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Ley de Gravitación Universal
Ley de Gravitación Universal
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Fuerzas mutuas de atracción entre dos esferas de diferente tamaño. De acuerdo con la mecánica
newtoniana las dos fuerzas son iguales en módulo, pero de sentido contrario; al estar aplicadas en
diferentes cuerpos no se anulan y su efecto combinado no altera la posición del centro de
gravedad conjunto de ambas esferas.
La ley de gravitación universal es una ley física clásica que describe la interacción gravitatoria entre
distintos cuerpos con masa. Fue formulada por Isaac Newton en su libro Philosophiae Naturalis
Principia Mathematica, publicado el 5 de julio de 1687, donde establece por primera vez una
relación proporcional (deducida empíricamente de la observación) de la fuerza con que se atraen
dos objetos con masa. Así, Newton dedujo que la fuerza con que se atraen dos cuerpos tenía que
ser proporcional al producto de sus masas dividido por la distancia entre ellos al cuadrado. Para
grandes distancias de separación entre cuerpos se observa que dicha fuerza actúa de manera muy
aproximada como si toda la masa de cada uno de los cuerpos estuviese concentrada únicamente
en su centro de gravedad, es decir, es como si dichos objetos fuesen únicamente un punto, lo cual
permite reducir enormemente la complejidad de las interacciones entre cuerpos complejos.
Así, con todo esto resulta que la ley de la gravitación universal predice que la fuerza ejercida entre
dos cuerpos de masas {\displaystyle m_{1}}{\displaystyle m_{1}} y {\displaystyle m_{2}}{\
displaystyle m_{2}} separados una distancia {\displaystyle r}r es igual al producto de sus masas e
inversamente proporcional al cuadrado de la distancia, es decir:
Símbolo Nombre
Es decir, cuanto más masivos sean los cuerpos y más cercanos se encuentren, con mayor fuerza se
atraerán.
El valor de esta constante de gravitación universal no pudo ser establecido por Newton, que
únicamente dedujo la forma de la interacción gravitatoria, pero no tenía suficientes datos como
para establecer cuantitativamente su valor. Únicamente dedujo que su valor debería ser muy
pequeño. Solo mucho tiempo después se desarrollaron las técnicas necesarias para calcular su
valor, y aún hoy es una de las constantes universales conocidas con menor precisión. En 1798 se
hizo el primer intento de medición (véase el experimento de Cavendish) y en la actualidad, con
técnicas mucho más precisas se ha llegado a estos resultados:1?
Esta ley recuerda mucho a la forma de la ley de Coulomb para las fuerzas electrostáticas, ya que
ambas leyes siguen una ley de la inversa del cuadrado (es decir, la fuerza decae con el cuadrado de
la distancia) y ambas son proporcionales al producto de magnitudes propias de los cuerpos (en el
caso gravitatorio de sus masas y en el caso electrostático de su carga eléctrica).
Aunque actualmente se conocen los límites en los que dicha ley deja de tener validez (lo cual
ocurre básicamente cuando nos encontramos cerca de cuerpos extremadamente masivos), en
cuyo caso es necesario realizar una descripción a través de la relatividad general enunciada por
Albert Einstein en 1915, dicha ley sigue siendo ampliamente utilizada y permite describir con una
extraordinaria precisión los movimientos de los cuerpos (como planetas, lunas o asteroides) del
Sistema Solar, por lo que a grandes rasgos, para la mayor parte de las aplicaciones cotidianas sigue
siendo la utilizada, debido a su mayor simplicidad frente a la relatividad general, y a que esta en
estas situaciones no predice variaciones detectables respecto a la gravitación universal.
Índice
2 Consecuencias
3 Limitaciones
4 Problemas filosóficos
5 Historia
6 Véase también
7 Referencias
7.1 Bibliografía
Forma vectorial
Aunque en la ecuación (1) se ha detallado la dependencia del valor de la fuerza gravitatoria para
dos cuerpos cualesquiera, existe una forma más general con la que poder describir
completamente dicha fuerza, ya que en lugar de darnos únicamente su valor, también podemos
encontrar directamente su dirección. Para ello, se convierte dicha ecuación en forma vectorial,
para lo cual únicamente hay que tener en cuenta las posiciones donde se localizan ambos cuerpos,
referenciados a un sistema de referencia cualquiera. De esta forma, suponiendo que ambos
cuerpos se encuentran en las posiciones {\displaystyle \mathbf {r} _{1},\mathbf {r} _{2}}{\
displaystyle \mathbf {r} _{1},\mathbf {r} _{2}}, la fuerza (que será un vector ahora) vendrá dada
por la siguiente ecuación
Cuerpos extensos
Se ha mencionado anteriormente que dichos cuerpos se pueden tratar como cuerpos puntuales,
localizados en el centro de gravedad del cuerpo real, de tal forma que la descripción de esta fuerza
se realiza trabajando únicamente con cuerpos puntuales (toda su masa se encuentra concentrada
en su centro). Sin embargo, para algunos casos se puede hacer necesario tratar dichos cuerpos
como lo que son, cuerpos con una extensión dada, es decir no puntuales. Un ejemplo donde este
tratamiento es obligatorio es cuando se desea determinar cómo varía la fuerza de la gravedad a
medida que nos situamos en el interior de un objeto, por ejemplo qué gravedad existe en el
interior de la Tierra (en la región del manto terrestre o del núcleo).
