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Introducción

Todas las guerras son injustas y lamentables, pues unos son agresores ávidos de


ampliar sus dominios y apoderarse de los recursos del que tienen en la mira
como enemigo, y los otros son los agredidos que deben soportar "sangre, sudor y
lágrimas" por las ambiciones inaceptables de sus agresores.

Pero la guerra de Troya, en los albores de la historia, fue particularmente penosa por el
trágico final de su esplendor y de su heroico pueblo.

En la mitología griega, la Guerra de Troya fue un conflicto bélico en el que se


enfrentaron una coalición de ejércitos aqueos contra la ciudad de Troya, ubicada
en Asia Menor, y sus aliados. Según Homero, se trataría de una expedición de
castigo por parte de los aqueos, cuyo pretexto habría sido el rapto —o fuga—
de Helena de Esparta por el príncipe Paris de Troya.

Una pequeñísima parte de esa guerra, con la muerte de Héctor, valiente


paladín troyano, fue inmortalizada por Homero en La Ilíada, compuesta 4 siglos
después de la tragedia.
Guerra de Troya
La Guerra de Troya se libró entre los griegos y los defensores de la ciudad de Troya,
en Anatolia, en algún momento del final de la Edad del Bronce. La historia ha sido parte
del imaginario durante milenios, pero puede muy bien haber ocurrido un conflicto entre
micenios e hititas, aunque su representación en la literatura épica como
la Ilíada de Homero es seguramente más mito que realidad.

La Guerra de Troya ha definido y dado forma a la manera en que la cultura de


la antigua Grecia ha sido vista hasta el siglo XXI. La historia de dioses y guerreros
heroicos es quizás una de las fuentes más ricas supervivientes desde la antigüedad y
ofrece información sobre la guerra, la religión, las costumbres y las actitudes de los
antiguos griegos.

Paris y Helena

Nuestra principal fuente de información sobre la Guerra de Troya es la Ilíada de


Homero (escrita en el siglo VIII a.C.) en la que narra 52 días del último año del
conflicto, que duró 10 años. Los griegos supusieron que la guerra había tenido lugar
durante el siglo XIII a.C.; sin embargo, la guerra fue también objeto de tradición oral
antes de la obra de Homero lo cual, junto con otras fuentes como los poemas del
fragmentario Ciclo Épico, nos da una imagen más completa de lo que consideraban
exactamente los griegos como Guerra de Troya.

Según la tradición griega, la Guerra de Troya comenzó como una forma de que Zeus
redujera la población humana, en continuo crecimiento y, de manera más concreta,
como una expedición para rescatar a Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta y
hermano de Agamenón. Helena fue raptada por el príncipe troyano Paris (también
conocido como Alejandro), tomada como premio por escoger a Afrodita como la diosa
más bella en un concurso con Atenea y Hera, en la boda de Peleo y Tetis. Menelao y
los griegos quisieron rescatarla y vengar la insolencia troyana.
El ejército griego

La coalición griega (o aqueos, como a menudo los denomina Homero) estaba liderada
por el rey de Micenas, Agamenón. Entre las ciudades o regiones representadas
estaban Beocia, Fócida, Eubea, Atenas, Argos, Corinto, Arcadia, Esparta, Cefalonia,
Creta, Rodas, Magnesia y las Cícladas. No está claro el número de hombres que la
formaban: Homero habla de un ejército de ‘decenas de miles’ o, de manera más
poética, de tantos como las hojas y las flores que brotan en primavera.

