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PAN Y BIBLIA ¿Por qué debemos trabajar en lo social?

Por José Satirio Dos Santos

POR QUÉ LA IGLESIA DEBE TRABAJAR EN LO SOCIAL


“Aprended a hacer el bien, buscad la justicia, reprended al opresor, defended al huérfano, abogad por la
viuda.” Isaías 1:17.
1. Porque es un tema prioritario en la Biblia.
Brigitta Deistler, una de las maestras de nuestra escuela bíblica Generación de Conquista, nos ha hecho pensar que
entre los grandes temas que se entrelazan para formar la narración bíblica, la preocupación por el socialmente más
débil es un distintivo bien marcado. Pero aun más que esto, la atención dirigida a grupos de personas desvalidas, son
elemento esencial de la revelación que Dios hace de sí mismo, de sus propósitos y de su voluntad para con el hombre.
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento desbordan sobre recomendaciones para atender la viuda, el huérfano, el
extranjero, el pobre, el esclavo… es decir, todo aquel que está incapacitado para sostenerse y defenderse.
En la ley, la pobreza y esclavitud de algunos miembros de la sociedad, se contempla como un estado escandaloso que
debe ser evitado por la misma sociedad aplicando las provisiones de la misma ley (Ex. 21:2-3; 22:21-27; Lev. 19:19-
20; 25:24-41…). También la literatura sapiencial destaca la necesidad de contribuir a los pobres como uno de los
elementos de ser justo y de agradar a Dios (Pr 11:25; 19:17; 21:13). El muy interesante Salmo 82, exhorta a los que
fueron puestos en posición de hacerlo: “Defiendan la causa del huérfano y del desvalido; al pobre y al oprimido
háganles justicia. Salven al menesteroso y al necesitado; líbrenlos de la mano de los impíos”. Cuando los profetas
denuncian que la riqueza se volvió un suelo fértil para el orgullo y la soberbia, apuntan al mismo blanco: que Israel
perdía de vista lo que era tan importante para Dios y que la explotación de las clases bajas tomó formas
desvergonzadas que le merecieron el juicio (Is. 3:14-15; 5:8-9; 10:1-2; Ez 22:12-13; Am 5:11-12; Zac 7:8-11).
En los evangelios conocemos al Jesús compasivo, no sólo frente a individuos sino también a multitudes, sea cual sea
el motivo: el abandono espiritual (Mr. 6:34) o el estómago vacío (Mr. 8:2). Mateo contiene un pasaje largo y detallado
que define la identidad cristiana bajo una luz insólita: El juicio entre ovejas y cabras (25:31-46). Insólito porque traza
la pertenencia al Reino no bajo el criterio de la santidad, ni de la comunión espiritual con Dios, sino a través de la
actitud y acción frente al necesitado. Éste es la personificación de Cristo mismo; negarle la atención equivale a
desconocer a Jesús. “Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: ‘Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha
bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre,
y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; necesité ropa,
y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron. ‘Y le contestarán los justos:
‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos como
forastero y te dimos alojamiento, o necesitado de ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te
visitamos?’ El Rey les responderá: ‘Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más
pequeño, lo hicieron por mí.’ Luego dirá a los que estén a su izquierda: Apártense de mí, malditos, al fuego
eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y ustedes no me dieron nada de comer; tuve sed,
y no me dieron nada de beber; fui forastero, y no me dieron alojamiento; necesité ropa, y no me vistieron; estuve
enfermo y en la cárcel, y no me atendieron.’ Ellos también le contestarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o
sediento, o como forastero, o necesitado de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?’ Él les responderá:
‘Les aseguro que todo lo que no hicieron por el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron por mí.’ Aquéllos
irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”.
El anuncio más prolífico de la venida del Salvador se encuentra en Lucas, el evangelio que identifica a Jesús
plenamente con la humanidad. A lo largo de sus múltiples narraciones y parábolas percibimos la intención del autor
de hacernos comprender la calidad integral de las buenas nuevas y su extensión a todos los estratos sociales. Jesús
retoma la promesa del Antiguo Testamento -libertad y restauración-, y nos muestra que sólo ahora, por medio de Él
y de la presencia del Espíritu Santo, alcanzará su plenitud: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido
para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los presos y dar vista a los
ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año del favor del Señor” Lucas 4:16-21.
Si un tiempo histórico ha sido tan complicado como el nuestro, ciertamente lo fue el siglo I con su proliferación de
cosmovisiones y sincretismos, como lo percibimos dentro del ámbito judeo-grecorromano-cristiano en el cual se
desarrolla la iglesia primitiva. Este trasfondo turbulento nos facilita reconocer en ella la influencia y dirección del
Espíritu Santo, que caracteriza muchos de los rasgos singulares de las primeras comunidades cristianas (Hechos 4:32-
35), mientras sus contemporáneos se quedaron sin respuesta para explicar el fenómeno solidario entre los adherentes
de la nueva secta. La solidaridad terminó siendo un factor decisivo para garantizar la supervivencia y expansión de
los cristianos. Comenzó con la distribución de alimentos a las viudas (Hechos 6:1-6); ofrenda para la comunidad de
Jerusalén en situación de hambre (2da Corintios 8:1-4); apoyo a misioneros (Filipenses 4:14-15); hospitalidad (Tito
1:8). Por medio de actos como estos, los creyentes que por causa del evangelio habían perdido posiciones y
posesiones, vivieron en primera mano la “fe hecha acción” descrita por Santiago (1:27; 2:14-18).
