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Exactamente hace 160 años, nacía quien fuera uno de los escritores más importantes
del denominado periodo victoriano inglés. De ahí en adelante, la curiosa vida de Conan
Doyle se entremezcla para siempre con la literatura universal. Nació para ser médico, fue
escritor, navegó en un barco ballenero y terminó siendo eclipsado por una de sus mayores
creaciones literarias: Sherlock Holmes. El detective creció de tal forma en fama que otras
figuras literarias del autor se fueron oscureciendo y permanecieron relegadas a una simple
mención pasajera, “del creador de Sherlock Holmes” y que en realidad para el público
―contemporáneo del autor― no eran más que un breve sucedáneo de las reales aventuras
del sabueso de Baker Street.
Sin embargo, muchos de estos personajes que salieron de la pluma del escocés son
geniales en su propio campo. Quizás sea importante asumirlo desde un principio: no hay
otro Sherlock Holmes en la obra de Conan Doyle. Ningún otro personaje puede alcanzar
los niveles de fama, admiración y adoración que causó Holmes, pero bien se sabe que del
mismo cénit creativo desde donde provino él, aparecieron otros que fueron erigidos con
características peculiares, profundamente humanas y dignas de todo el cariño del lector.
Quien desee entrar en el mundo literario del personaje, debe hacerlo desde aquellas
obras que son consideradas canónicas y que hasta hoy han sido publicadas al español:
Valdemar ha editado en los últimos años en conjunto todo el canon Challengeriano en un
volumen precioso en tapa dura llamado Aventuras del Profesor Challenger (Colección
Gran Diógenes 9) y por separado ha editado El mundo Perdido (1912) (Colección El club
Diógenes, 2006) y un volumen recopilatorio llamado El abismo de Maracot y otras
aventuras del profesor Challenger (Colección El club Diógenes, 2013) que además de
reunir los tres relatos cortos La zona Ponzoñosa (1913), Cuando la tierra lanzó alaridos
(1929) y La máquina desintegradora (1929), incluye El abismo de Maracot (1929), un
excelente relato largo que si bien no cuenta con la presencia de Challenger, tiene un digno
colega que es un fiel epígono de su modo de ver la aventura y resolverla.
Pasados tres años desde su famosa expedición, Malone piensa que Challenger lo
busca para conmemorar el aniversario de su hazaña. Sin embargo, no es un aniversario lo
que motiva el encuentro de los protagonistas, si no que es un enigmático telegrama de
Challenger en el cual los insta a visitarlo en su residencia en Sussex llevando una dotación
de oxígeno en tubo. He aquí un cambio sustancial en la presentación del profesor: ya no
vive en Londres, específicamente en Enmore Park Kensigton, W., tal y como se señala en
El Mundo Perdido si no que ahora vive retirado en The Briars cerca de Rotherfield, a 50
millas de Londres en el condado de Sussex Oriental.
Challenger a medida que avanza la narración se vuelve cada vez mas pesimista y
cruel en cuanto comienzan a llegar noticias desde diferentes lugares del mundo. Incluso, el
célebre zoólogo que siempre tuvo un invento para salvar la situación en la meseta
sudamericana ahora parece resignado a perecer en conjunto con la humanidad. Conan
Doyle le da mucho más contraste al carácter de Challenger poniéndolo en una situación
límite que requiere toda su atención y concentración mental, alejándolo incluso de sus
habituales disputas científicas con el profesor Summerlee para sumirlo en profundas
meditaciones en torno a su microscopio y las amebas que en él se mueven.
Arthur Conan Doyle, que nació exactamente hace 160 años marca
insoslayablemente un hito en la literatura universal, elevando personajes y
desapareciéndolos en el momento indicado, en donde ya no son necesarios para resolver
crímenes o comprobar teorías científicas. Los personajes tienen un retiro voluntario en el
mismo lugar, y desde el cual pueden volver en cualquier momento: ambos dedican sus
últimos esfuerzos en sus respectivas casas en Sussex y desde allí dan paso a nuevas
generaciones de personajes y por sobre todo de lectores que son capaces de encantarse con
sus aventuras en tierras lejanas, combatiendo las fuerzas malvadas del mundo y de aquello
que siempre nos resultará desconocido en algún recoveco del ancho universo.