistas y 92 a los comunistas mismos, con lo cual
estos dos grupos tenían más de los dos tercios del voto total. Los
escritas y los mencheviques tenían menos de una veintena de es-
caños cada uno; los buriat-mongoles obtuvieron 13 escaños y salie-
ron en la Asamblea con una demanda de «autodeterminación y ple-
na autonomía» 217 • Las reuniones de esta Asamblea fueron tempes-
21• V. G. Boldirev, Direktoriya, Kolchak, Interven/y (Novonikolaesk, 1925),
pp. 363-4.
21 • Ibid., pp. 379-81: versión inglesa, en A Short Outline History of the
Far Eastern Republic (Washington, 1922), pp. 45-6.
216 RSFSR: Sbornik Deistvuyushii Dogovorov, ii (1921), 78; A Short Outli-
ne History of the Far Eastern Republic (Washington, 1922), pp. 47-8.
217 P. S. Parfenov, Borba :za Dalni Vostok (1928), p. 289; H. K. Norton,
The Far Eastern Republic of Siberia (1923), p. 157. En enero de 1922, los
buriat-mongoles del territorio de la RSFSR se constituyeron en «región autó-
noma» (Sobranie U:zakoneni, 1922, núm. 6, art. 59); hay que deducir de ello
que la República del Extremo Oriente dio un paso similar, porque después
de su reincorporación a la RSFSR, los buriat-mongoles de las regiones autó-
nomas de ambas repúblicas se unieron en el verano de 1923 para formar una
378 Capítulo 11

tuosas desde el principio; los eseritas y los mencheviques acusaron


al gobierno, compuesto por igual de campesinos y de comunistas,
<le instalar d reino del terror y de ser instrumentos del buró del
Extremo Oriente del partido comunista ruso y, a su vez, fueron acu-
sados de aceptar subsidios japoneses. La Constitución, aprobada el
17 de abril de 1921 218 , conservaba formas democrático-burguesas.
Se instaló un gobierno compuesto de una mayoría de campesinos y
comunistas, junto con un consejo de ministros responsables ante
él 219 , y se guardó la ficción de una completa independencia con res-
pecto a Moscú. Sin embargo, Blucher, uno de los principales genera-
les del Ejército Rojo en la lucha contra Kokhak, fue el primer co-
mandante en jefe de las fuerzas armadas de la república 220 y este
puesto fue después ocupado por Uborevich 221 , quien sería más tarde
un general muy conocido de la Unión Soviética. Sea la que sea la
verdad sobre los jefes políticos y la administración civil, no hay
razón para dudar de que el ejército fue controlado desde el principio
directamente desde Moscú.
El gobierno japonés no tenía ningún motivo para congratularse
Jel desarrollo de los acontecimientos, pues había sido manejado por
una diplomacia superior, y el ponderado «estado tope» contra Mos-
cú y el bolchevismo, no cumplía ya su papel de dique. Las negocia-
ciones entre Chita y Vladivostok para la efectiva incorporación de
la provincia marítima a la nueva república habían ido avanzando
desde hada tiempo y la primera había participado ya en las eleccio-
nes para la Asamblea Constituyente del Extremo Oriente. En abril
de 1921 se sospechaba, aparentemente por vez primera, que la fron-
tera de la república había sido señalada de modo que la península
de Kamchatka quedase para la RSFSR. El propósito de ello era capa-
citar a la República Socialista Federal Soviética de Rusia para nego-
ciar una concesión, con objeto de explotar los recursos minerales de
Kamchatka, con un financiero americano. A los ojos japoneses esto
no podía significar solamente una confesión del carácter insustan-
cial de la república tope, sino una amenaza directa a sus intereses
y, por tanto, la respuesta de las autoridades japonesas fue reforzar
sola República Soviética Socialista Autónoma Buriat-Mongólica (Sobraníe Uza-
ko11eni, 1924, núm. 1, art. 10-11).
211 La traducción inglesa está en: H. K. Norton, The Far Eastern Rep11blic
o/ Siberia (1923), pp. 282-307.
21 • P. S. Parfenov, Borba za Dalni Vostok (1928), pp. 305-8.
720 V. G. Boldirev, Direktoriya, Ko/,chak, Interventy (Novonikolaesk, 1925),
p. 446.
221 M. Pavlovich, RSFSR v Imperialisticheskom Okruzhenii: Yaponski Im-
perializma Dalnem Vostoke (1922), p. 107.
La autodeterminación en la práctica 379

las defensas de la provincia marítima. El débil gobierno local de


Vladivostok, que estaba desarrollando tan a destiempo una inclina-
ción a unirse a la República del Extremo Oriente, fue derribado en
abril de 1921, para ser sustituido por un gobierno más dócil de
composición predominantemente derechista, presidido por una nuli-
dad que se llamaba Merkulov. Tanto Semenov como los «kappc-
levtsi» aparecieron de nuevo visiblemente en Vladivostok y la Re-
pública del Extremo Oriente estuvo después en posesión de un do-
cumento de autenticidad incierta que pretendía ser un acuerdo entre
las autoridades japonesas y las fuerzas militares ruso-blancas para
empezar una ofensiva contra la república antes del primero de julio
de 1921 222 • La amenaza fue descartada por la presión creciente que
se ejercía sobre el Japón desde el mundo de habla inglesa; en el ve-
rano de 1921 se anunció que las grandes potencias proponían con-
vocar para el otoño siguiente una conferencia en Washington sobre
los asuntos del Pacífico 223 • El gobierno soviético tuvo al principio
grandes dificultades para adivinar si esto se convertiría en una acto
de amitad o de enemistad; las primeras reacciones de la prensa
soviética y del Comintern fueron totalmente hostiles 224 • Se hizo un
intento para conseguir la representación de los intereses del Soviet
en forma de invitación oficial a la República del Extremo Oriente; y
la llamada a Moscú, en aquel momento, de Krasnoshekov y Shatov,
que no tomaban parte ya en los asuntos de la república 225 , podía
deberse a la tardía conciencia de que un gobierno que incluía anti-
guos agitadores revolucionarios americanos no era probable que
gozase mucho del favor de Washington. Pero el intento fracasó y la
hostilidad americana a todo trato con la RSFSR siguió siendo insu-
oerable. Por otra parte, se sabía que el gobierno americano estaba
haciendo presión sobre el japonés para que diese por terminada su
ocupación del territorio ruso y se esperaba que la conferencia acen-
"' El documento fechado el 9 de junio de 1921 fue presentado en .la
Conferencia de Washington por los delegados de la Rl.:pública del Extremo
Oriente y está publicado en: M. Pavlovich, RSFSR v Imperialisticheskom
Okruzheníi: Yaponski Imperializm na Dalnem Vostoke (1922), pp. 67-9. El
principal argumento contra su autenticidad es que no se llevó nunca a efecto.
"' La propuesta americana original había sido de una conferencia para
reducción de armamentos; la cuestión del Pacífico se añadió como resultado
de una proposición británica de julio de 1921.
'" Véanse los artículos de lzvestiya del 2 de agosto de 1921 y de Ekono-
111icheskaya Zhizn del 10 de agosto de 1921 (resumidos en: L. Pasvolsky,
Russia in the Far East, N. Y., 1922, pp. 124-7), y las tesis de IKKI publicadas
en Pravda del 1 de septiembre de 1921 (resumidas ibid., pp. 127-9).
225 P. S. Parfenov, Borba za Dalni Vostok (1928), p. 327; testimonios fide-
dignos revelan que no hubo motivo para este paso.
.380 Capítulo 11

tuase esta presi6n m_ Fue la sombra de la inminente conferencia


por tanto la que indujo al Japón a entrar en negociaciones de alcance
indefinido con la República del Extremo Oriente; estas negociacio-
nes comenzaron en Dairen el 26 de agosto de 1921 y continuaron
durante todo el invierno y durante toda la duración de la Conferen-
cia de Washington.
La conferencia de Dairen fue totalmente estéril en cuanto a
resultado. Las demandas finales de los japoneses fueron formuladas
en diecisiete cláusulas, con tres cláusulas secretas adicionales. La
más importante de estas demandas era que la República del Extremo
Oriente se comprometiese a no mantener armamentos ni fortifica-
ciones de ninguna clase, ni unidades navales en ningún lugar del
Pacífico, y que «prometiese al gobierno japonés no introducir nun-
ca un régimen comunista en su territorio y se comprometiera a con.
servar el principio de la propiedad privada en relaci6n no solamente
con los súbditos japoneses, sino con sus propios ciudadanos». A cam-
bio de estas garantías el gobierno japonés no hacía más que pro-
meter evacuar la provincia marítima «en el momento en que lo
considerase necesario y conveniente para sí mismo». La evacuación
del norte de Sajalin dependería, no solamente de la soluci6n del
asuntos de Nikolaevsk, sino también de la garantía de un arriendo
de la isla al Jap6n por un período de ochenta años 227 • Si el Japón
deseaba que la conferencia de Dairen sirviese al prop6sito de despla-
zar la cuestión de la órbita de Washington, la esperanza resultó
fallida, pues el gobierno del Extremo Oriente dirigió a Washington
y al mundo un torrente de protestas que encontraron fácilmente
oídos dispuestos a escucharlas; y en los pasillos de la conferencia
apareció una delegación no oficial de la República, contando con el
apoyo americano. Por otro lado, el cálculo ruso de que las conce-
siones hechas en Dairen no eran ya necesarias resultó certero; el
gobierno americano arrancó en Washington a los japoneses garantías
privadas de que la evacuación de la provincia marítima y de la parte
norte de Sajalin se planearía para un futuro próximo 228 •
Fue, por tanto, la presión de la Conferencia de Washington y no
"' En Foreign Relations o/ the United States, 1921, ii (19.36), 702-5,
707-10, hay un memorándum del Departamento de Estado a la Embajada Japo-
nesa en Washington del .31 de mayo de 1921 y una respuesta japonesa evasiva
del 8 de julio del mismo año.
227 El texto de este documento está en: P. S. Parfenov, Borba za Dalni
Vostok (1928), pp . .3.31-.3.
221 Las declaraciones públicas de ambas delegaciones eran algo menos
explícitas según los archivos oficiales, sin duda para salvar las apariencias
(Conference on the Limitation of Armements, Washington, 1922, pp. 85.3-9).
La autodeterminaci6n en la práctica 381

las débiles transacciones de Dairen lo que decidió al gobierno japo-


nés, en estas y otras cuestiones, a evitar mayores fricciones con las
potencias anglosajonas y a seguir una política de apaciguamiento.
Las negociaciones de Dairen se terminaron sin ningún resultado en
abril de 1922, pero menos de tres meses después el gobierno japo-
nés anunciaba que sus tropas se retirarían de la tierra firme rusa
el 1 de noviembre de 1922, e indicaba sus deseos de negociar no sola-
mente con la República de Extremo Oriente, sino con la misma
RSFSR 229• El gobierno soviético marcó la importancia de la ocasión
nombrando como plenipotenciario suyo a Joffe, el más astuto y
experimentado de sus diplomáticos. Joffe desplegó toda su habilidad
v su tesón en la conferencia que se inauguró en Changchum, en Man-
churia, el 4 de septiembre de 1922; sin embargo, las esperanzas
soviéticas de conseguir concesiones materiales y el reconocimiento
diplomático fueron decepcionadas, pues ninguno de los lados se mo-
vió; y la conferencia se interrumpió muy pronto con motivo de
cuestiones del norte de Sajalin, de los derechos de pesca japoneses
en aguas rusas y del uso de los almacenes de guerra japoneses en
Vladivostok. La intransigencia de Joffe venía en parte dictada por
el cálculo perfectamente correcto de que el Japón no podía volverse
ya atrás de sus promesas a las potencias de Washington. Así, el final
de la conferencia fue seguido, el 14 de septiembre de 1922, por una
declaración implorante del ministro japonés de Asuntos Exteriores:
A pesar de la ruptura de la conferencia de Changchun, las tropas japo-
nesas que se encuentran en Vladivostok serán completamente evacuadas antes
de finales de octubre de acuerdo con las declaraciones previas del Gobierno
Japonés. En vista de las declaraciones de Joffe de que el Jap6n pretende ane-
xionarse Sajalin el ministro de Asuntos Exteriores declara que, de acuerdo
con la obligación asumida por el Jap6n en la conferencia de Washington, éste
no pretende impugnar los derechos territoriales de Rusia y no ocupa Sajalin
más que como garantía para el arreglo de la cuesti6n de Nikolaevsk. En vista
de esto, el Gobierno Japonés desearía advertir a las Potencias que participan
en la conferencia de Washington contra una interpretaci6n err6nea de sus in-
teciones 230 •

"' La nota del cónsul japonés en Chita al ministro de Asuntos Exteriores


de la República del Extremo Oriente, fechada en 19 de julio de 1922, finnada
conjuntamente por Karajan en representación de la RSFSR y Yanson en la de
la República del Extremo Oriente, está publicada en Noví Vistok, ii (1922),
40-1.
230 P. S. Parfenov, Borha %a Dalni Vostok (1928), pp. 350-1; la propia
historia que hizo Joffe de la conferencia está recogida en Novi Vostok, iv (1923),
1-11; la relación de A. J. Toynbee en Survey of International Affairs, 1920-
1923 (1925), pp. 442-4, añade algunos detalles de la prensa contemporánea.
382 Capítulo 11

La evacuación de la provincia marítima tuvo lugar a finales de oc-


tubre y el gobierno blanco instalado allí en mayo de 1921 se hundió
al instante; la autoridad de la República del Extremo Oriente se
estableció por toda la Siberia Oriental desde el Baikal al Pacífico. Las
cuestiones del norte de Sajalin y de los derechos de pesca continua-
ron conturbando las relaciones soviético-japonesas, pero la retirada
del Jap6n privó al «estado tope» de todo futuro significado, incluso
como símbolo, y el 10 de noviembre de 1922 la asamblea votó su
supresión y proclamó su incorporación a la RSFSR 231 • Esto consti-
tuyó un paso adelante hacia la reunión de los dispersos elementos
del antiguo imperio ruso en un conjunto único.

231 La declaración oficial, fechada en 14 de noviembre de 1922, fue pu-


blicada en Izvestiya el 21 de noviembre del mismo año; Lenin la acogió con
satisfacción en su último discurso público (Sochineniya, xxvii, 361). El de-
creto del VTsIK aceptándola está en Sobranie Uzakoneni, 1923, núm. 1, art. 2.
Capítulo 12
EL BALANCE DE LA
AUTODETERMINACION

El año 1920 fue una fecha decisiva en la historia de la política


soviética con respecto a las nacionalidades. Marcó el fin de la guerra
civil y el comienzo de un período de consolidación y reconstrucción
y señaló también un decisivo cambio de acentuación, que pasó del
oeste al este. Estos dos cambios ayudaron a una evolución en el con-
cepto de los derechos nacionales, que iba implícita en el avance de
la revolución burguesa a la proletaria. «El derecho a la separación»,
en la frase empleada una vez por Lenin, fue remplazado por el
«derecho a unirse». En principio, era impensable que cualquier na-
ción socialista desease separarse de la comunidad socialista de nacio-
nes y, en la práctica, era impensable a finales de 1920 que nadie
que no fuese irrevocablemente hostil al régimen soviético desease
romper esta unidad tal y como había sido ya lograda. La unidad era
una necesidad para el pleno desarrollo económico, como lo había sido
para la seguridad militar, y el interés palpable de obreros y campe-
sinos era la unidad sobre la base más amplia posible (con el «obre-
ros de todos los países, uníos» como meta última). Para hacer que
los obreros y los campesinos comprendiesen el interés de ello, era
necesario desarraigar todo vestigio de la pasada desigualdad y dis-
criminación entre las naciones, que había sido, desde el punto de
vista bolchevique, fuente y origen del nacionalismo, y asegurarse
de que no reaparecería en el futuro. Así, desde el momento del
383
384 Capítulo 12
triunfo de la Revoluci6n la esencia de la doctrina bolchevique de la
autodeterminaci6n nacional pas6 casi insensiblemente del concepto
de libertad al de igualdad, único que parecía ofrecer una soluci6n
radical.
El bolchevismo permaneció fiel durante mucho tiempo al punto de
vista internacional de los pensadores socialistas originales. La igualdad
entre las naciones estaba profundamente arraigada en la enseñanza
y la práctica de los primeros dirigentes bolcheviques, quienes se
hubieran sorprendido indeciblemente ante la idea de que cualquier
puesto de influencia en el gobierno o en el partido fuese más fácil.
mente asequible a un gran-ruso que, digamos, a un ruso blanco, a
un georgiano o a un armenio. La doctrina y la práctica del partido
condenaban a la vez implacablemente la discriminación; la mayoría
de los jefes del partido fueron culpables, no de insinceridad, sino más
bien de un optimismo emocional y poco crítico. El talante de los
primeros meses se expresa de un modo, que no deja de ser fiel, en un
artículo escrito por un miembro del colegio del Narkomnats en el
periódico oficial de dicho comisariado:
El peligro de una rusificaci6n impuesta se ha desvanecido; nadie está inte-
resado ya en fortalecer a una nación a expensas de otra ... Nadie piensa en
atacar a nadie o en privarle de sus derechos nacionales '.

La absoluta repulsa a toda discriminación entre individuos por


motivo de naci6n, raza o color siguió siendo un principio afirmado
de un modo fijo y rígido por la política y la práctica bolchevique, y
se convirtió en un valor positivo poderoso en su trato con los anti-
guos pueblos vasallos. Pero esto no era bastante por sí mismo. El
aspecto positivo de la política de igualdad era el prestar ayuda a las
naciones más atrasadas para permitirles salvar el abismo que las
separaba de sus colegas más avanzadas. Esto suponía ayuda mate-
rial, educación en todas sus formas, el préstamo de técnicos, exper-
tos y consejeros y el entrenamiento de miembros de las naciones
atrasadas para que sirviesen como futuros expertos. Puesto que los
dirigentes de la economía soviética estaban, por encima de todo,
ansiosos de aumentar la producción de todas las tierras del mundo
soviético, esta política no resultaría limitada más que por la escasez
de los recursos; aunque donde existían divergencias tan grandes
entre los niveles de civilización y de cultura, «la abolición de la
actual desigualdad entre las naciones» no podía ser más que el re-

' Zhitn Natsionalnostei, núm. 8, 29 de diciembre de 1918.


El balance de la autodeterminación 385
sultado de un proceso prolongado, como rezaba la resolución
del décimo Congreso del partido de 1921 2•
Para el marxista, el elemento fundamental para lograr una igual-
dad real ~n tanto que opuesta a la formal- entre todas las
naciones que entraban en el estado, o grupo de estados soviéticos,
era la distribución por igual de los procesos productivos por todo
el territorio. Hasta entonces, el desarrollo de la industria rusa había
concentrado las formas de producción más avanzadas principalmente
en unos pocos centros de la Rusia europea, tratando a las tierras
circundantes de la periferia como fuentes de suministro de alimen-
tos y de materias primas. Este había sido el modelo predominante
en todo el mundo capitalista, donde las inhibiciones debidas a los
intereses investidos y a los temores de competencia retrasaban, o
impedían totalmente, el desarrollo de la producción industrial en las
comarcas coloniales o semicoloniales. Y así el capitalismo había ten-
dido a estabilizar las desigualdades entre las naciones. Sin embargo,
estas inhibiciones no paralizaron el afán del régimen soviético en
desarrollar las formas más importantes de producción industrial a
través de los territorios que estaban bajo su control y, además, el
deseo de extender el rendimiento industrial no era el único motivo
que actuaba; los jefes soviéticos abrigaron durante todos los pri-
meros años la firme convicción de que el obrero industrial constituía
el baluarte del poder soviético, en el sentido de que se podía confiar
en él como apoyo y soporte frente a la lealtad, siempre indecisa, y a
las inclinaciones potencialmente contrarrevolucionarias del campesi-
no. Por consiguiente, fue una cuestión de alta política la convenien-
cia de implantar industrias en cuantos más territorios de la periferia
fuese posible. Si el algodón del Turquestán, en lugar de ser tejido
exclusivamente en los telares de Petrogrado y de Moscú, alimentaba
ahora también fábricas en esta región, la innovación servía para
varios propósitos desde el punto de vista soviético: aumentaba la
producción total de textiles abriendo una nueva región de produc-
ción, ofrecía al Turquestán la perspectiva de escapar del estado «colo-
nial» de suministrador de productos naturales, distintivo de infe-
rioridad, al estado codiciado y de más alto desarrollo de productor
industrial y, por último, daba lugar al crecimienot en Turquestán de
un proletariado indígena que se convertiría un día en seguro soporte
del régimen y de la ideología soviéticos. La promoción de la igual-
dad económica entre las naciones, en el sentido de una distribución
por igual entre ellas de una producción industrial extendida, estaba

' VKP(B) v Rezolutsiya¡ (1941), i ,386.


Carr. t. l. 25
386 Capítulo 12

por tanto profundamente arraigada en el concepto bolchevique. Y en


las condiciones que los bolcheviques heredaron del régimen zarista,
este aspecto tenía su corolario necesario en una política de favorecer
a las comarcas periféricas circundantes, que eran aún principalmente
agrícolas, a expensas del núcleo industrial más viejo, asignándoles
una parte desproporcionada en el nuevo desarrollo industrial. Este
desarrollo fue el que dio la razón a la pretensión bolchevique de que
la política soviética de las nacionalidades era de tipo diferente a la
seguida por los países capitalistas y que era además la única que
apuntaba, no meramente al reconocimiento formal de la igualdad,
sino a crear el contorno económico que la hiciese posible y real.
Predicar la igualdad entre las naciones era en sí misma una preten-
sión vacía, a menos que los presupuestos de tal igualdad fuesen
libremente aceptados; y esa igualdad entre las naciones significaba
por tanto borrar la línea de demarcación entre las naciones indus-
triales y las agrícolas.
No obstante, ésta era una política a largo término, y el proceso
de igualación había de encontrar muchos obstáculos. Las intenciones
eran sinceras y los logros reales, pero el progreso no podía ser más
que gradual. Las desigualdades existentes tenían siempre una ten-
dencia natural a perpetuarse y a resistir todos los esfuerzos que se
hacían para vencerlas. Así, en este primer período, hubo un cons-
tante proceso de contradicción y lucha entre los fines de la política
y la organización por la que ésta discurría; y la creciente concentra-
ción de autoridad y de control administrativo en el centro tenía el
inevitable efecto, aunque pueda parecer ilógico, de subordinar las
demás nacionalidades al núcleo gran-ruso en torno al cual se habían
reunido. No era bastante que los miembros de las nacionalidades
menores ocupasen, en una determinada proporción, puestos de in-
fluencia y de autoridad en el mecanismo administrativo -proporción
tan importante como fuese debido o quizá aún más- pues muchos
de los que ocupaban estos puestos se asimilaban, sin esfuerzo y sin
intención deliberada, al aspecto y concepto de vida del grupo gran-
ruso que era el preponderante numéricamente y los que se resistían
a la asimilación tenían menos probabilidades de realizar carreras con
éxito. Moscú era la capital administrativa, el centro donde tenían
que tomarse las decisiones importantes. La mentalidad burocrática,
contra cuya propagación lanzaba Lenin sus invectivas, tendía casi
automáticamente a convertirse en mentalidad gran-rusa.

El hecho es (observaba Rakovski en 1923) que nuestros organismos cen-


trales empiezan a considerar la administración de todo el país desde el punto
El balance de la autodeterminación 387
de vista de las conveniencias de oficina. Por consiguiente, es incómodo admi-
nistrar veinte repúblicas, pero en cambio, si hubiese solamente una, si apretando
un único botón se pudiera administrar todo el país, eso sería lo conveniente 3 •

Centralización significa estandardización y los patrones adopta-


dos eran naturalmente patrones gran-rusos. No es sorprendente que
Ucrania hubiese sido la vanguardia de la oposición a esta tendencia,
pues no solamente era la única de las repúblicas que podía rivalizar
en situación y logros con la RSFSR, tanto en el campo económico
como en el cultural, sino que era también una de las regiones no
perteneciente a Gran-Rusia que tenía menos que ganar de la polí-
tica del desarrollo industrial de las comarcas periféricas, puesto que
su desarrollo industrial era ya asunto histórico. El nacionalismo ucra-
niano podía por consiguiente sentir que tenía lo peor de los dos
mundos: Ucrania apenas participaba en los beneficios materiales
que la política soviética para las nacionalidades estaba aportando
a las regiones atrasadas y, por otro lado, el «chovinismo gran-ruso»
de la máquina burocrática de Moscú mostraba poca voluntad en
reconocer a Ucrania como un asociado, en igualdad de condiciones,
para la dirección central de los asuntos.
Se realizaron poderosos esfuerzos, y en parte con éxito, para
contrarrestar estas tendencias del mecanismo administrativo. En otras
instituciones se tomaron menos precauciones para suavizar las sus-
ceptibilidades nacionales. La primera de estas instituciones era el
Ejército Rojo, pues no parece que ninguna de las repúblicas, desde el
momento en que se estableció la forma soviética de gobierno, aspi-
rase a mantener un ejército propio e independiente 4• Desde el
principio, se reclutaron destacamentos para el Ejército Rojo tanto
de las repúblicas que constituían la RSFSR como de las indepen-
dientes aliadas con ellas, y los nativos de las repúblicas asiáticas que
habían sido exceptuados del servicio militar en la época de los
zares, fueron movilizados como los demás 5•
Este Ejército Rojo unificado fue el que durante la guerra civil
defendió y liberó el territorio de las repúblicas independientes, donde
3 Dvenadtsati Syezd Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii (Bolshevikov)
(1923), p. 532.
• Los Borotbisti (véase p. 324) pedían un ejército ucraniano separado
(N. Popov, Ocherk lstorii Kommunisticheskoi Partii (Bolshevikov) Ukraini
[5." ed., 1933], pp. 214-15.
• Un artículo de Zhizn Natsionalnostei, núm. 32 (89), del 17 de octubre
de 1920, examina las dificultades de incorporar a los musulmanes del TurquestlÚl
en el Ejército Rojo, pero añade que «muchas decenas de miles» de ellos esta-
ban entonces adiestrándose en un campo de las afueras de Tashkcnt.
388 Capitulo 12

tuvo lugar lo más bronco de la lucha y lo peor de la devastaci6n.


Rakovsk.i mismo había hecho notar, en el noveno Congreso de So-
viets de toda Rusia de diciembre de 1921 -donde habló en nombre
de Rusia Blanca, de Azerbaiyan, de Georgia, de las Repúblicas arme-
nias y también de Ucrania-, la cuestión de la moral del ejército y
había pedido que se reforzase éste para impedir una repetición de la
catástrofe 6 • El Ejército Rojo se convirtió así en un instrumento no
meramente de unificación, sino de unificación a través de un símbolo
distintivamente gran-ruso. Skripnik, el ucraniano, se quejaba en el
duodécimo Congreso del partido de que el Ejército Rojo «es y sigue
siendo un instrumento para la rusificación de la población de Ucrania
y de toda la poblaci6n no rusa», y el Congreso incluy6 en su resolu-
ción sobre la cuestión nacional una cláusula recomendando «medidas
prácticas para la organización de los destacamentos militares nacio-
nales, aunque tomando todas las precauciones necesarias para garan-
tizar la plena capacidad de las repúblicas de defenderse a sí mismas» 7•
Este requisito final era significativo pero no hay trazas de que se to-
masen medidas para cumplir estas recomendaciones; la eficacia de la
defensa nacional podía invocarse siempre como necesidad dominante.
El precedente del ejército fue reforzado por los sindicatos. El
predominio del elemento gran-ruso entre los obreros hizo de los
sindicatos, desde el principio, un poderoso factor de unión basado
en ese fondo gran-ruso. El caso fue expuesto por Riazanov en el
primer Congre~o de Sindicatos de toda Rusia:
El que quiera hacer socialismo en Rusia puede lograrlo solamente si, aun
permitiendo la posibilidad del desarrollo libre y autónomo de cada una de sus
partes, fortalece al mismo tiempo el lazo socio-económico que las mantiene juntas
a todas y sin el cual los obreros de Petrogrado estarían separados radicalmente
de los de Moscú, los de Petrogrado y Moscú de los del Don, los del Don de
los de Siberia, etc. •

En el tercer Congreso, celebrado en abril de 1920, Tomsk.i dio cuenta


de la labor de los sindicatos en las áreas recientemente liberadas
de Ucrania, de los Urales y de Siberia:
Nuestros instructores seguían al Ejército Rojo. Los primeros en aparecer,
después de los destacamentos del ejército, en las ciudades liberadas de los
blancos, eran instructores dd consejo central de los sindicatos, instructores del

• Deviati Vserossikii Syezd Sovetov (1922), pp. 208-9.


7 Dvenadtsati Syezd Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii (Bolshevikov)
(1923), p. 523; VKP(B) Rezolutsiyaí (1941), i, 496.
• Peroi Vserossiski Syezd Professionalnií Soyuzov (1918), p. 27.
El balance de la autodeterminación 389
comité central de los obreros textiles, de los de curtidos, de los dd metal y
de los ferroviarios.