2. Porque es una manera de manifestar la presencia del Reino de Dios en medio nuestro
Existe una discusión teológica en cuanto a la presencia del reino de los cielos entre los hombres, algunos piensan que
sólo se hizo manifiesto mientras Jesús caminó entre nosotros y otros aseguran que llegará con el regreso del Mesías
en toda su gloria. Yo prefiero unirme al pensamiento de mi amigo Eduardo Villaverde (Argentina) quien tomando las
parábolas de la semilla de mostaza (Mateo 13:31) y la levadura (Mateo 13:33), asegura que el Reino de los Cielos
está en medio de nosotros creciendo como un sistema de valores y principios diseñados por Dios para administrar lo
creado y hacer feliz al hombre.
Desde esta perspectiva es muy importante enfatizar que la proclamación del evangelio debe estar íntimamente ligada
con la satisfacción de las necesidades del hombre. El mismo Jesús, cuando nos enseñó la oración modelo, liga la
petición de que el reino de Dios se establezca en la tierra y haya el pan material cotidiano. Por otra parte, la misión
siempre estuvo acompañada con actos de sanidad y liberación como muestra de que el Reino de Dios se había
acercado.
Cuando Jesús envió a sus discípulos en sus misiones, las cuales son prototipos de la misión de la Iglesia, sus
instrucciones fueron: “Sanad a los enfermos… y decidles: Se ha acercado a vosotros el Reino de Dios” (Lucas 9:2,
10:9; Mateo 10:7-8). Esta combinación era también característica de la propia misión de Jesús (Mateo 9:35), sus obras
reales de compasión por el sufrimiento físico son la evidencia de que es el agente del Reino de Dios: “… Si expulso
a los demonios por medio del Espíritu de Dios, eso significa que el reino de Dios ha llegado a ustedes” (Mateo
12:28), y cuando Juan Bautista preguntó sobre su identidad como Mesías sus respuestas fueron actos de sanidad
(Lucas 7:21-22).
Que el Reino de los Cielos, capaz de satisfacer las más profundas necesidades y cambiar vidas está entre nosotros, es
la buena nueva que la Iglesia debe anunciar. “A mí el evangelio me ha hecho gente” aseguraba el abuelo del pastor
Villaverde y lo que él quería decir era que el evangelio no sólo le dio el pasaporte al Cielo sino que le dio una casa,
un ingreso, una familia bien constituida y relaciones para crecer en todas las áreas. El evangelio devuelve a la persona
la dignidad con la que fue creada y borra las diferencias entre los seres humanos; tenemos incontables casos de
personas que siendo desechados por la sociedad se convirtieron en hombres y mujeres respetables y aun ministros de
la palabra. Afortunadamente el viejo concepto de que el evangelio era sinónimo de pobreza ha sido revaluado.
Aunque Dios hace gran parte del trabajo en esta transformación, no podemos delegar en Él lo que nos corresponde.
¿Y qué nos corresponde? Unir a la proclamación del evangelio, la voz que se levanta para defender al débil, la mano
extendida al que sufre, los pies que van para socorrer al necesitado… en fin, la plena disposición para dar la vida cada
día para que otros lleguen a ser ciudadanos del Reino de los Cielos.
Una explicación más, al respecto de cómo se materializa la realidad del Reino, la encontramos en Lucas. El escriba
en la Parábola del buen samaritano (10:25-37), confrontado por el Señor, tiene que admitir que su amor a Dios y al
prójimo se encuentran estancados en la esfera intelectual, pero se excusa detrás de la pregunta: “¿Quién es mi
prójimo”? (vs. 27-29). Pero Jesús le quita el piso de auto-justificación y auto-absolución: “¿Cuál de los tres demostró
ser el prójimo?” Y de pronto ya no es la necesidad del otro que está en cuestión sino la necesidad nuestra de mostrar
compasión que nos define como prójimo: “Anda entonces y haz tú lo mismo -concluyó Jesús-” (vs. 37).
Tal vez no somos lo suficientemente conscientes de la gran oportunidad que tiene la Iglesia actualmente en este
servicio social pues, después de probarlo todo, nuestro continente se encuentra a la deriva, buscando dónde aferrarse
para salvarse del naufragio. Y aquí cabe como anillo al dedo un refrán acuñado por nuestro amigo Valverde: “en río
revuelto, ganancia de pecadores”; es decir, tenemos la ocasión precisa para sembrar y cultivar los valores del Reino
de los Cielos en estos desesperados náufragos. Ya hemos tenido algunas experiencias en este sentido, entidades
privadas y estatales empiezan a reconocer que la Iglesia tiene respuesta de restauración en situaciones en las cuales
ellos claudicaron y recomiendan los servicios eclesiales.
Algunos califican el Reino de Dios como religión y otros quieren dilatarlo para el futuro, pero a la Iglesia de Jesucristo
le corresponde demostrar con su proclamación y trabajo, que está aquí y ahora, es práctico, utilizable y se manifiesta
en calidad de vida no sólo individual sino en la sociedad, de tal manera que cada vida transformada sea un modelo de
lo que Dios quiere hacer en toda la sociedad.
