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OBJETIVOS
Poner al alumno en contacto con los conceptos más relevantes dentro del campo de la
pragmalingüística, tras justificar su existencia y su metodología teóricamente.
Desarrollar el concepto de deixis y el de verbos performativos como el paso necesario desde la
lengua al habla para que puedan tener lugar los actos de habla, y explicar el principio de cooperación y
sus máximas.
Explicar la teoría sobre los actos de habla y justificar las diferentes clases, así como sus
condiciones y regularización.
Enumerar los mecanismos que contribuyen de manera inferida a completar el sentido de los
enunciados, tales como las presuposiciones, las implicaturas, etc.
ESQUEMA
0. Introducción
2. La deixis.
2.1. Deixis personal.
2.2. Deixis temporal.
2.3. Deixis espacial.
2.4. Deixis social.
CONTENIDOS BÁSICOS
Como respuesta al largo imperio del estructuralismo lingüístico que encorsetaba fuertemente la
labor de los lingüistas se hizo necesaria otra forma de investigar los hechos lingüísticos más allá de lo
sistemático, por otra parte, excelentemente estudiado por la metodología estructuralista. Esta nueva
metodología es lo que se ha dado en llamar Pragmática. Esta disciplina se ha constituido a través de
trabajos de diferente naturaleza, coincidentes en que se sitúan, por de decirlo de una manera provisional,
en el ámbito del habla en lugar de situarse en el del sistema.
El camino hacia la pragmática fue preconizado por el propio Ferdinand de Saussure, pues era
consciente de que además del sistema el lenguaje es un fenómeno proteico que ha de contemplar la
utilización de la lengua en actos comunicativos ajustados a contextos socioculturales propios de las
diferentes culturas y civilizaciones.
La lengua, el sistema, está fuertemente regulado, mas el uso que en principio se vinculaba a lo
anecdótico e individual está también normalizado a través de unas estrategias que buscan el éxito en la
comunicación. En una primera consideración podríamos entender la Pragmática como la disciplina
encargada del estudio de las estrategias comunicativas utilizadas para tener fortuna comunicativa, así
como los fenómenos ligados regularmente al proceso.
Los hablantes de una lengua utilizan, pues, una serie de estrategias en pos del triunfo
comunicativo. No sólo construyen oraciones bien formadas según la gramática correspondiente, como
Maruja canta bien, sino que cuando quieren saber si Maruja canta bien, porque lo desconocen, utilizan el
recurso estratégico de preguntar ¿Canta bien Maruja? Y si lo que quieren es que cante en una reunión, se
lo pedirán o exigirán, según la relación interpersonal o social entre el peticionario y Maruja: ¡Canta bien,
Maruja!, aunque lo normal es que se encubra la orden o petición bajo una formulación cortés, porque es
difícil que exista relación jerárquica entre el demandante y Maruja, y, de existir, es improbable que pueda
ordenar acciones de naturaleza tal, como cantar.
El camino hacia la Pragmática era inevitable desde la propia lingüística estructural, después de
Saussure, al que nos hemos referido, N. Chomsky, a partir de su dicotomía competencia/actuación, abre
una brecha en el rigor estructuralista hacia el uso de la lengua. Dentro de la teoría de los signos conocida
como Semiótica, cuyo origen hemos de situarlo en F. de Saussure, Morris es el primero en utilizar el
término referido a la rama de la Semiótica que se ocupa del estudio de las relaciones que los signos
mantienen con los hablantes, frente a las otras dos ramas: la Sintaxis, encargada de estudiar las relaciones
de los signos entre sí, y la Semántica, que se ocupa de las relaciones de los signos con los objetos que
designan. Peirce, en este mismo ámbito, diferencia símbolos, iconos e índices, estos últimos elementos
genuinamente pragmáticos, como veremos en el apartado de la deixis. K. Bühler en su Teoría del
lenguaje desarrolla este concepto de deixis. R. Jakobson también se ocupa del fenómeno deíctico, referido
a los “shifters” o conmutadores. Benveniste, por otra parte, se encarga de diferenciar enunciación de
enunciado, concepto este último necesariamente situado fuera del sistema o como producto, en parte, del
mismo. Si a estas incursiones teóricas añadimos el trabajo de los filósofos del lenguaje: Frege, Austin,
Searle, Wittgenstein, Russell, Strawson, Grice, etc., tenemos material más que suficiente para que se vaya
urdiendo la trama de la Pragmática.
