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Patrick Tort

Darwinismo y evolucionismo filosófico 1*

(Traducción: Román Aguiar Montaño,

Medellín septiembre 26 de 2015)

La elaboración que sigue esta continuidad consiste esencialmente en un préstamo


de dos obras anteriores, cuyas referencias son dadas al final del artículo. Ndrl.
900
Una de las preguntas mayores a las cuales un estudio contemporáneo instruido
de Darwin y de su posteridad teórico-científica impone hoy aportar respuestas
claras es la –clásica pero inevitable- de la relación, interna en la obra de Darwin y
la constelación de discursos de los cuales ella constituye la referencia significativa,
entre “ciencia” e “ideología”. Para aportar estas respuestas claras, es preciso que
se haga aquí la desagregación, hacer una selección muchas veces delicada-, y
que sin lugar a dudas, suscitará algunas reacciones de animosidad ahí dónde la
felicidad de pensar justo pasa cerca del placer de no ser nunca contradicho-, entre
posiciones y análisis producidos por ciertos historiadores del problema en un
pasado todavía reciente.
Del 13 al 16 de septiembre de 1982 se tuvo en Chantilly-Francia, un Congres
international pour le centenaire de la mort de Darwin, que reunió algunos
especialistas franceses, italianos, alemanes, y norteamericanos del darwinismo y
de la evolución interesados en “restituir”, a través del examen de la relación que
acabamos de evocar, “el sentido objetivo de la obra” del naturalista inglés. Este
congreso, organizado por la universidad de Picardie, estaba ubicado bajo la
dirección del Ministerio francés de la Investigación, y fue inaugurado el 13 de
septiembre con una alocución de obertura pronunciada por J. P. Chevenement,
entonces encargado de este ministerio.
El año siguiente aparecen en la librería Vrin las actas de este congreso, cuya
edición había sido preparada por Yvette Conry, bajo el título siguiente: De Darwin
al darwinisme: ciencia e ideología.