3. Porque el Crecimiento Diaconal es igual de importante que las demás dimensiones del crecimiento de la
Iglesia
Teniendo en cuenta el modelo de Iglesia que nos presenta Hechos, encontramos que el crecimiento en la Iglesia se
puede observar en cuatro dimensiones: Crecimiento Orgánico, Diaconal, Conceptual y Numérico (Hechos 1-8). Si la
Iglesia refuerza una de estas dimensiones en detrimento de las otras comenzará a desintegrarse. Infortunadamente
algunos sectores no han comprendido este principio y subvaloran dimensiones como el Crecimiento Diaconal, es decir
el servicio que la iglesia presta a sus miembros y al mundo, como prueba concreta del amor redentor de Dios. El
evangelio se ve menoscabado cuando esta acción social está ausente.
La experiencia nos ha demostrado que este Crecimiento Diaconal incide directamente en la dimensión del Crecimiento
Numérico. La Iglesia de Hechos es un ejemplo de ello pues, es una comunidad que se propaga extraordinariamente
gracias a la predicación del evangelio, pero también a su preocupación por atender las necesidades de los nuevos
convertidos: la gente era sanada, liberada, y las viudas y los pobres eran atendidos porque tenían un capital solidario
para ello (Lucas 2:43-47). “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento
del pan y en la oración. Todos estaban asombrados por los muchos prodigios y señales que realizaban los apóstoles.
Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus
bienes entre sí según la necesidad de cada uno. No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa
partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando de la estimación
general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos.”
La extensión de la iglesia saltó luego a Judea y a Samaria (Hechos 8:13) y vino la conversión de Saulo y el llamado
de Bernabé para ir a Antioquía, ciudad que se convirtió en epicentro misionero no sólo para levantar misioneros, sino
para enviarlos y sustentarlos. Pero hay algo interesante aquí como lo resalta Raymond Bakke en su libro “Misión
Integral en la Ciudad”, esta iglesia entendió su dimensión global pues no sólo se preocupó por el sostenimiento del
ministerio sino que su primera ofrenda fue para los pobres de Jerusalén (Hechos 11:27-30).
Es necesario entonces resaltar que el ministerio social y el testimonio evangélico existen lado a lado en las Escrituras
sin ningún conflicto de subordinación como lo afirma Stephen Charles Mott en su libro “Ética Bíblica y Cambio
Social”, quien citando a Pablo asegura que debido a la contribución de la iglesia, los santos pobres de
Jerusalén: “glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra
contribución para ellos y para todos” (2da Corintios 9:13). El interés por las necesidades materiales de otros conduce
a la alabanza a Dios: “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes
y alaben al Padre que está en el cielos” (Mateo 5:16). La gente siempre nos mira y cuestiona, pero si la Iglesia está
cumpliendo con sus miembros la atención necesaria y aún sirve a los de afuera cuando vienen en busca de auxilio,
todos tendrán que reconocer la autenticidad del mensaje de salvación, de plenitud, que proclamamos.
Para nadie es ya una noticia el vertiginoso crecimiento que experimenta la familia evangélica en todo el continente,
existen amplios estudios al respecto y debemos reconocer que el fenómeno se debe en parte a que el mensaje cristiano
se ha contextualizado a las necesidades de las personas. Sin embargo, también hay una pregunta en el ambiente ¿Por
qué ese crecimiento no se evidencia en la transformación de nuestros pueblos donde predominan la corrupción, la
miseria, la violencia y el abuso a los débiles? Personas como el evangelista Alberto Mottesi y el pastor René Peñalba
(Honduras), conocedores del tema, lo explican como una tendencia de la iglesia a encerrarse en las paredes eclesiales,
en el confort de los movimientos de alabanza y la adoración, y de eventos que se han centrado más en el bienestar
personal que en la transformación social.
Y en este punto alguien preguntará ¿y qué tiene que ver esto con el trabajo social? Tiene que ver todo pues,
afortunadamente, el concepto asistencial de la ayuda a los más necesitados ha sido superado y todas las
organizaciones, tanto seculares como eclesiales, que trabajamos en este campo somos conscientes de que una
verdadera ayuda en esta área sólo se podrá dar si se afectan las raíces del problema. De aquí se desprende otra gran
oportunidad para el evangelio, pues en la medida que nos involucramos en lo social, tendremos la oportunidad de
llevar los valores del reino a todas las instancias. Abordaremos más adelante algunas ideas de cómo lograrlo.
Un llamado más sobre el peligro de dar prioridad a cualquiera de las dimensiones del Crecimiento de la Iglesia lo
hace Stephen Charles, quien citando la afirmación del conocido teólogo René Padilla: “si la iglesia ha de ser
obediente a su Señor, no debe hacer nada que no sea esencial; consecuentemente nada de lo que la iglesia hace en
obediencia a su Señor puede calificarse como no esencial”, reflexiona que los cristianos se esforzarán sólo por lo que
consideren esencial y dado que nunca se acaba la obra de la evangelización ni el poner en práctica la justicia; si se le
da preferencia a la una, nunca habrá tiempo para la otra, de tal manera, que decir que algo no es primordial para la
iglesia, es convertirlo en una excusa a la que sólo se le da atención simbólica.
