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Rusia Soviética
La Revolución
Bolchevique ( 1917-192 3)
1. La conquista
• • I
y orgamzac1on
del poder
E. H. Carr
Historia de la
Rusia Soviétka
La Revolución
Bolchevique (1917-1923)
1. La conquista
. .'
y organ1zac1on
del poder
Traducido por
Soledad Ortega
Alianza
Editorial
Título original:
A History o{ Soviet Russia.
Tbe Bolsbevik Revolution I 9 r 7 - r 92 J ( r)
PREFACIO 9
' La primera edición del segundo volumen, que incluye la parte IV ( «El
orden económico»), fue publicada en 1952; y la del tercer volumen, que con-
tit'nc 111 parte V («La Rusia soviética y el mundo»), en 1953. El segundo tomo
.Ir 1·~111 historia, The Interregnum, 1923-1924, fue editado en 1954; y los
ttrN vnhímcncs de que se compone el tercer tomo, Socialism in One Country,
/'J.'-/ l'J2fí, en 1958, 1959 y 1964.
Prefacio 11
gros, pero a mi juicio éstos no son mayores que los que acechan
a los historiadores del pasado más remoto, en cuyo caso el transcur-
so dd tiempo ha reducido los documentos y testimonios disponibles
a proporciones más manejables, pero a costa de un proceso de selec-
ción y desgaste que no garantiza en modo alguno la supervivencia
de los más aptos. Por lo general se cree que los historiadores que
se ocupan de la Rusia Soviética han de enfrentarse con enormes
dificultades derivadas de la escasez o falta de solvencia de las fuen-
tes utilizables. Independientemente de lo justificada que pueda ser
esa opinión en lo que se refiere al período posterior a 1928, pode-
mos afirmar que carece de toda base en lo que respecta al período
que nos proponemos estudiar; en efecto, disponemos de abundantes
materiales, caracterizados además por una infrecuente franqueza en
la exposición de los hechos y la expresión de opiniones. Dado que
las autoridades soviéticas siguen la errónea política de no facilitar
a los estudiosos no comunistas los viajes a la URSS y el trabajo en
sus bibliotecas, me he visto obligado a utilizar en lo fundamental
bibliotecas de otros países. De entre ellas, las más ricas en el tema
soviético son las estadounidenses; así, debo profunda gratitud al
J ns ti tute for Advanced Study de Princeton y a las universidades de
Columbia y Stanford, que hicieron posible que visitara Estados Uni-
dos en 1948 y viajara dilatadamente por el país. Las bibliotecas de
las universidades de Columbia, Harvard y Stanford, la Biblioteca
Pública de Nueva York y la Biblioteca del Congreso disponen de
una rica documentación acerca de la Unión Soviética; agradezco a
los bibliotecarios y personal de estas instituciones la ayuda y con-
sejo que me prestaron para la búsqueda de materiales.
Sin embargo, la mayor parte de mi trabajo fue realizado en In-
glaterra; aunque aún queda mucho por hacer para que los investi-
gadores que trabajan sobre temas soviéticos encuentren las debidas
facilidades en nuestras principales universidades, personalmente he
tenido la suerte de disponer de la generosa ayuda de amigos de muy
diversas opiniones, las cuales me han ayudado en muchas ocasiones
a clarificar mis propias ideas. Isaac Deutscher leyó todo el manus-
crito; he sacado provecho de su maduro conocimiento y utilizado
sus consejos acerca de incontables cuestiones de hecho y de inter-
pretación; A. Rothstein, profesor de la School of Slavonic and East
European Studies de la Universidad de Londres, leyó varios capítu-
los del libro y formuló valiosos comentarios y críticas; R. Schlesin-
ger, del Department for the Study of the Social and Economic lns-
titutions of the USSR, de la Universidad de Glasgow, me prestó
12 La conquista y organización del poder
E. H. Carr
20 de abril de 1950
Primera parte
EL HOMBRE Y EL
INSTRUMENTO
Capítulo 1
Antes de unificarse, y para unificarse, hay que empezar por deslindar los
campos de forma resucita y definida. De otra forma nuestra unificación sería
sólo una ficción que enmascararía la actual confusión e impediría su radical
eliminación. Debe entenderse, por lo tanto, que no nos proponemos convertir
a nuestro órgano en una simple recopilación abigarrada de diferentes opinio-
nes. Por el contrario, lo dirigiremos en el espíritu de una política estricta-
mente definida'.
cesa, a la Alemania de la década de los 40, país que aún tenía pen-
diente su revolución burguesa pero que poseía ya una industria
naciente y un proletariado en rápido crecimiento. En 1844 Marx
había puesto en duda la posibilidad de que la revolución alemana
venidera pudiera ser contenida dentro de los límites de una revolu-
ción burguesa, «que deja los pilares de la casa en pie», y declarando
a continuación que sólo el proletariado revolucionario podría llevar
a cabo la emancipación de Alemania 18 • En el propio Manifiesto co-
munista Marx predijo que, gracias a las «avanzadas condiciones» y
«desarrollado proletariado» de la Alemania de su tiempo, la revolu-
ción burguesa alemana sería «el inmediato preludio de una revo-
lución proletaria». Después de que el fracaso de 1848 pusiera de
manifiesto la impotencia de la burguesía alemana, Marx vinculó aún
más estrechamente las revoluciones burguesa y proletaria. En su
mensaje a la Liga de los Comunistas en marzo de 1850 concluyó
que el fracaso de 1848 imponía a los obreros alemanes una doble
tarea: primero, apoyar a la burguesía en su lucha democrática con-
tra el feudalismo y dar a esa lucha la forma más aguda posible; se-
gundo, mantener un partido independiente dispuesto a empren-
der la lucha socialista contra el capitalismo burgués tan pronto
como la revolución democrático-burguesa hubiera llegado a su tér-
mino. De añadidura, si bien las dos tareas podían ser diferenciadas
en el terreno teórico, iba en interés de los trabajadores el dar con-
tinuidad al proceso:
Mientras que los pequeño-burgueses democráticos quieren poner fin a la
revolución lo más dpidamente posible... nuestro interés y nuestra tarea con-
siste en hacer la revolución permanente hasta que se suprima la dominación
de las clases en mayor o menor grado poseedoras, hasta que el proletariado
conquiste el poder del estado, hasta que la unión de los proletarios no
sólo en un país sino en los principales países del mundo se desarrolle en un
grado tal que haga cesar la competencia entre los proletarios de esos países,
y hasta que al menos las fuerzas productivas principales estén concentradas en
manos del proletariado.
como los del Bund, eran enemigos tanto del lskra como de cualquier
organización de partido fuertemente centralizada. Lenin hace remon-
tar los orígenes espirituales del menchevismo al «anarquismo seño-
rial», precursor del narodnismo en todas sus formas, entre ellas el
nihilismo:
Este anarquismo señorial es algo muy peculiar del nihilista ruso. La orga•
nización del Partido le parece una «fábrica» monstruosa. La subordinaci6n de
la parte al todo y de la minoría a la mayoría se le antoja un «avasallamiento»•..
La divisi6n del trabajo bajo la dirección de una autoridad central le hace
proferir aullidos tragicómicos contra la transformaci6n de los hombres en
«ruedas y tornillos» ••.
lucionaria; toda política que contara con el apoyo campesino era una
regresión a la herejía naródnik de la revolución campesina. Reforza-
ban este razonamiento la experiencia de 1848, numerosas citas de
Marx y Engels, y la experiencia de 1905 en que, como el propio
Trotski dijo, la revolución proletaria fue derrotada por «las bayo-
netas del ejército campesino» 23 • En lo que se refiere a las perspec-
tivas de la revolución europea, los mencheviques habían afirmado en
su Conferencia de mayo de 1905:
Sólo en un caso debería la socialdemocracia dirigir sus esfuerws por propia
iniciativa hacia la conquista del poder y su conservación durante el mayor
tiempo posible: a saber, si la revolución se extendiera a los países avanzados
de Europa occidental, donde las condiciones para la realización del socialismo
han alcanzado ya una cierta madurez. Si esta circunstancia se produjera, los
estrechos límites históricos de la Revolución rusa podrían ampliarse considera-
blemente y surgiría la posibilidad de avanzar por el camino de las transfor-
maciones socialistas"'.
" L. Trotski, Perspektivi Revolutsii (Berlín, s. f., 1917, pp. 36, 40).
" !bid., p. 41.
" !bid., pp. 51, 55.
" L. Trotski, 1905 (2.• ed., 1922), p. 285. Trotski, en la segunda edición,
añadió, al margen de la última frase, una nota indicando que esto no sucedió
76 Capitulo 3
Hacia esta época Lenin fue aún más lejos. No creía que el pro-
letariado ruso pudiera ni siquiera comenzar - y mucho menos rea-
lizar- una revolución socialista en Rusia sin el apoyo del proleta-
riado europeo. En todo caso, tanto Lenin como Trotski aceptaban
sin menor reserva la necesidad de la revolución europea como con-
dición para la victoria final del socialismo en Rusia; ninguno de los
dos hubiera prestado hacia aquella época la menor atención a la
concepción de una revolución socialista victoriosa en Rusia sin el
concurso de una revolución socialista en Europa.
Sin embargo, así como en cuestiones doctrinales Trotski ocupa-
ba posiciones sólo débilmente discernibles de las de Lenin, en cam-
bio a propósito de cuestiones organizativas permaneció siempre fiel,
" L. Trotsky, Perspektivi Russkoi Revolutsii (Berlín, s. f., 1917).
" L. Trotski, Perspektivi Russkoi R.evolutsii (Berlín, s. f., 1917), termina
con la primera frase de este pasaje (véase anteriormente p. 74, nota 41); las
dos frases restantes son citas de Our Revolution (N. Y., 1918), de Trotski,
p. 137.
De 1905 a 1917 79
'" Las fuentes que hemos citado al final de la nota precedente, así como
las Memories o/ Lenin, de Krúpskaya, ii (trad. ingl., 1932), registran la elec-
ción de Stalin por votación «inmediatamente después de la conferencia». La
historia oficial de 1938 -History of the Comunist Party of the Soviet Union
(Bolsheviks), trad. ingl., 1939, p. 141-, a despecho de todos los documentos
anteriores, incluye a Stalin y Sverdlov entre los elegidos por la conferencia para
el comité central, y los relatos oficiales que siguen se ajustan a esta versión.
Carr, t. I, 6
82 Capítulo 3
reproducido dos días más tarde como suplemento del primer núme-
ro de Izvestiya, periódico del Soviet de Petrogrado 4•
Considerando todos los aspectos de la situación, el esfuerzo era
apreciable. Dado que el gobierno provisional aún no había sido de-
signado, la cuestión de determinar las relaciones a mantener con él
no se planteaba. El manifiesto invitaba a la clase obrera y al ejército
revolucionario a la creación de un «gobierno revolucionario provi-
sional» que proclamara la república, introdujera reformas democrá-
ticas tales como la jornada de ocho horas, la expropiación de los
latifundios y la convocatoria de una asamblea constituyente elegida
por sufragio universal y secreto, confiscara y distribuyera los depó-
sitos de víveres, y «entrara en negociaciones con el proletariado de
los países beligerantes para emprender la lucha revolucionaria de
los pueblos de todos los países contra sus opresores y esclavizado-
res ... y para poner término a la sangrienta carnicería humana que
ha sido impuesta a los esclavizados pueblos». El manifiesto exhor-
taba a los obreros fabriles y a los ejércitos insurreccionados a elegir
a sus representantes para ese gobierno revolucionario provisional.
El llamamiento concluía con salutaciones a «la bandera roja de la
revolución», «la república democrática», «la clase obrera revolucio-
naria» y «el pueblo revolucionario y el ejército insurgente». Lenin,
que leyó extractos del manifiesto en la prensa alemana mientras aún
permanecía en Suiza tratando de organizar su viaje de regreso a
Rusia, señaló como «especialmente importante y especialmente acer-
tada» la «idea perfectamente correcta de nuestro comité central de
que el punto indispensable para la paz es establecer relaciones con
los proletarios de todos los países beligerantes» 5 •
La Revolución de Febrero había eliminado todos los obstáculos
para la reaparición del periódico del partido, salvo el derivado de
la escasez de mano de obra. El 5 de marzo de 1917 se reanudaba la
publicación de Pravda, dirigida por un Consejo de redacción com-
puesto por Mólotov (que, como miembro del buró del comité cen-
tral, asumió la principal responsabilidad), Kalinin (más estimado tal
vez, tanto en esa época como en las posteriores, por su prestigio
como miembro exhibible del partido de origen campesino que por
su capacidad intelectual) y Eremeev (de quien apenas se sabe más
que su condición de colaborador en la Pravda de 1912) 6 • El primer
número de la nueva Pravda fue distribuido gratuitamente; del se-
• El texto se encuentra en: Lenin, Sochineniya, xx, 600-1; véase también
ibid., XX, 634.