1*
Patrick Tort, “Darwinisme et evolucionisme philosophique”, Diccionaire du darwinisme et de l’Evolution,
Bajo la dirección de Patrick Tort. París, Press Universitaires France, III Tomos, 1996, tomo I, pp. 900-909. En
las formas insertas en la margen izquierda se encuentra el número de la página y, entre paréntesis, el
número de la palabra precisa en la línea con que empieza la página del texto francés. Esto con el fin de
permitir contrastar las citaciones sin tener que referir la larga nota de traducción inédita y poder llegar a la
pagina exacta citada; toda vez que se decida confiar en la versión de traducción que aquí se ofrece. (t).
Ahora bien, con todo, se aprueba a pesar suyo un título construido sobre un
paralelismo, se hace corresponder “Darwin” con “ciencia” y “darwinismo” con
“ideología”. Este título opera entonces ya una acción programática sobre la
inteligencia que se debe tomar por su contenido, sugiriendo fuertemente que la
adición del sufijo “ismo” a un nombre propio de teórico o de sabio tiene
necesariamente que indicar que se ha pasado de una ciencia garantizada por este
mismo nombre propio al “común” desvalorizado de la interpretación ideológica
desviante y sospechosa, que nada garantiza. Se trata entonces de experimentar el
efecto de otros títulos que podría construirse de manera análoga: De Freud al
freudismo, De Marx al marxismo, o aún, De Newton al newtonismo, De Pasteur al
pastorismo, etc., practicando el análisis diferenciado de lo que sugiere la segunda
parte del título.
901 En efecto, un trabajo que se quería “rectificador” de los errores nacidos de la
confusión (enorme a lo largo del siglo XIX y XX) entre “ciencia” e “ideología” a
(56)
propósito de la teoría darwiniana, habría logrado borrar de su título este tipo de
paso en falso que, sin comillas que indican una distancia, asigna al término
Darwinismo el lugar de la ideología, mientras que hubo de valorar mejor, para la
inteligencia de las distinciones realmente urgentes de operar, hacerle significar
muy naturalmente “teoría darwiniana” a fin de darse los medios para oponer a la
verdadera ideología que parasitaba la interpretación desde su primera emergencia
pública: el *evolucionismo, aislado de la “*ley de evolución” y del “sistema de
filosofía sintética” de Spencer, en condiciones que yo he ampliamente analizado, a
partir de 1983 precisamente, en el cuerpo de muchas obras.
El papel de un trabajo que anunciaba semejante objeto era entonces, en
evidencia, elaborar, finalmente, las explicaciones históricas y conceptuales aptas
para hacer comprender por qué la confusión (entre la teoría de Darwin y el
evolucionismo filosófico o sociológico, por ejemplo) tuvo lugar en occidente desde
que existe el problema de Darwin y del “darwinismo”, pero servirse para esto de un
vocabulario que solo contribuye por sí mismo a mantener esta misma confusión.
Ahora bien, el análisis de ciertas contribuciones en esta obra, que contiene por lo
demás excelentes, nos obliga a concluir que allí es esta confusión la que es
dominante, a través incluso y a pesar del propósito explícito de liberarse de ésta.
Resulta bastante gracioso constatar que es el Ministro quien, en su alocución de
abertura, planteo más nítidamente, y en general con exactitud, las distinciones
reales que oponen el darwinismo (entendido como la teoría científica de Darwin) a
sus diferentes “develamientos sociológicos” -*eugenismo”, “*darwinismo social”,
*sociobiología, etc-, practicando una operación que la mayoría de los
“especialistas”, habitados por la idea de responsabilidad intrínseca de Darwin en el
nacimiento de estas ideologías, o por la de su “contaminación” por estas, se
revelaron incapaces.
El programa de esta incapacidad –que tiene en sí misma una historia totalmente
coextensiva a la de la lectura de La Descendencia del hombre (1871) en
Occidente – es fijado en una frase de la intervención de Yvette Conry, quien
declara de entraba que: “de El Origen de las especies a La Descendencia, se
opera el deslizamiento, en la obra misma, de Darwin al darwinismo, de una teoría
científica a una investidura ideológica” (op-cit, p. 67). Esta “lectura”, de la que yo
creo haber demostrado que no es sostenible (ver, Tort, 1983, 1985, 1987, 1988,
1992), solo es, ideológicamente, la prolongación (aparentemente crítica) de una
separación instaurada desde hace tiempo por una lectura “de derecha” que
subraya los errores fundamentales de *Marx y Engels, retomado entre otros por M.
*Prenant en su Darwin de 1938, del cual pertenecía al marxismo contemporáneo
efectuar finalmente la etiología y la rectificación. (Ver Tort, 1988 y, aquí mismo, los