En este punto espero que estemos de acuerdo en que se le debe prestar igual atención al Crecimiento Diaconal, como
a las demás dimensiones del crecimiento de la Iglesia. Pero por si queda alguna duda traigo como colofón la respuesta
de Jesús cuando fue interrogado sobre las prioridades en los mandamientos divinos: “Amarás al Señor tu Dios…
amarás a tu prójimo… no hay otro mandamiento mayor que éstos” (Marcos 12:28-31; Mateo 22:39).
Sigamos trabajando entonces por un crecimiento integral de la Iglesia. Alegrémonos por las multitudes que llegan
cada día a los pies de Jesucristo, no hay problema con la cantidad como piensan algunos, el desafío es crecer con
calidad y pasar ahora a la etapa de transformar la sociedad con los valores del reino.
4. Porque es una expresión del amor divino manifestado en el servicio
En nuestro segundo “por qué” mencionábamos el reino de los cielos como el avance de los valores divinos sobre la
vida individual y colectiva de los seres humanos. A lo dicho agregaremos que la fuerza de este reino no consiste en
un poder militar o intelectual, su secreto está en el amor. Estamos llamados a manifestar el reino en el lenguaje
maravilloso del amor. El amor derrite los corazones, desarma las personas; una gota de amor sana, revierte todo
problema, cambia toda conducta. Hoy más que nunca este mensaje está vigente porque las estadísticas nos muestran
que estamos pastoreando una generación del desamor: hijos abandonados, no deseados y maltratados en todos los
aspectos.
Al respecto podemos ver que Jesús se esforzó por cimentar en sus discípulos dos valores: el amor y el servicio, siendo
el último inspirado por el primero. Esta misma preocupación se ve en Pablo a quien debemos en gran medida la
sistematización de nuestra doctrina. El famoso pasaje de 1ra Corintios 13 deja plasmado un principio: cualquier cosa
que hagamos, independientemente de su resonancia humana, si no está inspirada por el amor, carece de todo sentido.
Lamentablemente hemos observado que el trabajo social, para algunas comunidades cristianas, no es más que otro
programa en su agenda de activismo. Y en ciertos casos lejos de responder al mandato bíblico de amor al prójimo, se
convierte en un acto de prepotencia frente al necesitado.
Nuevamente es el ejemplo de Jesús el que nos centra. Un Jesús que siente como sus entrañas se conmueven frente al
dolor de la humanidad -término griego splagjnizomai-. Un Jesús que no se siente “manchado” por la cercanía de
mujeres pecadoras, funcionarios corruptos, subversivos, enfermos y mendigos, como sí se sienten algunos frente a los
pobres y marginados. Por lo contrario el Maestro hace de esta gente su público predilecto, Marcos 12:17 “Al oírlos,
Jesús les contestó: –no son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a justos
sino a pecadores”.
Uno de los seis pilares del carácter del ministro cristiano debe ser la compasión en imitación a su Maestro Jesucristo,
asegura el pastor Mizraim Esquilín en nuestra Escuela Bíblica Generación de Conquista: “Jesús siempre sentía
compasión de la gente (Mateo 9:36; 4:14; 15:32; Marcos 6:34; 8:2) más no es así por su mismo (Mateo 16:22-
23); carácter sin este pilar, no es carácter cristiano”. Una apreciación similar hace el apóstol Juan: “Pero el que
tiene bienes en este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo morará el amor
de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra, ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1ra Juan 3:17).
También en el escenario de Generación de Conquista, el misionero Eliezer Lira nos exhortó en su charla sobre
Misiones Urbanas a dolernos por la necesidad de nuestro entorno: “Vivimos en días aparentemente buenos, la
tecnología nos ayuda, hay templos confortables, pastores llenos de la gracia de Dios. A veces, esta temperatura
espiritual nos ha convertido en irresponsables porque nuestro corazón está colmado de bendición y siempre quiere
más, olvidando la necesidad del vecino drogado, la adolescente embarazada, la madre con un hijo preso, la viuda
que perdió a su esposo trágicamente. Pocos nos hemos detenido a pensar que éste también es un campo misionero
que Dios en su infinito amor quiere conquistar”.
Una pregunta que puede surgir a estas alturas es quiénes merecen nuestra compasión. La merecen todos aquellos que,
por motivos de las estructuras sociales, no tienen la posibilidad de superar su condición; pero también la merecen
quienes por decisiones equivocadas han caído en un estado de indefensión. Jesús lo hace evidente cuando expresa su
misión (Lucas 4:18-19). Pero también amplía la dimensión de la ley, que aunque protegía al débil, era implacable con
el que sufría por cuenta de su pecado; para ello utiliza la parábola del hijo pródigo que exalta la actitud del padre
amoroso que perdona y restaura, sobre la del hermano mayor que despiadadamente pide justicia; una justicia hipócrita
que fue muchas veces recriminada por el Maestro a los líderes religiosos de su época. La “ortocardia” debe estar por
encima de la ortodoxia y ortopraxis diría mi amigo Valverde citado anteriormente.
