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Pero la guerra de Troya, en los albores de la historia, fue particularmente penosa por el
trágico final de su esplendor y de su heroico pueblo.
Paris y Helena
Según la tradición griega, la Guerra de Troya comenzó como una forma de que Zeus
redujera la población humana, en continuo crecimiento y, de manera más concreta,
como una expedición para rescatar a Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta y
hermano de Agamenón. Helena fue raptada por el príncipe troyano Paris (también
conocido como Alejandro), tomada como premio por escoger a Afrodita como la diosa
más bella en un concurso con Atenea y Hera, en la boda de Peleo y Tetis. Menelao y
los griegos quisieron rescatarla y vengar la insolencia troyana.
El ejército griego
La coalición griega (o aqueos, como a menudo los denomina Homero) estaba liderada
por el rey de Micenas, Agamenón. Entre las ciudades o regiones representadas
estaban Beocia, Fócida, Eubea, Atenas, Argos, Corinto, Arcadia, Esparta, Cefalonia,
Creta, Rodas, Magnesia y las Cícladas. No está claro el número de hombres que la
formaban: Homero habla de un ejército de ‘decenas de miles’ o, de manera más
poética, de tantos como las hojas y las flores que brotan en primavera.
Entre los guerreros griegos había algunos héroes muy especiales, líderes que fueron
los más grandes luchadores y los que mostraron el mayor coraje en el campo de
batalla. También a menudo uno de sus dos progenitores era divino, mientras que el
otro era mortal, creando de esa forma un vínculo genealógico entre los dioses y las
personas normales. Entre los más importantes se encuentran Aquiles, Ulises, Áyax,
Diomedes, Patroclo, Antíloco, Menesteo e Idomeneo.
Los griegos recibieron la ayuda de varios dioses del Olimpo. Atenea, Poseidón, Hera,
Hefesto, Hermes y Tetis ayudaron directa o indirectamente a los griegos, según la
versión de Homero de la guerra. Los dioses tenían sus favoritos entre los que luchaban
en las llanuras de Troya y a menudo los protegían desviando las lanzas e incluso
transportándolos desde el fragor de la batalla a un lugar seguro, fuera de peligro.
El ejército troyano
El ejército que defendía la gran ciudad de Troya, dirigido por su rey Príamo, también
contaba con la ayuda de una larga lista de aliados. Entre ellos estaban los carios,
halizones, caucones, cicones, licios, maionios, misios, paionios, paflagones, pelasgos,
frigios y tracios.
Aquiles y Pentesilea
Los troyanos también tenían sus héroes semidivinos, incluyendo a Héctor (hijo de
Príamo), Eneas, Sarpedón, Glauco, Forcis, Polidamante y Reso. También contaban
con la ayuda de los dioses, recibiendo asistencia durante la batalla por parte de Apolo,
Afrodita, Ares y Leto.
Batallas clave
El encuentro de los dos grandes héroes es un reflejo del de Menelao y Paris. Ambos
arrojaron sus lanzas sin ningún efecto. Héctor tiró una gran piedra contra el griego, sólo
para que este la desviara con su escudo. Áyax le devolvió el favor con una roca aún
más grande, golpeando el escudo de Héctor. Entonces desenvainaron sus espadas y
se aproximaron para el combate mortal, pero siendo detenidos por sus camaradas, que
les instaron a parar de pelear porque estaba anocheciendo. Siguiendo el código de
honor que caracterizaba a los viejos tiempos, los dos guerreros incluso se despidieron
amistosamente intercambiando regalos, Héctor dándole a Áyax una espada con
empuñadura de plata y este a su rival un espléndido cinturón púrpura.
Ataque a los barcos griegos
Tras un día tremendo de luchas, Héctor condujo a los troyanos en un ataque hasta las
murallas del campamento griego. Atravesando sus puertas, los troyanos hicieron huir a
los griegos, presas del pánico, hasta sus barcos. Sin embargo, mientras Zeus estaba
momentáneamente distraído por los encantos de Hera, Poseidón intervino para animar
a los griegos, quienes forzaron la retirada de los troyanos. Entonces, el signo de la
batalla volvió a cambiar y, con la ayuda de Apolo, un inspirador Héctor, en su mejor
momento, hizo retirarse nuevamente a los griegos hasta sus barcos.
Patroclo cae
El invencible Aquiles era sin duda el guerrero más grande de Grecia. Sin embargo,
para frustración de los griegos, permaneció, de muy mal humor, al margen de la mayor
parte del acto final de la guerra. Agamenón le había robado a Briseida, una mujer
considerada por Aquiles como su botín de guerra y, por dicho motivo, se negó a luchar.