artículos “Antropología darwiniana” y “Marx-Engels y Darwin”. Todo ocurre como
si, extendiendo en 1871 la teoría de la descendencia modificada por medio de la
selección natural al hombre y a las sociedades humanas, Darwin hubiera
confesado volver al ancestro de todas las derivas sociobiologicas de la teoría
“justa”, expuesta en 1859. De este modo, analizar la relación entre OS y DM, la
mayoría de los comentadores no han hecho más que encontrar en DM la
confirmación de la suposición emitida por Marx en su carta a Engels de 1862 y
agravada por este último en 1875 en su Dialéctica de la naturaleza. Fascinados
por las perspectivas materialistas (dialécticas) abiertas por OS, los marxistas se
encontraban en contrapartida a puertas de suponer la operación difusa de una
ideología social contraria a los principios del materialismo histórico (lo que les
parecía, de una manera bien comprensible, confirmada por el desarrollo muy
rápido del “darwinismo social”, y es claro que esta suposición solo esperaba para
cristalizarse la aparición de un libro que abordaba expresamente la cuestión de la
*selección y de la humanidad. Ahora bien, en este punto, la Descendencia del
hombre es formal: la selección natural, en el estado de *civilización solo es el
factor dominante del progreso, y ha dejado su lugar en este papel a la Educación,
cuya tarea y efecto son, al contrario, construir positividades específicamente
sociales sobre la reinversión de las conductas selectivas que se aplicaban todavía
en los estadios precedentes a la emergencia de la llamada “civilización”, la cual
solo se definía, precisamente, por la hegemonía tendencial de semejantes efectos
de reinversión. (Ver, *“Efecto reversivo de la evolución). Solo se puede entonces
interpretar como una grave inexactitud la afirmación de la existencia en esta obra
“de una investigación ‘etnológica’ que trataba de tener la *selección natural por un
factor dominante en cuanto al *progreso hacia y en la civilización”: aún, un poco
más o menos exacta, por lo que se refiere “hacia”, semejante afirmación es
radicalmente falsa en lo que se refiere al “dentro”. De donde la larga serie de
confusiones ulteriores, que, por dotarse de armas aparentemente inflexibles de la
vigilancia epistemológica, no siguen siendo menos una inextricable mezcla,
cuidadosamente entretenida, entre las ideas de Darwin sobre la evolución del
Hombre y el estado de civilización (el autor del artículo no dice ni una palabra de la
“selección de los “*instintos sociales” –ver esta entrada - que es sin embargo la
clave del proceso civilizatorio), y ciertas referencias (*Galtón y el *eugenismo, por
ejemplo), que, explotados a nivel ilustrativo y documentario, incluso a nivel de una
teoría del devenir pre-cultural de la humanidad, son expresamente discutidas y
rechazadas por Darwin, cuando se trata de describir, de juzgar o de prescribir las
vías actuales de la civilización. Darwin, ni en *La Descendencia, ni en ningún otro
lugar de su obra que pueda ser evaluada en función de la lógica de la teoría
selectiva –que solo comprende a partir de 1871 la teorización implícita de lo que
he llamado el *Efecto reversivo de la evolución -, no escribió nunca nada de lo cual
se pueda deducir de manera legítima el “*darwinismo social”, la *sociobiologia, el
*eugenismo biológico o el *maltusianismo aplicado a las sociedades humanas,
para los cuales él rechaza en todas las cartas las recomendaciones de *Spencer,
*Galton y *Malthus.
A fin de eliminar de una vez por todas la tesis de la contaminación de Darwin por
“ideologías” que él en realidad nunca sostuvo, habré de recurrir aquí –pues se
trata de una cuestión de primera importancia -, a un texto que constituye, en el
capítulo XXI de DM, la antepenúltima página de la obra (p. 677 de la trad. -
*Barbier), y por tanto un elemento último y significativo de su “conclusión
principal”. El análisis de este texto fue hecho por primera vez en 1985.

I
Todos los que no pueden evitar una Desarrollo del argumento maltusiano.
abyecta pobreza para sus niños El modo es condicional (Deberían)
deberían evitar casarse, pues la
pobreza no solamente es un gran mal,
sino que ella tiende a acrecentarse
entrañando el descuido en el
matrimonio.
II
De otra parte, como lo ha hecho notar Desarrollo del argumento galtoniano.
M. Galton, si las gentes prudentes Darwin, expresamente, cita un
evitan el matrimonio, mientras que los argumento de Galtón, por ampliamente
descuidados se casan, los individuos eugenista. De otra manera interesante,
inferiores de la sociedad tienden a este argumento es por lo demás,
suplantar los individuos superiores. presentado como una objeción al
argumento precedente.