Ahora bien, no basta con hablar de compasión o amor, hay que articularlo con acciones de servicio (Kerigma,
Koinonía y Diaconía) como lo expresa René Padilla en su libro “Discipulado y Misión”. Es un hecho que los cristianos
del primer siglo entendieron la necesidad de mantener ligada la predicación con el trabajo social, como él lo asegura
y como lo explicamos anteriormente. Un ejemplo que se destaca es el de Dorcas, quien no se conformó con sentir
lástima por la gente necesitada y darle una limosna, sino que se daba a sí misma con su amor, tiempo y recursos
(Hechos 9:36-42) lo cual le valió el aprecio de quienes la rodeaban y la conversión de muchas personas. Si la iglesia
no sirve pierde su identidad de ser el cuerpo de Cristo.
Existe el temor de que si nos involucramos demasiado en este tipo de servicio nos distraigamos de la evangelización.
A esta inquietud Stephen Charles comenta que una de las grandes barreras para la evangelización ha sido el fracaso
de los cristianos en tener relaciones significativas con los no cristianos y aconseja la acción social como un vínculo
que facilita la tarea evangelizadora, pues coloca a la Iglesia justo en el lugar donde debe trabajar, es decir en el mundo.
CÓMO REALIZAR LA TAREA
“Bienaventurado el que piensa en el pobre, en el día malo lo librará Dios” Salmo 41:1
Pasemos ahora al terreno de lo práctico y cómo realizar un trabajo social significativo. Seguramente mis consiervos
tendrán un sinnúmero de experiencias e ideas al respecto y espero que mis apreciaciones sirvan para enriquecer ese
patrimonio.
Algunos cristianos no priorizan en sus agendas la obra social porque, aplicando una hermenéutica errada de Marcos
14:7 “A los pobres siempre los tendrán con ustedes”, han entendido que de alguna manera la pobreza es legítima. La
segunda parte del versículo “y podrán ayudarlos cuando quieran”, al igual que el mensaje completo del evangelio,
contradice esta posición como ya lo demostramos en la primera parte de este escrito. Entonces cualquier excusa para
relegar la atención social en nuestras agendas ministeriales queda inhabilitada. La afirmación del Maestro debe ser
interpretada entonces como un llamado a posicionar un tema que siempre será constante, no por Su voluntad, sino por
la condición pecaminosa del hombre. Desde ese punto de vista es necesario “pensar” qué lugar hemos dado a este
trabajo dentro de nuestros programas, eventos y empresas.
Desde que llegué a Colombia entendí este principio. Lamentablemente en esa época el evangelio era relacionado con
ignorancia y miseria, pues se pensaba que éstas eran sinónimos de humildad. Pensar y trabajar por una iglesia que
saliera de la periferia y se ubicara en lugares centrales, enseñar a los nuevos convertidos a crecer integralmente en lo
espiritual y en calidad de vida y cambiar la mentalidad de pedir por la de dar, han sido premisas de nuestro ministerio.
Algunas estrategias para transformar el pensamiento -en este sentido- han sido:
1. Posicionar el tema social en la vida de la Iglesia
“Mejorar la calidad de vida de sus miembros, y de la comunidad de su entorno, mediante una adecuada orientación
espiritual, social y empresarial”, es uno de los cinco objetivos de nuestra iglesia Centro Cristiano. Este objetivo está
allí plasmado para que en cualquier lugar donde llegué nuestro ministerio se tenga en cuenta el elemento social, como
parte de la identidad que tenemos como iglesia significativa.
¿Está el tema social dentro de la declaración de la identidad de su iglesia?
Predicar periódicamente sobre el deber cristiano de la ayuda social es otra manera de posicionar el tema. He notado
con preocupación que algunas verdades del evangelio dejan de ser predicadas porque han sido tergiversadas por
grupos contrarios a nuestros principios. Es el caso de la defensa del débil, que ha sido excusa para grupos armados y
aún tendencias teológicas equivocadas. Al otro lado, el temor a la generación de riquezas por relacionarlo con nueva
era o movimientos de prosperidad egoísta. Tenemos la Palabra de Dios que es nuestra guía, no podemos ceder nuestro
mensaje a otros que lo manipulen a su acomodo, debemos ser fieles al mandato de “llevar las buenas nuevas”.
Tengo como estrategia preparar series de mensajes que proclamen este mensaje integral. Recientemente, por ejemplo,
abordamos la serie basada en Jeremías: “¿Qué ves?” sobre la importancia de contextualizar el mensaje a las
necesidades para lograr mayor impacto. Mantenemos también una reunión semanal para profesionales, hombres y
mujeres de negocios, cuyo propósito es enseñar sobre los principios bíblicos aplicados al crecimiento financiero.
2. Sensibilizar a los diferentes grupos de la Iglesia
No se trata de resolverle la vida a todo el mundo, más bien es un asunto tan sencillo como sentir dolor ante lo que
ocurre en la sociedad de hoy, como lo dice Stephen Charles. En nuestros cultos generales, ayunos, capacitaciones,
siempre este tema debe ser recurrente. Ya lo dijo John Scott: “El primer contacto del amor cristiano con la acción
social, es una sencilla y pura compasión”.