Desde Ucrania se hacía presión en pro de una organización sepa-


rada para las uniones obreras de Ucrania o de un estatuto especial
establecido para ellas en la organización de toda Rusia. A pesar
de la «fuerte oposición de los elementos de derechas», el consejo
central se mantuvo, sin embargo, firme en pro de «unidad y cen-
tralismo» 9 • Estaba claro que si «obreros del mundo, uníos», quería
decir algo, tenía por lo menos que significar la unidad de los obre-
ros del antiguo imperio ruso. La razón de la unidad del sindicato
era incontrovertible, pero unidad significaba, naturalmente, una or-
ganización bajo control predominantemente gran-ruso.
En mayor grado aún, el partido comunista ruso representó el
mismo papel unificador del ejército y de los sindicatos. Desde 1903
en adelante, cuando fue rechazada por el segundo Congreso del
partido la demanda de un estatuto autónomo del Bund judío, Lenin
había insistido en la unidad de la organización como clave de la
doctrina del partido 10• Después de la Revolución de Octubre se
estableció, por obra de una resolución del octavo Congreso del par-
tido de 1919, que el reconocimiento de las repúblicas soviéticas
separadas de Ucrania, Letonia, Lituania y Rusia Blanca no daría
motivo a la organización de partidos comunistas independientes,
incluso sobre la base de una federación, y que los comités centrales
de los comunistas ucranianos, letones y lituanos gozasen de los dere-
chos de comités regionales del partido y estuviesen totalmente subor-
dinados al Comité Central del Partido Comunista Ruso 11 • Incluso la
propuesta hecha al formarse la URSS de cambiar el nombre del par-
tido por el de «Partido Comunista de toda la Unión (Bolchevi-
ques») encontró la obstrucción de que Skripnik se quejaba en el
duodécimo Congreso del partido de 1923 12 • Fue, sin embargo, lle-
vado a efecto por el decimocuarto Congreso a finales de 1925; pero
las objeciones eran bastante naturales, pues el partido en conjunto
estaba orgulloso de su nombre ruso y de su tradición.
La influencia centralizadora de instituciones tales como el ejér-
• Treti Vserossiski Syezd Professionalnii Soyuzov (1921), p. 29-30.
'º Véase más adelante, pp. 441-42.
11 VKP(B) v Rezolutsiya¡ (1941), i, 304-5. Por otra parte, cuando Letonia
y Lituania fueron reconocidas en 1920 como repúblicas burguesas independien-
tes, los partidos comunistas de estos países se convirtieron también en inde-
pendientes.
12 Dvenadtsati Syezd Rossiskoi Kommunisticheskoi Partii (Bolshevikov)
(1923), p. 524.
390 Capítulo 1:

cito, los sindicatos y el partido era quizá el más importante de mu.


chos factores, conscientes e inconscientes, que yacían tras el fenó-
meno del «chovinismo gran-ruso». «Rascad a más de un comunisu
y hallaréis un chovinista gran-ruso», había dicho Lenin en el debate
sobre el programa del partido en el octavo Congreso de 1919 13, y
desde ese momento en adelante esta frase coloquial fue empleada
para designar la actitud de aquellos comunistas que, por ser incons-
cientes herederos de la tradición rusa pre-revolucionaria o por una
negación deliberada del significado de la nacionalidad, desprecia-
ron las pretensiones nacionalistas de los ucranianos, de los rusos blan-
cos y de los pueblos no eslavos del antiguo imperio zarista. El cho-
vinismo gran-ruso fue condenado una vez más en los congresos
de 1921 y 1923. Sin embargo, el mismo Stalin, en el último de
estos congresos, lo describía como «la fuerza fundamental que está
frenando la unión de las repúblicas» y declaraba que estaba «cre-
ciendo por días y por horas y tratando de barrer todo lo que no
fuese ruso, de concentrar todos los hilos de la administración en
manos del elemento ruso y de echar fuera a los que no eran rusos» 14•
La concentración del sentimiento patriótico ruso tras los bolchevi-
ques en las últimas etapas de la guerra civil -la inexplicable
alianza entre el nacionalismo ruso y el internacionalismo comunista
que hizo su primera aparición en la guerra polaco-soviética de
1920- había preparado el camino a un proceso que tenía su con-
trapartida económica en la NEP. El influjo creciente de los miembros
de las antiguas clases privilegiadas en las instituciones soviéticas, en
calidad de «especialistas» o funcionarios del estado, había impulsa-
do a Lenin a dar una nota de advertencia al undécimo Congreso del
partido de 1922. En ella comparaba a los bolcheviques con una
nación conquistadora que hubiese sido vencida por la cultura supe-
rior de los conquistados. «Su cultura está maldita y es trivial pero
aún es superior a la nuestra.» No eran los comunistas responsables los
que «dirigían» el vasto mecanismo burocrático, sino que ellos mis-
mos, sin saberlo, estaban «siendo dirigidos» 15 • La absorción de
elementos burgueses e incluso aristócratas en la burocracia tuvo una
influencia doble: por un lado dio muestras no solamente de la re-
conciliación de esa «gente de antes» con el régimen soviético, sino
también de una actitud menos negativa por parte de éste hacia las
tradiciones del pasado ruso. Lejos de refutar los cargos hechos por
13 Lenin, Socbineniya, xxiv, 155.
1• Stalin, Socbineniya, v, 244-5.
1• Lenin, Socbineniya, xxvii, 244-5.
El balance de la autodeterminación 391

Rakovski y Skripnik en el duodécimo Congreso del partido, Stalin


mismo habló del peligro con enfática franqueza:
No es una casualidad, camaradas, que los smenoveiovtsi" hayan conse-
guido una masa de partidarios entre los empleados del Soviet y no es casualidad
tampoco que estos caballeros, los smenove;ovtsi, alaben a los bolcheviques co-
munistas como si dijesen: hablar cuanto queráis de bolchevismo, charlar tanto
como os guste de vuestras tendencias internacionales, nosotros sabemos que
lograréis lo que Denikin no consiguió llevar a cabo, pues vosotros bolcheviques
habéis restaurado la idea de una gran Rusia o por lo menos la restauraréis.
Todo esto no es casualidad ni lo es tampoco el que esta idea haya penetrado
incluso en algunas de nuestras instituciones del partido 17•

El estribillo de la unidad rusa, que al principio había ensamblado a


estos elementos discordantes durante la guerra civil, continuó re-
presentando un papel en la política después del final victorioso de
la guerra.
Incongruentemente también, «el chovinismo gran-ruso» deriva-
ba incentivos indirectos de la doctrina marxista --o de las distor-
siones en curso-- en dos formas diferentes. La primera era un
resurgimiento de la vieja herejía polaca que rechazaba el nacio-
nalismo y la autodeterminación nacional como incompatibles con la
lucha de clases y la solidaridad mundial del proletariado. Lenin
advirtió una y otra vez que esta idea consagraba los privilegios de la
nación dominante al no admitir ninguna oposición al statu quo en
el terreno de las aspiraciones nacionales de las demás; esta postura
fue rechazada por la Conferencia del partido de abril de 1917 y por
•• Smena Ve; («Un cambio de linderos») era el título de una colección
de artículos, publicados en Praga en 1921 por émigrés rusos, defendiendo una
reconciliación condicionada con el régimen soviético. En el otoño del mismo
año comenzó a publicarse en París un periódico semanal del mismo nombre
que se declaraba «abierto a todos los representantes de la intelliguentsia rusa
que aceptasen la Revolución de Octubre, independientemente de los motivos
ideológicos de su aceptación». El impulso principal para dar este paso había
venido de los sentimientos patrióticos suscitados por la guerra soviético-polaca
y por el anuncio de Lenin de la NEP, que se creyó presagiaba un abandono
del comunismo dogmático. Ustrialov, el más distinguido de los smenoveiovtsi,
expresaba así el espíritu del chovinismo gran-ruso en su forma más pura: «Unica-
mente un estado 'físicamente' poderoso puede poseer una gran cultura. Las
'pequeñas potencias' pueden, por naturaleza, ser elegantes, honorables, in
cluso 'heroicas', pero son orgánicamente incapaces de grandeza; esto requiere
un gran estilo, una gran proyección a gran escala de pensamiento y de acción:
'el pincel de un Miguel Angel'. Es posible un 'mesianismo' alemán, ruso, inglés,
pero un mesianismo --digamos-- servio, rumano o portugués rasca en el
oído como una nota falsa» (Smena Vei, Praga, 2.■ ed., 1922), pp. 57-8.
17 Stalin, Sochineniya, v, 244.
392 Capítulo 1;

el octavo Congreso del partido de 1919, pero ninguna condena


decisiva acabó con ella. Su popularidad entre los empleados del
Narkomnats ha sido ya examinada 18 ; aún en 1923, Rakovski ob-
sequió al duodécimo Congreso del partido con una imaginaria dia-
triba puesta en boca de este tipo de comunista:
Somos un país que ha sobrepasado ya la nacionalidad, somos un país ...
donde la cultura material y económica es contraria a la nacional. La cultura na-
cional corresponde a los países atrasados que están al otro lado de la barricada,
los países capitalistas; nosotros somos un país comunista".

La pintura puede parecer exagerada pero es muy convincente y


esta actitud, aunque tendiendo a rechazar el nacionalismo en nombre
de Marx, se deslizaba muy fácilmente por los canales del chovinismo
gran-ruso. El segundo estímulo que recibía de la doctrina marxista
se debía a la estructura de la población en el antiguo imperio zaris-
ta. En todo lo que quedaba del imperio después de la secesión de
Polonia, Finlandia y los Estados Bálticos -y principalmente en
Ucrania, la única región fuertemnte industrial aparte de Moscovia-
la mayoría del proletariado industrial gran-ruso, mientras que las
demás nacionalidades eran de composición predominante o exclusi-
vamente campesina. Las relaciones entre el proletariado industrial
y el campesinado fueron siempre, en una u otra forma, la cuestión
más delicada con que se enfrentó la política interna soviética, y
puesto que la doctrina de Marx reconocía la preeminencia revolu-
cionaria del proletariado y trataba al campesino como un aliado
subsidiario y algunas veces no seguro, la preferencia concedida por
el chovinismo al elemento gran-ruso se acomodaba con demasiada
facilidad a la preferencia dada en la ortodoxia marxista al proleta-
riado y podía perfectamente disfrazarse con el ropaje marxista. En
este sentido fue en el que la resolución del duodécimo Congreso del
partido declaró que, en algunas de las repúblicas nacionales, «la aso-
ciación ( smichka) entre la ciudad y el campo, entre la clase obrera
v el campesinado, encuentra su obstáculo más serio en la supervi-
vencia del chovinismo gran-ruso, tanto en el partido como en los
organismos del Soviet» 20 • Sin embargo, después de todo, como el
mismo Stalin señaló al Congreso, «el fundamento político de la dic-
tadura del proletariado está constituido primera y principalmente

Véase más atrás, p. 297.


11

"Dvenadtsati Syezd Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii ( Bolshevikov)


(1923), p. 530.
"' VKP(B) v Rewlutsiya¡ ( 1941 ), i, 494.
El balance de la autodeterminación 393

por las regiones centrales que son industriales y no por los países
periféricos que representan las comarcas campesinas», y aunque Stalin
estaba argumentando contra los que, como Bujarín y Rakovski, tra-
taban de «dirigir el timón en la dirección de las comarcas fronterizas
campesinas en detrimento de las regiones proletarias», la tentación
de inclinarlo en la dirección opuesta pudo haberse hecho sentir, al
menos con la misma fuerza 21 • Evaluar las pretensiones de los países
periféricos campesinos un poco por debajo de las del núcleo indus-
trial gran-ruso, pudo ser presentado con facilidad, no solamente como
postura de simple sentido común, sino como un reflejo de la doctrina
marxista sobre la preeminencia del proletariado y de la propia
actitud de Marx y Engels con respecto a las nacionalidades campe-
sinas de 1848.
Por mucho que se les quiera excusar, los prejuicios del elemen-
to gran-ruso fueron la fuente principal de esa falta de tacto por
parte de los funcionarios soviéticos que era tema de tan frecuen-
tes quejas. En 1919 el periódico oficial del Narkomnats registraba:
«algunos camaradas piensan que la fundación de las repúblicas es
una equivocación por nuestra parte;, y continuaba, con una fran-
queza inaudita:
Los malos resultados se debieron muchas veces a la táctica inhábil de los
que actuaban en territorios separados. Lo artificial de la separación se mos-
traba con demasiada claridad y muchas veces se ostentaba cruelmente un espí-
ritu gran-ruso. Por debajo de la delgada capa de independencia era visible la
hegemonía de Moscú 22 •

Otros comunistas «pensaban que estas repúblicas nacionales eran


creadas para un período de tiempo muy corto con objeto de desha-
cerse lo más rápidamente posible de las tendencias nacionalistas de
la población local» 23 • En 1923, una resolución del duodécimo Con-
greso del partido señalaba que «una unión de repúblicas es consi-
derada por una proporción significativa de funcionarios del Soviet,
en el centro y en las localidades, no como una unión de unidades
estatales iguales, sino como un paso hacia la liquidación de estas
repúblicas» 24 • Pero más serios quizá eran los gestos de superioridad
burocrática o nacional que nunca fueron suprimidos enteramente
por ninguna censura oficial. Rakovski, en el mismo Congreso, citaba

21 Stalin, Sochineniya, v, 265.


22 Zhizn Natsionalnostei, núm. 33 (41), 31 de agosto de 1919.
zs S. Atnagulov, Bashkiriya (1925), p. 71.
.. VKP(B) v Rexolutsiyaj (1941), i, 495.
394 Capítulo 12

el incidente de un alto funcionario ucraniano que cuando se mar-


chaba de un congreso en el que había votado una resolución afir-
mando los derechos de igualdad de la lengua ucraniana, replicó
brevemente a la pregunta que le dirigió alguien en ucraniano:
«Hábleme en una lengua inteligible.» 25
Tales errores, evitables, ocupan un largo espacio de la lite-
ratura de esos primeros años, pero las críticas que se apoyan en
ellos ignoran en general la magnitud del proceso de igualación que
el régimen había emprendido y los obstáculos reales e inevitables
que tenían que ser superados para la puesta en práctica de una
política declaradamente bolchevique. La dificultad, que durante mu-
cho tiempo siguió siendo la más grave, en el camino hacia la política
de la igualdad entre las naciones del sistema soviético, fue examina-
da en detalle por Stalin en el momento en que se veía ya el final de
la guerra civil y la política podía, por tanto, reestructurarse sobre
bases más duraderas.
Uno de los obstáculos más serios (escribía Stalin en octubre de 1920)
para la realización de la autonomía soviética es la aguda escasez de fuerzas
intelectuales de origen local en las regiones periféricas, la falta de instructores
en todas las ramas del Soviet y de la actividad del partido, sin excepción. Esta
escasez no puede más que estorbar tanto la labor educadora cuanto la obra
constructiva revolucionaria en estas comarcas de la periferia. Pero por esa
misma razón sería insensato y perjudicial alienar todos los grupos, muy pe-
queños, de intelectuales nativos, que quizá querrían servir a las masas del
pueblo, pero que son incapaces de hacerlo porque, no siendo comunistas, se
creen rodeados de una atmósfera de desprecio y tienen miedo de posibles
medidas de represión. La política de incorporar estos grupos a las actividades
del Soviet, la política de reclutarlos para los puestos administrativos de la
economía, del campo, de la alimentación y demás, con el propósito de su
gradual sovietización, puede aplicarse con pleno éxito ...
Pero el empleo de los grupos de intelectuales nacionales está muy lejos
de ser suficiente para satisfacer la demanda de instructores. Tenemos que des-
arrollar simultáneamente en las regiones periféricas una amplia red de cursos
de enseñanzas y de escuelas en todas las ramas de la administración para crear
cuadros de instructores entre la gente local. Porque es claro que, sin estos
cuadros, la organización de las escuelas nativas, de los tribunales, de la admi-
nistración y de las demás instituciones en lengua nativa, se hará extremada-
mente difícil ".
Estas dificultades eran un legado inevitable del pasado. Muy
pocos miembros de las naciones vasallas del imperio zarista que
" Dvenadtsati Syezd Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii (Bolshevikov)
(1923), p. 526.
" Stalin, Sochineniya, iv, 360-1.
El balance de la autodeterminación 395

quedaban ahora dentro de la órbita soviética, habían participado


en las labores del gobierno o poseían una intelliguentsia significante
o una clase dirigente potencial. Muchas de estas naciones eran pue-
blos primitivos sin la menor experiencia política. En estos casos la
autonomía resultó a menudo irreal y sus primeras formas tuvieron
que ser impuestas desde fuera. Sin embargo, esto se debía más a la
debilidad de recursos y experiencia del grupo nacional a quien la
autonomía se concedía, que a ningún deseo por parte del gobierno
central de limitar su alcance y su efectividad. Tales experimentos
pueden justificarse, no por la extensión de la autonomía real que
gozasen estas comarcas de inmediato, sino por la oportunidad que
proporcionaron para una lenta labor de entrenar a los pueblos re-
trasados en las responsabilidades del gobierno. Estas condiciones
explican anomalías conocidas, muy tenidas en cuenta por los que
criticaron la política soviética; no es realmente cierto que cuando
las listas de los miembros de los gobiernos «nacionales» muestran
una mayoría de nombres rusos, los poseedores de estos nombres
fuesen necesariamente rusos; los nombres rusos y con formas rusas
eran corrientes en muchas de las nacionalidades no rusas rr_ Pero
hay casos autentificados, cual es el nombramiento de Dimanshtein, el
miembro judío del colegio del Narkomnats, como miembro del pri-
mer comité militar revolucionario kazajo 28 , y de Vainshtein, uno
de los dirigentes del Bund judío, como primer presidente del VTslK
de la República Socialista Soviética Autónoma Baskir 29• Estos no son
ejemplos aislados en esos primeros años en que eran práctica común
los frecuentes traslados de operarios del partido de un campo a
otro 30 , y no eran prueba de nada siniestro, sino de la dura escasez
de trabajadores competentes en todas las ramas de la administración.
Tampoco pudo significar mucha ayuda entonces la sugestión de
Stalin de utilizar «intelectuales nativos» no comunistas, pues en los
pocos países dentro de la órbita soviética donde existía una intelec-
tualidad nacional en número suficiente como para suministrar admi-
27 Así Castagné pretende demostrar, partiendo de una lista de nombres,
que de los 13 miembros del primer Sovnarkom de la República de los Mon-
tañeros, por lo menos nueve eran rusos (Revue du monde musulman, li [1922],
p. 93); W. R. Batsell, Soviet Rule in Russia (N. Y., 1929), ofrece similar evi-
dencia para la RSS Autónoma Tártara.
28 Novi Vostok, v (1924), 225.
29 F. Dan, Dva Goda Skitani (Berlín, 1922), p. 69. El deseo de trasladar
de Moscú a un dirigente de la antigua organización menchevique, cuya lealtad
al bolchevismo no estaba fuera de sospechas, puede haber jugado su papel en
este nombramiento.
30 Véase p. 320, nota 49.
396 Capítulo 12

nistradores a un estado autónomo independiente -Georgia, Arme-


nia y, más dudosamente, Ucrania- esta intelectualidad era en aquel
momento predominantemente antibolchevique pues había constituido
la espina dorsal de los gobiernos burgueses que los bolcheviques
habían derrocado. Hay informes de que en Rusia Blanca, hasta 1923,
«los maestros están en gran proporción infectados por la desviación
naródnik y a causa de la falta de confianza con respecto a ellos todo
el sistema escolar es un fracaso» 31 • Cuando los obreros y los campe-
sinos, o quien fuera en su nombre, se apoderaban del gobierno, era
inevitable la escasez de jefes locales entrenados que fuesen leales al
nuevo régimen y capaces de cargar con el peso de la administración,
y la laguna había que llenarla trayendo jefes de la RSFSR. Esto no
era, sin embargo, considerado más que como un expediente temporal
y forzado, y si se ha criticado la política del gobierno soviético en
este punto, es quizá porque fue demasiado lejos en el afán de alentar
la resurrección de lenguas y culturas primitivas, o medio en desuso,
como base de una autonomía nacional que estaba destinada a resultar
ficticia, por lo menos durante algunos años; la crítica se apoya más
en eso que en el hecho de que la política soviética fallase en hacer
el máximo esfuerzo que las condiciones permitían para lograr una
igualdad real. En algunas repúblicas y regiones autónomas de la
RSFSR el grupo nacional formaba solamente una escasa mayoría, o
incluso una minoría de la población, y el elemento ruso era el que
podía razonablemente haberse quejado de su posición inferior.
Las evidentes imperfecciones en el funcionamiento del sistema
se debían mucho más a la debilidad de recursos y experiencia de los
grupos nacionales a quienes se concedía la autonomía, que a deseos
por parte del gobierno central de limitar el alcance de sus oportuni-
dades. Fue el precio pagado por el intento de realizar en una sola
generación un proceso de nivelación que de otro modo hubiese sido
obra de centurias. El centro dirigía siempre reproches contra la in-
eficacia de las instituciones autónomas en las regiones o repúblicas
nacionalistas, e incluso en junio de 1922, Stalin acusó a los organis-
mos del partido de la República Socialista Soviética Kazaja, hablan-
do en nombre del comité central del partido, de «pasividad y una
estructura mental pesimista» y a los organismos soviéticos de la
misma república de «estancamiento aumentado por la presencia de
bandas pequeñas y mezquinas» 32 • Estos defectos eran endémicos en
31 Dvenadtsati Syezd Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii (Bolshevikov)
(1923), p. 565.
32 Zhizn Natsionalnostei, núm. 12 (147), 15 de junio de 1922. Esta comu-
nicaci6n no está incluida en las obras de Stalin.
El balance de la autodeterminación 397

las regiones y repúblicas atrasadas, pues constituían un legado del


pasado, y honradamente no pueden achacarse a ninguna política
preconcebida. El sistema soviético ofreció, por lo menos en los pri-
meros años, un grado tan amplio de autonomía local como podía im-
plantarse con efectividad en las naciones en cuestión y sostuvo, con
tanta firmeza como se lo permitió la preponderancia del elemento
gran-ruso, el principio de igualdad y de no discriminación entre las
diferentes naciones. Mientras tanto, su política económica consistió
en construir las condiciones de una igualdad más real para el futuro
por medio de la expansión más equilibrada posible del desarrollo
industrial, aunque esto era necesariamente un proyecto a largo tér-
mino cuyos concretos resultados apenas fueron visibles en este primer
período.
La política bolchevique de autodeterminación nacional había com-
pletado su evolución, desde el reconocimiento del derecho de sece-
sión en una sociedad burguesa, al de la igualdad entre las naciones y
la terminación de la explotación de una nación por otra en una comu-
nidad socialista de naciones. El lazo que las unía era el postulado
de la «unión voluntaria», a través de la cual se lograría consumar
esa unión y que hacía de ella una expresión y no un rechazo de la
voluntad de autodeterminación de la nación en cuestión. El postulado
se apoyaba en la convicción personal de Lenin de que, bajo el socia-
lismo, el elemento coercitivo desaparecería del gobierno y sería rem-
plazado por la voluntaria aceptación de los reglamentos administra-
tivos. Cualquiera que fuese la última validez filosófica de este
concepto, hay que decir que no se percibió en el período de historia
que estamos considerando, puesto que, durante él, los principios de
opresión y de aceptación voluntaria continuaron coexistiendo --como
en otros períodos, en diversas proporciones- en todos los procedi-
mientos del gobierno. Lo que se puede decir en favor de la política
bolchevique de las nacionalidades, no es que pudo haberse llevado a
efecto sin usar de la fuerza: manifiestamente esto no pudo ser; aun-
que quizá estaba capacitada para establecer el régimen en Rusia con
una menor aplicación de la fuerza directa de lo que cualquier otra
hipótesis hubiese requerido, y en este aspecto implicaba un elemento
mayor de aceptación voluntaria que la que puede concederse a cual-
otra política. Y puede también decirse en su favor, que la teoría
burguesa de la autodeterminación había llegado en 1919 a un calle-
jón sin salida y que el régimen capitalista, en la forma que había
asumido de una división del trabajo entre las naciones avanzadas
o industriales y las atrasadas o coloniales, había hecho inalcanzable
la igualdad real entre las diversas naciones. Además, el concepto de
398 Capítulo 12

reunión en un régimen socialista, entre naciones que eran realmente


iguales, no de un modo meramente formal, era un intento atrevido e
imaginativo de encontrar una salida. La importancia de esta política
estriba en los pasos que se dieron para establecer la igualdad borran-
do las divisiones entre las naciones industriales y agrícolas. Sin duda,
era tanto más fácil aceptar y reforzar el principio de igualdad y de no
discriminación por motivos nacionales, precisamente porque había
otros campos en que la desigualdad era proclamada y la discriminación
practicada. Stalin mismo había hablado una vez de acabar con las
divisiones entre las naciones para abrir el camino a la división de
clases"· Las diferencias nacionales se hicieron menos importantes a
medida que se acentuaron las sociales existentes dentro de la nación.
Sin embargo, sería difícil exagerar la significación de la política sovié-
tica con respecto a las nacionalidades, tanto en su establecimiento
histórico como en su influencia definitiva; fue al principio el factor
crucial en el asombroso logro de Lenin de reunir casi todos los anti-
guos dominios de los zares después de la desintegración y la disper-
sión de la guerra, de ]a Revolución y de la guerra civil, y siguió sien-
do mucho tiempo un ingrediente efectivo de la política extranjera
soviética en muchas partes del mundo.
Capítulo 13
DE LA ALIANZA A LA FEDERACION

Cuando se extinguió finalmente la guerra civil, hacia finales de


1920, el principio de independencia o autonomía se había extendido
a todo el antiguo imperio ruso que adoptó entonces una forma que
suponía tres categorías. Algunos antiguos territorios rusos -Polonia,
Finlandia, los tres Estados Bálticos reconocidos como independientes,
Bessarabia apresada por Rumanía, y la banda de territorio cedida a
Turquía en el tratado de Brest-Litovsk-, se consideraban, por enton-
ces, como fuera todos ellos de la órbita de Moscú. Con el resto,
la República Soviética Federal Socialista Rusa formó un único nú-
cleo incorporando casi veinte unidades autónomas habitadas por
pueblos no rusos, principalmente musulmanes. La RSFSR sola con-
taba con el 92 por 100 del área y el 70 por 100 de la población
que eventualmente iba a ser incluida en la URSS. El resto estaba
dividido en una cantidad de estados separados, no menor de ocho,
cuya independencia nominal era efectiva en grados diversos. Eran
estos las Repúblicas Soviéticas Socialistas de Ucrania y Rusia Blan-
ca; las Repúblicas Soviéticas Socialistas de Azerbaiyan, Armenia y
Georgia 1; la República del Extremo Oriente con su capital en Chita
y las dos Repúblicas Soviéticas de Jorezm y Bujara en Asia Central.

' La RSS de Armenia databa de diciembre de 1920 y la de Georgia de


febrero de 1921.
399
400 Capítulo 13

Estos externos ropajes de dispersión servían, sin embargo, para


enmascarar un movimiento en dirección a la reunión que estaba ya
muy avanzado. El final de la guerra civil coincidió con la transición
del segundo de los tres períodos retrospectivamente enumerados en
la resolución del partido de 1923 -«la cooperación en forma de
alianza militar»- al tercero, la «unión económico-militar y política
de los pueblos», que iba a completarse finalmente en forma de
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
El segundo de estos períodos, que representa la fase de reunión
específicamente militar, había sido suscitado directamente por la
guerra civil y comenzó en las comarcas periféricas del oeste donde
la situación de emergencia era más aguda. En enero de 1919, e in-
cluso antes de haber vuelto a tomar Kiev, el gobierno soviético
provisional de Ucrania publicó una declaración de su «solidaridad
con la República Federal Soviética Rusa, cuna de la Revolución
mundial», y anunció la unificación de la República Soviética Ucra-
niana con la Rusia Soviética sobre la base de los principios de una
federación socialista. El primer Congreso de Soviets de Rusia
Blanca, celebrado en febrero de 1919, expresó una aspiración seme-
jante 2, y Stalin dedujo de estos síntomas la conclusión alentadora
de que «a través de las repúblicas soviéticas independientes, los
pueblos de Rusia están llegando a una nueva unidad fraternal volunta-
ria» 3• Los acontecimientos militares forzaron primeramente las cosas
en Ucrania. El 18 de mayo de 1919, el comité ejecutivo central del
Soviet de Ucrania publicó un decreto, que enunciaba dos principios
generales, en unión del Soviet de Diputados de Obreros de Kiev,
del Congreso de Diputados de Campesinos del Condado de Kiev y
de los representantes de los comités de los sindicatos y talleres de la
misma ciudad (una aglomeración de autoridad que denotaba una oca-
sión de particular significación); el decreto rezaba así:
l. Toda lucha armada contra los enemigos de las repúblicas soviéticas
debe unificarse en todas las repúblicas soviéticas existentes;
2. Todos los recursos materiales necesarios para la conducción de esta lucha
han de ser concentrados en torno a un centro común a todas las repúblicas•.