• El texto se encuentra en: Lenin, Sochineniya, xx, 31.
• A. Shliapnikov, Semnadtrati God, ii (1924), 178.
90 Capítulo 4
Un pueblo libre sólo podría «contestar bala con bala, bomba con
bomba». Este sincero aval de la política de defensa nacional confirmó
de forma señalada la declaración de Kámenev ante el tribunal, más
de dos años antes, de que no compartía las posiciones de Lenin 13 •
Según Shliapnikov, que es el único testimonio autorizado de
que disponemos sobre esta cuestión, el cambio de frente de Pravda
produjo consternación entre los obreros fabriles bolcheviques. Se
celebró una reunión en la que estaban representados el buró, el co-
mité de Petrogrado y los exiliados procedentes de Siberia. En el
curso de la discusión, Stalin y Muranov desautorizaron las opiniones
de Kámenev, quien «se sometió a la decisión de la mayoría y pasó
a adoptar en la organización una 'posición moderada'» 14 • El resul-
tado de la discusión fue más bien un punto muerto que un compro-
miso: si bien Pravda no publicó más artículos como el de Kámenev,
que propugnaran abiertamente la defensa nacional, también se abs-
tuvo de atacar en lo fundamental al Gobierno Provisional o a su
política de guerra 15 • El nuevo Consejo de redacción, más veterano
y prudente, reprimió el arrebatado ardor mostrado en los anteriores
números, retirándose a una posición más cómoda de expectativa.
Cuando a finales de marzo de 191 7 se celebró una conferencia del
partido para decidir la línea a adoptar en la primera Conferencia de
los Soviets de toda Rusia, la propuesta presentada por Stalin de
«apoyar al Gobierno Provisional en su actividad sólo en tanto siga
por el camino de dar satisfacción a la clase obrera y al campesina-
do revolucionario» apenas difería en sustancia de la fórmula apro-
12 Reimpreso en: A. Shliapnikov, Semn11ds11ti God, ii (1924), 291.
13 Véase anteriormente p. 84; el artículo se encuentra en: Lenin, Sochine-
niy11, XX, 601-2.
,. A. Shliapnikov, Semn11ds11ti God, 11 (1924), 185.
15 La diferencia entre Kámenev y los demás editorialistas es que estos
últimos tomaron una postura neutral de no apoyar ni combatir al Gobierno
Provisional, mientras que el primero consideraba «imposible» esta actitud y
deseaba un apoyo franco (véase su discurso en Pervi Leg11lni P K Bolshevi-
kov [19271, p. 50).
De Febrero a Octubre 93
Así pues, los soviets podían ser considerados como una aproxi-
mación a la concepción leninista de una dictadura revolucionario-
democrática del proletariado y del campesinado, y como «los co-
mienzos de facto de un gobierno provisional» 40 • Sin embargo, en el
período de reacción y desánimo que siguió a 1905 el recuerdo de los
soviets se borró, y en las discusiones dentro del partido apenas se
hizo mención de ellos. Cuando Lenin pronunció, en enero de 1917,
una larga conferencia sobre la Revolución de 1905 ante un auditorio
suizo, despachó el tema de los soviets con tres o cuatro frases, si
bien siguió reconociendo que en algunos lugares habían «realmente
funcionando como un nuevo poder del estado» 41 •
Resulta comprensible, por consiguiente, que la resurrección del
Soviet de Petrogrado, de mayoría menchevique, en febrero de 1917,
no suscitara al principio gran entusiasmo en el grupo bolchevique
de la capital. Así, la primera proclama bolchevique, de 26 de febre-
ro, no contenía alusión alguna al Soviet. Sin embargo, encontramos
en este punto un curioso paralelo entre Marx y Lenin. Durante los
veinte años siguientes a su enunciación, la concepción de Marx de
• Sedmaya ('Aprelskaya') Vserossiiskaya i Petrofl,radskava Ohshegorodskaya
Konferentsii RSDRP(B) (1934), p. 93. La Conferencia eligió también un nuevo
comité central de nueve miembros: Lenin (104 votos), Zinoviev (101), Stalin
(97), Kámenev (95), Miliutin, Noguin, Sverdlov, Smilga, Federov (ibid., p. 190).
39 Lenin, Sochineniya, ix, 116.
'"' !bid., X, 18.
" !bid., xix, 353.
102 Capítulo 4
" Es divertido constatar que Lenin había escrito alguna vez, de un modo
condescendiente, sobre la Comuna de París tratándola de corporación que «no
era capaz de distinguir entre los elementos de una revolución democrática y
una socialista» y que «confundía los afanes de la lucha en pro de una repú-
blica con los esfuerzos por el logro del socialismo» (Sochineniya, viii, 81 ).
.. VKP(B) v Rezolutsiya; (1941), i, 45.
.. Lenin, Sochineniya, viii, 195, 242.
104 Capítulo 4
nin había previsto en las Tesis de Abril como requisitos para el paso
a la segunda etapa de la Revolución estaban madurando rápidamente.
La primera reacción de Lenin fue poner de nuevo en circulación
la consigna «todo el poder a los soviets». Así lo hizo en un artícu-
lo escrito en la primera quincena de septiembre publicado el 14 de
ese mes en Rabochi Put 63 • Cada vez más impaciente en su retiro
forzoso, los días 12, 13 y 14 de septiembre escribió, una tras otra,
dos cartas secretas al comité central del partido en las que manifes-
taba su convicción de que los tiempos estaban maduros para que los
bolcheviques conquistaran el poder mediante la fuerza de las ar-
mas 64 • Trotski, puesto en libertad a mediados de septiembre, fue
elegido presidente del Soviet de Petrogrado, que se convirtió en el
principal bastión de los bolcheviques. A lo largo del mes de octubre
la batalla en torno a las Tesis de Abril volvió a estallar, ahora en un
nuevo contexto. Dentro del comité central el primer conflicto sur-
gió a propósito de la participación en la «conferencia democrática»:
Kámenev y Rikov se pronunciaron a favor de la participación, y
Trotski y Stalin en contra. La decisión del comité central fue favo-
rable a los primeros, siendo severamente criticada por Lenin, que
aplaudió la posición adoptada por Trotski 65 • A finales de septiembre
Lenin, cada vez más nervioso y decidido, se trasladó de Helsingfors
a Víborg para hallarse más cerca del lugar en el que tl"anscurría la
acción. El breve artículo «La crisis ha madurado», publicado en
Rabochi Put, repetía anteriores argumentos e incorporaba uno nue-
vo: los desórdenes cada vez más frecuentes y mayores en los países
beligerantes y el comienzo de los motines en el ejército y la flota
alemanes demuestra claramente que «nos encontramos en el umbral
de la revolución proletaria mundial» 66 • Ahora bien, la parte más
significativa del artículo era su postcriptum, escrito no para su pu-
" /bid., xxi, 142-8.
" Estas cartas fueron publicadas primeramente en 1921 con el título de
The Bolsheviks Must Take Power (Los bolcheviques tienen que tomar el poder)
y de Marxism and Insurrection (Marxismo e Insurrección), y aparecieron en
la edición de obras completas de Lenin, Sochineniya, xxi, 193-9. Las sesiones
del comité central donde se recibieron las cartas el 15 de septiembre de 1917,
están sucintamente registrados en Protokoly Tsentralnogo Komiteta RSDRP
(1929), pp. 64-5. Kámenev presentó una noción rechazando la propuesta de
Lenin; el comité se senda decididamente incómodo, y, aunque rechazó la mo-
ción de Kámenev, aplazó la cuestión de fondo.
" Protokoly Tsentralnogo Komiteta RSDRP (1929), pp. 70-71; Lenin, So-
chineniya, xxi, 219. Los bolcheviques se retiraron después del «pre-parlamento»,
en la primera reunión y Trotski hizo una declaración de desafío (Trotski, So-
chíneniya, 111, i, 321-3).
... Lenin, Sochíneniya, xxi, 235-6.
De Febrero a Octubre 111
blicación sino para los miembros del comité central; en este texto
les acusa de haber ignorado sus anteriores comunicaciones y presen-
ta su dimisión como miembro del comité central a fin de recuperar
su libertad para realizar una labor de agitación en las organizaciones
de base del partido: «porque estoy profundamente convencido de
que si 'esperamos' al Congreso de los Soviets y dejamos ahora pasar
ei momento, hundiremos la Revolución» 67 •
La amenaza de Lenin redujo una vez más al comité central a un
incómodo silencio: no hay testimonios de la menor respuesta. Se
precisaba ahora de un toque personal para superar la inercia o el
escepticismo anteriores. El 9 de octubre Lenin llegó disfrazado a
Petrogrado; al día siguiente, se presentó en una reunión, destinada
a convertirse en histórica, del comité central. Por diez votos (Lenin,
Trotski, Stalin, Sverdlov, Uritski, Dzerzhinski, Kollontái, Búbnov,
Sokólnikov, Lomov) contra dos (Kámenev y Zinóviev, unidos por
vez primera en una alianza nada gloriosa), el comité decidió prepa-
rar la insurrección armada y designar un «buró político» para llevar
a cabo tal decisión. Este «politburó» (primer germen de lo que se
convertida más adelante en institución permanente) se componfo
de siete personas: Lenin, Zinóviev, Kámenev, Trotski, Stalin, So-
kólnikov y Búbnov 68 • Es significativo del sentimiento de solida-
ridad entre los dirigentes del partido en esa época y de las exigen-
cias de la disciplina del partido el que los dos miembros del comité
que habían votado contra la decisión de preparar la insurrección
armada fueran, sin embargo, designados para formar parte del órgano
ejecutivo con toda naturalidad. Seis días después el Soviet de Petro-
grado creaba un «comité militar revolucionario» bajo la presidencia
de Trotski como presidente del Soviet y la vicepresidencia de Pod-
voiski. Sería este organismo, más que el politburó del partido, el
que realizara los preparativos militares para la Revolución 69 •
Sin embargo, la batalla no había sido todavía definitivamente
75 Lenin, Socbineniya, xxi, 350-6. Estas cartas fueron publicadas por pri•
mera vez en 1927.
,. Trotski, Socbineniya, iii, ii, 31-3. Trotski explicó al comité central el
motivo de esta declaración (Protokoly Tsentralnogo Komiteta RSDRP [1929),
p. 123); Lenin aprobó después su actitud (Sochineniya, xxi, 353).
71 La carta de Zinóviev se encuentra en Protokoly Tsentralnogo Komiteta
RSDRP (1929), p. 137; el artículo de Lenin en Socbineniya, xxi, 334-49.
" Protokoly Tsentralnogo Komiteta RSDRP (1929), p. 137. La nota no
aparece en las obras completas de Stalin pero su paternidad está fuera de duda.
De Febrero a Octubre 115
ª Ibid., xxii, 3.
"' Stalin, Sochineniya, vi, 347.
De Febrero a Octubre 117
que tenía su origen en una excesiva devoción hacia los aspectos for-
males del esquema de la revolución de Marx. Tal es la concepción
de Trotski. Dado que estas divergentes opiniones se basan en dife-
rentes textos de Marx, en diferentes interpretaciones de lo que Marx
quiso decir y en diferentes apreciaciones de la forma de aplicar a las
condiciones rusas el marxismo, la discusión es inagotable y no puede
llevar a conclusión alguna. La cuestión ardorosamente debatida en
años posteriores por bolcheviques y mencheviques acerca de si el
camino emprendido por Lenin podía llevar, y llevaba, hacia los ob-
jetivos socialistas también descansa en una cuestión de interpreta-
ción: qué es lo que se entendía por socialismo.