Un gran desafío en este sentido es enseñar a la iglesia a convivir con personas marginadas, lo que René Padilla
denomina “metanoía”. Tal vez habrá poblaciones más fáciles que otras, pero ninguna puede ser excluida, para algunas
de esas personas somos su última esperanza. Drogadictos, prostitutas, delincuentes, homosexuales, corruptos, llegarán
a nuestras puertas y necesitamos preparar a los miembros de la iglesia para que no los discriminen, sino que vean en
ellos a los futuros pastores, evangelistas, maestros, profetas.
Puedo dar testimonio que muchos de nuestros líderes y pastores vienen de haber sido marginados de la sociedad y
ahora son agentes de cambio. Cristian y Ángel son un ejemplo; cuando nuestro Ministerio Carcelario los encontró,
estaban cada uno sentenciado a más de 100 años de cárcel por sicariato y otros delitos. Su encuentro con Jesucristo
produjo cambios impresionantes que los llevaron a ser reconocidos por las autoridades y sus penas fueron perdonadas.
Ellos se han dedicado ahora a resarcir a la sociedad del mal que hicieron; en el caso de Cristian con el plan “El Crimen
no Paga”, mediante el que visita entidades educativas con campañas preventivas. Ángel por su parte, regresó al barrio
donde entrenaba menores de edad para el terrorismo y se ha dedicado a pedir perdón a estas familias. Vale decir que
ambos son predicadores fervientes del evangelio y fructíferos ganadores de vidas para Cristo.
3. Destinar espacios físicos para desarrollar el trabajo social
Con inmenso esfuerzo, y principalmente la ayuda de Dios, hemos logrado levantar más de un centenar de templos y
unidades de evangelismo en nuestra región. Un favor he pedido a cada uno de los obreros que me ayudan en cada
sector y es que estos espacios sean aprovechados en su máximo potencial. Es así que nuestra iglesia madre, por
ejemplo, alberga además del templo, el colegio, la escuela de música, un instituto de capacitación y actualización
empresarial, la cooperativa y el seminario bíblico, entre otros. Tenemos congregaciones que reciben durante el día
cientos de niños en los denominados “Centros de Desarrollo Integral y Comedores Infantiles”. Además hemos
adquirido propiedades para que funcionen casas-hogar para niños y adultos mayores abandonados y fundaciones a
favor de la mujer. Si el Señor nos ha permitido tener lugares para que le adoremos, no los subutilicemos,
aprovechémoslos para llevar a todas horas las buenas nuevas a los que sufren.
4. Servir con nuestros talentos
“Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano
a fin de que las pongamos en práctica”. Efesios 2:10.
¿Para qué estoy en la tierra? Es una pregunta que ha logrado posicionar muy bien el pastor Rick Warren con su valiosa
enseñanza sobre vida con propósito. Y entre los objetivos descubiertos por él, a la luz de la Palabra, está precisamente
el servicio a través de los talentos. Debe ser trabajo permanente de la iglesia ayudar a sus miembros a descubrir cuáles
son sus talentos y motivarlos a ejercitarlos en beneficio tanto de sus hermanos en la fe, como de la comunidad en la
que se encuentra.
Una figura muy hermosa que trabajamos en las iglesias es el voluntariado. En el caso de nuestro ministerio, mujeres,
jóvenes, niños, empresarios y membresía en general, son invitados a participar con sus dones en todos los campos de
la Iglesia aun en el servicio social. Como fruto de ello han nacido fundaciones, asociaciones, cooperativas y grupos
informales, integrados en gran parte por personal voluntario.
Aquí es importante subrayar que veo con beneplácito como muchos de nuestros jóvenes han decidido estudiar carreras
profesionales orientadas al servicio social. Soy el primero en apoyarles y aclararles que no sólo se sirve a Dios a través
del ministerio, sino que el Señor puede también brillar por medio de sus profesiones. Esto no significa que desee
menos pastores pues ¡aún la mies es mucha y los obreros pocos! Lo que quiero es que también haya médicos,
trabajadores sociales, maestros, administradores de lo público, industriales, científicos y artistas que vean sus
profesiones, no sólo como un escalón para el éxito personal, sino como la manera de llevar los beneficios del reino a
todas las instancias.
A ciertas personas Dios les ha dado, como dones, las riquezas. Para ellos también la invitación es a no caer en la
trampa de la ambición y el consumismo, sino que puedan verse como mayordomos cuya función es administrar los
recursos a favor de la voluntad de Dios, como es el servicio a los menos favorecidos. “Dios nos ha llamado a ser
productores de abundancia y liberadores de riquezas para el Reino de los Cielos”, ha sido uno de nuestros lemas.
Cierro esta parte con una frase de mi amigo el pastor Eduardo Sánchez, directivo nacional de las Asambleas de
Dios: “Los pastores no pueden hacer la tarea del púlpito y de las mesas al mismo tiempo. Al igual que en la iglesia
primitiva, se requiere de ayudantes, que en el día de hoy pueden ser estos voluntarios, profesionales y hombres y
mujeres de negocios.”
5. Promover el desarrollo económico y los negocios como alternativa a la pobreza
“Las manos ociosas conducen a la pobreza; las manos hábiles atraen riquezas.” Proverbios 10:4
Vez tras vez hemos dicho que “es mejor enseñar a pescar que dar el pescado”; sin embargo, muchas de nuestras
estrategias sociales siguen dirigidas al asistencialismo más que a soluciones de largo plazo y en las cuales los
beneficiarios sean protagonistas. Como resultado, observamos en muchos casos que crecen fenómenos como la
dependencia y la ociosidad.