En estos casos es necesario describir al objeto masivo como una distribución de masa, es decir,
describirlo a través de su densidad en cada punto del espacio. Así, se integra la fuerza que produce
cada elemento infinitesimal del cuerpo sobre cada elemento del otro objeto, sumando a todos los
elementos que existen en el volumen de ambos cuerpos, lo cual matemáticamente se traduce en
una integral sobre el volumen de cada cuerpo, de tal forma que la fuerza gravitatoria entre ambos
se obtiene como
(3){\displaystyle \mathbf {F} _{12}=-G\int _{V_{1}}\int _{V_{2}}{\frac {\rho _{1}(\mathbf {r} _{1})\
rho _{2}(\mathbf {r} _{2})}{\|\mathbf {r} _{2}-\mathbf {r} _{1}\|^{3}}}(\mathbf {r} _{2}-\mathbf {r}
_{1})\ d^{3}\mathbf {r} _{1}d^{3}\mathbf {r} _{2}}{\displaystyle \mathbf {F} _{12}=-G\int _{V_{1}}\
int _{V_{2}}{\frac {\rho _{1}(\mathbf {r} _{1})\rho _{2}(\mathbf {r} _{2})}{\|\mathbf {r} _{2}-\
mathbf {r} _{1}\|^{3}}}(\mathbf {r} _{2}-\mathbf {r} _{1})\ d^{3}\mathbf {r} _{1}d^{3}\mathbf {r}
_{2}}
Donde
{\displaystyle \scriptstyle \rho _{1},\rho _{2}}{\displaystyle \scriptstyle \rho _{1},\rho _{2}} son las
densidades de los dos cuerpos en cada punto del espacio ({\displaystyle \scriptstyle r_{1},r_{2}}{\
displaystyle \scriptstyle r_{1},r_{2}}).
Puede verse que si se tienen dos cuerpos finitos entonces la fuerza gravitatoria entre ambos viene
acotada por:
{\displaystyle G{\frac {m_{1}m_{2}}{d_{\max }^{2}}}\leq \|\mathbf {F} _{12}\|\leq G{\frac
{m_{1}m_{2}}{d_{\min }^{2}}}}{\displaystyle G{\frac {m_{1}m_{2}}{d_{\max }^{2}}}\leq \|\mathbf
{F} _{12}\|\leq G{\frac {m_{1}m_{2}}{d_{\min }^{2}}}}
Consecuencias
Aceleración de la gravedad
Efecto de la atracción gravitatoria terrestre: animación de una esfera en caída libre desde la Torre
de Pisa
Considerando la segunda ley de Newton, que explica que la aceleración que sufre un cuerpo es
proporcional a la fuerza ejercida sobre él, estando ambas relacionadas por una constante de
proporcionalidad que es precisamente la masa de dicho objeto,
e introduciéndola en la ley de la Gravitación Universal (en su forma más simple, únicamente por
simplicidad) se obtiene que la aceleración que sufre un cuerpo debido a la fuerza de la gravedad
ejercida por otro de masa {\displaystyle M}M es igual a
Continuando con lo que se acaba de mencionar acerca de la aceleración que sufre un cuerpo como
consecuencia de la presencia de otro objeto masivo, el hecho de que esta aceleración únicamente
dependa de la masa de este objeto masivo muestra que, para dos cuerpos dados de diferente
masa, el cuerpo menos masivo será el que sufra una aceleración mayor, y por tanto un cambio de
movimiento más pronunciado. Con esto se observa directamente una respuesta a por qué es la
Tierra la que órbita en torno al Sol y no al revés, puesto que este último tiene una masa
increíblemente superior a la de la Tierra (unas 330 000 veces superior), haciendo en cambio que el
movimiento experimentado por el Sol como consecuencia de la atracción que ejerce la Tierra
sobre él sea insignificante. Y de igual modo, es la Luna (cuerpo menos masivo) la que orbita en
torno a la Tierra.