Entre los guerreros griegos había algunos héroes muy especiales, líderes que fueron
los más grandes luchadores y los que mostraron el mayor coraje en el campo de
batalla. También a menudo uno de sus dos progenitores era divino, mientras que el
otro era mortal, creando de esa forma un vínculo genealógico entre los dioses y las
personas normales. Entre los más importantes se encuentran Aquiles, Ulises, Áyax,
Diomedes, Patroclo, Antíloco, Menesteo e Idomeneo.
Los griegos recibieron la ayuda de varios dioses del Olimpo. Atenea, Poseidón, Hera,
Hefesto, Hermes y Tetis ayudaron directa o indirectamente a los griegos, según la
versión de Homero de la guerra. Los dioses tenían sus favoritos entre los que luchaban
en las llanuras de Troya y a menudo los protegían desviando las lanzas e incluso
transportándolos desde el fragor de la batalla a un lugar seguro, fuera de peligro.

El ejército troyano

El ejército que defendía la gran ciudad de Troya, dirigido por su rey Príamo, también
contaba con la ayuda de una larga lista de aliados. Entre ellos estaban los carios,
halizones, caucones, cicones, licios, maionios, misios, paionios, paflagones, pelasgos,
frigios y tracios.

Aquiles y Pentesilea
Los troyanos también tenían sus héroes semidivinos, incluyendo a Héctor (hijo de
Príamo), Eneas, Sarpedón, Glauco, Forcis, Polidamante y Reso. También contaban
con la ayuda de los dioses, recibiendo asistencia durante la batalla por parte de Apolo,
Afrodita, Ares y Leto.

Batallas clave

La mayor parte de la Guerra de Troya fue de hecho un asedio prolongado, en el que la


ciudad fue capaz de resistir a los asaltantes durante tanto tiempo sobre todo porque
sus fortificaciones eran magníficas. De hecho, según la mitología griega, las murallas
de Troya habían sido construidas por Poseidón y Apolo que, tras un acto de impiedad,
fueron obligados por Zeus a servir durante un año al rey troyano Laomedonte. Sin
embargo, se libraron batallas fuera de la ciudad, a veces con carros, pero en su
mayoría por infantería con lanzas y espadas y protegidos por una coraza, un casco y
defensas para el pecho y las piernas. La guerra discurrió durante años en las llanuras
de Troya, aunque las batallas realmente apasionantes parecieron reservadas para el
último año del asedio. Esta es una selección de las más destacadas.

Paris vs. Menelao

Cansado de batallas poco concluyentes, Menelao propuso luchar con Paris


personalmente en un combate único que decidiera la guerra. Habiéndolo acordado así,
los dos guerreros echaron a suertes quien sería el primero en arrojar su lanza. Paris
ganó y lanzó primero, pero su lanza chocó contra el escudo de Menelao sin producir
ningún daño. El rey griego lanzó entonces la suya con una fuerza tremenda, tanta que
la lanza atravesó el escudo de Paris y perforó su armadura. Seguramente Paris hubiera
muerto directamente si no se hubiera inclinado en el último momento. Sin embargo,
Menelao no había terminado y con su espada dio un golpe terrible sobre el casco del
príncipe troyano, pero la espada se hizo añicos y cayó a trozos sobre el polvo. Menelao
agarró entonces con sus manos el casco de Paris y le arrastró por el suelo.
Ahogándose con la tira del casco enrollada en su cuello, Paris se salvó gracias a la
intervención de Afrodita, que la rompió y, cubriendo al príncipe con una espesa niebla,
se lo llevó al refugio seguro de su dormitorio perfumado.