Una excelente alternativa en este sentido es trabajar en el desarrollo económico. David Befus, consultor económico y
misionero, asegura en su libro “Negocios para el Reino” que la Iglesia ha trabajado por muchos años en diversas
formas de ayuda social, especialmente en la asistencia humanitaria, educación, rehabilitación y cuidado de personas
en riesgo; no así en la generación de recursos a través de los negocios, debido a que algunos sectores se oponen a ello
por considerarlo contrario a los principios bíblicos. Desconocen estas corrientes que lo que condena la palabra es el
amor a las riquezas y que quien da el poder para hacer las riquezas es Dios: “Mas acuérdate del Señor tu Dios, porque
Él es el que te da poder para hacer riquezas, a fin de confirmar su pacto, el cual juró a tus padres como en este
día.” Deuteronomio 8:18.
El Dr. Befus nos ofrece dos alternativas de desarrollo económico que ayudan a la gente pobre a obtener empleo o a
incrementar sus ingresos: la incubación de negocios y las microfinanzas. Por la naturaleza de este artículo no podemos
abordar en profundidad cada modelo, pero básicamente diremos que el primero consiste en conseguir capital-semilla
para crear un negocio que es administrado por personas de escasos recursos y en la medida en que ellos demuestran
su capacidad, éste pasa a ser de su propiedad; mientras que las microfinanzas tienen que ver con pequeños préstamos
a personas que no tienen acceso al sistema bancario por su condición económica, las cuales reciben capacitación y
asesoría permanente hasta que sus negocios son rentables. La experiencia del misionero Befus en diferentes ciudades
de nuestro continente ha mostrado la efectividad de estos modelos cuando se aplica debidamente.
Un beneficio adicional de esta propuesta es que “la persona cambia su mentalidad de pobreza, rescata sus valores y
entiende que es capaz de convertirse en autogestionador de su desarrollo y mejoramiento de su calidad de vida” como
lo asegura Adriana Bernal del área social de las Asambleas de Dios de Colombia.
En Cúcuta hemos tenido una experiencia similar con algunas de nuestras instituciones. La Cooperativa Coobethel
ofrece como parte de sus servicios la asesoría empresarial y los préstamos de libre inversión; uno de los logros que
más nos han causado satisfacción ha sido liberar a personas que estaban esclavas del crédito denominado
“cuentagotas” (una modalidad informal que presta dinero con elevadísimos intereses que son cobrados diariamente)
muchos han quebrado y aún se han quitado la vida porque este cáncer los consume. También nuestro Instituto para el
Trabajo y Desarrollo Humano habilita las personas para trabajar y actualiza los que están laborando; y nuestro Centro
Misionero Vida, cadena de negocios cuyo objetivo principal es apoyar las misiones, se ha convertido en generador de
capacitación, empleo y ayuda social.
No podemos negar la ayuda humanitaria a quien la necesite, por eso es necesario mantener las entidades que la
realizan. Pero debemos proyectarnos a soluciones de largo alcance como la creación de opciones de negocios para
ayudar a las personas a superar su pobreza, seguramente ellos agradecerán muchísimo más esta ayuda que cualquier
donación. Dios, por su parte, nos dará la creatividad para hacerlo y traerá las personas indicadas para asesorarnos.
6. Ejercer incidencia política
“El pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará”. Daniel 11:32
Algunos cristianos rehúsan escuchar cualquier tema que tenga que ver con política y es que lamentablemente el
significado de la palabra se ha venido degradando. Pero si nos vamos a su esencia, sin ningún matiz ni prevención,
encontramos que la política es el arte que ejercen los pueblos para dirigir su futuro. Desde esa perspectiva podemos
pensar que la Iglesia puede hacer mucho más en este campo.
Más allá de la participación electoral, que es el espacio más cercano a los ciudadanos comunes y corrientes, el ámbito
político ofrece una amplia gama de posibilidades de participación. La que sigue sólo es una reflexión sobre el papel
de la iglesia en la esfera pública, expuesta con el deseo de que se traduzca en incidencia, esto es, en una influencia
concreta de las comunidades que conforman el pueblo que ha puesto sus esperanzas en la justicia del Reino Dios.
Esperanza que nos empuja a luchar por un mundo mejor, el cual, en efecto, es posible (Éxodo 3:6-9). Jenny Neme,
especialista en el tema, será nuestra referencia para esta reflexión.
Empecemos por decir que la incidencia política es la capacidad de influir sobre aquellos que toman decisiones a través
de una estrategia elaborada participativamente y cuyo fin es hacer evidente el poder de las personas a través de
procesos planificados y la misma acción de los individuos y/o las comunidades. Uno de los mejores aprendizajes de
la incidencia política es entender que quienes están en instancias de tomas de decisiones no son solamente los que
tienen el poder, sino que cada uno de nosotros tenemos una porción de poder, pero necesitamos descubrirlo y
potencializarlo.