Intensidad del campo gravitatorio terrestre (desde la órbita del Shuttle hasta el centro del planeta)
Una de las consecuencias que trae que la gravedad sea una fuerza que depende como la inversa
del cuadrado de la distancia es que si se tiene un cuerpo esférico, con una densidad que
únicamente va variando a medida que nos alejamos del centro del cuerpo (lo cual podría ser un
modelo que describe de forma bastante adecuada a la Tierra), se puede demostrar a través de la
ley de Gauss que la fuerza en su interior (a una distancia {\displaystyle r}r del centro) únicamente
depende de la masa existente dentro de la esfera de radio {\displaystyle r}r. Es decir, la masa que
hay fuera de dicha esfera no produce ninguna fuerza sobre un cuerpo situado en dicho punto. Por
ello, dentro del cuerpo la fuerza ya no depende de la inversa cuadrado (puesto que ahora la masa
a considerar depende también de dicha distancia) y resulta que es proporcional a dicha distancia.
Esto es, en el interior del cuerpo la fuerza de la gravedad va creciendo conforme nos alejamos del
centro del cuerpo (en donde esta es nula) hasta llegar a la superficie, donde se hace máxima.
Este razonamiento es válido para esferas homogéneas, es decir, de densidad uniforme. Sin
embargo, la Tierra posee un núcleo metálico (el nife) mucho más denso que el manto y la corteza,
por lo que la máxima intensidad del campo gravitatorio se produce precisamente en el límite entre
el núcleo y el manto.
Y por extensión de lo que se acaba de mencionar, en el caso en que se tuviese un cuerpo esférico
pero hueco por dentro (es decir que únicamente sería una cáscara esférica), en cualquier punto
externo a él sigue produciendo una fuerza de la gravedad de acuerdo con la ecuación (1), es decir
como si dicho cuerpo fuese puntual. Sin embargo, al ubicarnos dentro del mismo, observaríamos
que no hay fuerza de la gravedad, puesto que en su interior ya no hay masa.
Como se ha mencionado en el apartado histórico, esta ley permite recuperar y explicar la Tercera
Ley de Kepler, que muestra de acuerdo a las observaciones que los planetas que se encuentran
más alejados del Sol tardan más tiempo en dar una vuelta alrededor de este. Además de esto, con
dicha ley y usando las leyes de Newton se describe perfectamente tanto el movimiento planetario
del Sistema Solar como el movimiento de los satélites (lunas) o sondas enviadas desde la Tierra.
Por ello, esta ley estuvo considerada como una ley fundamental por más de 200 años, y aún hoy
sigue estando vigente para la mayoría de los cálculos necesarios que atañen a la gravedad.
Uno de los hechos que muestran su precisión es que al analizar las órbitas de los planetas
conocidos en torno a 1800 (cuando todavía quedaban por descubrir Neptuno y Plutón), se
observaban irregularidades en torno a la órbita de Urano principalmente, y de Saturno y Júpiter en
menor medida, respecto a lo que predecía la ley de Newton (junto con las leyes de Kepler). Por
esta razón, algunos astrónomos supusieron que dichas irregularidades eran debidas a la existencia
de otro planeta más externo, alejado, que todavía no había sido descubierto. Así, tanto Adams
como Le Verrier (de forma independiente) calcularon matemáticamente dónde debería
encontrarse dicho planeta desconocido para poder explicar dichas irregularidades. Neptuno fue
descubierto al poco tiempo por el astrónomo Galle, el 23 de septiembre de 1846, siguiendo sus
indicaciones y encontrándolo a menos de un grado de distancia de la posición predicha.