Al principio Agamenón no pareció demasiado preocupado con la pérdida de su
temperamental guerrero talismán, pero cuando los troyanos empezaron a ganar terreno
en la guerra, empezó a ser evidente que Aquiles iba a ser necesario para que los
aqueos pudieran vencer en el prolongado conflicto. Un Agamenón cada vez más
desesperado pidió ayuda a Aquiles, prometiéndole un gran tesoro sólo por volver a
participar en el conflicto, lo que fue rechazado por este. Con el campamento griego
asediado, Patroclo pidió a su mentor y gran amigo Aquiles que se reincorporara y,
cuando volvió a negarse, Patroclo pidió permiso para vestir su armadura y liderar él
mismo a los asustados mirmidones. Aquiles, viendo que uno de los barcos griegos ya
estaba en llamas, dio su consentimiento a regañadientes, pero advirtiendo a Patroclo
de que se limitara a rechazar a los troyanos y no les persiguiera hasta las murallas de
Troya.
Ilíada Ambrosiana
Pero antes de entrar en combate, Aquiles necesitaba una armadura nueva, que le fue
proporcionada por su madre divina Tetis, que hizo que Hefesto, el maestro artesano del
Olimpo, le hiciera la más magnífica nunca vista. Utilizando bronce, estaño, plata y oro,
el dios produjo para el héroe una enorme coraza, que mostraba una miríada de
escenas terrestres y todas las constelaciones, y también un casco resplandeciente, con
una cresta de oro. Resplandeciente en su brillante armadura, Aquiles, todavía ciego de
rabia, derrotó, como era de esperar, a los troyanos, que huyeron presas del pánico tras
la seguridad de las murallas de su ciudad.
Sólo Héctor permaneció fuera de las murallas, pero a la vista de la embestida del
terrible Aquiles también perdió los nervios y corrió a lugar seguro. Sin embargo, Aquiles
persiguió al príncipe troyano por tres veces alrededor de las murallas de la ciudad.
Alcanzándole finalmente, Aquiles mató a su presa clavando su lanza en la garganta de
Héctor. A continuación le despojó de su armadura y, atándole por los tobillos a su
carro, Aquiles lo arrastró hasta el campamento griego, a la vista de Príamo, que lo
observaba desde lo alto de las fortificaciones de la ciudad. Fue una acción
sorprendentemente deshonrosa y contra las antiguas reglas de la lucha.
La guerra tuvo aún varios episodios emocionantes, incluyendo las luchas de Aquiles
contra el rey etíope Memnón y la amazona Pentesilea, a quienes dio muerte, y que
habían acudido en ayuda de los troyanos. Se dice incluso que Aquiles se enamoró de
la bella amazona justo en el momento de matarla con su lanza. El propio Aquiles se
encontró con su destino y fue muerto por una flecha disparada por Paris y guiada por
Apolo, que se clavó en su único punto débil, el talón. Ulises y Áyax se disputaron la
magnífica armadura del héroe y Áyax se volvió loco al perder su premio. Masacrando
un rebaño de ovejas que tomó por griegos, cayó sobre su espada en un confuso e inútil
suicidio. Filoctetes vengó la muerte de Aquiles hiriendo fatalmente a Paris con el
legendario arco de Hércules. Finalmente, Ulises logró incluso entrar disfrazado en la
ciudad y robar la sagrada estatua del Paladio de Atenea.
La acción final y decisiva fue, sin embargo, la idea del caballo de madera. Ulises,
inspirado por Atenea, ideó la estratagema para introducir un grupo de hombres al
interior de las murallas. En primer lugar, los griegos zarparon al atardecer dejando a los
troyanos una misteriosa ofrenda, consistente en un caballo de madera gigantesco, que
en realidad escondía un grupo de guerreros en su interior. Para asegurarse de que los
troyanos introducían el caballo en la ciudad, se eligió a Sinón para que se quedara
atrás y explicara a los troyanos un cuento chino sobre que los griegos habían
abandonado la lucha dejando un bonito regalo. Los troyanos llevaron al caballo al
interior de las murallas pero, mientras celebraban su victoria emborrachándose, los
griegos saltaron fuera del caballo, abrieron las puertas de la ciudad al ejército griego,
que estaba de regreso, y la ciudad fue saqueada y su población masacrada o
esclavizada. Helena fue llevada de vuelta a Argos y, de entre los héroes troyanos,
solamente Eneas escapó, para establecer finalmente un nuevo hogar en Italia.
Sin embargo, la victoria tuvo su precio. Debido a la devastación sin piedad de la ciudad
y su gente y, aún peor, los inaceptables actos sacrílegos, como la violación de
Casandra, los dioses castigaron a los griegos enviándoles tormentas para hacer
naufragar sus naves, y aquellos que finalmente pudieron regresar tuvieron que sufrir un
viaje de vuelta largo y penoso. Incluso algunos de los griegos que lograron llegar a su
tierra, lo hicieron solamente para sufrir ulteriores desastres e infortunios.
El caballo de Troya
Troya en la arqueología
De las diversas ciudades construidas una sobre otra, Troya VI (ca. 1750-1300 a.C.) es
la candidata más probable para ser la ciudad asediada de la Guerra de Troya de
Homero. Las imponentes murallas con varias torres concuerdan con la descripción de
Homero de la ‘Troya fortificada’. La ciudad inferior cubre unos impresionantes 270.000
m², protegidos por una zanja tallada en la roca, y sugiere una gran ciudad como la
Troya de la tradición.