El 1 de junio de 1917, un decreto del VTslK de Moscú, aun recono-


ciendo la independencia, la libertad y la autodeterminación de las
masas trabajadoras de Ucrania, Letonia, Lituania, Rusia Blanca y
2 Istoriyfl S011etskoi Konstitutsii v Dekretai (1936), pp. 103-4, 109-10.
Stalin, Sochineniya, iv, 229.
• Istoriya Sovetskoi Konstituttsii v Dekretai (1936), p. 122.
De la alianza a la federaci6n 401

Crimea, citaba la resolución de Ucrania del 18 de mayo y las pro-


puestas no especificadas de los gobiernos soviéticos de Letonia, Li-
tuania y Rusia Blanca, y, en razón de ellas, proclamaba la necesidad
de una unión militar 5 entre las repúblicas soviéticas socialistas de
estos países y la RSFSR. La unión iba a implicar una fusión de las
organizaciones y el mando militar, de los consejos de economía na-
cional, de administración y estructura económica de ferrocarriles,
de finanzas y de los comisariados de trabajo del pueblo. El decreto
concluía nombrando una comisión para gestionar la realización de
este proyecto 6 •
A las pocas semanas de la publicación del decreto, la marea de
la guerra civil había barrido la mayor parte de los territorios a los
que el decreto pretendía referirse. Como tantas leyes de este pe-
ríodo, el decreto de 1 de junio de 1919 se quedó en el papel y no
se sabe que se reuniese la comisión que había de haber preparado
las condiciones de la unión propuesta. Sin embargo, no se perdió
la moral. El decreto del 1 de junio de 1919, aunque falto de re-
sultado concreto, era una prefiguración inconsciente, casi acciden-
tal, del proceso a través del cual la nueva entidad de la URSS sería
creada un día. Contenía la noción de una «unión» o «alianza»
entre las partes componentes del antiguo imperio ruso; establecía
el principio de una «estrecha unión» entre ciertos comisariados
del pueblo vitales, y presuponía el derecho de Moscú, equipado
con alguna especie de previo acuerdo formal establecido con las
demás unidades de la alianza, a tomar decisiones constitucionales
que a todos constreñían 7 • Las necesidades militares habían puesto
la cuestión en una forma que encajaba en la teoría bolchevique y
la confirmaba. La autodeterminación nacional estaba condicionada

• Este parece ser el primer uso en este contexto de la palabra soyur., que
servía en ruso para expresar los dos términos de «alianza» y «uni6n». La con-
fusión terminol6gica es significativa de la falta de precisi6n del pensamiento
constitucional ruso y ayudó en este caso como puente para la transici6n de
un estado legal a otro.
• Sobranie Ur.akoneni, 1919, núm. 21, art. 264. En la enumeraci6n de los
territorios a que este decreto se aplicaba, Crimea se menciona en tres pasajes
y se omite en dos, lo cual hace pensar que su inclusi6n fuese una idea pos-
terior; la inclusi6n era an6mala puesto que, a diferencia de los otros países
nombrados, nunca había gozado del estatuto de república soviética indepen-
diente. Más tarde se convirti6 en república aut6norna de la RSFSR.
7 Una resoluci6n redactada por Lenin y aprobada por la conferencia del
partido de diciembre de 1919, describía audazmente la resoluci6n del 18 de
mayo y el decreto del VTsIK del 1 de junio como un «lazo federal» entre
la RSFSR y Ucrania (Lenin, Sochineniya, xxiv, 552; VKP(B) v Rer.olutsiyai
[1941], i, 316).
Carr. t. l. 26
402 Capítulo 13

a la unidad de los obreros de todas las naciones en la lucha revo-


lucionaria y, por consiguiente, subordinada a ella; si el fallo en
establecer la unidad entre los obreros de las diferentes naciones
y regiones del antiguo imperio ruso permitía triunfar a la contra-
rrevolución, esto significaría el final de la autodeterminación, pese
a todo. El argumento daba naturalmente por sentada la cuestión
del modo en que se lograría esa autodeterminación nacional a tra-
vés de la victoria de la Revolución, pero en términos de emergencia
militar inmediata era válido e irrefutable, y su validez no cesaba
al acabarse la situación de emergencia inmediata, puesto que las
naciones socialistas vivían en constante peligro del ataque capita-
lista 8 • La necesidad de unidad era permanente y halló su expresión
en la unidad del Ejército Rojo. En el momento en que esta unidad
fue aceptada como una necesidad militar evidente y en que quedó
establecido el prestigio de este ejército por su victoria en la guerra
civil, la batalla por la unidad -y unidad sobre una base rusa-
estaba ya más que medio ganada.
Así quedó despejado el camino para que una alianza militar ad
hoc evolucionase hacia una unión permanente económico-militar y
política de los pueblos. La tercera y última etapa del proceso co-
menzó automática y casi accidentalmente cuando los territorios fue-
ron liberados de los gobiernos burgueses o de los ejércitos de ocu-
pación y se suscitó la necesidad de establecer sus relaciones con la
RSFSR sobre una base más permanente. Una resolución del VTsIK,
publicada el 15 de febrero de 1920, calificaba «el establecimiento
de relaciones normales entre la RSFSR y las repúblicas autónomas
y, en general, las nacionalidades no rusas» como «una de las tareas
más importantes del VTsIK» y la misma resolución constituyó una
comisión «para resolver las cuestiones de la estructura federal de
la RSFSR» 9• Las repúblicas autónomas baskir, tártara, kazaja y
kalmuka existían desde el verano de 1920; el progreso en este ca-
mino se fue realizando desde el centro hacia el exterior aunque con
el retraso consiguiente de la guerra con Polonia y la campaña contra
Wrangel. El 30 de septiembre de 1920, se firmó un tratado de
«alianza económico-militar», junto con cinco tratados suplementarios,
entre la RSFSR y la República Soviética Socialista de Azerbaiyan
que acababa de nacer hacía seis meses, y diez días después Stalin,
como Comisario del Pueblo para los Asuntos de las Nacionalidades,

• Una resoluci6n del décimo Congreso del partido infería el caso de la


unidad, del peligro del ataque capitalista (ibid., i, 384).
• Zhizn Natsionalnostei, núm. 6 (61, leg. 63), 15 de febrero de 1920.
De la alianza a la federación 403

hizo una importante declaración política, en forma de artículo, en


Pravda 10•
Stalin comenzó argumentando con las exigencias militares:
Tres años de Revolución y de guerra civil en Rusia han demostrado que sin
el apoyo mutuo de la Rusia central y sus comarcas periféricas la victoria de
la Revolución es imposible, e imposible la liberación de Rusia de las garras
del imperialismo.

Ante los países del borde no se abrían más que dos alternativas:
aliarse con Rusia o con la Entente. El autor continuaba con una iro-
nía un tanto grave:
La supuesta independencia de las llamadas independientes Georgia, Arme-
nia, Polonia, Finlandia, etc., no es más que una apariencia engañosa que enmas-
cara la completa dependencia de estos -perdóneseme el término- estados,
de este o el otro grupo de imperialistas.

Si una mayoría perteneciente a alguna de estas naciones pidiese


la separación, como en el caso de Finlandia, Rusia consentiría con
seguridad; pero la cuestión no era ya la de los derechos, que eran
indiscutibles, sino la de los intereses de las masas populares y <(és-
tos indican. que la demanda de separación de las comercas periférL
cas es profundamente contrarrevolucionaria en la presente etapa de
la Revolución».
Dejando a un lado la idea de mera «autonomía nacional-cultu-
ral», Stalin abogaba entonces por la solución de «la autonomía re-
gional de las comarcas periféricas» -una autonomía que debía ha-
cerse efectiva tanto en el sentido cultural como en el económico.
Pero el principal punto de interés en aquel momento era la relación
de la «autonomía soviética» con la «redistribución administrativa
de Rusia», aún no terminada. Stalin alababa la elasticidad de la
autonomía soviética que se extendía «desde una estrecha autonomía
administrativa (germanos del Volga, chuvases, karelianos ... ) a una
amplia autonomía política (baskires, tártaros del Volga, kirguises),
y desde ésta a una forma aún más amplia (Ucrania, Turquestán); y
desde el tipo de autonomía ucraniana a la forma suprema de ésta,
'º Stalin, Sochineniya, iv, 351-63: aparece también en la edición corriente
de Zhizn Natsionalnostei. La importancia de este artículo en la historia de la
formación de la URSS se marcó en una conferencia dedicada a él en su vigé-
simo aniversario, el 10 de octubre de 1940, conferencia pronunciada en el
Instituto de Derecho de la Academia de Ciencias Soviética y publicada en
Sovetoskoe Gosudarstvo i Pravo, núm. 11, 1940, pp. 1-10.
404 Capítulo 13

a las relaciones por medio de tratados (Azerbaiyan)». Lo significati-


vo aquí era, primeramente, que Stalin no hacía distinción sustantiva
sino solamente una distinción de grado, ni entre las regiones y las
repúblicas autónomas de la RSFSR, ni entre las repúblicas autóno-
mas y las independientes de forma como Ucrania y Azerbaiyan; y
segundo, que particularizaba el tratado de «alianza económico-mili-
tar» recientemente concluido con Azerbaiyan como la «forma supre-
ma de autonomía». La línea política que, tras los dos años siguien-
tes, iba a llevar a la creación de la URSS, estaba claramente prefigu-
rada en esta enumeración. En el futuro, se prestaría una atención
más cuidadosa a las diferencias constitucionales -que fueron rígi-
damente mantenidas- entre las unidades autónomas de la RSFSR
y las repúblicas establecidas bajo régimen de tratado, pero el derro-
tero principal a seguir había quedado trazado con claridad en el ar-
tículo de Stalin de octubre de 1920. En la primera categoría, los
pueblos de menor importancia continuarían organizándose como
unidades autónomas de la RSFSR. Cuando Stalin escribió el artícu-
lo estaba a punto de emprender un viaje cuyo fin principal era «la
redistribución administrativa» de los varios y abigarrados pueblos
del norte del Cáucaso 11 • En la segunda categoría, Azerbaiyan y las
otras siete repúblicas independientes se organizarían sobre la base
de relaciones de tratado con la RSFSR, de los cuales eran prototipo
los de Azerbaiyan del 30 de septiembre de 1920.
El modelo de Azerbaiyan era torpe pero directo. El tratado prin-
cipal establecía el principio de una «estrecha unión militar y finan-
ciero-económica» ( «alianza») entre los dos estados y los compro-
metía a llevar a cabo en el mínimo de tiempo una unificación: 1 ) de
la organización y el mando militar, 2) de los organismos que con-
trolaban la economía nacional y el comercio exterior, 3) de los or-
ganismos de abastecimientos, 4) de los transportes por vía férrea
y fluvial y de la administración telegráfico-postal, y 5) de las finan-
zas. El renglón militar es de suponer que se trató en un acuerdo
no publicado. Las demás cuestiones fueron reguladas en cinco tra-
tados suplementarios que se firmaron simultáneamente con el prin-
cipal. En tres de ellos (finanzas, comercio exterior y economía na-
cional) el organismo competente de la RSFSR nombraba su pleni-
potenciario ante el Sovnarkom de Azerbaiyan (o, para la economía
nacional ante el Sovnarkom) «con el derecho de un voto decisivo»;
en los otros dos tratados se lograba la unificación mediante dispo-

11 Véase anteriormente, p. 346.


De la alianza a la federación 405

siciones ligeramente diferentes 12 • Pero la insistencia en la unifica-


ción de la política económica y financiera era evidente en todos ellos.
Este a que nos referimos era un primer modelo y Azerbaiyan era
un país débil y atrasado. Los seis tratados, como los que le sucedie-
ron entre la RSFSR y otras repúblicas soviéticas independientes, se
concluyeron como tratados entre estados soberanos y fueron firma-
dos por los comisarios respectivos de Asuntos Exteriores en las
formas aceptadas por la ley internacional. Pero el resultado de la
unión no pudo ser más que la dependencia de Azerbaiyan con res-
pecto a la RSFSR y, en el texto, no se juzgó necesario disfrazar esta
realidad con demasiada insistencia.
El siguiente tratado de la serie fue concluido tres meses después
con la República Socialista Soviética de Ucrania, cuyo largo calvario
con las sucesivas ocupaciones extranjeras había terminado tras la
derrota de los invasores polacos en julio de 1920. Así como Azerbai-
yan (excepto en lo que se refiere a la ciudad de Bakú, rusa y cosmo-
polita, a quien importaban muy poco las aspiraciones nacionalistas
del país) era quizá la más pobre y débil de las ocho repúblicas, Ucra-
nia era sin duda la más fuerte y la que insistía más en sus reivindi-
caciones de independencia formal y de igualdad. El tratado ucra-
niano se revistió de una cierta solemnidad y tuvo una especial sig-
nificación por el hecho de ser firmado en Moscú, el 28 de diciembre
de 1920, durante la celebración del octavo Congreso de Soviets
de toda Rusia y de él recibió la ratificación formal. Fue además el
único de estos tratados firmado por el mismo Lenin como represen-
tante de la RSFSR. Rakovski, que era en ese momento presidente
del Sovnarkom de Ucrania y su principal delegado ante el Congre-
so, hizo hincapié en la transición de la unión militar a la económica:
Sin duda alguna, y cualquiera que sea la marcha de nuestra futura polí-
tica en el sendero de la unificación, y especialmente ahora en el período de la
construcción de la economía soviética, esta integración y unificación son tan
indispensables como antes durante el período de la defensa militar, y quizá
incluso más 13 •

El lenguaje de este tratado estaba más elaborado que en el caso


del de Azerbaiyan; el preámbulo rendía homenaje al «derecho de
las naciones a la autodeterminación proclamado por la gran Revo-
ción proletaria» y reconocía «la independencia y soberanía de cada

,, Los seis tratados se encuentran en RSFSR: Sbornik Deistvuyushij


Dogovorov, i, (1921), núms. 1-6, pp. 1-12.
13 Vosmoi Vserossiski Syezd Sovetov (1921), p. 232.
406 Capítulo 13

una de las partes contratantes», así como «la necesidad de unir sus
fuerzas para fines defensivos y también en interés de su reconstruc-
ción económica». El sistema establecido por el tratado (que abarca-
ba esta vez todo en un único documento) evitaba cuidadosamen-
te toda implicación directa de dependencia. Se confiaban los asuntos
militares y navales, los de la economía nacional, del comercio exte-
rior, de las finanzas, del trabajo, de las comunicaciones y de correos
y telégrafos a «comisariados unificados» de ambas repúblicas. Estos
comisariados unificados «entran en la composición del Sovnarkom
de la RSFSR y están representados en el correspondiente organismo
de la República Soviética Socialista de Ucrania por plenipotenciarios
confirmados y controlados por el Comité ejecutivo central y el Con-
greso de Soviets de Ucrania». Por otro lado, la República Socia-
lista Soviética de Ucrania tiene sus representantes en el VTsIK y en
el Congreso de Soviets de toda Rusia, en el cual reside la autoridad
última sobre los comisariados unificados. Por un refinamiento intro-
ducido durante la discusión del proyecto en el octavo Congreso de
Soviets de toda Rusia, los representantes de una parte en el con-
greso de soviets de la otra parte, estaban privados del derecho de
voto cuando era cuestión de materias que afectaban a los comisa-
riadas no unificados 14•
En el año 1921 se acogieron al mismo sistema tres repúblicas
más -Rusia Blanca, Georgia y Armenia. El tratado con Rusia Blan-
ca, firmado el 16 de enero de 1921, era idéntico en sus términos al
de Ucrania 15 • Pero, al menos en cuestiones de finanzas, el modelo
ucraniano, comparativamente más flexible, parece que resultó insu-
ficientemente rígido para la república más atrasada de Rusia Blanca
que difícilmente podía contar con muchos expertos financieros; y,
seis meses más tarde, se firmó un tratado basado en el modelo de
Azerbaiyan, según el cual un representante del Comisariado de Fi-
nanzas ruso formaba parte del Sovnarkom de Rusia Blanca con el
derecho de un voto decisivo y con la disposición nueva y adicional
de que los presupuestos de los comisariados unificados fuesen some-
tidos, para confirmación y eventual inclusión en el presupuesto de

•• RSFSR: Sbornik Deistvuyushii Dogovorov, i (1921), núm. 8, pp. 15-16;


Vosmoi Vserossiski Syezd Sovetov (1921), p. 234.
15 RSFSR: Sbornik Deitsvuyushi; Dogovorov, i (1921), núm. 7, pp. 13-14;
W. R. Batsell, Soviet Rule in Russia (N. Y., 1929), p. 204, da una fecha
errónea del tratado del 16 de enero de 1920, confundido por una errata de
imprenta en el encabezamiento del tratado deslizada en el Sbornik, aunque
allí se da la fecha correcta en el texto.
De la alianza a la federación 407

la RSFSR, al Narkomfin y al Sovnarkom de la misma 16 • Mientras


tanto, el tratado del 21 de mayo de 1821 con la República Soviética
Socialista de Georgia siguió el modelo ucraniano con ligeras varian-
tes 17• El tratado con la República Socialista Soviética de Armenia,
firmado el 30 de septiembre de 1921, se limitó exclusivamente a
cuestiones financieras y quedó a medio camino entre el control com-
partido de modelo ucraniano y el estatuto de subordinación de Azer-
baiyan y de Rusia Blanca 18 • Estas diferencias de forma implicaban
sin duda diferencias de sustancia, pero las variaciones se produjeron
~robablemente, no tanto en el grado de unificación logrado, cuanto
en la medida en que las repúblicas aliadas fueron capaces de con-
tribuir efectivamente a la marcha del sistema unificado.
Las tres repúblicas restantes -Jorezm, Bujara y el Extremo
Oriente- estaban en la posición anómala de no ser «repúblicas
soviéticas socialistas». Las dos primeras eran repúblicas soviéticas
del pueblo, la tercera una república democrática. Jorezm (la antigua
Jiva) y Bujara no habían sido nunca formalmente incorporadas al
imperio zarista y en parte quizá por sus condiciones de turbulencia,
que aún prevalecían, en parte por su desarrollo social atrasado, Mos-
cú mostró una fuerte inclinación a respetar por el momento su es-
tatuto «de extranjeras». Se concluyeron tratados de alianza y acuer-
dos económicos de la RSFSR con Jorezm el 13 de septiembre de
1920 19 y con Bujara el 4 de marzo de 1921 20 • En la esfera militar
se tomaron disposiciones para pactos «político-militares» con el fin
de establecer «un plan y una jefatura comunes y los preparativos
que habrían de garantizar el cumplimiento de las tareas de defensa
de la independencia y la libertad de ambas repúblicas» 21 • Hasta aquí
el modelo era conocido, aunque es dudoso que las cláusulas militares
tuviesen mucha aplicación inmediata, puesto que el Ejército Rojo
estuvo activamente comprometido en Bujara contra los basmachi
hasta fines del verano de 1922.
Las disposiciones económicas a que la mayor parte de los trata-
dos estaban dedicados fueron, por otra parte, completamente dife-

" RSFSR: Sbornik Deitsvuyushij Dogovorov, ii (1921), núm. 41, pp. 7-8.
" Kliuchnikov i Sabanin, Mezhduntll'odnaya Politika, iii (1928), i, 22-3.
11 RSFSR: Sbornik Deitsvuyushii Dogovorov, ii (1921), núm. 40, pp. 5-6.
" RSFSR: Sbornik Ditsvuyushii Dogovorov, i (1921), núms. 9-10,
pp. 17-26.
211 ]bid., ii (1921), núms. 42-3, pp. 7-14. .
21 La frase se cita del tratado de Jorezm; el tratado de Bujara remite
meramente a un convenio militar no publicado de noviembre de 1920. Los
nuevos convenios propuestos, si llegaron a concluirse, no fueron publicados.
408 Capítulo 13

rentes de las de los tratados con las repúblicas socialistas. No era caso
aquí de unificación de los organismos; todo el comercio extranjero
había de ser llevado, no por personas privadas, sino por institucio-
nes estatales y la república no había de conceder derechos industria-
les o comerciales en sus territorios a ningún estado, con excepción
de la RSFSR o de otra república soviética. En cuanto al resto, se
insistió mucho en la renuncia por parte de la RSFSR a todos los
derechos de propiedad o concesiones del antiguo imperio ruso en
el territorio de las dos repúblicas, incluyendo la tierra de los colonos
rusos establecidos antes de la Revolución en Bujara quienes, sin em-
bargo, podían conservar manifiestamente sus tierras optando por la
ciudadanía bujara. Se prometió como subsidio a las dos repúblicas
una suma total sustancial de pagos -500.000.000 de rublos a Jo-
rezm, y a Bujara una suma que había de ser fijada por un acuerdo
posterior. En la práctica estos tratados pueden haber representado
un grado de dependencia de la RSFSR tan grande para Jorezm y
Bujara como para las repúblicas soviéticas socialistas independientes
o para las autónomas, e incluso mayor, pero las ataduras formales
fueron de orden diferente y pertenecían al concepto de «relaciones
extranjeras» más que el de «unión federal». Habrían de pasar varios
años antes que las dos repúblicas se juzgasen maduras para introdu-
cirlas dentro del sistema unificado.
Es difícil definir las consecuencias constitucionales de todos es-
tos arreglos. Lo que resultó de los tratados con Ucrania y Rusia
Blanca y las tres repúblicas trascaucásicas tenía algunos caracteres de
alianza, algunos de federación y otros de estado unitario 22 • Esta
vaguedad fue característica de todos los documentos constitucionales
soviéticos de este período. La disposición prevista en los tratados
de Ucrania y de Rusia Blanca para la admisión de los representantes
de ambos países en el Congreso de Sovits de toda Rusia y en
el VTsIK no tenía su contrapartida en los tratados asiáticos pero
no por eso dejaron de estar presentes los delegados de Azerbaiyan,
Georgia y Armenia, lo mismo que los de Ucrania y Rusia Blanca,
sin que se pusiese a ello ninguna objeción en el noveno Congreso
de Soviets de toda Rusia de diciembre de 1921 23 ; y este Congre-

22 Los curiosos pueden hallar en esta incertidumbre de estatuto un caso


de la historia repitiéndose a sí misma. Generaciones de historiadores han deba-
tido la cuesti6n de si el tratado de Pereyaslavl de 1654 constituyó una unión
personal entre Moscovia y Ucrania o una incorporación de ésta al Imperio
moscovita.
23 Rakovski hizo en esta ocasión, en nombre de las cinco repúblicas, la
declaración respecto al Ejército Rojo que se cita anteriormente en la p. 388.
De la alianza a la federación 409

so decidió que «en vista del deseo de las repúblicas soviéticas inde-
pendientes de tener su representante en el supremo organismo le-
gislativo de la república» el número de miembros del VTsIK tenía
que ser aumentado 24• Esto prest6 una base formal para la publicación
por parte del VTsIK de decretos que, aparentemente sin ninguna
formalidad más, fueron considerados como obligatorios en todos los
territorios de las repúblicas aliadas.
La otra innovación significativa fue la insistencia de todos los
tratados en la unidad económica. Como lo expresó Stalin en su re-
visión posterior del proceso, era «la pobreza de los recursos econó-
micos que quedaban a disposición de las repúblicas» lo que les im-
pulsó a «combinar estos escasos recursos para emplearlos más ra-
cionalmente y desarrollar las principales ramas de la producción» 25 •
Las aciagas consecuencias económicas de la guerra civil completaron
el proceso que había comenzado por las necesidades militares de la
guerra misma. Ya en marzo de 1920 el lema «todo para el frente»
había dado paso al de «todo para la economía nacional» 26 • Incluso
antes, el séptimo Congreso de Soviets de toda Rusia había nom-
brado una «comisión territorial administrativa» para rehacer los lí-
mites locales según líneas más en armonía con las agrupaciones
económicas rt. Desde entonces este tema estaba constantemente so-
bre el tapete. El duodécimo Congreso del partido de abril de 1923
alabó, con ciertas precauciones, un plan que emanaba de la Comisión
Planificadora Estatal para la división de Rusia Europea en doce re-
giones económicas y de Rusia Asiática en nueve, como «hipótesis de
trabajo preliminar que precisa ser suplementada, comprobada y ela-
borada sobre una base experimental» 28 • La creación de estas regio-
nes, en un sistema que se saltaba todas las divisiones políticas, in-
cluso las trazadas según delimitaciones nacionales, suministraba un
nuevo ejemplo de la contradicción existente entre los fines de la
política nacionalista soviética a largo o a corto término. Las deman-
das de unidad económica que eran, para las naciones atrasadas, una
condición esencial del progreso económico y, por consiguiente, de

24 Syezd Sovetov RSFSR v Postanovleniyai (1939), p. 219.


25 Stalin, Sochineniya, v, 146.
" lbid., iv, 295.
27 Syezdy Sovetov RSFSR v Postanovleniya¡ (1939), p. 152.
" VKP(B) v Rezolutsiya¡ (1941), i, 497; Zhizn Natsionalnostei, núm. 12
(147), 1.5 de junio de 1922, había publicado una protesta del presidente del
comité ejecutivo regional chuvas que observaba que «si las regiones y repú-
blicas autónomas no van a disfrutar más que de derechos políticos, no ha
lugar a llamarlas regiones y repúblicas autónomas nacionales».
410 Capítulo 13

la igualdad real en el futuro, estaban en pugna con las influencias


desintegradoras que ejercían las actuales aspiraciones nacionales.
La etapa diplomática de la unificación se demoraba tras las eta-
pas militar y económica porque, en este caso, no había habido causa
específica o impulso hacia esa unidad. Ninguno de los tratados entre
la RSFSR y las demás repúblicas soviéticas incluía el de Asuntos Ex-
teriores en la lista de los comisarios unificados, y desde el momento
en que el control unificado de los asuntos exteriores era un distin-
tivo tradicional de la federación, su omisión en este caso acentuaba
el carácter de la relación, que se establecía ahora más como una alian-
za que como una federación. En la práctica, Ucrania era la única
república que hacía amplio uso de la licencia para dirigir sus propias
relaciones extranjeras, concluyendo tratados con los estados que la
reconocían 29 y manteniendo, durante un corto período, su propios
representantes diplomáticos en Praga, Berlín y Varsovia.
Sin embargo, independientemente de los obstáculos prácticos que
se presentaban a las repúblicas atrasadas y pobres, no reconocidas
por ningún país extranjero importante, para organizar sus oficinas y
servicios diplomáticos extranjeros independientes, la relación entre
estas repúblicas y la RSFSR hubiera detenido por sí misma todo
serio intento de llevar una política extranjera por separado. Los tra-
tados creaban una unión formal tan estrecha que la actitud común
hacia el mundo exterior no podía fijarse, en ninguna cuestión de im-
portancia, más que por una autoridad común ni podía transcurrir
más que por un único canal y a través de una única representación.
Sin embargo, no se había establecido nada que se pareciese a una
uniformidad de procedimiento; la delegación soviética que firmó el
tratado de paz con Polonia, en Riga, el 18 de marzo de 1921, era una
delegación conjunta de la RSFSR y de la República Socialista So-
viética de Ucrania y además la delegación rusa ostentaba también
los plenos poderes de la República Socialista Soviética de Rusia Blan-
ca 30 • Dos días antes, la RSFSR había firmado en Moscú un tratado
con Turquía para determinar la frontera entre ésta y las tres repú-
blicas de Trascaucasia e incluso había efectuado algunos cambios
territoriales sin ninguna participación formal de estas repúblicas, ni
en las negociaciones, ni en la conclusión del tratado. No obstante,
29 Véase, por ejemplo, un tratado con Estonia de 25 de noviembre de
1921, publicado en League of Nations: T,eaty Series, xi (1922), núm. 294.
En el otoño de 1921, Frunze fue a Angora en misión especial como delegado
ucraniano para concluir un tratado con Turquía (M. P. Frunze, Sobranie
Sochinenii, i [1929], 274).
'° RSFSR: Sbornik Deitsvuyushi¡ Dogovorov, ii (1921), núm. 51, p. 53.
De la alianza a la federación 411
el asunto no había pasado por alto y el penúltimo artículo del tra-
tado decía lo siguiente:
Rusia se compromete, en relación con las repúblicas trascaucásicas, a dar
los pasos necesarios para lograr el reconocimiento, por parte de estas repúblicas,
de los artículos del presente tratado que directamente las afectan, mediante tra-
tados que serán concertados por ellas con Turquía".

Más avanzado el año, cuando las repúblicas de Armenia, Azerbai-


yan y Georgia cumplieron esta promesa por delegación, concluyendo
un tratado con Turquía en Kars, se advirtió especialmente en el
preámbulo que habían llevado adelante las negociaciones «con la
participación de la RSFSR» 32 , cuyo delegado firmó también el tra-
tado.
Esta confusión de procedimiento no podía, sin embargo, conti-
nuar, y a principios de 1922, la cuestión fue decidida ante la invita-
ción hecha por las potencias aliadas occidentales a la RSFSR para
que asistiese a la próxima conferencia europea de Génova -invita-
ción en la que, por consiguiente, no se tuvo en cuenta el estatuto
constitucional de los demás gobiernos soviéticos. El 22 de febrero
de 1922, las ocho repúblicas entraron dentro de un acuerdo que
daba poderes a la RSFSR para «representar y defender» sus intere-
ses en la futura conferencia internacional de Génova y firmar no
solamente cualquier acuerdo que allí se concertase sino «todos los
acuerdos internacionales de cualquier clase directa o indirectamente
conectados con esta conferencia y concertados con los estados re-
presentados en la misma, así como con cualesquiera otros, y tomar
todas las medidas que de ello resultasen» 33 • Esta extensa autoriza-
ción llenó ampliamente el vacío que había dejado la omisión de los
asuntos exteriores en la lista de los «comisariados unificados». Si
hubo alguna resistencia ante esta absorción de las funciones diplo-
máticas, vino de Ucrania, la única república suficientemente fuerte
como para permitirse gestos de independencia diplomática; así, una
declaración de carácter suavizador hecha por Yakovlev, que actuaba

•• Ibid., ii, núm. 52, pp. 72-7.


32 Kliuchnikov i Sabanin, Mezhdunarodnaya Politika, iii (1928), i, 139.
33 RSFSR: Sbornik Deitsvuyushii Dogovorov, iii (1921), núm. 1, pp. 1-3.
Es significativo que las mismas fuerzas del interés económico regional común
operaban incluso más allá del círculo de las repúblicas soviéticas; el 29-30 de
marzo de 1922 se reunieron en Riga delegados de la RSFSR, Polonia, Estonia
y Letonia para «coordinar la acción de sus representantes» en la conferencia
de Génova (Conférence de Moscou sur la limitation des armements, Moscú,
1923, pp. 139-41).
412 Capítulo 13

como Comisario de Asuntos Exteriores de Ucrania, en el verano de


1922, estaba palpablemente destinada a clamar a la oposición:
La política extranjera de Ucrania no tiene y no puede tener más intereses
que los que le son comunes con Rusia, que es precisamente un estado prole-
tario como Ucrania. La heroica lucha de Rusia, en total alianza con Ucrania,
en todos los frentes, contra los imperialistas internos y externos, da ahora lugar
a un frente diplomático igualmente unido. Ucrania es independiente con res-
pecto a su política extranjera cuando se trata de sus propios intereses especia-
les, pero, en cuestiones que son de interés común político y económico para
todas las repúblicas soviéticas, los comisariados ruso y ucraniano de Asuntos
Exteriores actúan como un poder federal unido"'.

