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tu matrimonio
Sanidad después del adulterio
Robert D. Jones
Probablemente escogiste este libro porque el adulterio ha sacudido tu
matrimonio o el matrimonio de algún familiar o amigo. Sabías que estas cosas
pasaban, pero nunca esperaste que te ocurrieran a ti.
Permíteme asegurarte que no estás solo(a) en esto. La infidelidad es más
común de lo que imaginas. Ya sea con un beso ilícito o una unión sexual
completa, aun entre los cristianos hay personas que han violado sus votos de
apartarse de todos los demás y unirse para siempre a su cónyuge.
Quizá eres la parte ofendida1. Y has sentido muchas de las reacciones
comunes.
O quizá tú seas el cónyuge ofensor y tienes tus propias luchas (con muy poco
crédito para sentirlas y expresarlas):
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1 En los casos de adulterio hay varias formas de identificar a los cónyuges (por ejemplo, traidor y
víctima, culpable e inocente), mi uso de “ofensor” y “ofendida” pretende enfocarse en el arrepentimiento
y el perdón para reconstruir el matrimonio. En pro de la simplicidad y la coherencia, utilizo en general
pronombres masculinos al referirme al cónyuge ofensor y femeninos para la parte ofendida. Pero,
obviamente, cualquiera de los cónyuges puede haber cometido el adulterio.
Culpa: “He pecado; esta vez sí lo eché todo a perder”.
Enojo: “Si hubiera sido una mejor esposa (o esposo), esto no hubiera
pasado”. “No puedo creer que mi amigo (o familiar) me halla delatado
con mi esposa(o)”.
Temor: “¿Qué me hará mi esposa(o)? ¿Me perdonará o será el fin de todo?
¿Qué harán mi familia y la iglesia?”
Suicidio, desesperación: “No encuentro la salida. Mi vida está acabada;
quizá lo mejor es terminarla”.
Alivio: “Muy en lo profundo, qué bien que me descubrieron. He estado
viviendo una mentira. Ahora ya se acabó”.
Vergüenza y pena: “¿Cómo podré mirar a la gente a los ojos después de
esto? Necesito alejarme de aquí”.
¿Puedes observar cómo se traslapan las dos listas? Crisis como el adulterio
revelan las luchas básicas de todo corazón humano. Al final de cuentas, cada
uno de nosotros (ofensores, ofendidos o consejeros) necesitamos al mismo
Redentor para que nos ministre en nuestras batallas particulares.
Pídele a Dios que te ayude a creer sus promesas. No importa cuán bien
conozcas tu Biblia, en los próximos días necesitarás porciones frescas del pan
diario. No descanses en la gracia pasada. Cree que Dios desea encontrarte en
maneras nuevas.
No sabemos si el autor del Salmo 46 tenía en mente un terremoto real, una
invasión enemiga o alguna otra catástrofe. Pero sus imágenes capturan la
devastación que muchos cónyuges sienten al descubrir la infidelidad de su
pareja:
Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en
momentos de angustia. Por eso, no temeremos aunque se desmorone la
tierra y las montañas se hundan en el fondo del mar; aunque rujan y se
encrespen sus aguas, y ante su furia retiemblen los montes (vv. 1-3).
Esa fue la experiencia de Lisa2. “Me sentí deshecha cuando descubrí lo que
había hecho Tim. Mi vida de pronto se tornó vacía y estaba cayendo
directamente a una gran oscuridad”. Max lo dijo de una manera más cruda:
“Sara era mi vida. Y ahora mi vida se había acabado”.
¿Cuál es nuestra esperanza? La Biblia declara: “Dios es nuestro amparo y
nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en los momentos de angustia” (v.1) La
presencia y poder de Dios son tuyos en medio del naufragio matrimonial. Él
está allí, justo en el medio de tu vida, para ayudarte (v.5). Dos veces el salmista
irrumpe con esperanza y seguridad: “El SEÑOR Todopoderoso está con
nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob” (vv. 7, 11). Está presente. Es
poderoso. Le importas.