Este trata de dar cuenta del esfuerzo de los participantes comunicativos por entenderse en el
intercambio, dentro de un conjunto de propósitos aceptados por todos. Cuya formulación prescriptiva
procura reflejar el carácter de norma, aunque ésta sea tácita, socialmente asumida.
Este principio se concreta en normas más específicas, conocidas como máximas, a saber:
2) Máxima de Cualidad. Tiene que ver con la veracidad de lo comunicado. Se concreta así:
a) No diga lo que crea que es falso.
b) No afirme lo que conozca insuficientemente.
Esta máxima equivale a lo llamado en otros lugares principio de sinceridad.
La actividad lingüística está normalizada como toda la actividad social del hombre en los
intercambios que conlleva, lo que no significa que sean de obligado cumplimiento. Son pautas de
comportamiento que se siguen cuando nos arreglan un coche, al comprar, etc. Por tanto, pueden no
cumplirse, lo que genera consecuencias de diferente grado y naturaleza, lo que conocemos como
implicaturas conversacionales, de las que nos ocuparemos en un apartado posterior.
2. LA DEIXIS
El código lingüístico se descubre en el hablar real, pero los hablantes disponen de él a la hora
construir los enunciados adecuados a los contextos en los que se habrán de emitir. Es decir, los hablantes
tienen el código interiorizado, por lo que ha de tener lugar el paso de la lengua al habla, lo cual es posible
gracias a la operación de anclaje de los enunciado en el contexto. Esta operación de anclaje la conocemos
como deixis, y los elementos que la realizan son los deícticos. Junto a la deixis, los llamados verbos
realizativos contribuyen a este paso de la lengua al habla.
El origen del término y el concepto hay que situarlo en la oposición entre elementos deícticos y
anafóricos en las gramáticas griegas, correspondientes, respectivamente, a los elementos demostrativos y
relativos de las latinas.
El primer gran teórico de la deixis es K. Bühler, quien diferencia el campo simbólico, en donde
los signos significan los objetos de manera abstracta, del campo mostrativo, en donde los signos
significan los objetos a través de un señalamiento. Esta manera de significar es la deixis. Distingue tres
clases de deixis: a) deixis ad oculos, es la deixis equivalente a un señalamiento natural, a través de
palabras como este, ese, aquel, que en realidad son sustitutos lingüísticos de gestos naturales, como
pueden ser los de indicar con el dedo; b) anáfora, que consiste en la capacidad que tienen las expresiones
deícticas de remitir a otras expresiones situadas antes o después en el contexto lingüístico, trasladando al
discurso el mecanismo de la deixis ad oculos; c) deixis am phantasma, mediante la cual el hablante lleva
al oyente al reino de la fantasía, utilizando los mismos recursos mostrativos que en la deixis ad oculos,
para que pueda participar en una realidad que en verdad está ausente. Esta última deixis se manifiesta
bajo tres aspectos: 1º) Cuando lo representado viene hacia nosotros: ej. en una casa sin muebles imaginar
“aquí la mesa”. 2º) Tras ciertas vivencias trasladarnos a ciertos lugares de modo imaginario. 3º) Ver lo
representado desde un lugar de observación: Si pregunto en clase: ¿Dónde está la catedral?, los alumnos
señalan en el espacio del aula, sin que allí exactamente esté la catedral.
La operación de anclaje de los enunciados, que es la deixis, tiene lugar en la enunciación, en una
prefase en donde existe un sujeto de la enunciación YO y un receptor, TÚ. En ella se produce el
enunciado en el que pueden figurar como sujetos YO, TÚ y ÉL.
Hay que distinguir entre un Yo abstracto, que ordena el discurso en torno suyo, de manera
egocéntrica y el Yo concreto, que lleva a cabo el acto de habla. El primero justifica el egocentrismo
deíctico, frente al segundo que justifica la subjetividad, como fenómeno egófugo relacionado con la
modalidad, la intencionalidad, lo interpersonal, etc. Podríamos diferenciarlos a través de las ecuaciones
siguientes: YO = Ego frente a un YO = sujeto .
La naturaleza deíctica del tiempo queda definida por la relación entre el tiempo de los
acontecimientos y el punto 0 u origo en que tiene lugar el acto de enunciación. Por tanto, ese punto 0 es
el correspondiente al hablante, aunque en la deixis temporal hay coincidencia entre este tiempo y el del
oyente, coincidencia que no tiene lugar en la personal, ni en la espacial.