III (A)
1. Como todos los otros animales, el Desarrollo del argumento darwiniano.
hombre ciertamente ha llegado a su Primera versión: aplicación al hombre
alto grado de desarrollo actual por la de la selección natural (libro) (1).
lucha por la existencia que es la
consecuencia de su manipulación
rápida;
2. Y, para llevar más alto todavía, es Recomendación de la continuación de
preciso que continúe por ser sometido la lucha, con retoma atenuada del
a una lucha rigurosa. De otro modo, argumento galtoniano (2).
caería en un estado de indolencia,
donde los mejor dotados no saldrían
mejor en el combate de la vida que los
menos bien dotados.
3. No es preciso emplear ningún medio Rechazo simultaneo del maltusianismo
parra disminuir mucho la proporción y del galtonismo, es decir: rechazo de
natural en la cual se aumenta la las coacciones artificiales (3) y
especie humana, aunque esta recomendación del libre juego de la
argumentación entraña numerosos concurrencia, pero:
sufrimientos.
4. Tendría que existir concurrencia
abierta para los hombres, y se tendría Alusión directa al derecho de herencia
que hacer desaparecer todas las leyes en la aristocracia terrenal inglesa (4).
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y todas las costumbres que impiden a
los más capaces levantar el mayor
número de niños.
III (B)
Por importante que la lucha por la Desarrollo del argumento darwiniano.
existencia haya sido y sea todavía, Segunda versión: preponderancia de la
otras influencias más importantes han educación en el desarrollo moral de la
intervenido en lo que concierne a la humanidad. Relegación de la selección
parte más elevada de la naturaleza natural primitiva en el papel segundo
humana. Las cualidades morales plano. Afirmación del papel dialectico
progresan en efecto directa o del efecto reversivo. Y, por
indirectamente, aunque por los efectos consecuencia, aprobación de las
del hábito, por el razonamiento, por la
instrucción, por la religión, etc., como conductas sociales anti-selectivas.
por la acción de la selección natural, Los modos asertivo e imperativo (es
aunque se pueda con certeza atribuir a preciso, y no es preciso entonces…)
la acción de esta ultima los instintos dominan los enunciados, confirman así
sociales, que son la base del desarrollo el carácter asumido del optativo
de sentido moral. (tendría, se tendría…) utilizado en III
(A), 4.
Este espaciamiento, preferible necesario a todo comentario de texto, entrega el
esquema de su marcha lógica y hace aparecer una construcción que permite la
división entre lo que, desde el punto de vista darwiniano, es asumido, y lo que,
desde el mismo punto de vista, no lo es. Analizaré en lo sucesivo las tres grandes
unidades argumentativas que componen este pasaje, y a las cuales conviene
asignar, en el orden, los nombres de *Malthus, de *Galtón y el de Darwin mismo.
I / A la evidencia, esta primera unidad se constituye de un enunciado íntegramente
maltusiano: contra la pobreza creciente, se preconiza la abstención del matrimonio
y de la procreación. El modo condicional, empleado aquí, como si fuera una
opción del autor, aparece recursivamente como traduciendo una opinión no
asumida por Darwin. En efecto, se puede decir, se trata de una opción
maltusiana, retranscrita sin protocolo de ningún tipo, y no de una opción
darwiniana. Esto esta demostrado por (Galtón, A, 3), donde se encuentra
expresamente rechazado el aspecto parctico cohercitivo del *maltusianismo. Está
entonces probado por el desarrollo mismo del texto de Darwin repudiando el
maltusianismo practico, que esta primera unidad argumentativa es, en lo que
concierne a las posiciones darwinianas que ellas afirman más adelante, pura y
simplemente anulada.
II / La segunda unidad anuncia ella misma su proveniencia galtoniana. Ella
encierra la nocion de riesgo corrido por la sociedad en caso de libre producción
de los seres “inferiores”. Este riesgo no es nada menos que el de una victoria de
los “inferiores” sobre los “superiores” en la lucha por la existencia en el seno de la
sociedad. De dónde el llamado a que *Eugenio planifique, es decir, a una
*selección artificial aplicada a la humanidad.
Esta segunda unidad encierra en realidad dos problemas, de los cuales el primero
es resuelto por el siguiente texto:
1 / Aprobaba Darwin el llamado galtoniano a una *eugénica selectiva?
Repuesta: no, (Cfr. Galtón, A, 3 y 4, donde Darwin rechazaba toda planificación
eugenista, luego todo galtonismo practico).
2 / En términos estrictamente darwinianos, una victoria adaptativa de los
“inferiores” sobre los “superiores” es pensable? La respuesta es más compleja. Se
recordará primero que todo que para Darwin, el signo mismo del triunfo selectivo
en la lucha por la existencia –que solo decide la atribución de calificativo por lo
demás axiológico y discutible de “superior” –es precisamente la actitud probada
para dejar la mayor descendencia. Por consecuencia, se uno se refiere a la
selección natural en sentido estricto, el enunciado galtoniano es privado de
sentido, ya que ellos son banqueros en el combate por la vida, los “inferiores” han
experimentado por ello mismo que son en realidad los “superiores”. Mchas veces
hay que observar que no se trata aquí de la “selección natural en sentido primero
–es decir bajo la primera forma, implicando la eliminación de los menos aptos-,
esta observación no es dictada por Darwin: en medio de la *civilización, la
*selección, cualitativamente diferente de lo que ella era anteriormente, es capaz
de operar una reinversión semejante, como ya lo he mostrado ampliamente. Solo
la toma en cuenta del *efecto reversivo permite pensar sin contradicción (como lo
hacen además Galtón y Darwin) una inversión del proceso selectivo tal como los
“inferiores” triunfan permaneciendo “inferiores” (aunque exista allí una idea que
será corregida por Darwin a través de una reformulación significativa). Ahora bien,
admitir la operación del *efecto reversivo, es admitir necesariamente sus
consecuencias anti-eugénicas, que figuran por lo demás entre las pruebas más
convincentes de su eficiencia. Entonces, desde un punto de vista darwiniano, o
bien la proposición de *Galton no tiene ningún sentido (en el caso en que sería
asunto de *selección natural “primitiva”) ya que es contradictoria en sí misma, o
bien ella supone el efecto reversivo y es su lógica la que la contradice. Veremos
que es esta segunda posibilidad la que es cierta, rechazando con ella Darwin todo
galtonismo practico en (Galtón, A, 3 y 4), lo que por recurrencia nos conduce a
afirmar sin riesgo de error que en (II) este galtonismo, no es de antemano
asumido.