Si se pone a girar una piedra atada a un cordel, este ejerce una fuerza centrípeta constante para
tirar de la piedra acelerándola hacia el centro del círculo. La piedra ejerce sobre el cordel una
fuerza igual y opuesta originando una tensión en el cordel que aumentará a medida que sea mayor
la velocidad con que gira la piedra. Para calcular el valor de la fuerza centrípeta se usa la ecuación:
La fuerza centrífuga, es una fuerza ficticia percibida por un observador sobre la tierra que es igual
en módulo y de sentido opuesto a la aceleración centrípeta de la superficie de la tierra, por lo que
un observador situado sobre el ecuador terrestre percibirá una mayor fuerza centrípeta que en los
polos. Esto se debe a que en un punto del ecuador se mueve más rápido que en uno próximo a los
polos. Por tanto, cuando la Tierra da una vuelta alrededor de su eje, el punto sobre el ecuador
habrá recorrido aproximadamente 40 000 km, que es el valor de la longitud de la circunferencia en
el ecuador, mientras que el punto próximo a uno de los polos recorrería una distancia mucho más
pequeña (de valor 0 exactamente en cada polo). Debido a ello, la velocidad lineal de un punto
sobre el ecuador será mayor que la de un punto cerca de los polos y consecuentemente será
mayor también su fuerza centrífuga. Como el efecto de la fuerza centrífuga es un distanciamiento
respecto al eje de giro, la fuerza centrífuga percibida por un observador sobre la tierra equivale a
que este vea que dichos cuerpos se alejan del eje de giro, reduciendo el efecto de la fuerza de
gravedad de acuerdo con las medidas de dicho observador.
Por esa razón, al medir el peso efectivo de un cuerpo un observador situado cerca del ecuador
medirá un menor peso que uno situado cerca de los polos, toda vez que la aceleración centrífuga
medida es menor en los polos, además de encontrarse más cerca del centro de la Tierra debido al
achatamiento de sus polos.
Limitaciones
Si bien la ley de la gravitación universal da una muy buena aproximación para describir el
movimiento de un planeta alrededor del Sol, o de un satélite artificial relativamente cercano a la
Tierra, durante el siglo XIX se observó algunos pequeños problemas que no se conseguían resolver
(similares al de las órbitas de Urano, que sí pudo resolverse tras el descubrimiento de Neptuno).
En especial, se encontraba la órbita del planeta Mercurio, la cual en lugar de ser una elipse
cerrada, tal y como predecía la teoría de Newton, es una elipse que en cada órbita va rotando, de
tal forma que el punto más cercano al Sol (el perihelio) se desplaza ligeramente, unos 43 segundos
de arco por siglo, en un movimiento que se conoce como precesión. Aquí, al igual que con el caso
de Urano, se postuló la existencia de un planeta más interno al Sol, al cual se le llamó Vulcano, y
que no habría sido observado por estar tan próximo al Sol y quedar oculto por su brillo. Sin
embargo, este planeta no existe en la realidad (su existencia era inviable de todas formas), por lo
que dicho problema no pudo resolverse, hasta la llegada de la Relatividad General de Einstein.
Como se ha mencionado ya, la órbita del planeta Mercurio no es una elipse cerrada tal como
predice la teoría de Newton, sino una cuasi-elipse que gira secularmente, produciendo el
problema del avance del perihelio que fue explicado por primera vez solo con la formulación de la
teoría general de la relatividad. Esta discrepancia obedece precisamente al límite de validez que
actualmente conocemos para la teoría de Newton: esta únicamente es válida para cuerpos de
poca masa o distancias grandes, lo cual se cumple para todos los planetas del Sistema Solar
excepto para Mercurio, puesto que este se encuentra muy cercano al Sol, un cuerpo lo
suficientemente masivo para producir discrepancias observables (aunque recordando que dicha
discrepancia es únicamente un efecto de 46 segundos de arco por siglo, el uso de la Relatividad
General sigue siendo necesario exclusivamente para cálculos de alta precisión).
Aunque bajo la descripción de la gravedad de Newton esta únicamente se produce entre cuerpos
con masa, se ha observado cómo la luz también se curva (se desvía) como consecuencia de la
gravedad producida por un cuerpo masivo, por ejemplo el Sol. Este hecho, que aunque sí podía
llegar a interpretarse únicamente usando la ley de la Gravitación Universal, esta no daba cuenta
de la desviación correcta observada, resultó ser una de las primeras predicciones contrastadas que
apoyaron la Relatividad General.
La velocidad de rotación de las galaxias no parece responder adecuadamente a la ley de la
gravitación, lo que ha llevado a formular el problema de la materia oscura y alternativamente de la
dinámica newtoniana modificada. A través de la Tercera ley de Kepler hemos mencionado que los
periodos de los cuerpos crecen con la distancia a la que se encuentran del cuerpo masivo.
Aplicando dicho principio a las estrellas de una galaxia, debería observarse algo similar para las
estrellas más alejadas del centro de la galaxia, pero esto es algo que no se observa y que,
manteniendo la ley de la Gravitación Universal, únicamente puede ser explicado si en dicha galaxia
existe mucha más masa de la que se observa, la cual es precisamente la denominada materia
oscura, puesto que sería materia que no vemos.