Del mismo modo que ocurre con la persona hay un tiempo lógico relacionado con el punto 0 y
un tiempo de enunciación, un tiempo comunicacional, “ahora”, coincidentes en la actualización
enunciativa. Las coordenadas temporales son receptáculo de la enunciación como fase previa al acto
comunicativo o postfase, el cual se proyecta a la realidad, más allá de las coordenadas deícticas.
La referencia egocéntrica inmediata, por remisión al punto 0, es deíctica al igual que la mediata
de los tiempos relativos (Véase tema 9), pues en ella se adquiere el valor deíctico por remisión el punto 0
también, aunque sea de forma mediata.
También opera la subjetividad del hablante con respecto al enunciado reajustando la deixis en la
elección de estilo indirecto, ya que ello no es consecuencia de imposición gramatical, sino decisión
intencional, según la “actitud temporal” que tiene como punto de referencia al Yo hablante:
Este reajuste opera incluso en la llamada deixis inherente léxica, cuya localización deíctica se
lleva a cabo en relación con la localización del hablante, y oyente, y no con el del enunciado.
La lengua codifica el espacio, de la misma manera que codifica la persona y el tiempo. Lo que
ontológicamente sea el espacio no nos interesa, sino como fondo de reflexión. En la lengua el espacio es
un espacio funcional, un esquema de coordenadas condicionado por una proyección perspectivística del
sujeto a través de expresiones deícticas y prepositivas, entre otros mecanismos de naturaleza cultural.
La estructuración espacial tiene condicionamientos psicológicos que dan como resultado tres
dimensiones que captará la lengua:
Las expresiones deícticas fundamentales son los adverbios: aquí, ahí, allí; los determinantes
demostrativos: este, ese, aquel; los presentativos: voici, voilà; raíces verbales: ir, venir, etc; otros
adverbios: cerca, lejos, delante, detrás, etc, y preposiciones y afijos con perspectiva inherente. Algunos
de estos elementos adverbiales y prepositivos crean problemas de ambigüedad entre la localización
deíctica y la inherente de naturaleza perspectivístico-pragmática, que no tiene que ver con la
simbolización deíctica en sentido que venimos manteniendo. Si alguien dice a otro: Ponte delante de
Juan, puede querer decir que se ponga delante de él en una fila, lo que no sería deíctico; o que se ponga
entre el emisor y Juan, para hacerle una foto, lo que sí sería deíctico, por llevar a cabo la localización por
relación al punto 0 en el que se sitúa el hablante.
Una cosa es el origo lógico, como punto de referencia sistemático, y otro es el punto 0 u origo
real comunicativo, que pone de manifiesto explícitamente el adverbio aquí, cuya dimensión podemos
decir que es elástica, pudiendo ir desde un punto minúsculo en joyería, microcirugía, o electrónica, hasta
un almacén enorme, en ambos casos egotizados.
Los demostrativos en los enunciados remiten al propio enunciado tras inflexiones enunciativas
que lleva a cabo el emisor, reinstalándose en el espacio físico del enunciado, de manera icónica, para
remitir al espacio enunciativo con este para lo próximo y ese y aquel para lo distante.
A veces se ha dilatado el campo de la deixis al considerar deícticos todos los fenómenos que
afectan al emisor o incluyen referencia obligatoria a un punto de orientación como parte integral de su
significado. Nosotros ya hemos diferenciado lo que es deixis, como relación centrípeta hacia el origo, y
subjetividad, como movimiento centrífugo. Entre diferentes tipos de deixis que no vienen al caso, nos
parece oportuno dedicar atención a la deixis social.
Existen relaciones sociales que dan cuenta del papel social de los participantes en el hecho
enunciativo o de la relación entre ellos, que recoge la lengua, que codifica la lengua. Con todo, estas
relaciones son cuestionables, pues más que constituir por ellas mismas un eje deíctico estas relaciones
interpersonales son de raíz cultural, que se vinculan a otros ejes deícticos, como puede ser el personal.
En las lenguas existe también selección léxica en función del destinatario. En español puede
emplearse en este sentido doctor o médico; desayuno o almuerzo; residencia o casa; damas o mujeres,
etc.
La deixis social puede ser relativa y absoluta. La relativa es la que da cuenta de las relaciones del
hablante con el referente, destinatario, etc., a través de honoríficos, cuyo número varía de una cultura
como la nuestra, en donde se usan pocos, si acaso el usted, hasta las del sureste asiático, en las cuales el
número es muy abundante y codifican relaciones muy diferentes, incluso profesionales, familiares, etc. La
absoluta es la reservada a ciertas personas en exclusiva, como Majestad, para el Rey, o Alteza, para los
Príncipes.