La última ocasión en que se pudo observar la formalidad de re-


presentaciones separadas fue en Berlín en noviembre de 1922 cuan-
do Ucrania, Rusia Blanca, Georgia, Azerbaiyan, Armenia y la Re-
pública del Extremo Oriente, firmaron con Alemania un tratado que
hacía extensivas a ellas las disposiciones del tratado de Rapallo 35.
En diciembre de 1922, con ocasión de una conferencia de potencias
europeas orientales para la reducción de los armamentos que se
reunió en Moscú, Litvinov informó ante ésta de que «puesto que
las fuerzas armadas de todas las repúblicas soviéticas constituyen un
único conjunto, la delegación rusa tiene plenos poderes para nego-
ciar su reducción» 36 •
Por consiguiente, antes de finalizar el año de 1922, el proceso
de reunión se había completado virtualmente y estaba empezando
a darse por sentado. Faltaba solamente revestirlo del ropaje consti-
tucional apropiado. La línea divisoria entre las repúblicas indepen-
dientes ligadas con la RSFSR por una relación a base de tratados, y
las repúblicas autónomas incluidas en ella, no era en la práctica muy
grande. El curso lógico hubiera sido sin duda asimilar ambas moda-
lidades una a otra, bien haciendo de las repúblicas de tratado uni-
dades autónomas de una RSFSR ampliada, bien sacando a las re-
públicas autónomas de la égida de la RSFSR y convirtiéndolas en
unidades de una unión más amplia, junto con esta misma y las repú-
blicas de tratado 37 . Pero la lógica coincide raramente con los expe-
" Citado de Iwestiya del 13 de agosto de 1922, por A. L. P. Dennis,
Foreign Policies of Soviet Russia (1924), p. 189.
" Kliuchnikov i Sabanin, Mazhdunarodnaya Politika, iii (1928), i, 206.
36 Conférence de Moscou pottr la limitation des armements (Moscú, 1923),
p. 64.
37 La segunda propuesta fue realmente hecha en la sección de nacionalida-
des del duodécimo Congreso del partido de abril de 1923, aparentemente como
una propuesta adjunta a la de los «desviacionistas» georgianos de que las
De la alianza a la federación 413
dientes políticos; la primera solución hubiera causado el resenti-
miento de las repúblicas de tratado, especialmente Ucrania, por
considerarlo como una derogación de su estatuto de formal inde-
pendencia y como un acto de sumisión a «Rusia»; la segunda solu-
ción hubiera debilitado a la RSFSR como clavija esencial de toda
la estructura e incurrido en la hostilidad de todos los intereses in-
vertidos en su actual predominio. De aquí que hubiera de fraguarse
un compromiso que divergiese lo menos posible del statu quo. La
RSFSR siguió siendo una «federación» que en ese momento abar-
caba ocho repúblicas autónomas y trece regiones autónomas tam-
bién 38 , y entraba como una unidad dentro de una federación más
amplia, en términos de igualdad formal con las repúblicas soviéticas
socialistas independientes.
Con objeto de preparar el camino para esta solución, se requi-
rió a las tres pequeñas repúblicas trascaucásicas para que se reunie-
sen en una unidad federal local. Este paso aparentemente trivial dio
ocasión a serias fricciones entre Armenia y Georgia, entre los gru-
pos rivales de los bolcheviques georgianos y los existentes dentro
del comité central del partido mismo y, finalmente, entre Stalin y
Lenin, casi incapacitado ya. La controversia era en parte una secue-
la de los sucesos de febrero de 1921, cuando Georgia fue tomada
por los bolcheviques y Lenin, de un modo tan sorprendente como
inútil, se manifestó en favor de una coalición con los menchevi-
ques 39 • Pero reflejaba también la intensidad del nacionalismo geor-
giano y las recientes afiliaciones mencheviques que hacían de Geor-
gia, casi tanto como de Ucrania, un núcleo separatista «nacional»
que se resistía al poder soviético. La dificultad, desde el punto de
vista soviético, para resolver el problema de Georgia sin aplicar Ja
fuerza crudamente y sin rebozo a los grupos políticamente conscien-
tes de georgianos que expresaban en voz muy alta sus demandas de
repúblicas trascaucásicas entrasen en la URSS como unidades separadas (St:1lin,
Sochineniya, v, 269-70).
38 Las repúblicas autónomas baskir, tártara, kazaja, turquestaní, de los
montañeros, del Dagestan, de Crimea y de Yakut; las regiones autónomas
de Chuvas, Mari, Kalmukia, de Votiak, de Komi, de Kabardino-Balkarsh,
buriat-mongola, karachaevo-cherkesiana, de Oirot, de Adigeisk, chechena, ka-
reliana y germana del Volga (esta última se designaba aún oficialmente como
«comuna obrera»). La lista está en Piat Let Vlasti Sovetov (1922), p. 227.
a la cual se añadió la región chechena formada en noviembre de 1922. El
número de repúblicas y regiones creció más tarde considerablemente. Dos
repúblicas autónomas (Abjazia y Ajaría) y una región autónoma (Yu¡¡o-Osetial,
que originalmente formaban parte de Georgia, fueron incluidas en la RSFSR de
Trascaucasia.
" Véanse más atrás, pp. 367-68.
414 Capítulo 13

autodeterminación nacional, fue causa de trastornos y divisiones


en la jefatura del partido.
Desde el momento en que las tres repúblicas trascaucásicas ha-
bían sido incluidas en el común redil soviético, Armenia, consciente
de su debilidad y aislamiento militar y económico, había presionado
en pro de alguna forma de federación o de unión entre ellas 40 , y
Georgia, orgullosa de su tradición independiente, se había opuesto
a un cambio que tendía a nivelar las condiciones económicas entre
ella y sus vecinos más pobres y acrecentar la influencia de la impor-
tante pero despreciada minoría armenia que abrigaba en su seno.
La diferencia de opinión se refleja en las respectivas constituciones
Je las dos repúblicas, pues mientras la Constitución de la República
Socialista Soviética de Armenia habla de fortalecer las relaciones
con sus vecinos, la de Georgia declara simplemente que se solidariza
con todas las repúblicas soviéticas existentes y está dispuesta a en-
trar en «una única república soviética socialista internacional» 41 •
Pero aquí, como en otros casos, la necesidad económica actuaba con
gran fuerza del lado de la unificación. A las pocas semanas de tomar
Georgia, en febrero de 1921, los ferrocarriles georgianos, lazo vital
de las comunicaciones trascaucásicas, fueron incorporados al sistema
soviético junto con los de las dos otras repúblicas, parece ser que
con la protesta de los bolcheviques georgianos y mediante la incor-
poración de gran número de obreros ferroviarios rusos 42 • En abril
de 1921, Lenin, enfrentado con el peligro de un colapso económico,
había recomendado urgentemente la creación de un «organismo
económico regional para toda Trascaucasia» 43 • Pocos días después,
evidentemente preocupado con el éxito de la NEP, publicó en Prav-
da Gruzii un artículo en el que parecía prevenir a los pueblos de
Trascaucasia y del Cáucaso contra los extremos del comunismo de
guerra. No era necesario -explicaba- copiar «nuestra táctica» en
detalle, sino más bien imitar su espíritu y ¡¡provecharse del ejemplo
de los años que van de 1917 a 1921. Lo que se requería era «más

'º B. A. Boryan, Armeniya, Mezhdunarodnaya Diplomatiya, i SSSR (1929),


ii, 319, cita declaraciones, en este sentido, de los protocolos del primero y se-
gundo congreso de soviets armenios celebrados respectivamente en 1921
y 1922.
" Citado ibid., ii, 333.
" Estos detalles provienen de una declaración ex parte en el duodécimo
Congreso del partido, pero no fueron combatidos seriamente (Dvenadssati Syezd
Rossiskoi Kommunisticheskoi Partii (Bolshevikov) [1923], pp. 535-6); según
Enukidze (ibid., p. 540), se tomó la medida con la aprobación del presidente
del comité revolucionario-militar georgiano.
" Lenin, Sochincniya, xxvi, 188.
De la alianza a la federación 415

flexibilidad, precauc1on y espíritu de conciliación con respecto a la


pequeña burguesía, a la intelectualidad y especialmente al campesi-
nado ... un modo de acceso al socialismo más lento, más cauto y
más sistemático». Las necesidades más urgentes eran mejorar la si-
tuación del campesino y emprender obras de electrificación y de
riego 44 • El ánimo, en el año 1921, se inclinaba poderosamente hacia
la NEP con su correspondiente relajación de la disciplina centrali-
zada y del control. No se hizo mucho en Georgia durante el resto
del año; el hambre asolaba las provincias del Volga de la Rusia
europea y era una advertencia contra cualquier cambio precipitado
en los sistemas de cultivo; pero más tarde se expresaron quejas de
que ni siquiera se había hecho en Georgia el intento de comenzar
los trabajos de reforma agraria 45 •
En diciembre de 1921 se emprendió una campaña nueva bajo el
impacto directo de Orjonikidze, especialista georgiano del partido, y
comenzó un año plagado de acontecimientos con la detención de los
mencheviques que habían seguido actuando en Georgia tras la am-
nistía de marzo de 1921 46 • El 12 de marzo de 1922 y bajo la con-
tinua presión ejercida desde el centro, las tres repúblicas concluye-
ron un tratado, constituyendo una Federación de Repúblicas Sovié-
ticas Socialistas de Trascaucasia (FSSRZ) con una «conferencia ple-
nipotenciaria» como organismo federal supremo. La «dirección de
la economía política» era una de las funciones colocada por el tra-
tado bajo el control federal, y la apología que Lenin había hecho
un año antes del «organismo económico regional» tuvo a la larga
su fruto en la creación de un <(consejo económico superior» 47 • Ape-
nas acabado esto, llegaron órdenes de Moscú, del cuartel general
del partido, de que lo que se necesitaba no era una federación de

" lbid., xxvi, 191-2.


45 Dvenadtsali Syezd Rossiskoi Kommunisticheskoi Partii ( Bolshevikov)
(1923), p. 162.
46 Sería imposible, partiendo de los materiales que son ahora accesibles,
descifrar en detalle la enmarañada historia de lo que sucedió en Georgia, y
en el partido con respecto a Georgia, durante los doce meses que van de
diciembre de 1921 a diciembre de 1922; pero las lineas generales quedan
claras gracias a los prolongados debates del duodécimo Congreso de abril
de 1923, en el cual las dos partes dijeron lo que pensaban con considerable
franqueza -última ocasión en que se habló tan claramente en un congreso
del partido.
" El tratado mismo se encuentra en lstoriya Sovetskoi Kons/itutsii v De-
kreta; (1936), pp. 208-10; el estatuto del «consejo económico superior» está
traducido al inglés partiendo de otra fuente, en Soviet Rule in Russia, de
W. R. Batsell (N. Y., 1929), pp. 403-8, donde, sin embargo, el «consejo,,
se ha convertido en «conferencia».
416 Capítulo 13

repúblicas, sino una umca república federal. Esto precipitó en un


estado de confusión y rebeldía a los comunistas locales que habían
aceptado con reluctancia la federación. En el verano de 1922 fue
enviada a Georgia, por el comité central, una comisión especial
compuesta por Dzerhinski, Mitskevich-Kaptsukas y Manuilski (un
polaco, un lituano y un ucraniano), para que dictase juicio y restable-
ciese la disciplina. En el otoño, los jefes comunistas locales Mdivani
y Majaradze fueron relevados de sus puestos y convocados a Moscú
v se constituyó un nuevo comité del partido georgiano. Suprimidos
así los obstáculos, se reunió en Tflis un primer Congreso de So-
viets de Trascaucasia que, el 23 de diciembre de 1922, aprobó
la constitución de una República Soviética Federal Socialista de
Trascaucasia (ZSFSR), completamente calcada de la RSFSR 48 • La
obstinación nacional de los georgianos había sido frenada y se había
creado una unidad adecuada a la formación de una unión más am-
plia 49 •
Mediante estos procedimientos las ocho unidades independientes
de la constelación soviética se redujeron a seis y más tarde se efectuó
una reducción conveniente reincorporando a la RSFSR la República
del Extremo Oriente. De las cinco restantes, las repúblicas de Jo-
rezm y Bujara, que no eran aún socialistas, no eran elegibles para su
inclusión en la unión y conservaron su estatuto de aliadas. De las
tres que quedaron, la República Soviética Socialista de Ucrania y la
República Soviética Federal Socialista de Trascaucasia adoptaron
simultáneamente acuerdos en favor de crear una Unión de Repúblicas
Soviéticas Socialistas, en la fecha del 13 de diciembre de 1922 (el
mismo día en que se formó la República Soviética Federal Socia-
lista de Trascaucasia). La República Soviética Socialista de Rusia
Blanca las siguió tres días después 50 , y el 26 de diciembre de 1922,

'" lstoriya Sovetskoi Konstitutsii Dekretai ( 1936), pp. 223-32.


" En el duodécimo Congreso del partido, estos procedimientos fueron ata-
cados por Mdivani, Majaradze y Bujarfn y defendidos por Stalin, Orjonikidze
y Enukidze. El rasgo delicado de la situación era que se creía que Lenin,
antes de sucumbir a su segundo ataque, había prometido su apoyo a Mdivani
y se hizo circular entre los miembros del Congreso una carta de este último
que criticaba la política de Stalin y Dzerzhinski. Trotski, que no habló del
tema en el Congreso, pretendía después que había sido objeto de las confi-
dencias de Lenin y compartido sus puntos de vista. El episodio será exami-
nado más detenidamente en la segunda parte de la presente obra: El Interreg-
no, 192)-1924.
50 Los documentos están en lstoriya Sovetskoi Konstitutsii v Dekretaj
(1936), pp. 233-40; Stalin, en una declaración hecha en Pravda del 18 de no-
viembre de 1922, declaró que la iniciativa había venido de las mismas repú-
blicas, tres meses antes (Stalin, Sochineniya, v, 138).
De la alianza a la federación 417

de acuerdo con una moción de Stalin, el décimo Congreso Je


Soviets de toda Rusia adoptó un acuerdo en términos generales 51 •
El 30 de diciembre de 1922 los delegados de la RSFSR de la Re-
pública Soviética Socialista de Ucrania y de Rusia Blanca y de la
República Soviética Federal Socialista de Trascaucasia se constitu-
yeron, por anticipación, en el primer Congreso de Soviets de la
URSS. La ocasión señalaba, como expresó Stalin en el discurso prin-
cipal del día, «el triunfo de la nueva Rusia sobre la vieja, de Rusia
gendarme de Europa sobre Rusia carnicera de Asia» 52, y acto se-
guido procedió a leer una solemne declaración y un proyecto de
tratado «sobre la organización de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas» 53 • La declaración enumeraba los tres motivos existentes
para esta unión: el económico, el militar y el ideológico, en la si-
guiente forma:
Los campos devastados, las fábricas paradas, las fuerzas de producción
detruidas y los recursos económicos agotados, legado de la guerra, hacen
insuficientes los esfuerzos separados de repúblicas separadas para lograr la
reconstrucción económica. Se ha demostrado que la economía nacional es
incompatible con la existencia de repúblicas separadas.
Por otro lado, la inestabilidad de la situación internacional y el peligro de
nuevos ataques hacen inevitable la creación de un frente unido de repúblicas
soviéticas frente al cerco capitalista.
Finalmente, la misma estructura del poder soviético, que por su carácter
de clase es internacional, lleva a las masas trabajadoras de las repúblicas sovié-
ticas a lo largo de la vía de la unión dentro de una única familia socialista.
Todas estas circunstancias exigen imperativamente la unificación de las re-
públicas soviéticas en un único estado unitario capaz de garantizar a sus pue-
blos la seguridad externa, el progreso económico interno y la libertad del
desarrollo nacional.

El resto de las sesiones fue breve y puramente formal. Frunze,


hablando en representación de las tres repúblicas aliadas, aprobó
el proyecto de tratado pero pidió «garantías suplementarias de que
el acta aceptada por nosotros es realmente un acta que establece sin
estorbo ninguno nuevas y fumes relaciones mutuas que permitirán
" Sobranie U%11koneni, 1923, n.0 28, art. 325; Istoriya Sovetskoi Konsti•
tutsii v Decreta; (1936), pp. 241-2; Stalin, Sochineniya, v, 145-55. Esta reso-
lución introducía por vez primera el título de «Unión de las Repúblicas Socia-
listas Soviéticas»; las repúblicas que constituían la unión, as{ como las repú-
blicas autónomas, eran «Repúblicas Soviéticas Socialistas». No parece que se
diese nunca una explicación de la inversión de los términos.
.. Stalin, Sochineniya, v, 158.
.. lstoriya Sovetskoi Konstitutsii v Dekreta; (1936), pp. 244-50; Stalin,
Sochineniya, v, 138.
Carr, t. I, %7
418 Capítulo 13

a cada uno de los estados que entran en la Unión desplegar el má-


ximo de energía y de independencia en interés de la causa común» 54•
Los delegados de las repúblicas soviéticas de Bujara y de Jorezm
presentaron sus saludos al Congreso y expresaron la modesta espe-
ranza de que pudiesen algún día estar capacitados sus países, como
repúblicas socialistas, para ser admitidos en la Unión 55, y lo mismo
hizo Kirov, presentado por el presidente como «un obrero de Bakú»,
en representación del proletariado de la República Socialista Federal
Soviética de Trascaucasia 56• Acto seguido el Congreso aprobó uná-
nimemente el tratado, eligió un comité ejecutivo central -el pri-
mer VTsIK de la URSS- y le dio instrucciones para que redactase
la constitución de la Unión. El tratado que acababa de ser aproba-
do había establecido ya sus líneas principales.

54 Syezd Sovetov Soyuza Sovetski¡ Sotsialisticbeskii Respublik (1923), p. 11.


•• lbid., p. 13. La esperanza se cumplió con la creación en 1925 de las
RSS de los Usbecos y Turcomanos.
"' lbid., p. 15.
Capítulo 14
LA CONSTITUCION DE LA URSS

El 10 de enero de 1923, el presidium del nuevo VTsIK elegido


por el primer Congreso de Soviets de toda la Unión nombró una
comisión de trece miembros para redactar los términos de la Cons-
titución. La plantilla de la comisión se amplió muy pronto a veinti-
cinco miembros: la RSFSR proveía catorce de ellos, la República
Soviética Socialista de Ucrania cinco y las de Trascaucasia y Rusia
Blanca tres cada una 1• Puesto que cinco de los catorce delegados de
la RSFSR provenían de las repúblicas autónomas, esto significaba
que únicamente nueve miembros de la comisión eran gran-rusos
-un punto en el que Enukidze hizo hincapié cuando, en su momen-
to, presentó su informe al VTsIK. De hecho, como lo demostraron
las consecuencias, las decisiones cruciales con respecto a la Consti-
tución no dependían ni de la comisión ni de ningún organismo del
estado, sino más bien del politburó o de algún grupo informal de
jefes del partido.
El proyecto, que desposeía a la RSFSR de su posición única y la
subordinaba, junto con sus socios que ahora eran iguales, a la co-
mún autoridad central de la URSS, tenía un atractivo muy especial

' Vtoraya Sessiya Tsentralnogo Ispolnitenogo Komiteta Sovetskii Sotsia-


listicbeski¡ Respublik (1923), pp. 11-12.
419
420 Capitulo 14

para esos socios y especialmente para la República Soviética Socialista


de Ucrania, la más poderosa y susceptible de todas ellas. Pero Frunze
había divulgado ya las aprensiones de las repúblicas; y al ir cayendo
gradualmente en la cuenta de que la nueva URSS podía resultar
ahora poco más que el gran mandatario de la vieja RSFSR, pero
dotada de un prestigio realzado y un poder más amplio, se produjo
una reacción muy acusada. Se sometieron contraproyectos a la co-
misión de elaboración del VTsIK por parte de los comités eje-
cutivos centrales de Ucrania y de Rusia Blanca, que después se hicie-
ron públicos, y que eran en efecto un desafío al principio total de
una autoridad centralizada y podían difícilmente conciliarse con los
principios de unión aceptados en el mes de diciembre anterior 2 •
El Consejo de las Nacionalidades adscrito al Narkomnats servía como
cuerpo casi representativo a través del que los puntos de vista de las
diversas nacionalidades de la RSFSR podían ser expresados. En fe-
brero de 1923 se propuso en la comisión de redacción del proyecto
el convertir este Consejo en un organismo de la URSS, transformán-
dolo, de acuerdo con el precedente de otras constituciones federales,
en una segunda cámara del VTsIK. Esta proposición fue ferozmente
combatida por algunos de los delegados rusos 3, y parece que la
comisión llegó con ello a un punto muerto.
Como en muchas y las mayor parte de las situaciones delicadas,
se dejó que el partido tomase parte en la cuestión, y así, el duodécimo
Congreso del mismo, celebrado en abril de 1923, cuando la contro-
versia estaba en su apogeo, se mostró muy susceptible a las críticas
procedentes de las repúblicas. Stalin, que había incurrido reciente-
mente en la cólera de Lenin por mostrarse indebidamente intransi-
gente al tratar la cuestión georgiana, estaba particularmente ansioso
de borrar esta impresión y recorrer más de la mitad del camino que
le separaba de las exigencias de las nacionalidades. El Congreso, pues,
se manifestó vigorosamente en contra de las manifestaciones po-
tenciales de «chovinismo de gran potencia». Pasando por alto, por
un momento, el párrafo que en el programa del partido recomen-
daba «una unión federal de estados organizada por el modelo
soviético» como «una de las formas de transición para llevar a cabo
la unidad», el Congreso condenó enérgicamente a los que adopta-
• Las redacciones rechazadas están en: V. I. Ignatiev, Sovetskii Stroi
(1928), pp. 123-37.
• Stalin se refirió después a esta coyuntura diciendo: «se pronunciaron
discursos que no correspondfan al comunismo ni tenfan nada que ver con
internacionalismo» (Stalin, Sochineniya, v, 244-5).
La Constitución de la URSS 421

han este punto de vista con respecto a la URSS en curso de for-


mación:
La unión de repúblicas es considerada por un gran número de funciona-
rios sovi~ticos, tanto centrales como locales, no como una unión de unidades
del estado iguales con un mandato para garantizar el libre desarrollo de las
repúblicas nacionales, sino como un paso hacia la liquidación de estas repú-
blicas, como el principio de la llamada república «una e indivisible».

Esta conducta fue calificada de «antiproletaria y reaccionaria» y se


amenazó con castigos a los que persistiesen en ella 4 • El Congreso
recomendó especialmente el proyecto de «un organismo especial de
representación de las nacionalidades basado en el principio de igual-
dad» 5• Pero esto dejaba planteada la cuestión de, ¿igualdad entre
quiénes?. Según el plan oficial, el Consejo de las Nacionalidades
tenía que estar compuesto de representantes de todas las repúblicas,
fuesen federales o autónomas, y de las regiones autónomas. Según
otro plan, tenía que estar compuesto exclusivamente de los repre-
sentantes de las cuatro repúblicas 6 • Fakovski, el delegado ucraniano,
se quejó de que, según el plan oficial, la RSFSR tenía tres veces más
representantes que las otras tres repúblicas federadas tomadas en
conjunto y propuso un nuevo refinamiento copiado de la constitu-
ción de Weimar del Reich alemán, en la cual ninguna «unidad esta-
tal» singular podía tener más de los dos quintos de la representación
total. Stalin rechazó todos estos proyectos basándose en que el
nuevo organismo tenía que ser un consejo, no de estados, sino de
nacionalidades 7 • Finalmente, tras los arreglos que se hicieron, el
Comité Ejecutivo Central de toda la Unión (VTslK) fue dividido
en dos cámaras. Una -el Consejo de la Unión- se componía de
371 miembros elegidos por el Congreso de toda la Unión de entre
los representantes de las repúblicas constituyentes en proporción a
la población de cada cual 8 ; el otro -el Consejo de Nacionalida-
des- constaba de 131 delegados, cinco de cada república unificada
o república autónoma y uno de cada región autónoma, elegidos por
el comité ejecutivo de la república o región. El Consejo de Naciona-
lidades sintetizaba así el reconocimiento formal, no de los estados,
• VKP(B) v Rezolutsiyaj (1941), i, 505-6.
• !bid., i, 496.
• Dvenadtsati Syezd Rossiskoi Kommunisticheskoi Partii (Bolshevikov)
(1923), p. 599.
7 Stalin, Sochineniya, v, 277-8.
• El número fue aumentado por el segundo Congreso de Soviets de
toda la Unión, a 414.
422 Capítulo 14

sino de las naciones que constituían la Unión, independientemente


de su población. Las dos cámaras compartían en un pie de igual-
dad los derechos y funciones del VTsIK, que no diferían sustancial-
mente, ni en teoría ni en la práctica, de los de su predecesor el
VTsIK de la RSFSR. Todo acto del VTsIK requería la conformidad
de las dos cámaras, que votaban por separado. Las diferencias de
opinión que se produjesen entre ellas y que no pudiesen conciliarse
en una sesión conjunta 9 , habían de ser sometidas a un congreso,
ordinario o extraordinario, de soviets de toda Rusia.
La resolución del Congreso del partido fue una directriz para
que la comisión de elaboración siguiese con su trabajo en las líneas
establecidas y, estimulada así, la comisión terminó su tarea some-
tiendo a la aprobación del VTsIK un proyecto de acuerdo, a comien-
zos de julio. Aparte de la innovación del Consejo de Nacionalidades
como «segunda cámara», la «ley fundamental (Constitución) de la
Unión de las Repúblicas Soviéticas Socialistas» 10 presentaba en
comparación pocos rasgos originales. Era un intento sincero y directo
de aplicar al área ensanchada de la nueva unión los principios, ya
bien probados, de la constitución de la RSFSR. La autoridad sobe-
rana se trasladaba a un nuevo Congreso de Soviets de toda la
Unión y el Congreso de Soviets de toda Rusia continuaba siendo
el organismo supremo de la RSFSR en su calidad, ahora subordina-
da, de miembro de la Unión. El Comité Ejecutivo Central de toda
la Unión tomó posesión de sus funciones y del nombre familiar acor-
dado (VTsIK) de Comité Ejecutivo Central de toda Rusia, pues el
más reciente quedó relegado a un papel subordinado. Lo que había
sido el Sovnarkom de la RSFSR se convirtió en el Sovnarkom de la
URSS 11 , y la primera, como las otras repúblicas constituyentes,

• Incluso en sesiones «conjuntas» las cámaras del VTslK votaban sepa-


radamente y se requería mayoría en cada una para decidir un acuerdo. Se
tomó disposición también para sesiones «plenarias» para la elección de oficia-
les y cuestiones de procedimiento, en que las cámaras votaban juntas y no se
requería más que una mayoría del cuerpo conjunto; esto fue, sin embargo,
cancelado por una enmienda aprobada en el segundo Congreso de Soviets de
toda la Unión.
•• El texto, tal como fue finalmente adoptado por el VTsIK el 6 de
julio de 1923, está en Istoriya Sovetskoi Konstitutsii Dekreta; (1936), pp. 244-
250, 255-67; apareció una versión inglesa en British and Foreign State Papers,
CXX (1924), 889-902.
11 Diversos cuerpos, anteriormente adscritos al Sovnarkom de la RSFSR,
los más importantes de los cuales eran el Consejo de Trabajo y Defensa y la
Comisión de Planificación Estatal, quedaron por tanto adscritos desde ese
momento al Sovnarkom de la URSS; no se mencionaron en la Constitución
ni parece que se tomase ninguna disposición formal para su transferencia,
La Constitución de la URSS 423

tenía un Sovnarkom propio más pequeño. Las instituciones centra-


les de la RSFSR se convirtieron así, con algunos nuevos aumentos
de personal pero en sustancia iguales, en las instituciones centrales
de la URSS. La continuidad real era la que se producía entre la
RSFSR de la antigua distribución y la URSS, no entre la RSFSR del
reparto anterior y la RSFSR subordinada del nuevo.
El período de cuatro años transcurrido desde la elaboración de
la Constitución de la RSFSR, había traído cambios importantes en
la estructura constitucional, notablemente la creación dentro de la
RSFSR de un número de repúblicas y regiones autónomas. Cuando
la Constitución entró en vigor en julio de 1918, la guerra civil esta-
ba a punto de invadir la mayor parte de las áreas de población
predominantemente no rusas donde podían haber llegado a formar-
se unidades autónomas de la federación, y pronto distrajo toda la
atención hacia la lucha militar. Pero, tras dieciocho meses de lucha,
la derrota de Denikin y Kolchak volvió a suscitar la cuestión. En
febrero de 1920, como resultado del nombramiento por el VTsIK
de una comisión para «preparar y resolver las cuestiones de la estruc-
tura federal de la RSFSR» 12 , se ideó una forma tipo de constitución
que se aplicó en los dos años siguientes con variaciones locales a las
repúblicas autónomas de la región del Volga (repúblicas de los bas-
kires y tártaros), del Cáucaso (Dagestán y la República de los Mon-
tañeros, Abjazia y Ajaría), al Asia Central (Kazajstán y Turquestán)
y a Crimea. Cada una de estas repúblicas autónomas tenía no sola-
mente su propio congreso de soviets y su comité ejecutivo, sino sus
comisarios del pueblo particulares que formaban el Sovnarkom repu-
blicano 13 • Y en la división de poderes entre estos comisariados y
las autoridades centrales residía el interés constitucional clave del
experimento. En todos los casos se estableció una clasificación tri-
partita. Asuntos exteriores y comercio exterior fueron reservados
exclusivamente a las autoridades centrales y también las cuestiones
militares y «la dirección de la lucha contra la contrarrevolución»
que llevaba la CHEKA de toda Rusia (y después la GPU), sujeta en
algunos casos a consultar con las autoridades locales. Después venía
una categoría de funciones en las que los comisariados del pueblo
de las repúblicas eran directamente responsables ante los organismos

que se dio por sentada. Esta fue una de las varias anomalías de forma de la
transición.
12 Véase p. 402 más atrás.
13 Las «regiones autónomas» no poseían estos organismos y no presenta-
ban ningún interés constitucional; tenían el mismo estatuto y estructura que
cualquier otra «región» ( oblast) de las incluidas en la Constitución.
424 Capítulo 14

correspondientes de la RSFSR; estos incluían normalmente los prin-


cipales comisariados ocupados de la vida económica del país; los
restantes comisariados de las repúblicas autónomas eran indepen-
dientes, pero estaban sujetos a la autoridad general supervisora del
VTsIK, que unas veces era reservada y otras se dejaba percibir.
Estos arreglos constitucionales establecidos dentro de la RSFSR
habían servido ya como modelo para formular las relaciones entre
ella y las demás repúblicas soviéticas socialistas 14• Ahora servían de
base a la estructura de la URSS. Bajo la Constitución de 1923 los
comisariados del pueblo de la URSS y de las repúblicas estaban
divididos en las tres categorías conocidas. La primera categoría
estaba formada por cinco comisariados de toda la Unión que no
tenían su contrapartida en las repúblicas, de tal modo que los temas
que trataban -asuntos exteriores, comercio exterior, comunicacio-
nes, correos y telégrafos- eran de la exclusiva competencia de la
URSS. La autoridad central tenía en estos casos el exclusivo control
tanto de forjar como de ejecutar las decisiones. La segunda catego-
ría de «comisariados unificados» -solamente el nombre era nuevo--
incluía el Consejo Superior de Economía Nacional y los comisa-
riados de Trabajo, Suministros, Finanzas e Inspección de Obreros
v Campesinos 15 • En estos casos tanto la URSS como la república
tenían comisariados y el de la república era gestor y departamento
local del comisariado correspondiente en la URSS. El comisariado
de la república era, pues, responsable de la ejecución local de las
decisiones tomadas por la autoridad central 16 • Dentro de la misma
categoría estaba también la Administración Política Unificada del
Estado (OGPU) creada por un corto capítulo especial de la Cons-
titución con el prop6sito de «unir los esfuerzos revolucionarios de
las repúblicas de la Unión en la lucha contra la contrarrevolución

•• Véanse anteriormente pp. 403-4.