Problemas filosóficos
Acción a distancia
Otro gran problema que traía consigo esta teoría (y que sirve como uno de los postulados desde
los que se desarrolla la Relatividad General) es el conocido como principio de equivalencia. Este
aboga por el hecho de que en la Teoría de la Gravitación Universal se utiliza una cantidad propia
de cada cuerpo que es la que origina la fuerza de la gravedad, su masa. Aunque aquí se ha
relacionado directamente con la masa propia de cada cuerpo, esta realmente podría ser definida
como una masa gravitacional, en contraposición con la masa utilizada en la segunda ley de
Newton, que habla sobre la inercia de los cuerpos, {\displaystyle \mathbf {F} =m\mathbf {a} }{\
mathbf {F}}=m{\mathbf {a}}, y que podría ser llamada masa inercial.
En la práctica, no existe ninguna ley, principio o hecho que establezca que ambas masas son, en
efecto, la misma masa, como se ha supuesto en toda la descripción realizada (únicamente se
conoce que ambas son prácticamente iguales con una gran precisión). Este hecho que traería una
gran importancia, puesto que de no ser las mismas, la aceleración que experimenta un cuerpo
dejaría de ser independiente de su masa por ejemplo, no ha podido ser resuelto de una manera
efectiva, dando lugar al mencionado principio de equivalencia.
Historia
Primeros trabajos
Isaac Newton en sus Principia menciona como referencias a varios pioneros2? que incluyen a
Bullialdus3? (quien sugirió, sin demostración, que existía una fuerza desde el Sol y que era
proporcional al cuadrado de la distancia), y Borelli4? (quien sugirió, también sin demostración, que
había una tendencia centrífuga en el movimiento de los planetas que estaba siendo
contrarrestada por otra fuerza dirigida hacia el Sol). D T Whiteside ha escrito que la inspiración de
Newton vino principalmente de Borelli, ya que el primero guardaba una copia del libro del italiano
en su biblioteca.5?
Cuando el primer libro de los Principios de Newton fue expuesto a la Royal Society (la Real
Academia de las Ciencias, de Inglaterra), el coetáneo Robert Hooke acusó a Newton de plagio por
copiarle la idea de que la gravedad decaía como la inversa del cuadrado de la distancia entre los
centros de ambos cuerpos. Aunque esta controversia ha durado incluso hasta nuestros días, no
hay datos claros sobre si realmente Newton conocía los trabajos de Hooke o no, ya que aunque
ambos se carteaban regularmente, en ninguna de esas cartas Hooke menciona la ley de la inversa
del cuadrado, algo que Newton sí hizo con otros autores a los que sí agradeció2? los trabajos
anteriores en los que basó sus ideas. Frente a esta proclama de Hooke de su idea de la inversa del
cuadrado, Newton reiteró que dicha idea en ningún caso era exclusivamente de él, sino que
fueron varios autores en aquella época los que ya se dieron cuenta de una dependencia de ese
tipo, como reflejó en los agradecimientos de su publicación.
Las Leyes de Kepler eran una serie de tres leyes empíricas que describían el movimiento de los
planetas deducidas a partir de las observaciones existentes.
Aunque estas leyes describían dichos movimientos, los motivos de por qué estos eran así o qué los
causaban, permanecían desconocidos tanto para Kepler como para sus coetáneos. Sin embargo,
supusieron un punto de partida para Newton, quien pudo dar una formulación matemática a
dichas leyes, lo que junto con sus propios logros condujo a la formulación de la ley de la
Gravitación Universal. En especial, a través de dicha ley Newton pudo dar la forma completa a la
Tercera ley de Kepler, que describe que los cuadrados de los periodos de las órbitas de los
planetas son proporcionales a los cubos de sus distancias al Sol. Es decir, que los planetas más
alejados del Sol tardan más tiempo en dar una vuelta alrededor de este (su año es más largo).
Véase también
Gravedad
Isaac Newton
Campo gravitatorio
Leyes de Kepler
Fuerza G
Galileo Galilei
Referencias
Borelli, G. A., "Theoricae Mediceorum Planetarum ex causis physicis deductae", Florence, 1666.
D T Whiteside, "Before the Principia: the maturing of Newton's thoughts on dynamical astronomy,
1664-1684", Journal for the History of Astronomy, i (1970), pages 5-19; especially at page 13.
Bibliografía
Landau & Lifshitz: Mecánica, Ed. Reverté, Barcelona, 1991. ISBN 84-291-4081-6.
H. Pérez Montiel: "Física 2 Enseñanza Media Superior", México DF 1994 ISBN 968-439-486-1.
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