Dentro de la gran casuística existente a nosotros nos interesa resaltar que consideramos deícticos
los honoríficos que recogen codificada la relación del destinatario con el hablante situado en el punto 0,
en el origo, aunque dentro de ellos se recoja como añadidura información de índole social.
Hablar es llevar a efecto un tipo determinado de acción, que al igual que cualquier otra está
regulada, como ya hemos adelantado. J.L. Austin en su teoría del lenguaje corriente en Cómo hacer cosas
con palabras y J. Searle en Actos de Habla son los dos teóricos que desarrollan la teoría de los actos de
habla.
Un acto de habla es una unidad de comunicación. No hablamos con oraciones, sino con
enunciados, resultado de concretar en contextos adecuados unidades abstractas del sistema, entre las
cuales las oraciones son las que el sistema tiene habilitadas especialmente para esto.
Unos enunciados decriben hechos, por lo que de ellos podemos decir si son verdaderos o falsos,
en función de que se ajusten o no a cómo lo hechos son en el mundo. Un enunciado como la nieve es
blanca es verdadero, porque en el mundo la nieve efectivamente es blanca. A estos enunciados los
llamamos constatativos. De otros no se puede decir si son verdaderos o falsos, como ¿vas al cine?, ¡sal
ahora mismo!, etc. Entre los enunciados de los que no podemos decir si son verdaderos o falsos existen
los llamados realizativos, en ellos lo que cuenta es si llegan a feliz término o no. Un enunciado como Yo
te bautizo con el nombre de X, no es ni verdadero ni falso, pero fracasará si la persona tiene otro nombre,
si no hay agua para efectuar el bautizo, si no cae agua sobre la cabeza, o si no se pronuncia toda la
fórmula ...en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Para que los actos de habla realizativos
tengan éxito han de cumplir ciertas condiciones, algunas de las cuales son de naturaleza institucional o
ritual:
Supongamos que un sacerdote dice a una pareja que un día cualquiera asiste a la iglesia: Yo os
declaro marido y mujer. Esta declaración no surtirá efecto, pues no existe un procedimiento tal que con
sólo pronunciar un sacerdote estas palabras tenga lugar el matrimonio. Es necesario el asentimiento
expreso y público de la pareja, de acuerdo con la condición 1i. Es posible que en alguna cultura pueda
suceder algo parecido al ejemplo, y que surta efecto el matrimonio. En el bautizo de X el acto no tendría
éxito según la condición 1ii. Tampoco lo tendría si no se pronuncia completa y correctamente toda la
fórmula como prescriben 2i y 2ii, o si no se vierte el agua. La condición 3 propicia la sinceridad: una
promesa es tal si se tiene la intención de cumplirla.
Los enunciados constatativos y realizativos son resultados de actos de habla, pues con los
enunciados en los que se constatan hechos también se actúa, se dice, se afirma, se pronuncia, se promete,
se advierte, etc. En unos figura de manera explícita la naturaleza intencional del acto, te prometo que iré,
y en otros, de manera implícita, iré.
A partir de esta nueva consideración, como consecuencia de la fuerza ilocutiva que a todos
afecta y los habilita, o bien como promesas, o bien como afirmaciones, o advertencias, etc., al llevar a
cabo actos de habla, al “hacer cosas con palabras”, podemos examinarlos en tres perspectivas:
Un enunciado como mañana no pasa tren para Murcia es locutivo si sólo constata ese hecho;
pero si lo que pretende el emisor es hacer una advertencia al receptor, para que no se confíe con los
hechos habituales, por si tiene que desplazarse a la capital, este mismo enunciado es ilocutivo; mas si el
receptor se intranquiliza ante la necesidad perentoria de ir a Murcia, el acto es perlocutivo. Aunque se
hayan diferenciado tres aspectos para un mismo contenido proposicional, en cada acto de habla se
presentan los tres aspectos asociados, todos son ilocutivos además de locutivos, y en mayor o menor
medida afectarán perlocutivamente al receptor.