La constituci6n de la URSS hizo responsables a los organismos supre-
15

mos de la Uni6n del «establecimiento de los cimientos y del plan general de


toda la economía nacional». La creciente concentraci6n de la política econ6-
mica fue una de las principales fuerzas centralizadoras que actuaron en la
formaci6n de la URSS.
16 Que esta divisi6n de poderes suscitaba recelos en las repúblicas se
deduce de un cauto pasaje en la resoluci6n del duodécimo Congreso del par-
tido de abril de 1921: «La fusión de los comisariados constituye una prueba del
mecanismo soviético de gobierno; si este experimento desarrolla en la práctica
una tendencia de gran potencia, el partido se vería obligado a tomar las
medidas más decisivas contra esta perversi6n e incluso a reconsiderar la fusión
en el caso de determinados comisariados» (VKP(B) v Rezolutsiy";, 1941,
i, 505).
La Constitución de la URSS 425
política y económica, el espionaje y el bandidismo». Remplazando
a la GPU de la RSFSR, la OGPU estaba «adscrita al Sovnarkom
de la URSS», pero actuaba por medio de «representantes adscritos
al Sovnarkom de las repúblicas de la Unión»; tenía así la forma
de un comisariado unificado. Finalmente, los seis comisariados de
Asuntos Interiores, Justicia, Educación, Sanidad, Seguridad Social
v Nacionalidades, formaban la tercera categoría. Estos eran orga-
nismos de la república y no tenían contrapartida en la Unión, aun-
que la Constitución reservaba para ésta el establecimiento de «las
bases de los tribunales de justicia y de la vía judicial así como de
la legislación civil y criminal de la Unión», de «las leyes laborales
fundamentales», «de los principios generales en el ámbito de la
educación popular», y de «las medidas generales para la protección
de la salud pública». Cada república constituyente tenía su propio
Sovnarkom que se componía de los comisarios de los comisariados
que no pertenecían a la Unión y de los «unificados». Los comisa-
riados de toda la Unión tenían derecho a nombrar delegados
que formasen parte del Sovnarkom de cada república y los Sov-
narkoms de las repúblicas, en tanto que funcionaban efectivamente
como entidades corporativas, tendían a convertirse en los organismos
ejecutivos locales de la autoridad central. Los comités ejecutivos
centrales de las repúblicas tenían también muy poco poder contra
el Sovnarkom de la URSS; según la Constitución estaban capacitados
para protestar contra sus decretos y resoluciones ante el VTsIK, pero
«sin suspender su ejecución».
Otra innovación en relación con la Constitución de 1918 de
la RSFSR, se registró también en el capítulo referente a organización
judicial. La Constitución de 1923 de la URSS estipulaba el estableci-
miento de un Tribunal Supremo «adscrito al Comité Ejecutivo Cen-
tral de la URSS» con el fin de «reforzar la legalidad revolucionaria y
coordinar los esfuerzos de las repúblicas de la Unión en la lucha
con la contrarrevolución». Pero, aunque el poder judicial adquiría
así una cierta independencia formal, su papel de siervo del poder
ejecutivo quedaba salvaguardado por la disposición de que el pro-
curador del Tribunal Supremo, un candidato propuesto por el pre-
sidium del VTslK, tenía el derecho de apelación al presidium contra
las decisiones del Tribunal. La teoría marxista de la ley como ins-
trumento del poder estatal se mantenía así intacta y, de acuerdo con
el mismo espíritu, no se tomó en la Constitución de 1918 de la
RSFSR ninguna disposición para una interpretación judicial de
la misma. La Constitución de 1923 de la URSS permitía al Tribu-
nal Supremo «dar opiniones, a demanda del VTsIK de la URSS,
426 Capítulo 14

sobre la legalidad de las resoluciones de las repúblicas de la Unión


desde el punto de vista de la Constitución». Pero no se ofrecía
ningún camino semejante para probar la legalidad de cualquier acto
de los organismos de la Unión, y la relación entre ésta y sus miem-
bros constituyentes venía indicada por la disposición de que «la
URSS salvaguarda los derechos de las repúblicas de la Unión».
La autoridad final pertenecía al Congreso de Soviets de toda la
Unión o, más específicamente al VTsIK, y no era posible que nin-
gún acto de estos cuerpos, lo mismo que los del Parlamento britá-
nico, fuese ultra vires.
Un corolario de estos arreglos era que el derecho a enmendar
la Constitución no pertenecía a las repúblicas constituyentes, sino
totalmente a la autoridad central 17 • La única disposición específica
hecha por la Constitución de 1923 para su propia enmienda se refe-
ría a una división de autoridad entre el Congreso de Soviets de
toda la Unión y el VTslK, teniendo el primero, según el Artículo 2,
la exclusiva competencia para «la confirmación y enmienda de los
principios fundamentales» de la Constitución. Esta vaga definición
de la función admitía implícitamente la competencia del VTslK o
de su presidium para enmendar la Constitución en materias que no
implicasen «principios fundamentales». A medida que pasó el tiem-
po, esta competencia fue ejercida con absoluta libertad. Por ejem-
.plo, el decreto del 9 de mayo de 1924, que abolía los comisariados
de abastecimientos de la Unión y de las repúblicas y establecía co-
misariados «unificados» de comercio interior, fue publicado por d
presidium del VTslK; el decreto de 18 de noviembre de 192.5 fusio-
nando los comisariados de comercio interior y exterior en un único
comisariado de comercio, lo cual implicaba en consecuencia una en-
mienda constitucional, fue establecido conjuntamente por el VTsIK
y el Sovnarkom. Por otro lado, el cuarto Congreso de Soviets de
toda la Unión enmendó por sí mismo el Artículo 11 de la Constitu-
ción que prescribía reuniones anuales del Congreso y decretó que
fuesen bienales. La conclusión general de todo ello es que el pro-
ceso de enmiendas a la Constitución se gobernó por las mismas con-
sideraciones de conveniencia, y estuvo sujeto a las mismas incerti-
dumbres en cuanto a competencia, que el proceso ordinario de
legislación. Desde el punto de vista de la ley constitucional la dis-
crepancia se cubrió con la obligación del VTsIK de someter todos
los decretos, incluyendo las enmiendas constitucionales, a la ratifica-
" La Constitución adnútía una excepción a este principio general: el de-
recho de secesión acordado a las repúblicas constituyentes no podía ser revo-
cado ni cambiados los límites de las repúblicas sin su consentimiento (art. 6).
La Constitución de la URSS 427
ción del siguiente congreso de soviets. Pero esta obligación no
retrasaba su puesta en vigor y, en la práctica, no pasó de ser una
formalidad.
Es tarea difícil enumerar los cambios producidos en la estruc-
tura soviética como resultado de la Constitución de 1923. El es-
tudioso de la cuestión se enfrenta al comienzo con una curiosa
paradoja. La RSFSR incluía en su título la palabra «federal» y
constantemente se hacía referencia a ella como tal, pero, sin em-
bargo, en estrictos términos constitucionales, era un estado unita-
rio que incorporaba un número de unidades subordinadas, aunque
parcialmente autónomas. En la Constitución de la URSS y en los
documentos oficiales que se referían a ella, se evitaron las palabras
«federal» y «federación». No obstante, la URSS era, en los puntos
esenciales, una federación. Fue creada por un convenio entre estados
igualmente soberanos en la forma, y la Constitución reconocía for-
malmente la soberanía permanente de las unidades que la componían
que era «restringida solamente dentro de los límites establecidos en
la Constitución». La Constitución disponía, según las líneas federales
ortodoxas, una división de competencia entre las autoridades de la
URSS y las de las repúblicas y, en ciertas materias, jurisdicción con-
currente (los «comisariados unificados»). Reconocía incluso un derecho
que normalmente no es acordado a las unidades constituyentes de
una federación, a saber, el derecho de secesión, y explícitamente dis-
ponía que este derecho no podía suprimirse sin el consentiminto de
todas las repúblicas. La asamblea bicameral era un recurso conocido
en las federaciones para salvaguardar los derechos de los estados
miembros. En todos estos aspectos se daba, en gran medida, satis-
facción formal a las repúblicas soviéticas que constituían la URSS.
No es posible sostener que el abandono del término «federal»
en el título de la URSS fuese más significativo que el hecho de adop-
tar esas formas federales; en los documentos del período, la URSS se
describía, con el énfasis de la frecuente repetición como, «un único
estado de unión». La Constitución de la URSS de 1923 señalaba, en
comparación con la de la RSFSR de 1918, un paso adelante en direc-
ción a la centralización, tanto por el creciente número de cuestiones
que se consideraban dentro de la competencia del gobierno central,
cuanto en el hecho de reforzar aún más su capacidad de dominio;
era un paso adelante en el proceso de concentración que había estado
actuando firmemente desde los primeros días del régimen. Y no había
protección constitucional de los derechos de las repúblicas bastante
poderosa como para resistir a esta tendencia hacia la centralización.
El grado de uniformidad impuesto en la práctica por la Constitución
428 Capitulo 14

puede ciertamente exagerarse con suma facilidad; las unidades de


la URSS, especialmente si las repúblicas y regiones autónomas se in-
cluyen en esta categoría, revelaban una diversidad mayor en el des-
arrollo económico, político y cultural que la presentada por cualquier
otra federación en el curso de la historia, y este hecho basta para que
el aplicar patrones uniformes de medida resulte difícil o irrelevante.
El Consejo de Nacionalidades, que debía su origen al organismo
que había crecido bajo los auspicios del Narkomnats, pudo haberse
negado marcadamente a satisfacer las aspiraciones de los nacionalistas
ucranianos y, sin embargo, haber representado un inmenso avance
en el despertar a la conciencia política de los kazajos de la estepa
o de los montañeros del Cáucaso. En términos constitucionales la
disposición de una asamblea representativa bicameral resultó ser
casi como un intento de trasplantar al suelo poco adecuado o in-
compatible de la URSS los usos y expedientes constitucionales del
mundo burgués. Pero en ninguna de las dos cámaras se produjeron
debates litigiosos en cuestiones de sustancia ni se registraron en
ellas diferencias de opinión. Los decretos continuaron siendo apro-
bados por el VTsIK y promulgados en su nombre pero, ni las dos cá-
maras del VTslK con su presidium conjunto tomaron decisiones
importantes, ni esgrimieron más poder constitucional que el de un
comité de proyectos. En resumen, la Constitución de 1923 compar-
tía el carácter, que puede necesariamente parecer irreal, de todas
las formas constitucionales producidas bajo el sistema de gobierno
soviético, si se critica este sistema en términos de ley constitucional
occidental. Estas formas representaron su papel en la dirección de
la administración central y local, y en la formación y presentación
de la opinión, pero las decisiones importantes de política y los
debates que precedían a estas decisiones quedaban fuera del marco
constitucional.
La creciente concentración de poder en las sucesivas constitu-
ciones, de la RSFSR y de la URSS, la tendencia a que las formas
federales fueran eclipsadas por la realidad de un estado unitario
y la ineficacia de las restricciones constitucionales fueron, en un
sentido, una concesión al prolongado estado nacional de emergen-
cia; una lucha por la existencia, cuyo resultado es siempre dudoso, no
crea nunca una atmósfera favorable a la descentralización de la auto-
ridad o a que se mitiguen sus rigores. Además, estaba en este pe-
ríodo muy viva aún, en las mentes de muchos bolcheviques, la no-
ción del poder estatal como instrumento temporal, esgrimido seve-
ramente mientras duró la lucha, pero destinado a desaparecer en
cuanto se ganase la batalla en pro del régimen socialista; y esta idea
La Constituci6n de la URSS 429

excusaba todas las medidas que pudiera parecer necesario mitigar


o hacer desaparecer. Tampoco se limitan a la Unión Soviética las
fuertes tendencias centralizadoras; la experiencia soviética confirma,
en verdad, la conclusión de un reciente tratado general sobre go-
bierno federal:
La guerra y la crisis econ6mica, si se repiten frecuentemente, convertirán
ciertamente los gobiernos federales en unitarios ... El aumento y desarrollo de los
servicios sociales puede, aunque no necesariamente, tender hacia el mismo fin".

La concentración del poder en el centro es una característica del


período más que de la constitución de cualquier país, y en la Unión
Soviética sus raíces fueron predominantemente económicas. Un pa-
rrafo significativo del Artículo 1 de la Constitución hace responsa-
bles a los organismos supremos de la Unión «del establecimiento
de los fundamentos del plan general de toda la economía nacional»,
v cuatro de los cinco comisariados «unificados» se ocupaban de
cuestiones económicas.
La Constitución de la URSS, tal como fue fraguada por la co•
misión del proyecto de acuerdo con las directivas del duodécimo
Congreso del partido, fue aprobada por el VTsIK en su sesión del
6 de julio de 1923 y puesta en vigor inmediatamente. Se requería
aún la confirmación formal del segundo Congreso de Soviets de
toda la Unión y ésta le fue otorgada el 31 de enero de 1924, diez
días después de la muerte de Lenin 19•

" K. C. Wheare, Federal Government (1946), p. 255.


" Vtoroi Syezd Sovetov Soyuza Sovetski¡ Sotsiafüticheskii Respublik (1924),
pp. 129-6. Esta fue la ocasi6n de las dos enmiendas de poca importancia men-
cionadas en las pp. 421-22, notas 8 v 9.
Nota B
LA DOCTRINA BOLCHEVIQUE
DE LA AUTODETERMINACION

1. El trasfondo del siglo XIX

La Revolución Francesa abolió el concepto del estado como


dominio personal del monarca y lo sustituyó por el de la soberanía
nacional o popular. La idea de un derecho de propiedad investido
en el soberano había estado ligada con el sistema feudal de posesión
de la tierra y era incompatible con las nuevas condiciones sociales y
económicas, que el auge de la industria y del comercio habían creado,
y con el crecimiento de una nueva intelectualidad no feudal. Las
clases medias se convirtieron así en las herederas de la monarquía
y las sustentadoras del nuevo credo del nacionalismo
En los estados aristocráticos (decía Robespierre) la palabra patrie no tiene
significado más que para las familias patricias que se han apoderado de la
soberanía; pero únicamente con la democracia es el estado verdaderamente la
patrie de todos los individuos que lo componen '.

La definición de la nación o del pueblo como depositario del


poder, popularizada y sistematizada por la Revolución Francesa,
siguió siendo, sin embargo, una definición puramente burguesa. Ba-
beuf se quejaba de que la multitud «no ve en la sociedad más que
' Discours et Rapports de Robespie"e, ed. C. Vellay (1908), p. 328.
430
La doctrina bolchevique de la autodeterminación 431
un enemigo y pierde incluso la posibilidad de tener una patria».
Weitling conectaba la noción de patria con la de propiedad:
Solamente tiene patria el que es dueño de una propiedad o por lo menos
tiene la libertad y los medios para serlo; el que no tiene esto no tiene patria.

La «nación» o «pueblo» que constituía el estado, era la bur-


guesía triunfante; los obreros tenían una porción tan pequeña en
ello como en los días de la monarquía; no tenían aún, según una
frase moderna, «lugar señalado en la patria».
Tal es el trasfondo de la actitud de Marx frente a la cuestión
nacional y el origen del aforismo del Manifiesto Comunista de
que «el obrero no tiene patria». Esta famosa frase no fue, como se
ha pensado a veces, ni una jactancia ni un programa, sino una pro-
testa contra la expulsión del proletariado del privilegio de la plena
condición de miembro de la nación. El primer requisito que, por
consiguiente, se estableció en el Manifiesto, fue el que el proletaria-
do de cada país «ajustase las cuentas a su propia burguesía». De
este modo, «aunque no en sustancia, sí en la forma, la lucha del
proletariado con la burguesía es al principio una lucha nacional».
Y, además:
Puesto que el proletariado ha de adquirir ante todo la supremacía polí-
tica, debe elevarse para ser la clase dirigente de la nación, debe constituirse
en la nación, hasta ese punto es en sí mismo nacional, aunque no lo sea en el
sentido burgués de la palabra.

Todo esto podía tener lugar dentro del marco de la democracia


burguesa cuyo mérito era proveer al proletariado de instrumentos
para minar la supremacía burguesa.
Sin embargo, estaban actuando, y a más largo término, otras
fuerzas. Marx no se quedó, como Lasalle, en el socialismo nacional;
había observado que los desarrollos técnicos de producción afecta-
ban profundamente a la nación-estado, independientemente de si
la clase dominante era la burguesía o el proletariado.
Las diferencias nacionales y los antagonismos entre los pueblos se desva-
necen cada día más debido al desarrollo de la burguesía, a la libertad de
comercio, al mercado mundial, a la uniformidad en el modo de producción y
a las condiciones de vida que a ello corresponden.
La supremacía del proletariado será causa de que se desvanezcan aún más
deprisa. La acción unificada de los países civilizados dirigentes es, por lo
menos, una de las condiciones principales para la emancipación del proletariado.
En la misma proporción en que la explotación de un individuo por otro se
432 Nota B
termina, la explotaci6n de una naci6n por otra tendrá también su fin, y, en
la medida en que se desvanezca dentro de la naci6n el antagonismo entre las
clases, la hostilidad de una naci6n contra otra acabará también.

El proletariado habría de apresurar este proceso; era la clase en


la que --como dijo Marx en una declaración precipitada de los pri-
meros tiempos- «la nacionalidad está ya muerta» y que «representa
la disolución de la nacionalidad y de las clases en la sociedad con-
temporánea» 2• Evidentemente, el proceso no sería completado hasta
derrocar a la burguesía y dar paso al socialismo. No era, sin embar-
go, una inconsecuencia exhortar al proletariado de cada país a que
desalojase a su propia burguesía y se convirtiese en la clase nacional,
ni tampoco lo era el creer al mismo tiempo en la unidad de los
obreros en una sociedad sin clases ni nacionalidades como última
meta de la Revolución. Muchos pensadores del siglo XIX ,desde Maz-
zini en adelante, habían tratado el nacionalismo no como la antítesis
del internacionalismo, sino como el escalón natural que llevaba a
él 3• Por el mismo camino podía suponerse que el nacionalismo de
la etapa burguesa de la Revolución evolucionaría hacia el internacio-
nalismo de la etapa proletaria.
La doctrina de la soberanía popular llevaba tras sí, por impli-
cación, la doctrina de la autodeterminación nacional que parecía el
corolario lógico e inescapable de la democracia. Pero esta doctrina,
tal como la proclamó la Revolución Francesa, implicaba primeramen-
te el derecho de los pueblos a constituir estados nacionales en desa-
fío al principio dinástico, y era tanto una cuestión interna como un
asunto internacional, pues ciertamente no determinó un proceso
general de secesión y desintegración. La Revolución había resultado
en Francia como una fuerza de unión que destruyó los últimos ras-
tros tradicionales del separatismo bretón, normando y provenzal. En
otros sitios, las naciones en cuyo favor se invocaba más frecuente-
mente este principio, durante los cincuenta años siguientes -los
polacos, los italianos y los alemanes- eran pueblos dispersos que
trataban de reunirse y de integrarse a sus hermanos. No parece que
Marx tuviese ocasión de considerar la cuestión de la autodeter-
2 Karl Marx-Friedrich Engels: Historisch-Kritische Gesamtausgabe, primer
tomo, v, 50, 60.
3 A comienzos del siglo XX se habían olvidado ya estos supuestos decimo-
n6nicos. Jaur~s y Bernstein, interpretando correctamente el aforismo de Marx
de que «el obrero no tiene patria» como una queja, alegaban que apoyaba
al socialismo nacional frente al internacional; Pléjanov (Sochineniya, xiii, 263-4)
rechazaba la intcrpretaci6n correcta de la frase de Marx precisamente porque
parecía llevar a tan detestable conclusi6n.
La doctrina bolchevique de la autodeterminación 433
minaci6n nacional antes de 1848, pero evidentemente no hubiera
visto en ella nada que contradijese el proceso gradual de unificación
que estaba, en su opinión, determinado por las condiciones moder-
nas de producción.
El año 1848 representa un hito en la cuestión del nacionalismo
v de la autodeterminación nacional. El principio dinástico, destruido
en Francia en el año 1789, había quedado hecho pedazos por toda
la Europa central y desde entonces la soberanía nacional se invocaba
en todas partes como base del estado, al mismo tiempo que nuevas
naciones comenzaban a hacer oir su voz. No sólo se estimulaban las
aspiraciones de los alemanes, de los polacos y los italianos a la uni-
dad nacional, sino que empezaban a tenerse en cuenta las reivindi-
caciones nacionalistas de los daneses de Schleswig, de los numerosos
pueblos del imperio de los Habsburgos e incluso de los irlandeses.
Estas reivindicaciones suscitaban algunos problemas totalmente nue-
vos. Las pretensiones de los alemanes, de los polacos, de los italia-
nos (e incidentalmente de los magiares) amenazaban la integridad
del imperio de los Habsburgos, imperio que era la espina dorsal de
la nefanda Santa Alianza y que había sido el blanco de todos los
pensadores progresistas desde 1815. Por tanto, la formación de es-
tados nacionales alemán, polaco, italiano y magiar, podía presen.
tarse fácilmente como un adelanto progresivo y constructivo pero, en
este momento, la unidad alemana era también tema de controversia
para daneses y checos, la unidad polaca para los rutenos, la magiar
para los eslovacos y croatas, la italiana par los eslovenos, y la britá-
nica para los irlandeses. El nacionalismo y la autodeterminación na-
cional se invocaron por vez primera como fuerzas reaccionarias, des-
tructivas y desintegradoras 4 • Marx y Engels no intentaron en ese
momento, ni en ningún otro, formular una teoría completa del nacio-
nalismo; cuando fueron llamados a expresar sus opiniones sobre los
sucesos de 1848, su actitud ante la cuestión nacional fue condicio-
nada por el trasfondo de la revolución burguesa y, en general, no
difirió sensiblemente de la de los liberales y demócratas. Era patente
• El año 1848 asistió también al primer cambio desde el concepto de
autodeterminación individual como corolario de la democracia (la proposición
de que los «rutenos tenían derecho a elegir a qué estado habían de perte-
necer,.), al concepto de nacionalidad como derecho objetivo de las naciones a la
estatalidad independiente (la propuesta de que «la nación rutena tenía el
derecho de constituirse como estado independiente,.). Los derechos del hom-
bre que la Revolución Francesa había considerado se transferían a las na-
ciones. El congreso eslavo de junio de 1848 publicó un manifiesto «en nom-
bre de la libertad, igualdad y fraternidad de las naciones europeas,.. El «con-
senso general» de Rousseau había vuelto a su sede.
Carr, t. 1, 28
434 Nota B

para todo el mundo que la línea divisoria habría de estableq:rse en


algún sitio; las demandas de independencia nacional no podrían mul-
tiplicarse indefinidamente. Hasta aquí estaban de acuerdo todas las
escuelas de pensamiento. El quid de la cuestión estaba en los crite-
rios que se aplicasen.
En primer lugar, Marx y Engels tendían a aceptar las preten-
siones que habrían de llevar a la formación de unidades grandes y
paderosas y a rechazar las que abocaban a la destrucción de estados
grandes para crear otros pequeños. Esto estaba de acuerdo con la
opinión liberal corriente 5 y también con la idea del Manifiesto
Comunista de que el desarrollo económico contemporáneo requería
el establecimiento de grandes unidades. En un artículo de 1866,
Engels dibujó una distinción clara entre esas «naciones históricas
de Europa grandes y bien definidas» (nombró específicamente a Ita-
lia, Polonia, Alemania y Hungría) 6, cuyas aspiraciones nacionales

' Como regla general, los pensadores progresistas del siglo XIX no sen-
tían simpatía, por razones prácticas, por las reivindicaciones de las pequeñas
nacionalidades. «Nadie puede suponer» --escribía J. S. Mili en sus Considera-
tions on Representative Government- «que es menos beneficioso para un
bretón o un vasco de la Navarra francesa criarse en la corriente de ideas y
sentimientos de un pueblo muy civilizado y cultivado -ser un miembro de
la nacionalidad francesa, admitido en las mismas condiciones a disfrutar de
los privilegios de la ciudadanía francesa, compartiendo las ventajas de la pro-
tección y de la dignidad y prestigio de la potencia francesa- que estar en-
terrados en sus propias rocas como una reliquia medio salvaje de los tiempos
pasados, revolviéndose en su pequeña órbita mental, sin participación ni in-
terés en el movimiento general del mundo. La misma observación se aplica
a los galeses o a los escoceses como miembros de la nación británica». Unas
páginas más adelante, Mili expresaba la esperanza de que una administración
más inteligente de Irlanda haría que el irlandés fuese pronto sensible «a los
beneficios que los pueblos menos numerosos y menos ricos han de sacar nece-
sariamente de ser compatriotas y no extranjeros para los que no solamente son
sus vecinos más próximos sino una de las naciones de la tierra más rica, más
hermosa, más civilizada y poderosa». Lenin era exactamente de la misma opi-
nión: «Cuanto más cerca llega el estado democrático a la plena libertad
de secesión, más raros y débiles serán en la práctica sus esfuerzos en pro de
la separación, ya que las ventajas de los grandes estados son indudables desde
el punto de vista del progreso económico y del interés de las masas» (Sochi-
neniya, xix, 39-40).
• Engels seguía aquí la lista que se aceptaba corrientemente. El último
eco anacrónico ya de la prioridad acordada por el pensamiento liberal decimo-
nónico a las aspiraciones nacionales de estos cuatro pueblos, hay que ir a en-
contrarlo en los Catorce Puntos de Woodrow Wilson. Los alemanes y los
magiares eran en ese momento enemigos y los italianos y los polacos eran los
únicos pueblos cuyas reivindicaciones nacionalistas eran reconocidas específica-
mente en los Catorce Puntos. La autonomía había de ser suficiente para las
naciones menores a las que no se mencionaba por su nombre.
La doctrina bolchevique de la autodeterminación 435

estaban apoyadas por todos los demócratas europeos y aquellos «nu-


merosos pequeños restos de pueblos que, después de haber figurado
durante un período más largo o más corto en la escena de la histo-
ria, fueron finalmente absorbidos como porciones íntegras en una
u otra de esas naciones más poderosas». Estas «nacionalidades»
menores («servios, croatas, rutenos, eslovacos, checos y otros rema-
nentes de pueblos eslavos del pasado que quedaban en Turquía,
Hungría y Alemania») eran invenciones o instrumentos del pan-
eslavismo ruso y sus pretensiones no merecían estímulo ninguno 7 •
La idealización que el liberalismo hizo posteriormente de las peque-
ñas naciones no había comenzado aún y no había razón para que
Marx y Engels estuviesen influidos por ese sentimiento.
En segundo lugar, Marx y Engels tendían a apoyar las reivin-
dicaciones cuya realización podía suponerse que habría de promo-
ver el esquema de la revolución mundial expuesto en el Manifiesto
Comunista, es decir, las pretensiones de países en los que el des-
arrollo burgués estaba muy avanzado y que podían así suministrar
un campo prometedor a las eventuales actividades proletarias. Las
reivindicaciones de Polonia, único país mencionado en el Manifiesto
Comunista, cuya revolución burguesa habría de tener un carácter
más agrario que industrial, .fueron admitidas por excepción en esta
categoría 8, y firmemente apoyadas en los artículos de Marx de 1848
sobre la Asamblea de Frankfurt. Los demás nacionalismos campesi-
nos fueron tratados como esencialmente reaccionarios. Animado de
este espíritu rechazó Engels la pretensión de los daneses a Schleswig
con el pretexto de que no eran más que «una nación medio civili-
zada»; el derecho germano a estos ducados era el derecho de la
civilización contra la barbarie, del progreso contra el estancamien-
to 9 • Se acostumbra a atribuir este juicio a la parcialidad de Engels
con respecto a Alemania, pero Marx, a quien no se puede acusar de
lo mismo con Inglaterra, se negó también en este momento a apoyar
las reivindicaciones de los irlandeses 10 • Las pretensiones de las nado-

' Marx i Engels, Sochineniya, xiii, i, 154-7.


' El levantamiento de Cracovia de 1846, que había sido el preludio de
la Revolución de 1848, confirió al movimiento polaco un carácter «democrá-
tico» en el que Marx insistía constantemente en este período. No obstante,
Marx y Engels no estaban plenamente satisfechos del lugar asignado a Polonia
en el esquema revolucionario; sus expresiones sobre el tema, no siempre con-
secuentes, están recogidas por Riazanov en Archiv für die Geschichte des Sozia-
lismus und der Arbeiterbewegung (Leipzig), vi (1916), 175-221.
• Karl Marx-Friedrich Engels: Historish-Kritische Gesamtausgabe, primer
tomo, vii, 353.
'º En un manifiesto de 13 de febrero de 1848, del que Marx era uno
436 Nota B

nes eslavas del imperio Habsburgo, con excepc1on de los polacos,


fueron rechazadas con el mismo desprecio en los dos artículos, tan
citados, escritos por Engels contra Bakunin en 1849 11 • Todas estas
naciones eran naciones campesinas atrasadas, excepto los checos, cuyas
actividades revolucionarias de 1848 fueron ensalzadas más de una vez
por Marx y Engels 12 , y su triunfo representaría la sumisión del oeste
civilizado por el este bárbaro, de la ciudad por el campo, del comer-
cio, la manufactura, y la inteligencia, por la agricultura primitiva de
los siervos eslavones».
En tercer lugar, el axioma de todo el pensamiento progresista
del siglo x1x, era que Rusia constituía el campeón más poderoso de
la reacción europea y por consiguiente la hostilidad hacia ella era la
piedra de toque de la sinceridad revolucionaria. Este fue el motivo
principal por el que Lenin explicaba la repulsa de Marx y Engels a
las reivindicaciones de las pequeñas nacionalidades de la monarquía
de los IIabsburgo:

En 1848 había razones históricas y políticas para distinguir entre naciones


«reaccionarias» y «democrático-revolucionarias». Marx tenía raz6n al condenar
a las primeras y apoyar a las últimas. El derecho de autodeterminación es una
de las exigencias de la democracia que naturalmente debe subordinarse a sus
intereses generales. En 1848 y en los años siguientes estos intereses generales
consistían principalmente en la lucha contra el zarismo.