Aquiles y Áyax, por Exequias

Héctor vs. Áyax

El encuentro de los dos grandes héroes es un reflejo del de Menelao y Paris. Ambos
arrojaron sus lanzas sin ningún efecto. Héctor tiró una gran piedra contra el griego, sólo
para que este la desviara con su escudo. Áyax le devolvió el favor con una roca aún
más grande, golpeando el escudo de Héctor. Entonces desenvainaron sus espadas y
se aproximaron para el combate mortal, pero siendo detenidos por sus camaradas, que
les instaron a parar de pelear porque estaba anocheciendo. Siguiendo el código de
honor que caracterizaba a los viejos tiempos, los dos guerreros incluso se despidieron
amistosamente intercambiando regalos, Héctor dándole a Áyax una espada con
empuñadura de plata y este a su rival un espléndido cinturón púrpura.
Ataque a los barcos griegos
Tras un día tremendo de luchas, Héctor condujo a los troyanos en un ataque hasta las
murallas del campamento griego. Atravesando sus puertas, los troyanos hicieron huir a
los griegos, presas del pánico, hasta sus barcos. Sin embargo, mientras Zeus estaba
momentáneamente distraído por los encantos de Hera, Poseidón intervino para animar
a los griegos, quienes forzaron la retirada de los troyanos. Entonces, el signo de la
batalla volvió a cambiar y, con la ayuda de Apolo, un inspirador Héctor, en su mejor
momento, hizo retirarse nuevamente a los griegos hasta sus barcos.

Patroclo cae

El invencible Aquiles era sin duda el guerrero más grande de Grecia. Sin embargo,
para frustración de los griegos, permaneció, de muy mal humor, al margen de la mayor
parte del acto final de la guerra. Agamenón le había robado a Briseida, una mujer
considerada por Aquiles como su botín de guerra y, por dicho motivo, se negó a luchar.
Al principio Agamenón no pareció demasiado preocupado con la pérdida de su
temperamental guerrero talismán, pero cuando los troyanos empezaron a ganar terreno
en la guerra, empezó a ser evidente que Aquiles iba a ser necesario para que los
aqueos pudieran vencer en el prolongado conflicto. Un Agamenón cada vez más
desesperado pidió ayuda a Aquiles, prometiéndole un gran tesoro sólo por volver a
participar en el conflicto, lo que fue rechazado por este. Con el campamento griego
asediado, Patroclo pidió a su mentor y gran amigo Aquiles que se reincorporara y,
cuando volvió a negarse, Patroclo pidió permiso para vestir su armadura y liderar él
mismo a los asustados mirmidones. Aquiles, viendo que uno de los barcos griegos ya
estaba en llamas, dio su consentimiento a regañadientes, pero advirtiendo a Patroclo
de que se limitara a rechazar a los troyanos y no les persiguiera hasta las murallas de
Troya.
Ilíada Ambrosiana

Patroclo dirigió entonces el contraataque de los griegos, obligando a los troyanos a


retirarse e incluso dando muerte al gran héroe troyano Sarpedón. Inflamado por su
éxito, el joven héroe no tuvo en cuenta el consejo de Aquiles y precipitadamente
continuó la lucha hacia Troya. Sin embargo, en ese momento, Apolo intervino de parte
de los troyanos golpeando el casco y la armadura de Patroclo, rompió su lanza y
golpeó la protección de su brazo. Indefenso, Patroclo fue apuñalado por Euforbo, tras
lo cual Héctor intervino para dar el golpe mortal clavándole su lanza sin piedad.

La nueva armadura de Aquiles

Cuando Aquiles se enteró de la muerte de su gran amigo Patroclo, quedó abrumado de


dolor y rabia, jurando venganza contra los troyanos y en particular contra Héctor.
Después de mostrar su dolor, Aquiles decidió finalmente entrar de nuevo en la batalla.
Fue una decisión que sellaría el destino de Troya.

Pero antes de entrar en combate, Aquiles necesitaba una armadura nueva, que le fue
proporcionada por su madre divina Tetis, que hizo que Hefesto, el maestro artesano del
Olimpo, le hiciera la más magnífica nunca vista. Utilizando bronce, estaño, plata y oro,
el dios produjo para el héroe una enorme coraza, que mostraba una miríada de
escenas terrestres y todas las constelaciones, y también un casco resplandeciente, con
una cresta de oro. Resplandeciente en su brillante armadura, Aquiles, todavía ciego de
rabia, derrotó, como era de esperar, a los troyanos, que huyeron presas del pánico tras
la seguridad de las murallas de su ciudad.