Los actos de habla se ven sometidos a unas condiciones, a una regulación pragmática que
asegure el éxito en la comunicación. No obstante, las reglas no son de la misma naturaleza, unas son
constitutivas y otras regulativas. Las primeras constituyen los actos y los definen como tales, mientras
que las segundas los regulan desde fuera, a pesar de que los actos de habla, como cualquier otra forma de
actuación, existen previa e independientemente. Una actuación como “el conducir un coche” está
constituida por reglas que aconsejan pisar el embrague antes de cambiar de velocidad; o pisar el freno en
una curva para no salirse. Al mismo tiempo existen reglas recogidas en el código de la circulación que
regulan externamente “el conducir”, obligándonos a tomar determinadas curvas por debajo de un límite
determinado de velocidad. A veces parecen coincidir unas y otras reglas, como en el caso de la reducción
de velocidad en las curvas, o la detención en un cruce: una pauta aconseja parar, aunque no exista señal, o
en un país sin código de circulación, lo que ocurre es que si existe señal de STOP es obligatoria la
parada.
Frente a otras actuaciones que siguen unas pautas no sujetas a convención, sino que son más bien
técnicas, como el pescar, los actos de habla dependen de las reglas constitutivas, las cuales están
establecidas convencionalmente. Un acto de habla será una promesa si se ajusta a unas determinadas
condiciones que lo definen como tal. De la misma manera que otros actos, consejos, avisos, juramentos,
etc., estarán definidos respectivamente por otras.
Las condiciones de una promesa, como las de cualquier acto, se distribuyen en tres apartados:
a) Preparatorias: El oyente desea que tenga lugar la acción, el hablante lo sabe, pero no es obvio
para el hablante ni para el oyente que la acción tendrá lugar en el curso de los acontecimientos.
b) Sinceridad: El hablante tiene la intención de llevar a efecto el contenido de la promesa.
c) Esenciales: El hablante pretende que el oyente sepa que su enunciado lo compromete, por ser,
precisamente, una promesa.
Las condiciones generan unas reglas: reglas preparatorias, reglas de sinceridad y reglas
esenciales, que regulan la actuación pragmática, para ajustarla a las condiciones constitutivas de los
actos.
O implícita:
En todos los ejemplos existe el mismo contenido proposicional, pero se diferencian por la
distinta fuerza ilocutiva que los caracteriza como enunciados, además de poner de manifiesto en la
segunda serie la posibilidad de transmitirla implícitamente.
Entre los mecanismos que aportan elementos de sentido inferidos nos vamos a ocupar de las
implicaturas conversacionales, de las presuposiciones, de las vinculaciones, y de las inferencias
contextuales.
Cuando hemos hablado del Principio de Cooperación y sus máximas, hemos afirmado que las
máximas definen las condiciones que en una situación pura han de cumplirse, al tiempo que hemos
advertido que pueden ser transgredidas. No obstante, los hablantes siempre tienen presente el Principio de
Cooperación, por lo que buscarán sentido a la violación de las máximas dentro de este principio. A las
violaciones se les ha dado el nombre de implicaturas conversacionales por ser un aporte de sentido
inferido, a partir del no cumplimiento de las máximas.
Veamos ejemplos:
Si se pide información para un trabajo de alta tecnología referido a una persona conocida que nos
supone compromiso, y en la carta, se dice: “ Fernando es una excelente persona, tiene algún conocimiento
de gallego y creo que hizo un curso de ordenadores”, el receptor de la misma entiende, por violación de la
máxima de cantidad, pues da poca información, menos de la requerida, que la persona no es la adecuada.
4.2. Vinculación
Es el fenómeno que pone en relación el significado de dos oraciones, de modo que la verdad y
falsedad de una condiciona la de la otra, porque en el significado de una está entrañado el significado de
la otra. Una oración, O1, como aquella persona es sacerdote vincula o entraña otra, O2, aquella persona
es hombre. Las relaciones entre ambas quedan reflejadas en al siguiente tabla de verdad:
O1 O2
V V
F F
F VvF
4.3. Presuposición
La presuposición tiene que ver con un conocimiento previo que comparten emisor y receptor por
distintas razones. Por ese motivo no figura expresamente en los enunciados. Al igual que la vinculación,
establece un tipo de relaciones entre los significados de dos oraciones, que podemos observar de manera
gráfica en la tabla de verdad que a continuación incluimos:
O1 O2
V V
- (VvF) F
F V
Sea una oración, O1, el actual rey de Francia es calvo; si es verdadera, es también verdad la
oración O2, existe rey en Francia. Si es falsa la oración existe rey en Francia, la oración el actual rey de
Francia está calvo no es ni verdadera ni falsa. Si es falsa el actual rey de Francia está calvo, la oración
existe rey en Francia es verdadera. En la presuposición cuando se somete a negación la oración emitida
se mantiene la verdad de la presupuesta. Aun negando el actual rey de Francia es calvo; es decir, el
actual rey de Francia no es calvo, la presuposición se mantiene, existe rey en Francia.