Por este motivo fueron aprobadas las reclamaciones de Polonia,


que podía ser impulsada contra Rusia, y se condenaron las de los
pueblos eslavos menores que tendían a arrimarse al apoyo del po-
der ruso.
En conclusión, la actitud de Marx y Engels contenía un elemento
de marcado empiricismo y sería tonto atribuir todo en ella a una
teoría consistente y firme. Por ejemplo, los campesinos eslavos de

de los tres firmantes, se expresaba satisfacción por la «estrecha alianza entre


el pueblo irlandés y el de Gran Bretaña» y por la suerte de poder «destruir el
prejuicio que inclinaba al pueblo irlandés a confundir en un mismo odio a las
clases oprimidas de Inglaterra con los opresores de ambos países» ( ibid.,
vi, 652).
11 Marx i Engels, Sochineniya, vii, 203-20.
12 Especialmente en un artículo de 18 de junio de 1848 en el que, sin
embargo, se añade que la represión germánica ha arrastrado a los checos al
«lado de los rusos, al lado del despotismo contra la Revolución» (Karl Marx-
Friedrich Engels: Historisch-Kritische Gesamtamgabe, primer tomo, vii, 68-70).
" Lenin, Sochineniya, xix, 43.
La doctrina bolchevique de la autodeterminación 437

Austria consideraban en su mayor parte a los Habsburgos como


más remotos y, por consiguiente, como unos amos menos aborreci-
bles que sus propietarios polacos o magiares; en 1848 ayudaron a
los Habsburgos a oponerse a esas reivindicaciones, realmente nacio-
nales, que se ocupaban de sostener Marx y Engels en común con la
mayor parte de los liberales. Esta supuesta «traición» a la causa
nacional fue la que inspiró las acusaciones de Engels, tanto como
cualquier teoría sobre el carácter reaccionario de las naciones cam-
pesinas o sobre su supuesta predilección por Rusia. La actitud de
Marx y de Engels hacia Polonia estaba influida también por las
dificultades prácticas de reconciliar las reivindicaciones germanas y
polacas. Marx y Engels estaban siempre inclinados a favorecer las
reclamaciones territoriales germanas contra Polonia, fuese por pre-
juicio nacional o porque Alemania, desde el punto de vista revolu-
cionario, parecía más avanzada y por consiguiente merecía más el
apoyo, pero siempre estaban dispuestos también a compensar a
Polonia a expensas de Rusia o de las pequeñas nacionalidades que
habitaban las lindes entre Rusia y Polonia. Sería, pues, peligroso
sacar conclusiones teóricas de estas opiniones empíricas.
Por consiguiente, antes de 1850, Marx y Engels no desarrolla-
ron ninguna teoría distintiva de la autodeterminación nacional, sino
que se contentaron con seguir amplios preceptos democráticos o
tomar decisiones empíricas en los casos particulares. En su vida pos-
terior, Marx fue arrastrado a prestar algún mayor interés a la cues-
tión nacional por su contacto directo con el movimiento obrero. La
insurrección polaca de 1863 había dado ocasión a la reunión inicial
entre los obreros ingleses y franceses de la que nació la Primera In-
ternacional, y la simpatía hacia Polania era aún muy viva en los
círculos radicales cuando, al año siguiente, fue realmente fundada
la Internacional. A través de estos lances casuales, y por la puerta
lateral polaca, se abrió paso la autodeterminación nacional en el
programa de la Internacional, programa que fue aprobado en el
Consejo General del 27 de septiembre de 1865. «Es de urgente
necesidad», reza uno de sus artículos, «destruir la creciente influen-
cia de Rusia en Europa, asegurando a Polonia el derecho de auto-
determinación que pertenece a toda nación y dando a este país una
vez más un fundamento social y democrático.»
Aunque, sin embargo, la autodeterminación nacional se había
invocado al parecer únicamente con el propósito específico de tirar
una piedra a Rusia, era difícil limitar su aplicación a Polonia. Engels
fue inducido, en consecuencia, a revisar su actitud con respecto a la
438 Nota B

pretensión de los daneses a Schsleswig 14 y Marx admitió un cambio


de opinión con respecto a Irlanda:
Anteriormente pensaba yo que era imposible que Irlanda se separase de
Inglaterra, pero ahora lo creo inevitable, incluso si después de la separación
viene a parar a una federación.

Ultimamente llegó a la conclusión de que «es de interés directo


v absoluto para la clase obrera inglesa librarse de su actual conexión
con Irlanda» 15 , y discutió el caso en el Consejo General de la Interna-
cional. La cuestión de principio parece que no se suscitó más que una
vez. Los miembros franceses de la Internacional eran proudhonistas,
casi como un solo hombre, y seguían a su maestro en cuanto a recha-
zar todas las pretensiones de nacionalismo. Cuando estalló la guerra
austro-prusiana en junio de 1866, «la pandilla proudhonista», como
informaba Marx a Engels, empezó a predicar la paz con el pretexto
de que «la guerra era anacrónica y las nacionalidades una cosa sin
sentido» 16 • Cuando, pocas semanas después, Lafargue, siguiendo su
línea de pensamiento, calificó a las naciones en el Consejo General,
de «supersticiones anticuadas», Marx desencadenó un contraataque
demostrando que Lafargue, «al negar las nacionalidades sobreen-
tendía de un modo totalmente inconsciente su absorción en una na-
c:ón francesa modelo» 17 • Era un argumento que 4!nin había de em-
plear en su día contra los socialistas austriacos y polacos y los
chovinistas gran-rusos, quienes al negar el principio de autodetermi-
nación nacional afirmaban implícitamente su propia superioridad
nacional.
La Segunda Internacional, desde su fundación en 1899 hasta
1914, tuvo aún menos en cuenta que su predecesora la doctrina de
la autodeterminación nacional. Después de 1870 disminuyó el inte-
rés en la cuestión. Y ni en Polonia ni en ningún otro sitio ocurrie-
ron disturbios posteriores que contribuyeran a agudizarla en el con-
tinente europeo. Por otro lado, las voces de los pueblos oprimidos

,. Karl Marx-Friedrich Engels: Historisch-Kritische Gesamtausgabe, tercer


tomo, iii, 163.
" ]bid., tercer tomo, iii, 442; iv, 258. Lenin escribió después que «la
política de Marx y Engels en la cuestión irlandesa suministró el primer patrón,
que conserva hoy su vasta importancia práctica, de la actitud que el proleta-
riado de las comarcas oprimidas debe tomar ante los movimientos nacionales»
(Sochineniya, xvii, 464).
" Karl Marx-Friedrich Engels: Historiscb-Kritische Gesamtausgabe, tercer
tomo, ii, 336.
17 Ibid., tercer tomo, iii, 341.
La doctrina bolchevique de la autodeterminación 439

de los demás continentes empezaban apenas a oirse por el mundo


adelante. La declaración más completa sobre la cuestión fue la con-
tenida en una resolución del Congreso de Londres de la Segunda
Internacional, en 1896:
El C.Ongreso se pronuncia en favor de la plena autonomía de todas las
nacionalidades y declara su simpatía a los obreros de todos los países que al
presente sufren bajo el yugo de despotismos militares, nacionales o de otro
tipo, y apela a los obreros de estos países para que se alinien codo con codo
con los obreros del mundo que tienen conciencia de clase, y se organicen para
derribar el capitalismo internacional y establecer la social-democracia 1•.

Esta primera mitad de la resolución establecía así el interés que


tenía el proletariado en la doctrina burguesa de la autonomía nacio-
nal o autodeterminación. La segunda mitad consignaba su fe en la
solidaridad internacional fundamental del proletariado, pero el inte-
rés era superficial, y no se hizo ningún intento de volver sobre ello
en los posteriores congresos de la Internacional anteriores a 1914 19 •

2. La doctrina bolchevique antes de 1917

El derecho de autodeterminación nacional había sido proclamado


en el manifiesto inicial del Partido de los Obreros Social-Demócratas
Rusos en su Congreso fundacional de 1898. El programa del partido
en el segundo Congreso de 1903 reconoció el «derecho de autodeter-
minación de todas las naciones que entraban en la composición del
estado». El giro de la frase y la inclusión de esta cláusula entre
otras relativas a la política interna rusa, demuestran que se refería
a las nacionalidades pertenecientes al estado ruso 20 • Las implicacio-
11 International Socialist Workers and Trade Union Congress, London,
1896 (s. f.), p. 31; la versión alemana (Verbandlungen und Bescblüsse des
lnternationalen Arbeiter und Gewerkscbafts-Kongresses zu London [1897),
p. 18) traduce «autonomía» por Selbstbestimmungsrecbt, y esto se sigue en la
versión rusa corriente (Lenin, Socbineniya, xvii, 455).
" Hay que tener en cuenta que los resentimientos de Finlandia contra
Rusia, que adquirieron notoriedad internacional después de 1905, fueron dis-
cutidos basándose en la ley constitucional del imperio ruso y no en el de-
recho abstracto de auto-determinación.
20 Pléjanov, en sus comentarios al proyecto de Lenin de incluir este pa-
saje en el programa, propuso sustituir «imperio» por «estado» para hacer que
la palabra no fuese aplicable más que al régimen zarista y evitar el obligar
a la futura república, burguesa o socialista, a una política que podía significar
el desmembramiento de Rusia; Lenin se resistió a esta limitación (Leninski
Sbornik, ii, 1924, 144).
440 Nota B

nes internacionales de esta fórmula simple no se suscitaron ni enton-


ces ni en ningún otro momento anterior a 1914, pero sus implica-
ciones nacionales y en el partido, fueron tema de controversia durante
todo este período. Esto se agudizó después de la Revolución de 1905.
El mismo sentido que tenía Lenin de la importancia de la cuestión
nacional pudo haberse agudizado por su traslado a la Polonia aus-
triaca en el verano de 1912, pues al año siguiente advertía que «la
cuestión nacional ha emergido en el momento actual hasta alcanzar
una posición visible e importante entre las cuestiones de la vida so-
cial rusa» 21 • Las declaraciones bolcheviques más importantes sobre
esta cuestión, anteriores a la Revolución, pertenecen a ese período.
La primera de las dos herejías principales que se opusieron a la
ortodoxia del partido en esta época eran de origen austriaco. Alre-
dedor del cambio de siglo los dirigentes marxistas austriacos, ansio-
sos de contraatacar las tendencias desorganizadoras de un nacionalis-
mo que amenazaba el ruinoso marco de la doble monarquía, propu-
sieron el proyecto de remplazar la autodeterminación nacional, como
derecho reconocido en la doctrina socialdemocrática, por una auto-
nomía cultural y no territorial que podía ser disfrutada por los gru-
pos nacionales en todo el imperio sin destruir su integridad política
v territorial 22 • El primero y más evidente corolario de este proyecto
fue su aplicación al partido mismo; en su Congreso de 1897, el Par-
tido Social-Demócrata Austriaco decidió reorganizarse como una fede-
ración de seis partidos nacionales autónomos -germano, checo, po-
laco, ruteno, italiano y yugoslavo-. El Congreso siguiente, cele-
brado en Brünn en 1899, aprobó, en palabras vagas, una resolución
en favor de la reorganización de Austria como una «federación de
nacionalidades». A esto siguió una campaña, dirigida por Karl Renner
(que escribía con el seudónimo de Rudolf Springer) y Otto Bauer, en
favor de un ingenioso esquema de autonomía nacional cultural sobre
una base personal. Los miembros de las diferentes nacionalidades se
organizarían, independientemente de su lugar de residencia, en con-
sejos nacionales para dirigir sus asuntos de educación y otros cultu-
rales, y así la unidad política y económica de la monarquía y su ad-
miministración permanedan inalterables.

21Lenin, Sochineniya, xvii, 133.


22Debido a la enorme dispersión de germanos en Europa, los conceptos
germánicos de nacionalidad tendían más a tener una base personal que terri-
torial. Los delegados de la Asamblea de Franfort de 1848 no representaban
territorios sino comunidades de germanos, algunas de ellas minoritarias en los
territorios en que habitaban; se sugirió incluso, aunque no llegó a aprobarse,
el admitir delegados de la comunidad germánica de París.
La doctrina bolchevique de la autodeterminación 441

En Rusia, la unión de todos los obreros judíos de Rusia y de


Polonia, llamada comúnmente el Bund, se apoderó ansiosamente de
estas ideas, tanto con respecto a la organización del partido corno
del estado. El Bund, la más vieja organización socialdemócrata de
Rusia, había sido admitida en el partido socialdemócrata ruso en su
Congreso fundacional de 1898, como «una organización autónoma,
independiente solamente en cuestiones que afectasen directamente
al proletariado judío» 23 • En el segundo Congreso celebrado en 190.3,
los delegados del Bund lucharon para conservar sus prerrogativas
como «únicos representantes del proletariado judío en cualquier
parte de Rusia en que viviese y cualquiera que fuese la lengua que
hablase» 24 • Penosamente derrotados en la votación, se retiraron del
Congreso y del partido pero fueron readmitidos en este último en
el cuarto Congreso de 1906 25• Por este tiempo, los partidos social-
demócratas letón y caucásico estaban presentando las mismas de-
mandas que el Bund. Al hacerse más crítica la cuestión nacionalista
en Rusia, la controversia dentro del partido se convirtió en cons-
tante y amarga, y solamente se oponían a la política de la autonomía
para las secciones nacionales, Lenin y los pocos boJcheviques que le
eran adictos.
Parece haberse aceptado en todos lados, a lo largo de la contro-
versia, que la autonomía nacional dentro del partido y la cultural
para las nacionalidades dentro del estado eran principios que se
sostenían o se hundían juntos 26• Lenin, convencido de que el par-
tido se debilitaría al dividirse con arreglo a delimitaciones naciona-
les, estaba igualmente seguro de que lo mismo ocurriría con el es-
tado y combatió la cuestión tanto en términos estatales como en
términos de partido. A comienzos de 192.3, antes del segundo Con-
greso, había censurado a un grupo socialdemócrata armenio por pe-
dir una «república federal» para Rusia en conjunto, y «autonomía
de vida cultural» para las nacionalidades del Cáucaso. El proleta-
riado, sostenía Lenin, «no está interesado en la 'autonomía nacional',

" VKP(B) v Rezolutsiya; (1941), i, 5.


24 Vtoroi Syezd RSDRP (1932), pp. 323-5; véase más atrás p. 45 .
., VKP(B) v Rezolutsiya¡ (1941), i, 81-2.
"' Este punto fue después discutido largamente por Stalin: «El tipo de
organización... marca una impresión indeleble en toda la vida mental de los
obreros ... Cuando los obreros están organizados de acuerdo con la nacionalidad,
están aislados dentro de sus conchas nacionales, separados unos de otros como
por una valla por las divisiones organizativas. El acento no se coloca en lo
que es común a los obreros, sino en lo que los distingue unos de otros... La
federación nacional como organización inculca en los obreros un espíritu de
aislamiento» (Stalin, Sochineniya, ii, 365).
442 Nota B

sino únicamente en dos cosas: Por un lado en la 'libertad política y


civil y completa igualdad de derechos', y por otro en 'el derecho de
autodeterminación para cualquier nacionalidad'» (que significa el de-
recho de secesión n_ Lenin llegó así rápidamente a ocupar una posi-
ción intransigente, de «todo o nada», en la cuestión de la autodeter-
minación nacional, lo cual era menos paradójico que lo que parace a
_primera vista. La nación tenía el derecho de separarse; si elegía
no ejercitar ese derecho entonces, como nación, no tenía otro, aun-
que sus miembros individuales gozasen naturalmente del derecho
de igualdad con los demás ciudadanos en materia de lengua, edu-
cación y cultura, tales como los disfrutados incluso en una demo-
cracia. burguesa como Suiza 28 •
Por consiguiente, la actitud de Lenin estaba ya definida a prin-
cipios de 1913, pero fue diez años después, en el momento en que
la cuestión nacional se había hecho crítica, cuando mandó a Stalin,
joven georgiano que había ido a visitarle a Galitzia, que demoliese
la tesis austríaca. El ensayo de Stalin titulado La cuestión nacional
v la social-democracia fue publicado en un periódico del partido en
la primavera de 1913 29 ; externa e internamente, es evidente que
fue escrito bajo la inspiración de Lenin y quedó como la obra mode-
lo sobre este tema en la literatura del partido.
La introducción del ensayo deploraba la creciente «ola de na.
cionalismos» y solicitaba de los socialdemócratas que «protegiesen
a las masas de la epidemia general... usando contra el nacionalismo
el arma probada del internacionalismo, la unidad y la indivisibilidad
de la lucha de clases». Seguía después Stalin definiendo la nación
como «una comunidad estable, desarrollada históricamente, de len-
gua, territorio, vida económica y modo de ser psicológico que se
manifiesta como una comunidad de cultura». Las definiciones aus-
tríacas de la nación como «una comunidad cultural que ya no está
ligada al suelo» (Springer) o «un agregado de gentes unidas en una
" Lenin, Sochineniya, v, 242-3. Stalin atacó a los socialdemócratas arme-
nios por el mismo motivo (Sochineniya, i, 37).
" El principio enunciado por Lenin fue adoptado en el ajuste de paz de
Versalles de 1919. La autodeterminación nacional implicaba el derecho de un
grupo nacional a separarse de un estado existente y unirse a otro o a constituir•
se en estado por sí mismo. Sin embargo donde, por la razón que fuese, un grupo
nacional no pudiese ejercer el derecho de secesión, no tenía derecho a ulterior
reconocimiento como grupo, aunque quedaban garantizados a sus miembros
individuales, por los «tratados de las minorías», las libertades civil~ y la igual-
dad de derechos.
,. Stalin, Sochineniya, ii, 290-367, donde lleva el título de Marxism and
the National Question; la traducción inglesa está en: J. Stalin, Marxism and
the National and Colonial Question (2.• ed. 1936), pp. 3-61.
La doctrina bolchevique de la autodeterminación 443

comunidad de carácter por una comunidad de destino» (Bauer), fue-


ron condenadas por ignorar la cualidad objetiva de la nacionalidad
v el cambio histórico y las condiciones económicas que la produje-
ron. De hecho, «una nación no es meramente una categoría histórica
sino una categoría histórica que pertenece a una época definida, la
época del auge del capitalismo». La burguesía «representa el papel
principal» en su creación y «el mercado es la primera escuela en el
que la burguesía aprende su nacionalismo». Así, «la lucha nacional
es una lucha entre los burgueses mismos». Un movimiento nacio-
nal es «en su esencia siempre una lucha burguesa, una lucha que
es sobre todo favorable y conveniente para la burguesía»». El mo-
delo era diferente en el oeste y en el este de Europa, donde, gracias
a la larga supervivencia de la autoridad feudal, se habían formado
estados multinacionales más bien que nacionales, pero estas amplias
generalizaciones con respecto al surgir de las naciones tenían su
aplicación en todas partes. La nación creada de este modo debe ser
considerada como una entidad objetiva e independiente. «Las nacio-
nes son soberanas y todas las naciones son iguales».
Esta teoría, que implicaba el derecho de las naciones a la plena
autodeterminación y secesión, atacaba la tesis austríaca en dos pun-
tos. Por un lado, la tesis austríaca limitaba los derechos de las na-
ciones tratando de mantener al estado multinacional en desconfianza
con respecto al derecho de autodeterminación, y se esforzaba en sus-
tituir los derechos políticos soberanos por la paridad de derechos
culturales. Por otro lado, la tesis austríaca alimentaba el nacionalis-
mo, no solamente perpetuando los prejuicios nacionales 31 , sino tra-
tando a la nación como una categoría fija y permanente, de tal modo
que, según esta hipótesis, incluso el futuro régimen socialista «divi-
diría a la humanidad en comunidades nacionalmente delimitadas».
En oposición a esta doble herejía propuso Stalin la doble teoría de
la nación que se insertó en el fuero bolchevique. Por un lado, la
nación era la forma históricamente comprobada de la organización

'" Por entonces Lenin se adhería totalmente a esta teoría; hallaba la


«base económica» del movimiento nacionalista en el hecho de que «para la
victoria completa de la producción mercantil le es indispensable a la burguesía
conquistar el mercado interior», y consideraba al estado nacional como lo
«típico y normal del período capitalista a través de todo el mundo civili-
zado» (Sochineniya, xvii, 428).
31 Como ejemplo de las implicaciones reaccionarias de la autonomía cul-
tural, Lenin observaba que «en América, en los estados del Sur, donde exsitió
antes la esclavitud, los niños de los negros son segregados hasta el presente
en escuelas especiales, mientras que en el Norte blancos y negros se educan
juntos» (ibid., xvii, 93).
444 Nota B

del estado en el período de la evolución burguesa, y como tal go-


zaba del derecho innegable de invocar la autodeterminación en for-
ma de su separación de un estado multinacional existente. Por otro
lado, la meta última del socialismo era reemplazar la división del
mundo en «comunidades nacionalmente delimitadas» por «el prin-
cipio de la solidaridad internacional de los obreros». La distinción
entre el nacionalismo de la revolución burguesa y el internacionalis-
mo de la socialista, que aquí no se bosquejaba más que ligeramente,
tuvo consecuencias importantes que se percibieron más tarde.
La segunda herejía contra la que reaccionó la doctrina bolchevi-
que estaba principalmente asociada en esta época con la socialdemo-
cracia polaca 32 • En los primeros años de la década de 1890 se pro-
dujo una escisión entre dos grupos de socialdemócratas polacos con
respecto a la cuestión nacional. De uno de eIIos surgió el Partido
Socialista Polaco «patriótico» de Pilsudski. El otro, que se adscribía
a las ideas de Rosa Luxemburgo, denunció «la pretensión de restau-
rar el estado polaco» como una «utopía», y se convirtió eventual-
mente en una sección del partido ruso 33 • La disputa se refleja en un
mordaz artículo de Rosa Luxemburgo publicado en un periódico
socialdemócrata, Neue Zeit 34 , en el cual argumentaba que la inde-
pendencia nacional era una preocupación burguesa que no interesa-
ba al proletariado, especialmente internacional. El argumento de
Rosa Luxemburgo fue refutado por Kautski, en números posterio-
res del mismo periódico, y éste último sostuvo en un artículo titula-
do «¿Finis Poloniae?», lo que después constituyó la postura bolche-
vique 35• Es un síntoma curioso de la dependencia en que se sentían
con respecto a Rusia todos los sectores de la población de la Polonia
rusa antes de 1914, el que, mientras las clases propietarias y comer-
ciantes se apoyaban en sus contrapartidas rusas por miedo a las
agitaciones revolucionarias de los campesinos y proletarios polacos,
los revolucionarios rechazaban de modo igualmente desdeñoso la
idea de un partido polaco revolucionario independiente que había
de ser demasiado débil para hacer progresos frente a una clase do-
minante polaca. Un largo artículo de Rosa Luxemburgo publicado

" Habría que añadir que el mismo punto de vista era sostenido por los
primeros radicales y revolucionarios rusos desde Peste! a Chernichevski, que
fueron casi todos hostiles o indiferentes a las reivindicaciones nacionalistas.
33 El mejor informe de esta controversia vista desde el lado polaco, para
quienes no tengan acceso a los documentos polacos, se encuentra en un articulo
de Proletars/eaya Revolutsiya, núm. 273 (6172), 1927, pp. 146-208.
,. Neue Zeit (Viena), xiv (1895-6), ii, 176-81, 206-16.
" Neue Zeit (Viena), xiv, ii, 484-91, 513-25.
La doctrina bolchevique de la autodeterminación 445

en 1907-1908 en un periódico polaco sirvi6 a Lenin para su texto


más elaborado de refutaci6n de la tesis polaca 36 •
La réplica bolchevique a la tesis polaca giraza en torno a tres
puntos principales. En primer lugar, «la formaci6n de estados na-
cionales independientes es una tendencia de todas las revoluciones
democrático-burguesas» 37 , de tal modo que el reconocer en esa eta-
pa el derecho de secesi6n es un corolario de la doctrina del apoyo
que el proletariado ha de prestar a la revoluci6n burguesa. El pro-
letariado no puede en esta etapa rechazar o limitar el derecho de
autodeterminaci6n acordado incluso en los principios y en la prác-
tica burgueses: Lenin citaba constantemente la separaci6n de Norue-
ga del Estado sueco en 1905 como brillante ejemplo de la autodeter-
minaci6n burguesa 38 • Segundo, el que una naci6n dominante dene-
gase el derecho de autodeterminaci6n a otras naciones constituía
una burla del principio de igualdad entre las naciones; el proletaria-
do de una naci6n dominante no podía en realidad ser c6mplice de
tal negativa. Lo mismo que Marx había tratado de incitar a los obre-
ros ingleses a apoyar la independencia de Irlanda y había denuncia-
do y condenado la denegaci6n que Lafargue hacía del principio de
nacionalidad, considerando tal rechazo como un modo disimulado de
afirmar la supremacía nacional francesa, así ahora argumentaba
Lenin que la denegaci6n de la autodeterminación nacional por parte
de los socialistas dem6cratas rusos significaba «servir a los intereses
de los propietarios de siervos y a los peores prejuicios de las naciones
dominantes» 39 • Era legítimo para un dem6crata polaco rechazar la
política de secesión referida a Polonia, pero no era por ello menos
necesaria para el partido en conjunto, y particularmente para sus
miembros rusos, proclamar el derecho de Polonia a separarse. Este
argumento llevaba al tercer punto sobre el que Lenin insistía cons-
.. El artículo de Lenin de réplica a Rosa Luxemburgo, Sobre el derecho
de las naciones a la autodeterminación (Sochineniya, xvii, 427-74), no fue pu-
blicado hasta la primavera de 1914. Algunos de los argumentos empleados en
él aparecen en artículos previos publicados en la última parte del año 1913:
Sobre el programa nacional del Partido Obrero Social-demócrata ruso ( ibid.,
xvii, 116-21) y Notas críticas sobre la cuestión nacional (lbid., xvii, 133-59).
" lbid., xvii, 471.
" lbid., xvii, 327, 441, 449-54.
39 La frase idéntica aparece por dos veces en artículos de Lenin de este
período (ibid., xvii, 169, 446); la idea se repite una y otra vez. Como lo
expresó después Trotski, «el deseo de una nación dominante por mantener
el statu quo aparece frecuentemente como superioridad ante el «nacionalismo»,
lo mismo que el deseo de una nación victoriosa de apropiarse fácilmente de su
botín toma la forma de pacifismo» (lstoriya Rurskoi Revolutsii, ii, Berlín,
1933, ii, 50).
446 Nota B

tantemente: la distinción entre el derecho de autodeterminación na-


cional (incluyendo la secesión) y la decisión de separarse. Pretender
el derecho al divorcio, oservaba Lenin, no significaba votar en favor
del divorcio en un caso particular 40 • Aquellos a quienes el derecho
de secesión había sido reconocido tenían aún que tomar la decisión
de si esta secesión era deseable o no. En una etapa posterior esta
distinción tomó una gran importancia. La primera declaración ro.
tunda del partido sobre nacionalismo, estaba contenida en una
resolución adoptada en una reunión del comité central de Polonia
en Galitzia, donde Lenin estaba viviendo entonces, en el otoño de
1913. La resolución contenía cinco secciones, las tres primeras de-
dicadas a la herejía austríaca y las dos últimas a la polaca. Los pun-
tos siguientes eran los principales:
l. En las condiciones del capitalismo los principales objetivos son: la
igualdad de derechos para todas las naciones y lenguas, la ausencia de una
lengua del estado obligatoria, la instrucción escolar en la lengua local y una
amplia proporción de autonomía provincial y de autogobierno local.
2. Se rechaza como enemigo de la democracia en general y de los inte-
reses de la lucha de clases en particular, el principio de autonomía cultural-
nacional y de administraciones escolares nacionales separadas.
3. Los intereses de la clase trabajadora exigen la unión de todos los
obreros de un estado determinado en organizaciones proletarias que no estén
divididas según límites nacionales.
4. El partido apoya «el derecho a la autodeterminación de las naciones
oprimidas de la monarquía zarista, es decir, el derecho a la secesión y a la
formación de un estado independiente».
5. La medida en que el ejercicio de este derecho sea deseable en cada
caso particular, será juzgada por el partido «desde el punto de vista del des-
arrollo social en conjunto y de los intereses de la lucha de clase del proletariado
en pro del socialismo» ".

La controversia no terminó con la resolución de 1913; en todas


partes la guerra estimuló la discusión sobre la autodeterminación
nacional y aún más en los círculos socialdemócratas. El manifiesto
publicado por la conferencia de partidos antibelicistas en Zimmer-
wald en septiembre de 1915, que contenía el usual reconocimiento
de «el derecho de las naciones a la autodeterminación», provocó un
encolerizado artículo del socialdemócrata polaco Radek en un perió-
dico suizo, artículo en que denunciaba como «ilusoria» la lucha por
un inexistente derecho de autodeterminación» 42 • A la primavera si-
... Lenin, Socbineniya, xvii, 119.
•1 VKP(B) v Rezolutsiyai (1941), i, 210-11 .
., Lenin, Sochineniya, xviii, 323.
La doctrina bokhevique de la autodeterminación 447

guiente la disputa se llevó a las columnas del Vorbote, periódico


fundado por la izquierda de Zimmerwald, que en abril de 1916 in-
cluyó dos series de tesis en pro y en contra de la autodeterminación,
la una de pluma de Lenin y la otra de Radek. Radek argumentaba
que la socialdemocracia «no puede en ningún caso declararse en pro
del establecimiento de nuevos puestos fronterizos en Europa o de
la restauración de las fronteras destruidas por el imperialismo»;
que abrazar la causa de la autodeterminación nacional era el camino
que llevaba con toda seguridad al «patriotismo social» y que el úni-
co lema aceptable para los socialdemócratas era, «abajo las fronte-
ras» 43 • Pocas semanas después, en otro periódico, Radek condenó el
levantamiento de Dublín de la primavera de 1916 como «un golpe
de mano» 44 • Lenin hizo la recopilación en otro largo artículo titu-
lado Resultados de la discusión sobre la autodeterminación. Incluso
Radek se había pronunciado en contra de las anexiones, y rechazar
la autodeterminación era sostener la anexión. Si Alemania se ane-
xionaba Bélgica, ¿no estaría Bélgica justificada al reafirmar su de-
manda de independencia en nombre da la autodeterminación? ¿No
era, en sí misma, una «anexión» la destrucción de una Polonia in-
dependiente? Reconocer el derecho de autodeterminación nacional
era la única alternativa a la actitud de aceptación y disculpa ante la
opresión nacional 45 •
La resolución de 1913 se había referido especialmente a las
«condiciones capitalistas» del período burgués y contra este trasfon-
do fue contra lo que se dirigió toda la discusión. Por esta razón, se
hizo poco hincapié en un punto que no por eso dejaba de ser indis-
pensable para una clara comprensión de la doctrina bolchevique.
Lenin no se apartó nunca del concepto marxista de que «las diferen-
cias y antagonismos sociales» se «disipan cada vez más» a medida
que se va acercando el socialismo y, por consiguiente, nunca conce-
dió a estas diferencias o antagonismos una validez absoluta o
a largo término. Ya en 1903 oponía el reconocimiento condicional
de la autodeterminación nacional por parte de los socialdemócratas
a su reconocimiento incondicional por la democracia burguesa:
El demócrata burgués (y el socialista oportunista contemporáneo que sigue
sus huellas) imagina que la democracia elimina la lucha de clases y por con-
siguiente presenta todas sus demandas políticas de un modo abstracto, «incon-
dicionalmente», desde el punto de vista de los intereses de «todo el pueblo»

" !bid., xix, 37-48, 438-40.