Héctor vs. Aquiles

Sólo Héctor permaneció fuera de las murallas, pero a la vista de la embestida del
terrible Aquiles también perdió los nervios y corrió a lugar seguro. Sin embargo, Aquiles
persiguió al príncipe troyano por tres veces alrededor de las murallas de la ciudad.
Alcanzándole finalmente, Aquiles mató a su presa clavando su lanza en la garganta de
Héctor. A continuación le despojó de su armadura y, atándole por los tobillos a su
carro, Aquiles lo arrastró hasta el campamento griego, a la vista de Príamo, que lo
observaba desde lo alto de las fortificaciones de la ciudad. Fue una acción
sorprendentemente deshonrosa y contra las antiguas reglas de la lucha.

Aquiles luchando contra Héctor.


Una vez vengada la muerte de Patroclo, Aquiles organizó las ceremonias fúnebres en
honor de su amigo caído. Mientras tanto, Príamo entró disfrazado en el campamento
griego y pidió a Aquiles que le devolviera el cuerpo de su hijo, para darle la sepultura
adecuada. Reticente al principio, Aquiles hizo caso finalmente de la emotiva súplica del
anciano y aceptó devolverle el cuerpo. Aquí finaliza la Ilíada, pero a la guerra aún le
quedaban varios giros del destino.

El caballo de Troya y la victoria

La guerra tuvo aún varios episodios emocionantes, incluyendo las luchas de Aquiles
contra el rey etíope Memnón y la amazona Pentesilea, a quienes dio muerte, y que
habían acudido en ayuda de los troyanos. Se dice incluso que Aquiles se enamoró de
la bella amazona justo en el momento de matarla con su lanza. El propio Aquiles se
encontró con su destino y fue muerto por una flecha disparada por Paris y guiada por
Apolo, que se clavó en su único punto débil, el talón. Ulises y Áyax se disputaron la
magnífica armadura del héroe y Áyax se volvió loco al perder su premio. Masacrando
un rebaño de ovejas que tomó por griegos, cayó sobre su espada en un confuso e inútil
suicidio. Filoctetes vengó la muerte de Aquiles hiriendo fatalmente a Paris con el
legendario arco de Hércules. Finalmente, Ulises logró incluso entrar disfrazado en la
ciudad y robar la sagrada estatua del Paladio de Atenea.

La acción final y decisiva fue, sin embargo, la idea del caballo de madera. Ulises,
inspirado por Atenea, ideó la estratagema para introducir un grupo de hombres al
interior de las murallas. En primer lugar, los griegos zarparon al atardecer dejando a los
troyanos una misteriosa ofrenda, consistente en un caballo de madera gigantesco, que
en realidad escondía un grupo de guerreros en su interior. Para asegurarse de que los
troyanos introducían el caballo en la ciudad, se eligió a Sinón para que se quedara
atrás y explicara a los troyanos un cuento chino sobre que los griegos habían
abandonado la lucha dejando un bonito regalo. Los troyanos llevaron al caballo al
interior de las murallas pero, mientras celebraban su victoria emborrachándose, los
griegos saltaron fuera del caballo, abrieron las puertas de la ciudad al ejército griego,
que estaba de regreso, y la ciudad fue saqueada y su población masacrada o
esclavizada. Helena fue llevada de vuelta a Argos y, de entre los héroes troyanos,
solamente Eneas escapó, para establecer finalmente un nuevo hogar en Italia.

Sin embargo, la victoria tuvo su precio. Debido a la devastación sin piedad de la ciudad
y su gente y, aún peor, los inaceptables actos sacrílegos, como la violación de
Casandra, los dioses castigaron a los griegos enviándoles tormentas para hacer
naufragar sus naves, y aquellos que finalmente pudieron regresar tuvieron que sufrir un
viaje de vuelta largo y penoso. Incluso algunos de los griegos que lograron llegar a su
tierra, lo hicieron solamente para sufrir ulteriores desastres e infortunios.