Sobre el valor trascendental de esta incidencia en el campo de la ayuda social me llama la atención la reflexión que
hace Stephen Charles Mott, citado anteriormente: “Llega un tiempo cuando el amor no solamente venda las heridas,
sino que se esfuerza por acabar con el ataque. ¿Habría sido perfecto el amor del buen samaritano que descendía por
el camino de Jerusalén a Jericó si cada vez que encontraba personas heridas no hacía nada con respecto a los
asaltantes? El amor espontáneo y sencillo, que sigue los dictados de su propia preocupación por los necesitados,
crece a una preocupación por la estructura formal de la sociedad. Se expande de la atención de individuos como
tales, a la interacción de los grupos en los cuales los individuos están atrapados”.
Algunos enfocan la incidencia política para influir en el cambio de políticas públicas, es decir cambiar las leyes. Por
ejemplo, para algunos cristianos de Colombia fue muy importante haber participado en el proceso de la constituyente
del ‘91, cuando se estaba gestando la nueva Constitución Política de la nación; si estos hermanos no hubieran estado
allí, hoy no tendríamos la ley de libertad religiosa y de cultos. Pero debemos destacar también que el tema de la
incidencia política tiene que ver igualmente con hacer veeduría a ciertas leyes o normas que deben estar caminando,
o al desarrollo de programas.
Un gran peso nos hemos quitado en el Centro Cristiano cuando entendimos este mecanismo, pues diariamente
recibíamos un sinnúmero de personas que buscaban apoyo y no teníamos recursos suficientes para responderles.
Nuestros profesionales del Área de Trabajo Social se dieron a la tarea de averiguar los beneficios que daba el Estado
para auxiliar las diferentes víctimas y han enfocado su trabajo a asesorar a las personas para que puedan acceder a
ellos. Sea este el momento para resaltar que la Iglesia no está para quitarle al Estado su responsabilidad de velar por
el bienestar de sus ciudadanos como es el deber de los estados modernos (vale decir que la iglesia le ahorra cantidades
astronómicas al estado con esta ayuda que presta), pero por solidaridad entra cuando éste falla, bien sea por
incapacidad, corrupción o cualquier otro motivo.
¿Cuáles son los retos y oportunidades que tiene la iglesia entonces en este campo? Por un lado, los evangélicos hemos
crecido en Latinoamérica y también crece nuestra responsabilidad para influir en la sociedad, estamos obligados a
convertirnos en actores sociales y constructores de ciudadanía, lo cual implica construir una visión de nación y
continente. Las clases dirigentes nos buscan muchas veces sólo para tener nuestros votos, pero debemos ir más allá,
tenemos que tener propuestas sólidas que contengan los valores del Reino de Dios. En segundo lugar, es interesante
notar que la iglesia tiene una presencia extendida a través del territorio nacional inclusive en las zonas rurales, lo cual
le ha permitido tener una proximidad a la población en situación de sufrimiento. Los líderes de iglesias y autoridades
eclesiásticas se han convertido en guías y acompañantes en momentos de crisis. Esa presencia, dedicación y cercanía
ha legitimado a las iglesias y les permite tener una voz válida en el momento de intervenir ante las diversas
autoridades.
Ahora bien, hay algunos elementos que son importantes para la incidencia política. Primero, es necesario construir
propuestas que tengan un soporte ético que posea como escala de valores la defensa de la vida, la promoción de la
justicia y la solidaridad, para luego levantar la voz sobre un tema específico que obligue a una respuesta del Estado o
de la organización que le corresponda. Así avalaremos el calificativo que se nos ha dado como “la reserva moral de
la sociedad”.
Segundo, debemos encontrar otras organizaciones con las que tengamos puntos comunes y hacer alianzas estratégicas
para que la agenda pública vea una iglesia que es capaz de caminar con otros para construir país. Asimismo tenemos
que ser un conector institucional como nos lo aconseja el Superintendente Nacional de las Asambleas de Dios en
Colombia, pastor Héctor Buitrago: “Existen objetivos de desarrollo social, problemas a solucionar o necesidades a
satisfacer en nuestras comunidades, existen recursos disponibles a nivel estatal y privado para lograrlo; pero para
captarlos debemos formular proyectos de inversión social serios, bien trazados, técnicamente viables, sostenibles en
el tiempo y concertados con las comunidades menos favorecidas. La iglesia en este sentido debe convertirse en una
captadora y canalizadora de recursos”.
Tercero, es importantísimo fortalecer las capacidades del liderazgo; la comunidad evangélica debe empoderar actores
políticos y sociales que pueda sostener a nivel local, regional y nacional.
Hemos hablado de sentir compasión por el pobre, servirle con nuestros talentos y promover programas de desarrollo
económico a su favor; sin embargo, tenemos que reconocer que para avanzar significativamente en la solución de sus
problemas se debe ir más allá, de ahí la importancia de la propuesta sobre la incidencia política, pues ésta va para
remover estructuras que están limitando el acceso equitativo a los recursos de nuestras naciones. Al respecto,
Proverbios 13:23 dice: “En el campo del pobre hay abundante comida, pero ésta se pierde donde hay injusticia”.
Finalmente, un llamado de Richard Ramsay en su libro Integridad Intelectual: “Los cristianos debemos participar en
cada aspecto de la cultura y la sociedad para transformarla. El Reino de Dios no está limitado a la Iglesia, pero la
Iglesia es el instrumento humano para seguir estableciendo el Reino, y la Iglesia es un modelo de lo que toda la
sociedad debía ser.”

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