" !bid., xix, 268.
45 !bid., xix, 241-72.
448 Nota B
o incluso desde el punto de vista de un principio moral absoluto eterno. El
socialdemócrata desenmascara implacablemente este engaño burgués, siempre
y en todas partes, bien que se exprese en forma de filosofía idealista abstrac-
ta o de la presentación de una reivindicación de independencia nacional incon-
dicional ...

Y diez años después, el año de la resolución de Poronin, distin-


guía en los términos más claros las dos etapas que en la actitud
marxista ante la cuestión nacional correspondían a las dos etapas
de la Revolución:
El desarrollo del capitalismo presenta dos tendencias históricas ante la cues-
tión nacional. La primera es el despertar de la vida nacional y de los movi-
mientos nacionales, la lucha contra toda opresión nacional, la creación de
estados nacionales. La segunda es el desarrollo y la creciente frecuencia de
toda clase de relaciones entre las naciones, la ruptura de las barreras nacio-
nales, la creación de la unidad internacional del capital y de la vida económica
en general, de la política y de la ciencia y demás.
Ambas tendencias son la ley universal del capitalismo. La primera predo-
mina al comienzo de su desarrollo y la segunda caracteriza al capitalismo ma-
duro que se aproxima a su transformación en sociedad socialista. El programa
nacional de los marxistas tiene en cuenta ambas tendencias y defiende en el
primer caso la igualdad de derechos de las naciones y lenguas, lo inadmisible
de todos los privilegios de cualquier clase en este aspecto y también el derecho
de las naciones a la autodeterminación; y en el segundo caso, el principio del
internacionalismo"'.
La distinción aquí dibujada era la existente entre el período en
que la burguesía estaba aún luchando contra el régimen feudal y el
período posterior a la consumación de la revolución burguesa. En
el primer período la lucha nacional era par exoellence burguesa y
apuntaba a la creación del estado-nación. Esto no significaba que los
obreros no estuviesen interesados en ella y no le diesen su apoyo;
«la limitación de la libertad de movimientos, la privación de derechos
políticos, la supresión de la lengua, la restricción de escuelas y otras
formas de represión afectan tanto a los obreros, si no más, que a la
burguesía» -48_ Pero, sin embargo, no tenían que considerar las pre-
tensiones de autodeterminación nacional como absolutas. Una recla-
mación de autodeterminación no podía nunca ponerse enfrente o
contra los derechos del socialismo internacional:
El obrero que coloca la unidad polftica con el burgués de «su propia
nación» en lugar preferente a la plena unidad con los proletariados de todas
,. ]bid., V, 338-9.
•, lbid., xvii, 139-40.
.. Stalin, Sochineniya, ii, 308.
La doctrina bolchevique de la autodeterminaci6n 449
las naciones, actúa contra su propio interés y contra los intereses del socialismo
y de la democracia ".

Y, además:

El marxismo es incompatible con el nacionalismo, incluso con el naciona-


lismo más «justo», «puro», refinado y civilizado. El marxismo coloca en el
lugar de cualquier clase de nacionalismo un internacionalismo que es la fusi6n
de todas las naciones en una unidad superior"'.

El propósito de la política socialista -había dicho Stalin en su


famoso «ensayo»- era romper las barreras nacionales y unir a los
pueblos de tal manera «que se abra el camino a la división de un
género diferente, división de acuerdos con las clases» 51 ; en tanto
que la cuestión nacional se atravesase en el camino distraía la aten-
ción de «los estratos inferiores de la población» en lo que se refiere
a la lucha de clases y los llevaba a poner la atención en cuestiones
que, de momento, eran «comunes» a ellos y a la burguesía 52 • Por
consiguiente, el principio de autodeterminación nacional debe ser
siempre aceptado con plena conciencia de su validez relativa, candi.
cional y temporal y con los ojos firmemente puestos en la meta final
internacional.
Pero aunque la doctrina de las dos etapas de la Revolución había
sido siempre un punto esencial de la teoría bolchevique de la auto-
determinación, la cuestión nacional se había tratado hasta aquí, para
todos los propósitos prácticos, como materia exclusiva de la etapa
primera o burguesa, ya que la segunda etapa parecía pertenecer a
un remoto futuro. La guerra de 1914 indujo gradualmente a Lenin
a considerar que las contradicciones del sistema capitalista habían
llevado las cosas cerca del momento decisivo y que se tocaba con
las manos el principio de la etapa segunda o socialista de la Revo-
lución. Esto pedía el correspondiente ajuste de la teoría de la autode-
terminación. No obstante, el estudio de las condiciones mundiales
tras el impacto de la guerra introdujo una nueva complicación. Las
etapas de la Revolución eran sucesivas en el tiempo, pero, debido al
desarrollo desigual del capitalismo, podía llegarse a diferentes eta-
pas en diferentes partes del mundo y al mismo tiempo, y éstas re-
obraban unas sobre otras. Ambos puntos fueron anunciados en las

" Lenin, Sochineniya, xvi, 509.


"' !bid., xvii, 145.
51 Stalin, Sochineniya, ii, .362 .
., lbid., ii, .309.
Carr. t. I, 29
450 Nota B

Tesis de Lenin de Abril de 1916 sobre La revolución socialista y el


derecho de las naciones a la autodeterminación 53 • La primera de es-
tas tesis mantenía audazmente que «todos los pre-requisitos objeti-
vos de la realización del socialismo» están ya creados, y puesto que
la primera tarea del «socialismo victorioso» ha de ser llevar a cum-
plimiento la democracia, tiene también que hacerse cargo del «dere-
cho de las naciones oprimidas a la autodeterminación, es decir, del
derecho a la libre secesión política». Pero la más nueva y original
de las tesis era la que dividía al mundo en «tres tipos principales
de países». El primero comprendía «los principales países capitalis-
tas <;le Europa occidental y los Estados Unidos», donde «hace mu-
cho tiempo que han terminado los movimientos nacionales burgueses
progresivos». El segundo grupo abarcaba «los países de Europa
oriental» y «especialmente Rusia», donde en el siglo XX se habían
desarrollado movimientos nacionales democrático-burgueses y se ha-
bía agudizado la lucha nacional. En la tercera categoría entraban «los
semicoloniales como China, Persia y Turquía y todas las colonias»
donde «los movimientos democrático-burgueses están muy lejos de
haberse acabado o acaban de empezar».
De este modo, en el momento en que Lenin estaba tanteando el
camino hacia la transición de la etapa burguesa a la socialista en la
lucha por la autodeterminación nacional, introdujo también un nue-
vo refinamiento en el análisis de la etapa burguesa de esta lucha.
Era el corolario directo de la teoría expuesto en aquel momento en
su famoso folleto El imperialismo, fase superior del capitalismo 54,
en el que dibujaba la degeneración del capitalismo burgués com-
petitivo del siglo XIX en imperialismo burgués explotador del si-
glo xx. La lucha por la liberación nacional era esencialmente de-
mocrático-burguesa y en su forma característica del siglo XIX había
sido una lucha contra los restos del feudalismo y de la autocra-
cia; en esta forma no había terminado aún en los países del se-
gundo tipo, es decir, en la Europa oriental y «especialmente en
Rusia». En su forma característica correspondiente al siglo xx era
una lucha de países coloniales y semicoloniales del tercer tipo,
no ya contra el feudalismo y la autocracia del antiguo estilo, sino
contra el imperialismo burgués. Se estableció así el fundamento de
una alianza viable entre los movimientos nacionales de la segunda
y la tercera categoría, entre las víctimas de la vieja autocracia del

53 Lenin, Socbineniya, xix, 37-48.


... [bid., xix, 78-175.
La doctrina bolchevique de la autodeterminación 451

siglo XIX y las del nuevo imperialismo del siglo xx, entre Europa
oriental y Asia.
Suponer (escribía Lenin a fines de 1916) que una revolución social es imagi-
nable sin una rebelión de las pequeñas nacionalidades en las colonias y en
Europa, sin disturbios revolucionarios de la pequeña burguesía, con todos sus
prejuicios, sin la agitación del proletariado inconsciente y las masas semiprole-
tarias contra la opresión de la nobleza, de las iglesias, monarquías y naciones
extranjeras -suponer eso, es abjurar de la revolución social ...

Estos refinamientos tenían no obstante que aplicarse a la luz del


anuncio hecho también por Lenin en las Tesis de Abril de 1916 del
inminente avance de la aplicación del principio de autodeterminación
nacional de tipo burgués al del socialista 56 • También aquí ocupaba
Rusia una posición central y crucial. En la transición de la revolu-
ción burguesa a la socialista, la línea divisoria entre las etapas de
desarrollo burguesa y socialista de la lucha nacional se había hecho
también confusa, en particular para Rusia, que tenía un pie a cada
lado. Pero Lenin había aderezado un criterio funcional para aplicar,
en relación a la doctrina de autodeterminación nacional, las posturas
burguesa y socialista.
Las personas que no han resuelto la cuestión encuentran «contradictorio»
que los social-demócratas de las naciones opresoras hayan de insistir en «la
libertad de secesión» y los de las naciones oprimidas en la «libertad de unión».
Pero basta reB.exionar un poco para comprender que no hay ni puede haber
ningún otro camino para la internacionalización que la fusión de las naciones,
ningún otro camino hacia esa meta partiendo de la situación presente ".

Así, sobre este fundamento un tanto confuso se dejó que la Re-


volución de Octubre construyese su teoría y desarrollase su práctica
en la cuestión candente de la autodeterminación nacional.
" Lenin, Sochineniya, xix, 269.
" Stalin escribió mucho después que Lenin, en el artículo de octubre
de 1916, titulado Results of the Discussion About Self-Determination ( «Resul-
tados de la discusión sobre auto-determinación») (Lenin, Sochineniya, xix,
241-72), «declaró que el punto esencial de la cuestión nacional con respecto
al derecho de auto-determinación había dejado de formar parte del movimiento
democrático general y se había transformado en una parte constitutiva de la
revolución socialista proletaria general» (Stalin, Sochineniya, vii, 223); el ar-
tículo de Stalin en que se encuentra este pasaje apareció originalmente en
Bolshevik, núm. 11-12, 30 de junio de 1925, fue retirado de las ediciones
posteriores de Voprosi Lenin%ima y reapareció en las obras completas. El
pasaje no es una cita textual, representa muy bien lo que implicaba el artículo
de Lenin visto retrospectivamente, pero es mis preciso que todo lo que Lenin
pudo decir realmente.
" Lenin, Sochineniya, xix, 262.
LISTA DE ABREVIATURAS

CHECA: Chrezvichainaya Komissiya (Comisión Extraordinaria).


CoMINTER: Kommunisticheski lnternatsional (Internacional Comu-
nista).
GPU: Gosudarstvennoe Politicheskoe Upravlenia (Administración
Política del Estado).
IKKI: lspolnitelni Komitet Kommunisticheskogo lnternatsionala
(Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista).
NARK0MFIN: Narodni Komissariat Finansov (Comisariado del Pue-
blo de Hacienda).
NARKOMINDEL: Narodni Komissariat Inostrannij Del (Comisariado
del Pueblo para Asuntos Exteriores).
NARKOMNATS: Narodni Komissariat po Delam Natsionalnostei (Co-
misariado del Pueblo para las Nacionalidades).
NEP: Novaya Ekonomicheskaya Politika (Nueva Política Económica).
OGPU: Obedinennoe Gosudarstvennoe Politicheskoe Upravlenie
(Administración Política Unificada del Estado).
RABKRIN o RKI: Rabochaya i Krestianskaya lnspektsiya (Inspección
de Obreros y Campesinos).
RSFSR: Rossiskaya Sotsialisticheskaya Federativnaya Sovetskaya
Respublika (República Soviética Federal Socialista Rusa).
SovNARJOZ: Sovet Narodnogo Joziaistva (Consejo Nacional de Eco-
nomía).
453
454 Lista de abreviaturas

SovNARKOM: Sovet Narodnij Komissarov (Consejo de Comisarios


del Pueblo).
SR: Sotsial-Revolutsioner (Social-Revolucionario o eserita).
STO: Sovet Truda i Oboroni (Consejo de Trabajo y Defensa).
Ts!K: Tsentralni Isponitelni Komitet (Comité Ejecutivo Central).
UcttRASPRED: Uchet i Raspredeleine (Sección de Cuentas y Distri-
bución).
VESENJA: Visshi Sovet Narodnogo Joziaistva (Consejo Superior de
Economía Nacional).
VIKZHEL: Vserossiski Ispolnitelni Komitet Soyuza Zheleznodorozh-
nikov (Comité Ejecutivo de la Unión de Ferroviarios de toda Ru-
sia).
VKP(B): Vsesoyuznaya Kommunisticheskaya Partiya (Bolshevikov)
(Partido Comunista de toda la Unión) (Bolcheviques).
VTsIK: Vserossiski (Vsesoyuzni) Tsentralni Ispolnitelni Komitet
(Comité Ejecutivo de toda Rusia) (de toda la Unión).
INDICE ALFABETICO

Abjazia, 367-8, nota 38, cap. 13


Adigeisk, nota 38, cap. 1J
Administración de Socorro Americana (ARA), 196
Ajaría, 368, nota 38, cap. 13
Akímov, V., 42, 44, 46
Alemania, relaciones con la RSFSR. Véase en RSFSR
Anarquistas, 22, 178-9, 188, 255-9, nota 28, cap. 10, 309
Armenia: estructura social de, 358; proclamada república independiente, 361;
y Turquía, 361, 365-6; reconocimiento de la independencia, 363; estable-
cimiento del régimen soviético en, 366; unificación con la RSFSR, 406-7,
408-9; relaciones exteriores de, 412; incorporación a la FSR de Trascaucasia,
413-6
Artem (Sergeev, F.), nota 41, cap. 8, nota 49, cap. 11
Asamblea Constituyente, 121, 126-36
Asociación Internacional de Trabajadores. Véase en Internacionales: Primera
Autodeterminación nacional: doctrina burguesa de la, 278, 290-1, 397-8, 430-4,
446-8; doctrina bolchevique de la, 278-93, 383-7, 393-8, 430-51; y la «he-
rejía polaca», 279, notas 24, 25, 26, 27 y 28, cap. 10, 297, 391, 444-6;
y la constitución de la RSFSR, 281; y el federalismo, 281-2; teoría austría-
ca de la, notas 24, 25, 26, 27 y 28, cap. 10, 291, 439-43, 446; «para
los obreros», 284-7, 338; y Polonia, 304-6; y Finlandia, 304-7; y Ucrania,
307-25; y Rusia Blanca, 325-9; y Estonia, 329-31; y Letonia, 329-31; y
Lituania, 331-2; y los pueblos orientales, 332-48; y Asia Central, 334-57;
y Trascaucasia, 357-68, 414; y Siberia, 368-82; y la unificación, 383-89,
399-418; y la igualdad, 383-6, 393-8; y la unidad económica, 409-10; y la
unidad diplomática, 410-11; y Georgia, 413-14; y la Primera y Segunda
Internacionales, 438-9; y la autonomía cultural, 440. Véase también en
Nacionalismo; Nacionalidades
455
456 Indice alfabético
Avxentiev, N., 132, 370
Axelrod, P., 19, 29, 45, 69
Azerbaiyán: estructura social de, 358; proclamado república independiente;
361-2; y Turquía, 361-2; reconocimiento de la independencia, 364; sovie-
tización de, 364-5; unificación con la RSFSR, 401-5, 408; relaciones exte-
riores de, 412-3

Babeuf, G., 430


Bakú, Gobierno Soviético en, 360; Congreso de, Véase Congreso de Pueblos
Orientales
Bakunin, M., 22, 48, 96, 254-6, 436
Baskiria, baskires, 334-40, 341, 344, nota 121, cap. 11, nota 38, cap. 13. Véase
también República Tártaro-Baskir
Basmachi, nota 121, cap. 11, 350, 357, 407
Bauer, O., 440, 443
Bebe!, A., 49
Berdiayev, nota 24
Bernstein, E., 256, nota 3 de la nota B
Besarabia, 399
Blucher, V., 378
Bogdánov, A., 61, 95-6
Boki, nota 147, cap. 11
Bolchevismo, bolcheviques: origen del 44-8; y los mencheviques, 48-60; y la
Revolución de 1905, 62-3, 70; su constitución como partido separado, 80;
y la guerra de 1914-1918, 83-4, 90-2; y la Revolución de Febrero, 87-99; y
el Gobierno Provisional, 90; y el primer Congreso de los Soviets de toda
Rusia, 106-7; toma del poder por, 115-7; y la Asamblea Constituyente,
121-2, 125-38; y el gobierno de coalición, 125-6; y los eseritas de izquierda,
127-8; y la teoría del Estado, 144-5; y el federalismo, 153-5; y el terror
revolucionario, 173-6; y la oposición, 186-90, 192-6, 199-200; y los par-
tidos minoritarios, 191; y el socorro al hambre, 195-6; y los Soviets, 237-8;
y la autodeterminación nacional, 275, 278-93. Véase también Partido Comu-
nista de toda la Unión (bolchevique); Menchevismo, mencheviques
Boldirev, V. G., nota 197, cap. 11, nota 212, cap. 11
Brest-Litovsk, Tratado de, 3 marzo 1918, 164, 182, 205, 237-8, 271, nota 4,
cap. 11, 301, nota 33, cap. 11, 304, nota 63, cap 11, 346, 347
Broido, G., 349, nota 132, cap. 11, 352, nota 159, cap. 11
Bubnov, A., 80, 111, 115, nota 9, cap. 8, 320, 324
Bujara: movimiento nacional en, 335, 348; régimen soviético en, 354; rebe-
lión en, 357; y el movimiento de la «Joven Bujara», 350, 354, 357; alianza
con la RSFSR, 407; y la formación de la URSS, 416-7
Bujarin, N.: sobre Lenin, 38; y la guerra de 1914-1918, 83; y la Revolución
de Febrero, 108; y la Asamblea Constituyente, 135; y la Constitución de
la RSFSR, 142; y el proceso de los eseritas, 199, y la izquierda comu-
nista, 205-6; y la autodeterminación nacional, 284-308; y el papel del
proletariado, 392-3; y Trascaucasia, nota 49, cap. 13
Bulgákov, S., 24
Bund (Unión General de Trabajadores Judíos de Rusia y Polonia), 17, 42, 45,
51, 441
Buriat-Mongolia, buriatos, 369, 377, nota 38, cap. 13
Burocracia, 165-6, 242-6, 255, 261-3, 266-7
Indice alfabético 457
Campesinado, campesinos: papel revolucionario de, 71-3, 139
Colonial, cuestión. Véase en Internacionales, Tercera; Lenin; Nacionalidades
Comintern. Véase en Internacionales, Tercera
Comisariados del Pueblo. Véase en Constitución de la URSS; véase también
Consejo de Comisarios del Pueblo
Comisariado del Pueblo de Asuntos Interiores, 197-8
Comisariado del Pueblo de Control del Estado. Véase Comisariado del Pueblo
de Inspección Obrera y Campesina (Rabkrin)
Comisariado del Pueblo de Inspección Obrera y Campesina (Rabkrin) ( ante-
riormente Comisariado del Pueblo de Control del Estado), 243-7
Comisariado del Pueblo para las Nacionalidades (Narkomnats), 293-303
Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda Rusia (VTslK): composición
de, 107; cambios en la plantilla del, 126-8; y la Asamblea Constituyente,
133, 1.36; y la Constitución de la RSFSR, 142-3, 149-51; atribuciones del,
161, 163-4, 231-3; presidium del, 233-4, nota 21, cap. 9; el Sovnarkom, 233
Comité Ejecutivo Central de los Soviets de toda la Unión (VTslK): división
en dos cámaras, 419-20; su constitución, 422-3; atribuciones del, 423-4,
425-6. Véase también Consejo de Nacionalidades, Consejo de la Unión
Comité Panruso de Socorro al Hambre, 195
Comuna Obrera Autónoma Germánica. Véase Región Autónoma Germánica del
Volga
Comunistas, Izquierda, 205-7, 212
Congreso de Organizaciones Comunistas Musulmanes de toda Rusia, 335, 337
Congreso de Pueblos Orientales (Congreso de Bakú), nota 109, cap. 11, 344,
355,367
Congreso de los Soviets de toda la Unión, 416-7, 422-3
Congreso de los Soviets de toda Rusia: primero: y la autodeterminación na-
cional, 87, nota 13, cap. 10; composición de, 106; segundo: y la Revolu-
ción de Octubre, 115-22; y la abolición de la pena de muerte, 170-1, 173-4,
181; tercero: y la Asamblea Constituyente, 132-3, 137; y los Soviets lo-
cales, 149-50; y la Constitución de la RSFSR, 155, 157-8, 166-7; quinto:
y la Constitución de la RSFSR, 146, 166-7, 182; organización y funciones
de, 148-9, 151-2, 161, 163-4; composición y debates de, 181-2; sexto: y la
amnistía política, 188; y la legalidad revolucionaria, 189; séptimo: y
los mencheviques, 191-2; y la VTsIK, 232; octavo: y los grupos de opo-
sición, 192-3; y el presidium del VTsIK, 232-3; noveno: y la abolición
de la Cheka, 197; y las reuniones anuales, nota 1, cap. 9; décimo: y la
formación de la URSS, 417-8
Consejo de Defensa de Obreros y Campesinos. Véase Consejo de Trabajo y
Defensa (STO)
Consejo de Nacionalidades, 298, 301-3, 420, 421, 428
Consejo Supremo de Economía Nacional (Vesenja): y la descentralización,
234; y la Constitución de la URSS, 424
Consejo de Trabajo y Defensa (STO) ( anteriormente Consejo de Defensa de
Obreros y Campesinos), 233-4, nota 11, cap. 14
Consejo de la Unión, 421
Constitución:
- de la RSFSR: origen de, 123-4, 140, 155; comisión del proyecto, 142;
disposiciones de, 142-3; y el poder estatal, 144-7; y la dictadura del prole-
tariado, 146, 158-9, 162; y la centralización, 147-8; y los Soviets locales,
148-52; carácter federal de, 152-8; y los derechos individuales, 159-60; y
la igualdad de derechos, 159-60; y el sufragio discriminatorio, 160-2, nota
458 Indice alfabético
141, cap. 11; y la separac1on de poderes, 162-5; y la burocracia, 165;
aprobación de, 167, 183; enmiendas a, 233; y la autodeterminación nacio-
nal, 280.2; y las repúblicas autónomas, 423-4
- de la URSS: origen de, 416-8; comisión del proyecto, 419-20, 422; y el
partido, 419-20; y las nacionalidades, 420-2, 427-8; Stalin y, 420.1; dispo-
siciones de, 422-7; aprobación, nota 10, cap. 14, 429; y los Comisariados
del Pueblo, 424-5; y la organización judicial, 425-6; proceso de enmienda,
426; y el derecho de secesión, nota 17, cap. 14, 427; carácter federal de,
427; y la centralización, 427-9; significado de, 427-9.
Cosacos, 313
Crimea, 340, 348, nota 6, cap. 13, nota 38, cap. 13
Curzon, lord, 364

Checas, legiones, 157, 182, 370-3


Chechensk, región autónoma, nota 38, cap. 13
Cheka (Ve-Che-Ka), 175-88, 196-9
Chernov, V., 135, 137, 191, 192
Chicherin, G.: y la independencia de Ucrania, 319; y la Trascaucasia, nota
176, cap. 11
China, relaciones con la RSFSR. Véase en RSFSR
Chjeidze, N., 79, 88, 94, nota 173, cap. 11
Chjenkeli, A., nota 173, cap. 11
Chuvas, chuvases, 336, 338-40, 344, nota 38, cap. 13

Dagestán, 340, nota 117, cap. 11, 340, 347, nota 38, cap. 13
Dan, F., nota 40, cap. 2, 66, 179, 191-3
D'Anselm, General, 318
Declaración de los Derechos de los Pueblos de Rusia, 121-2, 281
Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado, 124, 133,
140, 155, 159, 167, 281
Denikin, A., 298, nota 20, cap. 11, nota 51, cap. 11, 322, 341, 342, 344, 354,
363-4, 372, 423
«Desviación», nota 21, cap. 8
Dictadura: del proletariado, 43, 144, 146, 158-9, 162, 168, 248-9, 252-61;
del partido, 248-9
Dimanshtein, S., 395
Dunsterville, L. C., 363
Dutov, A., nota 20, cap. 11, 341, 349
Therzhinsky, F., 115, 175, 177, nota 39, cap. 7, 182, 184, 205, 213, 227, 416

«Economismo», 24-30, 55
Eichhorn, General, 318
Ejército Rojo, 387-9, 399-403
Eliava, Sh., nota 147, cap. 11
Engels, F.: y el federalismo, 153, 155; y el terror revolucionario, 173; y el
Estado, 253-5; y Rusia, 333; y la cuestión nacional, 434-8
Enukidze, A., nota 34, cap. 9, nota 42, cap. 13, nota 49, cap. 13, 419
Enver Pachá, 357
Eremeev, 89
Indice alfabético 459
Eslav6filos, 22
Estados Unidos de América, relaciones con la RSFSR. Véase en RSFSR. Véase
también Conferencia de Washington
Estonia, 329-31

Fabianistas, fabianos, 257


Finlandia, 306-7
Fourier, F., 251
«Fraccionalismo•, nota 32, cap. 8
Frunze, M., nota 55, cap. 11, 354, 417-8

Galítzia oriental, 318


Gegechkori, E., 359
Gengis Kan, 348
Génova, conferencia de, 411
Georgia: estructura social de, 358; y Turquía, 360-2; república independiente
de, 361, 363-5, 366; y Alemania, 361-2; y la RSFSR, 362, 406-7, 408-9;
los mencheviques en, 362, 415; régimen soviético en, 367-8; relaciones
exteriores de, 412; y la Federación de Trascaucasia, 413-14
Gobierno Provisional, 86-7, 92-3, 98-101, 104, 106-11, 115-22, 305
Godwin, W., 251
Goldenberg, l., 96
Goloschekin, F., nota 121, cap. 11, nota 147, cap. 11
Gorki, M., 195, nota 3, cap. 10
Gotsinski, 336, 346
GPU. Véase OGPU
Gurvich, G., nota 2, cap. 6

Haase, H., nota 28, cap. 9


Hambre, de 1921, 195-6
Herzen, A., nota 20, cap. 1
Hess, M., 251
Hoffman, Max, nota 63, cap. 11
Hoover, H., 196

Iglesia y Estado, 143, 159, nota 6, cap. 7


lgnatov, E., 213
Internacionales:
Primera (Asociación Internacional de Trabajadores): y Marx, 33-4; y la
autodeterminación nacional, 437-8
Segunda (Socialista o Socialdemócrata): y la guerra, 82, 256-7; y la pena
de muerte, notas 9 y 10, cap. 7; y la autodeterminación nacional, 438-9
Tercera (Comunista, Comintern): y las disensiones en el seno del Partido
Comunista Ruso, 226-7
Intervención aliada, 179, 182, 271, 285-6, 373-82
Iskra, 20-1, 26, 41-2, 48
Izquierda comunista. Véase Comunistas, Izquierda
Izvestiya, 63, 89
460 Indice alfabético
Japón, relaciones con la RSFSR. Véase en RSFSR
Jaurés, J., nota 3 de la nota B
Jefferson, T., nota 10, cap. 7
Jiva. Véase Jorezm
Jmelnitski, Bohdan, 308
Joffe, A., nota 26, cap. 7, 381
Jordania, N., 359, 362, 369
Jorezm (Jiva), 335, 348, 354, 408, 416-18
Jozaev, F., 354
Jrushevski, M., 310, nota 34, cap. 11, 317
Jrustalev-Nosar, G., 63

Kabardino-Balkarsh, región autónoma, nota 38, cap. 13


Kadetes, 126, 128-31, 134, 174-5, 187, 195, 340
Kaledin, A., 129-30, 283, 313
Kalinin, M., 80, 89, 233
Kalmuka, kalmukos, 342, 344, nota 38, cap. 13
Kamchatka, 378
Kámenev, L. B.; en el tercer congreso del partido, 62; editor del Sotsial-
Demokrat, 66; y la guerra de 1914-1918, 84; y la defensa nacional, 92, 94;
y las «Tesis de Abril» de Lenin, 98-9, 109; se opone a la toma del poder,
111-15; elegido miembro del primer Politburó, 111; dimite del comité
central, 113; y el gobierno de coalición, 125, 204-5; y la pena de muerte,
174; y el socorro al hambre, 195; sobre el partido y el Estado, 239-40
Kamenski, A., 301
Kappel, General, nota 204, cap. 11, 379
Karachaevo-Cherkesian, región autónoma, nota 38, cap. 13
Karajan, L., nota 229, cap. 11
Karelia, nota 38, cap. 13
Kautski, K., 31, 49, 67, nota 14, cap. 7, 257, 367, 444
Kazajstán, kazajos, 334-7, 341-2, 344-6, 357, nota 38, cap. 13
Kefali, T., nota 92, cap. 7
Kemal (Ataturk), 365
Kerenski, A., 104, 107-9, 169-71
Kienthal, conferencia de, 85
Kirguisia, kirguises, 334, 348
Kirov, S., 364, 418
Kishkin, N., 195
Kolchak, A., 190, 275, 298, 341, 344, 354, 363, 371-3, 377, 423
Kolontai, A., nota 18, cap. 4
Komi, región autónoma de, nota 38, cap. 13
Kornílov, N., 109, 112, 312
Kosior, S., nota 9, cap. 8
Krasin, L. B., 62, 195
Krasnoshekov, A., 374, 379
Krasnov, P., 169
Krestinski, N., 212, 221
Krilenko, N., 83, 181, 235-6
Kronstadt, sublevación de, 193, 215
Krupskaia, N., 20, nota 27, cap. 2
Krzhishanovski, G., 20
Indice alfabético 461
Kühlmann, R. von, nota 33, cap. 11
Kuibishev, V., nota 9, cap. 8, 230, nota 147, cap. 11.
Kuskova, E., nota 12, cap. 1; nota 42, cap. 2; nota 98, cap. 7; nota 101, cap. 7
Kutuzov, l., nota 41, cap. 8
Kuznetsov, N., 227
Kviring, E., 320