Sin embargo, tras estas discusiones desarrolladas con una termi-
nología marxista convencional, descansa el problema real con el que
los artífices de la Revolución de Octubre tenían que enfrentarse. Po-
día ser muy bien verdad -así parecía demostrarlo la rápida desin-
tegración de la Revolución de Febrero- que ni la democracia bur-
guesa ni el capitalismo burgués de corte occidental estaban en
condiciones de enraizar en suelo ruso, cosa que los mencheviques
deseaban y esperaban; en tal caso, la política leninista era la única
concebible de acuerdo con los datos empíricos de la vida política
rusa. Rechazarla como prematura era repetir, como en una ocasión
dijo Lenin, «el argumento de los propietarios de siervos acerca de la
falta de preparación de los campesinos para la libertad 85 • Pero lo
que tal política comprometía a realizar a sus patrocinadores era nada
menos que la transición directa de las formas de organización polí-
tica y económica más atrasadas a las más avanzadas. Políticamente,
el programa implicaba el intento de tender un puente para salvar
el abismo que separaba a la autocracia de la democracia socialista
sin la larga experiencia y educación en la ciudadanía que la demo-
cracia burguesa, pese a todos sus fallos, proporcionaba en Occidente.
Económicamente, significaba la creación de una economía socialista
en un país que nunca había tenido los recursos de equipo de capital
y de obreros especializados característicos de un orden capitalista
desarrollado. La victoriosa Revolución de Octubre aún tenía que su-
perar estos graves obstáculos. Su historia es el relato de sus éxitos
y fracasos en tal empresa.
" Lenin, Sochineniya, xxii, 38-9, 57, 551-2; Protokoli Tsenlralnogo Komi-
teta RSDRP (1929), pp. 170-7.
" Según Trotski (0 Lenine, s. f., 1924, pp. 91-2), Lenin deseaba pospo-
nerlas pero fue arrollado por Sverdlov y otros; Lenin mismo, al escribir en 1920,
defendió la participación bolchevique en las elecciones con el pretexto de que
había ayudado a «demostrar a las masas atrasadas por qué merecían ser di-
sueltos esos parlamentos» (Sochineniya, xxv, 202).
11 Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 1 (2.ª ed.), art. 8.
" V serossiiskoe Uchreditelnoe Sobranie, ed. l. S. Makhevski ( 1930), i,
pp. 152-153.
Las dos revoluciones 127
ser que Lenin no tom6 parte en esta discusión (Protokoli Tsentralnogo Komi-
te/11 RSDRP [1929), pp. 180-4.
28 Lenin, Sochfoeniya, xxii, 109-10.
Las dos revoluciones 131
" Estas «jerarquías» (la palabra rusa soslovie no puede traducirse adecua-
damente por «casta», «clase» o «gremio», pues participa del carácter de las tres)
eran: 1) «nobleza» o «clase acomodada»; 2) clero; .3) comerciantes; 4) pequeña
burguesía (tenderos, empleados, artesanos); 5) elemento campesino, que incluía
a todos los que trabajaban como obreros no especializados en poblaciones y
fábricas. El proletariado urbano como tal carecía de existencia legal.
.. Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm . .3, art . .31.
160 Capítulo 6
rante los dos años siguientes puso casi en peligro diario la supervi-
vencia de la República, destruyeron los supuestos optimistas sobre
los que se había fraguado la Constitución y dejaron en la sombra la
mayor parte de las controversias que habían tenido ocupada a la
comisión del proyecto. Las necesidades del ejército en el campo de
batalla y de la seguridad en la retaguardia crearon una atmósfera
hostil a minucias constitucionales. La experiencia de la legislación
soviética de los primeros tiempos reveló el enorme abismo existente
entre los principios idealistas y las duras realidades de la práctica.
Y esto era también verdad con respecto a la Constitución de la
RSFSR; las circunstancias de su nacimiento entraron con mucho en
la explicación del desacuerdo.
El proyecto de Constitución fue examinado el 3 de julio de 1918
por el comité central del partido, que hizo unas pocas enmiendas
sin importancia y, a propuesta de Lenin, incorporó la Declaración
de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado como preám-
bulo de la Constitución 64 • Una vez llevado a cabo esto, el proyecto
fue presentado al quinto Congreso de Soviets de toda Rusia. El
Congreso fue interrumpido durante tres días por la grave crisis que
provocó el asesinato del embajador alemán Mirbach. Más tarde, ~l
10 de julio de 1918, el Congreso escuchó la exposición de la nueva
Constitución de labios de Steklov y la aprobó por unanimidad 65 • La
Constitución entró en vigor a su publicación en Iwestiya el 19 de
julio de 1918, como la «Constitución (Ley fundamental) de la Repú-
blica Soviética Federal Socialista Rusa».
reservó sus anatemas más feroces para los especuladores y los boico-
teadores del frente económico. Es verdad que no publicó un artícu-
lo, escrito en enero de 1918 y encontrado después entre sus papeles,
en el que defendía, entre otras medidas, «el meter en la cárcel a
diez ricos, una docena de estafadores y media docena de obreros
que se encontrasen fuera de su camino al trabajo» y «fusilar sobre
el terreno a uno de cada diez culpables de vagancia» 32 • Pero poco
después, en la lucha contra el acaparamiento de alimentos, declaró:
«hasta que impongamos el terror -fusilando sobre el terreno-- a
los especuladores, no lograremos nada» 33 , y tres meses más tarde
aún pedía «la detención y fusilamiento de los que aceptasen el so-
borno, de los estafadores, etc.», y argumentaba que no habría ham-
bre en Rusia si las existencias almacenadas estuviesen controladas
y cualquier infracción o transgresión cometida contra las leyes estable-
cidas fuese seguida del más duro castigo» 34 ,
El desarrollo de la Cheka fue un proceso gradual y en gran par-
te impremeditado; creció a lo largo de una serie de emergencias.
Cuando los alemanes revocaron en Brest-Litovsk el armisticio y rea-
nudaron su avance, la famosa proclama del 22 de febrero de 1918
declarando a «la patria socialista en peligro» fue seguida por una
orden dirigida por la Cheka a todos los soviets locales para que
buscasen por todas partes, detuviesen y fusilasen inmediatamente a
todos los agentes del enemigo, agitadores y especuladores contrarre-
volucionarios 35 • En ese momento el total del personal de todas las
oficinas de la Cheka no pasaba de 120 miembros 36 ; y el grado de
organización de las comisiones locales era, como todo en esos pri-
meros días, más bien cuestión de azar. El traslado de la sede del
Gobierno de Petrogrado a Moscú fue lo que concedió primeramen-
te a la Cheka los atributos de un departamento de estado conside-
rable e independiente. Dzerzhinski, que en su calidad de oficial jefe
de seguridad tenía a su cargo la mudanza, sentó sus reales en Mos-
" Entre los telegramas de protesta dirigidos al VTsIK hubo uno del
frente de Tsaritsin firmado por Stalin y Voroshilov: «El consejo militar del
sector de guerra del norte del Cáucaso, enterado del criminal atentado perpe-
trado por los elementos a sueldo de la burguesía contra la vida del más grande
revolucionario del mundo, del leal y experimentado jefe y maestro del pro-
letariado camarada Lenin, replica a este vil y alevoso atentado con la orga-
nización del terror de las masas, decidido y sistemático, contra la burguesía
y sus agentes» (Stalin, Sochineniya, iv, 128).
63 R. H. Bruce Lockhart, Memoirs of a British Agent (1923), pp. 314-
16, contiene lo que es virtualmente una admisión de complicidad; si Britain's
Master Spy: Sidney Feilly's Narrative Written By Himself (1933) es auténtico,
la complicidad llegó muy lejos.
" Piati Sozi11 VTsIK (1919), p. 11.
186 Capítulo 7
embargo, sentían aún fuertes reparos en usar de este poder sin res-
tricciones, pues no había llegado todavía el momento de la extin-
ción final de los partidos excluidos. El terror era en estos momentos
un instrumento caprichoso y era corriente encontrar partidos contra
los que se habían pronunciado los anatemas más feroces y se habían
tomado las medidas más drásticas que, sin embargo, sobrevivían y
gozaban de una cierta medida de tolerancia. Uno de los primeros
decretos del nuevo régimen había autorizado al Sovnarkom para
suspender todos los periódicos que mostrasen abierta resistencia o
desobediencia al Gobierno de los Obreros y Campesinos 70 , pero a
pesar de este decreto y de haber sido ·puesto fuera de la ley el par-
tido kadete a fines de 1917, el periódico de este partido, Svoboda
Rossii, se publicaba aún en Moscú durante el verano de 1918 71 • El
Novi Luch, periódico menchevique de Petrogrado, fue suprimido
en febrero de 1918 por su campaña de oposición al tratado de Brest-
Litovsk, pero, siguiendo la técnica usada en el pasado por la prensa
bolchevique, reapareció en Moscú en abril bajo el nombre de V pered
y durante algún tiempo continuó su carrera sin interferencias. Mu-
cho tiempo después de que la Cheka actuase contra los anarquistas
en abril de 1918, se publicaban en Moscú periódicos de esta tenden-
cia. Majno, el anarquista ucraniano, vino a Moscú en el verano de
1918, se entrevistó con Lenin y Sverdlov y visitó libremente a los
anarquistas moscovitas, entre los que halló una atmósfera de «revo-
lución en el papel» 72• La práctica tenía en todos sitios menos consis-
tencia que la teoría. Además, antes de fin11lizar el año 1918, concu-
rrieron otros factores conducentes a mitigar en cierta medida los
excesos del terror. La sed de venganza se había aplacado y los temores
de contrarrevolución en el interior eran menos agudos; el hundimien-
to alemán había aliviado, en cierta medida y momentáneamente, las
presiones externas. Por otra parte, el que la Cheka se hubiese in-
crustado en casi todas las ramas de la administración excitaba el
.,. Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 1 (2.ª ed.), art. 17.
71 Este periódico fue el que puso en circulación un supuesto decreto de
un «club anarquista» de Saratov, que declaraba a todas las mujeres «propiedad
del estado» «citado en J. Bunyan, Intervention, Civil War, and Communism in
Russia [Baltimore, 19.36], p. 556); este informe, más o menos falseado,
recorrió toda la prensa extranjera.
" N. Majno, Pod Udarami Kontrrevolutsii (París, 19.36), pp. 92-107,
119, 1.35; referente a Majno, véase más adelante pp . .320-2.3. Desde la época de
El Estado y la Revolución en adelante, Lenin mostró siempre una cierta ternura
hacia los anarquistas. En agosto de 1919 escribió: «muchísimos anarquistas
están convirtiéndose ahora en los defensores más sinceros del poder soviético»,
y atribuyó su hostilidad anterior a que la Segunda Internacional hubiera trai-
cionado los principios marxistas (Sochineniya, xxiv, 4.37-8).
188 Capítulo 7
das a hacerse cada vez más amargas porque no había otro canal por
el que expresar las opiniones disidentes y porque tales opiniones
podían ahora plausiblemente ser atribuidas a los antiguos menche-
viques o escritas que habían entrado en el partido por motivos in-
sinceros o interesados 3• Se convirtió en lo fácil y natural tomar la
disidencia por deslealtad. En el estado unipartidista los conceptos
de unidad de partido y de disciplina de partido desarrollaron en
adelante implicaciones insospechadas.
Pero estos cambios se produjeron por etapas. A pesar de la in-
sistencia constante de Lenin sobre la conformidad de doctrina y la
disciplina de partido que había de reforzarla, el estatuto original
del partido, aprobado por el segundo Congreso de 1903 y confir-
mado en una forma ligeramente revisada por el tercer Congreso de
1905, dejó implícita la obligación de los miembros de someterse a
las decisiones del partido. En la revisión aprobada por el sexto Con-
greso de agosto de 1917, esta decisión se expresó por primera vez
de una manera explícita. Lo que quizá es sorprendente es que la
victoria de la Revolución pareció relajar al principio los lazos de
la disciplina del partido y conducir a una explosión de disensiones
_v controversias desencadenadas, sin precedente en los anales del par-
tido bolchevique, y raras quizá en los de cualquier otro. Estas con-
troversias en el seno del partido, con toda su gravedad, procedían
de acuerdo con la regla reconocida de que los miembros del mismo
conservaban su libertad de acción hasta que (aunque solamente has-
ta ese momento) la decisión del partido había sido tomada. El delito
por el que Kámenev y Zinóviev habían sido amenazados de expul-
sión en vísperas de la Revolución no fue el de haber expresado opi-
niones disconformes en los debates del Comité Central que prece-
dieron a la decisión, sino el haberla combatido públicamente, cuan-
do --de acuerdo con el voto de una mayoría- esta decisión había
resultado contraria a ellos 4 • A ningún partido enfrentado con un
desafío de este tipo se le podría denegar razonablemente el derecho
a aplicar sanciones. Pocos días después de la victoria de la Revolu-
' La resolución del décimo Congreso del partido atribuía el desarrollo del
fraccionalismo a «la entrada en las filas del partido de elt"ml'nto~ qne no hn-
bían asimilado plenamente el punto de vista comunista» (VKP(B) v Rezolut-
siyaj [1941], i, 375). La redacción original de Lenin de esta resolución men-
cionaba específicamente a los «antiguos mencheviques» (Sochineniya, xxvi, 262).
