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Esperanza Insaciable

por Charles R. Swindoll

Una de las primeras bodas que oficié en mi juventud como pastor tenía todas las promesas que uno pudiera
esperar en un matrimonio. Ambos tenían sus veinte y tantos años, ambos eran creyentes; él estudiaba
medicina y ella era enfermera. Debería haber sido un matrimonio modelo, lleno de paz y alegría. Los
conflictos vendrían, por supuesto, pero una esperanza duradera los llevaría a superar los días oscuros.

Sin embargo, cuando volví a ver a la mujer como ocho años después, parecía que había envejecido como
veinte años. Describió una tragedia en espiral descendente de drogas, adulterio, amargura y separación. Ya
mucho tiempo atrás había desaparecido la paz y alegría originales. Esa alma fatigada había perdido lo único
que pudiera haber rescatado su matrimonio del nivel más bajo de la desdicha matrimonial: ella había perdido
la esperanza.

¿Qué tal usted? ¿Cómo calificaría su propio nivel de alegría en la vida cristiana? ¿Se ha dejado ganar por la
depresión? ¿Se ha enfriado el fuego original de conocer a Cristo, reduciéndose a una indiferencia al rescoldo?
¿Acaso las tribulaciones de la vida diaria le han quitado la esperanza? Los pastores en la actualidad
constantemente hablan con creyentes que luchan con la depresión, matrimonios rotos, ansiedad, cólera y falta
de dominio propio. No pueden sino preguntarse: “¿En dónde está la vida en abundancia que Cristo prometió
en Juan 10:10?”

Esperanza Incuestionable

En Romanos 5:1-11 Pablo nos lleva del altar del matrimonio de nuestra fe cristiana a una nueva relación con
Jesucristo: una relación personal de paz, gozo y esperanza. Este pasaje revela cómo se puede lograr el gozo
duradero en la vida cristiana incluso en medio de las pruebas y luchas. Mírelo conmigo.

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien
también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza
de la gloria de Dios” (Romanos 5:1-2).

La justificación que Pablo describe es lo que ocurrió el momento en que uno puso su fe sólo en Cristo para el
perdón de sus pecados y la vida nueva (Romanos 5:5-11). Para mí eso sucedió en la década de los 40. Para
algunos tal vez haya sido la década de los 60, o de los 80, o tal vez más recientemente. Si usted es creyente,
es el momento en que usted le dijo que sí a Jesucristo para que sea su Señor, usted llega a ser un miembro
de su familia, la iglesia, dedicado a Él para siempre. En el mismo párrafo Pablo también describe los efectos
presentes de este acontecimiento pasado: tenemos paz (5:1), al presente estamos en gracia (5:2), y nos
gloriamos en la esperanza.

Cuando alguien utiliza la palabra esperar, por lo general piensa del futuro: “Espero que las cosas mejoren”;
“Espero conseguir un nuevo trabajo”; “Espero no enfermarme.” La mayoría de las veces estas esperanzas no
son sino ilusiones basadas en los deseos personales. Tales esperanzas pueden fácilmente ser destrozadas
cuando la realidad irrumpe como toro furioso. Las pruebas nos caen encima. Las desilusiones nos llegan; e
inevitablemente el gozo languidece.

Pero en Romanos 5 Pablo insta a los creyentes no sólo a mirar hacia atrás a su justificación pasada, sino
también a mirar hacia adelante, más allá de sus pruebas y adversidades inmediatas. Él escribe: “Pues mucho
más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira” (5:9). No se pierda el tiempo del
verbo: “seremos.” Eso es futuro. Eso es esperanza. Y debido a que sabemos que pasaremos la eternidad en
el cielo, podemos enfrentar toda adversidad terrenal; incluso la muerte misma (8:35-39). ¡Eso es esperanza
incuestionable!

¿Tiene usted esa clase de esperanza hoy? Si no, ¿por qué no?

Esperanza Insaciable
¿Cómo podemos tener una esperanza insaciable que soporta incluso los peores ataques de la
desesperanza? Nos regocijamos en ellas. Pablo señala tres niveles de regocijo: nos gloriamos en la
esperanza de la gloria de Dios (Romanos 5:2), nos gloriamos en las tribulaciones (5:3), y nos gloriamos en
Dios (5:11). Noten que no nos regocijamos debido a las tribulaciones. Nos regocijamos en medio de ellas. Nos
regocijamos a pesar de ellas, porque sabemos que “la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y
la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza” (5:3-5). Piénselo de esta manera: Usted es el proyecto
personal que Dios para el desarrollo del carácter. Eso quiere decir que usted puede regocijarse incluso más
debido a que Dios nunca abandona su proyecto (Filipenses 1:6). Dios siempre tiene su mirada sobre usted,
cultivando su carácter e incluso en las tribulaciones.

¿Está sintiéndose como si el fruto del Espíritu se ha secado debido al intenso calor de las pruebas? La
respuesta de Pablo es clara: Cuando vienen las tribulaciones, debemos recordar que estas pruebas tienen
como propósito un fin magnífico. He leído que el camino a mi destino glorioso está lleno de piedras sueltas y
baches, y cada sacudón en el camino me recuerda que estoy en el camino correcto. Pero nunca debo olvidar
que Dios me acompaña en el recorrido. Su reputación como Padre amante está en juego. No siempre
sabemos a dónde vamos, pero Él sí lo sabe.

Con la justificación pasada como lugar en donde pararse, y su esperanza futura como combustible, usted
puede emprender el recorrido presente por las pruebas y si tribulaciones sin perder su gozo y paz. ¡Sí, eso es
posible! Su esperanza conduce a perseverancia, lo que desarrolla su carácter, y eso lleva a mayor esperanza
(Romanos 5:4). Y esto no es castillos en el aire.

Es esperanza insaciable.

Adaptado de Charles R. Swindoll, “Unquenchable Hope,” Insights (marzo 2006): 1-2. Copyright © 2006, Charles R. Swindoll, Inc. Reservados
todos los derechos mundialmente.

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