III. A.
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1 / Darwin se anuncia a partir de este momento según su propia lógica (se nota
evidentemente el paso a los modos asertivos e imperativos): recuerdo discreto y
respaldo completo del elemento del maltusianismo teórico integrado en la teoría
selectiva (la multiplicación rápida en la *especie humana engendrando la *lucha,
que engendra el *desarrollo de la humanidad). La historia humana desde sus
orígenes es pensada globalmente como la consecuencia de struggle for life y de la
*selección natural (i. e. libre, no dirigida).

2/ Darwin preconiza la lucha –sin precisar aquí su terreno y sus modalidades-. Sin
embargo, esta lucha selectiva continuada no es conducida en un medio
comparable con el de los orígenes. En efecto, el riesgo corrido por las sociedades
civilizadas es ver los “menos bien dotados” lograrlo tanto como los “mejor
dotados”, lo que no es posible, lo hemos visto, al postular en ésta la operación del
*efecto reversivo: de ahí la misma observación que para (II). Darwin asume aquí
discretamente –modificando los términos –el temor expresado por Galtón, pero
esta asunción implica el reconocimiento de la operación reversiva, instauradora de
otra lógica de las relaciones interindividuales y de los *comportamientos sociales –
particularmente los comportamientos de *“concurrencia”. La sustitución de “menos
bien dotados” por “inferiores” y de “lograr además” por “suplantar” es
manifiestamente correctiva. Ahora bien, ¿qué es un hombre bien dotado, según la
Descendencia del hombre? Es el producto mismo del *efecto reversivo, percibido
como reemplazamiento tendencial del egoísmo selectivo por la elevación moral
del civilizado. “La selección natural”, escribe Darwin, “parece no ejercer más que
una influencia bastante secundaria en las naciones civilizadas, en tanto que solo
se trata de la producción de un nivel de moralidad más elevado y de un número
más considerable de hombres bien dotados; que lo debemos, muchas veces, a la
adquisición original de las instintos sociales” (p. 149-150). La ejemplaridad, la
emulación, “noble”, pero también la *simpatía, la solidaridad y la asistencia no
sustituyen entonces la rivalidad descalificadora y eliminatoria. Lo que permite
traducir como “morales” las proposiciones 3 y 4: los sufrimientos serán tolerados,
porque los individuos que ellos afectan no serán más eliminados, sino socorridos.

3 / Rechazo simultaneo de las formas anteriormente evocadas como tensión


selectiva, como, en general, de toda forma de *selección artificial aplicada al
Hombre. La posición adoptada, explicita, un anti-intervencionismo de tipo liberal,
parece, aproximarse aquí a las tesis spencerianas en sociología y en política. Este
apariencia es de hecho contradicha por el papel nodal que juega en Darwin la
toma en cuenta del *efecto reversivo como figura dialéctica de la emergencia de
una ética comunitaria de tipo asimilativo: la asistencia a los débiles y a los
desheredados, pensada por Darwin como un deber anclado en la evolución de los
*instintos sociales, es una idea extraña al spencerismo que, a través de su
referencia permanente a un modelo biológico estrecho –el de la *sobrevivencia de
los más aptos -, sigue siendo estrictamente eliminatoria.
4 / Continuado, sobre el modo operativo (enteramente asumido, ya que
determinado por el imperativo que precede), por la misma recomendación,
adecuada por una proposición de orden cultural y jurídico: la de hacer desaparecer
las leyes y costumbres que impiden a “los más capaces” levantar el mayor número
de niños”. Esta alusión solo es misteriosa para quien no haya leído atentamente
*La Descendencia del Hombre. En efecto, la sola contestación jurídica que allí se
permite Darwin es la del “derecho de progenitura con mayorazgo”. Ella figura en el
capítulo V de *La Descendencia del hombre, en un pasaje que sigue
inmediatamente a una crítica más vasta del derecho de herencia como contrario,
en sus efectos, a la justa competencia de las facultades naturales. Este pasaje
debe ser aquí exactamente reproducido ya que es una de las mejores
ilustraciones de las combinaciones complejas –biológico-culturales- que debe
afrontar cualquiera que desee examinar objetivamente la articulación de la
antropología social en el discurso del naturalista:

El derecho de la progenitura, con bienes vinculados, es mal mucho mayor, por más que
un principio fuese bien ventajoso para la formación de una clase poderosa, y siempre sea
preferible un gobierno cualquiera ano tener ninguno. Los mayorazgos, aunque sean más
débiles e impotentes de cuerpo y de alma, encuentran para casarse proporciones que no
hallan sus hermanos menores, por superiores que sean sus cualidades bajo todos
conceptos. Los primogénitos ineptos no pueden tampoco malgastar sus riquezas; mas es
tal, en esto como e otras muchas cosas, la complicación de las relaciones de la vida
civilizada, que no faltan otras circunstancias que compensen el mal que de los
mayorazgos resulta. Los ricos por derecho de progenitura pueden, de generación en
generación, elegir las mujeres más hermosas, las más encantadoras, dotadas por lo
general de bienes materiales y de espíritu superior. Las malas consecuencias que pueden
resultar de la perpetua conservación de la misma línea de descendencia, por falta de
selección, quedan en parte destruidas por la gran pasión de acrecentar su riqueza y
poderío que obliga a los de elevado rango a escoger por esposas a mujeres que tengan
grandes herencias. Sucede, empero que las hijas únicas son muy propensas a la
esterilidad, según ha mostrado Galton, resultando de aquí que las familias nobles se ven
continuamente interceptadas en su línea directa, y pasan sus riquezas a una rama lateral,
la que desgraciadamente, para heredar, no tiene que dar muestra alguna de superioridad
cualquier antes de poder heredar” (Edasa, p. 136-137)2*.
Es a través de algunos textos como este, jamás analizado hasta aquí, que se
905 puede comenzar a asir en su operación los grandes esquemas lógico-dialecticos
de la *antropología darwiniana. En el caso presente, el lector se encuentra ubicado
ante lo esencial de su problemática: qué actitud adoptar frente a la reinversión,
por la sociedad humana civilizada, de los automatismos selectivos
enseguecimientos benéficos que aseguraban en la “naturaleza” la marcha
indiscutiblemente ascensional de la evolución? –“Naturaleza” extendida aquí a la
caracterización de lo que, siendo ya “humano” y ampliamente “social”, es también
visto calificado de “salvaje” o de “bárbaro”.
Hay que observar ante todo que este pasaje se sitúa en uno de los lugares de La
Descendencia donde Darwin tematiza más intensamente lo que yo he llamado el
efecto reversivo de la evolución. Él acaba de evocar, particularmente a propósito
de las instituciones de las armadas permanentes y de la transmisión de la
2*
Seguimos en esta referencia, Darwin, El Origen del Hombre (trad. Julian Aguirre) Madrid, Edaf, 1980, p.
136-137. ( t).
propiedad, los déficits biológicos objetivos a los cuales el grupo social consiente
para asegurar en su seno y frente al exterior una cierta permanente resistencia
de sus estructuras. De esta manera, ciertas instituciones de la *civilización”,
cuando se les examina desde el estricto punto de vista de sus repercusiones
biológicas, son pensadas como malas, en la medida en que, a través de sus
consecuencias nefastas sobre la reproducción y la salud de la especie, ellas
someten las sociedades que ellas rigen a una suerte de *selección negativa. Lo
mismo vale para la acumulación de las riquezas, de las que adecua del derecho
de herencia.
“Los hombres acumulan riquezas para legarlas a sus hijos, lo cual hace que la
descendencia de los ricos tenga grandes ventajas sobre la de los pobres en la
lucha por la existencia independientemente de la superioridad física y mental” (p.
136.ed Edasa).
Esta desigualdad de las oportunidades está en contravención con el interés que
existe según Darwin, en dejar proseguir, aún en la *civilización, una cierta
competentica selectiva (liberada evidentemente de sus caracteres primitivos).
Muchas veces, la acumulación de capitales y la transmisión de la propiedad está
“lejos de constituir un mal absoluto” (ibid), pues ellos aseguran los progresos de la
artes, cuyas consecuencias serán expuestas más adelante. Existe entonces, en
perspectiva histórica, una regulación compensatoria que llega a hacer contrapeso
a la negatividad biológica engendrada por el *efecto reversivo en algunas de sus
manifestaciones anti-selectivas, lo que no constituye por tanto la aprobación del
estado de hecho incriminado: Darwin solo aprueba en la época primitiva, en los
periodos de grandes comienzos, la ventaja estructurante y dinámica ligada a las
fuertes diferencias jerárquicas en el seno de las sociedades, como lo indica
además claramente la primera frase del pasaje concerniente al derecho de
progenitura con mayorazgos, que por ventajosos que hayan podido ser antaño, se
han vuelto un mal actual que parecen apelar a algo así como a una extinción.
Para Darwin, el avance de la *civilización, necesariamente inscrita en una lógica
que no tolera ninguna infracción, entraña la revisión o la decadencia de estas
estructuras sobrepasadas por la evolución – es decir que no juegan ningún papel
evolutivo -,configuraciones arcaicas residuales, osificadas o degenerantes,
llamadas a sufrir el destino regresivo de los *órganos rudimentarios vueltos
vestigios incomodos para la adaptación.
Esto nos permite comprender muy bien los verdaderos componentes y la auténtica
fisionomía del pensamiento político de Darwin, objeto de tantas interpretaciones
esquematizantes. Entre el sinnúmero de argumentos opuestos que desarrolla
Darwin a propósito de un problema o de un dato sociológico –por ejemplo, la
acumulación de riquezas, la fortuna individual, su transmisión mediante la herencia
-, se trata de tomar a los que tienen un valor real de resolución por relación a la
cuestión crucial de la mejor adecuación de la organización social de las
condiciones de eficiencia modificada por la selección natural que opera en medio
de la civilización. Si el texto darwiniano ha sido tan frecuentemente objeto de
malas interpretaciones lógicas graves, es precisamente porque sus lectores, casi
inevitablemente atados solo a una u otra categoría de argumentos opuestos, han
constantemente privilegiado en su reescritura ideológica del *darwinismo las citas
que resaltan la categoría de su escogencia. Se trata en mi propósito de salir de
esta reescritura fraccionada, para hacer ver lo que, por fuera de las rejillas
ideológicas, habría tenido que aparecer desde hace tiempo en la transparencia de
una lógica dirigida por el principio de la *selección natural que produzca
selectivamente la forma modificada de su operación civilizante. Ejemplo de un
conflicto de reescrituras fraccionadas:

Reescritura “liberal” o crítica marxista Reescritura favorable a la idea de un


tradicional de un Darwin liberal: “socialismo” darwiniano:
“Jamás diremos nosotros que la “En todos los países civilizados, el
herencia de capital es de suyo un mal, hombre acumula las riquezas y las
pues sin ella, sería imposible que las transmite a sus niños. De ello resulta
artes progresasen, y a su influencia se que los ricos, independientemente de
debe a que las razas civilizadas hayan toda superioridad corporal o mental,
extendido y en la actualidad extiendan poseen grandes ventajas sobre los
aún por todas partes su acción y niños pobres cuando ellos comienzan la
sustituyan las razas inferiores” (Edasa, lucha por la existencia”
p. 136.)