Lafargue, P., 438


Larin, Y., nota 5, cap. 8
Lassalle, F., 431
Lenin, Vladimir Ilich (Ulianov): nacimiento y educación, 19; influencia de
Plejánov sobre, 19; exilio en Siberia, 20; editor de Iskra y Zarya, 20-1;
usa por primera vez el nombre de «Lenin», 21; ¿Qué hacer?, 21, 26, 35,
nota 4, cap. 2, 44, 48, 51; y los nar6dniks, 22-3; y el papel del proleta-
riado, 23, 29-30, 70-3; y los «marxistas legales», 23-4; y los «Economistas»,
24-30, 35-6; sobre teoría y práctica, 30-2, 39, 54; sobre organización del
partido, 30-6, 44-5, 51, 389; carácter, 37-40; Trotski sobre, 39; en el se-
gundo congreso del partido, 42-4; abandona la redacción de Iskra, 48;
acusado de bonapartismo y jacobinismo, 48-9; controversia con los rnen-
cheviques, 51, 54-5; Un paso adelante, dos pasos atrás, 50; y el «centra-
lismo democrático», 51-2, 209; y la organización central bolchevique, 51;
funda Vpered, 52; y la revolución democrático-burguesa, 58-9, 70-4, 138;
y la Revolución de 1905, 63-5, 70-4; publica Sotsial-Demokrat, 66; Mate-
rialismo y empiriocriticismo, 66; Dos tácticas de la socialdemocracia, 71-2;
y el papel de los campesinos, 70-4, 139; sobre las etapas de la revolución,
70-4, 138-9; y la «revolución permanente», 72-3, 139-40; controversia con
Trotski, 76-9; miembro del comité central bolchevique, 80; y la guerra
de 1914-1918, 81-5; y la Segunda Internacional, 82; y la conferencia de
Zirnmerwald, 83; y la conferencia de Kienthal, 85; El imperialismo, fase
superior del capitalismo, 84-5; vuelta a Rusia de, 85, 94-5; «Tesis de Abril»,
96-7; y los Soviets, 101-3, 148, 166; planea la torna del poder, 110-16; es
combatido por Kámenev y Zinóviev, 112-15; elegido miembro del primer
Politburó, 111; y la Revolución de Octubre, 115-17, 138-9; y el socialismo,
122-4, 138; y el gobierno de coalición, 125-8; Tesis sobre la Asamblea Cons-
tituyente, 130-2; y la constitución de la RSFSR, 141-3, 161-2; teoría del
Estado, 144, 254-68; y la dictadura del proletariado, 144, 158, 248-9; y el
federalismo, 153-5; y la separación de poderes, 162-3; y la burocracia,
165-6, 242-6, 255, 261-3, 267; y el terror revolucionario, 169, nota 10,
cap. 7, 173, 177, nota 49, cap. 7, 183-4, 186; atentado contra su vida,
185; y los anarquistas, nota 72, cap. 7, 256-9; y la reconciliación con los
mencheviques, 189; crítica al GPU, 199; y el proceso de los eseritas, 199;
y la izquierda comunista, 205-6; y la «oposición obrerista», 215-17; y la
libertad de crítica, 216-20; sobre «desviación», nota 29, cap. 8; y la purga
del partido, 223; y la oposición de Miasnikov, 225; y la oposición a la
NEP, 225, 227-8; enfermedad, 230, 233, 245; y el Sovnarkom, 237, 240-1;
sobre el partido y el Estado, 241, 248; sobre el Rabkrin, 244-5; sobre la
«dictadura del partido», 248-9, nota 34 de la nota A; El Estado y la Revo-
luci6n, 258-68; y la autodeterminación nacional, 275, 276, 279-81, nota 28,
cap. 10, 292, 294, 304-5, 307, 324, 344, 391-2, 397, nota 5 de la nota B,
436, 439, 441-2, nota 30 de la nota B, 444-51; y el derecho de secesión,
280, 286, 445; y la «autodeterminación para los obreros», 286-7; y la coa-
462 Indice alfabético
lición en Georgia, 368, 413; controversia con Stalin, 413, nota 49, cap. 13,
420; y Trascaucasia, 414-15, nota 48, cap. 13
Leroux, G., 251
Letonia, 329-31
«Liberación del Trabajo», 19, 20, 29
Liga Comunista, 27, 33
Liga de la Socialdemocracia Revolucionaria, 46
Liga para la lucha por la emancipación de la clase obrera, 19
Lituania, 331-2
Litvínov, M., 62, 412
Lomov, A., 205
Lossow, General von, nota 176, cap. 11
Lunacharski, A., 61-2, 106, 195
Luxemburgo, Rosa, 49, 173, nota 10, cap. 10, 444
Lvov, G., 104, 107

MacDonald, R., 367


Maiskí, l., nota 41, cap. 7
Majaradze, F., 416
Majno, N., nota 38, cap. 7, 187, 320-3
Manifiesto Comunista, 18, 26, 29, 33, 43, 53, 252, 289, 431, 434-5
Manuilski, D., 324, 416
Mari, región autónoma de, 336, 338, nota 38, cap. 13
Martinov, A., 42, nota 4, cap. 2, 46, 69
Marx, Karl: influencia en Rusia, 22; y la revolución alemana, 27; sobre «re-
volución permanente», 27, 72-3; y el Estado, 144, 251-5; y el federalismo,
162-4; y la separación de poderes, 162; y la dictadura del proletariado,
nota 1, cap. 7, 253; y el terror revolucionario, 172; y la cuestión nacio-
nal, 430-9
Marxismo: en Rusia, 22; y etapas de la revolución, 57-8; Véase también
«Marxismo legal»
«Marxismo legal», 23-4, 26, 55
Mazzini, G., 432
Mdivani, B., 416
Medvedev, S., 227
Menchevismo, mencheviques: origen de, 44-53; y los bolcheviques, 47-50;
y !a conferencia de Génova, 53, 62; y la Revolución de 1905, 63, 67-70; y
la reunificación del partido, 63-7; y la escisión final del partido, 80-1; y la
Revolución de Febrero, 87-8, 109-11; y la Asamblea Constituyente, 126-7,
129-30; y el terror revolucionario, 173, 181; disensiones entre, 179; su
exclusión de los Soviets, 179-80; oposición al Tratado de Brest-Litovsk,
187; reconciliación con los bolcheviques, 189-90, 191-2; reincorporación
a los Soviets, 189; final de la oposición organizada por parte de, 193, 194;
organización en Berlfn, 194; en Georgia, 362, 415. Véase también Partido
Comunista de toda la Unión (bolchevique); Bolchevismo, bolcheviques
Merkulov, S., 379
Mezhlauk, V., nota 49, cap. 11
Mezhraiontsy, 105, 108
Miasnikov, A. N., 326-7
Miasnikov, G. I., 225, nota 66, cap. 11
Mijailov, L., 221
Indice alfabético 463

Mikoyan, A., 364


Miliukov, P., 99, 104, 305
Miliutin, V., 115, 125, nota 5, cap. 8
Mirbach, W. von, 167, 182
Mitin, M., 227
Mitskevich-Kaptsukas, 416
Mólotov, V., 84, 88-90, 221, 229-30
Montañeros, república autónoma de los, 346-8, nota 38, cap. 13
Moscú, se convierte en capital, 142
Muranov, M., 91, 92, 213
Musulmanes: movimientos nacionalistas entre los, 334-7; y la actitud sovié-
tica ante la religión, 342-3

Nacionalidades: número de, 271-2; antes de 1917, 272-3; influencias unifica-


doras sobre las, 273-5; política soviética con respecto a las, 275-6, 280-1,
285-6, 288-91, 300-1, 302-3, 383-98; administración de los asuntos de las,
293-303; y el «chovinismo gran-ruso», 389-98; y la unidad económica,
407-11
Nacionalismo: resurgimiento del (nacionalismo) ruso, 274-5, 390; y la re-
forma social, 275-6; ucraniano, nota 10, cap. 10, 307-26, 387, y el inter-
nacionalismo, 391-3; doctrina bolchevique del, 291-3, 383-92, 439-51; ruso-
blanco, 325-9; estoniano, 329; letón, 329; y los pueblos orientales, 332-48;
y el Asía Central, 348-57; y Trascaucasía, 357-68; y Siberia, 368-82; geor•
giano, 413-14; y las clases medías, 430; y el proletariado, 430-3; Véase
también Autodeterminación nacional
Nar6dniks, 19, 22, 23, 24, 56, 309
NEP (Nueva Política Económica): anuncio de la, 216, 238; y las discusiones
en el seno del partido, 224-8
Noguín, V., 108, 125, nota 5, cap. 8, 222

Obolensky, V. Véase Osínsky, N.


OGPU (anteriormente GPU), 198-9, 229, 246, 424-5
Oirot, región autónoma de, nota 38, cap. 13
Olminski, M., 90
«Oposición obrerista», 214-17, 224-5
Orjonikidze, S., 80, 364, 368, 415, nota 49, cap. 13
Osetianos. Véase Yugo-Osetia
Osinsky, N. (Obolensky, V.), 206, 211
Owen, R., 251

Panturanismo, notas 87 y 88, cap. 11, 350, 357


Partido Comunista. Véase Partido Comunista de toda la Unión, Chino, Ale-
mán, etc.
Partido Comunista Ruso (bolchevique). Véase Partido Comunista de toda la
Unión (bolchevique)
Partido Comunista de toda la Unión (bolchevique) ( anteriormente Partido Co-
munista Ruso [bolchevique], previamente Partido Obrero Socialdemócrata
Ruso): fundación de, 17; primer congreso, 1898, 17-8; segundo congreso,
1903, 41-8; primer programa y estatutos. 42-6, 203-4; escisión bolchevique-
464 Indice alfabético
menchevique, 44-60; y la Revolución de 1905, 61-5, 68-71; tercer con-
greso, 1905, 61-2; reunión bolchevique-menchevique, 64-7; cuarto congreso
(unidad), 1906, 65; quinto congreso, 1907, 65-6; conferencia de París,
1908, 66; conferencia de Praga, 1912, 80-1; conferencia de Berna, 191',
83; «conferencia de abril», 1917, 99-101; sexto congreso, 1917, 108, 204;
establecimiento del primer Politbur6, 111; programa de, 142, 161-2, 166; y
·la constitución de la RSFSR, 1918, 165-7; concentración del poder dentro
de, 201-3, 207-12; y las instituciones del Estado, 202-4, 235-42; monopolio
político de, 203-5; jefatura personal en, 203, 209-10; disciplina de partido,
204-7, 215-16; oposición dentro de, 205-7, 212-15; y la izquierda comunista,
205-7, 212; séptimo congreso, 1918, 207, 210; se convierte en Partido
Comunista Ruso (bolchevique), 206-7; organización de, 207-10; congreso del
partido de, 210, 237-9; comité central de, 211, 220-1, 237-8, 248-9; Polit-
bur6 de, 211-12, 221, 238, 247; Orgburó de, 211-12, 221; secretariado de
211-12, 2221-2, 229-30, 249; octavo congreso, 1919, 212, 222-3, 236-7, 243;
noveno congreso, 1920, 212; y la «oposición militar», 212; y la «oposición
obrerista», 214, 224-5; comisión de control de, 213, 220, 229, 245-6, 247;
y los sindicatos, 214-17; décimo congreso, 1921, 215-24; y la «desviación»,
217; y el «fraccionalismo», 217-19; primera purga en, 222-4; desarrollo y
plantilla de, 221-2; comité central de verificación del, 224; undécimo con-
greso, 1922, 224, 227-8; y la oposición de Miasnikov, 226; y la NEP,
224-8; y la «declaración de los 22», 226-7; y la GPU, 230; estatutos
de, 239-40; y el control del Estado, 242-3; duodécimo congreso, 1923,
246, 248, 419-22; y la autodeterminación nacional, 286-7, 324, 439-51; y
Ucrania, 308, 322-5; y Turquestán, 351-4, 355-7; papel unificador de, 389;
cambio de nombre a Partido Comunista de toda la Unión (bolchevique),
389; y el «chovinismo gran-ruso», 389-91; y la constitución de la URSS,
1923, 419. Véase /(1111bién Bolchevismo, bolcheviques; Menchevismo, men-
cheviques
Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. Véase Partido Comunista de toda la
Unión (bolchevique)
Partido Socialdemócrata. Véase Partido Socialdemócrata Alemán, Ruso, etc.
Partido Socialdemócrata Austriaco, 440
Partido Socialdemócrata Finlandés, nota 1, cap. 11, 306
Partido Socialdemócrata Alemán independiente (SPD), 49-50, 55, nota 28,
cap. 9, 256-7
Partido Socialista Polaco, 444
Parvus, seudónimo (Gelfand, A. L.), nota 44, cap. 3, nota 51, cap. 3
Pena de muerte, 170-1, 180-2
Petliura, S., 310-11, 317-18, 320-2, 323
Pestkovski, S., 297
Petersburgo, rebautizado Petrogrado, nota 8, cap. 4
Petrogrado (Petersburgo), Soviet de Diputados de Obreros. Véase Soviet de
Diputados de Obreros
Petrovsky, G., nota 41, cap. 8
Piatakov, Y., 83, nota 9, cap. 8, 278-80, 286-7, nota 22, cap. 11, 318-20
Pilsudski, J., 444
Plejánov, G., 19-20, 21, 25, 41-3, 45, 47-9, 52, 56, 83, nota 3 de la nota B,
nota 20 de la nota B
Población, traslados de, 347
Podvoisky, N., 111, nota 49, cap. 11
Politbur6. Véase en Partido Comunista de toda la Unión (bolchevique)
Indice alfabético 465
Política agraria. Véase Campesinado
Política exterior. Véase en RSFSR
Política industrial. Véase Consejo Supremo de Economía Nacional
Política laboral. Véase Sindicatos
Polonia: y el Gobierno Provisional Ruso, 305-6; y la RSFSR. Véase en RSFSR
Potresov, A., 20, 38, 45, 179
Pravda, 81, 89
Preobrazhenski, E., nota 9, cap. 8, 212-13, 221, 230, 283
Prokopovich, S., 195
Proudhon, P. J., 15.3, 251
«Purga», nota 44, cap. 8. Véase también en Partido Comunista de toda la
Unión (bolchevique)

Rada, ucraniana. Véase en Ucrania


Radek, K.: y los mencheviqucs, .56; welta a Rusia de, 85; y el proceso de
los escritas, 199; y la izquierda comunista, 206; reelegido para el comité
central del partido, nota 41, cap. 8; y la autonomía de Ucrania, 314; y la
autodeterminación nacional, 446-7
Rakovski, K., 319-20, 321, 324, 390-4, 421
Rapallo, Tratado de, 412
Raskolnikov, F., 136
Región Germánica Autónoma del Volga, .340, nota 38, cap. 13
Rcisner, M. 144-6, 162-3
Renncr, K., 440, 442
República del Extremo Oriente, 373-.5, 376-82, 412, 416
República Soviética Federal Socialista Rusa (RSFSR): cambio de límites de,
1.56-7, 271-2, 399-400; como unidad constituyente de la URSS, 402-10,
412-14; repúblicas y regiones autónomas de, 412-13; constitución de, véase
Constitución de la RSFSR; relaciones con:
las Potencias Centrales. Véase Brest-Litovsk
Estonia, 329-31
Japón, 373-82
Polonia, 304-6, .322-.32
Turquía, .360-6
Estados Unidos de América, 196
Véase también Conferencia de Génova; Internacionales; Conferencia de
Washington
tratados y acuerdos con:
Armenia, 30 sept. 1921, 407
.A7.Crbaiyán, .30 sept. 1920, 402-4
Bojara, 4 mar. 1921, 407
Estonia, 2 feb. 1920, 331
Georgia, 7 mayo 1920, .364-5, 367; 21 mayo 1921, 407
Jorczm, 13 sept. 1920, 407
Letonia, 11 agos. 1920, 331
Lituania, 12 jul. 1920, .3.31-2
Polonia, 18 mar. 1921, .328, 410
Potencias centrales, .3 mar. 1918. Véase Brcst-Litovsk
República del Extremo Oriente, 15-30 dic. 1920, 376-7
Rusia Blanca, 16 ene. 1921, 406-7
Carr, t. 1, 30
466 Indice alfabético
Turquía, 16 mar. 1921, 410-11
Ucrania, 28 dic. 1920, 40.5
República Soviética Socialista de Rusia Blanca. Véase Rusia Blanca
República Soviética Socialista de Ucrania. Véase Ucrania
República Tártaro-Baskir, 338
Revolución:
Rusa, de 1905, 61-79
Rusa, de febrero 1917, 86-92; y el Gobierno Provisional, 86-92; y el «doble
poder», 87, 98-9, 131
Rusa, de octubre 1917, 115-17, 168-71
Americana, y el federalismo, 152-3
Francesa, y el federalismo, 152-3
Véase también «Revolución permanente»
«Revolución permanente», 27, 71-3, nota 51, cap. 3, 139
Riazanov, D., nota 5, cap. 8, nota 11, cap. 8, 221, 388
Rikov, A.: y la Revolución de Febrero, 100-1, 110; y el gobierno de coalición,
125, nota 5, cap. 8; y el socorro al hambre, 195
Robespierre, M., 171, 430
Rojo, Ejército. Véase Ejército Rojo
Rousseau, J. J., 251, nota 4 de la nota B
RSFSR. Véase República Soviética Federal Socialista Rusa
Rudzutak, Y., nota 41, cap. 8, nota 147, cap. 11, nota 164, cap. 11
Rusia Blanca: movimiento nacionalista en, 325-6; constitución de la Rada,
326-7; y Alemania, 326; régimen soviético en, 325-9; y Polonia, 328; y
la RSFSR, 406, 408; relaciones exteriores de, 408; como república cons-
tituyente de la URSS, 417, 419-20

Safarov, G., 85, nota 9, cap. 8, 355


Saint-Simon, H., 251, nota 10 de la nota A
Sajalin, 380.2
Sapronov, T., nota 9, cap. 8, 213, 234
Savinkov, B., 182
Secesión, derecho de, 275, nota 13, cap. 10, 282, 286-91
Semenov, G., nota 20, cap. 11, 370-2, 377, 379
Serebriakov, L., 212, 221
Shatov, «Bill», 374-5, 380
Shaumian, S., 360
Schastny, A., 180, nota 52, cap. 7
Schevchenko, T., 309
Shliapnikov, A., 84, 88, 91, 214, 224, 225. 227-8
Siberia: régimen soviético en, 368-82; y la intervención extranjera, 369-77,
378-82; y el Japón, 369-82; y las legiones checas, 369-73; gobiernos anti-
bolcheviques en, 368-73; «estado tope» en, 373-7, 378, 382; y la Repú-
bllca del Extremo Oriente, 374, 376-82; y el incidente de Nikolaevsk, 375,
378-81; y la C.Onferencia de Washington, 379-81; y la RSFSR, 382
Sindicalistas, 256
Sindicatos: y el Rabkrin, 244; relación con el partido, 247; influencia centra-
lizadora de los, 388-9
Sinkiang, 357, 378-9
Skoropadski, P., 318, nota 51, cap. 11
Smena Ve;, nota 16, cap. 12
Indice alfabético 467
Smirnov, V. M., 198, 206
Socialistas revolucionarios (SRs) (esemas): y la Revolución de Febrero, 87-8,
104, 106, 109¡ primera escisión dentro de los, 127; y la Asamblea Cons-
tituyente, 128-9; intento de tomar el poder, 182; y el asesinato político,
184-6; reincorporación a los Soviets, 189-92; división posterior en los, 191;
proceso de los, 199-200
Socialistas revolucionarios (SRs) (eseritas), derecha de los: defienden el derro-
camiento de los bolcheviques, 188-9; son excluidos de los Soviets, 179-80
Socialistas revolucionarios (SRs) (eseritas), izquierda de los: coalición con los
bolcheviques, 127-8, nota 18, cap. 9; y Brest-Litovsk, 178; retirada del
Sovnarkom, 178; y la pena de muerte, 180-1; y el asesinato de Mirbach,
182-3
Sokólnikov, G., 85, 111
Solts, A., 227
Sorel, G., notas 17 y 18 de la nota A
Soviet de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom). Véase Consejo de Comisarios
del Pueblo
Soviet de Diputados de Obreros, de Petersburgo (1905), 63-5, 86, 101-3; de
Petrogrado (1917), 87-8, 112-13, 115-16
Soviets: como órganos del poder, 121-2; organización y funciones de, 231-3,
234-5¡ y el centralismo democrático, 235; y la «subordinación doble», 236-7;
y el partido, 237-9; y la burocracia, 242, 243-4. Véase también Congreso
de los Soviets de toda Rusia; Lenin; Revolución Rusa
Spiridonova, M., 127, 135, 182-3
Springer, R., seudónimo. Véase Renner, K.
Stalin, Iosif Vissarionovich (Djugashvili): y los «Economistas», nota 23, cap. 1;
su primer encuentro con Lenin, 65; como miembro del comité central bol-
chevique, 81; llega a Petrogrado, marzo 1917, 90-1¡ y la Revolución de
Febrero, 91-4, 99, 108-11; elegido miembro del primer Politburó, 111;
y la insurrección armada, 112-13; primer choque con Trotski, 114-15; y el
tercer congreso de los Soviets, 140; y la constitución de la RSFSR, 142-3,
145-7, 149-50, 155-7, 158; miembro del Politburó y del Orgburó, 212; y el
«punto 7», nota 33, cap. 8; y los nombramientos del partido, 221; y
la «declaración de los 22», 228; nombrado Secretario General, 229-30;
Comisario del Pueblo de Inspección de Obreros y Campesinos, 243-6; y la
organización del partido, 246-7; creciente autoridad de, 247; sobre el par-
tido y el Estado, 249; y el derecho de secesión, 275-6, 282, nota 33,
cap. 10, 291-2; y la autodeterminación nacional, 279-80, 283-5, 286-7, 291-3,
441-4, 449, nota 56 de la nota B; y «autodeterminación para los obreros»,
284-5; Comisario del Pueblo para los Asuntos de las Nacionalidades, 293,
297, 301, 302-3; y Ucrania, nota 19, cap. 11¡ nota 40, cap. 11; y Fin-
landia, 306-7; y la RSS de Rusia Blanca, 329; y Estonia, 330; y los pue-
blos orientales, 338-9; y Dagestán, 346; y la región de Terek, 347; y Tur-
kestán, nota 161, cap. 11 ¡ y Georgia, 358, 367; y Trascaucasia, 360,
nota 47, cap. 13; y el «chovinismo gran-ruso», 389-93; y la igualdad na-
cional, 393-4, 396-7, 397-8; y la unificación de las repúblicas soviéticas,
400-1, 408-9; y la «autonomía del Soviet», 346, 402-5; y la formación de
la URSS, 415-18; y la constitución de la URSS, 420-2
Steinberg, l., nota 12, cap. 5, 135
Steklov, Y., 96, 142, 161
Stolipin, P., 66
Struve, P., 18, 24
468 Indice alfabético
Sujanov, N., 132-3
Sulkevich, General, 340
Sverdlov, Y., 108, 115, 134, 137, 142, nota 59, cap. 6; nota 44, cap. 7, 211, 233

Tabouis, General, 314, 318


Tajiks, 348
Tártaros, 33940, 344, nota 38, cap. 13
Terek, región de, 346-7
Tijon, V., nota 6, cap. 7
Tomski, M., 212, nota 41, cap. 8; nota 164, cap. 11, 388
Trans-Baikalia, 370, 374-6
Trascaucasia: movimientos nacionalistas en, 356-68; grupos nacionales y ani-
mosidades en, 356-9, 361, 413; y la Revolución de Octubre, 359; «comi-
sariado de Trascaucasia», 359; y Turquía, 360, 410-11; como República
Federal independiente, 360; régimen soviético en, 360; y la intervención
británica, 3634; como República Federal Soviética, 413-16
Tratados y acuerdos:
Alemania-Georgia, 28 mayo 1918, 361
Turquía-Georgia, 4 junio 1918, 362
República del Extremo Oriente-Japón, 17 julio 1920, 376-7
Turquía-Armenia, 2 dic. 1920, 366
Para tratados y acuerdos llevados a cabo por la RSFSR, véase en RSFSR.
Véase también Brest-Litovsk, Tratado de; Rapallo, Tratado de
Triapitsin, nota 211, cap. 11
Tribunal Supremo de la URSS, 425
Troianovski, A., nota 23, cap. 10
Trotski, L. D.: sobre Lenin, 39; en el segundo congreso del partido, 45;
acusa a Lenin de jacobinismo, 48; y la Revolución de 1905, 634, 73-9; y
la «revolución permanente», 734, nota 51, cap. 3; disputa con Lenin, 76-8;
llegada a Petrogrado, mayo 1917, 105; y las consecuencias de la Revolución
de Febrero, 105-9; se une a los bolcheviques, 107-8; como presidente del
Soviet de Petrogrado, 110; elegido miembro del primer Politburó, 111; y
la Revolución de Octubre, 112-17; y el gobierno de coalición, 125; y el
terror revolucionario, 174-5; y Brest-Litovsk, 182; y los sindicatos, nota 4,
cap. 8, 214-15; y la «oposición militar», 212; sobre el papel del comité
central, 328; ataca al Rabkrin, 244-5; y Ucrania, 311, nota 33, cap. 11;
y los cosacos, nota 20, cap. 11; y Trascaucasia, notas 47, 48 y 49, cap. 13
Trutovski, 145
Tsereteli, I, 106, 135, nota 175, cap. 11
Tugan-Baranovski, M., 24
Tuntal, nota 41, cap. 8
Turcomanos, 348, nota 55, cap. 13
Turkestán, 335, 348-57, nota 38, cap. 13
Turkestán chino. Véase Sinkiang
Turquía: y Georgia, 358-63; y Azerbaiyán, 361; y la RSFSR, véase en RSFSR

Uborevich, l., 378


Ucrania: nacionalismo en, 307-25, 387-9; Rada de, 310-18; como república
autónoma, 310; como República del Pueblo, 311-13; Soviets en, 311-13;
Indice alfabético 469
política aliada en, 314-15, 318-19; y Alemania, 317-18; como República Sovié-
tica, 315-15, 318-20, 321-3; se constituye el «Directorio Ucraniano», 318-20;
Polonia, 321-4; y la RSFSR, 399-410, nota 7, cap. 13, 405, 408-9; rela-
ciones exteriores de, 410-13; como república constituyente de la URSS,
416, 419-20
Unión General de Trabajadores Judíos de Rusia y Polonia. Véase Bund
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS): etapas en la formación
de, 399-418; primer uso de la palabra «unión» para, nota 5, cap. 13; esta-
blecimiento de, 416-18; título de, nota 51, cap. 13; constitución de, véase
Constitución de la URSS
Unión de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero, 46
Universidad Comunista de Trabajadores del Este, 300, nota 130, cap. 11
Unshlijt, l., nota 9, cap. 8
Uritski, M., 113, 126, nota 26, cap. 7, 185, nota 9, cap. 8
Ustrialov, N., nota 16, cap. 12
Uzbekistán, uzbccos, 348, nota 55, cap. 13

Vainshtein, 395
Validov, z., 338, 341, 345, nota 121, cap. 11
Vandervelde, E., 199-200, 367
Vesenja. Véase Consejo Supremo de Economía Nacional
Vinaver, M., nota 108, cap. 11
Vinnichenko, V., 310, 314-15, 316-19, 323
Volodarski, V., 184
Voroshilov, K., nota 62, cap. 7; nota 49, cap. 11
Votiakos, 336, nota 38, cap. 13
VTslK. Véase Comité Ejecutivo Central de toda Rusia; Comité Ejecutivo
Central de toda la Unión

Washington, Conferencia de, 379-81


Wilson, Woodrow, nota 6 de la nota B
Witte, S., 23
Wrangel, P., nota 51, cap. 11; nota 55, cap. 11, 346-8, 402

Yakovlev, 411-12
Yakutia, yakutos, 369, nota 38, cap. 13
Yanson, Y., nota 229, cap. 11
Yaroslavski, E., nota 9, cap. 8, 221
Yudenich, N., 330, nota 111, cap. 11
Yugo-Osetia, osetianos, 367-8, nota 38, cap. 13

Zalutski, P., 84, 88, 224


Zasulich, Vera, 19, 20, 45
Zeligowski, 332
Zelezniakov, V., 136
Zhilunovich, nota 66, cap. 11
Zimmerwald, movimiento de, 83, 446-7
470 Indice alfabético
Zinóviev, G.: publica el Sotsial-Demok,at, 66; miembro del comité central
bolchevique, 80; con Lenin en Suiza, 82; retorno a Rusia, 8.5; y la Revo-
lución de Febrero, 99; se opone a la insurrección armada, 112-1.5; elegido
para el primer Politburó, 111; y el gobierno de coalición, 12.5-6, 204-.5; y
la Asamblea Constituyente, 132; y la izquierda comunista, nota .5, cap. 8;
y la «declaración de los 22», 227; sobre el partido y el Estado, nota 17,
cap. 9; nota 23, cap. 9; y la «dictadura del partido», 248-9; y Ucrania,
nota 49, cap. 11

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