El caballo de Troya

Guerra de Troya: arte y literatura

Troya y la Guerra de Troya se convirtieron en un mito esencial de la literatura griega y


romana, revisitado en numerosas ocasiones por escritores en obras como
el Agamenón de Esquilo, Las troyanas de Eurípides y la Eneida de Virgilio. También
en la decoración de cerámica y escultura, los artistas fueron cautivados por la Guerra
de Troya. Escenas como el Juicio de Paris, Aquiles luchando contra Héctor, Aquiles
jugando a los dados con Áyax, y Áyax cayendo sobre su espada, fueron solamente
algunas de la miríada de escenas de esta historia que aparecerían una y otra vez en el
arte a lo largo de los siglos. Quizás aún más importante, la Guerra de Troya vino a
representar la lucha de los griegos contra las potencias extranjeras, explicando
historias de un tiempo en que los hombres eran mejores, más capaces y más
honorables.

Troya en la arqueología

Ha habido mucho debate académico acerca de si la Troya mítica existió en realidad y,


en tal caso, si el sitio arqueológico descubierto en Anatolia, que reveló la existencia de
una ciudad que había prosperado a lo largo de milenios de ocupación, se refería a la
misma ciudad; sin embargo, en la actualidad es aceptado casi universalmente que la
ciudad que las excavaciones han revelado es la ciudad de la Ilíada de Homero.

De las diversas ciudades construidas una sobre otra, Troya VI (ca. 1750-1300 a.C.) es
la candidata más probable para ser la ciudad asediada de la Guerra de Troya de
Homero. Las imponentes murallas con varias torres concuerdan con la descripción de
Homero de la ‘Troya fortificada’. La ciudad inferior cubre unos impresionantes 270.000
m², protegidos por una zanja tallada en la roca, y sugiere una gran ciudad como la
Troya de la tradición.

Troya VI fue parcialmente destruida, aunque el motivo exacto es desconocido, salvo


algunas evidencias de incendio. Resulta enigmático que se hayan encontrado en el
sitio puntas de flecha de bronce, puntas de lanza y hondas, incluso algunas incrustadas
en las murallas, lo que sugiere algún tipo de conflicto. Las fechas de estas (ca. 1250
a.C.) y de la destrucción del sitio se corresponden con las fechas de  Heródoto para la
Guerra de Troya. Los conflictos a lo largo de los siglos entre las civilizaciones micénica
e hitita son muy probables, siendo la expansión colonial y el control de las lucrativas
rutas comerciales los principales motivos. Sin embargo, no parece probable que dichos
conflictos hayan alcanzado la escala de la guerra de Homero, aunque en su conjunto
pudieran muy bien haber sido el origen de la historia épica de la Guerra de Troya que
ha mantenido su fascinación durante siglos.
Conclusión
La Guerra de Troya es uno de los incidentes de mayor relevancia dentro de la épica
griega y del imaginario grecolatino. Algunos de sus episodios son narrados por Homero
en la Ilíada y en parte en la Odisea, aunque esta última está centrada en el retorno a
casa de uno de los líderes griegos.

Troya fue saqueada, incendiada y destruida por los griegos. Los pocos troyanos que


lograron sobrevivir fueron tomados prisioneros y esclavizados. El conflicto terminó con
la victoria de los ejércitos invasores y la total destrucción de Troya. Según el historiador
griego Heródoto (484-425 a.C.), fue el inicio de las ancestrales enemistades entre
los persas y los griegos.

En tiempos modernos se pensaba la ciudad y el evento como puramente mitológico.


Sin embargo, en 1870 el arqueólogo prusiano Heinrich Schliemann encontró los restos
prehistóricos de la ciudad. Bajo ellos había distintas capas sucesivas de restos
arqueológicos, que hacen suponer la existencia de hasta diez posibles Troyas.

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