Aunque estas relaciones están presentadas en formulación lógica hoy es difícil deslindar en las
presuposiciones lo estrictamente semántico de lo pragmático, por la heterogeneidad que los fenómenos
presupositivos presentan. Con todo se ha hablado de presuposiciones pragmáticas que presuponen unas
condiciones para que el acto tenga éxito, las cuales tienen que ver con las relaciones entre el hablante y el
receptor adecuados al contexto. Un enunciado como ¡Por favor, cierra la ventana!, presupone asumir que
‘el hablante y oyente se relacionan’, que ‘el oyente es capaz de cerrar la ventana’, que ‘la ventana está
abierta’ que ‘el hablante quiera cerrarla’.
Todos asumimos con facilidad la cantidad de elementos de naturaleza heterogénea que están
presentes en el sentido, muchos de ellos los situamos en el contexto, adecuado al contenido del
enunciado. La misma información deíctica estructura el primer nivel contextual en el que los sentidos de
los enunciados se ajustan. Decir Hoy ha jurado el cargo de Ministro de Educación M. Rajoy es verdad
dicho el 20 de enero de 1999, pero dejará de ser verdad pasadas las 24 horas. Pedir ¡un solo! adquiere un
sentido en el contexto de un bar, pero podría adquirir otro dicho en una situación como pueda ser la de un
concierto. El receptor infiere mucha información no compartida con el hablante. Un emisor puede decir
Hace mucho calor..., para pedir una cerveza. Aun no presuponiendo que el oyente conozca el sentido, el
oyente puede responder ¿Quieres una cerveza?, a lo que el primer interviniente responderá asintiendo.
A - Conque puedes venir, por favor, aquí otra vez directamente ahora.
B - Bueno, mire usted, tengo que ir hoy a Murcia sin más remedio.
A - A ver, ¿qué tal el jueves?
Vemos que existen datos que determinan el sentido de naturaleza estrictamente contextual que
sin ninguna dificultad son inferidos por los interlocutores:
Esto sirve para poner de manifiesto nuestra especial habilidad para inferir además de la
información contextual (espacial, temporal y social), otra relativa a intenciones, creencias, etc. en los
intercambios verbales, aunque no figure de manera expresa en los enunciados, pero que se ha de tener
presente en una perspectiva pragmática.
Para introducir a los alumnos en la Pragmática, finalidad perseguida en este tema, el libro de M.
V. ESCANDELL, Introducción a la pragmática, Ariel, Barcelona, 1996, es muy adecuado, pues además del
concepto general de pragmática y los conceptos básicos a tener en cuenta, presenta los temas centrales
vinculados a los autores que los han desarrollado. S. GUTIÉRREZ en su Presentación de la Pragmática,
Universidad de León, 1996, ofrece un resumen muy accesible. C. HERNÁNDEZ se ocupa de un capítulo,
“Pragmática”, A. López y otros, Lingüística General y Aplicada, Valencia, 1990, págs. 243-272, que es
una introducción, en donde se tratan los mismos apartados que en nuestro tema. El manual de S. C.
LEVINSON, Pragmática, Teide, Barcelona, 1989, es el mejor de los que los alumnos pueden manejar, con
un grado teórico importante. J.C. MORENO CABRERA, Curso universitario de lingüística, Tom. II,
Síntesis, Madrid, 1994, debe ser consultado para algunos aspectos. G. REYES, Pragmática lingüística,
Montesinos, Barcelona, 1990, es un estudio ameno del uso del lenguaje, que puede satisfacer algunas
pretensiones. Además de la bibliografía de naturaleza introductoria, en donde se abordan los temas
centrales y se presentan de manara accesible a los alumnos, se puede consultar K. BÜHLER, Teoría del
lenguaje, Alianza, Madrid, 1985; P. GRICE, “Lógica y conversación”, en L. Ml. Valdés(ed.), “La
búsqueda del significado”, Tecnos y Univ. de Murcia, 1991, págs. 511-30; J. V. MATEU, La deixis.
Egocentrismo y subjetividad en el lenguaje, Universidad de Murcia, 1994; J.L. AUSTIN, Cómo hacer
cosas con palabras. Palabras y acciones, Paidós, Barcelona, 1990, y J. SEARLE, Actos de habla, Cátedra,
Madrid, 1980.