…/ … …/…
906
“La presencia de un cuerpo de “La fortuna, cuando es considerable,
hombres bien instruidos, que no tiende sin duda a transformar al hombre
necesitan trabajar materialmente para en un holgazán inútil, pero el número
ganar el pan de cada día, es un grado de estos holgazanes no es jamás
de importancia que, no puede suficientemente grande; pues ahí
fácilmente apreciarse, por llevar ellos también, la eliminación juega un cierto
sobre si todo el trabajo intelectual papel. En efecto, no vemos cada día
superior, del cual depende riquezas inmensas y pródigos
principalmente todo progreso positivo, derrochar todos sus bienes?
sin hacer mención de otras no menores
ventajas.” (Edasa, p. 136).
Se trata naturalmente de citas extraídas del mismo texto (DM, Edasa, p. 136), a un
grado de dos interpretaciones univosantes y opuestas a priori. Se notara, así como
ya lo he hecho ver en otros análisis, que existe una coincidencia objetiva, al nivel
del aparato de citaciones, entre la reescritura liberal (o sociobiologica) de los
enunciados darwinianos y su reescritura marxista tradicional, que permanece, por
una parte, preocupada de incriminar precisamente las reinscripciones darwinianas
del liberalismo en cuanto a sus estructuras jerárquicas –diferencias de clases,
*división del trabajo, *concurrencia, etc. Bien entendido, es en desquite, la
oposición real entre las actitudes practicas (apología vs censura), que gobiernan
esta reescritura común.
Este ejemplo, deja claro por la especiación de los extractos sobre dos colonias,
muestra bien la forma en que actual la “selección textual”. Evacuando los
enunciados que no concuerdan con el punto de vista defendido por parte del otro,
y eliminando al mismo tiempo la dimensión de heterogeneidad problemátizante del
texto. En efecto, la existencia de una problemática tiene que ser reconocida aquí a
través de la oposición incluso de las secuencias de enunciados.
-La herencia de la fortuna es una falta contra la igualdad como requisito
para el buen funcionamiento de la *lucha selectiva.
- Pero ésta no es un mal absoluto ya que se debe al establecimiento de
estructuras sociales que hayan determinado ciertos progresos decisivos para la
*civilización.
-Ligada a sus estructuras, la existencia de un grupo de intelectuales
creativos liberados de las obligaciones del trabajo material, es igualmente positivo
desde el punto de vista del progreso.
-Pero la fortuna considerable engendra holgazanes inútiles…
- … Que sin embargo son a menudo eliminados.
Muy característico de la marcha ponderadora de Darwin en *La
Descendencia del Hombre, esta seguido de enunciados a su vez discriminantes y
justificatorios no debe hacer olvidar que entre el ataque y la defensa del derecho
de herencia, hay necesariamente que identificar una posición darwiniana
lógicamente deducible del conjunto de los componentes de la problemática de
esta manera simplemente expuesta.
“La moderada acumulación de riquezas, además, no impide en nada la obra
de la selección: si un pobre adquiere moderadas riquezas, sus hijos se dedican a
profesiones y oficios que, no pudiendo desempeñarse sin vencer la competencia
que los demás opongan, ofrecen casto campo a las habilidades del cuerpo y
dotes del entendimiento” (Edasa, p. 136). Viene luego el pasaje sobre los
intelectuales, lo que tiende a suscitar la idea que Darwin en este punto no deja de
soñar en su propia situación…).
Este pasaje, en la medida en que constituye el compromiso lógico apelado
por el conflicto de dos puntos de vista que habría necesariamente que acordar en
la perspectiva única de una evolución histórica reposando sobre una marcha
alterada y compleja de la *selección natural, es la mejor refutación en la tentación
de maltusianismo práctico evocado en el modo condicional en el primer parágrafo
del texto, del que a menudo se han extraído citas fragmentarias. Lo que aprueba
en efecto Darwin, en pleno acuerdo con su teoría, no es el suicidio procreativo del
pobre (consejo maltusiano), sino al contrario, la libertad de permitirle volverse
“moderadamente rico”, a fin de que sus niños lleguen aún a revelar su valor
personal en la *lucha por la existencia. Esto implica una movilidad social
permanente y el rechazo de todo feudalismo, o más exactamente, el rechazo de
toda persistencia del feudalismo en el derecho de la sociedad moderna. Esto
implica, igualmente, una posible espera, lo que él llama, la igualdad de las
oportunidades para los individuos sociales, es decir, idealmente, una igualdad de
hecho frente a las condiciones económicas e institucionales de competencia
social: en la naturaleza, un organismo que varía ventajosamente transmite
naturalmente a su descendencia una ventaja que cada descendiente posee a su
vez de manera naturalmente intrínseca. En la sociedad, al contrario, un hombre
que adquiere la *ventaja de la riqueza puede, gracias al derecho de herencia
puesto aquí en cuestión, transmitir a sus hijos lo que ha adquirido, pero esta
ventaja sigue siendo exterior a los individuos que se benefician de ella, y que en
tal situación no dan prueba de ninguna virtud intrínseca apta para asegurar por si
misma su *superioridad. Dicho de otro modo, si existen en la sociedad diferencias
de castas y clases, ellas no tienen ninguna legitimidad natural. *Marx mismo no
habría desaprobado esta conclusión. Entre Darwin y Marx, no existe
“enfrentamiento”, como quisiera hacerlo creer un vulgarizador ignorante de la
“*sociobiologia”, sino la diferencia de dos puntos de vista sobre la historia. Darwin,
fiel a una lógica de la variación individual, piensa el devenir social en términos de
individualidades que luchan libremente por su estatus en una sociedad que él
preferiría desligada de todas las leyes y costumbres susceptibles de desvirtuar la
*competencia. Esto es cierto, la competencia individual, pero la de la lucha de
clases. En cuanto al horizonte asimilativo de la sociología darwiniana, éste está
constituido, lo hemos visto, por la extensión indefinida del sentimiento de
*simpatía que cimenta un mundo al interior del cual aquellos que permanecieron
naturalmente se oponen a toda practica como a toda idea de eliminación: lo que
es directamente contrario a todo lo que se sabe del “darwinismo social” liberal,
para el cual la necesidad de la eliminación es un dogma. Cualquiera que sea el
impensado sociológico propio de Darwin, que no es evidentemente cuestión de
negar y sobre el cual volveré al final de mi análisis, él no sabría actuar, -se lo ha
visto por las demostraciones que preceden-, continuar acreditando la idea
totalmente contradictoria de un “darwinismo social de Darwin”. La gran evidencia
lógica del *efecto reversivo, desarrollado al final del texto que analizamos, obliga a
pensar la *variación de la *selección natural misma en el curso de su propia
evolución, es decir, su división contra una forma antigua, persistente pero con el
horizonte de un declinar, y de una forma nueva, invertida en sus manifestaciones,
e instaurando progresivamente lo “cultural” como triunfo tendencial de la ética –
triunfo que es preciso llamar, con todo rigor-, seleccionado por la forma
seleccionada de la *selección. Es esta evidencia la que es formulada por el último
parágrafo del texto, al cual vuelvo aquí después de este largo e indispensable
rodeo para el análisis de la información implícita significativamente puesta en
juego por los pasajes anteriores.