En Génesis 50, José, quien fue víctima de una multitud de traiciones, abraza
la esperanza de Dios al declarar a sus ofensores, “Ustedes pensaron hacerme
mal, pero Dios transformó ese mal en bien...” (50:20). El apóstol Pablo asegura
a los cristianos que sufren que “Dios dispone todas las cosas para el bien de
quienes lo aman” y ese bien es definido como el ser hecho a semejanza de Jesús
(Ro 8:28-29). No importa cual haya sido la intención del cónyuge infiel, Dios
tiene un plan trasformador para ti, tiene un propósito positivo y redentor en esta
situación.
¿Qué ocurre si eres el adultero? ¿Hay esperanza para ti? El matrimonio de
Oseas, en Oseas 1 – 3 nos muestra una unión adultera que fue restaurada por
gracia. Como se puede observar al leer, la pareja infiel de Oseas es un cuadro
de nuestra propia infidelidad espiritual en contra de nuestro esposo, Jesucristo.
La Biblia reboza de promesas del perdón de Dios.3
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2 Los nombres de los aconsejados son seudónimos. Algunos representan casos reales; otros son
combinaciones.
3 Léase Salmos 32; 51; 103; 130; Miqueas 7:18 – 20; y Colosenses 1:13, 14; 2:13, 14.
Más que esto, el Dios que perdona puede también restaurar. Escucha su
promesa para aquellos que exilió a una tierra extranjera por su pecado: “Porque
yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el SEÑOR—, planes
de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”.
(Jeremías 9:11; ver también Joel 2:12-13, 25). Dios ofrece prosperidad,
seguridad, esperanza y un futuro a una gente que anteriormente le fue infiel.
En otras palabras, tienes un Redentor. Dios te promete esperanza y ayuda en
Jesús para reconstruir tu vida. Te ama y tiene un plan glorioso para tu vida, aun
si tu cónyuge nunca abandona su infidelidad o nunca te perdona por la tuya.
¿Crees eso? Jesús no sólo puede restaurar tu matrimonio sino hacerlo más
fuerte de lo que era antes. No sólo queremos regresar el matrimonio a su estado
previo a la infidelidad. En Cristo, Dios provee algo mejor.
Este es el porqué: Nuestro Dios se deleita en hacer mejores que antes aquellas
cosas que se han roto. Así como una unión rota de dos barras de hierro se
refuerza por medio del proceso de soldadura, así también el Redentor puede
soldar tu matrimonio roto para que sea sólido y resistente. De esto dan
testimonio las vidas de muchas parejas que han sido “soldadas”. El Dios del
nuevo nacimiento, de la vida nueva, de los nuevos comienzos, ofrece algo
mayor que la restauración; él ofrece transformación.
El Sendero del Ofensor (Si has cometido adulterio, ¿A qué te está llamando Dios?)
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8 Abordo el problema de revolcarse en la culpa por los pecados del pasado en el folleto, Bad Memories:
Gening Past Your Past (CCEF Resources for Changing Lives Ministry Booklet Series, P & R Publishing,
2004).
El Sendero del Ofendido (¿Qué implica para ti, la parte ofendida, el hecho de creer y
seguir a Jesús?)
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1. Encuentra tu seguridad e identidad en Jesucristo, no en tu cónyuge o
en el matrimonio. Para la mayoría de la gente, la infidelidad de sus
cónyuges puede hacer añicos su mundo y trastornar sus vidas. Pero el
verdadero fundamento de la vida cristiana no es tu cónyuge o el
matrimonio o las bendiciones que traen. Nuestra vida está edificada en
Cristo.
Sin embargo, la infidelidad desafía esa verdad. Te grita que tu vida está
acabada, que todo lo que es precioso se ha ido, que ya no existe esperanza.
¿Qué debes hacer? Cree en el evangelio. Levántate y declara que tu
vida no está edificada sobre nada que no sea el Señor Jesús. Atiende estos
recordatorios poderosos:
Sandra fue abandonada por un hombre que la cambió a ella y a Dios por otra
mujer y tomarse un paquete de cervezas todos los días. Estando sentada
conmigo y mi esposa, compartió un pensamiento notable: “No lo podía ver en
ese entonces. Pero ahora sí puedo verlo. Había hecho de Daniel el centro de mi
vida. Dios en su amor soberano permitió que mi fundamento se removiera para
que pudiera aprender a hacer del Señor el centro de la misma”.