' Del mismo modo, el fallo de Trotski en la disputa ~obre el ~inclir1to
de 1920-1, estriba en el hecho, no de que presentase propuestas insostenibles,
sino de que, cuando éstas fueron rechazadas por mayoría en el Comité Central,
se negó a participar en la comisión nombrada para preparar una solución
(ibid., xxvi, 88).
El ascendiente del partido 205
ción, Lenin hizo frente a una rebelión más -dirigida nuevamente por
Kámenev y Zinóviev- contra la política (que poco después se relajó
en favor de los eseritas de izquierda) de excluir a los demás par-
tidos del Gobierno soviético; y esta crisis no terminó más que con
_un ultimátum y varias dimisiones 5• Ese invierno se caracterizó por
la libre discusión y los duros choques en el Comité Central del par-
tido que culminó en los famosos debates de febrero y marzo de 1918
sobre las negociaciones de Brest-Litovsk con Alemania y la firma del
tratado. En estos debates, el punto culminante fue alcanzado cuando
Dzerzhinsky expresó su pesar de que el partido no fuese suficiente-
mente fuerte para arriesgarse a la dimisión de Lenin, y Lomov, pre-
parado a afrontar incluso esta contingencia, dijo abiertamente: «te-
nemos que tomar el poder sin Vladimir Ilich» 6 •
Sin embargo, aunque el efecto inicial de la Revolución había sido
alentar una libertad y publicidad de discusión que rara vez practica
un partido en cuestiones vitales de política pública, pronto empe-
zaron otras fuerzas a operar en sentido opuesto. El entusiasmo sin
críticas a que dio lugar el triunfo de la Revolución se disipó, pues en
la primavera de 1918 las dificultades económicas eran ya muy agu-
das y comenzó a crearse una oposición, que partía de grupos izquier-
distas dentro del partido, que acusaban a la dirección del mismo de
tendencias oportunistas y de abandonar los principios bolcheviques.
En estas condiciones las controversias sobre el asunto de Brest-Li-
tovsk dieron lugar al nacimiento de un grupo de «comunistas de
izquierda» que publicó en Petrogrado, durante una quincena, un dia-
rio de la oposición titulado Kommunist que atrajo las fulminaciones
de Lenin en el séptimo Congreso del partido convocado para ratifi-
car el tratado de Brest-Litovsk en marzo de 1918:
La seria crisis por la que está pasando nuestro partido, en relación con la
formación en su seno de una oposición izquierdista, es una de las mayores
crisis por las que ha pasado la Revolución rusa'.
' Véase anteriormente pp. 125-26. El ultimátum dirigi<lo a Kámenev, Zinó-
viev, Riazanov y Larin el 6-19 de noviembre de 1917 por el Comité Central, exi-
gía que «inmediatamente y por escrito se comprometiesen a someterse a las deci-
siones del Comité Central y a llevar a cabo la política de éste en todos sus
actos públicos, o si no que se abstuviesen de toda la actividad pública del par-
tido y abandonasen todos sus puestos de responsabilidad en el movimiento
obrero hasta el próximo congreso del partido» (Protocoli Tsentralnogo Ko-
miteta RSDRP [1929], p. 170). Zinóviev contestó con una carta de sumisión
pero los otros tres permanecieron inflexibles y fueron excluidos del Comité Cen-
tral (ibid., pp. 175-7). Rikov, Miliutin y Noguin dimitieron también del
Comité Central y de sus puestos en el Sovnarkom.
• lbid., pp. 249-50.
' Lenin Sochineniya, xxii, 321.
206 Capítulo 8
el que la autoridad fluía hacia arriba desde las células del partido,
en la poblaci6n, fábrica o aldea, a través de los comités intermedios
locales o regionales, hasta alcanzar la cúspide en el comité central,
que era el 6rgano del congreso soberano; la disciplina transcurría
en sentido descendente por los mismos canales y cada 6rgano del
partido estaba subordinado al organismo inmediatamente superior
v en último lugar al comité central. Con el triunfo de la Revoluci6n
la transformaci6n del partido en una organización legal y el enorme
aumento de sus miembros, este concepto pudo realizarse a la larga
plenamente siguiendo un trazado semejante al de la organizaci6n
de los soviets. El 6rgano supremo, el congreso del partido, se re-
unía en principio -y de hecho durante los primeros años subsi-
guientes a la Revoluci6n- anualmente. El comité central, que era
el máximo 6rgano ejecutivo, se reunía, según el Estatuto de 1917,
«no menos de cada dos meses». Cuando la Revolución permiti6 al
partido extender sus redes sobre toda Rusia se dio lugar a la crea-
ción de una vasta jerarquía de organizaciones centrales y locales.
Además del congreso «de toda Rusia» y su comité central, cada
república constituida o región ( oblast) tenía su conferencia y su
comité regionales; después seguían las conferencias y los comités
provinciales; tras ellos venían las conferencias y comités del conda-
do ( uezd) y las conferencias y comités de distrito ( volost); y, por
último, estaban las células del partido, cada una con su bur6 en fá-
bricas, comunidades aldeanas, en el Ejército Rojo, instituciones del
Soviet -realmente en todas partes en donde dos o tres miembros
el partido pudieran agruparse. A pesar de estar colocadas en el gra-
do inferior de la jerarquía, las células no eran en modo alguno el
elemento menos importante en el mecanismo del partido. Es aún
más difícil obtener una auténtica descripción de ellas que de los
soviets locales que formaban el grado inferior en el sistema sovié-
tico, pero en muchos aspectos habían heredado la dura tradici6n de
los pequeños grupos clandestinos a través de los cuales el partido
Estatuto del partido por el quinto Congreso del mismo de 1907 (ibid., i, 108),
pero la primera definición precisa fue la incluida en el Estatuto del partido
de 1934 (ibid., ii, 591), en los siguientes términos:
a) La aplicación del principio electivo a todos los organismos rectores
del partido desde el más alto al más bajo;
b) el rendir cuentas periódicamente los organismos del partido a sus
respectivas organizaciones dentro del mismo;
e) estricta disciplina de partido y subordinación de la minoría a la
mayoría;
d) el absoluto carácter de obligatoriedad de la decisión de los organismos
superiores para los inferiores y para todos los miembros del partido.
El ascendiente del partido 209
había ejercido su influencia en la Rusia zarista, y la estructura de la
totalidad descansaba, por lo menos en las primeras etapas de la Re-
volución, en su lealtad y en su eficacia 15•
Dada la composición del partido y el estado de turbulencia en
que se hundió a los pocos meses del triunfo revolucionario, su evo-
lución fue inevitable. En la lucha latente en el término «centralis-
mo democrático» -la lucha entre la emanación de la autoridad de
la periferia al centro y la imposición de la disciplina por el centro
sobre la periferia, entre democracia y eficacia- el segundo de los
factores estaba constreñido a emerger como factor predominante.
Mientras Lenin sostuvo firmemente en sus manos las riendas del
poder, las dos fuerzas pudieron conciliarse y marchar enganchadas
al doble arnés, pero él mismo se mostraba siempre impaciente con
los que intentaban dibujar el contraste entre autoridad «desde arri-
ba» y «desde abajo» 16• Por otra parte, la creciente ascendencia de
la personalidad prominente de Lenin y su seguridad en sí mismo,
durante los años críticos por los que tuvo que pasar el nuevo régi-
men, justificaron la tradición de un mando fuerte y ayudaron a ha-
cer de ello una necesidad. Pero había otras fuerzas que también ac-
tuaban. La más fuerte de todas era el peso opresivo de toda la
tradición administrativa rusa y de su estructura social. No hay duda
de que Lenin deseaba al principio, e hizo lo posible por ello en la
práctica, iniciar a la gente anónima del partido y subsecuentemente
del proletariado, en la participación activa en los asuntos del partido
y de la nación. Cuando hablaba, como lo hizo en muchas ocasiones
" Una · resoluci6n importante del décimo C.Ongreso enumeraba las fun-
ciones de las células (ibid., i, 370-1).
•• En 1920, después de describir el modo como funcionaba el partido
a través del instrumento del Soviet, continu6: «Tal es el mecanismo general
del poder estatal proletario visto «desde arriba», desde el punto de vista de
la realizaci6n práctica de la dictadura. Es de esperar que el lector comprenda
por qué el bolchevique ruso, que conoce el mecanismo y ha observado c6mo
se ha desarrollado a lo largo de un periodo de veinticinco años, partiendo
de pequeños grupos, ilegales y clandestinos, no pueda evitar el considerar
todo lo que se habla sobre «desde arriba» o «desde abajo», dictadura de líde-
res o dictadura de masas, como cosas infantiles y sin sentido, comparables a la
discusión de sí le es más útil a un hombre su pierna izquierda o su brazo
derecho» (Sochineniya, xxv, 193). Unos pocos meses después el C.Omité Central
publicó una carta circular sobre la cuestión «candente» de las filas «superio-
res» e «inferiores» en el partido, en la que se atribuía, en parte, lo agudo
de la cuesti6n al reciente e importante influjo de miembros jóvenes e inex-
pertos, y en parte también a «los métodos incorrectos y muchas veces com-
pletamente intolerables adoptados en su funcionamiento por algunos obreros
responsables del partido» (lzvestiya Tsentralnogo Komitela Rossiiskoi Kommu-
nisticheskoi Partii [Bolshevikov], núm. 21, 4 de septiembre de 1920, pp. 1-3).
Carr. t. I, 14
210 Capítulo 8
en sus últimos años, del atraso y la falta de cultura del pueblo ruso
estaba pensando, en parte, en el fracaso de sus sueños. Pero era
verosímil que fuese necesaria más de una generación para marcar
una huella seria en una tradición tan profundamente arraigada de
dirección administrativa desde arriba, y el partido comunista ruso
no se diferenciaba tanto, en este aspecto, de los partidos políticos de
los demás países como se ha supuesto algunas veces; países donde
las cuestiones polémicas se debatían y la línea del partido se deter-
minaba entre un estrecho círculo de dirigentes, más que por una
efectiva consulta a la masa.
No es, pues, sorprendente que la misma tendencia irresistible
hacia la concentración de la autoridad que afectó a los organismos
del Soviet atacase también a los del partido, aunque algo más tar-
de. El Congreso del partido formalmente soberano, aunque se reunió
todos los años desde 1917 hasta 1924, se hizo demasiado engorroso
y sus reuniones sobremanera escasas para el ejercicio de un poder
eficaz. Y a su declinar siguió, aunque con un cierto intervalo, el de
su contrapartida estatal, el Congreso de Soviets de toda Rusia. El
séptimo Congreso del partido de marzo de 1918 que votó la ra-
tificación del tratado de Brest-Litovsk, fue el último que tomó la
decisión de una cuestión vital de política por un voto de la mayoría.
Los pocos congresos siguientes continuaron debatiendo cuestiones
cruciales y fueron testigos en ocasiones de vehementes intercambios
de opinión; esto fue especialmente verdad en lo que se refiere al
duodécimo Congreso de 1923 -el primero desde la Revolución de
Octubre en que Lenin no estaba presente. Pero aunque las discusio-
nes tuvieron lugar en la sede lel congreso, las decisiones reales se
tomaban en otro si tío. Ya en octubre de 1917 fue el Comí té Cen-
tral el que tomó la decisión vital de hacerse con el poder y fue
quien heredó la autoridad del congreso. Pero tanto el comité cen-
tral como su contrapartida en el sistema soviético, el VTsIK, no
pudo, a su vez, conservar el poder, que fue pronto minado por or-
ganismos más pequeños y más eficaces. Cuando Zinóviev declaró
entusiásticamente en 1923: «el comité central de nuestro partido,
en virtud de la tradición, de su historia y de sus veintidós años de
existencia constituye un grupo que embebe en sí mismo toda la auto-
ridad del partido» 17 , estaba describiendo una situación que iba a
pasar a la historia.
La cuestión de la centralización dentro del partido se trató abier-
Con objeto de lograr una estricta disciplina dentro del partido y en toda
actividad soviética y alcanzar el grado mayor de unidad posible con la supre-
sión de todo fraccionalismo, el Congreso concede al comité central plenos
poderes en el caso o los casos de cualquier brecha producida en la disciplina
por resurgimiento o tolerancia del fraccionalismo, para que aplique todas las
medidas de sanción del partido, incluyendo la expulsión o, en lo que toca
a los miembros del comité central, su transferencia al estado legal de candi-
datos o incluso, como medida extrema, la exclusión del partido. La aplicación
a miembros y candidatos del comité central y a miembros de la comisión de
control de estas extremas medidas está sujeta a la convocatoria de un pleno
del comité central al que serán invitados todos los candidatos de dicho comité
y los miembros de la comisión de control. Si esta reunión general de los diri-
gentes responsables del partido reconoce por una mayoría de dos tercios la
necesidad de pasar a un miembro del comité central al status de candidato
o excluirle del partido, la medida será ejecutada inmediatamente 31 •
del partido. Los obreros habían de usar por turno del escaño y del
arado; había que alentar la discusión de las cuestiones del partido,
tanto particulares como generales, por parte de las organizaciones
locales y había que hacer todo lo necesario para lograr un control
constante de la opinión pública sobre el partido, sobre la actuación
de sus organismos rectores y una interacción también constante, en
la práctica, entre estos últimos y la totalidad del partido en su in-
tegridad; al mismo tiempo que era necesario apoyarse en una estricta
rendición de cuentas de los comités del partido correspondientes, no
solamente a las organizaciones superiores, sino también a las infe-
riores 36 ••
Sin embargo, estas aspiraciones se reflejaron muy débilmente
en los cambios realizados en la organización y en la composición de
los miembros de los organismos centrales del partido. El Congreso
confirmó la resolución de la Conferencia de septiembre sobre el
establecimiento de un sistema de comisiones de control y trató de
definir su alcance y sus funciones 37 , aunque quedó bien claro que
la multiplicación de los organismos centrales del partido no era muy
del gusto de los miembros de segunda fila 38 • Los organismos cen-
trales existentes sufrieron cambios leves, pero de carácter significa-
tivo; las reuniones quincenales del comité central prescritas por
el octavo Congreso de 1919 39, habían caído en desuso y el décimo
Congreso exigió que se reunieran únicamente cada dos meses. Esto
facilitó el aumentar los miembros a veinticinco. No se determinó
el número de candidatos autorizados a asistir sin derecho a voto a
las reuniones del comité, y en esta ocasión se eligieron quince 40 •
" VKP(B) v Rezolutsiya; (1944), i, 357-8, 360-1.
37 lbid., i, 368-9. Los delitos contra los que se dirigía la actuación de
las comisiones de control, son definidos en la resolución como «burocratismo,
arribismo, abuso por parte de los miembros de su estatuto de tales en el par-
tido o en el Soviet, violación de las relaciones de camaradería dentro del
partido, difusión de rumores infundados y no verificados, insinuaciones u otros
informes que perjudicasen al partido o a sus miembros individuales y que
supusiesen destrucción de la unidad y de la autoridad del mismo».
31 Esto proviene de observaciones de portavoces de la dirección del par-
tido en el Congreso (Desiati Syezd Rossiiskoi Kommuniticheskoi Partii [1921],
pp. 27, 42).
39 VKP(B) v Rezoliutsiyai (1941), i, 304.
"" Ibid., i, 363; Desiati Syezd Rossiiskoi Kommunisticheskoi Partii (1921),
p. 330. El Comité Central elegido por el sexto Congreso del partido, de agosto
de 1917, se componía de 21 miembros y ocho candidatos (de los cuales 12
-11 miembros y un candidato- estuvieron presentes en la famosa reunión
del 10 de octubre que tomó la decisión de la insurrección armada). El séptimo
Congreso de marzo de 1918 redujo los miembros a 15 con ocho candidatos. De
allí en adelante el número de miembros continuó aumentando y se fijó, por
El ascendiente del partido 221
Ahora que hemos realizado esta expansión del partido, tenemos que cerrar
las puertas y ser especialmente cautos. Tenemos que decir: ahora en que el
partido está ganando no necesitamos nuevos miembros; sabemos perfectamente
que en una sociedad capitalista que se está disolviendo, una masa de elemen-
tos nocivos se precipitará sobre el partido.,_
como una retirada, una operación militar difícil que exigía la más rí-
gida disciplina:
En este caso la disciplina tiene que ser más consciente y es cien veces más
necesaria, porque, cuando se retira todo un ejército, no le es claro, no ve
dónde ha de parar, solamente ve la retirada; entonces algunas pocas voces de
pánico son suficientes para que todo el mundo se eche a correr y en ese mo-
mento el peligro es inmenso. Cuando se lleva a cabo una retirada de este tipo
con un ejército real, se sacan las ametralladoras, y cuando la retirada ordenada
se convierte en desordenada, se da la orden de: «Fuego»; y con razón ... Y en
ese momento es indispensable castigar estricta, severa e inexorablemente la
menor brecha abierta en la disciplina.
" Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 6, arts. 91-2; núm. 30, art. 393.
" VKP(B) v Rezolutsiya¡ (1941), i, 306.
"' Vosmoi Syezd R(B) (1933), p. 251.
"' Ibid., p. 120.
•1 Sobranie Uzakoneni, 1919, núm. 12, art. 122.
.. Vosmoi Syezd R(B) (1933), p. 225.
43 Véase anteriormente, pp .. 211-12.
244 Capítulo 9
" Sobranie Uzakoneni, 1920, núm. 16, art. 94. El decreto se basaba en
una proporción presentada originariamente por un delegado de Moscú en el
séptimo Congreso de Soviets de toda Rusia de diciembre de 1919 (li. Vseros-
siiski Syezd Sovetov [ 1920], p. 211).
" Treti Vserossiiski Syezd Professionalni¡ Sovetov {1921), i, 118.
"' Stalin, Sochineniya, iv, 368.
" Lenin, Sochineniya, xxv, 495.
'' !bid., xxvii, 14-20, 501. La carta de Stalin no está incluida en sus
Obras completas, probablemente porque no era ya decoroso, veinticinco años
después, haber diferido de la opinión de Lenin incluso en una cuestión de
rutina.
.. Véase anteriormente, p. 230; Lenin, Sochineniya, xxvii, 263-4.
Partido y estado 24.5
" Lenin, Sochineniya, xxi, 398-9. Los comunistas de última época no per-
manecieron totalmente inmunes a la tentación que acometi6 a los cristianos
y a los socialdem6cratas germanos.
20 Lenin, Sochineniya, xx, 34-5.
Carr. t. l. 17
258 Nota A
cuesti6n de cálculo susceptible del orden más exacto y de la marcha más re-
gular que cabe». La importancia del papel de los bancos era una idea favorita
de Saint-Simon; su influencia en la política econ6mica del régimen soviético
será examinada en la parte IV.
~ Lenin, Sochineniya, xxvii, 60.
• Ibid., xxii, 448.
La teoría de Lenin sobre el estado 265
Y de nuevo:
¿Cuándo comenzará a extinguirse el estado? Tendremos tiempo de cele-
brar más de dos congresos antes de que podamos decir: «mirad c6mo está
desapareciendo nuestro estadoi.; hasta entonces es demasiado pronto, y pro-
clamar de antemano la extinci6n del estado sería faltar a la perspectiva his-
tórica ...
Un poco más adelante acentuaba Lenin una vez más que «entre
capitalismo y comunismo existe un cierto período de transici6n»
y que «es imposible destruir todas las clases inmediatamente»; «ha-
brá clases y se conservarán a lo largo de la época de la dictadura
del proletariado» 50• El Lenin de El Estado y la Revolución había pro-
vectado con relieve la perspectiva de la extinción del estado; en enero
de 1919 creía que «incluso ahora» la organizaci6n del poder sovié-
tico «muestra claramente la transici6n hacia la completa abolici6n
de todo poder y de todo estado» 51 • Pero el Lenin de los años que
.. Lenin, Sochineniya, xxii, 364-5.
50 lbid., xxiv, 507, 513 .
., lbid., xxii, 215.
266 Nota A
POLITICA, DOCTRINA,
ORGANIZACION
blos» 6• Estas etapas eran más lógicas que cronológicas pues, debido
a las condiciones locales y a las vicisitudes de la guerra civil, la
segunda etapa estaba muy avanzada entre algunos de los pueblos
occidentales cuando la primera apenas había empezado en el Este;
v la proximidad a la etapa final, fue ordenada, pausada y regular en
algunas regiones y desigual, repentina y violenta en otras. Pero la
clasificación tiene el mérito de poner de relieve, tanto la regularidad
del proceso, como la naturaleza confusa y contradictoria de los
fenómenos que contribuyeron a él. Los relatos posteriores tendieron
a describirlo como un proceso continuo de desarrollo, en el que los
movimientos iniciales de secesión y dispersión fueron astutamente
premeditados como preludio al acto final de reunión. Esto era un
error de diagnóstico que exageraba la perspicacia de los dirigentes
bolcheviques y ocultaba el doble carácter del proceso. No hay duda
de que, en parte, la política seguida fue una expresión de lealtad
al principio de autodeterminación nacional impuesto por la voluntad
de Lenin -como tantas otras actitudes políticas de este momento-
sobre sus indecisos seguidores. Lenin se dio cuenta de que era ne-
cesario aceptar y superar la doctrina burguesa de la autodetermina-
ción aplicándola sin reservas a las naciones del imperio ruso, y de
que este plan audaz suministraba la mejor y quizá la única posibi.
lidad de reconstituir finalmente la antigua unidad, «no por la fuerza,
sino por acuerdo voluntario» 7 • Pero es también necesario recordar
que en los primeros tres o cuatro meses posteriores a octubre
de 1917, las órdenes del gobierno soviético apenas llegaban más
allá de los centros importantes, y que entre el verano de 1918 y el
comienzo de 1920 se estaba luchando continuamente entre la espada
y la pared. En un momento en que la guerra civil hacía estragos
en los sectores circundantes al territorio ruso, ocupados principal-
mente por pueblos no rusos, era una manera de alistar a las pobla-
ciones locales como aliadas contra aquellos que trataban de recrear
el imperio ruso. Finalmente, cuando se ganó la guerra civil y llegó el
momento de hacer orden en el caos, la política nacionalista sovié-
tica fue lo suficientemente flexible como para suministrar una base
sobre la que Moscú pudiese prestar apoyo a sus amigos y aliados de
entre los pueblos no rusos, y entrelazar, una vez más, los territorios
desperdigados dentro de un marco de reunión voluntaria. Pero atri-
buir todo el proceso a un cálculo astuto por parte de los dirigentes,
o a una deliberada manipulación de la teoría en interés de la política,
es tergiversar la naturaleza de las fuerzas subyacentes en juego.
' VKP(B) v Rezolutsiyai (1941), i, 492-3.
7 Lenin, Sochineniya, xxi, 317.
278 Capítulo 10
2. La evoluci6n de la doctrina
3. Organización
El primer acto de la Revolución bolchevique con respecto a la
cuestión nacional fue nombrar a José Vissarionovich Dzhugashvili-
Stalin (ambos nombres se usaban aún) Comisario del Pueblo para los
Asuntos de las Nacionalidades. El nombramiento no tenía preceden-
tes, aunque el Gobierno Provisional, en su última declaración al res-
pecto, había previsto la formación de «un consejo para los asuntos
nacionales, con representación de todas las nacionalidades de Rusia,
con el propósito de preparar material sobre la cuestión nacional
para la Asamblea Constituyente» 41 • Claramente se anunciaba una
nueva actitud. Dos meses antes, Lenin había descrito las cuestiones
nacional y agraria como «las cuestiones radicales para las masas pe-
queño-burguesas de la población de Rusia en el momento presen-
te» 42 • Stalin se refería después a la «paz, la revolución agraria y la
libertad para las nacionalidades» como «los tres factores principales
que agruparon a los campesinos de más de veinte nacionalidades de
la dilatada Rusia en torno a la bandera roja del proletariado ruso» 43 •
Pero la importancia de la cuestión nacional no era exclusivamente
doméstica; la liberación y la autodeterminación nacional de los pue-
blos sometidos se convirtió también en un punto cardinal de la po-
lítica exterior soviética.
El Comisariado del Pueblo para las Nacionalidades (Narkom-
nats) fue el instrumento por el que se aplicó la nueva política. Su
organización inicial era la simplicidad misma. En cualquier sentido
en que se agudizasen las cuestiones de cualquier nación o nacionali-
dad que antaño hubiese pertenecido al imperio ruso, el Comisariado
del Pueblo establecía un departamento especial bajo la dirección de
un miembro de la nación en cuestión que tratase el asunto -una
forma de organización destinada, de un modo algo ingenuo pero sin-
cero, a entregar la administración de los asuntos nacionales a la na-
ción en cuestión. Estos departamentos especiales fueron primero
descritos como «comisariados» y después como secciones, pero des-
de el principio formaron parte del Narkomnats y estuvieron subor-
dinados a él. El primero de estos departamentos fue un comisaria-
do polaco establecido en noviembre de 1917. Sus funciones se de-
finían como «asuntos de liquidación, de ejército, de refugiados,
etcétera», y, por un decreto subsiguiente, se dieron instrucciones
a las instituciones del gobierno de no emitir órdenes o decretos en
relación con los asuntos polacos sin previa consulta con este comisa-
riado 44• Su sucesor inmediato fue un comisariado lituano, cuya
creación fue aparentemente impulsada por el número de refugiados
evacuados de Lituania frente al avance alemán. Parece haber sido
función de los comisariados el vigilar y controlar las actividades de
las instituciones nacionales que existían en suelo ruso. Así todas las
instituciones polacas fueron colocadas bajo la supervisión del comisa-
riado polaco; todas las letonas, tanto instituciones sociales como ca-
ritativas, religiosas y similares, fueron requeridas para que se inscri-
biesen en el comisariado letón de Moscú y al comisario armenio se ie
Lenin, Sochineniya, xxi, 254 .
••
.., Stalin, Sochineniya, v, 113.
.. Ambos decretos están recogidos en Politika Sovestkoi Vlasti po Natsio-
nalnomu Voprosu (1920), p. 86, arts. 114, 116, y el segundo también en
Sobranie Uzakoneni, 1917-1918, núm. 4, art. 67.
Política, doctrina, organizaci6n 295
" Sobranie Uzakoneni, 1923, núm. 66, art. 639. El decreto fue promul-
gado por el comité ejecutivo de la RSFSR, no por el nuevo VTsIK de la
URSS.
" Politika Sovestskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosi (1920), p. 148,
art. 185
Capítulo 11
LA AUTODETERMINACION EN LA
PRACTICA
los unía con la iglesia rusa y hacía que tanto el catolicismo polaco
como d judaísmo les resultasen extraños. El nacionalismo ucraniano
era, por consiguiente, de carácter antisemítico y antipolaco aún más
que antirruso. El líder cosaco del siglo •XVII, Bogdan Jmelnitski, que
era un héroe nacional popular, había acaudillado a los campesinos
ucranianos contra sus amos polacos, anque él era de origen polaco,
y había rendido homenaje a Moscú. Los campesinos ucranianos o
pequeños-rusos eran conscientes de su separación con respecto a los
gran-rusos, pero se reconocían como rusos en el sentido más amplio
y hablaban una lengua reconocidamente emparentada con el ruso.
La supremacía política de Moscú o de Petrogrado podía haberles
ofendido; Kiev era una capital más antigua que las otras dos, pero
era también una capital rusa. Un nacionalismo ucraniano que se
apoyase primera y principalmente en un sentimiento de hostilidad
a Rusia, no atraía a los campesinos.
En el nivel siguiente, la situación se complicaba por la falta de
proletariado indígena ucraniano. Los nuevos centros industriales
que habían crecido y se habían hecho cada vez más importantes con
el cambio de siglo, estaban poblados en gran parte por inmigrantes
del Norte, tanto obreros como administradores. Jarkov, la ciudad
industrial más importante de Ucrania era también de composición
gran-rusa. Y este elemento, combinado con los empleados y la clase
profesional, daba un fondo predominantemente gran-ruso a la cul-
tura urbana de Ucrania. El efecto de ello sobre la situación de 1917
fue característico. Por toda Rusia, la fuerza de los bolcheviques
estribaba en la población urbana y en los obreros industriales, pero
en Ucrania estos grupos no sólo eran débiles en número (las eleccio-
nes de la Asamblea Constituyente de noviembre de 1917 no dieron a
los bolcheviques más que 750.000 votos en Ucrania), sino que eran
predominantemente gran-rusos 10• Los bolcheviques tuvieron, pues,
en Ucrania el doble handicap de ser un movimiento extranjero y un
movimiento de hombres de la ciudad. La coincidencia de la división
nacional con el corte entre ciudad y campo resultó igualmente con-
turbador para los nacionalistas y para los bolcheviques.
El movimiento nacional suscitaba en Ucrania, en esta etapa, una
respuesta poco extendida, tanto por parte del campesino como por
parte del obrero industrial, y siguió siendo obra de una banda de
intelectuales, pequeña pero ferviente, emanados predominantemente
de la enseñanza y de las profesiones de letras, así como del sacer-
'º Esta condici6n persisti6: hasta 1923 se observaba que «la composición
del partido (en Ucrania) es ruso-judía~. (Dvenadtsti Syezd Rossiskoi Kommu-
nisticheskoi Parlii (Bolshevikov) [1923), p. 562).
La autodeterminación en la práctica 309
57 Son las que siguen citas típicas tomadas de Vidrodzheniya Natsi (Vie-
na, 1920), de Vinnichenko: «Mientras luchamos contra los bolcheviques rusos, los
moscovitas, quedábamos victoriosos en todas partes, pero en cuanto entramos en
contacto con nuestros propios bolcheviques perdimos toda nuestra fuerza»
(ii, 155); la Rada no se mostró inclinada «a liberar a las masas trabajadoras
de la opresión social que era hostil a la nación y a la clase obrera» (ii, 158);
la equivocación de la Rada fue «desarrollar en el espíritu de las masas un
conflicto entre la idea de lo nacional y de lo social» (ii, 219). Vinnichenko
admite «la antipatía extraordinariamente aguda de las masas populares hacia
la Rada» en la época de la expulsión de ésta por los bolcheviques en fe-
brero de 1918; y añade la patética confesión de que «lo que era terrible
y extraño en todo ello era que ridiculizaban al mismo tiempo todo lo ucra-
niano: la lengua, la música, las escuelas, los periódicos y los libros» (ii, 259-60).
El fallo en dotar de un contenido social al nacionalismo ucraniano acabó por
desacreditar el resto de sus aspiraciones. M. G. Rafes (Dva Goda Revolutsi
na Ukraine, 1920, p. 78) habla también de la hostilidad suscitada por la
política de «ucranización» de la Rada.
324 Capítulo 11
Hace cuarenta años Riga era una ciudad germánica, pero como las ciudades
se nutren a expensas del campo y es el campo quien conserva la nacionalidad,
Riga es ahora puramente letona. Hace cincuenta años todas las ciudades de
Hungría tenían carácter germánico pero ahora se han magiarizado. Lo mismo
sucederá en Rusia Blanca en las ciudades en que aún predominan los que no
son rusos blancos 74 •
extendían hacia el este desde Kazan hasta muy dentro del Asia
central. Estos movimientos fueron alentados por la política de colo-
nización del régimen zarista que, en parte, estableció en aquellas
tierras a los nativos y, en parte, importó pobladores de otros lu-
gares para tratar de extender y mejorar el cultivo del suelo. Para
los kajazos, el que se les despojase de sus tradicionales terrenos de
pastos para ocuparlos con pobladores rusos, constituyó una perenne
fuente de exasperación y además esta ocupación fue seguida por
intentos de movilizar a la población para diversas labores durante
la guerra, lo cual dio lugar a una seria rebelión de kazajos en 1916.
Más al sur, entre la población más asentada de Kiva, Bujara y Tur-
questán -reliquias del imperio medieval del Gengis Kan- actuaba
el mismo fermento; durante el invierno de 1916-17 el Kan semi-
independiente de Bujara se había visto obligado a llamar a las tropas
rusas para reprimir una rebelión de sus súbditos.
Estos síntomas fueron los precursores del movimiento general
de 1917. En mayo de ese año se reunió en Petrogrado un primer
Congreso de musulmanes de toda Rusia para pedir, no la indepen-
dencia nacional, sino la autonomía; la controversia principal era la
que sostenía una mayoría que pedía «una república democrática
asentada en los principios federales nacional-territoriales» y una
minoría que se hubiera contentado con la autonomía cultural dentro
de un estado unitario ruso 87 • En la confusión que entonces domina-
ba en toda Rusia, los diferentes pueblos musulmanes pusieron manos
a la obra para realizar sus ambiciones y un segundo Congreso de mu-
sulmanes de toda Rusia reunido en Kazan en julio de 1917, resultó
principalmente controlado por los tártaros que, como los más avan-
zados de entre los pueblos musulmanes, trataban de dominar el
movimiento nacional e incluso jugaban a ostentar aspiraciones pan-
turanias. Simultáneamente se celebró en Orenburgo un congreso
baskir para pedir la autonomía de los baskires y casi al mismo
tiempo se reunió, también en Orenburgo, un congreso de los ka-
zajos y se estableció un consejo nacional bajo el nombre tradicional
de Alash-Orda, «la horda de Alash», el antepasado, probablemente
mítico, de los kazajos. Se publicó un programa que declaraba que
tales «kirguises», nombre de un pueblo mucho menor, aunque también de
lengua turca, establecido en la comarca montañosa de las orillas del Sikiang.
El gobierno y los autores soviéticos devolvieron su verdadero nombre a los
kazajos del Asia Central y llamaron Kazajstan al territorio que ocupaban,
aunque el nombre de kirguises se les aplicó aún hasta finales de la década
de los años 20.
11 Revolutsiya i Natsionalni Vopros: Dokumenti i Materiali, ed. S. M. Di-
rnanshtein, iii (1930), 294-305.
336 Capítulo 11
llevó a cabo una lucha intermitente, que duró todo el año 1918,
entre los nacionalistas bolcheviques y los locales, ayudados y abaste-
cidos estos últimos por los turcos, hasta que las tropas de Denikin
barrieron la región en la primavera y verano de 1919, superando
todas las penalidades y horrores infligidos en las primeras etapas
de la lucha 109•
Los primeros movimientos soviéticos después del derrumbamien-
to de 1918 vinieron determinados por las exigencias de la guerra
civil y por las oportunidades que se les ofrecían. En marzo de 1919
los centros de lucha se habían alejado del Volga; los baskires, ex-
puestos a las persecuciones de Kolchak y Dutov, el atamán cosaco
de Orenburgo 110, estaban dispuestos a escuchar las insinuaciones de
Moscú y, así, se concluyó un tratado entre la RSFSR y el gobierno
de una «República Soviética Autónoma Baskir» bajo la jefatura Je
Validov, en gracia temporalmente 111 • Más al este, operaban las mis-
mas influencias. La Alash-Orda kazaja se escindió en dos, y una sec-
ción se pasó a los bolcheviques. En junio de 1919 se publicó un
decreto estableciendo un «comité revolucionario» para administrar
el territorio kazajo que suponía una jurisdicción separada sobre las
comunidades rusa y kazaja. El decreto intentó por vez primera satis-
publicada por su ministro de Asuntos Exteriores (M. Vinaver, Nashe Pr,,viteltvo,
París, 1928).
' 09 La fuente más completa para la complicada historia del Dagestan
desde 1917 a abril de 1920 es Dagestan, de E. Samurski (192.5), pp. 61-76;
véase también la Revue du monde musulman, Ji (1922), 79-84; Stalin, Sochi-
neniya, iv, 97-9, 106-14. Un delegado al congreso de Bakú de los pueblos
orientales ha dejado un relato pintoresco pero confuso de los sucesos en el
norte del Cáucaso (lyi. Syeul Na,odov Vostoka (1921], pp. 93-.5).
"º Según las notas a Marxism and the National and Colonial Question
(trad. ingl., 2.ª ed., 1936) de Stalin, p. 297, «la gran fuerza de Kolchak, que
incidentalmente emitió un decreto aboliendo la autonomía de Baskiria, obligó
en 1919, bajo la presión de las masas, al gobierno de Validov a declarar su
adhesión al Gobierno Soviético»; esto está confirmado en sustancia por V. Cher-
nov, Mes Tribulations en Russie (París, 1921), p. 10.
"' Sobranie Uzakoneni, 1919, núm. 46, art. 451. Durante el verano de
1919 Baskiria fue una vez más invadida por las «bandas de Kolchak» y la
autoridad soviética no fue establecida finalmente hasta agosto de 1919 (Politika
Sovetskoi V/astí po Natsionalnomu Voprosu [1920], pp. 19-20, arts, 18-19),
Validov apareció en el séptimo Congreso de Soviets de toda Rusia de
Moscú en diciembre de 1919, como portavoz «del proletariado baskir y de
los campesinos pobres baskires y kirguises (es decir, kazajos)», y celebró
las hazañas del Ejército Rojo baskir en la defensa de «Petrogrado, la capital
del proletariado» contra Yudenich (li. Vserossiski Syezd Sovetov [1920), p. 17).
Por esta época prcsumia de comunista y estaba intentando formar un partido
comunista baskir independiente (S. Atnagulov, Bashkiriya [192.5], pp. 71-2).
Con respecto a Validov, véase más adelante, p. 345, nota 121.
342 Capítulo 11
facer las quejas del sector agrario kazajo, no arrojando a los poblado-
res rusos que ya estaban en posesión de sus tierras, pero prohibiendo
todo establecimiento posterior a expensas de los kazajos, incluso en
tierras que estaban ya asignadas para ser pobladas -un parón en el
arbitrario acaparamiento de las tierras kazajas que, aunque no era
una medida radical y aún menos revolucionaria, suponía una solu-
ción 112- . Esta medida estaba claramente destinada a reclutar la
ayuda de los kazajos vacilantes para la guerra civil. La Alash-Orda
fue declarada disuelta 113 , y un mes después se publicó una declara-
ción dirigida a los kalmukos, un grupo de unos 20.000 habitantes
aislados, principalmente nómadas, que hablaban una lengua mongó-
lica, pertenecían a la religión budista, y se asentaban junto a la
cabeza del mar Caspio cerca de Astrakan; la proclama anunciaba
la intención de invocar un congreso de obreros kalmukos y los lla-
maba a alistarse en el Ejército Rojo para luchar contra Denikin 114 •
Esto fue seguido por un decreto, casi en los mismos términos que
el dirigido pocos días antes a los kazajos, asegurando al pueblo
trabajador kalmuko el goce pleno de su tierra y prohibiendo la
asignación de cualquier tierra kalmuka a pobladores rusos 115• Sin
embargo, estas promulgaciones de 1919 servían más, en su mayor
parte, para fines de propaganda y de incitación que para el estable-
cimiento de instituciones sociales y políticas que funcionasen y, por
tanto, poco o nada fue construido en este tiempo, en las comarcas
periféricas orientales, que resultase perdurable.
La oposición que los bolcheviques continuaron encontrando, casi
por todas partes, en los países periféricos orientales, hasta finales
de 1919, fue en gran parte producto de las fluctuaciones de la suerte
militar. Mientras el destino del régimen soviético estuvo en el fiel
de la balanza y su dominio en estas regiones siguió siendo intermi-
tente y precario, no era probable que dichos países se le uniesen;
pero la oposición fue intensificada por la actitud intransigente de
ción de Alash-Orda pero no el decreto de junio, y añade que «la lucha que
en todos los demás sitios de Rusia era un asunto de clases se convirtió entre
los kazajos en lucha de clanes y tribus» (Revue du monde musulman, li [1922],
175-7).
11 • Politika Sovetskoi Vlasti po Natsionalnomu Voprosu (1920), pp. 38-9,
art. 56.
115 Sobranie Uzakoneni, 1919, núm. 37, art. 368. Un informe del desarrollo
de la Kalmukia soviética, quizá demasiado color de rosa en el detalle, pero
que transmite una descripción general clara, lo constituye Kalmikia, de T. K. Bo-
risov (1926).
La autodeterminación en la práctica 343
de éstas sería una violaci6n por nuestra parte de los derechos del pueblo en
cuesti6m> (Z. Avalishvili, The Independence of Georgia in International Po-
litics [s. f., ¿1940?], p. 260). Esta declaraci6n conciliadora abrió el camino
al acuerdo soviético-georgiano.
112 B. A. Boryan da en Armeniya, Mezhdunarodnaya Diplomatiya, i SSSR
(1929), ii, 88-114, un relato de este episodio. El autor, un bolchevique armenio,
es verboso y se interesa más por las teorías que por los hechos, pero usa fuen-
tes que no son accesibles de otro modo, incluyendo documentos armenios, y no
carece completamente de sentido crítico. Según Kommunisticheskii lnternatsio-
nal, núm. 13, septiembre de 1920, col. 2.549, un «comité revolucionario»
bolchevique se apoder6 del mando en Alexandropol el 3 de mayo de 1920,
y una semana después proclamó el establecimiento de una Armenia soviética,
pero no supo continuar el éxito inicial. La misma fuente (ibid., col. 2.547)
estima el número de miembros de la secci6n armenia (no habfa entonces par-
tido comunista armenio independiente) del partido comunista ruso en esta
época en 3.000, la mayor parte de los cuales residían fuera de Armenia.
366 Capítulo 11
5. Siberia
'" El informe más completo de este gobierno, escrito por uno de sus
miembros, se encuentra en: G. K. Gins, Sibir, Soyuzniki i Kolchak (Pekín,
1921), i, 102-31.
'" Los informes más completos sobre la Conferencia de Ufa son los con-
tenidos en: G. K. Gins, Sibir, Soyuzniki i Kolchak (Pekín, 1921), i, 207-55,
y V. G. Boldirev, Direktoriya, Kolchak, Interventi (Novonikolaevsk, 1925),
pp. 35-53; el texto del acta se halla en Boldriev, op. cit., pp. 493-7 (trad. ingl.,
en Foreign Relations of the United States, 1918: Russia, ii [1932), 406-9).
Boldriev fue comandante de las tropas del directorio; después del coup de
Kolchak se retiro al Japón y reapareció en Vladivostok en 1920 como ruso
«blanco» perrona grata para el cuartel general japonés. En 1922 se rindi6
La autodeterminación en la práctica 371
""' El mejor relato del episodio, que incluye el documento tal como se
publicó en la prensa de Irkutsk, está ibid., pp. 55-7; véase también G. K. Gins,
Sibír, Soyuzniki i Kolchak (Pekfn, 1921), ii, 545-6. H. K. Norton, The Far
Eastern Republic of Siberia (1923), añade detalles aparentemente derivados de
contactos personales con las personas en cuestión, pero su información carece de
comprensión política y magnifica constantemente el papel de Krasnoshekov.
"" Hay una versión inglesa de la declaración, en A Short Outline Hístory
of the Far Eastern Republic (Washington, 1922), pp. 40-2. Según H. K. Nor-
ton (The Far Eastern Republic of Siberia, 1923, p .136), fue redactada origi-
nalmente en inglés por Krasnoshekov que se manejaba mejor en dicha lengua
que en la suya nativa.
La autodeterminación en la práctica 375
por las regiones centrales que son industriales y no por los países
periféricos que representan las comarcas campesinas», y aunque Stalin
estaba argumentando contra los que, como Bujarín y Rakovski, tra-
taban de «dirigir el timón en la dirección de las comarcas fronterizas
campesinas en detrimento de las regiones proletarias», la tentación
de inclinarlo en la dirección opuesta pudo haberse hecho sentir, al
menos con la misma fuerza 21 • Evaluar las pretensiones de los países
periféricos campesinos un poco por debajo de las del núcleo indus-
trial gran-ruso, pudo ser presentado con facilidad, no solamente como
postura de simple sentido común, sino como un reflejo de la doctrina
marxista sobre la preeminencia del proletariado y de la propia
actitud de Marx y Engels con respecto a las nacionalidades campe-
sinas de 1848.
Por mucho que se les quiera excusar, los prejuicios del elemen-
to gran-ruso fueron la fuente principal de esa falta de tacto por
parte de los funcionarios soviéticos que era tema de tan frecuen-
tes quejas. En 1919 el periódico oficial del Narkomnats registraba:
«algunos camaradas piensan que la fundación de las repúblicas es
una equivocación por nuestra parte;, y continuaba, con una fran-
queza inaudita:
Los malos resultados se debieron muchas veces a la táctica inhábil de los
que actuaban en territorios separados. Lo artificial de la separación se mos-
traba con demasiada claridad y muchas veces se ostentaba cruelmente un espí-
ritu gran-ruso. Por debajo de la delgada capa de independencia era visible la
hegemonía de Moscú 22 •
• Este parece ser el primer uso en este contexto de la palabra soyur., que
servía en ruso para expresar los dos términos de «alianza» y «uni6n». La con-
fusión terminol6gica es significativa de la falta de precisi6n del pensamiento
constitucional ruso y ayudó en este caso como puente para la transici6n de
un estado legal a otro.
• Sobranie Ur.akoneni, 1919, núm. 21, art. 264. En la enumeraci6n de los
territorios a que este decreto se aplicaba, Crimea se menciona en tres pasajes
y se omite en dos, lo cual hace pensar que su inclusi6n fuese una idea pos-
terior; la inclusi6n era an6mala puesto que, a diferencia de los otros países
nombrados, nunca había gozado del estatuto de república soviética indepen-
diente. Más tarde se convirti6 en república aut6norna de la RSFSR.
7 Una resoluci6n redactada por Lenin y aprobada por la conferencia del
partido de diciembre de 1919, describía audazmente la resoluci6n del 18 de
mayo y el decreto del VTsIK del 1 de junio como un «lazo federal» entre
la RSFSR y Ucrania (Lenin, Sochineniya, xxiv, 552; VKP(B) v Rer.olutsiyai
[1941], i, 316).
Carr. t. l. 26
402 Capítulo 13
Ante los países del borde no se abrían más que dos alternativas:
aliarse con Rusia o con la Entente. El autor continuaba con una iro-
nía un tanto grave:
La supuesta independencia de las llamadas independientes Georgia, Arme-
nia, Polonia, Finlandia, etc., no es más que una apariencia engañosa que enmas-
cara la completa dependencia de estos -perdóneseme el término- estados,
de este o el otro grupo de imperialistas.
una de las partes contratantes», así como «la necesidad de unir sus
fuerzas para fines defensivos y también en interés de su reconstruc-
ción económica». El sistema establecido por el tratado (que abarca-
ba esta vez todo en un único documento) evitaba cuidadosamen-
te toda implicación directa de dependencia. Se confiaban los asuntos
militares y navales, los de la economía nacional, del comercio exte-
rior, de las finanzas, del trabajo, de las comunicaciones y de correos
y telégrafos a «comisariados unificados» de ambas repúblicas. Estos
comisariados unificados «entran en la composición del Sovnarkom
de la RSFSR y están representados en el correspondiente organismo
de la República Soviética Socialista de Ucrania por plenipotenciarios
confirmados y controlados por el Comité ejecutivo central y el Con-
greso de Soviets de Ucrania». Por otro lado, la República Socia-
lista Soviética de Ucrania tiene sus representantes en el VTsIK y en
el Congreso de Soviets de toda Rusia, en el cual reside la autoridad
última sobre los comisariados unificados. Por un refinamiento intro-
ducido durante la discusión del proyecto en el octavo Congreso de
Soviets de toda Rusia, los representantes de una parte en el con-
greso de soviets de la otra parte, estaban privados del derecho de
voto cuando era cuestión de materias que afectaban a los comisa-
riadas no unificados 14•
En el año 1921 se acogieron al mismo sistema tres repúblicas
más -Rusia Blanca, Georgia y Armenia. El tratado con Rusia Blan-
ca, firmado el 16 de enero de 1921, era idéntico en sus términos al
de Ucrania 15 • Pero, al menos en cuestiones de finanzas, el modelo
ucraniano, comparativamente más flexible, parece que resultó insu-
ficientemente rígido para la república más atrasada de Rusia Blanca
que difícilmente podía contar con muchos expertos financieros; y,
seis meses más tarde, se firmó un tratado basado en el modelo de
Azerbaiyan, según el cual un representante del Comisariado de Fi-
nanzas ruso formaba parte del Sovnarkom de Rusia Blanca con el
derecho de un voto decisivo y con la disposición nueva y adicional
de que los presupuestos de los comisariados unificados fuesen some-
tidos, para confirmación y eventual inclusión en el presupuesto de
" RSFSR: Sbornik Deitsvuyushij Dogovorov, ii (1921), núm. 41, pp. 7-8.
" Kliuchnikov i Sabanin, Mezhduntll'odnaya Politika, iii (1928), i, 22-3.
11 RSFSR: Sbornik Deitsvuyushii Dogovorov, ii (1921), núm. 40, pp. 5-6.
" RSFSR: Sbornik Ditsvuyushii Dogovorov, i (1921), núms. 9-10,
pp. 17-26.
211 ]bid., ii (1921), núms. 42-3, pp. 7-14. .
21 La frase se cita del tratado de Jorezm; el tratado de Bujara remite
meramente a un convenio militar no publicado de noviembre de 1920. Los
nuevos convenios propuestos, si llegaron a concluirse, no fueron publicados.
408 Capítulo 13
rentes de las de los tratados con las repúblicas socialistas. No era caso
aquí de unificación de los organismos; todo el comercio extranjero
había de ser llevado, no por personas privadas, sino por institucio-
nes estatales y la república no había de conceder derechos industria-
les o comerciales en sus territorios a ningún estado, con excepción
de la RSFSR o de otra república soviética. En cuanto al resto, se
insistió mucho en la renuncia por parte de la RSFSR a todos los
derechos de propiedad o concesiones del antiguo imperio ruso en
el territorio de las dos repúblicas, incluyendo la tierra de los colonos
rusos establecidos antes de la Revolución en Bujara quienes, sin em-
bargo, podían conservar manifiestamente sus tierras optando por la
ciudadanía bujara. Se prometió como subsidio a las dos repúblicas
una suma total sustancial de pagos -500.000.000 de rublos a Jo-
rezm, y a Bujara una suma que había de ser fijada por un acuerdo
posterior. En la práctica estos tratados pueden haber representado
un grado de dependencia de la RSFSR tan grande para Jorezm y
Bujara como para las repúblicas soviéticas socialistas independientes
o para las autónomas, e incluso mayor, pero las ataduras formales
fueron de orden diferente y pertenecían al concepto de «relaciones
extranjeras» más que el de «unión federal». Habrían de pasar varios
años antes que las dos repúblicas se juzgasen maduras para introdu-
cirlas dentro del sistema unificado.
Es difícil definir las consecuencias constitucionales de todos es-
tos arreglos. Lo que resultó de los tratados con Ucrania y Rusia
Blanca y las tres repúblicas trascaucásicas tenía algunos caracteres de
alianza, algunos de federación y otros de estado unitario 22 • Esta
vaguedad fue característica de todos los documentos constitucionales
soviéticos de este período. La disposición prevista en los tratados
de Ucrania y de Rusia Blanca para la admisión de los representantes
de ambos países en el Congreso de Sovits de toda Rusia y en
el VTsIK no tenía su contrapartida en los tratados asiáticos pero
no por eso dejaron de estar presentes los delegados de Azerbaiyan,
Georgia y Armenia, lo mismo que los de Ucrania y Rusia Blanca,
sin que se pusiese a ello ninguna objeción en el noveno Congreso
de Soviets de toda Rusia de diciembre de 1921 23 ; y este Congre-
so decidió que «en vista del deseo de las repúblicas soviéticas inde-
pendientes de tener su representante en el supremo organismo le-
gislativo de la república» el número de miembros del VTsIK tenía
que ser aumentado 24• Esto prest6 una base formal para la publicación
por parte del VTsIK de decretos que, aparentemente sin ninguna
formalidad más, fueron considerados como obligatorios en todos los
territorios de las repúblicas aliadas.
La otra innovación significativa fue la insistencia de todos los
tratados en la unidad económica. Como lo expresó Stalin en su re-
visión posterior del proceso, era «la pobreza de los recursos econó-
micos que quedaban a disposición de las repúblicas» lo que les im-
pulsó a «combinar estos escasos recursos para emplearlos más ra-
cionalmente y desarrollar las principales ramas de la producción» 25 •
Las aciagas consecuencias económicas de la guerra civil completaron
el proceso que había comenzado por las necesidades militares de la
guerra misma. Ya en marzo de 1920 el lema «todo para el frente»
había dado paso al de «todo para la economía nacional» 26 • Incluso
antes, el séptimo Congreso de Soviets de toda Rusia había nom-
brado una «comisión territorial administrativa» para rehacer los lí-
mites locales según líneas más en armonía con las agrupaciones
económicas rt. Desde entonces este tema estaba constantemente so-
bre el tapete. El duodécimo Congreso del partido de abril de 1923
alabó, con ciertas precauciones, un plan que emanaba de la Comisión
Planificadora Estatal para la división de Rusia Europea en doce re-
giones económicas y de Rusia Asiática en nueve, como «hipótesis de
trabajo preliminar que precisa ser suplementada, comprobada y ela-
borada sobre una base experimental» 28 • La creación de estas regio-
nes, en un sistema que se saltaba todas las divisiones políticas, in-
cluso las trazadas según delimitaciones nacionales, suministraba un
nuevo ejemplo de la contradicción existente entre los fines de la
política nacionalista soviética a largo o a corto término. Las deman-
das de unidad económica que eran, para las naciones atrasadas, una
condición esencial del progreso económico y, por consiguiente, de
que se dio por sentada. Esta fue una de las varias anomalías de forma de la
transición.
12 Véase p. 402 más atrás.
13 Las «regiones autónomas» no poseían estos organismos y no presenta-
ban ningún interés constitucional; tenían el mismo estatuto y estructura que
cualquier otra «región» ( oblast) de las incluidas en la Constitución.
424 Capítulo 14
' Como regla general, los pensadores progresistas del siglo XIX no sen-
tían simpatía, por razones prácticas, por las reivindicaciones de las pequeñas
nacionalidades. «Nadie puede suponer» --escribía J. S. Mili en sus Considera-
tions on Representative Government- «que es menos beneficioso para un
bretón o un vasco de la Navarra francesa criarse en la corriente de ideas y
sentimientos de un pueblo muy civilizado y cultivado -ser un miembro de
la nacionalidad francesa, admitido en las mismas condiciones a disfrutar de
los privilegios de la ciudadanía francesa, compartiendo las ventajas de la pro-
tección y de la dignidad y prestigio de la potencia francesa- que estar en-
terrados en sus propias rocas como una reliquia medio salvaje de los tiempos
pasados, revolviéndose en su pequeña órbita mental, sin participación ni in-
terés en el movimiento general del mundo. La misma observación se aplica
a los galeses o a los escoceses como miembros de la nación británica». Unas
páginas más adelante, Mili expresaba la esperanza de que una administración
más inteligente de Irlanda haría que el irlandés fuese pronto sensible «a los
beneficios que los pueblos menos numerosos y menos ricos han de sacar nece-
sariamente de ser compatriotas y no extranjeros para los que no solamente son
sus vecinos más próximos sino una de las naciones de la tierra más rica, más
hermosa, más civilizada y poderosa». Lenin era exactamente de la misma opi-
nión: «Cuanto más cerca llega el estado democrático a la plena libertad
de secesión, más raros y débiles serán en la práctica sus esfuerzos en pro de
la separación, ya que las ventajas de los grandes estados son indudables desde
el punto de vista del progreso económico y del interés de las masas» (Sochi-
neniya, xix, 39-40).
• Engels seguía aquí la lista que se aceptaba corrientemente. El último
eco anacrónico ya de la prioridad acordada por el pensamiento liberal decimo-
nónico a las aspiraciones nacionales de estos cuatro pueblos, hay que ir a en-
contrarlo en los Catorce Puntos de Woodrow Wilson. Los alemanes y los
magiares eran en ese momento enemigos y los italianos y los polacos eran los
únicos pueblos cuyas reivindicaciones nacionalistas eran reconocidas específica-
mente en los Catorce Puntos. La autonomía había de ser suficiente para las
naciones menores a las que no se mencionaba por su nombre.
La doctrina bolchevique de la autodeterminación 435
" Habría que añadir que el mismo punto de vista era sostenido por los
primeros radicales y revolucionarios rusos desde Peste! a Chernichevski, que
fueron casi todos hostiles o indiferentes a las reivindicaciones nacionalistas.
33 El mejor informe de esta controversia vista desde el lado polaco, para
quienes no tengan acceso a los documentos polacos, se encuentra en un articulo
de Proletars/eaya Revolutsiya, núm. 273 (6172), 1927, pp. 146-208.
,. Neue Zeit (Viena), xiv (1895-6), ii, 176-81, 206-16.
" Neue Zeit (Viena), xiv, ii, 484-91, 513-25.
La doctrina bolchevique de la autodeterminación 445
Y, además:
siglo XIX y las del nuevo imperialismo del siglo xx, entre Europa
oriental y Asia.
Suponer (escribía Lenin a fines de 1916) que una revolución social es imagi-
nable sin una rebelión de las pequeñas nacionalidades en las colonias y en
Europa, sin disturbios revolucionarios de la pequeña burguesía, con todos sus
prejuicios, sin la agitación del proletariado inconsciente y las masas semiprole-
tarias contra la opresión de la nobleza, de las iglesias, monarquías y naciones
extranjeras -suponer eso, es abjurar de la revolución social ...
Dagestán, 340, nota 117, cap. 11, 340, 347, nota 38, cap. 13
Dan, F., nota 40, cap. 2, 66, 179, 191-3
D'Anselm, General, 318
Declaración de los Derechos de los Pueblos de Rusia, 121-2, 281
Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado, 124, 133,
140, 155, 159, 167, 281
Denikin, A., 298, nota 20, cap. 11, nota 51, cap. 11, 322, 341, 342, 344, 354,
363-4, 372, 423
«Desviación», nota 21, cap. 8
Dictadura: del proletariado, 43, 144, 146, 158-9, 162, 168, 248-9, 252-61;
del partido, 248-9
Dimanshtein, S., 395
Dunsterville, L. C., 363
Dutov, A., nota 20, cap. 11, 341, 349
Therzhinsky, F., 115, 175, 177, nota 39, cap. 7, 182, 184, 205, 213, 227, 416
«Economismo», 24-30, 55
Eichhorn, General, 318
Ejército Rojo, 387-9, 399-403
Eliava, Sh., nota 147, cap. 11
Engels, F.: y el federalismo, 153, 155; y el terror revolucionario, 173; y el
Estado, 253-5; y Rusia, 333; y la cuestión nacional, 434-8
Enukidze, A., nota 34, cap. 9, nota 42, cap. 13, nota 49, cap. 13, 419
Enver Pachá, 357
Eremeev, 89
Indice alfabético 459
Eslav6filos, 22
Estados Unidos de América, relaciones con la RSFSR. Véase en RSFSR. Véase
también Conferencia de Washington
Estonia, 329-31
Vainshtein, 395
Validov, z., 338, 341, 345, nota 121, cap. 11
Vandervelde, E., 199-200, 367
Vesenja. Véase Consejo Supremo de Economía Nacional
Vinaver, M., nota 108, cap. 11
Vinnichenko, V., 310, 314-15, 316-19, 323
Volodarski, V., 184
Voroshilov, K., nota 62, cap. 7; nota 49, cap. 11
Votiakos, 336, nota 38, cap. 13
VTslK. Véase Comité Ejecutivo Central de toda Rusia; Comité Ejecutivo
Central de toda la Unión
Yakovlev, 411-12
Yakutia, yakutos, 369, nota 38, cap. 13
Yanson, Y., nota 229, cap. 11
Yaroslavski, E., nota 9, cap. 8, 221
Yudenich, N., 330, nota 111, cap. 11
Yugo-Osetia, osetianos, 367-8, nota 38, cap. 13