III. B.
1 / Doble afirmación de una persistencia del papel jugado por la *lucha por la
existencia y por su relegación al rango de influencia secundaria. Este último
pasaje reintroduce la cuestión de la moral (“ la parte más elevada de la naturaleza
humana”, es decir también, para Darwin, la que es últimamente beneficiada por la
*selección, como lo revela el fin del pasaje).
2 / Desarrollo y ejemplificación de esta idea: el progreso de las cualidades morales
(manifiestas, como lo prueba el conjunto del discurso de La Descendencia, sobre
el problema ético, por los *comportamientos altruistas, particularmente y sobre
todo hacia los “inferiores” próximos o lejanos, siendo fijado este término en el siglo
XIX con un empleo puramente operatorio, generalizado en los *antropólogos”) es
asegurado prioritariamente por los factores “culturales”.
3 / Afirmación capital, que funda la certeza del efecto reversivo como articulación
dialéctica de la “naturaleza” y de la “*civilización”, según la cual el sentido moral,
esencialmente altruista, como se lo acaba de recordar, fue producido por la
*selección natural seleccionando los “*instintos sociales”. Es este elemento
nuclear de la lógica darwiniana en antropología el que se opone de una vez por
todas a una lectura sociobiologicista de Darwin: en efecto, esta lectura trataría
naturalmente de interpretar el *altruismo de La Descendencia en términos de
sacrificio necesario efectuado en el interés ultimo del grupo genético –o, más
simplemente y sin anacronismo en cuanto al cuadro histórico y científico del
discurso de Darwin, biológico-, y este mediante una regulación automática e
inconsciente. Ahora bien, creo haber demostrado suficientemente que en Darwin,
el déficit biológico engendrado por la moral altruista del auxilio estaba
compensado no inconsciente ni automáticamente, es decir, naturalmente, sino
racional y deliberadamente, es decir, culturalmente, (tema de las “tecnologías
compensatorias”), para retomar los términos de una vieja oposición de la que el
efecto reversivo, precisamente, destruyo la aparente perennidad conservando sin
embargo la idea finalmente justificada de una diferencia cualitativa que sobreviene
entre ellos por el hecho mismo de la evolución, y que prohíbe legítimamente al
final que se pueda inferir lo “cultural” y lo “social” humano de la “naturaleza”.
El análisis del texto invocado al inicio de esta discusión me habrá entonces
permitido confirmar una triple incompatibilidad lógica entre la teoría darwiniana y el
maltusianismo practico, el *eugenismo selectivo y el “*darwinismo social” o su
versión contemporánea, la “sociobiologia”.
Queda un último punto por precisar. A despecho de las demostraciones que
acaban de ser hechas, y que me permiten hoy afirmar que ninguna *sociobiologia,
pasada ni presente puede sin falsificaciones graves declararse conforme con el
espíritu del darwinismo, lo cual no quiere decir que –pero esto es otro problema-,
que la antropología darwiniana tropieza con el pensamiento social. Fiel al punto de
vista de la *variación, Darwin no piensa en efecto que la individualidad, y es bajo
este ángulo que él expone el devenir del Hombre avanzando en civilización, sin
ofrecer los medios para criticar la insuficiencia de esta aceptación, o la
precariedad de una *antropología cultural fundada únicamente sobre el examen de
las modificaciones ético-psicológicas de la conciencia del sujeto civilizado, o
todavía este optimismo liberal –ciego a la constitución del proletariado obrero en
clase reducido al empleo y a la reparación de su fuerza de trabajo –que le hace
soñar, por ejemplo, con la posibilidad para el hombre pobre, en la Inglaterra de
1871, volverse suficientemente rica para que sus niños asciendan a profesiones
no manuales. Es totalmente exacto que la posición de Darwin frente a la sociedad,
aunque incompatible con el anti-intervencionismo liberal clásico –particularmente
spenceriano-, sigue siendo una posición esencialmente reformista, ética,
paternalista, y en esta misma medida, lo que no sorprende, “burguesa”. No se me
ha pasado jamás por el pensamiento querer demostrar lo contrario. Lo que es
radicalmente excluido, como loha hecho ver el ejemplo de los análisis que he
producido sobre el tema desde 1983, es que se pueda hablar de un “darwinismo
social de Darwin”. En el *darwinismo social, el individuo dominante sirve de
pretexto y de símbolo a la justificación de la existencia y del mantenimiento de
una clase dominante: ahora bien, una tal actitud es contraria a todo lo que acaba
de ser puesto en evidencia en el seno del discurso darwiniano en cuanto a sus
intuiciones sociológicas mayores: crítica de la propiedad transmitida mediante la
herencia, acumulación individual masiva de la fortuna, ideal de igualdad inicial de
las condiciones, elogio del valor intrínseco del individuo, reducción intervencionista
de las desigualdades, frente a las cuales la *selección natural selecciona el artificio
liberal” de Darwin –optimismo por defecto de análisis propiamente sociológico-,
que se acompaña más profundamente de una actitud opuesta a los dogmas
principales de la ideología liberal cuyo porta voz oficial, entonces, se llamaba
Herbert *Spencer.
De manera general, la falta de lectura que el análisis precedente busca rectificar y
de la que encuentro el trazo discontinuo (ya que salpicado de consideraciones
perfectamente justas, particularmente sobre el hecho que Darwin no es ni,
*Gobineau, ni *Vacher de Lapouge, ni mucho menos *Spencer) en el texto de Y.
Conry, alcanza una flaqueza de la epistemología que le subtiende. Esta
epistemología pretende trazar una demarcación nítida entre ciencia e ideología –
lo que es loable en si- sin darse los medios para operar esta demarcación
mediante una técnica apropiada de identificación, en los textos mismos, de lo que
pertenece a cada uno de estos registros que no tienen el mismo modo de
inscripción: no siendo la lógica del discurso de la ciencia otra cosa que la
yuxtaposición de enunciados prestados sin orden al texto del sabio. No pudiendo
formular la problemática del paso entre El Origen de las especies, donde se trata
de del viviente, y La Descendencia del Hombre, dónde particularmente es cuestión
de las sociedades y de las civilizaciones humanas, y no percibiendo lo que
estructura la lógica del paso –la reinversión de la *selección natural a través de la
empresa creciente de los “*instintos sociales” -, esta lectura concluye con el
carácter “desviacionista” e “ideológico” de DM, reservando todos sus elogios para
el “estatuto científico y la fecundidad insuperable de El Origen de las especies, es
decir, de la teoría darwiniana de la evolución” (loc. Cit., p. 180). En lugar entonces
de describir en DM lo que es la continuación coherente y “fecunda” del OS, se
prefiere oponer el segundo texto al primero declarándolo “desviante” o
contaminado por ideologías (evidentemente antropológicas) extrañas a la lógica
de una teoría de la cual se ha declarado implícitamente que el OS la libera bajo su
forma acabada y definitiva. Esta lectura no se permite entonces ver que es al
contrario la síntesis personal de Darwin –la cual presta, es cierto, numerosos
elementos a estos discursos el estatuto indeciso -, síntesis inscrita en la lógica
darwiniana del efecto reversivo de la evolución (selectiva), que preserva la
*antropología darwiniana de tener la menor relación ideológica con el eje
spenceriano de la *sociología evolucionista, de la que Darwin nunca aprobó el
*reduccionismo organicista ni las recomendaciones sociales. No se puede en
efecto más que oponer una teoría sociológica que proclama la necesidad de la
eliminación (*Spencer), y una antropología que define la eliminación de la
eliminación como la tendencia evolutiva de la *civilización, y que la aprueba como
la expresión de la “parte más noble de nuestra naturaleza”.
Se comprende entonces, según esto, que no vaste haber estudiado mucho a
Darwin para extraer una concepción conforme a la integridad de su teoría. Es
preciso aún saber leer con otros lentes distintos del spencerismo, que no cesa de
ser la ideología filosófica dominante del occidente liberal desde mediados del siglo
XIX. Según estos mismos que combatían esta ideología solo han visto en ella la
obra antropológica de Darwin, y las consecuencias de este error han sido
profundos y durables (ver Tort, 1988). Hubiera sido más útil retirar de una vez por
todas la teoría darwiniana en su formulación integral, del arsenal argumentativo
del pretendido “racismo científico”, de la “*sociobiologia” americana, o de los
grupos de “reflexión” de la “N
Nueva Derecha” francesa, que continuar, mediante una trabazón de citas fuera de
909 contexto y caricaturalmente mutiladas (ver Thuillier, 1979 y 1981), reforzando este
mismo arsenal. Sin conceder suficiente precio a las brillantes improvisaciones de
(10)
Etienne Gilson en su libro publicado en 1970 (De Aristóteles a Darwin y regreso,
Vrin), tendré el placer de citar, para terminar, esta sentencia perfectamente exacta
y que – tiene el merito de ser clara: “el evolucionismo es verdaderamente una
doctrina filosófica salida de las plumas de la ciencia, pero es auténticamente un
filosófica, y Spencer, no Darwin, es el autor de esta”. (Según P. Tort, en Misére de
la sociobiologie, PUF, 1986, y Darwinisme et societé, PUF, 1992.).

BIBLIOGRAFÍA -

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