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9 Para un estudio bíblico completo sobre el perdón, considere Génesis 50:17-20; Salmos 25:7; 32; 51;
103:8-12; 130:3-4; Proverbios 19:11; Isaías 1:18; 38:17; 43:25; 44:22; Jeremías 31:31-34; 50:20; Miqueas
7:18-20; Mateo 6:12-15: 18:15-17; 18:21-35; Marcos 11:25; Lucas 17:3-4; 23:34; 24:46-47; Hechos 2:36-
41; 7:60; Efesios 4:31-32; Colosenses 1:13-14; 2:13-14; 3:13-14; y 1 Pedro 4:8.
10 Aunque se emplean diversos términos, esta doble distinción (ofensor y ofendido) se observa en Ken
Sande, Pacificadores: Guía Bíblica para la Resolución de Conflictos Personales; Paul David Tripp,
Guerra de Palabras; Jay E. Adams, Front Forgiven to Forgiving, Timothy S. Lane, Conflict (un folleto
de esta serie); y otros consejeros bíblicos.
4. Perdona a tu cónyuge relacional y transaccionalmente, si se arrepiente.
A medida que crezcas en tu entendimiento del perdón del evangelio,
estarás más abierto a conceder la reconciliación relacional a tu cónyuge
infiel. Al confesar sus pecados y buscar tu perdón, esto implica que
procedes a perdonarlo y a reconciliar la relación, tal y como Dios en Cristo
te ha perdonado y ha reconciliado su relación contigo. Excepto en casos
excepcionales, esto implica que te reconcilies con tu pareja arrepentida11.
Aquí, es más útil ver la esencia del perdón como una promesa. El
perdón de Dios implica su decisión, declaración y promesa, por los
méritos de Jesucristo, de no contar nuestros pecados en nuestra contra. Al
igual que Dios, decides, declaras y prometes, por los méritos de Cristo, no
traer el asunto más a colación. Ken Sande captura esta dinámica en cuatro
promesas12:
No me concentraré en tu pecado.
No traeré a colación tu pecado ni lo usaré en tu contra.
No hablaré con otros acerca de tu pecado.
No permitiré que tu pecado se interponga entre nosotros o afecte
nuestra relación personal.
11 Todos los consejeros bíblicos están de acuerdo en que el perdón actitudinal y transaccional es
necesario cuando el ofensor se arrepiente verdaderamente, y que la restauración matrimonial es el
resultado ideal del proceso de arrepentimiento-perdón. Sin embargo, a veces varían en cuanto a si el
perdón relacional requiere que la esposa vuelva a comprometerse con el matrimonio o si, en casos
excepcionales, podría elegir —con sabiduría, en oración y con el consejo de Dios— las disposiciones de
divorcio de Mateo 5:32 y 19:9. Los casos excepcionales, por supuesto, requieren mucha sabiduría pastoral
y una cuidadosa evaluación.
12 Ken Sande, Pacificadores. El volumen de Sande es el mejor recurso para ayudarle a perdonar a un
ofensor y reconstruir la relación a la manera de Dios. Otros escritores dividen el mismo pastel en tres
promesas: No insistiré en tu pecado; no lo usaré en tu contra; y no lo contaré a otros. (Por ejemplo, Jay
E. Adams, From Forgiven to Forgiving).
to. La necesidad de la gracia de Dios es obvia.
Dios ha destinado a cada uno de sus hijos e hijas para la gloria final,
pero no ha diseñado un camino sin dolor o glorificación instantánea. El
crecimiento progresivo —incluyendo la lucha con recuerdos
perturbadores— es el camino de santidad de Dios para ti y para tu
cónyuge.
Conclusión
Estos últimos pasos en los senderos del ofensor y el ofendido son un llamado a
perseverar confiando y siguiendo a Jesús a la luz de su gracia. Si fuiste el
cónyuge infiel, cree las promesas del evangelio y lleva a la práctica tu plan de
cambio. Si eres la parte contra quien se pecó, renueva tu promesa de perdón a
tu cónyuge y lucha apropiadamente contra los malos recuerdos recurrentes.
Terminemos meditando en las palabras llenas de esperanza de una pareja
restaurada por la gracia de Dios: